REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES (Serie documental de Geo Crítica) Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XIV, nº 822, 5 de mayo de 2009 |
HASTA QUE LA MUERTE NOS UNA: MATRIMONIOS DE ULTRATUMBA Y “NOVIAS FANTASMA” EN CHINA
Daniel Gomà
Investigador posdoctoral
Weatherhead East Asian Institute – Columbia University (Nueva York – EE.UU.)
dgoma@ub.edu / dg2395@columbia.edu
Hasta que la muerte nos una: Matrimonios de ultratumba y “novias fantasma” en China (Resumen)
Este artículo analiza una costumbre ancestral de China de la que se tiene muy pocos datos: el matrimonio donde uno o ambos contrayentes es una persona fallecida y el porqué esta costumbre pervive hasta hoy.
Palabras clave: China, muerte, matrimonio de ultratumba, novias fantasma, tradiciones
Until Death Us Unite: Afterlife Marriage and Ghost Brides in China (Abstract)
This article analyzes a very unknown ancestral tradition in China: the marriege of death people and why it takes place until today.
Key words: China, death, ultralife marriage, ghost brides, traditions
A comienzos de 2007 Yang Dongyan, un joven granjero y padre de familia originario de la provincia china de Shaanxi, era arrestado por la policía. Su crimen: haber asesinado junto a varios miembros de su banda a dos mujeres con el fin de venderlas como novias de jóvenes varones muertos sin haber tenido tiempo de contraer matrimonio. Este caso, junto con otros acontecidos en la misma época, sacaron a luz una práctica casi olvidada pero persistente todavía en algunos puntos de la actual República Popular China (RPCh): el minghun o “matrimonio después de la muerte”.
Una tradición de origen rural
El minghun es una tradición muy desconocida fuera de China e incluso en el interior de la misma no son muchos los que la conocen. En primer lugar, porque se trata de una tradición con diferentes variantes y ubicada en lugares concretos del país. Por otro lado, la progresiva modernización de China ha llevado a la desaparición o a la disminución de muchas tradiciones, algunas de las cuáles claramente discriminatorias según el género, el nivel social, la etnia, etc[1]. Por ello, no es extraño que los estudios sobre el minghun sean escasos. De hecho, se pueden contar con los dedos de la mano los trabajos relacionados con esta práctica. La mayoría se han concentrado en Taiwán, que tiene su propia variante de minghun, debido a las dificultades (por no decir la imposibilidad) que hasta los años ochenta suponía la investigación en la China comunista.
Parece ser que ya en tiempos de la segunda dinastía de China, los Shang (1766-1122 a.C.), existía esta forma de matrimonio después de la muerte, conocido en esa época con los términos chinos de qianzang (literalmente “reentierro”) o jiashang (que viene a significar “casar a los que han muertos jóvenes)[2]. Dicha práctica continuó a largo de los siglos aunque parece ser que sólo cobró verdadera importancia a partir de la dinastía Han (206 a.C. - 220 d.C.), alcanzando su cenit durante la época Tang (618-907). La arqueología ha descubierto algunos entierros de este tipo.
A pesar de su escasa práctica, el minghun sigue existiendo todavía a fecha de hoy pese a los esfuerzos del régimen comunista por erradicarla. El nombre en chino deriva de la unión de los términos ming () y hun (). El primero significa “oscuro” o “profundo” aunque suele ir asociado al concepto del mundo de los muertos (y en ocasiones se refiere al infierno). El segundo significa “casarse” y “ceremonia de boda”[3]. Popularmente conocido como matrimonio de ultratumba, el minghun va asociado a la idea de la vida en el más allá, en la existencia de una vida eterna más allá de la muerte física en el mundo que nosotros conocemos.
La creencia en la vida en el más allá está muy extendida en China y está enraizada en una tradición muy china como es el culto a los ancestros. Ello implica que los vivos deben no sólo honrar a los muertos sino atender a sus necesidades en la otra vida. Descendencia y respeto a los ancianos y muertos son una parte esencial de la institución familiar. Así, no es extraño que un muerto sea enterrado con dinero en el bolsillo o, en los casos más extremos, con algunos lujos (como un automóvil)[4]. Un caso muy famoso es el del primer emperador, Qin Shi Huangdi, que se hizo enterrar en un mausoleo que reproducía su palacio y rodeado de su ejército hecho de terracota. Esta veneración a los ancestros está estrechamente vinculado al concepto de identidad familiar. Esta última se apoya en toda una serie de instituciones de base familiar mediante una serie de rituales que incluyen la creación de vínculos de linaje[5]. En algunos casos, un matrimonio sin hijos varones puede “adoptar” a un hijo ofreciéndole a cambio casarse con una de sus hijas y adoptando el apellido familiar, lo que le permitiría ser el principal beneficiario en la herencia. Aunque esta práctica ha tendido a disminuir a lo largo de último siglo, era relativamente frecuente que aquellos matrimonios con varios hijos varones entregaran a uno de ellos (generalmente al mayor) a un hermano del padre o de la madre que no tenía descendencia. Este tío adoptaba a su sobrino como hijo y se aseguraba ser venerado en la otra vida[6].
Entre los casos más extremos de vínculos de linajes destaca, por ejemplo, la llamada “adopción fantasma” (guofang), es decir, un hombre fallecido “adopta” a un hijo que tomará su apellido. En realidad, es la familia del hombre muerto sin descendencia que ofrece a un joven ser “adoptado” por dicho familiar y llevar el apellido de este último. Este “hijo adoptivo” recibe de este modo la herencia del fallecido y a cambio lleva a cabo las obligaciones rituales con su “padre” fallecido. En este sentido, el minghun es simplemente otra forma extrema de de este tipo de linajes y está asociado a esta vida después de la muerte y a la obligación de atender las necesidades de los muertos y satisfacer sus deseos ante el temor a exponerse a su ira.
Aunque no es exclusivo de esta zona de China, el minghun es una práctica principalmente de una tradición rural y extendida en mayor medida en la región de la meseta de loes (también llamada meseta de Huangtu), zona principalmente rural en el curso medio y parte del alto del río Amarillo, al sudoeste de Pekín. En términos geográficos más concretos abarca el este de la provincia de Gansu, buena parte de la región autónoma Hui de Ningxia, la mitad norte de Shaanxi, el sur de Shanxi y pequeñas partes de Henan y Hebei. En toda esta región, con valles angostos de color ocre y pueblos medios aislados y empobrecidos sobrevive el minghun.
La tradición en esta zona del norte de China se basa en la creencia de que un joven muerto sin haber contraído matrimonio no tendrá una vida feliz en la otra vida y su alma no estará nunca en paz. En una sociedad como la china donde uno de los objetivos a cumplir en vida es contraer matrimonio y tener hijos, el hecho de que un hijo no se case es sinónimo de su infelicidad. La vida de celibato es considerada una vida incompleta y los padres sufren ante la idea de un hijo desgraciado en la otra vida. Por ello, su familia debe hacer todo lo posible para encontrarle una esposa que comparta con él la vida eterna en el más allá. Esta esposa es lo que se conoce popularmente como “novia fantasma” (que en chino recibe el nombre de nü gui, literalmente “espíritu femenino”). Hay que destacar que dicha tradición no implica en teoría la muerte de una chica joven, a diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, antiguamente en la India con la tradición del sutti, práctica hindú que consistía en inmolar a la viuda junto a su marido en una pira funeraria. Al contrario, en el minghun, la “esposa” es una chica soltera también fallecida y unida en matrimonio a su “marido” muerto.
Algunos estudios tienden a valorar dicha práctica como un caso más de la cultura patriarcal china, donde el hombre debe ver satisfechas sus necesidades incluso en la otra vida. Pero este aspecto, en parte cierto, no debe hacernos olvidar que el minghun también se va dirigido a las mujeres jóvenes fallecidas antes de casarse. Por ello, no hay que minusvalorar el papel de la “esposa” en este caso. Tanto las familias de la chica como del chico se ponen de acuerdo y la primera de ellas sale también muy favorecida. En primer lugar, porque la creencia en el más allá afecta a hombres y mujeres por igual. Los padres de ella tienen también una obligación con su hija. Para alegría de su familia, la hija muerta no pasará su vida en el otro mundo en soledad sino que tendrá un compañero. Al casarla, los padres han logrado uno de los grandes objetivos de todo progenitor en China: casar a sus descendientes. Ello es especialmente importante porque en la tradición china más conservadora y patriarcal la mujer no forma parte del árbol genealógico de su padre y debe contraer matrimonio y tener hijos para ingresar en el linaje de su familia. Si fallece sin estar casada, no tiene un lugar oficial en el mundo de los vivos. En segundo lugar, la familia de la fallecida es la que sale claramente favorecida en el ámbito económico. No en vano, dicha tradición no escapa a los intereses económicos. Aunque se puede dar el caso opuesto ya que el deseo de casar a los hijos no se circunscribe únicamente a los descendientes varones, por lo general es la familia de la joven la que recibe una cuantiosa suma de dinero por “entregar” en matrimonio a su hija.
En términos generales, el minghun tiene lugar inmediatamente después de la muerte del hijo soltero. Los padres del difunto buscan a una familia que haya perdido recientemente a una hija con el fin de incinerarla o enterrarla junto a su hijo pues la tradición china insiste en que marido y esposa compartan la misma tumba. En teoría, ello no debe suponer un problema porque existe una red informal de parientes y amigos relativamente extensa como para permitir encontrar una “novia fantasma”. Asimismo, en algunos lugares existe incluso la figura de un negociador con buenas conexiones que permite poner en contacto a las dos familias. En las zonas donde se practica el minghun, sus habitantes no ven nada de extraño en ello.
El proceso que conduce al minghun es extremadamente complejo y costoso. Incluye la búsqueda de una “novia fantasma”, la negociación con la familia de esta última para una posible unión, el intercambio de presentes, los preparativos de boda, el desentierro de los dos cuerpos, la ceremonia en sí y el nuevo enterramiento conjunto (tongxue), lo que asegura la cohabitación de la pareja en la otra vida. La ceremonia de boda reviste en muchas ocasiones de todos los detalles de una boda normal con música, comida, etc. Asimismo, los dos contrayentes también están presentes aunque dentro de sus ataúdes, colocados uno junto al otro, o en urnas en caso de haber sido incinerados.
Aunque el deseo de una familia que acaba de perder un hijo es llevar a cabo el minghun cuanto antes, en ocasiones este último debe esperar. Por ejemplo si el fallecido es muy joven se esperará a la fecha en que hubiera alcanzado la edad suficiente para contraer matrimonio (18-20 años) para llevar a cabo el ritual. Por otro lado, si en el momento de fallecer no hay una pareja disponible, el hijo es enterrado con una figura que representa a una novia hecha de paja o de tela a la espera de encontrar una de carne y hueso. Esta situación se extiende también a las familias pobres ya que el coste total de una “novia fantasma” puede alcanzar varios años de salario de una familia campesina. En estos casos, la tradición señala que la mejor fecha para llevar a cabo el minghun es el Qingming, festival que tiene lugar a comienzos de abril y donde se conmemora el recuerdo a los muertos.
Aunque se trata principalmente de una costumbre rural, se han dado casos también de minghun en áreas urbanas aunque su número es claramente muy inferior. Así, por ejemplo, una estudiante de Shijiazhuang (capital de la provincia de Hebei) se suicidó en 1997 tras fracasar en sus exámenes de ingreso a la universidad y unos meses más tarde su familia llegaba a una cuerdo con la de un joven fallecido en accidente para que se unieran en el más allá[7]. Algunos estudios apuntan a que dicha costumbre se está extendiendo lentamente a las áreas urbanas.
Formas alternativas de minghun: las “novias fantasmas” en Taiwán
Aunque la práctica del minghun ha sido históricamente más importante en la meseta de loes, no es en absoluto exclusiva de esta zona de China sino que se encuentra también en otras regiones, especialmente en el sur, principalmente en la provincia costera de Fujian y en la isla de Taiwán. Aquí, el elemento clave es la vulnerabilidad de la mujer joven en la sociedad china, esto es, aquella mujer que no ha contraído todavía matrimonio. Aunque con el desarrollo de la sociedad moderna ello ha tendido a disminuir, lo cierto es que el valor de una hija es claramente inferior al de un hijo varón en el seno familiar. La razón es que una mujer sólo forma parte oficialmente (o definitivamente según se mire) de una estructura familiar cuando se casa, es decir, entra a formar parte de la estructura familiar de su marido. En otras palabras, la hija es sólo un miembro “provisional” en el ámbito familiar donde nació y está a la espera de trasladarse a un ámbito familiar diferente y definitivo, el de su marido. Ello no sucede en el caso del hijo varón porque éste queda inscrito automáticamente dentro de su estructura familiar.
Esta creencia en la vulnerabilidad de la hija permanece incluso después de la muerte en caso de que la hija siga soltera. Como la fallecida no ha contraído matrimonio, su fantasma atormenta a la familia porque carece de compañía en la otra vida. Entonces, su familia decide buscarle un marido con el fin de apaciguarla. En algunas ocasiones la propia chica se aparece en sueños a un familiar cercano pidiéndole que le encuentre un esposo[8]. En zonas generalmente rurales de Taiwán y zonas del sur de China tiene lugar en ocasiones un tipo de minghun consistente en una boda entre un “fantasma” de una chica muerta y un hombre, generalmente de su misma edad (aunque en caso de desesperación de la familia puede ser mucho mayor).
El método para conseguir marido sigue un ritual especial consistente en colocar un sobre rojo (color del éxito, del dinero y del amor en la tradición china) en un lugar público de paso (un camino, una carretera, etc.). Cuando un hombre recoge el sobre la familia de la fallecida hace su aparición y le anuncia la buena nueva de que se ha convertido en el novio formal de la chica. No importa si está casado o no. El objetivo es que la fallecida tenga compañía en la otra vida, no es relevante si dicha compañía tiene a su vez otra pareja femenina. Si es soltero, el hombre casado con una “novia fantasma” no tiene porque permanecer célibe el resto de su vida, sino que puede contraer matrimonio en vida. El objetivo en sí es no permanecer sólo en la otra vida, si en esta última se tiene una o dos esposas poco importa.
Por lo general los hombres que han sido elegidos para casarse con una “novia fantasma” no suelen rechazarla porque temen ofenderla y que les atormente el resto de su vida[9]. La venganza de un espíritu afligido puede tener consecuencias terribles para el “esposo”. En verdad, el acto en sí no compromete a nada más allá del aspecto cultural e incluso tiene sus beneficios. En un pequeño acto con la familia de la fallecida tiene lugar la ceremonia de “boda” y el “marido” recibe una cuantiosa dote de la familia de la mujer. Es interesante señalar que la ceremonia matrimonial es muy similar a una boda normal aunque en este caso la “esposa” está representada por una tablilla con su nombre[10]. Dicha costumbre, sin embargo, varía según la zona. Más típica en el norte, en el sur de Taiwán la fallecida está representada por un muñeco hecha de papel, madera y ropa de la fallecida y enjoyada con el fin de mostrarla de manera más gráfica. Incluso en ocasiones tiene pegada en el rostro una foto de la cara de la chica aunque si no hay una disponible su familia puede optar por poner la de otra mujer de edad similar, por ejemplo la foto de una chica de calendario. La tablilla en este caso es escondida en el interior de la misma y es invisible desde el exterior. Cuando la boda finalice la tablilla será retirada y colocada en el altar de la familia de su “marido” y el muñeco será quemado[11].
Según el procedimiento, el “novio” llega acompañado de su familia y es recibido por los familiares de la “novia”. Antes de partir a su hogar definitivo, la casa del “marido”, ambos se inclinan ante el altar con las tablillas de los ancestros familiares. Una vez en marcha hacia su nuevo hogar, la “novia fantasma” suele llevar encima de su cabeza un cesto lleno de arroz para evitar ser vista desde el cielo y que su ausencia de la casa familiar no sea notada hasta haber alcanzado el hogar marital[12]. Una vez allí, tiene lugar la ceremonia y el festín. Ambos vuelven a inclinarse como forma de respeto ante las tabillas con los nombres de los ancestros del hombre y allí, junto a éstos se depositará el de la “esposa”.
La única obligación del contrayente es colocar la tabilla con el nombre de la chica en su altar familiar y ofrecer los sacrificios que tendrían lugar en caso de que fuera su esposa en la vida real. No existe más obligación ni vínculo alguno entre la familia de la chica y el “marido”[13]. Y esta tradición no cambia según la edad de la fallecida, tanto si era un bebé, una niña, una adolescente, etc. Si la chica ha fallecido siendo muy joven, su familia esperará a que alcance hasta la edad en que hubiera sido posible casarla para llevar a cabo el minghun.
Aunque esta tradición se mantiene, especialmente en pueblos del sur de China y Taiwán, en esta última se aprecian cambios significativos. Debido a los cambios culturales y la adopción de costumbres occidentales, el minghun ha tendido a hacerse menos público y a permanecer dentro del seno familiar. Así, por ejemplo, se ha extendido la costumbre de que la “novia fantasma” se case con el marido de una hermana suya.
Una tradición perseguida
La práctica del minghun ha sido severamente perseguida por el régimen comunista de Pekín desde la fundación de la RPCh en 1949. El Partido Comunista Chino (PCCh) prohibió su práctica al considerarla una “superstición feudal”, un legado del pasado que debía eliminarse y debido al uso comercial (compra y venta) que se hace de restos humanos.
Sin embargo, el gobierno chino tampoco ha mostrado una actitud excesivamente combativa en este terreno. En primer lugar, el minghun está fuertemente enraizado en la tradición china del culto a los ancestros y muchos dirigentes, especialmente en las escalas centrales e inferiores del Partido, comparten en gran parte estas creencias. Por otro lado, las autoridades consideran que se trata de un asunto complejo donde se incluyen aspectos del ámbito más privado, un asunto propio entre dos familias que se ponen de acuerdo por asegurar un matrimonio entre sus hijos solteros. Además, la práctica del minghun tiene lugar en áreas rurales, lo que reduce su visibilidad pública, y se suele llevar a cabo con notable discreción, impidiendo que trascienda fuera del ámbito familiar o local, lo que hace muy complicada su persecución desde el punto de vista legal. Las autoridades locales, con estrechos vínculos con la población, tampoco se muestran partícipes a la hora de denunciar estos hechos. Por último, se trata en principio de una práctica que no hace daño a nadie (al menos hasta una época reciente como veremos) y desde Pekín se busca evitar problemas con las comunidades locales.
El problema es que dicha tradición no ha escapado a los efectos perversos de la modernización y del desarrollo en China. Anteriormente, no era excesivamente complicado encontrar familias con una hija fallecida y que desearan cumplir con el rito del minghun. Sin embargo, la situación ha cambiado en las últimas dos décadas. La razón es que la demanda de “novias fantasma” se ha incrementado debido al resurgir de muchas tradiciones medio olvidadas tras años de comunismo y ante el declive de este último como modelo ideológico en el seno de la sociedad china. A ello se le añade otro aspecto importante: debido a la política del hijo único implantada a partir de 1979, el desequilibrio en el nacimiento de hombres y mujeres, es decir, de personas jóvenes, se ha incrementado de manera sustancial en una sociedad que valora a los hijos varones antes que a los vástagos femeninos, reduciendo al mismo tiempo el número de fallecidas “disponibles” para el minghun.
Con el auge de las diferencias sociales, algunas personas han visto en la desesperación de las familias que desean llevar a cabo el minghun una forma de hacer negocio. Así, por ejemplo, se han dedicado a desenterrar a jóvenes fallecidas sin informar a sus familias y han vendido sus cuerpos a familias con un hijo muerto sin descendencia. Un mercado negro, herencia de los intermediarios de corte local, ha nacido en las últimas décadas con el fin de suministrar “novias fantasma” a familias principalmente campesinas. Aunque no hay muchos estudios sobre el tema, las cifras superan muchas veces los mil dólares, una cifra considerable en el mundo rural chino. Una serie de intermediarios “matrimoniales” se encargan de dirigir estas transacciones comerciales donde no están exentos trabajadores de morgues de hospitales y cementerios. Como buenos informadores, se encargan de comunicar si alguna joven casadera ha fallecido y el lugar donde está enterrada. Un grupo se encarga de robar el cuerpo del cementerio durante la noche. Otros directamente utilizan su trabajo para ganar un dinero extra. Así, un trabajador de una funeraria pública de Anyang (ciudad del norte de Henan) aprovechó el encargo de una familia cuya hija había fallecido soltera a la edad de 37 años para buscarle un esposo a cambio de 3000 yuans (unos 400 euros), cobrando por la transacción 1000 yuans de comisión[14]. En este negocio, las familias con hijas muertas hacen negocio pues cumplen con el ritual de casar a su hija y de paso se embolsan un dinero. Los hijos varones fallecidos, en cambio, no valen nada pues sus familias están desesperadas por “casarlos” y pagan precios astronómicos si es necesario.
En los últimos años el precio de las “novias fantasma” se ha disparado de forma sustancial. Así, por una fallecida recientemente se pagan hasta 5000 dólares[15]. Ello va en función de la demanda del mercado (elevada en estos momentos) pero también de una mayor exigencia por parte de las familias que pagan el precio. Existe una tasación diferente según la edad de la fallecida y la antigüedad de su cuerpo. Por ejemplo, el precio a pagar es mayor si la chica es de una edad similar aunque ello no es fundamental. También se valora si la chica era inteligente (aunque a las familias más pobres no les importa incluso si era deficiente mental) y virgen (lo que en el caso de una muerta es más complicado de verificar) pero el precio asciende en función de la belleza. Si la mujer era bella, trasladará dicha belleza a la otra vida y hará más alegre la eternidad del fallecido. Ahora bien, para las familias el aspecto más importante es la condición del cuerpo de la “esposa”. Así, los cuerpos “húmedos” (recientemente fallecidos) adquieren un valor insuperable y alcanzan un precio hasta diez veces superior al de los “secos” (cuerpos fallecidos hace tiempo).
Esta situación ha generado un volumen de negocios de corte morboso. Pero lo que es más grave: ha acabado por desembocar en casos más dramáticos. Desde los años noventa se han incrementado los casos de jóvenes que han sido asesinadas como consecuencia del minghun. Aunque las cifras no son muy elevadas, los casos cada vez son menos aislados. Grupos de personas han pasado del desentierro de cadáveres al simple asesinato ante la creciente demanda de “novias fantasma” y el precio cada vez más elevado por las mismas.
Es el dinero lo que movió a Yang Dongyan a cometer los dos crímenes por alrededor de unos 1500 dólares cada cuerpo. En su caso, el primer asesinato fue el de una chica deficiente mental y el segundo el de una prostituta. Ello es bastante característica en los asesinatos. Las víctimas suelen ser mujeres de origen campesino, con escasa educación, semianalfabetas, de clase baja y en algunos casos procedentes de ambientes poco recomendables. Las prostitutas, en este caso, son un blanco perfecto porque es difícil que alguien denuncie su desaparición, al menos al principio de la misma, lo que disminuye las posibilidades de resolver el caso. En la misma época que Yang, era detenido Song Tiantang, originario de la provincia de Hebei. Este veterano del Ejército Popular de Liberación (EPL, las fuerzas armadas chinas) había empezado su carrera delictiva en 1998 robando cadáveres de chicas jóvenes de sus tumbas. Fue detenido gracias a un fallo suyo: perdió su móvil en una de las tumbas desenterradas y condenado a dos años de prisión. Tras purgar su pena en la cárcel, volvió a las andadas pero con otro objetivo más criminal todavía. En enero de 2007 fue detenido por haber estrangulado a seis mujeres y vender sus cuerpos a familias con un hijo muerto. En su caso, había cometido el error de contratar a varias de ellas como encargadas de limpieza de su hogar. Las familias de dos ellas denunciaron la desaparición y tirando del hilo la policía llego hasta Song. En su declaración no dejó lugar a dudas: era una forma fácil de hacer dinero y matarlas era más fácil que desenterrarlas, aparte de los beneficios que supone un cuerpo “fresco”[16].
Las autoridades chinas, especialmente las de las provincias del norte, son conscientes de la gravedad del problema pero tienen que hacer frente a un mercado negro difícil de perseguir. Se es consciente de que el número de asesinadas por la tradición del minghun seguramente supera las estimaciones que se hagan, pero ¿cómo saberlo? Tal y como ha sucedido con otras tradiciones perseguidas por los comunistas, éstas se han demostrado más resistentes de lo que se pensaba el Partido. El final del marxismo como ideología de referencia por parte de un régimen embarcado en el fuerte desarrollo en el ámbito económico no hace sino impulsar en el seno de la sociedad la necesidad de encontrar nuevos referentes. Y el pueblo chino busca en el pasado buena parte de estos referentes. Por ello, no es extraño que la erradicación del minghun se haya demostrado imposible pese a los intentos de Pekín de acabar con esta práctica.
Notas
[1] Por ejemplo, la práctica de los pies vendados de las mujeres, que hacía de la vida de éstas un suplicio y existente durante siglos, empezó a declinar tras la revolución de 1911 con su prohibición, extendida después de la fundación de la República Popular China en 1949.
[2] Yao, p. 209.
[3] Ello hace que en ocasiones se transcriba minghun como “matrimonio del infierno”. Por otro lado, algunos antropólogos prefieren el término “matrimonio de espíritus”.
[4] Por lo general, la familia se contenta con hacer ofrendas quemando billetes falsos o coches de papel con el fin de ayudar a su pariente en el otro mundo.
[5] Nadeau y Chang, p. 288.
[6] Zhou Enlai, el histórico dirigente comunista chino, es un claro ejemplo de ello. Al poco de nacer (y pese a ser el único hijo nacido hasta el momento del matrimonio de sus padres) fue entregado en adopción a su tío, el hermano menor de su padre, que padecía una enfermedad incurable y al que le quedaban entonces pocos meses de vida. En este caso, el cambio no implicaba un cambio en el apellido. Zhou Enlai siempre consideró a su madre adoptiva (su tía política) como su verdadera madre.
[7] Le Vent de la Chine, nº 34, 30 de octubre de 2006.
[8] Jordan, p. 140.
[9] Tung, p. 52-53.
[10] Esta una tablilla recuerda a la fallecida y su vínculo con la familia pero ésta suele esconderla en el ámbito más privado (generalmente el dormitorio de los padres) debido a la vergüenza que les supone no haber casado a su hija pero a la vez como recordatorio de que su misión será deshacerse de la tablilla a través de un matrimonio fantasma.
[11] Jordan, p. 148.
[12] Jordan, p. 146.
[13] Jordan, p. 141.
[14] Libération, 22 de marzo de 2007.
[15] The Economist, 26 de julio de 2007.
[16] The Economist, 26 de julio de 2007.
Bibliografía
COULIANO, I. P. Out of this World: Otherworldly Journeys from Gilgamesh to Albert Einstein. Boston: Shambala, 1991.
JORDAN, David K. Gods, Ghosts and Ancestors: The Folk Religion in Taiwanese Village. Berkeley: University of California Press, 1972.
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YAO, Ping. “Until Death Us Unite: Afterlife Marriage in Tang China, 618-906” en Journal of Family History, 2002, vol. 27, nº 3, pp. 207-226.
TUNG, May Paomay. Chinese Americans and Their Immigrant Parents: Conflict, Identity, and Values. Nueva York: The Haworth Clinical Practice Press, 2000.
NADEAU, Randall y CHAN, Hsun Gods, Ghosts, and Ancestors: Religious Studies and the Question of ‘Taiwanese Identity’ en PHILIP Clart and CHARLES B. Jones (ed.). Religion in Modern Taiwan: Tradition and Innovation in a Changing Society. Honolulu: University of Hawai’i Press, 2003.
[Edición electrónica del texto realizada por Miriam-Hermi Zaar]
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Ficha bibliográfica
GOMÀ, Daniel. Hasta que la muerte nos una: Matrimonios de ultratumba y “novias fantasma” en China. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XIV, nº 822, 5 de mayo de 2009. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-822.htm>. [ISSN 1138-9796].