REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XVII, nº 976 (1), 20 de mayo de 2012 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
MANUEL DE SOLÀ-MORALES, ARQUITECTO, URBANISTA Y CIENTÍFICO SOCIAL
Horacio Capel
Universidad de Barcelona
hcapel@ub.edu
Manuel de Solà-Morales será recordado
por su magisterio en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona,
y como arquitecto y urbanista; asimismo como una personalidad muy influyente en
la política urbana de Barcelona y en la transformación de esta ciudad. Pero,
además allá de todo ello, ha sido también un científico social, por las
dimensiones de su propio trabajo y por la influencia que ha tenido en otros
científicos sociales.
Figura 1. Manuel de Solà-Morales Rubió. |
Arquitecto y urbanista
Como arquitecto realizó pocas obras, aunque muy refinadas y significativas. Entre ellas destaca el edificio de La Illa, en la Diagonal de Barcelona, diseñado con Rafael Moneo; un ‘rascacielos tumbado’ que obtuvo varios premios, entre ellos el Award for European Architecture en 1995, por la delicadez de la fachada, el cuidadoso estudio de las dimensiones de las ventanas y el claroscuro de las volúmenes que introduce en la línea frontal, además del significado y los beneficios obtenido por la ciudad con el espacio público incorporado.
Como urbanista ha sido una figura esencial en Barcelona, tanto por su intervención personal en el urbanismo y en la política urbana de la ciudad como por la labor destacada que han tenido algunos de sus discípulos en la política urbana de Barcelona y en la construcción de espacios públicos y privados en esta ciudad.
Su orientación hacia la arquitectura se vio, sin duda, influida por la tradición familiar: era hijo y nieto de arquitectos reconocidos, lo que seguramente influyó también en su hermano, Ignacio, otro gran profesor y maestro de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Manuel acabó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en 1963, y completó su formación en Harvard, donde trabajó con Josep Lluis Sert, y en Roma, donde fue discípulo de Ludovico Quaroni. Obtuvo el Doctorado en Arquitectura en 1965, y sería profesor en la Universidad Politécnica de Cataluña desde 1966, y Catedrático de Urbanismo desde 1968. Ha sido siempre una personalidad muy influyente en la Escuela, y durante los años 1994 a 1998 fue también director de la misma (Figura 2).
Figura 2. Manuel de Solà-Morales con Ludovico Quaroni.
1986. |
Desde 1968 puso en marcha el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona, un instituto académico fundamental para el urbanismo de Cataluña. En el contexto del Departamento de Urbanismo de la ETSAB, la creación del LUB en 1968, fue verdaderamente innovadora, consiguiendo agrupar a una serie de excelentes urbanistas partir de un núcleo inicial en el que se contaban Joan Busquets, Antonio Font, Miquel Domingo, Josep Muntañola y José Luis Gómez Ordoñez. Desde el primer momento sus líneas de interés, y de todo el LUB, se dirigieron hacia el estudio de la morfología urbana y las formas de crecimiento de las ciudades, el desarrollo de la Barcelona moderna, la teoría y la práctica del proyecto urbano y la enseñanza del urbanismo a escala internacional.
Cuando en 1965 volvió a Barcelona desde EEUU, Solà-Morales estaba muy informado sobre los debates urbanísticos en ese país, y de las tendencias que propugnaban el uso de modelos. Pero se daba cuenta de que había dificultades para aplicarlos indiscriminadamente en las ciudades, que son singulares y distintas por definición.
Solà-Morales era muy consciente de esa diversidad, y de la importancia de conocer bien las ciudades concretas en las que el urbanista ha de actuar. Por esa razón, desde su misma fundación el LUB trató a la vez de estimular debates teóricos y de impulsar investigaciones empíricas. La colección de publicaciones que empezó a editar en 1969, como Cuadernos del LUB, se hizo eco de dichas preocupaciones y de la voluntad de innovar en la enseñanza de este campo. Los 20 números que editó fueron esenciales para la enseñanza del Urbanismo y para el conocimiento de Barcelona.
La serie del LUB muestra bien el desarrollo de los temas de interés de este grupo. Se inició con trabajos del mismo Manuel de Solà-Morales sobre metodología urbanística, y sobre la ciudad y los juegos, que reflejan su preocupación teórica en el campo del urbanismo, y su inquietud por conocer las estrategias y la toma de decisiones para el funcionamiento de la ciudad y por explorar su utilidad para la planificación urbana. A ellos se añadieron luego otros en la misma dirección, como el de Nuno Portas titulado “Arquitectura: forma de conocimiento- forma de comunicación”, o los que dedicó a “La enseñanza del urbanismo”.
En su búsqueda teórica le influyeron mucho los estudios de algunos arquitectos italianos sobre tipologías edificatorias, que le permitieron reconocer la importancia de lo construido, de los tejidos existentes, de lo que el llamó la epidermis o la piel de las ciudades. Como no podía ser menos, conoció también las ideas de Henri Lefebvre sobre el espacio urbano como producto social, y su relación con el modo de producción, con las condiciones de producción y sociales dominantes.
Pero Manuel Solà-Morales, y los miembros del LUB no se quedaron en el nivel general. Tenían plena conciencia de la importancia del conocimiento de la realidad concreta. Bien pronto se dedicaron a realizar trabajos sobre la realidad urbana de Barcelona, con la aplicación a esta ciudad de métodos renovadores. Por ello se emprendieron estudios empíricos sobre la capital y los municipios circundantes, y sobre otras ciudades de Cataluña, con un énfasis en el cambio histórico de los tejidos urbanos, y su relación con la composición social: el centro, los ensanches mayores y menores, los polígonos, las áreas de autoconstrucción, las periferias urbanas.
Entre los trabajos que se publicaron tempranamente en la serie del LUB, durante los años 1970, deben destacarse los de Josep Muntañola sobre las relaciones entre la estructura de la propiedad y la formación del suburbio; de J. L. Gómez Ordóñez acerca de la aplicación de una medida de accesibilidad a la comarca de Barcelona; de Amador Ferrer y Aixalá, acerca de los polígonos de viviendas (en los que se inventariaban y analizaban una cincuentena de realizaciones de Barcelona y otros municipios del área metropolitana). Especialmente valiosos fueron asimismo los estudios sobre la urbanización marginal, realizados con la participación de todo el equipo, y con investigaciones individuales que a veces fueron Tesis doctorales dirigidas por Manuel; o los que se realizaron sobre los ensanches, menores y mayores, sobre el centro histórico de Barcelona, sobre las formas urbanas del litoral catalán, y otros temas que tuvieron una gran repercusión académica y ciudadana. Siempre insistió en la importancia de las carreteras, las calles y las parcelas para la construcción de la morfología urbana, en la trascendencia de la estructura de la propiedad, y en el papel que ha podido tener la urbanización marginal en la formación de plusvalías del suelo.
Trataba de descubrir la lógica del crecimiento de la ciudad. Por eso sus investigaciones, aunque centradas en Barcelona, tenían un alcance mucho más general. En relación con esas investigaciones, en aquellos años iniciales de la década de 1970 pudo realizar ya una primera formulación de su concepción sobre las Las formas de crecimiento urbano, que sería profundizada en los años siguientes. El texto era también un programa de enseñanza y se convirtió en una referencia para numerosos cursos de urbanismo en Escuelas de Arquitectura de España y diversos países iberoamericanos.
A partir de todos esos trabajos fue elaborando su modelo teórico, en relación con la misma evolución de Barcelona. Puso énfasis en el estudio histórico del crecimiento de la ciudad, en las relaciones entre localización y espacio social, y la morfología como expresión de éste. Y de manera general, la forma como se construye el espacio urbano, y el análisis de las fuerzas que actúan en él. Le preocupó en especial el papel del planeamiento en la construcción de la ciudad, las relaciones entre el proceso y la tipología morfológica, las ordenanzas urbanas y las normas legales como expresión de un modelo implícito o explicito de la ciudad que se desea construir, la teoría del planeamiento urbano y la regulación urbana de la arquitectura. Fue un crítico lúcido de lo que suponía el planeamiento urbanístico, de la ordenación a la coordinación, como escribió en un famoso artículo que se publicó en la revista CAU en 1973. Para él la planificación era “tanto como coordinación, compromiso; compromiso de la Administración (de la contribución pública) en servicio puntual a los patronos, compromiso de que los comensales del banquete del suelo y de la construcción encuentren bien dispuesta la mesa de los accesos, de los desagües, de las estaciones, de los cementerios; las zonificaciones y los trámites también”. El y sus colaboradores se dedicaron a un análisis cuidadoso del planeamiento y de su resultado. No aceptaba la aplicación acrítica de los principios del Movimiento Moderno porque creyó siempre en la ciudad compleja, mezclada.
Todo este trabajo teórico y empírico le permitió ejercer un magisterio de gran trascendencia en la ETSAB. Dirigió unas 25 Tesis Doctorales, contándose entre sus discípulos algunos de los más importantes profesores de urbanismo de Cataluña y de otros territorios españoles y americanos. He tenido ocasión de formar parte del tribunal de algunas de ellas, y puedo dar fe del rigor y la imaginación de los trabajos que ha dirigido, y de su compromiso con la investigación.
También le permitió actuar ejemplarmente como urbanista en Barcelona y en diversas ciudades españolas y de otros países. La experiencia de Barcelona pudo ser también aplicada o discutida en numerosas ciudades que se han beneficiado de su saber. Intervino especialmente en proyectos en los entornos portuarios y frentes marítimos, en la rehabilitación y renovación de centros históricos, en el diseño de plazas, y en proyectos de vivienda social. Ideas suyas han servido para intervenciones y propuestas tanto en España (Málaga, Alcoy, Terrassa, Sevilla…) como en otros países (Salzburgo, Nápoles, Amberes, Sant-Nazaire, Lovaina, Trieste, Berlín, Ámsterdam, La Haya, Gröningen, Oporto, Salónica o Lovaina). También debe destacarse su participación en los planes generales de ordenación urbana de una serie de ciudades españolas, grandes y medias, así como su participación en la revisión del Plan Comarcal de Barcelona.
Desde bien pronto se comprometió con los problemas concretos de la ciudad. Siempre consideró que la urbanización marginal debía reconocerse como parte de la ciudad, y no rehuyó la actividad y la presencia en los barrios marginales, con estudios y propuestas de actuación en sectores de autoconstrucción, como Vallbona y otros.
Fue especialmente notable su participación en el contra-plan del Plan de la Ribera, en 1971, y la experiencia del Plan Especial de Reforma Interior de la Barceloneta, en el que dirigió un equipo interdisciplinario del que formaban parte Ignacio Paricio, Antonio Font y Mercedes Tatjer, que ganaría el Premio Nacional de Urbanismo de 1983. Otra intervención especialmente destacada fue la que realizó para la transformación del Moll de la Fusta en el puerto de Barcelona, con un notable esfuerzo por abrir Ciutat Vella al mar, conectando la plaza de Medinaceli y el paseo de Colón con el muelle, y haciendo que una parte del tráfico rodado circulara por un nivel inferior.
En general, fue de gran importancia la obra pública y las intervenciones realizadas en la ciudad, sus estudios sobre la lógica del Ensanche Cerdá o sobre los antiguos trazados de ruptura del casco antiguo (como la calle Fernando y la Via Layetana). Fue notable y recordada su participación en las Jornadas de Ciutat Vella de Barcelona celebradas en 1989.
A lo largo de su evolución se percibe la temprana preocupación por la historia de las estructuras morfológicas, la atención a las tramas urbanas y a su configuración. El libro Formas de crecimiento urbano publicado en 1974 (y del que se hizo una reimpresión en 2005) constituye una aportación de gran significado, como cristalización de esas investigaciones y reflexiones. Se trata de entender la forma como la ciudad se construye, los procesos de edificación y la evolución, las condiciones estructurales; pone énfasis en el plano urbano como síntesis de la morfología, y en la división entre espacio público y privado.
Manuel de Solà-Morales ha participado hasta el último momento en el debate sobre Barcelona. Uno de sus más recientes artículos se refiere a las propuestas del nuevo Ayuntamiento sobre la plaza de las Glorias, y se dirige contra la idea de un vacío cada vez mayor y de un cuadrado como una especie de plaza mayor barroca. Insiste en una idea que siempre ha defendido: que la centralidad urbana no es solo un símbolo o una metáfora, sino que son personas y tránsito, y que el centro horadado no es una buena solución. Su idea es que las Glorias es ideal para hacer ciudad, “para llenarla de la actividad y de los movimientos que constituyen un centro metropolitano del siglo XXI”, y que Barcelona no puede permitirse veinticinco hectáreas de agujero. Insiste en que “la centralidad tampoco resulta solo de acumular fachadas monumentales: hay que hacer ciudad, no solo forma; son los tejidos urbanos del entorno los que hacen un centro, no al contrario, es la diversidad y la promiscuidad de personas y estructuras lo que crea significación y referencia”. Por eso propone que, en lugar de un espacio vacío, la plaza de las Glorias “podría ser un tejido de múltiples espacios y edificaciones, a caballo de tantas infraestructuras como sea preciso; en contacto, con las arquitecturas más valientes. El tema es de programa, no de forma”.
La obra de Manuel de Solà-Morales ha tenido una gran coherencia y continuidad a lo largo de medio siglo. Él mismo ha caracterizado su evolución en el primer número de Papers d’UR, en 2010; según ha escrito su trabajo se ha referido a la piel de las ciudades:
Su epidermis es lo que estudio, lo que disfruto y lo que me permite abordar sus estructuras más profundas. Y esa arquitectura de tejidos epidérmicos es, al mismo tiempo, la materia prima con que se constituyen mis proyectos urbanos.
La piel de las ciudades está hecha de construcciones, texturas, contrastes. De calles y espacios libres, de jardines y muros, de perfiles y vacíos (...) También movimientos y encrucijadas, vehículos y fachadas, sótanos y conductos subterráneos. Tiendas, oficinas, solares, apartamentos, museos, teatros y todo tipo de locales vacíos. Bordillos y aceras, almacenes y depósitos, fábricas y mercados, monumentos y ruinas, estaciones, estadios, estudios, etc. Es precisamente el contacto entre nuestros cuerpos y esa materia física lo que hace la experiencia urbana (...). Me interesa la urbanidad de lo material, la urbanidad hecha de tacto y de visión, de sensaciones y de sugerencias”.
Manuel
de Solà-Morales como científico social
Pero la actividad de Manuel de Solà-Morales rebasa el campo puramente urbanístico. En realidad, con sus investigaciones empíricas sobre Barcelona y sobre otras ciudades Solà-Morales se convirtió asimismo en un gran científico social sobre la ciudad.
Que Solà-Morales estaba muy preocupado por las dimensiones sociales y económicas de la construcción de la ciudad lo muestra claramente el hecho de que en la segunda mitad de los años 1960 cursara estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, obteniendo la Licenciatura en Economía en 1966. Consideraba que la relación del urbanismo y las ciencias sociales era muy fuerte. Eso explica que el Laboratorio de Urbanismo creado, como hemos dicho, en 1969 tuviera una influencia esencial no solo en el urbanismo, sino también en otros campos disciplinarios. Concretamente en geografía.
A fines de los años 1960 los trabajos disponibles y usados en los cursos de geografía urbana en España tenían que ver sobre todo con la escuela francesa: entre ellos el Tratado de Geografía Urbana de Jacqueline Beaujeau-Garnier y Georges Chabot, las diferentes obras producidas por los miembros de la escuela de Pierre George, los estudios sobre redes de ciudades. A comienzos de los 70 llegaron también los ecos de los trabajos de morfología urbana de la geografía cuantitativa, que introducían nuevos enfoques: consideraban la trama viaria como una red topológica, aplicaban métodos como el análisis factorial para identificar las agrupaciones de variables morfológicas, y ponían énfasis en las dinámicas de los espacios periurbanos. Tardaron en conocerse los trabajos de M. R. G. Conzen y, luego, los del Urban Morphology Group de Birmingham. En ese contexto los trabajos del LUB abrían nuevas perspectivas y resultaban especialmente estimulantes.
La atención que la arquitectura y el urbanismo prestaban a las ciencias sociales, a las dimensiones sociales y económicas que influían en la morfología, era particularmente atractiva para los geógrafos, y fue muy influyente también en la geografía española.
La colaboración era también muy fácil, por la apertura de los urbanistas barceloneses. Solà-Morales y otros arquitectos conocían bien las aportaciones de la geografía clásica y de la nueva geografía, colaboraban con los geógrafos y hacían aportaciones muy significativas para ellos y para otros científicos sociales, algunas especialmente renovadoras en el contexto del momento.
Puede citarse, por ejemplo, el estudio que hizo Manuel de Solà-Morales sobre análisis factorial y que publicamos en 1970 en la Revista de Geografía, el órgano del Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona. Trató de identificar las relaciones básicas y la estructura de esas relaciones, dando orden a los datos aparentemente caóticos que se manejaban, para descubrir cuál era el sistema fundamental de la organización urbana, frente a la aparente incoherencia de los datos disponibles. Utilizó para ello el análisis factorial, para descomponer el territorio en áreas homogéneas a partir de las variables seleccionadas (demográficas, funcionales y físicas) y del conocimiento previo del territorio estudiado. Encontró siete factores básicos independientes y una fuerte polarización respecto al centro de Badalona, como elemento director de la comarca y con valor metropolitano; y proponía también generalizar esta experiencia inicial a una escala urbana y metropolitana más amplia y polivalente.
Siempre fue muy atractiva para otros científicos sociales españoles y de diferentes países su preocupación sobre las transformaciones que se producían en las ciudades, y la pregunta de si eran formas de desarrollo urbano o procesos de remodelación capitalista, como planteó en varias de sus publicaciones.
La colección “Ciencia Urbanística” que Manuel de Solà-Morales dirigió en la editorial Gustavo Gili a partir de 1970 fue importante no solo para el urbanismo sino también para diversas disciplinas sociales. Se esforzó por integrar en ella autores del mundo anglófono y a otros italianos, para diversificar las líneas de reflexión. La colección se inició con La Torre de Babel de un arquitecto a quien siempre tuvo gran respeto, Ludovico Quaroni; y continuó con obras sobre Problemas de diseño y estructura de la ciudad de D. Lewis, un autor del que publicaría poco después su libro El crecimiento de las ciudades, y con la obra de L. Reissman sobre el proceso urbano
Siguió el libro Indagaciones sobre la estructura urbana de De Melvin M. Webber, el creador del Institute of Urban and Regional Development (IURD), y una personalidad especialmente influyente en el diseño de las ciudades. Los volúmenes siguientes fueron también muy significativos, La administración del urbanismo de Giuseppe Campos Venutti, un autor que se caracterizaba por un talante crítico y por propugnar un urbanismo de la austeridad, y que a través de esa obra y de otras sería muy influyente en el urbanismo progresista de los años 1980 en España; y el de Paolo Cecarrelli sobre Las incógnitas del tráfico urbano, un problema que en aquellos momentos tenía gran trascendencia y estaba llevando a tomar muchas decisiones equivocadas en las ciudades cada vez más congestionadas.
Cuestiones específicamente urbanísticas eran abordadas en buena parte de los volúmenes publicados. Al Compendio de arquitectura urbana de P. D. Spreiregen, se unieron Orígenes y desarrollo de la ciudad moderna de Carlo Aymonino, y La estructura del espacio urbano, de L. Martín, L. March y M. Echenique, entre otros. La preocupación por incorporar nuevas perspectivas al urbanismo se refleja asimismo en Una visión sistémica del planeamiento de F. Chadwick o en La ciudad interior de Declan Kennedy y Margrit I. Kennedy.
Muchos de estos libros fueron utilizados y citados por geógrafos en sus cursos de geografía humana. Como lo fue también la serie de cinco volúmenes editados por Leonardo Benevolo sobre Diseño de la ciudad, con ilustraciones especialmente expresivas. Yo mismo recuerdo haber utilizado en mis clases de geografía humana imágenes de esta obra, que no dejaba de recomendar a mis estudiantes.
Pero es especialmente significativa en esa colección la atención que se prestó a libros de otros campos disciplinarios, lo que refleja muy bien las vías que exploraba Manuel para la constitución de la nueva ciencia del urbanismo. En esa colección se publicó la importante obra de Wilbur R. Thompson Un prefacio a la economía urbana, que repasa las teorías económicas sobre la ciudad y el crecimiento urbano, las interacciones entre los objetivos y procesos, así como la influencia del tamaño de las ciudades sobre la actividad económica; un libro notable no solo para economistas sino también para geógrafos, que lo citaron frecuentemente en los cursos de geografía económica.
También fue significativa la publicación de libro de Paolo Cecarelli sobre la construcción de la ciudad soviética, un tema que muestra la atención al examen de las alternativas urbanas existentes a la ciudad capitalista. Como lo es igualmente la edición de El problema de la vivienda y las grandes ciudades de Friedrich Engels, de lectura indispensable para abordar esas cuestiones. Dos obras representativas de la actitud crítica ante la urbanización capitalista fueron asimismo La ciudad del capital y otros escritos, de M. Foli, y sobre todo, El despilfarro inmobiliario de Francesco Indovina. También lo era, en aquellos momentos, el libro de Manuel Castells Imperialismo y urbanización en América Latina, o el del historiador Antonhy Sutcliffe Ocaso y fracaso del centro de París.
La preocupación de incorporar nuevas perspectivas al análisis urbanístico se refleja asimismo en la publicación en la colección “Ciencia Urbanística” de una obra importante de la geografía teorética y cuantitativa, Análisis locacional en la geografía humana, de Peter Hagget. Los geógrafos españoles e iberoamericanos interesados en dicha corriente tuvieron esta obra como una de sus referencias inevitables. Vale la pena destacar que la enseñanza de la geografía española reciente tuvo posibilidades de renovación gracias no solo a esa serie dirigida por Manuel de Solà-Morales, sino también a la colección “Nuevo Urbanismo” editada por el Instituto de Estudios de Administración Local y dirigida por el también arquitecto Fernando de Terán, que siempre mantuvo un gran interés por el desarrollo de la geografía, por razones profesionales y familiares (como hijo del gran maestro de la geografía española Manuel de Terán); a través de ella llegaron al público español obras renovadoras de los geógrafos Richard J. Chorley, Peter Hagget, o de Harold Carter. Conviene señalar que los dos arquitectos citados, Manuel de Solà-Morales y Fernando de Terán, no han sido los únicos en mostrar atención a esta disciplina. En este sentido no puede dejar de citarse aquí a Javier García-Bellido, cuyo intento de elaborar una ciencia urbana -a la que llamó Coranomía en su monumental Tesis Doctoral- siempre prestó gran atención a los desarrollos de la geografía humana teorética y cuantitativa (Figura 3).
Figura 3. Javier García-Bellido, Horacio Capel y Manuel
de Solà-Morales en Lorca, abril de 2005. |
La relación de obras de la colección “Ciencia Urbanística” dirigida por Manuel de Solà-Morales muestra la búsqueda que realizaba. Prestaba atención a la ciudad construida y exploraba cuáles eran los modelos más convenientes; pero le interesaba, sobre todo, la ciudad real y las estrategias que se desarrollaban para su construcción. La atención se dirigió no solo al centro, sino también hacia las periferias urbanas. El Máster europeo que dirigió, con el título “Proyectar las periferias”, a partir de 1990, se convirtió en una referencia importante a escala internacional. Las periferias urbanas como el lugar de la construcción de la ciudad, los vacíos que están esperando la urbanización, y que son objeto también de apropiación y de especulación, pero que son asimismo los espacios para el proyecto de construcción de la ciudad.
Manuel de Solà-Morales sería uno de los fundadores de la Societat Catalana de Ordenació del Territori en 1979, y su primer presidente, lo que coincide con su interés por las identidades territoriales en Cataluña y en particular por las comarcas y la ordenación de los espacios comarcales, a lo que dedicó una gran atención, casi de geógrafo. Numerosas cuestiones y enfoques le aproximaron a éstos, como la participación en estudios de áreas concretas, por ejemplo la Garrotxa, los puertos, las nuevas centralidades en la ciudad contemporánea, la influencia del territorio en el urbanismo, la atención al papel de los espacios públicos en la ciudad, y sus funciones como espacios colectivos, la influencia de la distancia, su interés por el espacio y tiempo en la ciudad.
Si los años 1970 y comienzos de los 80 fueron, en general, de una gran apertura por parte de los arquitectos que realizaban urbanismo, que se daban cuenta de las dimensiones sociales, económicas, geográficas, culturales o históricas que afectaban a esta actividad, poco después el ambiente cambió de forma profunda, y esa actitud abierta se modificó. Había que buscar un campo propio, para el análisis y para la proyectación urbana, reservando unas tareas específicas para el urbanismo realizado por arquitectos. Se difundió ampliamente la preocupación de que había que realizar un urbanismo por arquitectos.
Muchas cosas cambiaron con la llegada de las ideas de autores que estaban preocupados por la posible desaparición de la especificidad del urbanismo dominado por los arquitectos. La interdisciplinariedad, la utilización de disciplinas diferentes, pasó a percibirse como un riesgo para los urbanistas. Parece como si la relación con las ciencias sociales atemorizara a algunos arquitectos que pensaban que podía perderse la especificidad del urbanismo de arquitectos y llevarlo a caer en “los brazos siempre expectantes” de la economía, la sociología o la geografía. Por eso abrazaron con fuerza las ideas sobre la importancia del diseño.
Esa preocupación se refleja también en la complejidad creciente que adquiere el pensamiento de Manuel de Solà-Morales y su orientación hacia nuevos horizontes. La fundación de la revista UR-Urbanismo Revista (1995-1992) y la posterior revista digital Papers d’UR, han sido fundamentales para la difusión del trabajo realizado por él y por el grupo del LUB. Pero nunca abandonó sus preocupaciones anteriores, como refleja su papel en la fundación, en los años 2000 del “Observatorio del urbanismo de las ciudades”. Por ello su obra siguió siendo una referencia necesaria en el trabajo de otros científicos sociales. Además de como maestro del urbanismo, de dimensión internacional, su influencia fuera del ámbito estricto de la arquitectura y el urbanismo ha sido muy grande. Y debe ser recordado también por ello.
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