Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] Nº 45 (51), 1 de agosto de 1999 |
IBEROAMÉRICA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO XXI.
Número extraordinario dedicado al I Coloquio Internacional de
Geocrítica (Actas del Coloquio)
DE RURAL A RURURBANO: TRANSFORMACIONES TERRITORIALES Y CONSTRUCCIÓN DE LUGARES AL SUDOESTE DEL ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES
Claudia Barros
Becaria de investigación, Universidad Nacional de Luján
Doctoranda Universidad de Buenos Aires
Resumen
La cuenca de abasto de lácteos a Buenos Aires (localizada dentro de un radio de entre 100 y 150 km a partir del centro del área metropolitana), ha experimentado importantes transformaciones en la organización del su espacio rural. En este trabajo analizaremos cómo esos cambios se comprenden mejor si se considera, por un lado, el modo en que se construyen los "lugares" (especialmente en sus relaciones con el afuera); y por otro, la noción de continuo rururbano como alternativa a la oposición rural - urbano.
Abstract
The lacteous purveyance's basin of Buenos Aires (located within a radious of 100 to 150 km. from the center of metropolitan area), has been object of significant changes in the organization of its rural space. In this work it is argued that theese changes can be better understood examining , by one hand, the way that "places" are constructed (and its relations with the "outside"); and secondly, acknowledging the emergence of the concept of "rururban" space out of the oposition rural - urban.
El tema que nos ocupa vincula dos ejes de reflexión conceptual (la diferencia entre lo rural, lo urbano y lo rururbano por un lado y las particularidades del proceso de construcción de lugares por otro) con las características propias de un referente empírico particular: un zona ubicada al sudoeste del área metropolitana de Buenos Aires que ha experimentado importantes transformaciones territoriales durante las últimas décadas.
La vinculación entre la reflexión acerca de la diferencia urbano - rural y el análisis de la evolución reciente de un zona consolidada a través de la dinámica agropecuaria pero contigua a un área metropolitana de dimensiones considerables, parece no necesitar de mayores justificaciones. Sí, en cambio, merece la pena hacer una breve explicación inicial de los motivos por los cuales la reflexión en torno a la formación de lugares aparece aquí como un tema pertinente. La identificación del lugar como un sitio cuyo significado se vincula con lo afectivo, que posee la capacidad de constituirse en un elemento proveedor de identidad para gran parte de los sujetos vinculados con él resulta por demás frecuente en la literatura geográfica; esta visión del lugar se encuentra apoyada en su identificación como un sitio con gran homogeneidad interna, homogeneidad a través de la cual el lugar adquiere esas características distintivas que lo diferencian del entorno. Es esta idea de homogeneidad y cohesión al interior lo que se pone en duda al menos en lo que se refiere a su aplicabilidad al caso que nos ocupa, toda vez que, como veremos más adelante, los lugares inicialmente rurales de nuestra área se han visto involucrados, al menos durante los últimos años, en procesos constitutivos cuyo origen no tiene que ver con la dinámica interna sino, por el contrario, se vinculan con el área metropolitana cercana.
Una vez identificadas las limitaciones de una visión "internalista"
de los lugares para el caso que nos ocupa, intentaremos responder a la
siguiente pregunta: ¿Desde qué perspectiva es posible abordar
el tema de la construcción de lugares en un área de contacto
rural-urbano que ha experimentado grandes cambios en su dinámica
territorial durante las últimas décadas? Intentaremos dar
una respuesta a esta pregunta, pero para ello es necesario referirse a
las características particulares del área que nos ocupa.
Caracterización del área y evolución durante
la décadas recientes
La zona a la que nos referiremos se encuentra ubicada dentro de la denominada "cuenca de abasto de lácteos", tal como se la denomina en la mayor parte de las zonificaciones agropecuarias. Ésta rodea al área metropolitana de Buenos Aires en un radio de entre 100 y 150 km. según los casos. Su denominación deriva del hecho de haberse constituido como un área rural destinada a sostener explotaciones agropecuarias cuya finalidad productiva ha sido abastecer de productos lácteos al gran núcleo urbano. Específicamente, aquí se hará referencia al sector sur de la cuenca de abasto ya que es donde aún es posible percibir claramente las características agroproductivas constitutivas de esta área rural(1).
Como puede deducirse a partir de la caracterización de la zona como cuenca de abasto, ha sido el circuito de los lácteos el de mayor poder en cuanto a estructuración del espacio; en él, el tambo (establecimiento agropecuario destinado a la producción de leche) constituye el eslabón inicial y sufrió enormes transformaciones en las últimas décadas. Su evolución resulta un factor clave para explicar uno de los fenómenos centrales para el área rural: el proceso de despoblamiento.
Con anterioridad a que en la ciudad de Buenos Aires se aplicara la ordenanza de obligatoriedad de pasteurización de la leche, en 1961, los tambos familiares, por intermedio del ferrocarril, y en menor medida, por medio de camiones, enviaban diariamente su producción hacia el área urbana, donde la esperaba el lechero encargado de su distribución domiciliaria. Así, el productor agropecuario, la mayor parte de las veces, ejercía un relativo control sobre el eslabón inicial del circuito y poseía cierta capacidad de negociación con los otros actores sociales que participaban del mismo: las empresas ferroviarias, los comerciantes minoristas y, eventualmente, las usinas que elaboraban la materia prima remitida. Los tambos familiares trabajaban en forma manual, por lo que requerían una cantidad apreciable de mano de obra, lo que se traducía en la existencia de una densidad de población rural relativamente elevada en las zonas tamberas; debe agregarse que, por lo general, estos tambos eran de pequeña extensión y su número era elevado.
El envío de la producción diariamente mediante el ferrocarril contribuyó al desarrollo, en torno a las estaciones, de pueblos rurales, o sea aglomeraciones de población donde se satisfacían las necesidades más inmediatas de los habitantes del campo; en ellos, el movimiento de personas y bienes era de carácter cotidiano dada la característica perecedera del principal producto a comercializar.
A partir de 1961, la leche comenzó a pasar obligatoriamente por la planta pasteurizadora previamente a su expendio al público. Desde este momento, las usinas lácteas presentan un crecimiento que se hace particularmente notable en las décadas de 1970 y de 1980 hasta llegar a conformar importantes complejos agroindustriales, los cuales operan como los elementos centrales y modeladores de un circuito productivo donde comienzan a predominar las etapas no agrarias(2). Se produce entonces una nueva vinculación entre la industria y el tambo, en la que el vector tecnológico adquiere una importancia crucial. La posesión o no de tecnología comienza a transformarse en la causa que produce dos tipos de tambos: los integrados al circuito mayor y los no integrados, para los que quedan dos caminos: la integración a circuitos menores de escala local, o la desaparición.
Durante este período, el eslabón industrial experimentó enormes modificaciones entre las cuales el proceso de concentración empresarial y la aparición de la gran usina diversificada son las más notables. Estas grandes usinas difunden, entre sus tambos remitentes, los "paquetes tecnológicos". Pero esta asistencia técnica no fue brindada a todos los tambos por igual: los medianos y grandes (o sea los que tenían como mínimo una superficie promedio de 150 ha.) fueron los principales receptores(3), de modo que estas unidades comenzaron a trabajar en condiciones similares a las de una "economía de escala", dados los volúmenes involucrados en la producción donde la siembra de praderas artificiales y el uso de maquinarias fueron factores claves; esto marcó la inviabilidad, para este modelo, de las pequeñas explotaciones. A raíz de este proceso aumentó el rendimiento por animal y por hectárea a la vez que descendió el número de tambos; por otra parte, el productor perdió autonomía de gestión si se compara las posibilidades del tambero a cargo de uno de los anteriores tambos tradicionales con el encargado de un tambo integrado al gran circuito(4).
El descenso del número de unidades productivas, sumado a que las que perduraban lo hacían sobre la base de incorporación de tecnología, marcó el inicio de una etapa de menor requerimiento de mano de obra y por lo tanto de despoblamiento rural. Muchos habitantes rurales migraron porque el rodeo fue vendido (por el propietario) al considerar que el tambo tradicional ya no era un negocio rentable, otros lo hicieron cuando su fuerza de trabajo fue reemplazada por máquinas. Otro motivo de emigración se relaciona con lo sucedido en los sistemas de transporte. La red ferroviaria que recorría la cuenca de abasto dio origen, como hemos señalado, a un gran número de aglomeraciones de población rural, que vieron comprometida su supervivencia cuando los ramales ferroviarios fueron levantados y sus estaciones clausuradas. La historia productiva reciente de la cuenca de abasto, se relaciona con lo que Urry reconoce como una profunda racionalización de la actividad agraria donde la producción agropecuaria como "forma de vida" ha dejado paso a su organización como negocio, en particular a partir del crecimiento de las agroindustrias (5).
Pero a partir de mediados de la década de 1980, han aparecido asentamientos de población que si bien desde el criterio censal pueden ser clasificados como "rurales", funcionalmente se relacionan con el ocio de habitantes urbanos bajo la forma de segundas residencias, o constituyen residencias permanentes de habitantes cuya cotidianeidad se desarrolla en el medio metropolitano. Si bien tuvo sus comienzos en la década de 1980, este fenómeno se consolida en la década posterior, cuando la retracción del papel arbitral del estado se hizo más notable. En este marco, los principales gestores del proceso de consolidación del fenómeno de segunda residencia han sido los promotores inmobiliarios privados, quienes frecuentemente adquieren propiedades rurales para convertirlas en countries o más recientemente en "chacras" donde cada casa individual dispone de un espacio verde particular amén de aquellos que son de uso colectivo, como por ejemplo los campos de golf. Countries y chacras son, en la actualidad, los fenómenos más expresivos de una neorruralidad que tiene el efecto secundario de revitalizar el uso de antiguas residencias aisladas. Además, vinculado con procesos como el descripto, merece destacarse el creciente número de explotaciones agropecuarias que incorpora el turismo rural como actividad económica ya sea en reemplazo de anteriores actividades agropecuarias o conviviendo con ellas.
Todas estas formas traen como consecuencia un proceso de repoblamiento protagonizado por habitantes de origen y actividades urbanas en un área que se había caracterizado por un notable proceso de despoblamiento rural. Cabe destacarse que este repoblamiento de origen urbano se ve posibilitado por la construcción de vías de acceso rápido (autopistas) durante los últimos años, lo que lleva a privilegiar el transporte automotor particular por sobre cualquier otra forma. De ninguna manera podría considerarse que este repoblamiento viene a compensar al anterior proceso de despoblamiento rural, tanto porque la mayor parte de las veces no se ha podido recuperar el número de habitantes que las diferentes unidades político administrativas habían llegado a alcanzar, como porque las características de estos nuevos habitantes difieren en mucho de aquellas que penían los que abandonaron el área tiempo antes.
Estas formas de neorruralismo descriptas manifiestan grandes diferencias con con fenómenos del mismo tipo localizados en otras partes del mundo. En varios países europeos es posible identificar un primer neoruralismo fuertemente ideológico, derivado de una oposición a los estilos de vida urbanos y reconocedor del campo como un sitio de autenticidad, seguido de éste ha existido un segundo neoruralismo en el que ya no es posible identificar factores ideológicos, protagonizado por sectores socialmente acomodados(6). El caso argentino tendría puntos en común con este último neoruralismo y sería casi imposible reconocer elementos del primero, salvo para el caso de algunos pocos grupos que establecen una residencia rural como una opción de vida sana.
De este modo, hoy es posible encontrar en nuestra área explotaciones
agropecuarias reconvertidas según los parámetros de exigencias
tecnológicas y productivas (no solo tambos, sino también
explotaciones dedicadas a la apicultura, a la cría de ganado o a
la agricultura) y explotaciones agropecuarias marginales, alternando con
fenómenos de neorruralidad sin vinculación agropecuaria que
se hacen más frecuentes cuanto más nos acercamos al área
metropolitana. ¿Es esto un área rururbana?.
Lo rural, lo urbano, lo rururbano
Como términos de una oposición conceptual, lo urbano y lo rural han resultado conceptos de difícil definición. Como temas de estudio de la geografía, reconocieron diferentes pesos relativos a lo largo de las últimas décadas: aproximadamente hasta la década de 1950, las temáticas rurales predominaban en la investigación geográfica (debe tenerse en cuenta la importancia otorgada por la tradición vidaliana a estas cuestiones). Posteriormente, el auge de los estudios urbanos ensombreció el interés que suscitaban las cuestiones rurales, las cuales, además, no lograban desprenderse de formas de abordaje demasiado tradicionales. Más recientemente, se ha observado cierto renacimiento de lo que tiene que ver con problemáticas rurales, vinculado con un cada vez más visible pluralismo teórico y temático(7).
Con respecto a la distinción entre "urbano" y "rural", existen diferentes tipos de definiciones. Por un lado, aparece un conjunto de definiciones que buscan delimitar lo rural a partir de ciertos criterios (porcentaje de población ocupada en labores agropecuarias, densidad de población, características sociales, etc.). Este conjunto de definiciones han recibido diferentes denominaciones, entre las cuales se destacan las de "objetivas" y "teóricas"(8). Mas allá del nombre conque se las individualice, lo cierto es que estas definiciones pretenden dar cuenta de lo rural a partir de la observación de un conjunto de características que su considera esenciales. Frente a este conjunto, existe otro, muy difundido, las normativas o estadísticas, que determinan la existencia de cierto número mínimo de población a partir de la cual una aglomeración se convertiría en urbana, mientras que todas aquellas entidades que no alcanzasen dicho monto pasarían a engrosar el conjunto de población rural. Este tipo de definiciones se convierten, generalmente, en criterios censales, dado que resultan sumamente operativas.
Para el caso argentino y según la clasificación censal, son urbanas las aglomeraciones de población que poseen 2000 habitantes o más y rurales las que no alcanzan esa cifra; además de estos dos categorías, existe la de población rural dispersa. En el área de estudio es posible hallar población rural dispersa (viviendo en campo abierto), población aglomerada (en los pueblos rurales, por lo general construidos en torno a una estación ferroviaria) y población urbana en las aglomeraciones cabeceras de las cuatro unidades político administrativas (partidos) incluidas en el área de estudio (Cañuelas, Lobos, Gral. Las Heras y Navarro). A pesar de lo operativa que resulta la clasificación censal, un análisis más detallado muestra que a menudo resulta sumamente difícil caracterizar inequívocamente a un área como urbana o rural, especialmente si en esa área predomina la población rural -desde el criterio censal-, pero se encuentra rodeando a una gran metrópoli, con una clara influencia de ésta. En este contexto, el concepto de "espacio rururbano", matiza la dureza de la oposición conceptual urbano-rural, por lo que constituye en una idea fundamental para el caso que nos ocupa.
La idea de espacio rururbano puede asociarse a la de continuo rural urbano desarrollada por antropólogos como Redfield o Lewis (9), quienes contribuyó a matizar la dicotomía que se expresa a través de la oposición de esta dos categorías. Desde el punto de vista del análisis territorial, se han intentado establecer diferentes categorías dentro de este continuo que permitiesen ubicar, en un extremo, al espacio claramente urbano y en el otro al espacio indudablemente rural. Una de las formulaciones más recientes, de utilidad para nuestro caso, es la de García Ramón, Tulla i Pujol y Valdovinos Perdices(10); en ella aparecen seis categorías: el espacio urbano propiamente dicho, el espacio periurbano o áreas urbanas discontinuas, el espacio semiurbano (con alternancia de usos), el espacio semirural urbanizado, el espacio rural dominado por la actividad agraria pero con algunas influencias urbanas como por ejemplo las derivadas de la descentralización industrial y, por último, el espacio rural "marginal". En nuestro caso, el área de estudio comparte características del tercer y cuarto anillo, o sea del espacio semiurbano (donde se alternan una estructura anterior de hábitat rural con una nueva de residencias urbanas o de establecimiento de industrias) y del espacio semirural urbanizado, donde aparecen áreas urbanas (en nuestro caso no incluidas en el área metropolitana), pero donde también aún continúan siendo muy importantes las actividades agrícolas. Según los autores citados, el tercer y cuarto círculos representan el ejemplo más evidente de espacio rururbano. Al respecto, P. Claval afirma que:
En estos sectores el campo subsiste y los paisajes guardan a menudo el encanto de lo rural, pero las formas de vida son predominantemente urbanas: nos encontramos pues, en la ciudad dispersa, dentro del medio "rururbano", que cada vez se interpone más a menudo entre los centros urbanos y las zonas acusadamente rurales(11)
En este contexto, las antiguas aglomeraciones surgidas en torno a estaciones
ferroviarias y los "parajes"(12) fuertemente
asociados a la dinámica rural agropecuaria, comienzan a adquirir
un significado distinto: algunos ven potenciado su atractivo para los nuevos
residentes: son los mas cercanos al área metropolitana o a vías
de comunicación automotriz; otros se ven inmersos en un proceso
de deterioro y olvido, pero ninguno de ellos escapa a dinámica rururbana
por medio de la cual van adoptando nuevas características y significados.
Ante esta situación, nos hemos preguntado acerca de la perspectiva
más adecuada para interpretar las formas de construcción
de estos "lugares" en el marco de la rururbanización, ya que, sin
duda, la aproximación al concepto de lugar que se elija, condicionaría
cualquier análisis posterior. Nos referiremos brevemente a la concepción
de "lugar" adoptada y a sus implicancias para el área de estudio.
Lugares y comunidades rururbanas
El concepto de "lugar" ocupó un lugar destacado en las reflexiones que fueron realizadas desde una tradición geográfica de raíz fenomenológica(13) en las que los conceptos de identidad y de sentido de lugar desempeñaron un papel central. Vinculados, en parte, con esta tradición, existen discursos provenientes de una visión sociológico-valorativa(14)en la que aparece adjetivado positivamente el sentimiento de pertenencia y de identificación con un lugar, por oposición al sentimiento de deslocalización, del que se subrayan los aspectos negativos. Esta especie de identificación de lugar con comunidad, ha tenido, en el ámbito rural, una expresión particular que es la referida a las posturas que alientan el desarrollo rural en clave de desarrollo local, considerando a éste como legítimo, endógeno y auténtico. Este objetivo de la acción política, encontró su sustento en formulaciones teóricas provenientes tanto de la geografía como de las ciencias sociales en general, las que habían identificado al lugar con ámbitos de residencia a través de los cuales, tanto individuos como comunidades, construían su identidad.
Colaboró con esto, por otro lado, la importancia otorgada desde la discusión en ciencias sociales, al proceso de globalización finisecular, lo que ha motivado la reaparición del lugar como objeto de estudio en clave de visualizaciones nostálgicas que asocian el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación e información a la despersonalización de las relaciones sociales, por medio de las cuales, se reemplazaría la sociabilidad basada en la co-presencia por la fría comunicación mediática.
Los argumentos que reivindican al lugar, por lo general, lo hacen a través de una asociación con el concepto de comunidad, en la que no se explicita claramente el mecanismo asociativo. A pesar de esta debilidad, la vinculación lugar-comunidad presenta el atractivo de proveer un concepto -el de lugar- que es visto como sólido y desproblematizado, a la discusión académica y al debate político; es en este último donde todo el sentido común asociado con el lugar se convierte en operativo para la acción. Sin embargo, un análisis algo más cuidadoso, muestra que la relación comunidad-lugar no reviste características de necesariedad, lo que implica que, si bien en ciertos casos puede observarse una identificación entre los dos términos, sería incorrecto suponer que se encuentran siempre asociados, ya que desde otras perspectivas como por ejemplo la de Agnew, un lugar puede convertirse o no en objeto de identidad para un sujeto, pero, en todo caso, no hay por qué asociar sistemáticamente la idea de lugar a la de comunidad(15).
Identificar una categoría de origen espacial, en este caso el lugar, con una de origen antropológico-social, como comunidad, de hecho produce un efecto de "fetichización" de lo espacial(16). De esta forma la dimensión social, portadora de una tradición en la que la problematización de conceptos ha sido moneda corriente, se adhiere a lo espacial, que aparece como una dimensión mucho más desproblematizada. Así, los lugares terminan por convertirse en cuerpos sociales o en cuerpos legítimos para una acción política que se considera a sí misma democratizante, como la del desarrollo local.
Dado que la utilización de metáforas geográficas ha dado lugar a este tipo de propuestas, se hace necesario instituir un ámbito de debate donde, a partir de posturas superadoras, se logre acceder a una interpretación alternativa de las formas de sociabilidad y de la constitución de lugares en un medio al que, en principio, hemos caracterizado como rururbano.
D. Massey(17) propone una perspectiva para el análisis del lugar que supera la visión reaccionaria de quienes observan en el lugar una especie de refugio a la inseguridad que provoca el proceso de compresión tempo-espacial, en la medida en que aquél se constituiría en sede de identidad no problemática y de estabilidad. A esto la autora responde proponiendo otra perspectiva para el abordaje del lugar, que es lo que resulta de interés aquí, dada su aplicabilidad al caso de estudio. De esta forma sostiene que:
Desde finales de los '80 el mundo ha visto el recrudecimiento de reclamos por el lugar -nacionalistas, regionalistas y localistas. Todos ellos han constituido intentos de fijar el significado de lugares particulares, cerrarlos, dotarlos de identidades fijas y reclamos propios. Dentro de la literatura académica y también en sentido más amplio, ha existido una continuación de la tendencia de identificar 'lugares' necesariamente como sitios de nostalgia, de opción frente al Progreso y la Historia. (...)
Brevemente, me parece que estas posiciones tanto políticas como académicas descansan en una particular visión del lugar. Ella es la visión del lugar como delimitado, como un sitio de autenticidad en varias formas, como singular, fijo y no-problemático en su identidad. Es una conceptualización del lugar que descansa en parte en la concepción de espacio como algo estático"(18).
La noción de lugar con que operan gran parte de los trabajos académicos y casi todo el sentido común, es la criticada por Massey; ésta resulta problemática básicamente porque ve al lugar como un dador de identidad basada en su historia interna y porque requiere, para la identificación de un lugar, del trazado de fronteras que delimiten un área en forma axhaustiva y discreta. Como alternativa, la autora ofrece una caracterización del lugar en la que es posible reconocer a la identidad del mismo a partir de un proceso producido dentro de una constelación de procesos que involucra al lugar en sus relaciones con el afuera.
La perspectiva de Massey posee varias ventajas, al menos para el caso que nos ocupa: permite la superación del inmovilismo con que se identifica habitualmente al lugar, no necesita del establecimiento de fronteras precisas para la identificación de los mismos (los lugares podrían, en parte, superponerse o estar formados por áreas no necesariamente contiguas), considera la posibilidad de conflictos en su "interior" (la identidad no es necesariamente única ni armónica) y concibe a la identidad como factible de reproducirse constantemente y por medio de diferentes fuentes. De este modo, la especificidad de un lugar deriva del hecho de que éste es producto de cierta mixtura entre relaciones sociales amplias cuyo origen se encuentra muchas veces fuera del mismo. Así, el sentido del lugar sólo puede ser comprendido a través de la relación del lugar con lo que está más allá de él.
La consideración de estas reflexiones para nuestro análisis particular permite observar a los lugares rururbanos desde una perspectiva diferente: la importancia de las relaciones con el afuera en el proceso constante de construcción de los lugares brinda la posibilidad de descubrir condiciones de "urbanidad" en lugares a los que debería categorizarse como rurales, de acuerdo a la clasificación censal. Esta situación se manifiesta especialmente en aquellas aglomeraciones que por sus condiciones de localización favorables han sido objeto del repoblamiento del que hemos hablado en el punto anterior, especialmente las cercanas a las carreteras y a las autopistas o las que por otros motivos se han mostrado más favorecidas en el proceso de rururbanización.
Para gran parte de esas aglomeraciones de población hemos propuesto la existencia de más de un lugar coexitiendo en la misma localidad. Al respecto es posible observar que en la misma localidad se establecen ciertos circuitos que vinculan elementos utilizados mayoritariamente por habitantes "neorrurales" cuyas características de urbanidad son perfectamente apreciables aún a primera vista (tanto en lo referido a sus prácticas cotidianas como en lo referido a las representaciones territoriales con que operan habitualmente). Inclusive, se ha observado, en algunas localidades, un tipo particular de regionalización temporal por medio de la cual la localidad en sí misma se transforma, durante el día, en un lugar constituido principalmente a través de las prácticas de los habitantes neorrurales y a partir del atardecer en un lugar dominado por las prácticas de los habitantes rurales de las cercanías que acuden allí con el objeto de reunirse, interactuando cotidianamente de modo similar a como lo hacían cuando la lógica de la producción agropecuaria era la que otorgaba sentido a la movilidad espacial cotidiana de los habitantes rurales.
Esta perspectiva, que no excluye la posibilidad de conflicto (el que
podría surgir, por ejemplo, ante eventuales reclamos opuestos de
los dos grupos a los que nos hemos referido), permite suponer que puede
existir más de un lugar en permanente construcción en la
misma localización. Tal parece ser una de las características
constitutivas más relevantes de los lugares rururbanos a los que
hemos hecho referencia.
Notas
1. En el sector norte, las características iniciales se han desdibujado notablemente, especialmente en el sector más cercano al área metropolitana, donde las formas de asentamiento de tipo urbanas han reemplazado en gran medida a las de tipo rural y donde las explotaciones agropecuarias han diversificado su actividad en forma tal que se dificulta el reconocimiento de las características constitutivas de la cuenca de abasto de lácteos.
10. GARCÍA RAMÓN, M. D. et. al. op. Cit
11. En CLAVAL, P. Geografía económica. Barcelona: Oikos-Tau, 1980, pag. 303.
12. Los parajes son entidades territoriales con clara existencia en la representación espacial de los habitantes rurales de larga data en la zona. Suelen corresponderse con un sitio donde es posible encontrar tan solo una escuela y un "almacén de ramos generales" (tiendas rurales cada vez menos frecuentes donde era posible aprovisionarse de casi todo lo necesario para cubrir las necesidades cotidianas, desde las alimenticias hasta aquellas necesidades vinculadas con las tareas rurales). Los pueblos, en general construidos en torno a una estación ferroviaria, resultan más importantes y hasta hace algunos años solían contar con algunos servicios básicos, incluso, la mayor parte de ellos, alcanzan la categoría de localidad rural en las estadísticas censales.
13. TUAN, 1996; BUTTIMER, 1985.
14. MAFFESOLI, M., 1990; ELIAS, N. y SCOTSON, J., 1994; RELPH, E., 1976.
17. MASSEY, D., 1993; MASSEY, D., 1994.
18. MASSEY, D. op. cit., 1994.
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