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Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. VII, núm. 146(118), 1 de agosto de 2003 |
BARRIOS CERRADOS Y SEGREGACIÓN SOCIAL URBANA
Sonia RoitmanLa aparición de barrios cerrados constituye un fenómeno urbano que ha tomado gran relevancia en las últimas décadas en diversos países. El origen de los barrios cerrados está asociado a diversas causas, siendo la violencia urbana y la inseguridad las más importantes en la actualidad. Sin embargo, para lograr una visión más acabada de este fenómeno es importante considerar no sólo las causas que dieron origen a estos emprendimientos urbanos, sino también las consecuencias, principalmente en términos del tejido social y del proceso de segregación social urbana que está implícito en su desarrollo.
Palabras clave: barrios cerrados, segregación social urbana, inseguridad urbana.The appearance of gated communities constitutes an urban phenomenon of great relevance in last decades in different countries. The origin of gated communities is related to diverse causes, being urban violence and insecurity the most important ones nowadays. Nevertheless, to achieve a more comprehensive vision of this phenomenon is important to consider not only the causes that gave origin to those urban development, but also the consequences, mainly in terms of the social fabric and the process of urban social segregation that is implicit in its development.
Key words: gated communities; urban social segregation; urban insecurity.La aparición de barrios cerrados constituye un fenómeno urbano que ha tomado gran relevancia en las últimas décadas en diversos países. Tal es el caso de los países de América Latina, donde estos nuevos emprendimientos se encuentran muy relacionados con un proceso de polarización social que se torna cada vez más evidente.
El presente trabajo busca echar luz sobre las características que distinguen a los barrios cerrados como fenómeno residencial emergente para los sectores medios-altos y altos de la sociedad. Asimismo, se los analiza dentro del marco del proceso de segregación y fragmentación de la ciudad.
Finalmente, se analiza lo ocurrido en Argentina, específicamente en el Área Metropolitana de Mendoza, donde los barrios cerrados se han multiplicado en los últimos años dando respuesta a una demanda de mayor seguridad por parte de grupos sociales medios y medio-altos.
Conceptualización de los barrios cerrados
Los barrios cerrados[1] son áreas residenciales cerradas por muros y barreras que cuentan con vigilancia las 24 horas del día. Los dispositivos de seguridad impiden el libre acceso a ellos por parte de los no residentes. Estos nuevos emprendimientos urbanos han sido diseñados con la intención de proveer seguridad a sus residentes y prevenir la entrada de personas desconocidas a los mismos. La privatización del espacio urbano, anteriormente público, es lo que los distingue como nuevo fenómeno residencial urbano. Esta privatización se encuentra avalada por legislación ad-hoc.
La mayoría de ellos está situada en las áreas suburbanas, donde hay tierra disponible para la realización de este tipo de emprendimientos. Esto ha generado un importante cambio en los patrones de uso del suelo urbano, ya que anteriormente eran los barrios construidos con subsidios estatales, destinados a los grupos sociales de menores ingresos, los que se ubicaban en la periferia de la ciudad.
Por otra parte, los barrios cerrados generalmente se encuentran ubicados cerca de vías rápidas de circulación para facilitar el desplazamiento desde el lugar de residencia hacia las áreas centrales de la ciudad donde se desarrollan las actividades cotidianas. Asimismo, al estar localizados en zonas periféricas de la ciudad, en muchas ocasiones, los barrios cerrados se encuentran cerca de villas inestables, lo que hace que los contrastes sociales se tornen más evidentes.
Los barrios cerrados no están dirigidos hacia un grupo socioeconómico homogéneo. Sin embargo, en el caso de los países latinoamericanos, generalmente sus residentes pertenecen a los sectores sociales medio-altos y altos y, finalmente, se trata de ambientes bastante homogéneos.
Por otra parte, los barrios cerrados tampoco constituyen un producto homogéneo. La primera gran división que debe realizarse es la que distingue los barrios cerrados, de los countries o clubes de campo y de las chacras. Los primeros son urbanizaciones cerradas, de tamaño variable, cuyo principal rasgo es la vigilancia y seguridad permanente. En algunos casos, pueden existir dependencias de uso colectivo, tales como club-house o instalaciones deportivas (gimnasio, piscina y canchas de tenis), pero ellas no constituyen el elemento esencial de estos conjuntos.
Los clubes de campo se caracterizan, por el contrario, por las destacadas instalaciones deportivas que poseen, convirtiéndose las actividades deportivas (principalmente polo y golf) en un eje esencial de la vida del barrio. En estos casos, el ingreso al barrio y la posibilidad de residir en él no es tan sencillo, ya que debe contarse con la membresía y la aceptación de los demás socios. Además, las expensas y cuotas sociales que deben abonarse hacen que la residencia en estos complejos urbanos sea más costosa en términos financieros que en un barrio privado.
Por último, las chacras son una nueva modalidad relacionada con un estilo de vida menos urbano, en donde se busca tener mayor contacto con la naturaleza y, en consecuencia, los terrenos son lo suficientemente amplios como para poder realizar pequeños cultivos en su interior.
Respecto al tamaño de los lotes, los barrios cerrados difieren en gran medida: aquellos destinados a los sectores medios y medio-altos cuentan con lotes amplios, pero sólo los destinados a los sectores más altos de la sociedad poseen lotes de grandes dimensiones que les permiten diferenciarse de un barrio no cerrado. Sólo en estos últimos puede lograrse un mayor contacto con la naturaleza[2].
Las murallas y los dispositivos de seguridad actúan como símbolos de status y distinción. Según algunos autores, cuanto más segura y cerrada es la propiedad, más alto es el status de la familia que la habita (Caldeira, 2000). Algunas personas deciden vivir en un barrio cerrado porque buscan tener relaciones más cercanas con gente perteneciente al mismo grupo socioeconómico y, además, buscan evitar la heterogeneidad social que suele darse en los barrios "no cerrados", como así también, todo contacto con situaciones de pobreza y extrema miseria, tan usuales actualmente en Latinoamérica.
Los barrios cerrados constituyen un verdadero proyecto inmobiliario de alta rentabilidad. La mayoría es impulsada, dentro del sector privado, por desarrolladores urbanos, quienes normalmente llevan adelante diversos proyectos en diferentes localizaciones dentro de la ciudad destinados a distintos grupos socioeconómicos.
Estos nuevos proyectos residenciales privatizan el espacio público al impedir que las calles y lugares de recreación sean usados libremente por todo aquel que lo desee. Asimismo, los servicios y las regulaciones públicas son reemplazados por servicios brindados por parte de empresas privadas y por reglamentaciones privadas que surgen del accionar de las asociaciones de propietarios o residentes de estos barrios cerrados.
En este sentido, se trata de un nuevo estilo de gobernabilidad y de nuevas formas de control de la vida cotidiana, emanados no ya desde el Estado, sino desde los mismos individuos. Según Lang y Danielsen (1997), una de las paradojas de los barrios cerrados es que ellos promueven no sólo la desregulación por parte del Estado sino que, por otra parte, impulsan la hiperregulación dentro de los límites del barrio. Esto último genera algunos problemas internos en cuanto las reglas no sólo se refieren al diseño de las viviendas y al entorno, sino también al comportamiento individual y social esperado dentro del barrio. Por otra parte, el control sobre el cumplimiento de normas de convivencia y edificación se ve reforzado en algunos casos mediante la creación de tribunales de faltas, conformados por los mismos residentes, que sancionan las infracciones cometidas.
¿Qué es lo nuevo de los barrios cerrados?
Ya hemos mencionado que los barrios cerrados constituyen un nuevo fenómeno urbano. En este sentido, es útil identificar cuáles son los elementos más importantes que los distinguen respecto a otro tipo de emprendimiento residencial. Sus principales rasgos son los siguientes:
-
se encuentran rodeados o cercados por muros, puertas y rejas que son barreras
físicas;
- el acceso a ellos es restricto,
impidiendo la entrada de los "no-queridos" (lo que es avalado por la legislación
ad-hoc) lo cual hace la segregación social urbana más evidente
y visible;
- generalmente están
ubicados muy próximos a barrios pobres e incluso villas inestables,
por lo que las diferencias sociales y la inequidad social se hacen evidentes;
- sus habitantes buscan
homogeneidad social y un estilo de vida determinado;
- constituyen una solución
para algunas familias en relación a la inseguridad urbana y la delincuencia;
y
- privatizan el espacio
público.
Causas de la aparición de barrios cerrados
Distintos
autores han estudiado las diversas causas del surgimiento de los barrios
cerrados en todo el mundo. Entre las principales pueden citarse las siguientes:
el aumento de la inseguridad
y la violencia urbana y la incapacidad del Estado para asegurar ciertos
servicios considerados básicos, como es la seguridad ciudadana; la
progresiva desaparición en la ciudad del sentimiento de comunidad;
el aumento de la desigualdad social y el acrecentamiento de la brecha entre
pobres y ricos, sumado al deseo de lograr status y cierta homogeneidad social
por parte de algunos grupos sociales; el deseo de mayor contacto con la
naturaleza o de un "estilo de vida diferente" y el impulso, por parte de
los desarrolladores urbanos, de una nueva "moda" urbana, influenciada por
el "American way of life"
La privatización de la seguridad es un nuevo elemento en las ciudades (Caldeira, 2000), relacionada no sólo con la aparición de barrios cerrados, sino con la contratación de seguridad privada en bancos, negocios, shopping centers y áreas residenciales. La proliferación de agencias de seguridad en los últimos años muestra que se trata de una actividad no sólo altamente demandada, sino a su vez rentable. Asimismo, la privatización de la seguridad aparece como una respuesta al fracaso del Estado en la provisión de este servicio, cuestionando y desafiando el monopolio del uso legítimo de la fuerza que el Estado poseía anteriormente.
Sin embargo, es necesario mencionar también que la seguridad de los barrios cerrados ha sido violada en varias ocasiones, por lo que se trata más bien de otorgar cierta sensación de seguridad y protección, más que de la efectividad de la seguridad que se brinda. Por otra parte, aún cuando el acceso a los barrios cerrados es más dificultoso y supone el traspaso de mayores dispositivos de seguridad, también estos se convierten en un objeto muy preciado para los delincuentes al concentrar artículos de valor en sus viviendas, sumado al hecho de que una vez traspasado el muro exterior del barrio los dispositivos de seguridad no son complicados e incluso las medidas de seguridad son mínimas (frecuentemente los automóviles tienen las llaves puestas y las viviendas tienen puertas y ventanas abiertas).
Respecto a la pérdida del sentimiento de comunidad en las ciudades, mencionado anteriormente como otra causa, éste se refiere a redes y relaciones sociales desarrolladas en un área geográfica reducida, tal como lo es un barrio. La pérdida de este sentimiento se verifica en el hecho de que las relaciones de vecindad resultan más débiles en la ciudad abierta y las necesidades sociales son satisfechas fuera del grupo local. En este sentido, los desarrolladores urbanos han identificado este problema y han realizado un esfuerzo por enfatizar la posibilidad de lograr relaciones de vecindad más cercanas en los barrios cerrados (Wilson-Doenges, 2000). Estos nuevos emprendimientos urbanos pretenden ser asociados con lo que fue hace algunas décadas atrás el barrio y la vida social y las actividades que en él podían desarrollarse[4].
Sin embargo, según algunos investigadores, el desarrollo de un mayor sentimiento de comunidad no parece ser un valor prioritario para decidir residir en un barrio privado (Blakely y Snyder, 1997). Una posición intermedia respecto a este tema está dada por aquellos autores que reconocen que los barrios cerrados tienen una importante función socializadora (Svampa, 2001), aún cuando no en todos los casos sus residentes estrechan vínculos sociales y afectivos hacia el interior del barrio por el hecho de residir en el mismo lugar, ni realizan actividades sociales comunes[5].
Por otra parte, la desigualdad social e inequidad han sido características de casi todas las sociedades occidentales. Sin embargo, en los últimos años ellas han aumentado drásticamente y se han hecho más evidentes, principalmente en los países en desarrollo, debido a la implementación de políticas neoliberales, cambios en la estructura laboral y el retiro del Estado de sus antiguas funciones relacionadas con educación, salud, vivienda y empleo y las privatizaciones de sus empresas. El tejido social se ha visto no sólo dividido, sino que tiende a una cierta polarización. La brecha entre los ingresos percibidos por los más ricos y los más pobres se acrecienta cada vez más. Los ricos buscan evitar el contacto con la pobreza y así, frecuentemente, se recluyen en barrios cerrados (Thuillier, 2000).
En esta tendencia a la polarización y la división social entre "ganadores" y "perdedores", las clases medias, que en Argentina supieron tener el mayor peso relativo dentro de la estructura social, se debaten ahora entre el polo "de arriba" o el "de abajo". En general, este grupo socioeconómico ha sufrido un progresivo empobrecimiento que lo ha hecho dirigirse hacia el polo inferior de la escala social, tal como lo verifican numerosos estudios (Svampa, 2001; Beccaria, 1993). Sólo algunos "privilegiados" de las clases medias, en su mayoría profesionales y trabajadores del sector privado en cargos gerenciales, han logrado acercarse al polo superior. Para estos grupos de clase media alta, vivir en un barrio cerrado significa lograr mayor status y la posibilidad de estar en contacto con "aquellos a los que se quiere parecer" (Svampa, 2001) y de lograr cierta homogeneidad social dentro del barrio (Low, 2000).
Otra de las causas de la aparición de barrios cerrados se basa en la búsqueda de un nuevo estilo de vida en contacto más cercano con la naturaleza y donde se escape a los peligros de la ciudad abierta. En este sentido, los residentes en los barrios cerrados valoran el hecho de que los niños pueden tener el mismo estilo de vida de barrio que existía hace unos años en la "ciudad abierta", consistente en jugar en la calle con amigos y andar en bicicleta sin temor a ser asaltados. Según otros investigadores, se trata de un estilo de vida más hedonista (Prévot Schapira, 2000) o simplemente de la importación de un estilo de vida propio de la cultura estadounidense: el "American way of " (Thuillier, 2000; Coy y Pöhler, 2002).
Finalmente, como se mencionó anteriormente, los barrios cerrados aparecen también como una "moda" impulsada por los desarrolladores urbanos, guiados por la lógica del mercado y la obtención de mayores beneficios económicos. Por el lado de la demanda se trata también de una inversión inmobiliaria para algunas familias, aún cuando éste no sea el motivo principal de la adquisición de una vivienda en un barrio cerrado.
Este nuevo tipo de emprendimiento urbano representa una solución para cierto grupo social que tiene ingresos altos y exige mayor seguridad y cuya demanda habitacional no se encontraba anteriormente satisfecha. Asimismo, los countries constituyen un producto muy conveniente para aquellos que buscan instalaciones que posibiliten la realización de actividades sociales y deportivas sin salir de los límites del barrio.
En contraposición, una consecuencia positiva de la instalación de barrio privados en la periferia de las ciudades es que ellos facilitan la instalación de infraestructura y servicios básicos en la zona circundante. Por otra parte, frecuentemente su localización produce un aumento en el valor del suelo y de las residencias de la zona y, además, impulsan la actividad comercial del área que los rodea.
La creación de empleos que implica este tipo de emprendimientos (jardineros, guardias y servicio doméstico, entre otros) como así también el impulso a la industria de la construcción, la cual tiene grandes efectos multiplicadores en la economía nacional, son consecuencias positivas de los barrios cerrados en la esfera social.
En términos generales, los barrios cerrados benefician a sus residentes brindándoles mayor seguridad y privacidad; a los desarrolladores urbanos, quienes obtienen importantes ganancias económicas; y a aquellos para los que los barrios cerrados constituyen una fuente laboral. Pero, como ya se ha mencionado, perjudican a los ciudadanos en general, privatizando el espacio público, y a los agricultores que desarrollaban actividades en esa zona. Asimismo, constituyen una solución individual a un problema social, sin actuar sobre sus causas, sino sobre sus efectos.
El análisis de los efectos de los barrios cerrados realizados por varios investigadores ha puesto en evidencia que estos no brindan total seguridad, no se desarrolla ningún sentimiento de comunidad, tal como es promovido por algunos desarrolladores urbanos, ni hay importantes cambios en el estilo de vida de sus residentes. Según han demostrado Blakely y Snyder (1997), las barreras no proporcionan mayor seguridad y no se ha producido una disminución de la tasa de delincuencia a partir del surgimiento de barrios cerrados. Sin embargo, sí se ha verificado un menor sentimiento de inseguridad por parte de los habitantes de estos nuevos emprendimientos urbanos. De esta forma, "la seguridad es un sentimiento y no un hecho"[6]. En consecuencia, los residentes admiten que si se vieran en la necesidad de cambiar su lugar de residencia, volverían a elegir un barrio cerrado, aún cuando el tema de la seguridad no haya sido una de las razones para haber tomado anteriormente la decisión de residir en uno de ellos (Low; Blakely y Snyder; Lang y Danielsen). Por otra parte, Blakely y Snyder concluyen de sus investigaciones sobre lo que ocurre en Estados Unidos que el sentimiento de comunidad de los habitantes de un barrio privado era similar al de los habitantes de un barrio no privado, sin existir diferencias por el hecho de vivir cercados.
Entre sus efectos sociales más negativos se encuentra el tema de la segregación social que ellos generan al constituir enclaves exclusivos que se aíslan de la ciudad y transforman barreras físicas en barreras sociales. Las puertas, barreras y dispositivos de seguridad refuerzan la segregación social urbana y establecen claramente la división entre "los de adentro" y "los de afuera". Este es el efecto más importante en el tejido social. Además, tiene implícito un cierto sentimiento de intolerancia (Caldeira, 2000) hacia la ciudad abierta y los problemas sociales que se dan en ella. Entonces, si bien los barrios cerrados son un caso extremo de segregación social urbana, donde las diferencias sociales entre el afuera y el adentro no pueden obviarse, cabe preguntarse ¿en qué medida ellos también refuerzan esta segregación al no tener vinculaciones con las áreas circundantes? Y, en este sentido, ¿hasta qué punto los barrios cerrados pueden aislarse por completo de la ciudad abierta? Y, por lo tanto, ¿en qué medida estos conjuntos residenciales pueden ser autosuficientes?
Asimismo, los barrios cerrados tienen grandes efectos en la vida de sus habitantes, pero principalmente en el caso de los niños que son criados dentro de ellos. Por un lado, los niños desarrollan una percepción muy fuerte entre "los de afuera" y "los de adentro" y las diferencias sociales implícitas en esta división (Lang y Danielsen, 1997). Por otra parte, en ocasiones se les hace difícil entender otras realidades sociales diferentes a las propias, ya que tienen escaso contacto con ellas. Además, los niños que pasan mucho tiempo dentro de los límites del barrio llegan a desarrollar una suerte de agorafobia, resultándoles imposible transitar por la ciudad abierta (Svampa, 2001).
Dentro del barrio privado, al tener mayor seguridad, los niños tienen más libertad para jugar en la calle, sin preocupar a sus padres. Sin embargo, muchos desarrollan trastornos de conducta como consecuencia de cierta falta de límites, llegando a casos extremos de vandalismo infantil (Svampa, 2001). La supuesta inexistencia de peligros dentro de los límites del barrio lleva en algunos casos a un alto grado de desentendimiento por parte de algunos padres de las actividades recreativas de sus hijos y a un debilitamiento del control sobre los niños. En ocasiones, son los propios guardias de seguridad quienes deben hacerse cargo del cuidado de los niños y del control del cumplimiento de normas básicas como lo son las velocidades en los que circulan los niños en automóviles o cuatriciclos.
En cuanto a las relaciones sociales existentes dentro del barrio, estas varían en gran medida. En algunos casos, se forman grupos de amigos (en todos los grupos etáreos) y en otros las relaciones son sólo superficiales y los amigos se encuentran fuera del barrio privado. Pero la segregación social se hace más evidente en la medida en que los residentes de los barrios cerrados tienen escasa o nula relación con los vecinos de los barrios de los alrededores.
El proceso de segregación social urbana
La desigualdad social, referida a la existencia de profundas e injustas diferencias entre los distintos grupos socioeconómicos en cuanto al acceso a recursos y oportunidades, es una de las características de las sociedades capitalistas. Ella conduce a una situación de fragmentación social, entendida como divisiones en el tejido social y el debilitamiento e incluso desaparición de lazos sociales entre los diversos grupos socioeconómicos, como así también una escasa movilidad social.
La segregación residencial es uno de los resultados de este proceso de fragmentación social urbana. Según Marcuse y van Kempen (2000), las divisiones entre los diferentes barrios, estando cada uno de ellos más aislado de sus alrededores, y la tendencia a que cada barrio satisfaga sus necesidades cotidianas dentro de sus propios límites, son dos de las características que exhiben hoy las ciudades.
Sin embargo, el fenómeno de la segregación no es nuevo; por el contrario, ella es inherente a la historia de las ciudades. La segregación social urbana puede entenderse como la separación espacial de los diferentes grupos sociales en una ciudad o un área geográfica de acuerdo a diferencias étnicas, religiosas, de ingresos, etc. De esta forma, es posible visualizar en una ciudad los diferentes barrios donde cada grupo social tiene su propio espacio determinado. En el caso de la segregación basada en diferencias de ingresos, las relaciones de poder y subordinación se tornan evidentes. Los grupos de altos ingresos tienen la posibilidad de elegir su localización residencial, mientras los grupos más empobrecidos son segregados en las zonas más desfavorecidas.
Los barrios cerrados constituyen un caso extremo de segregación social urbana, al ser ésta explícita y evidente. Los dispositivos de seguridad se convierten no sólo en barreras físicas, sino también sociales, estableciendo claramente los límites y las diferencias existentes en el tejido social. En este sentido, lo nuevo de la segregación social urbana es su intensidad, visibilidad y explicitud.
Causas y consecuencias de la segregación social
Los cambios ocurridos en la economía y en la estructura ocupacional han llevado a modificaciones en la estructura social, manifestándose estas últimas en la estructura espacial de la ciudad. Como ya se mencionó, la segregación es resultado de la desigualdad social existente en las ciudades. Ella no sólo está basada en diferencias de ingresos, sino también en diferencias culturales, religiosas, étnicas o educativas, que llevan a diferentes estilos de vida.
En este sentido, un punto interesante para considerar y debatir es hasta qué punto la segregación es un fenómeno voluntario. Es decir, en el caso de las personas que residen en un barrio cerrado, se trata de una autosegregación en la medida en que ellos son los que deciden segregarse (aun cuando argumenten que no es lo que quisieran y que no querrían estar encerrados). Así, las elecciones, expectativas y ambiciones de los individuos llevan a un proceso de segregación voluntario. O, por el contrario, podría considerarse que son los residentes en barrios cerrados los que segregan al resto de la población excluyéndola de los beneficios que ellos poseen. Así, parecería que la pregunta que cabe formular es: ¿quién segrega a quién?
Por otra parte, el Estado también contribuye a fomentar este proceso de segregación mediante la permisión del desarrollo de este tipo de emprendimientos privados y mediante la legislación vigente. Asimismo, el no satisfacer la demanda ciudadana de seguridad en la ciudad, lleva a que aquellos "privilegiados" que pueden satisfacer esta necesidad por sus propios medios (contratación de seguridad privada o residencia en un barrio cerrado con seguridad las 24 horas) lo hagan, aún cuando sea una solución individualista que no modifica las causas del problema.
Por lo tanto, el proceso de segregación social urbana se ve ocasionado no sólo por causas estructurales (aumento de la desigualdad social, aumento de la pobreza y la violencia urbana, escasa acción estatal para disminuir los hechos delictivos, etc.) sino también por causas relativas a los actores sociales, quienes toman la decisión de segregarse en un barrio privado (o de segregar a los demás). Debido a esto, muchos autores señalan que los barrios cerrados constituyen un tipo especial de segregación: la autosegregación (Carvalho; Prévôt Schapira; Svampa; Coy y Pöhler). En este sentido, si bien los barrios cerrados son una consecuencia extrema del proceso de segregación urbana, es necesario preguntarse si a su vez son ellos mismos los que generan mayor segregación al hacerla más evidente a partir de las barreras y dispositivos de seguridad que impiden el libre acceso y explicitan las diferencias sociales.
Aún cuando algunos investigadores opinan que la segregación puede tener efectos positivos al reforzar lazos sociales y de pertenencia dentro de un grupo (Boal, 2001), las consecuencias negativas de este fenómeno son más evidentes y más peligrosas en términos de la trama social. La segregación endurece las diferencias y divisiones sociales. El aislamiento social, geográfico y económico reduce las oportunidades laborales y aumenta la vulnerabilidad social. No sólo se trata de una separación o aislamiento de otros miembros y grupos de la sociedad, sino también de recursos y servicios (empleos, servicios sociales, infraestructura, etc.) y en este sentido, la segregación espacial puede conducir a la exclusión social.
Los barrios cerrados en el área metropolitana de Mendoza
Entre las principales causas de su surgimiento pueden citarse las que ya han sido analizadas anteriormente como características a nivel mundial, es decir: el aumento de la inseguridad y la violencia urbana y el retiro del Estado como garante de la seguridad ciudadana; la progresiva desaparición en la ciudad del sentimiento de comunidad; el aumento de la desigualdad social y el acrecentamiento de la brecha entre pobres y ricos, sumado al deseo de lograr status y cierta homogeneidad social por parte de algunos grupos sociales; el deseo de mayor contacto con la naturaleza y el impulso, por parte de los desarrolladores urbanos, de una nueva "moda" urbana, influenciada por el "American way of life".
La búsqueda de status y homogeneidad social o un nuevo estilo de vida fueron las principales razones cuando se inició el fenómeno de los barrios cerrados en Mendoza. Sin embargo, en los últimos años la causa fundamental de elección de este tipo de emprendimientos es, sin lugar a dudas, la búsqueda de mayor seguridad.
La violencia urbana y la inseguridad han aumentado dramáticamente en los últimos años en Argentina. Mendoza no ha sido ajena a esta situación, llegando en algunos casos a situaciones alarmantes. Según el INDEC, en 1991 ocurrían 149,8 delitos cada 10.000 habitantes en el país, mientras en Mendoza este valor ascendía a 199,4. Asimismo, en 1997 los delitos a nivel nacional llegaron a 228,8 casos cada 10.000 habitantes, mientras en Mendoza se verificaron 424,5 casos cada 10.000 habitantes (cifra sólo superada por Buenos Aires), siendo los delitos contra la propiedad los más recurrentes. En respuesta a esto, toda clase de dispositivos de seguridad ha sido implementada, desde rejas en puertas y ventanas, alarmas comunicadas directamente con la policía, hasta alarmas comunitarias donde los vecinos crean una red de protección más fuerte y efectiva. Tomar la decisión de residir en un barrio privado es una de las medidas extremas ante este problema, que sólo es posible para sectores socioeconómicos medios y altos que deben afrontar como gastos extras los gastos destinados al pago del personal de seguridad y la instalación de los dispositivos de seguridad.
Analizar las consecuencias sociales y urbanas de los barrios cerrados en el Área Metropolitana de Mendoza constituye un gran desafío ya que al tratarse de un fenómeno nuevo, sus consecuencias comienzan a evidenciarse muy lentamente. Por otra parte, no hay investigaciones sobre el tema en Mendoza. Sin embargo, la pregunta más importante que surge es la que ya ha sido mencionada anteriormente: hasta qué punto los barrios cerrados contribuyen a aumentar la segregación social urbana.
La realidad de los barrios cerrados en Argentina indicaría que éstos no sólo son un resultado extremo de un proceso de segregación que existe en todas las ciudades, sino que a su vez ellos también refuerzan esta segregación a partir de los dispositivos de seguridad que se constituyen en barreras, no sólo físicas sino también sociales. Sin embargo, sus habitantes deben relacionarse con la ciudad en general porque es allí donde realizan sus actividades cotidianas (trabajo, educación, recreación, etc.), aún cuando no tengan la necesidad de tener relaciones con las áreas que los rodean. Esta situación se verifica aún más en el caso de Mendoza ya que al tratarse de una ciudad intermedia donde las distancias físicas entre las áreas periféricas y el centro de la ciudad no son demasiado grandes, la gente se traslada cotidianamente al centro de la ciudad para satisfacer sus necesidades.
En este sentido, se da una "relación desigual" en cuanto los habitantes de los barrios cerrados impiden el uso de su espacio en forma libre y democrática por parte de los ciudadanos en general, pero necesitan de los bienes y servicios producidos en la ciudad abierta para satisfacer sus necesidades cotidianas. Ante estas situaciones, el Estado tiene un rol muy pasivo. Sólo algunos gobiernos locales han logrado implementar algunas estrategias tendientes a equilibrar esta relación "desbalanceada"[12].
Conclusiones
Los barrios cerrados constituyen un caso extremo del fenómeno de segregación social urbana que se está agudizando en las ciudades. Ellos buscan dar respuesta a un problema social muy grave, como es el tema de la inseguridad y de la violencia urbana. Sin embargo, constituyen una solución que sólo unos pocos "privilegiados" pueden conseguir. Por otra parte, no actúan sobre la causa del problema, sino sobre sus efectos.
Estos conjuntos urbanos destinados a alojar a las clases medias y medias altas son un fiel reflejo de la sociedad actual donde prima el individualismo por sobre la solidaridad y el bien común. Se establece una relación "desigual" al privatizarse el espacio público en beneficio de unos pocos, pero requiriendo igual los beneficios que la ciudad abierta y pública provee a todos los ciudadanos.
El
resultado es entonces un proceso complejo de segregación social urbana,
producto no sólo de causas estructurales, sino también de
las decisiones tomadas por los propios actores sociales, que es cada vez
más explícito y donde las diferencias sociales no pueden ser
obviadas. La brecha entre los ricos y pobres, los que tienen o no tienen,
los que viven seguros en la ciudad y los que no, se hace cada vez más
amplia y parece más difícil de cerrar.
[6]
Expresión manifestada por un entrevistado que se desempeña
como personal de seguridad en un barrio cerrado.
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