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EVIDENCIAS Y
DISCURSOS DEL MIEDO EN LA CIUDAD: CASOS MEXICANOS
Liliana López Levi
Profesora Titular del Departamento de Política y Cultura de
E-mail: liliana@servidor.unam.mx
Isabel Rodríguez Chumillas
profesora de Análisis Geográfico Regional, Universidad Autónoma de Madrid,
España.
E-mail: isabel.rodríguez@uam.es
Evidencias y discursos del miedo en la ciudad:
casos mexicanos (resumen)
El proceso urbano de las últimas décadas se ha orientado
hacia la desarticulación y la segregación. Hay una tendencia creciente a la
construcción de espacios cerrados que se aíslan del resto de
Palabras clave: miedo, consumo, simulación, espacios cerrados,
México
Evidences
and speeches of the fear in the city:
Mexican cases (Abstract)
Urban process in the last decades has moved towards disarticulation and
segregation. There is a growing tendency to build closed spaces that isolate
themselves from the rest of the city. Housing is no exception. Planners
construct gated communities with a defensive morphology, and promote comfort,
exclusiveness, security and nature. Specifically we have the hypothesis that
housing developments respond to two important cultural elements of the XXI
century, fear and consumption. From the above mentioned, we analyze several
mexican cities, using examples of the Mexican-American border, as well as those
in the centre of the country. The process reproduces itself though out the
country.
Keywords: fear, consumption, simulation, closed spaces, Mexico
Introducción
A principios del Siglo XXI ciertas tendencias de cambio y reestructuración
urbana se hacen cada vez más patentes. De manera específica, el aislamiento, la
desarticulación y la segregación desempeñan un papel importante, el cual se ha
venido desarrollando a partir de los años noventa del siglo pasado. Para
explicar lo anterior, hemos recurrido a los discursos del miedo y las huellas
que éste deja en la ciudad y su paisaje, a modo de muros, rejas, plumas y demás
elementos que separan a sus habitantes.
Dichos discursos apoyan una visión de la ciudad como espacio de amenaza, donde
la criminalidad ha tomado un lugar central, donde los ciudadanos se preocupan
por su integridad física, por los robos, los asaltos y los secuestros, por
perder un patrimonio que les ha costado forjar. Lo anterior se ha plasmado en
la ciudad de manera tal que, por un lado hay una pérdida de la calle como un
espacio colectivo, y por otro proliferan los espacios cerrados como los centros
comerciales y los fraccionamientos bardeados.
En el presente trabajo nos interesa destacar una de las características de la
dinámica urbana actual, su tendencia a alejarse de los espacios públicos
abiertos y a sustituirlos por lugares encerrados, con los que se tiene más
control sobre el entorno físico y en consecuencia se pretende obtenerlo sobre
el social, promoviendo el aislamiento, la segregación y la exclusión. A partir
de lo anterior, la vida en la calle, en los parques y los cafés pasa a
desarrollarse en interiores, tales como, en centros comerciales, en los
fraccionamientos cerrados o en los clubes deportivos.
La hipótesis de la que partimos es que las tres grandes fuerzas que
promueven el encerramiento urbano, y a partir de las cuales se construye su
discurso, son el miedo, el consumo y la simulación (López et al., 2004a),
mismas que siempre han permitido hacer lecturas urbanas. Las tres entretejidas,
las tres relacionadas. Al considerarlas, obtenemos nuevas dimensiones del
urbanismo y la sociedad actual. La materialización de estos parámetros globales
en México identifica por lo pronto a los vecindarios defensivos y a los centros
comerciales, en distintas ciudades del país, como los espacios físico-sociales
del miedo, donde se amplifica su percepción y abatimiento con cierres y controles.
Ciudades: territorios globales
En los tiempos actuales, de apertura comercial,
de acceso a la información, donde la tecnología nos abre ventanas al otro
extremo del planeta y los avances en medios de transporte nos permiten estar a
miles de kilómetros en unas cuantas horas, en este contexto la vida cotidiana
cambia drásticamente y el espacio urbano vuelve a las formas premodernas. La
fisonomía urbana se ha visto afectada, además, por otros procesos que han sido
igualmente influyentes en la conformación de nuevas realidades. Entre ellos
destacan los cambios en los espacios públicos y privados, mismos que tienden a
la polarización, la segregación, la fortificación y el aislamiento.
El encierro del que hablamos es paradójico si consideramos que vivimos en un
mundo globalizado. Las ciudades de hoy en día reflejan procesos que se repiten
por todo el planeta; se construyen territorios globales que promueven cada vez
más el encerramiento y que lo conforman como un fenómeno internacional,
reflejado en las múltiples formas de nombrarlo, como “gated
communities”, “ciudades blindadas”,
“bunquerización”, “urbanizaciones cerradas”,
“ciudades cerradas”, “fortificaciones”, entre otros.
Los lugares especializan sus funciones y su
fisonomía se transforma para ajustarse a las nuevas finalidades. Actualmente la
ciudad tiende a fragmentarse, a producirse y reproducirse con pequeñas unidades
fortificadas; sus individuos se encierran, cada vez más, en sí mismos, en
comunidades simuladas y en estructuras llenas de muros físicos y simbólicos,
que dan la sensación de bienestar, exclusividad y seguridad, pero, al mismo
tiempo, nos recuerdan constantemente de los peligros externos y la importancia
de mantenerse aislados. Los nuevos bunkers urbanos ofrecen protección y construyen
en su interior una utopía que contrasta con las circunstancias que viven los
citadinos, con la criminalidad, la contaminación y la pobreza que se hacen
patentes en los espacios públicos. Para ello, el encierro se presenta como una
alternativa vital, que le permite al ciudadano-consumidor olvidar los aspectos
adversos del territorio en donde vive y al cual pertenece.
Espacios cerrados: adentro y afuera
El aislamiento urbano es una evidencia del miedo,
que se materializa en conjunto con el consumo y la simulación, para
reconfigurar los diversos espacios de
El miedo
que se refleja en la fortificación genera una simulación. Un entorno amurallado
lleva a la creación de un mundo diferente al que se encuentra del otro lado de
la barda, la reja o el muro. El imaginario urbano de la criminalidad queda
oculto ante la vista y con ello se promueve la fantasía de que no existe dentro
de su cotidianidad y que, por lo tanto, no representa amenaza alguna. Desde el
punto de vista físico y psicológico, el aislamiento segrega a un número cada
vez mayor de espacios para la vida pública y privada (centros comerciales,
clubes deportivos, fraccionamientos cerrados, entre otros).
Las diversas estructuras arquitectónicas y topográficas modifican el espacio
social urbano, de manera tal que los edificios, las casas, las calles, las
áreas verdes se organizan en células independientes, aisladas de su entorno.
Con ello, la ciudad queda estructurada con base en islas, donde la gente tiene la
posibilidad de llevar a cabo sus actividades sin recordar sus molestias,
angustias o tristezas personales, sin pensar en el crimen, la contaminación ni
la mendicidad; imaginando que no tiene nada que ver con ese otro mundo. Estos
nuevos lugares hiperreales substituyen la realidad con ambientes artificiales,
imágenes y símbolos.
El establecimiento de la fortificación y la privatización del ámbito
comunitario han conformado nuevas estructuras arquitectónicas y territoriales
que modifican la vida cultural y la percepción social de la población; han
contribuido a crear nuevos valores, metas, formas de relacionarse, patrones de
consumo y sistemas de referencia; han desarticulado, segmentado y polarizado a
la sociedad, han roto el entramado social y nos han hecho temerosos los unos de
los otros. En pocas palabras, han aniquilado el espacio público como se
entendía con anterioridad.
En este sentido, la calle ha dejado de ser un espacio multifuncional por naturaleza,
para especializarse en ser únicamente un vacío entre lugares, un sitio para el
desplazamiento y que, por lo tanto, constituye un tiempo muerto entre dos
actividades. Poco a poco se convierte en el territorio de los otros, de los que
no tienen acceso a encerrarse.
Con el paso del tiempo y con la consolidación de un capitalismo occidental
dominante, se han ido estableciendo nuevas formas de interacción y de
conformación de comunidades, muy alejadas de las que había en la primera mitad
del siglo XX. Entonces, los espacios públicos eran más heterogéneos y
accesibles, los lugares de paso y los rincones urbanos estaban más abiertos,
articulados y ocupados, la segregación era menor, los parques y la calle
constituían espacios públicos que tenían múltiples funciones y que no se
reducían a la transitoriedad, a ser efímeros, a ser un mal necesario para
llegar de un lado a otro.
Los espacios cerrados favorecen la interrupción de las relaciones sociales,
porque rompen la continuidad y conectividad física en la ciudad, impiden no
sólo la relación hablante y oyente sino la misma certeza de la existencia del
otro. Esto bien puede entenderse como una patología comunicativa (Borradori,
2003).
El
filósofo alemán Habermas sostiene que una comunidad acuerda implícitamente las
normas de su funcionamiento interior, bajo reglas de la cultura y la sociedad,
que constituyen convicciones de trasfondo común, supuestos culturales. Es una
adopción mutua de perspectivas básicas, punto de partida para
La continuidad y conectividad física del espacio público, además de rota por las tendencias al cerramiento, también se ha sobre especializado en sus funciones como el resto de los usos del suelo de la ciudad hacia utilidades sólo de paso entre los lugares.
De nuevo, el consumo es una fuerza que contribuye a explicar este estado de
cosas y frente a una versión activa de la ciudadanía, el ciudadano consumidor.
El cliente representa “el paradigma de una ciudadanía pasiva o
privada” orientado al disfrute pasivo de los derechos y sin percepción de
ningún sentido de la responsabilidad u obligación de participar en la vida
pública.
El comportamiento ciudadano es el punto de partida para hacer propuestas de carácter conservador definidas desde y por la responsabilidad individual en la integración o pertenencia a la comunidad, abriéndose de este modo, la posibilidad de que en la definición de lo público se manejen otros discursos culturales. El ciudadano-consumidor es proclive a mostrar una incapacidad para pensar en términos públicos y colectivos. Una ciudadanía definida en estos términos determina un contexto dominado por el lenguaje de los derechos individuales que “se traduce en una paradójica negación de los derechos colectivos (García Inda, 2003: 65- 69). Con este modelo de vinculación social, donde se acrecienta la hegemonía del ciudadano-consumidor, lógicamente, se resienten calles, plazas, mercados, parques, hospitales. El discurso de la eficacia, amparado en el crecimiento económico y el progreso, emana de modo natural en aquéllos que participan como ciudadanos y contemplan el espectáculo político desde su nicho consumista. Lo que de acuerdo con Capella “es adecuado para quienes llevan ‘una vida muy privada’ y se atienen a sus relaciones particulares desentendidos de las cosas públicas” (en García Inda, 2003: 68). Muchos de los que pueden y quieren optan por resolver sus necesidades básicas con bienes y servicios privados empezando por la casa y ‘su barrio’, donde, cerca o dentro de los vecindarios defensivos, están la escuela, el ocio y una gama amplia de otros equipamientos contenidos en las ‘nuevas plazas’ o mall, todos servicios y equipamientos de propiedad y gestiones privadas.
Entonces, cabe preguntarse si los espacios cerrados, por modificar la fisonomía y las funciones del conjunto de espacios públicos y privados en la ciudad y por desarticularla físicamente con sus cerramientos, son los que contribuyen a una organización de la vida urbana desagregada en comunidades urbanas.
Los discursos de los agentes
Los espacios fragmentados y privatizados deben
combatirse a través de una estrategia de urbanización que cree espacio público
dentro del nuevo patrón de movilidad en el que debe de incidir la política
urbana (Valenzuela, 2002), porque el espacio público permite interacción social
y articula la estructura urbana con elementos entrelazados y organizados. Ha
cosido en la ciudad los distintos tejidos urbanos surgidos en momentos y con características
diferentes. Sin embargo, ahora nos enfrentamos a políticas públicas que
favorecen la privatización y los megaproyectos urbanos, a partir de lo cual
surgen nuevas formas de urbanización que han llevado a ruptura regional, la
desarticulación y el aislamiento de los individuos, que dejan de establecerse
en comunidades.
La forma urbana del fraccionamiento bardeado va acompañada de otras formas de
autoprotección que completan el modo de vida urbano: “Esta práctica se ha
extendido rápidamente, es voraz con la reducción del espacio público y es,
también, una forma de expresar y representar las tensiones sociales dirigida a
consolidar la privatización imaginaria de la utopía a la medida que tanto los
fraccionamientos cerrados como los centros comerciales, o los megaproyectos y
los espacios de entretenimiento, son todos, manifestaciones del mismo proceso
urbano. Es una nueva forma privatizadora del espacio colectivo de la ciudad,
una forma de ensanchar ámbitos espaciales privados a costa del espacio público,
tolerado por los gobiernos locales e impulsado por los promotores
inmobiliarios” (Méndez, 2002c: 65).
En general, las periferias metropolitanas se están conformado con un patrón de subocupación del suelo que no conforma tejido urbano. En esta dispersión de la urbanización en islas y fragmentos con una estructura polinuclear, a partir de nodos de distinta entidad (urbanizaciones cerradas, parques tecnológicos, centros comerciales, megaproyectos diversos) capaz por sí mismos de la ordenación espacial de las tramas de tráfico, es difícil encontrar una alternativa de acción reparadora en la creación de espacios públicos. Cualquier estrategia de urbanización pasa por considerar primero las jerarquías de las redes viarias, acaso el único elemento que es, y no siempre y en su totalidad, aún del dominio público. Y, por consiguiente, pasa por considerarlas con todo el protagonismo que implicaría ser las depositarias de las tareas de cosido cuando, precisamente, además de elementos de unión del desarticulado espacio metropolitano son los espacios de paso y de transición, lo cual no implica que sean para la vida colectiva y la cohesión social.
El recurso de la creación de espacio público para resolver o combatir la
fragmentación y dispersión urbana actual, tendría que ser objetivo prioritario
de la política urbana y, a partir de ello, crear los primeros polos de
identidad con voluntad y vocación integradora. Las arquitecturas de enlace
pueden ser nodos claves de esas identidades si reflejan estabilidad en los poderes
que las representan, obviamente, no el capital privado y sus espacios de la
simulación, sino la estabilidad que quizás pueda conferir el poder de la
colectividad, como tuvieron y buscaron los edificios tradicionales singulares.
Sin embargo, el panorama actual parece estar bastante lejos de las prácticas y
convicciones anteriores. Aún hoy, según las ciudades, en numerosos sectores
urbanos, hay una acción directa de la administración pública en este sentido
para reparar los desmanes de la gran expansión urbana acelerada.
Esta privatización se resuelve con la producción extensiva de nuevos espacios
urbanos. El proceso se reproduce a sí mismo a lo largo y ancho del país, donde
los miedos se multiplican y las comunidades cerradas se han esparcido en el territorio,
así como en los diversos estratos sociales. Exploramos los barrios defensivos y
los relacionamos con el marketing, la imagen urbana y la inseguridad, lo que
nos lleva a pensar que las comunidades resultantes se oponen a la urbe como una
unidad, por lo que consideramos que las formas resultantes no corresponden a
una evolución de la ciudad, en términos del espacio para sus habitantes, sino a
una lógica capitalista comandada por el mercado inmobiliario. Ya no se trata
únicamente de formas características de las clases altas, ahora también se
reproducen para las clases bajas. De forma tal que crean nuevas versiones y
cambian la funcionalidad y la conectividad urbana.
Evidencias del encierro en México
Hemos analizado diversos casos en varias ciudades de México, tanto de la frontera norte como de la región centro, centrándonos principalmente en el encierro habitacional y el comercial. El proceso se reproduce a sí mismo a lo largo y ancho del país. En estos casos, los miedos se multiplican y las comunidades cerradas se han esparcido en el territorio, así como en los diversos estratos sociales. Ya no se trata únicamente de formas características de las clases altas, ahora también se reproducen para las clases bajas. De forma tal que crean nuevas versiones y cambian la funcionalidad y la conectividad urbana. Los diversos ejemplos que hemos analizado[1] permiten observar el papel de la barda, los muros, la puerta y la arquitectura hermética en los discursos de seguridad e inseguridad urbana y qué tipo de efectos retroalimenta. Exploramos los barrios defensivos y los relacionamos con el marketing, la imagen urbana y la inseguridad, lo que nos lleva a pensar que las comunidades resultantes se oponen a la urbe como una unidad, por lo que consideramos que las formas resultantes no corresponden a una evolución de la ciudad, en términos del espacio para sus habitantes, sino a una lógica capitalista comandada por el mercado inmobiliario. A continuación ejemplificaremos el encierro en México a través de dos casos: la Ciudad de México, es decir, la capital del país, muestra de lo que ocurre en el centro y Nogales, Sonora, una ciudad media de la frontera norte. En el primer caso, los encierros se han consolidado, en el segundo, se encuentran en proceso.
La dinámica del encierro en la Ciudad de México
puede rastrearse a través de la historia de sus espacios comerciales, de ocio,
educativos y habitacionales. Para el caso comercial se tiene como antecedente a
un distrito comercial central creado desde la época prehispánica: el mercado de
Tlaltelolco, así como los gremios organizados por calles durante
En estos
casos, los lugares tenían una naturaleza mucho más pública, más incluyente y
comunitaria, de la que ahora tienen los actuales centros comerciales.
A su vez, los lugares de esparcimiento también tuvieron grandes transformaciones.
La gente a principios del XX acostumbraba a pasear por las plazas, por el
zócalo y por los jardines. En este sentido destacaban
El encierro comercial apareció a principios de los años setenta y ochenta, con
los primeros centros comerciales encerrados en si mismos, de la manera como los
conocemos hoy en día, Plaza Universidad (1970) y Plaza Satélite (1971),
seguidos por Perisur (1980). La siguiente generación se fue concretando entre
1988 y 1994. Durante este periodo se registraron 16 macro proyectos
comerciales, surgidos como parte del proceso de expansión económica impulsada
por el capital inmobiliario. En 1994, la crisis económica freno el impulso,
aunque no detuvo la construcción de centros comerciales. El último gran
proyecto de este tipo que se construyó a fines de los noventa fue Mundo E, un
mall que se encuentra al noroeste de la ciudad, especializado en entretenimiento
y anclado a un complejo de cines. Los centros comerciales en la Ciudad de
México y la dinámica que en ellos se desarrolla tienen un antecedente también
en las tiendas departamentales y en los malls estadounidenses. Es a partir de
estos últimos que se establecen nuevos patrones de relación y que se dan
vínculos con la lógica de consumo que ha caracterizado al capitalismo
occidental, a partir de la segunda mitad del siglo XX.
En términos comerciales, el fenómeno del encerramiento urbano tiene su máxima expresión en las plazas comerciales o malls; grandes complejos arquitectónicos que incorporan elementos de seguridad entre las cualidades de su espacio y se lo hacen saber al consumidor. Lo mismo ocurre con otros espacios de ocio (que también son de consumo), tales como parques, centros de diversión y entretenimiento infantil, lugares para bailar, entre otros. Todos ellos han proliferado conforme a la misma lógica.
Cabe señalar que la historia del encerramiento urbano responde también a
esquemas culturales mexicanos que difieren de los norteamericanos. En la
mentalidad mexicana, el espacio familiar debe tener un cierto grado de
intimidad, por lo que los límites en las propiedades se materializan con bardas
y rejas. Un jardín encerrado ha correspondido a lo largo del tiempo con la idea
de privacidad. En este sentido, una ciudad de jardines compartidos, como se ven
en Estados Unidos, no se percibe como ideal.
A mediados del siglo XX, las casas de las clases altas y medias tenían un
jardín privado. Algunos bardeados, otros enrejados. Por lo general, los que
tenían una reja abierta a la calle, tenían también atrás un jardín, ese sí,
encerrado. Por su parte, aquellos que no disponían de los recursos para darse
los lujos de la privacidad, utilizaban más la calle y las áreas comunes. Con
esto queremos decir que el encierro no es una novedad de finales del siglo y
que también corresponde a la necesidad de compartir o no el espacio privado.
Sin embargo, conforme fue avanzando la segunda mitad del siglo XX, miedo y
consumo fueron tomando un lugar preponderante en la forma de vivir la
cotidianidad y las bardas de las casas fueron elevando su altura, las
enredaderas le quitaron la transparencia a las rejas, luego, estas mismas
fueron sustituidas en su mayoría por muros. Las unidades habitacionales, que
antes tenían sus espacios comunes bien definidos, pero estaban abiertas a la
calle comenzaron a poner rejas; en las calles de los fraccionamientos abiertos
aparecieron plumas, casetas de vigilancia y luego muros que definían los
límites. Poco a poco se fue dando el encierro habitacional hasta llegar a los
nuevos desarrollos inmobiliarios que se conciben, desde su origen, como
fortificados.
Lo mismo ocurrió con los espacios no habitacionales.
El encierro evidencia el cambio de concepción y papel de la calle en la
sociedad actual. Las transformaciones del espacio urbano incluyendo el cambio
de escala vertiginoso de los nuevos crecimientos urbanos, además de las
morfológicas y espaciales, evidencian que el espacio público ha perdido el
poder estructurante y articulador que tenía en
El encierro muestra la paradoja del espacio público de servir contra su
naturaleza a los intereses privados, a modo de “comodín” de las
inversiones inmobiliarias. Algunos ejemplos en las ciudades fronterizas dan
cuenta de ello, cómo en Nogales (Sonora). El caso de la ciudad fronteriza es
interesante, pues el proceso de encerramiento permite aún ver los trazos de su
construcción. Ahí todavía no se desarrollan los centros comerciales aislados
como en la Ciudad de México y el espacio de ocio también se da afuera, en la
calle, con
Los fraccionamientos cerrados de la élite en
Nogales ubicados en el sector poniente de la ciudad contienen buenos ejemplos
de manifestaciones del cerramiento y de la arquitectura hermética, evidencias
del encerramiento residencial cómo dispositivos de seguridad y de soluciones
individuales al carácter inhóspito de gran parte de la ciudad de Nogales. En
este sector se construyen, en los sesenta y setenta, viviendas de muy diferente
arquitectura y calidad a través de la venta formal de suelo, principalmente,
por la labor continua desarrollada por Demetrio Kyriakis y sus descendientes a través
de su promoción personalizada o de las inmobiliarias creadas para estos fines.
Conforman el sector sur-poniente, de más reciente configuración, compuesto por
las Colonias Kalitea (“buen sol o buena vista” en griego) y
Kennedy. Y también por los fraccionamientos de Chula Vista y Lomas de Fátima
que responden a la aplicación de la concepción abierta de los parámetros de la
ciudad jardín, aunque sumamente desvirtuada en su desarrollo[2], que
de hecho ha determinado la orientación con la que han sido concebidos por la
administración municipal, dentro de una etapa de mayor interés y control
urbanístico desde finales de los ochenta, cómo área susceptible de
regularización. El espacio intersticial, entre estas primeras formulaciones
abiertas de la vivienda de la élite, da acomodo a las propuestas actuales de
comunidades cerradas (Jardines de Kalitea y Residencial Kennedy) de pequeñas
dimensiones pero ajustados al “patrón del cerramiento” cómo
hipótesis de que el actual aislamiento y control que las bardas propician
reemplaza al tamaño y calidad arquitectónica de la vivienda tradicional de
Refleja, asimismo, las condiciones concretas en la que algunos inversores inmobiliarios han desarrollado sus iniciativas en Nogales. El caso evidencia los nulos costes que para el promotor ha tenido la venta del suelo urbano (aunque la recepción de parte de los beneficios de la venta se hallan demorado en el tiempo y en las cuantías a plazos) sin apenas merma de los beneficios de reconversión del uso del suelo de rústico en urbano pues toda su contraprestación a la colectividad, cómo deberes y obligaciones impositivas y urbanísticas con el Ayuntamiento, se saldan mucho después de sus intervenciones sobre el territorio[ii] , y cómo garantía de nuevas ventajas para su negocio, conviniendo con la administración pública saldar cuentas adeudadas con la colectividad a cambio de nuevas ventajas[iii] . Sobre todo teniendo en cuenta que el promotor ha mantenido la propuesta inicial de crear un sector de calidad residencial en Nogales. Lo atestiguan los numerosos ejemplos de lujosas y grandes fincas y casas[iv] resultado de la agrupación de lotes (encerrados en prolongadas bardas) y también los tramos urbanos de buena calidad urbanística por su adecuada accesibilidad viaria (en un sector de intrincada y costosa movilidad por sus deficiencias viarias de diseño y de mantenimiento) aunque sea mediante patentes manifestaciones puntuales de individualismo al resolverlo con la apertura de calles privadas que dan acceso exclusivo.
Conclusiones
Las ciudades mexicanas forman parte de la dinámica del mundo occidental
contemporáneo, inmensamente complejo, producto de las acciones y las ideas del
ser humano, de sus formas de relación y de sus estructuras de poder, regido por
las desigualdades sociales y territoriales. Son espacios en los cuales el
espacio público va cediendo terreno a una organización semi privada, donde hay
un acceso desigual al espacio y donde el lugar es vivido conforme a los
parámetros establecidos por el marketing y que dan lugar a una reorganización
del territorio metropolitano donde hay una ruptura de lo comunitario, una
exaltación de la satisfacción de los deseos y un culto al dinero.
El encierro urbano ha delineado los espacios urbanos de fines del siglo XX y principios del XXI, conformando una lógica bajo la cual el miedo se combina con el consumo y eso es aprovechado de manera importante por diversos agentes que saben insertar sus intereses dentro de las políticas urbanas para su propio beneficio.
Los diversos promotores inmobiliarios, planificadores urbanos e inversionistas se apropian de las percepciones ciudadanas donde el deseo por el objeto presentado por la publicidad y la angustia que provoca la sensación del peligro constante se combinan, para ofrecer las diversas opciones del encierro, en congruencia con los nichos de mercado. El esquema se va adaptando a las diversas realidades y va ganando terreno, ya sea conquistando nuevos lugares como acomodándose hacia nuevos grupos sociales.
Los agentes inmobiliarios han sabido aprovechar en su favor la dinámica
metropolitana, han sabido aprovechar magistralmente los problemas derivados de
la criminalidad y la violencia para justificar la simulación y el encierro,
para promover el deseo de la exclusividad, el confort y la aparente armonía con
la naturaleza.
Los espacios urbanizados organizados en forma hermética aumentan cada día. Los
centros comerciales, los fraccionamientos cerrados, los lugares para practicar
deportes, aquellos para entretener a los niños y los complejos educativos se
producen y reproducen a lo largo y ancho del país, pero cada vez más bajo un
esquema fortificado, caracterizado por el aislamiento. En contraposición
tenemos una calle que cada vez más es lugar de paso y el último reducto de
vivienda, juego y trabajo para aquellos que han sido excluidos de la lógica del
miedo y el consumo. Aquí cabe preguntar, si dicha lógica obedece a las mayorías
en un país de extrema pobreza, en donde se dice que el cuarenta por ciento
sobrevive con menos de dos dólares diarios.
Insistimos, como lo hemos hecho en otros escritos en que la pérdida de la
unidad urbana no puede ser favorable al sentido de comunidad. Estas fuerzas económico-culturales
del capitalismo actual, las cuales han llevado a una tendencia creciente hacia
el encierro del comercio, la vivienda, el trabajo y el ocio no deben ser vistas
como una evolución positiva ni como una mejor organización del espacio; ya que responden
a la lógica de un lucrativo negocio inmobiliario, donde la renovación constante
y la superficialidad en las diferencias entre los espacios bunquerizados y los
contextos que ofrecen garantizan las ganancias en términos económicos, además
de contribuir a la segregación de los espacios sociales y a la desarticulación
del conjunto urbano. Con este escenario no queda mas que fomentar el papel de
estos espacios aislados como nodos centrales, para unir y rescatar los
fragmentos, para que dejen de ser islas y pasen a ser nodos de centralidad, a
partir de los cuales volvamos a tener una ciudad.
Notas
[i] Ver: López, L. (1999); López, L. - Rodríguez, I. (2004a); López Levi, L.
- Rodríguez Chumillas, I. (2004b); Méndez, E. y Rodríguez, I. (2003). Rodríguez Chumillas, I., (2002); Rodríguez Chumillas,
I. (2003); Rodríguez I. – Valverde, C. (1999); Rodríguez, I. - Mollá, M.
(2002); Rodríguez, I. - Mollá, M. (2003).
[i] La propuesta de ciudad jardín para la élite en Chula
Vista se desvirtúa desde el origen por la presión sobre los usos del suelo de
las urgencias habitacionales en la frontera que, aunque son reconducidas,
impactan de tal modo en la ordenación del espacio urbano que todavía en la
actualidad se observa que no se ha completado el proceso de pavimentación y
alcantarillado en numerosos tramos de calles (además de carencia de mobiliario
y otros servicios e infraestructuras urbanas) así cómo la dificultad y carestía
de urbanizar, a posteriori de la construcción, un sector de topografía en
exceso adversa.
[i] El Programa de Regularización del Suelo Urbano se ha
llevado a cabo con lentitud y que no es hasta finales de los años ochenta
cuando se presentan y aprueban planos de nivelación de terrenos (1989), planos
de nomenclatura de calles, el Plan de Alcantarillado y Electrificación (1988 y
1989).
[ii] Quedó reducida a: “la obligación a cargo de la
Empresas Caballero de donar al Ayuntamiento terrenos en superficie no menor de
8.000 metros cuadrados para la construcción de Escuelas, parques,...ya sea en
ese fraccionamiento o en otro lugar en que el Ayuntamiento lo estime
pertinente...”. Expediente de Chula Vista. Documento sobre Regularización
del Fraccionamiento Chula Vista. DGDU de Nogales.
[iii] El promotor aduce haber negociado con el Síndico
municipal que los terrenos que se escriturarían cómo públicos serían los
destinados a canchas de Basquet Ball y localizados en otras colonias[iii] : “Condicionado a que
nos sean reconocidos como participación a la parte proporcional, que como
Fraccionadores, estamos obligados a donar, al ampliar nuestros
Fraccionamientos”. Documento de donación de suelo público de septiembre
de 1979 del Presidente de la promotora Empresas Caballero S. A. De C. V., Jesús
René Caballero. Fraccionamiento Prolongación Chula Vista. Archivo de DGDU de
Nogales.
[iv] Casa de planta baja de 1989 compuesta de 5 recámaras,
6 closet, 3 baños, 1 desayunador, 1 cocina, 1 estudio y 1 comedor además d e
cuarto de lavar y cuarto de utillería. Fraccionamiento Chula Vista propiedad de
Dr. Rafael Caballero, apoderado general de la promotora Empresas Caballero S.
A. de C. V.
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© Copyright Liliana López Levi y Isabel Rodríguez Chumillas, 2005
© Copyright Scripta Nova, 2005
Ficha bibliográfica:
LÓPEZ, L.; RODRÍGUEZ, I. Evidencias y discursos del miedo en la
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agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (54).
<http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-54.htm> [ISSN: 1138-9788]
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