Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. 
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 51, 1 de noviembre de 1999. 

UN PAÍS SIN INDIOS.
LA IMAGEN DE LA PAMPA Y LA PATAGONIA EN LA GEOGRAFÍA DEL NACIENTE ESTADO ARGENTINO

Pedro Navarro Floria
Becario posdoctoral del CONICET
Correo electrónico: nnavarro@satlink.comavarro@satlink.com



Un país sin indios. La imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía del naciente estado Argentino (Resumen).

El gobierno de la Confederación Argentina (1852-1861) y el primer gobierno de la Argentina unificada, el de Bartolomé Mitre (1862-1868) se propusieron cambiar la imagen exterior de la Argentina para atraer inversiones e inmigrantes. Desde entonces, “debe hablarse de un desierto cultural y de la riqueza natural... Parece que la lógica de la propaganda hacía que ciertos conocimientos no pudieran ser divulgados: aquellos que demostraban que el vacío cultural, en realidad, estaba ocupado por costumbres y vicios que interferían con la noción de una naturaleza disponible para todos los hombres de buena voluntad” (PODGORNY 1997:51). El propósito propagandístico fue cumplido tanto por el Museo Nacional de la Confederación dirigido por Alfred Du Graty y su publicación La Confederación Argentina, como por una obra de más largo aliento, la Descripción de Martin De Moussy, y la acción divulgadora de este autor en Europa.
Nos proponemos analizar el discurso geográfico sobre la Pampa y la Patagonia -los “Territorios indios del Sur”, en la Descripción de De Moussy- guiados por la hipótesis de que, si d’Orbigny había establecido “científicamente” la existencia de “salvajes” y Sarmiento había sacado las conclusiones políticas correspondientes en torno de la necesidad de someterlos o exterminarlos, De Moussy es exponente del “olvido oficial” de los pueblos indios a nivel de divulgación y en los materiales destinados a dar a conocer el país a los potenciales inmigrantes e inversores del exterior. Su aporte a la construcción ideal del Estado consistió en la representación de un país sin indios, en el sentido que le daba Sarmiento a la idea del desierto fecundable, que esperaba la mano del hombre (blanco, inmigrante, trabajador agrícola, preferentemente anglosajón) para dar todo de sí.


A country without Indians. The Pampa's and Patagonia's image in the geography of the emergent Argentinian state (Abstract).

The government of the Argentine Confederation (1852-1861) and the first government from the unified Argentina, that of Bartolomé Mitre (1862-1868), they intended to change the external image of the Argentina to attract investments and immigrants. From then on, “it should be spoken of a cultural desert and of the natural wealth... It seems that the logic of the propaganda made that definite knowledge could not be disclosed: those that demonstrated that the cultural hole, in fact, it was occupied by customs and bad habits that interfered with the notion of an available nature for all the men of good will”.1 The propagandistic purpose was completed so much by the National Museum of the Confederation directed by Alfred Du Graty and its publication The Argentine Confederation, like for a work of longer range, the Description of Martin De Moussy, and this author’s popularizer action in Europe.
We intend to analyze the geographical speech on the Pampas and the Patagonia –the “Southern Indian Territories”, in the De Moussy’s Description- guided by this hypothesis: if d’Orbigny had established the existence of “savages” “scientifically”, and Sarmiento had reached the corresponding political conclusions in lathe of the necessity of to subject them or to exterminate them, De Moussy it is exponent of the “official forgetfulness” from the Indian towns to popularization level and in the materials dedicated to give to know the country to the immigrant potentials and investors of the exterior. Its contribution to the ideal construction of the State consisted on the representation of a country without Indians, in the sense that gave Sarmiento to the idea of the deserted fecundable that waited the man’s hand (white, immigrant, agricultural, preferably Anglo-Saxon worker) to give everything of oneself.


El gobierno de la Confederación Argentina (1852-1861) y el primer gobierno de la Argentina unificada, el de Bartolomé Mitre (1862-1868) se propusieron cambiar la imagen exterior de la Argentina para atraer inversiones e inmigrantes. Desde entonces, "debe hablarse de un desierto cultural y de la riqueza natural. Parece que la lógica de la propaganda hacía que ciertos conocimientos no pudieran ser divulgados: aquellos que demostraban que el vacío cultural, en realidad, estaba ocupado por costumbres y vicios que interferían con la noción de una naturaleza disponible para todos los hombres de buena voluntad"(1). El propósito propagandístico fue cumplido tanto por el Museo Nacional de la Confederación dirigido por Alfred Du Graty y su publicación, como a través de una obra de más largo aliento, la Descripción de Martin De Moussy, y la acción divulgadora de este autor en Europa.

Nos proponemos analizar el discurso geográfico sobre la Pampa y la Patagonia -los "Territorios indios del Sur", en la Descripción de De Moussy- guiados por la hipótesis de que, si d'Orbigny había establecido "científicamente" la existencia de "salvajes" y Sarmiento había sacado las conclusiones políticas correspondientes en torno de la necesidad de someterlos o exterminarlos, De Moussy constituye una muestra del "olvido oficial" de los pueblos indios a nivel de divulgación y en los materiales destinados a dar a conocer el país a los potenciales inmigrantes e inversores del exterior. Su aporte a la construcción ideal del Estado consistió en la representación de un país sin indios, en el sentido que le daba Sarmiento a la idea del desierto fecundable, que esperaba la mano del hombre (blanco, inmigrante, trabajador agrícola) para dar todo de sí.

El caso del Museo, tuvo un carácter programático: "reunir productos"(2), y la obra de Du Graty(3)La Confédération Argentine (Paris, Bruselas y Londres, 1858) buscaba propagar las riquezas naturales argentinas. La idea del Museo, como otras referidas al orden educativo, la retomó Urquiza de Rivadavia. Según Bosch, "le mueve una mira didáctica próxima y finalidades muy prácticas: que los 'capitalistas e industriales extranjeros puedan reconocer al llegar a nuestras playas las riquezas que posee nuestro magnífico territorio'"(4), como también "hacer conocer la riqueza de estos países y aumentar sus artículos de exportación o ser el objeto de establecimientos importantes de explotación o de fabricación"(5). En julio de 1854 lo funda y nombra a Du Graty. También lo encarga de "preparar el envío de productos argentinos" a la Exposición Universal de París de 1855, muestra que "una vez exhibida pasa a formar parte del museo de la Escuela Imperial de Minas de París. El geógrafo francés Martin De Moussy sabe apreciarla [y] el ministro plenipotenciario de su patria en Montevideo,  insinúa al canciller conde de Walevsky retribuir al museo paranaense con la obra de Alcides d'Orbigny(6). [De] Moussy mismo contribuye a enriquecer el novel establecimiento con muchas piezas recogidas en sus viajes". Du Graty publica en 1855 la Mémoire sur les production minérales de la Confédération Argentine, que además del tema del título resume la estructura de comunicaciones, política y los proyectos de colonización del país, e incluye la Constitución de 1853 y la principal legislación pertinente a negocios y colonias. Se retira en 1856, y una vez en Europa publica, en 1858, La Confédération Argentine.

Victor Martin De Moussy(7), también contratado por el gobierno de la Confederación, viajó por la Mesopotamia, Paraguay y el Chaco en 1856, y por Cuyo y Chile entre 1856 y 1858, volviendo ese año a Francia, donde publicó los tomos I y II de su Description de la Confédération Argentine. Nuevamente contratado en 1861, su trabajo sufrió las vicisitudes de los enfrentamientos entre Buenos Aires y la Confederación, hasta que en 1864 publicó en París el tomo III, y el Atlas en 1869. Murió ese año. Las tribulaciones sufridas por el autor al compás de los vaivenes políticos del país al que consagró los últimos años de su vida, han sido analizadas por Bosch en una serie de artículos(8). Al mismo tiempo que se sostiene el valor científico del trabajo ­como analizaremos más adelante- se relatan allí los problemas económicos que pasó De Moussy durante su contrato con la Confederación, y fundamentalmente tras la caída del gobierno de Paraná. En 1861, tras el receso del gobierno confederado, De Moussy buscó el apoyo del entonces rector de la Universidad de Buenos Aires, Juan María Gutiérrez, que indujo al gobernador Mitre a sostener la empresa "aunque más no fuera para evitar murmuraciones en lengua francesa, que es la que tiene más eco, y para que no se nos tache de indolentes en la protección de los trabajos científicos". Gutiérrez ya lo había apoyado anteriormente, como ministro de Relaciones Exteriores del presidente Urquiza (1853-1859), y lo había recomendado a Alberdi siendo éste ministro plenipotenciario en París(9), aunque en 1867 criticaría duramente su postura antiindígena(10). Mitre le dio dos años para terminar, con la obligación de "explorar además la provincia de Buenos Aires"(11). En 1864 salía el tomo III, en 1868 las primeras planchas del Atlas, y De Moussy, ya ciego, sufre el ataque de apoplejía que lo aleja definitivamente del trabajo. Mientras tanto, el médico y geógrafo también había colaborado activamente en la muestra argentina presentada en la Exposición Universal de París, en 1867. El gobierno argentino decidió premiarlo, al fin de su vida, con 30.000 pesos. Durante el debate en el Congreso, Luis Vélez lamenta que no se traduzca al castellano y al inglés, para su máxima difusión. En el Senado Federico Corvalán la defiende como una obra "llamada a producir un aumento de inmigración en la República", y el ministro Costa reproduce el juicio encomiástico de Malte-Brun. Al año siguiente todavía se discute si hay que pagar por una obra que parece estar inconclusa. En el Senado, Mitre defiende su gestión y el premio que se propone para la obra y no para el cumplimiento del contrato; Piñero lo presenta como "un libro verdaderamente mercantil que el gobierno ha pagado bien caro y no creo que estemos obligados a pagarlo más". No dejó de pesar en el debate el sentimiento localista: el diputado Juan José Montes de Oca se rehusaba a financiar una obra "casi exclusivamente consagrada a denigrar a la Provincia de Buenos Aires durante su separación de la República una nube de incienso al general Urquiza y la condenación de Buenos Aires". En cambio, proponía editar folletos de propaganda para los inmigrantes, en vez de obras voluminosas que no habían de leer. El apoyo brindado por el Poder Ejecutivo encabezado por Mitre para la terminación de la obra, se refleja en la correspondencia entre De Moussy, el encargado de negocios en París, Mariano Balcarce, y el presidente(12).
 

Espacio inventado y conciencia territorial
 

Cabe iniciar este estudio con un breve análisis teórico de dos ideas aparentemente contrapuestas del proceso que queremos explicar. Se trata, de un lado, del concepto de conciencia territorial(13), de raigambre más tradicional, y del otro, del concepto de construcción social del espacio, más cercano a la idea del espacio imaginado como producto o invención(14). Mientras que esta última idea coloca al territorio del Estado nacional al final de un proceso de construcción ideológica, la primera refiere al supuesto de un territorio nacional preexistente a su ocupación efectiva.

Nuestra hipótesis es que estamos ante un doble proceso de conformación del espacio territorial del Estado nacional argentino, en cada una de cuyas fases o etapas parece haber predominado, sin haber desplazado completamente a la otra del horizonte intelectual, una de las dos perspectivas posibles y señaladas. En un primer movimiento, y ante la evidencia, constatada al constituirse el Estado nacional y escribirse las primeras geografías oficiales, de que la Argentina terminaba, real y políticamente, por el sur, en la franja delimitada por los ríos Colorado y Negro, las élites dirigentes habrían operado una verdadera invención de una Argentina política ­aún no real- que abarcaba también la Patagonia. Así se llegó a la década de 1870, con un movimiento de opinión difundido, unas Fuerzas Armadas consolidadas por la experiencia del Paraguay, una amenaza latente proveniente de Chile, y la oportunidad, ahora sí, de obrar la adecuación de los límites del país real a los del nuevo país político poniendo en movimiento la conciencia territorial creada, inventado el territorio nacional con tal eficacia y naturalizada su imagen de tal modo, que parecía que siempre hubiera estado allí. Así, los dos conceptos no parecen incompatibles sino complementarios, siempre y cuando se precisen sus momentos y sus alcances.

Aunque "la Geografia se presenta como saber capaz de construir una representación simbólica adecuada de la Nación a partir del territorio", "representación naturalizada" que legitima socialmente a la disciplina durante todo el proceso de formación del Estado nacional argentino(15), entendemos que se pueden diferenciar fases en el proceso de construcción de esa representación y de acción de la representación construida en respaldo de la política de incorporación de los nuevos territorios. Por ejemplo, durante el posterior trazado de los límites entre Argentina y Chile, el argumento básico del uti possidetis resultó insuficiente y necesitó del auxilio de criterios que se adecuaran mejor al conocimiento del terreno recién adquirido(16). Esto nos muestra un paso, importante por cierto, del proceso de construcción del territorio. Es decir que los principios según los cuales los Estados argentino y chileno definieron sus territorios y en consecuencia sus límites, no venían dados todos juntos desde la noche de los tiempos, sino que se fueron generando gradualmente, en la medida en que se los fue necesitando en la búsqueda progresiva de mayores precisiones. En el período de las campañas militares al Sur, cuando ambos procesos -el de la invención de las nuevas fronteras y el de la adecuación del país real a la nueva imagen- se superpusieron, se puso de manifiesto que "el proceso de formación territorial, implicó, además de la apropiación material, la producción de conocimiento sobre el territorio a través del cual se constituye una representación que legitimó socialmente el proyecto territorial en cuestión. Así, la producción de este conocimiento específico, expresado a través de una cartografía y geografía nacional, fue simultáneo a la definición del territorio nacional". La aceleración del proceso y la intensidad y variedad de las acciones públicas y privadas realizadas con el propósito de "validar una única imagen que pudiera ser difundida y que funcionara tanto como un referente de cohesión hacia el interior del Estado Nacional como de diferenciación respecto de los otros estados nacionales", llevaba a que "nuevos conocimientos respecto del territorio se adicionaban con cada actividad exploratoria emprendida y éstas a su vez redefinían los límites internacionales", provocando no pocas cuestiones y controversias(17).

Las líneas de acción política desde ese momento, en la segunda fase del proceso, a partir de la conciencia territorial creada y simultáneamente con la apropiación material del espacio, han sido postuladas por Auza. Se trataba de adecuar la Argentina real, encerrada entre sus fronteras internas del norte y del sur, a la Argentina política reconocida internacionalmente y parcialmente cartografiada(18). El desafío consistía en que "si no se llegaba hasta los límites políticos en el ejercicio de la autoridad, no se era una nación", e implicaba el interés por conocer, dado que "sin el conocimiento geográfico no se podían elaborar planes de avance ni mucho menos completar la cartografía". Esto habría impulsado a toda una generación de exploradores que se expresaban en nuevas instituciones y en publicaciones como los Anales de la Sociedad Científica Argentina (desde 1876), el Boletín del Instituto Geográfico Argentino (desde 1879), los Anales Científicos Argentinos (1874-1876) y la Revista Argentina de Geografía (1881-1883).(19) Según esta lectura del proceso, "el indicador del crecimiento de esa conciencia territorial tiene su momento culminante en la decisión política del Estado de ocupar el río Negro", continuando por la definición de nuevos límites y la elaboración de los primeros atlas y mapas del país ampliado, una vez clausurada la frontera interior.(20)

Nos centraremos en este trabajo en el estudio de las primeras fases del proceso, las previas a la invención, por ser menos conocidas, a través del análisis de las primeras "geografías oficiales" de la Confederación, y en particular de la Descripción de la Confederación Argentina de Victor Martin De Moussy. Compartimos la idea de que la primera apropiación del espacio pampeano-patagónico por la Argentina fue la apropiación discursiva, a partir de la metáfora del desierto(21), pero por sobre otros aspectos también vemos que esta imagen fue útil como estímulo de la apropiación real u ocupación, en tanto se lo presentaba como un espacio potencialmente productivo en manos de hombres "civilizados", y como estrategia política en cuanto se lo correlacionaba con la idea de que todos los indios eran nómades, carecían del concepto de propiedad privada y no trabajaban la tierra, habilitando al Estado para la privación de unos derechos que, supuestamente, estos pueblos nunca habían adquirido por no adecuarse a las pautas de asentamiento y trabajo de la civilización europea(22). A partir de esta apropiación discursiva mediante la imagen del "desierto", las operaciones intelectuales que manifiestan estas primeras obras de geografía argentina son el vaciamiento de ese espacio y su transformación en no-desierto, en tierra de colonización. Vaciamiento y transformación conceptuales, que preceden y acompañan al vaciamiento y la transformación materiales. "Es decir, pensar el desierto implicaba necesariamente la urgencia de vaciarlo y transformarlo, mediante la apropiación nominal y simbólica, en un no-desierto, la barbarie y el desierto son los enemigos, que se vencerán con la aniquilación y el sometimiento, por un lado, y con el control efectivo, por el otro"(23).

Si bien las generaciones que protagonizaron la organización del Estado argentino adherían públicamente a un nacionalismo de raigambre ilustrada, liberal e incluyente, de contenido ético universalista ­manifiesto, por ejemplo, en la convocatoria constitucional a "todos los hombres del mundo"- y "exento de connotaciones étnicas, geográficas y culturales", en la realidad se vio asociado con "ciertos contenidos o proposiciones 'naturalistas' acerca del origen, naturaleza, contenido y destino" de la Nación(24). Al momento de construir, entonces, una representación colectiva del Estado nacional que contuviera una concepción naturalizada del orden institucional creado, también se requirió "la transformación de las fronteras territoriales del Estado en límites naturales de la entidad nacional", una "etnicidad ficticia" o "Nación-proyecto" dotada de pasado y destino colectivo. "La Nación irá convirtiéndose en una entidad que preexiste latentemente a su concreción política, dentro de los límites de un territorio dado por naturaleza a un Pueblo étnicamente diferenciado", concluye Quintero(25). La clave parece estar, entonces, en un proceso ideológico coherente con el naturalismo de la Generación del '37 ­tan bien caracterizado para el caso de Sarmiento por Orgaz(26)- consistente en la naturalización de una imagen políticamente intencional, y en la fundamentación de esa representación desde una ciencia cuyo paradigma son, precisamente, los estudios de la naturaleza.

En el período 1852-1863 sitúa Quintero la prefiguración de la moderna Geografía escolar(27), de la mano del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, fundado por Bartolomé Mitre en 1854, que vinculó políticamente a la Geografía con las ciencias sociales, conservando para ella un carácter auxiliar y descriptivo pero alejándola del carácter topográfico y matemático que había tenido bajo la tutela de los ingenieros militares de épocas anteriores. La formalización del discurso geográfico en los ámbitos educativos habría respondido, según Zusman, a la necesidad de "socializar a las futuras élites dirigentes en esta representación naturalizada"(28). Resulta notable el caso del Catecismo de Geografía de 1856, texto oficial que, en su capítulo 61, dedicado a la Patagonia, presentaba ese territorio como un país aparte, en buena medida desconocido, situado más allá del límite sur de la Argentina ­y, como es obvio, también distinto de Chile-(29). Esta misma imagen formaba parte, como veremos, de los primeros textos de Geografía destinados a difundir las bondades de la Argentina en el exterior, y constituye el punto de partida de la invención de un país sin desierto y sin indios insumisos.
 

La ausencia de la Patagonia en Parish y en Du Graty
 

Si bien los dos precedentes más notables del tratado de De Moussy pueden ser catalogados más como descripciones de viaje o como guías destinadas a publicitar al país en el exterior que como tratados de geografía científicamente fundados, proponemos una aproximación al tema desde la lectura de los trabajos de Parish y de Du Graty sobre la Confederación.

Tras la caída de Rosas apareció en el país la traducción española de la segunda edición, muy aumentada, de Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata (1839) de Woodbine Parish, publicada en 1852 y nuevamente en 1853, con un mapa hecho por Arrowsmith que fue tomado como modelo para otros posteriores(30). Daus advierte, con razón, que el libro "carece de la estructura de un tratado", y llama la atención acerca de que excluye a la Patagonia del país, aunque De Moussy ­que leyó su traducción castellana porque ignoraba el inglés- lo aprecia por la riqueza de sus descripciones(31).

En la Introducción a la edición de 1852, Parish explica que se propuso escribir un compendio sobre la Argentina, al mismo tiempo que Pedro de Ángelis iniciaba la edición de su colección. A la vista de esto, acotó su propósito a "esclarecer la geografía de esos países hasta entonces muy poco conocidos, y muy imperfectamente delineados en los mejores mapas de ese tiempo". Le llevó a John Arrowsmith una colección de mapas y memorias con la que hizo el mapa que acompaña la obra, trabajo que fue elogiado por Alexander von Humboldt junto con el de Fitz Roy. Para una segunda edición agregó la crónica de la conquista y colonización, y en la Introducción citada repasa cuáles fueron sus fuentes documentales, desde los cronistas españoles hasta los mapas del Almirantazgo británico y el recién editado Viaje de d'Orbigny(32).

En cuanto a la exclusión de la Patagonia respecto del territorio argentino, esto puede constatarse en varios puntos de su obra. En el capítulo VII, explica:

"Las Provincias Unidas del Río de la Plata o, como se las llama hoy, la República Argentina, comprenden toda esa vasta extensión que (exceptuando al Paraguay y la Banda Oriental, que separados hoy forman Estados independientes) se dilata entre el Brasil y la cordillera de los Andes, y se extiende desde los 21 de latitud sud, hasta el 41. Hasta ahora el establecimiento más al sud perteneciente a Buenos Aires es el pueblito del Carmen o Patagones, sobre el río Negro. Los indios están en tranquila posesión de todo el territorio que de allí se extiende hasta el Cabo de Hornos. Generalmente hablando, la República puede describirse como confinando al norte con Bolivia, al oeste con Chile, al este con el Paraguay, el río Uruguay, que la divide de la Banda Oriental, y el océano Atlántico, y al sud, con los indios de Patagones"(33).

El traductor y comentarista de 1852, Justo Maeso, agrega una extensa nota al respecto:

"Parish, acaso sin intención, comete aquí el error tan generalmente admitido y sancionado entre todos los geógrafos y escritores europeos, al designar los límites de la República Argentina. Véanse todos los mapas, cartas y descripciones geográficas que nos vienen de Europa, y en todos ellos se notará que con estudiada malicia el río Negro se coloca y pinta siempre como último confín de la República, dejando toda la vasta extensión de terreno hasta el Cabo de Hornos en posesión de los pampas, sin reconocer en lo más mínimo que ni ese continente ni sus islas pertenezcan a los argentinos. En prueba de esto, traduciremos lo que a este respecto se lee en la Geografía de Balbí, la mejor que se conoce entre los franceses, en el capítulo que lleva el singular epígrafe de América indígena independiente.

"'Como la extremidad de la América del Sud, que los geógrafos convienen en llamar de algún tiempo a esta parte Patagonia, no ha sido aún ocupada por ninguna de las potencias europeas, y que éstas están muy distantes de reconocer las pretensiones de la España (¡admirable!) sobre estas vastas soledades, creemos propio hacer en esta sección, mejor que en otra alguna, la descripción de esta parte del Nuevo Mundo. Agregamos las islas menos apartadas que dependen de ella geográficamente.

"'Confines. Al norte, la Confederación del Río de la Plata, etc.' Pág. 1088.

"Tarde o temprano la República Argentina verá repetirse sobre sus posesiones del sud igual injusta pretensión [que la de Inglaterra en las islas peruanas del Guano]; que, por otra parte, se ha llevado a efecto ya por Inglaterra en las islas Malvinas; por Chile, en la colonia del Cabo [sic, por 'del Estrecho']; y por ciertos comerciantes extranjeros de Montevideo para la explotación del guano en las costas patagónicas, usurpación que seguramente no les faltaría [a las potencias europeas] razones para legitimarla, como no les faltó para su invasión armada del Paraná del año 46 al 47."(34)

Si bien la opinión de Maeso acerca de la ignorancia de Parish o de la "estudiada malicia" de todos los tratadistas europeos ­hipótesis conspirativa que simplifica el tema sin resolverlo- nos muestra una primera intención de proponer la inclusión de la Patagonia en el territorio nacional, también es cierto que la posición de los europeos estaba bien fundada. Recordemos que no hay referencia explícita a la Patagonia en la real cédula creadora del Virreinato del Río de la Plata, de 1776, ni en su instrucción complementaria. El interés español por el territorio al sur de Buenos Aires se despertó como reacción defensiva frente a la amenaza de otras potencias europeas y concretamente ante el conocimiento de la Descripción de la Patagonia de Thomas Falkner, en 1778, y duró lo que se demoró en comprobar que el peligro había sido sobredimensionado, es decir hasta que se levantaron los fuertes de la costa patagónica excepto el del Carmen, en 1783. La única acción política de la Corona española que se propuso diseñar clara y definitivamente los límites del imperio, como corolario del proceso de reordenamiento administrativo emprendido por Carlos III, fue la expedición comandada por Alejandro Malaspina alrededor de América (1789-1794). En sus conclusiones y tras la exposición de un volumen nunca emulado de información sobre la Patagonia, Malaspina afirmó que "una superficie de esta especie debe ser precisamente despoblada. Los patagones deben pues considerarse como únicos habitadores del país ya descrito y que comprende todas las tierras orientales de la Cordillera desde los 40 hasta el estrecho de Magallanes y morro de Santa Águeda"(35). Desde esta última definición generada por el régimen colonial hasta la obra de Parish transcurrieron solamente cuarenta y cinco años y, lo que es más importante, el sistema desplazado por la revolución independentista no había sido reemplazado aún por un Estado políticamente unificado y capaz de redefinir con claridad sus límites y proponerse ampliar su jurisdicción. Entre las décadas de 1810 y 1840, en todo caso, la ampliación del horizonte hacia el sur había acompañado a los intereses de los estancieros bonaerenses, proceso que se refleja tanto en los trabajos de Pedro Andrés García(36) como en los sucesivos proyectos de colonización del Colorado que generó Domingo F. Sarmiento desde 1835(37). Pero nunca los propósitos iban más allá del de controlar la Pampa. Si hubo una voz que desentonó, afirmando anticipadamente que la Argentina bien podría proponerse llegar al Cabo de Hornos así como los Estados Unidos habían llegado al Pacífico ­respondiendo a un proyecto nacional de futuro y no a un mandato prediseñado desde el pasado-, esa voz fue precisamente la de Sarmiento. Un geógrafo como el alemán Wappaüs, que había colaborado con Sarmiento en la promoción de la inmigración de su país al sur de Chile, se manifestaba en torno de 1860 totalmente ignorante acerca del límite sur de la Argentina(38).

De modo que, contra la posición de Maeso, para mediados del siglo XIX era perfectamente sostenible la idea de que la Patagonia constituía un territorio no sometido a la soberanía de ningún Estado, y por lo tanto limítrofe con la Argentina y con Chile, sin que le perteneciera efectivamente a ninguno de los dos.

A favor de la postura de Maeso, debemos decir que la exclusión de la Patagonia del territorio nacional formó parte de la controversia entre Buenos Aires y la Confederación, cuando Juan Francisco Seguí, desde las páginas de El Nacional Argentino de Paraná, sostuvo que la Patagonia era territorio nacional aunque lo hubiera reclamado para sí la Provincia de Buenos Aires en el artículo 2 de su Constitución de 1854.(39) Entre las obras especializadas, Bosch cita, además de a Du Graty y De Moussy, la de A. de Belmar, Les provinces de la Fédération Argentine et Buenos Ayres (1856), que señala al río Negro como límite sur de la nación, aunque aclara a pie de página que la Patagonia también le pertenece.

Recordemos que por esta misma época (1860), el notario francés Orellie Antoine de Tounens se hacía coronar "rey de la Araucanía y la Patagonia", y pese a su supuesta insania ponía en aprietos a los tribunales chilenos que lo juzgaban cuando fundamentaba frente a ellos que los territorios que reclamaba no pertenecían, en rigor de verdad, a Chile ni a ningún otro Estado soberano(40). Unos años después, La Revista de Buenos Aires de Quesada y Navarro Viola publicaba un trabajo jurídico que alegaba la inconveniencia y la imposibilidad de aplicar el principio del uti posidetis a las cuestiones de límites entre las repúblicas hispanoamericanas, y la falta absoluta de posesión y de títulos sobre los territorios no conquistados por España, por tratarse de una posesión in potentia o bien en virtud de bulas papales, inadmisibles para repúblicas liberales. "¿Con qué derecho ­se pregunta el autor- se pretende agregar a esta o a aquella Nación el territorio ocupado por hombres a quienes jamás se ha consultado si quieren pertenecer a ella?" Sería incoherente con los principios en nombre de los cuales se hizo la revolución. La solución pasa por "civilizar los países ocupados por los salvajes, y obtener la accesión de ellos por la voluntad de sus dueños, lo que Chile hace con los Araucanos"(41).

Abundando en la explicación de esta circunstancia, Parish agrega: "Antes de que las Provincias Unidas se independizasen de España, Buenos Aires tenía en la Banda Oriental más terrenos eriales de los que necesitaba, libres de toda incursión de indios. Ningún aliciente había que le moviese a extender sus posesiones más allá del río Salado" hasta la publicación del trabajo de Falkner(42). De todos modos, más adelante señala que "difícil es creer a qué grado llegaba la ignorancia aún de las clases más elevadas de la sociedad de Buenos Aires, hasta hace muy poco, respecto de las tierras de indios que confinaban inmediatamente con sus propiedades al sud"(43).

Finalmente, al describir los límites de la Provincia de Buenos Aires, lo hace así:

"Asumiendo como sus confines nominales el paralelo del Arroyo del medio al norte, el río Negro en 41 de latitud al sud y el río Diamante al oeste, la provincia de Buenos Aires, puede decirse, comprende más de 200.000 millas cuadradas, que es poco menos que todo el reino de España o de Francia. Fácilmente se supondrá que un territorio semejante debiera ser suficiente para satisfacer la ambición de cualquier gobierno y ocupar su completa y exclusiva atención."(44)

El mapa confeccionado por Arrowsmith, agregado a la obra de Parish(45), abarca prácticamente lo que fue el Virreinato, del paralelo 15 al 42, marcando el río Negro-Limay como límite sur del territorio de las Provincias del Río de la Plata. En un detalle adjunto, en la esquina inferior derecha, se agrega un dibujo de la Patagonia en el que contrasta claramente el buen diseño de las costas ­sobre todo la atlántica, menos accidentada- con la ausencia casi total de información sobre el territorio interior: solamente figuran la cuenca del Santa Cruz y el itinerario de Antonio Viedma hasta el lago que lleva su nombre.

Frente a la obra de Brish, La Confédération Argentine de Alfred M. Du Graty constituyó, en cambio, un trabajo claramente orientado a la captación de colonización y de negocios. Se trata de una descripción breve, en un solo volumen, a lo largo de la cual se pasan por alto todos aquellos aspectos que de un modo u otro pudieran constituir obstáculos para la promoción del país en Europa o, como bien dice Podgorny, "que interferían con la noción de una naturaleza disponible". Entre los aspectos omitidos ocupan un lugar evidente los indios que ­nunca mejor dicho- brillan por su ausencia. En el capítulo 2, cuando el autor emprende la descripción por provincias, no menciona a los indios. Solamente al sur de Mendoza, e indirectamente: "El sur de la provincia de Mendoza, casi desierto hoy a causa de la vecindad de las tribus de indios, está destinado, con el tiempo, a ser una de las mejores partes de su territorio"(46). Al comenzar el capítulo, describe la extensión del territorio "haciendo abstracción de la Patagonia" y fijando como límite sur el Negro.(47) El Chaco figura sin población(48), o bien "exclusivamente poblado por tribus de indios salvajes cuyo número es difícil de calcular y que no se cree que sea considerable." Esos indios "están constantemente en guerra entre sí", y sólo son tomados en consideración los que, en la frontera de Tucumán y Salta, trabajan en los ingenios(49). Estos rasgos definen sin lugar a dudas un trabajo publicitario, que delimita por omisión el territorio que, según su lógica, no debe ser mostrado y que, por lo tanto, para el resto del mundo no pertenecería a la Argentina.
 

Romanticismo científico y riqueza ideológica en De Moussy
 

Rey Balmaceda afirmaba ya en 1960 que las diez páginas que dedica De Moussy a la Patagonia en el tomo III de su obra, son una prueba de la "orfandad científica" de su tiempo acerca de la región(50). La opinión de Bosch, desde un punto de vista historiográfico, también deja resquicios para la duda. Pese a esto, Daus destaca su modernidad científica y el impacto que provocó en su época, marcando una verdadera inflexión en los estudios sobre el territorio nacional(51). ¿Es el de De Moussy un trabajo científico, a la altura de la ciencia geográfica de su época?

Los argumentos que despliega Daus en defensa de la cientificidad del trabajo en cuestión son varios. En el apartado titulado "V. Martin de Moussy, geógrafo moderno", comienza afirmando que "fue la primera geografía estructurada del país argentino y, también, su primer atlas", y le asigna superioridad sobre los viajeros por "no haberse limitado a un itinerario". En relación con la renovación de la disciplina operada por Alexander von Humboldt y Carl Ritter, De Moussy conoció la obra y los lineamientos del primero, y afirma Daus que entre la edición de los dos primeros tomos de la obra (1859) y la del tercero (1864), entró en contacto con geógrafos como Malte-Brun. La modernidad de la Descripción estaría basada en "su concepción general, descriptiva y explicativa de objetos, fenómenos y procesos, por la preocupación por los 'complejos espaciales'", por la "constante encuesta sobre la interrelación de los fenómenos y la oportuna comparación de objetos o fenómenos"(52). Como muestra de su puesta al día, señala también Daus que tras su estadía en Europa de 1859-1861, De Moussy incorpora la referencia a "regiones geográficas", presente en el tercer tomo, y "añade otro rasgo que también le es peculiar: las numerosas descripciones de paisaje, realizadas, deliberadamente o no, según los moldes metodológicos creados por A. von Humboldt en su libro clásico Ansicht der Erde, publicado en 1808, punto inicial de los estudios geográficos sobre el paisaje." Quizás Daus le haya asignado mayor alcance del que en realidad tuvo a la aptitud para la descripción objetiva del geógrafo francés. En definitiva ­afirma Daus-, cumple con la "condición esencial del estudio geográfico, ese requisito de explicación y comparación que distingue a la geografía moderna", aunque no siempre acude a los conceptos genéricos correctos(53). Esto permite considerar que:

"Lejos de ser una simple guía informativa sobre el territorio y su población ­lo cual en aquella época hubiera sido de por sí altamente apreciable- o una lamentable 'geografía de nomenclatura' como todavía escribían por entonces algunos 'etiqueteadores de lugares' que se llamaban geógrafos, conformó un tipo de obra moderna, en que a la caudalosa información descriptiva, lo cual es el basamento indispensable de todo saber geográfico, acompañó la elaboración explicativa y de calificación, lo cual basta para ubicar al autor entre los grandes propulsores del conocimiento del suelo argentino y exaltar su obra, como la primera referida al país con tales calidades"(54).

En cuanto al carácter descriptivo de la obra, Daus destaca sus "condiciones de veracidad, objetividad e integralidad en la descripción del objeto considerado", sus "atributos de prolijidad, integralidad y veracidad", su "concepción general, descriptiva y explicativa de objetos, fenómenos y procesos"(55). A falta de bibliografía, recurrió a la observación directa, escogiendo itinerarios que le permitieron "conocer directamente los espacios geográficos más caracterizados del país, con exclusión de los 'territorios indios' y de la Patagonia. La capacidad de Martin de Moussy para observar directamente la naturaleza puede reputarse como de estricto rigor científico. Localiza, nomina, califica y compara el objeto, con lo cual se ajusta al método geográfico moderno"(56).

Bosch, aunque la califica de "primer estudio geográfico sistemático de nuestro país"(57) y habla de "su reconocido carácter científico"(58), no deja de reproducir los comentarios fuertemente críticos que mereció en el Congreso de la Nación en función del urquicismo militante del tomo I y en virtud de su faceta de "libro verdaderamente mercantil"(59). Al mismo tiempo, la historiadora la considera una "guía exacta [ofrecida] al inmigrante"(60). En definitiva, y coincidiendo con Juan María Gutiérrez, que estimaba la Descripción como "punto de partida a los trabajos que deben en adelante hacerse sobre el país, bajo otra base más formal, más permanente, pero que exige el concurso de muchos y del tiempo"(61), Bosch evalúa la obra como un "excelente esquema sobre el que ha descansado toda la elaboración posterior de estudiosos y exploradores" de la Argentina(62).

Sin restarle importancia como una de las primeras descripciones completas del país real de entonces, podemos señalar algunos rasgos llamativos directamente relacionados con el tema que nos interesa, que aparentemente desmienten la pretendida objetividad y rigurosidad empírica del descriptor. Por ejemplo, De Moussy elige para describir el paisaje de la Pampa La Cautiva de Esteban Echeverría. ¿Podría imaginarse un texto menos objetivo para ese fin, que uno impregnado de subjetividad lírica? Este y otros rasgos de la geografía de De Moussy nos recuerdan su cercanía con conceptos unificadores propios de la cosmovisión romántica que compartían los dos grandes geógrafos de su tiempo, Humboldt y Ritter, idea "que se manifiesta también en su actitud estética frente a la naturaleza y al Landschaft", el paisaje(63) que le ayuda a definir regiones de contornos peculiares.

Por añadidura, Daus recurre en auxilio de la modernidad del autor con la ayuda de una interpretación errónea de la traducción castellana, cuando afirma que:

"Fue su propósito describir la cuenca del Plata en la parte perteneciente a la Confederación Argentina y examinarla; dice 'bajo la relación de la constitución física del suelo, del clima, bajo el de la producción agrícola e industrial, sin descuidar los grandes hechos de orden moral y económico' acentúa el término relación que denota el arraigo en el autor de un criterio ceñidamente geográfico, la geografía es ciencia de relaciones, se dice en tratados modernos"(64).

Lo que ocurre es que Daus se funda en una mala interpretación del texto, que reza "bajo la relación de" y no "bajo la relación entre": en el original francés, sous le rapport significa "bajo o según el informe o relato" y no "bajo la relación", porque rapport está en masculino. En femenino podría hacer alusión a la relación o trato, pero no es el caso.

El perfil político de la obra, además de quedar de manifiesto, como ya vimos, en el encomio de Urquiza y su acción política, presente en el primer tomo, viene dado por el propósito de describir la Cuenca del Plata en la parte correspondiente a la Confederación, es decir, al servicio de la definición territorial del Estado nacional, y con la idea de promover la inmigración como principal política de desarrollo de ese Estado. Con este propósito, subraya Daus, De Moussy buscaba "destacar una riqueza potencial de enorme significado" especialmente para el desarrollo agrícola y el poblamiento con inmigrantes(65). La adecuación a los límites del Estado queda de manifiesto todavía en el tomo III, cuando el francés incluye a la Provincia de Buenos Aires, porque "los acontecimientos ocurridos en el ínterin habían quitado vigencia al esquema restringido de la Confederación"(66).

De una lectura atenta de la correspondencia que mantuvo el autor con el presidente Mitre durante los años 1863 a 1865, mientras preparaba en París la edición del tomo III y del Atlas, se desprende una notable labor propagandística en favor del país. Ésta no se limitaba a la publicación de la Descripción, sino que se extendía a publicaciones monográficas y conferencias: "Aprovecho cada ocasión para hacer conocer los países del Plata, pues es el mejor medio de combatir las malas ideas, las preocupaciones que hay con respecto a estas regiones, y de atraer de allí la población que les falta", le dice al presidente(67).

Su colaboración para la participación argentina en la Exposición Universal de París (1867), dado el significado publicitario que animaba por entonces a exposiciones y ferias internacionales, puede interpretarse en el mismo sentido.

En conclusión, no hay ciencia de relaciones en De Moussy, sino descripción, aunque valiosa y exhaustiva en parte. Y, lejos de una descripción con pretensiones de objetividad, la suya es una construcción profundamente ideologizada, permeada por la mirada del gobierno que lo contrató y del Estado que lo contuvo, y por metáforas como las del desierto y del salvaje, destinadas a la invención de un país sin gente, disponible para los capitales y los inmigrantes que quisiesen venir a trabajarlo. Esto no va en desmedro de su cientificidad, por cuanto responde al estado de la ciencia geográfica de su tiempo, evidentemente ajena aún a la pretensión de objetividad rigurosa que le impondría el paradigma positivista pocos años después.

Bajo una mirada todavía romántica, la de De Moussy es, en palabras de Daus, la observación en vivo de un país en transición: "el autor tuvo oportunidad de estudiar, en vivo, a un país que surgía sobre las estructuras de otro que había alcanzado definitivamente su ocaso, percibió directamente esa fisonomía declinante del campo y de su poblador, registró el nuevo pulso de las ciudades y de la economía"; observó "procesos históricos nuevos, una nueva técnica que abre rumbos insospechados a la ocupación del suelo"(68). Como telón de fondo del "país nuevo" que se propuso describir De Moussy, estaba el país viejo, destinado a ser desplazado o reemplazado:

"Esa Argentina colonial y despoblada, de gauchos 'malos', de indios que iban a la feria de El Cuero a mercar con cristianos, de esa Argentina donde las armas de repetición y el arado de acero estaban por terminar con malones y montoneros y abrir los surcos de una nueva economía. Martin de Moussy consideró perimido, el juicio de Félix de Azara [acerca del destino fatalmente ganadero del Río de la Plata] fue un intérprete comprensivo ­por inquisidor de la verdad profunda- de esa realidad que tantos émulos de Félix de Azara han juzgado en términos implacables. La ociosidad y la haraganería imputadas al poblador del campo no son tales; el poblador de las pampas y del 'interior' es capaz de los mayores esfuerzos y privaciones, siempre que su trabajo se encuadre en sus aficiones, en lo que está acostumbrado a hacer"(69).

Como prueba del "país nuevo", Daus muestra que De Moussy fue testigo de la primera expansión agrícola masiva de la Pampa: los pueblos bonaerenses de Baradero, Monte, Chivilcoy, Mercedes, Azul, donde "se han instalado dos molinos harineros en esta población, que tiene a la vista a la tribu de Catriel, entregada, por su parte, a la cría de vacunos y a la caza de avestruces y venados. En todas partes las tierras aumentan de valor y los indios se tornan menos terribles con el arraigo de la agricultura [a la que, sin embargo, no se suman]. El proceso es incontenible". También observa las colonias de San José y Esperanza, en Entre Ríos. "Identifica adecuadamente la condición de la agricultura en la franja árida, donde aquella no es posible sin irrigación." Aunque en los rasgos generales deja la impresión de una economía predominantemente ganadera, en su segunda estadía De Moussy viajó por Buenos Aires y pudo ver "un panorama en el cual se insinuaban con pujanza los nuevos rumbos de la economía agropecuaria de la Pampa", sustituyendo su anterior condena de la ganadería por una actitud favorable a su mejoramiento(70).

Intentaremos entresacar los comentarios directos o indirectos acerca de los "Territorios Indios del Sur", de la Pampa y la Patagonia, presentes en la Descripción de la Confederación Argentina, y recrear con ellos la construcción ideológica del espacio nacional que propusieron estas primeras geografías oficiales.
 

Los Territorios Indios del Sur en la Descripción
 

Entre sus antecedentes científicos, De Moussy reconoce a diversos estudios coloniales y posteriores, a Bonpland, d'Orbigny, Fitz Roy, Darwin, Arenales, Isabelle, Parish, Du Graty, Brougnes y algunas exploraciones recientes. Como ya señalamos, leyó la traducción de Parish por Maeso. En Du Graty valora fundamentalmente la información sobre el conflicto entre la Confederación y Buenos Aires, y de Brougnes toma datos acerca de la inmigración en el Litoral(71). A diferencia de Parish, que dividía el país en Litoral, Norte y Cuyo, agrupando las provincias según los tradicionales itinerarios trazados a partir de Buenos Aires, De Moussy "propone una división estrictamente geográfica, basada en la naturaleza, introdujo una terminología nueva, de índole geográfica, extraída de los caracteres ínsitos de las comarcas", creando términos como Mesopotamia, Pampasia o Entre Ríos del Sur. "En su caso no empleó sino argumentos de carácter físico, lo que estaba, ciertamente en la corriente de la época"(72). Otra de las creaciones toponomásticas de De Moussy es la de la "Suiza argentina" para la zona del Nahuel Huapi, destinada a atraer la atención de la potencial inmigración centroeuropea.

En la primera parte de la obra, dedicada a la Confederación Argentina en general, De Moussy determina los límites de la jurisdicción. Allí, considera al río Negro "la frontera real" al sur de la Argentina, "un límite natural que los indios del sur no pueden franquear más que en su curso inferior" (I:52). Sin embargo, incluye a la Patagonia en la división regional (Mesopotamia, Pampasia, Región Andina, Patagonia), describiéndola como el país situado del grado 42 al 53 sur, limitado por el río Negro, el mar, la Cordillera y el estrecho de Magallanes, que "forma un territorio aparte casi desconocido aún", "una llanura inmensa, muy árida, atravesada por un muy corto número de ríos poco profundos, y que no ofrece buena vegetación más que al borde de algunos cursos de agua, sobre las vertientes orientales de los Andes que la limitan al oeste, y en la vecindad del estrecho de Magallanes" (I:58-59). A continuación describe más ampliamente las tres primeras regiones que conforman la Confederación, pero no amplía la información sobre la Patagonia.

Al iniciar la sección destinada a la Pampasia destaca la peculiaridad del paisaje, y compara "las Pampas" con la pradera norteamericana y la estepa rusa. "Nadie, hasta ahora, ha hecho de la Pampa una descripción más exacta y más brillante a la vez que D. Esteban Echeverría, en su poema de La Cautiva, que tiene a estas planicies por teatro." Y cita extensamente el poema romántico fundador de la literatura nacional. Resulta llamativa esta intrusión de un texto lírico en una descripción pretendidamente rigurosa, y podemos explicarla como sustituto del desconocimiento del territorio real al mismo tiempo que como información romántica o impresionista de un paisaje peculiar. "Una parte de la Pampa está poblada", dice De Moussy: del Paraná a la frontera sur de Buenos Aires. "El resto, componiendo lo que hemos denominado territorio indio del sur, es el dominio del indio nómade que ocupa todo lo que está más allá del grado 34" (I:240-243).

La información más detallada sobre la tierra más allá de la frontera, la compiló De Moussy, no casualmente, en el libro dedicado al tema "Colonización del territorio argentino", cuyos dos capítulos descriptivos ­los dos primeros- son, precisamente, uno sobre las "tierras públicas" disponibles y otro sobre las "tierras indias". En el primero de ellos, al tratar de las tierras nacionales y provinciales, considera a la zona ubicada entre la frontera sur y el río Negro ­es decir, dentro de la Confederación- como "Territorio indio del sur": "Este vasto terreno no es recorrido y habitado más que por tribus indias, huilliches, pehuenches, ranqueles y pampas, etc., todos nómades. Puede considerarse propiedad nacional, siempre a condición de indemnizar a los poseedores actuales, si se quiere ocupar una parte, cosa fácil y poco costosa" (II:344-345).

La explicación viene a contribuir a la construcción de la imagen de un "país disponible" destinado a la colonización, que era necesario imponer en torno de los territorios del sur. La lectura del territorio en tanto disponible o "vacío" se complementa con la proposición de un Estado fuerte, que demostrará su potencialidad político-administrativa en la apropiación de las tierras nuevas de la Pampa: "Sólo él puede conseguir que los indios del sur se retiren un día al otro lado del río Negro, si ellos no prefieren fundirse con los cristianos, como algunos han consentido; sólo él puede organizarlos en tribus sedentarias, dedicadas a la agricultura, a la industria y al comercio" (II:358-359).

El tomo III, editado en 1864 y con el agregado de la Provincia de Buenos Aires, comienza la descripción de los Estados federados precisamente por la más importante de las provincias argentinas. Los distritos fronterizos, como el del Azul, muestran una población considerable, un suelo fértil, estancias numerosas y ricas. "Si hubiera brazos, la agricultura se desarrollaría en gran escala. Varias tribus aliadas de indios de la Pampa reunidos tienen su campamento principal sobre el límite del cantón; se vive en buena inteligencia con ellos, y después de seis años no han turbado su seguridad." Azul es un pueblo nuevo en rápido crecimiento por la inmigración de vascos, franceses, italianos, etc. Inclusive es presentado como ejemplo de las posibilidades de convivencia pacífica con los indios sometidos:

"Se hace mucho comercio en el Azul, no solamente con la campaña, sino también con los indios acampados en dos pequeños lugares al otro lado del arroyo, que forman allí un grupo permanente de un millar de familias. Esas tribus, emplazadas bajo la autoridad del cacique Catriel, que comanda ochocientas lanzas, reciben un subsidio del gobierno. Crían vacunos, ovejas, aves de corral, van a las Pampas a cazar avestruz y guanaco, tejen ponchos, cintos, etc., y venden a los cristianos el producto de su caza y de su industria, que cambian por objetos de manufactura europea. Algunos niños de las tribus van a las escuelas; casi todos hablan español, y se puede prever el momento en que tendrá lugar una verdadera fusión con los blancos. Desde que el Azul es una ciudad, se tiene poco temor de los indios insumisos, y se ha poblado casi toda la vertiente norte de la sierra; también las tierras aumentaron considerablemente su valor allí" (III:65-66).

Más adelante, al final de la información por provincias, describe el "Territorio indio del sur". Su límite sur es el río Negro, y lo cruzan además el Colorado, el Chadileuvú y el Salado. La posesión de las aguadas y pasos obligados de los ríos, según De Moussy, "permitirá asentar de una manera sólida y durable la influencia de la República Argentina sobre las tribus" y sobre un territorio incorporado idealmente a la nación(73) y que comienza a ser percibido como teatro de operaciones militares (III:493-494). En el Atlas que acompaña a los tres tomos de texto(74), este sector de la Argentina consiste en una llanura que presenta, de norte a sur, "una serie de travesías, desiertos áridos o cubiertos de médanos (dunas o colinas arenosas) que parten de la Travesía grande del Tunuyán para prolongarse hasta la Patagonia". Dos grandes ríos la surcan: el Negro, formado por el Limay y el Neuquén ("Este río separa el territorio indígena del Sur, de la Patagonia"), y el Colorado. Consta de una región "poco conocida" -solamente por los indios- del Chadileuvú a los Andes (Atlas:9). El mapa correspondiente (Atlas:carta X) demuestra algunos datos dispersos y ya conocidos: los ríos de Mendoza, bajando hasta el Chadileuvú y la laguna "Currulauquen o La Amarga", el Colorado con su curso medio "no reconocido", los arroyos de las sierras bonaerenses y la cuenca del Negro; los caminos de De la Cruz y Molina (1805 y 1806), el viejo camino de Buenos Aires a Mendoza abandonado en 1808, el viejo camino de Buenos Aires a las Salinas, las rutas de Benavídez, Aldao y Pacheco en la campaña de 1833, y diversas rutas indígenas.

Como novedad, presenta un arco que traza de San Luis a Bahía Blanca dividiendo la "llanura herbosa" del este de la "llanura areno-arcillosa" del oeste. Esta distinción fundamental entre tierras áridas y tierras fértiles, según Daus, atraviesa y refuerza las distinciones regionales, al tiempo que subraya "la polimorfa oposición que existe entre las porciones húmeda y árida del suelo argentino, entre el 'litoral' y el interior, la planicie pampeana (pampasia del autor) y la región esteparia que se dilata al pie de los Andes. De estas diferencias físicas entre el litoral y el interior deriva la distinta receptividad de los campos de una y otra región", basada en el clima. El clima litoral generaría, para De Moussy, despreocupación por la agricultura y afición por la ganadería; el del interior "preocupación agrícola". El litoral aparece como "indiferente a la vida civilizada y a las distinciones sociales", más democrático, mientras que en el interior "la población es más sedentaria, está consagrada a la agricultura, habituada al régimen señorial"(75). Daus sugiere que este tipo de determinaciones de carácter ambientalista fueron tomadas por De Moussy del Facundo, pero aunque la vinculación con el pensamiento de Sarmiento es válida y probable, no podemos dejar de lado que el determinismo ambiental expresado por el sanjuanino en la mayoría de sus escritos formaba parte del clima común de ideas de las décadas intermedias del siglo XIX. Un caso claro de esto último es el uso del concepto de "desierto". En la época "no era una región árida, como se entiende en geografía [actual], sino el despoblado. Martin de Moussy, siguiendo el uso general de su época, confundió los términos, pero no los conceptos": dice que "el desierto ­un desierto fértil- comienza a la salida de las ciudades"(76). En la mismo ámbito descriptiva, el francés agrega también comentarios abundantes acerca de la fertilidad, esterilidad y potencialidad de cada zona, en la línea del aprovechamiento agrícola proyectado y que atraviesa toda la obra.

Un dato llamativo en el mapa citado, es la gran variedad de grupos indígenas que incluye en los "territorios del sur": ranquilches entre Mendoza y San Luis, malanemapoches al sur del Atuel, pehuenches en Malargüe, lafrahuentruches al este, currumamuelches al este del Salado-Chadileuvú, moluches al norte del Colorado, coluqueoches en Buenos Aires, ranquilches y calfucuraches en torno de las Salinas Grandes, puanmapoches entre Urrelauquen y el Colorado, aucas en las sierras bonaerenses, quiniehuentruches y puelches en el "Entre Ríos del Sur" ­una "llanura no explorada, hasta el presente poco conocida"-, pehuenches en el Neuquén, chechehuets y poyuches cerca del Nahuel Huapi, calliheches cerca del golfo de San Matías ­en el "Desierto del Sur que no es recorrido más que por los nómades"- (Atlas:carta X). Del mismo modo, en el mapa siguiente, "de la Patagonia y de los archipiélagos circunvecinos" (Atlas:carta XI), ubica a pehuenches en el Neuquén, puelches en el "Entre Ríos", poyuches al este del Limay, moluches al sur del Negro, chechehets en la meseta rionegrina, huilipauvos al este del Nahuel Huapi, tehuelches en la costa de San Matías y hacia el sur, calliheches cerca de la península Valdés, poyuches en el noroeste chubutense, huilliches en el Chubut, taniches al oeste del Chubut, giguiches en el golfo San Jorge, namunhuiliches al oeste de Santa Cruz, quianeches cerca de Puerto Deseado, chaoches al norte del río Chico, chehuelches en el centro de Santa Cruz, pilmaches, yacanaches, chehuelches australes o inaken hacia el sur, pecherais, laguediches y aveguediches en Tierra del Fuego. Esta cantidad de etnónimos, que confundió a no pocos investigadores(77), no puede sino responder a las cambiantes denominaciones cruzadas que unos grupos se daban a otros o a sí mismos, o asignadas por los viajeros de distintas épocas y circunstancias, entremezclan nombres de grandes conjuntos humanos con los de grupos menores o quizás con los que identificaban simplemente a los que respondían a un cacique en un momento determinado(78). La acumulación caótica de nombres, sin validez clasificatoria, al modo de Falkner y ­según inferimos- con un propósito similar al del jesuita del siglo XVIII, no podía tener otro objeto que el de apabullar al lector con una avalancha de datos imposibles de confrontar pero suficientes para aparentar erudición.

El mapa de la Patagonia, a pesar de que el autor prometía en él "datos enteramente nuevos"(79), aparece dibujado con los rasgos ya apuntados en relación con el de Parish y Arrowsmith: un buen diseño de la costa y una muy deficiente información acerca del interior, en una geografía que combina algunos datos de nivel muy general o comparativo ­el clima norpatagónico, por ejemplo, lo presenta como análogo al de Francia- con pinceladas abiertamente fantásticas e indignas del menor crédito -como la ubicación de la "Ciudad fabulosa de Los Césares" en el alto Chubut- u otras destinadas claramente a la publicidad. El comentario (Atlas:10) presenta una descripción geográfica muy general de "la Patagonia, cuyo interior es muy imperfectamente conocido y no ha sido nunca explorada totalmente por ningún viajero europeo". La subdivide en región del este o del Atlántico y del oeste o del Pacífico, en forma similar a la documentación resultante de las expediciones ilustradas españolas. La primera "está caracterizada por mesetas o vastas llanuras desiertas". La del oeste o andina se parece a "las regiones alpinas" en los valles y "a los fjords noruegos y escoceses" en la costa. En una notable valoración de los recursos naturales, presenta bosques "con un lujo de especies forestales que ofrecerán más tarde al colono de Europa central y septentrional todos los recursos y los aspectos de la madre patria en un campo inmenso abierto a la colonización". El mapa, dada la información insuficiente y errónea disponible por entonces acerca del interior de la Patagonia, muestra unos ríos Neuquén-Limay-Negro bien diseñados, el Chubut mal, la desembocadura del Deseado sin nombre y con la leyenda "curso de agua no reconocido", los ríos Chico, Chalía y Santa Cruz bastante aproximados, el Gallegos y el Coyle sólo punteados. Figuran también algunos caminos indígenas y la ruta de Viedma desde San Julián al lago "Capar o de Viedma", de 1781.

Algunos datos adicionales son aportados por el mapa XIII, que abarca Mendoza, la Araucanía chilena y "la mayor parte de Chile". En relación con el sur de Mendoza, al sur del Colorado el autor anota "llanura no explorada", y en el norte neuquino un país "boscoso, bien regado y fértil. Los cristianos no lo han penetrado todavía" (Atlas:carta XIII).

Daus concluye, en relación con el Atlas de De Moussy, que "las lagunas que existían en la exploración, medición y reconocimiento general, geodésico y geográfico eran de magnitud suficiente como para explicar las omisiones de accidentes como el lago Argentino y otros análogos; sin duda alguna las mayores oscuridades se refieren a la red fluvial". En definitiva, el Atlas fue "una empresa muy colmada de riesgos, en la cual el autor no puede menos de exponerse a un cierto margen de conjetura que va implícita en la confianza depositada en informaciones no confirmadas"(80). Por cierto que el margen de conjetura fue amplio, acorde con los conocimientos disponibles en la circunstancia histórica, pero lo que más nos interesa señalar es que ese margen fue llenado no solamente con datos inciertos sino también, y principalmente, con una imagen que conlleva una propuesta: la de vaciar el desierto y ocuparlo para ponerlo en valor y en explotación. Esta última se pone más claramente de manifiesto al analizar la imagen de los pueblos indígenas que transmite De Moussy.
 

La población de los territorios indios del sur en la Descripción
 

En el concepto de naturaleza propio de la Naturphilosophie que impregnaba la geografía de Humboldt y Ritter, se incluía al hombre y todas sus manifestaciones. Por lo tanto, resulta normal que en una descripción geográfica del país de esa época ocupe un lugar importante el análisis de la población, de acuerdo con los criterios clasificatorios provenientes de las ciencias de la naturaleza y profundizando en la diversidad de sus costumbres. Por otra parte, señala acertadamente Bosch que "el médico erudito [que era De Moussy] reaparece en los capítulos relativos a particularidades fisiológicas y psicológicas, a la patología y a la higiene de los pobladores"(81).

La población indígena de la cuenca del Plata (II:141-148), incluida en la "raza americana", es considerada por De Moussy, igual que por d'Orbigny, parte de la "gran raza mongólica". Entre ellos menciona a los tupís y guaraníes del oeste [sic], los calchaquíes y quichuas del norte y los araucanos y patagones del sur. Analiza las clasificaciones que incluyen a los indios americanos en la "raza" mongólica y las que los consideran otra "raza" aparte, como las de Linneo, Buffon y otros autores hasta Blumenbach, explicando que los viajes del siglo XIX aportaron un mejor análisis y más subdivisiones, pero los americanos siempre fueron considerados una sola "raza". Lesson, después de un viaje de 1824 a 1828, clasificaba a los americanos en tres ramas: la colómbica, de América del Norte al Orinoco y por el oeste de los Andes hasta los 30; la americana propiamente dicha, del Orinoco al Plata al este de los Andes; y la patagona, el resto. Pero nuestro autor prefiere a d'Orbigny, a quien consideraba "un observador exacto y concienzudo, y en el cual los hechos tienen más espacio que la teoría", y desarrolla extensamente su clasificación, citando en una larga nota a pie de página las características físicas que d'Orbigny asigna a cada "nación". Concluye esa nota con la siguiente proposición utilitaria:

"Para nosotros, examinando las cosas principalmente desde un punto de vista práctico, diremos cuál es hoy la distribución y el estado de las tribus indias más en contacto con los cristianos; el rol que jugaron en tiempos pasados y el que juegan hoy. Examinaremos cuál es su estado social actual y cuáles son las probabilidades de civilizarlos más o menos próximamente".

La conclusión formulada en el texto principal tiene un sentido similar: "Sin querer establecer una teoría sobre la formación de la raza india y de las naciones que la forman, ni sobre el modo en que se extendió por el vasto continente sudamericano, diremos simplemente lo que ella era en la época de la conquista y lo que es hoy." Conclusiones que llevan implícita la cuestión acerca de qué hacer con los pueblos indios contemporáneos. En el capítulo siguiente, De Moussy comienza a "decir", en base a cronistas, viajeros y publicistas, qué eran y qué son ­en su tiempo- los indios del sur.

La descripción de uno y otro momento histórico resulta prácticamente inseparable, por cuanto los prejuicios y las metáforas habituales referentes al salvaje y al desierto impregnan la descripción tanto de los tiempos de la conquista como la de los del autor. Acerca de los primeros contactos interétnicos hispanoindígenas, De Moussy explica:

"En cuanto a los indomables querandíes, se retiraron hacia el sur y se mezclaron con las tribus de origen araucano que erraban en el desierto.

"Esos indios del sur, que no fueron jamás domados por el español, están aún hoy en parte en el mismo estado que en la época de la conquista, si no es porque el uso del caballo ha modificado su manera de combatir y de vivir, y que sus relaciones con los cristianos han supuesto para ellos hábitos y necesidades nuevas; estas modificaciones han tenido lugar sobre todo después de la independencia sudamericana y las guerras a que dio lugar, en las cuales ellos se encontraron indirectamente implicados." (II:163)

Si bien evalúa correctamente la importancia que supuso el uso del caballo y en general el contacto con el ganado mayor de origen europeo para los pueblos de los llanos pampeano-patagónicos, De Moussy extrapola hacia atrás en el tiempo la presencia araucana al este de los Andes, mucho más reciente según la antropología actual. Por otra parte, la insistencia con que se repite la idea de la invariabilidad de las culturas indígenas, idea funcional a los propósitos de sometimiento y presente ya en la sistematización de d'Orbigny, se complementa con los detalles que asimilan a los indios con los demás animales de la Pampa o simplemente con el resto del paisaje del desierto: indomables, errantes, sólo afectados por la influencia ­benéfica, por supuesto- de los hispanocriollos. La población indígena "actual" ­de su tiempo- es analizada por De Moussy bajo la misma óptica: "Los desiertos del Chaco, los del sur de la Confederación y de la Patagonia albergan aún hoy casi la misma población india que en la época del descubrimiento." Solamente algunas tribus fueron destruidas por las guerras y las epidemias. Al sur, en los territorios de la Pampa ­que incluye en la Confederación- y de la Patagonia ­que considera, una vez más, aparte- encuentra a los pehuenches, huilliches, ranquilches o ranqueles, pampas, puelches, tehuelches, patagones, "etc." (II:174).

Para los "indios del sur" asigna el "nombre genérico de pampas" para todos los de la llanura. Describe su asimilación temprana del caballo y un siglo XVII transcurrido en paz, mientras las estancias bonaerenses no pasaron del Salado. El comercio de ganado con Chile se hace entre los indios de ambos lados de los Andes, unidos "por el lenguaje, las costumbres, los recuerdos y un odio común contra los cristianos". La escasez de ganado y las mayores necesidades los llevaron a los malones, "continuos hasta la época actual". Los españoles trataron de "civilizarlos" estableciendo misiones, pero eran "demasiado indisciplinables para aceptar un largo tiempo el orden y la sujeción de una ciudad regular. Los problemas de la frontera se agudizaron tras la independencia, hasta la expedición 1833, de la que no hace una evaluación positiva: aunque volvieron a ocupar sus tierras, los indios eran contenidos por el terror que les infundía Rosas. Tras su caída, Urquiza hizo la paz con los caciques y encomendó la defensa a los mismos tránsfugas que antes vivían con los indios por ser opositores a Rosas. Desde 1853, "época en que una imprudente ruptura con el jefe de los ranqueles ha hecho renovar las hostilidades", se produce regularmente un ciclo anual de invasiones. En definitiva, "todos los indios del sur tienen casi las mismas costumbres y la misma manera de combatir. Manejan con la misma habilidad las bolas y el lazo de sus ancestros" (II:190-192).

A pesar de haber extendido el topónimo genérico de "pampas" a todos los "indios del sur", De Moussy pasa a distinguir a los "pampas" propiamente dichos, subdivididos en pehuenches y ranqueles y de lengua, usos y costumbres araucanas (II:197), de los "patagones". Aquellos "pampas" son principalmente cazadores, aunque asigna "un poco de cultura" a los ranqueles, y agricultura a los pehuenches, debida a "sus hermanos de origen, los araucanos". También detecta la influencia social de los caciques y "una suerte de aristocracia" propia de los araucanos. Las ideas religiosas, que desarrolla ampliamente, también son compartidas con los pueblos trasandinos. Llaman su atención la poligamia de los pampas y su concurrencia al comercio en las pulperías rurales. "Los pampas han adoptado en gran parte la vestimenta argentina, botas de potro, chiripá, camisa y poncho; y, a los que vienen a las ciudades, es bastante difícil distinguirlos de los otros gauchos." Otro factor de mestizaje y confusión es, para De Moussy, el cautiverio de criollas y criollos fronterizos.

"Se ve, en suma, que los pampas tienen una civilización relativa, y que sería más justo calificarlos de bárbaros que de salvajes, dado que su estado de civilización actual recuerda bastante exactamente el de los bárbaros que, en el siglo V, invadieron el imperio romano. No carecen completamente de inteligencia, tienen una cierta aptitud para las artes mecánicas, el comercio, y aún para diversas ramas de la agricultura. Una paz sólida con los cristianos y un buen sistema de conducta según su punto de vista de parte del gobierno de la Confederación podría acelerar su fusión en la masa común, fusión para la cual ya están preparados." (II:193-197)

Los propósitos del análisis de De Moussy quedan de manifiesto en este párrafo. Por debajo de las generalizaciones en torno del salvaje y del desierto, el descriptor quiere saber concretamente cuáles de esos indios son realmente asimilables, es decir, cuáles no son salvajes sino bárbaros, y por lo tanto pasibles de educación y de "fusión en la masa común" de la mano de obra rural o fabril.

Los habitantes de la Patagonia, para los que generaliza el gentilicio de "patagones", en cambio, son para el autor más nómades y menos conocidos. Cita como fuentes de información a Falkner y a d'Orbigny, y rescata que los de origen araucano son más oscuros, menos corpulentos y su lengua más armoniosa. "Los aucas tenían poetas y músicos, una mitología bastante complicada. Todos son notablemente oradores" (II:198-199).

Comenzando por el oeste, se encuentran en la Patagonia (II:199-202): los pehuenches, fundidos con los aucas, caracterizados como más nómades que los chilenos pero agricultores y prácticamente indiscernibles de la población de la campaña de Cuyo; los huilliches, nómades patagones, habitantes del actual Neuquén(82); los ranqueles, entre los pehuenches, el río Negro y la frontera de Buenos Aires, "los más pillos e indisciplinados de los indios del sur", provenientes de una mezcla de tribus, practican una agricultura incipiente aunque la caza y el ganado son "la base de su alimentación"; los puelches, entre las sierras bonaerenses y el río Colorado, "fraccionados en pequeñas tribus nómades" racionadas por Buenos Aires, "son hoy los menos peligrosos de todos los indios del sur"; y al sur del Negro, los tehuelches, formando "hordas, esencialmente nómades". La población resulta para De Muossy, a pesar de haber leído a d'Orbigny, imposible de calcular pero muy poco considerable. Como conclusión de esta parte de la descripción, el autor advierte:

"El día en que la población argentina rural aumente porque el suelo sea cultivado y poblado de ciudades, ese día los indios del sur no serán más de temer, o no existirán más, habiendo sido forzados o a fundirse, como lo han hecho tantas otras naciones, en la población nueva, o a retirarse al fondo de los desiertos de la Patagonia detrás del río Negro que no deberán repasar más".

Así, mientras el destino manifiesto de los bárbaros "pampas" parece ser una fusión para la cual estarían adecuadamente "preparados", el de los salvajes "patagones" ­gente de temer- se expresa en las opciones siguientes: dejar de existir, retirarse "al fondo de los desiertos" para no volver más, o ser "forzados a fundirse". Vuelve a resultar operativa la imagen generada por las expediciones científico-políticas de la Ilustración española, para las cuales debía abandonarse a los "salvajes" el territorio al sur del río Negro, al tiempo que se buscaba una inserción de los "bárbaros", más cercanos a la "civilización", en las pautas productivas del sistema capitalista. El diagnóstico de las dificultades que encontraría esta operación, lo desarrolla De Moussy en los capítulos VII ("Notas fisiológicas y psicológicas sobre la población argentina") y IX ("Notas higiénicas particulares del territorio argentino").

Entre los argentinos propiamente dichos, incluye a los hispanoamericanos y mestizos. Estos últimos son mezcla de europeos, indios y negros, habiendo una mayoría criolla en la campaña. Los tipos más bellos los observa en la Pampa, aunque todos son poco ambiciosos y tienen pocas necesidades. Estas carencias, a tono con la antropología incipiente del siglo XVIII y el racismo del XIX, las atribuye a la sangre de los indios, "en quienes la indiferencia y la fuerza de inercia son proverbiales". "Esta despreocupación nativa de la clase inferior argentina, este espíritu de rutina, enemigo de toda innovación práctica, son los principales obstáculos al avance del país, obstáculos que no pueden ser superados sin una mejor educación primaria, general y obligatoria." Subraya el alcoholismo como rasgo de los mestizos, sobre todo del indio, que toma aguardiente, barato y accesible. "El indio a medio civilizar se confunde con el argentino de la campaña, y vive como él. Del indio que sigue salvaje, hemos hablado al designar las naciones y tribus de las que forma parte." (II:284-285) Más adelante, en relación con la alimentación, critica ­sin comprender la adecuación de las costumbres al ritmo de trabajo local- el "desorden" en el horario de las comidas en el campo, y el hecho de que se coma solamente a la mañana y a la noche. La dieta campesina le resulta carnívora, calificándola de "nutrición exclusivamente animal de la Pampa" (II:331-333), que consiste en la ingesta de carne de animales silvestres, vaca y caballo "cruda y hasta palpitante", como "base de su alimentación" (Atlas:10).

Finalmente, la dinámica poblacional que observa y prevé para los territorios del sur queda encuadrada, como vimos más arriba en relación con las tierras de la Pampa consideradas "nacionales", en el libro X, referido a la colonización. En ese contexto, y a fin de ilustrar su propuesta de compensar a los dueños originarios de la tierra, presenta el ejemplo norteamericano para la venta de la tierra pública (II:344-345). En el segundo capítulo, define las tierras indias en una extensa nota a pie de página (II:351-359), como los territorios del sur y del Chaco. Debido a la abundancia de tierras de la Argentina, explica, no se vio necesario ocuparlos, pero el crecimiento de la población llevará a "choques" con los "hombres del desierto". "La mayor parte, ciertamente, son nómades", y no se dedican más que a la caza y el ganado, pero tienen límites reconocidos que respetan y defienden. El gobierno tiene resuelto "no sólo comprar las tierras a los indios, sino aún dejar a cada tribu, según su importancia y derechos, una extensión de terreno no menor de doce leguas cuadradas, de modo de concentrar allí a los indios y hacerlos accesibles a las tentativas de civilización que los misioneros se encargarán de obrar sobre ellos". La aptitud de algunos indios del norte para el trabajo en los ingenios, y de los pampas para las artesanías y el comercio, llevan a creer en una adaptación rápida, "y que no tardarán en fundirse en la masa de la población argentina, que no los rechaza sistemáticamente como lo hace la población anglosajona de los Estados Unidos". En apoyo de esta diferenciación entre la actitud predominante en los Estados Unidos y la rioplatense, cita largamente a Michel Chevalier, Lettres sur l'Amérique du Nord (París, 1836), para ver "de qué lado se es más liberal y más cristiano". Describe cómo los norteamericanos desplazaron inhumanamente a los indios al oeste del Mississipi y cómo allá disminuye rápidamente lo población india. "Es un consuelo para la humanidad que en la América del Sur, y en el Plata en particular, las cosas ocurren de otro modo", concluye, debido a una mayor tolerancia racial. Confrontando con la "leyenda negra" en boga desde un siglo atrás, alude a las "calumnias" que circulan sobre el trato español a los indios. En el Plata, "mezclados y confundidos con la raza inmigrante durante tres siglos, forman hoy la mayoría de la población de la campaña":

"En el Plata, al contrario [que en los Estados Unidos], todas las medidas que tome el gobierno federal para salvaguardar la existencia y las propiedades de los indios serán favorablemente aceptadas por la opinión pública, que no tiene por ellos ninguna repugnancia, desde el momento en que renuncien a su vida nómade y pícara para adoptar la vida civilizada. El indígena, una vez civilizado y católico, es aceptado a la par de todos los demás ciudadanos, del momento que consiente en ser parte de la nación. En cuanto a las tribus que consienten en organizarse en ciudades y en dedicarse a la agricultura y la cría de ganado, adquieren inmediatamente los mismos derechos que los centros de población argentinos, y son gobernados por las mismas leyes, modificadas siempre según las circunstancias, sobre todo al principio, a fin de arribar gradualmente a la fusión con la población nacional."

El fundamento "científico" de la "fusión" propuesta es, en concordancia con las ideas dominantes en la época, un principio formulado con carácter de ley natural, de cumplimiento forzoso, y con un sentido evolucionista y racista:

"Es un hecho aceptado de la ciencia etnológica que las razas inferiores deben desaparecer al contacto con las razas superiores, transformándose; dejemos que esta ley providencial se cumpla por sí misma, y no abusemos de nuestra fuerza ni de nuestra inteligencia contra las razas menos avanzadas, que no son menos dignas de nuestro interés."

" Rodeados por todas partes por una población activa e industriosa, los indios se fundirán con ella tarde o temprano, o desaparecerán por ellos mismos." (II:360)

En el tardío tomo III, sin abandonar el estereotipo de nomadismo que De Moussy asigna en mayor o menor medida a todos los indios no sometidos ­los de la Pampa "son siempre nómades"; los pehuenches que desarrollan agricultura "no son más que nómades a medias" (III:500-501)-, se agregan algunos datos aportados por nueva bibliografía sobre los pueblos indios: Trois ans de captivité chez les Patagons (1864) de Auguste Guinnard, y el Viaje a las regiones septentrionales de la Patagonia (1862-1863) de Guillermo Cox. En una caracterización que no avanza significativamente más allá de la escrita unos años antes para el tomo II, describe a los indios del sur como "desiguales en número, distintos por el aspecto físico y el lenguaje, pero ligados por caracteres comunes". Forman las "naciones" pampeana, puelche y tehuelche. En una extensa nota a pie de página se refiere como fuente a Guinnard, resumiendo su historia, y llamando "pampeanos" a los tehuelches. Dice también basarse en Falkner, cuya exactitud estaría corroborada por Guinnard, Cox y soldados indios argentinos: "Las razas de la Pampa y de la Patagonia no han cambiado desde Falkner; no se han modificado sino un poco: la cifra de sus representantes ha disminuido; algunas tribus entraron en relaciones permanentes con los argentinos; hay algunas que han perdido su nombre, mezclándose con otras; pero el fondo es el mismo." Lo corrobora con la lectura de De la Cruz. Se remite también a d'Orbigny y a su clasificación de las "razas" indígenas, en la que identificó a los tehuelches con los "patagones" del Estrecho, aunque en realidad "todas esas naciones se parecen singularmente bajo el aspecto físico". El segundo viaje de Cox le confirma que "todos los nómades" se desplazan con facilidad por todo el espacio pampeano-patagónico (III:505-506).

Volviendo al texto principal, los tres "grupos" se subdividen en tribus denominadas por el lugar en que viven o bien por el nombre de su cacique. "La población que compone esas tribus se da a sí misma el nombre de auca, la población libre por excelencia. Con la excepción de los pehuenches, todas esas naciones son nómades". Los puelches "son menos inteligentes y menos susceptibles de civilización, su lengua es más gutural y menos completa". Los tehuelches se mueven y "se entremezclan incesantemente", siendo imposible fijar su hábitat. Esta población india "vive en un estado de libertad completa". Subraya su falta de una autoridad centralizada y su religión dualista. En la información que acompaña, en el Atlas, al mapa de la Patagonia, vuelve a mostrar a los "patagones" divididos en tribus: tehuelches, poyuches, huilliches, inaken, fueguinos. "Los patagones son eminentemente perezosos; viven de la caza y de la carne de caballo, llevan vida nómade y no tienen más comercio que trueques parecidos a los de los indios de los territorios [nacionales] del sur" (Atlas:10). La "lengua auca" es "rica y armoniosa", distinta de la tehuelche y puelche (III:508-509), y la Cordillera al sur de Mendoza y al norte de la Patagonia aparece habitada, de ambos lados, "por una población de la misma raza, de las mismas costumbres y el mismo idioma: son los indios araucanos" (Atlas:13).

La insistencia en el supuesto nomadismo de todos los indios tiene incidencia en la valoración científica de sus poblaciones: "no hay que olvidar que esas tribus son nómades y que, en consecuencia, sus campamentos y su hábitat varían frecuentemente en condiciones que escapan a las informaciones del geógrafo". Este escapar a las posibilidades de observación permanente los hace extraños a la geografía, entendida como la entendía De Moussy, como una actividad descriptiva de elementos fijos en el espacio.

Otra información de singular interés que amplía De Moussy en el tomo III, es la referente a la historia indígena: "Las poblaciones que la habitan [a la parte austral del continente] no tienen historia, y sólo recuerdan vagamente la existencia del antiguo imperio del Cuzco. Lo que no olvidan, es la llegada de los huincas (los españoles), origen de las guerras que no han cesado desde esa época" (III:510). En las páginas siguientes reseña los contactos interétnicos desde el siglo XVI hasta su época, y termina poniendo como ejemplo el caso de Catriel, establecido junto a Azul y conviviendo pacíficamente (III:517):

"Sería deseable que campamentos semejantes se organicen no lejos de los pueblos argentinos de la frontera; las dos poblaciones entrarían en contacto, se ligarían por la reciprocidad del comercio y de los servicios; la fusión, que se hará ciertamente un día, comenzaría más rápido. Un plan general bien seguido facilitaría la sumisión y la incorporación de las tribus del sur en la población argentina, que no tiene por ellas ninguna repugnancia y que les pide sólo la paz. [Su asimilación y "fusión"] no son hoy más que una cuestión de tiempo".

Habíamos señalado más arriba la aceptación de De Moussy de la idea romántica de un "carácter" permanente e invariable que d'Orbigny asignaba a los indios no sometidos. Esta singular percepción del tiempo histórico de los pueblos indios, según la cual los indígenas no tienen historia sino puro presente y, en la medida en que se sometan, algún futuro, deviene de la operación intelectual denominada deshistorización. A través de los escritos que hemos podido analizar en trabajos anteriores, constatamos que esta deshistorización comienza por la exclusión de los indios no sometidos del pasado nacional, realizada en la Argentina por la Generación del '37, en una actitud de ruptura respecto de la historiografía revolucionaria, que expresaba la necesidad de incluir a los nativos en el perfil de la nueva nación. Es ilustrativa al respecto la polémica entre Sarmiento y Lastarria, en el Chile de la década de 1840(83). La sistematización de d'Orbigny, retomada directamente por De Moussy -tanto del Viaje editado de 1837 a 1845 como de El hombre americano, de 1839- establece "científicamente" la invariabilidad en el tiempo de las culturas "salvajes", y en esta fuente se nutrieron durante décadas los estudios etnográficos sobre la Pampa y la Patagonia. El mismo perfil deshistorizador adquirió, según Podgorny, la tarea de "limpieza" de la imagen del "desierto" emprendida por Du Graty: "En ese sentido, se comprende que la historia no pudiese ocupar un lugar en la imagen de la Argentina que el Museo Nacional se proponía constituir"(84). Finalmente, la objetivación de las culturas indígenas en el campo profesional de la arqueología, a partir de los primeros naturalistas argentinos de la década de 1870, transformaría a los pueblos indios, hasta los actuales textos escolares e incluso en estudios etnográficos(85), en objetos del pasado.
 

De Moussy y la Argentina en la Exposición Universal de París, 1867
 

Laura Vugman(86) ha caracterizado a las ferias y exposiciones de la era del imperialismo decimonónico como ritualizaciones de lo que los países mostradores podrían llegar a ser, en el sentido comtiano del progreso. En 1889, después de la ocupación militar de la Patagonia, se pudo mostrar al mundo las dos Argentinas, en palabras de Francisco P. Moreno, "una los elementos con que contamos para seguir adelante y otra los que han desaparecido después de actuar en la larga lucha por la existencia desde lo ignorado hasta el día, para hacer que seamos lo que somos", representada la segunda por los pueblos indios, desde "la primera sociedad humana en la época de la piedra, encarnada en un indio fueguino", y "ascendiendo en la evolución social", otros grupos "que también perecieron víctimas de la implacable ley indicada [del progreso]"(87).

También se podía exhibir, en el pabellón de Agricultura de la Feria de Chicago de 1893, junto a los granos que representaban los nuevos productos argentinos, el cuadro La vuelta del malón, de Ángel Della Valle, reforzando "la idea de una nación moderna que se constituía en oposición al peligro de la barbarie"(88), conflicto ya dirimido en el sur del país en favor del Estado nacional. Pero en 1867, no resuelta ni siquiera planteada aún en todos sus términos la "cuestión indígena", la imagen exterior del país no podía permitirse exponer la que era considerada la peor de sus miserias. La muestra propuesta por Martin De Moussy en ese entonces contuvo, como veremos, solamente lo que hubiera resultado aceptable para las naciones que miraban a la Argentina como un escenario potencial de emigración o de inversiones.

Según comunicaba el embajador Balcarce al presidente Mitre durante la Exposición(89), mientras el comisario argentino preparaba el pabellón nacional, De Moussy era designado secretario de la clase 73, correspondiente a las carnes: "por consiguiente, hará todo lo que pueda por llamar la atención del jurado sobre un ramo tan valioso de nuestra riqueza". A instancias del mismo De Moussy, "en la sección americana han sido colocados y excitan mucho la curiosidad pública tres gauchos a caballo" pintados por Pallière. "El dr. De Moussy se ocupa con actividad y celo de todo lo concerniente a nuestra exposición; yo le presto también mi cooperación ­cuenta Balcarce- y van cerca de seis semanas que diariamente nos reunimos en nuestro local."

Aunque, a juzgar por las noticias del embajador, no se habían enviado personas en vivo ni tampoco la cantidad y calidad de productos que De Moussy había propuesto tiempo antes, nos parece más interesante analizar, precisamente y como muestra del país deseado desde los ámbitos oficiales, el proyecto de 1865. Dos años antes de la demostración parisina, De Moussy proponía al gobierno la organización de una exposición previa en Buenos Aires, al modo de las ya realizadas en Palermo en 1858 y 1859(90), a fin de evitar el mal desempeño de 1855, cuando para la misma exposición la Confederación envió solamente muestras de minerales, e inadecuadamente acondicionados. Atendiendo a los propósitos de "hacer conocer el grado de adelanto de los procederes industriales en todo el mundo, de permitir una comparación del estado industrial de cada parte y fracción de nuestro globo, para que los atrasados aprendan, para que se empeñen en imitar a los que están más adelantados"(91), De Moussy pone de manifiesto sus propios propósitos para con la Argentina, es decir, lo que a su juicio el país podría llegar a ser. La idea más llamativa, en esta línea, consiste en "llamar, no solamente los productos de los diferentes países del mundo, sino también a los que trabajan manualmente. Para cumplir con este llamamiento, he escrito yo mismo a las sociedades de Geografía y Etnografía, dándoles documentos sobre varias industrias argentinas: como las del trenzador de cuero, de las tejedoras de ponchos, fajas, frazadas, géneros de algodón, como también de las fabricantes de randas, encajes y pañuelos de mano"(92). Pero lo notable es que, tanto en la carta a Balcarce como en el listado de objetos a enviar a París, De Moussy, tras manifestar la misma idea de presentar "muestras vivas de la industria argentina", expresa el deseo de la Comisión de la Exposición, que él comparte, acerca de "que estos obreros perteneciesen a todas las razas humanas que pueblan el país y vería con gusto figurar entre ellos hasta indios de la Pampa y del Chaco, pues su intención es de convidar a todos los pueblos de la tierra a esta fiesta de la fraternidad universal"(93). "Los artefactos indígenas: trenzados de cueros, tejido de lana y de algodón, encajes, randas, harán excelente efecto más que todo si se ven los obreros que los fabrican"(94). En pocas palabras, De Moussy operaba así otra apropiación discursiva no sólo de los territorios considerados nacionales ­la Pampa y el Chaco-, sino también de sus habitantes y sus productos, convertidos ahora en "obreros" y en "artefactos" incorporados en un rol "correcto" al festejo del progreso industrial universal. Del mismo modo, no resultaría funcional a los propósitos comerciales y publicitarios de la Exposición la muestra de "bárbaros" pampeanos o chaqueños aún no sometidos, que era como en realidad vivían en 1867.
 

Conclusión
 

En conclusión, los indios no sometidos escapan tanto a la Economía como a la Geografía y la Historia. No son visibles para la ciencia. Luego, no existen. Así es como se opera lo que Lois llama el "vaciar el desierto", un espacio vacío de civilización pero no de gente ni de recursos:

"De esta forma, ignorando la existencia de población indígena, es que se construye el vacío y, consecuentemente, el desierto. En torno a esta cuestión se fundamentan y se materializan los proyectos de apropiación territorial (de características militares) llevados adelante por el Estado: el criterio de apropiación -y de legitimación de la apropiación- suponía que 'la estatalidad se impone sobre la nada'. Esto, significativamente, ponía fuera de la discusión la cuestión indígena y situaba al desierto como escenario óptimo para la civilización. En el ámbito militar, la visualización de las áreas ocupadas por indígenas como 'espacios vacíos' o 'desiertos' le imprimió un sello particular al modo de apropiación y, en consecuencia, al proceso de formación territorial argentino"(95).

La ignorancia deliberada de la entidad social y política de los pueblos originarios, la imagen, en definitiva, de un país sin indios reales, no se entiende sin el propósito indisolublemente ligado a esta construcción conceptual: el de la transformación del "desierto" en un "no-desierto" a través de la colonización y del reemplazo de los "salvajes" para ­en palabras de Sarmiento- "poblar por hombres civilizados esa tierra, importando poco que esos hombres sean los indios, u otros que los reemplacen"(96).
 

Notas
 

1. PODGORNY,  Irina. El Museo soy yo. Alfred Marbais Du Graty en la Confederación Argentina. Ciencia Hoy (Buenos Aires), 1997, nº 38, p. 51.

2. AUZA, Néstor T. El Museo Nacional de la Confederación. Investigaciones y Ensayos (Buenos Aires), 1973, nº 15, p. 182.

3. Alfred Marbais Du Graty, nacido en Bélgica en 1823, huyó de su país por una deuda, continuando su carrera militar en Entre Ríos desde 1850. Fue comandante de la frontera del Chaco y en 1854, al fundar el presidente Urquiza el Museo Nacional en Paraná, lo nombró director. En 1858 publicó en Europa su obra descriptiva y en 1860 volvió a su tierra, muriendo en 1891 en Bruselas. Datos biográficos tomados de PODGORNY. El Museo soy yo, p. 49; AUZA. El Museo Nacional de la Confederación, passim; BABINI, José. Historia de la ciencia en la Argentina. Buenos Aires: Solar, 1986, p. 263; BOSCH. Beatriz. El Museo Nacional de la Confederación. La Prensa (Buenos Aires), 26 de noviembre de 1967; de la misma autora, El Museo Nacional, en su libro En la Confederación Argentina, 1998, pp. 223-226.

4. Manuel TABOADA, Recuerdos históricos, IV:13-14, cit. en BOSCH, "El Museo Nacional de la Confederación" y "El Museo Nacional", op. cit. en nota 3, p. 223.

5. El Nacional Argentino (Paraná), jueves 20 de julio de 1854, cit. en BOSCH. El Museo Nacional de la Confederación. La Prensa (Buenos Aires), 26 de noviembre de 1967, op. cit. en nota 3, p. 224.

6. Mailhefer a Walevsky, en la Revista Histórica (Museo Histórico Nacional, Montevideo), XXXIV-100 y 102 (1963), pp. 391-394, cit. en BOSCH. El Museo Nacional de la Confederación y El Museo Nacional, op. cit. en nota 3, p. 225.

7. Victor Martin De Moussy, nacido en 1810, se doctoró en Medicina en París en 1835. Con apoyo del Estado francés, viajó a Río de Janeiro en 1841, y a Montevideo. Allí dirigió el hospital de la Legión Francesa, se integró a la Universidad de la República y fundó en 1852 la Sociedad de Medicina de Montevideo. Publicó numerosos trabajos en diarios y revistas europeas, tanto antes como después de su estadía en el Río de la Plata, y también en El Plata científico y literario (Buenos Aires), El Nacional Argentino (Paraná), El Uruguay (Concepción del Uruguay), El Orden (Buenos Aires), etc. Se vinculó con Bonpland y con d'Orbigny, elaborando un plan para explorar la Argentina junto con Arsenio Isabelle. Llegó a Paraná en 1854. Publicó también un Almanaque Nacional de la Confederación, en 1856. En 1867 participó activamente de la presentación argentina en la Exposición Universal de París. Datos biográficos tomados de BABINI. Historia de la ciencia en la Argentina, pp. 145-146; CUTOLO. Vicente Osvaldo. La obra de Victor Martin De Moussy y el mapa patagónico. Academia Nacional de la Historia, II Congreso de Historia Argentina y Regional (Comodoro Rivadavia, 1973), Buenos Aires, ANH, 1974, t. 2;  BOSCH, Beatriz. Martin De Moussy, geógrafo de la Confederación Argentina. In En la Confederación Argentina, p. 209-221; y de la correspondencia contenida en el Archivo del general Mitre, Buenos Aires, La Nación, 1912 [en adelante: AM], fundamentalmente tt. XIII, XX, XXI y XXIII.

8. BOSCH, Beatriz . Las cuentas del geógrafo. La Prensa (Buenos Aires), 2 de julio de 1967; Discutido premio a una obra científica. La Prensa (Buenos Aires), 13 de agosto de 1967; y Ciencia y política. La Prensa (Buenos Aires), 8 de octubre de 1967. La misma información fue volcada en Martin De Moussy, geógrafo.

9. BOSCH, Beatriz. Martin De Moussy, geógrafo.. op. cit. en nota 7, p. 214.

10. MARTÍNEZ SIERRA, Ramiro. El mapa de las Pampas. Buenos Aires: Ministerio del Interior, 1975, t. 2, pp. 206-207, citando a El Inválido Argentino del 6 de enero de 1867.

11. Sobre la correspondencia de De Moussy con Mitre, cfr. BOSCH, Beatriz. Martin De Moussy, geógrafo... op. cit. en nota 7, p. 217-220; TORRE REVELLO. José. Algunas referencias sobre la correspondencia de Bartolomé Mitre acerca de libros y documentos; ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA (Argentina). Mitre. Homenaje de la ANH en el cincuentenario de su muerte (1906-1956). Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1957, p. 300.

12. Cfr. Balcarce a Mitre, París 24/7/63, 24/3/64, 24/1/65 y 23/4/67, AM XIII:52, 77, 100 y 112-113; y especialmente la extensa carta de De Moussy a Mitre, Buenos Aires 21/11/62, AM XXIII:13-21.

13. Cfr. AUZA. Néstor Tomás. La ocupación del espacio vacío: de la frontera interior a la frontera exterior. 1876-1910. In FERRARI, Gustavo y GALLO, Ezequiel. La Argentina del Ochenta al Centenario. Buenos Aires: Sudamericana, 1980; o también El crecimiento de la conciencia territorial argentina. Revista Nacional de Cultura (Buenos Aires), nº 5.

14. Concepto presente, por ejemplo, en MINVIELLE, Sandra y ZUSMAN, Perla. Someter al indígena para fundar la nación. aproximación a los argumentos que sustentaron la política de organización de colonias indígenas (1884-1885). In Actas del Primer Congreso de Investigación Social, Tucumán, 1995; cuando afirman que "Puede decirse que la formación del Estado-Nación argentino fue un proceso planificado que implicó la 'invención' de un territorio 'legítimo' sobre el cual era posible ejercer el dominio" (p. 2), entendiendo por invención "la existencia de un proyecto político desde el cual se establece 'a priori' el ámbito geográfico que será de dominio del Estado argentino. De esta manera descartamos las perspectivas que sostienen que el territorio ha sido naturalmente dado o naturalmente heredado". Seguiremos, en esta línea, la conceptualización del problema elaborada en el marco de programas de investigación como el de Historia Social de la Geografía (Universidad de Buenos Aires) y el del Departamento de Geografía Humana (Universidad de Barcelona), en las décadas de 1980 y 1990.

15. ZUSMAN, Perla Brígida. Explorar para dominar. La conformación de un discurso de referencia territorial para construir el Estado-nación argentino (1879-1890). In Primer Encuentro Internacional de ANPEG. Lugar, formação sócio-espacial, mundo. São Paulo: ANPEG, 1994, p. 1.

16. MINVIELLE, Sandra y ZUSMAN, Perla. Sociedades Geográficas y delimitación del territorio en la construcción del Estado-Nación argentino. inédito, p. 5-6.

17. Idem, p. 7.

18. En relación con la abundante y a menudo contradictoria cartografía producida en la época,  QUINTERO PALACIOS, Silvina L. Geografía y educación pública en los orígenes del Territorio y la Nación (Argentina, 1863-1890). Buenos Aires: Tesis de Licenciatura en Geografía, Universidad de Buenos Aires, 1992, p. 313, cita un comentario de Estanislao Zeballos referido a alrededor de 1890: "Teníamos entonces siete cuestiones de limites con los países vecinos. Los mapas argentinos eran generalmente diseñados por extranjeros que no tenían la visión de los intereses nacionales ni el conocimiento de nuestras cuestiones diplomáticas y, frecuentemente atribuían los territorios a los países que nos los disputaban".

19. AUZA. La ocupación del espacio vacío... op. cit. en nota 13, p. 61-63.

20. Idem, p. 84-85.

21. MINVIELLE y ZUSMAN. Someter al indígena... op. cit. en nota 14, p. 3.

22. Cfr. idem, p. 7-10.

23. LOIS. Carla Mariana. La invención del desierto chaqueño. Una aproximación a las formas de apropiación simbólica de los territorios del Chaco en los tiempos de formación y consolidación del Estado nación argentino. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales (Universidad de Barcelona), nº 38, 1999, http://www.ub.es/geocrit/sn-38.htm. Aunque Lois trabaja el caso análogo del Chaco, constataremos la utilidad de algunas de sus hipótesis secundarias para nuestro caso de la Pampa y Patagonia.

24. QUINTERO PALACIOS. Geografía y educación pública...op. cit. en nota 18, p. 28-31.

25. Idem, p. 34-36.

26. Cfr. ORGAZ. Raúl A. Sarmiento y el naturalismo histórico. Córdoba: Imprenta Rossi Argentina, 1940.

27. QUINTERO PALACIOS, Geografía y educación pública...op. cit. en nota 18, p. 92-104.

28. ZUSMAN. Explorar para dominar.. op cit. en nota 15, p. 1.

29. La referencia la tomo de la intervención de Rosendo FRAGA en el panel sobre Integración cultural argentino-chilena, III Encuentro Argentino-Chileno de Estudios Históricos (Buenos Aires, 15-17 de abril de 1999). Fraga se proponía explicar el carácter de "construcción cultural" propia de la década de 1870, de los conflictos limítrofes en el sur argentino-chileno.

30.  MARTÍNEZ SIERRA. El mapa de las Pampas. t. 2. op cit. en nota 10, p. 195-196.

31. DAUS. Federico A. Valoración geográfica de la Description géographique et statistique de la Confédération Argentine de V. Martin de Moussy. Investigaciones y Ensayos (Buenos Aires), nº 24, 1978, p. 309.

32. PARISH,  Woodbine. Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata desde su descubrimiento y conquista por los españoles. Buenos Aires: Hachette, 1958 [Traducción y notas de Justo Maeso para la edición de Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1853], p. 31-32.

33. Idem, p. 127. El subrayado es mío.

34. Idem, p. 127-128. Subrayado del autor.

35. MALASPINA, Alejandro. Suelo de las costas de la tierra patagónica e islas Malvinas, algunas noticias de los patagones y demás habitadores de la costa hasta Chiloé, ¿1795?. Londres: The British Library, Additional Manuscript 17603, 3ª parte del documento, f.36-36vta. La misma descripción, en Museo Naval (Madrid), ms.590, ff.30-30vta, y ms.343, ff.102-103, cit. en GONZALEZ MONTERO DE ESPINOSA. Marisa. La Ilustración y el hombre americano. Descripciones etnológicas de la expedición Malaspina. Madrid: CSIC, 1992, p.72-73. Sobre este proceso de definición territorial, cfr. NAVARRO FLORIA, Pedro. Ciencia y política en la región Norpatagónica: el ciclo fundador (1779-1806). Temuco: Universidad de La Frontera, 1994.

36. Cfr. Un funcionario en busca del Estado, Pedro Andrés García y la cuestión agraria bonaerense, 1810-1822, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1997, con presentación de  GELMAN, Jorge, y NAVARRO FLORIA, Pedro. Formar patria a hombres que no la tienen'. Pedro Andrés García, entre la frontera colonial y la política de conquista. Revista Complutense de Historia de América (Madrid), n º 25, 1999.

37. Cfr. NAVARRO FLORIA, Pedro. Sarmiento y la frontera sur. De tema antropológico a cuestión social (1837-1856). Buenos Aires: Conicet, inédito, cuya versión preliminar se presentó al III Encuentro Argentino-Chileno de Estudios Históricos (Buenos Aires, 15-17 abr 1999).

38. Juan María Gutiérrez a Mitre, 5/6/ca.1862, AM XXI:215. Wappaüs le refiere a Gutiérrez: "Me interesa sobre todo conocer particularmente los títulos sobre el territorio patagónico, sobre los cuales no poseo más que la memoria publicada por Amunátegui en Santiago, el año 1853".

39. BOSCH, Beatriz. Patagonia y la cuestión de las tierras públicas en la Confederación Argentina. In ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA. II Congreso de Historia Argentina y Regional (Comodoro Rivadavia, 1973). Buenos Aires: ANH, 1974, t. 2, p. 55-57. Bosch pretende presentar el tema, a nivel de opinión pública, al menos como polémico, a través de la mención de una serie de trabajos en función de los cuales no se sostiene, sin embargo, una posición diferente de las de Parish o Du Graty. Menciona la memoria sobre tierras públicas de Pedro Ortiz (1855), que incluía entre ellas a "los terrenos actualmente poseídos por indios no cristianizados"; la de José María Reyes, que proponía convertir en territorio nacional al "Territorio del Sud", sin especificar sus alcances, y repartirlo a inmigrantes; y una opinión similar de El Constitucional de Mendoza, de 1856.

40. Cfr. NAVARRO FLORIA. Pedro. Historia de la Patagonia. Buenos Aires: Ciudad Argentina, 1999, p. 84-85.

41. GONZÁLEZ. Florentino. Los límites de las Repúblicas hispanoamericanas y el principio del uti posidetis.La Revista de Buenos Aires, nº 69, 1869, p. 117-136.

42. PARISH, Buenos Aires y las Provincias...op. cit. en nota 32, p. 200.

43. Idem, p. 247.

44. Idem, p. 279-280.

45. Idem, entre p. 608 y 609.

46. DU GRATY. Alfred M. La Confédération Argentine. Bruselas, Leipzig, Gante y Londres, 1865 (2ª ed.), p. 118.

47. Idem, p. 63-64.

48. Idem, p. 67.

49. Idem, p. 120-121.

50. REY BALMACEDA, Raúl. Geografía histórica de la Patagonia: 1870. Buenos Aires: Tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 1960, p. 233.

51. DAUS. Valoración geográfica... op. cit. en nota 31.

52. Idem, p. 301-303.

53. Idem, p. 316-318.

54. Idem, p. 335.

55. Idem, p. 301-303.

56. Idem, p. 321.

57. BOSCH. Discutido premio... op. cit. en nota 8.

58. Idem. Ciencia y política.

59. Opinión del senador Piñero, cit. en BOSCH. Discutido premio...op. cit. en nota 8.

60. BOSCH. Las cuentas del geógrafo. op. cit en nota 8.

61. Cit. en BOSCH. Martin De Moussy, geógrafo... op. cit. en nota 7, p. 217.

62. Idem, p. 219.

63. Cfr. FIGUEIRA, Ricardo. Introducción a Humboldt, Ritter, Vidal de La Blache y otros. Geografía, ciencia humana. Buenos Aires: CEAL, 1987, pp. 22-23.

64. DAUS. Valoración geográfica...op. cit. en nota 31, p. 313.

65. Idem, p. 341.

66. Idem, p. 315.

67. De Moussy a Mitre, París 24/12/64, AM XXI:111. El médico y geógrafo también menciona que se ocupa "de todo lo que pueda favorecer su propagación [de su obra], y hacer conocer la República Argentina, de que ya se habla bastante como punto admirable de inmigración" (De Moussy a Mitre, París 26/7/63, ibídem, p. 72). La preocupación por favorecer la inmigración europea a la Argentina aparece como una de las constantes en este cuerpo de correspondencia. También leyó en la Sociedad de Geografía la memoria "Voyage à la frontière indienne de Buenos Aires en 1863" (publicada en el Boletín de junio de ese año), llamando la atención sobre los adelantos de la campaña bonaerense en los últimos diez años (De Moussy a Mitre, París 24/4/64, AM XXI:85), y otra memoria sobre los pasos andinos australes (publicada en el Boletín de octubre del mismo año; De Moussy a Mitre, París 24/12/64, AM XXI:109).

68. DAUS. Valoración geográfica...op. cit. en nota 31, pp. 302 y 304.

69. Idem, p. 305-306.

70. Idem, p. 342-343.

71. DE MOUSSY. Victor Martin. Description de la Confédération Argentine. Paris: Firmin Didot frères et Cie., 1860-1864, p. 34-37. Todas las citas de la obra las extraeremos de la edición princeps francesa, en traducción propia. Para mayor comodidad señalaremos entre paréntesis el tomo y página correspondiente, p. ej. (I:34-37).

72. DAUS, "Valoración geográfica...op. cit. en nota 31, p. 324-325.

73. De Moussy a Mitre, París 24/2/65, AM XXI:115, expresa sobre una empresa inglesa de colonización en el sur de Córdoba: "Si, como lo espero, esto sale bien, el Gobierno argentino podrá quizá tratar de la colonización del territorio indio del Sur, que le pertenece".

74. Una valoración global del Atlas presentando en forma descriptiva sus principales aportes y errores, en MARTÍNEZ SIERRA. El mapa de las Pampas, p. 205-206.

75. DAUS. Valoración geográfica...op. cit. en nota 31, pp. 326-328.

76. Idem, pp. 337-338.

77. P. ej. CUTOLO. La obra de Victor Martin De Moussy...op. cit. en nota 7, p. 83-85, que se pregunta "de dónde extrajo [De] Moussy la cabal distribución de las razas o pueblos indígenas que poblaban la Patagonia".

78. Acerca de la problemática que presenta el caos denominativo de los pueblos indígenas del sur, v. la excelente puesta al día y la propuesta de NACUZZI. Lidia R. Identidades impuestas, Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología, 1998.

79. De Moussy a Mitre, París 24/4/65, AM XXI:122. En su correspondencia, De Moussy denotaba permanentemente su carencia de información sobre la Patagonia: cfr. AM XXI:79 y 102-103.

80. DAUS, Valoración geográfica...op. cit. en nota 31, p. 345-346.

81. BOSCH. Martin De Moussy, geógrafo...op. cit. en nota 7, p. 216.

82. Aquí se produce la misma trasposición de nombres que en la documentación de Pedro Andrés García, que denominaba "huilliches" ("gente del sur", por referencia de otros grupos situados al norte de ellos) a los tehuelches septentrionales ubicados sobre la costa atlántica, entre las Sierras bonaerenses y el río Negro, pero aplicándola ahora a los tehuelches del Neuquén. Cfr. NACUZZI, Identidades impuestas, pp. 70-71.

83. Cfr. nuestro escrito Sarmiento y la frontera sur: de tema antropológico a cuestión social (1837-1856).

84. PODGORNY. El Museo soy yo...op. cit. en nota 1, p. 53.

85. Cfr. NACUZZI, Identidades impuestas...op. cit. en nota 78, p. 208-210.

86. VUGMAN, Laura Inés. Exhibir la nación. La República Argentina en la Feria de Chicago, 1893. Buenos Aires: Informe final de beca de iniciación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1997 (inédito). Agradezco a la autora la posibilidad de acceder a su trabajo.

87. Idem, p. 101-103.

88. Idem, p. 75.

89. Mariano Balcarce a Mitre, París 23/4/67, AM XIII:112-113.

90. LA REVISTA DE BUENOS AIRES. De Moussy a Balcarce, París 1/8/65. La Revista de Buenos Aires, nº 28, 1865, p. 524-525; DE MOUSSY, V. Martin. Memoria sobre los objetos que la República Argentina podría mandar a París para la Exposición Universal de 1867" (1865). La Revista de Buenos Aires, nº 29, 1865, p. 98.

91. DE MOUSSY. Memoria...op. cit. en nota 90, p. 527.

92. Idem, p. 528-529.

93. De Moussy a Balcarce...op. cit. en nota 90, p. 526.

94. DE MOUSSY. Memoria...op. cit. en nota 90, p. 99.

95. LOIS. La invención del desierto chaqueño...op. cit. en nota 23.

96. SARMIENTO, Domingo F. Obras Completas, t. IX, p. 214.
 
 

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