Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (40), 1 de agosto de 2005

 

LAS ÓRDENES MENDICANTES COMO AGENTES URBANOS: FUNDACIÓN DE CONVENTOS Y TRANSFORMACIONES URBANAS EN EL ORIENTE ANDALUZ

 

Antonio Gil Albarracín

Doctor en Historia. Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada.

E-mail: agilalbarracin@yahoo.es

 


Las órdenes mendicantes como agentes urbanos: fundación de conventos y transformaciones urbanas en el oriente andaluz (resumen)

En el sector oriental de Andalucía, en tierras que en el pasado pertenecieron al reino de Granada y desde el siglo XIX a la provincia de Almería, se produjo a partir del siglo XV una destacada presencia de las órdenes mendicantes, que emplearon en este territorio una estrategia de implantación similar a desarrollada en América en el mismo periodo. La construcción de edificios conventuales estratégicamente situados marcó las tramas urbanas renacentistas y barrocas y, tras las desmortizaciones del siglo XIX, orientó su transformación al construirse sobre los espacios e instalaciones abandonados por dichas órdenes instituciones docentes o el urbanismo de los ensanches burgueses.

 

Palabras clave: conventos, órdenes mendicantes, historia urbana, evolución de la ciudad, agentes urbanos, urbanización.


The Medicantes orders as urban agents: foundation of convents and urban transformations in the oriental Andaluz (Abstract)

In the eastern areas of Andalusia, in lands belonging to the Kingdom of Granada in the past and from de nineteenth century to the province of Almeria, a remarkable presence of mendicant orders took place in the fifteenth century. They used a strategy similar to those employed in America in the same period. The building of convents strategically placed marked the development of Renaissance an Barroque towns, and after the confiscations of the nineteenth century it led to its transformation, when it was built on the facilities and buildings abandoned by the religious orders, teaching institutions or the town planning of the bourgeois expansion areas.

 

Keywords: conventos, mendicant orders, urban history, evolution of city, urban agents, urbanism.


 

 

La acción urbanizadora de las órdenes religiosas en ciudades y pueblos ha sido puesta de manifiesto en diversos espacios de la cristiandad. Pero raramente se ha llamado la atención en las áreas orientales de Andalucía, a pesar de su relativa importancia a partir de su reincorporación a la cristiandad desde las postrimerías del siglo XV[1].

 

El territorio al que hacemos referencia ya había sido cristianizado durante su pertenencia al imperio romano y probablemente albergara fenómenos monacales y comunidades regulares con anterioridad a la implantación del islam, pero nada concreto sabemos de los mismos y menos aún de su posible influencia sobre los núcleos urbanos.

 

Reciben la denominación de mendicante las órdenes religiosas que tienen por privilegio autorización para pedir limosna, así como sus miembros[2]. Se trata de órdenes cuya regla impone la pobreza no sólo de los individuos, sino también de los conventos, y que obtienen lo necesario para su subsistencia  de la limosna de los fieles. Nacieron en el siglo XIII como expresión del ideal evangélico. Las primeras fueron las de los carmelitas, franciscanos, dominicos y agustinos. Posteriormente se les añadieron los mercedarios, trinitarios, servitas, jerónimos, hermanos de San Juan de Dios y mínimos; de todas ellas sólo franciscanos, dominicos, trinitarios, agustinos y mínimos tuvieron presencia en el oriente andaluz durante la edad moderna.

 

Acerca de sus fuentes de recursos, el concilio de Trento atenuó el carácter de su pobreza y permitió a las órdenes mendicantes la posesión de rentas, pero les prohibió la posesión de beneficios eclesiásticos.

 

En esta comunicación analizaremos brevemente la presencia  de las órdenes mendicantes en el oriente andaluz y su actuación como agentes urbanos en los núcleos almerienses en que se implantaron. Distinguiremos entre las que se realizaron en núcleos de realego, como Almería, Vera, y Laujar, y las implantadas en tierras sometidas a régimen señorial. El proceso de establecimiento de estas órdenes en las tierras del antiguo reino de Granada, amparadas por el patronato regio, empleó una estrategia similar a la desarrollada por las mismas órdenes para su implantación en América durante el mismo periodo.

 

Fundaciones en núcleos de realengo: Almería y Vera

 

Las órdenes religiosas se instalarían en la ciudad de Almería gracias a la dotación realizada para dicho fin en el Repartimiento de la ciudad, que incluyó a tres órdenes masculinas, dominicos, franciscanos y trinitarios, y a una orden femenina que en principio debería ser de clarisas, aunque las fundaciones femeninas serían más complejas y dependerían de iniciativas particulares, como veremos a continuación.

 

En las normas generales del Repartimiento de Almería ya se establecía expresamente que[3]:

“A de aver quatro monasterios, hase de señalar los lugares de huertas e casas e de todo lo neçesario para ellos, e qu’estén apartados unos de otros e de las iglesias, si pudiere ser.

 

A de ser Santo Francisco, donde está señalado. E si se señaló mucha cantidad de sitio, que se dé de lo que fuere neçesario e algo más. A de ser Santo Domingo en la puerta de la Mar, donde está señalado. A de aver otro monasterio de la Trinidad en la puerta de Pechina, de fuera [en] una huerta que se [dice del] Rey. A de aver otro monasterio de Santa Clara [-], ase de vuscar el logar más más [d]ispuesto que pud[iere ser], que tenga anchura de casa e huertas”.

 

Testimonio inequívoco de que los Reyes Católicos habían planificado la transformación de la ciudad islámica en una nueva ciudad cristiana, señalando las órdenes regulares, todas mendicantes, que se habían de establecer en la misma y, en la mayoría de los casos, sus respectivos emplazamientos.

Analicemos brevemente el devenir de cada una de dichas instituciones.

 

Convento de San Francisco de Almería

 

El convento de San Francisco de Almería fue fundado por cédula de los Reyes Católicos fechada en Granada el 22/1/1492; para su dotación el custodio de Andalucía, fray Antonio de Villafranca, recibió en el Repartimiento de Almería 82 pares de casas, 3 mezquitas, un horno y una huerta situadas a levante de la ciudad; permaneció en la Custodia de Sevilla hasta que en 1583, al fundarse la Provincia Seráfica de Granada pasó a formar parte de la misma; en 1835 fue suprimido en el marco de la desamortización de Mendizábal.

 

El convento de traza mudéjar edificado a finales del siglo XV, recibió notables mejoras debidas a los prelados almerienses fray Diego Fernández de Villalán,  del círculo del Cardenal Cisneros e impulsor de la construcción de la catedral almeriense, y fray Juan de Portocarrero que ejerció su prelatura a comienzos del siglo XVII; el edificio conventual perduró hasta 1790 en que el terremoto que asoló Orán lo dañó gravemente, obligando a su demolición y la reedificación del magnífico conjunto neoclásico trazado por Juan Antonio Munar, discípulo de Ventura Rodríguez, que aprovechó lo que pudo salvar del edificio anterior para economizar recursos, aunque creó un extraordinario edificio neoclásico muy alejado en su concepción del de estilo mudéjar que se había arruinado.

 

La capilla mayor de su iglesia contó en 1525 con el patronato de la familia Montenegro Mesa y en 1526 está documentado el de Ochoa Ortiz de Careaga; mucho más prolongado fue el patronato de los Briceño, notables benefactores del franciscanismo almeriense a partir de 1596; desde 1718 sería patrono de la citada capilla mayor Cayetano de los Ríos Zarzosa.

 

Esta institución vio mutilar parte de sus huertas para construir a partir de 1575 la muralla que reforzaría la defensa de la ciudad por levante, y el baluarte inmediato recibió la denominación de San Francisco (Figuras 1, 2 y 3). Ante el convento se formó una de las plazas más importantes de la ciudad y, tras la desamortización de Mendizábal, la iglesia albergaría la parroquia de San Pedro (originaria también del siglo XV, que se hallaba en inmueble que se conserva), y las huertas serían urbanizadas para permitir en sus solares el desarrollo del ensanche burgués del siglo XIX (Figura 4); el convento ha desaparecido abatido por la especulación urbana y la restauración de una comunidad franciscana que aún perdura en Almería a partir 1929, tras diversos alojamientos provisionales, se realizó desde 1934 en la parroquia de San Agustín, construida de nueva planta por el obispado en un solar de otro sector del ensanche burgués adquirido por la orden franciscana para su edificación y la de un convento que también cumpliera la función de colegio, sin implicaciones urbanísticas equiparables a las descritas en su anterior etapa almeriense[4].

 

Convento de Santo Domingo de Almería

 

El convento de Santo Domingo de Almería fue proyectado por decisión de los Reyes Católicos, y la cédula fundacional aparece fechada en Almazán el 21 de noviembre de 1495 ordenaron que fuera dotado en el Repartimiento con ocho casas, una mezquita, doce tahúllas de huerta y un baño, más  los dos tercios de la mitad de los habices de la mezquita mayor de Almería; pero en realidad se trataba de oficializar actuaciones realizadas el 31 de diciembre de1494 cuando el repartidor Diego de Vargas, delimitó el emplazamiento de dicha institución en la ciudad y el 18 de enero de1495 en que dio posesión solemne a fray Mateo de Valladolid de los terrenos correspondientes al convento almeriense, señalando que se habría de hacer “en la puerta de la Mar, donde está señalado”. Los edificios islámicos fueron substituidos a lo largo del siglo XVI por otros de nueva planta, que nuevamente serían renovados a lo largo del siglo XVIII, destacando el claustro que se edificó hacia 1728. El depósito en su templo de una imagen de la Virgen del Mar, probablemente el mascarón de proa que restaba de un naufragio aparecido en 1502 junto a Torre García, una de las que vigilaban la bahía de Almería, dio un especial protagonismo a este convento, que también vio mutilar parte de sus huertas para construir a partir de 1575 una muralla en la que el baluarte cercano a esta institución recibió el nombre de Santo Domingo, en memoria de la misma (Figuras 1, 2 y 3).

 

En su inmediación surgió una de las plazas de la ciudad y, tras la desamortización de Mendizábal (Figura 4) sus instalaciones serían ocupadas por el primer Instituto de Enseñanza Media con que contó la ciudad, aunque la iglesia continuó abierta, permitiendo el retorno de la comunidad dominica a partir de 1899, sin que sus antiguas instalaciones abandonaran una función docente que aún perdura[5].

 

Convento de la Santísima Trinidad

 

Más compleja es la fundación del convento de la Santísima Trinidad; primero fue fundado extramuros, próximo a la “Puerta de Pechina”, en la llamada Huerta del Rey, según el Repartimiento de Almería, inmediato a una antigua mezquita cristianizada como ermita de San Sebastián, permaneció en dicho emplazamiento hasta el año 1584 en el que, a causa de la inseguridad que padecía la zona por los asaltos norteafricanos, se trasladó intramuros, inmediato a la Puerta del Mar donde se construyó convento con iglesia; del mismo tomaría nombre el baluarte meridional de la muralla que defendía la ciudad por levante (Figuras 1, 2, 3 y 4).

Nada queda de los edificios de este convento por haber sido desamortizados a partir de 1835 y destruidos por la especulación urbanística que ha imperado en la ciudad burguesa desde entonces[6].

 

Menos fácil aún resultó la formación de las únicas clausuras femeninas almerienses fundadas antes del siglo XX; ya a finales del siglo XV se había proyectado una de clarisas que incluso recibió bienes en el Repartimiento de Almería[7], sin que llegara a hacerse realidad, probablemente por falta de medios suficientes; sería una comunidad de la Purísima Concepción la primera que lograría instalarse en Almería.

 

Convento de la Purísima Concepción

 

Gutierre de Cárdenas, marido de Teresa Enríquez, conocida como la “loca del Santísimo Sacramento”, y padres del primer Duque de Maqueda, que con el paso del tiempo emparentaría con los Duques de Arcos, destinaría su notable fortuna a la creación de diversas fundaciones piadosas, entre ellas un convento de clarisas en Almería, que llegó a contar en 1505 con real cédula apoyando la creación, aceptación y toma de posesión del lugar de la misma; sin embargo ante las dificultades para aceptar las mandas testamentarias que justificaban la fundación, la orden de las clarisas fue substituida por la recientemente fundada de las concepcionistas, formándose la institución en 1514, aunque la comunidad procedente de Torrijos no se instalaría hasta 1515 en el mismo lugar que ocupa en la actualidad, formado por una extensa superficie, próxima a la catedral de Almería, que se instalaría en sus inmediaciones pocos años más tarde al quedar su emplazamiento en la mezquita mayor de la ciudad parcialmente destruido por el terremoto de 1522, migrando a levante en la trama urbana heredada de la ciudad islámica. Tras la sublevación de los moriscos iniciada en 1568 entre las medidas adoptadas por Felipe II se incluiría la expropiación de los bienes rústicos de ésta y otras instituciones eclesiásticas, que hubieron recuperarlos por vía judicial.

 

El convento de la Purísima Concepción forma una extensa manzana en el centro en Almería a la que a partir de siglo XVII se han agregado diversos centros educativos. Muestra una sucesión de estilos que recorren las distintas etapas de la historia de arquitectura en la zona, desde el gótico final hasta el barroco, además del mudéjar y el neogótico; incluye iglesia, tres  claustros, notables salas cubiertas por artesonados y decoradas con diversos conjuntos de pintura al fresco. El conjunto monumental ha sido restaurado entre 1987 y 2005 según proyecto del arquitecto Eduardo Blanes Arrufat[8].

 

El convento de la Purísima Concepción de Almería es la única fundación regular de los albores del siglo XVI, la más antigua de todas las existentes en el área, que ha superado las dificultades de la historia española, sin apenas interrupción, y continúa su devenir aproximándose a la conmemoración en la próxima década del medio milenio de existencia (Figura 4).

 

Convento de la Encarnación

 

Más compleja es la gestación del convento de la Encarnación, de la orden de Santa Clara, cuyo origen se remonta al siglo XVI. Descartado el intento fallido de fundación por la monarquía a finales del siglo XV, se hubo de esperar al testamento de Jerónimo Briceño de Mendoza, otorgado por su esposa Micaela de la Cueva el 24 de diciembre de1590 ante el escribano Rodrigo del Ala, en el que ordenaba, entre otros mandatos, que en caso de agotamiento de su linaje se destinara buena parte de su renta a la fundación en sus casas de Almería de un “Monasterio de monjas profesas de la orden de Santa Clara”, haciendo la iglesia y las adaptaciones necesarias para conseguir el necesario recogimiento de la clausura, estableciendo un patronato y señalando que las primeras fundadoras habían de ser seis monjas procedentes del “Monasterio de la Encarnación de Granada”[9].

 

Dicha manda no resultó efectiva hasta que el 5 de julio de 1693 falleció Carlos Briceño Coloma, gobernador de Lodi, en el Milanesado, y Marqués de Villanueva de las Torres, sin descendencia legítima, pues no fue reconocida en la sucesión su hija natural Catalina María Margarita, monja en la Purísima Concepción de Almería. Tras el pleito consiguiente se formó el patronato compuesto por el obispo, el deán de la catedral y el guardián de San Francisco de Almería, que logró la real cédula fundacional el 11 de enero de 1719, pero mostró su ineficacia al no conseguir que se estableciera la comunidad hasta 1756; el descuido en la administración de los recursos, la desgracia del arquitecto Simón López de Rojas, autor del templo, que desvió hacia otras obras parte de los caudales recibidos para ésta y otras causas poco justificables demoraron 60 años esta fundación. Inmediata a la plaza del Juego de las Cañas, actualmente de la Constitución y popularmente Plaza Vieja, donde pronto se instalarían las casas municipales, su portada renacentista fue destruida durante el siglo XIX para convertir dicho espacio en la plaza porticada que actualmente existe. Igualmente es destacable que durante la ocupación francesa, entre 1810 y 1813 se abrió en su huerto la “Calle Ancha”, actual de Jovellanos, la de mayor amplitud de la ciudad en aquellas fechas, que fue un anticipo de las trazas del ensanche burgués (Figura 4).

 

Desamortizado el edificio, la comunidad retornó al mismo el año de 1899 y volvió a abandonarlo en 1936; tras una reconstrucción realizada según la estética fascista imperante en aquellos años, que supuso la destrucción del antiguo patio del caserón renacentista que había servido de claustro desde mediados del siglo XVIII, las clarisas volvieron a ocuparlo desde 1947 y continúan sirviéndose del mismo[10].

 

En definitiva, en el proceso de cristianización de la ciudad islámica la presencia de las instituciones conventuales cristianas es diversa pues las fundaciones femeninas, producto de la iniciativa privada, se situaron en zonas céntricas de la ciudad, aunque ciertamente hacia levante de su trama urbana, anticipando en el caso del convento de la Purísima Concepción el emplazamiento que ocuparía la catedral a partir del traslado también al levante de su anterior emplazamiento tras el terremoto de 1522, cuando el obispo franciscano Fernández de Villalán decidió el abandono de la antigua mezquita mayor cristianizada y ordenó la edificación del edificio que actualmente la alberga. De hecho, un reconocimiento de que la ciudad acabaría desarrollándose hacia levante en el espacio ocupado por sus huertas.

La importancia de las citadas instituciones en la trama urbana de Almería sería motivo de que al edificarse el tramo de muralla ordenado por Francés de Álava durante el reinado de Felipe II, recortando el sector levantino de la ciudad medieval, se denominaran el semibaluarte de Santiago y los baluartes de San Francisco, Santo Domingo y la Santísima Trinidad, en memoria de la parroquia y de los tres conventos situados en sus inmediaciones, cuyo perfil aparece en planimetría elaborada por ingenieros militares como, Juan de Oviedo, Hércules Torelli y Felipe Crame en los siglos XVII y XVIII (Figuras 1, 2 y 3)[11].

 

Convento de Nuestra Señora de la Victoria de Vera

 

La instalación de los seguidores de San Francisco de Paula, o mínimos, en la ciudad amurallada de Vera, única fundación de esta orden que prosperó en los límites del obispado de Almería y en todo el levante andaluz, se instaló en la trama hipodámica renacentista con que contaba la ciudad desde su refundación a partir de la destrucción de la medieval por el terremoto de 1518; el convento surge a partir de una provisión dictada por Felipe III el 23-8-1605, convirtiéndose el mismo Ayuntamiento de la localidad en patrono de una institución que se situó al NE de la plaza principal, junto al eje que cruzaba en sentido SO-NE la población (Figura 5). La reforma de la iglesia conventual, aumentándole nuevo presbiterio, realizada a partir del proyecto elaborado en 1776 por el arquitecto Jerónimo Martínez de Lara, cuya construcción fue dirigida por Francisco Ruiz Garrido en 1790 rompió la trama urbana al ahogar el nuevo volumen una de las calles preexistentes, que resultaría visiblemente estrechada, además de ocupar el solar de dos casas que hubo de adquirir para la citada ampliación[12].

El intento de establecer una fundación franciscana descalza en Tabernas en 1692 se saldó con su fracaso, sin que presumiblemente llegara a tener trascendencia urbanística.

 

Fundaciones en núcleos de señorío: el marquesado de los Vélez

 

El resto de las fundaciones almerienses fueron franciscanas y se establecieron durante los siglos XVII y XVIII en territorios del marquesado de los Vélez, por iniciativa directa de dichos aristócratas. Así ocurrió en Vélez Blanco y Vélez Rubio donde también se llegó a construir un edificio para albergar una comunidad femenina de clarisas, que no llegaron a establecerse. Los marqueses apoyaron las iniciativas municipales en Cuevas, y Vélez Rubio respecto a su fundación masculina. También hubo una fundación por donación privada en Albox, aunque intervenida por el  municipio, que transformó su proyecto inicial.

 

Convento de San Luis de Vélez Blanco

 

La más antigua de estas fundaciones es el convento de San Luis de Vélez Blanco, cuyos antecedentes ya se pueden rastrear en los testamentos de Francisca, Mencía y Diego Fajardo, de 1579, 1572 y 1597 y 1599 respectivamente, especialmente el de Mencía Fajardo que dejaba la notable cantidad de 12.000 ducados para su edificación y establecía el lugar de las eras inmediatas a la ermita de la Purísima Concepción, construida en 1577 por ambas hermanas, según figura en lápida conmemorativa existente sobre su portada, aunque aún permanecía la duda acerca del género de la comunidad que se había de establecer en el mismo[13].

A pesar de los citados antecedentes las crónicas franciscanas sacralizan su origen al situarlo en una ofrenda realizada el año de 1600 por Luis Fajardo Zúñiga y Requesens, IV Marqués de los Vélez, muy devoto de San Luis, que ofreció construirle un convento en Vélez Blanco en caso de superar una grave enfermedad que le aquejaba. Entre 1601 y 1602 se obtuvieron las licencias correspondientes y se iniciaron las obras del nuevo edificio mientras la comunidad quedó instalada provisionalmente en la inmediata ermita de la Purísima Concepción. Para albergar esta comunidad se construyó un excelente edificio cuya traza y autoría no ha aparecido hasta ahora, marcando uno de los extremos de la expansión urbana de Vélez Blanco y la dirección de una de las vías principales de la población, la de San Francisco, que conducía ya extramuros del núcleo medieval hacia el mismo, fijando a un lado y otro de la misma el caserío durante los siglos XVII y XVIII.

 

Desaparecida la comunidad franciscana con las desamortizaciones del siglo XIX, la iglesia se mantuvo abierta al culto, pero el convento fue privatizado y, ya en el siglo XX, adquirido por la orden concepcionista para instalar en el mismo una comunidad bajo el título de San José que se ha mantenido entre 1916, año de su establecimiento, y 1996, de su cierre, aunque la disolución oficial de la misma se produciría en 1998. Desde entonces el conjunto conventual, que se había mantenido a pesar de las mermas a su patrimonio que significaron los conflictos de la historia española  de los siglos XIX y XX, se halla pendiente de una restauración que solucione las quiebras existentes en la fábrica de su templo y de la amenaza de operaciones inmobiliarias que convertirán en solar su huerta y en incierto el futuro de tan interesante conjunto[14].

 

Convento de San Antonio de Padua de Cuevas del Almanzora

 

A mediados del siglo XVII se produjo la fundación del convento de San Antonio de Padua de Cuevas del Almanzora, cuyo origen hay que situar en una iniciativa municipal, ampliamente apoyada por los señores territoriales; las licencias pertinentes para la instalación de un hospicio fueron obtenidas en 1651, tomando posesión de la ermita de San Diego de Alcalá, santo franciscano, que se situaba próxima al castillo desde el siglo XVI, concluyendo en ella el Via Crucis que se dirigía desde los edificios hasta la misma;  pero dicha estancia fue efímera porque a finales de dicho año los franciscanos se hicieron con la propiedad de un lugar a levante de la población donde se instalaría definitivamente dicha institución, que a partir de 1654 tendría la categoría de convento.

Su establecimiento a levante de la población marcaría el desarrollo de una vía sacra que comunicaría la desaparecida ermita del Santo Sepulcro y la de San Sebastián, pasando por el compás del convento de San Antonio de Padua, eje que se mantuvo como extremo de la ciudad por dicho sector hasta que la progresiva urbanización de la vega existente entre la misma y el río Almanzora ha desbordado dicho límite tradicional (Figura 6).

 

Respecto al edificio conventual diversas obras de ampliación están documentadas entre 1670 y 1673 y entre 1681 y 1692, con diferentes interrupciones; igualmente se conservan varias referencias del enriquecimiento de las capillas con imaginería y retablos durante los siglos XVII y XVIII, siendo uno de los hechos más significativos la aceptación el año de 1750, un siglo más tarde de la fundación de la institución, del patronazgo de la capilla mayor por el Marqués de Villafranca y de los Vélez, incluyéndose sus armas en el retablo que adornó dicho espacio.

 

Esta institución estuvo adscrita a la rama recoleta de la orden, como las restantes franciscanas fundadas en los territorios almerienses del Marqués de los Vélez, desde su fundación,; pero el capítulo general de la Provincia Seráfica de Murcia-Cartagena del año de 1778 decidió inscribirlo en la observancia.

Durante el siglo XIX el convento de San Antonio de Cuevas sufrió el proceso desamortizador, desapareciendo la orden de dicha población; el edificio fue destinado a institución docente, primero como Colegio de la Purísima Concepción y a partir de 1881 como Colegio de la Virgen del Carmen, regentado por la orden de Santo Domingo; ya en el siglo XX el inmueble serviría como cuartel de milicias y, tras la guerra civil, de Seminario Diocesano, hasta que su abandono fue motivo de un creciente deterioro, que desde hace pocos años intenta paliar un proceso de restauración que en el momento de redactar estas líneas aún no cuenta con la asignación de una función acorde que asegure su futuro a tan notable edificio[15].

 

También situado a levante de la misma población se encuentra el convento Hospital de San Antón Abad, probablemente construido en las postrimerías del siglo XVII, que conserva su templo con portada barroca como núcleo de un conjunto asistencial; pero esta orden fue abolida durante el reinado de Carlos III, antes de concluir el siglo XVIII y al no pertenecer a las mendicantes no corresponde incluir su estudio en estas líneas.

 

Convento de la Purísima Concepción de Vélez Rubio

 

El origen del convento de la Purísima Concepción de Vélez Rubio se remonta a la permuta de una casa recibida en donación testamentaria el año de 1632 por otra emplazada en la inmediación de la ermita de la Concepción, cuya construcción se remonta al siglo XVI en una zona que entonces se hallaba extramuros de la población; en 1684 fue autorizada la fundación de un hospicio que a partir de 1688 sería elevado a la categoría de convento. Para el servicio de la nueva institución se construyó un edificio de nueva planta en las inmediaciones de la citada ermita, para lo cual hubo que demoler la casa disponible y otras inmediatas expropiadas para dicho fin, su presencia marcó el trazado de la principal avenida del Velez Rubio barroco, la carrera de San Francisco, que comunicaría el conjunto urbano y la citada institución con una vía que pronto se dotó de palacios y grandes viviendas e incluso un convento construido por iniciativa señorial para instalar una comunidad de clarisas que no llegó a establecerse, como veremos a continuación (Figura 7).

 

La influencia del convento de la Purísima Concepción sobre el urbanismo de Vélez Rubio contó con los recursos derivados de las limosnas, de la propiedad de las capillas de su templo conventual, muy apreciadas por las principales familias velezanas, aunque también se accedía a sus enterramientos perteneciendo a cofradías como la de Jesús Nazareno, y de la actividad industrial, pues dependiendo de la institución se estableció una fábrica de sayales que abastecía las necesidades de las diversas comunidades de la Provincia Seráfica de Cartagena. Además la influencia sobre sus habitantes se desarrolló a través de una brillante actividad docente que, colaboró activamente a la elevación del nivel cultural de dicha población. Asimismo, como en tantas otras poblaciones del oriente andaluz, los franciscanos de Vélez Rubio, a través de su orden  tercera, promovieron a partir de 1720 la urbanización del Cabezo del Jordil, próximo a la población, con la construcción de un Via Crucis, actualmente desaparecido.

 

A pesar de los destrozos causados por las tropas francesas durante su ocupación del edificio, la comunidad acometió su restauración tras el retorno al inmueble, repuso imaginería y retablos e hizo construir un nuevo órgano para su templo, que aún subsiste pendiente de una restauración que facilite su funcionamiento; pero los procesos derivados de las revoluciones liberales del siglo XIX expulsaron la comunidad franciscana de Vélez Rubio y el edificio conventual, tras albergar diversas funciones, fue restaurado por orden de José María Orberá y Carrión, obispo de Almería, y a partir de 1880 se estableció en el mismo una comunidad de religiosas de María Inmaculada, creada por Antonio María Claret, que continúa con la tradicional función docente que se había mantenido en dicho inmueble desde el siglo XVIII[16].

 

También en Vélez Rubio fue construido por iniciativa marquesal a partir de 1703 en la Carrera de San Francisco un convento para el establecimiento de una comunidad de clarisas que nunca llegaron a instalarse en el mismo,  por haber fallecido prematuramente sus promotores; no obstante, su edificio, que había sido edificado en su mayor parte, fue destinado a palacio marquesal y tercia de granos, hasta que fue adquirido a mediados del siglo XX por el Instituto Catequista, que lo posee, por haber nacido el 30 de diciembre de 1848 en dicha mansión su fundadora, la beata Dolores Rodríguez Sopeña[17]. Este excelente edificio se halla situado en la calle de San Francisco o carrera, a corta distancia del convento masculino que cierra la misma, por tanto también se sitúa a levante de la población, como se ha citado respecto al convento masculino.

 

Hospicio de la Virgen de los Dolores de Albox

 

De mayor interés aún es la fundación ya en el siglo XVIII del Hospicio franciscano de la Virgen de los Dolores por iniciativa del presbítero Lázaro de Martos García Verdeelpino, que hacia 1696 había creado una ermita con dicha advocación en una loma situada frente a la población de Albox, en la otra orilla de la rambla del mismo título, que actualmente parte la población. Hacia aquella fecha también instituyó y dotó de su propio patrimonio un patronato que sostuviera el culto en la misma, pero receloso de la efectividad del mismo, en 1728 entró en contacto con fray Pedro Morote, definidor de la provincia seráfica de Cartagena, para fundar un hospicio que asegurara los citados cultos; dicho ofrecimiento quedó confirmado en testamento otorgado por Lázaro de Martos el 21 de febrero de1730, que anulaba otro anterior otorgado el año de 1718, en el que revocaba el patronato de legos fundado en 1696  y aplicaba sus bienes a la institución franciscana; tal como confirmó en documentos otorgados con posterioridad. En l731 se obtuvieron las autorizaciones pertinentes del marquesado de los Vélez, del obispado de Almería y de la propia orden franciscana y las obras se iniciaron de inmediato, según atestigua el codicilo otorgado el citado fundador el 22 de marzo de1733, dos días antes de su muerte.

 

El año de 1734 el Ayuntamiento de Albox debió de considerar que la construcción de dicho hospicio era una ocasión inigualable para proceder a una ordenación urbanística de La Loma y ordenó demoler la obra realizada hasta entonces, trazando una planta hipodámica en la que la institución franciscana sería trasladada al límite meridional del nuevo barrio, construyéndose en unos terrenos de secano que regaló Francisco Agüero Granero, a quien previamente se le había ofrecido la adquisición. Es bastante probable que la presencia franciscana en dicho paraje supusiera la creación de una trama urbanística, una de las más importantes del siglo XVIII en la zona, que sorprende aún hoy por su regularidad, y la aparición de una conciencia de barrio, en abierta competencia con la villa, que marca una de las claves del deseo de superación que ha mostrado este municipio a lo largo de buena parte de su historia; las otras tramas hipodámicas desarrolladas en poblaciones próximas durante el siglo XVIII se hallan en la mayor parte del trazado de Huércal-Overa y en el barrio de Jesús de Vera, pero se trata de iniciativas municipales que no aparecen ligadas a ninguna fundación conventual[18].

 

También existe noticia el beaterio del hábito de San Francisco fundado hacia 1687 por el citado Lázaro de Martos en el núcleo de Albox, en torno a la ermita de San Felipe Neri, para aquellas mujeres que no podían hacer frente a las crecidas dotes que exigían las órdenes regulares para su ingreso. El mismo fundador ordenó en 1730 ser enterrado en el oratorio de este beaterio, por lo que debía de encontrarse activo en 1733, año de su óbito, sin que hayan aparecido hasta ahora otras noticias sobre el mismo en la documentación consultada, ni referencia a la construcción de edificio específico para albergar esta comunidad[19].

 

Otro caso excepcional es el Santuario del Saliente, en la Sierra de las Estancias, en el término municipal de Albox, en cuya fundación también había intervenido Lázaro de Martos, junto a Roque Tendero, transformado por el obispo Claudio Sanz y Torres en un edificio de estructura conventual que fue concebido como palacio episcopal y seminario de misioneros, pero al hallarse aislado de núcleo urbano, no ha tenido trascendencia urbanística, por lo que queda fuera del fenómeno que analizamos en estas líneas[20].

 

 

Arzobispado de Granada

 

En la Alpujarra almeriense, tierras del arzobispado de Granada hasta mediados del siglo XX, se instalaron dos órdenes religiosas masculinas, la de San Agustín en la villa señorial de Huécija, desde comienzos del siglo XVI y la de los franciscanos de la provincia de San Pedro de Alcántara desde finales del siglo XVII en la villa realenga de Laujar de Andarax. Ambos conventos están situados al Norte de las respectivas poblaciones.

 

Convento de San Agustín de Huécija

 

Situada en la falda de la sierra de Gádor, Huécija fue la capital del señorío alpujarreño de la taha de Marchena, formado en la confluencia del río Andarax con su afluente Nacimiento; fue entregado a Gutierre de Cárdenas, casado con Teresa Enríquez, como se ha indicado. Los agustinos se instalarían en Huécija a partir de 1511 gracias a la invitación de Teresa Enríquez, que realizó las dotaciones necesarias, en un edificio situado al Norte de la población, inmediato a las huertas que descienden escalonadas hasta el río Andarax, que pasa por el fondo del valle. Del edificio fundacional sólo queda presumiblemente un torreón circular, adornado con un gran escudo de Bernardino de Cárdenas Pacheco, segundo Duque de Maqueda, en el que se refugió la comunidad cristiana de la población durante la sublevación morisca de 1568, sin conseguir salvar su vida; dicho torreón aún se conserva coronado por el campanario incorporado al templo conventual, que fue reconstruido con sólida fábrica  en la primera mitad del siglo XVIII, pero el resto del edificio de dicha institución sufrió la desamortización del siglo XIX y, a causa de su posterior destrucción o abandono, se puede dar por perdido, al menos en su mayor parte[21].

 

Convento de San Pascual Bailón de Laujar de Andarax

 

En el corazón de la Alpujarra almeriense se estableció la única fundación franciscana descalza o alcantarina que llegó a prosperar en las tierras del oriente andaluz que desde 1833 forman la provincia de Almería; zona donde la rebelión morisca de 1568 había provocado diversos martirios, entre ellos el de su vicario Juan Lozano Corbera, que se conmemoraron con la Cruz de los Mártires y el espacio sacralizado donde a la postre se situaría la fundación alcantarina[22].

 

Fracasaron diversos intentos fundacionales fechados hacia 1661-1665, 1667-1674 y 1676-1678; sería finalmente en 1690, el año siguiente a la canonización de San Pascual Bailón, cuando una cédula del monarca Carlos II autorizó la nueva fundación con su advocación. La comunidad se estableció en algunas estancias de la parroquia y, a continuación, en una casa alquilada para dicho fin en tanto se construía un edificio propio en el terreno situado al Norte de la población, que incluía la Cruz de los Mártires y la era de la Hoya; la noticia de la fundación contó con la activa oposición del convento franciscano de Ugíjar, de obediencia observante, que logró reunir una asamblea de municipios de la alcaldía mayor para rechazarla sin resultado.

 

Cerrando el límite septentrional del Laujar, el edificio conventual de sobria traza se adosa a un espacioso templo y se completa con huertas y baldíos; en su claustro en las bóvedas de arista y los lunetos inmediatos se contemplan aún en pésimo estado de conservación los restos de unas excelentes pinturas barrocas en grisalla y diversas cartelas epigráficas, similares a las que se situaron en el claustro del convento de la Magdalena de Antequera, reedificado también a finales del siglo XVII por los franciscanos descalzos.

 

Desaparecida la comunidad de Laujar a partir de la desamortización, los usos impropios del inmueble, la falta de atención sufrida durante mucho tiempo y las medidas inadecuadas para su recuperación han dado lugar a un lamentable deterioro de iglesia y convento que han llegado a comienzos del tercer milenio acosado por diversas operaciones inmobiliarias y con grave peligro de que dicha ruina se transforme en total desaparición, perdiéndose uno de los elementos fundamentales que explican el urbanismo barroco de ese sector de la población[23].

 

De los restantes establecimientos mendicantes localizados en esta zona el también alcantarino del Hospicio de San Felipe y Santiago y Señor San Francisco de Asís, establecido en Dalías en 1751, fue abandonado poco después de su fundación, sin que conozcamos si llegó a tener trascendencia urbanística.

Alejada de población, en el Santuario de la Virgen de Gádor, patrona de Berja, también fracasaría la fundación, vigente entre 1695 y 1734, del Hospicio de Hermanos y Sacerdotes de San Francisco de Paula[24].

 

 

Variedad de casuísticas y rasgos comunes

 

En un panorama sintético podemos señalar que de las 13 fundaciones conventuales (10 masculinas y 3 femeninas, aunque sólo 2 llegaron a formalizarse) erigidas en el oriente andaluz durante la edad moderna, tierras que se integrarían en la provincia de Almería, once lo fueron en el obispado de Almería y dos en el arzobispado de Granada; no llegó a instalarse ninguna orden conventual entre los siglos XV y XIX en las tierras almerienses que pertenecieron a los obispados de Guadix y de Cartagena-Murcia, a pesar de los intentos realizados para lograr una fundación franciscana de Huércal-Overa, que no llegó a ser efectiva; igualmente fracasaron los intentos alcantarinos de instalarse en Dalías y Tabernas, en el arzobispado de Granada y obispado de Almería, respectivamente (Figura 8).

 

Si atendemos a los promotores de las fundaciones regulares y su cambio con el paso del tiempo, se puede constatar que las tres fundaciones fechables en el siglo XV fueron promovidas por la monarquía, todas ellas en Almería;  las dos del siglo XVI fueron resultado de la iniciativa de la misma familia señorial en Huécija y también en Almería. De las cinco fundaciones realizadas en el siglo XVII la de Vélez Blanco sería de carácter netamente señorial y las cuatro restantes, las de Vera, Cuevas, Vélez Rubio y Laujar, lo fueron por iniciativa municipal correspondiendo todas ellas, excepto la última, a los territorios almerienses del Marqués de los Vélez. De las tres fundaciones del siglo XVIII, la de Vélez Rubio fue de carácter señorial, pero no llegó a ser efectiva, la de Albox fue particular, aunque claramente mediatizada por el municipio, y la del convento de la Encarnación de Almería, cuya iniciativa originaria se remonta a un testamento del siglo XVI, que establecía un patronato eclesiástico que fue efectivo a finales del siglo XVII, no llegaría a establecerse hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

 

Durante los siglos XV y XVI  fueron las ciudades las elegidas por las órdenes mendicantes para su establecimiento. La ciudad de Almería fue la primera en recibir fundaciones; a este panorama se ha de añadir la establecida por los agustinos en Huécija, impulsada por los señores territoriales. Las fundaciones de los siglos XVII y XVIII se establecen en núcleos de menor entidad, excepto el convento de la Encarnación de Almería, cuyo origen remonta en realidad al siglo XVI.

 

De las doce fundaciones que prosperaron, excepto las realizadas por agustinos, dominicos, mínimos y trinitarios, las ocho restantes fueron franciscanas, dos femeninas de concepcionistas y clarisas respectivamente, y de las seis masculinas cinco pertenecieron a la observancia y, dentro de la misma, cuatro de ellas estuvieron adscritas durante buena parte de su existencia a la recolección; el otro convento, el de San Francisco de Paula fue la única fundación de los franciscanos descalzos de la provincia de San Pedro de Alcántara en las tierras almerienses, ya que fracasaron sus intentos fundacionales en Dalías, Huércal-Overa y Tabernas, como se ha indicado (Cuadro 1).

 

Los capuchinos, no pasaron de tener proyectos para implantarse en Serón a comienzos del siglo XIX y los franciscanos conventuales nunca se han implantado en el territorio al que dedicamos nuestro estudio, ni en el pasado, antes de su expulsión de los territorios españoles por Felipe II, ni tras su restauración.

 

Respecto a su emplazamiento en las tierras almerienses se han descrito dos tendencias generales, la situación a levante de los núcleos, que predomina en las fundaciones pertenecientes al antiguo obispado de Almería, y la del Norte que impera en las dos fundaciones realizadas en las tierras almerienses que pertenecieron al arzobispado de Granada.

 

La variedad de casuísticas impide identificar un origen común a esas localizaciones; por encima de cualquier interpretación simbólica, siempre sugestiva pero sin argumentos reales que le den base, salvo raras excepciones, razones fundamentalmente orográficas, inclinación del territorio, etc., y probablemente un cierto grado de azar, se coaligan en la explicación de las tendencias indicadas, que sin duda han marcado el desarrollo de las tramas urbanas donde se implantaron y a menudo siguen siendo hito fundamental de las mismas.

 

Cuadro Nº1

Proyectos y fundaciones almerienses de las órdenes mendicantes

 

  Título

 

 Población

Cronología

Orden

 

 

 

Siglo XV

 

 

Convento de San Francisco

Almería

1492-1835

Franciscanos

 

Convento de Santo Domingo

Almería

1492-...

Dominicos

 

Convento de la Santísima Trinidad

Almería

1492-1835

Trinitarios

 

 

 

Siglo XVI

 

 

Convento de San Agustín

Huécija

1511-1835

Agustinos

 

Convento de la Purísima Concepción

Almería

1514-...

Concepcionistas

 

 

 

Siglo XVII

 

 

Convento de San Luis

Vélez Blanco

1602-1835

Franciscanos

 

Convento de N. Señora de la Victoria

Vera

1605-1835

Mínimos

 

Convento de San Antonio de Padua

Cuevas del A.

1650-1835

Franciscanos

 

Convento de la Purísima Concepción

Vélez Rubio

1685-1835

Franciscanos

 

Convento de San Pascual Bailón

Laujar de A.

1692-1835

Franciscanos descal.

 

 

 

Siglo XVIII

 

 
Convento de Santa Clara
Vélez Rubio
1703
Clarisas

 

Hospicio de la Virgen de los Dolores

Albox

1731-1835

Franciscanos

 

Convento de la Encarnación

Almería

1756-...

Clarisas

 

Fuente: Elaboración propia.

 

Las huertas conventuales, que marcaban con sus espacios abiertos las tramas urbanas, al hallarse normalmente situadas en zonas sometidas a presiones urbanísticas han desaparecido durante los siglos XIX y XX, transformadas en solares o, en algunos casos, que han llegado al siglo XXI, están a punto de hacerlo. A veces la presión ha sido tan intensa que ha logrado acabar con los propios edificios conventuales e incluso, a veces, con los templos de que se servían, que normalmente han subsistido.

 

La incidencia urbana de las fundaciones ha continuado hasta hoy. De las realizadas en el siglo XV en Almería, subsisten los templos de San Francisco, como parroquia de San Pedro, y Santo Domingo, del que también se conserva buena parte del edificio conventual transformado en centro docente; nada queda de los edificios que albergaron el convento de la Santísima Trinidad; las partes que han desaparecido y sus huertas sirvieron de solar ya en el siglo XIX para la expansión de la ciudad burguesa.

 

Queda activa de las instituciones fundadas en el siglo XVI el convento de la Purísima Concepción, que continúa albergando una comunidad concepcionista; también perdura la iglesia del convento de San Agustín de Huécija, aunque prácticamente han desaparecido el resto de  sus instalaciones conventuales.

 
De los conventos fundados en el siglo XVII se conservan con bastante integridad los de Vélez Blanco, Cuevas del Almanzora y Vélez Rubio, aunque los dos primeros se hallan sin función en la actualidad y el tercero alberga una institución docente; sólo se ha salvado el templo en el de Vera y está en proceso avanzado de ruina el de Laujar de Andarax. En todos los casos han sufrido o están a punto de sufrir procesos de urbanización de parte de sus instalaciones y de sus huertas.

 

Diverso es el estado de las fundaciones que se formalizaron en el siglo XVIII, pues nada queda de la institución de Albox; de las dos restantes el convento de la Encarnación de Almería, muy transformado, continúa albergando a la comunidad para la que fue destinado y el convento femenino de Vélez Rubio que no llegó a ser habitado por la comunidad de clarisas para la que fue construido, alberga desde antes de mediar el siglo XX una comunidad adscrita al Instituto Catequista, como se ha indicado.

 

También resulta de interés la costumbre de instalación de Via Crucis, implantada y extendida por los franciscanos a partir de 1478, en que se construyó el de Varallo (Italia), inducido por fray Bernardo Caimi, recién retornado de un viaje a Palestina; dichas vías piadosas, fueron normalmente sobrias en el oriente andaluz frente a la complejidad mostrada en otros territorios; podían ser desde simples cruces de madera que sacralizaban el espacio urbano transformándolo en Via Sacra, como aún se puede contemplar en la misma Almería entre otros ejemplos, o convertir el entorno de las poblaciones en trasuntos de la Jerusalem de la Pasión y han colonizado sectores inmediatos a las mismas, como Huércal-Overa, Rágol, Tíjola, etc., que no llegaron a albergar ninguna instalación conventual[25], pero su enumeración pormenorizada superaría los objetivos planteados en esta comunicación.

 

En definitiva, los conventos enumerados son un conjunto monumental que a menudo ha cumplido, de diversos modos, la función de agente urbanístico y en la actualidad son el testimonio de un pasado que explica buena parte de las tramas urbanas de los núcleos en que se insertan y que merece nuestra atención y una protección efectiva que asegure su futuro.

 



Notas

 

[1] ALMEIDA MARADO 2004. BARRIOS ROZÚA 1998. BRAUNFELS 1974. PALANQUES AYÉN 1909 RIBEIRO 2004. SEGURA GRAÍÑO 1982.

 

 

[2] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 1984, p. 897, s. v. “mendicante”.

 

 

[3] SEGURA GRAÍÑO 1982, p. 78.

 

 

[4][4] GIL ALBARRACÍN 1994 a. p. 39-43. Id. 1995, p. 51-60. Id. 1996 a, p. 61-141. Id. 1998, p. 101-123. Id. 1999, p. 371-375. Id. 2004 a, p. 157-173. PASQUAL Y ORBANEJA 1699, p. 169-171. SEGURA GRAÍÑO 1982, p. 78, 98-99. TORRES 1683, p. 98-100.

 

 

[5] GARCÍA GUZMÁN 1982, p. 29-42. GIL ALBARRACÍN1996 c, p. 99-108. Id. 2004 a, p. 157-173. PASQUAL Y ORBANEJA 1699, p. 143-146. SEGURA GRAÍÑO 1982, p.  99-102. TAPIA GARRIDO 1974, p. 251-254.

 

 

[6] GIL ALBARRACÍN 2004 a, p. 157-173. PASQUAL Y ORBANEJA 1699, p. 171-175. SEGURA GRAÍÑO 1982, p. 78. TAPIA GARRIDO 1974, p. 188-189.

 

 

[7] GIL ALBARRACÍN 2000 b, p. 37-38. GRAÍÑO 1982, p. 78, 83.

 

 

[8] GIL ALBARRACÍN 1990, p. 93-156. Id. 1996 b, p. 15-28. Id. 2001 b, p. 297-331. GRAÑA CID 1997, p. 114. NICOLÁS MARTÍNEZ 1997, p. 131-138. NICOLÁS MARTÍNEZ y TORRES FERNÁNDEZ 1990, p. 229-243. PASQUAL Y ORBANEJA 1699, p. 175-180. TAPIA GARRIDO 1974, p. 135-138. TORRES FERNÁNDEZ y NICOLÁS MARTÍNEZ 1990, p. 41-56.

 

 

[9] GIL ALBARRACÍN 1996 b, p. 41-50. Id. 1999, p. 361-368. Id. 2000 b, p. 38-42.

 

 

[10] GIL ALBARRACÍN 1996 b, p. 20-32, 51-507. Id. 200 b, p. 43-77. RUIZ GARCÍA 1993, p. 196-198. VILLANUEVA MUÑOZ 1983, tomo I, p. 56-59.

 

 

[11] A.G.S M.P.D.: XXXVI-45 y LXI-15. GIL ALBARRACÍN 1992 c, p. 15-18; Id. 2004 a, p. 157-173. TAPIA GARRIDO 1974, p. 169-176, 203-230.

 

 

[12] GIL ALBARRACÍN 1992 b, p. 194-197.

 

 

[13] GIL ALBARRACÍN 2003 c, p. 45-50.

 

 

[14] GIL ALBARRACÍN 2003 c, p. 45-50. Id. 2005 a, en prensa. Id. 2005 c, en prensa. ORTEGA 1740-1752, t. I, p. 455-456, 505-506. 558-559, t. II, p. 108-110. TAPIA GARRIDO 1981, p. 248-249.

 

 

[15] GIL ALBARRACÍN 1997, p. 199-213. Id. 2002 b, p. 150-163. Id.  2003 a, p. 415-454. ORTEGA 1740-1752, t. II, p. 334-335. PEZZI 1993.

 

 

[16] GIL ALBARRACÍN 2003 d,  p. 51-61. Id. 2005 a. ORTEGA 1740-1752, t. III, p. 202-204. PALANQUES AYÉN 1904, p. 49-67. Id. 1909, p. 226, 240-244, 324-325, 409-410, 451-456, 492-493.

 

 

[17] FERNÁNDEZ POMBO y FERNANDEZ DEL VADO 1995, p. 20-25. ORTEGA 1740-1752, t. III, p. 251. PALANQUES AYÉN 1909, p. 245-246.

 

 

[18] GARCÍA CAMPRA y GIL ALBARRACÍN 1993, p. 117-131, 265-274. GIL ALBARRACÍN 1992 b, p. 69-75. Id. 2002 a, p. 295-310.

 

 

[19] GARCÍA CAMPRA y GIL ALBARRACÍN 1993, p. 116-132.

 

 

[20] GARCÍA CAMPRA y GIL ALBARRACÍN 1993, p. 241-264.

 

[21] BURÓN ÁLVAREZ 1980. TORRES FERNÁNDEZ 1982.

 

 

[22] ANTOLÍNEZ DE BURGOS 1996, p. 265-269.

 

 

[23] CAMACHO MARTÍNEZ 1999. Id. 2001. GARCÍA ALCARAZ 1761, p. 383-387. GIL ALBARRACÍN 2003 b, p. 455-498. PUERTAS GARCÍA 1998. VILLEGAS RUIZ 2003, p. 701-719.

 

 

[24] GIL ALBARRACÍN 1997, p. 158. SÁNCHEZ RAMOS 1994, p. 66-69.

 

 

[25] GIL ALBARRACÍN 1992 a, p. 204-216. GUERRERO VILLALBA, 1989, p. 51-64. MUÑOZ JIMÉNEZ 1996, p. 157-169.

 

 

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Ficha bibliográfica:

GIL, A. Las órdenes mendicantes como agentes urbanos: fundación de conventos y transformaciones urbanas en el oriente andaluz. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (40). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-40.htm> [ISSN: 1138-9788]

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