REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XVI, nº 954, 25 de diciembre de 2011 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
EL DESVÍO DEL CAUCE DEL BARRANCO DE SAN BLAS EN ALICANTE: PROYECTOS REALIZADOS DESDE 1721 HASTA 1787
Víctor Echarri Iribarren
Universidad de Alicante
Victor.Echarri@ua.es
Recibido: 21 de marzo de 2011. Aceptado: 20 de abril de 2011.
El desvío del cauce del barranco de San Blas en Alicante: proyectos realizados desde 1721 hasta 1787 (Resumen)
Tras la toma de la Plaza y Castillo de Santa Bárbara de Alicante en 1706 las tropas inglesas construyeron un trincherón que encerraba en su interior el arrabal de San Francisco y el cauce del barranco de Canicia. El recinto amurallado así conformado supuso un grave inconveniente para las edificaciones intramuros próximas al cauce y la actividad comercial de la ciudad. En 1772 se llevó a cabo el proyecto del desvío del cauce del barranco de San Blas para evitar sus devastadores efectos. Esta singular obra de ingeniería –una de las pocas que se hicieron en España por las peculiares condiciones climáticas de Alicante– se realizó con algunos defectos que originaron que las aguas volvieran a su cauce original en varias ocasiones. Este artículo analiza los proyectos que se realizaron desde 1721 hasta 1787 y las continuas disputas entre ingenieros militares y el comercio del puerto, que instaba a que se derribara el trincherón.
Palabras clave: fortificaciones; desvío del cauce; ingenieros militares; Verboom, Jorge Próspero; Ricaud, Balthazar; Conde de Aranda; Alicante.
The San Blas gully diversion channel in Alicante: projects carried out between 1721 and 1787 (Abstract)
After the English troops took the city of Alicante and the Santa Barbara Castle in 1706, they constructed a big trench that enclosed the San Francisco district and the river bed of the Canicia gully, incorporating them into the city. This configuration of the walled city created a serious disadvantage for the buildings located next to the river bed and the commercial activity in the city. In 1772, the diversion channel, the project designed to divert the river bed of the San Blas gully to prevent its devastating effects, was completed. This singular engineering project –one of the few that were carried out in Spain due to Alicante’s peculiar climactic conditions– contained some defects that were the cause of the water returning to its original river bed on various occasions. This article analyses the projects that were carried out between 1721 and 1787 and the continued disputes between military engineers and the Port Authority that urged the demolition of the big trench.
Key words: fortifications; diversion channel; military engineers; Verboom, Jorge Próspero; Ricaud, Balthazar; Count of Aranda; Alicante.
Durante siglos la ciudad de Alicante y su cinturón amurallado descansaron sobre las faldas del monte Benacantil. Tras el asentamiento musulmán que duró hasta mediados del siglo XIII, y la posterior expansión acaecida tras la Reconquista de la ciudad por el infante Alfonso y anexionada posteriormente por Jaime II, la expansión de la ciudad producida durante el Renacimiento se mantuvo dentro de los límites que le marcaban los barrancos de San Blas y Canicia. La muralla de Carlos V, compuesta por largas cortinas y torres bastionadas circulares, capaces de alojar artillería, discurría por la actual calle de la Rambla Méndez Núñez, de manera que las avenidas de aguas de escorrentía en momentos de lluvias torrenciales propias del clima de Alicante no afectaban ni a sus fortificaciones ni a sus edificaciones.
Durante más de un siglo la defensa de la plaza quedó confiada a unas obsoletas murallas incapaces de hacer frente a un asedio bien planificado. Los conflictos bélicos de la Corona durante el siglo XVI quedaban lejos de la costa mediterránea, y durante el XVII, los dos primeros conflictos bélicos con Francia no afectaron a la ciudad de Alicante. Su defensa se confiaba principalmente al Castillo de Santa Bárbara, punto natural fuerte que requería un largo periodo de asedio para su conquista.
Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XVII, se comenzó a tratar la manera de ampliar y modernizar las fortificaciones de la plaza de Alicante. El comercio había crecido notablemente, y con él algunas dotaciones y edificaciones extramuros. Éstas se habían situado en el único frente posible, es decir, algunas paralelas a la muralla de Carlos V, y otras siguiendo la línea de la costa hacia sureste. Además tras los avances sufridos en materia de fortificación y artillería durante un siglo, las murallas no eran capaces de ubicar suficientes piezas de artillería, y con la requerida protección de parapetos y terraplenes, así como de espacio de maniobra. El proyecto más sobresaliente fue el realizado por los ingenieros miliares Joseph Castellón y Pedro Joan Valero en 1688[1]. Incorporaba en forma semicircular ocho bastiones y medio circundando el oeste de la plaza. Eran de buena proporción según las máximas del arte de fortificar. Este ambicioso proyecto, que no llegó a realizarse, posibilitaba la expansión de la ciudad hacia el oeste, triplicando prácticamente la superficie que en ese momento contaba la ciudad.
Sin embargo, la expansión de las fortificaciones precipitó tras el bombardeo que sufrió la ciudad en 1691 a manos de las tropas francesas en un nuevo conflicto bélico. La aproximación a la ciudad por la playa de Babel era muy favorable para el enemigo. La ciudad estaba indefensa por carecer de bastiones fuertes y bien terraplenados. Se pensó pues en construir un importante bastión con una de sus caras paralela a la costa, y la otra mirando hacia la playa de Babel: el bastión de San Carlos. No tenemos noticias precisas sobre qué ingeniero realizó el proyecto, ni del comienzo de las obras. Lo más probable es que fueran los propios Castellón y Valero los ingenieros que lo diseñaron siguiendo las proporciones clásicas, y supervisado eso sí por Ambrosio Borçano, Ingeniero Mayor y Cuartel Maestre del Ejército de Cataluña, de quien tenemos noticias pasó por Alicante para examinar la marcha de las obras[2]. Seguramente dio el visto bueno al proyecto antes del comienzo de las obras, tal y como era preceptivo por las exigencias administrativas.
El bastión de San Carlos supuso un cambio sustancial en la configuración de las fortificaciones y de la ciudad de Alicante. Aunque su construcción no fue todo lo perfecta como hubiera sido deseable, con algunos defectos de cimentación y encamisado, propició la futura consolidación de un recinto amurallado por la parte oeste de la ciudad, y como consecuencia una mayor seguridad en la actividad comercial de la ciudad. Pocos años después del devastador bombardeo francés de 1691, tras el inicio de la Guerra de Sucesión, el ejército inglés tomó la ciudad de Alicante y el Castillo de Santa Bárbara en 1706. La estancia británica en nuestra ciudad precipitó en la formación de un trincherón[3] que, partiendo desde el baluarte de San Carlos, y dejando en el exterior el convento de San Francisco, se dirigía por el interior formando un frente bastionado hasta conectar con la ciudad en la zona entre la puerta de la Huerta y la torre de la Ampolla. La formación del trincherón fue tal que incluía en su interior el cauce del barranco de Canicia, mientras que el cauce del barranco de San Blas daba una amplia curva hacia el mar salvando el trincherón, pero desembocando en el mar en contacto con el baluarte de San Carlos.
Es evidente que Alicante, debido a su orografía, delimitada por el sureste por el mar, y el norte por el Benacantil, sólo podía expandirse pasando al otro lado del barranco de Canicia. Pero no es menos cierto que esta disposición sería sin duda perjudicial para la ciudad y sus fortificaciones en los momentos de fuertes lluvias y avenidas de aguas, demasiado frecuentes en el Levante español. En las próximas décadas sería necesario resolver el desvío de las aguas de ambos barrancos, San Blas y Canicia. Dichos trabajos fueron complejos y estuvieron sujetos a numerosos problemas debidos principalmente a defectos en los proyectos, su defectuosa ejecución, y a las continuas disputas entre la Real Hacienda y la ciudad sobre quién debía hacerse cargo de los costes de tan importantes obras.
Figura 1. Planta del nuevo Recinto de Alicante... |
El Proyecto General de Jorge Próspero de Verboom
La documentación conservada en el Archivo Municipal de Alicante da algunas noticias sobre la construcción del baluarte de San Carlos, pero prácticamente ninguna sobre los proyectos elaborados por ingenieros militares para las fortificaciones de la ciudad. Durante el siglo XVII no hubo apenas intervenciones ni proyectos que resaltar, salvo el mencionado de Castellón y Valero. Algo similar sucede por lo que respecta al Archivo General de Simancas. No hay constancia del proyecto de dichos ingenieros, ni tampoco del que elaboró Ambrosio Borçano pocos años antes de 1688[4]. Lo mismo sucede desde 1692, así como de lo referente a los años de la Guerra de Sucesión, hasta el año 1716.
Esta carencia de documentos se ve recompensada por la abundancia de planos y documentos conservados en el Archivo General de Simancas y otros archivos militares como el del Instituto de Historia y Cultura Militar, y el Servicio Geográfico del Ejército, a partir de 1716. El primer plano posterior a la Guerra de Sucesión refleja un proyecto general para las fortificaciones de Alicante. Es de un enorme valor por la calidad de sus propuestas y la precisión gráfica con que está trazado. Conociendo otros similares que mandó trazar el Ingeniero General Jorge Próspero de Verboom[5] para las plazas españolas tras finalizar la Guerra de Sucesión, podemos deducir que fue su autor intelectual. Además sabemos por su biografía que residió entre Cartagena y Málaga en 1720-1722, realizando algunos proyectos de fortificación. En 1721 visitó Alicante y tras reconocer la plaza hizo un proyecto general, cuyo plano se conserva en el Servicio Geográfico del Ejército. El proyecto general de Verboom supuso un refrendo del proyecto elaborado por Castellón y Valero, aunque con algunas modificaciones y propuestas personales. Establecía seis baluartes y medio en el nuevo recinto en vez de ocho y medio. El trazado variaba ligeramente. Las forma y proporción de los bastiones y cortinas era similar. No se extendía tan al norte como el de Castellón y Valero, y abarcaba también menos superficie en el interior para posible expansión de la edificación de la ciudad. Otra diferencia que debe destacarse es que delante de la cortina entre el baluarte de San Carlos y el contiguo hacia el interior disponía un revellín. Y se refería en la memoria ya al baluarte de San Carlos con su nombre y forma definitiva, y por tanto debemos entender que debía estar ya construido, aunque no sepamos con precisión si estaban totalmente finalizados los encamisamientos de piedra, banquetas, etc.
Es probablemente el mejor proyecto que llegó a proponerse para las fortificaciones de Alicante a lo largo de su historia. Hay que tener en cuenta la formación y experiencia del que fuera nombrado Teniente General e Ingeniero General de los Reales Ejércitos en 1709, y posteriormente Teniente General de los Ejércitos en 1716. No es el objetivo de este artículo describir en detalle las propuestas de Verboom y valorar la calidad de su proyecto en términos del arte de fortificar. Lo que queremos destacar es que por primera vez en la documentación conservada en los archivos militares y el Archivo Municipal de Alicante se habla de los perjuicios que causaba el barranco del Rivet –más tarde llamado de San Blas– y la necesidad de desviar su cauce hacia el sureste para desembocar en el mar antes de incidir en el puerto. Así se describe en el plano: “8. Canal nuevo para desviar el Rivet que desemboca al presente en medio del Puerto, en que hazen gravissimo daño las arenas de sus Avenidas”[6].
No se conserva ninguna memoria del proyecto, aunque sin duda fue elaborada tal y como Verboom había hecho para otras plazas. No tenemos pues referencias sobre las dimensiones del canal ni su pendiente[7]. La forma establecida parece comprimirse ligeramente hacia la desembocadura en el mar, y hace una ligera curva también. Respecto de los posteriores proyectos está ligeramente desplazado hacia la ciudad. Cancela el acceso al cauce natural mediante un paredón reforzado, aunque al no adjuntarse detalle alguno no sabemos si estaba ataluzado, el espesor de su revestimiento pétreo, si constaba de contrafuertes, y tenía también un terraplén de tierra hacia la parte exterior. Se requería sin duda un posterior proyecto de detalle del paredón, sección del canal, muros de contención, cimentaciones, etc. Podemos adelantar que éste fue un punto crítico, y que posteriores ingenieros militares apostaron por que el canal siguiera la línea del cauce, evitando el cambio brusco de dirección que se produciría en el proyecto de Verboom. También se decantaron por ampliar la anchura del canal en la desembocadura para evitar que las aguas pudieran invadir algunas propiedades en la zona de Benalúa.
Figura 2. Plano de la Ciudad, Castillo y Puerto de Alicante... |
También es preciso señalar que no se indica nada respecto de las aguas del barranco de Canicia, que posteriormente causó daños en las edificaciones del frente de San Francisco. Dado que Verboom ampliaba notablemente el recinto envolviendo en su interior la Montañeta de San Francisco, había que solucionar la manera en que las aguas eran desviadas hacia el mar, o por el contrario se introducían por el interior del recinto siguiendo su cauce natural mediante algún sistema acanalado. Pero Verboom no indica nada, probablemente porque desde que los ingleses realizaron el trincherón en el frente de San Francisco durante la Guerra de Sucesión hasta el año 1721 las aguas del Canicia no habían causado daños de cuantía. Probablemente Verboom había dispuesto que, en caso de fuertes avenidas, las aguas discurrieran por el foso del recinto abaluartado propuesto, tarea no fácil de solucionar debido a la elevación que experimentaba dicho recinto por la parte norte de la Montañeta.
El proyecto general de Verboom no llegó a realizarse. Se mantuvo durante todo el siglo XVIII el trincherón de los ingleses, débil e incapaz de resistir apenas unos días de asedio. Sin embargo el desvío del cauce del barranco de San Blas por él proyectado se llevó a la práctica por ser absolutamente necesario. Pero el canal no vio la luz hasta varias décadas después.
El comienzo de las obras en 1772
Tras largos años desde que Verboom indicara la necesidad de desviar el cauce del Barranquet, de los cuales no tenemos noticias respecto de los daños que sin duda siguieron ocasionando las fuertes lluvias en el baluarte de San Carlos y frente de San Francisco, en mayo de 1772 se iniciaron las obras del canal. No se conserva el proyecto, ni su memoria ni sus planos, pero podemos deducirlo con suficiente precisión gracias a otros proyectos y memorias posteriores[8]. Su autor fue Antonio Marín, Ingeniero Comandante de la plaza de Alicante, y fue supervisado y elevado al Rey Carlos III por el Ingeniero Director del Reino de Valencia Leandro Bachelieu. El proyecto fue redactado en 1771[9].
Antes de pasar a exponer los detalles de dicho proyecto y el desarrollo de las obras, no exentas de dificultades, es preciso indicar que gracias a algunas memorias posteriores sabemos que el año 1752 se produjeron riadas muy fuertes que afectaron una vez más al baluarte de San Carlos y el trincherón de los ingleses, por el arrabal de San Francisco:
"Por él reconocerá VS el evidente peligro â que está expuesto todo el Arraval del Bavel; ps la antigua madre del Baranco enviste quasi perpendicularmente contra la cortina de aquel frente, la qual sobreser de corta altura, es muy endeble, por consistir en un paredon de piedra y barro, con algunas tierras adosadas por la parte interior; asimismo el expresado Arraval está de nivel con la madre del Cause, y una vez rota la Muralla, todas las aguas se encaminarian â inundar aquella parte de la población con graves perjuicios de sus Moradores.
Este interesante escrito del Ingeniero Director del Reino de Valencia, Balthazar Ricaud[11], nos informa de los problemas de cimentación del baluarte de San Carlos, lo endeble que era el trincherón de los ingleses –como acabamos de ver Verboom establecía un nuevo recinto amurallado en sustitución de este frente fortificado– y de la determinación por parte del Consejo de Ministros en Madrid de aprobar definitivamente el proyecto de apertura del nuevo cauce del barranco de San Blas.
Sin embargo, conocemos por un escrito del Contador Real de Valencia Manuel Martínez de Irujo, que las obras del nuevo cauce comenzaron en 1772, es decir veinte años después:
“...por las dotaciones de obras consta que el Canal, ò cauce llamado del Barranquet empezo en èl año de 1772, y que en el mismo se asignaron 49.800 reales de vellon para su construccion con la expresion siguiente:«Para libertar la Fortificacion de la Plaza de Alicante de las ruinas que frecuentemente le causa las aguas de los torrentes, y evitar los perjucios que padece la población siempre que se verifique alguna avenida, es indispensable mudar su actual curso, y para practicarlo se dotan...»[12].
Se asignaron 49.800 reales de vellón en 1772, y 12.500 en 1773 para la conclusión del referido cauce.
La decisión de iniciar las obras fue motivada por un nuevo incidente propiciado por las abundantes lluvias registradas en septiembre de 1771. Una relación de reparos que debían ejecutarse con urgencia, en las fortificaciones realizadas por los ingleses, fechada en 4 de Octubre de 1771, dice:
“Relacion prudencial del coste qe tendran los reparos menudos qe son precisos ejecutar en las fortificaciones o Trincheramientos de Tapias echas pr los Yngleses de la cortina derecha de angulo saliente, hasta la Puerta de Sn Franco en las porciones de muralla qe se ha caido en su rebestimiento interior, qe sirben para sostener las Tierras, y lo han causado los copiosos Temporales de las aguas, y a fin de ebitar mayor ruina en el citado recinto, es indispensable redificar dichas porciones, para lo qe se necesita lo siguiente...”[13].
El ingeniero Antonio Marín, destinado en Alicante, da cuenta el 31 de Julio de 1772 sobre la marcha de las obras. Realmente estuvieron sujetas a un cúmulo de calamidades. El 23 de ese mismo mes se produjo otra crecida que incidió durante cuarenta y cinco minutos sobre el nuevo cauce realizado. Las aguas no tuvieron salida al mar por la violencia de las repetidas avenidas y la estrechez del canal, de manera que las aguas superaron la altura del malecón que cerraba el antiguo cauce. La riada se llevó por el antiguo cauce parte de las tierras y piedras del malecón, llenando de piedras y ruinas una parte del nuevo cauce, descarnando los cimientos de la espalda de la cara derecha del baluarte de San Carlos y su cortina adyacente, cuarteándola y exponiéndola a que cualquier otro temporal la arruinara definitivamente.
Marín aporta una interesante información que ayuda a entender en parte el por qué de las dificultades:
“...esto no hubiera acaecido si al tiempo de hacer la excavacion (cuyo proyecto se formó discurriendo seria todo el terreno de tierra como lo manifiesta, pero se encontró grande porcion de peña blanda, que retardo mucho la obra, y aumento el gasto de la Dotacion señalada en unos 16.000 reales de vellon, y siendo esta obra indispensable el continuarla, sin perdida de tiempo para no exponer lo que esta executado a una total ruina, (...) y arruine todo el vecindario de sus contornos; para cuya execucion a demas de los 16.000 reales que se necesitan por el aumento de la excavacion de la Peña, se consideran 24.000 reales a fin de perfeccionarlo enteramente siendo preciso limpiar, y deja corriente la porcion de la nueva madre, y formar otra vez el Malecon de tierras que se an de conducir de alguna distancia, Por haverse llevado las que resultaron de la misma excavacion”[14].
El resultado de los ajustes a que sometía la Real Hacienda estas obras, incapaz de resolver a tiempo la demanda de una asignación de 16.000 reales con motivo de la aparición de terreno rocoso, conllevó unos daños de superior cuantía –24.000 reales según valora Marín–, con lo cual las necesidades de asignación para finalizar las obras del nuevo cauce ascendían así a un total de 40.000 reales de vellón.
Durante el verano de 1772 sustituyó a Marín como Ingeniero Ordinario de la plaza de Alicante Thomas Sanz. En carta dirigida al Conde de Bayllencour exponía la necesidad de continuar las obras para proteger al baluarte de San Carlos, y para ello era imprescindible formar una muralla de piedra delante del malecón de tierra, de manera que sostuviera el impulso de las aguas y el consecuente arrastre de tierras. Se necesitarían para ello 864 varas cúbicas de mampostería, con un coste de 1.030 escudos y seis reales de vellón, además de doscientos escudos para igualar su cimiento. El Ingeniero General Juan Martín Zermeño, máximo responsable de las fortificaciones españolas[15], escribía al Conde de Ricla en Diciembre de 1772 apoyando las propuestas de Sanz, contrastada además por varios entendidos en la materia, y criticando que el ingeniero Marín no hubiera previsto encamisar el malecón, expuesto como iba a estar a numerosas agresiones de las avenidas de aguas del barranco. Descargaba toda la responsabilidad en el Ingeniero Director Leandro Bachelieu, y pedía que se le diera un honroso retiro:
“Sin embargo del motivo que produxo la advertencia de Sanz no dexo de conocer que si al proponer la idea hubiese concurrido el Ingeniero Director de aquel Reyno como correspondia, habria premeditado este u otro semejante resguardo a la seguridad de la obra. Por evitar este y otros casos de igual naturaleza he hecho presente a VE la imposibilidad del Ingeniero Director Dn Leandro Bachelieu para el desempeño de las funciones de su empleo, y lo conveniente que sera el que S.M. le separe del Cuerpo de Ingenieros con un decente retiro en atencion a sus buenos servicios”[16].
No tenemos noticias de la marcha de las obras hasta un año después, en agosto de 1773. A principios de junio de ese año había asumido el mando de las obras el ingeniero Nicolás de Lafora. Daba cuenta de la progresión de los movimientos de tierras, excavaciones y construcción del paredón que cerraba el paso de las aguas hacia el cauce antiguo. Cuando llegó en junio había 2.748 escudos, 2 reales y 22 maravedíes. Las obras habían avanzado mucho en esos dos meses, tal que de la medición se desprendía que se habían saldado 2.427 escudos, 9 reales y 25 maravedíes. Quedaban pues poco más de 314 escudos, absolutamente insuficientes para poder finalizar las obras antes de finales de septiembre, en que se esperaban nuevas avenidas. Era pues necesario que la Hacienda Real destinara 1.700 escudos para poder sufragar los gastos de conclusión del paredón de piedra, y pagar a los dueños de las tierras que se deben utilizar para terraplenar por la parte exterior el paredón, y rellenar un hoyo muy grande de 7.000 varas cúbicas existentes delante del paredón[17].
Por lo que respecta al baluarte de San Carlos y frente de San Francisco tenemos noticias detalladas gracias a la relación de obras y reparos por asiento previstos en las murallas de Alicante para 1775[18]. El baluarte de San Carlos no presenta necesidades de reparación ni de consolidación de sus cimientos en su espalda derecha, mientras que el recinto nuevo de los ingleses seguía en mal estado desde hacía más de dos años tras la riada de 1772. Solo se había hecho los mínimos reparos en las cortinas para evitar su total ruina, y la labor de contrabandistas que pudieran arruinar los ingresos de tasas por comercio del puerto. En la parte de la cortina de San Francisco se necesitaban 150 varas cúbicas de mampostería ordinaria, y el revoco del los lienzos. Desde la Puerta de San Francisco hasta la de Bavel se necesitaban 100 varas cúbicas para recalzar sus cimientos, que permanecían totalmente descarnados, y 250 varas cuadradas de revoco. Pero la peor parte se la llevaba la cortina de unión con al baluarte de San Carlos “...de Piedra, y Barro de mala calidad de noventa varas de longitud...”. Seguía cuarteada y con los cimientos con asientos. Debía revestirse de piedra labrada en su paramento exterior, hacerle sus parapetos, y recalzar sus cimientos. Se requería 150 varas cúbicas de mampostería, 1.992 pies de piedra labrada, y 210 varas cuadradas de revoco.
De esta interesante relación de obras podemos concluir que tras los incidentes que produjeron las fuertes lluvias en julio de 1772 el baluarte de San Carlos sufrió menos daños que los frentes adyacentes de la ciudad por la parte del arrabal de San Francisco, y que éstos necesitaban urgentes intervenciones para evitar su ruina. Pero más urgente era todavía evitar que las aguas de los barrancos de San Blas y Canisia –principalmente el primero– incidieran sobre el cinturón fortificado de la ciudad. A desviar el cauce del barranco de San Blas se estaban destinando los mejores esfuerzos.
El proyecto de Gaspar Bernardo de Lara en 1780
Nos situamos ahora en el año 1779, con la descripción de nuevos daños derivados de la construcción del canal. Según se desprende de un expediente de la Secretaría de Guerra, a finales de octubre de 1776 se produjeron otra vez fuertes lluvias. En esta ocasión las aguas del barranco de San Blas discurrieron por el nuevo cauce, por lo que podemos deducir que la solicitud de Lafora fue aceptada y la Real Hacienda sufragó los costes de construcción del paredón y su terraplén de tierra. Pero aparece una nueva información nada despreciable: el canal venía conducido por taludes de tierra por la parte de Bavel, próximo al trazado que dispusiera Verboom en 1721, pero se había interrumpido a 150 varas del mar, en una zona en que se producía un fuerte desnivel. Era evidentemente una solución suficiente para evitar que las aguas dañaran el recinto fortificado de la ciudad, pero no así las propiedades circundantes en la zona más baja próxima al mar.
Sor María Joaquina Pasqual, religiosa del convento de las Agustinas de la Sangre de Cristo, había heredado una propiedad en Bavel que había sufrido graves daños por las inundaciones en los bancales del huerto y en una noria. Elevó una queja para que se le indemnizara, y además sugería que se canalizara el cauce hasta el mar para evitar daños similares en el futuro[19]. De hecho, sufrió de nuevo daños similares el 4 de octubre de 1779. Similares reclamaciones habían efectuado los vecinos Mariano Hernández y Juan Buatista Bellón.
Es interesante lo que apunta en el margen del expediente el Comisario de Guerra Juan de Guemes:
“La continuacion del Cause o canal la contemplo tan precisa, como qe de ometirse y no salir de una vez, continuamente se vera V.S. con semejantes recursos en detrimento del Real erario, atendida la mala disposicion del canal qe con precission caviese se prosiga desde donde debe determinar el citado Paredon, hasta el camino confinante con el Mar para introducirse en el mismo las aguas ya qe el ingeniero que lo dirigio no previno estas resultas qe es quien debia satisfacerlas; siendo su distancia de 125 varas con 10 de ancho qe opinan los expertos necesita de extension para el desague...”[20].
Su homólogo superior en el Reino de Valencia, el Intendente General Pedro Francisco de Pueyo, determinó que el Contador Real Martínez de Irujo expusiera su parecer ante la solicitud, insinuando que los ingenieros militares encargados actuaron negligentemente[21]. Por orden de este último, el Ingeniero Director del Reino de Valencia Balthazar Ricaud expuso los hechos con bastante objetividad, ciertamente molesto porque se le exigieran responsabilidades por unas obras que fueron ejecutadas por Real aprobación, y que además dirigió su antecesor en el cargo, el Brigadier Leandro Bachilieu. Justifica la decisión de no haber prolongado el canal hasta el mar, y se posiciona contrario a resolver a favor de los afectados por el escaso valor de los terrenos afectados, y por tratarse de lluvias incontroladas de las que el Rey no debería en absoluto responder:
“... y que no obstante varios incidentes con las misma, se concluyó la obra, hasta el punto donde terminó la excavacion del canal; pues como este desemboca cosa de 150 varas distante del mar, y los terrenos que median entre este, y la desembocadura de aquel, forman un plano algo inclinado, y mas baxo, que el plano interior del canal, no tubo necesidad el Rey de abrir este hasta la misma lengua del agua, como por ser de muy poca consideracion el expresado terreno, que es en lo que todos los que hasta ahora han alegado perjuizios; fundan y apoyan con eficacia la legitimidad de sus solicitudes; no haziendose cargo, que el Rey no puede estar obligado a resarcir a los Asendados confinantes con lo Rios, los perjuicios que de continuo experimentan, no solo, por el curso regular de sus agua, pero mucho menos los que les resultan por las avenidas accidentales, y extraordinarias”[22].
Martínez de Irujo, molesto con Ricaud por creer que se había desentendido de realizar el informe en los términos en que se la había requerido, queriendo zanjar la cuestión, a pesar del elevado coste que tuvieron las obras –62.100 reales– y lo defectuosas que se ejecutaron, entiende procedentes las quejas y demandas de los propietarios, pues el canal debía de haberse llevado hasta el mar. Y propone por tanto que se les indemnice, y que además el ingeniero Ricaud “haga reconocimiento de terreno, y según su actual estado proyecte lo que deva practicarse”[23]. Estima que las indemnizaciones serán de 50 pesos, y las obras del paredón supondrían unos 130 pesos. Pide que se eleve la solicitud al Conde de Ricla para que consiga la real aprobación.
La solicitud fe aprobada por el Rey Carlos III el 10 de febrero de 1780 y rápidamente transmitida al Intendente del Ejército en Valencia, quien a su vez ordenó al Comandante de Ingenieros del Reino Balthazar Ricaud hiciera reconocimiento y proyecto para solucionar los problemas derivados del proyecto y ejecución del canal. Por otra parte, también los daños ocasionados en el trincherón de San Francisco preocupaban y mucho tanto al ingeniero la plaza Gaspar Bernardo de Lara como al Ayudante Mayor y el Capitán General del Reino de Valencia Marqués de Croix. Amenazaba ruina si se producía otra avenida de aguas a comienzo del otoño, como venía siendo habitual. Era preciso pues recalzar el ángulo saliente del baluarte de San Francisco. Para ello estimaba el ingeniero que debían emplearse 232 escudos[24], una obra menor si la comparamos con lo que suponía finalizar el canal hasta el mar. El Rey aprobó las obras el 13 de mayo de 1780.
Figura 3. Plano del Canal o Cauce abierto en Alicante... |
Cuatro meses se necesitaron sin embargo para redactar el proyecto de la ampliación del canal del nuevo cauce del barranco de San Blas. El proyecto lo firma, como era preceptivo, el Coronel de Ingenieros Gaspar Bernardo de Lara. Se conservan en Simancas tanto su precisa y extensa memoria, con mediciones y presupuesto[25], como un detallado plano (fig. 3), que contiene hasta las cotas del perfil del canal. Se conserva también copia de plano en el Instituto de Historia y Cultura Militar.
Lara divide la memoria en tres artículos. El primero pretende desentrañar si las reclamaciones de los vecinos afectados por los defectos del nuevo cauce eran justas o no. Su exposición de los hechos resulta muy reveladora para entender la calidad de las obras de fortificación llevadas a cabo en la parte del convento de San Francisco. Señala que los problemas surgieron mucho tiempo atrás por abuso de los vecinos y la tolerancia de las autoridades locales, que sin los permisos oportunos edificaron el arrabal de San Francisco demasiado próximo a las fortificaciones del siglo XVI. Al ser un claro impedimento para la defensa de la plaza, los ingleses construyeron el trincherón, entre 1706 y 1708, por la parte exterior para procurar defender la plaza de un golpe de mano en la Guerra de Sucesión. Califica por tanto de error grave para las fortificaciones este cinturón de “devil recinto exterior” y de “Fortificacion que se puede estimar de pura apariencia”, agravado además por las avenidas de las aguas que suelen producirse a comienzos del otoño, que se introducían por la Puerta de Babel. Sería mucho más adecuado contar para la defensa con el recinto del siglo XVI, “mejor flanqueado por varios Torreones de solida construccion y menos sujeto a la dominación de los Padrastros”.
Todavía es más crítico al analizar las razones de la población, al asegurar que el trincherón era necesario para evitar el contrabando, “porque esta asercion es contra el hecho de la verdad”. Expone que dicho frente de muralla tenía demasiadas puertas, y que no era posible dotarlas de suficiente guarnición, puesto que el recinto a la parte del mar requería muchos puestos y baterías, así como la guarda del Castillo de Santa Bárbara, y la isla de Nueva Tabarca un destacamento. Esta falta de guarnición, unido al hecho de que se habían instalado edificaciones extramuros en el arrabal de San Antonio y del Socorro, hacía que los contrabandistas camparan a sus anchas y tuvieran muy fácil el acceso con ayuda de los inquilinos y la falta de vigilancia.
Vuelve a mencionar que el 23 de julio de 1772, apenas dos meses después del inicio de las obras del canal, una fuerte riada arruinó el malecón en construcción de mampostería. Y que la falta de magnanimidad hizo que se pidieran fondos insuficientes para hacer una buena obra y reparaciones, y por tanto no se finalizó adecuadamente el plano del canal, con graves defectos de pendiente[26], ni se hizo el encauzamiento hasta el mar. Además no se le dio la anchura conveniente al canal: mientras que el puente del camino a Madrid tenía dos ojos con una ancho total de 22 varas, el ancho del cauce era apenas de 10 varas. Y tampoco se le dio la dirección adecuada “(no sé por qué) fuera del alineamiento de los pies derechos de los arcos”, dirá Lara. El malecón tenía altura insuficiente, sólo una vara por encima del nivel de los ojos del puente, y las aguas retrocedían hacia éste por los problemas de falta de pendiente, y por no estar además alineado con dichos ojos, las aguas embestían con fuerza sobre el malecón, abriéndose veredas subterráneas por ambos extremos de éste. En 1752 las aguas habían alcanzado la altura de la garita del baluarte de San Carlos, y por tanto era verosímil que pudieran en el futuro sobrepasar la altura del malecón.
Acomete finalmente en este primer artículo sobre la cuestión de las reclamaciones de los propietarios por los efectos sufridos en sus terrenos próximos al mar. Efectivamente admite que debido a la fuerte pendiente con que las aguas llegan a estos terrenos, y con la presencia además de algunos saltos, se produjeron arrastres de piedras y tierra, con serios daños. Pero entiende que dichos terrenos son salitrosos y poco fértiles, debido también a la ausencia de lluvias. Y teniendo en cuenta que, sin ninguna obligación, el Rey costeó las obras por velar por el bien común, y que la población, entendiéndolo así, no había elevado queja alguna, deberían desestimarse las reclamaciones de los particulares, cuyos “profesores pueden padecer halucinaciones” si no conociesen las razones expuestas.
En el artículo segundo expone las obras que a su entender debían acometerse. En primer lugar se construiría un nuevo malecón mejor alineado con los ojos del puente. Su cimiento, de tres pies de canto, se haría 16 pies por debajo del nivel del malecón existente, con siete hiladas de pilotes de cuatro a cinco pies de largo, de manera que comprimieran el terreno y así las aguas no fluyeran por la parte inferior hacia el cauce antiguo. La cota de coronación de esta muralla era similar a la del malecón actual, pero su altura sería pie y medio superior al hacer una excavación de esta altura en el plano de cauce. El espesor en la parte superior de seis pies, y la pendiente del plano ataluzado tendría valor de cinco. No se reforzaría con estribos salvo en su parte curva –se pondrían dos robustos- por ser allí mayor la solicitación de las aguas.
Para evitar que las aguas embistieran contra la nueva muralla y malecón y favorecer que las aguas tomaran el nuevo cauce, ensanchaba la zona posterior al puente. Así ampliaba cinco varas la anchura del nuevo cauce con un nuevo arcén y mejoraba la alineación con los ojos del puente[27]. Se le daría la pendiente natural a los muros de tierra según la consistencia de ésta. Al ampliar la anchura descendería la velocidad del agua, y al alinear mejor el cauce se producirían menos turbulencias y retrocesos del agua. Pero esto no se solucionará si además no se pone el plano del cauce en un “verdadero plano inclinado quitandole los saltos o descensos perpendiculares terraplenando a pison los hoyos y continuando la excavación hasta el punto L distante 146 varas de la desembocadura”. Tal y como se aprecia en el plano estaba ya muy cerca del mar. Este era como ya se ha señalado uno de los puntos importantes del proyecto. Calculaba las cotas a las que debía quedar el firme del cauce en cada parte para tener una pendiente continua.
Todo ello debía resolverse bien ligando con una travilla los dos muros de piedra en el punto H y continuando con dos murallas paralelas hasta la desembocadura. Era la única manera de evitar los daños en las propiedades adyacentes. La travilla tendría cuatro pies y medio de alto y seis de espesor.
En el artículo tercero hacía una valoración de las mediciones y costes de las obras. Las partidas eran excavación de tierras, mampostería ordinaria para revestir los márgenes y arcenes, “cantería a picon ordinario” para los cimientos del murallón, la travilla y los estribos, y pilotes de madera de roble. El total de las obras ascendía a 38.935 escudos, 9 reales y 12 maravedíes. Aunque para solucionar el problema de los daños sufridos por los propietarios de fincas próximas al mar bastaría con destinar 1.867 escudos únicamente, se requerirá hacer la obra completa para evitar las amenazas que padecía la población en el arrabal de San Francisco. Para su financiación y pronta ejecución proponía por una parte que, aunque se tratase de una obra fuera de la plaza, debería incluirse en el “Asiento de las de Fortificacion” porque ésta estaba expuesta a las irrupciones de las aguas. Haciéndolas por Administración las obras podrían costar una cuarta parte menos, pues se podría aprovechar el acopio de piedra que el Rey tenía en las faldas del Castillo de Santa Bárbara para las obras del muelle del puerto. Por último se podría echar mano de cien presos de Cartagena como mano de obra, que se alojarían en el castillo. Así no se cargaría a la población con obligaciones, y no costaría demasiado al Real Erario.
Durante el largo proceso administrativo que sufrió el expediente hasta su final aprobación por parte del Consejo de Guerra y del Rey Carlos III en última instancia, el país se hallaba envuelto en un nuevo conflicto bélico iniciado en 1779, esta vez con Gran Bretaña, con motivo de la Guerra de la Independencia de las colonias británicas de América del Norte. Todo lo cual, tras haber manifestado opinión tanto el Contador como el Intendente del Ejército del Reino, y D. Silvestre Abarca, el Rey dio orden de acometer únicamente la prolongación del canal hasta el mar, y no indemnizar a la monja, pues “ni la Real Hacienda ni la Ciudad pueden responder de los perjuicios que reclama, ni de los accidentes de los temporales”. Las obras se acometerían una vez finalizara la guerra, pues la ciudad estaba en esos momentos sin ingresos por comercio. Se da pues por supuesto que las obras se acometerían con aportación de la ciudad y de la Real Hacienda, que podría sufragar los costes vendiendo los terrenos del cauce antiguo. No se decidía en primera instancia si se harían las obras por asiento o por administración. En lo que sí coincidían era en no echar mano de los presos por malas experiencias en otras obras similares. En breve se demostraría que la decisión tomada fue errónea, y que era preciso realizar todas las obras propuestas por Gaspar de Lara y no sólo la prolongación hasta el mar. Por razones no de todo claras –posiblemente por haberse encontrado con un terreno rocoso de difícil excavación– no se hizo el nuevo cauce según lo había proyectado Verboom en 1721. Podemos concluir que el proyecto del ingeniero Antonio Marín había sido un fracaso por haber desplazado ligeramente la alineación del nuevo cauce.
Nuevos proyectos tras el final de la guerra con Gran Bretaña en 1783
Durante el impás de espera para poder acometer las obras aprobadas por Real orden no se produjeron problemas de riadas afortunadamente hasta el otoño de 1783. Sólo hay constancia de una solicitud del Gobernador de Alicante para que se reparase con carácter de urgencia la Puerta de San Francisco. El proyecto, firmado por Gaspar Bernardo de Lara, lleva fecha de 22 de octubre de 1781[28], y es elevado al conde de Gausa por el Capitán General de Valencia marqués de Croix. El seguimiento de este proyecto sale fuera del objeto de esta investigación, pero da muestra de los estragos que en años pasados habían efectuado las aguas de los barrancos de San Blas y Canicia.
Gracias a la “Relación General de los Reparos” que Balthazar Ricaud elaboró a finales de 1784[29], tenemos noticia de que en el otoño de 1783 se produjeron otra vez fuertes lluvias que ocasionaron graves daños en la cara derecha y flanco del baluarte de San Carlos, como ocurriera en otras ocasiones[30]. Eran ya una pesadilla los continuos desperfectos y los enormes gastos que ocasionaban a la Real Hacienda. Pero esta vez, además, habían arruinado el paredón que cerraba el paso del San Blas al antiguo cauce. Era necesario reedificarlo cuanto antes, pues se había desmoronado más de la mitad en su parte central. Casualmente, también en esos mismos días, a primeros de octubre, la torre fortificada de vigía, ubicada en la Isleta, había volado por una explosión, y Ricaud consideraba también urgente proceder a la construcción de una nueva torre para defensa de los habitantes de la costa frente a los piratas. Alicante iba a requerir pues una fuerte inversión en tiempos en los que la Real Hacienda, tras el conflicto bélico, no podía permitirse. De los 9.448 escudos previstos para reparos en las plazas del Reino de Valencia, 5.300 debía destinarse a Alicante, y además las obras de reedificación del paredón o malecón supondrían 202.841 reales. Una cifra considerable si tenemos en cuenta que el total de las obras propuestas por Lara en su proyecto de 1780 ascendían a 389.359 reales, y que por tanto el Rey sólo había aprobado la prolongación del canal hasta el mar. Se demostraba que al no acometer un proyecto general solvente sólo ocasionaba la ruina de las fortificaciones, e ingentes gastos para su reparación.
Por una memoria posterior de Ricaud tenemos noticias de que el 2 de diciembre de 1783 el ingeniero había enviado un proyecto al comandante de ingenieros Silvestre Abarca, para la reconstrucción del malecón y la torre de la Isleta[31]. El proyecto del paredón lo había redactado el ingeniero comandante de la plaza de Alicante, Pedro Antonio de Molina, según se desprende del plano conservado en el IHCM, con fecha 16 de octubre de 1783. En dicho proyecto el ingeniero plasmaba básicamente las propuestas de su antecesor Lara. Afinaba en la alineación del canal con el cauce, modificaba en parte la “Trava para contener el salto de las aguas en el terreno bajo”, con una forma un tanto distinta, y ampliaba la excavación del canal en la parte baja junto al mar para evitar que las aguas se salieran del cauce.
Figura 4. Plano del Cause de Sn Blas y terreno Ynmediato... |
Requerida opinión por orden del Rey al sucesor de Abarca en el cargo, Juan Cavallero, éste elevó nuevamente la solicitud de reconstrucción del paredón al Ministro de Guerra conde de Gausa el 23 de diciembre de 1784 manifestando opinión de ser muy necesaria la intervención[32]. Un año había estado paralizada la solicitud de Ricaud de que se procediera cuanto antes a reedificar dicho paredón. De las obras de prolongación del canal hasta el mar, aprobadas al comienzo de la Guerra con Gran Bretaña en 1780 ni se hablaba. La escasez de recursos económicos era patente. Una vez llegada al Rey y su Consejo la solicitud del Comandante de Ingenieros Juan Cavallero, el monarca decidió que se debía hacer un nuevo examen de lo que era imprescindible para salvaguardar las murallas, abaratando en lo posible los costes del proyecto. Se entraba así en una dinámica poco beneficiosa para los intereses de la ciudad y de los ingenieros militares que velaban por el buen estado de las fortificaciones. Sólo se originaban retrasos y recortes en la calidad de las obras que se debían sin duda acometer antes de una nueva riada.
Figura 5. Plano
qe comprehende el curso natural del barranco de Sn Blas... |
Poco tiempo tardó Ricaud en enviar una nueva propuesta, elaborada esta vez por el nuevo ingeniero en segundo de la plaza de Alicante, Antonio Exarch, el 30 de marzo de 1785. Hacía Ricaud un poco de historia recordando los ya conocidos sucesos de 1752 y 1783, y todo lo que había sufrido el baluarte de San Carlos, y los importantes costes que habían conllevado sus continuas reparaciones. 10.921 escudos había costado la obra del nuevo cauce, y sin embargo no había servido para la función a que se destinaba. Es más, el paredón se había roto, y otra vez estaba dañado el baluarte de San Carlos, y la población estaba expuesta a “enfermedades tercianas” por los depósitos húmedos de tierras y arenas en el frente del Bavel:
“Por el reconocerá VS. el evidente peligro â que está expuesto todo el Arrabal de Bavel; ps la antigua madre del Barranco enviste quasi perpendicularmente contra la cortina de aquel frente, la qual sobre ser de corta altura, es muy endeble, por consistir en un paredón de piedra y barro, con algunas tierras adosadas por la parte interior; asimismo el expresado Arrabal está de nivel con la madre del cauce, y una vez rota la Muralla, todas las aguas se encaminarian â inundar aquella parte de la población con graves perjuicios de sus Moradores. (…) haviendo socavado ya el angulo de la espalda del Baluarte de San Carlos, y depositado tantas tierras y arenas en las cercanias del mar, que ahun en las cortas avenidas quedan embalzadas muchas aguas en las inmediaciones de la Puerta del Bavel, las cuales corrompiendose en el verano, causan, ô fomentan muchas enfermedades singularmente Tercianas, que aflixen sobre manera â toda la Ciudad”[33].
Insiste Ricaud en que se debía seguir el proyecto de Pedro Antonio de Molina, que envió en 1783, quizá con algunas mínimas variaciones, como se plasmaban en el proyecto que enviaba de Exarch. Solicitaba por último que se destinaran de nuevo los 15.687 escudos que requerían las obras.
La respuesta de Carlos III a este nuevo proyecto, con fecha de 22 de mayo, coincidía de plano con la idea de edificar de nuevo la torre de la Isleta y reedificar el murallón del cauce del San Blas, pero ofrecía una nueva dilación y añadía dificultades al sugerir al Comandante de Ingenieros Juan Cavallero que se encargara de buscar la manera de sufragar los costes al margen de la Hacienda Real. Éste pidió al Ingeniero Director Ricaud que estudiara el asunto, y buscara la manera de reducir las obras del proyecto, con el consiguiente recorte en el presupuesto. No encontró Ricaud otra posibilidad sino, en vez de reconstruir el antiguo malecón y edificar el nuevo según la dirección establecida por el ingeniero Molina, hacer únicamente el nuevo, pero más reforzado. En su opinión las obras costarían prácticamente lo mismo. En cuanto a la labor de búsqueda de fondos, le habían dejado sin colaboración alguna. La ciudad no quería colaborar, ni el comercio ni el consulado. Sugería una posibilidad, y era que, dado que las rentas anuales por comercio en Alicante eran de 984.646 reales, y que éstos se invertían en sueldos de empleados de las torres de vigía, más reparos de éstas, y que el sobrante se enviaba a Cartagena, se dispusiera desviar algunos de estos recursos para las dos obras planteadas y aprobadas. Proponía a su vez que se decretase que la ciudad colaborara con un medio o un tercio del importe de las obras, ya que se veía afectada por las enfermedades, y, evidentemente, estaba interesada en que las obras se realizasen cuanto antes[34].
El rey aprobó la propuesta de Ricaud el 9 de julio de 1785. Pedía que los desmontes se hicieran a destajo, orden y economía. El coste de las obras sería de 156.879 reales y 28 maravedíes. A partir de este momento se produce sin duda un cambio de escenario en las propuestas para preservar la ciudad y las fortificaciones de los desastres que ocasionaban las fuertes lluvias. Se habrá notado que hasta el momento se trataba principalmente de evitar que las aguas del barranco de San Blas llegaran al trincherón de San Francisco, Frente de Bavel y Baluarte de San Carlos, y que era la Real Hacienda quien había sufragado los costes de las obras del nuevo canal. A partir de este momento intervienen otros agentes –el Ayuntamiento, el Comercio y el Consulado– y se hace hincapié en lo problemáticas que eran las aguas del barranco de Canicia, que descendía de la parte del Castillo de Santa Bárbara desde el norte. Dichas aguas colaboraban con el San Blas en los daños antes descritos, pero además incidían negativamente en algunas edificaciones del interior del recinto del trincherón, ya que la existencia de unas rejas permitía que circularan por las calles del Barranquet y del Juego de Pelota, desembocando en el mar por la zona del puerto.
El Corregidor de Alicante Antonio Oliver refiere en un escrito de 7 de septiembre[35], dirigido al Intendente de Valencia Pedro Francisco del Pueyo, que había recibido orden de sufragar la mitad de las obras, o sea, 78.940 reales. Objetaba que las obras del cauce nuevo las había costeado la Real Hacienda, y no entendía por qué para una reparación había de contribuir la ciudad. Además el proyecto de los ingenieros se había hecho sin informarla ni tener en cuenta su opinión. Había que añadir que, por una Real Cédula de 20 de febrero de 1783, los ingresos por impuestos de aceites y saladuras se habían reducido. Por el puerto pagó regalías de “17.476 libras, 7 sueldos y 10 dineros”, y en la última guerra de 1780-1783 la ciudad había contribuido con “9.054 libras, 13 sueldos y 10 dineros”. Según orden de 10 de octubre de 1767, era preceptivo recibir orden del Consejo para que la ciudad librara caudales, y no lo había hecho. Había en definitiva escasez de caudales públicos. Proponía que en primer lugar la ciudad pudiera examinar y juzgar el proyecto aprobado, y en segundo lugar que las obras se hicieran por pública subasta, y que en todo interviniera la ciudad con su Gobernador. La orden no se hizo esperar, y vino de la mano del Ministro de la Guerra Pedro Lerena, a través del Intendente Pueyo, el 2 de septiembre.
Figura 6. Plano que manifiesta el curso del Barranco de S n . Blas... |
La ciudad reaccionó ante tal solicitud pidiendo al Consejo que le posibilitara arbitrios propios en la recaudación de impuestos por comercio al no contar el Ayuntamiento con recursos propios. Sabemos por un escrito del Ministro Lerena dirigido al Secretario Interino de Hacienda, de fecha 5 de octubre, que el Rey había resuelto que el Gobernador y el Ayuntamiento de Alicante interviniesen en la obra, de manera que el ingeniero de la plaza controlara los trabajos en su mayor economía. Como consecuencia de estas disposiciones, y las presiones que se ejercían sobre los ingenieros, se dispuso que el ingeniero Exarch realizase una nueva inspección y propuesta de intervenciones. No consta si fue supervisada por Ricaud, ya que quien da cuenta en la documentación del expediente del nuevo proyecto de Exarch es el Comandante de Ingenieros Juan Cavallero. Ante la sorpresa de todos, Antonio Exarch continuó con su idea de que era preciso acometer las obras tal y como venían siendo proyectadas desde hacía años, y por tanto costarían en torno a 400.000 reales, tres veces más de lo que estaba asignado. No se conserva ni se menciona proyecto alguno, por lo que debe entenderse que simplemente ratificó su propuesta de 1785.
Cavallero decidió personalmente, sin contar con el parecer de Ricaud, que el ingeniero en segundo Baîme Amphoux hiciese un proyecto más económico con el fin de zanjar la cuestión y dar salida a la partida económica de 15.687 escudos que estaba librada. Amphoux elaboró un nuevo proyecto, mejor dicho, dos proyectos alternativos. Vienen recogidos en un plano conservado en Simancas (Fig. 6). En primer lugar seguía las pautas de los ambiciosos proyectos de sus predecesores. Ampliaba el cauce nuevo, con terraplenes adecuados; disponía un malecón curvo para facilitar el discurso de las aguas y solucionar el problema de la falta de alineación con los ojos del puente; proyectaba un pequeña presa para el salto de las aguas en la zona próxima al mar; y por último prolongaba el canal hasta el mar ampliando triangularmente su base. En esto no introducía apenas variaciones. El coste de la obras sería de 400.757 reales, similar a lo proyectado por Exarch. Pero como segunda opción, dirigida sin duda por Cavallero, solucionaba los problemas habilitando de nuevo el cauce antiguo –el paredón se había roto en las últimas riadas– , bajo ciertas prevenciones y correcciones, y rellenando de tierra compactada el terreno próximo a la Puerta de Bavel con el fin de evitar que durmieran allí las aguas. Este último proyecto costaba solamente 1.000 escudos, algo al alcance del Ayuntamiento. Cavallero se mostraba contrario a esta propuesta, pero lo cierto es que la remitió al Rey, probablemente sabedor de que sería aprobada:
“… y aunque para evitar tanto gasto propone Dn. Bartolomé Amphoux, habilitar el antiguo cauce, desembocando al Mar por el pie de la Muralla de la Plaza, bajo ciertas correcciones, y prevenciones qe ha expuesto; no soy de este dictamen, por el riesgo, a que constituye todo aquel frente, y en particular el Baluarte de Sn. Carlos, como ya se ha experimentado en las anteriores fuertes avenidas, habiendo sido este el objeto de la mayor atención y el que dio motivo a la formación del Proyecto”[36].
En otro escrito posterior Cavallero insistía en la necesidad de ordenar de nuevo a la ciudad que pagase la mitad del coste de las obras probadas, ya que encontraba sin fundamento las razones que por mano del Corregidor Oliver habían esgrimido para desentenderse de la cuestión. Concedía que quizás la Real Hacienda pudiese adelantar dichos fondos con el fin de que no se paralizasen las obras, que la ciudad podría contar con un Comisionado Interventor hasta que se nombrase para ello un Comisario de Guerra. Defendía Cavallero las atribuciones que correspondían a su Cuerpo de Ingenieros en todo lo referente a los proyectos y obras de fortificación.
El 19 de abril de 1786 el Rey aprobó que se realizasen las obras propuestas por Amphoux, habilitando el cauce antiguo y no construyendo el paredón que había sido aprobado el 9 de julio del año anterior:
“Habilitese el antiguo cauce dirigiendolo al mar por el pie de la Muralla según la idea del plano; y librense los 10.000 Rs de Von que costara la obra, concurriendo por mitad a este gasto la Rl Hacienda, y el fondo de propios de Alicante según estaba resuelto”[37].
Una ingeniosa propuesta del Comercio y la ciudad de Alicante
En este ambiente de continuas dilaciones, y a la vista de que la ciudad iba a estar obligada a contribuir con un importante desembolso, los acontecimientos sufrieron un nuevo giro. El nuevo Gobernador Corregidor, Francisco Pacheco, el Comercio de la ciudad y el Consulado, decidieron buscar una postura común para sus intereses, y presentarla ante el Rey como alternativa. La reciente creación del Consulado de Alicante, órgano administrativo destinado a gestionar el comercio de las Indias y otros mercados en el puerto de la ciudad[38], constituía una baza importante para presentar dicha alternativa. A los ingenieros militares les importaba principalmente que las fortificaciones estuvieran en buen estado, y capaces de resistir un sitio de manera digna hasta que las tropas pudieran hacer una noble resistencia en el Castillo de Santa Bárbara. Pero no parecía importarles los problemas que las aguas del barranco de Canicia causaban en algunas casas y comercio de la ciudad. Así que procuraron ver la manera de que las inversiones que iban a efectuar les beneficiaran en este sentido. Y aportaron un inteligente proyecto que podría solucionar los problemas de las aguas sin afectar ni a la ciudad ni a la firmeza de sus murallas. El inconveniente grave de su propuesta era que iba contra las reglas más básicas del arte de fortificar. Comenzó entonces un interesante intercambio de correo a tres bandas.
El 25 de septiembre de 1786 el Comercio escribió al Gobernador Corregidor Pacheco exponiéndole los continuos perjuicios que ocasionaban las aguas del barranco de Canicia, por otra parte bien conocidas por él[39]. Estas aguas entraban por unas rejas habilitadas en su cauce natural, cerca de donde comenzaba el trincherón por la parte de la Puerta de la Reina. Discurrían hasta el mar por la calle del Barranquet, causando los daños. Tras los desastres de 1752 se mandó tapiar las rejas, pero los ingenieros militares, que tenían en esto competencias, no se lo permitieron. Además, los daños que se causaban en el baluarte de San Carlos y el trincherón se podían evitar con una buena construcción: “que si estas se hicieran bien no serian tan repetidas ni costosas”. El Corregidor Pacheco contestó el día 29[40]. La razón era que causarían daños en el trincherón y en el baluarte de San Carlos. De hecho en los años 1785 y 1786 los reparos por esta causa habían supuesto la mitad de toda la asignación en materia de fortificación para el Reino de Valencia. Proponía que mediara en esta materia el Conde de Aranda, que había sido Gobernador del Reino de Valencia, que era además un buen entendido en materia de fortificación. Adelantaba que el Conde de Aranda había redactado un dictamen en que exponía:
“... reducido el pensamiento a cerrar a Alicante por medio de un corto Trincheron construido desde el primer Angulo de la Muralla de Sn Francisco en el mismo frente de las Rejas recto a las tapias del convento quedando este dentro de su recinto, y el terreno qe resulte entre la que hoy existe y la que se construya para ensanche del Pueblo, y Tapiadas en este caso las rejas queda libre el curso de las aguas por el foso de Sn Francisco y el Babel sin perjuicio de nadie”.
No perjudicaba a nadie, no costaría apenas dinero, y sería de gran beneficio para los intereses de la ciudad. La propuesta estaba bien argumentada y expuesta con maestría, pero no convenció de inicio al Consulado, que no comprendía por qué no se le había consultado antes de presentar una propuesta tan definida. Según el artículo 54 de la Real Cédula de su erección, el Consulado debía contribuir a proporcionar los medios adecuados para evitar el perjuicio que las aguas que bajaban del Castillo pudieran ocasionar a la población y el comercio[41]. Era además muy crítico con el proyecto presentado por el corregidor según el parecer del Conde de Aranda: “… este proyecto conduce mas a la hermosura y ensanche de la Ciudad qe á precaver el perjuicio del Almacen del Consulado y demas del Comercio”.
El Consulado escribió el 10 de octubre de 1786 al Ministro de las Indias, José Bernardo de Gálvez y Gallardo, marqués de Sonora, responsable de la práctica comercial de la Corona, exponiendo toda la problemática que originaban las aguas del barranco de Canicia. Los almacenes del comercio, incluido el del propio Ministerio de las Indias, estaban expuestos a ruina, como ya se ha indicado, debido a que al Gobernador Pacheco mandó abrir las rejas del Barranquet a instancias de los ingenieros militares de la Plaza[42]. Los efectos de las aguas sobre las murallas del trincherón y baluarte de San Carlos habían supuesto gastos elevadísimos al Real Erario. A priori sólo había dos opciones: que las aguas dañaran las fortificaciones, o que hicieran lo propio con los almacenes del comercio.
Figura 7. Plano y Perfiles que manifiestan una porcion del trincheron y la q e se propone p a dejar por dentro del resinto el Convento de S n . Francisco. |
Por Real Orden de fecha 5 de noviembre se instó al Gobernador que emitiese dictamen particular y proyecto, de acuerdo con el Consulado, para solucionar los problemas. El Corregidor, pese a la opinión contraria del Consulado, remitió al Ministro de Indias el 20 de diciembre el proyecto ideado por el Conde de Aranda, y delineado por Carlos Desnaux con fecha 20 de noviembre (Fig. 7). El proyecto consistía en cerrar las rejas por la cuales se introducían las aguas por el Barranquet dañando los almacenes y edificaciones del comercio. Las aguas discurrirían así por el exterior del trincherón de los ingleses mediante una canalización hasta el mar. Además se construiría un trincherón en ángulo para evitar que las aguas dañasen, tal y como ocurriera en 1752, las murallas en la parte de San Francisco. El apoyo del Conde de Aranda era suficiente garantía para tal propósito. El Ministro ordenó a la Mesa el 11 de enero de 1787 que estudiara la propuesta, y ordenara al Gobernador de Alicante que resolviese cómo tenía pensado que se sufragaran las obras. Le parecía que deberían hacerlo el Real Erario, el Consulado y el Comercio, dado que beneficiaría sus intereses. Por Real orden de esa fecha se instó a Francisco Pacheco que de acuerdo con el Prior del Consulado marqués de Castel Rodrigo, convocara Junta de los miembros del Comercio para tal propósito.
Pacheco convocó la Junta el 3 de marzo de 1787[43], y consiguió que, por unanimidad, los comerciantes decidieran cargar el importe de las obras a su cuenta, con algunas condiciones:
“... he tenido la mas completa satisfaccion en la Informidad con que todos acordaron el cargar este importe a su cuenta sin otra circunstancia que la de suplicar a S.M. por el conducto de V.E. se digna recibir este obsequio en testimonio de su amor y fidelidad, y a V.E. el que tenga a bien mandar pasen a esta Plaza aquel numero de Desterrados que conceptue bastante para la maior economia, y brevedad de la obra, ...”[44].
Asumirían como máximo 80.000 reales –dado que las obras estaban presupuestadas en 8.156 escudos asumían casi el total de los costes– y requerían del Rey que enviara dos brigadas de desterrados de cien hombres, en principio de Cartagena, con el fin de abaratar y acelerar las obras. Solicitaban estas últimas ayudas por las objeciones que había manifestado el Prior del Consulado en la Junta por el “indispensable establecimiento de Escuelas de Matemáticas y necesidad de construir o comprar casa para dicho cuerpo”[45]. Alicante prosperaba con el comercio del puerto y el Prior del Consulado veía la necesidad de dotarla de instituciones, y por tanto el Consulado no podía hacer una aportación económica tan elevada.
Quizás la nota más destacada de este último escrito, por lo que deja entrever de lucha de intereses, es que el Gobernador Pacheco y el Prior del Consulado solicitaban que se nombrara otro ingeniero “(por la ridiculez del de aquella Plaza), o bien cometerle al propio Governador enteramente esta Comision”. Eran palabras duras que manifestaban, al igual que sucediera en otras muchas ciudades, la incompatibilidad del progreso de la ciudad y la defensa de ésta por un cinturón amurallado que le impedía este crecimiento. El expediente se había tramitado a través del Ministerio de Indias por entenderse que se trataba de un asunto que afectaba principalmente al comercio. Una hábil jugada sabiendo que encontraría apoyos en el Consejo de Ministros. Pero tal y como era de esperar, en seguida entró en juego el Ministro de la Guerra, Pedro de Lerena. El Rey ordenó que se le pasara informe reservado con el informe y el plano del proyecto. El Ministro lo remitió al Comandante de Ingenieros Juan Cavallero el 24 de marzo. A los dos días Cavallero redactó un informe en el que comunicaba que había recibido otra Real orden el día 12 de marzo comunicada por el Ministro Pedro Lerena. Cavallero no tenía ningún conocimiento del proyecto. Había pedido informe al Ingeniero Director de Valencia Balthazar Ricaud y se hallaba a la espera de su opinión.
El 14 de abril envió el problemático proyecto y el expediente completo a Lerena. Conocemos el parecer del Comandante de Ingenieros a través del escrito del Ministro de Guerra Lerena fechado el 16 de septiembre de 1787. Cavallero era contrario al proyecto del Conde de Aranda. Sería sin duda perjudicial para la defensa de la plaza y solo ventajoso para los particulares de la ciudad. Opinaba que el Gobernador debería ser reprendido por haber faltado a la ordenanza y haber tramitado el expediente por otra vía diferente a la del Ministerio de la Guerra:
“El Sr. D. Pedro Lerena pidió informe al Comandante de Ingenieros D. Juan Caballero, que dixo ser inutil para el caso, perjudicial a la defensa, y unicamente ventajosa à los particulares que se aprovecharian del terreno intermedio, y que el Gobernador merecia ser reprendido por haber faltado a la orden, tratando el punto de fortificaciones por otra via que la de Guerra”[46].
Figura 8. Plano que manifiesta el frente del trincheron de la Plaza de Alicante y la disposicion de la Muralla propuesta por el Gobernador de dicha Plaza |
Se instó por tanto al Ministro de las Indias que informara al Ministro de Guerra sobre los trámites y acuerdos que se habían adoptado en el asunto. Antonio Valdés cumplió con la orden en escrito de fecha 22 de septiembre de 1787 dirigido a Gerónimo Cavallero, sustituto del Conde de Lerena en el Ministerio de Guerra[47]. Éste contestó con escrito de fecha 26 de septiembre diciendo que en su secretaría sólo constaba que el antecesor de Antonio Valdés[48] en el Ministerio de las Indias, el marqués de Sonora, había convenido con el Gobernador de la ciudad en costear la obra, faltándole tan solo contar con dos brigadas de presidiarios para abaratar las obras. Que su antecesor Lerena había solicitado del comandante Juan Cavallero dictamen sobre el proyecto, del cual era contrario:
“Se envio informe a Cavallero con lo antecedente que el Murallón no trahe utilidad alguna a la defensa de la Plaza que debe ser la principal mira, ni servir de beneficio al comercio pudiendose remediar el daño que se insinua de los Almacenes por un termino mas expedito, y menos costoso, que es el de ensanchar y habilitar con sus rejas el vaciadero antiguo que desemboca rectamente en el Mar, con lo qual se escusan los gastos de la construccion proyectada, y de las reparaciones continuas de la Muralla, conduciendose el agua por el foso del Fuerte de Sn. Carlos: y repite la desaprobación del pensamiento aplicando el donativo del comercio a la habilitacion del vertedero antiguo, y a procurar el beneficio del Puerto, que es el verdadero interes del comercio, sin alterar el recinto de la Plaza con obras inconducentes a su defensa, y mucho menos por los medios y modo con que se ha versado el Governador faltando a la ordenanza”[49].
Y que con esta información había instruido un expediente para dar cuenta a la Junta de Estado para que dimanara el acuerdo conveniente. En tan complicada situación, en la Junta de Estado resolvieron que se preguntase al Gobernador de Alicante cuáles eran los motivos para la obra, y qué órdenes había recibido del Ministro de las Indias marqués de Sonora. Tenían en cuenta el informe de Juan Cavallero[50]. El donativo del comercio debía destinarse a este fin. En primera instancia parecía que la Junta de Estado apoyaba la defensa de la ciudad frente a los intereses del comercio, apoyada en una última consideración de Cavallero que parecía zanjar el asunto:
“… y procurar el beneficio del Puerto que es un verdadero interes, sin alterar el recinto de la Plaza con obras inconducentes a su defensa, especialmente por los medios y modo conqe se ha versado el Gobernador faltando a la ordenanza”.
Sin embargo, la Junta de Estado estimaba que todos los problemas provenían del Comandante de Ingenieros Juan Cavallero, que se había sentido ofendido por no habérsele pedido dictamen antes de que el proyecto fuera aprobado por el Ministro Sonora. Estaba de acuerdo en que el proyecto no podía llamarse con propiedad “de fortificación”, pero zanjaba la cuestión diciendo que Cavallero había actuado con resentimiento, que se manifestaba en las reiteradas quejas de haberse contravenido la ordenanza. El Ministro Antonio Valdés, en escrito de fecha 20 de octubre de 1787, juzgaba que el proyecto no perjudicaba la fortificación, que daba más “crédito en esta materia [de fortificación] al Sr. Conde de Aranda y el actual Gobernador [de Alicante] que el Ingeniero Cavallero”[51], y que ya que el Comercio de la ciudad estaba dispuesto a asumir los gastos, proponía al Rey Carlos III que aprobase el proyecto, y que concediera las dos brigadas de desterrados. Por su parte el Ministro de Guerra Cavallero trató el asunto personalmente con el Rey, y consiguió que no aprobara las obras del nuevo trincherón, sino, por el contrario, ensanchar el vaciadero antiguo del barranco y habilitar las rejas, eso sí, con los costes a cargo del Consulado, que amablemente se había ofrecido destinar fondos. Se lo transmitía al Ministro Valdés con cierta satisfacción:
“S.M. no se ha servido aprobar semejante proyecto ya porque atendidas las circunstancias del terreno en que debia ejecutarse seria inconducente a la defensa de la Plaza, y ya porque aumentada con el la extensión, y capacidad de su recinto, se necesitaria en caso de sitio mayor numero de tropas para guarnecerla; bajo cuya inteligencia le parece sera mas conveniente que los caudales que ha ofrecido voluntariamente el comercio se invirtieran en ensanchar lo necesario, y habilitar con sus rejas el vaciadero antiguo del barranco que desemboca rectamente en la mar, pues asi quedaran precavidos los daños de los almacenes, y se escusaran al mismo tiempo las reparaciones que habrian de executarse frecuentemente si se condujesen las aguas por el foso del frente de Sn. Carlos, lo que no quiere se permita”[52].
En primera instancia habían prevalecido los intereses de la ciudad frente a los del Ministerio de Guerra y la Comandancia de Ingenieros. Pero las razones expuestas por el Ministro de Guerra sobre la supremacía de velar por la defensa y evitar un golpe de mano, facilitando que la guarnición pudiera acceder al Castillo de Santa Bárbara para su defensa, habían convencido al Rey. Se optaba por tanto por acometer obras de ensanche y canalización por el cauce antiguo del barranco de Canicia. Lo cierto era que el trincherón de los ingleses no podía llamarse con propiedad una obra de fortificación, como ya hemos visto, y por tanto era indefendible decir que el nuevo trincherón proyectado por el Conde de Aranda fuera perjudicial para la plaza. Los nuevos avances en materia de artillería estaban dejando en evidencia los sistemas fortificados abaluartados elevados al rango de arte por el rigor científico de Vauban hacía un siglo.
Notas
[1] Planta del nuevo Recinto de Alicante delineada de Orden del Exmo Señor Marqués de Castel Rodrigo... SGE. Cartoteca Histórica nº 287.
[2] En los documentos de la sección de Ingenieros del IHCM se describen los servicios y trabajos que realizó este importante ingeniero. Inició su carrera en 1653. En 1669 es nombrado Ingeniero Militar del Ejército de Cataluña. Durante los años anteriores sirvió en los ejércitos de Milán y Extremadura siendo profesor de Matemáticas –fortificación y arte militar– en los tercios provinciales de los Maestros de Campo Don Alvaro Bracamonte y del Conde de Montijo en Extremadura. Asciende a Capitán e Ingeniero Mayor del Ejército de Cataluña. En 1671 es nombrado ingeniero para la expedición de Panamá. Al año siguiente interviene en Gibraltar en el tercio del Conde del Montijo. En 1673 pasa de nuevo a Cataluña reclamado por el duque de Osuna, y es nombrado Teniente General de la Artillería del Ejército de Cataluña. En 1675 participa en el sitio de Gerona. En 1677, tas ser nombrado Maestre General del Ejercito de Cataluña, ante un inminente conflicto bélico con Francia, es comisionado para realizar reconocimientos de todas las plazas de Peñíscola y Reino de Valencia, reconocimiento que finaliza hacia el 14 de enero de 1678. Con toda probabilidad elaborará un ambicioso proyecto para las fortificaciones de Alicante, que quedará reflejado en un plano posterior de los ingenieros Castellón y Valero (SGE. Cartoteca Histórica nº 287). En 1679 inspecciona el castillo de San Felipe de Mahón .
En julio de 1681 sustituye al Ingeniero Gerónimo Rinaldi como Maestre de Campo e Ingeniero Mayor del Ejército de Cataluña. Tres años después sufrió importantes heridas defendiendo Gerona. Su obra más destacable fue la elaboración de un atlas con los caminos, terrenos, barrancos y ríos del Principado de Cataluña, que finalizó en enero de 1688. El 29 de diciembre de 1691 se le permitió ir a la Corte, y recibió orden de pasar por Alicante para inspeccionar las obras del baluarte de San Carlos, del que había sido su autor:
“He tenido aviso de Alicante como los de la Ciudad me han pedido a S.M. para que fuese alla a disponer un Baluarte que tenia trazado en la arenal y me dicen que S.M. tenia orden para que fuese el Ingeniero de Caballeria y que con la ocasión que esya aquí la orden de S.M. para que pase a la Corte por 30 dias para llebarle la carta de este pais y libro fuera buena ocasión el pasarme a la vuelta a Alicante para unos 3 dias a disponerle aquel travajo supuesto que es mi traza, que desto lo dejare a la disposicion de V.S. cuya vida Dios me la guarde los muchos años de mi deseo y he menester”. Carta del Ingeniero Mayor Ambrosio Borçano al Capitán General marqués de Villanueva. 21 de noviembre de 1691. IHCM. Copia Aparici. Ingenieros, t. X, p. 205.
Sin embargo se suspendió dicho viaje debido a que estaba participando en el sitio de Berga, y lo reclamó el marqués de Villanueva, Capitán General de Cataluña. El 26 de enero de 1693, tras recibir permiso para efectuar el viaje solicitado, presentó ante el rey el Mapa del Principado de Cataluña, al que había dedicado muchos esfuerzos. Es de suponer que habría visitado Alicante para hacer reconocimiento del baluarte de San Carlos. Falleció en 1698 a la edad de 66 años.
[3] Se trataba de una obra menor consistente en un paredón de piedra y barro, con algunas tierras adosadas por la parte interior, y con una cimentación incapaz de resistir los efectos de posibles riadas, así como de elevar más su altura. Era muy endeble y de escasa altura, por lo que no podía decirse que fuera obra de fortificación sino sólo en apariencia. El trazado era irregular, adaptado al relieve del terreno y la forma del arrabal de San Francisco. No cumplía con los cánones de la teoría de la fortificación abaluartada.
[4] Conocemos el proyecto de Ambrosio Borçano gracias a que Castellón y Valero lo señalan en el plano que elaboraron en trazo discontinuo. Era realmente ambicioso en cuanto a su longitud y consiguiente área que abarcaba. Hubiera supuesto un enorme coste y una amplia guarnición para su defensa. Pero tenía la ventaja de que no dejaba padrastros naturales en sus inmediaciones, al incorporar en su interior la Montañeta de San Francisco y el monte Tossal. Cfr. SGE. Cartoteca Histórica nº 287.
[5] Jorge Próspero de Verboom nació
en Amberes en 1665. Estudió en la Real Academia Militar del Ejército de los
Países Bajos en Bruselas, donde fue discípulo de Sebastián Fernández de Medrano.
El 8 de octubre de 1692 fue nombrado Capitán de Infantería. Posteriormente
Cuartel Maestre General e Ingeniero Mayor de los Ejércitos Españoles en los
Países Bajos, sucediendo en el cargo a su padre Cornelio de Verboom.
Participó
activamente en la Guerra de Sucesión, encargándose de la defensa de Amberes,
construyendo un puente y bloqueando el Escalda mediante un sistema de pilotes.
En 1704 es nombrado Mariscal de Campo. En 1709 llega a Madrid y es nombrado
Teniente General e Ingeniero General de los Reales Ejércitos. Se le encargó
por entonces la organización del Cuerpo de Ingenieros.
En 1713-14 participó con Berwick en el sitio de Barcelona. Al año siguiente elaboró el proyecto de la ciudadela de Barcelona, de la que quedan numerosos planos en Simancas. También realizó otros diseños en Barcelona, como los planos de un baluarte de los talleres y la planta de una de las puertas de la ciudadela, almacén de la pólvora, etc. En 1716 es nombrado Teniente General de los Ejércitos, y en 1718 gobernador y castellano de la ciudadela de Barcelona.. Entre 1720 y 1722 reside entre Cartagena y Málaga redactando diversos proyectos de fortificación. En 1723 realiza planos del revellín de San Ignacio y del ángulo de San Pablo, ambos en Ceuta.
En 1724 realizó gran cantidad de proyectos en Cádiz: proyectos generales, fuerte de San Sebastián, castillo de Matagorda, fuerte de la Alcantarilla, etc. En 1725, después de pasar por Algeciras, se encuentra en Pamplona donde, al año siguiente, redactó el importante proyecto general de sus fortificaciones. En 1727 participó en el sitio de Gibraltar, aunque su proyecto de ataque fue desestimado. En los años siguientes trabaja en Denia, Gibraltar, Barcelona y Cádiz.
En 1737 ascendió a Capitán General. Posteriormente, en 1742, realizó un proyecto de la prolongación del muelle del puerto de Barcelona. Falleció en dicha ciudad el 19 de enero de 1744.
[6] Plano de la Ciudad, Castillo y Puerto de Alicante y sus cercanías, con un Proyecto General para Fortificarla, en que están señaladas las sendas por pies de Rey tomadas en el año de 1721, con lo que se propone para mejorar su puerto. SGE. Cartoteca Histórica nº 297.
[7] Posteriormente se realizarían obras de ingeniería con cierta similitud. Cfr. CAPEL, Horacio. Los proyectos del ingeniero Sebastián Feringán (1741) y de Francisco Boizot (1774) para el trasvase de los ríos Castril y Guardal. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 7 de septiembre de 2001, nº 310. [ISSN: 1138-9796, Depósito Legal: B 21.742-98]. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-310.htm>.
[8] Plano del Canal o Cause abierto en Alicante con los terrenos de su contorno desde el Puente del Barranco de San Blas hasta la costa del Mar, 30 de Mayo de 1780. AGS. M, P y D. VI-152. GM. Leg. 3.495.
[9] Carta del Ingeniero de la plaza de Alicante Thomas Sanz al Conde de Bayllencour, 11 de octubre de 1772. AGS. GM. Leg. 3.489.
[10] Escrito del Ingeniero Director Balthazar Ricaud a D. Juan Cavallero, 2 de Abril de 1785. AGS. GM. Leg. 5.891.
[11] Capel, Horacio. El castillo de Lorca en un informe del ingeniero Ricaud. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 2 de abril 2001, nº 288. [ISSN: 1138-9796, Depósito Legal: B 21.742-98]. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-288.htm>.
[12] Escrito de D. Manuel Martínez de Irujo, Contador Real, en opinión respecto del escrito del Ingeniero Director Balthazar Ricaud, 12 de Enero de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[13] Escrito del Ingeniero Antonio Marín, 4 de Octubre de 1771. AGS. GM. Leg. 3.487.
[14] Informe del Ingeniero de la plaza de Alicante D. Antonio Marín, 31 de Julio de 1772. AGS. GM. Leg. 3.488.
[15] Sobre la figura de Zermeño una referencia básica es J. de la Llave y García,: D. Juan Martín Zermeño, Teniente General e Ingeniero General, en Revista del Memorial de Ingenieros, Madrid, 1911, XXVIII 5ª, pp. 101-164.
[16] Carta de Juan Martín Zermeño al Conde de Ricla, 5 de Diciembre de 1772. AGS. GM. Leg. 3.489.
[17] Carta de Nicolás de Lafora al Gobernador de Alicante, de Agosto de 1773. AGS. GM. Leg. 3.489.
[18] Plaza de Alicante y su Castillo. Año de 1775. Obras y reparos por Asiento. Joaquín Antonio Mosquera, 22 de Diciembre de 1774. AGS. GM. Leg. 3.490.
[19] “...Todo lo qual reportado entonces a la superior equitativa consideracion de V.S. con reverente suplica para que fuesse de su agrado conceder a la Suppte. alguna ayuda de costa para la reparacion del daño, y tuviese a bien mandar se continuase el Canal hasta el Mar, para precaver los perjuicios succesivos como assi se sirvio V.S. mandarlo, concediendo treinta pesos para dicha reparacion que recibio la Suppte. sin haverse podido conseguir la continuacion de dicho Canal al desague del Mar”, 31 de octubre de 1779. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[20] D. Juan de Guemes, 26 de noviembre de 1779. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[21] En su informe Irujo parece no haberse informado bien de la cuestión, pues indica que “Dicho daño, y los que ahora reclama parece dimanan de un cauce o canal que se abrió para conducir Aguada a las embarcaciones destinadas a la expedicion de Argel (lo que no consta documentalmente) el que no se remató para darle el devido desague al mar...”. (Manuel Martínez de Irujo, 12 de Diciembre de 1779. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495). Efectivamente ese no era el motivo por le que el Rey aprobó las obras del nuevo cauce, y por tanto no constaba documentalmente.
[22] Informe del Ingeniero Director Balthazar Ricaud a solicitud del Contador Real Martínez de Irujo, 11 de Enero de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[23] Solicitud del Contador Real Martínez de Irujo, 13 de Enero de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[24] Carta del Ingeniero Bernardo Gaspar de Lara al Intendente del Ejército Jorge Dunant, 2 de Mayo de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[25] Proyecto del ingeniero Gaspar Bernardo de Lara para el canal del barranco de San Blas, 30 de Mayo de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[26] Debido a una insuficiente pendiente tras el puente, las aguas dormían en una zona próxima a la salida del antiguo cauce, y como estaba a una cota de 15 pies por encima, las aguas accedían por caminos subterráneos y se dirigían hacia las murallas. Proyecto del ingeniero Gaspar Bernardo de Lara para el canal del barranco de San Blas, 30 de Mayo de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[27] “… del nuevo arzen de la derecha (mirando desde el puente) a corregir algo el vizio de la retorsión del cauce y el que se advierte en su direccion, pues siendo absolutamente necesario darle mayor anchura a el Plano del cauce hasta mas halla de su desembocadura para minorar la velocidad de las aguas, se propone el aumento de cinco varas dandolas todas a el arzen referido opuesto a el alveo antiguo porque assi se mejora la direccion aproximandola un poco al alineamiento con los arcos del Puente y se minora la retorsión en algun modo…”. Proyecto del ingeniero Gaspar Bernardo de Lara para el canal del barranco de San Blas, 30 de Mayo de 1780. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[28] Gaspar Bernardo de Lara, 22 de octubre de 1781. AGS. Secretaría de Guerra. Leg. 3.495.
[29] Balthazar Ricaud, 10 de Diciembre de 1784. AGS. GM. Leg. 5.891.
[30] Por un escrito del Número y Juzgados de Alicante, que reproduce el libro borrador de la Secretaría del Real Consulado, se exponen detalles de estos daños sufridos: “...con motivo de la apertura de las rejas que en fuerza de anteriores oportunas, y necesarias providencias se havian mandado tapiar para remediar los imponderables perjuicios que causaban las avenidas de las aguas pluviales del Barranco o arroyo que llaman de Canicia, ello es constante y notorio, y de que en caso necesario se dara completa prueva que despues que se empezo a ensanchar la Ciudad por fuera de la muralla antigua, y formarse el numeroso Arraval de Sn Francisco comenzaron a notarse los daños de dichas avenidas en todas las casas que ay desde el paraje nombrado el Barranquet, y calle de este nombre que pasa por la Plaza de Elche sigue hasta el mismo Mar, y especialmente en los muchos Almacenes que en este distrito se construhieron por mas beneficio del comercio, y dexar desembarazado lo interior de la Poblacion, daños que aunque repetidos, se mantuvo el Gobierno en situacion hasta que ya le fue forzoso salir de ella avista de los estragos ocurridos el año de 1752 en que fue general el lamento, pues los habitantes de todas claces, edades, y sexos por salvar sus vidas, tuvieron que desamparar precipitadamente sus casas inundadas con diez, y mas palmos de agua, haviendose visto que la que hace esquina a la misma Plaza junto al mar que ocupa la viuda de Dn Vicente Rodrigo, quedo descarnada, y descubiertos sus cimientos como a dos o tres estados de hombre, se vio correr largo trecho una piedra de molino de estremado peso, y magnitud, y lo mas doloroso haverse averiado y perdido una considerable porcion de azucar que tenia en su Almacen Dn Joseph Martinez...”, 10 de Octubre de 1786. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[31] Escrito de Balthazar Ricaud al Comandante de Ingenieros Juan Cavallero, 4 de Enero de 1785. AGS. GM. Leg. 5.891.
[32] Escrito del Comandante de Ingenieros Juan Cavallero dirigido al Ministro de la Guerra el Conde de Gausa, 23 de Diciembre de 1784. AGS. GM. Leg. 5.891.
[33] Escrito de Balthazar Ricaud dirigido al Comandante de Ingenieros Juan Cavallero, 2 de Abril de 1785. AGS. GM. Leg. 5.891.
[34] Escrito de Balthazar Ricaud dirigido al Comandante de Ingenieros Juan Cavallero, 28 de Junio de 1785. AGS. GM. Leg. 5.891.
[35] Escrito del Corregidor de Alicante Antonio Oliver dirigido al Intendente de Valencia Pedro Francisco del Pueyo, 2 de Abril de 1785. AGS. GM. Leg. 5.891.
[36] Escrito del Comandante de Ingenieros D. Juan Cavallero dirigido al Ministro de Guerra Pedro de Lerena, 22 de Febrero de 1786. AGS. GM. Leg. 5.891.
[37] 19 de Abril de 1786. AGS. GM. Leg. 5.891.
[38] Entre 1784 y 1786 se fundaron en España seis nuevos consulados, como fruto del gobierno borbónico por medio de la legislación de comercio libre para institucionalizar y reglamentar la práctica comercial más competitiva y dinámica, que se estaba generando con la expansión de los intercambios marítimos mundiales. Fueron: Sevilla (1784), Coruña (1785), Málaga (1785), Santander (1785), Alicante (1786) y Canarias (1786). También se crearon en América ocho nuevos consulados entre 1793 y 1795.
[39] Escrito del Comercio de Alicante dirigido al Corregidor Pacheco, 26 de Septiembre de 1786. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[40] 29 de Septiembre de 1786. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[41] “Tambien contribuira de acuerdo con la Junta nombrada á proporcionar los medios mas prontos y adecuados á evitar el perjuicio que causan en las calles las avenidas de las aguas pluviales, que bajan del Castillo”. Escrito del Consulado de Alicante dirigido al Corregidor Pacheco, 16 de Octubre de 1786. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[42] Carta del Ministro de las Indias Antonio Valdés al Ministro de Guerra Gerónimo Cavallero, 22 de Septiembre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[43] Escrito del Gobernador de Alicante Francisco Pacheco elevado al Rey, 3 de Marzo de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[44] Carta del Corregidor de Alicante Francisco Pacheco al Ministro de las Indias Marqués de Sonora, 3 de Marzo de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[45] Escrito del Gobernador de Alicante Francisco Pacheco dirigido al marqués de Sonora, 10 de Marzo de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[46] 26 de Septiembre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[47] Pedro de Lerena había solicitado a Carlos III en mayo de 1787 que le exonerase del Ministerio de Guerra, del cual era interino, para poder dedicarse con mayor intensidad al Ministerio de Hacienda. El Rey nombró para tal cargo a Jerónimo Cavallero el 22 de junio de ese mismo año.
[48] Antonio Valdés había sustituido al marqués de Sonora en el cargo de Ministro de las Indias tras su fallecimiento en 1787.
[49] Carta del Ministro de Guerra Gerónimo Cavallero al Ministro de las Indias Antonio Valdés, 26 de septiembre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[50] 26 de Septiembre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[51] Carta del Ministro de las Indias Antonio Valdés al Ministro de Guerra Gerónimo Cavellero, 20 de Octubre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
[52] Carta del Ministro de Guerra Gerónimo Cavallero al Ministro de las Indias Antonio Valdés, 12 de noviembre de 1787. AGS. Superintendencia de Hacienda. Leg. 876.
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© Copyright Victor
Echarri Iribarren, 2012
© Copyright Biblio3W, 2012
[Edición electrónica del texto realizada por Anna Solé y M. Antonia Espasa]
Ficha bibliográfica:
ECHARRI IRIBARREN, Victor. El desvío del cauce del barranco de San Blas en Alicante: proyectos realizados desde 1721 hasta 1787. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 25 de diciembre de 2011, Vol. XVI, nº 954. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-954.htm>. [ISSN 1138-9796].