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ASPECTOS URBANOS Y ARQUITECTÓNICOS DE LOS GRANDES ALMACENES DE PARÍS: MODERNIZACIÓN DEL GRAN COMERCIO URBANO A PARTIR DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX
Rafael Serrano Saseta
Doctor arquitecto Universidad París-8, Escuela Técnica Superior de Sevilla.
rafael.serranosaseta@gmail.com
Aspectos urbanos y arquitectónicos de los grandes almacenes de París: modernización del gran comercio urbano a partir de la primera mitad del siglo XIX (Resumen)
El análisis del tipo específico del gran almacén parisino puede abordarse a dos escalas diferentes. En primer lugar a la escala urbana, observando las implicaciones mutuas del edificio y la nueva ciudad moderna. En el caso de París ambos se construyen y evolucionan al mismo tiempo. Las reformas iniciadas por Haussmann suponen una redistribución de la actividad comercial en la ciudad. La relación entre ciudad y gran almacén puede ser estudiada en la literatura popular y en el periodismo de la época. Descubrimos así una metáfora utilizada recurrentemente que asocia el gran almacén clásico con la idea de pequeña ciudad dentro de la ciudad y que nos ofrece información sobre la forma en que se interpretan estas nuevas estructuras, su gigantismo, su autosuficiencia funcional, etc.
La modernización de las estructuras comerciales a escala urbana tiene también un correlato a la escala interna del edificio. Sus dispositivos espaciales deben adaptarse a las nuevas variables de uso impuestas por los nuevos sistemas de venta y a las nuevas formas de acercamiento entre el dependiente, el cliente y la mercancía. Se analiza aquí la evolución de tres de los más importantes dispositivos espaciales del gran almacén parisino: La galería, el hall y el rayon, (en francés sección o departamento de ventas). Este texto ha sido extraído de una tesis sobre el tema realizada por el autor.
Palabras clave: París, grandes almacenes, arquitectura y urbanismo siglo XIX, Haussmann.Urban and architectural aspects of the big department stores in Paris: Modernization of the big urban commerce from the first half of the nineteenth century (Abstract)
The analysis of the Parisian big department stores can be dealt with in two different scales. In the first place the urban scale, looking at the common implications of the building and the new modern city. In the case of Paris both of them are built and develop at the same time. The changes initiated by Haussmann means a redistribution of the commercial activity in the city. The relationship between city and big department store can be studied in the popular literature and in the newspapers of that period. This is the way how we discover a very frequently used metaphor that connects the classical big department store with the idea of a little city within the city, and that gives us information about the way in which these new structures, their gigantism, their functional self-sufficiency are interpreted.
The modernization of the commercial structures at urban scale has also a correspondence with the internal scale of the building.
Their spatial devices must adapt for the new uses imposed by the recent sales systems and the latest ways of approach between the shop assistant, the customer and the goods. The development of the three most important spatial devices of the Parisian big department store is analyzed here: The gallery, the hall and the rayon (french word for sales department).
This text is an abstract of the author’s thesis about the department stores in Paris.
Key words: Paris, department stores, architecture and urbanism XIXth century, Haussmann.En la Europa del siglo XIX, el fenómeno de los grandes almacenes, cobra mayor importancia en París que en otras grandes capitales. Algunas especificidades del gran almacén parisino se hacen evidentes al insertar el fenómeno en el contexto de transformaciones urbanas en el que tiene lugar. Las reformas de París, iniciadas bajo el mandato del barón Haussmann, prefecto de policía del emperador Napoleón III, sientan las bases teóricas y prácticas de lo que hoy conocemos como ciudad moderna. Una de las características de la nueva metrópoli es la gran importancia que cobra el espacio público por la apertura de boulevards, plazas y grandes espacios, así como por la supresión o rectificación del trazado laberíntico medieval. El espacio público es cedido a la burguesía en detrimento de las clases más populares y de las actividades que éstas desarrollaban antes en la calle, entre otras la actividad comercial. El comercio urbano se aburguesa al abandonar calles y plazas y entra en edificios que va a hacer suyos dando lugar a todo un fenómeno arquitectónico: El desarrollo tipológico del gran almacén parisino.
En general, el gran almacén es una estructura empresarial y arquitectónica, resultante del desarrollo comercial generado por la industria textil, que surge en la gran ciudad europea y norteamericana a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Desde el punto de vista arquitectónico, el ejemplo parisino es especialmente importante por el número elevado de casos[1] y por el interés de la arquitectura que produce (fig. 1). Los procesos evolutivos de índole espacial y distributiva son más ricos, y se dan con algunos años de adelanto con respecto a otras grandes capitales europeas. Tómese el ejemplo de los grandes almacenes Wertheim de Berlín (1897), comentados en un artículo de esta misma revista por el profesor Carlos García Vázquez[2]. La aparición del Lichthof como dispositivo espacial central y «de representación» del edificio, el edificio mismo en su globalidad, ejemplar en este caso ya maduro del tipo clásico de gran almacén europeo, es visto como la genialidad puntual de su arquitecto Alfred Messel, algo con poca historia previa. Esto mismo, en el caso parisino, es el resultado de una larga evolución, producto de pruebas y tanteos, que acaban con la aparición del hall del arquitecto Paul Sédille para el edificio de los grandes almacenes de Printemps en 1883[2a], o incluso antes, en los años sesenta y setenta, con las configuraciones definitivas de los grandes almacenes del Bon Marché, el Louvre o la Belle Jardinière.
El que en París, más especialmente que en otras ciudades, el gran almacén sea el producto de una nueva forma de entender la ciudad, queda bastante claro tras la lectura de Paris, la ville (1852-1870), de Jeanne Gaillard, obra clave en el entendimiento de las relaciones del urbanismo haussmanniano con el gran almacén parisino. En opinión de Gaillard, las implicaciones entre uno y otro fenómeno son más que evidentes. Los grandes almacenes no hubiesen sido los mismos sin la aparición de los boulevards, y a la inversa, sin los primeros, la estructura interna de barrios no se hubiese reorganizado para dar lugar a la ciudad que hoy conocemos. Jeanne Gaillard argumenta estas hipótesis analizando el fenómeno de apertura exterior que sufren en general todas las estructuras urbanas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX:
«Durante la primera parte del siglo XIX (ha habido) preferencia por lo que yo llamaría, a falta de un término más apropiado, estructuras urbanas cerradas, plazas a la moda del XVIII como la del Palais-Royal, cuya boga se prolonga hasta el imperio, pasajes que encierran la vida pública de la alta sociedad en lugar de exteriorizarla (...) Pasajes, galerías, calles cubiertas, etc., son formas que se adaptan bien a prácticas casi confidenciales del comercio y las relaciones públicas (...) En esta época la alta sociedad no suele exponerse al espectáculo (...) El comercio debe adaptarse a estas estructuras urbanas concebidas en función de determinadas convenciones sociales y poco dadas a hacerlo valer. En el barrio de la Bolsa, que pasa por ser un barrio esnob de la ciudad durante la Monarquía de Julio (1830-1848), los comercios de mayoristas o las casas de seguros ocupan los locales de la calle Vivienne, mientras que los comercios minoristas se contentan con los de los pasajes donde no habita la burguesía.»[3]
Según Gaillard, los métodos casi confidenciales que caracterizan la práctica del comercio en esta época responden a causas complejas:
«En primer lugar, la preponderancia de una tradición aristocrática según la cual toda persona elegante debe tener su zapatero, su sastre, etc. (...) Son muchos los boutiquiers que aún a esas alturas del siglo se presentan como proveedores del rey o en su defecto de alguna otra eminencia (...) Para el comerciante, el distintivo de “proveedor de...” es una marca de calidad a la hora de asegurar ventas. Esta mentalidad contribuye a mantener la boutique dentro de un comercio de lujo poco alterado por los métodos industriales.»[4]
A este curioso fenómeno de repulsión del comercio moderno, experimentado por la alta burguesía, que la Teoría de la clase ociosa de Thorstein Veblen podría explicar perfectamente, aluden otros autores en términos semejantes a los de Jeanne Gaillard:
«Obligado a abrirse paso entre una multitud variopinta», al visitar el gran almacén popular, el individuo de clase alta «prefería seguir siendo fiel a sus pequeños comerciantes, acostumbrados a sus gustos un poco pasados de moda, y cuyos locales ofrecían mayor intimidad y discreción.»[5]
Así pues, según Jeanne Gaillard «...el urbanismo característico de la época de Rambuteau, la moda de los pasajes y la persistencia de las boutiques no pueden ser entendidos como hechos inconexos e independientes, sino como la manifestación bajo diversos aspectos de una situación social específica.»[6] Pero esta situación, que da lugar a la ciudad introvertida, se trastoca durante el Segundo Imperio (1852-1870). El urbanismo de Haussmann produce un tipo de ciudad extrovertida, y la evolución del gran almacén puede servirnos como índice de percepción de este cambio.
«Asistimos al encuentro entre los intereses del barón Haussmann de crear una red general de circulación y los del comerciante, que no puede proceder a realizar grandes concentraciones de mercancías si no se facilita antes la concentración de una clientela numerosa.»
El interés por controlar el espacio público tendrá consecuencias importantes sobre la propia actividad comercial, para la que la calle fue tradicionalmente un escenario privilegiado:
«El aumento de la iluminación en las nuevas vías abiertas o las ordenanzas que regulan la actividad comercial al exterior, pretendían impedir, o al menos limitar, la verbena permanente de las calles más populares del centro; una verbena donde las “personas honestas” no se sentían completamente seguras. La calle pierde así animación, pero es esta vía pública que se ofrece a una clientela, si no burguesa, al menos educada, la que conforma el decorado sobre el que se desarrollará el gran almacén (...) El gran almacén tiende efectivamente a abandonar las viejas callejuelas por las nuevas, pero el criterio fundamental al que responde su implantación es el de la intensidad del tráfico.»[7]
Las consecuencias de las obras del barón Haussmann sobre la distribución de la actividad comercial en la ciudad son también advertidas por Béatrice Juillard en su tesis sobre los almacenes de novedades:
«Si bien algunos se aprovechan de la creación de nuevas arterias que conllevan clientelas más numerosas, otros las van a sufrir. La apertura de espacios realizada entre el palacio del Louvre y las Tullerías, y la prolongación de la calle de Rivoli intensifican la circulación. La construcción de nuevos edificios conlleva la apertura de nuevos almacenes que aumentan la competencia entre los ya existentes. Los almacenes del Louvre, inaugurados en 1855 van a perjudicar a sus vecinos, los almacenes de Gagne-Petit, Coin de Rue y Pauvre Diable...»[8]
Figura 1. Grandes almacenes del Louvre en 1877. |
Estos almacenes, van finalmente a desaparecer en beneficio del nuevo Louvre, que termina acaparando todo el grueso de la clientela del sector (fig. 1).
Los boulevards abiertos por Haussmann redistribuyen el mapa comercial de París pero, a su vez, estos nuevos polos comerciales van a incidir en la caracterización general de cada barrio. Como afirma Charles d’Ydewalle: «Las obras de Haussmann han conmocionado la historia de ciertos grandes almacenes... (pero en el caso del Bon Marché) ...es el gran almacén el que ha conmocionado la historia del barrio»[9] (fig. 2). La progresión vertiginosa que experimenta el gran comercio urbano acaba por incidir en la estructura misma de la ciudad. Esta influencia en sentido contrario también ha sido percibida por Gaillard:
«Al final del Imperio, el lugar preferido para la construcción de grandes almacenes es el barrio de la Ópera, no lejos de donde se asientan las grandes compañías de seguros y bancos (...) De esta manera, sin disponer de un plan urbano bien definido, los grandes almacenes, como las grandes obras de Haussmann crearon el nuevo centro de la ciudad, acumulando allí población y contribuyendo enormemente a transformar los espacios de circulación en espacios de encuentro. (...) Es la influencia creciente del comercio la que determina la ubicación y los límites del nuevo centro a partir del cual se va a distribuir el resto de barrios de la capital»[10] (fig. 3).
Figura 2. Grandes almacenes del Bon Marché en 1887, pieza urbana central del barrio (arquitecto: Louis-Charles Boileau, ingeniero: Gustave Eiffel) |
Figura 3. Barrio de la Ópera. Foto reciente. Cercanía de dos grandes almacenes importantes alineados sobre el boulevard Haussmann (Printemps y Galerías Lafayette). |
Según las hipótesis sostenidas por Philip G. Nord en su trabajo sobre el pequeño comercio en París, el gran almacén parisino se convierte nada menos que en una especie de símbolo representativo de la nueva forma de la ciudad. En los últimos años del siglo XIX, los pequeños comerciantes organizan movilizaciones sociales violentas, culpando a los grandes almacenes del declive de sus negocios.
Para Nord, las causas de los males del pequeño comercio no deben buscarse en la progresión del grande, que no es sino la consecuencia del modelo urbano impuesto por Haussmann, verdadero enemigo de los viejos valores defendidos por los huelguistas. El pequeño comerciante es de esta forma víctima de una ideología ya presente en la obra de Emilio Zola, según la cual el gran almacén destruye el pequeño comercio del barrio.[11] Gaillard ofrece datos sobre los grandes almacenes del Bon Marché, situado en la calle du Bac, que lo desmienten:
«No parece que el número de negocios se haya reducido en el entorno de los grandes almacenes, ni que las tiendas de novedades hayan desaparecido; el ejemplo de la calle du Bac, donde cinco o seis importantes comercios de novedades siguen prosperando, a la sombra del Bon Marché, demuestra que el gran almacén crea en su entorno un clima favorable al mismo tipo de comercio que él pone en práctica. De hecho, la disputa gran almacén-boutique que se producirá en París, sólo cobrará tintes dramáticos en las épocas de crisis general. En 1882, cuando Zola escribe El paraíso de las damas, el comercio entero de París es sacudido por la quiebra de la Union Générale. El gran almacén sirve entonces de cabeza de turco a los boutiquiers, pero ni él mismo consigue escapar de la crisis, como lo demuestra la historia del Bon Marché, que se ve obligado a suspender temporalmente sus créditos.»[12]
Para explicar la existencia de este prejuicio, Nord hace referencia a una metáfora muy recurrente en la literatura popular y en el periodismo de la época: La metáfora del gran almacén como ciudad, «como una edición en miniatura de un París a mitad industrial y a mitad consumidor de utopías.» Según él, la frecuencia de esta metáfora urbana...
«...implica el reconocimiento implícito de que el nacimiento de los grandes almacenes y la aparición de la nueva metrópoli parisina son dos fenómenos asociados.»[13]
El París de Haussmann, como los grandes almacenes –la ciudad de verdad, como su reproducción en miniatura-...
«...evocaban imágenes de máquinas, de criaturas tentaculares, de falansterios, de enormes edificios y de aglomeraciones humanas (...) La gente de la época identificaba el pequeño comercio y la vieja ciudad, y esta identidad se expresaba en un lenguaje descriptivo común a ambos. El gran almacén y el nuevo París también eran asociados. Las dos parejas se oponían mutuamente, siendo una el negativo de la otra. La pequeña boutique y la vieja ciudad representaban lo pequeño, lo local, lo familiar, lo pintoresco. El gran almacén y la nueva ciudad representaban todo lo grande, centralizado, burocrático y rectilíneo.»[14]
Así, el gran almacén es, en el imaginario del ciudadano, un poderoso símbolo de la ciudad moderna, en la que...
«...sus fachadas monumentales y rectilíneas, le iban perfectamente a un paisaje urbano que ponía enfáticamente el acento en los valores representativos de la arquitectura.»[15]
De esta forma se convierte en la cabeza de turco del pequeño comerciante, a quien la transformación de la ciudad no beneficia:
«Los motivos del malestar que provocó los disturbios sociales promovidos por los pequeños comerciantes no están en el gran almacén, sino en el cambio de la geografía comercial urbana tras el impacto de la haussmannización.»[16]
La aproximación que se hace a nivel popular entre la forma de la ciudad moderna y el gran almacén ofrece múltiples facetas. Los grandes almacenes, esos edificios «grandes como barrios, poblados como ciudades de provincias, hormigueros de actividad»[17], dan cuenta de las dimensiones de la nueva ciudad moderna al ciudadano que los visita. En ellos es posible reconocer el mismo gigantismo que en la ciudad, el mismo lugar de encuentro de multitudes. El gran almacén es un microcosmos. Una población no escasa trabaja, vive en su interior e incluso recibe una formación.[18] Todo un cuadro integral de vida, tanto para el cliente como para el empleado. Estos “habitantes” del gran almacén reciben del mismo todo lo que necesitan para vivir, incluso el espacio necesario para el ocio y la cultura. Lo que se persigue es el ideal de que ese habitante no tenga apenas necesidad de salir, precisamente lo que propone la urbe moderna al ciudadano: El sueño de la autosuficiencia.
La metáfora del gran almacén como una ciudad en miniatura, como una «ciudad dentro de la ciudad»[19] tal y como Philip G. Nord la descubre en los escritos de la época, incita la imaginación del ciudadano describiendo tanto el gran almacén en su conjunto como las diferentes partes que lo componen. En un texto que debe corresponder a la década de 1870, los sótanos de los grandes almacenes del Louvre son vistos como «toda una ciudad subterránea» rodeada de «una especie de corredor de circunvalación que cuenta con un kilómetro de vías férreas para el transporte»[20] (fig. 4).
Figura 4. Grabado periodístico representando el sótano de los grandes almacenes del Louvre en la década de 1870. Lugar fabril, verdadera “ciudad” del trabajo donde es produce la recepción y expedición de mercancías. |
En los grandes almacenes de Printemps, para hacer hincapié en la diversidad de sus departamentos, se les asimila a ciudades diferentes: «...en cada planta se abre una nueva ciudad. Tenemos la ciudad de las lanas, la ciudad de las sedas, la ciudad de la marroquinería...»[21]
Pero, como hemos dicho, la metáfora puede funcionar en ambos sentidos, sobre todo gracias al poder de inspiración de sueños futuristas de que goza la idea de la gran ciudad moderna. Por ejemplo, un gran almacén, según Pierre Mac Orlan...
«...podría ocupar toda la superficie de una ciudad como París. En él encontraríamos verdaderamente todo lo que quisiésemos. Por ejemplo, un aventurero de talento, provisto de un capital importante, podría comprar no sólo armas, sino los soldados necesarios para su uso. Se dirigiría a la oficina que gestiona ese tipo de negocios y pediría: “Deme artillería, aviones, infantería, submarinos y vehículos de transporte”. Se le entregaría a domicilio bajo ciertas garantías... ¡Si el hombre victorioso fundase una ciudad totalmente nueva, los grandes almacenes del mundo la instalarían!
Sería en cierto sentido una sustitución del Estado, pero un Estado que estaría sometido a las leyes del mercado, vendiendo todo lo que produce de una forma más directa y legítima que mediante los impuestos, ya que tendríamos delante de nuestros ojos los productos a la venta y podríamos discutir sobre su calidad. Gracias a este sistema tan efectivo de intercambios, el mundo podría vivir de unos diez grandes almacenes de este tipo. Quede claro que este proyecto de ficción requeriría entrar en detalles sobre sus garantías morales suficientes. Los grandes almacenes serían los que construyesen las carreteras. Ellos vivirían de las masas, y las masas tendrían el derecho de reclamar contra toda posible mala calidad de sus productos, lo que constituye una gran ventaja, práctica al mismo tiempo que continental. »
¿Por qué no aplicar a la escala de la ciudad un sistema de transacciones tan perfecto como el inventado para los grandes almacenes? El profético relato de anticipación de Mac Orlan continua así:
«En este futuro repleto de aventuras, las ciudades no serían otra cosa que inmensos almacenes rodeados de hoteles y restaurantes anexos (...) La gente trabajaría en las grandes ciudades y dormiría en la periferia. Los transeúntes en la calle serían los clientes, que vendrían a la ciudad a hacer sus compras y a divertirse. Los grandes almacenes contarían con estaciones de radio y publicarían periódicos con los que reducirían el presupuesto que actualmente dedican a publicidad en radios y periódicos ajenos. »[22]
Ese temor teñido de fascinación que producen los grandes almacenes es el mismo que siente el individuo sometido a las estructuras del capitalismo rampante. El crecimiento vertiginoso de tales estructuras parece no tener fin.
«Esas moles que ocupan el centro de las ciudades, su dimensión y el lujo de tales establecimientos (...) han dejado grabado en la memoria colectiva la imagen de grandes almacenes monstruosos, devoradores como ogros de leyenda.»[23]
Pero las reacciones diversas que provoca el gigantismo de los grandes almacenes en este tipo de literatura no son un fenómeno único de los años 30. En estos años tales reacciones tienen connotaciones características de la época, como la inquietud provocada por la aparición de las mentalidades fascistas. Pero la crítica del gigantismo está presente desde el comienzo de la historia de los grandes almacenes, haciéndose a veces en un tono mucho más humorístico que el que hemos visto.[24]
Bernard Marrey, uno de los más conocidos estudiosos del fenómeno de los grandes almacenes parisinos, publica, en una de sus obras sobre el tema, una litografía de Honoré Daumier titulada Los grandes almacenes, cada vez más monstruosos (fig. 5), cuya leyenda es un diálogo entre un dependiente y un cliente que pretende comprarse un gorro de algodón:
«- ¿Me podría indicar, por favor, la sección de gorros de algodón?
-Al fondo de la novena galería a la derecha, después la cuarta a la izquierda, y cuando llegue a la sección 15 pregunte por los gorros de algodón. Allí le indicarán perfectamente el camino.
-¡Ah, sapristi... qué rabia de haber dejado mi cabriolé en la puerta!»[25]
Figura 5. Los grandes almacenes, cada vez más monstruosos (Litografía de Honoré Daumier). |
François Ambrière[26] recoge una viñeta sobre el mismo tema:
«En el Almanach Prophétique del año 1847, encontramos caricaturas que prueban en qué medida la imagen del gran almacén tenía que ver con la fantasmagoría y la anticipación. Uno de esos dibujos nos muestra un ómnibus circulando entre los diferentes departamentos del gran almacén, que ha crecido tanto según la leyenda, “que se le ofrece al cliente un auto para ir de la sección de las sedas a la de las gorras.”»[27]
¡Incluso montar en tranvía sería necesario para ir de un extremo al otro del gran almacén! Esta imagen caricaturesca se convierte en realidad en los grandes almacenes del Louvre, donde un ascensor-tranvía (un ascensor que se desplaza también horizontalmente, sobre raíles) conduce a los clientes de un lado al otro del edificio, separado en dos por el “patio de Honor”, pieza perteneciente aún por esas fechas (1877) al hotel del Louvre (fig. 6).
Figura 6. Interior de los grandes almacenes del Louvre (1877): Se pone a disposición de los clientes un ascensor-tranvía para pasar de un lado a otro del edificio. A la izquierda vemos a varias personas que esperan para montar al ascensor con ruedas. |
El gigantismo en la “escala urbana” de estos edificios hace que la comparación con la ciudad vaya aun más allá. Cuando entramos en los grandes almacenes de Printemps...
«...entramos en una ciudad, y nos hallamos perdidos en medio de un mundo. Un mundo en una ciudad, esa es la expresión más adecuada, a pesar de lo paradójica que pueda resultar.»
Y después de las ampliaciones que se llevan a cabo en 1874...
«...la ciudad se convierte hoy en provincia, y por poco que siga creciendo acabará por alcanzar las proporciones de todo un reino.»[28]
«No se trata de un edificio ¡Es un mundo!» Tal es la frase final de un artículo sobre los grandes almacenes del Louvre fechado en 1873.[29]
Una caricatura aparecida en L’Illustration, hacia 1860, representa el mapa de carreteras de un almacén de la época, como si éste se extendiese por todo el país (fig. 7). Los almacenes de novedades, de dimensiones exorbitantes, son criticados aquí en tono humorístico, sin el menor viso del temor que inspirarán más tarde, bien entrado el siglo XX.
Figura 7. Caricatura aparecida en L’Illustration hacia 1860. Los magasins de nouveautés gigantescos como países. |
A la evolución que la actividad comercial sufre como fuerza urbana en el conjunto de la ciudad corresponde una transformación interna, una reorganización del espacio interior del almacén a escala estrictamente arquitectónica. Esta correspondencia vincula aun más si cabe la evolución de la ciudad y la del tipo arquitectónico del gran almacén parisino. Las reformas de Haussmann provocan el desplazamiento de los grandes almacenes hacia los nuevos boulevards, espacios más abiertos y concurridos. Durante ese viaje se aprovecha para reformular el interior del edificio, atendiendo a conceptos nuevos sobre el significado de la mercancía en el comercio moderno y el lugar que ésta debe ocupar, transformando esa “ciudad medieval”, laberíntica y desordenada que parece ser el almacén antiguo, en la “ciudad moderna” que es el gran almacén. Si a la escala de la ciudad los comercios se reservan los mejores terrenos, saliendo de las sombrías calles secundarias a la luz de los boulevards, dentro del propio edificio, la lógica distributiva parece responder a la racionalización de los flujos, tanto de público como de mercancía y personal.
De la misma forma que la ciudad moderna queda a merced de la burguesía, el espacio de la transacción moderna queda a merced del cliente. El movimiento, la preponderancia de la circulación como fuerza generadora de sistemas, la adaptación del espacio a las multitudes y la integración de éstas dentro del paisaje urbano son elementos que encontramos tanto a una como a otra escala.
Una vía de acceso a la definición del tipo arquitectónico del gran almacén es la descripción y explicación de los itinerarios de circulación de los diferentes actores que intervienen en el proceso comercial: El cliente, el dependiente, el obrero, la mercancía entrante, la mercancía saliente... El soporte arquitectónico no es valioso sino por la facilidad con la que posibilita este complejo cruce de relaciones y por la maestría con la que lo pone en evidencia.
La circulación de mercancías, que pone en evidencia el gran almacén-fábrica, no es, desde este punto de vista, menos importante que la de las personas (fig. 8). La mercancía recibida y la mercancía vendida pasan ambas por un proceso de elaboración en cadena. La mercancía recibida es en primer lugar registrada, envasada o desempaquetada, clasificada o expuesta. La mercancía vendida es facturada, embalada, diferenciada según su destino y enviada. Las entregas a domicilio y los envíos fuera de París constituyen un porcentaje muy elevado de las ventas (fig. 9):
«El paquete es lanzado por el tobogán helicoidal más próximo desde el departamento de ventas del que procede el artículo. De ahí va a parar a una mesa giratoria situada en el sótano, donde empleados especializados en la tarea agrupan los paquetes por categorías. Por el color de la etiqueta se reconoce inmediatamente la caja a la que hay que llevarlo o el distrito al que hay que enviarlo. Cada uno de los empleados recoge de la mesa giratoria un único tipo de paquetes guiándose por estas etiquetas, y lo va echando en una cesta que vienen a recoger otros empleados transportándolas a l lugar de carga del vehículo correspondiente a cada distrito o provincia.»[30]
Figura 8. Esquema de circulación de mercancías y de facturas en los grandes almacenes Printemps hacia 1930. |
Figura 9. Tobogán helicoidal de descenso de paquetes (1909). |
Si la circulación de mercancías es la actividad forjadora del espacio de bastidores y del sótano de este teatro que es el gran almacén, la circulación de clientes va a modelar su escenario. En este punto, la metáfora urbana deviene literal. El interior del edificio lo constituyen sus calles –galerías-, y sus plazas –halls-. Dentro de esta estructura urbana interior, el movimiento de personas es a menudo circular, en torno al o los halls, y tanto en las plantas altas como en la baja, donde una adecuada posición de la gran escalera y de las cajas estimula la circularidad de los desplazamientos. Este es el caso en los grandes almacenes de la Belle Jardinière en 1878, (fig. 10), o del Louvre en la misma época.
Figura 10. Grandes almacenes de la Belle Jardinière en 1878. Planta baja y entresuelo con indicación de los desplazamientos más favorecidos por la propia distribución, siguiendo un esquema circular (rojo=flujo de entrada, verde=flujo de salida. Los rectángulos rojos en planta baja indican las zonas de hall donde los desplazamientos no siguen una dirección fija, sino que se pierden en el damero de calles). |
Un factor problemático en el diseño de la circulación del público es la posibilidad de que se den grandes afluencias. Curiosamente éstas son a veces toleradas, sobre todo a la entrada del edificio, donde, según Zola,[31] van a situarse expresamente los productos en oferta. La multitud atrae a la multitud. Este fenómeno es perfectamente característico de los grandes almacenes que estamos estudiando. Con motivo de la ampliación de los grandes almacenes Bon Marché, de 1872, el director del establecimiento se da cuenta que «en un almacén como el suyo la multitud debe servir de espectáculo a ella misma.»[32] El hall, momento de verticalidad y de luz en el recorrido del edificio, no sólo asegura la visión desde abajo hacia arriba, y el descubrimiento de la mercancía expuesta, sino también la visión desde arriba hacia abajo y el descubrimiento de la multitud desde fuera de ella. La clientela, en movimiento constante, acaba por ser incorporada a los fastos del comercio, formando parte, junto a la abundancia material y a la actividad general, de una atmósfera global de invitación al consumo (fig. 11).
Figura 11. Portada de un catálogo de novedades de los grandes almacenes Bon Marché. La escena de una multitud que sube por la gran escalera del gran almacén desbanca, como reclamo publicitario, a la propia representación de los productos en venta. |
La modernización interior del gran almacén lleva aparejada la reformulación de los dispositivos espaciales que posibilitan la actividad comercial, para adaptarlos a las nuevas variables del momento. Tres son los dispositivos espaciales más importantes: La galería, el hall y la sección o departamento (rayon en francés). Para entender su génesis y evolución en el gran almacén moderno es necesario entender el proceso de crecimiento del mismo estudiando un caso hipotético. El gran almacén, comienza siendo una tienda pequeña que experimenta un crecimiento vertiginoso en esta época gracias a su adaptación a los sistemas modernos de venta, caracterizados principalmente por:
-Precio fijo, etiquetado, sin posibilidad de regateo.
-Pago al contado.
-Pequeño beneficio y venta masiva en lugar de gran beneficio y escasa venta.
-Flujo continuo de mercancía. Artículos señuelo a precios de pérdida, etc.[33]
El enriquecido gerente del comercio de tejidos deviene así un magnate del negocio inmobiliario, desencadenando un proceso de crecimiento y de apropiación de suelo urbano que tiene sus ejemplos más consolidados (por tamaño, continuidad histórica e interés arquitectónico) en los casos del Bon Marché, el Louvre, el Printemps, la Belle Jardinière, la Samaritaine o las Galerías Lafayette (fig. 12).
Figura 12. Situación de seis de los grandes almacenes más importantes de París por su tamaño, continuidad histórica e interés arquitectónico. |
A pesar de ser la esquina, por su mayor superficie de exposición al exterior, el lugar preferido por la actividad comercial, la ampliación de estas pequeñas tiendas originarias, no tan ricas en un primer momento, se hace allí donde el metro cuadrado de terreno es más barato, es decir, hacia el interior de la manzana (fig. 13). Esto produce a veces plantas con desarrollos en profundidad hacia el centro de la manzana y fachadas cortas, lo cual da lugar a configuraciones en corredor, lineales, funcionando como pasajes, que entran por una calle y salen por otra. Esta es la génesis de la utilización de la galería en el gran almacén primitivo.
Figura 13. Caso hipotético de crecimiento del gran almacén. |
En su conquista de la manzana, el gran almacén se encuentra con el patio central de manzana, la cour d’îlot francesa. Esta pieza se transforma, se cubre con material transparente y se abren al máximo los espacios interiores que dan a ella. Este es el origen del hall que resulta el momento culminante de la visita al edificio, tras el recorrido lineal de galerías que llevan hasta él. Cuando el edificio se ha hecho con todo el terreno disponible se reconstruye siguiendo las pautas propias de la época, e incluso si el crecimiento continua, como sucede en la mayoría de los casos, se da el salto a la manzana de al lado y se unen ambos edificios mediante un puente o un paso subterráneo.
La galería es un elemento lineal, de sección constante y normalmente simétrica, en el que la división del espacio es muy estricta (fig. 14). Una calle central, “pública”, zona del cliente es flanqueada por dos bandas laterales, zona del vendedor. Entre la zona del cliente y la del vendedor una barrera espacial: El mostrador, plano horizontal donde se produce la transacción. La mercancía queda perfectamente ordenada y clasificada en un plano vertical detrás del vendedor, que se convierte así en el mediador entre cliente y mercancía. La zona pública, espacio servido o zona del cliente se convierte así en una especie de boulevard interior donde se produce el encuentro social, normalmente bajo la luz cenital que cae desde los lucernarios que suelen coronar estos espacios (fig. 15).
Figura 14. Ejemplo de galería primitiva. Almacenes À la Reine de Chipre (1844). |
Figura 15. Grandes almacenes Saint-Joseph. La galería como lugar de encuentro burgués. |
En muchos casos a esta zona de la relación social se la da un porte espacial más noble, precisamente por eso mismo, y se la diferencia de las zonas laterales, quedando paradójicamente la actividad comercial, como si se tratase de una actividad más vulgar o grosera que la del encuentro social, en un segundo plano (fig. 16).
Figura 16. Grandes almacenes À la Chaussée-d’Antin (1844). Lo puramente comercial queda en segundo plano, tras los pilares. |
En cualquier caso, la evolución lógica de la galería, en su crecimiento, es hacia la relajación en su estricta división espacial, y hacia la progresiva permeabilización de esa barrera física que es el mostrador (fig. 17). Conforme se hace más ancho, el boulevard central acoge una mesa longitudinal de exposición sobre la que se exponen tejidos que comienzan a salir de su rígida clasificación en las estanterías, para desplegarse y transformar el interior del almacén.
Figura 17. Grandes almacenes Au Petit Saint-Thomas, 1866. Galería de las Sedas. Ejemplo de galería con mesa central de exposición de mercancía. |
Figura 18. Grandes almacenes Au Bon Marché, 1889. Mostrador central de pequeños complementos. |
Esta mesa central de exposición acaba convirtiéndose en un tercer mostrador a dos caras donde, por no existir el plano vertical de clasificación, se ofrecen pequeños complementos como guantes, cintas, etc. Y en el que la relación entre cliente y dependiente se hace más directa (fig. 18). La evolución de la galería en el gran almacén persigue, por tanto, aumentar la superficie de contacto entre cliente y mercancía, mezclando usos y multiplicando estas líneas longitudinales de procesamiento de los productos en venta por parte de la clientela (fig. 19).
Figura 19. Evolución de la sección de la galería en el gran almacén. |
El ejemplo más acabado de esto mismo pueden ser los halls-calle del Bon Marché, en los que ya se ha completado este desarrollo espacial sobre la horizontal y es el desarrollo sobre la vertical el que construye la sección (fig. 20 y 21).
Figura 20. Sección esquemática de uno de los halls-calle del Bon Marché. |
Figura 21. Hall-calle central del Bon Marché en 1880. |
De la galería vemos por tanto surgir un tipo especial de hall que llamamos hall-calle (por su uso distinguimos dos tipos de halls en el gran almacén: El hall-calle y el hall-plaza), pero en las distribuciones en galería nace también otro dispositivo espacial importante en el gran almacén como es el rayon. Rayon quiere decir sección o departamento de grandes almacenes en francés, aunque el término tiene otras acepciones que resultan de gran interés para el entendimiento del concepto espacial interior del gran almacén. El paso de una estructura distributiva lineal, propia de los primeros almacenes a galerías a una estructura espacial alveolar, propia del posterior almacén a rayons se produce muy rápido en el caso del Louvre. La imagen 22, publicada por el periódico Le Figaro en 1870, corresponde a la planta baja de los grandes almacenes del Louvre. Como puede verse, la articulación interna del edificio se hace a base de galerías. Siete años más tarde, tenemos otra imagen de la misma planta baja publicada por la revista L’Illustration (fig. 23). Aquí la lógica distributiva se ha transformado completamente. Los elementos de clasificación, los mostradores, los muebles y objetos que llenan el espacio se han situado perpendicularmente a la dirección de recorrido del visitante, generándose pequeñas células habitables, en las que comprador y vendedor se relacionan sin ningún obstáculo entre ellos (fig. 24).
Figura 22 y 23. Planta baja de los grandes almacenes del Louvre en 1870 y 1877, según Le Figaro y L’Illustration. |
Figura 24. Sistema espacial de rayons en el Louvre en torno a 1880. |
La aparición del rayon como entidad espacialmente independiente es consecuencia de un enriquecimiento del gesto de la transacción comercial. En el mostrador de la antigua galería la rutina es mucho más simple: El espacio queda dividido en dos por un plano horizontal sobre el que todo sucede. En el rayon en cambio, podemos diferenciar varios momentos en la relación entre el dependiente el cliente y la mercancía (fig. 25).
1.- El cliente explica lo que quiere comprar al vendedor.
2.- Comprador y vendedor se sitúan frente al plano horizontal de clasificación de productos (antes el vendedor se interponía entre cliente y mercancía)
3.- Cliente y vendedor eligen un determinado objeto y se desplazan dentro del espacio del rayon.
4.- Se produce la supervisión de la mercancía por parte del cliente, sobre el plano horizontal asociado a la luz de las ventanas.
Figura 25. Rayon en los almacenes Blanc Meunier et Co. |
La aparición de una estructura espacial alveolar, en una fase de la evolución del gran almacén parisino, es congruente con otra de las metáforas más recurrentes utilizadas por la prensa y la literatura popular de la época[34]: la metáfora de la colmena. Efectivamente, el gran almacén es como una colmena, no sólo por la actividad laboriosa que encierra, sino también por estar compuesto de rayons. Rayon en francés, como hemos dicho, quiere decir sección o departamento, pero también quiere decir panal de la colmena (fig. 26).
Figura 26. Sección longitudinal del edificio de los grandes almacenes de Printemps construido en 1881-83 por el arquitecto Paul Sédille. |
Ahora bien, si el gran almacén es una colmena, se trata de una colmena de observación, a la manera en que queda definida por Juan Antonio Ramírez en su libro sobre la metáfora de la colmena en arquitectura.[35]. Es decir, no es sólo un lugar bullicioso y lleno de actividad con una estructura espacial alveolar, sino un lugar así que favorece la observación del mismo. Y ahí se encaja el papel del hall en estas estructuras. En un momento dado el edificio se abre sobre sí mismo para contemplarse. Para contemplar la actividad que encierra (fig. 27).
Figura 27. Grandes almacenes Au Coin de Rue, 1860. Hall central. |
La diferenciación que hemos hecho entre de dos tipos diferentes de hall, el hall-calle y el hall-plaza, no se hace en función de la forma del elemento, sino del uso y la ocupación espacial que se le da. El hall-calle tiene un uso lineal semejante al de la galería. En el hall-plaza esta linealidad se produce en dos sentidos ortogonales, dando lugar a un uso bidimensional de la superficie que genera una suerte de trama de calles y manzanas ocupadas por mostradores-isla (fig. 28 y 29). Naturalmente las configuraciones alargadas van a facilitar el uso en galería y las cuadradas o polares el uso como plaza, pero en general el uso lineal corresponde a una primera fase, dándose casos de halls cuadrados utilizados siguiendo el esquema en sección que hemos visto en la galería (fig. 30) y espacios lineales que se utilizan más tarde bidimensionalmente, con ocupación a base de mostradores-isla (fig. 31).
Figuras 28 y 29. Dos ejemplos de hall-plaza donde el uso y la ocupación del espacio se hace mediante una trama ortogonal de calles y manzanas. Printemps (edificio Binet) y edificio anexo del Bon |
Figura 30. Grandes almacenes Au Pauvre Diable, 1874. Ejemplo de hall rectangular utilizado como galería. |
Figura 31. Grandes almacenes Bon Marché. Ejemplo de espacio lineal ocupado por mostradores-isla típicos del hall-plaza. |
El edificio de los grandes almacenes de Printemps, construido por el arquitecto Paul Sédille entre 1881 y 1883, se quiere punta de lanza de la modernidad arquitectónica del momento (fig. 32). Su hall, sin embargo, no puede evitar una cierta vocación de uso lineal heredada del magasin de nouveautés a galerías que eran estos almacenes antes del gran incendio sufrido en 1881. René Binet, al relevar a Sédille como arquitecto oficial de Printemps, realiza en 1905 ciertas transformaciones en este espacio, suprimiendo las escaleras longitudinales, lo que reduce la estrechez del espacio, las pasarelas, lo que beneficia al desarrollo en vertical en detrimento del horizontal, más propio del uso lineal, y creando una nueva escalera en el centro del espacio que lo divide en dos (fig. 33), eliminando así la posibilidad de seguir utilizándolo como galería (fig. 34). La planta del proyecto para el segundo edificio de Printemps que Binet construirá en varias fases a partir de 1907 reproduce el esquema aplicado al edificio de Sédille, con dos hall-plaza diferenciados (fig. 35).
Figura 32. Dos imágenes del hall de Printemps antes de la reforma de René Binet. Se trata de un espacio con vocación de uso y ocupación lineal. |
Figura 33. Hall de Printemps tras las transformaciones de René Binet. El espacio lineal queda dividido en dos por la interposición de la nueva escalera central. |
Figura 34. Planta 1ª del edificio de Printemps de Paul Sédille antes y después de las transformaciones efectuadas por René Binet en el hall. |
Figura 35. Planta 1ª del edificio de Printemps de René Binet. Ejemplo de distribución en planta utilizando el hall-plaza. |
En cualquier caso el hall no es sólo una superficie de uso, sino un volumen de uso. Independientemente de las funciones técnicas que pueda tener (ventilación e iluminación del edificio) su importancia se la da su tridimensionalidad efectiva. La posibilidad que ofrece de comunicación visual directa entre las diferentes partes del edificio. Su carácter panóptico[36], su función como dispositivo de observación de esa actividad de la colmena a la que nos hemos referido antes.
Cuando el tipo arquitectónico se consolida, lo importante ya no es tanto el uso en planta del hall, sino en sección. Lo importante no es su suelo sino sus paredes (fig. 36 y 37). El volumen se hace más esbelto, hay una teatralización del espacio. El hall es el teatro del comercio.
Figura 36 y 37. Halls de Printemps (Binet) y Galerías Lafayette. Importancia creciente del desarrollo en vertical y de la conformación de elementos verticales. |
La evolución volumétrica que sufre este espacio central del gran almacén corresponde a la importancia progresiva que va adquiriendo el vacío en estos edificios (fig. 38). Su decadencia final queda aquí representada por la importancia desigual que tiene la representación de ese vacío en dos épocas diferentes (fig. 39 y 40). Una, la del edificio de Paul Sédille, en el que el hall atrae la mano del dibujante y es pieza fundamental de la sección, y otro la de la Samaritaine de Henri Sauvage, la ampliación del edificio nº 2, en el que, por la importancia relativa del dibujo, el hall es un vacío difuminado, apenas una interrupción de los forjados. Muy pronto, efectivamente, se impondrá la filosofía americana del gran almacén, según la cual la cifra de negocios es proporcional a los m² de la superficie de ventas, y esos halls desaparecerán en la mayoría de los casos bajo nuevos forjados. Ese momento viene a coincidir ya con el final del fenómeno, la posguerra y la aparición de otro concepto espacial diferente de gran almacén.
Figura 38a. Evolución de la sección del hall en los grandes almacenes de París. |
Figura 38b. Evolución de la sección del hall en los grandes almacenes de París. |
Figura 39 y 40. Grandes almacenes de Printemps. Edificio Sédille, 1881 y ampliación del edificio nº 2 de los grandes almacenes de la Samaritaine, por Henri Sauvage, 1925-1927. Secciones transversales. |
[1] Según el Annuaire Genérale du Comerçe de 1863, en París se cuentan, en este momento, un total de 438 magasins de nouveautés –la denominación que reciben los grandes almacenes en esta época-. (JUILLARD, p. 272).
[2] GARCÍA VÁZQUEZ.
[2a] El que H. Pasdermadjan considera primer gran almacén de la historia... «por tratarse de la primera tentativa de adaptación de un edificio, perteneciente a un gran establecimiento comercial, a sus propias tareas funcionales y a la plena utilización de los recursos ofrecidos por la técnica moderna.» (PASDERMADJIAN, p.28)
[3] GAILLARD, p. 525.
[4] Ibid.
[5] JARRY, p. 130.
[6] GAILLARD, p. 526.
[7] Ibid., p. 528.
[8] JUILLARD, p. 262-263.
[9] d’YDEWALLE, p. 112
[10] GAILLARD, p. 554.
[11] La primera edición en francés de la obra de Zola, “Au Bonheur des Dames”, titulada en castellano “El Paraíso de las Damas”, es de 1883. El gran almacén ficticio cuya historia se cuenta está en el fondo inspirado en el Printemps, el Louvre y el Bon Marché, establecimientos en los cuales Zola, como escritor naturalista, realiza su trabajo de campo. (Este trabajo está recogido en sus cuadernos, publicados por Plon en 1986, con el título de Carnet d’enquêtes).
[12] GAILLARD, p. 538.
[13] Ibid., p. 97.
[14] Ibid., p. 134.
[15] Ibid., p. 132.
[16] Ibid., p. 97.
[17] NORMAND, p. 54.
[18] MILLER, p. 152.
[19] MAC ORLAN, p. 14.
[20] d’AUNAY.
[21] MAC ORLAN, p.22
[22] Ibid., p. 126.
[23] du CLOSEL, p. 41.
[24] Cfr. L. HUART, MICHELANT, Charles PHILIPON y otros. “Les magasins monstres”, in Paris comique, revue amusante des caractères, moeurs, modes, folies, ridicules, excentriques, niaiseries, bêtises, sottises, drôleries et infamies parisiennes, 2° libro, Paris, Aubert, 1844.
[25] MARIE, p. 26.
[26] AMBRIÈRE, p. 55.
[27] DUMESNIL.
[28] FLAVIER, p. 202.
[29] VIGNE, p.254.
[30] DARVILLÉ, p. 171.
[31] ZOLA, sobre todo el capítulo IV.
[32] HAUTECOEUR, p. 829.
[33] El aspecto económico del fenómeno puede estudiarse en múltiples obras y artículos. En mi opinión, y en la de muchos expertos en el tema, es la obra de H. Pasdermadjian la que mejor describe la cuestión.
[34] En la tesis realizada sobre el tema de los grandes almacenes de París, además de la de la gran ciudad y la de la colmena, se han analizado otras dos metáforas muy frecuentes en los textos estudiados: La metáfora de la máquina que nunca se detiene y la de la fuente de luz. Estos análisis han sido de gran ayuda para la descripción de ciertos aspectos poco estudiados de la arquitectura de los grandes almacenes.
[35] RAMÍREZ, Juan Antonio. La metáfora de la colmena: De Gaudí a Le Corbusier. Siruela, Madrid, 1998.
[36] Panóptico en el sentido de lugar desde el que se tiene una visión privilegiada de todo el edificio y lo que contiene. El término corresponde al inglés Jeremy Bentham, quien al final del siglo XVIII lo aplica a un proyecto de edificio penitenciario ideado por él mismo.
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