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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (103), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

INMIGRACIÓN Y MARGINACIÓN: PROSTITUCIÓN Y MENDICIDAD EN LA CIUDAD DE BARCELONA A FINALES DEL SIGLO XIX. UNA COMPARACIÓN CON LA ACTUALIDAD

Rafael Alcaide González
Geógrafo
Universidad de Barcelona


Inmigración y marginación: prostitución y mendicidad en la ciudad de Barcelona a finales del siglo XIX. Una comparación con la actualidad (Resumen)

La prostitución y la mendicidad, como fenómenos de marginación derivados de la situación de pobreza extrema en la que se encontraban las capas sociales más deprimidas de la ciudad de Barcelona a finales del siglo XIX, fueron tratadas monográficamente por algunos médicos higienistas barceloneses, especialmente por aquellos que estuvieron destinados en establecimientos benéficos municipales y en la Sección de Higiene Especial barcelonesa, donde era preceptiva la inscripción de todas las mujeres prostitutas y se atendían enfermedades derivadas del ejercicio de la prostitución.

Estos trabajos monográficos incluyeron, frecuentemente, resúmenes de datos estadísticos que, comparados con las cifras que ofrecen en la actualidad algunos de los informes sobre prostitución, pobreza y marginalidad, elaborados por organizaciones no gubernamentales tales como Médicos del Mundo o Cáritas, entre otras, cobran un renovado interés ante la semejanza de las cifras y de las situaciones en los dos finales de siglo, cuando cabría suponer que, a la par que el avance del progreso y de la técnica ha sido imparable durante estos cien últimos años, también los movimientos sociales y las políticas de integración y de sensibilización tendrían que haber logrado disminuir, de manera efectiva, los estragos de la pobreza y de la miseria en las grandes ciudades españolas.

Desgraciadamente, esto no ha ocurrido, y la prostitución, la mendicidad y la marginalidad en su conjunto, siguen presidiendo los actos vitales de una parte de los estratos más deprimidos de la sociedad de nuestras ciudades; situación que se ha visto agravada, (y ésta es la gran diferencia respecto a la de finales del siglo XIX), por la incorporación —obligada casi siempre y derivada de terribles situaciones de injusticia social— de un gran contingente de población inmigrante, al que, en su gran mayoría, el conjunto de nuestra sociedad se ha mostrado incapaz de asumir, con todos sus derechos y con todas sus consecuencias.

Palabras clave: prostitución / mendicidad / marginalidad / inmigración / Barcelona finales del siglo XIX / Barcelona finales del siglo XX.


Immigration and marginalization: the prostitution and begging in the city of Barcelona at the end of 19th century. A comparison with the present time (Abstract)

Prostitution and begging, as phenomena of marginalization derived from the situation of extreme poverty in which the most depressed social layers of Barcelona city were at the end of 19th century, were treated monographically by some Barcelonian hygienic doctors specially by those who were assigned to municipal charity establishments and to the Section of Barcelonian Special Hygiene, where the registration of all the prostitutes was mandatory and diseases derived from the exercise of prostitution were attended to.

These monographic works used to include, frequently, summaries of statistical data which, compared with the numbers that offer, nowadays, some reports on prostitution, poverty and marginality, processed by non-governmental organizations such as "Médicos del Mundo" or "Cáritas", among others, gain a renewed interest in view of the similarity of numbers and situations in both endings of the century, when it is supposed that, whereas the advance in progress and technique has been unstoppable during these last hundred years, social movements and policies of integration and raising of awareness should have succeed in diminishing, in a effective way, the damage of poverty and misery in big Spanish cities.

Unfortunately, this has not happened, and prostitution, begging and marginality as a whole, continue presiding over the vital facts of a part of the most depressed layers of our cities society; situation that have been aggravated, (and this makes the great difference respect to the end of 19th century) due to the joining in, required and originated, nearly always, from terrible situations of social injustice, of a great contingent of immigrant population, whom, in his great majority, our society has been incapable of accepting, with all its rights and all its consequences.

Key words: prostitution / begging / marginality / immigration / Barcelona at the end of 19th century / Barcelona at the end of 20th century.


El fenómeno de globalización experimentado por la economía capitalista a escala mundial, ha puesto de manifiesto, con mayor crudeza, las tremendas diferencias existentes entre países ricos y países pobres, generando un interminable éxodo de millares de personas que se han desplazado desde las zonas más deprimidas económicamente hacia las más ricas. Pero así como el sistema económico ha permitido la libre circulación de productos y capitales, no ha ocurrido lo mismo con los enormes contingentes de inmigrantes que intentan, a partir de una manifiesta situación de penuria en su lugar de residencia habitual, buscar en otros países, económicamente mejor situados, las oportunidades que no encuentran en sus lugares de origen.

La aparición de este problema y su magnitud y consecuencias en el contexto geopolítico a escala mundial han generado, por lo común, actitudes de rechazo a estos contingentes migratorios en gran parte de los países de destino, situados mayoritariamente en el segmento económico del planeta al que denominamos Primer Mundo, estallando un conflicto de intereses, de difícil solución, entre los derechos irrenunciables de los emigrantes al intento de buscar unas mejores condiciones de vida que las que tienen en su país de origen y el derecho de los Estados receptores, reconocido internacionalmente, a no admitirlos.(1)

En España, el fenómeno de la inmigración, especialmente de aquella que denominamos eufemísticamente "ilegal", es uno de los mayores problemas y uno de los más formidables retos a que se enfrenta nuestra sociedad. Independientemente de las consideraciones y de las valoraciones que puedan hacerse sobre esta llegada masiva de personas procedentes de otros países,  puede afirmarse que, la pobreza, es uno de los aspectos consustanciales al hecho migratorio. La situación de pobreza de los recién llegados quizá no resulta tan manifiesta en sus países de origen, porque estos emigrantes pueden empeñar lo que poseen para pagar el viaje y la estancia en nuestro país, a diferencia de otros compatriotas que no poseen absolutamente nada y, por lo tanto, ni siquiera pueden intentar emigrar. Sin embargo, una vez que llegan a España, su precaria situación se agrava, en muchos casos, a partir de  la obligatoriedad del pago de la deuda contraída en su país, lo que les resta un buen porcentaje del poco dinero que ganan en trabajos, por lo general, esporádicos y mal remunerados. Poco a poco, los recursos económicos de que disponen estas personas se agotan y esta merma económica (a la que hay que añadir los efectos ocasionados por la "ilegalidad" en la que se encuentran frente al Estado) determina tremendas situaciones de marginalidad que pueden derivar en el ejercicio de la mendicidad, de la prostitución e incluso en la delincuencia.

Sin embargo, aunque parezca que la inmigración y los problemas que de ella se derivan son fruto de nuestro tiempo —un tiempo en el que la actualidad se transforma en historia en apenas unos días—, esta situación no es nueva en lo que respecta a sus rasgos más generales. Por ejemplo, hace algo más de cien años, en la ciudad de Barcelona, este tipo de situaciones se producían con una "normalidad" insultante, si bien existen ciertos factores —imperantes en los dos períodos temporales—, tales como la procedencia de los inmigrantes, y el mercado de trabajo, que pueden resultar diferenciadores, pero que no implican que las consecuencias de la pobreza antes apuntadas varíen sustancialmente en su generación y en su terrible gravedad y extensión.
 

Higienismo, inmigración y pobreza en el siglo XIX

Las diversas crisis económicas y los numerosos cambios políticos, acaecidos en España a lo largo del siglo XIX, se hicieron especialmente patentes en las grandes ciudades españolas como Madrid o Barcelona. La metrópoli barcelonesa, en concreto, como ciudad que vivía una eclosión industrial y urbana sin precedentes, era el destino de un considerable número de inmigrantes que, obligados por las frecuentes situaciones de penuria en el medio rural (malas cosechas, hambrunas), buscaban en la ciudad un mejor modo de vida. Sin embargo, pese a que el crecimiento industrial de la Barcelona decimonónica era imparable, las coyunturas económicas adversas afectaban a las empresas, y con ellas al mercado de trabajo, produciéndose de este modo nefastas fluctuaciones que dejaban en la calle, en el paro y en la miseria consecuente a un gran número de personas que, sumidas de pronto en la más absoluta indigencia, no tenían otro remedio que pasar a engrosar dos de los mayores contingentes de población que se situaban en los límites de la pobreza y la marginalidad. Por una parte, el de los mendigos, hombres solos por lo general, procedentes en su mayoría del medio rural o de otras capitales de provincia y, por otra, el de las mujeres prostitutas, cuyas posibilidades de trabajo se veían aumentadas, probablemente, por la demanda sexual que generaba la presencia del gran contingente de población masculina (trabajadora o desocupada) en la ciudad, al que además, en el caso de Barcelona, habría que añadir el número de efectivos que componían tanto las guarniciones del ejército y de la marina militar, como el personal de la marina mercante.

En las últimas dos décadas del siglo XIX, la denuncia de estas situaciones se hizo patente, a partir de los trabajos científicos elaborados por algunos profesionales de la salud, en especial en las grandes ciudades españolas como Madrid y Barcelona, donde —como ya se ha apuntado—, estas terribles situaciones se producían con mayor virulencia. Y esto ocurría por el efecto de la concentración humana, al igual que en otras ciudades europeas; en todas ellas, "la pobreza había sido un mal endémico desde los comienzos de la sociedad, pero en el campo quedaba más o menos escondida; al concentrarse en la ciudad era cuando quedaba al descubierto(2)", una ciudad industrializada que en la mayoría de ocasiones crecía desordenadamente y se agigantaba, que era percibida "como fuente de múltiples males sociales, posibles decadencias biológicas y potenciales insurrecciones políticas (3)". Mediante el paradigma higienista, en el que primaba la preocupación por la salud y la calidad de vida de las clases más deprimidas de los entornos urbanos, y la búsqueda de soluciones a estas graves carencias, los médicos higienistas intentaron paliar la frecuente aparición de epidemias y enfermedades, especialmente en los núcleos urbanos más industrializados, mediante normas que —basadas en la mejora de la salud, de los hábitos higiénicos y de la moralidad—,  perseguían el mantenimiento de las buenas costumbres e implicaban a todos los órdenes de la vida pública y privada de los ciudadanos (trabajo, manutención, dieta, enseñanza, higiene privada y pública, aspectos morales, etc,); en la práctica, no había ningún aspecto de la vida humana que no pudiera ser objeto de perfeccionamiento mediante los dictados higiénicos.

Sin embargo, este proyecto intelectual no se llegó a desarrollar en todos sus posibles aspectos y, si bien es verdad que en su conjunto, la higiene proporcionó indiscutibles mejoras a la sociedad decimonónica, no es menos cierto que los diferentes gobiernos, tanto a escala municipal como a escala nacional, lejos de adaptar las prioridades políticas a las exigencias higiénicas de mejora de la salubridad pública y privada, utilizaron políticamente la sistemática higiénica, en lo que hace referencia a sus aspectos normativos, de manera sesgada e interesada, como un instrumento de control social. Con la llegada de la Restauración borbónica (1875) la burguesía recuperó, mediante un amplio recorte de las libertades individuales y el ejercicio de la represión indiscriminada, gran parte de las parcelas de poder perdidas durante el Sexenio revolucionario (1868-1873). El miedo a la generación de nuevos conflictos sociales, a la insurrección popular, se constituyó en la pesadilla cotidiana de la clase burguesa que no dudó, desde su primacía en los órganos de gestión o de gobierno, en aplicar un programa político de medidas estabilizadoras fundamentado en los preceptos higiénicos, pero muy alejado de los principios sociales de carácter progresista, que alentaron en un primer momento la doctrina higiénica. En opinión de Juan Giné y Partagás, uno de los autores más prolíficos y reconocidos en los ámbitos médicos e intelectuales españoles, higienizar era gobernar, con lo cual, tomando como punto de partida esta aseveración, puede entreverse cómo era de formidable y compleja, la relación que existía entre los presupuestos de la doctrina higiénica —en el campo de lo que se podría denominar salud moral— con los dictados de la economía política presentes en las acciones de gobierno destinadas a mejorar la calidad de vida y con ello procurar el bienestar de los ciudadanos (4).

Algunos de los médicos higienistas que desarrollaron su labor médica y social en la Barcelona de finales del siglo XIX, plasmaron su testimonio intelectual en numerosos artículos y trabajos aparecidos en sueltos de prensa, revistas y diversas publicaciones de la época (5). Estos testimonios, que resultan irrepetibles y que desvelan hasta qué punto presidió la actitud vital de estos profesionales la preocupación por las cuestiones sociales en su relación con la práctica de la medicina y su estudio pormenorizado, nos ofrecen un punto de referencia muy valioso en la investigación de la evolución del proyecto intelectual higienista y, a su vez, nos permiten hacer una comparación temporal con la actualidad, especialmente en aquellas situaciones que derivan de la pobreza y de la marginación, tales como la mendicidad y la prostitución, y que se desarrollan en el marco físico de la ciudad de Barcelona. Partiendo, por tanto, del conocimiento del estado de la cuestión respecto a dichos temas en la urbe barcelonesa a finales del siglo XIX, intentaré mostrar en este artículo que, desafortunadamente, la situación actual de estos aspectos en su contexto más general, no difiere demasiado de la que, cien años atrás, se denunciaba por parte de los profesionales de la salud.
 

La prostitución y la mendicidad en Barcelona a finales del siglo XIX

Derivado de la situación de pobreza y de marginación extrema en la que se hallaba sumida una gran parte de la población barcelonesa, debido a la precariedad y a la inestabilidad del mercado de trabajo, el ejercicio de la prostitución y de la mendicidad se constituía —como ya hemos apuntado anteriormente—, en una forma de vida habitual para todas aquellas personas que, sin otros recursos, aspiraban a mantener unos mínimos vitales de existencia. En aquella época, las condiciones higiénicas y sanitarias de algunos de los barrios más populosos de la ciudad, como el Raval o la Barceloneta, eran totalmente precarias. En estos barrios se hacinaban la mayor parte de los contingentes de población que componían el estrato social más deprimido de la urbe barcelonesa, mano de obra barata y no cualificada que residía en viviendas sin ningún tipo de condiciones de higiene y en pensiones malolientes situadas en calles y callejuelas desprovistas de alcantarillado que despedían un hedor insoportable. A estas condiciones infrahumanas se sumaban los estragos ocasionados por las epidemias, por las enfermedades de todo tipo, por la desnutrición y, en definitiva, por el pauperismo endémico que se manifestaban en aquellos barrios con mayor rigor (6).
 

La prostitución.

La prostitución ha sido y continúa siendo una terrible situación de marginalidad para todas aquellas personas implicadas en este pavoroso límite de las posibilidades humanas. Por aquel entonces, (finales del siglo XIX) la preocupación existente por las enfermedades causadas y derivadas del ejercicio de la prostitución era muy evidente en las autoridades sanitarias y gubernativas debido, entre otras causas, al elevado índice de manifestación y proliferación de enfermedades venéreas en el segmento de la población masculina de edades comprendidas entre los 18 y los 40 años; una población útil en términos laborales o castrenses, destinada a abastecer los necesarios contingentes, tanto de mano de obra para las empresas como de tropa destinada a las armas y cuerpos del Ejército que, por aquel entonces, se hallaba implicado en diversas guerras coloniales tales como la de Filipinas y, posteriormente, la de Cuba.

Llegados a este punto, podemos preguntarnos si esta preocupación por el ejercicio de la prostitución radicaba no sólo en sus consecuencias, sino también en sus causas. La respuesta parece ser afirmativa ya que, desde el punto de vista médico y a través de la puesta en práctica de la doctrina higiénica, la mayor parte de médicos higienistas trataron el tema de las causas de la prostitución y de la situación de la mujer prostituta, en clave de crítica, aunque no siempre predominara la coincidencia de criterios, especialmente por lo que se refiere a los temas de emancipación de la mujer (7)(escolarización, acceso al mercado de trabajo, igualdad de condiciones y de oportunidades, etc. )

El ejercicio de la prostitución y sus consecuencias en la capital catalana a finales del siglo XIX fueron analizadas por algunos de los médicos higienistas más relevantes del elenco médico barcelonés, tales como Prudencio Sereñana y Partagás, en la obra titulada La prostitución en la ciudad de Barcelona, publicada en 1882 (y reproducida íntegramente en Geocrítica. Textos electrónicos, http://www.ub.es/geocrit/texelec.htm en noviembre de 2000), y por Carlos Ronquillo y Morer quien, desde su cargo de presidente de la Comisión de Higiene Especial de Barcelona, impulsó el desarrollo de la estadística como método para concluir diversos estudios sobre el estado de la prostitución en esta ciudad, que fueron publicados de manera continuada entre 1884 y 1892, en diversas publicaciones periódicas barcelonesas tales como la Gaceta Médica Catalana, la Revista de Higiene y Policía Sanitaria y la Gaceta Médica Municipal (8) . Por otra parte, Carlos Ronquillo fue el impulsor más destacado de la creación, en Barcelona, de un Hospital para enfermedades especiales que se llegó a establecer en 1888, en la calle Berenguer el Viejo nº 6 y que funcionó ininterrumpidamente hasta 1890.

En 1890, Carlos Ronquillo publicó un informe titulado Prostitución en Barcelona. Procedencia de 2.050 inscritas (9), en el que exponía los lugares de procedencia del contingente de mujeres prostitutas inscritas en los registros de la Sección de Higiene Especial. Cabe anotar que por aquel entonces la prostitución clandestina, es decir la conformada por mujeres no inscritas en el Registro de Higiene, era mucho mayor que la inscrita. Esto era debido, en gran parte, al temor que inspiraban tanto los efectos de la reglamentación (prohibición de ejercer la prostitución, en el caso de estar enferma de venéreas la prostituta, reclusión en un hospital público hasta su curación con lo que esta medida comportaba en las ganancias de la mujer) como las numerosas trabas de tipo burocrático (pagos por las revisiones médicas, multas por infracción del reglamento, revisiones continuas de los burdeles, normas de comportamiento público, etc.) Sereñana, en su texto de 1882, había apuntado la posibilidad de que el número total de mujeres dedicadas a la prostitución en Barcelona alcanzase la cifra de 12.264, con lo cual, si bien es cierto que el informe de Ronquillo nos proporciona un muestra efectiva de la procedencia de las mujeres prostitutas, no lo es menos que queda limitado al contingente de aquellas que habían legalizado su situación al respecto.

Destaca en el informe de Ronquillo (cuadro 1) en primer lugar, el alto porcentaje de mujeres prostitutas que procedían de la propia ciudad Condal y, en segundo lugar, la más que probable atracción que la capital catalana ejercía en sus zonas geográficas de influencia, tanto pertenecientes al resto de Cataluña como a las regiones limítrofes de Aragón y Valencia, e incluso en el ámbito insular como es el caso de Baleares. Por otra parte, el peso de la población femenina inmigrante en el ejercicio de la prostitución en la ciudad Condal era enorme, ya que el número total de mujeres procedentes de fuera de Barcelona era de 1.629 (79,46 % del total de mujeres inscritas) frente a las 421 mujeres (20,53 % restante) procedentes de Barcelona (capital y provincia).

Desglosando el informe, vemos que de las 2.050 mujeres inscritas, 421 (20,53 % del total) declaraban ser naturales de Barcelona; 161 mujeres, de Tarragona (7,85 %); 97 de Lérida (4,73 %) y 130 de Gerona (6,34 %) lo que representa que el número total de mujeres prostitutas procedentes de la región catalana era de 809 (39,46 % del total). El contingente de mujeres procedentes de la región valenciana ascendía a 296 (14,43 % del total), muy similar al de Aragón, con 302 mujeres que procedían de esta región (14,73 %). Sorprendentemente, las mujeres que ejercían la prostitución en Barcelona, procedentes de Baleares, eran 54 (2,63 %), mientras que las prostitutas madrileñas sumaban un total de 132 (6,43 %).

Por lo que respecta a las prostitutas extranjeras, su número total ascendía a 129, de las que una abrumadora mayoría procedía de Francia: 108 (83,72 %). El resto de mujeres provenían de Argel, en concreto 5 (3,87 %), y de otros países que no se especifican: 16 (12,41 %).

Como veremos más adelante, las cifras y porcentajes que se desprenden del informe de Carlos Ronquillo son muy similares en proporción, a las que arrojan las estadísticas sobre la mendicidad en Barcelona a finales del siglo XIX, elaboradas por Ignacio Llorens y Gallard.
 

Cuadro 1.
Lugar de nacimiento de las prostitutas inscritas en el Padrón de Higiene Especial de Barcelona, a 12 de abril de 1890. 

ESPAÑOLAS

Provincia % Total Provincia % Total Provincia % Total
Ávila 2 0,10 Guipúzcoa 11 0,53 Pontevedra 5 0,24
Álava 4 0,20 Gerona 130 6,34 Pamplona 29 1,41
Alicante 41 2,00 Guadalajara 8 0,39 Palencia 5 0,24
Almería 2 0,10 Granada 20 0,97 Santander 11 0,53
Albacete 8 0,39 Huelva 3 0,14 Soria 4 0,19
Burgos 17 0,82 Huesca 53 2,58 Salamanca    
Barcelona 421 20,53 Jaén     Segovia 3 0,14
Badajoz 6 0,29 Lugo 1 0,05 Sevilla 24 1,17
Baleares 54 2,63 Logroño 22 1,07 Teruel 53 2,58
Coruña, La 4 0,19 Lérida 97 4,73 Tarragona 161 7,85
Castellón 37 1,80 León     Toledo 7 0,34
Ciudad Real 2 0,10 Madrid 132 6,43 Vizcaya 10 0,48
Cuenca 4 0,20 Málaga 51 2,48 Valencia 218 10,6
Cáceres 0 0 Manila     Valladolid 10 0,48
Cádiz     Murcia 34 1,65 Zaragoza 196 9,56
Córdoba     Orense 0 0 Zamora    
Canarias     Oviedo     TOTAL 2050 100
EXTRANJERAS
Lugar de Procedencia Número % Total
Francia 108 83,72
Argel 5 3,87
Resto 16 12,41
TOTAL 129 100
Nota: No existe información precisa para las celdas donde no figura ninguna cifra.
Fuente: Ronquillo Morer, C. Prostitución en Barcelona. Procedencia de 2.050 inscritas. Revista de Higiene y Policía Sanitaria, Barcelona, 1890, Año I, p. 211-212 y elaboración propia.
La mendicidad.

En muchas ocasiones por necesidad, en otras por vagancia y como modo de vida siempre reprobado, el ejercicio de la mendicidad, derivado de una situación personal insostenible fruto de la pobreza extrema, constituye, desde antiguo, una de las características más acusadas de la vida cotidiana en las ciudades y pueblos de cualquier país. En España, prácticamente todas las obras pertenecientes a la literatura clásica (El Quijote, El lazarillo de Tormes,La vida del Buscón, etc.) y, con posterioridad, otras obras literarias pertenecientes al costumbrismo y al realismo (Galdós, Baroja, etc.), reflejan este fenómeno y su práctica de manera habitual, del mismo modo que describen, en algunos casos, las situaciones de miseria que lo engendran.

Considerada, al igual que la prostitución o la delincuencia, como un problema público de difícil solución, la mendicidad fue objeto de reglamentación tempranamente. En Barcelona, —ciudad en la que los intentos de erradicar la mendicidad, están documentados desde 1323—, se sucedieron durante la época que nos ocupa, diversas disposiciones, todas ellas de características y contenidos similares, dictadas ora por el Gobierno Civil ora por el Ayuntamiento, con la finalidad de reprimir la mendicidad, y con ella "el triste espectáculo del sinnúmero de mendigos, en su mayoría forasteros, que acosan a los transeúntes hasta recabar de ellos una moneda, que no siempre sirve para aliviar una necesidad y sí muchas veces para mantener el vicio y la vagancia (10)". Todas estas medidas estaban en sintonía con otras, de carácter más general, destinadas a mejorar la higiene y la imagen públicas de una ciudad, que se hallaba en plena efervescencia industrial a la vez que experimentaba un fenomenal crecimiento urbano, pero en la que el sistema de beneficencia pública era a todas luces insuficiente.

En el año 1892, Ignacio Llorens y Gallard, médico adscrito a la Sección 1ª del Cuerpo Médico Municipal de Barcelona, elaboró un interesante informe titulado "La mendicidad en Barcelona" en el que destacan dos cuestiones principales. La primera de ellas consiste en el análisis que efectúa –a lo largo del informe— respecto a las causas del pauperismo en la ciudad, de las cuales "unas son individuales, como la falta de instrucción o la falsa dirección de la misma; el alcoholismo; los desórdenes genésicos: la sífilis; la imprevisión; las preocupaciones políticas y religiosas y otras mil que sería prolijo enumerar. Otras son generales y entre ellas citaremos, la insalubridad de las habitaciones; las enfermedades; los reveses de la fortuna; la inmigración excesiva de gente del campo, que abandona las faenas agrícolas, ya sea por las malas cosechas, ya por la ambición de mayores salarios en los centros fabriles; el agiotaje en los artículos de primera necesidad y principalísimamente la insuficiencia de la beneficencia pública (11)".

La segunda corresponde a las estadísticas que Llorens y Gallard incorpora en su informe (véase el cuadro nº 2), respecto al estado de los mendigos albergados en el Asilo municipal del Parque, establecimiento benéfico del que, a su vez, González y Sugrañes, primer alcalde democrático de Barcelona durante la Primera República (1873), nos ofrece una detallada descripción, tanto del centro, como de sus normas y de sus moradores, en una de las obras más documentadas acerca de la mendicidad en Barcelona, editada en 1903 (12) .

"Allí existe una sección de imposibilitados, la mayor parte de comarcas distintas a la nuestra; allí se albergan presuntos dementes, detenidos en la vía pública o conducidos al establecimiento por sus propias familias, mientras se tramitan los expedientes para hacerles ingresar en algún manicomio; allí conviven por tiempo indefinido, bien que con separación de sexos, niños de todas edades, abandonados o huérfanos; allí se facilita techo gratuito, durante la noche, sin distinción de edad, estado, nacionalidad y religión, a cuantas personas de él carecen, sirviéndoseles, antes de acostarse, una sopa, y desayuno al levantarse; y allí, finalmente, pasan las noches, según les acomoda, a cubierto de cualquier contrariedad, huestes numerosas de jóvenes de varias edades, sin ocupación alguna, raterillos al por menor que nadie cuida de recluirles, ni de darles instrucción moral y religiosa, ni hábitos de trabajo. Esos desdichados, al clarear el día, abandonan el camastro a toque de campana, y después de hecha la toilette, salen a la calle en busca del pan cotidiano, unas veces acudiendo al puerto y estaciones de ferrocarriles, otras recorriendo calles, plazas y mercados públicos, subiendo y bajando escaleras so pretexto de demandar una cantidad por amor de Dios, y si nadie les acecha o vigila, roban picaportes, campanillas, mecheros y cuanto les viene a mano. La admisión en el Asilo de esos seres degradados, carne destinada a nutrir las cárceles y presidios, se verifica, todos los días, de ocho a nueve de la noche, después de registrados por los dependientes de la autoridad local, por si llevasen armas, que comúnmente esconden entre los arbustos o plantas del Parque (13)".
Cuadro 2.
Estado de los albergados en el Asilo del Parque de Barcelona,
desde el 1º de junio de 1886 hasta el 31 de mayo de 1891

ESPAÑOLES

Provincia % Total Provincia % Total Provincia % Total
Ávila 11 0,12 Guipúzcoa 20 0,23 Pontevedra 23 0,26
Álava 36 0,41 Gerona 395 4,59 Pamplona 97 1,12
Alicante 195 2,26 Guadalajara 36 0,41 Palencia 24 0,27
Almería 73 0,84 Granada 54 0,62 Santander 63 0,73
Albacete 47 0,54 Huelva 4 0,04 Soria 53 0,61
Burgos 78 0,90 Huesca 255 2,96 Salamanca 29 0,33
Barcelona 2912 33,84 Jaén 26 0,30 Segovia 25 0,29
Badajoz 12 0,13 Lugo 136 1,58 Sevilla 52 0,60
Baleares 145 1,68 Logroño 64 0,74 Teruel 151 1,75
Coruña, La 44 0,51 Lérida 859 9,98 Tarragona 719 8,35
Castellón 334 3,88 León 46 0,53 Toledo 29 0,33
Ciudad Real 27 0,31 Madrid 222 2,58 Vizcaya 17 0,19
Cuenca 23 0,26 Málaga 57 0,66 Valencia 354 4,11
Cáceres 17 0,19 Manila 23 0,26 Valladolid 71 0,82
Cádiz 57 0,66 Murcia 69 0,80 Zaragoza 441 5,12
Córdoba 20 0,23 Orense 15 0,17 Zamora 54 0,62
Canarias 28 0,32 Oviedo 62 0,72 TOTAL 8604 100

EXTRANJEROS

Procedencia % Total Procedencia % Total Procedencia % Total
América del Sur 35 3,06 Africanos 14 1,22 Alemanes 22 1,92
Franceses 700 61,29 Italianos 91 7,96 Suizos 14 1,22
Ingleses 6 0,52 Rusos 4 0,35 Belgas 12 1,05
Turcos 205 17,95 Austriacos 23 2,01 TOTAL 1142 100
Chinos 3 0,26 Portugueses 13 1,13 Imbéciles o locos 269 2,68 (*)
(*) Este porcentaje está calculado sobre el total de personas recogidas.
Fuente: Llorens y Gallard, I. La mendicidad en Barcelona, op. cit.; y elaboración propia.


De la información recogida por Llorens y Gallard (cuadro nº 2) destaca el elevado número de mendigos extranjeros: 1.142 (11,71 % del total de mendigos), frente a los 8.604 mendigos de procedencia española (88,28 %). De entre los mendigos extranjeros los procedentes de Francia eran mayoría: 700 (61,29 % del total de mendigos extranjeros), seguidos de los turcos: 205 (17,95 %) y de los que provenían de Italia: 91 (7,96 %). El resto de mendigos de procedencia extranjera, alcanzaba la cifra de 146 (12,78 %), y sus lugares de origen eran, por orden de efectivos, los países de América del Sur, Austria, Alemania, Suiza, países africanos, Portugal, Bélgica, Rusia, Inglaterra y China.

Por lo que respecta a los mendigos españoles, 5.692 (66,15 % del total de españoles) procedían de fuera de Barcelona y su provincia, mientras que 2.912 (33,84 %) manifestaban ser naturales de la capital catalana o de su ámbito provincial. Al igual que ocurría en el caso de las mujeres prostitutas, era manifiesta la presencia en la ciudad Condal de población inmigrante, bien fuera procedente de las zonas geográficas de influencia de la capital catalana (Aragón, Valencia, Baleares), bien de otras zonas españolas más alejadas de la metrópoli catalana.

De los datos que venimos analizando, se deduce que más de la mitad de los mendigos españoles procedían de la región catalana, a saber, 4.885 (56,77 %), correspondiendo a Tarragona un contingente de 719 (8,35 % del total de españoles); a Lérida 859 (9,98 %) y a Gerona 395 (4,59 %). Los mendigos procedentes de la región valenciana ascendían a un total de 883 (10,26 %), mientras que los venidos de Aragón sumaban 847 (9,84 %), y los de las islas Baleares 145 (1,68 %). Por último, los procedentes de Madrid ascendían a 222 (2,58 %), mientras que el resto de mendigos naturales del resto de provincias españolas sumaban 1.622 (18,85 %).

Concluye el informe con la opinión de su autor, respecto a que "la mayoría de los pobres de nuestras calles son forasteros", y su convencimiento, basado en la experiencia, adquirida durante años como director facultativo del Asilo del Parque, de que la mayoría de personas allí acogidas "son gente holgazana que toman la mendicidad por profesión (14)". Esta última afirmación está en consonancia con algunos de los contenidos de las diversas disposiciones acerca del ejercicio de la mendicidad y con la opinión mayoritaria de sus impulsores, aunque, por otra parte, la puesta en práctica de esas disposiciones quedase atenuada, de algún modo, por el sentido cristiano de la caridad y la percepción moralista implícitos en el espíritu de aquellos textos legales.

La coincidencia en los porcentajes referidos al número de efectivos y al lugar de procedencia, tanto de las mujeres prostitutas como de los mendigos, en los años finales del siglo XIX en Barcelona, reflejan la numerosa presencia de personas procedentes de los contingentes de inmigrantes del resto de España en la ciudad durante esa época. No ocurría lo mismo, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, con los inmigrantes de origen extranjero cuya presencia era mucho menor. Esta situación puede demostrar en que medida, entonces y ahora, los estragos de la pobreza y de la miseria —que provocan el desplazamiento de la población hacia zonas más ricas, en especial hacia las grandes ciudades, cuyo efecto de atracción reside especialmente en la oferta de su mercado de trabajo—, se reproducen en éstas a mayor escala, por la incapacidad de absorción de estos contingentes de población, debido a la precariedad de las infraestructuras urbanas y de los medios de atención social. Este fenómeno genera en las metrópolis, enormes bolsas de pobreza que derivan en situaciones de marginalidad extrema, por lo que no resulta extraño que las funestas estadísticas del pauperismo, de la prostitución, o de la mendicidad, entre otras, arrojen, por desgracia, cifras tan elevadas y tan fuertemente correlacionadas.
 

La prostitución y la mendicidad en la Barcelona actual

Las causas de la prostitución y de la mendicidad tienen su origen en un amplio, a la par que complejo, abanico de situaciones personales y sociales. Pero, por lo general, la situación que conforma su punto de partida es la pobreza. En España, esta situación de falta de recursos afecta, según la EPF (Encuesta de Presupuestos Familiares) de 1990-91, a 8.509.000 personas (2.192.000 familias) que viven bajo el umbral de la pobreza (15). De todas ellas, un porcentaje del 44,1 por ciento tienen menos de 25 años, y esta situación se agrava todavía más cuando 528.200 de dichas personas, repartidas en 86.800 hogares (6,2 % del total de personas pobres), se hallan en situación de pobreza extrema (menos del 15 % de la Renta disponible media en España), concentrándose la mayor parte de este contingente de población en los núcleos urbanos.

Esta población pobre acapara en nuestro país —según concluye el informe de Cáritas/EDIS de donde proceden las últimas cifras citadas—, "la inmensa mayoría de los males, carencias y problemas sociales existentes (...) y, sobre todo, de los males más graves como el paro, el analfabetismo, las toxicomanías, la delincuencia y la marginalidad en general (16)", y si bien, en el conjunto de la población en situación de pobreza, la población inmigrante conforma un sector minoritario, cabe anotar que, desgraciadamente, la situación global de los gitanos pobres y de los extranjeros (magrebíes, subsaharianos, sudamericanos y procedentes de los países del Este de Europa) es "muy problemática y de gran desventaja con relación al conjunto de pobres (17)".

Para Cataluña el informe de Cáritas/EDIS al que venimos aludiendo, sitúa la tasa de pobreza en el 16,1 por ciento del total de la población (962.000 personas), siendo la provincia de Barcelona, en números absolutos, la que tiene mayor número de familias y personas pobres entre todas las provincias del Estado (18).

Las causas de esta situación son múltiples, entre ellas: el paro, el trabajo precario, las limitaciones y trabas a la hora de contratar un alquiler por falta de documentación, recomendaciones o informes, etc., la exigua o nula protección social, el rechazo, la desconfianza, el racismo encubierto... Lo cierto es que apenas hay ningún factor social que juegue a favor de la integración de los recién llegados, como tampoco lo hay para los propios autóctonos, igualmente sometidos a la acción del gueto, de un apartheid socio-cultural todavía no erradicado, pero con una gran diferencia: los pobres autóctonos son acreedores a todos los derechos que les proporciona la ciudadanía española, los extranjeros no. ¿Cómo han de sobrevivir entonces los recién llegados? ¿Cómo pueden pagar las deudas contraídas en su país de origen y a la vez subsistir mínimamente aquí? Ante las pocas o nulas oportunidades que se les ofrecen, ¿cuáles pueden ser, entre las pocas salidas vitales de que disponen, las más efectivas a corto plazo, cuando se acaba el dinero y la ayuda que, en muchos casos, les prestan sus compatriotas? ¿Delincuencia? ¿Prostitución? ¿Mendicidad? Veamos algunas de ellas.
 

La prostitución

En España, el ejercicio de la prostitución es totalmente libre y no constituye delito (19). Por otra parte, no existe una información fehaciente respecto al número total de personas que se dedican a esta actividad, siendo variable su desarrollo en las distintas capitales de provincia españolas. Todo parece apuntar, sin embargo, hacia la existencia de un elevado contingente de personas, españolas y extranjeras que tienen como único medio de vida el ejercicio de la prostitución, en base a las alarmantes cifras que arroja la situación de la pobreza en España, como ya hemos visto con anterioridad.

El Informe de Exclusión 2000, elaborado por la ONG Médicos del Mundo, trata el problema de la prostitución a partir de las diversas actuaciones que en ese sentido viene llevando a cabo dicha ONG en algunas ciudades de la geografía española. En este informe se ponen de manifiesto que "aunque el mundo desarrollado ha puesto barreras a la entrada de personas (que no de capitales o materias primas) provenientes del "tercer mundo", sigue produciéndose la entrada de gente que busca una oportunidad para vivir mejor en los supuestos paraísos económicos del "primer mundo", empujados por la necesidad y ayudados por redes internacionales que se dedican exclusivamente a trasladar personas que serán explotadas sexualmente  (fundamentalmente mujeres y niños) (20)".

Esta organización, que empezó a trabajar con colectivos de prostitutas en 1993, mediante los denominados Programas de reducción de daños para personas que ejercen la prostitución, incluye, en el Informe que venimos comentando, una serie de datos recopilados a partir de las actuaciones llevadas a cabo mediante dichos programas, que proporciona una información detallada de los porcentajes de personas inmigrantes en este colectivo, y de los que resulta que, de un total de 7.637 personas atendidas en Médicos del Mundo, entre enero y septiembre de 2000, un 88 por ciento han sido mujeres, un 7,1 por ciento transexuales y un 4,3 por ciento, hombres. La edad media de las personas atendidas se situó en 30,7 años, siendo la de las mujeres de 30,75 años, la de los transexuales de 31,4 años y la de los hombres de 28,4 años.

Respecto a la procedencia de las personas atendidas, un 36,8 por ciento era de origen español y un 63,2 por ciento de procedencia extranjera, siendo esta proporción más acusada entre las mujeres (66,2 %) que entre transexuales (41,7 %) y hombres (22,6 %). Las mujeres —concluye el Informe—, proceden en su mayoría de países del África subsahariana (69 %), siguiendo en porcentaje las procedentes de países latinoamericanos (20,5 %) y europeos (8,2 %). De los países de América latina proceden, tanto la mayoría de transexuales extranjeros, (97 %) como los hombres (67,5 %); y, por último, el 3,2 por ciento de las personas que ejercen la prostitución son usuarias de drogas inyectadas y, de este porcentaje, un 97 por ciento corresponde a mujeres (21).

Este Informe, se ha visto corroborado por los datos recogidos por la Guardia Civil española durante el año 2000 (Directiva 3/2000), referentes a la procedencia de las mujeres prostitutas que trabajan en los bares de carretera y clubs de alterne del territorio español (excluidas las capitales de provincia, el País Vasco, y las provincias de Lleida y Girona). Dichos datos, publicados por El País el 4 de marzo de 2001 (p. 28), concluyen que en 890 clubes, ejercen la prostitución 14.089 mujeres, de las cuales 1.285 (9,12 %) son españolas y 12.804 (90,88 %) de origen extranjero. De estas últimas, 8.979 mujeres (el 70, 13 % de las extranjeras) proceden de América; 2.179 mujeres (17,01 %) de Europa y 1.367 mujeres (10,67 %) de África.

En otro informe sobre esta grave problemática, que ha sido elaborado recientemente por la asociación Àmbit Prevenció por encargo del Ayuntamiento de Barcelona y publicado en El Periódico de Catalunya, el día 5 de febrero de 2001 (p. 2 y 3), se expone la situación de las mujeres prostitutas de una de las zonas de Barcelona más frecuentada: los alrededores del Camp Nou en el distrito municipal de Les Corts. Este estudio se divide en tres grandes apartados: prostitutas extranjeras, prostitutas españolas y transexuales. En las primeras, la media de edad es de 24 años, mientras que su procedencia es mayoritariamente de países del Este de Europa (53 %), porcentaje que se reduce con respecto a las mujeres prostitutas procedentes de América (25 %) y África (8 %). Sorprende en este colectivo el alto porcentaje de mujeres con estudios superiores o secundarios (66 %) y la ausencia del consumo de drogas. En este grupo de mujeres inmigrantes, la edad de inicio en la prostitución se sitúa en los 20 años, mientras que un 29 por ciento de estas mujeres llevan menos de un año ejerciendo la prostitución y también menos de un año residiendo en Barcelona, generalmente con amigos. Por último, sólo un 4 por ciento de estas mujeres tiene hijos.

Las prostitutas españolas difieren de las extranjeras, prácticamente en todo. Según el informe que venimos comentando, elaborado por Àmbit Prevenció, su media de edad es de 36 años (frente a los 24 de las extranjeras); la procedencia de gran parte de ellas es autóctona (45 %) y de la región andaluza (27 %) y el índice de mujeres con estudios primarios o sin estudios se sitúa en el 64 por ciento (no se aportan cifras sobre estudios secundarios o superiores). Mientras que el colectivo de las prostitutas extranjeras no tiene ningún tipo de asistencia médica o social, y entre ellas sólo un exiguo 4 por ciento mantiene contacto con algún tipo de servicio social, las prostitutas españolas poseen cartilla de la Seguridad Social (95,5 %) y mantienen un alto índice de contacto con los servicios de asistencia social (45 %), siendo mayor que en las extranjeras la dependencia de las drogas (consumo de cocaína, hachís y alcohol, entre otras). La edad de inicio en la prostitución se sitúa en los 25 años en este grupo de mujeres españolas, de las cuales, un 56 por ciento lleva entre 6 y 20 años de ejercicio de la prostitución. Un gran porcentaje de estas mujeres (45 %) vive con su pareja e hijos, mientras que un 41 por ciento de ellas lleva residiendo en Barcelona entre 1 y 10 años. Por último, un 64 por ciento de estas mujeres manifiestan tener hijos (dos como promedio).

Concluye el informe de Àmbit Prevenció en que, respecto al colectivo de transexuales, su media de edad se sitúa en los 31 años. De ellos la gran mayoría procede de Barcelona (41 %), Andalucía (25 %) y Canarias (12 %), aunque cabe anotar que el informe no aporta datos sobre transexuales extranjeros. El 56 por ciento de este colectivo no tiene estudios de ningún tipo o bien sólo tienen estudios primarios (no se aportan datos sobre estudios secundarios o superiores). Entre los transexuales el índice de afiliación a la Seguridad Social es alto (83 %) y el porcentaje de contactos con los servicios sociales se sitúa en el 21 por ciento. La edad de inicio en la prostitución se sitúa en los 21 años y un 29 por ciento lleva ejerciendo la prostitución entre 11 y 20 años, existiendo en este grupo personas dependientes de las drogas (consumo de cocaína, hachís y alcohol, entre otras), si bien el informe no aporta ningún porcentaje. El conjunto de personas de este colectivo suele vivir en pareja (29 %) o con amigos (29 %) y un 85 por ciento del total encuestado lleva residiendo en Barcelona entre 1 y 10 años.

La información que facilitan los informes comentados con anterioridad, hace referencia únicamente a la prostitución callejera, un tipo de prostitución que se ejerce además en otros lugares de la ciudad Condal; concretamente en la Rambla de Catalunya (entre las calles de Diputació y Aragó); en la parte final de la Rambla (Rambla de Santa Mónica) y calles adyacentes (Santa Mónica y Plaza Real); en algunas calles del Raval (Sant Ramon, Robador, Sant Pau y Espalter); en la Ronda de Sant Antoni y calles adyacentes (principio de Joaquín Costa, Plaça del Pes de la Palla, Paloma) y en los alrededores del Parc de la Ciutadella (calles de Wellington, Almogàvers y Ramón Trías Fargas, entre otras)

Así como las prostitutas nacionales parecen actuar individualmente y entre ellas no se aprecia, como ocurría antaño, la figura nefasta del proxeneta, en el colectivo de mujeres prostitutas procedentes de los países del Este de Europa —a las que su nivel de formación debería servir para proporcionarles otro tipo de actividad laboral—, existe la acción de bandas mafiosas dedicadas al proxenetismo sobre todo el colectivo, bandas que son muy difíciles de detectar y que las protegen, facilitándoles un domicilio, y transportándolas a su lugar de trabajo en grupos, lo que en definitiva repercute en un estricto control sobre sus ingresos, número de clientes y tiempo empleado en los servicios, con lo que se hace muy difícil para estas mujeres poder independizarse y desligarse del ejercicio de la prostitución, bajo las múltiples coacciones y la amenaza de denuncia de su situación ilegal (22) . Eduardo Haro Tecglen, escritor y periodista que refleja a diario su visión de los temas que conforman la actualidad española, describe magistralmente la terrible situación en la que se encuentran muchas de estas mujeres:

"(...) Las chicuelas subsaharianas tienen su chulángano (uso palabras de chotis), su Pichi que castiga. Los periódicos les llaman "mafias" o "tratantes de blancas" (aunque sean negras). Son los de siempre. Antes tenían otras fuentes: las niñas de pueblo que venían a Madrid a servir y, maltratadas por las señoras, acuciadas por el señor o por el hijo, se abrazaban a quien ofrecía cariño. Y las que los padres echaban porque estaban embarazadas y el embarazador no las miraba más: una madama las ayudaba... Ahora son subsaharianas que mueren de hambre. Se lo juegan en la patera, con los guardias, con el chulángano. No tienen más bien que su sexo: lo que enseñan en descampado, el culito pequeño y joven, las tetitas. Igual que las de las pasarelas, o los carnavales. Pero al frío, a la lluvia. Las fotos de los periódicos las muestran y cuentan lo que hacen sus enemigos: los vecinos se manifiestan y quieren hacer somatenes para que no las vean sus hijos, los alcaldes las echan. No he visto que nadie les dé hogar y trabajo. Menores o mayores, quieren comer (23)".


Para terminar con este apartado añadiremos que, en el conjunto de personas que ejercen la prostitución hay que incluir, además de la prostitución visible (callejera), aquella otra invisible, en la que se encuadran las diversas categorías de la prostitución (desde el lujo más elevado hasta los servicios a precios más asequibles), y  que se ejerce en salas de masajes, saunas, prostíbulos, bares de carretera y domicilios particulares. Ante esta situación se hace difícil calcular el número de personas que se dedican a la prostitución de todo tipo en Barcelona, pero de la consulta de las páginas de los periódicos locales dedicadas a las ofertas de sexo, cabría deducir que su número no debe ser inferior a las 15.000.
 

La mendicidad

La mendicidad es otra de las situaciones en que deriva la pobreza, una situación marginal extrema que, desde siempre, ha afectado a un numeroso colectivo de personas. Existen, sin embargo, entre la mendicidad y la prostitución, grandes diferencias, especialmente en cuanto a comportamiento individual o a percepción social se refiere. Nadie da limosna a una prostituta y, por otra parte, ninguna prostituta la pide. Así, mientras la prostituta oferta su cuerpo al mejor postor, siendo por el establecimiento de este comercio carnal mucho peor considerada socialmente, el mendigo, por el contrario, es receptor de un sentimiento de pena o de lástima por su indumentaria, por su apariencia, y está en una escala de consideración social superior. A pesar de que la prostitución callejera es claramente visible, lo es mucho más la mendicidad, pues ésta no está sujeta a zonas concretas de la ciudad, sino que se manifiesta en cualquier parte de la misma y a cualquier hora. ¿Hay más mendigos que prostitutas? La respuesta es no. Lo que sucede realmente es que la actividad del indigente, como ya hemos dicho es mucho más visible: el mendigo puede recorrer la ciudad, en busca del mejor lugar donde ejercer la mendicidad, aquel que más beneficios le reporta. Sin embargo, la prostituta está limitada de movimientos y se ha de establecer en determinadas zonas, conocidas y frecuentadas por sus posibles clientes.

Los datos de partida que poseemos respecto al número de mendigos en la ciudad Condal, están proporcionados por un informe del Ayuntamiento de Barcelona (véase el cuadro nº 3), referido a los Programas de Atención primaria municipal llevados a cabo entre 1994 y 1998 y no diferencian entre población autóctona e inmigrante. Por otra parte, estos datos no implican, con toda seguridad, a la totalidad de personas que ejercen la mendicidad en Barcelona, ya que muchas de ellas prefieren subsistir por sus propios medios, incluso en épocas invernales donde se activa la llamada Operación frío, destinada a proporcionar albergue nocturno a las personas que habitan en la calle.

Según el informe al que venimos aludiendo, en el quinquenio 1994-1998, se atendieron un total 4.022 personas sin techo por parte de los Equipos municipales de inserción social, número que se incrementa sustancialmente, en el momento en que la atención prestada por estos Equipos supone algún tipo de prestación (alojamiento, comida, servicios higiénicos) resultando así una cifra de 9.619 personas atendidas, que generaron un total de 262.016 estancias (27,23 estancias de media por persona) en albergues o centros concertados a tal efecto, resultando que, en los años 1995-1998, el número de estancias efectuadas (236.762) ha sido inferior al número de estancias disponibles (253.360), un 93,44 por ciento. Por último, el número total de personas indigentes alojadas durante el quinquenio en las diferentes Operaciones frío, fue de 1.836.
 
 
 
 

Cuadro 3.
Programa de Atención Primaria Municipal del Ayuntamiento de Barcelona.
Datos de atención a personas sin techo. 1994-1998
Tipo de atención 1994 1995 1996 1997 1998
EQUIPOS DE INSERCIÓN SOCIAL
Personas sin techo atendidas 724 735 790 869 904
ATENCIÓN POLIVALENTE A PERSONAS SIN TECHO (*)
Personas sin techo atendidas con alguna prestación 1.924 1.644 1.929 2.106 2.016
Número de estancias disponibles   59.133 60.141 60.141 73.945
Número de estancias efectuadas 25.254 55.234 55.991 55.029 70.508
OPERACIÓN FRÍO
Usuarios alojados 383 251 309 471 422
Nota: Además de los servicios aquí recogidos, se realizan convenios y se otorgan subvenciones a entidades para complementar la atención.
(*) Incluye atención en Centre de Primeres Atencions, Albergue S. Joan de Deu (alojamiento y servicios de higiene en ambos centros), y hoteles, pensiones o restaurantes concertados.
Fuente: Catálogo de Servicios Personales Municipales. Gerencia del Ámbito de Bienestar Social. Ayuntamiento de Barcelona. http://www.bcn.es/. Traducción al castellano del autor.


En la actualidad, existen diversas actuaciones y programas de atención a los problemas derivados de la mendicidad, llevados a cabo tanto por organismos oficiales, como por asociaciones de voluntarios, centros religiosos y organizaciones no gubernamentales que basan sus contenidos, principalmente, en programas de reinserción llevados a cabo en diversas empresas (recuperación y reciclado de materiales de desecho); venta ambulante de diversas publicaciones (La Farola, entre otras, de cuyo importe el vendedor se lleva un porcentaje no inferior al 50 %); albergues y comedores públicos gestionados por establecimientos religiosos de beneficencia, además de los programas y las actuaciones gestionadas por organismos oficiales (como en el caso del Ayuntamiento de Barcelona). Sin embargo, existe un sector de personas que ejercen la mendicidad ambulante en la calle y en los transportes públicos (especialmente en el Metro) tales como nativos, por lo general drogodependientes o enfermos, e inmigrantes, por lo general, bosnios y gitanos rumanos y portugueses, que poseen un determinado grado de organización en cuanto a itinerarios y recorridos. En este estado de cosas, cabe preguntarse si para algunas personas la mendicidad es una profesión. La respuesta —con ciertas reservas y no menos dudas— parece ser que sí, aunque no sea ésta la actitud del sector mayoritario de esta población, situada en los límites de la pobreza extrema y de la marginalidad.

A la vista de los resultados obtenidos de la información que hemos analizado, podemos constatar que la situación actual de la prostitución y de la mendicidad en Barcelona, comparada con la de cien años atrás, no ha mejorado en absoluto: no se han reducido sus efectivos ni la problemática que genera dichas situaciones, sino todo lo contrario ha empeorado gravemente. Así, las enfermedades venéreas y sifilíticas, tan comunes a finales del siglo XIX, se ven hoy espantosamente reemplazadas por el SIDA; al contingente de personas que ejercen la prostitución se han incorporado por múltiples causas derivadas de una situación social insoportable, grupos marginales de riesgo sanitario: los consumidores de drogas (heroína, cocaína, etc) y grupos marginales procedentes tanto de España como surgidos del fenómeno de la emigración extranjera, especialmente mujeres muy jóvenes subsaharianas, hispanoamericanas y procedentes de los países del Este, engrosando así el contingente de prostitutas españolas, algunas de éstas últimas con más de diez años de antigüedad en el funesto ejercicio de la prostitución. En cuanto a la mendicidad, el recurso a su ejercicio parece ser, para un gran colectivo de personas, la única salida a su situación de marginación y desarraigo: exactamente igual, o quizá peor, que lo que ocurría hace más de un siglo.

La tendencia a este estado de cosas se mantiene y parece estar lejos de estancarse o reducirse. Miseria, explotación, paro, economía sumergida, marginación y sus terribles consecuencias, como subproductos del capitalismo salvaje que señorea la actualidad, se extienden, con el efecto de la mancha de aceite, sobre el mantel conformado por miles de millones de personas en todo el planeta. Planteémonos por un momento la siguiente reflexión: si las tremendas situaciones que hemos analizado y enumerado se dan en una ciudad, en un país que se supone pertenece al ámbito geopolítico del Primer Mundo, ¿qué ocurrirá en otras ciudades mucho más pobladas, en otros países situados fuera del privilegiado marco de dicho ámbito?
 

Algunos apuntes para el debate y la reflexión

Desde la perspectiva actual, cuando nos adentramos en los primeros tramos de un nuevo siglo, sorprende, como mínimo, que tras cien largos años de progreso técnico y de avances en todos los campos científicos, nos situemos, la mayor parte de las veces, en posiciones de partida decimonónicas, cuando no anteriores, respecto a la consideración y al tratamiento que nos merecen ciertos temas. Nuestro "humanismo" no evoluciona —si es que evoluciona— a la par que lo hacen la ciencia o la técnica. No bastan, aunque sean loables, las actitudes progresistas de mejora, de igualdad en las condiciones sociales de todos los componentes de la raza humana; no sirven de nada las declaraciones de principios, si éstas no se aplican efectivamente. Y, en nuestra opinión, se hace difícil imaginar cómo pueden compaginarse estas actitudes, estas declaraciones, con la actitud global de una sociedad inmersa en la vorágine capitalista, dominadora de los recursos a escala mundial, coercitiva con los débiles y permisiva con los intereses casi siempre oscuros de ese capital que permite, a la vez, vender armas a un país y enviarle ayuda humanitaria para paliar los efectos de la guerra; que consiente que algunos países violen sistemáticamente los resoluciones de la ONU en su contra, sin ser sancionados; que tolera embargos inhumanos (debidos a otras resoluciones de la ONU que sí se aplican, por la fuerza de las armas y de las amenazas); que tutela y gestiona deudas externas insoportables que esquilman los erarios públicos de los países que las contraen, países con economías absolutamente deprimidas, cuya población —en su mayor parte— se sitúa, por esta causa, en los umbrales más terribles de la miseria y de la desesperación.

El blindaje socioeconómico con el que protegen su supremacía comercial determinados espacios económicos como los Estados Unidos de América, la Unión Europea o Japón, impide la llegada de personas procedentes del resto de países, permitiendo únicamente la entrada a los cupos de inmigrantes que, por su profesión, han sido autorizados a residir en estos países, en base a las necesidades laborales de los mismos: la inmigración a la carta. Pero ocurre que esta demanda de trabajadores extranjeros es minoritaria, y no alcanza a cubrir, ni de lejos, la necesidad de trabajo y de mejora de las condiciones de vida de cientos de miles de personas que no forman parte de estos cupos autorizados, por no tener una calificación profesional o por falta de estudios y de medios para establecerse, entre otras causas.

Es este gran contingente de personas el que protagoniza, de manera mucho más visible el fenómeno de la inmigración. Un fenómeno, por otra parte, que no es nuevo, aunque ahora parezca reproducirse a mayor escala en algunos países, como ocurre en España. Nuestro país ha pasado, de ser uno de los mayores emisores de emigrantes —durante los dos últimos siglos—, a convertirse en uno de los mayores receptores de personas en busca de una oportunidad de vida. Actualmente, en nuestras grandes ciudades y en determinados ámbitos rurales (Murcia o Almería, entre otros) residen un elevado (aunque indeterminado) número de inmigrantes, de los cuales la gran mayoría no están regularizados legalmente: viven aquí, trabajan (los que pueden) aquí, pero no constan, no tienen derechos (aunque queremos que cumplan con sus deberes), no forman parte del colectivo de ciudadanos reconocidos por la ley, no tienen papeles.

Irremediablemente, la única salida a la terrible situación socioeconómica de estas personas, no parece ser otra que su ingreso en el inextricable laberinto de la economía sumergida, modo de vida, por lo demás, en el que se desenvuelven la mayor parte de las personas que componen las grandes bolsas de pobreza autóctona que existen en todas nuestras grandes ciudades: un mundo en el que la competencia por la supervivencia, genera miedos y actitudes de rechazo, a veces irreconciliables. La única diferencia entre los nativos y los extranjeros reside en la falta de derechos de éstos últimos, hasta el punto de convertirse en víctimas de las víctimas, dentro del complejo entresijo de la convivencia diaria, en el que no resulta difícil la aparición de posturas de intolerancia y de marginación.

Delincuencia, prostitución, mendicidad: situaciones límite derivadas de esa situación de marginación cada vez más insostenible y mafias que se aprovechan del desamparo que acompaña a estos grupos de personas. Delincuentes los hay españoles y extranjeros, prostitutas y mendigos también (aunque parece que sólo agudizamos la crítica con las comisiones de delito de los extranjeros: no son "nuestras"); ni siquiera estos colectivos son mayoritarios —por ahora— en el conjunto de los integrantes de las bolsas de pobreza extrema en España. Sin embargo, la situación de penuria económica y social en que se ven sumidos, faculta su continuo deambular sobre el límite, sobre la frontera invisible del riesgo máximo: de algún modo arriesgan sus vidas para derrotar sus miserias.

Cuando, a finales del siglo XIX, Sereñana y la mayoría de sus colegas higienistas estudiaron las causas de la prostitución (falta de instrucción del sexo femenino, falta de trabajo) y los remedios (emancipación de la mujer, a partir de la instrucción obligatoria y de la igualación de salario respecto al hombre), dejaron esbozadas las líneas maestras de las actuaciones necesarias para empezar a erradicar tan terrible lacra social. Ese mismo discurso reivindicativo, que nada tenía de demagógico pero que, desafortunadamente, dependía por entero de la voluntad política, se fue repitiendo a lo largo del siglo XX, especialmente en tiempos de la II República española, cuando la mayoría de autores aducían "el paro endémico, los sueldos insuficientes, la miseria económica, una educación y formación profesional deficientes, las agobiantes condiciones laborales y la vigencia de un sistema de valores basado en la doble moral sexual (24)", como argumentos que explicaban el ejercicio de la prostitución en muchas mujeres que no tenían otro modo de ganarse el sustento.

Ese mismo discurso, centenario, lejos de quedar superado, cobra inusitada vigencia en la actualidad cuando se comparan, como aquí se ha intentado, la situación actual de la prostitución y de la mendicidad en una ciudad como la de Barcelona, con la que tenía lugar hace poco más de cien años. El resultado de dicha comparación es absolutamente desalentador: sólo han variado la procedencia y las cifras de los integrantes de estos grupos marginales. Más que variar, los recién llegados se han sumado a los ya existentes, autóctonos, aumentando su contingente y recreando, con mayor virulencia, situaciones que deberían haberse superado y que, en todo caso, deberían de formar parte de los libros de historia urbana y social, al igual que conforman la historia de la medicina las operaciones sin anestesia ni asepsia previas o las sangrías. Para la prostitución siempre hay demanda, pero cada vez parece mayor la oferta. Para la mendicidad no hay mercado, pero tampoco parece haber remedio.

Por otra parte, la ciudad de Barcelona, que durante un siglo ha experimentado un crecimiento urbano imparable y en la que se han llevado y se llevan a cabo diversos cambios y mejoras urbanísticas (la última de ellas con motivo de la celebración del Fòrum de les Cultures, previsto para el año 2004), no parece haber resuelto con ellas su problemática social. Si bien es verdad que durante los últimos veinte años se ha puesto especial énfasis en la importancia de la calidad del entorno urbano y, consecuentemente, en la regeneración, mejora y transformación de algunas áreas urbanas deprimidas (actuaciones urbanísticas en los barrios del Raval y Poble Nou, especialmente), no es menos cierto que, a pesar de estas actuaciones, no se han podido evitar las situaciones sociales de concentración, miseria y marginación actuales; situaciones que ya tenían lugar cien años atrás en los mismos lugares de la ciudad, y que ni han desaparecido ni se han erradicado. Al contrario: han aumentado debido a los desastrosos efectos que, a escala local, han producido y siguen produciendo la globalización y la economía liberal, tales como el trabajo precario, el paro y la economía sumergida. Así las cosas, podemos afirmar con el profesor Hall, que "quizás estamos volviendo al lugar donde habíamos empezado: al final de casi un siglo de urbanismo moderno, las ciudades se parecen bastante a lo que eran al principio (25)". No podemos hablar de progreso si éste no viene acompañado de conquistas sociales irrevocables.

Resulta imposible enumerar todos los problemas que se derivan tanto de la situación de pobreza en que se halla buena parte de la sociedad española, como del agravamiento de esta situación ocasionado por la llegada de miles de emigrantes sin recursos a nuestro país, a nuestras ciudades. Por otra parte, la salida a esta situación no parece fácil. Sin embargo, creemos que la única manera de empezar a lograr algún avance efectivo acerca de la cuestión, pasa por tomar como punto de partida el diálogo entre todas las partes implicadas, y la regularización de todos los inmigrantes sin excepción. No se puede partir de posiciones de ventaja, cuando de lo que se trata es de construir una sociedad más equilibrada, justa y solidaria, una sociedad evolutiva que, en definitiva, debería estar en consonancia con el progreso técnico y científico y recuperar sus grandes vacíos humanísticos, su desventaja respecto a los avances en otras materias. Dicho de otro modo, éticamente, con un mínimo de sentido de justicia social, no deberíamos mandar misiones tripuladas a la Luna y pasear por ella nuestro poderío técnico, cuando no somos capaces de solucionar el problema del hambre en nuestro planeta.

Objetivos como la enseñanza libre, pública y gratuita; la mejora de la formación profesional; la creación de puestos de trabajo estables; la igualación de sueldos entre hombres y mujeres; la dignificación de la mujer y su inclusión definitiva en el mercado laboral con todos los derechos que le son propios y con sus diferencias en cuanto a gestación y patologías derivadas de su propio sexo; el refuerzo de la asistencia social, la cobertura universal de la seguridad social (medicina y prestaciones) sin excepciones; el fomento de la cultura y con ella, del conocimiento tanto de los rasgos integradores como de aquellos que pueden resultar diferenciadores en nuestra sociedad, una sociedad laica donde la expresión de las creencias religiosas se limite al apartado puramente personal; todos estos objetivos —como decimos— han de servir para que las situaciones límite que venimos denunciando, vean sustancialmente disminuidos tanto sus efectivos, sus actores, como los estragos que en ellos causan indefectiblemente. Por último, para propiciar tan ansiado logro, es necesario que todos los objetivos que se han enumerado emanen y estén ligados a una política de amplio consenso, que permita la adaptación progresiva (no traumática) y la integración de los inmigrantes a nuestra realidad social, una realidad social que también ha de ser la suya, que han de compartir y que hemos de edificar entre todos desechando, de una vez por todas, encastillamientos trasnochados y prejuicios moralistas e hipócritas.

Queda todavía mucho trabajo por hacer. Tanto es así, que parece utópico el sólo intento de iniciarlo; pero no podemos perder más tiempo si no queremos que la situación se nos escape definitivamente de las manos. En el ínterin, nuestra humilde intención es que estas líneas inviten a un debate y a una reflexión más pormenorizados y profundos, en la línea de estas frases escritas por Eduardo Haro Tecglen:

"Las democracias originales han aceptado los totalitarismos del carné, o el pase, y lo soportamos. Y cuál es nuestra superioridad sobre los que llegan a España huyendo de la miseria en la que España les dejó (puedo poner Europa donde España): tenemos los papeles, y el trabajo y las viviendas y los mercados. Y los colegios para niños con papeles: partidas de nacimiento, de bautismo, certificados médicos, cartilla de escolaridad, todo, todo (26)."
 
 

Notas

1. Como ampliación y reflexión acerca de éste y otros temas que aquí se apuntan, véase el excelente artículo de CAPEL, H. Inmigrantes extranjeros en España. El derecho a la movilidad y los conflictos de la adaptación: grandes expectativas y duras realidades. In Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, nº 81, 1 de febrero de 2001,
( http://www.ub.es/geocrit/sn-81.htm ) y la contestación de Horacio Capel a los comentarios a dicho artículo efectuados por el Grupo de Trabajo sobre la Inmigración convocado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: Inmigrantes extranjeros en España. Comentarios y respuesta. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, nº 83, 1 de marzo de 2001.( http://www.ub.es/geocrit/sn-83.htm )

2. HALL, P. Ciudades del mañana. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1996, p. 53. El profesor Hall, uno de los geógrafos contemporáneos más importantes, analiza en esta obra de síntesis la historia del planteamiento urbano en el siglo XX, siendo una de sus tesis centrales que, tras la aparición y el desarrollo del urbanismo moderno a lo largo de un siglo, como respuesta a los graves problemas sociales de las ciudades del siglo XIX, nos hallamos en cierta manera en el punto de partida, ya que las ciudades de los países ricos, a pesar de las transformaciones urbanas que en ellas se han llevado a cabo, siguen teniendo aquellos mismos problemas de cien años atras, tales como la presencia de grandes bolsas de pobreza, desempleo y marginación social.

3. HALL, P. Ciudades del mañana... op. cit. p. 53

4. CAPEL, H y TATJER, M. Reforma social, serveis assistencials i higienisme a la barcelona de final del segle XIX (1876-1900). Cent Anys de Salut Pública. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, Institut Municipal de la Salut, 1991. p. 31-73.

5. Véase: ALCAIDE GONZÁLEZ, R. La introducción y el desarrollo del higienismo en España durante el siglo XIX. Precursores, continuadores y marco legal de un proyecto científico y social. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Vol III, nº 50, octubre de 1999. Universidad de Barcelona.( http://www.ub.es/geocrit/sn-50.htm ) Respecto a los contenidos de las publicaciones y de las revistas de higiene en España, véase ALCAIDE GONZÁLEZ, R .
Las publicaciones sobre higienismo en España (1736-1939). Un estudio bibliométrico. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Vol III, nº 37, 1 de abril de 1999. Universidad de Barcelona.
( http://www.ub.es/geocrit/sn-37.htm )

6. Para una descripción más detallada de los barrios deprimidos de la Barcelona de finales del siglo XIX véase VILLAR, P. Historia y leyenda del Barrio Chino (1900-1992). Crónica y documentos de los bajos fondos de Barcelona. Barcelona: Edicions La Campana, 1996.

7. Véase ALCAIDE GONZÁLEZ, R. La higiene de la prostitución en Barcelona: una aproximación a los contenidos médico-sociales del higienismo en España durante el siglo XIX. Estudio introductorio a la reedición de la obra de PRUDENCIO SEREÑANA Y PARTAGÁS: La prostitución en la ciudad de Barcelona estudiada como enfermedad social y considerada como origen de otras enfermedades dinámicas, orgánicas y morales de la población barcelonesa. Geocrítica. Textos electrónicos, nº 2, noviembre de 2000.( http://www.ub.es/geocrit/pspestin.htm )

8. Una relación de las obras más importantes sobre la prostitución tanto españolas como extranjeras, editadas durante el siglo XIX, se puede encontrar en ALCAIDE GONZÁLEZ, R. La higiene de la prostitución en Barcelona: una aproximación... op. cit. en nota nº 7. Para una consulta más pormenorizada respecto a los contenidos de algunas de las revistas citadas véase ALCAIDE GONZÁLEZ, R. La introducción y el desarrollo... op. cit. en nota nº 5 y LOBO SATUÉ, M. I. La higiene en Barcelona a través de La revista médica de Barcelona. (1924-1936). Biblio 3W. Revista bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Vol V, nº 249, septiembre de 2000. Universidad de Barcelona.( http://www.ub.es/geocrit/b3w-249.htm ) por lo que hace referencia a la preocupación por los temas de higiene en la ciudad Condal durante las primeras décadas del siglo XX.

9. RONQUILLO MORER, C. Prostitución en Barcelona. Procedencia de 2.050 inscritas. Revista de Higiene y Policía Sanitaria, Barcelona, 1890, Año I, p. 211-212.

10. Alcaldía Constitucional de Barcelona. Bando de 20 de abril de 1899. Véase GONZÁLEZ Y SUGRAÑES, M. Mendicidad y beneficencia en Barcelona. Barcelona: Imprenta de Henrich y Cía, 1903. 415 p. especialmente la primera parte de la obra, dedicada a la enumeración histórica de las Reglamentaciones, Bandos y Disposiciones dictadas y documentadas en Barcelona desde 1323 al respecto de la mendicidad. Dicha obra se complementa con la inclusión de un excelente anexo documental, en el que figuran, desde 1801, con su texto íntegro, gran parte de los textos legales que se citan en dicha enumeración. Este tema ha sido tratado ampliamente por Horacio Capel y Mercedes Tatjer en su trabajo titulado Reforma social, serveis assistencials i higienisme a la barcelona de final del segle XIX (1876-1900) op. cit en nota nº 2.

11. LLORENS Y GALLARD, I. La mendicidad en Barcelona. Gaceta Sanitaria de Barcelona. Vol. IV, nº 6, junio de 1892, p. 201-217.

12. Véase la nota nº 6.

13. GONZÁLEZ Y SUGRAÑES, M. Mendicidad... op. cit. p. 205-206. El Asilo del Parque fue creado por iniciativa del alcalde Francisco Rius y Taulet quien, mediante un edicto de 1886, dispuso el recogimiento provisional de los indigentes en este centro. Véase la disposición XXXII del apéndice.

14. LLORENS Y GALLARD, I. La mendicidad op. cit.

15. CÁRITAS / EDIS. Las condiciones de vida de la población pobre en España. Madrid, 1998.
( http://www.caritas-espa.org/ ) p. 1-4. En este informe, que basa sus contenidos en la EPF de 1990-91 y en el Informe FOESSA de 1993, se establece un criterio de clasificación económica de la pobreza dividido en cuatro niveles, a saber: precariedad social (cuando los ingresos de una persona o de una familia se sitúan entre el 35 y el 50 por ciento de la renta disponible media en el conjunto del Estado); pobreza moderada (25-35 por ciento); pobreza grave (15-25 por ciento) y pobreza extrema (menos del 15 por ciento).

16. CÁRITAS / EDIS. Las condiciones... op. cit. en nota nº 12

17. Ibídem.

18. Ibid.

19. Código Penal Español. Ley Orgánica 10/1995 de 23 de noviembre. Boletín Oficial del Estado, Madrid 24/11/1995. Título VIII, Capítulo V, Artículos 187-190.

20. Médicos del Mundo. Informe de exclusión 2000. Madrid: 2000, p. 25. ( http://www.medicosdelmundo.org/ )

21. Médicos del Mundo. Informe... p. 28–33.

22. Sobre los métodos de reclutamiento y la actuación de estas mafias en la Argentina de finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX, véase VÁZQUEZ-RIAL, H. Frontera Sur. Barcelona: Ediciones B, 1998, p. 370-380.

23. El País, 26 de febrero de 2001, p. 77

24. NASH, M. Mujer, familia y trabajo en España (1875-1936) Barcelona: Anthropos, 1983, p. 33.

25. HALL, P. Ciudades del mañana. op cit. en nota nº 2,  p. 428.

26. El País, 13 de febrero de 2001. p. 60.
 

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