REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (25), 1 de agosto de 2006 |
LA ASIMILACIÓN DE LAS IDEAS DE RATZEL Y LA NUEVA VISIÓN DEL TERRITORIO MEXICANO
Patricia Gómez Rey
Colegio de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
La asimilación de las ideas de Ratzel y la nueva visión del territorio mexicano (Resumen)
Durante las dos primeras décadas del siglo XX existieron en México condiciones particularmente propicias para la difusión y asimilación de las ideas de Friedrich Ratzel, aún cuando sus obras de Antropogeografía y Las Razas Humanas eran mayormente conocidas, fueron los trabajos de geografía política los que tuvieron una mayor acogida en esas décadas. En especial la teoría del Estado de Ratzel sirvió de sustento a la elaboración de proyectos y propuestas de reconstrucción del Estado nacional. En este trabajo se intenta mostrar que a partir de la reformulación de las ideas de Ratzel, los elementos del territorio mexicano adquirieron nuevos significados políticos.
Palabras claves: territorio, suelo,
viajes, sociedad, estado, antropología, difusionismo.
The assimilation of the ideas of Ratzel and the new vision of the Mexican territory (Abstract)
During the first two decades of the XX century existed in Mexico particularly favorable conditions for the diffusion and assimilation of the ideas of Friedrich Ratzel, still when his works of Antropogeografía and The Human Races were mostly well-known, this were the works of political geography that had a bigger one welcomed in those decades. Especially the theory of the State of Ratzel served as sustenance in the elaboration of projects and proposals of reconstruction of the national State. In this work, it is tried to show that starting from the reformulation of the ideas of Ratzel, the elements of the Mexican territory acquired new political meanings.
Key words: territory, floor, trips, society, state, anthropology,
difusionismo.
En Alemania su patria, Friedrich Ratzel (1844-1904) se dio a conocer en los setentas, a través de una serie de artículos periodísticos de viajes, que realizó por el sur de Italia, los Alpes y la región de Transilvania y, en América por los Estados Unidos y México; años más tarde, Ratzel publica cuatro libros[1], donde recoge gran parte de sus artículos de viajes. Sin embargo, la obra que lo consagró en el ámbito académico fue el primer volumen de su Antropogeographie (2 vols., 1882/1891) (Robert, 1990). La siguiente obra, Völkerkunde (3 vols., 1885-1888) se convirtió muy pronto en un clásico para los estudiosos de la etnología y la etnografía, no sólo de Alemania, sino también de otros países del mundo. Los trabajos de Ratzel de la última década del siglo XIX y los primeros años del XX giraron en torno a la geografía política, las ideas expuestas en estos trabajos traspasaron el ámbito académico y científico, sirvieron de base en la constitución de una ciencia política que en Alemania tuvo un sello particular; su teorización alimentó y actuó en el sentido de legitimar el proyecto expansionista e imperialista de Bismarck (Ibidem, 1990: 20); este hecho junto con sus ideas ambientalistas desvirtuadas y descontextualizadas fuera de Alemania (De Carvalho, 1997, nº 25 ), lo convirtieron en un personaje polémico.
Para las última década del siglo XIX en Francia las revistas L’Année Sociologique y Annales de Geographie, fundadas en esos años por Emile Durkheim y Vidal de La Blache respectivamente, reseñaban las obras y cuestionaban los postulados de Ratzel (De Carvalho, 1997, nº 34); no obstante las revistas publicaron artículos completos del geógrafo alemán, como la revista sociológica que tradujo y publicó en 1898 el artículo “El suelo, la sociedad y el Estado”. Estas revistas fueron el foro de debate de las teorías para abordar el estudio de la sociedad, la concepción morfológica y fisiológica defendida por Durkheim y muy pronto, la geografía humana vidaliana versus la antropogeografía ratzelina. En 1888, cuando apareció el tercero y último volumen del Völkerkunde, se tradujeron y publicaron en España los dos primeros tomos de la obra, con el título Las Razas Humanas; años más tarde, la obra también fue traducida al inglés.
Un gran número de estudios se han realizado en diferentes países, sobre la recepción de las ideas de Frederich Ratzel[2]. Asimismo los estudios son diversos debido a que las ideas formuladas por Ratzel en el último cuarto del siglo XIX, acerca de las migraciones en su relación con la difusión de la cultura y la interdependencia entre el medio ambiente y el hombre, tuvieron eco en las nacientes disciplinas sociales que en esas décadas se encontraban en proceso de institucionalización, particularmente en la geografía, la antropología, la sociología y la historia (Capel, 1987; De Carvalho 1997).
Hasta ahora, en México no se ha hecho un estudio de la recepción de las ideas de Frederich Ratzel. La mayoría de los geógrafos mexicanos desconocen que este geógrafo siendo joven viajó por el centro y sur del país y que antes de sus obras cumbres publicó el libro Aus México (Desde México)[3], producto de su viaje; incluso pasa inadvertido su nombre en algunos estudios realizados sobre la presencia de alemanes en México. Sólo se han podido localizar tres trabajos sobre Ratzel, uno de ellos es una tesis de licenciatura en historia titulada México, país y gente, según tres autores del siglo XIX. Las obras de Landeskunde de Mühlenpfordt, Sartorius y Ratzel (1989), esta tesis analiza el impacto que tuvo el Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España de Alejandro de Humboldt en el establecimiento del género de estudios científicos de América conocido con el nombre de Landeskunde, las continuidades y discontinuidades entre la obra de Humboldt y los trabajos posteriores de Mühlenpfordt, Sartorius y Ratzel[4]
Otro trabajo que refiere a Ratzel es el artículo “México en la imagen de la ciencia y las teorías de la historia cultural alemana” (1997) de la revista de filosofía LUDUS VITALIS, ensayo que analiza la evolución teórica subyacente a lo que en la historia de la etnología alemana se conoció como “americanista” y que a la postre en México se desarrollo como “mesoamaricanistas” (Vázquez y Rutsch, 1997: 115); corriente histórico-cultural de la que en sus inicios participo Ratzel y que se abordará mas adelante. El trabajo más reciente es un artículo “Viaje de Tehuantepec a Oaxaca” publicado en el número 23 de la revista oaxaqueña Acervos[5]. A pesar de que este trabajo sólo contiene la traducción de una parte del los capítulos V, VIII y XI de la obra Aus México, sin nota introductoria o explicativa sobre el autor y su viaje, es la única traducción al español que se ha realizado de una parte de la obra sobre México.
Ratzel en México: la difusión de sus obras y sus ideas
Durante el siglo XIX los viajes de alemanes a tierras americanas estuvieron motivados por la curiosidad científica y los intereses coloniales. Vázquez y Rutsch afirman que: “El interés alemán por América se incentivó sobre todo por la actividad coleccionista y la producción científica del Museum für Völkerkunde, de la capital prusiana, ligado a ello por el establecimiento de las primeras cátedras de americanística y de etnología de las universidades de Berlín y Leipzing, respectivamente” [6] (Vázquez y Rutsch, 1997: 115). En este interés por el conocimiento y estudio de las sociedades americanas, seguramente estuvo inscrita la aceptación de Ratzel de viajar a los Estados Unidos, cuando fue invitado por un diario de Colonia para servir como periodista corresponsal, aunque el Kölnische Zeitung lo envió en el año de 1873, “con el cometido expreso de evaluar las condiciones para una futura inmigración alemana” (Ibidem).
Después de un año de recorrer los Estados Unidos y a petición expresa del diario, Ratzel se trasladó al país vecino (Covarrubias, 1989: 170). En 1874, con treinta años de edad, Ratzel llega a México, al puerto de Acapulco, siguiendo la ruta de Alejandro de Humboldt, y viaja al centro del país hasta la capital. Por espacio de un año, recorre los estados de Guerrero, Michoacán, México, Veracruz, Oaxaca y Puebla. Covarrubias afirma que no habiendo estado programada su visita a México desde Alemania, existen diferencias significativas entre las obras que escribe de los dos países americanos. La obra Ratzel sobre Estados Unidos constituye un estudio científico sistemático, que sigue un orden temático claro; por el contrario, la obra de México es propiamente un libro de viajes “de un científico”, donde la descripción en la narración sigue una secuencia cronológica de acuerdo con la ruta del propio viaje, y por ello la elección del título Desde México. Notas de los viajes de 1874-1875. No obstante, se puede observar en la obra que, ya de regreso en Alemania, Ratzel coteja y complementa las notas de viajes, apoyándose en las obras de Alejandro de Humboldt, J. Burkart, Eduardo Mühlenpfordt, Mathieu de Fossey, Niox, Bayard Taylor, de los mexicanos Francisco Javier Clavijero y Lucas Alamán y en los trabajos de la Comisión Científica de México (Ibidem: 174).
Estos viajes por países tan disímiles de América, sin duda, causó una gran conmoción en Ratzel. Es en América donde su difusionismo radical adquiere su principal reto para comprobar la idea de un desarrollo humano universal (Vázquez y Rutsch, 1997: 127) Así en los Estados Unidos se encuentra maravillado al ir descubriendo la expansión y continuidad de la civilización y el progreso occidental en suelo no europeo, y por el contrario, en México le sorprenderían los grandes contrastes como las marcadas diferencias raciales y culturales de los pobladores; el cambio de tonalidad de los paisajes, del gris y el café de la aridez desértica al verde de las zonas boscosas y las áreas cultivadas; la alternancia entre los altiplanos, los valles y las serranías; y las desemejanzas entre las tierras templadas y las calientes.
Sin embargo, Ratzel encuentra a México poco atractivo, con tan solo algunos oasis de modernidad, difícil de recorrer por las insuficientes vías de comunicación y los deficientes medios de transporte. En su paso por las áreas agrícolas de maíz y plantaciones de plátano del Valle de Oaxaca, escribe: “¡Que agradable nos parecía este pedacito de cultivo cuidado, en este país tan descuidado!... Sentimos más simpatía hacía estas imágenes, que tienen algo de familiar, que hacia la naturaleza virgen o hacia signos de un trabajo insuficiente... A excepción de los altiplanos cercanos a la ciudad de México, jamás había visto una región que causara una impresión tan civilizadora y por lo tanto bienhechora como la del Valle de Oaxaca” (Acervos, 23: 27y 30).
En su opinión, la memoria de la cultura antigua del país, la que denomina como cultura a medias (Halbcultur), le otorga dignidad a México (Vázquez y Rutsch, 1997). Con una idea evolutiva Ratzel opinaba que el estadio intermedio del pueblo semi-culto había tenido su asiento en los altiplanos centrales, como resultado de la fusión de pueblos, producto del sometimiento de los aztecas, un pueblo de agricultores que, en sus palabras, fueron conquistados por los salvajes toltecas procedentes de las estepas y desiertos adyacentes, en una suerte de conjugación entre habilidosos guerreros nómadas y laboriosos agricultores sedentarios (Ratzel, 1889: t. I, 14). La agricultura para Ratzel es el medio por el cual el hombre podía desprenderse del vínculo primario con el suelo y escribe: “el continuo laboreo del mismo terreno en que el hombre vive y trabaja, se concentra la fuerza creadora de éste y se fortalecen sus tradiciones, es decir se crean las condiciones fundamentales de la civilización” (Ratzel, 1889: t. I, 12). La agricultura representaba para él una de las primeras manifestaciones –materiales y espirituales- de la cultura[7].
Ratzel encuentra que los herederos de la cultura indígena son los mestizos, la forma más acabada de la halbcultur. Éstos como los principales representantes de la cultura mexicana (Covarrubias, 1989: 177), observa este viajero, permanecen asentados en los sitios tradicionales de los altiplanos centrales bajo condiciones geográficas menos favorables que las de las área circundantes, a causa de su estadio cultural intermedio, porque, escribe años más tarde, “la cultura una vez arraigada en el suelo que ha conquistado permanece en él la civilización más tiempo siendo la fijeza territorial uno de sus principales caracteres” (Ratzel, 1889: t. II, 156). Por el contrario, “la cultura, a medida que aumenta [en un estadio superior], va desligándose del suelo en que se ha desarrollado, y crea, a medida que va desenvolviéndose, nuevos órganos que sirven más a los elementos del movimiento que á los de radicación” (Ibidem: t. I, 14).
Por otra parte, Ratzel estimaba que la independencia
de México había causado devastación y decadencia,
incluso retroceso; había dejado profundas huellas observables todavía
en esos años (Acervos 23). La asociación de paisajes
diversos y mezcla de grupos raciales, de continuidades y discontinuidades
en la difusión de la civilización occidental, que el joven
científico alemán observa en México, lo llevaron a
incluir en el último capítulo de su libro, a manera de epílogo,
un escrito sobre la vegetación tropical como metáfora de
la cultura mexicana. Interpretando a la naturaleza tropical con su gran
variedad de especies vegetales como una masa inasible, informe y dispersa,
a causa de la permanente lucha por el espacio (Covarrubias, 1989: 196).
Si bien, algunas imágenes del México decimonónico
presentadas por Ratzel carecen de objetividad y que en general la obra
no guarda el rigor científico que tiene el estudio sobre los Estados
Unidos, los viajes de América le proporcionaron los materiales empíricos
para elaborar las propuestas teóricas que aparecen en sus primeras
obras capitales[8],
Antropogeografía y Las Razas Humanas, de 1882/1891
y 1885/1888, respectivamente.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y la lectura de sus obras
En comparación con otros destacados viajeros y científicos europeos de la época que recorren el país, la visita del joven periodista Ratzel pasó inadvertida en los círculos intelectuales. No fue sino hasta casi tres décadas más tarde, cuando su nombre hará eco en las veladas científicas y literarias de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística[9]. Sus ideas se difundieron en el país, a través de los artículos del Boletín de la sociedad.
El primer suceso público relacionado con Ratzel ocurrió el 23 de mayo en 1901 cuando un joven jurista de nombre Roberto A Esteva Ruiz presentó un trabajo recepcional con motivo de su ingreso como miembro de la Sociedad; el trabajo con el título “La Antropogeografía y la Estadística” estuvo basado en el artículo de Ratzel “Le sol, la Société et l’État” (1898-1899). En su disertación, Esteva Ruiz examina el camino recorrido por la estadística y la geografía en la constitución como ciencias explicativas “positivas”, destacando la utilidad de ambas en el avance de la sociología. Aunque reconoce las aportaciones del eminente profesor de Leipzing de su obra Antropogeografía, para elevar a la geografía al rango de ciencia, duda que alcance a constituirse como tal. Por la vía de la influencia que ejerce el medio geográfico sobre la naturaleza humana, lo que persigue Ratzel, según Esteva, “es una explicación sociológica del mundo, distinta a las demás que imperan en el campo de las ciencias naturales” (Esteva, 1901: 553). El discurso en su totalidad fue publicado en el Boletín de la Sociedad el 27 de junio de ese mismo año y en la primera hoja del trabajo el autor asentó la ficha completa del mencionado artículo de Ratzel e inscribió traducido al español la idea que dice “La mayor parte de los sociólogos estudian el hombre como si se hubiera formado en el aire, sin lazos con la tierra”.
En otro momento, nuevamente sería pronunciado el nombre de Ratzel en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en la sesión pública del 19 de agosto de 1909, con ocasión de la lectura de otro trabajo recepcional que presentó el ingeniero Ricardo García Granados[10], con el tema “La cuestión de razas e inmigración en México”. En su disertación el nuevo miembro de la Sociedad examinó en principio lo absurdo, obsoleto incluso extravagante de las teorías sobre las razas de Montesquieu, Buckle, el Conde Gobineau y Blumenbach. Al respecto, apoyándose en Ratzel a quien cita textualmente, García Granados afirmaría que la diversidad entre los hombres y los pueblos no son en primer término antropológicas, sino producto de la cultura y las circunstancias históricas. En contra de las ideas de la superioridad racial, del determinismo medioambiental y biológico, García Granados defendió las cualidades físicas “extraordinarias” y la “inteligencia” de las razas india y mestiza, cualidades entendidas por él, como dotes espirituales. De todas maneras, todo este discurso fue a propósito, por un lado, de refutar las ideas acerca de las dificultades de adaptabilidad de la raza europea a los climas de México y a la altitud de la altiplanicie mexicana y, por otro, para afirmar la conveniencia de mezcla de razas en México, por la vía de incentivar la inmigración europea.
Si bien podemos considerar a Esteva Ruiz
el primero en dar a conocer públicamente un trabajo de Ratzel, Eduardo
Noriega destacado catedrático de geografía, de la Escuela
de Comercio y Administración de la capital y miembro también
de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, recoge
y asimila las ideas etnográficas y geográficas de Ratzel,
hacia esos años, como se puede ver en los artículos que publica
en el Boletín. En su artículo “Las primeras comunicaciones
entre el viejo y el nuevo mundo” (1906)[11]
Noriega, citando entre otros a Ratzel, participa de la idea de la unidad
del género humano, cuya huella se encontraba perdida en América
a causa del aislamiento en que habían permanecido los grupos humanos,
sometidos a la influencia de su propia naturaleza. Las ideas etnográficas
ratzelianas también se encuentran en los libros de texto de Noriega,
en el Curso de geografía (1895, 1904) y en la Geografía
de la República Mexicana (1898). En otros trabajos de Noriega,
“La inmigración de México. Su desarrollo probable” (1897)
y “Los grandes estados europeos” (1902), donde examina la relación
del territorio, su población y sus recursos con la fortaleza y debilidad
de los estados, subyacen las ideas políticas del geógrafo
alemán; algunos de estos artículos también fueron
leídos en las veladas científicas de la Sociedad.
Ratzel y la antropología mexicana
Fue a partir de la segunda década del siglo XX cuando las teorías de Ratzel se popularizaron en los círculos académicos del país. Particularmente las ideas etnográficas y antropológicas orientaron el proceso de institucionalización de la antropología en México, iniciado en 1910, con la fundación de la Escuela Internacional de Antropología y Etnología Americana (EIAEA)[12]. En una primera etapa, a través de la llegada de los alemanes Eduard Georg Seler y Franz Boaz que vienen a México a fundar y colaborar en la Escuela. La presencia de Seler y Boaz, primero y segundo director de la Escuela, marca la llegada a México de lo que Vázquez y Rutsch denominan como la primera oleada difusionista[13], de gran trascendencia porque en ella se formaron los primeros antropólogos mexicanos.
En el año de 1910, mientras la EIAEA abría sus puertas, Franz Boaz inicio su trabajo académico en la recién inaugurada Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional, dictando tres cursos sobre antropología general, estadística en su relación con la antropometría y métodos de estudio de las lenguas indias. Estos cursos, que más tarde se hicieron extensivos a los alumnos de la Escuela Internacional, los impartió un par de años, el primer curso, de antropología general, fue el de mayor audiencia y las lecciones fueron publicadas por Altos Estudios y más tarde también se publicaron en Nueva York. Dentro de la bibliografía para el curso se encontraba la obra Antropogeografía de Ratzel (CESU, ENAE, caja 7, exp. 135, fo. 3529-3531)
La imagen e interés por América en el trabajo etnográfico formulada por Ratzel en su Völkerkunde, guió gran parte de la pasión científica alemana de la segunda oleada difusionista hacia México (Vázquez y Rutsch, 1997: 126) que avanzaría en la segunda y tercera década del siglo, asociada a los trabajos de Hermann Beyer, Walter Lehmann y Walter Krickeberg. Esta segunda oleada permeó los espacios institucionales –centros educativos, museos y oficinas gubernamentales- en los que se desarrollaba la teoría y las prácticas antropológicas. Siguiendo el camino ratzeliano, los alemanes que trabajaban en México continuaron con la búsqueda de un circulo cultural mundial de las altas culturas antiguas con conexiones asiáticas y arias; por su parte, algunos jóvenes antropólogos mexicanos como Alfonso Caso apuntaba a la costas mexicanas del Atlántico como el centro irradiador de la “cultura madre”. Aunque parecidas en estas décadas, las interpretaciones de los alemanes y los mexicanos empezaron a divergir en el sentido de la difusión (Vázquez y Rutsch, 1997: 142).
Sin embargo, la tercera y última oleada
difusionista en México dejo una profunda huella en los estudios
antropológicos, vinculada con el nombre de Paul Kirchhoff, antropólogo
también de origen alemán, que llegó a México
en 1937 para impartir cursos en el Departamento de Antropología[14].
Kirchhoff delimitó geográfica y étnicamente al área
cultural de Mesoamérica (Vázquez y Rutsch, 1997: 117), concepto
de donde deriva la división fundamental del territorio mexicano
entre aridoamérica y mesoamérica, utilizado ampliamente en
las investigaciones sociales. Hasta su muerte ocurrida en México
en 1973, Kirchhoff no abandonaría su matriz de nacimiento y el área
resultó una variante estructural del método de los círculos
concéntricos (Ibidem) del difusionismo estilo ratzeliano
Al surgimiento y delimitación de la nueva propuesta en el área de ciencias sociales contribuyó, en buena medida, la concepción de la geografía como ciencia auxiliar de la historia y la antropología. Ciertamente a partir de la geografía histórica, la primera cátedra geográfica que se estableció en 1912, en la Escuela Nacional de Altos Estudios[15], se construyó la geografía humana mexicana, entendida en esos años como la formación territorial de los estados, desde la perspectiva espacial y temporal. La geografía histórica constituyó en México los cimientos de la geografía política, en buena parte relacionada con los acontecimientos de la primera guerra mundial, tema de interés de los catedráticos de geografía que no perdieron la ocasión en sus cursos y conferencias para analizar el papel de México en el cambiante escenario mundial de la época.
En el establecimiento de la geografía humana participaron profesores de reconocido prestigio, Enrique Schulz, Jesús Galindo y Villa, José Luís Osorio Mondragón y Pedro C. Sánchez, Todos estos profesores, ingenieros de profesión, conformaron la nueva generación de intelectuales interesados en los temas sociales, con la característica común que todos ellos se habían formado en el positivismo más ortodoxo; sobra decir que en México hacia las últimas décadas del siglo XIX el positivismo se convirtió incluso en la filosofía del régimen porfirista. Sin embargo, el recorrido intelectual seguido por estos profesores en la aceptación y constitución de una geografía humana, transitó entre las premisas positivistas e historicistas, con una preferencia muy marcada hacia la geografía francesa; no obstante, por los temas desarrollados en las cátedras de geografía histórica, recogen y asimilan mayormente las ideas de la geografía política de Ratzel.
De los primeros en asimilar las ideas de Ratzel fue Enrique Schulz (1875-1938)[16]. En la primera década del siglo este profesor reemplazó a su padre, a Miguel Schulz, en las cátedras de geografía de la Escuela Nacional Preparatoria y permaneció en ellas hasta su muerte en 1938. Como descendiente de alemanes y conocedor de esa lengua, Enrique Schulz leyó a Ratzel y la última parte de su libro titulado Curso elemental de geografía (1925), lo dedicó al estudio de la formación de los “espacios políticos” y que comprendían, según él, los estados, sus posesiones coloniales y áreas de influencia; pero lejos de una interpretación orgánica ratzeliana trata de demostrar que la expansión territorial, la anexión de áreas vecinas o lejanas obedecía a intereses económicos y políticos de los estados. Como se lee en la obra, Schulz es el más claro ejemplo de ruptura con el positivismo, a partir de presupuestos historicistas sitúa a la geografía humana como la última rama de la geografía fundamental[17], que examina las relaciones del hombre con la naturaleza; desde esta perspectiva consagró la primera parte de su texto al estudio de la geografía física. Sin embargo, mantiene una postura posibilista, enfatizando que el hombre es el que desempeña el papel activo en el aprovechamiento de las “aptitudes del medio geográfico” (E. Schulz, 1925: 377 y 379); Schulz, es el introductor de la geografía vidaliana en México, y en su texto describe las variaciones espaciales de las sociedades empleando el término géneros de vida.
Uno de los primeros profesores de geografía en introducir las ideas de Ratzel, en especial las ideas antropogeográficas fue Jesús Galindo y Villa (1867-1937)[18]. En su Geografía de la República Mexicana (1927), Galindo expone que el desarrollo de la geografía obedece al avance de sus ciencias auxiliares, de las ciencias naturales; por tanto, de la biología surge la biogeografía, de donde nace la geografía humana o antropogeografía, bautizada con ese nombre, escribe, debido a “la escuela geográfica alemana encabezada por Ratzel”. La antropogeografía “la ciencia que estudia [al hombre] con relación a la ciencia descriptiva de la Tierra” (Galindo, 1927: 7), se encuentra emparentada con la ciencia del hombre, con la antropología, esta última hija también de la biología. Sin abandonar su herencia positivista, Galindo participa de las ideas sobre la influencia del medio en los hechos humanos; sin embargo, matiza que esta influencia se encontraba mediada por la ciencia, el progreso y la civilización.
Hacia los años en que Enrique Schulz publica su libro, José Luís Osorio Mondragón (1883-1944)[19] recoge las ideas ratzelianas, por la vía de las aportaciones francesas particularmente de Brunhes y Vallaux y publica un texto con el título Breves apuntes de geografía humana en sus ramas social y económica (1927). Como seguidor fiel de los franceses, el libro lo dedica al estudio de la dimensión sociopolítica de la geografía humana (Buttimer, 1980), estando ausente en el texto, el marco físico. Sin embargo, Osorio Mondragón afirma que la sociedad como entidad biológica mantiene relaciones estrechas o lejanas, activas o pasivas con el Medio (Osorio, 1927: 5), esta idea la desarrollaría ampliamente en la segunda edición del libro del año de 1934 y que llevó como subtítulo “Antropogeografía”; en esta edición, incorpora de lleno a la geografía política ratzeliana y, al contrario de Schulz, adopta el modelo orgánico del estado. Para Osorio Mondragón algunos aspectos de los estados se traducen en hechos concretos sobre la superficie terrestre, en hechos geopolíticos, que son el objeto de estudio de la geografía política (Osorio, 1934: 34). Asimismo entiende que la génesis y evolución de los estados está determinada por una serie de condicionantes como las características físicas del territorio, la densidad de población y la vecindad de otros estados. En cuanto a los “elementos geográficos del territorio”, Osorio considera que pueden ser determinantes, influyentes o restrictivos.
En 1931 el profesor Pedro C. Sánchez (1871-1956)[20] publica el libro Geografía Política, el primero en su tipo escrito en México. En la introducción de la obra hace la distinción entre geografía humana y política; la primera, entiende, estudia las relaciones del hombre con los fenómenos físicos y la segunda las relaciones de los hombres entre sí. Relaciones que estima, están mediadas inevitablemente por factores naturales y en esa perspectiva, dedica el primer capitulo del libro a tratar la influencia del clima en el hombre, desarrollando la vieja tesis decimonónica del determinismo climático, que le sirve de base para exponer en los siguientes capítulos la evolución de los estados. Por su práctica profesional como geógrafo, Pedro C. Sánchez se muestra interesado en la distribución de los hechos y fenómenos geográficos, por lo que valora como parte del método geográfico el principio de extensión señalado por Ratzel. Además de Ratzel cita en su texto a Richthofen, Reclus, Peschel y Vidal de la Blache.
Con ideas opuestas a las de Enrique Schulz y con una concepción orgánica del estado en la línea ratzeliana, Pedro C Sánchez interpreta la expansión de las naciones poderosas, en términos de necesidad o ley natural y anota: “las naciones fuertes, en climas vigorizantes, tienden a extenderse y a dominar a los pueblos débiles [e ignorantes] que se desarrollan en climas desfavorables” (Sánchez, 1938: 23). Aunque en la elaboración de su libro se apoya en Ratzel, en comparación con Osorio Mondragón su interpretación es superficial, como se lee cuando escribe: “En cualquier parte del mundo, lo que el geógrafo alemán Ratzel ha llamado la “posición”, o sea la limitación del territorio por meridianos y paralelos, incluyendo los accidentes geográficos, influye de manera preponderante en las condiciones políticas (Sánchez, 1938: 3), lo que valora es la posición absoluta, no la relativa que desarrolla Ratzel.
Más adelante, en 1933 fue aprobada
en la Universidad Nacional (actualmente la Universidad Nacional Autónoma
de México, UNAM) la creación del Departamento de Ciencias
Geográficas, independiente de los estudios históricos y antropológicos
con los que había quedado vinculada la geografía desde un
inicio. Con el nuevo plan de estudios quedaron establecidas por primera
vez las cátedras de geografía humana y geografía social
y diez años más tarde se estableció la cátedra
de biogeografía y antropogeografía, que posteriormente quedó
con el nombre de antropogeografía, la cual hasta la fecha se imparte
dentro del Colegio de Geografía. El fundador de estas últimas
cátedras fue Jorge A Vivó (1906-1979), que en esos años
se incorporó como profesor del Departamento, alumno y colaborador
de Paul Kirchhoff en la Escuela de Antropología, encargado de los
cursos de antropogeografía general y antropogeografía de
América; este profesor impartió los cursos por treinta años,
hasta la cancelación de los mismos, llevada a cabo en la década
de 1970.
La geografía política ratzeliana: nuevas miradas del territorio mexicano
Durante las dos primeras décadas del siglo XX se vivieron en México años de tensión política a causa de la lenta caída del gobierno dictatorial del general Porfirio Díaz y los sucesos de una prolongada lucha armada revolucionaria entre las fracciones políticas. El clima de cambio y transformación, de incertidumbre sobre el futuro del país, motivó la elaboración de numerosos trabajos históricos y sociológicos, buscando aportar propuestas para la reconstrucción del estado nacional. En esta línea se inscriben, entre otras, México: su evolución social obra colectiva coordinada por Justo Sierra [21], Los grandes problemas nacionales de Andrés Molina Enríquez, y La reconstrucción de México de Salvador Alvarado.
En estos estudios, encaminados al examen de los grandes problemas sociales, como la integración indígena, la tenencia de la tierra, la educación del pueblo, el burocratismo y la corrupción de la administración pública, el territorio fue considerado, a través de una serie de premisas, el elemento clave, base de las propuestas de la reconstrucción del estado nacional. Con una visión utilitaria del territorio, mediada por los paradigmas del progreso técnico y la civilización, los autores coincidían que el objetivo central de cualquier proyecto de Nación debía estar dirigido a la movilización de la riqueza natural del territorio. En este contexto histórico fueron recogidas las ideas de la geografía política de Ratzel, elaboraciones ratzelianas de espacio, suelo, situación o posición, fronteras, estado orgánico, subyacen en estas obras; asistiéndose con ello a una revalorización del territorio.
Así, Salvador Alvarado señalaba, que México era un país con enormes riquezas contenidas y producidas por su suelo, pero a causa del descuido o el desconocimiento permanecían inertes, en peligro de absorción; en tono ratzeliano escribe: “...las naciones [poderosas y vigorosas] han desarrollado en la época moderna un tipo de actividad que consiste en la expansión de las energías sobrantes en su suelo.” (Ibidem; t. I, 339); fortalecimiento del Estado, fronteras, seguridad y soberanía son temas recurrentes en las obras.
Tomando como referente, las observaciones hechas por Ratzel, sobre los Estados Unidos, todos los autores compartieron la idea que el país, en relación al exterior, tenía una posición geográfica y política excepcional, que “México [ocupaba] la situación geográfica más ventajosa que cualquier otra nación del mundo”. Situada entre dos océanos y por su posición media en América, estaba “llamada a ser una nación esencialmente marítima y mercantil”, especialmente cuando se asistiera a uno de los grandes acontecimientos del siglo XX, la conclusión del ferrocarril interoceánico de Tehuantepec (Aragón, 1901; 18); a partir de esta idea las fronteras marítimas, zonas costeras e islas adquirieron un valor estratégico de primer orden.
Con una visión de carácter geopolítico Molina Enríquez señalaba que la posición geográfica del país era excepcional, por tres circunstancias: por encontrarse en el continente americano, en la región ístmica del mismo y entre dos naciones asimétricas, Estados Unidos y Guatemala (Molina, 1909; 308), por tanto, estimaba necesario considerar la política exterior en tres planos: continental, ístmica y vecinal. Pero sus ideas van más allá, a partir del análisis de las condiciones que ofrecían los diferentes medios naturales del territorio propone una serie de grandes lineamientos para la defensa material de la Nación (Molina, 1909; 300-306). Una propuesta de estrategias militares, muy originales en su época, donde visualizaba a la geografía nacional como un instrumento para la defensa de la soberanía.
Andrés Molina Enríquez fue un destacado jurista, catedrático de etnología en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía y miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Su libro titulado Los grandes problemas nacionales (1909), fue su obra cumbre que lo convirtió en uno de los ideólogos de la Revolución Mexicana. Como refiere Agustín Basave, Molina puede ser clasificado de positivista heterodoxo, pero fue proclive a las tesis de Herbert Spencer, Ernest Haeckel, Élisée Reclus y Ludwig Gumplowicz, todos ellos emparentados intelectualmente con el pensamiento determinista europeo de la época (Basave, 2001; 24-25). Aunque se desconoce si Molina lee a Ratzel, porque tuvo el gran defecto de no citar todas sus fuentes, ambos compartieron los mismos padres intelectuales y estudiaron a la sociedad y el Estado desde una perspectiva organicista.
Lo cierto es que existen numerosas coincidencias en ambos autores, la concepción orgánica del estado y su vínculo con el suelo. Molina sostiene que “la existencia de todos los seres orgánicos en la creación, esta enlazada estrechamente con la naturaleza del territorio que ocupan. Muchos de esos seres, como sucede con todos los del reino vegetal, están inmediatamente sujetos al suelo” (Molina, 1909; 168). De las circunstancias de la adaptación de los grupos humanos a las distintas zonas que habitaban, explica –según él- la variación de los grupos y el grado de desarrollo evolutivo alcanzado. Apoyándose en el determinismo biológico llega a la conclusión que “cuando la selección avanza dentro de una misma zona, las unidades del grupo llegan a adquirir tan poderosas condiciones orgánicas, [y a aumentar su densidad] que le es dable hacer el esfuerzo de traspasar los límites naturales de esa zona para invadir las zonas adyacentes” (Ibidem: 81).
Con estas ideas argumenta que en nuestro país la zona de sustentación primordial que nombra como la zona fundamental de los cereales comprendía la Altiplanicie central y una parte de la del sur, que de acuerdo con sus características geográficas era la más adecuada para la agricultura de cereales como el maíz y el trigo. Señala que “su producción históricamente ha sido importante, en cantidades suficientes para abastecer el consumo de toda la República y por lo mismo es la zona productora de población” (Molina, 1909; 74-77). A partir de estos supuestos establece a la zona fundamental de los cereales (productora de alimentos y población) como la zona más avanzada del país, la cual con una política territorial específica, tendería progresivamente a la expansión y dominio de las restantes zonas del país. Molina considera a la zona de los cereales como el espacio vital de México, cuyo crecimiento incorporaría, de forma natural, a los espacios yermos e improductivos del norte del país.
De aquí su interés por elevar la producción agrícola de la región central, y con ese objetivo propone una serie de acciones: la adecuación del régimen de tenencia de la tierra[22], la titulación notarial de las propiedades y el otorgamiento de créditos territoriales, las cuales favorecerían la irrigación de las tierras[23]. La irrigación en beneficio del rendimiento agrícola y de la expansión de los cultivos, pensada como una gran obra de ingeniería con el propósito de extender la zona fundamental de los cereales, del centro hacia el norte del país. En estas tres acciones estaba la solución, en sus palabras, para “ligar y dominar” el territorio nacional, de asegurar el crecimiento y por tanto el desarrollo y fortalecimiento del Estado.
El autor entiende la organización del territorio como un proceso natural, de tipo biológico, donde la sociedad en una relación “armónica” queda subordinada a la naturaleza, porque el hombre como un ser esencialmente biológico es parte integrante de ella. Molina Enríquez contempla al medio ambiente físico como una totalidad en el sentido de un entorno natural resultado de la interacción dinámica de sus elementos, del suelo, el aire, el agua y la vegetación. Un medio con dinámica propia y cuyo ritmo, solamente en el caso de las zonas templadas productoras de los cereales, podía ser modificado hasta cierto punto por la acción humana; en las zonas de alta temperatura y humedad el poder de la naturaleza, argumentaba, era superior al del hombre y las sociedades se convertían en esclavas del medio.
A pesar de que habla sobre “dominar al medio” duda sobre la capacidad de los grupos humanos para modificar o transformar a la naturaleza. Para Molina Enríquez los problemas de orden geográfico del territorio se reducían al clima -a la distribución de las precipitaciones y a las extensas áreas de elevadas temperaturas y humedad- porque a pesar de señalar que los relieves abruptos y elevados presentaban una serie de “inconvenientes” para el comercio y la agricultura, reconoce que como barreras naturales habían impedido la dispersión de las agrupaciones humanas, y ejercían una “función favorable” en la integración social, debido al aislamiento relativo en el que vivían.
La obra de Molina Enríquez constituye
una interpretación de la relación sociedad-naturaleza, basada
en la dependencia que los grupos humanos tienen del suelo, por la necesidad
primaría básica de la alimentación. El vínculo
que cada grupo establece con el territorio que ocupa y de las relaciones
derivadas del proceso de adaptación en los distintos medios, es
lo que explica las diferencias sociales o el grado de desarrollo evolutivo
de las sociedades. Sus ideas son semejantes a las de Ratzel quien sostiene
que, todo estado se constituye como organismo ligado a una fracción
determinada de la superficie terrestre; a través del vínculo
ecológico primario que los grupos humanos tienen con el suelo estos
pueden subsistir, crecer y eventualmente expandirse, por tanto, el lazo
más estable entre la sociedad y el estado es el suelo, de donde
la relación de la sociedad con el suelo necesariamente afecta la
naturaleza del estado.
Conclusiones
Con este trabajo se ha querido presentar el impacto que tuvo el pensamiento de Ratzel en México, el cual siguió varios caminos, marcó el desarrollo de la antropología y geografía mexicana, dos disciplinas que a inicios del siglo XX contribuyeron activamente en el plano teórico y práctico, así como en la reconstrucción del Estado posrevolucionario. Más allá de los círculos académicos, las ideas de los últimos autores comentados aquí, como se ha podido ver, estuvieron inspiradas en las teorías políticas de Ratzel, ideas que más tarde fueron incorporadas a los proyectos de los diferentes gobiernos en turno e influyeron en los mecanismos gubernamentales que consolidarían al Estado mexicano intervencionista, más adelante, como controlador y gestor del territorio. De ahí la importancia de llevar a cabo una investigación mayor sobre la influencia del pensamiento ratzeliano en México, pues este trabajo es un primer acercamiento a un gran tema que no ha sido abordado en nuestro país.
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