Scripta Nova  Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 45 (13), 1 de agosto de 1999
 

IBEROAMÉRICA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO  XXI.
Número extraordinario dedicado al I Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

DE LA IDENTIDAD URBANA A LA IDENTIDAD CORPORATIVA: LAS FORMAS DE LA PERTENENCIA EN EL GRUPO TECHINT (ARGENTINA)

Hugo Gaggiotti
Doctor en Antropología Social e Historia de América y África
CONICET


La relación entre espacio y sociedad en la Argentina tuvo un momento conflictivo que puede ubicarse a fines de la última década del siglo diecinueve. La inmigración, que fue entendida como un "problema" para una élite consolidada sobre la base de una permanente, dispersa y escasa población, planteó, como se ha estudiado por algunos historiadores argentinos, una disyuntiva de hierro para los grupos de dominio: por un lado, el convencimiento acerca de la necesidad indispensable e impostergable de una ampliación de la base demográfica como condición para la realización de, lo que se ha señalado con acierto, un "proyecto de nación"(1); pero, a la vez, un paulatino crecimiento de la desconfianza hacia sus propias fuerzas de control, un temor -fundado- acerca de la posibilidad de cambios culturales tan profundos que pudieran minar los fundamentos necesarios de ese control: la base de una (supuesta) "argentinidad"(2).

Argentina, de hecho, no escapaba a una problemática común a la de otros países receptores de una fuerte inmigración ultramarina, con grandes áreas destinadas al poblamiento y con fuertes necesidades de integración de su economía a un mercado cada vez más internacional(3).

Entre 1870 y 1914 llegaron a la Argentina alrededor de seis millones de personas de las cuales aproximadamente la mitad se asentó en forma permanente. En 1914 casi un tercio de la población del país (29,8%) había nacido en el extranjero, siendo los italianos y españoles casi un 80% de ese total. Pero, más allá de esta gran oleada, la inquietud parece haberse relacionado sobre todo con la distribución tanto socioespacial como socioeconómica de esta "nueva" población. Un país con un territorio políticamente consolidado de vastas proporciones e ínfimamente poblado no debería ofrecer problemas para una distribución homogénea en el contexto de un crecimiento económico explosivo. Sin embargo, fuera de lo previsto, el proceso inmigratorio concentró la población en centros urbanos. Hacia el cambio de siglo la tasa de población urbana de la Argentina se había elevado notablemente: de 42,8% en 1895 al 57,3% en 1914 (la misma tasa en los Estados Unidos en 1910 era de 46,3 y en Gran Bretaña en 1850 era del 55 %). Entre 1895 y 1914 la población de la ciudad de Buenos Aires creció de 660.000 habitantes a 1.570.000 habitantes. Como se ha puntualizado recientemente, la tasa anual de crecimiento demográfico de la ciudad entre 1904 y 1909 (5,8%) era, con excepción de Hamburgo (6,1%), la mas alta del mundo occidental(4).

Al igual que en otros países, la densificación acentuó los desajustes sociales de las ciudades. Muchos trabajos enfocados desde este ángulo han mostrado que el trabajo urbano produjo fuertes desigualdades, el hacinamiento proliferó y degradó la vida cotidiana(5), la alta concentración favoreció el incremento de las enfermedades y aumentó considerablemente la criminalidad y la prostitución(6).

Sin embargo, paralelamente a los desajustes experimentados por la primera generación de extranjeros, la inmigración consiguió, especialmente en las ciudades y periferias de ciudades de escasa o nula población receptora, crear las bases de un mundo urbano propicio para el desarrollo industrial. Contra lo que la mayor parte de la historiografía rioplatense, especialmente argentina, ha subrayado, la inmigración ultramarina, especialmente la italiana, con sus fuertes pautas de comportamiento urbano mediterráneo, reorganizó el espacio y, gradualmente, se preparó para un cambio decisivo: en poco más de una generación, de formar parte de las funciones de una red urbana organizada sólo alrededor de la economía agroexportadora (1880-1930) una parte de las ciudades fundadas por los inmigrantes, como ellos mismos, pasó a integrarse, primero, a un esquema de incipiente industrialización derivada de una economía de sustitución de importaciones y, posteriormente, a un sistema industrial nacional, multinacional y, más recientemente, global.

El presente artículo es una introducción a una investigación, actualmente en fase final de desarrollo, sobre las formas de la identidad industrial en Argentina desde la década de 1950 hasta la actualidad(7). El eje central del trabajo pasa por la búsqueda de las consecuencias que produjeron y producen, en la empresa y en la ciudad, las representaciones que desestiman las formas de vida adoptadas por los trabajadores inmigrantes (de tres generaciones), en la constitución de su identidad urbana y de empresa, ya que los organismos gubernamentales en todas las áreas de control sobre lo público mantuvieron (y mantienen) la representación de una sociedad, pasada y presente, constituida sólo bajo patrones de una ruralidad estanca y excluyente, a pesar de que la evolución de las principales variables socioecómicas y socioculturales demuestran lo contrario.
 

El grupo Techint
 

El grupo Techint(8) es dueño de la firma de ingeniería y construcciones más grande de Argentina y produce actualmente la casi totalidad del acero nacional. Fue creado en la década de 1950 por el ingeniero italiano Agostino Rocca y es conducido actualmente por sus descendientes. Cuenta con más de 100 empresas, emplea 53.000 trabajadores y factura 7,5 billones de dólares (1125 billones de pesetas) por año.

Las grandes obras públicas --gasoductos, oleoductos, centrales energéticas, líneas de alta tensión, plantas industriales-- y los tubos de acero para la industria petrolera, producidos por la mayor de las empresas del grupo, Siderca, -- fueron los ejes en torno de los cuales el holding creció durante cuatro décadas.

Fundada en 1954, Siderca SAIC(9) es hoy uno de los principales productores mundiales de tubos de acero sin costura. La gama de productos incluye tubos de entubación (casing), de producción (tubing), conducción (line pipe) y tubos para usos mecánicos y de alta presión y temperatura.

Siderca integra, además, la DST (http://www.dstpipes.com/) una alianza con Tamsa -de México- y Dálmine -de Italia-, quienes complementan sus instalaciones, gama de productos, redes de comercialización y recursos humanos. El conjunto Siderca, Tamsa y Dálmine tiene una participación del 25% del comercio mundial de tubos de acero sin costura. Dicha participación crece al 30% si se consideran solo los tubos destinados a la industria del petróleo.

La planta industrial de Siderca (figura 1) está ubicada en la ciudad de Campana, Argentina. Ocupa 300 hectáreas y posee en la actualidad uno de los más modernos trenes de laminación para tubos de acero sin costura que existen en el mundo. La capacidad anual de producción es superior a las 700.000 toneladas de tubos de acero, exporta el 70% de la misma a más de 50 países en todo el mundo y es proveedor de las mayores compañías petroleras mundiales.

Figura 1.
Vista de Siderca

Fuente: http://www.campana.gov.ar/frameppal.htm





El partido de Campana, división administrativa provincial de Argentina, está situado a 75 km al norte de Buenos Aires, sobre la margen derecha del río Paraná. Posee una superficie de 954,54 km2, de los cuales 377 km2 son tierra firme y 577,54 km2 pertenecen al llamado Sector Islas (tierras anegadizas del Delta del Paraná); el partido limita al Norte con el Río Paraná Guazú (brazo norte del Paraná), que lo separa de la provincia de Entre Ríos, al sur con el partido de Exaltación de La Cruz, al este con los de Pilar y Escobar y al oeste con el partido de Zárate. La población actual (cesnso de 1991) es de 71.217 habitantes.

La ciudad de Campana, que es la cabecera del partido, se levanta sobre la margen derecha de uno de los brazos de este río, el Paraná de las Palmas. La ruta panamericana la une con las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y el norte del país; la ruta provincial 6 y las nacionales 7 y 8 la conectan con el centro de Argentina; la ruta 12 con la ciudad de Zárate y, desde allí, al complejo vial (sistema de puentes sobre el delta del Paraná) Zárate-Brazo Largo, que cruza toda las llamadas provincias mesopotámicas argentinas y que vincula la llanura con Uruguay y Brasil. La vía fluvial a través del Paraná de las Palmas y el ferrocarril permite el transporte de mercancías y personas desde Campana hacia Buenos Aires y, desde allí, al resto del mundo.

La ciudad cuenta con escuelas primarias, secundarias y una sede universitaria, un hospital general con 20 centros periféricos asistenciales, centros de recreación, infraestructura urbana -agua corriente, cloacas, gas, teléfonos, energía eléctrica, pavimento, seguridad pública- y una buena disponibilidad de viviendas.

La población de la ciudad está vinculada estrechamente al sector secundario. Casi el 90 % se emplea en las industrias siderúrgicas, químicas o metalúrgicas. (cuadro 1).
 

Cuadro 1.
Actividades ocupacionales de la población de Campana.
 
Siderurgia 51,4%
Química 20,3%
Metalúrgica 17,2%
Resto 11,1%
Fuente: http://www.campana.gov.ar/frameppal.htm
 

Campana en la historia rioplatense
 

Los territorios del eje Campana-Zárate, hoy concentradores de una parte sustancial del potencial industrial argentino, no fueron, en sus inicios, distintos a los del resto de la llanura rioplatense: la zona estuvo habitada por aborígenes cazadores recolectores seminómades; también en esta zona el reparto original de tierras (que realizara Juan de Garay en 1580) cambió de manos, como muchas propiedades coloniales, varias veces; de la misma manera, desde los inicios de la ocupación española, la actividad se concentró en la caza del ganado cimarrón, la instalación de una grasería y, luego, de una estancia ovina (Costa); también aquí la fragmentación de tierras tuvo propósitos especulativos con el objetivo de conseguir la sobrevaloración inmobiliaria; de la misma forma que en cientos de poblados de la llanura, la llegada del ferrocarril (1876) se consiguió mediante las relaciones personales de los grupos de poder local con el poder extralocal, especialmente de Buenos Aires, ligado a las empresas de ferrocarril inglesas; por último, y lo que sí fue una característica más propia del entorno cercano de Buenos Aires, hacia fines de siglo irrumpió la industrialización de transformación agrícola ganadera, que se manifestó en la ciudad con la instalación de un molino harinero, una destilería y un frigorífico (1885-1924).

A partir de entonces, la globalidad económica en la que se integró la llanura diversificó sus actividades según distintas funciones, que se distribuyeron sobre la base de la ocupación urbana que había experimentado gracias a un constante y elevado flujo inmigratorio. Tras el estallido de la primera guerra mundial se produjo el inicio de un tímido proceso de sustitución de importaciones; las ciudades ya vinculadas al sector servicios, como el caso de Campana, de mayor actividad terciaria, asentuaron el proceso de industrialización e iniciaron un lento camino de especialización ligado a la transformación de las materias primas agrícolas, al comercio y al tránsito ferrocarrilero y fluvial. A medida que se consolidaba la actividad de su puerto como transbordador de productos y crecía la capacidad de acopio en la estación de ferrocarril, Campana se especializó como área administrativa y de servicios del partido. El proceso se interrumpió, como en otras partes de América Latina a finales de la década de 1920, para reanudarse 30 años más tarde, luego de que una segunda fase en el proceso de sustitución de importaciones (iniciado durante la segunda guerra mundial) produjera la creación de las principales industrias básicas; los ventajosos terrenos sobre el río, todavía baratos en comparación con aquellos más cercanos del sur de Buenos Aires (pero peor comunicados por vía fluvial), sumado a la rapidez de llegada de productos desde Buenos Aires por ferrocarril, transformaron al lugar en un foco óptimo para la radicación de las actividades del sector secundario. Se instalaron entonces una fabrica de trinitotolueno (Fábrica Militar de Tolueno Sintético, 1952) y una refinería de petróleo (Compañía Nativa de Petróleo, luego ESSO SAPA) (figura 2).

Figura 2.
Vista de Campana desde la refinería de petróleo ESSO.

Fuente: http://www.campana.gov.ar/frameppal.htm





Finalmente, en 1964, se instaló al norte de la ciudad, en terrenos del antiguo frigorífico, Siderca. Siderca se transformó, en poco tiempo, en la empresa fabril más importante del lugar. Ocupa actualmente 4796 personas, sumando internas y contratadas. Si se considera que, en promedio, la unidad familiar de las ciudades de la pampa húmeda oscila entre 3 y 4 personas, alrededor de 20 mil habitantes de Campana están relacionados, directa o indirectamente con Siderca, a los cuales habría

que sumar aquellos vinculados a Cometarsa (otra de las empresas del grupo radicada en Campana) más el resto de empresas contratistas que trabajan para Siderca; la mitad de la población de Campana está relacionada, directa o indirectamente con Siderca o con alguna empresas del grupo Techint o contratista del grupo Techint.
 

Cultura urbana y cultura de empresa
 

Distintos trabajos de campo en diversas empresas del grupo han permitido advertir que, al interior de Siderca se ha gestado y consolidado una cultura corporativa relativamente bien definida(10). Sin embargo, a pesar de que, especialmente en Campana, existe cierta identidad de propósitos entre la comunidad y la administración de la empresa, las instituciones colectivas de orden público no han reconocido ni reconocen esta identificación. Esa falta de identificación de lo público institucional con lo privado empresarial se manifiesta no sólo en un escaso sentido de pertenencia por parte del funcionariado y del mundo de la administración pública, sino que se transmite al resto de la comunidad. Puede adverirse entonces que, en el entorno social de las empresas del grupo, especialmente de Siderca, sus empleados tienden a establecer un contexto aislado que se defiende, hipotéticamente, de peligros externos, entendidos como las idas y venidas de las medidas gubernamentales federales y provinciales, la estabilidad laboral derivada de los vaivenes gremiales o, en mucha menor medida, de las decisiones municipales, que, siempre, se entienen contrarias al desarrollo de las actividades del grupo.

Esa endogamia de fuerza identitaria, tan común en grupos industriales multinacionales, especialmente estadounidenses, no ha conseguido en Campana generar el círculo, virtuoso para toda empresa, de una localidad que apoya las actividades del grupo. Al día de hoy no podría decirse que las empresas del grupo Techint en Campana, y especialmente Siderca, forman parte de un contexto social que, a través de décadas y generaciones, haya integrado al mundo urbano y al industrial y hayan instalado en la sociedad la idea de que ciudad e industria han formado un ethos indisoluble y se han mantenido en el lugar que ocupan como patrimonio colectivo.

Esto se corrobora en las representaciones gubernamentales de Campana. Es cierto que, a diferencia de otras ciudades sin impronta industrial, el discurso local ha registrado en, por ejemplo, las narraciones sobre el desarrollo de la comunidad, la presencia de sus actividades industriales. Sin embargo, nunca se han reconocido las formas creadas para justificar un origen ­elemento básico en la constitución de la identidad colectiva-; nada se menciona, ni se ha mencionado, acerca de la responsabilidad que las actividades industriales, iniciadas primero con la transformación agroalimentaria y continuadas luego por otras empresas, especialmente Siderca, produjeron en la historia de la ciudad.

Todo lo contrario: para el discurso local, el problema de las explicaciones históricas del origen, la fundación y el desarrollo de Campana, consiste en no subrayar debidamente el pasado rural de la ciudad y puntualizar, en exceso, que se construyó "sobre un espacio vacío. La tradición popular quiso ver en los hermanos Costa ­los poseedores de la primer estancia ovina-, los fundadores-creadores de nuestra historia, echando, por lo tanto, un manto de oscuridad sobre el pasado histórico anterior al hecho fundacional. No se trata de negar la trascendencia que tuvieron en la historia, ni de menospreciar el lugar relevante que siguen ocupando, y creemos que con justicia, en la memoria colectiva de los campanenses. La intención de este trabajo es "desenterrar" de la oscuridad, una historia previa, muy rica en procesos y hechos que contribuyeron a forjar nuestro pasado. Haciendo un análisis del pasado de la estancia, sus actividades agropecuarias, la mano de obra, la evolución de su propiedad, por citar algunos ejemplos, creemos preparar el camino para que nuevas investigaciones nos ayuden a comprender nuestro pasado. Aún cuando no ocupen un lugar importante en nuestra cultura local, esos hechos, esos procesos nos pueden servir para reflexionar sobre aquellos hombres que vivieron en nuestra zona, antes de los Costa"(11).

Como puede advertirse, no existe ningún tipo de referencia a los orígenes urbanos e industriales de la ciudad; es más, estos textos llegan a argüir que el pasado de los campanenses debe se buscado en los orígenes rurales de la zona, en las actividades a las cuales se dedicaron, en sus inicios, los anteriores dueños de la estancia de los Costa (que tampoco fueron sus primeros dueños y que, en sentido extricto, tampoco se dedicaron a actividades agrícolas tal cual las entendemos hoy).

Debe recordarse que, si nos remontamos a la primera fase de actividades de transformación campanense, nos toparíamos con un pasado industrial de, por lo menos 114 años. Este es un período de tiempo sustancialmente mayor a los 35 años de funcionalización de la estancia ganadera de los Costa e incluso superior a los 96 años de organización rural ligada a la caza del cimarrón y a la producción de sebos, cueros y salazón de carnes. Ésto tomando en cuenta cómo válida la asociación que las instituciones gubernamentales, educativas y estatales en general hacen entre el pasado urbano, es decir el de Campana-ciudad y el Campana-partido, asociación poco justificable. Si se toma, en cambio, sólo cómo válido para el pasado de Campana, su historia urbana, el contexto de industrias de transformación campanense comenzó sólo 10 años después de la fundación oficial de la ciudad, es decir en 1885.

Además de la profunda tendencia del discurso ideológico argentino por encontrar, siempre, la justificación del pasado dentro del marco de una extendida ruralización, incluso para las ciudades ­la pampa ha llegado a ser considerada en el Río de la Plata como la única forma de entender todo pasado colectivo-, otras causas podrían desplegarse para justificar esta explicación para el caso de Campana. Entre ellas, la más sugerente, es la de la interrupción de ese proceso de industrialización durante 40 años, entre 1924 (fecha del incendio y destrucción del frigorífico, a lo que se agregó, poco después, la crisis financiera internacional de 1929) y 1964 (fecha de la instalación de Siderca).

Según esta idea, hubiera sido necesaria una continuidad para la consolidación de ese trasfondo industrial; la interrupción se tradujo, por lo tanto, en una forma de representar el mundo colectivo privado como externo y distinto al público. Las empresas, y especialmente Siderca, quedaron fuera del mundo campanense, de su historia y de su pasado, por lo que, tampoco, sirven para explicar su presente. Son objetos alejados, presentes pero ajenos, a pesar de que el gobierno local puntualiza "que las exportaciones primarias son irrelevantes, lo que en parte se explica por la transferencia de mano de obra al sector secundario, más productivo y dinámico"(12) .

Esta contradicción, de alguna forma, es percibida por los vecinos de Campana. Un vecino de Campana nos señaló en una entrevista que "los de Siderca están muy preocupados porque a pesar de que han hecho unas escuelas a todo lujo, el nivel de los estudiantes que sale es muy bajo"(13) .

Por el contrario, las explicaciones dadas por Siderca acerca de su relación con el mundo urbano circundante se manifiestan estrechas: "Every day ­se acota en las informaciones que da la empresa acerca de sus actividades comunitarias- the operative level receives a greater participation of industrial technicians graduated from technical schools of the neighboring cities. The appointment of qualified people to this level es mainly done through the young technician program. Every year a group of young students attending the last year at the technical schools complete their studies with a training program which provides the basis of the technology used in our plant together with its application"(14).

Es obvio que, detrás de estas manifestaciones promovidas desde Siderca, existe el interés por mostrar una empresa con una decidida vocación social, atenta a las necesidades locales que, incluso, señala un aporte unidireccional entre empresa-sociedad que se sugiere no del todo correspondido, lo que, como se ha estudiado en otras partes de la investigación mencionada, forma parte de los patrones culturales del grupo Techint. A pesar del cuestionamiento que éllo merezca, cabría preguntarse hasta qué punto la negación del pasado y del presente industrial de la sociedad urbana de Campana por parte de los que han controlado y controlan los ámbitos de decisión pública (instituciones educativas y gobierno municipal, especialmente), favorece la construcción de mejores bases de entendimiento de las formas culturales de las empresas del grupo Techint, de su accionar, de la sociedad campanense en general y de los proyectos conjuntos entre empresa y sociedad urbana, o, por el contrario, no sólo entropece las actividades industriales de Techint en Campana sino que separa a su comunidad de un contexto al cual se haya unida fuertemente, cuestiones que se profundizan en la investigación a la que se ha hecho referencia anteriormente.
 

Notas
 

1. Zimmermann 1993; Halperín Donghi 1980a.

2. Ver, entre muchos, los trabajos que se consideran fundamentales de Biagini 1980, Botana 1984, --. 1985, Cortés Conde 1979, Cortés Conde y Gallo 1973, Di Tella y Halperín Donghi (comp) 1969, Halperín Donghi 1980b, -- 1987, Panettieri 1986, Peña 1975, Romero 1987, --. 1989 y Sabato 1988.

3. Los ejemplos más estudiados en comparación con el caso argentino, son los de Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelandia y Australia.

4. Comparada con la ciudad de Nueva York, la población de Buenos Aires era menor, pero la tasa de crecimiento anual era levemente mayor (5,7% y 5,8% respectivamente). Zimmermann 1993, p. 34. Véase también Censo 1909a (1910), xi, y Censo 1914 (1916), I, 119 y 123.

5. Hardoy 1984.

6. Sabato y Romero 1990.

7. Universidad de Barcelona. Título de la investigación postdoctoral: El Grupo Techint: Identidad industrial y formas de la globalización en Argentina.

8. http://www.TECHINTGROUP.COM

9. http://www.siderca.com/spa/acerca/acerca.htm

10. El trabajo de campo consistió en estancias en tres empresas del grupo y empresas contratistas del grupo, encuentros y entrevistas con trabajadores de empresas y vecinos de Campana, intermitentemente, entre 1983 y 1993.

11. http://www.campana.gov.ar

12. http://www.campana.gov.ar/frameppal.htm

13. Entrevista a L.P.; enero 1993.

14.  http://www.siderca.com/
 

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