Scripta
Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VII, núm. 146(061), 1 de agosto de 2003 |
VIVIENDA Y SEGREGACIÓN DE LOS INMIGRANTES EN ANDALUCÍA
Vivienda y segregación de los inmigrantes en Andalucía (Resumen)
En las principales comarcas de Andalucía, se ha efectuado un pormenorizado inventario, y el estudio de todas las tipologías de alojamientos ocupados por los inmigrantes, así como de las situaciones residenciales que padecen. Concretamente las dificultades que tiene para el acceso a una vivienda digna, debido a la poca capacidad de endeudamiento, la escasez de la oferta, discriminación étnica y la explotación a los que son sometidos por empresarios agrícolas, propietarios y gestores inmobiliarios.
Abstract
In the main areas of Andalucía, an exhaustive inventory has been made concerning the kinds of lodgings occupied by inmigrants, as well as their conditions of living. In particular, inmigrants have difficulties in acquiring decent houses due to their lack of funding. Other factor that should be mentioned are the lack of available houses, ethnic discrimination and how they are exploited by farmers, investors and property developers.
Las desigualdades y la marginalidad dentro de los colectivos humanos a efectos del uso y disfrute del preciado bien de la vivienda, es un hecho tan antiguo como la propia historia de las civilizaciones y que se institucionaliza en las colectividades cuando en el proceso de complejidad socioeconómica hace su aparición la diversificación socioprofesional y de manera incipiente las clases sociales con sus privilegios diferenciadores. En el sistema urbano de la antigua Mesopotamia ya existía diferencia de uso y ocupación del espacio dependiendo del poder que se tuviese en la sociedad. Del mismo modo, en las ciudades medievales aunque todavía no existía separación entre el lugar de residencia y el de trabajo, había un importante grado de diferenciación residencial en las ciudades, así los trabajadores de distintos oficios tendían a ocupar calles o zonas concretas. Incluso cuando las diferentes clases sociales ocupaban los mismos espacios y edificios, existía una segregación en altura, es decir, las familias menos pudientes ocupan aquellos lugares del edificio más deteriorado, que normalmente era la parte baja. (Mumford, L, 1966).
En la primera época industrial y como señala Engels en su estudio sobre las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores en Inglaterra, existía una profunda separación y desigualdad entre la ubicación y las condiciones residenciales de la masa trabajadora no propietaria y los propietarios de los medios de producción.
Pero este proceso segregativo se acentuó de manera notable a lo largo del siglo pasado, encontrando sus principios desencadenantes no sólo atendiendo a la clase social de pertenencia, sino también a otros factores tales como, edad, estado civil, religión, etnia y color de la piel, apareciendo casos extremos como el apartheid de Sudáfrica, los judíos en Europa, o la segregación actual que viven los negros y algunos colectivos de hispanos en las grandes ciudades norteamericanas.
En el contexto actual de la sociedad internacional y globalizada del siglo XXI, y que algunos también han llamado era de las migraciones, seguimos asistiendo a este proceso de segregación étnico y racial en las ciudades receptoras de inmigrantes[1].
Las migraciones hacia las ciudades crean una metamorfosis en la diversidad sociodemográfica, étnica y cultural, pero a su vez genera una circunscripción vital a ámbitos espaciales determinados y homogéneos. Dicho de otro modo, la respuesta de las ciudades a este crisol multiétnico la encontramos en su configuración de exclusión y segregación. Proceso que no se crea de forma “natural” tal y como lo entendieron durante décadas los autores clásicos de la Escuela Ecológica de Chicago, sino más bien hay que buscar la respuesta en la humanidad y los valores de la sociedad donde se insertan. Con esto queremos decir y como veremos más adelante para el caso andaluz, que las pretendidas aspiraciones de intereses generalizados con un orden urbano equitativo y legitimador son una falacia, puesto que son una respuesta que dan las diferentes élites políticas a partir de los objetivos de la clase que tiene el poder. La aparición y consolidación de una sociedad dual basada en una lógica del desarrollo se polariza siempre a favor de los poderosos, provoca la segmentación de grupos sociales y segrega cultural y espacialmente a las minorías. Por tanto, estamos hablando de un modelo de crecimiento segregador y discriminante o apartheid urbano en cuanto a la organización espacial, sustentado en tres elementos fundamentales: productivo, tecnológico y social.
Andalucía, tierra tradicionalmente de muchos emigrantes hacia el extranjero y otras zonas industriales de España, es en la actualidad una región receptora de trabajadores. Pero la incorporación al mercado residencial de nuestras ciudades no se ha producido de manera equilibrada ni satisfactoria. Lo que ha originado que los inmigrantes que han llegado a Andalucía padezcan unas graves deficiencias en materia de vivienda y una importante discriminación a la hora de encontrar un lugar de residencia digno.
Nosotros aquí, vamos a aproximarnos al estudio de la situación de la segregación y de las condiciones de vivienda de los inmigrantes en Andalucía. Para ello, hemos realizado un registro, a través de la observación en una ficha, de más de 150 viviendas ocupadas por inmigrantes en toda la región. Aunque el gran grueso del trabajo de campo se ha realizado en la provincia de Almería por varios motivos: en primer lugar, por ser una provincia donde reside un importante número de inmigrantes extranjeros durante todo el año y en segundo lugar, por la ubicación específica que tienen los inmigrantes en el hábitat y las malas condiciones de habitabilidad que sufren. También se han estudiado algunos de los lugares declarados por el Decreto 2/2001, de 9 de Enero como zonas de alta movilidad laboral como son: Zafarraya, Albuñol y Granada capital, diversos pueblos jiennenses aceituneros (Bailén, Martos, Puente Génave, Torredelcampo, Úbeda, etc.); Baena en Córdoba, Moguer, Palos de la Frontera, Lepe y Cartaya en Huelva y las ciudades de Sevilla y Málaga no contempladas en dicho Decreto.
Del mismo modo, se han realizado algunas entrevistas a inmigrantes, asociaciones de inmigrantes, sindicatos y algunos ediles para contrastar su visión.
El estudio no ha consistido, por múltiples motivos, en la elaboración de un censo de viviendas pormenorizado, sino el registro y estudio de todas las tipologías de viviendas y situación que padecen los inmigrantes en Andalucía, al igual que la dificultad de acceso que tienen los inmigrantes a una vivienda digna, debido fundamentalmente a la relativa capacidad de endeudamiento de los inmigrantes y sobre todo a la escasez de oferta residencial y la discriminación étnica.
El hábitat de los inmigrantes en Andalucía: entre el cortijo y el güeto
La ubicación de los alojamientos de los inmigrantes en Andalucía presenta una doble tipología, por un lado están los diseminados y por otro los alojamientos localizados en las periferias urbanas o/y en los centros degradados de los núcleos urbanos. El primer tipo de asentamiento, como veremos, predomina en los grandes núcleos rurales y en las pequeñas y medianas ciudades, con fuerte actividad económico productiva agraria. El segundo tipo, predomina mayoritariamente en las ciudades y capitales de provincia, aunque también hay inmigrantes viviendo en el ámbito urbano de algunas de estas modernas “agrociudades”. (George, P. 1964). Veamos con mayor detenimiento cada tipo.
a. La vivienda diseminada
Cuando hablamos de diseminados hacemos referencia a aquellos habitáculos residenciales fuera de los cascos urbanos, es decir, en suelo no urbanizable. Éste tipo de construcción residencial ha sido una constante en gran parte de Andalucía. Pero en la actualidad se ha consolidado como residencia permanente o temporal de los inmigrantes en muchas de las ciudades o pueblos andaluces que requieren de su trabajo.
Nos referimos a ciudades como El Ejido, Roquetas de Mar, La Mojonera, Vícar y Níjar en la provincia de Almería; Torredelcampo, Alcaudete, Villacarrillo, Martos, Úbeda, etc. en la provincia de Jaén; Zafarraya en Granada y en Huelva, entre otros, Lepe y Cartaya.
La tipología de diseminados, a su vez, es amplia, podemos encontrar como viviendas diseminadas a los tradicionales cortijos, pero también están los almacenes de productos y aperos del campo, chabolas, autoconstrucciones, naves, lonjas, etc., como lugares de residencia en hábitat disperso.
De toda la tipología anterior es el cortijo la residencia más ocupada en diseminados por los inmigrantes. Ahora bien, estos cortijos diseminados no son iguales ni en la forma, origen, tamaño y estado de habitabilidad en toda la región. Así, en el Poniente y Levante almeriense la mayor parte de éstos tienen su origen en los años sesenta y setenta, como resultado de las inversiones del Instituto Andaluz de Reforma Agraria (IARA) y de la Agencia de Medio Ambiente (AMA) en el parcelamiento y reparto de las tierras entre los colonos. También la mayoría de los cortijos actuales de Huelva son relativamente recientes, se han ido construyendo a la par al desarrollo de la agricultura fresera, como ha ocurrido en Palos de la Frontera y Moguer.
Sin embargo, los cortijos tanto de sierra, como de campiña de Jaén y Córdoba hunden sus raíces en siglos pasados. La cercanía a las explotaciones de cereal y olivar llevaba a los agricultores, braceros y “señoritos” a construir sus casas dispersas por el espacio agrícola.
Del mismo modo, los cortijos almerienses y onubenses se diferencian del resto por su tamaño más reducido y construcción de planta baja, que servían de alojamiento a propietarios minifundistas. Por el contrario, los cortijos de Jaén son más grandes y con varias plantas, instalados en explotaciones de mayor número de hectáreas.
Éstas y otras diferencias nos van a dar pistas sobre el estado de conservación y habitabilidad de los cortijos.
Una vez hecha la aclaración que todos los cortijos habitados por inmigrantes no son iguales, vamos a centrarnos, a continuación, en la cuantificación de la ocupación y en el proceso que se genera para llegar a ocupar dichos hábitats diseminados en Andalucía.
En primer lugar, alrededor de un 65% de los inmigrantes extracomunitarios de la provincia de Almería viven en diseminados[2]. Los casos más extremos los encontramos, por un lado, en el término municipal de Níjar y sus entidades locales: Campohermoso, El Barranquete, Las Hortichuelas, San Isidro, Atochares y Fernán Pérez, donde entre un 85% y 90% de los inmigrantes viven en diseminados. Y por otro lado, Vícar y los lugares conocidos como Yegua Verde, El Cosario y La Gangosa.
En El Ejido (véase cuadro nº 1) de los 6.385 inmigrantes empadronados, 3.326 residen en diseminados, esto equivale a algo más del 50% de la población, frente al 7.6% de la población nacional que sólo vive en residencias dispersas por el campo.
Por su lado, en el municipio de La Mojonera el porcentaje asciende hasta un 64.4% (véase cuadro nº 2).
En Roquetas de Mar la población inmigrante residente en diseminados se reduce notablemente hasta un 30%. Aunque los inmigrantes que viven en el ámbito urbano la gran mayoría residen en barrios que están separados por varios kilómetros del pueblo de Roquetas de Mar: Cortijos de Marín, Urbanización de Roquetas, El Solanillo, El Parador de las Hortichuelas y Las Marinas.
Adra es la localidad del Poniente Almeriense que menor número de inmigrantes tiene viviendo fuera del núcleo de población, sólo el 20% de ellos viven en cortijos.
Extranjeros |
Nacionales |
% extranjeros |
% nacionales |
|
Almerimar |
- |
- |
- |
|
Balerma |
132 |
295 |
30.9% |
69% |
El Ejido |
549 |
262 |
67.6% |
32.3% |
Guardias Viejas |
60 |
49 |
55% |
44.9% |
Matagorda |
470 |
328 |
58.9% |
41.1% |
Las Norias |
682 |
995 |
40.6% |
59.3% |
Pampanico |
149 |
443 |
25.1% |
74.8% |
San Agustín |
537 |
161 |
76.9% |
23% |
Sta. Mª Del Aguila |
635 |
769 |
45.2% |
54.7% |
Tarambana |
112 |
448 |
20% |
80% |
Total |
3.326 |
3.750 |
||
Fuente: Padrón de El Ejido, 2000. Elaboración propia. |
% |
|
Urbano |
23.3 |
Asentamiento/barrio |
12.4 |
Diseminados |
64.4 |
Fuente: Trabajo de campo e informe del Ayuntamiento de La Mojonera. Elaboración propia. |
Hay que tener en cuenta, claro está, que todos estos datos se acentuarían de manera importante si contáramos con los datos exactos de los “indocumentados”, puesto que éstos guardan preferentemente su “invisibilidad” en el laberinto de caminos, infraviviendas y explotaciones agrarias que dibujan los campos del Levante y Poniente almeriense.
Como adelantábamos anteriormente esta forma de hábitat no es exclusiva de la provincia de Almería. También en la provincia de Jaén alrededor de unos 450 tradicionales y antiguos cortijos se habitan durante la campaña de recogida de la aceituna por inmigrantes y temporeros nacionales, especialmente gitanos. Entre unos 3.000 y 3.500 inmigrantes se incorporan de manera temporal a la provincia de Jaén para la recogida de la aceituna, aunque esta necesidad de mano de obra inmigrante varía atendiendo a la producción anual de aceitunas en cada campaña.
En un principio la mano de obra temporera para la recogida de la aceituna venía de pueblos de la propia provincia de Jaén y de las provincias de Granada, Sevilla y Cádiz. Estos temporeros nacionales que copaban ese mercado dejan progresivamente de ir debido a algunos efectos perversos del PER y sobre todo por la reducción del tiempo en la recogida de la aceituna, que lleva a aquellos inmigrantes a no serle rentable, es decir, mientras que antes se recogía todo el producto en unos 80/85 peones, en la actualidad se ha reducido notablemente por la incorporación de nuevas maquinarias a la recogida. Es a partir de la campaña 1990/1991 cuando los primeros inmigrantes magrebíes llegan a la comarca de La Loma debido a la escasez de mano de obra. Esta situación se hace extensible de manera progresiva a todas las comarcas de la provincia facilitando en los últimos años la llegada de nuevos inmigrantes del África subsahariana, Europa del Este y Latinoamérica.
La ubicación de estos nuevos inmigrantes, al igual que la mayoría de los gitanos, se ubican en los cortijos de la zona, debido a la incapacidad de absorción residencial por parte de estos pueblos a los nuevos visitantes. En efecto, son muy pocas las casas que se ofertan en alquiler en estos pueblos, de tal forma que en sitios como Villacarrillo, Úbeda ó Baeza, donde existe gran demanda de temporeros para la recogida de la aceituna, apenas hay inmigrantes viviendo dentro de los pueblos.
Los empresarios son los que ceden los cortijos de las explotaciones a sus trabajadores. Pero esto es insuficiente puesto que no todos los agricultores que necesitan inmigrantes tienen cortijos para ceder, ni todas las explotaciones cuentan con cortijos, de tal forma que existe un gran déficit de vivienda en el tiempo de recogida de la aceituna.
Una de las soluciones que en un principio se quiso dar es la creación de los albergues (véase cuadro nº 3), pero su carácter temporal y el insuficiente número de camas impide que sea una solución definitiva. Los temporeros no pueden estar más de cuatro ó cinco días en cada uno, y si encuentran trabajo durante esos días deben marcharse.
Incluso pueblos como Arjona que en la campaña 98/99 tenía albergue en estas dos últimas campañas no lo han habilitado.
Ahora bien, la existencia de estas residencias no garantiza unas buenas condiciones de habitabilidad. Es decir, no todos los albergues tienen habitaciones separadas entre hombres y mujeres, otros no disponen de calefacción, algunos incluso tienen ventanas rotas, otros están situados en casas periféricas del pueblo, incluso junto al cementerio como es el caso del albergue de Alcaudete, etc.
De los quince albergues visitados en el trabajo de campo, solamente el de Torredelcampo, situado en un polígono industrial de la ciudad e inaugurado para la campaña pasada, es el más adecuado. Otros albergues como son los de Villacarrillo y Jabalquinto tienen condiciones que les hacen perfectamente habitables. El peor de los albergues lo encontramos en Puente Génave que tiene capacidad para 5 personas y mide unos 16 metros cuadrados. El estado y el servicio que presta también es deficiente: puerta rota, nula ventilación, no tiene calefacción, y se dota a los albergados de un vale canjeable por un bocadillo en un bar del pueblo.
Por otro lado, en las comarcas onubenses de la Costa Oriental, Costa Occidental y Condado se destinan unas 10.000 Has. para el cultivo de fresas, con una producción anual que llega a las 300.000 toneladas. Para su recolección y posterior manipulado se necesitan alrededor de unos 60.000 jornaleros/as entre los meses de Enero y Junio, de los cuáles unos 6.000 ó 6.500 son extracomunitarios.
Albergue |
Campaña 99/00 |
Campaña 00/01 |
||
Nº Plazas |
Tipo de Local |
Nº Plazas |
Tipo de Local |
|
Alcaudete |
18 |
Casa 2 plantas |
18 |
Casa 2 plantas |
Baeza |
15 |
Residencia |
15 |
Residencia |
Bailén |
20 |
Nave industrial |
20 |
Antiguo colegio |
Jabalquinto |
12 |
Casa 3 plantas |
12 |
Casa 3 plantas |
Mancha Real |
16 |
Local sindical |
19 |
Local sindical |
Martos |
35 |
Aulas (E-T) |
35 |
Aulas (E-T) |
Puente Génave |
5 |
Habitáculo |
5 |
Habitáculo |
Torredelcampo |
61 |
Nave industrial |
50 |
Casa 2 plantas |
Torredonjimeno |
8 |
Casa 2 plantas |
8 |
Casa 2 plantas |
Torreperogil |
12 |
Casa 1 planta |
12 |
Casa 1 planta |
Úbeda |
44 |
Residencia |
44 |
Residencia |
Villacarrillo |
36 |
Residencia |
36 |
Residencia |
Villatorres |
16 |
Casa 1 planta |
18 |
Casa 1 planta |
Villanueva de la Reina |
12 |
Casa 2 plantas |
10 |
Casa 2 plantas |
Villanueva del Arzobispo |
22 |
2 pisos |
22 |
2 Pisos |
Total |
322 |
324 |
||
Fuente: Trabajo de campo y memoria de CCOO del campo de Jaén. |
El lugar de procedencia de la mano de obra proviene fundamentalmente de las provincias cercanas y limítrofes de Huelva (Sevilla, Cádiz y Badajoz). Aunque también hay un número importante de trabajadores extranjeros que llegan principalmente de la vecina Portugal, países del Magreb, África subsahariana, Europa del Este e Iberoamerica.
Los trabajadores procedentes de las comarcas o pueblos cercanos, incluso los portugueses, vuelven a pernoctar a su localidad tras la jornada laboral. Pero existe un gran número de jornaleros que no regresan a diario a sus hogares, sino que se quedan en los pueblos onubenses mientras dura la campaña. Y evidentemente son éstos últimos los que padecen y tienen grandes deficiencias residenciales.
Los jornaleros nacionales, que en muchas ocasiones son familias enteras, no encuentran graves problemas tanto en el acceso, como en las condiciones, puesto que dejan “apalabrado” el alquiler de la casa para el año siguiente y el propietario mantiene de un año para otro la vivienda en buenas condiciones. Pero son los trabajadores extranjeros no comunitarios, especialmente los magrebíes, quienes padecen las peores situaciones.
En Huelva la ubicación de la vivienda en el espacio es muy parecida a las anteriores zonas, es decir, aproximadamente un 80% de la población viven en diseminados.
Ámbito urbano (%) |
Ámbito rural (%) |
|
Almonte |
5% |
95% |
Bonares |
25% |
75% |
Cartaya |
40% |
60% |
Isla Cristina |
95% |
5% |
Lepe |
Más frecuente |
Menos frecuente |
Lucena del Puerto |
5% |
95% |
Moguer (*) |
10% |
90% |
Palos de la Frontera |
30% |
48% |
San Bartolomé de la Torre |
20% |
80% |
Villanueva de los Castillejos |
||
Fuente: Defensor del pueblo (2001:58). Elaboración propia
(*) El resto del porcentaje correspondía a trabajadores que regresan a otros puntos una vez terminada la jornada |
Ahora bien, las condiciones de habitabilidad de las viviendas en esta provincia no es homogénea como sucede en el caso de Almería y Jaén, es decir, existen diferencias importantes de unos pueblos a otros. Estos es, la situación se hace más dramática en las localidades de Cartaya y Lepe frente a otras como, Bonares, Isla Cristina, Villablanca e incluso Moguer y Palos. Esas primeras localidades –Cartaya y Lepe- tienen una menor infraestructura residencial, que se traduce en que alrededor de un 85% de los inmigrantes vivan en infraviviendas. La gran mayoría son habitáculos construidos con tal fin junto a las explotaciones, al igual que las naves y las lonjas que proporcionan una nula calidad de vida. Los módulos prefabricados y los albergues tampoco dan la solución.
En Moguer y Palos la situación es mejor que la de Lepe y Cartaya, esto es, tienen una mejor infraestructura residencial debido a su mayor tradición migratoria y también al relativo proceso de sustitución de mano de obra extranjera por la nacional, facilitando que aquellos ocupen los lugares de éstos. Aunque conforme pasan los años el problema se vuelve más complicado, ya que los inmigrantes nacionales están dejando de ir a la recolección fresera, siendo sustituidos por más inmigrantes extranjeros, a los que apenas se les ofertan casas para alquilar, fuera de las que ya tienen los empresarios. Además la población, en general, tiene un gran recelo para alquilar casas a inmigrantes extracomunitarios, lo que conlleva que cada año se ocupen mayor número de infraviviendas y ocurra como en Moguer donde los inmigrantes utilizaron los baños del recinto ferial como vivienda. Otros casos extremos son los sufridos por los inmigrantes en la carretera del Tariquejo en Cartaya o la situación que padecían los jornaleros de la empresa Doñana 2.000 en Almonte, así como la existencia de inmigrantes viviendo en furgonetas, caravanas, tiendas de campaña etc.
En definitiva, la poca previsión tanto por parte de la administración como de los empresarios[4], sumado a la llegada cada vez más numerosa de inmigrantes, el recelo a alquilar por parte de los autóctonos y la reducida capacidad del mercado de ofrecer viviendas ha provocado la formación de asentamientos con un gran número de inmigrantes en condiciones infrahumanas entre los parajes y caminos agrícolas.
En Zafarraya y Albuñol (Granada) ocurre algo parecido, la mayoría de los inmigrantes durante la campaña de recogida de los frutos se alojan en las construcciones (casas-cortijo, almancenes, etc.) que tienen los propietarios junto a las explotaciones o en cortijos de otras localidades cercanas. En el Plan anteriormente señalado se prevé terminar el albergue de Zafarraya que contará con 80 plazas.
Ahora bien, todos los lugares donde la presencia residencial de inmigrantes se ubica en hábitat disperso no se traduce, como adelantamos al principio, a residir en cortijos. Esto es, una parte de los inmigrantes, principalmente indocumentados, que se alojan en diseminados viven también en los almacenes de aperos y productos fitosanitarios, casillas de motores de agua, casas semiderruidas o derruidas totalmente, chozas, tiendas de campaña (como ha sucedido este año en la recogida de la fresa en Huelva y en más de una ocasión en Zafarraya), chabolas de autoconstrucción, invernaderos abandonados y un largo etcétera.
A la segregación territorial de estas unidades residenciales diseminadas de inmigrantes, le podemos sumar el agravante de la falta de equipamientos y servicios públicos y la dificultad de acceso a los existentes dentro de los núcleos de población edificativamente consolidados. La gran mayoría de estos alojamientos sufren grandes problemas de aislamiento físico y de comunicación, puesto que el acceso a ellos sólo se puede realizar a pié y a través de estrechos y tortuosos caminos sin asfaltar, sin señalización y sin iluminar.
% |
|
Bueno |
34,1 |
Regular |
53 |
Malo |
12,9 |
Fuente: Trabajo de campo e informe del Ayuntamiento de La Mojonera. Elaboración propia. |
Llegado a este punto cabe preguntarse: ¿cómo y bajo qué proceso llegan los inmigrantes a ocupar los cortijos?
Casi todos los cortijos, en un principio, fueron ocupados como residencia principal por sus actuales propietarios (a excepción de algunos en Huelva), pero el aumento de la mecanización en las explotaciones, las mejores y mayores comunicaciones entre las explotaciones, junto con el grado de insatisfacción de ciertas necesidades que provocaba el vivir aislado, empuja a los autóctonos a dejar los cortijos vacíos para irse a vivir a las ciudades, y estos antiguos elementos residenciales que son ocupados posteriormente por los inmigrantes.
De esta forma, por tanto, se cumple en cierto modo el proceso de invasión-sucesión y filtrado del que hablaban los ecólogos clásicos de Chicago, sobre todo en los cortijos del Poniente y Levante almeriense donde la migración es más estable. Esto es, desde la década de los 80 hasta nuestros días, los colonos que ocuparon y construyeron estos cortijos, Han ido abandonando paulatinamente ese hábitat rural, para trasladarse a los emergentes núcleos de población, siguiendo pautas parecidas a las que señala Turner (1968, 1972).
Según este autor se dan tres momentos en la vida de un inmigrante y cada estadio está determinado por varias necesidades básicas: oportunidad, seguridad, identidad y donde la propiedad de la residencia es el motor de dicho proceso.
Los recién llegados valoran más la proximidad a los trabajos (oportunidad) que la propiedad y ubicación de la vivienda (seguridad) o la calidad de la habitación (identidad). Una vez consolidada la capacidad económica de las unidades domésticas, las familias buscan mejor calidad de habitación. Por tanto, los primeros inmigrantes (colonos nacionales) abandonan los cortijos y éstos son filtrados desde arriba hacia abajo, es decir, de quién más tiene –autóctono- hacia el que menos posee –inmigrante extranjero-. Ni que decir tiene que este proceso no se produce de forma automática, tal y como proponían los autores clásicos de Chicago.
¿Está ocurriendo el mismo proceso con los inmigrantes extranjeros? La movilidad residencial de los inmigrantes no sólo está relacionada con su ascenso en la escala económica y del tiempo de residencia, sino que responde a otros factores sociales y valorativos, como son la discriminación ó la negación total de alquilarles o venderles viviendas dignas.
Por tanto, los inmigrantes dependen fundamentalmente de las estrategias de arrendamiento y venta de los propietarios. En la actualidad existe un submercado de la vivienda para inmigrantes, especialmente en la provincia de Almería y Huelva, que está en manos de pequeños propietarios y no tanto empresas inmobiliarias. Y el alquiler de los cortijos se convierten en una renta complementaria de otra actividad, puesto que no son gerentes inmobiliarios. Las familias especulan con sus viviendas, muchas de ellas en estado casi ruinoso, a la vez que a los propietarios les permite acceder a otra vivienda o a mejorar su nivel de vida.
En definitiva y para terminar este punto, los inmigrantes extranjeros que trabajan en la agricultura en Andalucía viven en unos ámbitos territoriales específicamente rurales, en viviendas y alojamientos dispersos entre las explotaciones agrarias, lejanos y mal comunicados, respecto a los núcleos de población urbanos, dónde se ubican los servicios públicos básicos y los equipamientos sociales necesarios. Situación general de segregación territorial que dificulta en gran medida el proceso de integración que la sociedad de acogida les pide y exige.
b. Residencia en el ámbito urbano
La incorporación y acceso a la vivienda en el espacio urbano de ciudades donde los inmigrantes no se dedican a la agricultura, como puede ser Sevilla, Málaga, Granada, Córdoba u otras ciudades, presenta una separación lógica entre los lugares de residencia y los de trabajo. Esto conlleva que aparezcan nuevas variables a tener en cuenta a la hora de analizar el acceso a la vivienda. Es decir, no existe tanta vinculación entre empresario y trabajador en lo que a residencia se refiere.
La incorporación de manera general a la vivienda está condicionada, en primer lugar, de forma directa o indirecta, dependiendo de los casos, por un mercado inmobiliario controlado por agencias inmobiliarias y no tanto por pequeños propietarios y en segundo lugar, por la capacidad económica y legal del demandante[5]. Estos elementos, junto con el prejuicio y la discriminación, determinan la existencia de contrato o no, la calidad de la vivienda, el hacinamiento y la facilidad para acceder a ella.
Del mismo modo, hemos encontrado que en las grandes ciudades tanto los inmigrantes documentados, como los no documentados tienen grandes dificultades en encontrar viviendas en los barrios ó lugares que se suponen “normalizados”, puesto que el mercado residencial está controlado casi en su totalidad por agencias inmobiliarias con una visión hacia un demandante nacional o extranjero del primer mundo más o menos adinerado, y esto provoca que los inmigrantes tengan que buscar casa en aquellos lugares de la ciudad donde el mercado es controlado por pequeños propietarios ó inmobiliarias que trabajan con casas de baja calidad y donde el precio de acceso es menor.
Por tanto, los inmigrantes en estas ciudades viven por un lado, en los barrios periféricos y marginales, como son el Vacie, Polígono Norte y Tres Mil Viviendas en Sevilla; Casería Montijo, Polígono de Cartuja en Granada o en los barrios de El Puche y Pescadería-Chanca en Almería capital. Y por otro lado, en los cascos antiguos de las ciudades ocupando los edificios más deteriorados y de peores condiciones de habitabilidad.
Por eso aquí, en las grandes ciudades, también los inmigrantes encuentran un submercado de viviendas inhabitables relegado exclusivamente para ellos[6], puesto que los arrendatarios no pueden alquilar sus propiedades a nadie más, y los inmigrantes no pueden encontrar otro tipo de vivienda que no sea esa, en definitiva, este mercado se fundamenta por un lado, en el racismo y la insolidaridad y por otro, en la estrategia de subsistencia de los arrendatarios e inquilinos.
Los otros hábitats urbanos que ocupan principalmente los inmigrantes están situados en algunas de las anteriores “ciudades agrarias”. De entre ellas destacan las diferentes entidades locales de las zonas del Poniente almeriense. Para empezar, es fundamental remarcar que la incorporación de los inmigrantes a dichos hábitats es posterior a la llegada de los éstos al término municipal. En un primer momento, más del 90% de los inmigrantes vivían de forma diseminada en el espacio agrícola. Pero su progresiva llegada y su asentamiento de larga duración ha impedido que ese territorio pueda absorber a todos los recién llegados. Por ello, este excedente se ha ido situando primero en las diferentes entidades de población menores de las ciudades, como son Santa. María del Águila, Las Norias de Daza y San Agustín en El Ejido y El Solanillo, El Parador, Las Marinas y Cortijos de Marín en Roquetas de Mar, y posteriormente en las propias ciudades de El Ejido y Roquetas. Además, estos primeros inmigrantes han ejercido de “cabeza de puente” para sus parientes y conocidos. No debemos olvidar la rápida transmisión de información, de bienes y servicios a través de redes, que hacen que en todo momento se conozca perfectamente la situación en un lugar y en el otro.
Fundamentalmente las viviendas de los nuevos inmigrantes en los núcleos urbanos son, por un lado, las casas “de colonización”, es decir, aquellas que primeramente ocuparon los autóctonos y que posteriormente han abandonado para irse a vivir a Almerimar, Aguadulce, Urbanización de Roquetas de Mar o al propio El Ejido y Roquetas. Y por otro lado, los bloques de edificios de mayor antigüedad, con menor calidad de construcción y equipamientos (poca luz, escasa ventilación, materiales de construcción de dudosa calidad, falta de ascensores, etc.).
A algunos barrios y secciones de estas ciudades donde la presencia de inmigrantes es más notable, se le une negativamente el agravante de tener el mayor índice de carencias sociales, poniendo en evidencia la ruptura de la solidaridad social por parte de los ciudadanos y políticos locales como sucede fundamentalmente, entre otros, en los barrios de las Doscientas Viviendas en Roquetas de Mar y Pampanico en El Ejido.
Un proceso parecido al descrito ocurre en Zafarraya en Granada y algunos pueblos de Huelva donde hay un importante número de inmigrantes viviendo dentro del pueblo: Isla Cristina, Villanueva de los Castillejos, Lepe y Cartaya. Ocupan también los edificios y casas más deterioradas y antiguas, con importantes deficiencias arquitectónicas y de equipamientos.
En otras zonas, donde los inmigrantes ocupan cortijos la incorporación al medio urbano se va produciendo a la par que la ocupación diseminada en el espacio agrario, o incluso a posteriori. Así por ejemplo en la comarca jienense de La Loma-Las Villas (Úbeda, Baeza, Villacarrillo, Torreperojil, Villanueva del Arzobispo) que fueron las primeras localidades que recibieron inmigrantes, éstos ocupaban el casco urbano y los cortijos de forma simultánea. En la comarca de la Sierra Sur y en pueblos como Castillo de Locubín, los inmigrantes en un primer momento se insertaron en el núcleo urbano.
Esta incorporación paralela e incluso anterior se debió fundamentalmente a que no todos los agricultores poseen cortijadas entre las explotaciones para ubicar a los inmigrantes y quedaban relegados en las naves o construcciones de aperos en la periferia de los pueblos. En otros casos los inmigrantes se insertan en las segundas viviendas de los empresarios, o incluso éstos pagan el alquiler a sus trabajadores de algunas casas vacías del pueblo, bien con descuentos en el sueldo o bien con otro tipo de convenios.
En definitiva, y de forma parecida que el proceso de alojamiento en los cortijos y casa rurales; en las ciudades se produce el fenómeno de invasión -sucesión y filtrado- donde algunos propietarios de casas antiguas actúan como agentes inmobiliarios dedicados a especular con sus propiedades, lo que supone para la gran mayoría de los arrendatarios una fuente de ingresos subsidiaria. Y como consecuencia los inmigrantes residentes en Andalucía están circunscritos de forma casi obligada a un submercado que se ha adjudicado a ellos y que corresponden también a unas zonas, edificios o casas perfectamente definidas dentro de las ciudades. Por ello, los inmigrantes están obligados a revivir una parte del mercado inmobiliario residual de rentabilidad nula. Esto conlleva que los autóctonos, en general hayan puesto límites a la ubicación de los inmigrantes. Pero, cuando ese límite se sobrepasa, por algún motivo, los autóctonos poco a poco empiezan a marcharse del lugar, quieren mantener una elitización residencial. Un ejemplo claro lo encontramos en el barrio almeriense de El Puche y la calle Manolo Escobar y sus transversales en El Ejido, y en menor grado en los barrios granadinos de Casería Montijo, y los Polígonos residenciales de La Cartuja y Almajayar. Estos barrios que en un principio estaban ocupados en su totalidad por autóctonos, ahora es prácticamente al revés o con una tendencia a invertirse. La mayor parte de los autóctonos consideran que vivir junto a inmigrantes es un signo de desprestigio.
c. Régimen de tenencia
Otro hándicap con el que se encuentran los inmigrantes extranjeros en Andalucía, además de la escasez de viviendas en alquiler y su alto precio, es la dificultad para acceder a la vivienda en propiedad.
La poca capacidad de endeudamiento y la discriminación sufrida hace que únicamente entre el 3% y 5% de los inmigrantes residentes en Andalucía sean propietarios. El resto ocupan la casa bajo el régimen de alquiler, cesión u ocupación[7].
Como puede observarse en el cuadro anterior la gran mayoría de los inmigrantes ocupan las viviendas en régimen de cesión. Esto es, probablemente la mitad de los inmigrantes tienen algún tipo de relación laboral con el arrendatario, o lo que es lo mismo, el arrendatario en muchos casos es también el empleador de los inmigrantes que tiene en su casa. Aunque no quiere decir que todos los que habiten allí tengan esa relación vinculación empresarial con el arrendatario, ni que la construcción ocupada tenga las condiciones correctas de habitabilidad. Este tipo de régimen se da fundamentalmente en los núcleos urbanos agrarios y también en el espacio agrario, o en las diferentes barriadas separadas del casco urbano.
% |
|
Cesión |
50,5% |
Ocupación |
10,9% |
Arrendamiento |
35,6% |
Propiedad |
3% |
Fuente: Trabajo de campo. Elaboración propia |
El régimen de arrendamiento es característico de casi todos los inmigrantes que viven en los núcleos urbanos, es más difícil encontrar inmigrantes dentro de las ciudades en régimen de cesión y ocupación, aunque nosotros hemos constatado que hay algunos casos.
Ahora bien, ¿significa que los inmigrantes que viven en régimen de cesión no pagan alquiler? Evidentemente no. Muchos empresarios cobran el alquiler a sus empleadores obligándoles a realizar tareas extraordinarias fuera del horario de la jornada laboral o por vigilar la explotación, etc. En otras ocasiones restan el alquiler del salario mensual, o ceden la vivienda de manera gratuita.
Evidentemente los inmigrantes en régimen de ocupación no pagan nada, sus viviendas son casas abandonadas y derruidas, autoconstrucciones, chabolas, etc.
Pero ¿cuánto pagan los inmigrantes por las casas alquiladas o cedidas? Es difícil hacer un cálculo exacto por la variedad de ciudades y entornos que ocupan, y evidentemente, por las peculiaridades de cada mercado inmobiliario. Pero si se puede realizar una aproximación teniendo en cuenta algunos factores.
El primer dato que debemos tener presente es la diferencia que existe entre la estrategia a la hora de alquilar en los ámbitos urbanos de las ciudades agrícolas y de las no agrícolas. Esto es, en las primeras –pequeñas ciudades agrarias-, sobre todo en las comarcas almerienses, se cobra por número de moradores. En las segundas el alquiler se cobra por metros o habitaciones, estado de habitabilidad y por el lugar de la ciudad donde se encuentren. Aunque últimamente en los núcleos urbanos de las grandes ciudades empiezan a copiar el modelo de las ciudades agrícolas.
Esto crea que en las ciudades no agrícolas se paga un precio fijo por vivienda, sin embargo, en las ciudades agrarias el precio se determina y varía atendiendo al número de moradores inmigrantes.
Fija |
12,9% |
Variable |
87,1% |
Fuente: Trabajo de Campo, informe del Ayuntamiento de La Mojonera |
Por tanto, en algunas capitales andaluzas como Sevilla, Granada y Málaga por un piso de tres habitaciones se paga entre 330 y 400 €., lo que significa que si hay un morador por habitación, excepto la de matrimonio con dos, pagan entre 85 y 105 €. cada uno[8]. Normalmente los propietarios, aunque no siempre lo consiguen, intentan que no haya más de cuatro moradores para evitar problemas con vecinos y administración.
Por el contrario, en las pequeñas ciudades agrarias almerienses por un cortijo de iguales características los inmigrantes pagan menos, pero los arrendatarios perciben más. Veamos esto con más detenimiento. En los campos almerienses de producción hortofrutícola bajo plástico hay una media entre dos y tres moradores por habitación o habitáculo. La media de pago es de unos 72 €/persona, si hacemos los cálculos comprobaremos que el resultado oscila entre los 430 y los 650 € por vivienda.
Como resaltamos anteriormente algunos empresarios no cobran alquiler directamente, sino que lo hacen a través de trabajos extraordinarios o de restárselo del sueldo. Sólo un escaso 15% de los empresarios almerienses paga igual o más de lo estipulado en convenio (29,5 €/día), el resto pagan entre 24 y 27 €., si hacemos los cálculos en el supuesto que todos los inmigrantes que residen en el cortijo trabajan para el mismo patrón, comprobaremos que las cantidades obtenidas por el alquiler son incluso superiores a las anteriores. Es decir, si redondeamos el convenio a 30 € y pagan 25,5 € –como cifra intermedia entre veinticuatro y veintisiete Euros- el arrendatario cobra por cada día y persona unos 4,51€., por tanto con seis personas que habiten su cortijo, al mes cobrará entre 721 y 812 €[9].
En la provincia de Huelva la situación es algo mejor, el convenio del campo actualmente es ligeramente superior al almeriense y el pago por el alquiler es relativamente inferior, éste oscila entre los 300 y 480 euros, aplicando también, en la gran mayoría de los sitios, el cobro por morador.
Evidentemente, y como se desprende de todo esto, los precios a pagar por los inmigrantes son proporcionalmente elevados con relación a sus ingresos mensuales. Lo que lleva a muchos inmigrantes a practicar la estrategia de realquilar habitaciones e incluso camas por horas, como sucedió en un piso de Martos hace dos campañas, donde en multitud de viviendas de emigrantes había colchones hasta en la cocina y pasillos.
En el 90% de los casos de arrendamiento y cesión a inmigrantes extranjeros andaluces no existe un contrato legal que regule la situación de los inmigrantes moradores y eso facilita la ocupación de infraviviendas, puesto que no existe ninguna cédula de habitabilidad.
En definitiva y para terminar este apartado, el ámbito residencial dual –autóctonos/inmigrantes- descrito es fruto del prejuicio racial, de un sistema ocupacional y de la desigualdad en los ingresos obtenidos, que se agrava por la ausencia de políticas públicas correctoras de esa desigualdad, demostrando que esta fractura tiene una perpetuación política. La gestión política regula la producción, consumo e intercambio del espacio y las pautas residenciales que se imponen. El valor de la vivienda no se mide en función de su uso como refugio y residencia, sino en función de la cantidad recibida en el mercado de cambio, que se ve afectado por factores externos, tales como la especulación, políticas administrativas y financieras y también por una discriminación étnica voluntaria. Por eso, sería muy peligroso acusar a los procesos competitivos de mercado de ser la causa exclusiva e inmediata de la diferenciación residencial.
Conclusiones
A. Una de las fracturas de la sociedad andaluza estriba en la forma dual que se tiene a la hora de acceder a la vivienda, donde destaca la dicotomía autóctono/inmigrante fruto de un sistema discriminatorio basado en los elementos étnicos y ocupacionales. Esta situación se agrava por la ausencia de políticas públicas correctoras de esa desigualdad y que demuestra que la dualización es resultado de lo económico y étnico pero de perpetuación política.
B. El valor de la vivienda no se mide en función de su uso como refugio y residencia, sino en función de la cantidad recibida en el mercado de cambio. Este mercado se ve afectado por factores externos como son la especulación, políticas administrativas y financieras y por una discriminación étnica voluntaria. Por eso, sería muy peligroso acusar a los procesos competitivos de mercado de ser la causa exclusiva e inmediata de la diferenciación residencial.
Para tratar de corregir esas graves deficiencias es necesario una política común por parte de todos los agentes socieconómicos, políticos y sociedad en general, donde se respeten varios principios fundamentales como señala Leal (: 130-133)
1. El principio de integración. La integración social no debe concebirse como una conversión cultural sino como una convivencia multi e intercultural. Donde la regulación, vivienda y el acceso laboral son los factores principales.
2. Principio de permanencia y estabilidad. La presencia de los inmigrantes no es temporal, ni estacional, sino que es permanente.
3. Igualdad entre los nacionales y los inmigrantes
4. Principio de Acción Positiva. Esto es, diseñar y llevar acciones a cabo encaminadas a evitar la discriminación étnica y compensar su situación. Entre las que destacamos: la erradicación del chabolismo y la segregación, actuación de rehabilitación sobre las infraviviendas, construcción de nuevas viviendas en suelo urbano y no diseminados y coordinación de programas y desarrollo de políticas en materia de vivienda.
Notas
[1] El estudio de la segregación espacial, evidentemente, es más reciente que el propio fenómeno. Fueron los miembros del departamento de Sociología de la Universidad de Chicago -Wirth, Burguess, Hoyt, etc.- a primeros del siglo pasado quienes empezaron a analizar estas situaciones, tanto de forma teórica como empírica. Y su origen estriba fundamentalmente por el crecimiento industrial que estaba sufriendo la ciudad de Chicago, abastecida por una gran masa de mano de obra procedente de los ámbitos rurales y de las migraciones intraoceánicas cuya ubicación en la ciudad no fue uniforme.
[2] Cifra obtenida a partir de los padrones municipales de las diferentes localidades.
[3] En la actualidad y según el borrador del Plan Integral para la inmigración en Andalucía (2001-2004) se contempla la construcción de un albergue de temporeros en Jaén capital con capacidad para 50 plazas.
[4] En la actualidad algunos empresarios, a pesar de las trabas administrativas para construir en suelo no urbanizable, están intentando edificar casas “dignas” para “sus” inmigrantes.
[5] Mohamed, un marroquí de 28 años nos decía: “Aquí en Granada los recién llegados siempre nos tenemos que ir con conocidos, nadie nos alquila nada, piensan que lo vamos a romper todo, ¡como no tenemos papeles, pues...! No es como en Almería que si tienes suerte que te alquilen no te piden nada. Ahora si tú tienes papeles con otros amigos si puedes encontrar casa más rápido”.
[6] Y en algunos casos para los estudiantes universitarios.
[7] Estimaciones realizadas a partir el trabajo de campo.
[8] Estos precios se están pagando en áreas relativamente degradadas de dichas ciudades.
[9] Estos cálculos se han realizado bajo la tipología ideal más común, pero que no siempre se cumple. Es decir, en algunas ocasiones las cantidades se acentúan más si cabe y en otras se reducen considerablemente.
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