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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 69 (74), 1 de agosto de 2000

INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN

Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LA «TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN» Y LOS ESTUDIOS URBANOS. ¿UNA APROXIMACIÓN INNOVADORA PARA ESTUDIAR LA TRANSFORMACIÓN DE CIUDADES?

Hugo Marcelo Zunino
Doctorando en Geografía
Universidad de Arizona(1)



La «teoría de la estructuración» y los estudios urbanos. ¿una aproximación innovadora para estudiar la transformación de ciudades? (Resumen)

El presente trabajo examina la aplicación de la «teoría de la estructuración» de Anthony Giddens en estudios urbanos. Se argumenta que a pesar de existir dificultades conceptuales y prácticas, esta formulación puede ser empleada como referente teórico para innovar en los estudios sobre la transformación de las ciudades. Se concluye entregando algunas recomendaciones generales e ilustrando como los conceptos derivados de la «teoría de la estructuración» pueden ser utilizados para examinar más integralmente procesos urbanos tales como la decadencia-revitalización de áreas urbanas centrales.

Palabras clave: estructuración/ ciudad global/ urbanización/ estructura/ agencia.



«Structuration theory» and urban studies: An innovative approach to study the transformation of cities? (Abstract)

This paper examines the applicability of Anthony Giddens «structuration theory» in urban studies. It is argued that despite practical and conceptual difficulties, this theoretical position offers elements to theoretically inform innovative studies about urban transformation. The concluding section puts forward some general recommendations and illustrates how some concepts derived from «structuration theory» can be deployed to examine more integrally urban phenomena as the revitalization and decline of central urban areas.

Key words: structuration/ global city/ urbanization/ structure/ agency. 


El espacio urbano no es sólo una superficie sobre la cual se plasma la producción y el consumo de bienes y servicios, es también un espacio socialmente construido (Healey y Barret, 1990, 89-90). En su construcción, múltiples agentes urbanos dotados de distinta capacidad transformadora intentan avanzar sus intereses individuales o colectivos mediante acciones y negociaciones estratégicas. Este proceso se desarrolla a través del tiempo y sus consecuencias se expresan en el espacio perceptible. Sin embargo, existe un gran desconocimiento sobre la manera en la cual la ciudad es construida (Ward, 1993, 1132).

En este trabajo intenta construir una posición para comprender el proceso de transformación urbana cómo una cuestión espacial, histórica y contingente, extendiendo explicaciones tradicionales basadas, ya sea, en un determinismo económico o en una visión excesivamente voluntarista. La construcción propuesta toma como punto central de referencia la teoría de la estructuración sugerida por el sociólogo Anthony Giddens y diversas reformulaciones propuestas por geógrafos con el objeto de guiar estudios empíricos en distintas áreas del conocimiento. Este trabajo argumenta que elementos derivados de la teoría de estructuración pueden servir como referentes teóricos para estudios urbanos innovadores.

Con el objeto de introducir al lector en la discusión relativa al dualismo estructura-agencia, en la primera sección se exponen los elementos centrales de la teoría de la «ciudad global», y se muestra como las tendencias más recientes han intentado incorporar nuevos elementos para dar cuenta de los factores locales que están operando al margen de fuerzas económicas globales. En la segunda sección se examinan algunos aspectos de la teoría de la «estructuración» y el derrotero seguido por investigadores interesados en aplicar sus conceptos en la investigación geográfica. En un contexto más especifico, en la tercera parte se discuten algunas aplicaciones recientes en el ámbito de los estudios urbanos y se identifican las dificultades que han emergido. En la última sección, se proponen algunos lineamientos básicos para conducir investigaciones en base a los conceptos tratados, y se ilustra la aplicabilidad de esta teoría para interpretar fenómenos urbanos.

Entre la Ciudad Global y la Especificidad Local.

La literatura de la ciudad global nos habla de ciclos de transformación urbana causalmente vinculados con procesos de reestructuración económica. Desde esta perspectiva, la reorganización espacial del capital induce procesos que –por ejemplo- alteran drásticamente las decisiones de localización y la matriz productiva de los conglomerados urbanos, dinámica comúnmente asociada con iniciativas gubernamentales tendientes a gestionar más eficazmente la producción y reproducción del espacio urbano y a mejorar la competividad nacional e internacional de la ciudad. Esta línea de pensamiento sugiere que las ciudades convergen o siguen caminos similares en su proceso de crecimiento y desarrollo (Ward, 1993, 1130).

Trabajos empíricos llevados a cabo principalmente en los Estados Unidos muestran como los gobiernos locales han respondido a las necesidades del capital internacional mediante iniciativas tendientes a renovar ‘la imagen de la ciudad’, tal es el caso de las investigaciones realizadas en Siracusa, Nueva York (Short et. al., 1993; Roberts y Schein, 1993) y en Los Angeles, California (Beauregard, 1990). En el caso de las megaciudades Asiáticas, Dick y Rimmer (1998) distinguen en el desarrollo y consolidación de ciertas funciones urbanas un proceso de convergencia con ciudades del «primer mundo». Este modo de representar el crecimiento urbano ha sido utilizado también para analizar la dinámica urbana de ciudades Latinoamericanas. Wu (1996) reconoce la conformación de una jerarquía urbana que va más allá de las fronteras territoriales y que condiciona el crecimiento y desarrollo ciudades como Santiago, capital de Chile (Wu, 1996, 137-138).

El concepto ciudad global ha recibido críticas desde diferentes flancos. R. Korff cuestiona el determinismo económico implícito en ésta conceptualización y afirma que el uso de estadísticas agregadas tienden a distorsionar la realidad (Korff, 1987, 484). Sin desconocer la relevancia de factores económicos, considera necesario incorporar la perspectiva histórica y desarrollar estudios empíricos detallados para otorgar mayor flexibilidad al concepto. Su propuesta apunta a considerar la manera en la cual el sistema urbano es modificado por la acción de los habitantes (Korff, 1987, 488). En el caso de las ciudades localizadas en el llamado tercer mundo, R. Potter y S. Lloyd-Evans muestran que éstas no necesariamente convergen, sino también adquieren patrones divergentes relacionados con elementos que operan en un ámbito local, como la demografía, la estructura social, y las demandas sociales (Potter y Lloyd-Evans ,1998, 119-120).

Frente a estas críticas, diversos investigadores han volcado la atención a estudios detallados para dilucidar la interacción entre factores globales y particularidades locales. Escribiendo desde la perspectiva de la teoría de la regulación, P. Wilson sugiere esclarecer el dilema entre estructura y agencia por medio de estudios empíricos detallados de localidades, utilizando para ello métodos cualitativos que den cuenta de los factores culturales «invisibles» determinando en el proceso de toma de decisiones (P. Wilson,1996, 10-11). En similar línea, Ward, explica la aparente divergencia en los patrones de desarrollo urbano cómo un producto de la acción de las estructuras políticas locales y de las propias instancias de las agencias de gobierno (Ward, 1993, 1131).

Si bien aproximaciones cómo la sugerida por P. Wilson y P. Ward apunta en la dirección correcta, ellas retienen una importante dosis de determinismo económico. Una cosa es registrar un dualismo y otra es trascenderlo. Esto último requeriría no solo entender cómo el contexto económico incide en el proceso de toma de decisiones, sino también la relación inversa: como el proceso de decisión política afecta, a su vez, el contexto económico. Más aún, es necesario analizar como cada relación está dialécticamente implicada en la otra. En la aproximación de P. Wilson y P. Ward el proceso de cambio urbano permanece un tanto estático, pues el dinamismo y conflicto (o alianza) que caracteriza a toda interacción humana y los intereses de distintos sectores permanecen escasamente teorizados. Considerando lo anterior, me parece necesario cultivar una explicación histórica que de cuenta de las relaciones de poder involucradas en la producción y reproducción de los espacios urbanos. En las siguientes secciones se examinan posibles contribuciones provenientes de la llamada escuela de la «estructuración» (Thrift, 1985, 285).

La Estructuración del Espacio-Tiempo

La teoría de la «estructuración» formulada por Anthony Giddens en los años setenta y sintetizada en su obra La Constitución de la Sociedad (Giddens, 1984), intenta no sólo conceptualizar el dualismo «estructura-agencia» en el cual gran parte de los investigadores sociales operamos, sino también ofrece una forma de trascender ese dualismo mediante el concepto de «dualidad de la estructura». A. Giddens avanza en la formulación de una teoría que da cuenta de un fenómeno –a su juicio- poco trabajado dentro de las ciencias sociales: la modalidad en que los sistemas sociales se constituyen a través del tiempo y del espacio. Para avanzar en esta dirección, reformula el trabajo del geógrafo sueco T. Hägestrand y desarrolla el concepto «locale» para delimitar aquel espacio que proporciona el contexto para la interacción humana y el elemento básico para determinar la zonificación de las interacciones sociales rutinarias. Un elemento central en la teoría de la estructuración, son las prácticas sociales que suceden en el espacio-tiempo (Giddens, 1984, 10-139).

Para trascender el dualismo «estructura-agencia» A. Giddens separa conceptualmente sistema social de estructura (Moos y Dear, 1986, 231). El sistema social no posee propiedades estructurales sino que las «acarrea» en la continuidad de las prácticas sociales. Estas propiedades estructurales quedan definidas por las normas (e.g., elementos normativos, y códigos de significación) y los recursos (e.g., recursos autoritarios) relativamente permanentes en el continuo espacio-tiempo. En las prácticas sociales las estructuras (normas y recursos) aparecen internas al individuo o al colectivo social (institución). La relación recursiva entre agencia y estructura (la llamada ‘dualidad de la estructura’) queda establecida por medio de prácticas sociales que son a la vez receptoras de las propiedades estructurales de los sistemas y generadoras de las estructuras que los sistemas arrastran en el espacio-tiempo. De este modo, al sistema social se le asigna una presencia espacio-temporal, en tanto que a la estructura aparece siempre como algo «interno» y situado fuera del espacio-tiempo (Giddens, 1984, i-xiii, 163-192).

Para evitar cualquier noción de determinismo, en la teoría de la «estructuración» el individuo es visto como un agente activo y que posee un cierto grado de conocimiento y siempre en posición de cierta capacidad contestar, no obstante los limitantes que puedan aparecer ciertas circunstancias (Moos y Dear, 1986, 232-233). Dentro de las orientaciones metodológicas ofrecidas por A. Giddens, destacan dos que, a mi juicio, pueden ser efectivamente aplicadas por geógrafos urbanos: el análisis de conducta estratégica y el análisis institucional. El análisis de conducta estratégica apunta a analizar los modos en que los actores sociales se basan en propiedades estructurales de los sistemas para constituir las relaciones sociales, en tanto que el análisis institucional postula entender a las agencias públicas y privadas como sintetizadoras de la relación discursiva entre agencia y estructuras sociales (Giddens, 1984, 281-326).

Para la geografía las implicancias de la teoría de la estructuración son múltiples. Según A. Moos y M. Dear (1986, 248), esta aproximación sugiere una investigación más contextualizada y situada en el espacio y tiempo. Del mismo modo, N. Thrift amplía el concepto de «locale» y sugiere un objeto de estudio para la disciplina: los cambios espacio-temporales en las oportunidades y restricciones de la interacción social. Dicho de otro modo, N. Thrift propone el estudio de las variaciones históricas y geográficas en la dualidad «estructura-agencia» y como esta dualidad se expresa en el conflicto y en la contingencia (Thrift, 1985, 391).

No obstante, el trasladar los conceptos de la teoría de la estructuración al ámbito práctico, dista mucho de ser un trabajo simple y no sujeto a una crítica substanciosa. Pese a las sugerencias prácticas dadas por A. Giddens, su trabajo es esencialmente ontológico y éste debe ser considerado un elemento sensibilizador, nada más (Giddens 1984: 326). Dado esta imprecisión, no es extraño que algunos geógrafos hayan intentado acoplar a la teoría de la estructuración otras formulaciones. Tal es el caso de N. Thrift (1985), con la teoría social Marxista y S. Pile (1985), con el psicoanálisis Freudiano. N. Thrift critica la falta de una noción de determinismo y lamenta una visión sistemática y general de la historia; en tanto que S. Pile critica los intentos por comprender la vida diaria a través de métodos interpretativos basados en el supuesto que las acciones humanas tienen su origen en agentes que operan en base a un conocimiento detallado de las circunstancias que rodean la contingencia diaria.

Estos dos trabajos apuntan en dos direcciones contrapuestas: ya sea la comprensión más acabada de las estructuras condicionantes o del sustento psicológico de la agencia humana. Esto no necesariamente refleja la inconsistencia de las formulaciones de A. Giddens, sino más las vicisitudes propias de todo proyecto ontológico de tamaña envergadura. A mi juicio, la cuestión del determinismo o posibilismo y la teoría de la estructuración puede ser resuelta consistentemente examinando las prácticas sociales en si mismas. Las estructuras «acarreadas» por los sistemas sociales no sólo imponen restricciones sino que también abren posibilidades para la acción, y el «grado de restricción» se puede examinar en las relaciones de poder entre grupos sociales en un tiempo y espacio determinado. Por tanto, no parece necesario ir fuera de la teoría de la «estructuración» para dar primacía a la estructura o a la agencia, pues esto depende de una relación contingente y siempre relativa.

El encuentro de la geografía con la teoría social ha sido tormentoso pero fructífero, desde los intercambios entre la geografía regional de Vidal de la Blanche y la escuela estructuralista de Emile Durkeim, pasando por la teoría social Marxista y hasta las llamadas corrientes post-modernistas; la geografía, cómo disciplina social comprometida con la transformación del contexto espacial de interacción, se ha nutrido formulaciones teóricas construidas al margen de las relaciones espaciales. En ello han radicado también las dificultades para conciliar a la geografía con estas construcciones. A mi juicio, la teoría de la estructuración ofrece a los geógrafos la posibilidad de trabajar, perfeccionar y expandir un cuerpo teórico trabajado a partir de relaciones espacio-temporales, y cuya aplicación puede ser un elemento útil para guiar estudios innovadores.

Sin embargo, las formulaciones empíricas han sido imprecisas, muy teóricas e insuficientes para guiar trabajo detallado (D. Wilson, 1989, 25). Para avanzar al ámbito de la investigación empírica se requiere analizar críticamente la aplicabilidad de los conceptos derivados de la teoría de la «estructuración».

La Estructuración de la Transformación Urbana

Pese a que Giddens asigna una gran trascendencia a los procesos de urbanización, los intentos de «aplicar» el aporte contextual de Giddens en el ámbito de los estudios urbanos han sido escasos. El trabajo de M. Dear y A. Moos sobre la segregación espacial de ex-pacientes psiquiátricos en la ciudad de Hamilton, Ontario, puede considerarse como un intento por aplicar esta teoría en su formulación más pura, es decir, evitando la incorporación de nociones derivadas de otras teorías sociales. Pese a que aseguran que la investigación resultó fructífera en generar un entendimiento sobre las alianzas de intereses que indujeron a resultados que los tomadores de decisiones no esperaban, en la esfera conceptual reportan dificultades para hacer operativo el concepto de institución, el cual aparece demasiado rígido y al margen de la actividad de los agentes urbanos. Junto a ello, otra dificultad consistió en la carencia de una teoría de acción colectiva (Dear y Moos, 1985, 368-372).

Para otros investigadores, la teoría de estructuración aplicada en el análisis urbano es un buen complemento para revitalizar las teorías sociales que han sido descartadas por la corriente mayoritaria de pensadores. Por ejemplo, el trabajo de B. Warf sobre la conformación del espacio social en Brooklyn, Nueva York, utiliza a la teoría de la estructuración como una instancia para «revivir» la ecología social de la escuela de Chicago (Warf, 1990). Este autor considera la sectorización y segregación del espacio urbano como una consecuencia de la división del trabajo la cual, a su vez, aparece condicionada por la presencia de determinados grupos culturales (Warf, 1990, 73-76). En este trabajo el elemento cultural (la etnia) permanece como un simple mediador entre economía y ciudad, y la capacidad de engendrar procesos transformativos a nivel de sistema social no se desarrolla adecuadamente. Junto a ello, la falta de consideración de la dinámica espacio-temporal de las interrelaciones agencia-estructura social y la persistencia de un velado determinismo económico, complementan un cuadro que sólo aplica limitada y selectivamente los conceptos de la estructuración.

P. Healy y S. Barret aciertan que para enfrentar la cuestión de cómo el espacio urbano es producido socialmente, es necesario resolver el dilema entre agencia y estructura, esto es la forma en que agentes individuales y colectivos intervienen en la negociación de proyectos de desarrollo y cómo a través de estas negociaciones se constituyen los mercados de suelo y se toman las decisiones de sobre proyectos específicos (Healey y Barret, 1990, 97-99). El programa de investigación sugerido por estas investigadoras resulta consistente con las premisas básicas del proyecto de A. Giddens, aunque quede por avanzar en términos de la definición pormenorizada de una metodología de trabajo.

En tanto, D. Wilson reformula consistentemente el análisis institucional en la dirección plateada por la escuela de la estruturación. Rechazando tanto una visión voluntarista de la administración urbana (el gerente urbano cómo ente que libremente acciona y materializa cambios) como una visión estructuralista (gerente urbano cómo ente que reacciona pasivamente a factores que están fuera de su control), captura la dualidad estructura-agencia en el accionar diario (rutinario) de instituciones, donde valores individuales y factores estructurales producen tanto contigencias sociales como efectos espaciales (D. Wilson, 1989, 22-26). Según su perspectiva, el sujeto humano (e.g., el gerente urbano) es un elemento activo y dotado de autonomía, pero que operando dentro de un contexto, contingencia, que, en cierta medida, restringe su propia agencia (D. Wilson, 1989, 22). En este punto vale solamente recordar que la estructura no es sólo condicionante, sino que también permite la expresión del individuo y la potencial modificación de las estructuras «acarreadas» por el sistema social .

En esta breve exposición se puede apreciar que los escasos trabajos empíricos llevados a cabo han enfrentado problemas en términos de determinismo y la escasa consideración asignada a los cambios espacio-temporales de la dualidad agencia-estructura. La teoría de la «estructuración» ha tratado de erradicar cualquier noción de determinismo, y éste parece no tener cabida dentro de un esquema que considera al ser humano siempre dotado de cierto poder y capacidad para movilizar recursos. Si bien en las interacciones sociales se puede constatar relaciones de poder particularmente asimétricas, esto no significa que los agentes sociales responden pasivamente a factores fuera de su control. Con todo, una conceptualización más acabada sobre relaciones asimétricas resulta indispensable para conducir estudios en situaciones fuertemente polarizadas, como es el caso del proceso de urbanización en países del «tercer mundo».

Respecto a la problemática ligada a los cambios en el espacio-tiempo, parece existir poca claridad respecto a la manera de enfrentar el cambio urbano. En este contexto, O. Kalltorp sugiere entender la transformación urbana cómo la sucesión de un número infinito de proyectos, y circunscribir el análisis a grandes proyectos con consecuencias significativas en la historia urbana y regional. Los resultados de estas acciones son indicativas de la estructura y dinamismo de las relaciones sociales y del poder efectivo de los distintos actores sociales (Kalltorp, 1997, 312-325). Extendiendo algo el concepto de poder social desarrollado por este investigador, señalemos que un elemento importante es la manera en la cual cada actor social reprensenta la situación de una forma tal que les permita influir más efectivamente en el proceso de cambio urbano. Así, la construcción de significados va a la par con las estrategias de control social.

A Modo de Conclusión.

La teoría de la «estructuración» avanza considerablemente en disolver conceptualmente el aparente dualismo entre propiedades estructurales y agencia colectiva o individual, dilema que ha limitado una comprensión multidimensional de los procesos de transformación urbana. Con todo, la aplicación empírica de esta construcción teórica en el ámbito de los estudios urbanos ha sido limitada y no exenta de diversos problemas, los cuales han sido examinados resumidamente en esta comunicación. Avanzar en el ámbito metodológico es una tarea pendiente, en especial respecto a como integrar interpretaciones cualitativas de la vida diaria de individuos e instituciones (derivadas, por ejemplo, de estudios fenomenológicos o etnográficos) con los esfuerzos por interpretar el funcionamientos de los sistemas sociales y económicos operando en la escala más global.

En todo caso, estamos en condiciones de estipular algunas lineamientos para utilizar empíricamente algunos principios derivados de la teoría de la estructuración. Primero. Es necesario contextualizar acabadamente el escenario en donde se desenvuelven las prácticas sociales. Esto resulta particularmente importante en estudios centrados en el así llamado «tercer mundo», pues las relaciones de poder que gobiernan la transformaciones urbanas son fuertemente asimétricas y ciertos actores sociales poseen grandes cuotas de capacidad transformativa. Segundo, en el marco de un análisis institucional o de conducta estratégica resulta conveniente centrar el trabajo en proyectos o programas relevantes en cuanto a sus impactos en la historia urbana. Esto conlleva la necesidad de precisar que se entiende por «proyecto relevante», y ello sólo puede tener sentido dentro de un contexto particular. Tercero, se debe avanzar en la formulación de criterios para categorizar actores e identificar aquellos que son cruciales en el proceso de cambio urbano.

Para ejemplificar la aplicabilidad de los conceptos derivados de la teoría de la estructuración tomemos un tema recurrente en los estudios urbanos contemporáneos: la renovación urbana de áreas centrales. El fenómeno decadencia-revitalización de áreas centrales pueden ser explicado ya sea a través de cambios demográficos y económicos concomitantes a cierta economía política regional, o bien como cambios culturales derivados de un nueva cultura «post-modernista» (Warf, 1993:1138 ). Un análisis unilateral desde alguna de éstas perspectivas lleva a ignorar el papel del gobierno y de los agentes dotados de gran capacidad transformadora, y a enfatizar ya sea una explicación determinista o excesivamente posibilista.

Desde la perspectiva de la teoría de la «estructuración» los cambios en la cultura de una sociedad y la forma en que se desenvuelven las interacciones sociales en el espacio-tiempo están condicionados y a la vez condicionan transformaciones en las estructuras económicas «acarreadas» a nivel del sistema social. Esta relación recursiva puede ser estudiada en las prácticas sociales diarias de individuos e instituciones. Así, en el marco de un análisis institucional la dualidad entre estructura y agencia se refleja en los cambios institucionales y en los efectos previstos y no previstos que ocurren en la matriz espacio-tiempo. En el caso del análisis de conducta estratégica, la dialéctica «estructura-agencia» se manifiesta en la acción fundada en el conocimiento que emprenden individuos y actores colectivos para avanzar en la realización de sus intereses.

Pensar críticamente sobre transformaciones urbanas significa, entre otras cosas, examinar cómo las ciudades han facilitado o se han opuesto a la reorganización económica internacional, área temática que no puede ser abordada integralmente sin comprender, teórica y empíricamente, las relación recursiva entre individuos / instituciones y el sistema social. A pesar de los problemas conceptuales que hoy en día enfrentan los geógrafos interesados en aplicar los conceptos derivados de la teoría de la «estructuración», existe una base sólida para conjeturar que esta aproximación al hecho territorial ofrece espacios para innovar en los estudios urbanos y avanzar, gradualmente, hacia una compresión multidimensional del fenómeno urbano.

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Notas

1. University of Arizona. Department of Geography and Regional Development. Harvill Building Box 2. P.O. Box 210076. Tucson, AZ 85721-0076. Teléfono 1-520-6211652. Fax: 1-520-6212889. Correo electrónico zunino@u.arizona.edu.
 

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