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Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VII, núm. 146(077), 1 de agosto de 2003 |
FORMAS DE CRECIMIENTO URBANO EN BOGOTÁ: PATRONES URBANÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS EN LA VIVIENDA DIRIGIDA A SECTORES DE BAJOS INGRESOS
Doris Tarchópulos
Sierra
Olga Lucía Ceballos
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia
Formas de crecimiento urbano en Bogotá: patrones urbanisticos y arquitectónicos en la vivenda dirigida a sectores de bajos ingresos (Resumen)
El deterioro cualitativo de la espacialidad arquitectónica y urbanística de la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos en Bogotá obliga a reflexionar sobre los patrones que la configuran, con el objeto de aportar pautas para el diseño y la normativa tendientes a su mejoramiento y corrección. Para ello, se parte de una aproximación comparada entre las formas de crecimiento urbano, según los procesos urbanos planificado y no planificados, que han consolidado dichos patrones en la periferia bogotana durante los últimos veinte años. De esta forma, se examinan diversas categorías de análisis tales como las conexiones, el viario, el parcelario, las características urbanísticas, los tipos edificatorios y las características arquitectónicas, así como su relación con la normativa y las disposiciones de planeación.
Urban growth forms in Bogotá: urbanistic and architechtural patterns in the housing for low income population sectors (Abstract)
The qualitative deterioration of the architectural and urban space of the low income dwelling in Bogota, obliges to explore the patterns that configure it, with the purpose to provide design and planning guidelines to intent to improve and correct these tendencies. For that, start out an approximation compared among the urban forms of growth, according to the planned and not planned urban processes, that have consolidated peripheral physical patterns during the last twenty years. In this way, diverse categories of analysis are examined such as the connections, the roads, the land property division, the urban characteristics, the build types and the architectural characteristics, as well as their relation with the regulation and the dispositions of planning.
El interés en desarrollar este trabajo parte de reconocer problemas relacionados con el deterioro cualitativo del alojamiento social producido en los últimos años en Bogotá. Entre los principales factores que lo determinan están: el descuido de la reflexión sobre la vivienda y la planeación de la ciudad, la cesión del Estado al sector privado de la producción y el financiamiento de la vivienda sin mecanismos de control de la calidad, la imposibilidad de un gran sector de la población de acceder a los esquemas formales de vivienda y el acelerado crecimiento urbano espontáneo[1].
La pérdida de importancia de la reflexión sobre el diseño de la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos, desde la arquitectura y el urbanismo, se ha debido en gran medida a la concepción de la planeación de la ciudad desde la óptica económica, lo cual ha originado problemas estructurales que han conducido a unas formas de crecimiento urbano guiadas exclusivamente por la racionalidad del mercado. Esta circunstancia se ha acentuado en la medida en que el Estado colombiano cambió su papel como promotor de vivienda al dejar libre la ejecución y financiación de los proyectos en manos del sector privado.
Sin embargo, el descuido del tema no sólo ha tenido que ver con las instituciones del Estado, encargadas de la vivienda y la planificación en el país, las cuales durante su trayectoria promovieron una continua reflexión teórica y técnica frente al diseño urbano, arquitectónico y constructivo sobre la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos. También implica a la academia ya que la producción de conocimiento y la docencia a este respecto han estado distantes del tema. Como consecuencia, en cuanto a la investigación se reconoce que los esfuerzos en este sentido no han tenido continuidad, han sido aislados y no han contado con la divulgación adecuada. Frente a la docencia, los planes de estudio de las Facultades de Arquitectura no han enfatizado el área de urbanismo y vivienda, presentando una participación muy reducida. Al mismo tiempo, no ha existido un vínculo suficientemente sólido entre la investigación y la docencia en la materia (Saldarriaga, 1996).
Adicional a lo expuesto, han existido dificultades para afrontar la creciente necesidad de alojamiento. Las fuertes tendencias de crecimiento urbano de las últimas décadas han desbordado, en su momento, la capacidad de los sectores público y privado para atender las carencias de vivienda. En consecuencia, ha existido un incremento en el número de familias[2] urbanas en situación de déficit, que para 1993 ascendía a 1.945.662, de las cuales 813.658 necesitaban una vivienda nueva debido a los materiales inadecuados o a convivir con otras familias y 1.132.005 presentaban carencias cualitativas en términos de hacinamiento, dotación de servicios básicos y materiales inadecuados (Fresneda, 1997).
Es en este panorama en el que empieza a operar el esquema adoptado desde 1991 para la producción del alojamiento dirigido a la población de bajos ingresos, en el cual el Estado asume una forma de operación orientada desde la perspectiva del subsidio a la demanda basada en mecanismos del mercado, cambiando así su papel de promotor a facilitador de la oferta y la demanda. En este contexto se han venido ejecutando las políticas de alojamiento mediante el desarrollo de diversos proyectos de soluciones de Vivienda de Interés Social, sin que existan mecanismos para el aseguramiento de su calidad en términos de habitabilidad, a escala urbana y arquitectónica, tanto en el ámbito nacional como en el municipal. Al mismo tiempo, no se ha evaluado la efectividad de la espacialidad producida bajo el nuevo esquema para abatir el déficit.
Pero también, desde los años cuarenta, gran parte de la población de bajos ingresos, ante la imposibilidad económica de ser demandantes solventes de vivienda en los esquemas formales, ha resuelto su necesidad de alojamiento mediante procesos de autoconstrucción en desarrollos clandestinos, cuya característica general es la de no reunir condiciones de habitabilidad. Esta forma de remediar el problema del alojamiento en las grandes ciudades, también ha sido objeto de intervenciones por parte del Estado a lo largo del tiempo, mediante su legalización e inversiones en materia de dotación de servicios públicos e infraestructura vial, al igual que el otorgamiento de subsidios estatales de mejoramiento de sus críticas condiciones habitacionales a escala arquitectónica y urbanística.
Estos dos modos de producción formal e informal han configurado unas formas de crecimiento urbano, reflejo de la predominancia de una racionalidad basada en la utilidad individual de ambos mercados, las cuales han incidido negativamente en la habitabilidad y en las condiciones de vida de la mayoría de la población urbana. No obstante, la reciente reivindicación de la función pública del urbanismo inicia una nueva era de la planeación urbana a través de los Planes de Ordenamiento Territorial. Al entender el territorio como factor de desarrollo, se retoma el protagonismo para la arquitectura y el urbanismo, en términos de corregir los aspectos negativos de los patrones que han consolidado las formas de crecimiento de las ciudades en los últimos años.
Los procesos urbanos y la vivienda normal y clandestina en Bogotá
Los desarrollos clandestinos han aportado un peso importante al crecimiento desordenado de la ciudad. Los estudios muestran cómo en el período comprendido entre diciembre de 1986 y enero de 1991 este tipo de desarrollo ocupó 2.218,07 ha, a razón de 304,49 ha/año, representando un 41,69 % del total de la expansión territorial, de los cuales el 94,4 % se desarrolló por fuera del perímetro urbano (Jiménez, 1993). Según cálculos recientes realizados en el Plan de Ordenamiento Territorial, que toman como promedio los últimos once años, la proporción de este tipo de desarrollos ha sido de 44,06 % del crecimiento total de la ciudad (DAPD, 2000a).
La consolidación del proceso urbano de este tipo de desarrollos en terrenos aislados y no urbanizables, depende de las inversiones paulatinas de los habitantes en la autoconstrucción de sus viviendas, con lo cual el logro de relativas condiciones de habitabilidad en la escala urbana y arquitectónica se obtienen a largo plazo. Pero también está supeditado a la capacidad de autogestión de la comunidad, en la medida en que de ella dependen la regularización y dotación de servicios públicos domiciliarios. Sin embargo, la forma urbana que se acaba configurando, presenta similitudes a las de los barrios de vivienda social en la medida en que se utiliza y se disponen los lotes de forma parecida (Cortés y Salazar, 1993). Así, la vivienda de origen clandestino es una opción viable que compite con la oferta formal, al brindar una calidad potencial al alcance de un gran sector de la población.
La legalización de estos barrios ha implicado el reconocimiento de situaciones de hecho en un proceso consolidado, por el cual las exigencias del cumplimiento de normas de habitabilidad queda muy limitado. Asimismo, una de las acciones del Estado ha sido el mejoramiento de vivienda, a través del cual se ha pretendido subsanar deficiencias de las condiciones básicas de habitabilidad tales como la ausencia de servicios públicos domiciliarios, espacio habitacional mínimo, estabilidad de las estructuras, calidad de la construcción y accesibilidad.
De otra parte, los barrios de Vivienda de Interés Social, desarrollados desde inicios de los noventa, también han incidido en el crecimiento urbano de la periferia bogotana. Su construcción por iniciativa individual en predios de diversas formas y tamaños, bajo el simple cumplimiento de normas regidas por la racionalidad del mercado, a la larga, ha consolidado una periferia deficitaria de equipamientos y espacio público, y con insuficientes conexiones con la ciudad. La tipología edificatoria utilizada ha estado condicionada por los precios de venta de las soluciones de vivienda, los cuales a su vez influyen en el tamaño de los lotes, en la forma de las manzanas y del trazado del barrio. La mayoría de los desarrollos han sido en la modalidad de bifamiliares o de agrupación, entregando programas arquitectónicos incompletos, los cuales al ser ineficientes en términos de área y distribución espacial propician la transformación de las viviendas por sus propietarios repercutiendo en el deterioro de las ya escasas condiciones de habitabilidad (Uribe, Duque y Tarchópulos, 1993).
Por lo tanto, el interés por observar los patrones urbanísticos y arquitectónicos en la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos, parte de inquietudes sobre las deficiencias de la planeación, la normativa y el diseño, las cuales han repercutido en la construcción de una ciudad periférica deficiente. En consecuencia, este trabajo busca responder preguntas acerca de la relación entre la normativa urbana, su evolución y los patrones, al igual que sobre los factores que los determinan y la posibilidad de definir pautas tendientes a corregirlos, es decir, guías para el diseño y la normativa de la vivienda social en Bogotá que garanticen condiciones de habitabilidad. Ello, partiendo de un supuesto según el cual existen patrones urbanísticos y arquitectónicos de características similares y constantes que han incidido en una calidad deficiente, pese a las diferencias de gestión que las promueven[3].
Así, el aporte disciplinar que aquí se propone consiste, por un lado en caracterizar los patrones presentes en los barrios de origen normal y clandestino en las dos últimas décadas y determinar su relación con la normativa urbana que los propicia o legitima, asumidos como la manifestación de una forma de crecimiento urbano, mediante la aproximación desde la teoría y metodología desarrolladas por el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona, LUB. Por otro lado, se definen pautas para la normativa y el diseño de la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos, que aseguren unas condiciones de habitabilidad en ambas escalas. Esto último, basado en las patologías expresadas en los patrones, susceptibles de ser corregidas mediante la adopción y aplicación de criterios de planeación y de diseño.
El estudio se circunscribió a la información disponible de trabajos previos sobre la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos en Bogotá, realizados durante las dos últimas décadas. Específicamente, de aquella que diera cuenta de las condiciones espaciales a escala urbanística y arquitectónica y que fuera homologable para el desarrollo del análisis. Así, fue posible obtener resultados sobre una muestra, que fueron comparados con los hallazgos de los estudios precedentes según las gestiones que se observaron (Molina, Salazar y Salguero, 1983; Saldarriaga y Fonseca, 1982; Cortés y Salazar, 1993; Jiménez, 1994; DAPD, 2000a; Carvajalino y Avendaño, 2000).
Para el logro de los fines propuestos, en primera instancia se identificaron los patrones urbanísticos que subyacen en los procesos urbanos planificados y no planificados mediante la observación de los barrios de orígenes normal y clandestino aparecidos durante las dos últimas décadas[4]. Igualmente, el patrón arquitectónico original y el resultante de las transformaciones en la vivienda de los barrios de orígen normal, así como el derivado del proceso de consolidación en los de origen clandestino. Una vez alcanzados los anteriores objetivos, se estudió la relación de la normativa aplicada con los patrones y se determinó las similitudes y diferencias entre éstos.
Las formas de crecimiento urbano en Bogotá
Los estudios previos sobre el crecimiento de Bogotá entre 1910 y 2000 (Molina, Salazar y Salguero 1983; Saldarriaga y Fonseca 1982;Cortés y Salazar 1993; Jiménez 1994; DAPD 2000a; Avendaño y Carvajalino 2000; Uribe, Duque y Tarchópulos 1993, Tarchópulos y Ceballos 2000) constituyen un soporte referencial en la medida en que aportan información de base respecto a los patrones y sus tendencias, según la gestión. Así, los patrones urbanísticos en la vivienda dirigida a los sectores de bajos ingresos, ya sean de origen clandestino o normal han conservado las características esenciales que los hace similares entre sí, al mismo tiempo que las que los diferencia. Pese a que corresponden a procesos urbanos diferentes: Urbanización-Parcelación-Edificación-UPE- ejecutado mediante etapas consecutivas en la gestión normal y Parcelación-Edificación-P-E- desarrollado de forma progresiva en la informal, las formas urbanas que han consolidado en el tiempo presentan características similares. Ello, debido a que ninguna de las gestiones ha obedecido a una planificación urbana y a que la noción de la misma contenida en la norma es precaria, lo que hace que la definición de las condiciones urbanísticas sea el resultado de una gestión individual que busca tierra barata y el máximo aprovechamiento del suelo.
Si bien los barrios de origen clandestino han aparecido en áreas mucho más periféricas y aisladas, con el tiempo, el crecimiento de la ciudad y la consolidación de su proceso tipológico acaba por convertirlos en un barrio más, aunque sigan presentando deficiencias en términos de vialidad y dotación de espacio público y equipamiento, no obstante la racionalidad que persiste en la organización espacial es similar a la de los barrios de origen normal. Al respecto, se advierte también un patrón del trazado subordinado a la acomodación de las manzanas en forma de barra, cuyas dimensiones son resultantes del tamaño de los lotes, que en el caso del origen normal evidencia la ausencia de exploración sobre nuevas tipologías de vivienda. Por último, el proceso tipológico y la distribución espacial de las viviendas que se consolidan en los barrios de origen clandestino, no presenta grandes variaciones en los últimos años, al parecer debido a la permanencia de las mismas proporciones en el frente y el fondo del lote.
El fragmento: patrón de configuración de la periferia bogotana
A través del análisis de la muestra, fue posible identificar los patrones urbanísticos de los barrios de origen normal y clandestino, así como encontrar similitudes y diferencias de acuerdo con la gestión. Las conclusiones derivadas del análisis morfológico y urbanístico, son comparadas con los hallazgos de los estudios precedentes, en la medida en que permiten afirmar las permanencias o evidenciar las variaciones sobre los patrones aquí encontrados. Así, es posible afirmar que existe un único patrón urbanístico, independientemente de los procesos de urbanización que rigen para los orígenes normal y clandestino. Este se caracteriza por la conexión con la ciudad de acceso aislado o ramal a una sola vía del Plan Vial, a la cual se accede por medio de canales de penetración definidos por una o varias vías de carácter barrial, las cuales pese a ser conectadas o aisladas entre sí, no configuran una red vial a escala zonal. Esto se debe a la agregación indiscriminada de barrios de diversos tamaños cuyo desarrollo se rige por la iniciativa individual y por una lógica de distribución espacial basada en la máxima explotación del suelo, no ajustada a criterios de planeamiento urbano, ni a consideraciones técnicas de distribución espacial e implantación.
Lo anterior se expresa, a escala ciudad, en una forma de crecimiento urbano —de plato roto— por fragmentos incompletos e inconexos de tamaño variable, propia de la periferia bogotana de los últimos veinte años, lo cual confirma la persistencia de los hallazgos de los estudios precedentes en lo que al origen clandestino se refiere (DAPD, 2000a; Cortés y Salazar, 1993). Sin embargo, se presume una diferencia entre los desarrollos de origen normal de los años setenta con los de los ochenta, en la medida en que el proceso de urbanización de los primeros constituía una forma de crecimiento de naturaleza distinta por su racionalidad económica y social, su forma de relación con la malla urbana y su estructura espacial, la cual respondía a Procesos de Urbanización Planeada (Molina, Salazar y Salguero, 1983).
De los hallazgos que aquí se aportan se deduce entonces, que pese a que los desarrollos de origen clandestinos han obedecido a un proceso de urbanización no planificado -P-E-U, el cual es inverso y antagónico en términos constructivos y de planificación con el de los de origen normal –UPE-, ambos han acabado configurando una misma forma de crecimiento. Con mayores deficiencias primigenias en el origen clandestino, pero que acaban siendo relativamente suplidas en la medida en que se completa su proceso constructivo y su inserción urbana. Esto confirma los problemas estructurales en la planeación y construcción de la ciudad (Alcaldía Mayor de Bogotá, DAPD, 2000a), haciendo suponer que la racionalidad que ha originado ambos tipos de desarrollo ha sido la precaria renta del suelo mediante la captación de una demanda de vivienda que se enmarca entre las dos ofertas, según su capacidad de pago. Ello, en razón de que en el origen normal se evidencia una falta de indagación sobre modelos alternativos de distribución y ocupación del suelo, que permitan generar desarrollos de vivienda que se integren a la ciudad y ofrezcan las calidades espaciales adecuadas.
A escala zonal, el patrón se manifiesta en la ausencia de un sistema vial de escala intermedia, que articule el tejido urbano y genere alternativas de desplazamiento desde y hacia los barrios mediante conexiones jerarquizadas con el sistema vial general. Ello, concuerda con resultados de estudios anteriores en los que se denuncian los problemas derivados de la carencia de una malla vial intermedia tanto en la ciudad consolidada como en la periferia (DAPD, 2000a). Además de la deficiencia de planificación que acusa esta situación, la falta de integración de los desarrollos de origen normal, al tejido circundante tiene otras causas como puede ser la búsqueda de la disminución de los costos de urbanismo mediante la reducción al mínimo del viario requerido para la conexión al sistema vial, haciéndolo por medio de las vías resultantes de la agregación de otros barrios. En el caso de los clandestinos, por la extensión precaria de vías o carreteras existentes que con el crecimiento de la ciudad por la adición de barrios, terminan configurando las mismas características ya enunciadas.
Las peculiaridades de conexión con la ciudad y con el tejido circundante observadas en el patrón, coinciden con los hallazgos de diagnósticos recientes (DAPD, 2000a) con relación a la nueva ciudad de periferia, en la cual se desarrolla un crecimiento fragmentando, predio a predio, sin ninguna coherencia entre sí. Este crecimiento produce desde su inicio áreas incompletas, con una baja o nula dotación de equipamientos zonales, cuyas deficiencias deben ser subsanadas con posterioridad a su desarrollo con las consecuentes dificultades y sobrecostos.
Adicionalmente, lo anterior tiene directa relación con la desarticulación existente entre los barrios y la malla urbana circundante, debido a que su trazado es el resultante de la distribución y ocupación del área privada desconociendo por completo la disposición previa o posterior de los trazados colindantes. En los barrios de origen normal, es una característica que prevalece a pesar de la exigencia normativa de dotarlos de continuidad vial. Esta circunstancia se agrava al existir la modificación en los perfiles de las vías entre barrios, pasando de vías vehiculares a peatonales, lo que dificulta aún más la accesibilidad. Cabe anotar que, pese a que para los años ochenta prevalecía el crecimiento por conjuntos o agrupaciones, los cuales son dirigidos a la población de medios y altos ingresos (DAPD, 2000a), la predominancia de esta modalidad en desarrollos unifamiliares, al parecer se viene a manifestar en la Vivienda de Interés Social producida por el sector privado sólo hasta los años noventa.
A escala barrial, y consecuente con lo que sucede en las escalas superiores, el patrón se evidencia en la ocupación de suelo en forma de tapiz con manzanas rectangulares alargadas de 24m de ancho y de proporción 1:3 y 1:4 subordinadas a la agregación de lotes de forma pareada. Así, el lote condiciona la morfología de la manzana y del trazado, cuyo frente es mayoritariamente de 6m en ambos orígenes, aunque en el normal la modalidad de vivienda bifamiliar propicia su división en dos, lo cual repercute en el aumento de densidades. La distribución y ocupación del suelo mediante este tipo de manzanas es indiscriminada, sin una lógica de continuidad vial, en el origen normal, con lo cual es posible lograr la mayor explotación del suelo. Por lo tanto, la alta vialidad responde a las dimensiones de la manzana, puesto que las vías de acceso a las viviendas, de carácter peatonal, se desarrollan como una cinta perimetral a las mismas.
Lo anterior indica que en el origen clandestino sigue prevaleciendo la racionalidad especulativa expresada en la tendencia a la máxima explotación del terreno, expuesta en investigaciones previas (Molina, Salazar y Salguero, 1983), la cual también se manifiesta de forma similar en el origen normal. Ello además se refleja en las coincidencias con otros estudios, en lo referente a la persistencia del tamaño y proporciones de los lotes, los cuales definen la manzana en forma de barra y el trazado, repercutiendo en una alta vialidad (Cortés y Salazar, 1993). No obstante, no se observaron lotes con dimensiones menores a 5m de frente, lo cual indica que los tamaños más pequeños registradas en los años ochenta en otros estudios, podrían ser casos atípicos(DAPD, 2000a: 74-75). Así, el área del lote cercana a los 72m² se sigue manteniendo desde los hallazgos sobre este aspecto en los estudios sobre este tipo de desarrollos en los setenta (Molina, Salazar y Salguero, 1983), aunque también se confirma la tendencia a su disminución hasta 5m de frente y 11m de fondo coincidiendo con los resultados sobre los desarrollos clandestinos de los años noventa (Jiménez, 1994).
En dicho origen no existen cesiones públicas. Los espacios libres que son asumidos como tal en los planos de legalización, son áreas residuales resultantes de la distribución de las manzanas. Pero también la acomodación de las manzanas afecta la ubicación y la forma de las zonas de cesión en el origen normal, lo cual se presenta sobre los bordes de la parcela o en áreas con un menor potencial de aprovechamiento para la construcción de viviendas, ya sea por la pendiente o la irregularidad de los límites. Aunque las cesiones públicas poseen acceso sobre vías vehiculares, se evidencia una falta de criterio sobre la conformación y agrupación espacial, o la orientación de las manzanas que las bordean. Además en ninguno de los dos orígenes existe dotación de equipamiento comunitario. Estas particularidades del patrón igualmente concuerdan con las que se registran en trabajos anteriores sobre las características del espacio libre por la absorción de las irregularidades de la topografía y como resultante de la distribución caprichosa de las barras (Molina, Salazar y Salguero, 1983; Cortés y Salazar, 1993), pero también en cuanto a la dotación equipamiento comunitario (Cortés y Salazar, 1993 y DAPD, 2000a)
Las densidades de los barrios de origen normal y clandestino responden a factores diferentes. En los primeros, se obtiene por medio de la reducción del área destinada a cada unidad de vivienda, mediante la figura del bifamiliar, a costa de utilizar altas proporciones de ocupación y vialidad. En los segundos, por el aumento del área útil en detrimento del porcentaje destinado a cesiones públicas, aunque esta puede ser mayor a la registrada, en la medida en que existe la tendencia a que se desarrollen dos programas por vivienda. Sin embargo, se confirman persistencias sobre este tema en el origen clandestino en la medida en que se encontraron densidades prediales semejantes a las halladas en estudios previos (Jiménez, 1994)
La tipología edificatoria: expresión espacial de los procesos urbanos
El análisis tipológico resaltó características relativas a la evolución, ocupación, organización espacial y funcional de las viviendas, haciendo posible definir similitudes y diferencias entre los tipos estudiados. Estos resultados también se comparan con los de los estudios previos para determinar persistencias o cambios en los patrones.
Así, son dos patrones asociados con los procesos de urbanización planificados y no planificados que sin embargo comparten la misma naturaleza en cuanto a la búsqueda del máximo aprovechamiento del lote. En este sentido, un patrón corresponde a los barrios de orígenes normal y otro a los de origen clandestino, asociados al tamaño de los lotes respecto al área de desarrollo de la vivienda. En el patrón del origen normal es la vivienda bifamiliar en hilera. Se desarrolla en un lote de proporción 1:2 de 6m de frente por 12 m de fondo, de sistema estructural y propiedad compartidos én un área de desarrollo de 3m de frente por 12m de fondo. Constituye una etapa intermedia en la mutación del tipo edificatorio de la vivienda unifamiliar desarrollada en loteo individual hacia lo que coloquialmente se ha denominado multifamiliar acostado. Este último se caracteriza por la subdivisión en superficie de la propiedad en muy pequeñas porciones, para el desarrollo de programas de vivienda individual con acceso directo desde la calle en bloque continuo que se aísla por el costado posterior de otros y cuenta con elementos constructivos en copropiedad.
El proceso evolutivo de la edificación hace que desde su origen tengan una mayor definición formal y espacial a escala de ciudad, ya que la vivienda entregada constituye una primera imagen urbana. Así, las variaciones de la forma urbana disminuyen en la medida en que sea mayor el desarrollo de la vivienda inicial. En los barrios con vivienda mínima incompleta, se dan primordialmente en la transformación del perfil de las vías, al aumentar el número de pisos de las edificaciones, derivado de una licencia de construcción que aprueba dos pisos y otra de urbanismo que permite una altura máxima de tres pisos. El proceso tipológico varía entre dos y seis etapas, mediante las cuales se complementa por autoconstrucción el programa inicial, en algunos casos con problemas de inseguridad estructural debido a la discontinuidad del sistema portante. La consecuencia del proceso tipológico es el deterioro de las condiciones de habitabilidad, en cuanto a la tendencia a la disminución de la privacidad así como de la iluminación y ventilación natural de sus espacios, identificable en ambos tipos de origen de barrio.
Las características de su ocupación y tipo de acceso definieron dos familias tipológicas: de corredor con patio y sin patio. La distribución de las viviendas en estas familias, demuestra una prevalencia de la inexistencia del patio. Sin embargo, estudios previos han establecido que la supresión de este espacio, está relacionada tanto con solucionar problemas de seguridad derivados posiblemente de su localización en colindancia con tres predios, como con la necesidad de ampliación de la vivienda (Tarchópulos, Ceballos, 2000).
La organización espacial de las viviendas evidencia que se tiende a desarrollar un programa completo, con tendencia a destinar un espacio de permanencia para la renta. La terraza funciona como complemento de carácter transitorio cuando es cubierta de segundo piso, pero desaparece en el tercer piso. La distribución espacial por pisos, deja establecer que en el primero está un acceso único lateral, con circulación en este mismo sentido y traslapada sobre los espacios útiles. La circulación vertical se ubica al centro y los espacios de permanencia al frente en tanto que los servicios quedan al fondo. En el segundo piso, los espacios de permanencia se ubican al frente y al fondo del predio, mientras que la circulación vertical y de reparto es central. En el tercer piso, puede repetirse el esquema del segundo piso o simplemente quedar la terraza como cubierta del segundo piso.
En cambio, el patrón de la vivienda en los barrios de origen clandestino la distinción entre lo público y lo privado solo se establece en el momento que aparece la primera etapa en la evolución de la edificación, circunstancia que no sucede de manera simultánea en todo el desarrollo. Así, la configuración urbana formal y espacial se alcanza en el tiempo, a medida que las viviendas se consolidan. Es decir, el proceso tipológico es el que configura una la forma urbana inacabada hasta tanto no se complete (Busquets, 1999).
A diferencia de lo que se presenta en el otro patrón, el proceso seguido en este caso se desarrolla en siete etapas, coincidiendo con los hallazgos de las etapas constructivas de estudios precedentes (Molina, Salazar y Salguero, 1983) y tres variantes dadas por la ocupación del lote: con patio lateral central, con patio lateral posterior o sin patio, en dos o tres pisos. Las características de ocupación del lote corresponden con lo registrado en trabajos previos en cuanto a la presencia del patio y sus características de ubicación dentro del lote (Jiménez, 1994; Carvajalino y Avendaño, 2000). El tipo edificatorio, al igual que en el casoanterior, es el de vivienda en hilera que parte de lotes de proporción 1:2, de 6 m de frente por 12m de fondo, pero de propiedad y sistema estructural individuales. En este caso, no tiene la connotación del bloque con características de copropiedad.
Los criterios clasificatorios para las familias tipológicas en el origen clandestino: acceso tipo corredor o zaguán evidenciaron su validez en la medida en que discriminó la muestra en similares proporciones (Carvajalino, Avendaño, 2000), a diferencia del normal, en el cual solo se presentan acceso tipo corredor. Por consiguiente, el zaguán permanece como un espacio vigente en la vivienda espontánea de origen clandestino, confirmando los resultados de trabajos anteriores (Molina, Salazar y Salguero, 1983), aun cuando no incida en la estructuración de su espacialidad. A diferencia de lo encontrado en otros estudios, en este caso la existencia del acceso tipo zaguán y del patio no representa unas mejores condiciones de ventilación e iluminación natural (Jiménez, 1994).
En este patrón, es notable la tendencia a la desaparición del patio. Sin embargo, es posible que adicional a la preocupación por la seguridad, exista un problema asociado a cuestiones técnicas que conduzcan a que en algunos casos no se defina este espacio en el proceso de consolidación de la vivienda y no que se trate como indeseado, según lo aseveran trabajos previos (Carvajalino, Avendaño, 2000). La organización funcional del patrón es similar en todas las familias tipológicas, lo que sugiere que la estructuración espacial es indiferente a la ocupación y al acceso. Existe la tendencia a la definición de dos programas de vivienda cuando se alcanzan dos pisos, confirmando hallazgos de estudios anteriores (Carvajalino, Avendaño, 2000). Pero también a que se desarrolle el programa habitacional en el segundo piso, para dejar el primer piso para local o depósito, además de dedicar toda la edificación a un solo programa.
En resumen, es evidente que la existencia de los dos patrones, pese a contar con una misma naturaleza, denota similitudes y diferencias debidas principalmente al origen de la gestión y a los tiempos característicos de los procesos urbanos. Para ambos casos el tamaño del área de desarrollo de la vivienda es una determinante de la tipología resultante, lo cual confirma lo establecido en otros estudios (Universidad de Los Andes, 1983). En el proceso de urbanización planificado, esta área se deriva de la aplicación de la normativa vigente, mientras que en el no planificado, el área de la vivienda procede de las dimensiones de un lote como producto comercializable.
En la vivienda incompleta original de los barrios de orígenes normal, se evidencia una mutación del tipo edificatorio. Antes de la reducción del área de desarrollo de la vivienda generada por el lote bifamiliar partido por la mitad, el programa podía desarrollarse completo en dos pisos, sin presentar problemas de superposición de circulaciones sobre los espacios de permanencia o servidumbres entre cuartos. Las nuevas condiciones dimensionales, conducen a que el programa completo se logre en tres pisos con superposición de circulaciones sobre espacios de permanencia en el primer piso, pero si se pretende lograr este programa en dos pisos se presentarán problemas de servidumbres entre cuartos y será necesario cubrir el patio. En el caso de la vivienda completa original, se pudo desarrollar el programa completo en dos pisos debido a que contó con un frente de 4 m, aunque de igual forma tiene problemas de superposición de circulaciones sobre espacios de permanencia en el primer piso.
En consecuencia, el patrón resultante de la complementación del programa en la vivienda incompleta no registra un cambio radical de la estructura espacial inicial debido a las condiciones restrictivas del área de desarrollo de la vivienda. Así, la transformación en este caso se limita a la adición de cuartos, a la separación de los espacios de sala comedor, a tapar el patio y a buscar el espacio para el local en el frente. No obstante, este proceso evidencia que en la búsqueda del aumento de área construida, se sacrifican condiciones de habitabilidad tales como la privacidad, la iluminación y ventilación natural general.
Por lo tanto, la mutación del tipo edificatorio en el proceso urbano planificado no parte de reconocer las necesidades de los usuarios de la vivienda ni busca resolver de manera adecuada sus necesidades. Simplemente, se trata de una reducción de áreas y de programa para lograr menores costos ajustados a los topes de la Vivienda de Interés Social, lo que facilita el acceso de los promotores privados a este mercado sin disminuir su rentabilidad. En consecuencia, tampoco se ha alcanzado a determinar una estructura espacial eficiente en términos de habitabilidad que guíe la intervención de los usuarios en su labor de complementación del programa.
En cambio en el patrón producto de la generación de un programa arquitectónico de la vivienda de los barrios no planificados, hay una mayor flexibilidad espacial relacionada con el tamaño del lote, aunque igual tiendan a una sola forma de organización funcional con graves problemas. No obstante, la consolidación de un proceso tipológico que redunda en el deterioro de la habitabilidad demuestra que su estructura espacial es deficiente en cuanto a la atención de las necesidades de sus usuarios. Así, pese a que la conciencia espontánea ha estado presente en la construcción de vivienda desde la década de los cuarenta y ha contado con apoyo estatal para su mejoramiento, no ha conseguido resolver aspectos fundamentales de la habitabilidad. Pero, debe considerarse que es factible que el relativo rápido proceso de reducción del área del lote que se ha presentado en las últimas décadas en esta oferta incida en esta situación (Molina, Salazar y Salguero, 1983).
Finalmente, es importante resaltar que el progresivo deterioro de la espacialidad de la vivienda es característico de los patrones identificados. En el caso del patrón se relaciona con una mutación tipológica inducida por el mercado sin que halla mediado una reflexión disciplinar, unido a un proceso espontáneo de complementación del programa por parte de los usuarios. Respecto al clandestino, se deriva de una práctica espontánea que tampoco ha logrado estructurar un tipo edificatorio adecuado en términos de habitabilidad.
La anticipación del patrón en las normas urbanas
En el caso de los barrios de origen normal, es evidente la influencia de la norma en el logro de unas muy altas densidades, mediante el uso del lote bifamiliar partido por la mitad. De esta manera, se redujo el área de desarrollo de la vivienda y se logró un aumento en el número de viviendas por hectárea, incluso por encima de la relación existente en los barrios de origen clandestino. Sin embargo, llama la atención que no haya habido un aprovechamiento eficiente del suelo urbano en la mitad de los barrios de origen normal, en los cuales se logró una ocupación con vivienda por debajo del 50 %, cumpliendo en las cesiones con un porcentaje muy cercano al mínimo exigido y relativamente alto en las vías.
Esto conduce a reflexionar sobre la efectividad de la norma y el diseño para la vivienda de bajo costo, puesto que se supondría que con un mayor aprovechamiento del suelo en loteo y disminución del porcentaje de vías, se hubiese logrado una densidad similar, pero con lotes individuales de mayor área. Pero además, la norma urbana vigente al momento de aprobación de los barrios no contaba con parámetros suficientes en términos de diseño y calidad. Las grandes diferencias en el tamaño, las pocas o inexistentes exigencias respecto al manejo del espacio público e inclusive en el privado, dan cuenta de una notoria debilidad en estos temas.
En el caso de la legalización en el origen clandestino, es evidente que aunque el Estatuto Urbano de 1990 (Acuerdo 6 de 1990) planteó ésta como un proceso regularizador y de mejoramiento de las condiciones de infraestructura no logró, ni en las actuaciones individuales ni masivas, intervenciones reales de planeación urbana. Lo anterior, si se tiene en cuenta que los diagnósticos sólo hicieron referencia al mejoramiento de los servicios públicos y de las vías, sin plantear intervenciones estructurantes, en términos de mejorar las condiciones urbanísticas en general. Por lo tanto, la legalización ha sido utilizada más como reconocimiento de situaciones de hecho que como parte de un proceso de planificación. La regularización que se ha esperado de los barrios de origen clandestino que han cumplido dicho proceso, no se ha alcanzado en los términos que postulaba la norma.
En términos generales, la normativa adolece de parámetros suficientes para lograr una vivienda de bajo costo con calidad y ha facilitado la aparición de patologías asociadas a deficiencias estructurales en la planeación urbana. Por esta razón, son muchos los aspectos que ha dejado de lado para que el mercado los defina según su conveniencia, en detrimento de la calidad de vida de los ciudadanos.
La evolución del patrón en la planeación urbana de Bogotá
El análisis de la planeación urbana de las últimas décadas, confirma la influencia de las disposiciones que han generado varias de las patologías identificadas en el patrón y cómo el Plan de Ordenamiento Territorial toma decisiones tendientes a su superación. Hasta antes de su expedición mediante el Decreto 619 de 2000, no se reglamentaba el tamaño mínimo de los nuevos desarrollos urbanos ni se dictaban normas especiales para su proceso en un marco específico de planeamiento urbano que correspondiera a un modelo de ciudad. Esta ausencia facilitó un crecimiento urbano muy fragmentado que impidió la conformación de sectores de la ciudad articulados a una lógica de planeamiento, sin contar con los soportes necesarios para garantizar unas condiciones de vida equitativas para sus habitantes en términos de posibilitar su acceso a los bienes y servicios urbanos.
En general, las normas urbanas previas al Plan no definieron parámetros de diseño suficientes para el espacio público, los equipamientos y las vías, lo cual ha ocasionado serias deficiencias identificables en el patrón urbanístico. En cuanto al diseño del espacio público siempre se había estipulado el porcentaje del área neta que se debía destinar, su localización y algunas características dimensionales. En lo referido al porcentaje, se ven variaciones en el tiempo que no se han acompañado de una reflexión del equilibrio necesario entre espacio público y privado, sino más a una reducción que permitía el incremento del área útil beneficiando así a los promotores.
Sobre su localización, se ha tendido a especificar algunos aspectos referidos a evitarla en terrenos que presenten situaciones de riesgo o de pendiente muy elevada, aunque el Estatuto Urbano de 1990 (Acuerdo 6 de 1990) de manera sorpresiva contempló excepciones. Asimismo, se ha procurado definir una adecuada accesibilidad. Para sus características dimensionales, se ha propuesto una relación básica entre frente-fondo.
Las consideraciones sobre su uso, también han sido muy generales y no se ha contemplado la generación de amenidades urbanas. Resultado de ello es el hecho identificado en el patrón en cuanto a su falta de configuración y localización periférica, lo cual no contribuye a su reconocimiento como articulador espacial y social.
Con relación al sistema vial, también integrante del espacio público pero con una connotación funcional diferente, se encontró que su diseño ha sido hasta cierto punto un aspecto con variaciones en el tiempo, hasta definir específicamente jerarquías según tipo de vías. Sin embargo, aun cuando a partir del Estatuto Urbano de 1979 (Acuerdo 7 de 1979), se empieza a exigir que los nuevos desarrollos mantengan una continuidad vial, la falta de definición conceptual y operativa facilitó que se dieran unas malas condiciones de conectividad
En el tema de los equipamientos colectivos, es evidente la ausencia de pautas de diseño en las normas referidas al tratamiento de desarrollo. Se definían exigencias solamente respecto al porcentaje de ocupación de la zona de cesión, sin ninguna precisión para la definición de su uso y su volumetría. Asimismo, no se hacía referencia a un manejo jerarquizado acorde con las diferentes escalas de la ciudad para que se definieran según su cobertura, lo cual explica su baja provisión en la periferia. Su diseño y ejecución, tradicionalmente han sido asumidos por la administración de la ciudad.
No obstante, el Plan de Ordenamiento Territorial introduce correctivos tendientes a superar la situación que la normativa urbana venía presentando en estos aspectos. El porcentaje de cesión para espacio público, se aumentó y se exige su diseño bien sea por plan maestro o como parte del proyecto mismo. De otra parte, se prohíbe su localización en zonas de riesgo o de pendiente elevada. Sobre el sistema vial, su organización y definición dimensional (perfiles y distancias), establece normas de diseño importantes para mejorar la conectividad. En cuanto a los equipamientos, precisar su provisión según los planes sectoriales, que a su vez se definen según demanda, facilitan una dotación adecuada para el desarrollo. Sin embargo, frente a la tendencia de liberación de las densidades, que siempre se ha acompañado de una reducción del tamaño del lote que las cesiones públicas no logran compensar, el Plan de Ordenamiento Territorial no define acciones. Esta situación seguirá repercutiendo sobre la ciudad, al contribuir a que sucedan procesos de deterioro derivados de la falta de equilibrio entre el espacio público y el privado.
Si bien se tiene que una característica del patrón en el sistema de loteo individual es el uso de la manzana en barra sin importar cómo se están dando las relaciones entre lo público y lo privado, también es notorio cómo la adopción del sistema de agrupación, que ofrece la ventaja a los promotores de vivienda de lograr unas mayores densidades y por ende una rentabilidad más elevada, define otra tipología. En ambos sistemas es evidente que no ha existido interés por explorar opciones diferentes, ni desde las disposiciones normativas ni de los promotores de vivienda en el diseño. El Plan de Ordenamiento Territorial retoma estos sistemas para la definición de las pautas generales para el tratamiento de desarrollo. Sin embargo, no presenta ninguna reflexión sobre la elección tipológica ni en el diagnóstico ni en la propuesta.
Esta ausencia ha permitido la generación de varias de las patologías del patrón. Entre ellas se encuentra el hecho de la ambigüedad en la norma urbana manifiesta frente a varios temas.
En primer lugar, ha permitido un manejo confuso de la copropiedad en términos técnicos y de diseño.
En segundo lugar, ha facilitado una salida a los promotores para acceder al mercado de la Vivienda de Interés Social mediante la entrega de programas incompletos para su complementación a cargo de los usuarios, que utilizan la potencialidad de construcción como parte de la estrategia de ventas.
En tercer lugar, ha facilitado en el caso específico de la vivienda unifamiliar y bifamiliar la utilización de lo que coloquialmente se ha denominado “multifamiliar acostado”. Es decir, a la división de un lote en copropiedad en propiedades muy pequeñas en superficie con pésimas consecuencias de calidad.
En cuarto lugar, a la adopción irreflexiva del mercado del sistema de agrupación para la oferta Vivienda de Interés Social por las ventajas que ofrece su evidente libertad en el manejo de densidades.
En quinto lugar, en el sistema de loteo individual al uso de la manzana reducida a la simple agregación de lotes.
Por último, la flexibilidad de la norma en la definición de la volumetría en la vivienda unifamiliar al permitir su ampliación en altura, ha contribuido a la generación de perfiles y de un paisaje urbano discontinuos.
La evolución de la normativa del proceso de legalización de los barrios de origen clandestino, previa al Plan de Ordenamiento Territorial, pese a los avances para la intervención de estas áreas, sus iniciativas fueron incipientes. Las nuevas disposiciones pretenden implementar un manejo diferente, mediante la adopción de la categoría del tratamiento de mejoramiento integral y sus dos modalidades de intervención re-estructurante y complementaria. Este aporte abre nuevas posibilidades a los procesos de regularización que se adelanten en la ciudad, haciendo factible la intervención de las zonas con barrios clandestinos, legalizados o no, que aún mantienen condiciones de marginalidad.
La búsqueda de un nuevo patrón para el desarrollo sostenible
Los procesos urbanos planificados, independiente de sus tiempos y de las diferentes formas que generen, deben reflejar una racionalidad ordenadora del suelo, la edificación y las infraestructuras. Sin embargo, en el caso de las formas de crecimiento urbano de la periferia bogotana, determinadas por los patrones de los desarrollos urbanos residenciales dirigidos a los sectores de bajos ingresos esto no se evidencia. En consecuencia, el principio general que orienta las pautas para el cambio del patrón se enmarca en la búsqueda de una coherencia entre las directrices para la construcción de la ciudad y la proyectación de las formas urbanas.
Las pautas son asumidas como los criterios que guían la conducta, en las acciones de planeación, mediante sus instrumentos y estrategias, así como en las de diseño urbano y arquitectónico, tendientes al logro de una serie cualidades urbanas relacionadas con el mejoramiento de la habitabilidad y la búsqueda de un crecimiento urbano sostenible. Así, dichas pautas abarcan la escala urbanística y arquitectónica, procurando la corrección de las patologías del patrón en la definición de nuevas formas urbanas sostenibles y habitables, y en la reparación de las existentes. Por lo tanto, se asume la vivienda como elemento estructurante del espacio urbano, en la medida en que el tejido residencial se constituye en la base y la oportunidad para lograr un crecimiento articulado a la ciudad. La correspondencia entre el trazado y los tipos edificatorios, es un principio básico en la conformación de los tejidos residenciales. Pero también el equilibrio entre el espacio público y el privado, la articulación entre equipamientos y espacio público, la pluralidad urbana y social, al igual que la elección tipológica y la buena arquitectura. En la reparación de lo existente, la búsqueda de la complementación y la cualificación de la periferia son los criterios que rigen las propuestas para su intervención.
Sin embargo, lo antes enunciado no es factible en su totalidad en la medida en que no se corrijan otros factores que inciden en el problema del alojamiento. Por lo tanto se requiere que desde los diferentes ámbitos de las políticas públicas se den las garantías para que la vivienda realmente se constituya como un derecho humano. Para ello, en primera instancia es imprescindible la definición conceptual y operativa de la vivienda mínima en términos sociales, al igual que diseñar e implementar mecanismos estructurales tendientes a perfeccionar el mercado del alojamiento social y a evitar las prácticas especulativas del suelo.
En este sentido, la utilización de los instrumentos para la intervención de su mercado que contiene la legislación de ordenamiento territorial, para que los municipios conformen bancos de tierra pública barata debe ser complementada con el establecimiento del monto máximo de la repercusión del suelo urbanizado en el precio de las soluciones de vivienda social. Al mismo tiempo, la penalización a la retención de la tierra es una estrategia complementaria para evitar la especulación, ya que la gran disponibilidad de tierra barata es necesaria no solamente para lograr una variada y considerable oferta de vivienda barata, sino también para impulsar la consolidación de la industria de la construcción, en la medida en se asuma como factor productivo.
La articulación entre estrategias de planificación urbana y regional y de políticas de suelo, son imprescindibles además para evitar los procesos de urbanización clandestina, ya que la regularización ha contribuido a estimular este mercado mediante actuaciones e inversiones complementarias a la precaria oferta de tierra. Así, la anticipación y reconocimiento de la presión y vulnerabilidad sobre el suelo para su conversión en suelo social haría parte de este propósito.
Pero el acompañamiento de lo anterior, mediante la redefinición de los sistemas de subsidio y de financiamiento, a montos pequeños y a corto tiempo, adecuados a las situaciones particulares de los sectores de población de bajos ingresos, resulta ser también temas fundamentales a revisar y redefinir, en relación con las diferentes alternativas dirigidas a los segmentos de población favoreciendo la diversificación del mercado y la filtración. La vivienda usada, la rehabilitación de vivienda, la progresiva para situaciones de emergencia y para los más pobres, y la vivienda terminada, el mejoramiento, además del arrendamiento son opciones congruentes con las necesidades existentes.
Al contar con varias opciones de solución para el alojamiento social, también se hace indispensable la regulación de la calidad de la vivienda social mediante un código de orden nacional, y de disposiciones a escala municipal cuyo cumplimiento sea una exigencia previa para otorgar el subsidio y aprobar de la licencia de urbanismo y construcción. Además, del diseño e implementación del código de la construcción en cuanto a trámites, licencias, obras, responsabilidades y características técnicas y de diseño, constructivas, de seguridad y sanitarias.
El manejo adecuado de los nuevos instrumentos para planear y proyectar la ciudad, por los profesionales de la arquitectura y del urbanismo, es responsabilidad de las Facultades de Arquitectura y sus postgrados. Por esta razón, la permanente formación actualización de los docentes en este campo es definitiva para su enseñanza y apropiada aplicación. La reflexión y el ejercicio sobre la utilización de los instrumentos de planeación y proyectación urbana en las diversas posibilidades de intervención que ofrece la expansión bogotana sería de obligada referencia.
De otra parte, el concepto de la autoayuda, fomentado desde los años setenta mediante instituciones estatales y por las organizaciones no gubernamentales "ONG" últimamente, enmarcado en una figura de planeamiento permite lograr resultados coherentes con las intenciones generales para la construcción y mejoramiento de la ciudad. En este sentido, el plan de escala intermedia propuesto para complementación y cualificación de la periferia sirve de marco para canalizar ordenadamente los esfuerzos que en este sentido se adelanten. Las exploraciones académicas sobre las opciones que este instrumento de intervención presenta para la periferia también podrían contribuir a su concreción.
El tema de la elección tipológica requiere también de su exploración en términos de diseño. Por ello, es primordial resolver preguntas relacionadas con la búsqueda de alternativas y sus posibilidades de combinación, en relación con las nuevas opciones de trazado, tanto para la vivienda progresiva como para la terminada. Pero además, sobre su congruencia con sistemas constructivos que permitan la adecuada complementación y adaptabilidad del programa mínimo según las opciones de vivienda sin afectar la habitabilidad, se constituyen en un marco de reflexión obligada para las Facultades de Arquitectura y sus centros de investigación. También el resolver interrogantes sobre la intervención en los en la estructura de costos de la vivienda social.
En definitiva,
el comprender la responsabilidad de la vivienda dirigida a los sectores
de bajos ingresos en la configuración y construcción de
la ciudad, como un problema social que atañe a la planeación
urbana es una de las vías para lograr su asequibilidad, su habitabilidad
y unas formas de crecimiento urbano sostenible.
Notas
[2] Se refiere a la familia consanguínea que fija como norma la disposición de una vivienda para cada unión conyugal, aceptando la convivencia con parientes de distintas generaciones y con no parientes. Cuando en esta composición existe otra unión conyugal se trataría de otra familia consanguínea, aunque compartan alimentos con la primera (Fresneda, 1997)
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