REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XV, nº 918, 5 de abril de 2011 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
EL MUSEO DE CIENCIAS NATURALES DE BARCELONA (1882-1917): POPULARIZACIÓN DE LAS CIENCIAS NATURALES DENTRO Y FUERA DEL MUSEO
Laura Valls Plana
Máster Oficial Historia de la Ciencia: Ciencia, Historia y Sociedad (UAB-UB)
lauravalls@yahoo.com
El museo de ciencias naturales de Barcelona (1882-1917): popularización de las ciencias naturales dentro y fuera del museo (Resumen)
El presente artículo explora una serie de instalaciones y exposiciones –dedicadas en su mayoría a la historia natural- que se realizaron en el Museo Martorell, situado en el Parque de la Ciudadela de Barcelona, desde su inauguración en 1882 hasta 1917. Entendemos estas exposiciones como un medio de comunicación que establecía un espacio de relación entre el conocimiento científico y el público, y pensamos que nuestro análisis permitirá extraer informaciones relevantes sobre la cultura científica de la sociedad barcelonesa de la época. Por otro lado, ofrecerá una visión descriptiva de la actividad de popularización de las ciencias naturales dentro y fuera de las paredes del edificio museístico durante ese periodo.
Palabras clave: museo, ciencias naturales, colecciones, exposiciones, parque urbano, Barcelona, cultura científica
The Barcelona’s natural sciences museum (1882-1917): popularization of natural sciences within and outside the museum (Abstract)
This article explores a series of installations and exhibitions –mainly devoted to natural history– that were conducted in the Museu Martorell, located in the Parque de la Ciudadela of Barcelona, from its inauguration in 1882 until 1917. We understand these exhibitions as a means of communication and as a space for relationship between scientific knowledge and public. We believe that our analysis will extract relevant information over scientific culture of Barcelona society of the time. On the other hand, it will provide an overview of the achievements in the popularization of natural sciences within and outsider the walls of the museum building during that period.
Key words: museum, natural sciences, collections, exhibitions, urban park, Barcelona, scientific culture
En abril de 1917 se inauguró del Museu de Catalunya de les Ciències Naturals, en el edificio conocido como el Castell dels Tres Dragons del Parque de la Ciudadela, concebido como un museo regional que realzaba la identidad del territorio catalán (gea, fauna y flora). Éste fue un momento propicio para la institucionalización de la ciencia en el marco del programa político y cultural de la Mancomunitat de Catalunya. Este hecho ha provocado que a menudo se haya señalado esa fecha como la de inauguración del museo de ciencias de la ciudad, oscureciendo así los cerca de 35 años de funcionamiento de un museo, el Museo Martorell, situado en el mismo Parque, que nació con vocación de estudiar y difundir tanto la arqueología como la historia natural.
A través de diferentes exposiciones e instalaciones, que se desarrollaron entre 1882 y 1917 en el contexto del Museo Martorell, se pretende examinar cómo que se producía su conceptualización, diseño y recepción, así como las motivaciones de los órganos de gobierno implicados. Estas instalaciones, que ampliaban la colección del museo dentro y fuera del edificio, formaban parte de un(os) plan(es) municipal(es) para fomentar las ciencias naturales en la ciudad.
Martorell, la Exposición y el parque
El Museo Martorell se inauguró el 25 de septiembre de 1882 en el Parque de la Ciudadela[1]. Fue el primer museo municipal de Barcelona y el primero dedicado al estudio y la difusión de la arqueología y la historia natural. Con esta iniciativa se satisfacía la voluntad testamentaria de Francesc Martorell i Peña (1822-1878) de construir un museo local y público, así como una biblioteca auxiliar, que reuniera sus valiosas colecciones particulares. Martorell también contemplaba la dotación económica para la realización de un premio quincenal para el fomento de la arqueología[2]. El museo estuvo bajo la dirección de Manuel Martorell -hermano del fundador- hasta el año 1890 y, después, fue Artur Bofill i Poch (1844 - 1929) quien tomó el relevo y no abandonó el cargo hasta su jubilación en el año 1920.
La creación en Barcelona de una institución como el Museo Martorell se debe relacionar con el proceso de creación de museos de historia natural que se estaba produciendo en numerosas ciudades de toda Europa y de sus respectivas colonias, así como en ciudades del continente americano. Siempre, está claro, con un ajuste a los condicionantes locales. No es casualidad, pues, que el Museo Martorell se inaugurara un año después que la nueva sede del Museo de Historia Natural de Londres[3], momento en que culminaba un proceso que se había iniciado en Europa a finales de siglo XVIII y generalizado durante el siglo XIX, especialmente durante la segunda mitad de esta centuria.
Gran número de los museos públicos que se estaban creando en el contexto internacional eran de carácter nacional. Colecciones centenarias que habían formado parte de gabinetes renacentistas y barrocos, en manos de herederos y familiares, pasaron a formar parte de los nuevos museos modernos, muy vinculados a la idea de representación de la nación[4]. Acogidas en las nuevas instituciones públicas, esas colecciones naturalistas a menudo aparecieron desmembradas -rompiendo la visión de su creador- e inmersas en un universo de objetos de procedencias diversas. En este sentido, las expediciones científicas, comerciales y militares entre 1780 y 1830 contribuyeron a proporcionar la deseada representación nacional de las colecciones, sobretodo en el caso de los imperios británico, francés y holandés, porque expresaban la reconfiguración geopolítica de los Estados en la segunda ola colonizadora. Así, a medida que se producía la expansión masiva de estos imperios, las colecciones de sus museos se veían aumentadas. Como han afirmado Tim Lenoir y Cherri Ross (1996), la talla de un museo nacional era el índice de su poder colonial[5].
El Museo Martorell, que nació en un ámbito local y municipal, no encaja demasiado bien en este modelo de museo nacional (de inspiración francesa). De hecho, podemos decir que seguiría una variante regional-local del museo decimonónico que se generalizó, a finales de siglo XIX, en numerosas ciudades europeas y americanas. Ciudades que pugnaron por crear sus propias instituciones como representación de unas aspiraciones locales y coloniales propias. Ahora bien, esta variante comparte algunas características esenciales con el museo nacional de historia natural. De entrada, el carácter público con que fue concebido indica una conexión con la tendencia que había ido transformando la obsesión burguesa del coleccionista en una muestra de complicidad con los valores de la patria. El Museo Martorell se originó, al igual que muchos coetáneos europeos, a partir de colecciones privadas de un particular, bajo la consideración de que al pasar a formar parte de un museo público esas colecciones harían un mayor servicio a la sociedad. Fue en ese contexto que Francesc Martorell cedió al Ayuntamiento de Barcelona el conjunto remarcable de sus colecciones naturales y arqueológicas.
Otro aspecto que encuentra puntos en común con el modelo nacional se refiere al edificio que se construyó en el Parque de la Ciudadela (en la época, llamado parque de la ciudad) para acoger las colecciones del museo. Proyectado por Antoni Rovira i Trias (1816-1889), el estilo neoclásico de la construcción -un cuerpo central con cuatro elegantes columnas y encima la cornisa con el escudo de la ciudad- no es original (figura 1). Los museos de historia natural de Berlín (nacional) o de La Plata (regional) comparten también esta apariencia monumental[6] que recuerda la de los templos griegos y que hace alusión a su presentación como templos del conocimiento. Flanqueando la entrada, dos estatuas de mármol que corresponden a dos sabios naturalistas -el botánico catalán Jaume Salvador (1649-1740) y el zoólogo aragonés Félix de Azara (1742-1821)- ilustran esa voluntad de realzar el conocimiento científico nacional y local.
Figura 1. Arriba, proyecto de Josep Fontserè para acoger
el Museo Martorell, que no se ejecutó; abajo, el proyecto de Rovira i Trias. Fuente: Arranz, M. (1989). El parc de la Ciutadella. Una visió històrica . p. 42. |
En el museo
En los primeros
años, el Museo Martorell constituyó un atractivo para los ciudadanos que visitaban
el parque lúdico y de recreo de la ciudad (figura 2).
Las colecciones de arqueología, numismática e historia natural que habían sido
la semilla del museo fueron aumentando progresivamente gracias a donativos y
adquisiciones. Entre 1883 y 1890, destacan las incorporaciones de la colección
de arqueología de Santiago Agell, de la de historia natural del colegio Antiga,
de la de sales de Cardona y de la colección Baron de paleontología[7].
Así, la exposición permanente, con las colecciones expuestas al público y para
su estudio, se iba ampliando a medida que las colecciones crecían.
Figura 2. Situación del Museo Martorell en los terrenos de la exCiudadela, de la cual todavía quedan algunos elementos. Fuente: Elaboración propia. |
En el museo, también se organizaron algunas exposiciones de carácter temporal. Hay constancia, por ejemplo, de que el 18 de septiembre de 1882 el Negociado de Gobernación instó al director del museo, a petición de la Asociación artístico arqueológica barcelonesa, a poner todas las facilidades en la organización de una exposición de estas características en el local del museo[8]. Más adelante, en el año 1885, se celebró la ‘Primera exposición de acuarelas, dibujos, pinturas al óleo y esculturas’, una iniciativa del Centro de Acuarelistas de Barcelona que, ubicado en la Plaza de la Catedral, se dedicaba a favorecer el desarrollo de las artes en general. El 15 de abril, el secretario del Centro de Acuarelistas, José Antonio de Trías, solicitaba a Manuel Martorell la aprobación de la petición de la asociación apelando a “el interés demostrado siempre por V. para el desarrollo del Arte en general, tiene el honor dirigirse a V. para que se digne con su valioso apoyo coadyuvar á la realización de dicha Exposición y permitiendo que su nombre distinguido figure en la primera página del catálogo ilustrado de obras”. Según las bases de la comisión organizadora, la exposición se inauguraría el 15 de mayo y estaba previsto que tuviera una duración aproximada de un mes[9].
Quizá sorprenda que las primeras exposiciones temporales fueran de carácter artístico más que científico. Pero hay que tener presente el carácter tan diverso de las colecciones de Francesc Martorell que, a pesar de su vertiente más arqueológica, no primaban el carácter científico por encima del artístico o del etnológico y también el hecho de que este museo fuera el primer museo municipal, lo que lo situaba como institución de referencia para la difusión de la cultura en general. El carácter marcadamente pluridisciplinar del legado Martorell, que en ese sentido recordaba las colecciones de los naturalistas renacentistas, sólo se mantuvo en esos primeros años de vida del museo.
Fuera del museo
Durante la misma época, se construyó en el Parque una de las primeras instalaciones científicas que pretendía instruir el público en ciencias naturales. En 1885, el Ayuntamiento municipal encargó a Joan Ricard i Giralt la construcción de una columna meteorológica con la finalidad de “procurar por todos los medios, que el pueblo ya adulto, el que no puede asistir á las escuelas, aprenda cuando menos los rudimentos de esta ciencia tan fácil para los que predicen el tiempo en los calendarios, y tan difícil para los sabios del observatorio”[10].
La columna meteorológica, que todavía hoy se puede observar, aunque muy deteriorada, al lado del Umbráculo, fue ideada por Ricard y diseñada por el antes citado Josep Fontserè, que por aquel entonces era el director facultativo del Parque. Hecha de mampostería cubierta de planchas mármol, estaba formada por un pedestal, un cuerpo central y una cornisa que servía de asiento a un reloj solar esférico, con una altura total de 3,72m. Las cuatro caras de la columna se orientaron a los cuatro puntos cardinales y cada una incluía una explicación sobre los datos básicos en que se fundamenta la meteorología: la temperatura, la presión atmosférica y la humedad; así como los instrumentos que se utilizan para conocer estos parámetros: el termómetro, el manómetro y el higrómetro. La idea era que el Parque, al mismo tiempo que servía de espacio de recreo de los ciudadanos, podía tener una función útil de instrucción del conocimiento, en este caso, científico. Como veremos esta idea se mantendrá a lo largo del periodo de estudio.
Como es sabido, el año 1888 se celebró en Barcelona la Exposición Universal, un evento de gran magnitud que aceleró la transformación del paisaje de toda la ciudad y, especialmente, del entorno donde se encontraba inmerso el Museo Martorell. El certamen internacional, impulsado por el alcalde de la ciudad Rius i Taulet (1833-1889), tuvo una gran trascendencia en el posterior desarrollo de este museo en el contexto del Parque de la Ciudadela.
La celebración de exposiciones universales en los países industrializados fue un fenómeno común a lo largo del siglo XIX, expresando los intereses y la cultura de una época. Aquellas exposiciones, normalmente instaladas en zonas abiertas y bien conectadas de la ciudad y organizadas en palacios y pabellones –por ámbitos y países- tenían la finalidad de mostrar los avances científicos y técnicos, principalmente en materia industrial, de los diferentes países participantes. A las paradigmáticas exposiciones de Londres (1851) o de París (1855) -de gran formato y promovidas por sus Estados respectivos-, se añadieron una serie de exposiciones menores que no tuvieron lugar en las capitales y que estaban financiadas por un gobierno municipal dinámico en colaboración con la empresa privada. Igual que Ámsterdam (1864) y Amberes (1885), la exposición de Barcelona de 1888 responde a este último patrón de exposiciones y, como la mayoría de ellas, se guió por los objetivos de las más ambiciosas pero con una propuesta propia y a medida[11].
La idea de celebrar una Exposición Universal en Barcelona vino de Eugenio Serrano de Casanova, quien conocía bien las exposiciones del extranjero. En un primer momento, la alcaldía de Rius i Taulet encomendó a éste la dirección de la Exposición. Más adelante, cuando se vio su incapacidad para llevar a cabo las obras, el Ayuntamiento asumió la responsabilidad y encargó la dirección al prestigioso arquitecto Elies Rogent (1821-1897).
La localización de la exposición en el Parque de la Ciudadela pareció lógica porque desde hacía tiempo se había concebido la antigua Ciudadela como un espacio para exposiciones industriales[12]. Además, estaba bien conectado con el ferrocarril, con el puerto y con algunos de los principales ejes en construcción[13].
Con Rogent, a la
vez que la exposición ganaba unos niveles de dignidad y calidad notables, se
recuperaron algunos de los principales aspectos del proyecto que Josep Fontserè
(1829-1897) (figura 3) había ideado quince años
antes para el parque urbano que debía crearse en el lugar ocupado por la
ciudadela militar[14].
Rogent quiso que las obras de la exposición representasen la culminación
definitiva de ese proyecto ciudadano[15].
Una vez finalizada la Exposición Universal de 1888, toda esa zona de Barcelona había cambiado enormemente su apariencia. No es que la exposición la hubiera transformado
radicalmente, pero sirvió para acelerar una serie de cambios urbanísticos que
la ciudad estaba realizando desde hacía años y que incluyeron también otras
zonas, entre ellas, significativamente, el puerto y el Eixample.
Figura 3. Proyecto de parque para los solares de la Ciudadela de
Josep Fontserè, premiado el año 1872. Fuente: Grau, R. et al. 1988, p. 253. |
La mayor parte
de los edificios que se construyeron habían sido pensados para ser derruidos al
acabar el certamen internacional[16], pero algunos perduraron en el tiempo y cambiaron la fisonomía del parque, a la
vez que añadieron nuevos elementos de atracción e instrucción del público (figura 6). Al lado del Museo Martorell, se
levantaron los edificios del Umbráculo -iniciado ya años atrás-, el
Invernáculo, el Café-Restaurante (el ya mencionado Castell dels tres
dragons) y la Cascada. Todos ellos asumieron más adelante, desde instancias
del programa naturalista del Museo, un papel más o menos relevante para el
cultivo y difusión de las ciencias naturales.
El hecho de que se celebrara en el Parque de la Ciudadela un evento de la magnitud de la Exposición Universal podría hacer pensar que el Museo Martorell se preparó de una manera especial para la ocasión. No obstante, no hemos encontrado documentación que muestre una actividad aumentada o diferenciada por lo que respecta a exposiciones o actividades públicas. Suponemos que el presupuesto era exiguo y no permitía una participación activa en la Exposición, aunque seguramente tomó parte, como sería de esperar, abriendo las puertas al público como acostumbraba. En este sentido, una Guía itineraria y descriptiva de Barcelona, de los alrededores y de la Exposición Universal editada el año 1888 nos da algunas pistas. La guía sitúa el Museo Martorell en el apartado de museos y monumentos de la ciudad y resume su contenido diciendo que el ala derecha contenía las colecciones de mineralogía, botánica, arqueología y numismática; y la de la izquierda, las de zoología con mamíferos, aves, reptiles, peces e insectos. Por el contrario, en el apartado específicamente dedicado a la Exposición Universal simplemente se le menciona, como si se tratase de un elemento que, circunstancialmente, se encontrara inmerso en el escenario de la exposición. De haber sido así, se explicaría la escasa participación y consecuentemente la poca atención dirigida al museo en los diferentes trabajos consultados sobre la Exposición Universal de 1888[17].
Sin embargo, el certamen, una vez concluido, resultó de suma importancia para el museo, puesto que sirvió para aumentar sus colecciones. Así, por ejemplo, el año 1891, colecciones de minerales, de rocas, de fauna ibérica, y también de productos industriales y forestales que fueron depositadas en el Museo Martorell una vez finalizada la exposición[18].
Coincidiendo con este momento, se hicieron evidentes las limitaciones de espacio para acoger todas las colecciones que, hasta entonces, habían ido aumentando de manera incesante. La voluntad de contar con series lo más completas posible había llevado determinados ejemplares a un estado deplorable de conservación. Seguramente por esta razón, el mismo año 1891 se decidió mover la colección arqueológica del museo al Palacio de Bellas Artes, construido para la Exposición en la zona a la izquierda del inicio del Salón de San Juan –actual paseo Lluís Companys- en su parte baja. El Museo Martorell acogió desde entonces únicamente las colecciones de historia natural; en el ala izquierda se instaló la parte de zoología y en el ala derecha la de botánica y la de geología y paleontología. A pesar de la descongestión, las instalaciones del museo continuaron siendo insuficientes para las colecciones y el año 1892 se propuso la posibilidad de instalar las colecciones de historia natural en los bajos del Palacio Real (en el Arsenal de la antigua Ciudadela)[19] o bien en el Palacio de Ciencias, otro de los edificios producto de la Exposición Universal[20]. Las dos propuestas se estudiaron detenidamente, según los expedientes conservados, pero finalmente no se ejecutó ninguna de las dos.
Volviendo a las
construcciones que había que finalizar para la exposición, la dirección de las
obras a manos de Elies Rogent hizo que se recuperasen y ejecutaran algunas de
las decisiones propuestas en el proyecto de Josep Fontserè como la Cascada monumental, el lago, la avenida de los tilos y las muntanyes de Montserrat;
también el Umbráculo y la fuente de la Dama del paraigua[21].
A la derecha del Museo Martorell, pues, se terminó el Umbráculo, una
construcción de madera y de hierro que se había empezado a construir en el año
1883 y que, al iniciarse las obras de la Exposición, todavía estaba inacabada (figura 4). En la etapa de Serrano de Casanova, Jaume
Gustà i Bondia la había adaptado como un gran salón de fiestas y conferencias
ocultando en gran parte su estructura. Bajo la dirección de Rogent, el
Umbráculo fue devuelto a su perfil original por Josep Amargós (1887-1888) con
vistas al destino que le era propio[22].
Figura 4. Imágenes del Umbráculo inacabado en el momento de iniciarse las obras de la Exposición Universal el año 1887. Fuente: Grau, R. et al., 1988 p. 261 y p. 318. |
El Umbráculo fue una construcción característica del siglo XIX para el cultivo de plantas de sotobosque tropical y subtropical. El edificio, único en su género en Barcelona, consta de cuatro hileras de columnas que sostienen una bóveda con cinco arcos, uno grande y central y dos más pequeños en cada uno de los lados, está recubierto con listones de madera que permiten un juego de sombras y de luz ideal para su fin[23].
La Cascada monumental fue construida en el Parque para ofrecer un espacio fresco y abierto a los visitantes de la Exposición. El mismo Josep Fontserè se encargó de las obras de edificación. En la parte alta e interior de la Cascada se instaló el Aquarium, que fue el primer acuario público de la ciudad, en el que había siete compartimentos de agua dulce que mostraban los peces autóctonos de los ríos de Cataluña[24].
En la parte izquierda del Museo Martorell, también con motivo de la Exposición de 1888, se construyó el Invernáculo, una elegante obra de Josep Amargós construida de nueva planta en hierro y cristal, al estilo de las numerosas construcciones de la época como el Palm House en Kew y los palacios de cristal que, desde el pionero de Londres en 1851, fueron poblando las distintas exposiciones universales[25]. A causa de diversos retrasos y dificultades económicas este edificio no pudo ser usado como tal hasta después de cerrada la muestra[26]. Finalmente, al lado del Invernáculo, Lluís Domènech i Montaner (1850-1923) erigió el edificio que funcionaría como restaurante durante el certamen y que se convirtió en una de las construcciones más emblemáticas de la exposición (figura 5). El Café-Restaurante fue concebido, desde el inicio, para que mantuviera su existencia más allá del certamen, si bien el carácter permanente del edificio contrasta con la inconstancia de los usos que se le dieron. Pocos años después de la celebración de la muestra internacional, se convirtió en sede del Museo de Historia y hubo que esperar todavía bastante tiempo hasta que adquirió un vínculo estrecho con las ciencias naturales[27].
Figura 5. Imagen de la construcción del Café-Restaurante de la Exposición Universal de 1888. Fuente: Grau, R. et al., 1988, p. 321. |
Pensamos que la
proximidad al Museo Martorell de todos estos edificios e instalaciones fue decisiva
para la conversión posterior, temporal o más o menos permanente, de sus usos
hacia la historia natural. Así pues, la Exposición Universal dejó huella en el parque urbano con estas instalaciones que perduraron
en el tiempo. Y más allá de los edificios, creemos que también impregnó la
mentalidad de la sociedad. La historia natural en la época de las exposiciones
universales bebió de la misma cultura circulante, de exaltación de los avances,
de la utilidad de una ciencia eminentemente aplicada. Esa mentalidad continuó
haciéndose visible en las exposiciones de historia natural en los años que
siguieron, como vamos a ver.
Figura 6. Plano de la Exposición Universal de 1888, con detalle de las instalaciones que tuvieron (rojo)
o tendrían (naranja) un papel en el desarrollo de les ciencias naturales. Fuente: Elaboración propia. 1. Museo Martorell; 2. Columna meteorológica; 3. Umbráculo; 4. Hivernáculo; 5. Café-Restaurante; 6. Cascada monumental (con Acuario) |
Evolución del escenario de actuación del Museo
Martorell
Después de la Exposición Universal, el Museo Martorell tuvo la oportunidad de expandir su escenario de actuación al utilizar, en su provecho, algunas de las instalaciones que se habían creado con motivo de aquella ocasión. A lo largo de los treinta años que siguieron a la exposición se produjeron diferentes oleadas de impulso de las ciencias naturales en el museo, que coinciden, en cada caso, con la creación de una nueva Junta de ciencias naturales.
Entre 1890 y 1917, se crearon tres Juntas, que nos sirven para trazar las etapas del escenario científico del Museo Martorell durante ese periodo. Generalmente, el entusiasmo inicial de las Juntas permitió la creación de nuevas instalaciones científicas y, en muchos casos, las dificultades posteriores impidieron el despliegue completo de sus planes para la promoción de la cultura científica. Veremos también que los planes de cada oleada siguieron las corrientes europeas al tiempo que se adaptaron, de un modo u otro, al contexto local.
Periodo 1893 – 1905
Poco tiempo después de la Exposición Universal, el Ayuntamiento expresaba su voluntad de llevar a cabo un plan amplio para la promoción de las ciencias naturales en la ciudad con la creación, en 1892, de la Colección Zoológica, nombre que recibía entonces el Parque Zoológico[28]. Este hecho se reforzó, en 1893, con la creación de una Junta técnica del Museo de Ciencias Naturales y Jardines Zoológico y Botánico, cuya misión era realizar un plan de aprovechamiento de las instalaciones de historia natural acogidas en el parque y proponer otras. Aunque la nueva junta expresaba en su nombre la voluntad de referirse a la botánica igual que a la zología y a la geología[29], los éxitos más significativos se consiguieron alrededor de la zoología, con el Parque Zoológico y el Museo Zootécnico.
La creación del Parque Zoológico significó el establecimiento permanente de animales vivos en el Parque de la Ciudadela –aunque ya había habido precedentes[30]- y amplió su oferta lúdico-instructiva. Se formó con la colección de Lluís Martí i Codolar -comerciante y uno de los fundadores del antiguo Banco de Barcelona[31]-, quien tenía un jardín zoológico de aclimatación instalado en una finca llamada la Granja Vella, en Horta (Barcelona). La quiebra de su casa de comercio, hacia 1892, le obligó a desprenderse de la colección zoológica que había reunido desde 1872 y que se había convertido en la única de su género en España[32].
Para evitar que la colección saliera de Barcelona, Francesc de Assís Darder (1851-1918), miembro de la Junta técnica del Museo, que mantenía una estrecha relación con Martí i Codolar desde hacía veinte años, propuso al Ayuntamiento la compra de ésta[33]. De ese modo, el Parque Zoológico, que se instaló en la parte del paseo de la Circumvalación inmediata a la calle Wellington, desde el paseo Pujades hasta el paseo Militar, se inauguró el 24 de septiembre de 1892, con motivo de la fiesta de la Mercè[34]. Francesc de Assís Darder, hasta entonces reconocido veterinario y experto taxidermista que había sido preparador-conservador del Museo Martorell, fue nombrado su primer director.
El éxito del Parque Zoológico fue casi inmediato[35]. El público podía disfrutar de la vista de los animales que se habían dispuesto en instalaciones más o menos definitivas. Pero la provisionalidad de algunas de las instalaciones se alargó en el tiempo y llegó un momento en que la urgencia por finalizar unas instalaciones seguras fue vital. El año 1899, la Junta expresaba al Ayuntamiento que, “no es tan sólo el perjuicio que para la conservación de dichos ejemplares, puede reportar á los mismos, lo que mueve y obliga a llamar la atención de VS. sino también los incidentes desgraciados que pudieran ocurrir, por fuga de dichos animales (animales feroces); produciéndose el pánico y desgracias, que son de suponer en un sitio de tanta concurrencia”[36].
A parte de atraer el público por la exhibición de animales exóticos o feroces, el Parque Zoológico presentaba un interés mucho más práctico al exhibir también todas aquellas especies animales de interés económico como podían ser cerdos, gallinas, palomas y otras aves de granja. De estas colecciones a menudo resultaban excedentes y productos animales –como huevos- que se subastaban[37], con una periodicidad mensual en el Umbráculo[38]. Esta actividad se mantuvo durante muchos años, entrado el siglo XX, y supuso gran parte de los ingresos del Parque Zoológico en un tiempo en el que la entrada era gratuita para el público.
Darder también tuvo gran influencia en el desarrollo de otros equipamientos y eventos para la instrucción en la zootecnia, como fueron el laboratorio ictiogénico, la fiesta del pez, la exposición de piscicultura y el Museo Zootécnico. En el año 1899, por ejemplo, se estudió la posibilidad de que el público pudiera tener acceso a las salas de incubación de los animales del Parque Zoológico, la exposición de aparatos e incluso su manipulación[39]. El interés de este tipo de iniciativas estaba destinado a fomentar el desarrollo de estas técnicas en los sectores productores. La figura de Darder representaba la mentalidad del progreso industrial, influenciada por la Exposición Universal, aplicada a las ciencias naturales.
En la misma dirección, el Museo Zootécnico es un ejemplo muy notable de la mentalidad práctica, no solo de Darder sino de toda la Junta. En enero de 1896, a partir de una iniciativa suya, la Junta propuso la conveniencia de formar un gabinete de anatomía comparada que podría instalarse en la nave central de la Sección marítima del Parque. La idea era crear un museo de utilidad industrial para dar a conocer las aplicaciones derivadas del estudio de la zoología. Se argumentaba que se podía aprovechar los esqueletos de los ejemplares del Parque Zoológico que morían por el deterioro de su piel o de su plumaje -la mayoría de ellos- para crear “un Museo especial, en el que al propio tiempo que se dé el debido desarrollo á la parte zoológica, figurando en ella, los más notables y raros ejemplares, en estado de naturalización ó esqueletología, se presenten á la vista del público las diversas e importantes materias que los animales producen, en su estado de vida, las curiosas y múltiples transformaciones de que son susceptibles sus residuos y despojos, después de muertos y las aplicaciones que para las Artes, las Insdustrias y hasta las mismas Ciencias tienen tales y tantas producciones”[40].
La propuesta de
Darder pareció viable porque el científico era reconocido en la materia y
disfrutaba de un cierto prestigio[41].
Pero sobre todo porque el esfuerzo resultaba bastante económico: contaban
con un edificio y aprovecharían las maderas, cristales y marcos que estaban
desarmados en los almacenes del Museo de Reproducciones (situado en la nave
central del Palacio de la Industria de la Exposición Universal), para construir las vitrinas[42].
Una vez aceptada la propuesta, el Museo Zootécnico efectivamente se instaló en
el antiguo Pabellón de Construcciones Navales de la Sección Marítima de la Exposición Universal y se inauguró el año 1899 (figura 7). A la vez que se
exhibían objetos de valor científico, se mostraban las materias primas que
resultaban de la cría de animales y de sus cadáveres, las especies de valor
industrial y los aparatos perfeccionados para el cultivo de estas especies.
Figura 7. Detalle de la Sección Marítima de la Exposición Universal de 1888 e imagen del puente que llevaba hasta ella. Fuente: Grau, R. et al., 1988), p. 340y elaboración propia. Marcada en rojo la situación del Pabellón de Construcciones Navales donde al cabo de unos años se instaló el Museo Zootécnico. |
La exposición
estaba formada con los objetos que aportaban los industriales. No podemos
asegurar si se trataba de una exposición tipo feria con stands de diferentes
expositores -como veremos con la exposición de minería- o si la exposición
estaba formada con los objetos que aportaban los expositores pero organizada
según un planteamiento general, com se presentaba en la propuesta. Por el
carácter ‘permanente’ de la exposición, pensamos que debió adoptarse esta
última opción. En cualquier caso, llama la atención la propuesta del Director
del Museo Zootécnico de que se permitiera a los industriales fijar el precio
corriente de los artículos en los rótulos que habitualmente indicaban su
calidad y procedencia; que se autorizara a venderlos en el mismo local al
tiempo que serían sustituidos por otros parecidos; y que, de las ventas
realizadas, el Ayuntamiento percibiera el diez por ciento. Darder justificó la
propuesta atendiendo al deterioro que sufrían los ejemplares después de una
larga permanencia en exposición y afirmó que beneficiaría a los expositores, al
público y al erario municipal. Aunque pueda sorprender la propuesta de una
solución como ésta para la gestión y mantenimiento de un museo naturalista,
antes ya hemos visto que el Parque Zoológico, bajo el mismo director, obtenía
parte de sus beneficios de la subasta de excedentes animales, manteniendo la
entrada al público gratuita. De la solución de Darder, finalmente, sólo fue
aceptada la posibilidad de incluir el precio en la etiqueta y se desestimó la
posibilidad de venta de objetos porque se entendió desde la Comisión de Gobernación “que no era conveniente establecer dicho monopolio”[43].
Aparte de la sección zootécnica propiamente dicha, el museo también incluía un ‘Museo Antropológico y de anatomía comparada’, en el que se exponían toda una serie de objetos y artefactos para mostrar semejanzas y diferencias entre humanos y otros grupos de animales. Al lado de diversos modelos artificiales de la masa encefálica y del sistema nervioso y circulatorio de los diferentes grupos de animales, se exponían cien cranios de razas humanas (naturales y artificiales) y de cuadrúpedos, aves, peces y reptiles; un bechuana naturalizado, pieles humanas negra e india; momias y bustos de razas humanas, de monos antropomorfos y “de hombres célebres, ajusticiados y de todos los autores frenológicos”.
Esta sección resulta interesante porque introduce un nuevo elemento para la interpretación. En el contexto internacional, la anatomía comparada estuvo muy ligada a los museos de historia natural durante el siglo XIX y es un ejemplo claro de los ‘saberes museológicos’ comentados por John Pickstone[44]. Aunque tuvo un papel muy relevante para el evolucionismo su relación no era necesaria ni suficiente. Richard Owen (1804-1892) fue especialista de anatomía comparada en el Natural History Museum de Londres. Para Owen, la finalidad última de exhibir lo invisible -las partes internas de los organismos- era mostrar la belleza derivada de la adaptación de la forma a la función. En ese caso, la estética no era algo superficial -como podía ser en el arte- porque estaba guiada por un principio superior rector de la naturaleza[45]. La anatomía de Owen estaba en armonía con la creación de Dios y, posiblemente por ello, fue un fuerte detractor de la teoría evolucionista de Charles Darwin. Éste último, por otro lado, también se apoyó en estudios comparativos para desarrollar su teoría y aunque, cuando publicó El orígen de las especies (1859), no se pronunció acerca las implicaciones respecto los orígenes humanos, hubo autores como T.H Huxley que pronto atribuyeron el lazo directo entre los humanos y los ‘monos’. Si desde hacía tiempo los estudios anatómicos habían servido para mostrar las evidencias de la superioridad del hombre con respecto a los ‘monos’ y establecer jerarquías entre razas humanas, la popularización de la teoría evolucionista de Darwin, muy pronto, permitió interpretar aquellas razas inferiores como relíquias de estadios primitivos en el progreso de la humanidad[46].
En el contexto local, las teorías evolucionistas de Darwin habían llegado -publicación en el Diari Català de Valentí Almirall de buena parte de Diari de un Naturalista y ediciones en español de El origen del hombre, 1876, y de El origen de las especies, 1877- y las tesis positivo-evolucionistas que apoyaban la superioridad europea fundamentándose en la raza –y no en la religión- no eran extrañas[47]. No sabemos cuál era la postura de Darder al respecto de esta cuestión porque sólo disponemos del inventario de piezas de exposición, que no reflejan su traducción museográfica[48]. No obstante, la exhibición de los bustos de todos los autores de la frenología justo al lado de los hombres célebres resulta bastante reveladora de una simpatía, extendida en la época, hacia las corrientes frenológicas. En Cataluña la popularización de las prácticas frenológicas tuvieron su punto álgido durante la primera mitad de la década de 1840, coincidiendo con las actividades del frenólogo Marià Cubí Soler (1801-1875)[49]. Nos atrevemos a sugerir que la exposición de Darder podría haber ligado frenología y darwinismo, de la misma manera que las medidas craneométricas y faciales de la primera –entrado el siglo XX- sirvieron para demostrar ‘científicamente’ la superioridad de la raza blanca europea respecto las otras. De todos modos, también es cierto que las ciencias naturales en la ciudad estuvieron representadas en buena medida por personajes conservadores con afinidades eclesiásticas y habría que estudiar más detenidamente este asunto para poder sacar conclusiones.
Las buenas
intenciones iniciales de la Junta técnica no fueron respaldadas por unos
presupuestos municipales generosos[50].
Por eso, en el cambio de siglo su actividad se vio prácticamente limitada al
mantenimiento de las dependencias que había creado y a la participación
esporádica en alguna exposición como la Exposición de Minería y Trabajos Hidráulicos, organizada por la Comisión de Fomento del Trabajo Nacional, en la que
participó el Museo Martorell en el año 1905 (figura 8). Como último ejemplo de la etapa de esta
Junta, esta exposición pone de relieve, una vez más, la estrecha relación entre
la historia natural y los intereses industriales.
Figura 8. Plano del Parque de la Ciudadela con las instalaciones de difusión de las ciencias naturales en el periodo 1892 – 1905. Fuente: Elaboración propia. 1. Museo Martorell; 2. Columna meteorológica; 3. Cascada monumental (Aquari); 4. Exposición de Minería y Trabajos Hidráulicos; 5. Colección Zoológica; 6. Museo Zootécnico |
La exposición quería dar a conocer la riqueza minera de Cataluña y de las Baleares, así como los trabajos hidráulicos que eran susceptibles de implantarse y desarrollarse en ambas regiones, mostrando también las máquinas y el resto de material utilizable en minería e instalaciones hidráulicas. Además, quería orientar la dirección de esta clase de industrias y contaba con tres grandes secciones: Minería, Hidráulica y Máquinas, utensilios y aparatos[51]. La inauguración estaba prevista para el 1 de junio de 1905 y permanecería abierta al público durante cuatro meses, pudiéndose prorrogar dos meses más a decisión de la comisión organizadora. Finalmente, se amplió el periodo de admisión de solicitudes y se estableció el 1 de septiembre como fecha límite para el envío de objetos y el 25 del mismo mes como día de la inauguración.
La exposición se instaló “en el edificio del Parque de esta ciudad que fue Museo de Arqueología”[52]. Estaba organizada al estilo de una feria -y concurso-, es decir, dentro de cada sección, la exposición tenía una serie de parcelas independientes que correspondían a los expositores -comerciantes, constructores, científicos, etc.- que expondrían sus productos, dando a conocer la riqueza de Cataluña en este aspecto, a la vez que se promocionaba, por ejemplo, como fabricante o constructor. Por tanto, este tipo de exposición dependía de algún modo del interés de los expositores en participar y de los productos que ofrecieran. Los expositores tenían que pagar para exhibir sus productos en unas instalaciones que podían ser de dos clases: generales o especiales. Las primeras eran graderías de 22 centímetros de ancho a 7 pesetas cada metro lineal, mientras que las segundas las tenía que proporcionar el propio expositor y pagar 32,50 pesetas por metro cuadrado solicitado. En un borrador escrito a mano que posiblemente es de Artur Bofill, consta el interés del Museo Martorell en participar en la exposición de minería: “en este museo existen ejemplares de minerales y piedras de construcción de las provincias de Barcelona, Tarragona y Baleares en número y calidad suficientes para que esta institución pueda figurar decorosamente en la exposición”. El Museo Martorell utilizó una instalación especial, tal y como solicitaban “graderías de las construidas exprofeso y una mesa de 5 metros de largo por uno de ancho y el muro que le corresponda en la parte de atrás”[53]. El planteamiento, pues, era que el beneficio fuera mutuo, por un lado los industriales extraían la información científico-práctica a partir de los ejemplares expuestos, por el otro, ésta era una manera de dar a conocer la actividad y utilidad del museo al servicio de la sociedad. Parece que la exposición se fue repitiendo en los años sucesivos, puesto que hay constancia de que el año 1907 el Museo Martorell fue premiado “por la magnífica exhibición de sus ejemplares”[54].
Periodo 1906-1915
En agosto de 1906 se creó la Junta Municipal de Ciencias Naturales como una entidad autónoma que tenía el objetivo de organizar, conservar, administrar y divulgar las ciencias naturales en la ciudad de Barcelona.[55] Eso hizo posible que el Museo Martorell viviera una etapa de gran actividad en los años sucesivos. Algunas de las instalaciones que se crearon ampliaban la colección del Museo Martorell –en el interior y también el exterior- y todas ellas formaban parte de un amplio plan de la Junta para desarrollar las ciencias naturales en la ciudad.
Colecciones y reproducciones en la intemperie
Poco tiempo después de creada, la Junta Municipal de Ciencias Naturales iniciaba su actividad con dos proyectos expositivos destacables, al aire libre: el Mamut y la colección de bloques petrográficos.
En septiembre de 1906, la ponencia de Mineralogía, geología y paleontología de la Junta proponía “para el debido desarrollo de esta importante sección” un ambicioso plan para la difusión de los grandes mamíferos fósiles que vivieron en Cataluña que incluía su reproducción a escala natural[56]. La reproducción del Mamut (Mammuthus primigenius) que se contempla actualmente restaurada cerca de la cascada del parque es producto de aquel plan. Esta instalación es de octubre de 1907 y formaba parte de un plan que pretendía dar a conocer algunos de los grandes mamíferos desaparecidos de Cataluña: “el más antiguo conocido, ó sea el Dinotherium, que vivía en Cerdaña en los tiempos miocenos, el Mastodonte, también en Cerdaña; el Mamut, de los diluviales, en varios puntos del Principado”. También estaba prevista la reproducción de Hipparion –caballo fósil- encontrado en el Vallés.
El proyecto se inspiraba en las reproducciones del Cristal Palace de Londres –que algunos representantes de la Junta habían visitado[57]- y pretendía reproducir esos animales a escala natural en varios puntos del “Parque de Barcelona”. El proyecto fue presentado como una gran innovación porque a parte de ser “altamente instructiva, familiarizando al público en el conocimiento de tales seres y, por ende, iniciándoles en varios conocimientos geológicos; reunían la ventaja de ser excesivamente económicas, ya que, una vez colocadas, no requerían personal que cuidara exclusiva ni perennemente de ellas, ni había que sustituirlas, ni por fin, ocasionaban otros gastos que exigen los animales vivos”.
Aunque se había estimado el presupuesto de la producción de todas las reproducciones en quince mil pesetas, finalmente, la única reproducción que se ejecutó fue la del Mamut. El escultor Miquel Dalmau realizó varios modelos a escala reducida[58], y Claudi Durán, también escultor, se encargó de su reproducción, que costó 7.636 pesetas. Para su instalación en el parque, los responsables del museo y del Ayuntamiento se aseguraron de que la reproducción fuera científicamente correcta y buscaron el mejor sitio para ubicarla. También se estudió la rotulación que la había de acompañar: el nombre científico, el nombre vulgar y una breve explicación en catalán y castellano. Según nota manuscrita de Artur Bofill, director del museo, la inscripción concreta que había de acompañar el Mamut era la siguiente:[59]
“Elephas primigenius / Mamut
Descobert sencer en los gels de Sibèria en 1799. Visqué a Catalunya en la era quaternària, fase glacial. Se n’han trobat fragments esquelètics à Sant Vicens dels Horts, les Corts de Sarrià (Barcelona) i la Vall de Vianya (Olot)”
Sabemos que se trabajó, también, en las reproducciones de Dinotherium y de Cervus megaceros porque, en enero de 1908, se dio el visto bueno para la continuación de las reproducciones y se resolvió que en primer lugar se procediera a realizar la de Dinotherium. Pero, es de la segunda, de la que hasta ahora no teníamos noticia, de la que disponemos de mayor información. En octubre de 1907, Norbert Font i Sagué, después de un viaje a París en el que visitó varios museos, sugirió hacer la reproducción de Cervus megaceros y otra de un gran reptil de la era secundaria. En abril de 1908 se hablaba de inaugurar conjuntamente la instalación del Cervus y unos equipamientos para focas que se estaban ultimando en el Acuario[60]; y en mayo se había recibido un modelo de esta especie procedente de París con un ligero desperfecto de fácil reparación[61]. En la información documental encontrada, los proyectos se quedaron en esta fase y no permiten desvelar los motivos por los que éstas y otras reproducciones finalmente no se llevaron a cabo. Es posible que el coste de los modelos y de las reproducciones del conjunto fuera muy superior al que se había estimado, como ya hemos podido ver en el caso del Mamut.
Los bloques de la Colección petrográfica, por su parte, son otra muestra de la actividad expositiva de la Junta. Expuesta al aire libre, delante del Museo Martorell, la colección de bloques
petrográficos llegó a sumar hasta ciento treinta ejemplares (figura 9). Se presentaban bloques de rocas
calcáreas, basaltos, yesos, granitos, pizarras, etc., situados encima de
pedestales y, en éstos, unas baldosas llevaban información sobre el tipo de
roca, la localidad y la procedencia, por donativo o adquisición, en cada caso[62].
Figura 9. Aspecto de la colección de bloques petrográficos, el año 1910. Fuente: AMCN C25 Exp.14 La colección fue fruto en gran parte del entusiasmo y dedicación de Norbert Font y Sagué. Aunque desmantelada el año 1929, hoy todavía se conserva una parte delante del Museo de Geología. |
Cerca de un
centenar de bloques fueron fruto de donativos mientras que unos treinta fueron
adquiridos por la Junta. Los donativos procedían principalmente del mundo de
los cultivadores locales de las ciencias naturales y de la Junta -Font i Sagué, Almera, Madorell, de Buen, Darder, etc.- que a título personal hicieron
obsequio al Museo. También hay participación de personajes ilustres de la
ciudad barcelonesa como es el caso de Pere Falqués o de Eusebi Güell, este
último, quien donó al menos cuatro bloques. Otra muestra de la participación de
otros sectores de la sociedad son las donaciones de la Sociedad de Obras y Construcciones, bastante numerosas, y también de la Compañía de Ferrocarriles. Pensamos que en este periodo la donación de un bloque petrográfico
a parte de demostrar el interés por las ciencias naturales era sobretodo una
demostración de complicidad con una imagen de la ciudad y de Cataluña, en
consonancia con la cultura política del momento[63].
La participación de la Sociedad de Obras y Construcciones permite intuir que en esta exposición de geología hay una intención de instrucción práctica, como hemos visto en otras exposiciones. El objetivo de la colección estaba claro: pretendía dar “el conocimiento de todos los recursos con que cuentan las canteras de Cataluña; el ideal de la Junta es formar un catálogo comprensivo de las localidades, medios de arranque y de transporte, coste en cantera y en obra”[64]. La voluntad de difundir un conocimiento práctico y aplicado de las ciencias naturales no fue una característica local de la museología científica en el contexto barcelonés. Una evidencia de ello la tenemos con el Museum of Practical Geology de Londres. En este museo, inaugurado el año 1851, las colecciones se situaban en dos categorías: la primera correspondía a los “materiales naturales”, en la que se prestaba atención al carácter litológico, al orden en el tiempo geológico y a la constitución mineral. En la segunda, las “producciones artificiales”, obtenidas a partir de materiales naturales, ponía el énfasis en los resultados del trabajo humano en clave de progreso científico. Los materiales estaban dispuestos en vitrinas yuxtapuestas que mostraban su apariencia ‘en bruto’, los procesos de producción industrial y el producto final[65].
De vuelta al Museo Martorell, y en referencia a la aportación de la ciencia a la industria, el año 1910, la memoria de la Junta se refería a la colección petrográfica en los siguientes términos:[66]
“también ha sido objeto de especiales trabajos la colección de grandes bloques de rocas sedimentarias y eruptivas del país, que constituyen una de las secciones más útiles y originales del museo, ya que no hay noticia de que exista en ningún otro sitio. Esta sección es continuamente consultada con provechosa asiduidad por constructores, empresarios de obras, particulares, etc., ya que les facilita datos, muchas veces inesperados. Dada la manera como están presentados los ejemplares, en el exterior del Museo, sobre grandes pedestales cúbicos, con su correspondiente rotulación en azulejos, pulimentados en parte para formar concepto del modo como se presentan los materiales en la naturaleza y del efecto que producen una vez trabajados y los cuidados continuos de repulimentación”.
Pensamos, pues, que la originalidad de la Colección petrográfica radicaba más en la museografía -la colección al aire libre, la medida de los ejemplares, la presentación natural / artificial- que en sus objetivos o intenciones, que como hemos visto podían ser bastante similares a los del Museum of Practical Geology.
Colecciones del Museo Martorell
En septiembre de
1907, se dio por finalizada la instalación de un grupo de seis gamuzas del
Pirineo (Antilope rupicapra; ahora Rupicapra pyrenaica) en la
vitrina central de la sala de zoología. El grupo estaba dispuesto sobre una
imitación de rocas “tal como acostumbran vivir en aquella región” y era la
primera de una serie de instalaciones de animales del país que se pensaba
llevar a cabo (figura 10)[67].
La instalación la ejecutó Lluís Soler i Pujol, preparador del Museo[68];
quien presentó una factura de 645 pesetas, por valor de seis gamuzas
naturalizadas y treinta preparaciones biológicas. Hacia el año 1910, se habían
ejecutado otras naturalizaciones de esta serie. Tal y como encontramos escrito
en la memoria de ese año de la Junta[69],
“en las vitrinas expuestas al público han continuado aumentando las
instalaciones, que tanto llaman la atención, de grupos animales, con sus
costumbres, sobretodo los regionales, y de una manera especial, los de aves
útiles á la Agricultura”. No obstante, en esta época se constatan todavía los
problemas de espacio cuando se dice “de gran auxilio para estos trabajos ha
sido el preparador del Museo Sr. Soler, quien, en el laboratorio anexo, monta,
con destino á dicha dependencia, pieles y esqueletos... no obstante algunas de
estas preparaciones, no caben, por su tamaño, en las ya insuficientes salas del
Museo, debiendo ser guardadas por piezas en el almacén de los sótanos, en
espera de mayor espacio”[70].
Figura 10. ‘Familia de zorras. Grupo naturalizado en el laboratorio del Museo Martorell'. Fuente: AMCN C25 Exp. 14 Éste era el pie que acompañaba la imagen en la memoria de 1910. |
Hacia el año
1910, aunque la Junta continuaba su actividad divulgadora e investigadora con
el mismo interés con el que había empezado, no pudo mantener el entusiasmo
inicial. Eso se ha explicado por el predominio lerrouxista en el Ayuntamiento
entre 1910 y 1914 y, por otro lado, por la prematura muerte de Norbert Font i
Sagué[71]. Se continuaron los trabajos de exposición de las vitrinas de la sala de zoología
pero, debido a las persistentes limitaciones de espacio, a menudo muchas de las
naturalizaciones no podían ser visibles y se limitaban a guardarse en el
almacén en espera de mayor espacio. A pesar de eso, la voluntad de la Junta de ofrecer productos de calidad e innovadores se mantuvo. En la memoria anual de 1910,
destacan los trabajos que se hicieron para la reinstalación de la nueva
colección mineralógica (figura 11)[72].
Se comenta que,
“se han substituido las cajas de cartón en que estaban expuestos los ejemplares, cuyo principal inconveniente consistía en que no estuviera totalmente visible el objeto, por un sistema original, que no tenemos noticia exista en otras partes. Consiste en colocar el ejemplar en una pinza de metal, clavada en un pie de roble, en el cual va impreso el rótulo donde consta la determinación científica del mineral, su fórmula, localidad, las particularidades del mismo, etc.”[73].
Figura 11. Nueva presentación de la colección de mineralogía del Museo Martorell. Fuente: AMCN C25 Exp.14 |
Entre los años
1908 y 1911, también se hicieron toda una serie de trabajos de mantenimiento,
entre los que hay la construcción de un armario para el herbario, realizado por
el ebanista Antoni Vich[74]. Los trabajos se facturaron por valor de 508,80 pesetas. El presupuesto general
para la confección del herbario sumaba un total de 5.463,19 pesetas, incluyendo
el material -cartulinas, papel secante, alcohol, etc.- y las excursiones. Por
otro lado, se propuso la realización de pupitres adosados a la barandilla de la
galería de la sala de geología para la colección paleontológica regional[75]. Aunque se pidieron presupuestos a tres industriales, el año 1909 se posponía su
resolución; el año 1910 se pedía a Font i Sagué y a Marià Vidal estudiar otra
vez la propuesta y, finalmente, el año 1911 se daba por concluido el asunto
porque se había optado por la realización de cajones en las vitrinas ya
existentes[76]. Se hicieron cajones en cuatro vitrinas con los que se contemplaba que “en ellos
podría instalarse la mayoría de ejemplares que, aunque no tengan gran
visualidad para que sean examinados por el público general, constituyen sin
embargo, inestimables datos para el estudio”[77]. En esos años, otro de los trabajos de mejora que se realizó fue el cambio del
entarimado de la sala de geología y después el de la sala de zoología[78].
Nuevas instalaciones para las ciencias naturales
Las crecientes limitaciones de espacio del Museo Martorell juntamente con la evidente degradación de las condiciones del Museo Zootécnico hicieron que hacia 1910 el Umbráculo y el Invernáculo empezaran a ser reivindicados como instalaciones útiles a la Junta. En octubre de 1909, el Ayuntamiento cedió a la Junta el Invernáculo “para instalar en él especies botánicas y zoológicas”, el Umbráculo “con objeto de restituirlo á su estado primitivo’ y también se le concedió “el espacio que media entre la fachada del Museo Martorell y la balaustrada que limita el paseo de los Tilos por un lado, y el umbráculo y el invernáculo por otro, á la formación de un jardín botánico”[79]. La cesión de estas instalaciones se hizo sin que nunca se llegara a plantear para ellas un proyecto propio y consistente.
En 1912, el Umbráculo se convirtió en sede de emergencia para el Museo Zootécnico, cinco años después de las primeras alertas sobre su deterioro. A finales del año 1907, Darder había denunciado las malas condiciones en las que se encontraba el Museo Zootécnico, a causa de su proximidad a la fábrica de gas y de la influencia de la humedad, y había solicitado instalarlo en la nave del Palacio de la Industria, petición que le fue denegada unos meses más tarde, porque, según parece, el estado del Palacio de la Industria “difícilmente serviría para museo”[80]. A pesar de los intentos de acelerar el traslado por parte de Darder, el cual se ofreció, en febrero de 1909, a ceder las colecciones y los ejemplares a la Junta “per constituir un Museo Zootécnic i indústries derivades, sempre i quan l’Ajuntament estigui disposat a cedir un local apropiat” y que la Junta recibió con buenos ojos el ofrecimiento por, “l’extraordinari interés que per la nostra ciutat tindria aquesta institució tan relacionada amb les ciències naturals i amb les innombrables indústries que proporcionen els animals”, en junio de 1910 se continuaba haciendo alusión a las pésimas condiciones del edificio y de su emplazamiento[81].
En octubre de 1912 la situación de ruina del Museo Zootécnico podía llevar al extremo de deteriorar el conjunto de los ejemplares. Para evitarlo y como medida de urgencia se solicitó la instalación del museo en el Umbráculo “situado frente a la Pajarera Palomar que actualmente no presta ningún servicio”. El 30 noviembre de 1912, el Ayuntamiento cedió el local del Umbráculo para trasladar el Museo Zootécnico. Las obras de habilitación del Umbráculo no habían de exceder la cantidad de 24.000 pesetas, según las estimaciones hechas por el arquitecto Pere Falqués a partir de la ejecución de una pequeña sección de prueba. Finalmente, en octubre de 1913 se firmaron las órdenes de pago de las facturas “para trabajos y materiales empleados en el Umbráculo (...) y que sea un hecho su pronta terminación para el traslado del Museo Zootécnico”[82]. En esta instalación el museo no pudo disponer los objetos con el gusto y el éxito anteriores[83], y se convirtió en una nave accesoria, sin posibilidad de gozar de estatus propio, que acogía las colecciones de ciencias naturales municipales en espera de que el Ayuntamiento les proporcionara un establecimiento definitivo.
A finales del año 1907, Darder también se lamentaba de que no había sido posible la distribución completa de las instalaciones del Parque Zoológico, en lo que respecta a algunas especies, por no disponer de instalaciones apropiadas y, por consiguiente, de la capacidad necesaria para alojar numerosos animales de países cálidos, que no podían adquirirse por faltar la referida clase de instalaciones. Darder propuso subsanar las deficiencias con la utilización del invernáculo, convenientemente acondicionado[84]. Según parece, las condiciones deplorables en que se encontraba el edificio sólo permitían utilizar este local como depósito de plantas. El proyecto de Darder se había planteado hacía unos años en la memoria para el aprovechamiento general del parque[85], y contemplaba también la instalación de aquellas especies de vegetales que requirieran análogas condiciones de vida, “(...) armonizándose entonces y por tales medios las dos ramas de ciencias naturales, pudiendo exponerse en forma agradable y por lo tanto con verdaderos atractivos, las manifestaciones de la fauna y de la flora de las regiones tropicales”. Darder había diseñado ya la museografía del proyecto expositivo y según decía, “las aves gozarían de total libertad: descansando en artísticos aros metálicos, excepto cacatúas y guacamayos (peligro para plantas y personas). Grandes serpientes y demás reptiles adosados a las paredes de testeros; en el centro, ‘acuáriums’ de salón para alojar en ellos las diminutas variedades de peces diversos tamaños y coloraciones metálicas. Proyecto que contemplaba esta Dirección y que oportunamente se consignó en la memoria presentada hace algunos años para el aprovechamiento general del Parque”.
A pesar de que pudiera ser una buena oportunidad para dotar al Invernáculo de un contenido propio, el proyecto no se llevó adelante. Es posible que hubiera cierta lucha de intereses dentro de la misma Junta municipal ya que, si bien Darder tenía este proyecto en mente, en la sesión del día 2 de diciembre de 1910, la Junta hablaba de trabajos de habilitación del Invernáculo -cedido a la Junta el noviembre de 1909-[86] y de instalar en él la sección regional del Museo Martorell con especies botánicas y zoológicas[87]. Así pues, parece que los representantes de la Junta vieron en el Invernáculo una solución -provisional- a las limitaciones de espacio del Museo Martorell. No obstante, la dificultad de encontrar un local apropiado para trasladar las plantas que había en el Invernáculo, hicieron que su constitución en sección regional del museo tampoco fuera una realidad inmediata[88].
Otra instalación interesante de la Junta fue el Acuario de la Cascada monumental. La Junta, y en este caso el Director de la Parque Zoológico[89], se encargaban del correcto funcionamiento de la instalación, a la vez que procuraban enriquecer la oferta con el diseño de nuevas instalaciones. En este sentido, entre abril de 1908 y marzo de 1909 se pusieron en funcionamiento unas instalaciones nuevas en las que se exhibían focas[90]. La posibilidad de contemplar estos animales en Barcelona seguro que fue un atractivo para los visitantes del parque; aunque las condiciones quizás no siempre fueron ideales para los animales. Así, Darder dejó constancia en un comunicado dirigido al Ayuntamiento, en el que lamentó, “que el numeroso público que en el día de ayer visitó el Parque, pudo darse cuenta del deplorable estado en que se halla la cascada, cuyas aguas despiden un hedor insoportable” y del que recibió quejas por los visibles problemas de circulación de agua y de acumulación de lodo y algas que había causado la muerte de muchos peces y que hacía peligrar la vida de las focas[91]. A pesar de las lamentaciones de Darder, el Ayuntamiento respondió que la responsabilidad de asegurar la corriente de agua necesaria para las instalaciones se cumplía en toda regla y que, por el contrario, el lodo y la acumulación de algas que se pudiera producir eran responsabilidad de la Colección Zoológica.
Finalmente, en 1912 se organizó una exposición de Piscicultura y Pesca en el primer piso del Antiguo Restaurante de la Exposición Universal. Se trataba de una exposición itinerante que acababa en Barcelona después de pasar por Banyoles, Terrassa y Manresa[92]. En principio, la propuesta de exposición preveía que se celebrara de octubre de 1910 a junio de 1911 (prorrogable en la capital hasta diciembre) pasando consecutivamente por las mencionadas ciudades. No obstante, las agitaciones sociales que sufrió Barcelona en esos años retardaron el proyecto, el cual finalmente se llevó adelante un par de años más tarde[93]. La exposición era iniciativa de Francesc Darder quien confiaba que fuera patrocinada por el Ayuntamiento ya que, “tiende al fomento de industria importantísima, á la divulgación de la cultura y á proporcionar á nuestra ciudad medios agradables de esparcimiento que llevan consigo enseñanzas provechosas”.
Según decía,
“procurándose, como posible resultado, la repoblación de los ríos y lagos”, que
se conseguiría con el lanzamiento de peces –crecidos y reproducidos en el
Laboratorio ictiogénico- en la Fiesta del Pez que coincidía con la inauguración
de la exposición en las diferentes localidades (figura
12). A pesar de la originalidad de la propuesta, en Barcelona ya había
habido experiencias entorno la piscicultura. Durante la Exposición Universal, el señor Cousinet había producido un estanque con gran variedad de
peces de diferentes formas y colores; y también se expusieron objetos del
Cuerpo de Ingenieros de Montes relacionados con el establecimiento piscatorio.
Además, también es de aquella época el Acuario municipal, que mostraba la fauna
piscícola autóctona y, como hemos visto, en este momento proseguía su actividad
y servicio al público con cierta normalidad[94].
Figura 12. A la izquierda, Laboratorio ictiogénico que estaba instalado en las mismas dependencias de la Colección Zoológica. A la derecha, Fiesta del Pez en el lago de Banyoles, con lanzamiento de peces desde la tribuna elevada. Fuente: AMCN C25 Exp.14 |
La exposición
comprendía las siguientes agrupaciones: Acuicultura, Piscicultura / Fauna y
flora acuáticas, Pesca, Sport, Obras de arte piscícola, Bromatología, Materia
médica, Material científico para la enseñanza y laboratorio, Bibliografía,
Conferencias, Concursos de pesca, Animales y plantas útiles y perjudiciales á
los peces, Piscicultura en aguas de mar y salobres, Ostricultura, Acuarium de
laboratorio y domésticos, Terrarium y Exhibiciones etnográficas.
Se trataba de una exposición tipo feria en la que se preveía la concurrencia de algunos establecimientos importantes del extranjero “cuya circunstancia acrecentará el interés de la exhibición, sirviendo de estímulos a nuestros industriales” –por lo que se había solicitado al Director General de Aduanas la concesión de franquicia de aduana de los ejemplares o artículos que se enviaran para la exposición. En el caso de Barcelona, Darder proponía directamente celebrarla en el edificio del antiguo restaurante de la Exposición Universal -aunque se había hablado de habilitar las naves de la Sección Marítima en caso de trasladar el Museo Zootécnico- y el presupuesto que se había calculado era de 50.000 pesetas. Darder había tenido en cuenta que los ingresos de las entradas cubrieran los gastos y por eso afirmaba que “no ocasionarían gravamen alguno al erario municipal, por más que sea lícito á esta Junta suponer que los referidos ingresos han de superar en mucho á la cantidad presupuestada”. La exposición reunió más de once mil visitantes y el Ayuntamiento, que había previsto mantenerla hasta el 30 de junio, la prorrogó hasta el 31 de diciembre. Era la primera vez que se exhibían ejemplares de zoología en el Castell dels tres dragons y parece que este hecho fue una pieza fundamental para el establecimiento definitivo del Museu de Catalunya en la primera planta el año 1917[95].
Colecciones vivas
El año 1909 la Sociedad Fomento de la Sericultura pidió a la Junta la posibilidad que “se le facilite un local donde poder dedicarse en el presente año a la cría del gusano de seda y dar conferencias públicas para difundir conocimientos que contribuyan á fomentar este ramo de riqueza”[96]. La Junta resolvió a propuesta de Norbert Font i Sagué que, “teniendo en cuenta los provechosos trabajos que por un fin verdaderamente altruista persigue y practica dicha Asociación, se utilice su colaboración en los trabajos que emprenda esta Junta, á cuyo efecto deberá procederse á la habilitación del invernáculo de la Colección Zoológica”. Parece que el Invernáculo de la Colección Zoológica estaba situado en la antigua Pajarera, situada en la entrada del parque que exhibía, en otros tiempos, papagayos (guacamayos) y otros pájaros[97].
La exposición mereció la atención de la Junta, ayudando a la Sociedad con el ofrecimiento de un espacio y la dotación económica; de hecho, la asumió como propia ya que también se encargó de realizar las invitaciones para la inauguración, dirigidas a las personalidades del mundo académico, cultural y político de la ciudad, con un total de 96 invitaciones, dirigidas todas a hombres[98]. Este hecho, así como la minuciosa preparación de los actos de inauguración –“el pabellón había sido adornado convenientemente con guirnaldas, follaje, banderas y gallardetas”- nos informa de la relevancia que esta rama de las ciencias naturales tenía en aquel momento. La prensa local felicitaba la manera como se había ejecutado la instalación: “el pabellón ha sido convenientemente transformado para el fin á que se ha determinado, y divididos en departamentos y compartimientos en donde están agrupados los gusanos por edades, siendo digna de elogio la manera como se ha verificado la instalación”[99].
La exposición, temporal por necesidad, se repitió sucesivamente entre los años 1909 y 1914. Después de la primera edición la Junta, dadas las condiciones específicas de la muestra dejó en manos de la Sociedad toda la producción de la exposición en los años posteriores. La dotación económica que inicialmente se había consignado en 1.000 pesetas, en los años posteriores, vistos los gastos de la primera, se redujo a 300 pesetas[100]. El hecho de que fuera la Sociedad Fomento de la Sericultura quien se ocupara de toda la gestión de la exposición también nos habla de una cierta interacción, entre la afición y el movimiento académico y el profesional. En este sentido conviene recordar que muchos de los profesionales que trabajaban en las dependencias de la Junta, se iniciaron en la práctica científico-naturalista desde la vertiente amateur y es posible que fueran reconocedores del mérito de la actividad de la Sociedad realizada desde la sociedad civil en este ámbito especializado.
Figura 13. Plano del Parque de la Ciudadela con las instalaciones de difusión
de las ciencias naturales (1906-1915). Fuente: Elaboración propia. 1. Museo Martorell (colección petrográfica); 2. Columna meteorológica; 3. Umbráculo (museo zootécnico); 4. Invernáculo; 5. Espacio dedicado a jardín botánico; 6. Castell dels Tres Dragons (exposición de piscicultura); 7. Cascada monumental (Acuario); 8. Reproducción del Mamut; 9. Parque Zoológico |
Periodo 1916-1917
En febrero de 1916 se constituyó la nueva Junta de Ciencias Naturales que pasaba a ser una junta mixta del Ayuntamiento y de la Diputación de Barcelona[101]. A partir de este momento se empezaron una serie de actuaciones que poco después de un año vieron sus frutos con la inauguración de las nuevas instalaciones de la Junta. A parte de la novedad real que supuso la creación del Museu de Catalunya de Ciències Naturals, casi todas las instalaciones que se inauguraron ya han aparecido en las páginas anteriores lo que obliga, necesariamente, a matizar la consideración de 1917 como un momento especialmente novedoso para el museo de ciencias naturales de la ciudad.
La celebración, que tuvo lugar en abril de 1917, quería dar a conocer la actividad de una Junta recién creada; pero tanto la actividad como la propia Junta en seguida encontraron vínculos con el pasado. Las palabras de Josep Maluquer (entonces secretario de la Junta) en el acto de inauguración dan a entender que la actuación renovadora no surgió de la nada ni culminaba tampoco en ese momento:[102]
“(...) la Junta no pot encara organizar noves instalaciones que tanta falta fan en nostra ciudad, com son un petit jardí botànic, un parque de aclimatació, la reproducció de animals antidiluvians quals restes han sigut trobats en nostra terra, els mapes de relleu de geografia botànica i geològica, maquetes de talls geològics de Catalunya, mapes litològics i batimètrics del nostre litoral, etc. Fou aquest en principi el nostre programa”.
La nueva Junta no planteaba un programa radicalmente diferente del de la Junta de 1906, sino que más bien quería recuperar muchas de las iniciativas que habían llevado a cabo con gran empuje Norbert Font i Sagué, y otros miembros destacados de la anterior Junta[103]. Entre sus planes, estaba la recuperación de algunas instalaciones que ya formaban parte de los servicios de la Junta como el Parque Zoológico, el Umbráculo o el Invernáculo, y el Jardín comprendido entre estas instalaciones y se destacaba la solicitud de disponer del antiguo restaurante del Parque, constituyendo posiblemente el elemento más nuevo del programa.
Pensamos que la lectura de novedad que se hizo de las instalaciones tiene que ver con el estado de precariedad en que habían quedado en los últimos años -la consignación económica de la Junta se había visto progresivamente mermada[104]-, y que la nueva Junta supo aprovechar cuando apareció un escenario más propicio para su desarrollo, a pesar de que el panorama del año 1916 no era mucho más alentador. En este sentido, las palabras de Maluquer muestran otra vez su relación con sus predecesores:[105]
“poc más de deu añys han passat des de que l’Excm. Ajuntament de Barcelona, amb el concurs de alguns elements entusiastes de les Ciències Naturals, va organitzar autonòmicament aquestos serveis amb el fi d’impulsar llur desenrotllo, contribuint així a la cultura ciutadana’ i afegeix ‘més una sèrie d’entorpiments i pèrdues sensibles per a la Junta, privaren an aquesta de poguer seguir amb ràpida volada el camí que els seus organitzadors li havíen senyalat”.
Suponemos que la presentación de las instalaciones como algo novedoso fue sobretodo una estrategia para conseguir un mayor soporte de la administración. En este sentido, Maluquer expresa claramente que “el significat de la festa no és altre, que el presentar-se en públic, amb el bagatge dels nostres plans i de les nostres aspiracions, per a que conegudes aquestes i aquelles de vosaltres, ens dongueu l’apoi i confiança que la magnitud de l’obra requereix”[106].
De todos modos,
el programa de la Junta ofrecía una novedad notable, que yace en la reunión de
todas las instalaciones (Umbráculo, Invernáculo, Acuario, Parque Zoológico,
Museo Martorell y Museu de Catalunya) bajo el nombre común de Museo de
Ciencias Naturales. Si hasta entonces solamente el Museo Martorell recibía esta
denominación, ahora -quizás en un intento de dar mayor presencia al museo como
institución- las otras instalaciones pasaban a ser servicios del Museo “constituint un conjunt de instalacions que’s complementen i
col·laboren. Així hi ha la part d’exposició, de laboratoris, el Vivàrium i
l’Acuari”[107].
Todo eso, ligado a un planteamiento claro de lo que tenían que ser las
nuevas instalaciones: “afermant el criteri de que en els Museus,
al costat de les col·leccions deuen haver-hi els corresponents laboratoris de
treball, preparació, determinació i investigació”; también se
contemplaban como parte del programa las expediciones científicas que tenían
que llevar a cabo los investigadores del museo para aumentar las colecciones de
estudio. El énfasis en la creación de laboratorios y una mayor dedicación a la
investigación, no resulta extraño si tenemos en cuenta que la institución
‘renacía’ en un nuevo contexto, en el que las ciencias experimentales habían
ganado protagonismo, sobretodo con la creación reciente de la licenciatura en
ciencias naturales en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona[108].
Un nuevo museo de ciencias naturales
A menudo, como ya se ha señalado, se ha presentado esta fecha de 1917 como el año de creación del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona[109]. Pero no es solamente desde instancias del presente que se reivindicó esta fecha como origen del actual Museo de Ciencias Naturales. Ese mismo año un artículo aparecido en la revista Alrededor del Mundo se hacía eco de la creación de “Un nuevo museo en España. El de Historia Natural de Barcelona”[110]. En él se comentaba que el Ayuntamiento de Barcelona había creado por fin “un establecimiento de este género, y admirable por cierto”. Según se explicaba hasta hacía poco tiempo “no había en España ningún museo de historia natural que tuviera cierta importancia, fuera del de Madrid (...)” y el amante de la naturaleza se tenía que conformar con “el pequeño Museo Martorell del Parque de Barcelona y algun gabinete un poco decente de Universidad ó Instituto provincianos”. Así pues, según el autor se había creado una institución totalmente nueva aunque más adelante en el mismo artículo explicaba que el nuevo museo se había constituido a partir del antiguo Museo Martorell.
En esta nueva etapa, el Museo Martorell conseguía finalmente disponer de mayores comodidades para instalar las colecciones de zoología general, malacología, anatomía comparada, geología y mineralogía[111]. De todo modos, la Junta había previsto una serie de trabajos y obras para adaptar el Museo Martorell a las nuevas necesidades, porque “edificado cerca de 40 años atrás con destino a las colecciones de su fundador, respondía a este fin, pero en ningún modo responde al actual, o sea al Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (...) queda aún así sin condiciones para albergar debidamente la extensa serie de especies europeas y exóticas que contiene”[112]. El año 1916, se diseñó un proyecto que pretendía resolver los problemas recurrentes de espacio, modificando esencialmente la arquitectura del edificio. El proyecto era poco fiel al original y quería construir un piso en toda su extensión, levantado proporcionalmente al cuerpo central y ampliar unos cuantos metros los laterales[113]. El proyecto finalmente no se llevó a cabo.
Dada la situación de penuria de la época, se habían hecho, sin éxito, algunas tentativas por disponer del edificio del antiguo restaurante de la Exposición Universal, donde, como se recordará, se había celebrado la exposición de Piscicultura y Pesca. Con la nueva Junta, se vio satisfecha (el mes de mayo de 1916) la demanda de cesión de la primera planta del anhelado edificio –a excepción de las dependencias de la Escuela Municipal de Música, en los bajos-, con destino a la instalación de un museo científico-natural ‘que contingui tot interessant que sot aquest aspecte presenti Catalunya, tan en zoologia terrestre i botànica, com en oceanogràfica i zoologia marina aixis com l’organització de laboratoris d’estudi’[114].
El nuevo museo se llamó Museu de Catalunya y ofrecía un programa intelectual afín a las voluntades de exaltación nacional del catalanismo político. Establecida la cesión, la Junta se dirigió a la Comisión de Hacienda para dar conocimiento del estado lamentable del edificio y solicitó algunas obras indispensables para poder adecuarlo a la función museística[115]. Una función que tendría que seguir los procedimientos modernos con vistas no sólo a la parte científica, sino a la instructiva para el público en general.
En la parte de exposición del Museu de Catalunya, la novedad más grande era,
“la presentació, de moment, de la fauna catalana, en grupus biològics representatius del medi on viuen els animals en nostra naturalesa, essent de notar el que s’ha procurat imitar aquesta fins al punt de portar del lloc de procedència de aquells les plantes, rebrolls i les pedres pròpies de la mateixa; (...). Així el tronc de castanyer que figura en el grup de senglars, fou triat a Gualba; els materials del grup de l’estepa amb les avutardes, foren portats de la plana de Urgell, etc”[116].
La ‘representación natural’ de los objetos era destacada en el artículo de la revista Alrededor del Mundo como una característica de “todos los museos modernos” donde los animales “no aparecen tiesos sobre peanas uniformes, como si fuesen caballitos de cartón ó loros en percha”[117].
El museo también acogió la que tenía que ser la semilla de la futura Estación Oceanográfica de Barcelona puesto que “constituye realmente un caso muy especial, que siendo nuestra ciudad la primera del Mediterráneo, (...), carezca de la más rudimentaria organización que a estudios del mar se dedicara”[118]. Parece que se había previsto ubicar la futura estación oceanográfica en la sección marítima del Parque[119], pero de momento se optó por la organización de una sección oceanográfica en el Museu de Catalunya, en el extremo posterior del primer piso del museo. Según Maluquer “la secció marítima, completament nova presenta una mostra de lo que pot arribar a ser. Les col·lecions d’animals marins que de diferents procedències ha rebut la Junta, donen ja una idea de la riquesa i esplendor no imaginable del món marí, d’aquest ambient de vida intensa, molt més encare que en la terrestre, amb totes ses lluites, exhuberància i agitacions”, con la exhibición de “les més variades formes d’animals inferiors, els coralls amb els pòlips estesos, les meduses, animals pelàgics, nocturns i fosforescents, una bona serie de llimacs de mar, cargols marins i petxines amb l’animal estès, etc”[120]. También había “una sèrie d’aparells de pesca dels més usats en nostra costa i en les exploracions oceanogràfiques, així com de les col·lecions d’animals marins distribuïts a propòsit”, que parece fue el aspecto que más llamó la atención del autor del artículo de la revista “Alrededor del mundo’ que comentaba ‘muy interesante también es la sección oceanográfica, con sus aparatos de dragado y caza de animales submarinos y sus relieves del fondo del Mediterráneo”[121].
Por otro lado, la actividad que se realizó para la preparación de esta exposición nos informa de los efectos sobre la actividad científica provocados por la situación política internacional[122]. La Junta estableció contacto con numerosas instituciones nacionales e internacionales para adquirir aparatos y ejemplares naturales para la exposición. En el caso de las instituciones españolas destacan la Estación Biológica de Santander y el Instituto Español de Oceanografía, en aquel momento bajo la dirección de Odón de Buen, los cuales ofrecieron colaboración desinteresada, en la medida de sus posibilidades. En el caso de las instituciones internacionales, cabe destacar el contacto con el Laboratoire Arago de Banyuls sur Mer, el Institut Océanographique et Musée de Mónaco y la Stazione Zoologica de Nápoles, los que facilitaron información referente a proveedores, o de objetos naturales en el caso de Nápoles. Pero en la gran mayoría la colaboración estuvo muy limitada por la situación de guerra en Europa. Así, el Laboratoire Arago se había transformado en un hospital militar y el Institut océanographique de Mónaco había visto muy reducida su plantilla. A causa de esta situación, que también afectaba el transporte, la sección oceanográfica recibió algunos objetos y ejemplares una vez inauguradas las instalaciones.
Colecciones vivas e instalaciones auxiliares
La Junta Municipal de Ciencias Naturales planteaba como una prioridad un proyecto para la creación de un Parque Zoológico de Barcelona “por no existir más que rudimentariamente y en condiciones inapropiadas”[123]. Después de estudiar la función, situación y organización de diferentes parques europeos, la Junta estaba determinada a crear un “jardín de aclimatación que es lo debería ser el Zoológico barcelonés”. La intención era convertir Barcelona en “un centro mundial” al cual acudieran de todas partes en demanda de ejemplares raros o interesantes, porque “con nuestro clima incomparable, lograríase aquí la reproducción de todos los climas”. Se propusieron diferentes opciones de ubicación del nuevo parque como “el extremo de la Diagonal entre las Corts de Sarriá y Pedralbes, y la rinconada entre la calle o paseo Castellana -Travessera de Dalt- y el Monte Carmelo; la instalación en este último, aprovechando los accidentes naturales del terreno, sería realmente única”.
Las condiciones del Parque Zoológico en aquella época eran precarias y el atractivo del Parque había, en cierta medida, disminuido. No obstante, hemos visto que desde sus inicios se había proclamado la voluntad de convertir el Parque Zoológico en un jardín de aclimatación de animales[124]. Posiblemente las técnicas, los espacios y las condiciones para los animales habían mejorado en toda Europa –había interés en sacar mayor provecho de los relieves naturales- y eso es los que echaban en falta los miembros expertos de la Junta. Pensamos también que seguramente el hecho de que el Ayuntamiento estuviera adquiriendo extensiones de terreno para la ciudad se vio como una oportunidad de modernizar y dar mayores prestaciones al Parque Zoológico.
La voluntad de convertirse en centro mundial de cría y mantenimiento de ejemplares zoológicos ‘rars o interessants’ podría indicar una tendencia hacia el exotismo y no tanto hacia la zoología práctica. No obstante, la propuesta de las granjas Ideal y Cataluña de organizar de una exposición permanente de avicultura y cunicultura en el Parque de la Ciudadela, nos hace pensar que persistía la cultura de popularización de las técnicas productivas[125]. Según afirman sus proponentes “la avicultura y cunicultura están cada día más en boga. Nuestra payesía prefiere las razas que proporcionan más lucro”[126]. La petición se hacía con la voluntad de disponer de un lugar en el Parque para llevar a cabo la selección de razas que “vá popularizándose pero no existe un centro apropiado asequible a todos, para estudiarlo sin molestias o dispendios y por tal motivo son legión los que no crían razas que más les convendrían o las que serían objeto de su predilección”. Las granjas Ideal y Cataluña pensaban correr con los gastos de los trabajos para preparar la exposición como son nuevas instalaciones, adquisición de ejemplares animales, utillaje, manutención y limpieza, considerando que “las condiciones generales que establecerá esa Junta serán aceptables”. No obstante, no hemos podido comprobar si finalmente la propuesta fue aceptada.
Por otro lado, la Junta tenía presente la serie de instalaciones auxiliares que sin formar parte integrada del Museo eran “indispensables als laboratoris d’aquest; tals són les instal·lacions de vivaris, Aquaris, terraris i agua-terraris, on se pugui estudiar la vida animal en el mateix medi que es desenrotlla”[127].
Todo parece indicar que se hicieron los preparativos para poner a punto el Umbráculo y el Invernáculo, como lo demuestran los trámites que se estaban haciendo para llevar a cabo una serie de restauraciones indispensables sin las cuales serían perfectamente inservibles como para la adquisición de plantas por valor de diez mil pesetas[128]. Pero así como quedan bastante patentes los esfuerzos que se dedicaron a recuperar y acondicionar el Invernáculo, el Umbráculo no consiguió los mismos resultados. De hecho, en el acto de inauguración no se mencionaron las mejoras hechas en el Umbráculo, ni tampoco se hizo ninguna visita a esta instalación[129]. El hecho que se considerara que “pueden continuar las plantas que hay en los parterres y cuya sustitución se hará paulatinamente”[130], podría indicar que se planteara el programa de mejora de esta instalación como una acción futura. En cambio, Maluquer en el acto de inauguración presentó un proyecto científico y divulgativo mucho más elaborado para el Invernáculo. Afirmaba que “en el Vivàrium, instalat en l’antic Ivernacle, presenta la Junta els animals dels nostres camps, boscos i aigüamolls, vius en llur medi propi, poguent-se observar la vida i costums de ells”[131].
La renovación del Acuario también mereció una especial atención. Esta instalación que tradicionalmente había dado a conocer la fauna piscícola de los ríos de Cataluña, mantenía este planteamiento, pero la novedad de mostrar la fauna del litoral catalán, de momento, no la ictiológica, aunque estaba prevista. Maluquer presentó el Acuario poniendo el énfasis en este aspecto nuevo: “reorganitzat en forma apropiada, presenta la novetat de tenir una secció marina on el públic pot contemplar els animals del nostre litoral, sobre tot aquells que més desconeix i amb quines costums està menys familiaritzat (cnidaris, equinoderms, tunicats). També es presentaran a èpoques determinades quan les recol·lecions i envíos de la Badía de Roses poden efectuar-se còmodament, alguns coralls, esponges i madrèpores”. La incorporación de los animales invertebrados, también ha sido mencionada al presentar la sección oceanográfica del Museu de Catalunya, y mostraría un cambio en las prioridades divulgativas.
Finalmente, entre los planes de la Junta se contemplaba la creación de un jardín botánico como una de las necesidades más urgentes que tenía Barcelona[132]. Un jardín con todas las prestaciones que había que suponer a un equipamiento moderno de esa naturaleza. Anteriormente, como se recordará, se había contemplado la formación de un Jardín Botánico en las dependencias del Parque de la Ciudadela, como parte integrante de las instalaciones de ciencias naturales. No obstante, el espacio que se le asignó -entre la fachada del Museo Martorell y la balaustrada que limita el paseo de los tilos por un lado y el Invernáculo y el Umbráculo por el otro-[133] y la escasa dedicación nunca consiguieron desarrollar un verdadero jardín botánico y resultó en un espacio –con ciertas voluntades científicas- de tránsito entre instalaciones.
El primer intento serio de desarrollar un jardín botánico como tal es de 1915[134]. Se trata de un anteproyecto que redactó el vocal técnico de la Junta Joaquim Mª de Barnola, quien consideraba que era “verdaderamente oprobioso que Barcelona, emporio del comercio nacional, iniciadora de nuevas tendencias técnicas y científicas, que llegó a tener en su seno una corporación de sabios dedicados privativamente al cultivo de la Botánica, la Societas Botanica Barcinonensis; la capital de España donde más florece la floricultura (...) carezca de un Jardín botánico”.
El anteproyecto establecía cinco secciones en las que se dividiría el jardín (cultivos sistemáticos; cultivos biológicos; arboretum; fructicetum; y flora mediterránea), atendiendo a “las tendencias de la Botánica moderna, que siguen un criterio diverso del antiguamente aceptado”. Estimaba para al jardín una superficie mínima requerida de 4.000 m2. El presupuesto de fundación sería de 750.000 pesetas y el de mantenimiento anual, de entre 30.000 y 35.000 pesetas. En esta propuesta no se hacía alusión al lugar concreto donde tendría que establecerse el jardín, pero se planteaba que la nueva ubicación contemplara conjuntamente el desarrollo del jardín botánico y del parque zoológico, de manera que ahorrarían recursos de mantenimiento.
El año 1917,
mientras se estaban ultimando los preparativos de las nuevas instalaciones del
Museo, se decidió que el emplazamiento que tendría que acoger el nuevo jardín e
instituto botánico estaría en la montaña de Montjuïc, y se acordó la cesión de
este espacio con la Junta Directiva de la Exposición de Barcelona Internacional de Industrias Eléctricas y General Española[135].
Desafortunadamente, y a pesar de los esfuerzos de concreción del proyecto, el
Jardín Botánico de Barcelona tuvo que esperar mucho tiempo todavía hasta que no
se hizo realidad, ya en los años de 1930.
Figura 14. Plano del Parque de la Ciudadela con las nuevas instalaciones y servicios de la Junta de Ciencias Naturales (1917). Fuente: Elaboración propia. 1. Museo Martorell; 2. Columna meteorológica; 3. Umbráculo (dudoso); 4. Vivárium; 5. Museu de Catalunya; 6. Acuario; 7. Reproducción del Mamut, 8. Parque Zoológico |
Conclusión
En el mes de abril de 1917, la inauguración de las nuevas instalaciones y servicios de la Junta de Ciencias Naturales abrió un periodo próspero para el Museo de ciencias naturales en los años que habían de seguir. En el transcurso de estas páginas, hemos podido ver el desarrollo de las ciencias naturales en el Museo Martorell, y en diversas instalaciones auxiliares del Parque de la Ciudadela, desde finales de siglo XIX hasta esa fecha, y lo hemos visto siempre ligado a una actividad divulgadora. Se ha visto cómo, gracias a una serie de personas entusiastas, se intentó desarrollar un programa coherente para la popularización de las ciencias naturales, con sus éxitos y fracasos; con algunos proyectos sugerentes, y con otros sueños que se quedaron por el camino. Todo eso en un momento propicio para hacer ‘ciència en català’, una ciencia muy ligada al territorio y a su diversidad biológica y geológica, pero también una ciencia muy práctica, centrada en los procesos productivos que tenían que permitir el desarrollo de la sociedad catalana. Concluimos, pues, dejando la puerta abierta a un paisaje que intuimos fértil para la actividad del Museo de ciencias naturales en el contexto del Parque de la Ciudadela.
Agradecimientos
Quiero dar las gracias a las personas que me han ayudado a realizar este trabajo y me han animado a publicarlo. A Alfons Zarzoso, a quien quiero agradecer que quisiera dirigir mi proyecto de investigación de final de master y que me aconsejó en todo momento. A Francesc Uribe que generosamente me hizo comentarios y sugerencias cuando el proyecto era todavía proyecto. A Pepe Pardo, por su tiempo y dedicación para que este artículo fuera publicado. Finalmente, doy las gracias al personal de la Biblioteca del Museu de Ciències Naturals de Barcelona por las facilidades y atención que me dieron.
Notas
[1] En 1872, se aprobó el proyecto del arquitecto Josep Fontserè para la reconversión de la antigua Ciudadela en un parque urbano. El proyecto contemplaba la “creación de un edificio con salas dispuestas de modo que pudieran servir para Museo de Botánica y Mineralogía”. FONTSERÈ. Josep. (1872) Proyecto de un parque y jardines en los terrenos de la ex-ciudadela de Barcelona. El proyecto también preveía la edificación de otras instalaciones para la popularización de las ciencias, como tendremos ocasión de exponer más adelante.
[2] Masriera, Alícia, 1978, p. 6.
[3] En el año 1881 se inauguró el Natural History Museum (NHM) en South Kensington con las colecciones que antes se exhibían en la sección de historia natural del British Musem. A pesar de la proximidad temporal, el Museo Martorell se concebía y creaba con un retraso considerable si tenemos en cuenta que el NHM aparecía como museo especializado, mientras que el Martorell se estrenaba con muestras de un coleccionismo de carácter netamente ‘ecléctico'.
[4] Findley, Paula, 1994, p. 393-407.
[5] “The size of a nation's museum was an index to its colonial power”. Lenoir, Tim y Ross, Cheri, 1996, p. 382.
[6] Sophie Forgan considera que la adopción del estilo clásico proporcionaba una impresión de dignidad, antigüedad y permanencia (‘Context, image and function'. The British Journal for the History of Science. (1986) (19) 1: p. 91) y que la magnificencia de los edificios era una demostración de la importancia de la disciplina que se acogía en el interior (Bricks and bones: Architecture and science in Victorian Britrain; In Peter Galison and Emily Thompson eds. The architecture of science. The MIT Press. Cambridge, Massachussets, and London, England, 1999, p. 193.).
[7] Masriera, Alícia, op. cit., p. 7.
[8] Archivo histórico del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (a partir de ahora AMCN). Caja (a partir de ahora C) 5 Expediente (a partir de ahora Exp.) 15.
[9] Se editó un catálogo ilustrado de la exposición, un ejemplar del cual se halla en el AMCN C6 Exp 10. Barcelona, 1885.
[10] Ricard, Joan, 1885, p. 3.
[11] Hereu, Pere, 1988), p. 24.
[12] El elemento dominante del proyecto de Fontserè fue el palacio de la industria y las bellas artes, que respondía a la demanda de un edificio contenedor universal suscitada por el interes de exponer los avances de la producción local. Arranz, Manuel et al., 1984, p. 51. Con la Exposición Universal, la obra proyectada de Fontserè quedaba a partir de entonces subordinada a ésta. Fontserè, que insistió largamente en la existencia de incompatibilidad entre ambos proyectos, fue destituido en 1886. Según Vázquez, Julia y Sánchez, Carlos, 2002.
[13] Se estaban reordenando los enlaces ferroviarios y tramviarios de la ciudad. Guardia, Manuel, 1988, p. 20.
[14] Derruida definitivamente el año 1868, los terrenos de la antigua Ciudadela se cedieron al Ayuntamiento el cual favoreció un plan de reconversión en un jardín de recreo para la gran urbe industrial (Pons, Emili, 1992, p.29.) El año 1872 el Ayuntamiento acceptó el proyecto de Josep Fontserè, quien proyectó el parque como un gran espacio higiénico y monumental que tenía la ambición de convertirse en el pulmón de la ciudad y que daba una nueva dimensión al Eixample entonces en curso. Este proyecto no se llevó a cabo en su totalidad ya que después de su acceptación los tiempos fueron agitados en la alcaldía. No fue hasta que Elies Rogent asumió la dirección técnica de la Exposición Universal, el año 1887, que el proyecto de Fontserè vio otra vez la luz.
[15] Hereu, Pere. (1988). Op. Cit. p. 27.
[16] El carácter efímero de las edificaciones proviene sobretodo de la etapa de Serrano de Casanova. Elies Rogent, en cambio, intentó en la medida de lo posible dar mayor solidez a las construcciones. Grau R. et al., 1988, p. 325.
[17] La única referencia encontrada en la que aparece el Museo Martorell en relación con la Exposición Universal es esta guía que se encuentra en el Archivo Histórico de la Ciudad: Artigas, J., 1888, p. 27 y 53.
[18] Masriera, Alícia op. cit. p. 7.
[19] AMCN C2 Exp. 21. Barcelona, 1893.
[20] AMCN C2 Exp.29. Barcelona, 1892.
[21] Pons, Emili, 1992, op. cit .p.33.
[22] Grau, Ramón. et al, 1988, p. 325.
[23] AAVV. s/f.
[24] Garrut, Josep Maria, 1976, p. 30.
[25] Garrut, Josep Maria, 1976), Ibídem.
[26] Rossell, Jaume, 1988, p. 74.
[27] Un trabajo minucioso sobre los usos que se dieron al edificio “Castell dels Tres Dragons” se puede encontrar en Casanova, Rossend, 2009.
[28] Consolidado el patrimonio arquitectónico del Parque de la Ciudadela, cuatro programas competían por hacerse un lugar en él. Uno de ellos tendría como objetivo producir una explicación científica de la naturaleza con la formación de museos de ciencias complementarios al Museo Martorell, de un Jardín Botánico i de un Parque Zoológico. Según Arranz, Manuel et al, op. cit. p. 90
[29] Los objetivos de la Junta técnica en referencia a los diversos establecimientos que gestionó quedan reflejados en un informe de 1899: 1) popularizar el conocimiento de las formas orgánicas y minerales que existen en los diversos países del globo; 2) poner de manifiesto las múltiples aplicaciones económicas que el hombre puede hacer de los seres vivos; 3) dar a conocer la flora, la fauna y la gea de la región catalano-balear. Segons Pons, Emili, 1992 p.51 y Senent-Josa, Joan, 1979. p. 87.
[30] Como se ha visto con el Aquarium de la Exposición Universal. De hecho, a partir de la creación de la Colección Zoológica estas dos dependencias irán unidas y estarán bajo la misma dirección, como veremos más adelante.
[31] Alberdi, Ramón, 1999, p. 47.
[32] Alberdi, Ramón, op. cit., p.48.
[33] Darder, en su posición de conservador del Museo Martorell, había ayudado a Martí i Codolar a montar el jardín en los aspectos técnicos. ALBERDI, Ramón. (1999). Op. Cit. p. 47. De hecho, parece que el mismo Martí i Codolar formaba parte de la Junta técnica. Según Camarasa, Josep Maria, 2003, p. 77.
[34] En abril de 1892, la Junta técnica adquirió la colección zoológica de Martí i Codolar al precio de 30.000 ptas. con la condición de que el Ayuntamiento se comprometiese a retirar los animales de su finca de Horta y a mantenerlos desde el primero de mayo. Ver: Alberdi, op. cit. p. 50.
[35] Según Pons, Emili, 1992, p. 49. ‘Lo que para sus directos responsables era la primera piedra de un futuro parque zoológico de aclimatación y naturalización, al estilo de los grandes parques que a mediados de siglo XIX habían surgido en Europa, para los barceloneses fue un gran acontecimiento,, de aquellos que convierten Barcelona en una ciudad cosmopolita'.
[36] AMCN C4 Exp.15. Barcelona, 1899.
[37] La venta de huevos y de crías tenía que ser una de las fuentes de financiación de la Colección [Zoológica]'. Según Pons, Emili, 1992, p. 48.
[38] AMCN C30 Exp.6. Barcelona, 1906.
[39] AMCN C4 Exp. 4. Barcelona, 1899.
[40] Según documentos escritos de 17 y 25 de enero de 1896. AMCN C5 Exp.4. Barcelona, 1896.
[41] Casanova, Rossend, 2002, p. 324.
[42] AMCN C5 Exp.4. Barcelona, 1899.
[43] AMCN C5 Exp.4. Barcelona, 1899.
[44] Pickstone, John, 1994 p. 111-138. Se refiere a los saberes museológicos como aquellos que aúnque se produzcan en laboratorios -disección, microscopía- producen conocimiento de carácter analítico/comparativo -observación, clasificación-, que se diferencia del experimental -de control de la naturaleza-, que según dice habría surgido en el ámbito universitario e industrial.
[45] Según Podgorny, Irina, 2005, p. 252.
[46] Bowler, Peter J. y Morus, Iwan Rhys, 2005, p. 420-423.
[47] Pich, Josep, 2003 p. 169.
[48] AMCN C5 Exp.4. Barcelona, 1899.
[49] Nofre, David, 2004, p.53
[50] Masriera, Alícia, op. cit. p. 9.
[51] Según consta en una circular, con fecha de 1904. AMCN C7 Exp.6. Barcelona, 1904.
[52] Suponemos que era el Palacio de Bellas Artes en la Exposición Universal. Según Masriera, A, 1978, p. 7; también podría tratarse del antiguo Arsenal, ya que en aquella época se estaban reunificando los museos de arte (bellas artes, reproducciones y arqueología), pero no fue inaugurado hasta el año 1915. Arranz, Manuel et al.op. cit., p. 90-91.
[53] AMCN C7 Exp.6. Barcelona, 1904.
[54] AMCN C7 Exp.6. Barcelona, 1907.
[55] La nueva Junta estaba presidida por el alcalde y constituida por cuatro regidores y ocho expertos. Dos de estos, eran los catedráticos de ciencias naturales de la Universidad y del Institut Provincial, dos más eran escogidos por el consistorio y el resto eran elegidos a cargo de los compromisarios de diversas entitades relacionadas con el estudio de las ciencias naturales: Reial Acadèmia de Ciencias i Arts de Barcelona, Centre Excursionista de Catalunya, Institució Catalana de Història Natural, Granja Experimental, Facultat de Farmàcia, Estudis Universitaris Catalans y Sociedad Protectora dels Animals i Plantes de Catalunya. Barcelona (1906). AMCN C15 Exp.3. Barcelona, 1906.
[56] AMCN C20 Exp. 17. Barcelona, 1907.
[57] Se hace referencia a que “algunos de los infraescritos [no sabemos quiénes] y el actual Director del Museo Municipal de Ciencias Naturales” habían hecho la propuesta al volver de un congreso geológico internacional celebrado en Londres. AMCN C26 Exp. 9. Barcelona, 1906.
[58] El modelo del Mamut que había realizado el escultor Dalmau se colocó, el mismo mes de octubre, en la sección correspondiente del Museo de Ciencias Naturales. AMCN C26 Exp. 14. Barcelona, 1907.
[59] AMCN C26 Exp. 14. Barcelona, 1907.
[60] AMCN C22 Exp. 18. Barcelona, 1908-09.
[61] Font i Sagué había dado a conocer una escultora parisina que podría realizarlo- AMCN C15 Exp. 1. Barcelona, 1906.
[62] AMCN C26 Exp. 4. Barcelona, 1907.
[63] En los inicios del Museo Martorell ser donante era muy bien considerado porque significaba que se era conocedor del mundo natural, que se podía viajar y que se participaba de la pasión del coleccionista. Casanova, Rossend, op. cit. p. 320.
[64] AMCN C25 Exp.14. Barcelona, 1910.
[65] Este museo consiguió una importante colección de objetos ornamentales -cerámica, vidrio, mosaicos, etc.- que mostraba el producto útil u ornamental. Forgan, Sophie, op. cit., p. 194.
[66] AMCN C25 Exp. 14. Barcelona, 1910.
[67] AMCN C21 Exp. 1. Barcelona, 1907.
[68] Más adelante, Soler i Pujol creó un Museo Pedagógico de Ciencias Naturales en la Plaza Real, actualmente ocupado por un restaurante. AMCN C59 Exp. 2. Barcelona, 1915.
[69] AMCN C25 Exp. 14. Barcelona, 1910.
[70] AMCN C25 Exp. 14. Barcelona, 1910.
[71] Camarasa, Josep Maria, op. cit. p. 2.
[72] AMCN C25 Exp. 14, Barcelona, 1910 i C22 Exp.5. Barcelona, 1908.
[73] Joan Barnardas suministró al Museo 2.300 soportes de madera de roble, pulimentados y barnizados para la instalación de minerales per 627,25 pesetas en resultar la propuesta más ventajosa de entre tres ofrecidas. AMCN C22 Exp.5. Barcelona, 1908.
[74] Se encargó de la producción de un armario de 2,75 metros de largo, 2,36 de alto y 0,40 de fondo; de madera melis, los lados y el delante barnizados; dos juegos de vidrieras y dos juegos de puertas y el interior chapado con madera de ciprés. Incorporaba medidas preventivas de conservación. AMCN C23 Exp. 2. Barcelona, 1909.
[75] AMCN C23 Exp. 4. Barcelona, 1908.
[76] AMCN C23 Exp. 4. Barcelona, 1911.
[77] AMCN C25 Exp. 2. Barcelona, 1911. En este expediente hay el pliegue de condiciones, los ebanistas que optaron a presentar sus presupuestos y la resolución.
[78] AMCN C21 Exp. 9. Barcelona, 1909.
[79] AMCN C20 Exp.2. Barcelona, 1907-1909.
[80] AMCN C20 Exp. 8. Barcelona, 1907-1913.
[81] Si bién, en la época de la Exposición Universal (1888), la Sección Marítima fue uno de los lugares más celebrados y visitados; en este momento ya no presentaba el mismo atractivo por las industrias próximas y por la pérdida de vías de comunicación, principalmente el viaducto.
[82] AMCN C20 Exp. 8. Barcelona, 1913.
[83] Según Casanova, Rossend, op. cit. p. 324.
[84] AMCN C20 Exp. 2. Barcelona, 1907.
[85] AMCN C20 Exp. 2. Barcelona, 1907.
[86] También se le había cedido el Umbráculo con el objeto de restituirlo a su estado primitivo y el espacio existente entre la fachada del Museo Martorell y la balaustrada que limita el paseo de los tilos por un lado y el Invernáculo y el Umbráculo por el otro, con el objeto de llegar a la formación de un jardín botánico. AMCN C20 Exp.2. Barcelona 1909.
[87] AMCN C20 Exp. 2. Barcelona, 1910.
[88] AMCN C20 Exp.2. Barcelona, 1912.
[89] La exhibición de animales vivos en esta instalación, que completaba de algún modo la oferta del Parque Zoológico, seguramente puede explicar el hecho de que el Director del Parque Zoológico (Colección Zoológica) estuviera también al cargo del Acuario.
[90] Tuvo que ser entre abril de 1908, momento en que se hablaba de inaugurar conjuntamente las instalaciones de las focas con las del Cervus megaceros, y marzo de 1909, cuando las instalaciones ya estaban en funcionamiento. AMCN C22 Exp.18. Barcelona, 1908-09.
[91] AMCN C22 Exp. 18. Barcelona, 1908.
[92] AMCN C22 Exp. 10. Barcelona, 1910.
[93] El año 1909, se habían producido la Setmana Tràgica y las elecciones municipales. Además, Cataluña estaba inmersa en la lucha política entre el sindicalismo obrero y el anarquismo. El año 1910 Prat de la Riba había resultado elegido presidente de la Diputación de Barcelona. Según Casanova, 2000, p. 327. Según consta en AMCN C22 Exp.11, se habla de cesión del Restaurante del Parque para celebrar la exposición durante las próximas fiestas de Santo Tomás y de Navidad. 31 de octubre de 1912.
[94] Casanova, , 2000), p. 325.
[95] Según Casanova, Rossend, 2000, Ibídem.
[96] AMCN C22 Exp. 15. Barcelona, 1909.
[97] AMCN C22 Exp. 15. Barcelona, 1909.
[98] Borrador de la lista de invitados. AMCN C22 Exp. 15. Barcelona, 1909.
[99] AMCN C22 Exp. 15. Barcelona, 1909.
[100] AMCN C22 Exp. 15. Barcelona, 1909.
[101] Estatut de la Junta de Ciències Naturals. Ajuntament de Barcelona-Diputació de Barcelona. 1917. p. 19. Según Casanova, Rossend, 2000, p. 335.
[102] AMCN C32 Exp. 23. Barcelona, 1917.
[103] Está claro que hubo una intención de recuperar el proyecto de reproducción de mamíferos antediluvianos, que con gran entusiasmo había iniciado Norbert Font i Sagué, pues existen facturas de modelos realizados. No sabemos a ciencia cierta si se contemplaba la ejecución de reproducciones a escala natural. AMCN C32 Exp.6 y AMCN C32 Exp.7. Barcelona, 1916.
[104] En un inicio la Junta disponía de un presupuesto de 50.000 pesetas con el que modestamente podía llevar a cabo su actividad, centrada en el mantenimiento de los diferentes servicios pero sin acometer nuevas instalaciones como ‘un pequeño jardín botánico, un pequeño parque de aclimatación, la reproducción de animales antediluvianos cuyos restos han sido hallados dentro del término municipal, los mapas en relieve de geografía, botánica y zoología, así como las maquetas de los cortes geológicos de Cataluña, litológicos y barimétricos de nuestro litoral'. El año 1914 la dotación quedó reducida a 35.000 ptas. y el año 1915, a 27.500 ptas. En ese empobrecido contexto, la Junta de reciente creación se propuso reemprender su actividad normal y solicitó al Ayuntamiento un presupuesto adicional de 7.850 ptas. para poder hacer frente a los compromisos pendientes para ese año 1916 y reclamó la consignación normal de 50.000 ptas. anuales por los servicios de la Junta. AMCN C32 Exp. 13.
[105] AMCN C32 Exp. 23. Barcelona, 1917.
[106] AMCN C32 Exp. 23. Barcelona, 1917.
[107] AMCN C32 Exp.23. Barcelona, 1917.
[108] El énfasis en la investigación en el laboratorio parece un intento de aproximación a las nuevas ciencias experimentales. De todos modos, podemos suponer que esos laboratorios continuaban conservando gran parte del carácter analítico/comparativo de Pickstone, John, op. cit., p. 111-138.
[109] Arranz, Manuel, op. cit., p. 91 y Margalef, Ramón, 1991, p. 41.
[110] Alhama, M. (Fund)., 1917. Existe un ejemplar en AMCN C38 Exp.6. Barcelona, 1917.
[111] Alhama, M. (Fund), 1917, op. cit. p. 221.
[112] AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1916.
[113] ‘En esta forma, la instalación de los mamíferos en vitrinas centrales, visibles por todos los lados, en un ala de la planta baja, podría ser un hecho, quedando la otra para las aves, reptiles etc. y el piso primero para las colecciones mineralógicas. En el cuerpo central podría instalarse debidamente la Biblioteca especial en forma de poder ser comodamente consultada por el público'. AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1916.
[114] AMCN C32 Exp.13. Barcelona, 1916.
[115] La Junta va solicitó un presupuesto extraordinario a la Comissió de Hacienda para ‘posar aquell local en condicions per ser aprofitat, repassant el sostre que cau á trossos, posant cristalls, pintant el gran saló, vestíbol i escala, construint baranes pera les galeries, etc. pressupost que estudiat amb la major economia possible se reduhi a unes 17.500 ptes'. AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1916.
[116] C32 Exp.23. Barcelona, 1917.
[117] Alhama, M. (Fund), 1917, op. cit., p. 222.
[118] AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1916.
[119] AMCN C31 Exp.8. Barcelona, 1916, 1917 y 1918.
[120] AMCN C32 Exp.23. Barcelona, 1917.
[121] Alhama, M. (Fund), 1917, op. cit., p. 222.
[122] AMCN C31 Exp.8. Barcelona, 1916, 1917 y 1918.
[123] AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1916.
[124] Incluso hemos visto que Martí i Codolar había planteado su colección de animales vivos como un jardín de aclimatación.
[125] La petición fecha del 21 de mayo de 1917, es decir, poco después de la inauguración de las nuevas instalaciones de la Junta de Ciencias Naturales. AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1917.
[126] AMCN C32 Exp.17. Barcelona, 1917.
[127] AMCN C32 Exp. 23. Barcelona, 1917.
[128] AMCN C32 Exp.8. Barcelona, 1916.
[129] ‘Después de la vetllada ans de ahir al Saló de Cent per a donar compte dels nous serveis que ha montat la Junta de Ciències Naturals, es celebrà ahir, diumenge, la visita a les instal·lacions. Són aquestes: el Museu de Catalunya, la nova forma del Museu Martorell, l'Invernacle i l'Aquarium'. Según La Veu de Catalunya. 19 de abril 1917. AMCN C32 Exp.23. Barcelona, 1917.
[130] AMCN C32 Exp.8. Barcelona, 1916.
[131] AMCN C32 Exp.23. Barcelona, 1917.
[132] La Junta lamenta que esta ciudad no tenga Jardín Botánico –no por falta de interés- mientras que ciudades como Valencia sí tienen. ‘Barcelona preocupándose de ello años ha, como lo demusetra el acuerdo municipal de 22 de Marzo de 1906, no ha podido aun organizarlo'. AMCN C32 Exp. 17. Barcelona, 1916.
[133] AMCN C20 Exp.2. Barcelona 1909.
[134] AMCN C19 Exp.8. Barcelona, 1915.
[135] AMCN C33 Exp.8 y C38 Exp.8. Barcelona 1917.
Fuentes
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