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UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año VI.   Número: 41
Septiembre de 1982

HERENCIAS Y PERSPECTIVAS EN LA GEOGRAFIA SOCIAL FRANCESA

Robert Herin


Nota sobre el autor

El Profesor Robert Herin nació en 1936. Tras realizar estudios superiores en la Ecole Normale et Supérieure de St. Cloud (1957-1961) Y en la Universidad de París (donde obtuvo la Licenciatura en geografía en 1958), ganó la plaza de profesor agregado de enseñanza media en 1961. En 1965 entró como profesor ayudante en la universidad de Caen, y en ella ha permanecido desde entonces, como Maitre-Assistant (1968-75) y desde 1978 como Catedrático.

Robert Herin ha dedicado una sostenida atención a la geografía agraria y a la geografía social, y en estos dos campos sus trabajos se cuentan entre los más estimulantes y renovadores de la geografía francesa actual. Su producción científica se caracteriza también por su rigor intelectual y por su inequívoco compromiso social. Un tanto a contracorriente del ambiente generalmente conservador de la geografía rural francesa, sus estudios han intentado siempre detectar los mecanismos sociales y económicos decisivos en la organización del espacio, las relaciones de dominio y dependencia que están en la base de muchas de las características del espacio agrícola, y las contradicciones y conflictos que oponen a unos grupos y otros en su aspiración a controlar los recursos productivos.

Sus investigaciones se han centrado en dos espacios geográficos concretos; la Península ibérica y la Francia del Oeste. Dentro de España ha estudiado, sobre todo, la región de Murcia a la que ha dedicado su tesis doctoral (presentada en febrero de 1976) y un gran número de otros trabajos. Destacamos entre ellos los siguientes:

L 'agriculture espagnole, "Meditarranée", vol. 4, 1968, pags. 335-383

Les populations rurales du Campo de Cartagena, Publication du Centre de Recherches sur I'evolution de la Vie Rurale, Université de Caen, 1971, págs. 313-362.

- Population et societé rurale dans la commune de Moratalla (Murcia), Univ. Aix-en-Provence, 1972, pags. 183-196.

- El r/o Segura. La ordenación de una cuenca hidrográfica mediterránea, "Revista de Geografía", Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 2, 1972, pags. 168-208.

- Les crues dans le Bassin du Segura, "Revue Géographique des Pyrenées et du Sud-Ouest", Toulouse, vol. 45-46, 1974, pags. 329-358 (en .:olaboraci6n con J. P. Trzpit)

- La genese des crues dans le Bassin du Segura, "Revue.Geog. Pyr. et S. O.", vol. 46, 1975, pags.69-100 (con J. P. Trzpit).

- Le Bassin du Segura. Recherches de géographie rurale. These de Doctorat d'Etat, Caen, 1976, 893 pags. + Atlas de 44 láminas. Existe un resumen de 30 págs. publicado en 1977 por el Centre d'Etudes Rurales de Caen, 1977.

- Les pnpulations du Haut Bassin du Segura: une dépopulation tardive et accélerée, "Papeles del Departamento de Geografía", IJniversidad de Murcia, Año 1975.

- Les Huertas de Murcie. Les Hommes, la terre et I'eau dans /'Espagne aride, Aix-en-Provence, Edisud, 1980, 300 pags.

- Agriculture et développement regional; /'exemple murcien, en Melanges offerts au Prof. Sermet, Toulouse, 1980, 20 pags.

- Géographie électorale de la Province d'Alicante, Alicante, 1980, 14 pags.

- Las elecciones en la provincia de Murcia. Estudio de geografía política y social, "Papeles del Departamento de Geografía", Universidad de Murcia, 1981 (en publicación)

- Los espacios socio-poIíticos de las ciudades españolas. El ejemplo de Cartagena y Murcia, "Areas. Revista de Ciencias Sociales" Murcia, no 2, 1982, pags.

- Géographie électorale et classes sociales dans l'E,spagne du Sud Est, "Rev. Geog. Pyr. Et S. O.", 1982 (en publicaci6n).

Otra área de trabajo de R. Herin es, como se ha señalado, la Francia del Oeste. Entre 1979 y 1981 sus investigaciones se realizaron en el marco deI grupo de trabajo interdisciplinario del C. N. R. S. sobre "Observación del cambio social y cultural", que trabajó especialmente en una comarca del bocage normando. Desde 1981 el Prof. Herin dirige el Centre d'Etudes Régionales et d' Amenagement (CERA) que reúne a 25 investigadores y desarrolla un plan de investigaciones sobre la geografía social de la Baja Normandía. Entre sus publicaciones personales dedicadas a estos temas destacaremos las siguientes:

- Les travailleurs saissoniers d'origine étrangere en France, Cahiers de 1'I.N. E. D., Paris,1971, pags. 233-284.

- Essai de definition de la moyenne explotatíon fami/iale en Basse Normandie et dans la Maine, Publication du Centre de Recherches sur l'Evolution de la Vie Rurale, Univ. Caen, 1972, pags. 236-261.

- Le canton de Saint Hilaire, un bon pays?, ¡;ERA, Caen, 1973, pags. 13-19 (en colaboración).

- Une révolution fourragere en Pays d'Auge, "Cahiers du Departament de Géographie", Caen, 1973, pags. 71-87 (en colaboración).

- Le maïs en Basse Normandie, "Cahiers du Departament de Géographie", Caen, 1973, no 7 (en colaboración).

- Les societés bas-normandes, Colloque l'Université et sa Région, Québec, sept. 1979.

- Le Bocage Domfrontais: mutationset permanencesd'unepaysannerie de la France de /'Ouest, Congres Societés Savantes, Caen, 1980 (en colaboración).

- Le Domfrontais. Recherchessurlechangemeñtsocialetculturel, Publico A. T. P. du C.N.R.S., 1981,67 pags. (en colaboración con J. Chevalier).

- Vivre en Bocage. Dossier sur le developpement rural integré. Caen 1982, 212 pags. (Coordinación de la obra y redacción del cap. 4).

- Touques, de la cité medievale a la ville de l'An 2000, "Cahier de l'Equipe de Recherches géographiques sur la production et la consomation de I'espace touristique litorale", no 4, 1981, pags.49-118.
 

 El traductor

 Francesc Nadal es licenciado en Geografía por la Universidad de Barcelona, y en la actualidad Becario en el Departamento de Geografía. Ha publicado en "Geo Crítica" un trabajo sobre Poder municipal y espacio urbano (nº 37)


Desde hace algunos años, se asiste en Francia a una renovación de la geografía social. En febrero de 1981, la Comisión de Geografía de la Población del Comité Nacional de Geografía ha elegido como tema de investigación la geografía social y como objetivo la organización de un coloquio en octubre de 1982. El Boletín de la Asociación de geógrafos franceses ha publicado en varias ocasiones en estos últimos números reseñas de coloquios y de comunicaciones que plantean cuestiones de geografía social. El número 4 de Villes en parallelle está dedicado al tema "Ciudad y espacio social". Los archivos O.C.S. (Observación del cambio social y cultural) han publicado y publicarán numerosos textos que son otras tantas contribuciones a una geografía social de Francia. En Caen y en el Centro de Estudios Regionales y de Ordenación Territorial (C.E.R.A.) está en marcha desde hace varios años una reflexión sobre la geografía social, reflexión que inspira artículos, tesis y obras diversas.

En esta corriente de la geografía social, que utiliza poco las aportaciones exteriores, alemanas o anglo-sajonas, convergen inspiraciones bastante próximas. Realmente, el espacio social se ha convertido en pocos años en el tema común (y no concertado) de un número importante de artículos. Curiosamente -pero ¿acaso esto no es una tradición de la geografía humana francesa?- las investigaciones y las publicaciones preceden a la reflexión epistemológica acerca de la geografía social. Si se quiere volver a centrar la geografía humana sobre lo social, si se pretende reconquistar en el campo de lo social el lugar abandonado y dar a la geografía, ciencia de las relaciones entre los hombres y los espacios, la audiencia y el rol social que debe tener, es conveniente definir ahora el objeto de la geografía social, los campos de sus investigaciones y las relaciones que ha de establecer con las otras ciencias sociales. Esto es lo que nos proponemos esbozar aqu(, partiendo a la vez de una experiencia ahora ya larga de investigador individual, y de una práctica de investigación colectiva y pluridisciplinaria.
 

Los orígenes de la geografía social

Desde Elisée Reclus, uno de los primeros en utilizar la expresión geografía social, la preocupación por lo social es una constante en la geografía francesa. Jean Brunhes le dedica un capítulo de su tratado de geografía humana. A principios del siglo XX geografía humana y geografía social tenían sensiblemente el mismo significado.

El interés por la vida social, o incluso por los problemas sociales, se refleja en las tesis de geografía general o regional del primer tercio de siglo. Los autores describen con minuciosidad los utensilios, los ritmos y las condiciones de trabajo, el habitat, sus materiales, sus disposiciones y sus funciones, las actitudes y comportamientos colectivos. Por medio de una observación detallada, se intenta ofrecer al lector con estas descripciones una imagen fiel y viva de los grupos humanos, de sus actividades, de sus condiciones de vida. La calidad literaria de la descripción, a la manera de un novelista naturalista o de un periodista de grandes reportajes, tiende a transmitir en su integridad y en su complejidad la realidad vivida, que una descripción científica realizada de forma metódica empobrecerla o incluso desnaturalizaría. Pero la sensibilidad hacia las realidades sociales por sí sola no conduce a una reflexión fundamental sobre las relaciones entre la organización social, las estructuras económicas y las diferencias espaciales.

Esta tradición de una geografía humana preocupada por lo social, continúa inspirando las investigaciones y escritos de un buen número de geógrafos franceses, preocupados por una observación atenta de los hombres en sus paisajes, en su vida cotidiana, en las dificultades, en los dramas y alegrías de su existencia. La calidad de los datos -calidad del texto de la ilustración fotográfica y gráfica- tiende a transmitir al lector un documento tan rico y matizado como es posible. Situar a los hombres en sociedad en el centro de las preocupaciones y de las investigaciones geográficas, tal es la ambición de esta geografía humanista que ilustran notablemente obras ,como Le Travail en Sicile de Renée Rochefort o Paysans de Normandie de Armand Fremont -la una y la otra obras destacadas, sin duda, de la geografía social en Francia.

A partir de los años 30 se multiplican en Francia, bajo la influencia de los historiadores, las investigaciones de geografía agraria. La formación de los bocages y openfields y la organización que ha presidido su ordenación y su conservación apasionan a bastantes geógrafos. Este análisis de las relaciones entre la dinámica de los paisajes y el de las estructuras sociales marca un progreso de la geografía como ciencia social -en Alemania, H. Bobek y W. Hartke dirigen entonces investigaciones del mismo tipo, prolongándolas eventualmente al estudio de los paisajes urbanos(1). La ambición de estas investigaciones es comprender los paisajes, sus diferenciaciones y sus dinámicas, para lo cual hacen intervenir las estructuras sociales como factor esencial de explicación, sin que se recurra a grandes hipótesis referentes a la evolución económica, social y cultural de las sociedades rurales o urbanas.

Durante los años 1945-1955 la geografía francesa, y probablemente en conexión con la situación política del momento -la liberación, los éxitos electorales de los partidos de izquierda, las grandes reformas sociales de la inmediata post-guerra; después los años de guerra fría y la cristalización de las estratificaciones sociales, políticas e ideológicas- produce entonces numerosos estudios de geografía inspirados por la investigación en ciencias sociales. Es la gran época de la geografía electoral. Desde antes de la segunda Guerra Mundial, A. Siegfried había desarrollado ya investigaciones sobre la geografía de los comportamientos políticos y religiosos y sus relaciones con los medios naturales y las estructuras agrarias(2). La geografía electoral del Ardeche durante la III República fue en su tiempo un texto bastante conocido. Son también de la misma época los estudios de F. Goguel(3), de G. Le Bras(4)  y, de una forma más general, las investigaciones de sociología electoral de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas(5). Los geógrafos analizan con esta óptica los grandes valles intra-alpinos, Maurienne y Tarentaise(6), el conjunto de los Alpes del Norte(7), el Grésivaudan(8), y la división administrativa del Issoire (A. Chauchat), mientras que L. Gachon plantea las hipótesis fundamentales de la geografía electoral(9).

Paralelamente, se intenta sistematizar estas investigaciones, desmarcarlas de la geografía clásica, clarificar las hipótesis y delimitar el campo. Aliado de una geografía humana convertida en clásica y oficial (la geografía de las Facultades de Letras) con unos dominios bastante limitados (geografía de la población, de los tipos de vida, del habitat y geografía económica), A. Chatelain traza los rasgos de una geografía sociológica que él enlaza con el Tableau Politique de la France de l'Ouest durante la III República de A. Siegfried. Esta geografía sociológica, hasta entonces descuidada por la "geografía de preocupaciones materialistas" (A. Chatelain dixit), trata de los comportamientos políticos y religiosos, del trabajo, de la difusión de la prensa, de la educación nacional y de la laicidad... "Destaca la importancia de las clases o las categorías sociales y de los carácteres mismos de la vida social: parte de la vida individual y de la vida colectiva... ¿cuándo tendremos una geografía social de la burguesía francesa, del clero... de los obreros industriales... ?"(10).

La combinación de estas diferentes aproximaciones conducirá a una geografía sociológica comparada(11), es decir, a una geografía que, procediendo por superposición de los mapas de los diferentes comportamientos y de la distribución espacial de las clases sociales y de las características de la vida social, permitirá poner en relación (en correlación), por concordancias y diferencias, las diversas maneras de ser, de pensar y de comportarse. Aun a riesgo de ver a ciertos geógrafos tradicionalistas atemorizarse y temer la ruptura de la disciplina, se tiene la ambición de extender el campo de investigaciones de la geografía humana tradicional, mirando hacia los horizontes sociológicos, a fin de que la geografía se expanda "trabajando en todas las canteras de la investigación social" (F. Braudel) y colaborando con las otras disciplinas de las ciencias humanas.

Chatelain oscila entre una geografía sociológica y una geografía social; reserva a la geografía social el estudio de las clases sociales y la vida social, y la engloba en la geografía sociológica que comprende igualmente el análisis geográfico de los comportamientos. Se observará que esta geografía social o sociológica tiene como principal objetivo el cartografiar las reparticiones de los hechos sociales y poniéndolos en relación, mediante concordancias y diferencias, extraer unas interpretaciones concernientes, por ejemplo, a tal clase social y sus comportamientos políticos, religiosos, demográficos o sociales. Fue de esta manera como se esbozaron las bases de una geografía social de la burguesía en 1947(12).

Prioridad pues a lo social, pero sin que se desarrollen los fundamentos de un análisis social y sin que la cuestión de las relaciones entre los espacios y las sociedades se aborden, de otra manera más que bajo el ángulo de las distribuciones espaciales.

La corriente de la geografía social atenta a los comportamientos, al trabajo y a las clases sociales se expresa en las revistas geográficas o de ciencias humanas de la época. Inspira a E. Juillard en su estudio sobre La vie rurale dans la Plaine de la Baisse-Alsace - Essai de géographie sociale en donde se analizan las estructuras de la sociedad rural en su funcionamiento y su evolución(13).

Al mismo tiempo, se desarrolla una geografía de influencia marxista: los conceptos de clases sociales, de relaciones de producción, de modos de producción, de relaciones sociales y lucha de clase se introducen en el vocabulario de las ciencias humanas y sociales. P. George encarna esta nueva geografía apoyada por una teoría general de la evolución económica y social de la humanidad. A. Chatelain saluda en su Géographie Sociale du Monde(14)  el nacimiento de "esta geografía general social que todavía falta en verdad en el esquema bastante vacío de la geografía humana". George ha definido las grandes sociedades mundiales en función de su desigual nivel de desarrollo, de la diversidad de sus regímenes económicos y de sus estructuras sociales. Opone las sociedades industriales y las sociedades arcaicas. Distingue en las primeras, las de economía capitalista -diversificadas entre sí según su nivel de desarrollo, su tradición histórica, etc.- y las sociedades de economía socialista, la Unión Soviética y las democracias populares europeas. Bajo la denominación de sociedades arcaicas reagrupa a las sociedades patriarcales africanas, las sociedades feudales y latifundistas de las regiones mediterráneas y de Iberoamérica, la sociedad hindú, las sociedades de los países musulmanes, y por último, las sociedades, como China o Cuba que han elegido la vía socialista de desarrollo y organización social.

Incluso si se tienen en cuenta dimensiones como la organización política y la unidad cultural basada en una misma religión, esta clasificación, en sus articulaciones esenciales, se apoya en la economía de la que lo social depende en gran medida. P. George trabaja aquí a una escala de conjuntos de dimensión continental, y no a la de los estudios a gran escala de pueblos, de una pequeña ciudad o de un barrio urbano, como propone A. Chatelain. Considera que el objetivo de la geografía social no es el de constituirse en una rama autónoma, sino contribuir al enriquecimiento "de la única síntesis propiamente geográfica que es la geografía a secas, la geografía como ciencia humana..."(15).

Después de 1955 ya casi no se habla en Francia de geografía social o sociológica. Sin duda, M. Sorre en Rencontres de la géographie et de la sociologie muestra como la geografía francesa resultante de las enseñanzas de Vidal de la Blache y acreditada por la multiplicación de estudios regionales que conceden un amplio espacio a los hechos socia- les, ha extendido su campo a la frontera entre la sociología y la geografía. Se ha establecido así una colaboración con los sociólogos "que han admitido que los geógrafos aportaban el sentido del medio total y la experiencia de la observación directa... Y los geógrafos se han dado cuenta de que una descripción correcta no toma todo su sentido más que si los sociólogos la esclarecían desde el interior..."(16) . Pero el campo de la geografía está limitado al espacio geográfico definido como substrato de los hechos sociales, mientras que el conocimiento del espacio social (tal como P.H. Chombart de Lauwe lo define entonces -a saber: espacio de interrelaciones con los grupos sociales y con los lugares) depende de la sociología.

Las direcciones de investigación de la geografía social de los años 1950 parecen no haber suscitado vocaciones específicas. No es que la preocupación por lo social y la voluntad de tener lo en cuenta hayan desaparecido. Lo testimonian las tesis de enfoque regional de la época, las que han dado su notoriedad a jóvenes investigadores formados en la inmediata post -guerra, por ejemplo, las de B. Kayser(17), de P. Brunet(18), de R. Dugrand(19). P. Brunet dedica un capítulo a la sociedad rural de las planicies terciarias entre el Sena y el Oise; en estos campos débilmente poblados, con una fuerte proporción de población extranjera, la estructura social simplificada y contrastada pone "frente a frente dos clases opuestas por sus recursos... sus modos de vida, sus distracciones, su enseñanza", la clase de los grandes explotadores y la de los obreros agrícolas.

Se multiplican entonces, en particular en las tesis de enseñanza superior que dirige P. George, las investigaciones de geografía rural que ponen el acento sobre las estructuras y las distribuciones de la propiedad territorial, así como sobre los tipos de explotación agrícola. El mismo afán aparece en R. Brunet, que trata de aprehender, más allá de los paisajes y las economías agrarias, la distribución del capital territorial y las relaciones de producción que entraña su explotación(20). Este autor pone en relación sistemas de producción y estructura social, relaciones de producción y relaciones sociales, para concluir que "la organización social actual y pasada se ha inscrito en el paisaje agrario"; sin que ello suponga que este tema se convierta en objeto de una investigación autónoma, partiendo de una problemática que sería específicamente la de una geografía social definida como ciencia de la organización espacial de las sociedades humanas.

Es una geografía atenta a los hombres ya lo social, de hecho se trata de una geografía humanista, ya que esta atención no conduce verdaderamente a una reflexión acerca de las relaciones entre los espacios y las sociedades.

Realmente, sólo R. Rochefort ha continuado y profundizado la tradición de la geografía social. Esta autora sitúa el trabajo y sus patologías en el Corazón de las realidades eco- nómicas y sociales sicilianas(21) . Pone su trabajo al servicio de una geografía de Sicilia vivida en el fondo de sus resortes sociales más esenciales o más secretos. Dirá, algunos años más tarde, que esta geografía es para el geógrafo, a la vez, un deber y un derecho:

"un deber, como resultado de todos los casos posibles de disociación entre el destino del contenido -el hombre- en relación con el destino del continente -el espacio-. Es en la Cuenca de Oro siciliana donde me he dado cuenta de eso, cuando he comprendido que el agua de regadío, incontestable elemento de progreso técnico, admirable elemento de eficacia de los paisajes geográficos era, por esta misma razón, un medio de chantaje, de miedo y de explotación del hombre por el hombre. No es posible, sin engaño, el renunciar a saber por qué, es decir a introducir- se en un complejo adelanto de leyes y de redes de fuerzas sociales"(22)

¿Es esto lo único y máximo de toda la geografía humana inteligente? -" Y como somos todos inteligentes, todos hacemos geografía social" (P. Monbeig. Discusión de la comunicación de R. Rochefort en el B A G F). La cuestión debatida es la del grado de consistencia y autonomía de una geografía social en relación con la geografía. Considerando que los hechos sociales tienen una parte cada vez más preponderante en el entresijo de las explicaciones que dan cuenta de los paisajes terrestres y de las interconexiones espaciales que son el objeto mismo de la geografía", de hecho lo que está en cuestión en la geografía social es un "cambio en el orden de los factores (...) el grupo humano primero, el espacio después..."

Resituar de esta manera a la geografía en el estudio de la sociedad no significa romper con el pasado de la disciplina. ¿Quién ha hablado de los hombres mejor que los geógrafos? La geografía social tiene una vocación específica de estudiar los espacios particularmente marcados por los hechos sociales -la Cuenca de Oro y la mafia, el Mediodía argelino y la colonización. Los problemas humanos que se inscriben en el espacio pertenecen al dominio de la geografía: reformas agrarias, crisis agrícolas, migraciones, empleo y subempleo. Existen también, en tercer lugar, el estudio de los grupos humanos situándolos en la diversidad del espacio: inmigrantes temporales, obreros de la Renault, burócratas, jubilados, etc. Interrogándose en un texto posterior (23) , sobre la aportación de la geografía social al conocimiento del entorno -el tema se convierte en moda a partir de los años 60-, R. Rochefort define la geografía social como "el estudio de la función social del espacio y de la condición espacial del hombre, considerados en una triple dirección, los espacios sociales, la estrategia espacial de los grupos y subgrupos sociales y la estructuración social del espacio". El entorno no tiene sentido más que en función de una sociedad y de una cultura de la cual es el producto y la expresión, y también el marco vivido, sufrido o modelado, de los grupos sociales. -"Existe así toda una dialéctica entre entorno y sociedad global..."

Esta reflexión acerca de la geografía social abre a la geografía humana "unas canteras de investigaciones" a menudo nuevas y le ofrece la oportunidad de una renovación que la adecuen a las necesidades de nuestro tiempo. Pero el mensaje queda como letra muerta. Ciertamente se encontrará en la producción geográfica de los años 60 memorias de licenciatura, tesis de tercer ciclo e incluso doctorados de Estado(24), que muestran la permanencia de esta corriente. Pero el eco casi no llega hasta la geografía oficial, la de las grandes revistas, la de las tesis reconocidas y los manuales de referencia.

Es preciso, en primer lugar, buscar las razones en el mensaje mismo. R. Rochefort es una voz aislada y no el portavoz de una corriente, y aun menos de una escuela. La geografía social que define, a pesar de lo interesante que pueda ser la reflexión en que se apoya y la referencia a la geografía social alemana (W. Hartke, F. Schaeffer) , es más un "estado de ánimo" que expresa una sensibilidad militante con los problemas sociales, que el resultado de una reflexión teórica sobre las relaciones entre los grupos sociales y los espacios -cuestión fundamental que la geografía humana clásica ha esquivado, la mayoría de las veces, bajo el pretexto de no ocupar el campo de las ciencias centradas en el estudio de lo social. Por otro lado, esta sensibilidad a los problemas sociales, por el hecho de no ser nueva en la geografía francesa, facilita las recuperaciones de la geografía social por la geografía humana establecida. Sin duda, habría sido necesario acentuar, en mayor medida todavía, la reorientación que inspira la geografía social y reflexionar más a fondo sobre sus bases teóricas, sin temor a afirmar que en la frontera entre la sociología y la geografía queda todavía por explorar un campo de investigaciones y un terreno de reencuentros interdisciplinarios. Aun cuando la geografía social está influida por el desarrollo científico de la disciplina y por la voluntad de ver a esta ciencia más comprometida en su época, lo cierto es que los geógrafos que han intentado promoverla han tenido constantemente el sentimiento de tener que vencer reservas e incluso bloqueos: "Ahora ciertos geógrafos se atemorizan (...) ¿Se necesita realmente hoy una geografía social?" pregunta A. Chatelain(25). "Tal vez estemos mostrando una audacia ingenua (...) Pensemos, sin embargo, que ésta no se considerará indecente", advierte R. Rochefort(26). Geografía sospechosa de compromiso social e incluso político e ideológico, ¿no es ésta en último término la crítica que se ha hecho y renovado respecto a la geografía social en Francia? De ahí el doble proceso de su recuperación -a la cual los geógrafos sociales han podido dedicarse, por afán de unidad y continuidad de la disciplina- y de su exclusión de las manifestaciones y producciones de la geografía oficial, la que consagra las obras y las carreras.

A partir de 1960-1965 la geografía social, que no ha conseguido hacerse un sitio en el pensamiento geográfico francés, sufre un eclipse innegable que durará una docena de años.

Otras preocupaciones se imponen, las cuales afectarán al conjunto de la geografía francesa y a las corrientes que la integran, ya sean progresistas o conservadoras. Es el momento álgido de las investigaciones sobre las redes urbanas y las áreas de influencia, de la geografía aplicada (y a menudo implicada), y más tarde de la geografía cuantitativa y de la geografía medio-ambiental; esta última se interesa más por el medio llamado "natural" y por las degradaciones que sufre que por el entorno socia! y socio-espacial. Es también un período en el cual las investigaciones que se dedican a las estructuras sociales, a sus relaciones con las estructuras económicas y sociales y con los comportamientos políticos son mal considerados por las instancias científicas que controlan la geografía francesa. Estudiar las estructuras de la propiedad territorial y su dinámica, interrogarse acerca de las transformaciones de la sociedad francesa y sus dimensiones espaciales, situar las relaciones de producción y sus evoluciones contemporáneas en el centro de una problemática de la geografía hace que automáticamente se le coloque a uno al margen de la geografía oficial, en la que dominan los morfólogos y los ruralistas -ruralistas para los que la descripción metódica de los paisajes agrarios y los sistemas de cultivo son, frecuentemente, el modelo de la investigación en geografía humana y la garantía de su objetividad.

La corriente de geografía humana de inspiración social no por ello deja de sobrevivir. Desarrollando una reflexión sobre la geografía humana jalonada por artículos aparecidos entre 1965 y 1970, P. Claval publica en 1973 unos Príncipes de géographie sociale(27) en los que traza una historia detallada de las diferentes corrientes mundiales de la geografía social, definiendo una geografía humana de orientación social. Las tesis de los años 1975, incluso si no se denominan "de geografía social", preparan una renovación de la geografía social. Es interesante notar que dichas tésis comportan a menudo, más allá del análisis de las sociedades regionales y de sus relaciones con el espacio, un estudio detallado de los medios físicos en relación con las actividades y las estructuras de producción. M. Drain analiza la sociedad latifundista, el trabajo, el proletariado agr(cola y sus migraciones en la Andalucía sevillana(28). R. Herin estudia las estructuras de la propiedad, los tipos de explotación y el trabajo agrícola en la Cuenca del Segura (España); intenta mostrar como los paisajes transcriben las estructuras de las sociedades rurales murcianas(29). J. Renard penetra con mucha pertinencia en las interrelaciones de una sociedad rural a la vez muy jerarquizada, bastión de la Iglesia Católica y de la derecha, y que sin embargo ha sido llevada al cambio por la modernización agrícola, la industrialización rural y la urbanización de las formas de vida(30). Las relaciones entre las poblaciones rurales del Doubs y sus espacios conducen a R. Chapius a interrogarse sobre los conceptos y los métodos de la geografía sociológica(31) .

Paralelamente a estos trabajos de geografía rural, se ha reencontrado y afirmado una geografía urbana que tiene en cuenta las dimensiones sociales de los espacios urbanos. G. Burgel publica en 1970-72 La condition industrielle á Athenes- Estude socio-géoqraphique, el título del cual también podría ser "Athenes, essai sur l'espace social d'une agglomeration millionnaire", o también, al menos para la primera parte "la classe ouvriere a Athenes, etude de géographie sociale"(32). La división social del espacio está igualmente en el centro de las investigaciones de M. Roncayolo sobre la aglomeración marsellesa(33). M. Bonneville plantea, a propósito de Villeurbanne, la cuestión central del análisis urbano, a saber: de las relaciones entre lo espacial y lo social, entre las relaciones espaciales y las relaciones sociales(34).

Inspiradas por A. Fremont las investigaciones sobre el espacio vivido abren a la geografía, en la filiación de la tradición literaria y humanista de la geografía clásica francesa, vías naturales, que serán vigorosamente impugnadas y caricaturizadas por la geografía establecida. Las investigaciones sobre el espacio vivido tienen entre otros méritos, el de revelar, confirmar, que las prácticas espaciales de los individuos y sus referencias a los lugares son inseparables de su situación en la sociedad -que son, pues, un revelador particularmente cargado de significado de estructuras sociales(35). Mediante el análisis del espacio vivido la geografía se da así por objeto el describir e interpretar las relaciones espacio-sociales que unen a los individuos, los grupos sociales y los diferentes niveles del espacio.

La geografía social que inspira las investigaciones de los geógrafos caennenses reunidos en el Centro de Estudios Regionales y de Ordenación Territorial (CERA) procede concretamente de estas diferentes filiaciones e influencias:

- una tradición de geografía humanista, que deja un sitio privilegiado a la aprehensión directa intuitiva, de lo social. El retrato, la escena costumbrista, el reportaje sobre el suceso, en suma una sensibilidad hacia las gentes y su universo pertenecen al enfoque geográfico con el mismo carácter científico que la recogida de estadísticas o el análisis cuantitativo de los paisajes agrarios. Esto va a la par con una sensibilidad literaria del texto, susceptible de retener al lector, aunque no sea geógrafo. La última obra de A. Fremont Paysans de Normandie ilustra bien este enfoque de una geografía de la observación atenta a una dimensión vivida que el análisis tradicional empobrece o incluso ignora.

- una tradición de geografía de lo social -y en lo social-. de las manifestaciones más significativas de la situación económica y social de los individuos y los grupos sociales. y de la forma en la que ellos se sitúan en la sociedad. Los comportamientos electorales, la práctica religiosa. las rentas. las formas de delincuencia y marginalidad, los conflictos sociales, en la actualidad el empleo y el paro forzoso, patologías tales como las que se relacionan con el alcoholismo. etc., todo ello constituye, con títulos diversos. unos indicadores sociales. cuyo reparto espacial revela unas diferencias o incluso unas segregaciones, de gran interés para la comprensión de las estructuras sociales localizadas y sus relaciones con el espacio.

- una tradición que se remonta, para los más viejos del grupo, a la charnera de los años 50 y 60. una tradición que se inspira en las enseñanzas de P. George y en una geografía marxista que concede un lugar importante a la economía ya las relaciones de producción, en particular en el campo de lo agrícola. por la distribución de la propiedad territorial y las relaciones que se traban alrededor de los bienes raíces.

Estas tradiciones explican, por una parte -las inclinaciones, temperamentos y compromisos personales desempeñan igualmente un rol motor- que los geógrafos del CERA hayan participado activamente en la investigación programada por el CNRS sobre la observación del cambio social y cultural. Se han constituido grupos pluridisciplinarios para estudiar los cambios sociales en Francia. Durante cuatro años, de 1977 a 1981, han trabajado conjuntamente geógrafos, sociólogos, historiadores, economistas, incluso lingüistas, juristas, ecologistas y musicólogos sobre unos setenta lugares (municipios rurales, cantones, regiones agrícolas o ciudades pequeñas, barrios urbanos), y sobre diferentes grupos sociales (obreros de una empresa, pescadores, etc.) o temas (la práctica religiosa, el divorcio, la vida asociativa, etc.). Igualmente se han coordinado investigaciones de profesión y trabajadores sociales, consejeros agrícolas, asistentes sociales, curas, médicos especializados en temas laborales, animadores rurales o de barrio. En la Francia del Oeste, -y en gran parte gracias a A. Fremont responsable regional del A TP Observación del cambio social y cultural -se ha creado así una dinámica de investigación fecunda, tanto por la calidad de los trabajos como por la profundización de las problemáticas y conceptos propios a cada una de las disciplinas sociales presentes en la observación del cambio social.

Indudablemente, esta herencia común conduce, a pesar de las diferencias, a unas actitudes bastante parecidas, en cuanto al compromiso de los investigadores con la sociedad y con el cambio social y político, así como por la voluntad de promover en la Universidad una investigación colectiva que contribuya al progreso social.

Hay que decir que de la misma forma que no rompe con el pasado de la disciplina, la geografía social que proponemos no se sitúa tampoco en oposición a las otras ciencias sociales. Constatando las dificultades de la geografía humana clásica, sus reticencias -o incluso su hostilidad para abordar las cuestiones sociales de más actualidad, y por lo tanto su audiencia devaluada tanto entre el grán público como en las instancias de decisión, y aprovechándonos de los conocimientos de la pluridisciplinariedad, intentamos definir un estatuto de la geografía social que le asegure una autonomía como rama de la geografía y, a la vez, el reconocimiento en las ciencias sociales.
 

La geografía social: una geografía de los hechos sociales, una sociología de los hechos geográficos

La sociología tiene por objeto estudiar las sociedades, las clases y los grupos humanos que las constituyen, las relaciones que unen u oponen a los hombres entre sí y que se califican como relaciones sociales. Las relaciones sociales están, en lo esencial, basadas en las relaciones de producción; así lo afirma K. Marx: el conjunto de relaciones de producción "constituye la estructura económica de la sociedad, la base concreta sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política". Se denominan relaciones de producción al conjunto de relaciones que se establecen entre los hombres acerca de la vida material; tres elementos interdependientes las caracterizan: las formas de la propiedad de los medios de producción, las formas de distribución de los bienes producidos y la posición de los diferentes grupos sociales en la producción. Las relaciones sociales se articulan en relaciones de clase; la pertenencia a talo cual clase social está definida esencialmente por el lugar que se ocupa en la producción (el tipo de trabajo efectuado), por las relaciones con los medios de producción (asalariado o propietario) y por la remuneración del trabajo.

Las relaciones que unen a los hombres a los lugares, a los paisajes, al espacio son relaciones geográficas. Estas relaciones son múltiples:

- relaciones de producción: por ejemplo, el espacio rural es principalmente el espacio de la producción agrícola; en el se localizan las producciones agrarias y ganaderas; para las labores agrarias, por ejemplo, los trabajadores agrícolas mantienen con el espacio unas relaciones complejas, que se pueden calificar de relaciones de producción y que los geógrafos han descrito a menudo con minuciosidad (ordenaciones rurales, rotaciones y alternancias de cultivos, utilización de herramientas y de materiales, inversiones, relación con la propiedad territorial, rendimientos, etc.).

- relaciones de habitat: la densidad de la población, la frecuencia de los habitantes, sus distribuciones a diferentes escalas, su carácter permanente o temporal, etc. Todo ello señala y mide la presencia y el control desigual de los hombres sobre el espacio en el que viven, producen y habitan.

- las relaciones de desplazamientos, de frecuencia y de distancia variada; por la producción y los intercambios, o por las relaciones sociales no económicas tejen, entre los individuos y los lugares, unas redes cuantificables en intensidad y distancia, que alimentan unas familiaridades difíciles de captar -esta es una de las direcciones de las investigaciones sobre el espacio vivido.

- las relaciones del tiempo libre bajo sus formas diversas:  ,desplazamientos, consumo,' vivienda temporal o secundaria, descubrimiento de paisajes, etc.

- y otros más que podrían seguramente añadirse.

Estas relaciones geográficas se enlazan a escalas diferentes. Por lugar se entiende, sobre todo, la escala de lo local, en toda la complejidad concreta de las interrelaciones que lo constituyen; por paisaje (hay que entender: geográfico) se comprende más bien la disposición tangible, visible, palpable de las relaciones entre el medio natural y los grupos sociales, lo cual, en un sentido amplio, no supone necesariamente cohesión y coherencia; el concepto de espacio, más abstracto, comprende a la vez los aspectos tangibles del paisaje geográfico y las dimensiones ocultas que están subyacentes, lo estructurante y lo explicante cuya revelación es la meta de la investigación.

Además de que responden a unas finalidades diferentes (producir, habitar, desplazarse...) las relaciones geográficas tienen unos lazos con el espacio de naturaleza diferente:

- los vínculos establecidos por las actividades de producción, que son fundamentales y, a menudo, dominantes;

- pero también las relaciones ecológicas, de adaptación al medio natural, por el habitat, la ordenación de los espacios utilizados (cercados, canales de desague, regadio...), el vestido, las migraciones, etc.;

- las tradiciones históricas, teniendo en cuenta que el paisaje es, con grados desiguales, un documento arqueológico; y que lleva la huella y el testimonio de sociedades anteriores y de sus relaciones con el espacio;

- los vínculos psicológicos: el apego a los paisajes de la infancia y a los sucesos más importantes de la existencia Crea unos lazos afectivos; y a la inversa, tal espacio porque es malsano, aislado, mal frecuentado suscita la repulsión, o el temor;

- las relaciones jurídicas del espacio; el derecho que regula el uso, la sucesir',n y la explotación de las propiedades, que legisla en materia de circulación de los hombres, de las mercaderías, de los capitales, e incluso de  las ideas;

- ciertos lugares tienen una función simbólica e ideológica reconocida: lugares de culto y de peregrinación, monumentos civiles y militares; para las multitudes que se congregan, el lugar tiene un valor de símbolo mediador de la fe o de las convicciones que se expresan.

Las relaciones geográficas así definidas constituyen el campo de investigación de la geografía humana. Existen conexiones entre las relaciones sociales y las geográficas. Tomemos algunos ejemplos.

Las ciudades rurales del Sur de España. Las relaciones de producción se organizan principalemente alrededor de la explotación de la tierra. La mayor parte del capital territorial es poseído, en grandes propiedades lo más frecuente, por una aristocracia terrateniente poco numerosa, residente o absentista, que ejerce frecuentemente profesiones lucrativas que le confieren, además, un poder importante: médico, farmacéutico, director de banco, industrial, etc. Una clase heterogénea de pequeños propietarios y aparceros cultiva unas explotaciones familiares desigualmente desligadas de la finalidad de la autosubsistencia. Un proletariado agrícola aún bastante numeroso cuya única riqueza es, generalmente, su fuerza de trabajo, y con un contrato eventual (braceros eventuales) sometido a la buena voluntad del propietario o de sus representantes. Estas estratificaciones de la sociedad campesina entre propietarios latifundistas, pequeños y medianos explotadores y braceros eventuales, comportan evidentemente unas transiciones (los aparceros, los braceros pequeños-explotadores) y permiten también la existencia de unas categorías no agrícolas (comerciantes, artesanos, funcionarios locales...) que complican los contornos y atenúan el vigor(36).

En esta sociedad agrícola las relaciones sociales son de dominación y de dependencia: amo del contrato, o del precio del trabajo asalariado, con libertad para mecanizar totalmente la cerealicultura o para no recolectar la aceituna, el propietario domina la exigencia cotidiana de las familias de los braceros -una dominación amortiguada por el paternalismo o consolidada por la intervención de las fuerzas del orden en caso de conflicto social. La jerarquía social que caracteriza esta sociedad mediterránea se expresa de múltiples formas: las rentas, el vestido, el nivel de enseñanza, el nivel sanitario, etc. Esto se traduce igualmente en relaciones diferentes con el espacio:

1. la organización de los límites municipales refleja la estructura de los bienes territoriales: alrededor del pueblo donde viven mayoritariamente los obreros agrícolas, las parcelas se tropiezan entre las múltiples explotaciones de los pequeños propietarios: se trata del ruedo; después, la trama agraria se ensancha y aparecen las grandes parcelas: las haciendas y los cortijos dominan, monumentales, los vastos espacios de la campiña.

2. el pueblo, en su urbanismo, su arquitectura y la distribución de funciones, transcribe y visualiza las distancias sociales. La segregación socio-espacial se expresa en la calidad arquitectónica y en los elementos de confort de las viviendas, en la localización de las funciones socialmente más significativas, bancos, comercios de lujo, agencias administrativas, despachos de abogados, etc.

San Lucar de Barrameda(37)   ofrece una ilustración demostrativa; o también Jumilla(38). Esta ciudad del altiplano vinícola murciano cuenta en 1970 con una mayoría agrícola (45% de la población activa en 1970), pero con predominio obrero (cerca del 60% de los activos), los braceros representan por si solos casi el 40% de la población activa. Se observan unas diferenciaciones pronunciadas en el espacio urbano. Los barrios centrales, cuyo eje es la calle Cánovas, albergan a médicos, abogados, propietarios, industriales, cuadros administrativos; es en ellos donde prosperan los principales comercios y los bares más reputados, los más frecuentados; la calle tiene dimensiones de avenida; los inmuebles que la bordean, o bien atestiguan la comodidad de una vieja burguesía, o bien, por la rigidez del mármol y la geometría de los inmuebles de standing, el éxito de la nueva burguesía. Subiendo hacia el Cerro del Castillo, se pasa progresivamente del asfalto a la callejuela de tierra más o menos desfondada, de las viviendas burguesas a las casas sin pisos y después a las cuevas, que dan en las calles sin nombre y sin número; allí, en la ciudad alta y hacia el oeste, en la ciudad vieja, viven bastantes braceros, obreros-albañiles y asalariados de algunas fábricas de la ciudad. La estructura de clases se inscribe pues en el paisaje urbano, en una segregación espacial que reproduce en el espacio las distancias sociales, distancias que se expresan en los resultados electorales: en Jumilla vota a la izquierda alrededor de un 60% de los sufragios expresados, porcentaje que procede de la adición del 75%-80% de votos para el PSOE y el PCE en los barrios proletarios, contra un 30 o un 40% en los barrios burgueses del centro, en donde la UCD triunfa sobre el PSOE y la derecha autoritaria (Coalición Democrática) tiene una influencia duradera.

Los habitantes, según cuál sea su pertenencia social tienen unas prácticas del espacio diferentes. Para el abogado jumillano, la calle Cánovas -el apartamento el estudio, el bar- el viñedo y la finca de campo, Murcia, sus administraciones en las que tiene sus ingresos, tal restaurante elegante donde es bien conocido, Madrid en donde los hijos prosiguen sus estudios de derecho, el, chalet en la playa de la Manga, delinean una frecuentación del espacio, con lugares encajados que testimonian la base económica, o el éxito material de este representante de la burguesía regional. Para bastantes braceros, el espacio está por el contrario roto entre los empleos inciertos en las viñas y en las canteras de la región y las regiones de la emigración temporal, el Languedoc para las vendimias y las fábricas de la región lionesa antes de la crisis. Rota también la familia emigrada entre Jumilla, la región parisiense para el tío republicano, Suiza para los hermanos mayores, los suburbios de Barcelona para los jóvenes, Murcia en donde los hijos siguen estudios en la Facultad de Letras. El abogado y el bracero no tienen los mismos lugares de frecuentación cotidiana, ni los mismos bares, ni las mismas escuelas, ni las mismas parroquias; en tiempos de Franco, el uno tenía sus entradas en la oficina del Alcalde, el otro esperaba en la ventanilla a que un funcionario subalterno quisiera ocuparse de él. Sin duda tienen una percepción de Jumilla diferente. Seguramente los mismos lugares evocan para cada uno de ellos símbolos diferentes. En muchas ciudades españolas, la Avenida de José Antonio Primo de Rivera o la Playa del Caudillo han sido lugares de residencia de las clases acomodadas y de ejercicio de las funciones de mando; símbolo del orden social y moral y del éxito económico para unos, para los otros estas han significado la derrota republicana, la dictadura y los privilegios de la clase dominante.
 

Estructura social de Jumilla. 1970

Población urbana censada 16.575 habitantes

Población activa

% de activos en la agricultura: 44,9%

 % de obreros agrícolas sin la población activa: 38.1%
 

Clases sociales

% de obreros (agricultura, industria, construcción, trabajos públicos)

en la población activa: 59,6%

% de activos de clases medias (comerciantes, artesanos, empleados, agricultores): 38,6%

% clases superiores (Industriales, profesiones liberales, cuadros superiores): 1,8%
 

El segundo ejemplo será tomado de la Baja Normandía. Se mostrará fácilmente que el espacio rural lleva la marca de la organización social: la trama parcelaria -tamaño de las parcelas, tipos de cercados-, el habitat, sus materiales, su arquitectura, la disposición de tos edificios, la antigüedad y la prestancia de la casa del dueño son otros tantos signos de una sociedad agrícola diferenciada; las casas rurales restauradas, los pabellones nuevos indican la formación de capas sociales nuevas, y a veces la desaparición de capas antiguas, así las casas de los artesanos renovadas hoy como residencias secundarias.

Las transformaciones de los paisajes rurales atestiguan las transformaciones de los sistemas de producción, incluso de las relaciones de producción y las relaciones sociales: la concentración y el arranque de los cercados y de las plantaciones de manzanos y perales, la labranza de los prados naturales proceden, ciertamente, de la mecanización y de la voluntad de incrementar la productividad, pero también de la concentración de parcelas en explotaciones cada vez mayores y de una evolución de las relaciones entre propietarios y granjeros; estos últimos adquieren por medio de una legislación más favorable una mayor autonomía sobre sus explotaciones.

Paralelamente, las relaciones con el espacio han cambiado: la deforestación, la mejora de los caminos vecinales, la ayuda mutua para los grandes trabajos agrícolas, abren los horizontes y multiplican los contactos en unas regiones en donde, con todo, la población ha disminuido a más de la mitad en un siglo. Hace veinte años se iba a la escuela del municipio a pie; se llevaban los bidones de la leche en carretilla hasta el borde de la carretera; en la actualidad el autocar de recogida escolar conduce a los niños al municipio próximo y el camión-cisterna de la lactaria viene cada dos días a buscar la leche conservada en el tanque refrigerador. Las relaciones con el espacio, las prácticas y percepciones del espacio evolucionan pues, en relación con las transformaciones económicas, sociales e incluso culturales.

No obstante, las prácticas del espacio permanecen muy dependientes de la posición de clase: espacio de replegamiento y de aislamiento de los obreros rurales, espacio abierto, extensamente desplegado entre la subprefectura, la metrópolis regional y París, del gran notable regional; espacio reducido a la escala del distrito del agricultor innovador; espacio confinado y exiguo del campesino tradicional, espacio bipolar de la aldea a la ciudad del nuevo emigrante cotidiano(39).

Los espacios urbanos podrían dar lugar a un análisis parecido de su diferenciación socio-espacial, de las prácticas de que son objeto y de los símbolos que están asociados. Bastantes ciudadanos urbanos son de origen rural; su cambio de actividad -del trabajo agrícola al trabajo industrial o a las actividades de servicio- se ha duplicado, en el término de itinerarios individuales más o menos complejos, en un cambio de modos de vida, -de lo rural a lo urbano, cambio en las relaciones de producción duplicando un cambio en las relaciones sociales: de la protección familiar se convierte en obrero industrial. Y esto viene acompañado por un cambio en las relaciones con el espacio: el espacio urbano, los inmuebles residenciales, las fábricas, los comercios y los transportes en común se convierten en el espacio cotidiano; el espacio rural no es frecuentado más que de forma excepcional y percibido con referencia al espacio urbano. Se puede hablar de desarraigo? ¿Qué relaciones se establecen entre el cambio de actividad, de clase social y el espacio de trabajo, de residencia y de tiempo libre?

Estos dos ejemplos muestran bien que el objeto de la geografía social reside en la exploración de las interferencias entre las relaciones sociales y las combinaciones geográficas y de una manera más amplia entre sociedades y espacios; que estas interferencias, estas interrelaciones realzan por cierto lo económico, pero también lo jurídico, lo cultural y lo ideológico. La geografía social se define, pues, complementariamente, como una geografía de los hechos sociales (de su distribución espacial, de sus relaciones con el espacio...) y una sociología de los hecho geográficos (analizar en las combinaciones geográficas el rol de las relaciones sociales y, en particular, de las relaciones, conflictivas. o no, de clase).

Esta investigación de las interferencias entre lo social y el espacio impone como una necesidad el recurso, constante y simultáneo, a unas escalas encajadas. Los ejemplos lo muestran. Para cada individuo, cada grupo humano, las relaciones con el espacio se realizan con unas escalas diversas y, por otra parte, las relaciones de producción y las relaciones sociales están sometidas a unos juegos de fuerza que se desarrollan al mismo tiempo a escalas muy diferentes: influencias de la familia, de la vecindad del pueblo o de las manzanas de casas urbanas a escala local; influencia de las disparidades de la renta, del empleo y del equipamiento entre campos y ciudades de una misma región; influencia de políticas nacionales; influencia de las decisiones económicas, de las fluctuaciones financieras a escala internacional. Es necesario recurrir asimismo a las escalas diferentes del tiempo histórico. Hay que tener en cuenta también la desigual rapidez de evolución de los elementos de la combinación geográfica, entre los cuales los factores sociales; hacer aparecer la permanencia de estructuras y comportamientos cuando cambian otros elementos de la combinación como las técnicas de producción, las relaciones de producción o las relaciones sociales.

Así definida, la geografía social se sitúa efectivamente en la encrucijada entre la geografía humana clásica y la sociología. ¿Se debe por tanto reducirla a una geografía sociológica cuyo campo se limitaría a una geografía de los grupos sociales o de los comportamientos? No, porque no es una nueva rama de la geografía formada por el análisis de las dimensiones espaciales de talo cual hecho técnico, económico, cultural o de otro componente de la combinación geográfica, que se caracterizan por un dominio a menudo bien delimitado como las geografías de los transportes, de los capitales, de las religiones, de las patologías, de los regímenes alimenticios, del habitat rural, de los tipos de poblamiento, de las migraciones; cada una de estas ramas de la geografía humana pueden comportar, evidente- mente, una aproximación a la geografía social. ¿Rama autónoma de la geografía humana? No por más tiempo, sino de la misma manera que existe una orientación de la geografía humana a la que podría denominar geografía ecológica, geografía de las relaciones entre el hombre y los componentes físicos de su medio ambiente. La buena fundamentación de esta geografía, su interés y sus conocimientos científicos no son discutidos aquí. Lo que lo es en cambio, es la hegemonía de la geografía oficial que, bajo pretexto de seriedad, de objetividad científica y de una pretendida neutralidad ideológica y política, ha privilegiado en exceso esta orientación de la geografía humana francesa, abandonando el campo de lo social a otras disciplinas de las ciencias sociales, a los sociólogos (a menudo considerados con algún desprecio), a los etnólogos y antropólogos, a los historiadores incluso. En la actualidad los geógrafos deben tomar en toda su extensión en la medida justa, el rol de las estructuras y de las dinámicas sociales en la combinación geográfica y analizar las interacciones que, a escalas diversas, asocian los grupos sociales y los espacios geográficos. La geografía social no amenaza pues la unidad de la geografía francesa en mayor medida que la geografía del medio ambiente que privilegia, a veces de una forma excesiva, el medio denominado natural, o que la geografía regional que retiene, a veces de manera discutible, una escala particular. La necesidad de su existencia y de su reconocimiento se desprende de la voluntad expresada por ciertos geógrafos de estar a la altura de su tiempo y de trabajar, sobre el terreno que es científicamente el suyo, el del espacio social, en el conocimiento de las sociedades en colaboración con las otras disciplinas de las ciencias sociales.
 

El espacio social.

El análisis del espacio social es el objeto de la geografía social. La expresión es de uso corriente en sociología, en etnología, en geografía e incluso en historia.

P.H.Chombart de Lauwe(40) insiste acerca del carácter global de la vida social -"la vida social es una"-; sus componentes se interpenetran en un conjunto indisoluble que constituye un "fenómeno social total". Cada una de estas componentes se desarrolla, se inscribe en un espacio determinado; espacio económico, espacio jurídico, espacio geográfico, espacio cultural, espacio religioso, etc. Cada uno de estos espacios, que él califica de concretos, tiene una estructura que le es más o menos particular: para el espacio económico de la aglomeración parisina, la distribución de las sedes sociales de los bancos; para el espacio político, el mapa por distritos de los votos de derecha. El espacio social es la síntesis de los espacios concretos elementales, el espacio global de alguna manera. Determinado por el cañamazo complejo de un conjunto de puntos procedentes de otros espacios, el espacio social se modifica a lo largo del tiempo en función del desarrollo histórico. Citando a M. Hallbwachs(41)  desarrolla la idea de que "las formas materiales de las sociedades reflejan todo el orden de las preocupaciones propias de cada una de ellas..." y que un espacio social -un barrio urbano, por ejemplo- "no está determinado sólo por los factores económicos y geográficos, sino por la representación que sus habitantes y los de los otros barrios tienen... Las estructuras espaciales, tal como ellas se nos aparecen, están de- terminadas en parte por las condiciones materiales y las técnicas y con parte por las representaciones colectivas..."; ésto último es lo que P .H.Chombart de Lauwe llama en un texto posterior el espacio-representación, conjunto de signos y símbolos que permiten representar el espacio-objeto.

En el artículo titulado Ethnologie de I'espace humain(42) el mismo autor define cinco tipos de espacios:

1 el espacio geográfico, enfocado desde el punto de vista físico, biológico y cósmico en sus interrelaciones con los grupos humanos; es decir, el espacio ecológico de alguna manera;

2 el espacio social, definido de forma restrictiva, como el campo de las relaciones socia- les, la manera en que se sitúan los individuos y los grupos, unos en relación con otros, en el sentido de la situación Social, de la distancia social, etc; y también otros tipos de espacios utilizados para caracterizar las relaciones Sociales (escala, jerarquía, nivel, barrera, proximidad, posición, configuración...).

3 el espacio socio-geográfico, sinónimo del espacio social de la definición de 1952: "la proyección en el espacio de las estructuras Sociales, de las representaciones, de los mitos de la Sociedad". El espacio socio-geográfico expresa no sólo las estructuras Sociales, sino también los conflictos entre clases Sociales, grupos étnicos, sexos, etc.

4 el espacio de lo imaginario o de lo religioso, proyectado en el espacio concreto; por ejemplo, los jardines a la francesa, el plano y la decoración de la iglesia.

5 el espacio-acción, que es el del planificador, del poilítico que ambiciona reducir el desajuste, particularmente pronunciado y mal vivido en las sociedades industriales, entre el espacio funcional de lo económico, en la actualidad desprovisto de toda simbología, y el espacio de lo imaginario, de lo vivido.

M.Imbert en el comentario que hace del texto de P.H.Chombart de Lauwe(43)  constata que la noción de espacio adquiere sentidos diferentes en el discurso sociológico. En primer lugar, es el Soporte abstracto de los hechos sociales, el área de su localización. Sin embargo, las diferencias espaciales de su difusión revelan ya la interferencia de las estructuras sociales con el medio físico, el contexto geográfico. Se pueden observar, por ejemplo, las correspondencias de localización entre la estratificación social de talo cual ciudad y la distribución de los diferentes grupos sociales en el tejido urbano. El espacio es, en segundo lugar, proyección de la sociedad, de sus estructuras, así como de sus sistemas de valores. El espacio está igualmente en juego, es lugar y objeto de competencias y conflictos para su utilización, su apropiación y su expotación. Espacio y sociedad están, pues, indisolublemente ligados en una dinámica global:

"El espacio aparece como una realidad eminentemente social, tanto por la incidencia de las intervenciones humanas que contribuyen a configurar, a . 'marcarlo"... como por las influencias que ejerce en reciprocidad sobre la conducta de los grupos sociales...Marco de expresión de la vida social, el espacio es también, y ante todo, el mismo elemento constitutivo del hecho social'.

Estas definiciones del espacio social están subyacentes en las investigaciones de los sociólogos que han analizado las estructuras urbanas. R. Ledrut, tratando la diferenciación del espacio social en las ciudades, escribe que "el lazo de una colectividad urbana con el espacio es inmediato y fundamental... Esta colectividad tiene una forma en el espacio...es decir, unos límites...y una estructura interna. Sino, no tiene ninguna realidad. Su composición es a la vez espacial y social..."(44) . Se trata de una teoría de la "figura y de la forma de las individualidades sociales", de la transcripción en el espacio de las estructuras sociales, transcripción que delimita concretamente a la colectividad urbana en relación a su entorno e individualiza de forma tangible unos barrios sociológica mente diferenciados, pero manteniendo unas relaciones más o menos internas los unos con los otros. Es también una teoría de las relaciones ambivalentes de los lugares y de los hombres, del espacio y de la sociedad.

Se encontrarán definiciones del espacio social bastante próximas a las de R. Ledrut y P .H. Chombart de Lauwe en otros sociólogos contemporáneos como M. Verret(45) , J. Remy(46)  o H. Lefebvre(47) . A. Alvarenga y J. Maltcheff han intentado 'realizar la síntesis de las aportaciones recientes de la reflexión sociológica concerniente al espacio social, y han subrayado que existe un acuerdo fundamental en que "el espacio social es una produción social', que implica a todo un conjunto de prácticas o de usos, presenta "tantas diversidades como las modalidades de la organización de la misma sociedad" y se articula según tres ejes: además de "la práctica espacial, las representaciones del espacio y los espacios de representación"(48) . Se observará que estos sociólogos no hacen, por así decirlo, referencia a los geógrafos si no es para definir un espacio geográfico reducido a lo mejor a sus dimensiones ecológicas. ¿No es esto muy significativo y resultado, a la vez, de la prolongada ausencia de los geógrafos en el terreno del espacio social?

En sus investigaciones recientes los geógrafos, mientras tanto, han desarrollado un análisis del espacio concebido (sino definido explícitamente) como un espacio social(49). "Que el espacio sea proyección de la sociedad es una banalidad recordarlo" se ha escrito en un estudio del cambio social y cultural en Vallée Française(50). A decir verdad, es poco probable que esta banalidad sea unánimemente aceptada en la geografía francesa. Para A. Fremont:

"las relaciones sociales se manifiestan por ciertas distribuciones espaciales. Inversamente, las estructuras del espacio humanizado no se pueden comprender sin referencia al conjunto de las relaciones de la sociedad...el espacio social no es neutro"(51).

De manera semejante, a propósito de un pueblo Hansa de Nigeria, C. Raynault desarrolla un punto de vista bastante cercano: "la disposición espacial aparece como la traducción en otro lenguaje de la realidad social... una vez consolidada se convierte, a su vez, en un factor constrictor de esa misma realidad"; se trata, pues, de unas relaciones dialécticas de las estructuras sociales y de las estructuras espaciales(52). Desarrollando la noción de clase socio-espacial A. Reynaud vuelve a tomar el tema y lo sistematiza(53) . Proyección en el suelo de las relaciones sociales, campo de representaciones simbólicas, traza arqueológica de las sociedades anteriores, el espacio geográfico (nosotros diríamos el espacio social, para disipar toda ambigüedad) es también para H. Isnard un producto social. Es sin duda,

"la proyección de la sociedad, hasta el punto de que entre ellos la identificación es total; pero también la sociedad resulta de las relaciones que se establecen entre los hombres implicados en la producción y reproducción del espacio. La dialéctica que preside la formación del sistema socio-espacial preside también su funcionamiento y su permanencia...Sociedad y espacio se reproducen, pues, transformándose dialécticamente en el curso de las generaciones"(54).

Analizando la crisis de la geografía y subrayando la insuficiencia de sus fundamentos teóricos, los geógrafos que aceptan su relación con el marxismo han propuesto, igualmente, una definición del espacio social. J. Scheibling ha escrito:

"Para el materialismo dialéctico la unidad del hombre y la naturaleza es real y contradictoria.  La materia incluye al hombre, pero las leyes de la materia no son las de la sociedad... El hombre es, al mismo tiempo, un ser biológico y un producto de su propia socialización, pero la esencia humana es, en su realidad, el conjunto de relaciones sociales... En el espacio de la geografía existen dos objetos diferenciados: un espacio natural que tiene que explicarse por las leyes de la dialéctica de la naturaleza (y que es objeto de la geografía física), y un espacio social, que es el de la producción social (y que es el objeto de la geografía humana...). El análisis del espacio social tiene que tener en cuenta las fuerzas productivas, las relaciones de producción y las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción; dicho de otra manera, el modo de producción. Es la única forma que tiene la geografía para despejar los  procesos que determinan las formas de organización del espacio social...para explicar las transformaciones que se operan en el espacio por la evolución de los modos de producción... para explicar las formas espaciales de organización de la sociedad determinada por el modo de producción..."(55).

El espacio de la geografía es así, por naturaleza social. El espacio social (las formas espaciales de organización de la sociedad) está determinado por el modo de producción -definición que destaca la primacía de lo económico y conduce a abrir a la geografía del espacio social el campo entero de la geografía definida como "el estudio de las formas y estructuras espaciales producidas históricamente y especificadas por el modo de producción". En la geografía quebequesa de tradición marxista pueden encontrarse unas elaboraciones parecidas, que se pueden relacionar con la geografía social... "la comprensión de la sociedad humana, incluyendo en ello las formas bajo las cuales el hombre ocupa la tierra... debe partir de las relaciones que éstos establecen entre sí en la producción... La utilización del concepto de modo de producción permite comprender mejor el desarrollo de las técnicas de producción y las sociedades de clases, así como la naturaleza de la influencia territorial"(56).

La vida social y las relaciones sociales que se expresan en el espacio social suponen otras dimensiones que las de la economía(57); unas dimensiones que le están asociadas, como los factores culturales y religiosos o aun las representaciones que los individuos y los grupos tienen del espacio en el que viven. Que las relaciones sociales están principalmente determinadas por las relaciones de producción no es muy discutible. Pero, la aparición de los regionalismos, del feminismo, de la voluntad de renovación de la cultura reprimidas durante un tiempo implican unas dimensiones que parecen no depender únicamente de la economías y sostienen unas identidades colectivas que comportan una referencia espacial, un sentimiento de pertenencia a un territorio más o menos vivo.

La definición que proponemos del espacio social está apoyada en la idea de relaciones dialécticas entre sociedades y espacios. El espacio social es el nivel superior, el más globalizador, el más complejo del espacio geográfico. En él interfieren y se inscriben de forma interdependiente, las relaciones sociales y las relaciones espaciales tanto en el dominio de las actividades económicas como en el de las prácticas espaciales, sociales y culturales. Se trata de una definición inspirada en la que ha sido propuesta por sociólogos como Chombart de Lauwe o Ledrut, o por etnólogos como Imbert; una definición que incorpora también la que H. Isnard ha dado del espacio geográfico.

1. El espacio señalado es, en primer lugar y de forma determinante, el espacio de las relaciones de producción. La organización de las parcelas agrarias transcribe en el espacio las estructuras de la propiedad territorial, su modo de aprovechamiento, los medios humanos y materiales puestos en marcha. Conserva además, más o menos desdibujada, más o menos influyente y, a veces, inversamente reinterpretada, la huella de los modos de producción anteriores.

Tomemos el ejemplo de la Huerta de Murcia. Actualmente se yuxtaponen dos grandes sistemas de producción agrícola. El llano de regadío del Segura, servido por las acequias que toman su agua en la Contraparada, está troceado en millares de pequeñas explotaciones tanto más minúsculas cuando más próximas están de Murcia. La fotografía aérea, el panorama desde la Cresta del Gallo, el recorrido por las carreteras y caminos revelan una parcelación pulverizada en parcelas de algunas tahullas, o incluso menos.

El análisis de las propiedades territoriales muestra que predomina el aprovechamiento directo, es decir un campesinado microfundista; que bastantes propietarios son los descendientes de los colonos que explotaban en arriendo de larga duración las grandes propiedades aristocráticas que se habían constituido desde la Reconquista, al ritmo de períodos de revalorización del llano y de aparición de nuevas capas sociales dominantes. De estas grandes propiedades troceadas por ventas a los colonos a partir de finales del siglo XI X y, sobre todo, a principios de los años treinta no queda más que algunos testimonios, y en el paisaje agrario la marca en unas parcelas con las tramas más grandes. Microfundista ya menudo de débil rendimiento y no rentable, esta agricultura de la huerta tradicional sobrevive gracias a la ayuda, frecuentemente preponderante, de las actividades no agrícolas ejercidas en Murcia o en las aldeas cercanas.

En el linde de la huerta, a partir de los años 1925 y, sobre todo, entre 1955-60 y 1970-75, se han acondicionado grandes dominios. Se riegan por agua elevada desde las acequias y los azarbes, o por pozos. Estas explotaciones se organizan en grandes parcelas de naranjos, de limoneros o de uvas de mesa; es un paisaje de orden y de eficacia. Están a menudo organizadas en sociedades anónimas o familiares. Disponen de instalaciones de acondicionamiento y de almacenamiento y de materiales de cultivo que suponen un importante capital de explotación- Emplean una numerosa mano de obra asalariada: directores, ingenieros agrónomos, jefes de cultivo, tractoristas, peones agrícolas, permanentes, eventuales o estacionarios. Comercializan directamente sus cosechas en los grandes mercados españoles y de Europa occidental. Es, pues, otro sistema agrícola que el de la huerta. El vigoroso contraste entre los dos paisajes agrarios indica lo mismo que materializa a la vez los conflictos latentes o expresados entre dos sistemas -conflictos por el agua, por la comercialización de los productos- y su complementariedad; la gran agricultura capitalista proponiendo empleos, sirviendo, de manera deliberada o no, de foco de innovación técnica y organizando eventualmcnte a los productores, pequeños y grandes. Esta gran agricultura capitalista sucede de alguna manera a la gran propiedad aristocrática hoy moribunda; de esta  forma el paisaje da testimonio del relevo histórico de las oligarquías terratenientes.(58)

En el dominio de la producción industrial, los espacios industriales expresan igualmente la naturaleza de las relaciones de producción. Piénsese en paisajes industriales tan significativos de las relaciones de producción como las ciudades obreras de finales del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX: la S. M. N. Y el altiplano de Mondeville-Colombelle, los paisajes mineros del norte de Francia, la asociación de fábricas textiles y ciudades proletarias a lo largo del Llobregat. O también en la diseminación en el medio rural de establecimientos industriales que buscan una mano de obra joven, poco calificada, barata y supuestamente poco reivindicativa. O, aún, en la ordenación de amplias zonas industriales en los nuevos suburbios de las ciudades del oeste francés.

Estos son otros tantos tipos de espacios industriales que se diferencian en función de la organización de la producción y de la concepción de las relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo. En unos casos, la mano de obra está psíquicamente asociada a la fábrica, que constituye, tanto en sentido propio como figurado, su horizonte(59).  En otros, al contrario, por temor a concentraciones obreras numerosas y combativas que residan cerca de los lugares de producción, prevalece la disociación del espacio de trabajo y del espacio de residencia, materializado por los Z. U. P. y la erección de grandes polígonos, además de por la dispersión de las viviendas unifamiliares peri-urbanas; los lugares de capital y los lugares de reproducción de la fuerza de trabajo no están unidos más que por la circulación de autobuses de transporte colectivo y los desplazamientos motorizados individuales.

2. En segundo lugar, el espacio social es el espacio de la sociabilidad. Las relaciones sociales se tejen a diferentes niveles de la organización socia~. A nivel familiar, las relaciones inter-familiares y de grupo familiar se analizan bajo diferentes ángulos. Por los lugares de residencia de los miembros de la familia (considerando, si ello es posible, las tres o cuatro generaciones presentes) aparecen las relaciones entre la estructura familiar y el espacio. En muchas regiones de Europa Occidental la evolución de la familiar está caracterizada por la no cohabitación de las generaciones y la ruptura geográfica de la familia por el éxodo rural. A la familia agrícola que reúne sus generaciones y sus colaterales en un mismo lugar (como la masía catalana, el podere de Umbria) que identifica una misma unidad de producción, le ha sucedido la familia rota entre lugares, actividades y géneros de vida diferentes. De esto, resultan unos espacios familiares más extensos, incluso distendidos, cuya escala no es ya la del pueblo y de las colectividades cercanas entre las que se tejían durante generaciones los lazos de parentesco, sino la de las regiones, territorios nacionales o internacionales. Cada vez se casan menos entre sí los jóvenes del mismo municipio, o de las municipios próximos. Las parejas tienen, cada vez más frecuentemente, unos orígenes regionales diferentes: Se encuentran en la fábrica en la que se trabaja o en el barrio de la capi- tal donde se vive en un piso. Sin embargo, se contrae matrimonio en el país de origen, signo de un apego vivo a los lugares de la infancia y de la línea familiar, a los sitios a los que durante toda la vida se guardará la esperanza de volver a acabar sus días.

La evolución de las estructuras familiares como resultado de los cambios sobrevenidos en las relaciones de producción, en particular en la agricultura, de las migraciones de población y de las transformaciones de las prácticas familiares, ha trastornado las relaciones de naturaleza, de frecuencia y de escalas variadas que los grupos familiares tenían con el espacio.

Esta perspectiva de estudio se enriquece aún más si se le añade la de la apropiación de los medios de producción a nivel familiar. En las sociedades rurales de Europa Occidental las estrateqias matrimoniales han estado durante mucho tiempo animadas -y lo están todavía frecuentemente- por la voluntad de convenir unas alianzas entre familias que tengan unas bases territoriales parecidas, al menos para aquellas que tienen una cierta base territorial. los grupos así constituídos llegan a controlar al hilo de las generaciones una parte determinante del espacio cultivado, y por otro lado, a controlar las diferentes instancias del poder local.ro Eso se aplica igualmente, a un nivel muy diferente de poder económico y político: el de la gran burguesía de los negocios cuyas estrategias financieras y políticas se duplican con estrategias matrimoniales que se inscriben en el espacio por la posesión de propiedades, establecimientos industriales, inmuebles de renta, etc. (60)

A unos niveles más complejos de la organización social, la corporación, la tribu, la etnia, la clase social tienen, en tanto que grupos sociales, unas relaciones de naturaleza diferente. Son, por ejemplo, las relaciones que tejen los desplazamientos ligados a la actividad productiva, al trabajo y al empleo: migraciones cotidianas de obreros de los suburbios, vuelta a Francia de los obreros (tour de France des compagnons) en otras épocas, en la actualidad migraciones de una gran obra a otra de los trabajadores de trabajos públicos. A ello hay que añadir los desplazamientos para comprar y vender, las operaciones y desplazamientos que se efectúan a los lugares de encuentro, zocos, ferias, ventas en pública subasta, barrios comerciales, grandes almacenes, que son, al mismo tiempo, lugares de actividad económica y de una sociabilidad intensa y multiforme donde se establecen unas relaciones sociales que se concretizan en la ordenación del lugar de comercio, por la reagrupación de las actividades de la misma naturaleza, y unas frecuentaciones diferenciadas espacial mente según el nivel social de los clientes -el de Prisunic no es el de los comercios distinguidos de talo cual calle peatonal. Existe asimismo una geografía social o de los lugares de ocio y de placeres. En una gran aglomeración como Barcelona,(61) o aún en un universo socio-cultural diferente como el de Teherán,(62)  los lugares de prostitución difieren -y son practicados de forma diferente- según las clases sociales. la frecuentación turística de las playas de una región determinada tiene una dimensión social que se expresa, por ejemplo, en la desigual distribución de los terrenos de camping, pensiones baratas, de los deportes aristocráticos o considerados como tales; la frecuentación de la playa se reparte en sectores y obedece a unos ritmos que difieren según el nivel social y la procedencia geográfica de los veraneantes.

Considerado como espacio de los grupos sociales, de su propia vida y de sus relaciones, el espacio social se caracteriza, pues, como un sistema de relaciones: relaciones de propiedad, de trabajo, de trayectos, de encuentros, etc.; se trata de relaciones que mantienen unas representaciones del espacio social en las que las características de la sociabilidad entran en gran parte. Espacio de grupos sociales y de su sociabilidad, el espacio social está, por ello mismo, atravesado de fronteras económicas, sociales y mentales: hay barrios urbanos en los que por el hecho de pertenecer a talo cual grupo social, burgués o subproletario, la gente no osa penetrar en ciertos lugares; es decir, que las exclusiones y segregaciones se materializan en el espacio.

3. El espacio social es, en tercer lugar, el espacio arquitectónico, el espacio material de la casa, del inmueble, de la calle, del barrio, de la aglomeración urbana o de la explotación rural. Esta dimensión del espacio ha sido evocada ya en varias ocasiones y los autores la incluyen frecuentemente en la definición que dan del espacio social. Tal manzana urbana, tal barrio por su organización (plano de sus calles, disposición, densidad de los volúmenes construidos), por la morfología de los edificios (número de pisos, tipo de materiales, etc...), sus colores, su exposición, su decoración, en resumen por su arquitectura y su urbanismo, refleja en la materialidad de la construcción las características sociales de la población para la que ha sido construida: grupos de casas de mineros, cuidades obreras, ciudades de urgencia, chabolas, polígonos de viviendas de los años 50 o 60 en tantas ciudades francesas o españolas, vivendas unifamiliares de los años 70, y residencias contemporáneas, son otros tantos tipos de viviendas urbanas con un contenido social bien caracterizado. Construidos por una clase social determinada expresan el punto de vista del arquitecto (o de su empresario) sobre esta clase social y, de una forma más general, sobre la organización social; ¿no expresa acaso el chalet la ambición (no desprovista de cálculos políticos) de la burguesía francesa de los años 70, del ascenso de las clases medias al patrimonio y a la propiedad, juzgadas como garantía de su conservadurismo social y político?

En el mismo orden de ideas, la arquitectura de las colonias industriales catalanas, que  reune en un mismo lugar el capital y el trabajo, materializa las relaciones de producción industrial de finales del siglo pasado y apunta, bajo la autoridad patronal, una convivencia armoniosa de los factores de producción en un conjunto económica, social e ideológicamnete integrado (por la escuela, la iglesia, etc.) Las clases dominantes han marcado en la piedra y la arquitectura su éxito económico y su dominación social y política, tanto en el espacio rural como en el paisaje de las grandes aglomeraciones. En el sureste de España la división en barrios de aldeas como Moratalla, Jumilla o Almoradí, que viven muy ligadas a su entorno agrícola, refleja, con unas modalidades más o menos particulares a cada ciudad, las marcadas separaciones sociales que caracterizan a las sociedades rurales de la región, tanto en las huertas como en los secanos y en las sierras: "cada una de las ciudades pequeñas y med ianas de la región transcribe por medio de los barrios que la componen las relaciones de producción características del espacio que domina y las relaciones sociales que se desprenden de ello"(63).  De manera semejante, las ciudades construidas a finales del siglo XVI en la tierra firme veneciana por el arquitecto Palladio "cristalizan en el espacio unas relaciones sociales concretas, las que manifiestan la situación de una clase (la nobleza veneciana) que, enriquecida por el comercio, se vuelve hacia la agricultura, entendida como fuente de rentas y como refugio al mismo tiempo -por las bonificaciones, por la modernización agrícola y la instauración de un capitalismo agrario(64).

Se podrían establecer unas relaciones similares entre el sistema de producción agrícola y la arquitectura rural para la hacienda andaluza o sudamericana, las grandes granjas de patio cuadrado de las regiones de gran cultivo de la cuenca parisiense, etc. En el dominio IJrbano, la ascensión económica y el poder dirigente de una clase se proclaman, de forma más o menos ostentosa, por la creación de espacios arquitectónicos. En Barcelona la gran burguesía catalana de finales de siglo XIX y del primer tercio del siglo XX manifiesta su éxito económico al mismo tiempo que sus concepciones de la sociedad en los edificios de estilo modernista del Paseo de Gracia y de la derecha del Ensanche.

Como la construcción sobrevive al contexto histórico de su creación, el espacio arquitectónico testimonia la evolución y los cambios acaecidos en las estructuras económicas y sociales. A veces los edificios agrícolas que materializan por sus dimensiones y sus estructuras una forma de aprovechamiento, abrigan actualmente, a costa de algunos acondicionamientos, otro sistema de explotación -como la granja de Umbria(65). Los edificios industriales son acondicionados para otras fabricaciones, incluso para otros usos, sin que la arquitectura del conjunto se modifique sensiblemente. El abandono y deterioro. de las casas grandes de la Huerta de Murcia o de los palacios de la vieja ciudad en Lorca confirman el declive de las aristocracias murciana y lorquina florecientes en el siglo XVIII. El que las casitas de los tejedores del bocage normando sean ahora restauradas como residencias secundarias indican, más que un cambio de asignación, la desaparición de la clase de los artesanos rurales en otros tiempos tan numerosos en la Baja Normandía y la llegada de clases medias deseosas de reanudar el contacto con la naturaleza y con las raíces agrícolas olvidadas durante algún tiempo.

Las transformaciones contemporáneas de los centros históricos de las ciudades europeas son también significativas de unos cambios sociales cuyo teatro es el espacio urbano. Esos viejos barrios fueron, en primer lugar, el espacio de la clase dominante, aristocrática o burguesa; las funciones de mando tenían en ella su sede; la arquitectura materializa en el campo de las artes el triunfo económico y la dominación social de la clase superior. Después, el barrio pierde su esplendor, ya sea porque la clase que lo ocupa decae, ya sea porque ésta desplaza sus actividades y sus residencias hacia nuevos barrios. Poco a poco, la degradación socia! se lee en el paisaje urbano. Se convierte en un espacio abandonado por las clases sociales acomodadas, un espacio progresivamente abandonado a los grupos sociales más explotados y marginales, gente rural recientemente urbanizada, inmigrados, ghettos raciales. Al mismo tiempo, la representación que tiene de este espacio la colectividad urbana que cambia es lo que acelera la pauperización y la reclusión en ghetto. En razón de su centralidad -proximidad a los grandes servicios urbanos, administraciones, bancos, se- des sociales, compañías de seguros-, del elevado precio de los terrenos y, eventualmente, del interés artístico de sus construcciones, a menudo, el viejo centro histórico está en la actualidad en curso de rehabilitación. La expresión es rica en significado. Designa en primer lugar una renovación arquitectónica y urbanística del barrio: la renovación de los edificios más interesantes, los menos degradados, la demolición de las manzanas consideradas más insalubres (lo que en Francia se denomina el rasgado (curetage) de los centros antiguos) y la construcción de edificios modernos. La rehabilitación indica igualmente el cambio de funciones que se opera al socaire de la restauración: comercios de lujo, galerias de ¡¡rte, despachos de abogados que reemplazan las tiendas de comestibles de barrio, las bodegas y los hoteles amueblados. También la frecuentación del barrio se modifica. La población antigua de inmigrados, de personas de edad instaladas allí durante generaciones o solamente desde su juventud se encuentra forzada a abandonar el barrio bajo la presión de los promotores, de los demoledores y del alza de los alquileres. Los reemplazan categorías sociales acomodadas que aprovechan allí, al mismo tiempo, el confort, la centralidad y el encanto de las viejas piedras. Es pues la fisonomía, la reputación y la sociología del barrio lo que cambian. Piénsese por ejemplo, en lo que ha ocurrido en París y en la evolución electoral de los barrios del este, en otros tiempos proletarios, o en el viejo barrio del Panier en Marsella.

La arquitectura petrifica en el edificio las estructuras y jerarquías sociafes de una época. Traduce en la piedra la idea, confusa o explícita, que se hacen de ~u habitat las diferentes clases sociales. Materializa la visión social de los que controlan, impulsan u organizan la producción de espacios edificados, promotores y especuladores, poderes políticos, arquitectos y urbanistas. Por medio de la arquitectura una sociedad se inscribe de forma tangible en el espacio y en el tiempo;(66)  la arquitectura ha sido susceptible de reutilizaciones, de reapropiaciones y de reinterpretaciones posteriores en el marco de los modos de producción o de modelos culturales diferentes de los que han presidido su nacimiento.

4. El espacio social es un espacio de enfrentamiento y de conflictos. Los cuales son de naturaleza económica, política o ideológica. La propiedad territorial del espacio agrícola y sus formas de aprovechamiento están en el centro de las relaciones de producción y de las relaciones sociales de las sociedades rurales. En cualquier parte donde permanezca la pro- piedad privada, su desigual distribución funda, en lo esencial, la jerarquía social del campo. Convertirse en propietario puede ser la ambición de una vida, incluso de un linaje familiar. Los contratos de explotación (los arrendamientos, las aparcerías, etc. establecen entre propietarios y explotantes unas relaciones que no son sólo económicas, sino también personales. Los conflictos hacen aparecer con toda claridad los enfrentamientos vitales de que es objeto la propiedad de la tierra:

- conflictos entre propietarios que desean volver a tomar la propiedad de la tierra y granjeros;(67)

- conflictos entre aparceros y propietarios;

- conflictos entre braceros sin tierra y en paro crónico y propietarios latifundistas, como ocurre en Andalucía, en el Alentejo portugués y en bastantes regiones de Iberoamérica; conflictos que plantean de forma aguda la cuestión de la reforma agraria.

- conflictos entre colonos y poblaciones indígenas expoliadas de sus tierras durante la colonización.

- conflictos engendrados por la colectivización de las tierras en la U RSS en los años 20 y en las democracias populares desde 1945.

Las causas de estos conflictos; el origen social de los que se oponen en ellos; las circunstancias de su estallido; las formas que toman, clandestinas o públicas, pacíficas o insurreccionales, huelgas, manifestaciones, ocupación de grandes propiedades, alborotos, guerrillas; las consecuencias que tienen sobre la organización de la economía y de la sociedad aqrícola, todas estas dimensiones de los conflictos agrarios han de retener la atención del geógrafo, porque éste no puede desinteresarse de los conflictos sociales, y porque las crisis revelan unas relaciones entre grupos sociales y unas relaciones con el espacio que en tiempos normales son poco perceptibles.

El espacio rural es el foco de otros conflictos cuyo origen no está siempre asociado a la propiedad y al uso agrícola del suelo: como las manifestaciones de campesinos a propósito de los excedentes agrícolas, de los precios agrícolas, o de los impuestos; o los choques entre agricultores y neo-rurales de las residencias secundarias y de las parcelas urbanizadas.

Estos conflictos tienen muchas veces unas dimensiones que hacen patente la lectura que hacen los interesados del espacio en el que viven: concentraciones ante los lugares de poder del Estado, ocupación de los edificios que significan el poder del propietario, etc. Estos conflictos no sólo se manifiestan en el terreno concreto de las luchas sociales, sino también, eventualmente según la naturaleza del régimen, en el terreno político: el Alentejo vota a la izquierda con unos tantos por cientos elevados para el Partido Comunista Portugués; lo mismo ocurre en la parte sevillana y cordobesa de Andalucía; es en las regiones de aparcería de la Italia central en donde el Partido Comunista Italiano obtiene sus mejores resultados; al contrario, las regiones de pequeño o mediano campesinado familiar, como el Miño, Galicia, la Vendée o el bocage Normando votan a la derecha.

En el espacio urbano existen también unos enfrentamientos económicos a menudo considerables, que ponen en competencia (o en convivencia) a los diversos elementos que intervienen en los procesos de formación y de transformación del espacio urbano; propietarios del suelo y de las viviendas existentes, promotores públicos y privados, poder político en sus diferentes niveles: local, regional y nacional. Las políticas de reestructuración y el espacio urbano proceden de opciones sociales, y tienen unos efectos sobre el espacio social urbano que revelan la naturaleza de lo que está en juego y las alternativas de organización social efectuadas por los que, con títulos diversos, administran el espacio urbano. En este campo los análisis no escasean; piénsese, por ejemplo, en los trabajos de M. Castells', A. Lipietz y J. Lojkine,(68)   o los análisis de los geógrafos R. Ferras(69)  y los geógrafos españoles sobre Barcelona,(70), los animadores de Villes en parallelle, etc.

El habitat social urbano constituye, por si solo, un tema de geografía particularmente interesante: sus localizaciones, sus características arquitectónicas, sus habitantes, su sociabilidad y su movilidad, su integración (o no integración) en el espacio urbano, la vida asociativa que se desarrolla (o que no se desarrolla), permiten captar la complejidad de lo que se juega sobre el espacio urbano. Las luchas urbanas, sus orígenes, su naturaleza, sus reivindicaciones, la geografía de su expresión, son reveladoras, al mismo tiempo, de las separaciones socio-espaciales y de las representaciones que los unos y los otros tienen de ellos.

También son significativos para el geógrafo los problemas, los enfrentamientos, y los conflictos del trabajo en las actividades urbanas. No se podría ignorar la grave cuestión del paro forzoso: su distribución espacial, su relación en los niveles de calificación, con los  grupos de edades, los sexos; esto remite, por un lado, a la desigual resistencia de los tejidos económicos a la crisis y, por el otro, a la extensión del trabajo eventual o trabajo negro, incluso con unas formas de sociabilidad, tales como la constitución de bandas de jóvenes marcadas por unas relaciones particulares con los lugares. Los conflictos sociales, huelgas, manifestaciones, ocupaciones de fábricas, etc. revelan en su geografía la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales y, de otro lado, la naturaleza de las relaciones de clase características de un campo geográfico. Algunos geógrafos han tratado de analizar la inserción geográfica de talo cual conflicto social. Por ejemplo, P. Phlipponneau

ha estudiado la huelga de Joint Français en Saint Brieuc en 1972;(71)  esta huelga ha podido durar casi dos meses gracias a la solidaridad de los agricultores, del clero y de la juventud católica, e incluso de los pescadores.
 
El geógrafo no puede ignorar los conflictos armados que estallan y se instalan en las aglomeraciones urbanas. Estos conflíctos tienen su estrategia, su geografía de los lugares(72).  Al igual que los conflictos agrarios, y eventualmente en conexión con ellos, los conflictos urbanos armados oponen unos intereses, grupos sociales, concepciones de la sociedad e ideologías que acusan la dominación económica, social, política e ideológica de un grupo social más o menos numeroso. Iluminan así, brutalmente, las desigualdades, las situaciones de dominación y de subordinación. Enfrentan a grupos sociales que tienen unas bases territoriales circunscritas que se convierten, eventualmente, en espacios de lucha.

Tanto si se le considera como espacio del trabajo y del capital, de enfrentamientos y de conflictos, de prácticas sociales o de relaciones sociales inscritas en la arquitectura, el espacio social es, en cada una de estas dimensiones, producto, representación y símbolo por medio de los que se manifiesta la dialéctica de lo social y de lo espacial. Caracterizar así el espacio social y, por consiguente, definir el campo y las orientaciones de la geografía social abre un dominio de investigación que los geógrafos no han explorado todavía más que de una forma escasa. Conviene ahora tratar de definirlo y de delimitarlo.
 

El campo de la geografía social

La definición ofrecida de la geografía social y de su objeto, el espacio social, delimita unos dominios de investigación de naturaleza y de contornos diferentes según los criterios retenidos. La geografía social podría, por ejemplo, ordenarse en función de los principales factores que determinan, según unas relaciones variables en el tiempo y en el espacio, las interrelaciones de sociedades y espacios: las estructuras sociales, los factores culturales, las movilidades sociales y espaciales, los lugares (de trabajo, de intercambio, de ocio, de conflictos, etc.). Se podría, también, construir una geografía social analizando los espacios sociales según el nivel de desarrollo de las sociedades: de las sociedades arcaicas a las sociedades post-industriales.

En las definiciones que los sociólogos, los etnólogos y los geógrafos proponen del espacio social aparece frecuentemente la idea de niveles de complejidad creciente en las relaciones sociedades-espacios: del espacio-soporte al espacio de lo simbólico y de lo imaginario, pasando por el espacio producto o factor social. Partiendo de ahí, el campo de la geografía social se puede subdividir en cuatro dominios principales: una geografía de los indicadores sociales, de las cuestiones sociales, de los grupos sociales y de las combinaciones socio-espaciales. Analizaremos sucesivamente cada uno de ellos.

Una geografía de los indicadores socia/es. Se entiende aquí por indicador talo cual dato que se relaciona con la realidad social, que es cuantificable y cuya distribución espacial es susceptible de ser cartografiada.

En los países con un arsenal estadístico desarrollado, los indicadores sociales son múltiples, pero de interés desigual para la geografía social. Los datos demográficos, tales como las estructuras por edades (la tercera edad, los jóvenes, etc.) y por sexos (sobre la feminidad, sobre la masculinidad), la fecundidad, la mortalidad infantil, la movilidad migratoria, etc. proporcionan indicaciones y elementos de explicación acerca de las estructuras sociales y los comportamientos.

Bastantes indicadores se relacionan con las estructuras sociales: categorías socio-profesionales, proporciones de activos, etc. Las categorías socio-profesionales pueden ser particularmente significativas de talo cual estructura; así la proporción de obreros agrícolas, la de los obreros industriales o la de los jubilados de la agricultura. Otros indicadores miden las desialdades sociales: los niveles de renta, de confort de la vivienda o aun, de una cierta forma, la escolarización y los niveles de los títulos.

Los indicadores tienen un valor de reveladores de los comportamientos de los grupos sociales y de las actitudes fundamentales en relación a la sociedad o en relación con la vida y la muerte; así las actitudes políticas manifestadas en las democracias liberales por los resultados electorales o la práctica religiosa, el índice de matrimonios, la fecundidad e incluso las estructuras familiares. Las patologías sociales como la delincuencia, el suicidio, la droga, el alcoholismo, la desnutrición, las enfermedades sociales (como el cáncer, las diversas formas de la tuberculosis, las enfermedades infantiles, etc.); el fracaso escolar, el paro forzoso y el subempleo, revelan unos desequilibrios, inadaptaciones, situaciones de marginalidad y de segregación que afectan a uno u otro grupo social.

Se trata, en un primer tiempo, de cartografiar la distribución de estos hechos sociales cuyo soporte es el espacio y de hacer aparecer así unas áreas de homogeneidad, unas fronteras de diferenciación y unas zonas de transición. Este es un trabajo familiar a k>sgeógrafos. Las geografías religiosa, electoral, médica, escolar y lingüística lo atestiguan. Pero desde una óptica de geografía social importa ir más allá de la distribución en dos direcciones complementarias. ¿Qué coincidencias (por la superposición cartográfica), qué correlaciones (por el análisis estadístico), qué relación (por las encuestas) se puede establecer entre tales y cuales indicadores sociales, entre la práctica religiosa, la fecundidad, la proporción de agricultores-explotadores y el voto conservador, por ejemplo? Y por otra parte, ¿qué significan sus desiguales distribuciones espaciales? ¿qué indicación nos dan los indicadores sobre las estructuras sociales,. su dinámica y su distribución geográfica; esto último puede conducir a la conclusión de que tal o cual indicador no tienen ningún valor como indicador social.
 

Una geografía de las cuestiones sociales

La geografía debe ser de su tiempo y contribuir a la toma de conciencia colectiva de los problemas de la sociedad y a su solución. En la situación presente el paro forzoso debería retener prioritariamente la atención de los investigadores de las ciencias sociales, asociados en una aproximación pluridisciplinaria. En lo que le concierne más específica- mente, la geografía estudia la distribución espacial del paro (número y proporción de parados por circunscripción, censo de las empresas paradas parcial o totalmente, importancia del paro femenino, del paro juvenil). Conviene igualmente poner en relació~ el paro con los niveles de calificación, la movilidad migratoria, las estructuras familiares, etc. En colaboración con los sociólogos y los psicólogos se interesa por como es vivido el paro forzoso, y en particular por las modificaciones y perturbaciones de las prácticas del espacio y de las relaciones con los lugares provocadas por el paro.

Otra cuestión social de importancia es la de la escolarización. En un buen número de países subdesarrollados una proporción importante de la población infantil no está escolarizada o lo está bajo unas formas y unas condiciones tales que el único nivel de instrucción es el elemental. En los países desarrollados la escolarización, que cubre, por lo menos, una docena de años de la existencia y contribuye de forma decisiva al establecimiento d de las relaciones con los lugares. Piénsese en el rol de la escuela municipal en la formación de un sentimiento de pertenencia a una comunidad rural o de barrio, al menos en tanto que el transporte escolar y las concentraciones escolares no han separado los lugares de escolarización y los lugares de vida social. La escuela sufre los efectos de las segregaciones raciales y sociales: escuelas con buena reputación y buscadas en los barrios acomodados, escuelas poco a poco abandonadas a los niños de los grupos sociales económica y culturalmente más desposeídos. Contribuye, por medio de las orientaciones y de las selecciones, a la desigualdad de los niveles culturales y de calificación, no sólo en el seno de un mismo establecimiento, sino igualmente en una misma aglomeración, en una misma región o nación. La cuestión escolar tiene, pues, unas dimensiones espaciales, dimensiones que es importante desvelar y darlas a conocer.

Otro problema crucial es el del alojamiento. Es, ante todo, toda la cuestión de la vivienda subintegrada, social, geográfica y cultural mente marginal: chabolas, chozas, barracas, favelas y otros tantos términos que muestran la universalidad y la proliferación en los países subdesarrollados. Es, también, la degradación de los viejos barrios centrales, los ghettos que se forman, los problemas sociales que se plantean, incluyendo los que se relacionan con las operaciones de recuperación por renovación. Hay que citar, igualmente, el habitat social: casas de mineros y ciudades obreras, grandes polígonos de viviendas de los años 1950 y 1960, etc. Se ponen aquí en cuestión, a la vez, las modalidades de producción de la vivienda (mercado del suelo urbano, especulación inmobiliaria, políticas de urbanización, elecciones políticas, etc.) y las formas en que las viviendas sociales son habita- das y vividas, tanto a escala del piso como en la del barrio. La vivienda de alto nivelo la residencia secundaria, podrían también suscitar el interés del geógrafo deseoso de captar las relaciones entre grupos sociales, habitat y producción de la vivienda.

Son igualmente susceptibles de estudios de geografía social las crisis sociales, las huelgas, las manifestaciones, las ocupaciones de fábricas, de haciendas o de barcos, las reformas agrarias, las insurrecciones que oponen a fracciones de una misma población.

Como se ve, existe en este dominio de las cuestiones sociales un camino de investiqaciones amplio que los geógrafos no han explorado más que muy parcialmente: la delincuencia, las migraciones consideradas en sus aspectos sociales, los antagonismos religiosos, lingüísticos o étnicos. Es preciso ir mucho más lejos que la simple cartografía de los indicadores sociales que tratan de obtener una localización, o una medida de los problemas sociales; importa unirlos a las estructuras sociales y a los comportamientos de los diferentes grupos sociales (en particular a sus comportamientos espaciales, de habitat, de trabajo y de intercambios) y a las segregaciones que provocan.
 

Una geografía de los grupos sociales.

Se entiende por grupo social tanto el parentesco como la etnia o la clase social. Cada grupo social tiene con el espacio un conjunto de relaciones más o menos interdependientes, modeladas por las relaciones de producción y de intercambios, de residencia y de ocio, influenciadas igualmente por el contexto cultural propio de cada grupo social o conjunto de grupos sociales. Se ha esbozado ya en las páginas precedentes la trama de una geografía social de la familia rural bajo-normanda: su estructura, su ruptura geográfica y socio-profesional contemporánea, sus prácticas matrimoniales y sus evoluciones, sus relaciones con la propiedad del suelo, sus lugares de habitat, los lazos culturales y económicos de su cohesión, las diferenciaciones que proceden de la situación social; he aquí otros tantos te- mas que permiten bosquejar una geografía social de las estructuras familiares.

Se ha propuesto ya una geografía social de la burguesía de tal país o cual región(73), de tal o cual campesinado; se encontrarán los elementos de ella, por ejemplo, en los estudios que J. Renard ha dedicado a la sociedad de la Vendee. A. Fremont ha trazado en una serie de seminarios las grandes líneas de una geografía social de la clase obrera: una investigación de este tipo -que supone de antemano un conocimiento profundo de las estructuras industriales (ramas de actividades, distribución geográfica de los establecimientos, relaciones interindustriales, estructura del capital)- podría organizarse en torno a los siguientes temas:

- los obreros como trabajadores de las empresas: características demográficas, orígenes sociales y geográficos, calificación y duración del trabajo, rotación del personal, sindicazación, elecciones políticas y conflictos sociales;

- los obreros en el espacio regional: lugares de residencia, lugares de compras, sitios de escolarización de los niños, espacio de las relaciones familiares, de vacaciones;

- los obreros y los lugares: sitios de sociabilidad -la fábrica, el café, la calle, el barrio, el estadio, etc.- y representación de los lugares -espacios-signos, espacios-símbolos, propios de la clase obrera o impuestos por la ideología dominante(74).

Semejantes investigaciones suponen la utilización simultánea de escalas diferelltes: escala de lo local, de la unidad de producción y de los lugares df! residencia, disociados o no de la producción; escala regional de los lazos familiares, de las compras; y, eventualmente, escala nacional de la empresa o de la organización sindical.

Se podrían, evidentemente, trazar programas comparables para diversos grupos sociales: geografía social de las clases medias(75), de las mujeres(76) , de la tercera edad(77), de los pescadores, de los emigrantes temporales del Levante español, de: los gitanos, de la colonia china de talo cual ciudad del Pacífico, y tantas otras más.
 

Una geografía de las combinaciones socio-espaciales, o de los espacios sociales.

Las aproximaciones precedentes conducen a una profundización progresiva de las relaciones espacio-sociedades: del espacio-soporte de los hechos sociales al espacio de las prácticas y de las representaciones. Las escalas de análisis deben usarse, según la calidad de la información estadística; a falta de estadísticas o debido a que medirlas a esas escalas no tendría ningún significado, los hechos sociales no pueden ser estudiados a las escalas más elementales, secciones de municipios, manzanas urbanas. Esto debe combinarse, a la vez, con la dimensión espacial del hecho social estudiado, según se relacione con un lugar de- terminado: la casa, la fábrica, la escuela o con un territorio más o menos vasto, el de las emigraciones estacionarias o del parentesco, por ejemplo. Estas aproximaciones, son de naturaleza analítica y ponen el acento sobre los hechos sociales ya se trate de indicadores, de problemas o de grupos sociales. La ambición de una geografía de las combinaciones socio- espaciales es considerar el espacio social en la diversidad y la interacción de sus componentes, el espacio social como soporte, marco representación y factor de las relaciones sociales. Se limitará, necesariamente a la pequeña región agrícola, al barrio urbano o al gran establecimiento industrial, al territorio de una etnia... adicionando y combinando las di- versas aproximaciones de la geografía social. Los indicadores sociales, tan numerosos y pertinentes como sea posible, permitirán justificar la elección de talo cual lugar de investigación y situarlo en su entorno regional, e incluso nacional. Una determinada cuestión social podrá aparecer como específica del lugar considerado: las causas, carácteres y efectos del éxodo rural, la marginalidad económica, la superpoblación, los conflictos sociales en la empresa. Las estructuras sociales se imprimen en el paisaje según unas formas particulares o banal es, permanentes o efímeras. Los grupos sociales tienen con el espacio en sus diferentes escalas unas prácticas y unas imágenes que difieren según la situación social, la cultura, la historia y la estructura de los grupos.

La meta es, pues, captar las interrelaciones de lo social y de lo espacial en la complejidad de sus imbricaciones, entendiendo bien que éstas no se despliegan a la misma escala, ni en el espacio, ni en el tiempo y que los desfases resultantes están con frecuencia, particucularmente cargados de significación.

Podemos esperar que la multiplicación de tales investigaciones localizadas, por poca preocupación que se tenga de situar las en contextos más amplios y de medir su originalidad y ejemplaridad, permitirá intentar, en el futuro, una geografía general de los espacios sociales.
 

CONCLUSIÓN

La renovación actual de la geografía social en Francia hunde sus raíces en un tradición de la geografía humana que ya se había manifestado con una cierta fuerza y una cierta coherencia en el nacimiento de la disciplina y en el decenio que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial. Quedan por aclarar las razones de esta renovación. ¿Madurez de una nueva generación de geógrafos? ¿Reacción contra el control de la disciplina por los geógrafos físicos y, de foma más general, por una mayoría de geógrafos conservadores poco inclinados a reconocer a los factores sociales el papel que tienen en la combinación geográfica? ¿Crísis de la geografía establecida? ¿Necesidad de prolongar el campo de aplicación de los métodos cuantitativos? ¿Efectos de la crísis que agrava los problemas sociales y los impone como prioridad en las investigaciones de las ciencias sociales? Asimismo, falta todavía comprender el desvanecimiento -que no silencio- de la geografía social entre mediados de los años 50 y el principio de los años 70. Impugnada en nombre de la objetividad y del no compromiso tan caros a los que dirigían la geografía establecida, la geografía social, no había sabido o podido imponerse, seguramente por la falta de una reflexión teórica constante y profunda difundida por unas revistas numerosas y de amplio eco en la disciplina. Ojalá que esta mise au point ayude a suscitar las discusiones que conduzcan a una produndización de los métodos de la geografía social, contribuyendo así a acreditarla, de forma indudable, como una orientación superior de una geografía humana que desarrolla todas sus potencialidades de investigación. Fortalecida por la especificidad de sus enfoques, quizás encuentre la geografía en la investigación pluridisciplinaria, en conexión necesaria con las otras ciencias sociales, el lugar que no debería nunca haber abandonado.
 
 

NOTAS

(1) Ver en particular, RUPPERT, K. V SCHAFFER, F.: La polémica de la geografía social en Alemania: ,. Sobre la concepción de la geografía social, "Geo Crítica", Barcelona, no 21,1979,25 pags; WIRTH, E. 11. La geografía social alemana en su concepción teórica yen su relación con la sociología y la "Geographie des Menschen". "Geo Crítica", Barcelona, no 22,1979,31 págs.

(2) SIEGFRIED, A.: Tableau politique de la France de l'Ouest sous la 111 République, París, A. Colin, 1913.

(3) GOGUEL, F. Géographie des élections franç;aises de 1870 a 1951, París, 144 págs.

(4) LE BRAS, G.: Un programme: la géographie religieuse, "Annales d'Histoire sociale", 1945, págs. 87-112.

(5) "Cahiers de la Fondation Nationale des Sciences politiques". no 60. Nouvelles études de so- ciologie électorale, por R. ARAMBOUROU, P. BARRAL, A. CHAUCHAT, F. GOGUEL, C. LELEU, R. S. MILNE, J. PATAUT, J. SAUERWEIN, R. DE SMET, A. DE VULPIAN, Pa- París, A. Col in, 1954.

(6) HUGONNIER, S.: Tempéraments politiques et Géographie électorale de deux grandes vallées intra-alpines des Alpes du Nord: Maurienne et Tarentaise, "Revue de Géographie Alpine", Grenohle, vol. 42,1954, págs. 97-128.

(7) VEYRET -VERNER, G.: Quelques réflexions sur la Géographie politique des Alpes du Nord et leur Avant-Pays, "Revue de Géographie Alpine", Grenoble, vol. 42,1954, págs. 107-110.

(8) BILLET, J.: L 'expression politique en Grésivaudan et son interprétation géographique, "Revue de Géographie Alpine", Grenoble, vol. 46, 1958,97.128.

(9) GACHON, L.: La géographie électorale, ses hypotheses de travail, "Revue de Géographie de Lyon", Lyon, 1955, no 4, págs. 353-356.

(10) CHATELAIN, A.: Cette nouvelle venue, la Géographie sociale, "Annales, Economie,  Sociétés el Civilisations", París 1946, págs. 266.270.

(11)  CHATELAIN, A.: Horizons de la Géographie sociologique, "Revue de Géographie de Lyon", Lyon, 1953, págs. 225-228.

(12) CHATELAIN, A.: Les fondements d'une géographie sociale de la bourgeoisie française. "Annales, Economies, Sociétes et Civilisations", 1947, págs. 455-62.

(13) JUILLARD, E.: La vie rurale dans la Plaine de Basse-Alsace. Essai de Géographie Sociale, París, Les Belles Lettres, 1953, 582 págs.

(14) CHATELAIN, A.: Cettenouvelle venue: lagéoqraphiesociale, op. cit. en nota 10.

(15) GEORGE, P.: Géographie sociale du monde, 6.a ed. París, P. U. F., 1964.

(16) SORRE, M.: Rencontres de la géographie et de la sociologie, 1957.

(17) KAYSER, B.: Campagnes et villes de la Cate d'Azur, essai sur les conséquences du développment urbain, Monaco, 1959.

(18) BRUNET, P.: Structure agraire et Economie Rurale des Plateaux Tertiaires entre la Seine n l'Oise, Caen, 1960,552 págs.

(19) DUGRANO, R.: Villes et campagnes du Bas-Languedoc. Le réseau urbain du Bas-Languedoc, París. P. U. F., 1963.

(20) BRUNET, R.: Les campagnes rou/ousaines, érude géographique, Tolosa, 1965,727 págs.

(21) ROCHEFORT, R.: Géographie socia/e er sciences humaines, "Boulletin de l' Association des Géographes Frant;:ais, París, 1963, no 314-15, págs. 18-32.

(22) ROCHEFORT, R.: Le travail en Sicile. Etude de Géographie Sociale, París, P. U. F., 1961,363 págs.

(23) ROCHEFORT, R.: Géographie socia/e et environnement en La pensée géographique française conremporaine. Mé/anges offerts au professeur A. Meynier, Saint Brieuc, Presses Universitaires de Bretagne, 1972, págs. 395- 405

(24) Por ejemplo la tésis de doctorado de Estado de A- F REMONT, L 'é/evage en Normandie. Etude géographique, Caen, 1007.

(25) CHATELAIN, A: Cette nouvelle venue, /a Géographie socia/e, op. cit. en nota 14 o 10.

(26) ROCHEFORT, R: Géographie socia/e et sciences humaines, op. cit. en nota 21.

(27) CLAVAL, P ,: Principes de géographie socia/e, París, 1973, 351 págs.

(28) DRAIN, M: Les campagnes de /a Province de Sévi/le. Espace agrico/e et sociéte rura/~, París, 1975,748 págs,

(29) HERIN, R: Le 8assin du Segura (Sud-est de I'EspagneJ. Recherches de géographie rurale, Caen, 1976,893 págs

(30) RENARD, J. Les évolutians contemporaines de la vie rurale dans la région nantaise Nantes, 1976, 432 págs.

(31) CHAPUIS, R,: Espace et societé. Géogriaphie sociologique des campagnes du Doubs, Estrasburgo,197!)

(32) BURGEL, G: La condition indu~triallea Ath,}nes. Etude socio-géographique. Atenas, 1970 y 1972.158 1-180 págs.

(33) RONCAYOLO, M-: La division sociale de I'espace urbain.Bulletin Association des Géographes Français. 1972. nº 395-96. págs. 5-20.

(34) BONNEVILLE, M.: Villeurbaine: naissance et métamorphose d'une banlieu ouvriere, processus et formes d'urbanisation. Lyon. Presses Universitaires de Lyon. 1978, 288 págs.

(35) FREMONT, A. La régiun, espace vécu, París.P.U.F. coll. SUP, 1976,  233 págs. Coloquio de Rouen L'espace veçu. CNRS. RCP, nº 354, 1976, 275 págs.

(36) Vale la pena citar, por ejemplo, a M. DRAIN Les campagnes de la Province de Sévilla, opus cit. en nota 28; a J.C.BAROJA Remarques sur la vie agraire en Andalousie, "Etudes Rurales", nº 10, 1963, París.la Haya, págs. 81-101; o aún a J. CUTILEIRO A portuguese rural society, Oxford, 1971,314 págs.

(37) BLANC, A; DRAIN, M. Y KAISER, B.: L 'Europe Méditerranéenne, pág. 66 alusión a un estudio inédito de José Valverde.

(38) HERIN, R.: Le Bassin du Segura Sud-est de l'Espagne, opus cit. en nota 29.

(39) COULMIN, P.; FIXOT, A.N. y CHEVALIER, J.: Saint-Hilaire-du-Harcourt. Espace vécu et sociéte, C.E.RA., Université de Caen, 1975, págs. 45-107.

(40) CIJOMBART DE LAUWE, P.H.: Parls et /'agg/omeration parisienne, Tomo 1, L 'espace socia/ dans une granda cité, París, P.U.F., 1952, 262 págs.

(41) HALBWACHS, M.: Morphologie socia/e, París A. Colín, 1938.

(42) CHOMBART DE LAUWE, P .H.: Ethnologie de /'espace humain, en De l'espace corpore/ á l'espace écologique, París, P.U.F., 1974, págs. 233-41 .

(43) IMBERT, M.: Espace et vie sociale: un champ interactionnel en De I'espace corporel a l'espace écologique. opus cit. en nota 42.

(44) LEDRUT, R.: L 'espace social de la Ville, París, Anthropos, Coll. Sociéte et Urbanisme, 1968, 370 págs. LEDRUT. R.: Sociologie urbaine. París, P.U.F. 1973,231 págs LEDRUT. R.: Espace et sociétés, "Espaces et Sociétes", París, 1980, nO 34-35, Pá~ 3-12.

(45) VERRET, M. y CREUSEN, J.: L 'espace ouvrier, París, A. Colin, Coll. U, 1979.

(46}REMY, J.: Structure spatiale et structure sociale, París, Centre de Sociologie des Organisations, 1974.

(47) LEFEBRE, H.: La production de I'espace, París, Anthropos, 1974, 524 págs.

(48) ALVARENGA, A. y MALTCHEFF, J.: L 'espace social, nouveau paradigme? "Espaces et Sociétes", París, nº 34-35, 1980, págs. 47-73.

(49} Citemos, entre otros, a G. BUAGEl, M AONCAYOlO, G. SIMON, M. BONNEVIll.E, A. CHAPOIS y J.P. DAMAIS.

(50) Grupo Pluridisciplinario LANGUEDOC-ROUSSILLON. ATP del CNAS sobre "Observación del cambio social y culural": Le changement social et cultural en vallée, française. Déprise et reprise en Montagne Cévenole, Montpellier, 1981, 153 págs + anexos.

(51) FREMONT,A. Larégion, espace vécu, op. cit.en nota 35.

(52) REYNAUD, C. Organisation spatiale et organisation sociale d'un village Hansa du désert.

(53) REYNAUD, A. Le concept de classe socio-spatiale. La notion de région dans son context , social. "Travaux d'institut de géographie de Reims", Reims, 1979, nº 38, 15 págs.

(54) ISNARD, H. L 'espace géographique, París, P.U.F., ColI. de géographie, 1978, 219págs.

(55) SCHEIBLING, J. Débats et combats sur la Grise de la géographie, "La Pensée. Revue du Rationalisme moderne",. París, 1977, nº 194, págs. 41-59.

(56) DE KONINCK, R.: Contre I'idéalisme en géographie, "Cahiers de Géographie du Québec, 1978, vol. 22, págs. 173-45,

(57) A. REYNAUD desarrolla ampliamente esta cuestión en Le concept de cJl/sse socio-spatiale, op. cit. en nota 53.

(58) HERIN, R.: Les Huertas de Murcia, Aix-en-Provence, EDISUD, 1980,225 págs. CALVO GARCIA- TORNEL: Continuidad y cambio en la Huerta de Murcia, 1975, 162 págs.

(59) FREMONT, A. (con la colaboración de L. FLABEE): Ouvriers et ouvrieres a Caen, Carn, C.E.R.A., 1981, 133 págs.

(60) CHEVALIER, J.: La terre et les rapports sociaux dans le Domfronfais. Déracinements et nouveaux ancrages, Caen, C.E.R.A., 1981.

(61) FERRAS, R.: Barcelone: croissance d'une métropole, Li!le, 1976,558 págs.

(62) VIEILLE, P.: Ecologie culturelle d'une ville islamique, Teheran, "Rey. Géo. de !'Est". Nancy,

(63) HERIN, A.: Le Bassin du Segura. Recherches de Géographie rurale, op. cit. en nota 29.

(64) SEGAUD, M.: Pour une histoire architecturale de la société. Un exemple: Palladio, "Espaces et Sociétés", París, 1980, nº 34-35, págs. 117-131.

(65) DESPLANQUES, H.: Campagnes ombriennes. Par ís, A. Colin, 1009,537 págs.

(66) Ver en particular P. LOWY L'volution des grandes medinas tunisiennes, Caen, "Bull. CERA", 1980, nº 11, págs. 644

(67) CHEVALIER, J. Un Conflit foncier dans le Donfrontais: Malabi (1973-78), Caen, CERA, 1979,68 págs

(68) CASTELLS, M.: La question urbaine, Par (s, Maspero, 1972,451 págs.; trad. casto La cuestión urbana, Madrid, 6a edc. 1979,518 págs. LIPIEZ, A.: Le capital et son espace, París, Máspero, 1977,167 págs. LOJKINE, J.: Le marxisme, l'Etat et la question urbaine, París,P.U.F., 1977, 362 págs.; trad. cast El marxismo. el Estado y la cuestión urbana, México, 1a edc. 1979, Siglo XXI, 337 págs.

(69) FERRAS, R. Barcelone, croissance d'une metropole, op cit. en nota 61

(70) CAPEL, H. Capitalismo y morfología urbana en España, Barcelona, Libros de Cordel, 2a edc. 1977, 142 págs, así como algunos artículos de diversos autores publicados en la "Revista de Geografía" de Barcelona.

(71) PHILIPPONNEAU, M.: Au Joint Français, les ouvriers bretons

(72) FOUCHER, M. Managua, ville éclatée, "Hérodote", París, 1980 nº 17, págs. 32-51. BOURGEY, A: Beyrouth, ville éclatée, "Hérodote", París, 1980, nº 17, págs. 5-31.

(73} CHATELAIN. A.: Les fondaments d'une géographie sociale de la bourgeoisie opus cit. FIXOT. A.M.: La burgeoisie industrielle en Basse Normandie de la fin de 1'Ancien Régime a la Seconde Guerre. Essai de Géographie sociale Tesis de 3er ciclo, Caen, 1981,432 p..

(74) FREMONT, A. Pour une analyse géographique de la classe ouvriere "Bulletin du CERA" nº 3, 1978. págs. 25-29. ,

(75) La cuestión que preocupa de nuevo a bastantes investigadores de las ciencias sociales empieza a ser evocada por los geógrafos franceses. Cf. ..Bulletin Association des Geographes Français", París. 1978, nº 454. Ascensión de las clases medias urbanas y modificaciones del espacio social en la región urbana, capital o metrópolis. Relator: G, BURGEL.

(76) BRU, D.; DURAND, F. y FLABBEE, L.: Les femmes et l'espace, "Bulletin du CERA", nº 7,  1979, págs. 34-40.

(77) Ver en particular los trabajos de F. CRIBIER
 

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