Scripta
Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VII, núm. 146(027), 1 de agosto de 2003 |
“El ambiente de la elite”. Modernidad, segregación urbana y transformación arquitectónica: San José, Costa Rica, 1890-1935 (Resumen)
A finales del siglo XIX, un cafetalero y empresario francés propuso el ensanchamiento de la ciudad de San José hacia el norte. La creación de un nuevo residencial para la elite urbana llamado barrio Amón, fue la consolidación y a la vez el inicio de un creciente proceso de segregación social y arquitectónico en los suburbios de la ciudad. A través de la reconstrucción y análisis de la arquitectura interior y exterior y la decoración y uso cotidiano y simbólico de los diferentes aposentos se analiza este proceso de cambio urbano y social en la capital costarricense: el desarrollo de una cultura urbana burguesa.
“The elite’s ambiance”. Modernity, urban segregation and architectural change: San José, Costa Rica, 1890-1935 (Abstract)
At the turn of the century a French coffee planter and businessman proposed to urbanize a piece of land in the northern border of the capital of Costa Rica, San José. The creation of this new neighborhood called Amón was the beginning of a new process of social and architectural segregation in the suburbs of the city consolidated as the first elite residential neighborhood of San José. The reconstruction of the architecture and interior spaces, the daily and symbolic uses and decoration of the house, analyses the urban and social change in San José and the expression of an urban bourgeois culture.
“la casa...donde se afrontan lo público y lo privado, hombres y mujeres, padres e hijos, amos y criados, familia e individuos. Distribución y uso de las habitaciones, escaleras, pasillos de circulación de personas y cosas, lugares de apartamiento de cuidados y placeres del cuerpo y del alma...”
Michelle Perrot (Historia de la vida privada)
¿Por qué estudiar las fachadas y el interior de las viviendas para explicar un proceso de transformación urbano y social?
Una de las características principales de la ciudad moderna en general fue su creciente especialización y crecimiento. Las ciudades se dividieron en sectores dedicados a actividades específicas como el comercio, la manufactura y la industria. Los grupos sociales que antes cohabitaban dentro de un mismo espacio urbano sufrieron una creciente segregación según la clase y las condiciones económicas. Esta diferenciación se va a expresar en la adopción de una nueva arquitectura en las fachadas de las viviendas, pero también en los espacios interiores, tanto en su distribución, como en el uso y las funciones. En el sentido moderno, el ámbito de la familia y la intimidad conyugal se convirtieron en la fuente de la privacidad.
En el caso de las principales ciudades en América Latina, el traslado de la burguesía a barrios exclusivos en las afueras marcó un importante cambio, tanto social como arquitectónico en las últimas décadas del siglo XIX. Por un lado, este nuevo modelo de asentamiento cambió paulatinamente el viejo esquema colonial que estaba definido por la plaza central y su división jerárquica que irradiaba de este centro de poder. Y por otro, significó un cambio arquitectónico ya que se introdujeron nuevos tipos de vivienda suburbana, en los que predominó un eclecticismo afrancesado y variedad de estilos que iban de la mano con los gustos y costumbres preponderantes.
San José no fue la excepción en este nuevo proceso de segregación urbano, la pequeña urbe josefina inició un proceso de crecimiento y transformación característico de las ciudades modernas. Se crearon diversos servicios públicos, se desarrollaron nuevos ejes de crecimiento, se construyó una infraestructura pública y privada que promovió diferentes formas de sociabilidad y entretenimiento para los sectores urbanos. Como resultado de esta nueva organización del espacio se construyeron nuevos barrios residenciales para la burguesía al noreste de la ciudad de San José y la zona suroeste de la capital se consolidó como el asiento de los barrios populares.
En 1892, una propuesta de ensanche por el norte hecha por el empresario francés Amón Fasileau-Duplantier a la Municipalidad de San José, promovió este proceso de segregación urbana con la creación y desarrollo de Barrio Amón en las tres primeras décadas del siglo XX.
El análisis de la arquitectura y los espacios interiores de la elite josefina que se asentó en barrio Amón se analiza en las páginas siguientes para comprender el paso a la modernidad de un sector urbano y como el diseño y decoración de los interiores fueron reflejo de los cambios mayores que vivió la sociedad en ese momento.
Las fachadas: estilos y materiales
En 1910 un terremoto destruyó a la ciudad de Cartago. El derrumbe de la antigua capital colonial, trajo como consecuencia la revisión de los sistemas constructivos y un cambio con respecto a los materiales de construcción utilizados hasta ese momento. El Estado creó un nuevo reglamento que entre otras estipulaciones prohibió el uso del adobe en la construcción de viviendas y de las pesadas tejas para el techo.[1]
Este nuevo código constructivo coincide con el momento a partir del cual se inicia de manera sistemática la construcción de viviendas en el barrio Amón. Las repercusiones que tuvo el terremoto de Cartago, aunado a las posibilidades económicas, al gusto de los nuevos pobladores de Amón, la mayor diversidad de materiales de construcción tanto del mercado nacional como importados, fueron algunos de los elementos que posibilitaron un cambio arquitectónico como reflejo también de un cambio social. A principios de siglo se desarrolló una industria nacional de ladrillos, cerámica, madera aserrada, entre otros, sumado a la importación de diversos materiales constructivos como el hierro, cemento, zinc, mármol, etc.[2] Esta unión de factores abrió una gama de posibilidades estilísticas que permitieron la introducción de una arquitectura importada de Europa y los Estados Unidos, que rompió con la sencilla fachada de la casa de adobes, bahareque y tejas.
El análisis de la arquitectura que se construyó en barrio Amón en estas décadas reflejó esta diversidad de factores que marcaron un cambio de importancia en la pequeña capital centroamericana. Para realizar la reconstrucción de la arquitectura y sobre todo de los espacios interiores, su decoración, función y usos, se hicieron entrevistas a los pobladores originales de estas tres primeras décadas, cuyos testimonios se complementaron con otras fuentes del registro de la propiedad y el Censo de población de 1927, entre otros.
En total se analizaron 35 fachadas de las viviendas de barrio Amón, de un total de 219 casas que existían en la zona hacia 1927.[3] Estas 35 casas representan un 16 por ciento del total de viviendas que existían en la zona en ese año.[4] Las casas seleccionadas se construyeron entre 1896 y 1935. Como se aprecia en el Cuadro 1, los materiales de construcción que predominaron en la construcción de las casas analizadas fueron el ladrillo[5] y la madera, los techos en su mayoría fueron de zinc.
Estilo | # |
% |
Materiales |
# |
% |
Neocolonial | 1 |
2,9 |
Ladrillo-estructura metálica | 1 |
2,8 |
Mudéjar | 2 |
5,7 |
Bahareque-cemento | 1 |
2,8 |
Victoriano | 7 |
20 |
Bahareque-madera | 1 |
2,8 |
Criollo | 8 |
22,9 |
Ladrillo-tela metálica | 3 |
8,6 |
Ecléctico | 17 |
45,7 |
Ladrillo-madera | 4 |
11,4 |
Madera | 10 |
28,6 |
|||
Ladrillo | 15 |
42,9 |
|||
Total | 35 |
100 |
Total | 35 |
100 |
Fuente: 27 entrevistas, Registro de la Propiedad, viviendas en la actualidad, elaboración propia. |
Es evidente que el cambio más importante se refiere a la sustitución del adobe o bahareque por el ladrillo (42 por ciento) y la madera (28 por ciento); ambos materiales de construcción predominaron en las viviendas de barrio Amón. El adobe no se utilizó en ninguna de las viviendas analizadas y el bahareque se utilizó únicamente en una vivienda, pero en combinación con el cemento armado.[6] También se mencionaron algunos casos en que se utilizó la tela metálica que proporcionaba una gran resistencia contra los temblores.
Es muy probable que el bahareque también estuviera presente en muchas casas en las cuales se declaró al ladrillo como principal material de construcción. Durante este período fue común construir ciertas paredes internas con bahareque, —el relleno la hacían con cal y trozos de ladrillo partidos—, porque era una estructura muy resistente y a la vez liviana, óptima contra los terremotos, a esta técnica se le conoce como bahareque francés.
Los estilos arquitectónicos caracterizados por el eclecticismo, predominaron en las viviendas analizadas. De acuerdo con Carlos Altezor, el eclecticismo europeo predominó en la arquitectura centroamericana a partir de 1880.[7] Este nuevo lenguaje, expresó la diversidad y la mezcla de influencias y costumbres foráneas y locales del momento, gracias también al acceso a una gran variedad de materiales de construcción. En otras palabras lo ecléctico se evidencia tanto en los estilos como en los materiales de construcción.
Por otro lado, el estilo que hemos denominado como criollo, también fue predominante en el barrio Amón (23 por ciento). Estas viviendas se caracterizan por el fuerte peso de la herencia colonial en su fachada y distribución interior. La casa se construye sobre la acera y la fachada consiste en una puerta y dos ventanas laterales. En su interior, el zaguán es el eje de distribución de la casa. La diferencia fue que se construyó en ladrillo y tuvo una mayor decoración en los marcos de las ventanas y la puerta de la vivienda, y una mayor especialización al interior de la vivienda.
El estilo victoriano también estuvo presente en barrio Amón (20 por ciento). De origen inglés, el victoriano surge a principios del siglo XIX, fue un sistema constructivo conocido como "Balloon Frame House"[8]. La producción industrial en madera permitió su importación y difusión a través de catálogos y revistas, tanto en Europa como en América, especialmente a través de la zona del Caribe.
La adaptación del estilo victoriano a las condiciones climáticas y culturales de cada región en Centroamérica creó una diversidad de estilos según el lugar en que se desarrolló. En otras palabras se dio una readaptación del victoriano de acuerdo con las técnicas de cada país y con las posibilidades económicas de sus moradores. En Costa Rica la difusión de la madera aserrada, principal material utilizado en las casas de estilo victoriano, se popularizó hacia la década de 1910 para la vivienda urbana de diferentes sectores sociales. La instalación de aserraderos en este período favorecido por la riqueza y explotación forestal del país, permitieron abastecer el mercado nacional a precios económicos.
Los estilos denominados exóticos e historicistas, aunque estuvieron presentes en Amón no fueron predominantes dentro de su arquitectura, como el caso del estilo mudéjar o el neoclásico. Aunque se adoptaron en sus fachadas, en algunos casos en su distribución interior, la casa tipo zaguán fue también el eje de distribución de la vivienda.
La mayoría de las casas construidas en este período fueron realizadas por maestros de obras. Entre algunos de los pocos arquitectos y compañías constructoras mencionadas se encuentra Jaime (Chame) Carranza, y las compañías constructoras de Wolf, Rafael (Chotarra) Alvarado y Gerardo Rovira.
Victoriano, mudéjar y neocolonial
La estructura metálica fue un nuevo material de construcción que se introdujo en Costa Rica en la década de 1870 y cuyo uso se generalizó en las últimas décadas del siglo XIX. Esas estructuras eran prefabricadas y se trajeron de Francia, Bélgica y Estados Unidos, especialmente a partir de la década de 1890. Como el caso del techo, las buhardillas, las columnas y la ornamentación —por ejemplo los arcos— de la centenaria casa que hoy día alberga a la Alianza Francesa. Su temprana construcción en el límite sur de barrio Amón (avenida sétima, calle quinta), marcó el inició de la transformación arquitectónica y social ya que para entonces apenas comenzaba a urbanizarse el barrio.
Amón Fasileau-Duplantier vendió el 20 de junio de 1893 el lote de 793 m2, al agricultor alajuelense Manuel Sandoval Jiménez, por la suma de 10.218 pesos y 15 centavos.[9] La casa fue construida entre 1895 y 1896.[10]
Esta casa "de cal y canto, y ladrillo, maderas finas y techada con hierro belga" marcó un hito arquitectónico en la ciudad de San José. En su interior contaba con nueve cuartos y una despensa, dos bodegas, un sótano y dos corredores de mosaico. El jardín de la entrada tenía una "verja artística de hierro." Además se hizo una puerta de calle independiente para el servicio.[11]
Cipriano Herrero del Peral, español dueño de "La Fama", compró a Cleto González Víquez en 1899, un terreno ubicado en la avenida once.[12] En 1906 terminó la construcción de su casa de habitación, diseñada por el arquitecto Jaime "Chame" Carranza y estimada en 15.000 colones:
"...toda de mampostería y techo de hierro galvanizado, rodeada de un jardín por todo el lindero norte, el oeste y parte del sur y cercado de jardín en los linderos norte y oeste por una verja de mampostería y hierro de un metro y medio de alto..."[13]
La casa de Herrero comparte la característica del tipo de vivienda urbana de clase alta, con jardines exteriores y corredores con balaustrada. Como ya es característico en muchas de estas casas el sello de su propietario quedó para la posteridad en los ventiladores de todo el contorno de la vivienda con las iniciales de su dueño C.H. (Cipriano Herrero).
Uno de los nuevos estilos que se adoptaron en las viviendas de barrio Amón fue el victoriano y se difundió, especialmente a partir de la década de 1910, como en la vivienda del hacendado-ganadero Carlos Saborío Yglesias en la avenida 9, calle 7.
La vivienda posee un jardín que separa y aísla la casa de la calle. Una escalera permitía el acceso a la entrada principal, con un corredor frontal y una baranda con balaustrada. Al final de un costado de la vivienda posee una cochera. Característica poco usual en las viviendas urbanas, aún de la clase alta; el carro fue una exclusividad en el San José de las primeras décadas de siglo XX. Esta vivienda fue adquirida hacia finales de la década de 1910 por un primo de Carlos Saborío, Jorge Hine Saborío quien conservó la vivienda hasta mediados de la década de 1930.
La casa de Elías Pagés Elías, presenta una combinación de materiales de construcción inspirados en el estilo victoriano. Este comerciante español era dueño de uno de los almacenes más exclusivos de San José, La Alhambra. El 31 de octubre de 1912, compró un lote de 323 m2 en la avenida sétima, calles tres y tres bis, por la suma de 5.000 colones a donde posteriormente construyó su casa "contra temblores, de 10 metros de frente."[14]
La vivienda es una construcción mixta de ladrillo en el primer piso y madera en el segundo. La crestería del frontón principal es de hierro y los remates de las columnas en madera, así como la balaustrada de las barandas del corredor frontal, de las cenefas del frontón y del friso. Al igual que en la casa de la familia Saborío, un jardín separa la vivienda de la acera. Un zócalo de piedra con seis columnas y rejas de hierro, con el sello de su dueño original "E.P.E" forman el conjunto de entrada a esta vivienda. A diferencia de la casa de la familia Saborío su distribución interior, se caracteriza por un zaguán de acceso con cuartos a ambos lados.
En la avenida nueve se construyeron en la década de 1910 dos viviendas con fuerte influencia victoriana. Probablemente fueron construidas simultáneamente ya que ambas tienen las verjas, el muro de la entrada, y el antejardín a un mismo nivel y poseen el mismo diseño en el muro y la decoración en las verjas de hierro. Asimismo ambas viviendas poseen un corredor frontal, y un zaguán de entrada a la vivienda, lo mismo que un patio interior. Las diferencias se presentan en la ornamentación de la fachada y los materiales de construcción.
La casa esquinera, aunque de estilo victoriano, está construida con bahareque y su interior en madera.[15] Se ubica en la avenida nueve y calle tercera y se caracteriza por la profusa decoración de los marcos de las ventanas y de su ornamentación, tanto en madera como en metal (cenefas, pináculo, arcos, columnas, crestería) y especialmente en el frontón del bay window que se yergue en la esquina de la cuadra.
En esta vivienda vivió Joaquín Tinoco Granados (hermano del ex dictador Federico Tinoco (1917-1919). En 1920 la vivienda fue adquirida por Enriqueta Carranza Montealegre por 27.000 colones y cuatro años después fue vendida a Federico Sobrado Carrera.[16]
A diferencia de la casa anterior, la vivienda contigua, que perteneció a la familia Huete Quirós, posee una mayor sencillez en su fachada y decoración. La casa es de madera y de acuerdo con Francisco Huete: "para construir la casa tuvieron una la gran suerte porque se sacaron el mayor de la lotería."[17]
El cafetalero Alejo Aguilar Bolandi, construyó una vivienda el estilo neocolonial. La casa se conserva con las características originales desde su construcción, tiene un jardín frontal y corredores con balaustrada, arcos, techo de teja, columnas de madera,[18] y una torre. En el contorno de la torre, un balcón con rejas de hierro forjado corona la vivienda. Fue construida hacia 1920, en un terreno de aproximadamente 873 m2 en la avenida nueve y calle tercera.[19](Figura 1)
Figura 1. Casa
de Alejo Aguilar Bolandi. Fuente: Manuel Gómez Miralles, 19222. |
La madera también se utilizó como principal material de construcción en las casas de los hermanos Aniceto y Alfredo Esquivel Carranza. El 31 de mayo de 1924, Lillie May Champrey y Ball, vendió un terreno de 345 m2 sobre la avenida once y calle quinta por un valor de 4.000 colones. El comprador fue el comerciante Alfredo Esquivel quien dos años después vendió su propiedad a su madre Deidamia Carranza Aguilar. Alrededor de 1927, Deidamia construyó una casa de habitación de dos pisos, "en parte construida en madera de pinotea y en parte de cemento armado."[20] Hacia 1933 se construyó un "jardín-patio" de 80 m2.
Por su parte, su hermano Aniceto construyó "a sus expensas una casa de habitación, con basas de guachipelín y paredes de pinotea de primera calidad y techada con hierro galvanizado."[21]En ambas casos se utilizó la pinotea como principal material de construcción. Esta madera que se importaba en aquella época es muy resinosa y resistente por lo que ambas viviendas se mantienen en la actualidad en muy buen estado y algunas de las pocas viviendas de dos pisos de barrio Amón.
Dos viviendas con un marcado estilo mudéjar, en estrecha relación con la nacionalidad de sus propietarios fueron: la español Mariano Álvarez Melgar construida en 1910. Álvarez Melgar era el vicecónsul de España en 1912. Por esa razón la bandera española ondeaba en el jardín de su casa. (Figura 2)
Sus arcos de medio punto nos conducen al corredor frontal de la vivienda. Según Marta Alvarez, hija de Mariano: "después del terremoto de 1924 la forraron por dentro en madera, dejando las paredes de afuera en ladrillo. Adentro tenían vidrios pintados a mano”[22] por operarios extranjeros que vinieron para la construcción del Teatro Nacional en la década de 1890.
Figura 2. Casa de Mariano Álvarez
Mengar. Fuente: Archivo Marta Álvarez. |
La otra vivienda, conocida actualmente como "El Castillo del Moro", fue construida alrededor de 1930 por el contratista Gerardo Rovira y su maestro de obras Pasko Hilje.[23]
La casa con un área de construcción de 272 m2[24] se caracteriza por la profusión de arcos en forma de herradura, una cúpula de bronce, ménsulas y mosaicos españoles que reproducen una pequeña fortaleza mudéjar. La mayoría de los materiales, tanto de la decoración interior como exterior, fueron traídos de España.[25]
El dueño de esta singular vivienda fue Anastasio Herrero Vitoria, comerciante español, cuyos familiares también vivían en Amón. Anterior a la construcción de esta vivienda, Herrero poseía contiguo a este terreno: "una casa de habitación compuesta de una parte de construcción de ladrillo con 12 piezas y un baño, que da frente a la avenida once y otra parte interior de dos pisos construida de asbesto y tela metálica, comprendiendo seis habitaciones en la parte alta y cuatro en la baja."[26] Este solar tenía una extensión total de 950 m2 y un área de construcción de aproximadamente 769 m2, que iba de la avenida once hasta la trece. Herrero vendió parte del terreno y construyó el castillo en la restante porción de tierra.
Criollo y ecléctico, también en Amón
A pesar de todas estas nuevas fachadas que proliferaron entre las calles macadamizadas del Amón, también prevaleció en la mitad de las viviendas analizadas una fuerte herencia colonial. La sencillez es lo que prevalece en este tipo de fachadas compuesta por una puerta y dos ventanas laterales, construidas sobre la acera, algunas presentaban la variante de un corredor frontal.
La mayoría de las viviendas de este tipo que se conservan en la actualidad, están en la avenida sétima. Hasta 1889, esta avenida fue el límite norte de la ciudad de San José. Las casas que se encontraban del lado sur de esa avenida, fueron parte de la arquitectura de adobes del siglo XIX, en los límites de ese San José decimonónico. Ernesto Alvarado Frouard, quien nació en 1898, recuerda que: "sobre la avenida sétima [en el lado sur], todas las casas eran de adobes, incluyendo la de Carmen Lyra..."[27]
Pero, de una manera simbólica, del otro lado de la calle, aunque se construyeron casas con esa misma fachada se operó una diferencia que marcó precisamente uno de los cambios importantes en las viviendas de Amón: el uso del ladrillo, en lugar del adobe. Como las viviendas de las familias Castro Saborío y Quesada López-Calleja, ambas sobre la avenida sétima.
La familia Obregón Loría, también poseía una vivienda con características similares, sobre la avenida trece, construida por el italiano Adriano Arie Vaselli, alrededor de 1910. (Figura 3) Hecha de ladrillo "con amarras de tirantes de hierro, con un patio en el sentro (sic)."[28] Arie Vaselli, era artista, y decoró algunas de las paredes de la casa, además construyó la temblorera al final de la vivienda.[29]
Figura 3. Casa familia Obregón Loria. Fuente: Foto de la autora. |
Dentro del grupo de viviendas eclécticas, se incluyeron algunas casas construidas en madera o ladrillo pero que tenían algunos elementos decorativos propios del estilo victoriano. Por ejemplo el uso de ménsulas caladas, buhardillas (para la ventilación de la vivienda), columnas torneadas, los arcos, y otros elementos decorativos que se presentaron en algunas de las viviendas analizadas.
Un buen ejemplo de este tipo de arquitectura son las tres casas construidas por el comerciante costarricense Abraham Madriz Hernández, sobre la avenida once y trece (el conjunto habitacional ocupa casi un cuarto de manzana), que poseen la típica fachada en que se combina la ornamentación en madera propia del victoriano con una puerta y dos ventanas a ambos lados. La hemos denominado como ecléctica por esta combinación de características
El lote fue adquirido por Madriz el 17 de abril de 1909, donde construyó varias casas de habitación de ladrillo con techo de zinc.[30] El terreno de grandes dimensiones permitió hasta la construcción de una caballeriza en el jardín. Como lo atestigua Ricardo Madriz Arias, hacia finales de la década de 1920:
"Al fondo había un cuarto grande para el caballericero y todos los aperos. Ahí está todavía la pila y una parte de concreto donde se bañaban los caballos. Había un caballo de cría para mi papá, y dos bestias para nosotros [los dos hermanos], uno para cada uno. Todos los días cuando veníamos de la escuela, de donde Adelita Montúfar, salíamos a pasear."[31]
La vivienda de la familia Falcó Puig poseía una construcción mixta, el segundo piso era de madera. Esta casa situada también en la avenida sétima, calles 3 y 3 bis, fue adquirida en 1913 por Ricardo Falcó Mayor. En 1927 se reformó parte de la casa con la construcción al fondo del terreno de un galerón de madera y hierro,[32] en donde se encontraba parte de la maquinaria de la imprenta. El primer piso se dedicaba enteramente a la imprenta y el segundo era la casa de la familia Falcó.[33] Sin duda alguna esta vivienda representa una excepción dentro de las familias de Amón ya que no era frecuente la ubicación del taller dentro de la misma casa.
A principios de siglo Rafael (Chotarra) Alvarado González, tenía una compañía constructora, la cual tuvo a su cargo la construcción de gran cantidad de viviendas en el barrio Amón. Entre ellas la casa de Carlos Collado Quirós, ubicada entre avenidas nueve y once, calle primera. Este terreno y casa perteneció a Alvarado, posiblemente él construyó la casa de madera de 11 metros de frente por 20 metros de fondo que vendió a Collado el 24 de junio de 1919, por 12.500 pesos.[34] A su vez le vendió un lote contiguo que Collado usaba como cochera. Probablemente fue también el constructor de la vivienda de la familia Rodríguez Odio, que se encontraba a la par de la casa anterior y que compartía la misma distribución y fachada de la familia Collado.
También construyó tres casas de estilo victoriano en el bajo de Amón sobre la avenida trece. Estas eran tres casas similares en su fachada y distribución interior, una de ellas, era conocida como "La Julieta". Todas tenían un pequeño jardín frontal, y la casa esquinera de la familia Góngora Arroyo se extendía en uno de los lados laterales.
Las casas con lotes de mayores dimensiones fueron las que presentaron estilos más definidos como victoriano, neoclásico, ecléctico y mudéjar. Uno de los cambios que se consolidaron con la construcción de Amón fue la construcción de la casa separada por un jardín frontal o jardines en el contorno de la vivienda y protegidas con rejas de hierro o por un muro que definía claramente la separación de la vivienda con el exterior. Característica importante de predominó en la vivienda de clase alta urbana.
En los materiales de construcción es también evidente el cambio, con el uso sistemático del ladrillo o la madera, y la mezcla de materiales y técnicas constructivas como la tela metálica y el bahareque. Otro de los cambios que se consolidaron en Amón fue el uso de ornamentación en madera y en algunos pocos casos en metal, para la decoración de las fachadas e interiores de las viviendas y de otros materiales como el mosaico decorado para los pisos. Lo mismo que la sustitución de la teja por el zinc para los techos de todas las casas analizadas.
En cuanto a las continuidades, la mayoría de las casas se construyeron de un solo piso. En las viviendas que se menciona la existencia de un sótano o desniveles, se debió a que se encontraban en el sector del barrio que presenta una gran pendiente por lo que se aprovechó lo quebrado del terreno para construir debajo de la casa un sótano, o pisos intermedios. No obstante la vivienda de dos pisos y rodeadas de jardines en todo su contorno no predominó en Amón. Fue hasta la construcción del barrio Otoya, como una extensión residencial de barrio Amón, que este tipo de vivienda va a prevalecer en la arquitectura residencial de clase alta.[35]
Por su tamaño y porque la mayoría de ellas se conservan en la actualidad, hoy día convertidas en hoteles, es que se ha creado una imagen arquitectónica de estilos extranjeros que se generaliza para el resto del barrio.
Aunque en otras zonas de la ciudad y el resto del Valle Central se construyeron casas con características similares, la creación de barrio Amón produjo un impacto de mayores dimensiones porque fue un nuevo barrio residencial en el que se asentó una clase social claramente definida y que además estaba ubicada en los suburbios de San José, diferenciada y aislada geográficamente de otros barrios capitalinos, especialmente de los barrios populares en el sur de la ciudad.
Interiores, sociabilidad e intimidad familiar
En el sentido moderno, el ámbito de la familia y la intimidad conyugal se convirtieron en la fuente de la privacidad. La casa representa el dominio privado por excelencia, fundamento material de la familia y el pilar del orden social.[36] La esfera de la vida conyugal y familiar se diferenció de la esfera de la reproducción social, como consecuencia hubo una separación entre el hogar y el lugar de trabajo, creándose una esfera pública y privada como dos ámbitos diferentes.
Esta división entre lo público y lo privado también se manifestó en el hogar. De acuerdo con Jürgen Habermas, es en el interior mismo de la casa que se pueden establecer las líneas entre ambas esferas.[37] La privatización de la vida se puede observar en un cambio dentro del estilo arquitectónico, las casas se transforman para dar paso a una mayor intimidad de los miembros de la familia, tanto en su diseño como en su decoración y es en este cambio que se puede identificar la división entre la esfera pública y privada.[38]
El estilo de vida fue lo que determinó el estatus social de las elites urbanas, el dinero se invertía para garantizar cierto decoro que se evidenciaba, por ejemplo, en la decoración de la casa. Para mostrar el estatus y la riqueza de la familia, la casa debía tener al menos un salón para recibir a las visitas, con un piano, pinturas, candeleros, porcelanas, relojes y sillones decorados con almohadones y tapetes.[39]
En el siguiente apartado vamos a penetrar en el interior de las viviendas de algunas familias de barrio Amón para conocer cuál fue la distribución de las casas y la función y decoración de sus diferentes aposentos con el objetivo de analizar como se expresó la concepción burguesa de hogar y de intimidad familiar en este sector de la ciudad de San José.
El recorrido se inició en el portón o la puerta de la casa, para luego transitar por el interior del hogar a cada uno de los aposentos y reconstruir cuál fue el modelo que prevaleció en la distribución de las casas, la función y la decoración y especialmente el uso que hacían de cada uno de ellos a principios de siglo. Este análisis se basó en 27 casas que representan un 12,3 por ciento del total de las casas de barrio Amón que existían en 1927.
Una de las constantes en las casas analizadas es la especialización de sus interiores.[40] Aunque en número y tamaño variaban, en todas las familias se menciona la existencia de por lo menos tres dormitorios hasta llegar a 10 o más habitaciones, dos baños, una sala, un comedor, un hall, cocina, cuarto de servicio, lavaderos, y patio, ya fuera frontal, en la parte de atrás de la casa o un patio interior o los tres tipos de patio.
De acuerdo con las condiciones del terreno, las dimensiones del lote, el tamaño y las necesidades familiares y por supuesto las posibilidades económicas con que contaban las familias, este modelo varió con respecto al número y la especialización de los aposentos. Como se observa en el Cuadro 2, esta especialización se acrecentaba en algunas viviendas, como en la familia Madriz Arias cuya casa tenía: biblioteca y oficina, hall, cuarto de costura, cochera, sótano o bodega, temblorera y caballeriza.[41]
No.
Cuartos |
% |
Aposentos especiales | No. |
% |
2 |
0.0 |
Sala | 27 |
100 |
3 |
7.4 |
Cuarto de servicio | 26 |
96,2 |
4 |
37.0 |
Hall | 14 |
51,8 |
5 |
14.8 |
Cochera | 9 |
33,3 |
6 |
7.4 |
Biblioteca-Oficina | 8 |
29,6 |
7 |
14.8 |
Sótano | 7 |
25,9 |
8 |
0 |
Cuarto costura | 6 |
22,2 |
9 |
0.0 |
Caballeriza | 2 |
7,4 |
10 |
7,4 |
Temblorera | 2 |
7,4 |
Fuente: 27 entrevistas, elaboración propia. |
Todas las familias tenían sala lo que evidencia la importancia simbólica de este aposento dentro de la casa urbana. Era el sitio donde se demostraba el estatus y buen gusto de la familia. Cuánto más específicos, menos frecuentes fueron en las familias analizadas, como por ejemplo la biblioteca, la oficina, el cuarto de costura y la caballeriza.
El servicio doméstico se consolidó como un trabajo fijo e indispensable dentro del hogar, lo que se evidencia también en la vivienda, ya que un 96,2 por ciento de las familias entrevistados declararon tener cuarto de servicio con baño.
La especialización del hogar fue también consecuencia del proceso de urbanización e industrialización, ya que se desarrollaron nuevos servicios públicos que permitieron, por ejemplo, la incorporación del baño y la cocina al resto de la vivienda.[42] Estos cambios fueron posibles gracias al sistema de cañerías, alcantarillado, cloacas y electricidad que se construyeron a finales del siglo XIX en San José. Este cambio se aprecia en el plano de la casa de Mariano Álvarez Melgar, donde se señala la distribución de la cañería para el baño. (Figura 4)
Figura 4. Plano casa familia Álvarez
Iraeta. Fuente: Archivo histórico municipalidad de San José. |
La especialización fue también parte del proceso de desarrollo de la intimidad y la privacidad doméstica, que diferenció la realidad privada del mundo público fuera del hogar.[43] Privacidad que tuvo un enorme desarrollo durante el siglo XIX y se manifestó en el interior del hogar estableciendo límites claros que separaban, por un lado a la familia de los sirvientes y por otro a los diferentes miembros de la familia —cuartos separados para los hijos según sexo y edad—. En suma la arquitectura interior respondió a este creciente proceso de privacidad y creó una segregación sexual, lo mismo que social y funcional.[44]
Nuestro recorrido por el interior de estos hogares se inicia en el zaguán. Rosa Góngora Arroyo, nacida en barrio Amón en 1917 describe cómo era el interior de su vivienda en la década de 1920:
"Tenía un corredor afuera...ahí se sentaban las mamás con los chiquillos en las tardes a ver pasar a todo el mundo. Todas las casas tenían zaguán... La casa tenía a mano derecha la sala grande, después del corredor estaba un cuartito... Tenía un hall grande muy sabroso. Ahí bailábamos las del barrio, mamá siempre nos dejaba hacer bailes. Había otro cuarto grande de mis hermanos y otro donde dormía mi abuelita. Después un cuarto grande de mamá y papá. Y el comedor que era muy grande, con unas ventanas muy bonitas... que daban al jardín. Como el terreno era quebrado abajo estaba el ante comedor, la cocina y la despensa y los cuartos de servicios y lavaderos."
El zaguán fue el eje de entrada y de circulación de la vivienda. A ambos lados del zaguán se encontraba la sala y los cuartos. El zaguán o corredor terminaba en un patio interior ya fuera central o axial, que en algunos casos fue techado con un monitor[45] porque las casas se inundaban con la lluvia. Este monitor central le dio ventilación e iluminación a la vivienda y se convirtió en el corazón de la casa ya que ahí se ubicaba el hall, centro de reunión familiar.
A lo largo del siglo XIX, la casa urbana de adobes y bahareque va a tener una lenta evolución en su distribución interior. Uno de esos cambios fue la incorporación del zaguán.[46] Estas viviendas en el siglo XIX, ya presentaban una especialización dentro de la distribución interior, con aposentos para la sala y el comedor.[47] La constante en la distribución de las casas de barrio Amón fue la existencia de ese zaguán central y el patio interior que luego se techó.
El zaguán tuvo una función de gran importancia, porque fue la respuesta arquitectónica, como sitio de tránsito que rompió el brusco cambio entre el espacio público y los espacios privados, entre las actividades sociales y familiares y, que a su vez, permitió un cambio gradual entre el área pública y el área privada.[48] El zaguán es además el espacio funcional de la casa, por ser el punto de llegada, circulación y distribución, como se observa en el Figura 4.
En algunas casas la sala se ubicaba a un lado del zaguán. Este aposento fue sin duda alguna el lugar más elegante de la vivienda. A su vez, en la mayoría de los casos analizados, era el sitio menos frecuentado por la familia. A veces se mantenía cerrada con llave para impedir la entrada de los niños.[49]
La sala fue el aposento público de la casa en donde se desplegaba toda la elegancia y el estatus familiar, decorada lujosamente con adornos, alfombras, piano o victrola. En el caso de la familia Castellón Madrigal la sala estaba: "...charolada con muebles altos, asiento y respaldar de terciopelo rojo, y seis sillas. Mesas de hierro, con sobre de mármol y esquineros... alfombras persas... escupidoras de porcelana..."[50]
En Europa, de acuerdo con Habermas, la sala se convirtió en un espacio en el cual la gente privada se reunía para formar un público, eran los espacios más importantes de las distinguidas casas burguesas.[51] Como en la familia Echeverría Loría que tenía:
"una consola muy bonita dorada, un espejo grande alto y una mesita de mármol alta. Un sofá de cuero...dos sillitas francesas. Había una escultura de bronce, un leñador y su esposa. La sala estaba tapizada en rojo con dorado, como la consola era dorada."[52]
Su carácter público y formal se denota en su uso. Como lo describe don Rafael Obregón Loría: "la sala se usaba para visitas especiales o de gente que llegaba y no tenía mucha relación con la familia. Y para los novios..." [53] La misma función tenía para la familia Astúa Aguilar: "la sala no se usaba, la tenían con llave, llena de estatuas de porcelanas y de cosas que Dios guarde tocaran los chiquitos... los muebles eran antiguos, muy lindos tallados en madera, tenía muchas mesitas de mármol, todo traído de Europa, en la sala estaba el piano y la pianola..."[54]
No en todas las familias de barrio Amón la sala tenía esta función tan exclusiva y su acceso no estaba restringido. Para ciertas familias la sala era el lugar de reunión de la familia porque ahí se encontraba ya fuera el piano o la victrola, también estos dos instrumentos se ubicaban a veces en el hall. En el caso de la familia Rodríguez Odio: "la sala era muy sencilla, los muebles de los López. Sofá, cuatro sillones y una mesa. Sí había victrola, se llamaba ortofónica, un mueble completo con tapa, se ponía el disco y se le daba vuelta."[55] O como el caso de la familia Góngora Arroyo:
"(los muebles)...eran de donde Salvador López, de madera con almohadones tapizados. Tenían como repisas donde se ponían los adornos. La mesa era grande, redonda, se ponían figuras de porcelana. El piano estaba en la sala, mi hermana y yo tocábamos piano."[56]
Desde 1860, el piano se convirtió en una moda entre los la población urbana adinerada.[57] El piano era considerado símbolo de buen gusto y tocarlo adecuadamente significaba públicamente, poseer una refinada educación, especialmente para las mujeres. Por ello a las mujeres desde niñas se les inculcaba esta formación musical. Como el caso de Florencia Quesada López-Calleja:
"...mamá tuvo la ilusión de que yo aprendiera porque tenía mucho oído, me compraron un piano magnífico alemán que era de la familia Escalante. El piano lo teníamos en la sala."[58]
A diferencia de la sala, el hall, fue sin duda alguna para la mayoría de las familias analizadas, el lugar de reunión y el punto alrededor del cual giraba la vida familiar. Era un espacio muy amplio, informal, en muchos casos con muebles de mimbre como el caso de la familia Madriz.
Generalmente el hall se ubicaba en el espacio acondicionado con el monitor central. Por sus características (amplitud, luz, ventilación) era el lugar idóneo de reunión por ser muy espacioso y dar cabida a toda la familia y amigos. Como lo describe doña Marta De la Espriella: "el hall era el lugar de estar, la sala era sólo cuando llegaban visitas de etiqueta. La sala estaba cerrada para que los niños no pudieran entrar."[59] Para la familia Martín Valverde "el hall era el punto de reunión, había un piano que tocaba Flora y una victrola. El barrio hacía fiestas ahí, como había piano, el negrito Drummond era el que tocaba."[60]
La biblioteca no fue muy común en las viviendas de barrio Amón. De aquellas casas que si tenían, se encontraba a un lado del zaguán.
En el caso de la familia Obregón Loría, la biblioteca era el punto central de la vivienda. A su padre, Miguel Obregón Lizano:
"le gustaba leer y leer... tenía armarios con libros, del suelo al techo, repletos de libros. Había varios escritorios...en el centro de la oficina había una mesa inmensa de madera. Habían varias máquinas de escribir. Mi papá tenía un escritorio lindísimo de madera tallada. Mi papá era gran entusiasta de la geografía de Costa Rica y se pasaba trabajando en la oficina."[61]
En la casa de José Astúa Aguilar, la oficina era el punto de reunión tanto familiar como para los que llegaban a visitar a la casa. Lidy Soler, su nieta, quien vivía para entonces con su madre en casa de sus abuelos recuerda que su "abuelo llevaba muchos discípulos a la casa, era profesor en la Escuela de Derecho, les daba muchas clases en la oficina".[62] A su vez: "llegaban a comentar política todos los vecinos, el Padre Volio, don Miguel Rodríguez, don Lico Saénz, don Luis Anderson...don Otilio Ulate era otro de los concurrentes a la tertulia, y mi abuela hacía un ponche con clara batida."[63]
Los cuartos por lo general también se ubicaban a ambos lados de este corredor central o alrededor del patio interno o el hall, y según el tamaño de la familia y la casa, variaban en número. Lo importante de destacar sobre los dormitorios es que estos presentan una clara división según el sexo y la edad y que la mayoría de los cuartos analizados se caracterizaban por una gran sencillez en su decoración y los muebles. El cuarto era un espacio íntimo, casi exclusivo para los miembros de la familia, de carácter privado.
Para los niños no era un sitio de juegos. Esta función se evidencia en que la mayoría de los entrevistados escasamente hablan de sus dormitorios como lugares donde pasaban su tiempo libre. Esa función la cumplía el barrio y la calle. De ahí también la limitación para reconstruir con mayor detalle este aposento de la casa.
El cuarto de los padres era el más amplio y mejor decorado, especialmente se denota en la existencia de muebles más lujosos y elaborados que los del resto de la familia. Generalmente los muebles estaban tallados en madera o las camas eran de bronce, algunas mesas de noche tenían sobre de mármol y todas las familias analizadas mencionan la existencia de al menos un ropero de "tres cuerpos" con un espejo biselado en el centro.[64]
En la familia Castellón Madrigal el cuarto de los padres tenía: "un mueblecito que llamaban el lavatorio en el cuarto, sobre el lavatorio que casi siempre le ponían una planchita de mármol tenían una palangana grande, lindísima y como un pichel grande como en forma de ánfora.... eso se llamaba el juego de lavatorio."[65]
Al final del zaguán se encontraba el comedor, por lo general las familias tenían dos muebles tallados en madera con espejo y una mesa principal.
Los muebles podían ser de fabricación nacional, pero reflejo de una mezcla de estilos europeos y nacionales, como el caso de la familia Quesada López-Calleja: "el estilo de muebles era una mezcla de imitación francesa, imperio con costarricense. Eran hechos en el país, tallados en madera y tenían un tapiz de terciopelo, una pana oscura floreada."[66]
En el trinchante y el aparador se guardaba la cristalería, el juego de plata, la loza y la mantelería. Doña Claudia Bonilla Aguilar, nacida en 1920, relata: "en el comedor había dos trinchantes, donde se guardaban los manteles y la cristalería... Mamá y ellas [las amigas] pedían mucho al Bon Marché, en París..."[67] El mismo caso se presentó en la familia Madriz Arias, quienes mandaban a hacer los pedidos directamente a París: “Mi papá hacía dos veces al año los pedidos a La Fayette y al Bon Marché. Por catálogos mandaba a pedir... vestidos de marinero. Las sábanas, las fundas."[68]
Por medio del consumo en los grandes almacenes comerciales que se popularizaron en las últimas décadas del siglo XIX, se aspiraba a comprar un estilo de vida. El Bon Marché creó una visión del estilo de vida burgués, un modelo a imitar. Comprar en este almacén de moda, significaba comprar un estatus. El Bon Marché fue el símbolo por excelencia de esa cultura de consumo que permitía adquirir el sueño de un determinado estilo de vida y cuyo principal consumidor fue la burguesía. Como lo plantea Miller, es en este amplio mundo de sensaciones e impresiones que se puede analizar la cultura burguesa. En los catálogos se detallaba toda la indumentaria que debía poseer una casa burguesa, compuesta por una selecta gama de manteles, encajes, sabanas, cubrecamas, tapetes, etc.[69]
En otras palabras, comprar en el Bon Marché, equivalía a comprar ciertos bienes que le iban a permitir ostentar un determinado estilo de vida, la identidad se encontraba en los objetos que uno poseía. La tienda de departamentos se convirtió en el árbitro de una identidad burguesa, definida acorde con lo que el almacén vendiera y con las necesidades que este creaba según la moda y la época del año.[70]
También, para muchas familias que vivían en Amón cuyos jefes de familia eran comerciantes dueños de almacenes comerciales, muchos de los adornos que se exhibían en sus casas, formaban parte de la mercadería importada para sus almacenes desde Europa. El consumo fue entonces un elemento esencial que nos permite definir la cultura burguesa.
En las viviendas burguesas parisinas, los cuartos de baño se difunden en la segunda mitad del siglo XIX. Y para finales del siglo, aparece la bañera (tina) a la inglesa y se difunde la ducha. Los cuartos de baño dieron lugar a un nuevo espacio de intimidad.[71] El equipamiento de los baños fue posible gracias al desarrollo de los sistemas de agua potable y cañerías. En San José estos servicios se instalaron en ciertos sectores de la ciudad en las dos últimas décadas del siglo XIX.
En el barrio Amón, el "cuarto de baño" era un espacio muy amplio. Como bien lo indica su nombre era un cuarto tan grande como las habitaciones de la casa que se destinaba al baño. En la familia Álvarez Melgar hacia 1912, el baño poseía todos los elementos de los baños modernos. Si comparamos un anuncio publicitario de la firma Jacob Delafon en París a principios de siglo XX, con el baño de esa casa se aprecia la similitud tanto en la decoración, como en la existencia de todos los servicios sanitarios, tina con ducha, lavamanos, excusado de tanque alto y varios espejos que presentan los baños de barrio Amón. (Figura 5)
Figura 5. Baño casa Álvarez
Iraeta. Fuente: Archivo Marta Álvarez. |
Todas las familias tenían, con algunas variaciones, ya fuera tina o ducha o ambas, lavatorio y excusado y un armario para guardar los paños. También algunos tenían en lugar de pileta con mosaicos, tinas esmaltadas con patas. En la casa de la familia Huete Quirós, el baño era "muy grande, con mosaicos verdes, lavamanos, inodoro con tanque alto y pileta y al fondo el baño propiamente dicho, como una gran pileta."[72]
El uso del mosaico para la decoración del piso y las paredes de los cuartos de baño, se generalizó en la década de 1920 (el mosaico se usaba para la tina del baño y la mitad de la pared). También en este período, el tanque alto del excusado fue sustituido paulatinamente por el tanque bajo, aunque para los servicios sanitarios de las empleadas, se conservó el tanque alto. En la familia Góngora Arroyo: el excusado era "de esos de jalar, pero después lo cambió [el papá] por el de tanque bajo, cuando vinieron."[73]
Algunas casas poseían cuarto de costura, que era un espacio femenino por excelencia y punto de reunión de las mujeres. En la familia Herrero Díaz-Granados: "ahí llegaban todas y había una mesa grande y sillas y estaba la poltrona de mi abuelita y ahí se sentaba. Era muy bonita la reunión, todos los días llegaban. Antes se usaba visitarse."[74]
No en todas las familias existía un aposento específico para el cuarto de costura, en otras casas la máquina de coser se ubicaba en el comedor o el hall. La costura era una actividad importante para las amas de casa. Como en el caso de la familia Orlich Carranza: "en el hall había un juego de muebles de madera, ahí se sentaban mamá y mamita a coser. Coser era un arte, nosotros rompíamos los pantalones y entonces mamita sacaba un hilo de los ruedos y repetía el tejido del pantalón, zurcido y no se veía el remiendo."[75] También Lidy Soler Astúa recuerda que: "la abuelita de Rosa y todas las hijas cosían en la tarde, y nosotras nos sentábamos en el filo del caño a ver que oíamos."[76]
Por último, al final de la vivienda se encontraba la cocina, el cuarto y baño del servicio doméstico y los lavaderos. Su ubicación denota su importancia y función con respecto al resto de los aposentos. El frente de la vivienda representaba la zona pública y más elegante de la casa. Mientras que la parte de atrás era el área privada y más sencilla en su decoración. El acceso a esta parte estaba restringido y limitado a los miembros de la familia o a las personas de confianza.
La cocina en la vivienda urbana de mediados del siglo XIX, se encontraba fuera de la casa, pero desde finales del siglo XIX, especialmente en la vivienda urbana burguesa se incorporó al resto de la vivienda. Su incorporación fue gracias al desarrollo de los servicios públicos, de sistemas de suministro de agua, diferentes formas de combustibles para el consumo doméstico y el perfeccionamiento de las cocinas.[77]
La cocina, tenía generalmente un "molendero" y un trinchante con cedazo para guardar los utensilios y los alimentos. El molendero o moledero era una tabla larga de madera multiuso, a donde a veces se ponía la máquina de moler café, carne y maíz.[78] En ella se realizaban estas tareas y otras más elaboradas como la preparación de melcochas. En la casa de la familia Carazo Brenes el molendero:
"era el lugar de trabajo de la cocina. Cuando papá y mamá salían, las empleadas nos hacían melcochas y ponían unas ollonas enormes a derretir el dulce, después lo echaban ahí, nos ponían a amasar, y luego hacían las trencillas y las ponían en hojas de limón. También alborotos de maíz de millo y empezaba a reventar del calor. A eso le hacían una miel espesa... lo echaban en el moledero y se hacían bolas.”[79]
Ernesto Alvarado Frouard, nacido en 1898, vivió la transformación que experimentaron las cocinas: “La cocina al principio era de leña, después de carbón y después eléctrica."[80] Gracias a estas facilidades, el arte culinario experimentó un cambio total, y abrió una variedad de posibilidades para la preparación simultánea de varios platos. Para José Antonio Calvo Astúa, nacido en 1922 la cocina:
"Era de leña, venían los viejillos con sus carretas, tiraban la carretada frente a la casa y nos daban una peseta para meter la leña. Después vino la cocina eléctrica. La de leña [el entrevistado] tenía 6 años, las eléctricas a partir del 30 para acá. El cajón del hielo, Molina era el que repartía el hielo. Dejaban el hielo en la puerta. Había un armario, se acostumbraba comprar el azúcar por saco, arroz y frijoles. Uno iba a la Trinchera (pulpería) o a la de don Wenceslao del Barco."[81]
El uso de cocinas de carbón no fue una costumbre muy difundida en el barrio, y se pasó según los entrevistados, de la cocina de leña a la eléctrica. Las familias que sí utilizaron el carbón, como el caso de la familia Castellón Madrigal recuerdan que: "Mamá cocinó siempre muy bonito con carbón, la cocina tenía una adaptación especial. La leña a papá no le gustaba por el humo. Papá era amigo de vivir con mucho confort."[82] En este caso vemos como el confort se asociaba a la posesión de diferentes utensilios para la casa que facilitaban las labores domésticas, pero que a su vez por ser una "novedad" significaban estatus.
Para la refrigeración de los alimentos, existían unas cajas forradas de zinc a donde se metía la marqueta de hielo y ahí se guardaban ciertos productos, especialmente productos lácteos. Doña Margarita Serrano Bonilla, nacida en 1907, relata: "Vendían marquetas de hielo. Los repartidores en carretones, iban dejando en cada casa la marqueta de hielo...Se metía ahí en un cajoncito..."[83]
La familia Carazo Brenes, a excepción del resto de las familias entrevistadas tenía una refrigeradora eléctrica: "... cuando un señor Mr. Sacks trajo las primeras neveras que vinieron, mamá compró una nevera eléctrica y nosotras felices haciendo heladitos, ya estaba yo más grande."[84] Pero en el período en estudio, el resto de las familias mencionan sólo la existencia de los cajones forrados de zinc.
También de acuerdo con María Eugenia Carazo, y como otra excepción con respecto a los artefactos eléctricos que predominaron en el resto de las familias durante este período, poseían una lavadora. Su familia fue de "... las primeras en tener lavadora, estaba chiquilla. La lavadora era como un cajón grande de metal, con rodines. Se levantaba una plancha donde estaba el motor."[85] Como ya lo mencionamos, todos esos artefactos tuvieron importancia no solo como objetos que facilitaban las tareas domésticas, sino también como símbolos de estatus.[86]
Los patios o jardines de las casas de Amón, revelan la existencia de la huerta o solar, un rasgo típico de las casas urbanas coloniales, pero mucho más pequeños y con ciertas modificaciones.[87] En ellos se cultivaban árboles frutales de muchas clases, rosas, guarias, violetas, geranios, helechos, chayoteras, y también se destinaba una parte para tender la ropa. Doña Lidy Soler recuerda como era el patio de su casa en la década de los años veinte:
"Detrás de toda la casa estaban las gallinas... También había una mata de rosa amarilla, una chayotera, un palo de aguacate, dos de naranja, dos de duraznos... Había un bajo y un portón por donde entraba la leña. Se llevaba cada mes, dos carretadas..."[88]
Como lo señala Soler, en las casas se acostumbraba tener gallinas y árboles frutales. La siembra de estos árboles evidencia que ciertos productos aún no convertidos en mercancía, era costumbre obtenerlos de la huerta, aun dentro de las viviendas de la burguesía urbana.
El mismo caso se presentan en la familia Castro Rawson, según Deida Castro: "...tenían dos solares. En uno árboles frutales y en él, papá nos hacía sembrar para que aprendiéramos..."[89]
Debido a la actividad sísmica tan frecuente en las primeras décadas del siglo XX, en el patio trasero de algunas de las casas analizadas, se construyó una especie de rancho al que llamaban temblorera. Este cuarto era una construcción improvisada, hecha en madera, y de carácter provisional. También era el refugio familiar en la eventualidad que el movimiento telúrico amenazara con derrumbar la casa. Este no fue el caso de la familia Obregón Loría ya que: “Al final de la casa estaba la temblorera, y ahí era el cuarto de mis papás porque mi mamá le tenía pánico a los temblores."[90]
El desarrollo de la esfera privada versus la esfera pública al interior del hogar fue muy claro en el barrio Amón y se expresó en el uso y decoración que se le dio a ciertos aposentos que cumplían esa función dentro del hogar. La sala es un claro ejemplo de esa situación, convertida en el espacio público del hogar, dentro del ámbito privado de la casa.[91] En contraposición, los cuartos tenían una mayor privacidad y, que a su vez, permitieron una mayor intimidad para los diferentes miembros de la familia. Por ejemplo los cuartos separados para los hijos según el sexo y la edad, y los cuartos del servicio doméstico, segregados del resto de la casa.
Conclusiones
La arquitectura construida en barrio Amón con un lenguaje moderno y ecléctico fue muestra de como lo nuevo y lo viejo conviven y crean a su vez nuevas expresiones arquitectónicas. Las casas no fueron una copia fiel de estilos extranjeros, porque los diseños tuvieron que adaptarse a las condiciones del terreno, del clima y también a los materiales y técnicas constructivas que existían en el país. A la par de las viviendas mudéjares, victorianas, pero especialmente eclécticas, también se siguió construyendo la sencilla casa de adobes urbana, cuyo cambió más significativo fue el uso del ladrillo y una mayor decoración de la fachada.
Los cambios en la arquitectura y la distribución de las viviendas fueron también producto del proceso de urbanización y modernización. En algunas casas se construyeron estacionamientos para guardar los carros, el cuarto de baño y la cocina se incorporaron al resto de la vivienda gracias al desarrollo del sistema de alcantarillado y cloacas y al acceso a diferentes sistemas de combustible doméstico y a la electricidad.
Los interiores también reflejaron esta mezcla entre lo foráneo y lo local, entre lo viejo y lo nuevo. La casa cuyo eje de distribución fue el zaguán, prevaleció en la distribución de las viviendas de barrio Amón, lo mismo que los patios interiores. El patio interior se techó y se convirtió en un hall y el antiguo solar colonial se convirtió en un jardín o patio en donde, a pesar de las transformaciones, se siguieron cultivando árboles y otros productos tradicionales para el consumo familiar. El molendero, propio de la casa de herencia colonial, estuvo presente en todas las cocinas de barrio Amón.
De manera general, la vivienda tuvo una creciente especialización en su distribución interior y la función de sus habitaciones, lo que posibilitó el desarrollo de una mayor privacidad y desarrollo de la intimidad familiar. Por un lado, ciertos aposentos como el dormitorio tuvieron un carácter privado. Y por otro se delimitaron espacios públicos como la sala o el hall; sitios idóneos para el desarrollo de las actividades sociales, que permitieron el desarrollo de una sociabilidad burguesa. Por ese carácter público, la sala fue la que más cuidadosamente estaba decorada y amueblada. En ella se desplegaba todo el lujo y el buen gusto familiar, que le daba estatus y distinción a la familia.
El proceso de especialización y desarrollo de la intimidad también se vio posibilitado gracias a los adelantos modernos de las ciudades, como por ejemplo el desarrollo de los servicios públicos, —electricidad, agua, cañerías, cloacas—. Estos cambios permitieron el desarrollo de un determinado estilo de vida para ciertos sectores urbanos, que tenían los medios económicos para disfrutar de amplias y lujosas viviendas equipadas con todos los servicios, funciones y decoración de la vida moderna.
En su conjunto, cuando ya la zona estaba casi totalmente poblada, este proceso de transformación fue lo que marcó un cambio de mayores proporciones dentro de la arquitectura que imperaba en el paisaje urbano de San José y que a su vez fue parte de un proceso mayor de cambio espacial y social. Cambio percibido por la escritora costarricense Carmen Lyra, que en 1914 al describir la calle donde habitaba en la avenida sétima, límite sur del barrio Amón relató: “... como sus dueños, esos viejos caserones cayeron y lo mismo que ellos dejaron lugar para otra generación de hombres, ellas han dado campo a otra generación de casas..."[92]
Notas
[1] Memoria de Gobernación, 1910.
[2] Para conocer con más detalle los materiales de construcción y la importación de materiales ver Altezor, 1986, pp. 105-132.
[3] Censo de 1927, Archivo Nacional de Costa Rica.
[4] 28 de las entrevistas y 8 de las que quedan vestigios pero que no se entrevistó a sus dueños originales.
[5] Posiblemente la ladrillera propiedad de Amón Fasileau Duplantier que se encontraba en San Francisco de Guadalupe, fue una de las principales suministradoras de este material de construcción.
[6] Durante la década de 1990, se han demolido muchas viviendas en Amón. Entre los escombros han quedado al descubierto paredes internas donde se presenta esa característica.
[7] Altezor, 1986, p. 71.
[8] Woodbridge, 1988, p.100.
[9] Registro de la Propiedad de Costa Rica (adelante RP), Tomo 373, fs. 537-538, No. 26 494, asiento 1, 2, 20 de junio de 1893.
[10]La fecha de conclusión de la vivienda la escribió el maestro de obras, en una tabla de madera encontrada en la restauración de la casa un siglo después: se terminó el 3 de marzo de 1896. La inscripción está pintada en crema, con el color original que tuvo la vivienda. Stagno, 1996, p. 54.
[11] RP, Tomo 373, fs. 439-440, 28 de abril de 1911. A la muerte de Sandoval la casa fue valorada en 30.000 colones y su esposa, Isabel Lara Zamora, quedó con el gravamen de usufructo y administración de por vida, aunque los verdaderos dueños fueron Balbina Sandoval, viuda de Chamier y Vicente Lachner Sandoval. En 1920, a la muerte de Isabel, se adjudicó el derecho a Jorge Lara Iraeta como heredero legatario de sus hijos menores Isabel y Jorge Lara Montealegre. Finalmente Lara Iraeta compró el 24 de enero de 1923 el derecho a los dueños de la vivienda.
[12] González Víquez a su vez había comprado el terreno a Amón Fasileau-Duplantier y Roussand por 8.000 pesos en 1894. RP, Tomo 400, f. 204, asiento 1.
[13] Ibíd. , 20 de diciembre de 1906.
[14] En total Madriz construyó tres casas, las dos primeras se construyeron probablemente entre 1912 y 1915. RP, Tomo 809, fs. 178-179, asiento 1.
[15] Información suministrada por Antonio Lehmann, dueño actual de la vivienda.
[16] RP, Tomo 908, f. 289, asiento 7 al 11.
[17] Entrevista a Francisco Huete Quirós.
[18] Altezor, 1986, p. 87.
[19] RP, Tomo 943, f. 114, No. 61123, asiento 1, 21 de marzo de 1923. En la segunda inscripción de la casa hecha en 1933 se estimó en 10.000 mil colones. Aunque no tenemos la fecha exacta de construcción tiene que haber sido hacia 1920 porque Gómez Miralles la fotografió en 1922.
[20] Lillie May a su vez le había comprado el terreno a "Hte Tournon et Cie" (de Raymond Elois Tournon y Fasileau-Duplantier como gerente de esa casa), el 23 de abril de 1906 por la suma de 1.000 colones. Para 1939 la casa fue valorada en 40.000 colones y para 1944, Esquivel vendió la propiedad a Mariano Anderson Montealegre por la suma de 27.000 dólares. Estos datos indican la valorización que adquirió la zona durante la primera década del siglo XX. RP, Tomo 660, fs. 42-44, No. 36 977, asiento 1, 2, 3, 4.
[21] RP, Tomo 946, f. 516, No.3, 3 de marzo de 1926.
[22] Entrevista a Marta Alvarez Iraeta.
[23] Entrevista a Brunilda Hilje Quirós, hija de Pasko Hilje. Esta fecha también fue corroborada por algunos sobrinos de Anastasio. Entrevista a Ramón Herrero y Julieta Herrero.
[24] RP, Tomo 1147, f. 80, No. 86203, asiento. 1, 9 de julio de 1938.
[25] En el interior de la casa había una habitación donde estaban los escudos de todas las provincias de España. Entrevista a Ramón Herrero Herrero.
[26] RP, Tomo 807, f. 346, No. 48 073, asiento 1, 3 de octubre de 1912.
[27] Entrevista a Ernesto Alvarado Frouard.
[28] RP, Tomo 441, f. 185, asiento 1 y 5. La primera inscripción del terreno se realizó el 22 de enero de 1896, cuando Amón le vendió un terreno para edificar a Francisco López García, relojero español, quien perdió la finca por deudas y volvió a manos de la Compañía Tournon el 1 de octubre de 1906. A su vez, la Compañía Tournon, vendió a Arié el terreno el 18 de mayo de 1908. RP, Tomo 441, f. 187, asiento 6, 16 de setiembre de 1928. Arié Vaselli en 1928, vende la casa al contado a Clotilde Loría Iglesias de Obregón por 9.000 colones; 2.000 por el terreno y 7.000 por la vivienda.
[29] Entrevista a Rafael Obregón Loría
[30] RP, Tomo 419, f. 479, asiento 1. Originalmente Micaela Mora Montes de Oca, divorciada y vecina de París vendió el terreno a Amón Fasileau- Duplantier y Roussand por 875 pesos, el 23 de abril de 1895. Posteriormente Amón le vende el terreno a Hipólito Tournon en 1902 y fue adquirido por Azeglio Pattoni, un comerciante italiano vecino de Cartago, el 7 de marzo de 1906. RP, Tomo 441, f. 185, f.512-513, asiento 1. Pattoni perdió la finca y la sacaron a remate. Fue adquirida en 1909, por Abraham Madriz como gerente de la casa "Paulino Ardón C. y Compañía" por la suma de 1.792 colones. Abraham y su hermana Lastenia (viuda de Ardón) crearon esa sociedad mercantil. En 1914 Lastenia traspasó a Abraham todos los bienes de la sociedad incluida la finca estimada en 30.000 colones. RP, Tomo 826, fs. 406-407, asiento 1 y 2, 5 de marzo de 1914. En 1930 la propiedad se inscribió con el objetivo de unir dos fincas, que conformaron un terreno de 1.792 m2. Estas casas posiblemente fueron construidas en 1914, año en que Abraham pasó a ser el único dueño del terreno. Esta fecha la corroboró el hijo de Abraham, Ricardo Madriz y una de las entrevistadas, Julieta Herrero que expresó que en 1915, año de su nacimiento, vivieron en la casa de alquiler de Abraham Madriz y allí nació ella. Entrevista a Ricardo Madriz Arias y Julieta Herrero Díaz Granados.
[31] Entrevista a Ricardo Madriz Arias.
[32] RP, Tomo 811, fs. 218-219, asiento 1-2, 10 de enero de 1913. Tomo 993, fs. 554, asiento 7, 19 de marzo de 1927.
[33] Entrevista a Ricardo Falcó Puig.
[34] RP, Tomo 786, f. 503, asiento 13.
[35] Gómez Miralles. 1997, pp. 109 a 115.
[36] Perrot, 1992. p. 9.
[37] Habermas, 1995, p. 45.
[38] Habermas, 1995, p. 44. Desde 1720 en Francia, el arquitecto le dio gran importancia al diseño y a la distribución y decoración de los cuartos. Etlin, 1994, p. 130.
[39] Boyer, 1985, p. 88.
[40] Con el desarrollo de la privacidad en Europa occidental durante el siglo XIX, en el interior de la casa se establecieron límites claros que separaban a la familia de los sirvientes, a los padres e hijos en cuartos diferentes. El cuarto se convirtió en una zona prohibida, diferenciada de los otros cuartos domésticos. Olsen, 1986, p. 90.
[41] El terreno total de las propiedades de esta familia en Amón abarca casi media manzana y se extiende desde la avenida once hasta la trece.
[42] En el Cartago colonial, la cocina estaba situada afuera de la casa. Moya, 1991, p. 26.
[43] Olsen, 1986, p. 90.
[44] Hacia 1850 las casas modernas de los ciudadanos acaudalados, tuvieron cuartos separados para los miembros de la familia y se hicieron cada vez más numerosos y específicos. Olsen, 1986, p. 102.
[45] Este monitor se construía con tablilla (madera).
[46] Sanou y Quesada, 1998, p. 189. La palabra zaguán viene del árabe, ustuwan, pieza cubierta que sirve de vestíbulo en la entrada de una casa. Su origen se remonta a las tierras andaluzas de fuerte influencia árabe y que posteriormente se introdujo en América con la colonización española. En muchas de las casas urbanas de adobes del siglo XIX, la entrada principal de la casa accedía a una sala de recibo, posteriormente se incorporó el zaguán que comunicaba la entrada principal con el corredor interno de distribución. Con ello la sala ganó mayor independencia, quedando aislada a un lado del zaguán. Aunque algunas viviendas destinaban un aposento para comedor en otras no existía del todo. El baño estaba separado de la casa. Gutiérrez, 1972, pp. 42-48.
[47] Para la tipología de la casa de adobes urbana ver Gutiérrez, 1972, pp. 45, 47-48.
[48] Szepesi, 1994, p. 25. En el caso de América del Sur, el espacio que ocupa el zaguán se delimita desde el portón de entrada a la casa —el antejardín—. En Costa Rica y específicamente en barrio Amón, el zaguán se extiende de la puerta principal de entrada a la vivienda hasta el patio central o hall central, donde se une con otros corredores.
[49] En Europa Occidental, entre las familias pequeño burguesas, el "salón" es un lugar casi muerto, con sus muebles recubiertos de fundas protectoras. Pero la marca de pertenencia a una clase, la posesión de un salón significaba mundanidad, sociabilidad o sea dos características burguesas. Perrot, 1992, p. 36.
[50] Entrevista a Carmen Castellón Madrigal.
[51] Habermas, 1995, pp. 44-45.
[52] Entrevista a Nora Echeverría Loría.
[53] Entrevista a Rafael Obregón Loría.
[54] Entrevista a Lidy Soler Astúa.
[55] Entrevista a Ligia Rodríguez Odio.
[56] Entrevista a Rosa Góngora Arroyo.
[57] Wagner, 1992, p. 124.
[58] Entrevista a Florencia Quesada López-Calleja.
[59] Entrevista a Marta de la Espriella Díaz-Granados.
[60] Entrevista a Alvaro Martín Valverde.
[61] Entrevista a Rafael Obregón Loría.
[62] Entrevista a Lidy Soler Astúa.
[63] Entrevista a Lidy Soler Astúa. La vivienda de Astúa Aguilar se ubicaba en la calle primera, entre avenida sétima y nueve, precisamente enfrente de donde vivía el expresidente Otilio Ulate.
[64] En París a finales del siglo XIX, con la difusión en los medios urbanos de los muebles con espejo de cuerpo entero, se hizo posible la organización de una nueva identidad corporal. El espejo vertical va a autorizar el surgimiento de la estética de la delgadez. Perrot, 1992, p.125.
[65] Entrevista a Carmen Castellón Madrigal.
[66] Entrevista a Florencia Quesada López-Calleja.
[67] Entrevista a Claudia Bonilla Aguilar. El Bon Marché fue uno de los más importantes almacenes comerciales parisinos. Una de las principales fuentes de ingreso de este almacén comercial fueron los pedidos por correo. En el año fiscal de 1902-1903 el total de paquetes enviados a Centro América fue de 167.702. Miller, 1981, p. 63.
[68] Entrevista a Ricardo Madriz Arias. Los vestidos de marinero a los que hace referencia Madriz fueron los trajes de moda para los niños en esta época. Miller, 1981, p. 184. Pedir la mercadería al Bon Marché y otros almacenes parisinos fue una costumbre dentro de la burguesía josefina desde principios de siglo. Para una jocosa sátira sobre esta costumbre en que las señoritas invertían largas horas en la oficina de correos en la espera del codiciado paquete ver: Quirós, 1904, pp. 112-115.
[69]Miller 1981, pp. 178-180. La personalización de estos elementos se lograba bordando las iniciales de la familia en las fundas o en los paños, servicio que también ofrecía el almacén. En la familia Madriz Arias todavía conservan algunos de ellos con las iniciales de la familia. Entrevista a Ricardo Madriz Arias.
[70] Miller, 1981, pp. 184-185
[71] Perrot,1992, pp. 39 y 146
[72] Entrevista a Francisco Huete Quirós.
[73] Entrevista a Nora Góngora Arroyo.
[74] Entrevista a Julieta Herrero Díaz-Granados.
[75] Entrevista a Romano Orlich Carranza.
[76] Entrevista a Lidy Soler Astúa.
[77] Lawrence, 1982, p. 115.
[78] La permanencia del molendero refleja también otra de las continuidades de herencia colonial en las viviendas. Uno de los elementos esenciales del mobiliario de la casa de adobes era el molendero que se ubicaba en la cocina. Moas, 1988, p. 49.
[79] Entrevista a María Eugenia Carazo Brenes.
[80] Entrevista a Ernesto Alvarado Frouard.
[81] Entrevista a José Antonio Calvo Astúa.
[82] Entrevista a Carmen Castellón Madrigal. De acuerdo a la entrevistada habían unos viejitos que transitaban las calles con un caballo o burro que repartía el carbón.
[83] Entrevista a Margarita Serrano Bonilla.
[84] La época a la que se refiere fue hacia mediados de 1930. Entrevista a María Eugenia Carazo Brenes.
[85] Entrevista a María Eugenia Carazo Brenes. La entrevistada nació en 1924.
[86] Hareven, 1991, p. 264.
[87] Moya, 1991, p. 19. Moya señala que en los solares se construían los corrales para las aves y para la leña. También se sembraban naranjas, y limones.
[88] Entrevista a Lidy Soler Astúa.
[89] Entrevista a Deida Castro Rawson.
[90] Entrevista a Rafael Obregón Loría.
[91] En el caso de las viviendas de la elite de Río de Janeiro, los espacios interiores también se caracterización por esta división interior y uso simbólico y decorativo de ciertos espacios en la casa. Aunque en términos comparativos, el lujo y la ostentación de este grupo no podía compararse con la burguesía josefina, revelan ciertas características de lo que se consideraba era parte esencial de una cultura burguesa. Estos lugares públicos, más cuidadosamente europeizados en su decoración, fueron la representación pública del estatus familiar. Needell, 1987, p. 150.
[92] Lira, 1914, p. 158.
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