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REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VIII, núm. 170 (4), 1 de agosto de 2004 |
Diana Marre
Universidad de Barcelona
Grup de Estudis de Família i Parentiu
Para Alain Touraine (Touraine 1977, 1981, 1984) la explosión de los “movimientos sociales” depende de que la sociedad haya alcanzado una determinada etapa de desarrollo, ya que se trata de formas de movilización social que implican “una disputa por los modelos culturales que gobiernan las prácticas sociales y el modo de funcionamiento de las sociedades, una lucha por los modelos normativos de la sociedad”, “el trabajo que la sociedad realiza consigo misma” (Gledhill 2000:295). Para Laclau, por su parte, los movimientos sociales contemporáneos son una respuesta fragmentada y pluralista de los diferentes sectores sociales a los impactos del orden hegemónico, como la mercantilización, burocratización y masificación cultural (Laclau 1985). Desde su perspectiva, la sociedad postindustrial implica una tendencia hacia la creciente mercantilización de la vida social, el autoritarismo y la burocratización (Gledhill 2000:301). Para Melucci, por su parte, los movimientos sociales rompen con el contexto social del que emergen y se caracterizan por la solidaridad entre miembros que comparten una identidad colectiva (Melucci 1985; Melucci, Keane y Mier 1989).
La mayor parte de las narrativas provenientes de las asociaciones relacionadas con la adopción sitúan sus orígenes en algún conflicto con la administración que les impulsó a asociarse y organizarse. Una cronología básica de la constitución de las asociaciones de familias adoptantes y de las federaciones de asociaciones comparada con la cronología básica de los “hechos” legislativos relativos a la adopción internacional (Marre y Bestard 2003) muestra cuán directamente vinculados estuvieron los orígenes de las asociaciones y aún están sus acciones con los cambios en la legislación sobre adopción. Probablemente es en relación con estos hechos que estas asociaciones se consideran a sí mismas, explícitamente, formas de organización de la sociedad civil (Gellner 1994).
Hace unos años, el sociólogo Pérez Díaz (Pérez Díaz 1998) analizó los usos recientes del término “sociedad civil” para señalar que los mismos provienen fundamentalmente de tres fuentes, las cuales, al mismo tiempo conectan con un mismo número de estratos arqueológicos de la moderna historia intelectual. Entre los primeros a los que llamó “generalistas” y entre los que se incluyó a sí mismo (Pérez-Díaz 1993) y a Ernest Gellner (Gellner 1994), Pérez Díaz incluyó a los teóricos que usaron el término siguiendo a los filósofos escoceses del siglo XVIII. En tal sentido, ellos consideraron a la sociedad civil como un tipo ideal de sociedad caracterizada por un conjunto de instituciones socio políticas limitadas y por una autoridad pública, economía de mercado, pluralismo social y esfera pública.
En un segundo grupo, incluyó a teóricos que usaron el término “sociedad civil” para referirse a los componentes no gubernamentales de la sociedad, como Keane (Keane 1988). Desde el punto de vista de Pérez Díaz este grupo estuvo influido por el uso del término (o de sus equivalentes conceptuales) del siglo XIX, por la tradición marxista (focalizada en los mercados y en la sociedad de clases) o por la tradición sociológica (concentrada en la solidaridad social y en las asociaciones) (Pérez Díaz 1998:212).
Finalmente, Pérez Díaz señaló que en el siglo XX, muchos autores prefirieron usar el término con un sentido más restrictivo, solamente para referirse a ciertos componentes no gubernamentales de la sociedad civil excluyendo tanto a la economía como al estado. Se trataba de trabajos inspirados principalmente por Gramsci y Habermas. Se trataba de un grupo que compartía el hecho de referirse a la sociedad civil en tanto que reducida a la combinación de asociaciones o movimientos sociales y a la esfera pública. En tanto se refirió a quienes usaron el término sociedad civil en su aspecto más amplio como generalistas, llamó a los integrantes de esta tercera categoría, ‘minimalistas’ o ‘minimalistas socioculturales’ (Pérez Díaz 1998:212).
Dos años antes que Pérez Días y desde una perspectiva más estrictamente antropológica, Chris Hann en su ‘Introducción’ (Hann 1996) a un trabajo colectivo sobre sociedad civil, necesitó explicar y definir de qué hablamos cuando hablamos de ‘sociedad civil’. Desde el punto de vista de Hann, la mayoría de las contribuciones sobre sociedad civil de los últimos tiempos tienen relación con dos líneas centrales de pensamiento que se desarrollaron en el siglo XIX: la marxista, retrabajada por Gramsci, y la liberal que ha devenido “casi hegemónica en los debates recientes” (Hann 1996:5). Estas dos líneas, en apariencia opuestas, tienen sin embargo desde la perspectiva de Hann, algo en común, “ambas identifican a la sociedad civil con algo fuera del poder del estado y ponen un énfasis en los aspectos económicos. Y aún como algo más importante, ambas líneas asumen como universal la noción de persona del occidente moderno” (Idem). Es evidente que la sociedad civil tiene hoy significados diferentes que aquellos que tenía en el siglo XVIII y XIX pero, de acuerdo con Hann, “la definición estándar de sociedad civil la explica como un espacio entre las familias y los grupos de parentesco por un lado y la madre estado por el otro” (Hann 1996:6)
Nosotros hemos escogido analizar las asociaciones de familias adoptantes buscando un punto intermedio entre generalistas y minimalistas. Pero, al mismo tiempo hemos tenido especialmente en cuenta lo que Hann menciona como el papel del estado del bienestar en la actualidad en la medida en que, entendemos, resulta particularmente apropiado a lo que sucede con las asociaciones de familias adoptantes. “El estado del bienestar parece cada vez menos capaz de asumir sus responsabilidades aunque en realidad formalmente se ha expandido y tomado una cantidad cada vez mayor de tareas lo cual tiende a incrementar el aislamiento de los ciudadanos individuales dejándolos a merced de otras fuentes de identidad colectiva y de seguridad” (Hann 1996:6)
K. Benedict (Benedict 2001:6233) ha señalado que muchas relaciones formales e informales son apoyadas por redes de individuos e instituciones o agencias cuyo desarrollo se ha acelerado por la introducción de la tecnología electrónica de comunicación de alta velocidad. Las relaciones establecidas por las familias adoptantes, son esencialmente virtuales, complementadas con uno o dos grandes encuentros anuales que hacen que, mientras que las sedes físicas de las asociaciones –cuando existen- permanecen casi vacías, las sedes virtuales, listas de distribución y chats mantienen una actividad casi frenética.[1] Muchas de las asociaciones de familias adoptantes no cuentan con un espacio físico sino sólo virtual. En el caso de las asociaciones catalanas que cuentan con una sede, habitualmente se trata de un espacio compartido por varias asociaciones como los Hotel de Entitats. Se trata edificios rentados por el gobierno autonómico en pequeñas oficinas a bajo costo a asociaciones de todo tipo que comparten servicios generales como salas de reuniones o de actos. También hay asociaciones que se reúnen y comparten espacio o quienes han conseguido una sede propia.
Los
años 1995 y 1996 son reconocidos por las familias adoptantes y las
asociaciones como los años en que “comenzó” la adopción
internacional. Muchos padres y miembros de asociaciones relacionan el inicio
de la adopción internacional en España con la emisión
a finales de 1995, y en dos o tres ocasiones, de unos programas titulados
“Las habitaciones de la muerte” realizados por un equipo de periodistas
del Channel Four del Reino Unido. No son pocas las entrevistas, relatos
y comentarios de adoptantes que se inician “Todo empezó allá
por el año 1995 cuando en la televisión se emitió
un reportaje sobre los orfanatos chinos. Aquello despertó en nosotros
la ilusión de ayudar adoptando una niña”.[2]
Recordando el inicio de la asociación de familias adoptantes más grande y activa de España en estos momentos, el coordinador comentaba que el lejano origen estaba en la primera emisión del programa, el cual había dejado con una noche en blanco a la primera pareja de Cataluña que adoptó en China. Mientras las emisiones salían al aire, las centrales telefónicas de las cadenas de televisión se colapsaban con los llamados de familias, parejas y personas solas interesadas en adoptar a una de esas niñas. En los días siguientes, muchos gobiernos autonómicos declararon que habían tenido que habilitar oficinas especiales para informar sobre solicitudes de adopción en China que, en algunos días y comunidades autónomas, llegaron a ser seiscientos.[3] La frustración del día siguiente ante la respuesta negativa de la administración a su deseo de adoptar en China, estimuló a algunos de ellos a iniciar una asociación que, en la actualidad cuenta con más de 700 asociados y desarrolla una actividad de apoyo a padres y futuros padres adoptantes en China considerada “un fenómeno social”. Como sucede en los Estados Unidos (35 %) (Volkman 2003), el 40 % del total de menores adoptados en España proviene actualmente de China y Rusia.
Las familias adoptantes que se reúnen en asociaciones se llaman a sí mismos ‘sociedad civil’ y hablan de sus asociaciones como de organizaciones de la sociedad civil. Las asociaciones de familias adoptantes consideran que ellos están ayudando y, en algunos casos, completando las funciones del estado al mismo tiempo que controlándolo en temas de adopción internacional. Todas ellas están trabajando como ONGs a partir del trabajo voluntario de sus miembros para quienes el sentimiento de solidaridad y la empatía son las razones fundamentales para involucrarse en una asociación.
La primera asociación catalana relacionada con la adopción internacional surgió en 1992. En ese momento, la adopción dejaba de ser una competencia de la Diputación, “que sólo se ocupaba de adopciones nacionales y si había alguna internacional la trataba como si fuera nacional”, es decir, dejaba de ser una competencia del gobierno central para pasar a depender del gobierno autonómico. Una transición para la cual, desde la perspectiva de aquellas doce primeras familias que fundaron esa primera asociación, la administración no sabía cómo hacerlo: “Entonces, todo camino, abrir brecha nos esperaba a nosotros”, señalan.
La búsqueda de una información que las administraciones públicas no proporcionan o proporcionan de manera insuficiente o sesgada, desde la perspectiva de los futuros padres, los conduce a un mundo virtual y global que esas mismas administraciones critican. No obstante, la mayor parte de ellos “visitan” asociaciones, instituciones y orfanatos y participan de listas de distribución locales e internacionales.
La necesidad de mantener algún vínculo con el país de origen de sus hijos sobre lo que casi ningún adoptante parece dudar, al menos durante los primeros años de vida de los menores, etapa en la que se encuentran la mayor parte de las adopciones españolas en este momento, refuerza y mantiene la dimensión global y virtual de la adopción.
Entre 1996 y 1998 coincidiendo con el momento en que la adopción internacional se incrementó significativamente, se fundaron varias asociaciones,[4] la mayoría de las cuales vincula sus orígenes a la necesidad de resolver algún tipo de conflicto o completar la tarea de la administración que entendía en adopciones. Uno de los principales conflictos, que la mayor parte de los socios fundadores de las asociaciones catalanas recuerdan, tuvo relación con la ordenación del proceso para la obtención del certificado de idoneidad,[5] el primer e ineludible requisito a cumplir por todos aquellos que desean adoptar un niño, en la adopción nacional o internacional. El conflicto terminó en Cataluña, a partir de la movilización de los padres con la creación del Institut Català de Acolliment i Adopció (Ley 13/1997), dependiente de la Conselleria de Justícia y no de Bienestar Social con quien en su momento las familias adoptantes habían tenido los mayores problemas.
“Aquí hay una dificultad para conseguir información tremenda, y que nosotros la hemos ido consiguiendo como hemos podido y ahora se trata de ponerla en común y poderla extender, era uno de los principales objetivos que teníamos, transmitir información” señalaba el presidente de una de las asociaciones más antiguas de adopción internacional de Barcelona. La transmisión de información y la resolución de problemas que las administraciones públicas no resuelven son dos de los objetivos de las asociaciones de adopción internacional.. Por ello, tienen clara conciencia de que están asumiendo roles que, de alguna manera, corresponderían al estado. “Partimos de una legislación aquí de primaria eh! de unos cien años, ojo!” señalaba el presidente de una de las asociaciones para referirse a lo que había significado el papel de esas organizaciones en el desarrollo de una legislación y unos procedimientos en relación con la adopción. “Ibas para la administración y la administración no tenia ni idea de qué se tenía que hacer para adoptar un niño en otro país... La mayoría de las asociaciones nacen por la necesidad de ayudar a los padres adoptivos de un país concreto ... se forma a raíz de eso como un tejido de ayuda, ... se ayudan a nivel de ... ayuda burocrática” .
Se trata de una información a la que, los que se sienten pioneros habían llegado a través de sus propios esfuerzos, de sus propios contactos “te tenias que mover directamente al país de origen, y conseguías, bueno, contactar con los orfanatos, contactar normalmente a través de misiones con las personas oportunas, bueno, era un trámite mucho más directo que ahora... dentro de todo este proceso habíamos topado con todo, los procesos mas serios, y los menos serios, con lo cual ahí había que discernir un poco el tipo de información que dábamos, y qué aconsejábamos”, completaba un padre pionero en la adopción y también en la participación en organización de familias adoptivas
Se trata, en palabras de Appadurai (2001), de un proceso de globalización desde abajo en la medida en que son formas sociales que emergieron para contestar, interrogar y crear formas de conocimiento y movilización social que funciona independientemente del capital corporativo y el sistema del estado nacional (Appadurai 2001:3).
“No disponemos de recursos económicos; somos un montón de voluntarios con buena voluntad, con muchas ganas de trabajar, pero con recursos económicos y personales a nivel de tiempo muy escasos [...] no recibimos subvenciones, tampoco las pedimos, porque queremos ser independientes en la gestión y como planteamiento” señalaba la presidenta de la Coordinadora Nacional de Asociaciones de Familias adoptantes (CORA) en su comparecencia ante la Comisión Especial del Senado sobre Adopción internacional (Madrid 23/09/2002). De acuerdo con Appadurai, la idea de una sociedad civil internacional, como los movimientos sociales surgidos en torno de la adopción internacional “no tiene futuro fuera de estos esfuerzos de globalizar desde abajo”. En el caso de estas adopciones, la idea de Appadurai de un mundo caracterizado por objetos en movimiento –ideas e ideologías, gente y mercancías, imágenes y mensajes, tecnologías y técnicas– y el estado nación como el aparentemente más grande objeto estable, adquiere una particular dimensión. Asimismo, la importancia que Appadurai (Appadurai 1996) da a la imaginación en la vida social como una capacidad que permite a la gente “crear nuevas formas de asociación cívica y de colaboración, a menudo más allá de fronteras nacionales”, es particularmente apropiada para referirse a, y analizar, las asociaciones de familias adoptantes.
La búsqueda de información y el compartir una experiencia que “sólo se puede compartir con quien ha pasado por lo mismo”, son las razones más frecuentemente mencionadas entre las familias adoptantes que forman parte de asociaciones (Howell 2002b). Como ha señalado Pérez Díaz, el desarrollo de una esfera pública depende del desarrollo de un sentimiento de pertenencia a una particular comunidad. Se trata de sentimientos enraizados en gente que ha compartido experiencias similares, en el pasado y en el presente, a las que se ha significado a través a las narrativas, algunas de ellas con componente míticos (Pérez Díaz 1998:216). Se trata de organizaciones que pretenden ser horizontales cuya actual disyuntiva, en las asociaciones más grandes, es cómo pasar del trabajo voluntario al remunerado sin perder la calidad de una atención garantizada por la empatía de alguien que está o estuvo en la misma situación. Los miembros se denominan a sí mismos “socios”, “asociados” o “padres” y la conducción o coordinación es considerada un gesto de solidaridad, de trabajo voluntario. Los profesionales no forman parte esencial de la asociación más allá de su condición de usuarios o asesores.
Los procesos que acompañan son caracterizados por la novedad. “Nuevo” es la palabra utilizada habitualmente por los asociados para describir los procesos en que se hallan inmersos y la razón por la cual, les resultan difícil de compartir con quienes no hayan vivido o estén por vivir la misma experiencia. No se trata, por ello, de “nuevas” formas de organización social sino de movimientos sociales en torno a “nuevos” temas o con características nuevas o, incluso, de usuarios de “nuevos” productos.
La búsqueda y circulación de información son mencionados sistemáticamente por quienes forman parte de las distintas asociaciones. Se trata de hallar un espacio, generalmente virtual, en el que hallar la información más actualizada y de la forma más accesible posible, es decir, pasada por la experiencia de alguien que alguna vez estuvo en la misma circunstancia. El estar o haber estado en la misma situación confiere una capacidad de empatía que la mayor parte de ellos, manifiestan no hallar en el ámbito de la familia o los amigos más cercanos. Como la palabra divina, la palabra de la ley y la de las administraciones públicas necesita ser traducida, intermediada, explicada, acercada y esta es una de las funciones de las asociaciones.
En este sentido, una parte importante de los emails que circulan en las listas de distribución de las asociaciones explican los distintos trámites de la adopción, entre los que la obtención del Certificado de Idoneidad, la espera en las asignaciones de los menores y los trámites a realizar en los países de origen, ocupan un lugar relevante. Junto a ello, la comunicación se centra en el “embarazo y nacimiento burocrático”, en sus propias palabras, y en las implicaciones emocionales de los mismos. El tema central es el niño, su niño o el niño o niños que están en camino o lo largo que resulta el embarazo burocrático. Como algunos familias adoptantes señalan, “la maternidad biológica es fácil, para la adoptiva, se tiene que trabajar mucho” o “la maternidad biológica te hace crecer emocionalmente, quizás, pero la adoptiva te hacer crecer humanamente”.
El tomar contacto con el lugar de origen de sus hijos tiene también como objetivo el reducir tanto como sea posible lo desconocido, y fantasmal, de esa “mochila” de la que la mayor parte de las familias adoptantes señala que traen sus hijos a las espaldas, (Howell 2002a) tengan la edad que tengan. En tanto hay en las familias adoptantes la convicción de la existencia de un pasado, es decir, de la certeza de que no parten de cero, quieren conocer tanto como les sea posible de ese pasado. A diferencia de lo que sucede en Noruega (Howell 2003:471) por ejemplo, los niños adoptados no son pensados como una tabula rasa cuando arriban al aeropuerto sino que llegan con una “mochila” cuyo peso depende de la edad del niño y de las circunstancias en las que haya vivido hasta ese momento.
“No deja de ser importante de donde sale tu hijo, conocer un poco su realidad” decía un padre que justificaba el requerimiento de algunos países de que las familias permanezcan durante algunas semanas en el país de origen de sus hijos. En general, las familias intentan “conocer” o tener la mayor cantidad de datos posibles en relación a su hijo. Así, en la medida en que pueden procuran visitar el lugar donde el niño ha estado institucionalizado, encontrarse con quienes lo cuidaron y tratar de recoger historias para luego reproducir a sus hijos, ver lo que comían, cómo se vestían. Visitan, si tienen la información, el lugar donde les dicen que el niño fue hallado y fotografían o filman el lugar, la calle, el ambiente, la gente con la que procuran hablar. Es decir, organizan un relato sobre el origen para contar a sus hijos. Intentan, dicen, reducir al máximo los huecos, los agujeros de información sobre los primeros tiempos.
En el caso de países como China donde la información sobre las menores es más difícil de obtener, muchas familias adoptivas recurren a los servicios de un padre de niñas chinas estadounidenses que se ocupa de buscar los “finding ads” o anuncio de encuentro de las niñas. Se trata de una reproducción facsimilar del anuncio que las autoridades chinas están obligados desde 1996 a poner en el periódico local del lugar donde ha sido hallada la menor. “Estos anuncios a menudo tienen más información de la que tenemos nosotros” decía una madre que comentaba en una lista de distribución la importancia de acceder a esta información y a través de quién hacerlo. Se trata de un anuncio en el que se incluye una foto del bebe, por lo que esa que esa puede ser una de las primeras imágenes de sus hijas. Como decía una madre que estaba por recibir el de su niña. “Cuando reciba el finding ad de C, ya te lo comentaré. Estará en chino, naturalmente, pero cuando tenga valor lo haré traducir. A veces uno no sabe si quiere saber más o no”. Ese mismo padre estadounidense se encarga, a pedido, de filmar el lugar donde la niña ha sido abandonada y de conseguir la información que tiene el orfanato sobre las niñas.
En la misma línea, pero quizás en el otro extremo se halla la adopción abierta. Muchas de las familias que adoptan en Haití, lo hacen para poder escoger un orfanato que les ofrece la posibilidad de tener un encuentro con la progenitora o progenitores de los menores. También en este caso el objetivo es tener el máximo de información posible sobre sus hijos, despejar la mayor cantidad posible de dudas, llenar tanto como sea posible los huecos de información, hallar explicación para evidencias del presente o del futuro. Una madre decía que había sido una buena experiencia conocer a los padres biológicos de sus dos niñas porque había hallado una rápida explicación a por qué las niñas eran tan pequeñas a pesar de la edad que les decían que tenían. Lo eran porque sus padres también lo eran y no porque estuvieran enfermas o desnutridas. (Marre y Bestard 2003)
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© Copyright Diana Marre, 2004
© Copyright Scripta Nova, 2004
Ficha bibliográfica:
MARRE, D. La adopción internacional y las asociaciones de familias adoptantes: un ejemplo de sociedad civil virtual global. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2004, vol. VIII, núm. 170(4). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-170-4.htm> [ISSN: 1138-9788]
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