Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XV, nº 875, 5 de junio de 2010
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]



LA DIFUSIÓN DEL
CONCEPTO GENTRIFICATION EN ESPAÑA: REFLEXIÓN TEÓRICA Y DEBATE TERMINOLÓGICO

 

 

 

Ricardo Duque Calvache

PDI en formación. Departamento de Sociología. Universidad de Granada

ricardoduque@ugr.es

 

 


 

La difusión del concepto gentrification en España: reflexión teórica y debate terminológico (Resumen)

   

El aumento del interés generado por los procesos de gentrification en las ciudades españolas ha dado como resultado un importante crecimiento en el número de publicaciones y trabajos de investigación en torno al tema. Pero es necesario completar este avance empírico con un análisis teórico acerca de las semejanzas y diferencias que presenta el fenómeno, al desarrollarse en contextos urbanos muy diferentes. Tomando como punto de partida la propia noción de gentrification y sus nuevas acepciones aparecidas en la literatura reciente, se pretende iniciar un debate no tanto en torno a la palabra en sí como en cuanto a su contenido. La discusión, pues, no se limita a la mejor manera de traducir el concepto de gentrification, sino a la conveniencia de hacerlo, al menos sin una fase de reflexión previa.

                                              

Palabras clave: ciudades españolas, elitización, gentrificación, aburguesamiento

 


 

Diffusion of the concept gentrification in Spain:  theoretical reflection and terminological debate (Abstract)

 

 The increasing interest on gentrification processes in Spanish cities has caused an important growth in the number of publications and research projects on the issue. But it is necessary to complete this empirical progress with a theoretical analysis about the similarities and dissimilarities of the phenomenon in different urban contexts. Starting from the English word gentrification, we try to initiate a debate. Not about the expression itself, but about its meaning. Therefore, this debate is not limited to the best way to translate gentrification to Spanish language, we even discuss if it is proper to do so, at least without a previous reflection stage.  

 

 Key words: Spanish cities, elitización, gentrification, aburguesamiento

 


   

 En 1984, Chris Hamnett definía la gentrification como un fenómeno simultáneamente físico, económico, social y cultural, que implica la invasión por parte de las clases medias-altas de vecindarios obreros y áreas mixtas y el reemplazo o desplazamiento de muchos de sus habitantes originales. Estas breves líneas nos muestran la complejidad e interés del tema en cuestión. Sus múltiples facetas han hecho posible su estudio desde diversas disciplinas, su relación con las cuestiones de la estructura de clases y el conflicto social mantienen encendido el debate acerca de sus causas y consecuencias. Por otra parte, el interés por su estudio ha sido creciente desde los años setenta, especialmente en el contexto anglosajón, hasta el punto de traspasar las fronteras del ámbito académico y de la investigación social y convertirse en un término relativamente popular, incorporado a los diccionarios de la lengua inglesa, como los editados por Oxford, Cambridge, Collins... Desde hace décadas este concepto ha sido empleado tanto por los propios habitantes que lo estaban viviendo en sus vecindarios, como por los medios de comunicación al describir los conflictos sociales que se generan. Pero este interés, especialmente desarrollado en los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, y extendido a muchas otras ciudades en Europa y el resto del mundo, no ha tenido un crecimiento paralelo en España, donde hasta el momento, la atención prestada al fenómeno ha sido escasa. Tal déficit se refleja en la escasez de investigaciones al respecto y en la no generalización del término.  

 

¿Esta escasa repercusión puede tener relación con el hecho de ser una expresión en lengua inglesa, cuyo significado no es evidente en primera instancia? Luz Marina García Herrera escribió en 2001 un artículo dirigido a tratar de subsanar tal situación. Trataba, específicamente, sobre cómo traducir tal concepto a nuestro propio idioma, apostando finalmente por “elitización” como el término más adecuado. Aunque este texto es inicialmente una respuesta directa a esa cuestión terminológica, mi interés no radica tanto en la denominación que le demos, como en el fenómeno en sí, y en su desarrollo reciente. A nivel internacional se han publicado un gran número de trabajos que se caracterizan por su atención a nuevos aspectos relacionados con la gentrification y por distanciarse a nivel metodológico y teórico de las líneas que habían marcado el debate con anterioridad. Se han multiplicado también los textos originados en España,  pero en estas nuevas contribuciones puede echarse en falta una reflexión acerca del riesgo de aplicar una categoría definida y consolidada en el contexto anglosajón a un entorno urbano bien distinto. Es por esto que a lo largo de este texto se empleará directamente el término en lengua inglesa. En definitiva, se pretende un relanzamiento del debate sobre la gentrification, atendiendo a las nuevas tendencias a nivel internacional y a los estudios desarrollados en nuestro país en los últimos años.

 

 

Sobre el concepto de gentrification

 

La mayor parte de los escritos sobre gentrification se inician mencionando el libro de Ruth Glass (1964), al ser este texto en el que se acuñó el término. Esto ocurre incluso en ocasiones en las que se evidencia que no se ha leído dicha obra, como  comenta acertada y sarcásticamente Tom Slater (2009). En este caso es necesario volver al momento inicial para entender mejor el contexto de producción de esta palabra y los matices que contiene. El término original, como bien explica Hamnett (2003) tiene un carácter irónico y establece un paralelismo con la estructura social rural británica. La gentry es la “clase social que se sitúa justo por debajo de la nobleza”[1] y que lleva asociada una cierta reminiscencia del pasado[2]. Quizá el mejor retrato de la gentry, de nuevo siguiendo a Hamnett (2003) lo ofrezcan las novelas de Jane Austen, como Sentido y sensibilidad u Orgullo y prejuicio, de 1811 y 1813, respectivamente. En ellas se ofrecen vívidos retratos de la forma de vivir y pensar de dicho grupo, en cierto modo representante de una época. Es por eso que su empleo para definir un cambio en el centro urbano es chocante, ya que la palabra trae a colación un modo de vida muy propio de lo rural y del pasado.

 

Hamnett considera que el objetivo de esta aparente contradicción es apuntar al surgimiento de una nueva clase social urbana, una emergente clase media, nacida del paso de la sociedad industrial a la postindustrial. En este último punto es posible una interpretación del término diferente a la que realiza este autor, que además la emplea para restar importancia al fenómeno frente a otros grandes cambios sociales. Consideramos que el término no hace referencia a los protagonistas, que evidentemente no son equivalentes a la nobleza rural, sino al cambio que imprime en el carácter del barrio y los estilos de vida, que para algunos de los viejos residentes sí debían de resultar tan distintos y ajenos como los juegos de sociedad de la añeja gentry.  

 

 

Nuevas acepciones del término gentrification

 

Mucho ha llovido desde entonces, a efectos del debate académico en torno a la idea. El término ha variado, adquirido nuevos significados y ampliado sus acepciones hasta convertirse en una suerte de paraguas terminológico que engloba procesos de cambio muy diferentes y que en ocasiones genera debate por considerar su uso adecuado o no. En cierto modo, la definición de Glass ha llegado a “morir de éxito”, por lo que muchos autores abogan por su revisión, para abandonarla unos, para ponerla al día otros.

 

Lees, Slater y Wyly (2008) señalan tres líneas en las que se está ampliando el significado. La primera es la gentrification de nueva construcción, esto es, la que se desarrolla en espacios vacíos o de uso no residencial. La segunda es la transformación de barrios previamente renovados o “super-gentrification”. La tercera, su aplicación a espacios rurales. Comentaré brevemente estas tendencias y añadiré otras dos vertientes del uso del término que pueden someterse a debate. Por una parte, su uso para analizar ciudades en un contexto espacial, económico y político diferente (especialmente en ciudades del llamado Tercer Mundo) y por otra su empleo como metáfora de un cambio “a mejor” en general.

 

El primer caso de este tipo de nuevos usos de la palabra que han sido puestos en cuestión es su aplicación para calificar procesos de renovación de espacios urbanos cuyo suelo antes no tenía una función residencial. Básicamente estamos hablando de espacios industriales y portuarios, existentes en muchas ciudades importantes, que cuentan con una localización excelente, pero muchas veces abandonados o infrautilizados. Las intervenciones en estas áreas suelen ser puestas como ejemplos de revitalización y de transformación exitosa de estructuras obsoletas en espacios modernos y atractivos. Al no haber habitantes desplazados directamente, puesto que no era suelo residencial, ¿puede considerarse gentrification? Para muchos autores no lo es, o si lo es se intenta diferenciar esta gentrification “buena”, sin perjudicados a primera vista, de la habitual (Boddy, 2007). La conclusión de este autor es que agrupar estos procesos bajo tal denominación es forzar demasiado el significado. Este abandono de la palabra gentrification cual es fuertemente criticado por Slater (2008).

 

 Este argumento puede ser debatido apoyándose en varias razones. La primera es que el mecanismo subyacente es el mismo, el rent gap o “brecha de renta”, concepto introducido por Neil Smith (1979). Al ser un suelo empleado en un uso poco rentable, hay una gran diferencia entre este valor y el que potencialmente podría alcanzar cambiando su uso. Este margen económico es el que justifica la realización de fuertes inversiones en los centros urbanos. El abandono y la desinversión no son, desde esta perspectiva, casuales, sino un paso previo necesario para generar este margen de beneficios, ya sea en suelo residencial o industrial. Así pues, la lógica subyacente es la misma, lo cual puede ser un motivo para englobarlo dentro del fenómeno. Un segundo motivo, de nuevo siguiendo a Lees, Slater y Wyly, (2008), proviene de la clasificación de Marcuse (1986) de las diferentes formas de desplazamiento. Es cierto que al no tratarse de zonas residenciales, no hay un desplazamiento directo. Pero la pérdida de empleos (en el caso de zonas todavía residualmente activas) afecta a la población de clase trabajadora, que puede ver sensiblemente reducido su poder adquisitivo. Además es frecuente (y casi diríamos lógico) que una vez iniciada la renovación y reconstrucción en áreas industriales o portuarias, el proceso no se detenga ahí, y acabe afectando primero a los precios de las viviendas cercanas, y finalmente a los edificios en sí. Esto provoca un desplazamiento indirecto. Aún en el caso de que se lograse controlar las repercusiones en los barrios próximos, se producirá un desplazamiento por exclusión –exclusionary displacement- ya que las nuevas viviendas no van a ser asequibles para los ciudadanos de rentas más bajas. Los proyectos de renovación de este tipo no suelen dotarse de una provisión de vivienda pública o de precio protegido, por lo que el resultado es que una parte de la ciudad que antes habitaban se vuelve ajena a las clases menos pudientes.

 

Otra tendencia novedosa respecto al término original es la super-gentrification (Lees, 2000), o el estudio de los ultra-gentrificadores (Atkinson, 2000). En este caso, en lugar de afectar a integrantes de la clase trabajadora, el proceso toma lugar en zonas que ya previamente habían sido sometidas a la gentrification, por lo que sus habitantes son de clase media. De nuevo al igual que en el punto anterior, el mecanismo económico y social que provoca el cambio es el mismo, aunque sus afectados en este caso cuentan con más recursos económicos y sociales, por lo que los problemas generados se ven amortiguados y el interés, desde un punto de vista de las problemáticas sociales, decae.

 

La gentrification rural, es la tercera variante del término, que está apareciendo con relativa frecuencia[3]. Podemos mencionar a autores como Phillips (1993, 2005), Friedberger (1996), Ghose (2004). También Smith y Holt (2005) o Hines (2007) han abordado específicamente este tema. En este caso, el uso del término me parece más discutible. En primer lugar porque desdibuja la idea. La valoración del espacio en el ámbito rural es muy diferente, y también lo son las actividades económicas e inmobiliarias. Por otra parte, este concepto está ligado a un contexto, como son las áreas céntricas urbanas, y a procesos de cambio de las ciudades como la suburbanización y la renovación de espacios degradados. Aunque estos investigadores hacen referencia a un proceso de sustitución y cambio, encuadrarlo como ejemplo de gentrification confunde más de lo que aclara. Para el caso español podría ser especialmente interesante estudiar los cambios radicales en población y parque de viviendas en las zonas costeras ligados al turismo y la incontinencia inmobiliaria de la última década. No hay necesidad de forzar el alcance de un concepto para analizar un fenómeno con similitudes, pero también con importantes diferencias. De nuevo nos encontramos con el problema de la extensión excesiva del término, llegando Darling (2005), como ejemplo más extremo, a hablar de la “gentrification de la Naturaleza ” (gentrification of the Wilderness).

 

Muy frecuente en el ámbito de las revistas científicas de ciencias sociales en los últimos años ha sido la publicación de estudios sobre gentrification en diferentes ciudades del mundo, rompiendo el contexto espacial, económico y político de las publicaciones anteriores. Estos estudios van desde áreas relativamente cercanas al entorno de la Unión Europea como Estambul (Bezmez, 2008) hasta las zonas más distantes, como las ciudades costeras de Nueva Zelanda (Freeman y Cheyne, 2008) o Seúl (Ha, 2004). Se han estudiado también ciudades en países que no están en el grupo de los más ricos, sino entre los emergentes o incluso pobres, como Puebla en México (Jones y Varley, 1999) o Salvador de Bahía en Brasil (Nobre, 2003). Y también ciudades en países con unos niveles de desigualdad interna muy superiores a los que estamos acostumbradas a abordar, como por ejemplo Ciudad del Cabo, en Sudáfrica (Visser y Kotze, 2008).  Recientemente se ha comenzado a investigar sobre los procesos de renovación urbana en naciones anteriormente pertenecientes al bloque comunista. En estas ciudades, la existencia de un sistema previo de provisión pública de vivienda, sumado a las profundas transformaciones sufridas en un periodo de tiempo tan corto han dado lugar a auténticos vuelcos en sus áreas céntricas. Badyina y Golubchikov (2005) se fijan en el caso de Moscú, y Sykora (2005) dedica su capítulo a la incidencia en los países postcomunistas en un libro colectivo  sobre la gentrification en un contexto global.

 

Como se comentaba en la introducción y posteriormente se desarrollará algo más para el caso español, es arriesgado trasplantar un término nacido en un contexto urbano y social a otro diferente, corriendo el peligro de llamar por el mismo nombre a cuestiones muy diferentes. Especialmente peliagudos son los estudios sobre grandes ciudades en los países más pobres donde la escala del proceso se dispara. Los ciudadanos de clase trabajadora son enormemente más pobres, sus viviendas evidentemente peores y las formas que toma el desplazamiento, mucho más brutales. En ocasiones, no se trata de transformación, sino que tras expulsar a toda la población, se construye un nuevo barrio partiendo de cero sobre los cimientos del anteriormente existente[4]. Ahora bien, a pesar de la magnitud tan distinta, y lo pequeños que pueden hacer parecer nuestros propios problemas urbanos por la simple comparación, tiene sentido englobar estos procesos bajo la misma denominación. Y de nuevo, puede señalarse que la lógica subyacente es la misma. En este caso la acción inmobiliaria carece de muchas de las regulaciones jurídicas y sociales presentes en nuestro contexto, y la mayor diferencia de poder entre los beneficiarios y los perjudicados hace que la gentrification sea más descarnada y agiganta sus rasgos. Puede considerarse aplicar esta categoría de análisis para este caso como beneficioso para ambos: la experiencia del desarrollo del proceso y la resistencia a él en Occidente puede servir como orientación para tratar de controlar o combatir sus consecuencias negativas en las ciudades donde ahora comienza a producirse. Para las ciudades y países ricos, debe emplearse como indicio sobre el alcance que estos cambios en la estructura urbana pueden alcanzar ante una situación de desregulación y mayor desigualdad.

 

La popularización del término ha sido tal que ha empezado a utilizarse como metáfora de procesos de renovación que nada tienen que ver con el sentido original de la palabra. Smith (1996:36)  pone como ejemplo un estudio sobre la prehistoria que habla de la expulsión de cazadores-recolectores por parte de los sedentarios, y llama al proceso gentrification. Por un lado, argumenta Smith, es positivo que el término sea conocido y empleado, pero por otro las metáforas acaban asociando la gentrification con la inevitable y universal sustitución del pasado por algo nuevo. Y a sus críticos los alinea con “el rechazo del progreso por parte de los cazadores-recolectores rechazados” (página 36). Esto ha seguido produciéndose posteriormente, y en diferentes ámbitos. Por ejemplo, en una artículo publicado en la revista Nursing inquiry, de enfermería, en la que se habla de gentrification para explicar la sustitución de enfermeros varones por mujeres en la Australia del siglo XIX (Barber, 1996) u otro que habla de la “gentrification de Robin Hood” (Skura, 2003).

 

Es necesario, concluyendo, defender la vigencia del concepto gentrification, pero tomando dos precauciones esenciales. En primer lugar, evitar su aplicación para describir fenómenos que sólo tangencialmente están relacionados con el fenómeno al que hace referencia originalmente,  y que pueden llegar a desdibujar su significado. Pero, en segundo lugar, es necesario revisar y poner al día el contenido de la noción, que como hemos visto, tiene que dar cabida a realidades muy diversas en un contexto más complejo y amplio. En concreto, para hacer un estudio sobre cambios en los barrios centrales de las ciudades españolas, es fundamental conocer los estudios anteriormente llevados a cabo en ellas para poder matizar de qué se habla al decir que un barrio está modificándose a causa de la gentrification.

 

 

Contribuciones al estudio de la gentrification en España

 

En nuestro país, el interés por estudiar procesos de gentrification es creciente, especialmente a partir del año 2000 (aunque sea muy reducido en comparación con el volumen de estudios en otros países). Este crecimiento está relacionado con la aproximación del sistema urbano español a sus homólogos en otros países (existen ciudades medias en España que están desarrollando áreas metropolitanas en la actualidad, cuando en los Estados Unidos la vida suburbana es la norma desde hace más de medio siglo). No obstante, puede que este aumento del interés por la gentrification haya sido originado, más que por un cambio en la realidad de las ciudades, por la mayor difusión en España de los estudios realizados internacionalmente. Es en el campo de las revistas científicas donde se han producido la mayor parte de las contribuciones al corpus teórico sobre la gentrification. Los libros específicamente dedicados al tema son escasos y solían componerse de aportaciones breves de diferentes autores por capítulos (como por ejemplo en Smith y Williams, 1986) o ser fruto de una revisión y ampliación de artículos anteriores de un mismo autor (Smith, 1996). Una excepción la encontramos en el anteriormente citado volumen de Lees, Slater y Wyly (2008), que fue concebido específicamente como el primer libro de texto abordando la gentrification, tras casi 40 años de producción científica. Como decía, la posibilidad de acceder a centenares de artículos procedentes de todo el mundo en torno a un tema tan poco tratado en nuestro entorno próximo supone un acicate para tratar de rellenar esa laguna en el conocimiento o al menos tratar de analizar sus causas.

 

Al dirigirse al estudio de nuestras áreas urbanas, empiezan a aparecer procesos que parecen coincidir en líneas generales con lo que se identifica en la literatura internacional como gentrification. Y ante estas circunstancias, dos tentaciones son casi inevitables. En primer lugar, analizar lo que se encuentra aquí a la luz de las conclusiones que arrojaron estudios anteriores en otros contextos espaciales y temporales. Segundo, y casi de inmediato, traducir el término, práctica muy habitual y que es necesaria para evitar una excesiva utilización de neologismos foráneos, pero en ocasiones se hace algo a la ligera. Ciertamente la palabra en cuestión es compleja, y esto podría ser una barrera especialmente a la hora de traspasar los círculos académicos y popularizarse a nivel social. Aunque curiosamente, colectivos no académicos, como vecinos y activistas en lucha contra procesos de renovación urbana, parecen más dispuestos a utilizarlo que los propios investigadores. Por ejemplo, en la sevillana Alameda de Hércules. En los principales portales de información alternativa, como Indymedia o Nodo50, es posible leer noticias sobre un proceso de “gentrificación” en la zona[5].

 

Entrando en el plano de las publicaciones, como se explicó con anterioridad, prácticamente no hay referencias anteriores al año 2000, salvo en forma de alusiones en textos más generales sobre geografía o sociología urbana, que la mencionan como tendencia, pero no profundizan en ella. Por ejemplo, la versión española del diccionario de Johnston, Gregory y Smith (1987) incluye varias voces relacionadas, por lo que hay constancia del fenómeno, pero no se trabaja sobre él. La excepción se encuentra en el artículo de Vázquez Varela (1992) Este trabajo puede considerarse pionero en la introducción explícita de la idea de gentrification aplicada a un proceso de cambio en el centro de una ciudad española, apoyándose en una bibliografía internacional. Posteriormente la misma autora ahondaría en este tema con su tesis doctoral, Espacio urbano y segregación social. Procesos y políticas en el casco histórico de Madrid, de 1996. También Martínez Rigol, en su tesis El retorn al centre  de la ciutat. La reestructuració del Raval entre la renovació i la gentrificació, del año 2000, hace una referencia directa desde el título de la misma.

 

A partir de este momento comienzan a publicarse más trabajos relacionados con el tema, especialmente en revistas científicas. En un primer momento algunos trabajos se dedican a la revisión teórica (Sargatal Bataller, 2000) y terminológica (García Herrera, 2001), posteriormente las investigaciones empíricas en áreas específicas de diferentes ciudades toman el relevo. En la actualidad es palpable el creciente interés por el tema en la realización de comunicaciones en congresos de diferentes ramas de las ciencias sociales relacionados con la gentrification y entre los investigadores que están iniciando su carrera científica.

 

Sin entrar a revisar detalladamente los autores y los artículos producidos en los últimos años, ya que es esto precisamente lo que hacen García Herrera y Díaz Rodríguez (2008), sí se destacaran tres trabajos especialmente, por dos cuestiones. Díaz Parra (2009) por ser el ejemplo más reciente del interés por el tema, en este caso desarrollando el trabajo de campo en la ciudad de Sevilla. Y también los trabajos de Vicario y Martínez Monje (2003) y de García Herrera, Smith y Mejías Vera (2007) por haberse publicado en revistas internacionales, lo que ha multiplicado su repercusión y en cierto modo ha colocado a nuestro país en el mapa de la “geografía de la gentrification” que solicitaba Ley (1996) y en el que insistía Lees (2000).

 

En todos estos trabajos, a los que hay que reconocer su aportación al introducir una temática novedosa y de gran interés, subyace una cierta limitación común. Sería necesario intentar realizar una elaboración teórica a nivel nacional, donde el contexto modifica sustancialmente la forma en que se desarrolla el fenómeno. Es cierto que abordar el estudio de este proceso no es fácil, dado que en primer lugar las principales obras de referencia, muchos de los clásicos que han sentado las bases de lo que posteriormente sería el estudio de la gentrification, no han sido traducidos a la lengua castellana por ninguna editorial. La importancia de esta limitación es decreciente en el entorno globalizado actual, pero no es en absoluto desdeñable. Muchos de estos textos imprescindibles se hallan además descatalogados, por lo que son muy difíciles de conseguir. Afortunadamente, como ya comentamos con anterioridad, la mayor parte de la producción científica sobre la gentrification no se ha plasmado en la publicación de libros, sino más bien en una muy extensa producción de artículos científicos en revistas especializadas.

 

Estas barreras provocan que a la hora de estudiar la gentrification en nuestro país exija una ardua tarea de documentación previa, que acaba condensándose en un esquema conceptual basado en la literatura internacional. Pero estos textos parecen tener como finalidad principal clarificar las ideas del propio autor y sobre todo presentar una temática desconocida para la mayor parte de los potenciales lectores. Lo cual es, por otra parte, absolutamente necesario si se pretende establecer la gentrification como tema y problema de investigación. El problema es que tras realizar una caracterización del concepto, sus causas, los principales autores y enfoques para su estudio, se da por cerrado el apartado teórico. Posteriormente se pasa al plano empírico, donde por lo general se encuentran indicios que concuerdan con el modelo general establecido con anterioridad. Precisamente tras realizar el trabajo empírico sería del máximo interés reflexionar acerca de los aspectos en los cuales la experiencia de cambio en un barrio concreto no coincide con lo descrito en las publicaciones internacionales: Qué indicadores de los que son descritos en tales trabajos no son aplicables y cuáles están disponibles aquí como novedad; si los actores definidos como protagonistas en Nueva York o Londres están presentes en las ciudades españolas y si su conducta es similar; si la velocidad a la que se producen los cambios es similar o diferente. Este es, en nuestra opinión, el gran déficit actual de los estudios españoles sobre gentrification. Incluso en los trabajos más difundidos es apreciable esta carencia. Vicario y Martínez Monje (2003) titulan su trabajo ¿Otro efecto Guggenheim?, estableciendo desde el comienzo el paralelismo de la situación en Bilbao con la producida en otros lugares por la edificación de este “museo-franquicia” emblemático. En el caso de García Herrera, Smith y Mejías Vera (2007) se apoyan mucho, evidentemente, en la teoría de Smith, y en otros recientes trabajos como el de Fox Gotham (2005) sobre la influencia del turismo en los procesos de cambio urbano. Cerrando este apartado, añadir que para empezar a construir teoría sobre la gentrification desde España debemos comenzar por los cimientos, lo cual nos lleva de vuelta al inicio, la propia noción de gentrification y cómo vamos a denominarla. 

 

El debate terminológico

 Gentrificación  es la forma más directa de trasladar el término a nuestro propio idioma, y quizá por esto mismo la más escuchada en los ámbitos no académicos. Es empleada por Sargatal (2000 y 2001) o por Díaz Parra (2009). Y digo trasladar ya que no se trata de una traducción, sino de simplemente adaptar la forma de escribir y pronunciar la palabra a nuestro propio lenguaje. La ventaja de hacer esta operación es que facilita su transmisión directa a los hablantes de nuestro idioma[6]. La desventaja es que se despoja al término de su etimología, que como comentábamos anteriormente, es importante y cargada de matices en el contexto anglosajón. De ese modo, se convierte en una palabra opaca que sólo puede ser entendida por los que la conocen previamente o mediante una explicación. No es por tanto una buena opción, ya que genera tantos inconvenientes como resuelve.

 

García Herrera (2001) menciona el uso de aristocratización como otra posibilidad, empleada con más frecuencia entre los castellano parlantes de América, como Hardoy y Gutman (1992)[7]. Aunque sea una traducción relativamente fiel de la palabra original, creemos que no es adecuada. Su principal ventaja es que transmite una sensación bastante arcaica, como hacía intencionadamente Glass (1964). De ese modo se evidencia que no hablaba de los protagonistas, sino del proceso que sufría el barrio, como ya dije anteriormente. El problema es que no llega, en mi opinión, a dar el matiz irónico que sí tenía en inglés[8]. Además, la gentry original se situaba justo por debajo de la nobleza, mientras que la aristocracia en castellano se corresponde con las más altas capas de la estructura social clásica. De hecho, si tratamos de encontrarle un paralelismo en nuestra propia historia, se corresponderían mejor con el castizo término de “hidalgo”. Ni “hidalguización” ni “enhidalgamiento” resultan más adecuadas que aristocratización, por lo que considero necesario seguir buscando otras opciones.

 

Elitización o elitización residencial son las opciones que proponía García Herrera (2001), aunque ya había sido utilizada con anterioridad. La versión española del Diccionario de geografía humana de Johnston, Gregory y Smith (1987) empleaba la expresión elitización urbana para explicar el proceso. Esta forma de traducir tiene una importante ventaja, y es su capacidad de transmitir el carácter excluyente del cambio que sufren los barrios afectados. El nuevo barrio no es para todos. Pero emplear esta palabra tiene algunos inconvenientes. Expresiones como “elitización de un barrio” pueden entenderse a priori de dos maneras, como acción y efecto. La elitización puede ser el efecto, el tipo de transformación que sufre el barrio, que asciende socialmente. O se puede entender como la acción, y en este caso lo que describimos es la entrada de nuevos habitantes, las élites. Anteriormente destacábamos que lo importante es el efecto sobre el barrio. El problema es que en castellano se privilegia el sentido de acción, y casi de forma inevitable al oír elitización pensamos en que llega una élite. Y en sentido estricto, no lo es. Hay que recordar que los protagonistas de este proceso no son las clases altas. Salvo en sus formas más sofisticadas, que previamente denominamos como “super-gentrification” y que se pueden encontrar en lugares con procesos de gentrification ya consolidados, como Londres o Nueva York (pero difícilmente en España), la gentrification es un proceso protagonizado por clases medias. La élite, “minoría selecta o rectora[9]”,  sigue viviendo en zonas suburbanas o en comunidades cerradas. Los que típicamente retoman el centro son jóvenes profesionales, que en muchos casos pueden acceder a los elevados precios del suelo por disponer de dos sueldos en el hogar y no tener hijos a su cargo (Dangschat y Felde, 1992). En resumen, el problema de emplear elitización es que sutilmente arroja el matiz de la “culpa” del cambio a sus protagonistas, retratados como un colectivo deseoso de exclusividad y con poder como para conseguirla. Y esto es equivocar el objetivo de la crítica, que no debe recaer en los individuos que están inmersos en el cambio, sino en la lógica subyacente, que permite emplear un bien básico (y un derecho, aunque sólo a nivel formal), la vivienda, como medio de especulación.

 

La última opción que voy a tratar es la que a mi juicio resulta más precisa: aburguesamiento. La primera ventaja la ofrece en relación a una de las debilidades que criticábamos de la elitización. Aburguesamiento trae a la mente la idea de protagonismo de la clase media (quizá más exactamente de la clase media-alta), lo cual es adecuado. Este criterio es compartido por la literatura sobre el fenómeno escrita en francés, que aunque menos abundante y asentada que su homónima inglesa, debe ser tenida en cuenta. Los franceses han estudiado y escrito sobre el embourgeoisement -aburguesamiento, exactamente- desde Dangschat y Felde, (1992) a  Fijalkow y Oberti (2001).  Es importante destacar que el contexto urbano francés (con todos los matices que este tipo de generalización puede suscitar) es más similar al de nuestro país que los que podemos encontrar en zonas más al norte del continente, y más aún, en los Estados Unidos. Una ventaja adicional es que transmite bien el cambio acaecido en el barrio: es fácil que la gente entienda a un nivel intuitivo qué significa que una zona se aburguese.

 

No obstante, podemos hablar de dos inconvenientes de diferente índole. Uno es de tipo casi bibliométrico. El término aburguesamiento ha sido empleado con frecuencia en estudios sobre estructura social, hablando del fenómeno del “aburguesamiento de la clase obrera”. Utilizar la misma palabra para definir otra acepción puede complicar la búsqueda de información, especialmente cuando la literatura sobre el otro sentido es mucho más abundante que la que se pueda empezar a producir en torno a nuestro tema central. Tal vez para evitar esta confusión, Los propios investigadores franceses, por lo general más celosos en cuanto a la introducción de términos foráneos en su idioma, están empezando a emplear el vocablo gentrification, incluso cuando escriben en su propia lengua. Por citar dos ejemplos recientes podemos mencionar a Pelicand (2008) y Perrenoud (2008).

 

El segundo es una cuestión de matiz, pero que tiene cierta importancia. La pequeña burguesía es el grupo paradigmático de la vieja clase media, ya descrita en los estudios clásicos sobre estructura social hace más de un siglo. Y en cambio la gentrification está muy ligada a grupos muy diferentes a estos pequeñoburgueses, y son frecuentemente definidos como una “nueva clase media”. Podemos encontrar ejemplos de la importancia de ciertos colectivos emergentes en la reconfiguración de los centros urbanos desde los textos clásicos hasta los más recientes. Castells (1983) destaca el papel de la población homosexual en la transformación de San Francisco en los años setenta. Los artistas fueron el motor del cambio en el Soho neoyorquino, tal como describe el ejemplar estudio Loft living (Zukin, 1982). Hay también un reciente interés en la cuestión de género y su papel en los cambios en las formas de vida urbana  (Bondi, 1999), y con mucha más frecuencia aparecen artículos relacionando gentrification y cuestiones étnicas, tanto desde un punto de vista antropológico (Maurrasse, 2006) como desde una perspectiva más general (Wyly y Hammel, 2004). Caulfield (1994) habla del retorno al centro como una “práctica social crítica”. Ley (1996) considera el traslado de las clases medias al centro una forma de rebeldía contra el modelo de vida establecido en el posfordismo, suburbano y uniformizante. Por esta visión mucho más positiva del fenómeno y sus causas, en ocasiones estos autores son agrupados dentro de una perspectiva común, la “ciudad emancipadora” -emancipatory city- (Slater, 2004) frente a la visión mucho más crítica representada por Smith (1996) y su “ciudad revanchista”. Su foco de atención no se centra en el desplazamiento ni en los actores institucionales y privados que modelan la oferta de viviendas, sino en los grupos sociales deseosos de vivir en los centros urbanos y sus nuevos estilos de vida y prácticas culturales. Desde este enfoque, nada hay más lejos de esta búsqueda de la individualidad que la idea de aburguesarse, hacerse burgués[10].

 

 

Conclusión: ¿traducir o adaptar?

 

Como hemos comentado en el apartado anterior, existen diferentes alternativas para traducir el término gentrification al castellano, cada una con sus ventajas e inconvenientes. Aburguesamiento es la más adecuada desde mi punto de vista, pero tampoco la considero plenamente satisfactoria, por las razones previamente expuestas. Personalmente, y por el momento, consideramos que lo más acertado es emplear el término original, gentrification, por varios motivos.

 

En primer lugar, por razones lingüísticas, porque el idioma castellano no es tan flexible a la hora de crear nuevas palabras y expresiones. Es difícil introducir ese matiz de referirse a la acción y efecto causado, y no a los actores que lo protagonizan. En inglés se hace con frecuencia, y de hecho ya se han creado variantes del concepto que implican a colectivos específicos.  Studentification, para el caso de la llegada de estudiantes (Smith y Holt, 2007) o touristification (Evans, 2002) cuando los protagonistas son turistas. Estas nuevas expresiones son aceptables, o al menos aceptadas, desde el punto de vista del angloparlante. Sus correlatos castellanizados “estudiantificación” y “turistificación” suenan muy forzados: la forma de construir nuevas palabras en nuestro idioma no es tan directa, en general.

 

En segundo lugar, para facilitar el intercambio de conocimiento a nivel internacional en un tema que como vimos con anterioridad está siendo estudiado en todo el mundo. La complejidad que añadiría el que cada lengua emplease un término diferente para referirse a un fenómeno a escala mundial puede ser solventada con el empleo de palabras clave, para evitar la colonización terminológica. Hay que insistir en que en Francia se está comenzando a emplear el término gentrification. Lo cual no es necesariamente un ejemplo a seguir, pero sí un indicio de cómo se está afrontando este mismo debate terminológico en el país vecino.

 

En tercer lugar, hay que tener en cuenta que el propio concepto de gentrification está siendo puesto en entredicho. Slater (2006) describe cómo su uso se va reduciendo, a causa de su asociación con sus efectos negativos. La tercera ola de gentrification, la que se inicia tras la crisis inmobiliaria de los años noventa (Hackworth y Smith, 2001) se caracteriza por una implicación directa de las autoridades públicas. En muchas ciudades europeas y americanas se están desarrollando proyectos de intervención en las zonas céntricas degradadas que están desplazando, indirecta o directamente, a gran parte de la población anteriormente presente en la zona. Ante las protestas vecinales, y para evitar la asociación de estas actuaciones con otras anteriores (que causaron notorios niveles de desplazamiento de los residentes que en teoría iban a beneficiarse de la mejora) se opta por emplear diferentes nombres sin esa carga significativa.  Bromley, Tallon y Thomas (2005) hablan de revitalización y residencialización. Van Criekengen y Decroly (2003) creen que es más apropiado hablar de renovación de vecindarios –neighbourhood renewal-. Otros prefieren emplear la algo grandilocuente expresión “renacimiento urbano” –urban renaissance- (Porter y Shaw, 2008). Más que en las publicaciones científicas, es frecuente encontrar esta terminología en documentos públicos y proyectos de reforma urbana[11]. Se considera que la palabra gentrification está cargada de un sentido social y político, y es por tanto evitada. Por eso, emplear concretamente la palabra “gentrification” tiene un cierto carácter reivindicativo, implica acercarse a las transformaciones en los centros urbanos con una conciencia clara del bagaje científico de estudios anteriores, que han mostrado las consecuencias negativas (deseadas o no) de las inversiones en las áreas céntricas para parte de su población.

 

Como cuarta y quizá más importante razón, lo que se está describiendo con la palabra en inglés gentrification es un proceso observado y definido en el extranjero. Hay una evidente ausencia de estudios sobre el tema en nuestro país, especialmente en comparación con otras naciones. Y en los que se han llevado a cabo, echamos en falta una reflexión crítica en profundidad sobre la posibilidad de aplicación de categorías y definiciones provenientes de otro contexto espacial y temporal a un nuevo marco. Es cierto que hay algunos aspectos comunes que posibilitan entender que se trata del mismo fenómeno, pero ¿qué ocurre con las diferencias? Considero que si estimamos necesario darle un nombre diferente, éste no sea sólo una palabra, sino que también transmita un contenido distinto. Si la gentrification en España es, como parecen indicar las investigaciones que estamos llevando a cabo, más lenta o más tardía; si sus protagonistas son otros; si, simplemente, funciona de otra manera: En cualquiera de estos casos tendremos que rehacer o modificar la definición original. Por tanto, y para terminar, antes de generar una nueva palabra para sustituir al término inglés, consideramos necesario dotar de contenido autóctono al término. Es por tanto nuestra intención continuar profundizando en el estudio de la gentrification, y en concreto en las diferencias que presenta al ser observada en nuestras ciudades con respecto a los datos procedentes de otros lugares. La gentrification, como Rumpelstiltskin, en el clásico cuento de los hermanos Grimm, no puede ser conocida y dominada simplemente dándole nombre.

 

Notas

[1]Oxford’s English dictionary,  Second Edition 1989. http://dictionary.oed.com

 

[2]Cambridge Advanced’s Learners Dictionary 2009. http://dictionary.cambridge.org

 

[3]Si bien es cierto que a medida que los procesos de cambio en una ciudad avanzan, la gentrification tiende a extenderse a espacios cada vez más lejanos del centro. Pero la centralidad es una característica esencial de los espacios potencialmente atractivos, tanto para reducir tiempos de traslado (y ser más atractivos por tanto para las clases medias, desde una óptica del consumo) como para que exista un alto valor potencial del suelo (desde la visión de la producción).

 

[4]En el encuentro The Right to Stay Put: Contesting Displacement in Urban Regeneration / Development schemes, celebrado en  Manchester durante agosto de 2009, en paralelo al encuentro anual de la Royal Geographical Society británica, se dieron cuenta de algunos ejemplos de este tipo, en diferentes países de Asia y África. Especialmente sangrante (por desgracia, en un sentido literal) resulta el caso de la destrucción de barrios de chabolas enteros en las inmediaciones de Ciudad del Cabo, relacionado además con la imagen que la ciudad quiere ofrecer durante el próximo Campeonato Mundial de Fútbol. Más información en http://www.abahlali.org

 

[5]Valgan como ejemplo estos dos enlaces:

http://madiaq.indymedia.org/newswire/display/14848/index.php, http://www.nodo50.org/granpollodelaalameda/05_programa_oficial_desalojos.pdf

 

[6]Y nos evita la difícil elección de pronunciar un término en otro idioma, que siempre genera una crítica. Pronunciarlo correctamente a veces es visto como esnobismo por los que no dominan el idioma, mientras pronunciarlo incorrectamente da una pésima imagen ante los que sí lo conocen.

 

[7]Cit. en García Herrera (2001).

 

[8]Especialmente en una América Latina donde las diferencias sociales son mayores que nunca, y muchas áreas de la cual se está reproduciendo el modelo feudal sustituyendo castillos de piedra por urbanizaciones cerradas (gated communities) defendidas con armas automáticas.

 

[9]Diccionario RAE, 22ª. Edición. (http://www.rae.es)

 

[10] Según la Academia Española de la Lengua : Ciudadano de la clase media y dirigente acomodado que se caracteriza por un cierto conformismo social. Diccionario RAE, 22ª. Edición. (http://www.rae.es)

 

[11]Rodríguez, Moulaert y Swyngedouw (2001) reflexionan sobre la extensión de las nuevas políticas de revitalización en toda Europa, y su relación con las exigencias del nuevo modelo competitivo global.

 

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[Edición electrónica del texto realizada por Laura Oliva]

 

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Ficha bibliográfica:

DUQUE CALVACHE, Ricardo. El concepto de gentrification en España: reflexión teórica y debate terminológico. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XV, nº 875, 5 de junio de 2010 <http://www.ub.es/geocrit/b3w-875>. [ISSN 1138-9796].