Scripta
Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VII, núm. 146(116), 1 de agosto de 2003 |
CAMBIOS EN LA VIVIENDA URBANA EN IBAGUE: UN PROBLEMA DE HISTORIA DE LAS MENTALIDADES.
Cambios en la vivienda urbana en Ibagué: Un problema de Historia de las Mentalidades (Resumen)
La historiografía colombiana se ha construido sobre la base de una disciplina cuyos estudios han tenido en cuenta el análisis espacial de una manera muy tangencial. La historia de las mentalidades, como aquella parte de la Historia que se ocupa de las distintas practicas discursivas que circulan en una sociedad, el terreno de lo mental, debe pensar el espacio en el cual suceden los hechos para interpretarlo y estudiar la forma como este afecta los comportamientos de las personas. Esta afectación del espacio sobre las distintas formas de vivir y pensar se analizara en la ciudad de Ibagué, a partir de las distintas transformaciones de la vivienda, para deducir algunos de los cambios sociales que se pueden interpretar a través del estudio del espacio privado en diferentes épocas.
Changes in Urban Housing in Ibagué: A Problem of the History of Mentalities (Abstract)
Columbian historiography has developed on the basis of a discipline whose studies have dealt with the analysis of space only very superficially. The history of mentalities as that part of history which examines the different discursive practices which circulate within society- the entire field of mental incidents- also has to consider the space in which these things take place in order to interpret this space and to find out in which way it affects the behaviour of its people. This influence of space on the different forms of living will be analysed in the city of Ibagué, based on the different transformations of housing which can be interpreted with the help of the examination of private space in different time periods.
El espacio de lo mental. El espacio representado
Hace ya algunas décadas que la historia de las mentalidades, se ha venido imponiendo como una de las corrientes más dominantes dentro de la historiografía contemporánea, al pasar esta de hacer un análisis centrado fundamentalmente en los grandes hechos políticos (ideologías) y de la cultura material, al análisis de las estructuras mentales que intervienen en la sociedad. Con la Historia de las Mentalidades, o, en palabras de Lucien Febvre 1, con el utillaje mental que domina una sociedad, se abre también la posibilidad de entender lo que sucede en épocas pasadas, partiendo de las distintas formas de pensar que se van produciendo en cada sociedad, y evitando colocar palabras de nuestra tiempo para interpretar un pasado que desconoce tal nivel de significaciones. En este sentido afirmaba hace algunos años Georges Duby:
“...Porque es sospechoso de ese anacronismo psicológico que Lucien Febvre consideraba “el peor de todos, el más insidioso”, y yo añadiría también el más natural para quien no tiene el sentido del cambio histórico o lo limita a lo superficial sin extenderlo a los movimientos del espíritu, para quien no piensa que los sentimientos, las emociones, los valores morales, los propios caminos del razonamiento también pueden tener su historia. ”2 .
Dentro de esta nueva forma de ver la historia, el análisis del espacio en el cual suceden los hechos nos puede sugerir múltiples interpretaciones en el plano de lo mental, o, en otras palabras, nuestra ubicación espacial mantiene una relación directa con nuestro modo de pensar. Los historiadores de las mentalidades, han dirigido sus investigaciones hacia el estudio de nuevos temas: la religiosidad, la brujería, el cuerpo, el dolor, la muerte, etc., abriendo de esta forma nuevos camino para comprender la historia general; sin embargo, el espacio como objeto de estudio o como categoría complementaria en el análisis histórico, ha sido prácticamente desconocido. Para ellos, la representación del espacio histórico, se ha resuelto colocando cartografía de la época, u otro tipo de representaciones visuales tales como bocetos, acuarelas, fotografías; pero la cartografía temática, como posibilidad de recrear temas históricos, es prácticamente desconocida; al igual que la interpretación cartográfica o de otras fuentes visuales. La imagen parece como un decorado de la obra histórica, al que no se analiza dentro del texto, sino que se utiliza como ilustración independiente dentro del texto final; incluso sucede que muchas veces las imágenes, incluyendo allí a los mapas, se seleccionan después de haber escrito todos los textos. Algo muy similar a lo señalado por Peter Burke hace algunos años:
“Son relativamente pocos los historiadores que consultan los archivos fotográficos, comparados con los que trabajan en los depósitos de documentos manuscritos o impresos. Son relativamente pocas las revistas de historia que contienen ilustraciones, y citando las tienen, son relativamente pocos los autores que aprovechan la oportunidad que se les brinda. Cuando utilizan imágenes, los historiadores suelen tratarlas como simples ilustraciones, reproduciéndolas en sus libros sin el menor comentario. En los casos en los que las imágenes se analizan en el texto, su testimonio suele utilizarse para ilustrar las conclusiones a las que el autor ya ha llegado por otros medios, y no para dar nuevas respuestas o plantear nuevas cuestiones.” 3.
Desde la crítica anterior, y desde la interrelación entre la Geografía y la Historia, creemos en la necesidad de la imagen como fuente para los trabajos en Historia. Los geógrafos en gran parte han centrado su análisis en el terreno de la representación, no sólo a través del mapa, sino también de la fotografía y en menor grado de otras fuentes iconográficas. En muchas ocasiones, el boceto, el dibujo, la caricatura, son las únicas fuentes que nos quedan de épocas pasadas y en esa medida nuestro trabajo debe centrarse en su análisis. Algo similar a lo señalado,desde la primera mitad del siglo XX, por el mismo Lucien Febvre cuando afirmaba: “ ...la historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si éstos no existen. ¿No consiste toda una parte y, sin duda, la más apasionante de nuestro trabajo como historiadores en un constante esfuerzo por hacer hablar las cosas mudas?.”4.
En la historia de las transformaciones territoriales, la imagen como documento, nos habla de la ciudad en distintas épocas; el plano por ejemplo, nos habla de la distribución de las calles, la topografía, los espacios públicos y otros elementos que nos ayudan a comprender la morfología; o, la trama urbana. En Colombia, el indagar por las imágenes de la ciudad, plantea problemas que están relacionados con la incapacidad de conservar documentos históricos presentes en muchas ciudades; pues, exceptuando a Bogotá, Medellín y en menor grado otras pocas ciudades, la mayoría de los archivos históricos se encuentran en malas condiciones. La cartografía, durante mucho tiempo fue eliminada cada vez que se hacía un nuevo mapa de la ciudad o se trazaban nuevos linderos en las parcelas particulares y la cartografía histórica de muchas ciudades, sólo se puede estudiar fragmentariamente con algunos mapas que han sobrevivido en el Archivo General de la Nación, ubicado en la ciudad de Bogotá.
En la historia de las transformaciones espaciales, los mapas nos invitan a visualizar las distancias y las evoluciones territoriales; la cartografía urbana, nos muestra los trazados de las ciudades, la naturaleza de sus espacios, la estructura barrial, sus loteamientos, la localización de edificios, sus relaciones con el territorio; una secuencia de planos de diferentes épocas es de vital importancia para explicar el crecimiento urbano. El mapa, nos permite aprender las lógicas de ocupación y organización del espacio. La iconografía en muchos casos, es el único camino posible para la representación del territorio. Recordemos los grabados elaboradas por Guaman Poma de Ayala sobre algunas ciudades latinoamericanas en la época colonial, y pensemos en la trascendencia que han tenido en el conocimiento urbano latinoamericano en dicha época.. En Ibagué, los planos urbanos se encuentran sumamente dispersos y sólo a partir de los años cuarenta, podemos empezar a encontrar una cartografía que nos permita establecer secuencias sobre el crecimiento urbano.
Es necesario tener claro que los planos urbanos no siempre son objetivos, sino que muchas veces responden a intereses particulares de quien paga el plano o de quien lo realiza. En Ibagué, este hecho se hace evidente tanto en los planos de ejidos, como en los planos hechos para litigios de tierras, en donde cada parte pelea a través de la cartografía por hacerse titular lo que estima que le pertenece. Esta práctica se generalizó debido a que el Estado al no poder administrar todos sus territorios dejaba muchos espacios vacíos: ejidos, baldíos, etcétera, que iban siendo ocupados por pobres que los destinaban a vivienda y por terratenientes para expandir propiedades agrícolas. Es común también el encontrar que mucha de la cartografía era elaborada por dibujantes aficionados y sin ninguna técnica, lo cual lleva a pensar que más que planos lo que encontremos puedan ser bocetos con ideas del territorio.
A través de la Geografía de la percepción, se han hecho excelentes trabajos de la ciudad percibida, y de alguna forma se han abordado hipótesis en torno a la manera en la que es vivida por sus habitantes. La representación que del pasado que encontramos en las fotografías de cierta época, también debe servirnos para estudiar la percepción que los habitantes tenían de la ciudad y de su entorno cotidiano en su época; en este aspecto, es fundamental analizar también la percepción del fotógrafo y de los demás personajes que interactúan alrededor de tales fotografías. La Historia de las mentalidades, como forma de hacer historia, también puede y debe cartografiarse, pero teniendo en cuenta que, el terreno de lo mental es sumamente volátil y difícil de especializar;. ¿hasta donde llega una cultura?, es importante pensar en la representación cartográfica de lo mental como una cartografía de espacios en movimiento, más que como una cartografía de límites cerrados; como ondas en movimiento similares a las que aparecen cuando tiramos una piedra al agua y que van y vienen, pero que siempre están mostrando una tendencia espacial.
La casa como escenario doméstico
En Colombia resulta paradójico el que en los estudios sobre de la vida cotidiana, de lo privado y lo público, no se halla pensado más ampliamente en los espacios que separan una esfera de la otra, o, en otras palabras, en la forma como se configuran los espacios que definen el adentro y el afuera. En la presente comunicación, queremos resaltar la importancia del espacio domestico para el estudio no sólo de la vivienda, sino de las actitudes mentales que se desarrollan dentro de esta. Es claro que a partir de los objetos domésticos, de la distribución de las habitaciones y demás espacios domésticos, se puede percibir una forma de pensar especifica dentro de una época determinada. La casa siempre a guardado una estrecha relación con la forma de vivir y pensar de la gente, o como lo enunciaba Emanuel Le Roy Ladurie para Montaillou:
“...Más allá de la comunidad de habitantes y de la organización municipal de derecho o de hecho, que de cualquier forma no tiene mayor importancia en Montaillou; más allá de la minúscula “elite” aldeana, hemos llegado hasta la unidad de base, campesina y popular, que los textos nos ofrecieron como esencial: la domus, el ostal, de todos y de cada uno. La casa es a la vez el edificio y la familia...Así, la historia de la vivienda se nos presenta no sólo como la historia del espacio edificado, sino como las actitudes mentales que se generan el espacio domestico; nos interesa la forma del edificio sólo en la medida en que este nos hable de la gente que allí vivía y la sociedad con la que interactuaba. Un edificio no nos dice nada sino somos capaces de leer las fuerzas sociales que esconde tras de sí y que son el reflejo de una época determinada, la primera fuente que nos encontramos para interpretar una ciudad siempre será la ciudad misma, lo que nuestros ojos ven y perciben. Así, un análisis de la transformación del paisaje urbano, debe partir de la observación in situ, de leer los edificios que son el prototipo del paisaje artificial en la ciudad y a través de ellos, leer la historia de la misma; leer la ciudad como un libro, como lo proponía Víctor Hugo para la ciudad medieval. Al respecto, resulta siempre estimulante, recordar a Guillermo Cabrera Infante, cuando escribía: “Alguien sentenció que la arquitectura era música congelada, aunque nadie ha dicho nunca que la música sea arquitectura que se derrite. Sin embargo se ha omitido siempre lo más evidente: la arquitectura, aparte de unos pocos libros, es la única forma de historia posible. En algunos casos ni siquiera se conserva la literatura y queda la arquitectura sola como testigo mudo pero elocuente: un edificio vale más que mil palabras porque es una imagen dura que dura...”6
La mentalidad que se puede estudiar a través de la evolución del espacio domestico, esta relacionada estrechamente a la historia de su espacialidad. Aunque nuestro análisis en términos generales puede aplicarse a muchas otras ciudades, nuestro soporte material esta representado en el estudio de caso de la ciudad de Ibagué en Colombia; allí los cambios en las formas de pensar que se pueden deducir de las transformaciones en la vivienda, se evidencian cuando analizamos los tránsitos que se dan tanto en las nuevas formas de construir, como en la evolución de los materiales y en la distribución interna de la casa. El cambio que se da de la casa de patio con solar y pesebrera, a la casa moderna; o del rancho en paja del siglo XIX, al apartamento del conjunto cerrado, explica también en gran parte la evolución de la forma de pensar en dicha la sociedad.
La esfera de lo privado
Tanto la casa como la calle, constituyen la frontera que separa el espacio privado del espacio público. La casa, señala el espacio donde sucede la vida en familia; un espacio cerrado al que sólo se puede acceder dentro de las permisibilidades que desde su interior se impongan, o en palabras de Duby “La vida privada es por tanto, vida de familia, pero no individual, sino convencional, y fundada sobre la confianza mutua” 7.La calle en cambio, es el lugar de lo permisible, del encuentro; su extensión en el mundo urbano hacia el Café como lugar de encuentro, constituyó durante mucho tiempo el principal acto de socialización en la ciudad.
La privacidad, como espacio exclusivo de la vida familiar, se va volviendo más intenso, en la medida en que van apareciendo nuevas técnicas constructivas y el dominio del mundo urbano sobre el mundo rural, va permitiendo que la casa se vaya convirtiendo en un lugar sólo para habitar y vaya relegando a un segundo plano, aquella vieja función de habitar y trabajar en un mismo espacio. La casa cada vez se va dividiendo más, aparecen espacios para los miembros de la familia (el adentro ) y para los visitantes (el afuera); para los visitantes se aparece la sala y el recibo; para la familia, se establecen nuevas jerarquías que se relacionan directamente con el lugar que debe ocupar cada uno dentro de la casa. El padre y la madre normalmente circulan por todos los cuartos, pero su cuarto va ganando cierta independencia, en la medida en que va pasando el tiempo y este pasa a convertirse en un cuarto sólo para ellos; de igual manera van apareciendo espacios para las mujeres y espacios para los hombres
Con la aparición del mundo urbano, las antiguas pesebreras (caballerías y entradas de animales al solar) son remplazadas por las nuevas funciones que entra a cumplir la casa urbana. Los animales son expulsados de la ciudad y de la casa, lo cual lleva a una paulatina desaparición tanto del solar como de las pesebreras y a la aparición del nuevo rey de la ciudad: el automóvil que se apodera de la ella y en la casa aparece un cuarto para este: el garaje. Tanto el espacio público como el espacio privado, empiezan a re-edificarse sobre la base de sacar a la naturaleza de la ciudad; la ciudad anti-naturaleza se impone como modelo de urbanización y todo aquello que la relacione con el mundo rural, comienza a parecer cada vez más como clara señal de atraso. Los cerdos, y demás semovientes que antes hacían parte del paisaje cotidiano son desplazados a las afueras y la casa misma se construye cada vez más como una casa sin solares y sin lugares para ese dialogo campo ciudad que durante mucho tiempo predomino en las actividades cotidianas. En un balance hecho a principios del siglo XX para el nuevo alcalde de la ciudad, se enunciaba la necesidad de este cambio de la siguiente forma:
“Señor Alcalde.
Como sabemos
que usted es nuevo en esta ciudad y que por consiguiente no conoce nuestras
necesidades, nos permitimos apuntárselas a continuación:
Ranchos
de paja –Mucho se
habrá sorprendido de encontrar éstos en la plaza principal de la capital
del Tolima.
Calles
–Se necesita hacer cumplir un decreto por el cual
se obliga a todos los habitantes a barrer y desyerbar estos con frecuencia...
Camellones
– Le aconsejamos ande con mucho cuidado por la calle Real, porque el
día menos pensado se rompe una pierna; tal es la desigualdad de su empedrado.....”
8.
Este cambio mental que nos sugiere una ciudad cada vez más artificial y más lejana de la explotación agrícola varían también muchas de las formas de pensar y vivir la ciudad; el espacio domestico se transforma a partir de las nuevas construcciones que van apareciendo y la espacialidad del mismo se ve transformada también como consecuencia de los nuevos objetos que van apareciendo. En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Ibagué era una ciudad de pequeños ranchos de tapia y bahareque y los principales edificios públicos, eran casas grandes con pocos detalles arquitectónicos. En términos generales, era una ciudad con una arquitectura sumamente pobre, en gran parte como consecuencia de los permanentes incendios que había sufrido a lo largo de su historia, y fundamentalmente por que en ella a diferencia de otras ciudades colombianas, no se había establecido una elite que posibilitase otro tipo de arquitectura sino una elite sumamente campesina que se relacionaba de una manera indirecta con la ciudad y que permanecía gran parte de su tiempo en las grandes haciendas de su propiedad, en donde si construían grandes casas (figura 1).
Figura
1. Casa de la hacienda El Vergel.
En contraste con la precariedad de la arquitectura
urbana, en las grandes haciendas cercanas a la ciudad, aparecían
grandes casas, en las cuales se reflejaba el carácter terrateniente
de los ricos de la ciudad, quienes se negaron durante mucho tiempo
a habitar el casco urbano de una manera permanente.9 |
Isaac F. Holton, un viajero inglés, en su tránsito por la ciudad a mediados del siglo XIX, describía así la vivienda que habitó en la ciudad:
“En tres pequeñas piezas seguidas encontré la cama corriente, que consiste en un cuero estirado en un armazón de madera, igual a un tambor, lo cual era todo el mobiliario. El cuarto del centro tenía puerta y los otros ventanas iguales a las puertas pero con rejas, para abrirlas sin que nadie pueda entrar. Descargué el equipaje y colgué la hamaca en la sala. Me acosté, convencido de que era el único residente de la casa y dejé la puerta sin llave para que entrara Roque. Por la noche oí pasos y sonidos metálicos como si un fantasma estuviera arrastrando sus cadenas. Pero no era un fantasma sino un tipo que había llegado del campo y entraba al otro apartamento, y a cada paso sonaban las espuelas.
Por la mañana vi que había otros cuartos; en uno había una carpintería, y en otros, la dueña, que tenía tienda, hacia chocolate, pan, etc. Dos o tres cerdos entraban por la puerta principal hacia el patio de atrás siempre que les venia en gana; el zaguán servía de establo al caballo del visitante nocturno, y el animal gozaba de la misma libertad que tenían los cerdos para entrar y salir. Las gallinas salían volando por las ventanas de la sala cuando algo les llamaba la atención en la plaza. Es decir, reinaba la libertad, excepto para un gallo de pelea que estaba amarrado a una piedra en el patio. Al lugar donde iba a comer también concurrían otras personas, empleados jóvenes que se sentaban por lo general solos10.
En la anterior crónica de viaje se evidencia un espacio interior en Ibagué, caracterizado por una permanente falta de privacidad. La casa es para todos, incluyendo animales y visitantes; es un lugar para estar todo el día, para habitar y trabajar, y aunque es de suponer que en las casas en las que no se cedían cuartos en alquiler la privacidad era mayor, de todas formas un tipo de construcciones, tan ligado al mundo rural y a la explotación agrícola, sugiere que la privacidad sólo se lograba en algunas habitaciones, pero que en general la casa seguía siendo un espacio de circulación de personas, especialmente de criados. De otra parte las casas generalmente estaban integradas a locales comerciales, pues el habitar y el trabajar, generalmente convivían en un mismo espacio. La construcción estaba en manos de albañiles, formados en la practica del mismo oficio y los materiales más empleados en su construcción eran piedras, tejas, adobes, cañas, maderas. El ladrillo se fabricaba en los tejares de la ciudad, cerca de la quebrada El Tejar; la madera se empleaba en andamios y especialmente en puertas, ventanas y techos. Era practica común hasta las primeras décadas del siglo XX, el utilizar hojas de algunas variedades de palma (murrapo), iraca o paja para entechar las casa, a pesar de lo propicios que resultaban estos materiales para los incendios (figura 2 ).
Figura
2. Ranchos en paja y bahareque.
Este tipo de arquitectura, fue determinante en el paisaje urbano
de Ibagué hasta comienzos del siglo XX. En la calle se ve todavía
la marcada tradición campesina de un pueblo que apenas aspira
a convertirse en ciudad. 11 |
Hacia principios del siglo XX, en la ciudad se comienza a vislumbrar el arribo de nuevas construcciones. El Cabildo construye un edificio más amplio, y la aparición del cemento y el hierro, permiten la construcción de grandes edificios como el teatro Torres y de casas de dos y tres pisos con mayor resistencia y con una cada vez más marcada división de los espacios interiores.(figura 3)
Aparece la casa de patio central, y alcobas en galería con corredor y salón y un salón de recibo que separa a los visitantes de otros espacios reservados sólo para la familia (figura 4).
Figura 3. Casa de dos pisos con patio entral y local comercial. 12 | Figura 4. Espacio interior. En las primeras décadas del siglo XX, la casa de patio central se comienza a configurar como modelo de una nueva espacialidad que separa claramente al espacio privado del espacio público13. |
Al igual que en otras ciudades del país aparecen las casonas en el centro histórico, tal y como lo señala Jaime Salcedo:
“...El interés en proteger la privacidad de la casa y, a la vez, el obtener rentas de los locales comerciales anexos, hizo desarrollar las casonas d
e dos plantas en el marco de la plaza, sobre las calles principales y en las esquinas, mientras que las casas más retiradas o las que, por subdivisiones prediales o por adjudicación diferente de los solares (cuatro por cuadra, p.ej.) daban a la mitad de la cuadra y no hacían esquina, se mantuvieron como casas bajas”14.
A diferencia de otras ciudades colombianas como Bogotá o Medellín, en donde desde finales del siglo XIX parece una arquitectura urbana de mucha calidad, relacionada con el progreso industrial; en Ibagué este proceso es mucho más lento y es sólo hasta los años cuarenta que aparecen con fuerza, nuevos materiales como griferías, aparatos sanitarios, aparatos eléctricos, el agua domiciliaria, etc. Desde los años treinta, El Instituto de Crédito Territorial (ICT)y el Banco Central Hipotecario empiezan a financiar la construcción de casas para los nuevos habitantes urbanos, especialmente para empleados: bancarios, almacenistas, empleadas domesticas, obreros, empleados oficiales, almacenistas; y profesionales. Estos personajes, generan una nueva relación con la ciudad y pensando en ellos se genera un tipo de vivienda que se independiza completamente del modelo rural de casa- solar, o casa- pesebrera, Aparecen los barrios obreros y desde finales de los años treinta aparecen las casas en serie financiadas por El Instituto de Crédito Territorial o por el Banco Central hipotecario. Dentro de las transformaciones que se dan en torno a la vivienda en la primera mitad del siglo XX, el zaguán se separa por una nueva puerta que sirve como espacio de transición entre el espacio público y el espacio privado, era una forma de mantener la puerta más exterior a la calle abierta, en disposición de recibir visitantes, pero conservando el sentido de privacidad que brindaba la puerta ubicada entre el zaguán y el patio. Silvia Arango, en su libro La Arquitectura en Colombia, señala para aquella época las siguientes tipologías de vivienda:
“La casa tipo que en esta época se propaga puede describirse así: a) dos patios interiores: uno de recibo ornamental generalmente adornado con flores y otro interno, de servicio; b) un salón compuesto de uno o varios espacios, con ventanas a la calle pero al cual se accede directamente, a través del patio principal; c) un comedor en el centro de la vivienda separando los dos patios, generalmente destacado por un tratamiento diferente en sus muros y abierto con vidrieras al patio principal; d) una serie de alcobas generalmente alineadas y comunicadas entre si y a la vez con los patios y corredores, y e) unos espacios de servicio: una cocina grande ( compuesta de uno o varios espacios) y un W.C” 15.
En Ibagué hacia los años cuarenta, los ricos abandonan poco a poco el centro de la ciudad y van poblando la periferia y construyendo viviendas urbanas de muy buena calidad, tal y como sucede inicialmente en el barrio Interlaken y más tarde Cádiz, Piedra pintada, el Vergel y así sucesivamente, a medida que el crecimiento urbano los va llevando a disponer de nuevas áreas para construir una vivienda que los diferenciara claramente del resto de los habitantes de la ciudad.(figura 5).
Figura 5. Título. Barrio Interlaken. Modelo de la nueva arquitectura urbana para “clase alta”, por fuera del centro histórico16. |
Es también hacia los años cuarenta, que La arquitectura se consolida como profesión y son los arquitectos los que impulsan un nuevo tipo de Arquitectura, que va en contravía de las tradicionales casas de una planta construidas por albañiles con contratos directos con quien seria su habitante y propietario. En los años cuarenta y cincuenta, se da inicio a l proceso de construcción de apartamentos para la clase media, ubicados en el centro de la ciudad en el espacio que iban dejando las casas antiguas al ser demolidas. Estos apartamentos a los que se denominaba como el prototipo de la “arquitectura moderna”, constituyen el punto de partida de la construcción de gran cantidad de viviendas hechas sólo para habitar y con la función de convertirse en un espacio cada vez más cerrado hacia las personas ajenas a la familia; en gran parte este tipo de apartamentos son el inicio de una frontera cada vez más fuerte entre el mundo de lo público y el espacio privado que representaba la vida familiar.
En esta misma época, la vivienda adquiere una nueva dimensión espacial, y desde los años cincuenta se imponen parámetros de vivienda media relacionados con la condición social de sus habitantes. Según la Misión Currier que contrató el Gobierno nacional, para asesorar la economía colombiana, se recomendaban los siguientes tamaños de vivienda para cada “categoría social”:
“33 m2 para el campesino de regiones atrasadas; 40 para el campesino promedio; 60 al pequeño agricultor y al empleado urbano; 66 para el trabajador urbano; 100 para el trabajador calificado, propietario mediano o de la clase media superior; 200 para los pudientes rurales y, 300 m2 para la categoría de los muy pudientes rurales17.
Este tipo de distribución espacial por “categoría socia”, respondía en gran parte a la presión que sobre el suelo urbano iban ejerciendo los migrantes que como consecuencia de la violencia bipartidista de mediados de siglo (Guerra Civil), se vieron desplazados de sus tierras y obligados a vivir en la ciudad. Este fenómeno que se dio en gran parte del país tuvo un especial acento en Ibagué, ciudad que en las décadas siguientes vería invertir su población, al pasar de un 30% de población urbana y un 70 % de población rural en los años treinta, a un 80% de población urbana y un 20% de población rural en los años noventas. Sin embargo, este cambio poblacional, se da en una ciudad, que no estaba preparada para recibir tanta gente, y por tanto , los nuevos habitantes se ven obligados a habitar malamente en tugurios ubicados tanto en las afueras de la ciudad, como en las riberas de los ríos y quebradas. De la misma manera, muchas de las viejas casonas del centro de la ciudad son divididas en inquilinatos en donde cada pieza entra a convertirse en una vivienda para una familia.
Paralelamente a este proceso de degradación de la vivienda de los migrantes, las autoridades municipales empiezan a construir gran cantidad de viviendas en serie para resolver el déficit existente en la ciudad (figura 6).
Figura 6. Urbanización La Martinica. Modelo de casas en serie que se ha venido imponiendo en las ciudad desde los años sesenta18. |
Aparecen gran cantidad de “barrios populares”, en los que en un espacio mínimo se intenta resolver los problemas de espacio de familias generalmente numerosas. En este tipo de viviendas, la distribución espacial estaba compuesta por dos o tres habitaciones, más sala-comedor, cocina y patio de ropas y aunque las dimensiones de los espacios eran pequeños se podía vivir cómodamente, e incluso el viejo modelo de local comercial de la casa de principios de siglo, empieza aparecer a partir de la adaptación de un local para venta de víveres en la sala principal. Este modelo de vivienda y el de apartamentos en serie construidos en bloques verticales, constituyen el modelo de vivienda que se terminaría imponiendo en los sectores populares durante las décadas venideras. A pesar de que el espacio interior de estas “viviendas populares” era de circulación limitada, los lazos de vecindad existentes entre estos habitantes, llevaron a que la privacidad de la casa se diera en términos de una permanente relación con sus vecinos. Sin embargo esta circulación de vecinos que permite la “casa popular”, se va perdiendo cada vez más en el apartamento en serie para sectores populares, en donde la condición de espacio privado se reduce cada vez más al ámbito familiar. Algo similar a lo que para Francia enunciaba Jacques Pezeu- Massabuau:
“A la armoniosa vecindad del antiguo vecindario la sucedió un paisaje social uniforme: la gente vive rodeada por los de su misma clase, y cualquier incursión en el barrio “diferente” se ve acompañada de una profunda sensación de destierro.”
Se ha operado pues un cambio en la mentalidad, el cual debe encontrar la manera de expresarse en la acción, en unas prácticas habitacionales cotidianas diferentes, y he aquí, que el arquitecto ofrece una salida con el edificio de apartamentos.....
Pag 63 ...En el edificio logra exactamente ese efecto aislante entre la vivienda, el espacio privado y la calle al “edificar el aire”; en él la vivienda deja de llamarse casa y pasa a llamarse apartamento, palabra que viene de apartado (apartar, separar), según el diccionario”19.
El apartamento en términos generales, es decir tanto el apartamento que se construye para sectores populares, como el que se construye para sectores medios y altos, se adapta cada día más a esa intencionalidad de separar (figura7 y 8).
Figura 7. Edificios de apartamentos en el centro de la ciudad20. | Figura
8. Apartamentos de clase alta en la
periferia de la ciudad21 |
Primero se separan sectores poblacionales, pero cada vez de una manera más intensa se va convirtiendo en el artífice del aislamiento de la ciudad en las últimas décadas, ya que tanto el apartamento como las casa en conjuntos cerrados, va cumpliendo cada vez más la función de servir de soporte a una sociedad que vuelve a replegarse en la vida familiar de carácter nuclear. La casa se convierte cada vez más en el prototipo del espacio privado y dentro de ella empieza a parecer como un personaje anónimo, un nuevo habitante que centra su vida entre el trabajo y la casa . Un habitante que incluso se niega a la ciudad, que las desterritorializa al negarse a dialogar con ella, pues el recorrerla se le vuelve cada ves más molesto porque ve la ciudad como un espacio que cada vez lo invita menos al disfrute con sus calles y parques, tal y como sucedía en la ciudad de comienzos de siglo. El trafico descontrolado y la violencia urbana, contribuyen a esta negación de la ciudad y aun encerramiento cada vez más fuerte ya no sólo entre la frontera de la casa y la ciudad, sino que entre ambos aparece una especie de espacio neutro , semi-publico y semi-privado que permite un dialogo sólo entre residentes vecinos y que se consolida en lo que hoy conocemos como conjunto cerrado. En Ibagué, cada vez se evidencia más una tendencia a edificar casas o apartamentos cerrados a todo lo que venga de afuera; es como si el tránsito de una mentalidad sumamente campesina, a una mentalidad más urbana, acaecido en los últimos cien años, se expresara en la defensa cada vez más fuerte del espacio privado y en la construcción de viviendas cada vez más desconectadas de la sociedad en la cual se producen.
1 Ver. Febvre, 1959, p.4
2 Duby, 1999, p.45
3 Burke, 2001, p.12
4 Febvre. 1974, p.232
5 Le Roy Ladurie. 1988, p.583-595
6 Cabrera Infante, 1999
7Duby. 1988, p.94
8 El Renacimiento. Ibagué, 8 de julio de 1805. Nº 8, p.3
9Tolima 7 días, 2002, p,70
10 Holton, 1857
11 Foto Camacho. Archivo audiovisual del Banco de La República.
12 Ruiz, 1991,p.193
13 Tolima 7 días, 2002, p,40
14 Salcedo. 1996, p.93
15 Arango, 1989
16 Tolima 7 días, 2002, p,40
17 Pardo Pardo.. 1972, p.528
18Tolima 7 días, 2002, p,108
19 Pezeu-Massabuau. 1988, p.60
20Tolima 7 días, 2002, p,38
21Tolima 7 días, 2002, p,68
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