REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES (Serie documental de Geo Crítica) Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XII, nº 767, 20 de diciembre de 2007 |
ORTODOXIA, IDEOLOGÍA Y COMPROMISO POLÍTICO EN LA GEOGRAFÍA ARGENTINA EN LA DÉCADA DE 1970
Guillermo Gustavo Cicalese
Departamento de Geografía. Facultad de Humanidades.
Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Argentina.
Ortodoxia, ideología y compromiso político en la geografía argentina en la década de 1970 (Resumen)
El campo de la geografía argentina en los inicios de la década del 70 exhibía una fuerte tradición que se había instituido en forma eficaz mediante principios teóricos y una jerarquía de contenidos a reproducir relativamente aceptados por toda la comunidad de geógrafos. Desde su creación en 1922, la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA) había influido considerablemente en el tono de los temas, metodologías y enfoques del quehacer geográfico, con un notable peso en los programas oficiales y los textos de enseñanza de la educación primaria y secundaria, como además en la instrucción de profesores. La década del 70 a barlovento de las nuevas ideas políticas y la institucionalización del nuevo gobierno constitucional, vería nacer una corriente de pensamiento alternativa que planteaba un cambio significativo en los problemas, temas y marcos axiológicos de referencia y compromiso. Esta corriente va a disputar, mediante intervenciones críticas y un nuevo proyecto para la geografía argentina, el monopolio de los agentes que mantenían los modos ortodoxos de hacer y practicar la disciplina.
Palabras clave: tradición geográfica, campo político, intervenciones críticas
Key words: geographical tradition, political field, critical interventions
“El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora el atardecer. Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un poco distinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamos autoridades; yo hablaba con Pedro Ureña, que en la vigilia ha muerto hace muchos años. (...) Una voz gritó: ‘¡Ahí vienen¡’ y después ‘¡Los Dioses¡ ¡Los Dioses¡’. Cuatro o cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos, llorando; eran los Dioses que volvían al cabo de un destierro de siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada hacia atrás y el pecho hacia delante, recibieron con soberbia nuestro homenaje. (...) Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar. (...) Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos. Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses.” Jorge Luis Borges[1].
Entendemos por campo –siguiendo la perspectiva de Pierre Bourdieu- una red de relaciones sociales que se constituyen como objetivas entre posiciones que son ocupadas por instituciones, y que por su situación presente o futura, tienen acceso a distintas especies de poder. En estos microcosmos sociales, la competencia entre los agentes lleva a establecer relaciones de fuerza, generándose en su interior articulaciones asimétricas entre agentes dominantes y dominados. Los campos son relativamente autónomos, esto quiere decir que establecen sus propias leyes y normas de funcionamiento para la admisión, progreso y exclusión de sus miembros.
En los márgenes del campo y un tanto ajena a la sociedad científica dominante en la disciplina, comienza a manifestarse sobre todo en las generaciones más jóvenes una ruptura, un quiebre que va a poner en duda la posibilidad de una tranquila sucesión entre pares. A partir del mundo cultural y las ideas políticas de los 60 que cuestionaban las bases de la organización de las sociedades capitalistas centrales y dependientes, determinadas doctrinas van a influir de manera decisiva en las temáticas de investigación en las ciencias sociales. Estas ideas también van a conmover a los cultores de la geografía que urgían por la imperiosa necesidad de estudiar y reflexionar sobre las realidades del Tercer Mundo. Al mismo tiempo, se originaba un pensamiento latinoamericano que exhibía la necesidad de retomar los problemas desde su situación local, con intervenciones críticas que pretendían dejar al descubierto la inadecuación de ciertos esquemas de abordaje de la realidad. El esfuerzo consistía en explicar los anacronismos, la inutilidad y la falsedad ideológica del quehacer geográfico tradicional, cuestionando las posiciones simbólicas e institucionales de los agentes mejor ubicados en el campo.
Nuestra investigación procura ser una aproximación analítica a una corriente de pensamiento alternativa en geografía que se empieza a insinuar en la Argentina orientada hacia un cambio significativo en los problemas, los temas y los marcos referenciales con los que hasta entonces se había trabajado. Esta corriente de interpretación contemplaba en su proyecto una agenda estructurada en torno a principios valorativos que colocaban en primer plano el compromiso intelectual al servicio de la sociedad, el tratamiento de las contrariedades al desarrollo latinoamericano, otra forma de comprender el proceso de enseñanza y aprendizaje, como la necesidad de hacer política con los instrumentos y conocimientos aportados por la ciencia. Intentamos rastrear sus principios repasando las ideas dominantes y las opciones que hacia inicios de la década del 70 se conformaron en el mundo intelectual en la Argentina; el pensamiento que surge desde el campo universitario como rechazo a un camino de profesionalización siguiendo el esquema de los países centrales y que persigue como contrapartida un modelo ideal de intelectual con metas trascendentes a la academia. Comentamos además, la resonancia del pensamiento social latinoamericano inspirado en las teorías del desarrollo y la apropiación de ciertos conceptos clásicos del marxismo para entender e intervenir en las realidades territoriales. La nueva corriente va a organizar encuentros con una buena convocatoria del movimiento estudiantil, con la invitación de referentes intelectuales notables, y sobre todo, va a pugnar por ocupar puestos en instituciones de educación superior.
Este trabajo con sus previsibles hiatos, pretende ser una primera contribución al mapeado de un campo intelectual en los 70 que está todavía por completarse, ya que exhibe una cartografía donde muchos contornos se desdibujan y algunos territorios se mantienen como terrae incognitae.
Los mejor establecidos en el campo académico. Los reparos y objeciones de la ortodoxia geográfica
Los inicios de la década del 70 trajeron nuevos aires en el campo de la geografía, mostrando una dinámica y contraposición de fuerzas entre aquéllos bien ubicados en el campo que desplegaban estrategias de conservación; y los recién llegados generacionalmente, a los que se sumaban geógrafos que contemplaban con buenos ojos las ideas emergentes y que iniciarían el camino de la heterodoxia, ensayando una ruptura crítica y cuestionando los cimientos casi monopólicos del capital que sustentaban los ortodoxos.
Los ortodoxos se constituyeron en porteros celosos de un campo poco alcanzado por las ideas políticas en boga, dando sólo pasaporte de entrada a las corrientes externas que a su entender no suscribían una socialización o politización de la geografía. Vamos a ver, cómo estos agentes reaccionan sintiéndose asediados ante el embate de estrategias subversivas[2], tácticas encaminadas a trastocar la clasificación vigente de los objetos científicos en el campo. Las energías se concentraron en una pugna que ponía en juego el monopolio de la autoridad científica, y sobre todo, la determinación de una jerarquía de problemas, objetos y contenidos que debían ser enseñados. Esta competencia se daría en un contexto social y político en donde los antagonismos se agravaban dramáticamente. Su punto culminante se dio en 1976 con la irrupción de la dictadura militar que ejercería una censura cultural y científica sin precedentes que se prolongaría hasta la vuelta de la democracia en 1983.
Entre 1976 y 1977 GAEA[3] editaba bajo la coordinación de Patricio Randle[4] dos tomos bajo el título Teoría de la Geografía, que eran parte de una colección general de libros. En esos tomos se reunían veintiocho artículos, siendo en su mayoría traducciones de autores extranjeros con sus respectivas anotaciones y comentarios. El coordinador, presentaba el plan de obra recogiendo la variedad de tópicos y garantizando la competencia de los autores de las distintas escuelas de la geografía mundial, que según se expresaba, llegaban por primera vez en castellano a manos de los estudiosos. En el segundo tomo figuraban las contribuciones de geógrafos argentinos que reunían a miembros prominentes de la asociación como Federico Daus, Horacio Difrieri[5] y Raúl Rey Balmaceda. En el comentario al artículo de Rey Balmaceda, Randle sintéticamente adelantaba el contenido del texto, poniendo en relieve las ideas del autor, su tono coloquial y el estilo de escritura directo dirigido a un público heterogéneo. Hacía suya la intranquilidad ante los peligros de desvirtuar la misión de la geografía, por la incursión de nuevos temas, enfoques y ejes axiológicos:
“...toda vez que se pretende instrumentar una ciencia con intención ideológica (siguiendo las corrientes políticas a la moda en el momento) es necesario rebatir estos prejuicios con sólidas argumentaciones científicas que eviten la polémica al nivel deseado por los ideólogos y para ello, naturalmente, sólo un profundo conocimiento de la teoría es capaz de brindar las armas adecuadas. Del mismo modo, un regionalismo a ultranza sólo puede ser moderado con razones que surgen de lo más íntimo de la geografía como ciencia y, también sólo apelando a esas fuentes del conocimiento se puede discernir lúcidamente respecto de la pertenencia o no de nuestra disciplina a las ciencias sociales..." (1977: 39).
Rey Balmaceda[6] publicaba en los tomos mencionados bajo el título “La Geografía como forma de pensamiento” un discurso que ya había sido motivo de un artículo en el boletín de la Sociedad[7], además de núcleo principal de numerosas conferencias que se habían dictado en las Semanas de Geografía. El autor ponía su empeño en aclarar las dificultades para definir en esencia la ciencia geográfica y ante su interrogante, paradójicamente centraba su mayor denuedo en esclarecer a sus lectores o escuchas qué no era la Geografía. En la primera parte, repasaba los puntos de vista que estimaba antagónicos, puntualización que era tradicional en el discurso institucional entre enfoques deterministas y posibilistas, y explicando que la controversia principal era entre los puntos de vista locacionales y ecológicos. Descartaba como un medio científico válido para encarar el quehacer geográfico a los intentos de reconceptualizar a la geografía desde los aportes de la teoría marxista. Desde fines de los 60, este propósito comenzaba a tomar cuerpo en el ámbito académico angloamericano, pero también, desde los trabajos de geógrafos sobre todo franceses y latinoamericanos que venían ensayando esta tarea de reteorización. Rey Balmaceda hacía suyo y proclamaba un neutralismo a ultranza para la ciencia, afirmando como principio que el único compromiso válido y obligación de los científicos se vinculaba a la búsqueda de la verdad[8], deslindando en este cometido cualquier intromisión de valores políticos previniendo que:
“En los últimos años se ha podido advertir que existe un propósito deliberado por parte de algunos geógrafos de crear una geografía ‘comprometida con la realidad’ que no es otra cosa que el intento de relacionarla con una determinada idea política. Estos geógrafos niegan la posibilidad de existencia de lo que denominan una ´geografía aséptica´; es decir una geografía que aborde sus temas de estudio sin prejuicio político alguno, y en su lugar propician el desarrollo de una ´radical geography´. Consideramos que estos desvaríos científicos son posibles por la amplitud del espectro temático de la geografía y porque todavía no existe una definición universalmente válida de lo que es la geografía. Por lo demás debe aceptarse que si la Geografía es una ciencia su único compromiso es con la verdad, que no tiene color político" (1977:340).
En las notas, el autor criticaba el fuerte prejuicio político que cargaban las posiciones como las que sostenía la revista que dirigía Richard Pett (Antipode: a radical journal of geography) en la Universidad de Clark con sus intenciones de introducir la teoría marxista en geografía. Para ese entonces, en la geografía de los países centrales se forjaba un nuevo concepto que caracterizaría el compromiso social de las corrientes radicales: advocacy. La revista aludida se exhibía como alternativa disciplinaria y contra la ortodoxia, recopilaría -al menos en sus inicios- los informes sobre las expediciones[9], para más tarde dar lugar a los artículos sobre problemas regionales y locales. A partir de 1974, la publicación estimularía la exploración de la visión marxista como teoría y praxis; y dedicaría en sus páginas una esmerada atención al papel de la ideología[10] en la historia de la geografía y al estudio de los problemas del subdesarrollo.
A modo de un cronista, Rey Balmaceda puntualizaba los hechos a nivel nacional que desde su punto de vista eran prueba evidente del exiguo conocimiento existente acerca de lo qué es geografía. En el repaso de hechos aludía concretamente a las reuniones realizadas al amparo de una coyuntura política por un pequeño grupo de jóvenes egresados universitarios que convocaron encuentros presuntamente científicos en Salto en 1973 y en Neuquén en 1974 con el objeto, decía, de lanzar al ambiente argentino la nueva geografía. Lamentaba que al intento habían concurrido incautos e ingenuos; para concluir que entre nosotros no se alcanza una plataforma mínima de entendimiento mutuo.
Seguramente las convicciones de Rey Balmaceda compendiaban la desconfianza que despertaba en muchos geógrafos esta Nueva Geografía, y de alguna forma ponía de manifiesto dos aspectos del campo. En primer lugar, la inexistencia de una base dóxica, o para ser más claros, un conjunto de creencias comunes fuera de todo entredicho. A la falta de una tradición[11] con la que se acordaba en reproducir, se sumaba en segundo lugar un escenario político inestable que con su lógica daba la impresión de no dejar espacio social sin invadir, singularizando la naturaleza de los conflictos y la forma de resolución de las discrepancias. Como vamos a ver, lo que van a poner sobre la mesa los dos encuentros es el quiebre en el campo de normas de reconocimiento mutuo y lo lejos que se estaba de convenir estrategias de tranquila sucesión.
Rey Balmaceda por entonces era un geógrafo de amplia trayectoria (ver nota 6) y de mucho predicamento en la comunidad docente local. El geógrafo Jorge Pikenhayn relata -en el homenaje que le realiza GAEA- la recepción extraordinaria que tenía entre sus colegas y docentes en general, recordando como una de las conferencias más convocantes en las Semanas de Geografía aquélla que dio lugar posteriormente al artículo que traemos a colación:
“Todos estos campos motivaron además conferencias antológicas. Porque Raúl Rey Balmaceda fue, ante todo un orador. Convocaba a su público como lo hace un actor consagrado. A la hora de su charla las salas de los congresos se llenaban. A tal punto esto era así que los organizadores esperaban siempre ese momento para evaluar la cantidad de asistentes que, en total, habían participado del evento. Tuvo el don de decir las cosas más complejas con una pasmosa simplicidad. Nadie podía dejar de entender y consecuentemente, adherir a sus argumentos de solidez palmaria. ¿Quién no recuerda sus discursos memorables como ‘la geografía como forma de pensamiento’, ‘la problemática de la geografía regional’, ‘la geografía cuantitativa’ u otros, de barricada, referidos a las cuestiones de límites en Argentina y a la defensa de la geografía en el curriculum? [12]”
Conviene a esta altura del relato y ante el conflicto que se planteaba por la obtención de una definición legítima en el campo y adecuado en la práctica, proponerse los siguientes interrogantes: ¿Quiénes eran aquellos geógrafos que disputaban posiciones a la ortodoxia? ¿De qué ideas eran portadores y hasta qué punto se trataba de geógrafos que abrazaban ideas políticas? ¿Cuáles eran las raíces ideológicas que tanto inquietaban a los geógrafos más tradicionales de esta novedosa corriente de interpretación? ¿En qué medida sus creencias y valores estaban vinculados a alternativas disciplinarias que se gestaban en el mundo académico de los países centrales?, y finalmente ¿en qué dimensiones las posturas y las corrientes geográficas fueron predominadas por el sentido y las reglas del campo político de la Argentina de los 70?
Entre la literatura que invocaba un mayor compromiso de los intelectuales, había sido importante aquélla que encontraba su fuente en los debates en el seno de una de las facultades de la Universidad de Buenos Aires más adelantadas en el ámbito de la investigación antes del golpe de estado de 1966. Las discusiones generadas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en torno a las políticas científicas y a la objetividad e ideología en la ciencia y la técnica, repercutieron más allá del reducido recinto universitario. En ese intercambio las especulaciones críticas de Carlos Varsavsky cumplieron un rol destacado. Este químico fue parte del grupo académico que tomó el relevo en las universidades luego del derrocamiento del régimen justicialista, dando lugar al período de gobierno reformista que se extendió entre 1955 y 1966, abruptamente interrumpido con la intervención del gobierno militar de Juan Carlos Onganía.
Varsavsky expresaba que durante la experiencia reformista como forma de calificar a los docentes de la facultad y dejar fuera a aquéllos en general poco calificados que provenían de la universidad justicialista, se adscribió un tanto ingenuamente a una evaluación basada en estándares académicos internacionales de calidad para la selección de profesores. En las ciencias naturales, exactas y ramas tecnológicas, comenzó a organizarse un sistema que dio un sitial privilegiado a la publicación en revistas externas y a la formación y a las titulaciones de posgrado en instituciones extranjeras. Los fundamentos que animaban esta jerarquización en la educación superior generarían en el largo plazo un reto por parte de las ideas y los deberes sociales que se reclamaban a los científicos desde el campo político por los sectores más movilizados. Asimismo, cada vez eran más numerosos aquellos intelectuales y grupos políticos que razonaban sobre la necesidad de un cambio en las estructuras sociales del país.
En un clima propicio, Varsavsky de formación en ciencias exactas, en su creciente acercamiento a la reflexión social delimita el concepto de cientificismo, que ya había sido utilizado y bosquejado con anterioridad en distintas manifestaciones públicas. Este término, por entonces en boga, le permitió al autor resumir y reflejar una serie de inquietudes y malestares de sectores que no veían con buenos ojos el patrón de carrera académica que se estaba imponiendo, como tampoco la articulación novedosa con agentes sociales y económicos que conformaban el círculo de la gran ciencia dentro del esquema desarrollista; en particular, la todavía tímida pero creciente influencia en el financiamiento de los programas de empresas y fundaciones extranjeras.
El libro más popular de Varsavsky, Ciencia, política y cientificismo editado por primera vez en 1969 en un registro de divulgación, encontró a un segmento de lectores bien dispuesto para la admisión de sus reparos. Al elegir el ensayo como forma de intervención textual para transmitir su exégesis personal y polémica de una realidad en crisis se valió de uno de los géneros discursivos más idóneos. El libro reimpreso en seis ocasiones entre 1969 y 1975 por el CEAL -en formato de bolsillo- dejará una estela notable en los debates posteriores sobre ciencia y política en la Argentina; y aún hoy, es fuente de examen y análisis como lo demuestran las ediciones críticas y las indagaciones valiosas en torno a su contexto de producción social. En el debate que se genera a raíz de la publicación en las páginas de Ciencia nueva durante 1971, Rolando García daba cuenta del segmento social al que el autor parecía interpretar en sus ideas a la vez que dirigir su mensaje:
“En el análisis que suele hacerse acerca de la actividad que debe asumir el hombre de ciencia en este proceso, hay una posición que está en boga y que ha resultado muy atractiva para sectores universitarios de izquierda, particularmente en el campo estudiantil... Creo que es, en forma muy esquematizada y, por consiguiente, no totalmente exacta, la posición que ha planteado Oscar Varsavsky" (Mantegari 1994:81)[13].
El cientificismo se definía según rasgos negativos como una actitud o inclinación de los académicos exclusivamente interesados por el progreso de su carrera individual, olvidando sus obligaciones con la sociedad y las clases más necesitadas. Más allá de la descalificación que generaba estas conductas señaladas como egocéntricas, Varsavsky vislumbraba la instauración de la razón burocrática que llevaría a la organización y afianzamiento de un sistema con fines ajustados a su propio funcionamiento, y que se colocarían por encima de cualquier proyecto político. En resumen, lo que estaba en juego era la consolidación de una nueva legitimidad científica ajena e independiente de las anheladas metas a alcanzar mediante la militancia política. En su obra realizaba una tipología de académicos, distinguiendo cuatro clases, caracterizando a su propia producción como la de un científico de cuarto tipo (revolucionarios e intransigentes ante el sistema) y formulaba una convocatoria en las siguientes condiciones: "hacer un llamamiento a todos los científicos politizados para que se liberen del culto a una ciencia adaptada a las necesidades de este sistema social y dediquen su talento a preparar científicamente su reemplazo por un sistema nuevo, con una ciencia nueva" (Varsavsky, 1994:99).
Varsavsky redoblaba sus embates contra el hedonismo científico y la ideología que se desentiende de los problemas del país, haciendo explícito lo que entendía por mala ciencia: ni más ni menos que aquélla producción dominada por un mercado académico basado en rituales, valores y normas concebidas en los países centrales. A lo que sumaba, la denuncia de una división del trabajo científico siguiendo el patrón de clases sociales dominantes y dominadas, exponiendo que la investigación en países subdesarrollados (en las ramas del conocimiento donde la variable local era relevante) se encontraba en estado dependiente. Su papel era subalterno, pues quedaba restringido a importar temas y modas académicas, a efectuar indagaciones puramente empíricas, funcionalmente relegadas al rol de recolectoras y proveedoras de materia prima apreciada como dato estratégico en los países desarrollados.
Por el contrario, Varsavsky pensaba que la ciencia en un país subdesarrollado encontraría su sitio apropiado entroncada a objetivos políticos trascendentes: consistía en ocupar a la ciencia en los grandes problemas del país, pero sobre todo, había que poner a trabajar a los científicos en el cambio social. Entonces, para cumplir esta meta se debían superar las dificultades urgentes como la dependencia[14] económica y cultural. En esta empresa no sólo las ciencias sociales cumplían su papel, sino que, el esquema medular parecía descansar sobre las disciplinas básicas y tecnológicas.
Mantegari en su análisis preliminar de la reedición de 1994 del texto de Varsavsky, resume y enumera la esencia de su pensamiento crítico que reproducimos en cita extensa:
- Imagen de la ciencia como conocimiento universal, absoluto y objetivo, ocultando su carácter ideológico.
- Exaltación de los países en los que nació esta ciencia y aceptación de sus liderazgos.
- Aspiración de los científicos a ingresar a este grupo internacional, dificultándose de esa forma la libertad en temas de investigación que son propuestos por los centros de financiamiento.
- Exoneración de los científicos con respecto a la aplicación de sus conocimientos.
- Inutilidad de muchas investigaciones que sólo sirven para presentar informes y anulan las posibilidades creativas.
- Propagación de todo tipo de instituciones que manejan la actividad científica con un criterio empresarial por el cual el sistema se realimenta constantemente a través de la derivación de fondos y la promoción.
- Criterios de valoración de un científico en base a una parámetro meramente cuantitativo que masifica la ciencia y la aleja de la inteligencia y la sabiduría, limitándola a la realización de actos o rituales específicos más vinculados a la laboriosidad que a la creación o producción de ideas originales, grandes o pequeñas.
- Minusvaloración de las ciencias sociales y sujeción de ellas al método de la física (1994:45).
Quienes se atenían y aceptaban las normas implícitas en el esquema mencionado en el párrafo anterior eran los investigadores denominados cientificistas. Ya en los debates que se generaron en oportunidad de la publicación a los que hicimos mención, se había colocado al mismo crítico como cientificista, puesto se subrayaba que su punto de vista exhibía un neotecnicismo, pero a la vez un optimismo muy propio de los orígenes de la filosofía positivista que había inspirado el surgimiento de las ciencias humanas. La fe y trascendencia que le concedía a las posibilidades del conocimiento científico y el progreso tecnológico al servicio de determinadas causas, involucraba la capacidad de intervención de los doctos anticientificistas en conducir, orientar y materializar el cambio social. Su posición resultaba en determinados aspectos coincidente con la idea esbozada desde el campo intelectual de izquierda, sobre todo, cuando los acontecimientos políticos en la década del 70 precipitan visiones vanguardistas que se autoproclamaban como factores capitales del cambio social.
Vamos a ver que las huellas de estas ideas van a impactar y a estar desarrolladas como una de las vertientes que nutría el pensamiento geográfico de la época, en especial aquél que reclamaba cambios políticos y disciplinarios. Así es que, la crítica al cientificismo va a estar presente en las proclamas académicas y las referencias bibliográficas de aquéllas manifestaciones y ponencias más próximas a una franca militancia política que planeaba nuevas reglas para el campo. Estas inquietudes junto a otras de distinto origen se van a traslucir en el proyecto de la Nueva Geografía, corriente que en la Argentina va a ser pie dificultosamente por un breve tiempo. Considerablemente sujeta a los cambios institucionales, esta inclinación va a congregar tanto a los docentes e investigadores más maduros que pregonaban la superación de la tradición, como a los estudiantes y los graduados recientes que se sentían compelidos a actuar en el horizonte político y académico que se abría en la década del 70.
Como tratamos en el título precedente el modo de pensar y comprender el orden de las prioridades entre los fines de la ciencia y los de la política va a ser objeto de una asimilación y evolución particular en el interior del campo geográfico. Lo encontramos en forma explícita en las manifestaciones de los grupos heterodoxos y en sus encuentros que tanto inquietaban a los conservadores del statu quo geográfico. El Primer Encuentro Latinoamericano de la Nueva Geografía se organiza durante el año 1973 en Salto (República Oriental del Uruguay) convocado por la Asociación de Profesores de Geografía del Uruguay[15], asistiendo alrededor de cien participantes provenientes de cinco provincias argentinas y de varios departamentos del vecino país. La Asociación se había creado en 1967 con motivo de celebrarse el Primer Congreso Nacional de Profesores de Geografía, contaba con una red descentralizada a través de cinco secretarios regionales incorporados a su consejo directivo, incluyendo además delegados de instituciones públicas y privadas. Tenía una notable representación en el Uruguay, ya que la mitad de los profesores de la especialidad eran miembros de la institución[16], asimismo había realizado en 1969 el congreso en la ciudad de Paysandú donde se habían planteado esenciales intervenciones críticas cuyas resoluciones fueron expuestas y actualizadas para el encuentro en Neuquén.
El Segundo Encuentro Latinoamericano de la Nueva Geografía se concretó en la Universidad Nacional del Comahue en la ciudad de Neuquén[17] asistiendo alrededor de doscientos cincuenta participantes. Este tipo de veladas tenía una mayor eco del que se puede apreciar en la actualidad de hecho muy frecuentes y numerosas, ya que no eran comunes estas jornadas académicas; el panorama institucional de la disciplina de entonces era de escaso desarrollo en investigación y más volcado a la formación de docentes. Las ocasiones y sitios para la difusión de ideas y trabajos eran exiguos; no existía una profusión de centros, institutos y publicaciones como tampoco los soportes y medios de comunicación para difundirlas fluidamente. Este panorama general, se agravaba si tenemos en cuenta que los recursos financieros públicos de apoyo a estas actividades eran esporádicos y casi inexistentes, mientras subsistía un ordenamiento universitario sobre la base de la cátedra donde se establecía, en caso de existir prácticas de investigación, un lazo fuertemente jerárquico entre el maestro y sus discípulos o seguidores.
Las citas académicas en esta modalidad se limitaban a la tradicional Semana de la Geografía que anualmente organizaba GAEA, que eran abiertas y de gran concurrencia de docentes de media y terciarios (institutos de profesorado y universidades); las Jornadas Cuyanas de Geografía que tenían lugar cada cinco años en las que predominaba entre los disertantes los invitados especiales, y finalmente, las que se realizaban de Actualización y Avance de la Geografía por la Universidad Nacional de San Juan (1978 y 1980)[18]. El congreso de Neuquén a diferencia de otras citaciones logró atraer militantes estudiantiles en un intervalo muy particular, ya que este claustro se encontraba en plena efervescencia por el papel que el gobierno constitucional asumido en 1973 le había dado en las universidades nacionales, también su llamamiento posibilitó la afluencia de docentes e investigadores provenientes de países limítrofes entusiasmados con los cambios políticos que se inauguraban en la Argentina.
La sensación de muchos de los geógrafos que participaron de la reunión de estar a las puertas de una nueva realidad política y de un oportunidad académica de progreso de la geografía, como la exaltación y la perentoriedad con que se enunciaban los cuestionamientos juveniles a los mayores y a los manuales canónicos de la geografía argentina, resaltan en los recuerdos de Elena Chiozza:
“... fue un congreso muy agitado. En un momento de un peronismo triunfante y un peronismo que era además arrollador. Y para los geógrafos tradicionales fue un congreso revolucionario, tenía un contenido revolucionario porque se comenzó a tomar conciencia que realmente no podíamos repetir solamente las posturas teórico ideológicas que nos miraban desde el mundo desarrollado sin comprender la naturaleza de cuales eran todos los factores que habían venido trabajando a lo largo de historia para configurar nuestra geografía tal como es. Entonces, frente a esa tradición aferrada a lo que se pensaba afuera, y eso era lo único que valía, es claro, reclamar otras formas de enfocar el conocimiento resultaba revolucionaria... Y te digo que - yo por ejemplo- tuve que aguantar la insolencia de quienes hoy son figuras prominentes, que fueron durísimos al evaluar La Suma sin entender que La Suma había sido precisamente la demostración de un acto de resistencia, porque todos los autores estábamos fuera de la Universidad. Yo te puede decir que las corrientes más o menos renovadoras de la Geografía en esos períodos se hacían desde afuera de la Universidad. Bueno, yo salí a defender la obra, casi me comen...[19]”
Para este segundo encuentro, estuvieron invitados el geógrafo francés Pierre George (que finalmente no concurre) y el brasileño Milton Santos que se encontraba exiliado fuera de su país por razones políticas; se trataba de dos figuras emblemáticas que inspirarían de alguna forma las instancias de renovación en el campo geográfico argentino. Asistió además, una numerosa delegación uruguaya entre los que se encontraban Germán Wettstein[20] y Danilo Antón, haciéndose presente entre los geógrafos argentinos de la Universidad de Buenos Aires, Elena Chiozza[21] y Carlos Reboratti[22] y de la Universidad Nacional de Cuyo, Ricardo Capitanelli.
George sostenía vinculaciones regulares con la comunidad de geógrafos locales, principalmente con los de la Universidad Nacional de Cuyo, departamento que históricamente había desplegado una trama de intercambios con centros académicos de Francia, estadías y pasantías de docentes e investigadores, y un trabajo muy orientado a la intervención en planes territoriales, en convenio y colaboración con los organismos provinciales. Incluso había trabajado con especialistas de la Universidad Nacional de La Plata y la Dirección Provincial de Planeamiento Territorial en un diagnóstico sobre el litoral de la Provincia de Buenos Aires; en otras oportunidades había recorrido el país con Pierre Monbeig[23] y otros geógrafos bajo el auspicio del Instituto Nacional de Teconología Agropecuaria (INTA).
En su texto para la conferencia “Pourquoi la Geographie?” cuya lectura pública realiza Milton Santos argumentaba sobre la utilidad y practicidad de la geografía, historiando cómo los distintos Estados habían sabido aprovechar esa veta. Le interesaba destacar el rol de la ciencia como un saber estratégico de gobierno para la acción y decisión, y mostraba, la necesidad de vincularla en sus contenidos a las ciencias más dinámicas: la Economía y la Sociología; intercambio que opinaba provechoso con el objeto de no caer en los consuetudinarios retratos regionales excesivamente estáticos. Pierre George[24] ha sido reconocido por sus discípulos como el iniciador de una geografía marxista, se destacaba entonces por una serie de publicaciones que revelaban la necesidad de pasar de un plano discursivo a uno activo, abandonando una actitud intelectual contemplativa sólo centralizada en la descripción o el relato. Si bien se mantenía en alguna medida dentro de los esquemas clásicos de la geografía regional francesa, se lanzaba a una crítica interna en la corriente haciendo ver su inadecuación metodológica para el ejercicio de la acción sobre el territorio.
El concepto regional construido en una realidad propia de principios del siglo XX, con una Francia interior con subsistencias tradicionales y que se incorporaría tardíamente a la revolución industrial, se aferraba a una supuesta armonía entre elementos naturales y humanos del paisaje. Este enfoque peculiar cargado de inmutabilidad dificultaba la captación de las transformaciones urbanas, industriales y rurales que irrumpían en el territorio avanzado el siglo XX. Sus términos y estilos literarios a los oídos de las jóvenes generaciones de geógrafos resultaban anacrónicos y no se divisaban como instrumentos eficientes para responder en forma diligente a las demandas sociales de esa coyuntura.
George[25] circunscribe una visión menos formal y más funcionalista al pensar la región como organizada en torno a un nodo e integrada dinámicamente en un conjunto económico global, de esta forma supera las descripciones de un matiz más estático. Reflexionaba sobre las disparidades regionales, que puntualizaba como grandes diferencias socioeconómicas entre regiones que no sólo se caracterizaban por sus inferiores niveles de calidad de vida, sino además, por los innumerables obstáculos que debían vencer en la senda del desarrollo global. Al examinar el subdesarrollo regional no lo resumía como un simple retraso, sino como una distorsión duradera entre un crecimiento demográfico acelerado y un relativo marasmo económico. En el texto citado el geógrafo propugnaba por la aceptación de mayores responsabilidades sociales, y pragmáticamente exhibía los costos y el despropósito de mantener inalteradas dos realidades territoriales: las regiones deprimidas que no aportan al producto nacional, y los desequilibrios producto de la hiperconcentración regional y urbana. Finalmente, llamaba la atención expresando que la acepción políticas regionales debía ser reservada para aquellos planes y realizaciones que efectivamente lograban transformaciones estructurales al interior de la región y redefinían la conexión global interregional.
Las obras de George encontraban muy buena recepción en los sectores tradicionales más asentados en la educación superior y también en aquéllas corrientes que se mostraban con inquietudes más innovadoras. Sus libros tenían un caudal de traducciones al castellano de buena circulación en la Argentina; por otra parte eran incorporados en los programas de las carreras docentes en la década del 70[26]. Paradójicamente la causa de esta amplia recepción probablemente se encuentre en la reflexión que hace Ortega Valcárcel (2000) sobre sus trabajos que parecían estar inspirados en tres ejes muy diferentes. George muestra una contradicción entre su geografía del paisaje, su sensibilidad social y su fraseología marxista; que de alguna manera acusa lo que fue propio en la geografía europea caracterizada por el divorcio entre la praxis política y la práctica teórica[27]. Esta fractura o resistencia del geógrafo, quizás encuentre su explicación en los reparos que tenía a partir de su alejamiento de la militancia y doctrina del PC, y su incomprensión por la toma de partido muy explícitas y radicales que hacían algunos de sus colegas más cercanos. Sus prevenciones muy weberianas distinguían claramente ciencia de política, para traducirlo en términos más reconocibles: la profesión del político y el oficio del geógrafo. Esta mirada queda bien ilustrada en un apartado de su libro sobre Los métodos de la geografía donde parece reivindicar la autonomía disciplinaria al diferenciar aplicada de activa:
“¿No habrá servido la lección para mostrar que el valor de una investigación como ciencia debe liberarse de cualquier filiación doctrinal con una pretensión cualquiera de dominio o de organización del espacio? Al fin de cuentas de lo que se trata es de doctrina, sino de proselitismo. El geógrafo pretende ser útil: siente una vocación filantrópica, al mismo tiempo que un deseo de participación en el poder. Una cosa justifica la otra. Pero la geografía puede ser útil a condición que no sea ‘aplicada’, ya que aplicada se integra en una política: pierde sus posibilidades de crítica y queda por debajo de la decisión. Al ser activa, tanto hace balance de los desastres como de los éxitos y de los potenciales; se mantiene al margen de las posiciones doctrinales y suministra los elementos para poder juzgar las doctrinas por sus obras. Practica la visión fría" (George 1973:118).
El otro invitado principal, Milton Santos, era un geógrafo brasileño que se había desempeñado en las oficinas de planificación del Estado de Bahía cuando se produjo el golpe de estado en Brasil en 1964. Luego de ser detenido y liberado marchó al exilio en Francia aceptando la invitación para trabajar en la Universidad de Toulouse (1964 a 1967), ejerciendo en las universidades de Burdeos y París (entre 1968 y 1971). Haría un periplo académico por América del Norte que incluiría varias altas casas de estudio, enseñando en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), Toronto (Canadá) y Columbia (Nueva York) entre 1972 y 1977. Al momento de la convocatoria del congreso en Neuquén, se encontraba trabajando en una universidad venezolana (Universidad Central de Caracas), trasladándose posteriormente a África (Universidad Dar-es-Salaam en Tanzania). En 1979 regresa del exilio a Brasil al ser contratado por la Universidad Federal de Río de Janeiro con un importante apoyo de la Asociación de Geógrafos Brasileños (AGB)[28].
La dictadura que sufría Brasil[29] -cabe hacer la acotación- ejerció modalidades represivas bien diferenciadas de la que se instauraría en 1976 en la Argentina. Como asegura Ortiz (2004) al reseñar la historia de las ciencias sociales en Brasil, este gobierno autoritario que reinó entre 1964 y 1980 ejercitó una censura muy selectiva que impedía el florecimiento o difusión de determinadas obras de arte o textos. La contradicción entre cultura y censura no era estructural, sino más bien táctica. El Estado Represor, como estrategia general, incentivaba la industria cultural ligada al cine, las comunicaciones, los medios de difusión y las artes. En las instituciones universitarias paralelamente a las listas de profesores cesanteados, se establecían las carreras de posgrado y un sistema de institutos de investigación[30]. Con la apertura política que se experimentó en 1977 y la posterior transición a la democracia, se promueve al unísono en el campo de la geografía brasileña una renovación teórica y metodológica de ideas provenientes del marxismo, la fenomenología y el existencialismo (de Araujo Evangelista, 2002). La AGB que había nacido a partir del proyecto político de la elite ilustrada paulista en la década del 30 (Zusman 1997a), ingresó en un proceso de cambio sobre finales de la década del 70. Se reformaron sus estatutos, se democratizó su estructura social y accedió a su control una nueva clase dirigente con una percepción clara del proceso político nacional que estaba en curso. La institución se convirtió en la principal difusora de la Geografía Crítica a través de ediciones didácticas y la organización de encuentros nacionales como los realizados en Fortaleza (Ceará) en 1978 y Río de Janeiro en 1980.
Martínez (2002) subraya que en el encuentro de Neuquén, Santos abogó por la necesidad de la construcción de un cuerpo teórico latinoamericano para comprender, analizar y denunciar los problemas regionales enmarcados en el espacio común del Tercer Mundo, haciendo hincapié en las desigualdades sociales y los notables contrastes con el mundo occidental desarrollado. En su testimonio Vicente Di Cione recuerda la presencia de Santos como la difusión que hizo en esa ocasión de la primera edición de Social Justice and the City de David Harvey editado en 1973; libro que mostraba el giro hacia la izquierda del autor y su esfuerzo intelectual por analizar y aplicar conceptos del marxismo al análisis espacial urbano:
“En aquella oportunidad, Milton nos sorprendió inmediatamente por la enorme y atrapante simpatía de su definida y alegre negritud, su sonrisa abierta y blanca y el apasionamiento puesto en la exposición y defensa en un buen portuñol de sus ideas y puntos de vista. Recuerdo, porque no pasó desapercibido para algunos de nosotros, que entre las pocas cosas de su equipaje, correlato de las circunstancias y su intensa experiencia en trashumancia y nomadismo impuesta por su condición de exiliado político, traía un libro que también nos sorprendió. Se trataba de un ejemplar del recientemente editado “Social Justice and the City” ... de D. Harvey (1973), ... La última vez que hablamos cara a cara fue en la tarde del 19 de enero de este año en el LABOPLAN de la USP y en compañía de algunos de sus más cercanos colaboradores. Fue la reunión más larga, divertida y también más controvertida de las pocas que había tenido, al punto que el mismo Milton recordaba a los presentes con su amplia, fresca y picara sonrisa las controversias que nos habían unido en la diferencia la primera vez que las circunstancias nos llevó a encontrarnos en el verano del 74" (Di Cione, 2001:2).
Si bien el texto al que hace referencia Di Cione, no alcanzaría en la Argentina una rápida difusión y aceptación como sí ocurrió en sus sitios de edición[31], es la obra del autor que exhibe su giro a la izquierda, porque Harvey había sido uno de los académicos que de manera más elocuente había teorizado sobre las bases neopositivistas de lo que se conoció como la Revolución Cuantitativa o Teórica en Geografía. Harvey (2000:15) rememorando su trayectoria descifra que este texto fue el resultado de su primitiva fe en el socialismo fabiano, su seducción por las ideas de planificación y racionalización, como por su posible aplicación eficaz a las cuestiones políticas. Para cuando entrega a la imprenta su opus magnum[32] más representativa de esta etapa, comenta con pesar sus sentimientos contrariados, ya que por la concentración en su escritura se había enclaustrado y aislado del entorno político. Así es que, ya instalado en los Estados Unidos de América comenzó otra búsqueda de conocimientos, mediante la constitución de grupos de lectura dedicados a revisitar y estudiar los tratados de Marx. Esta residencia lo alejó de los modelos más instrumentales para implicarse en los movimientos sociales urbanos, creando en él una sensación de desazón frente a sus anteriores trabajos anclados en las filosofías neopositivistas. En una reciente entrevista ha comentado el significado esclarecedor de la perspectiva marxista para comprender las transformaciones geográficas:
“Habíamos escuchado decir todo tipo de cosas desagradables sobre él. Pero, cuando leímos, no dimos cuenta de que era mucho más interesante y útil de lo que nadie había sugerido... Hay que entender la situación que se da aquí, en Nueva York o donde sea. Después hay que tratar de comprender las fuerzas que crean esa situación, quién estuvo a cargo de esa construcción, cómo lo hizo, y cuáles son las consecuencias de haber dispuesto ese medio ambiente tal como es. Para mí, esto es algo clave y es lo que veo que hace Marx cuando leo El Capital.”[33]
El espíritu fundacional ha quedado muy bien documentado en un artículo que es anterior al libro mencionado, y parece ser un programa estratégico para cambiar el pensamiento geográfico, valiéndose de dos perspectivas teóricas y normativas. Por un lado, los contenidos valorativos de la metateoría de Khun que desarrolló en la estructura de las revoluciones científicas; y por el otro, comenzaba su denuedo por construir conceptos espaciales a través de la relectura de los clásicos de la cultura marxista. El autor refleja su sentimiento personal sobre el progreso que traía la revolución paradigmática en la que se encontraba embarcado, como el compromiso que conllevaba la adopción del nuevo paradigma:
“Una revolución en el pensamiento científico se lleva a cabo poniendo en orden conceptos e ideas, categorías y relaciones, en un sistema superior de pensamiento, de modo que cuando se le juzga respecto a las realidades que requieren explicación, se consigue que toda oposición a este sistema parezca absurdo. Puesto que somos, en la mayor parte, nuestros propios oponentes en este asunto, muchos de nosotros encontraremos que un primer paso inicial en este camino consistiría en incomodarnos, en hacernos parecer absurdos a nosotros mismos. Esto no es fácil, especialmente si nos hallamos poseídos del orgullo intelectual. Además, el surgimiento de una verdadera revolución en el pensamiento geográfico está destinado a ser ajustado por un compromiso en la práctica revolucionaria. Ciertamente, la aceptación general de la teoría revolucionaria dependerá de la energía puesta en la práctica revolucionaria. Aquí habrá muchas y difíciles decisiones personales que tomar. Decisiones que requieren un compromiso ‘real’ oponiéndose al ‘simplemente liberal’, ya que realmente resulta muy cómodo ser simplemente liberal. Pero si las condiciones son tan serias como muchos de nosotros creemos, entonces llegaremos cada vez más a la conclusión de que no se puede perder gran cosa en este tipo de compromiso y que lo ganaremos casi todo si lo hacemos y triunfamos" (Harvey 1976:10).
El congreso de Neuquén contó con el entusiasmo de buena parte del movimiento estudiantil, sobre todo por la figuras convocantes que habían sido invitadas, presentándose ponencias de distintos centros de estudios argentinos y uruguayos. En este artículo hemos puesto la atención en aquéllas que más que resultados de indagaciones empíricas, proponían una crítica a las tradiciones geográficas en la enseñanza y la investigación como a sus valores de referencia. Es decir, que estaban tras una discusión profunda de los términos teóricos y pedagógicos de la disciplina. Estas comunicaciones, animadas por las esperanzas de transformación que se inauguraban en el proceso político argentino, delineaban de alguna manera, un proyecto académico a futuro pergeñando las reglas principales a instituir en el campo. Estas propuestas de una Nueva Geografía eran coincidentes con otras manifestaciones de geógrafos latinoamericanos, especialmente uruguayos que se encontraban, no obstante, expuestos a procesos políticos autoritarios que juzgaban transitorios. Los ejes de interés estaban puestos en la profesionalización para intervenir en los procedimientos espaciales tendientes a la integración latinoamericana, una praxis afín a la solución de las demandas sociales urgentes del país, y a una necesaria renovación de su enseñanza.
La delegación uruguaya se encontraría entre las más activas de esta nueva corriente, haciendo presentación de trabajos que trazaban un programa de cambio científico. La exposición sobre “La enseñanza de la Geografía a nivel secundario en Uruguay” exhibía en su prólogo la situación política en Uruguay en la enseñanza y la ciencia, luego de la disolución de las instituciones republicanas por el presidente Bordaberry quien instauró una dictadura cívico militar[34]:
“En 1974, el Uruguay, al igual que la mayoría de los países de América Latina presenta una panorama muy poco propicio para que la geografía cumpla la polifacética y compleja misión de ubicar al joven en la problemática económica, social y política del mundo contemporáneo. El docente oriental se encuentra frente a una disyuntiva: lo que debería enseñar y lo que se permite enseñar. Por ahora el único camino viable es tratar de conseguir los mismos fines dentro de lo que es ´legal´. Estos principios son los que diariamente tratamos de cumplir" (1974:1).
El texto se concentraba en torno a la crítica a las prácticas docentes en la disciplina ordenada y sustentada según un compendio verbalista; un ritual exagerado hacia el registro y el inventario, además de profusión de datos poco significativos para el ejercicio inútil de la memoria. La instrucción tal cual se dictaba llevaba a hábitos que desembocaban en una aguda carencia de espíritu crítico, y lo que para los ponentes era más preocupante, no preparaba a los educandos como agentes dispuestos a explorar la evolución y la proyección histórica de la geografía.
El fondo de estos cuestionamientos era coincidente con los presentados por los redactores del documento del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA). En este escrito se desaprobaba las horas de cátedra que se adjudicaban a la geografía física o al continente europeo dentro de los programas corrientes, en contraste con el exiguo margen dedicado a los aspectos humanos y económicos de las regiones. En definitiva, se afirmaba que este ordenamiento y categorización curricular no hacía más que reflejar las marcas de una dependencia cultural y económica. Asimismo, se describía e impugnaba el modelo de exposición catedrática, el exagerado dogmatismo y verbalismo, que acarreaba procedimientos pedagógicos sin vida que sólo generaban en los estudiantes aprendizajes memorísticos de largos inventarios. Haciendo hincapié en principios constructivistas, se planteaban iniciativas para disminuir la distancia en el acto educativo entre el docente y el discente:
“El saber se debe elaborar en común por el juego dialéctico de los fragmentos, observaciones y respuestas. Este método conduce a una ciencia ‘que se va creando’... Esta forma de enseñanza creemos que transformará al profesor en guía en consejero y la clase deja de ser tal para convertirse en los problemas del mundo y la vida, donde los alumnos son los artesanos de su propia instrucción. Ellos deben ser actores de este proceso y no espectadores" (1974:12).
Los geógrafos orientales más allá de insistir en una nueva didáctica, procuraban desde la apreciación de la cultura local que percibían en peligro, un proyecto de rescate del saber popular (lenguas, costumbres nativas, hábitos, tradiciones, etc.) ante la amenaza de un cosmopolitismo avasallante que portaba el designio de despersonalizar y destruir. Luego de relatar en forma minuciosa el transcurso de la institucionalización de la Geografía en Uruguay (educación, centros de investigación-acción, asociaciones profesionales, etc.), se testimoniaba sobre los determinantes del entorno político: la Facultad de Humanidades y Ciencias permanecía cerrada luego de la intervención del Poder Ejecutivo, la Asociación de Profesores de Geografía bloqueado el acceso a su sala y fuentes documentales; y el Instituto de Profesores Artigas con los cursos clausurados desde Agosto de 1973 y suspendido el ingreso de estudiantes a las carreras. Sin embargo, concluiría con una visión optimista sobre la marcha de la historia y de las transformaciones que se suscitarían a partir de la educación:
“Mientras tanto entre la mayoría que se queda – aquéllos que a pesar de la opresión a que están sometidos en todos los aspectos, continúan conscientes de lo necesariamente transitorio de la situación- trabajan para que a través de los principios didácticos expuestos, ‘el joven pueda captar su misión de ser actuante en un mundo que está en constante transformación’. Nuestra obligación es perfeccionarlo a pesar de todo, porque la materia prima sobre lo que se trabaja no se agota con el presente régimen que nos traba hoy, sino que se proyecta hacia el futuro que necesariamente ha de tener importantes cambios" (1974:8).
German Wettstein en su ponencia “El aporte de la Geografía al Desarrollo e Integración Latinoamericana” exponía casi puntualmente todo un plan de profesionalización y calificación de los geógrafos para la Nueva Geografía Latinoamericana, remarcando las discrepancias con la geografía tradicional:
“Cada día es más notoria la distancia entre la vieja y la nueva geografía. Aquélla coincide con los oficialismos y en general los oficialismos en América Latina tienen más preocupación por la escenografía que por el contenido de la obra en sí... Cada día es más notoria, por lo tanto, la distancia entre una élite intelectual productora de ideas a partir únicamente de ideas, y una masa media de investigadores que se nutren en la realidad para extraer de ella conclusiones renovadas. De allí la necesidad de acercarse entre quienes pocas posibilidades tienen de hacerlo. Entre quienes menos la tienen están los recién titulados geógrafos, los profesores o investigadores que resisten ponerse al servicio de gobiernos retrógrados, y los estudiantes... Los participantes en los Encuentros queremos ser la avanzada en el advenimiento de una nueva geografía latinoamericana. Y sólo en tal sentido etimológico podríamos aceptar el calificativo de ‘advenedizos’ que se nos dedicara recientemente; no por cierto en la acepción de intrusos y extranjeros, por que no hay intrusos ni extranjeros entre quienes luchan por construir una geografía para la liberación" (Wettstein, 1974:3).
Wettstein aconsejaba entroncar los centros y grupos de investigación de Geografía con otras redes interdisciplinarias de circulación de ideas y núcleos de ciencias sociales para superar las condiciones de subdesarrollo de la geografía, remedando el camino de otros campos que se entendían como más dinámicos en la producción de conocimiento. Ante el aislamiento que era común en la disciplina, proponía encuentros internacionales, un intenso tráfico de información, intercambios de docentes e investigadores y capacitación posgraduada en el extranjero. En suma, continuar el trayecto progresivo de otras disciplinas humanas mejor ubicadas en el circuito académico mundial. Sugería como posibilidad la búsqueda de financiamiento para programas comunes en investigación, recurriendo a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y organismos regionales de integración como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, el Pacto Andino y el Mercado Común Europeo. Llevado por las esperanzas que abría el ascenso del justicialismo en la Argentina, proponía a Buenos Aires como sede de estos planes “por haberse convertido en ciudad estratégica del Tercer Mundo” pronta a desarrollar proyectos culturales[35] a partir de la presidencia del General Juan Domingo Perón.
Los documentos de la delegación de la UNPBA al situar la Geografía en el marco institucional cuestionaban las concepciones liberales de la ciencia que hacían abstracción del compromiso político detrás de una falsa objetividad. Se recobraban los pronunciamientos de la Mesa Universitaria de Reconstrucción Nacional de la Geografía (UNPBA, 1973) en los que la participación del movimiento estudiantil más politizado había sido cardinal:
“La acción de las personas, en tanto modifica la realidad, no puede carecer de un sentido. En forma consciente o inconsciente, más o menos sutil, todo accionar está encuadrado en un proyecto mayor. En el campo del saber, no existe un saber neutro, esterilizado ´objetivo´, sino un saber hecho por y para hombres. Es falaz la idea de presentar al científico como a un espectador no comprometido, ajeno a todo. La realidad muestra como todo aquel que utilice el conocimiento, ya sea en la investigación, la cátedra o como profesional, en última instancia, responde a algún interés de grupo... La mayor parte de los geógrafos y de los profesores de Geografía se han incorporado a los grandes paradigmas científicos aceptando sus principios como datos no cuestionables. Pero tanto su concepción teórica como su práctica no son la excepción a la problemática general. Sólo cabría destacar en lo que hace al estudio de la naturaleza exclusivamente, al que suelen reducir algunos la Geografía, la relación con la problemática ideológica – política prácticamente no tiene importancia" (1974:1).
Como notamos, el texto nuclear de la ponencia enfatizaba la acriticidad de los geógrafos para encolumnarse detrás de los grandes paradigmas, admitiendo sin más trámite la adhesión a sus preceptos, sin preguntarse a qué fines políticos respondían o cooperaban. Esta convicción tan crudamente expuesta, nos retrotrae a la noción de cientificismo que ya vimos; además observamos, que la reprobación y desconfianza se tornaba más aguda al tratar el reduccionismo que se operaba sobre la geografía, puntualmente cuando se insistía en discursos o prácticas que la situaban dentro de un cuadro de referencias más cercano a las ciencias naturales. Indudablemente, más allá de este reduccionismo denunciado, la manera estructural de presentar las formas en el espacio por la geografía natural, llevó a perpetuar la misma pauta reproductiva estática para exponer las formas humanas, como si se tratase de una distribución de objetos materiales[36]. Remoto estaba este esquema representativo de exhibir el interior de los conflictos socioterritoriales que interesaba a la corriente alternativa. La clásica dicotomía histórica de la geografía entre lo físico y lo social, escapaba del caracterizado terreno del choque de puras ideas epistemológicas para tomar aquí dimensiones de discrepancia ideológica.
Finalmente en el mismo trabajo apuntado, se bregaba con franco optimismo por la planificación nacional como herramienta prioritaria de transformación social, la redacción de diagnósticos apropiados para corregir la desequilibrada estructuración del territorio argentino, la necesidad de uso racional de los recursos naturales y la integración latinoamericana; encomiando un escenario político que se juzgaba provechoso para ejecutar estas tareas:
“En el momento histórico presente el Movimiento Nacional ha logrado, tras 18 años de resistencia, la reconquista del aparato del Estado, y su propuesta es utilizar dicho aparato como herramienta eficaz para avanzar en el proceso de liberación nacional y social. El Teniente General Perón, conductor de este proceso, ha llamado a la construcción de un Frente Nacional, aglutinador de los sectores enfrentados al imperialismo, cuyas consignas son la Reconstrucción y Liberación Nacional... Esta exposición apunta a señalar que, en términos concretos, hoy, en la República Argentina, el compromiso de un técnico, de un científico de un docente con su Pueblo se expresa a través del aporte que éste haga al proyecto al que ese Pueblo da su apoyo masivo, y que es el proyecto de Reconstrucción Nacional. La propuesta tal como la entiende el Gral. Perón, no es de carácter sectario, partidista, sino que es frentista, tendiente a aglutinar alrededor del objetivo de la liberación nacional a la suma de los sectores populares" (1974:2).
En este orden de ideas se ponderaba la tarea profesional como vía de integración efectiva de la Geografía al sistema productivo, despreciando lo que hasta entonces habían sido “investigaciones académicas sin ninguna relevancia práctica”. La exposición era alentadora en cuanto se ponía gran expectativa en la apuesta que hacía el gobierno popular a la planificación estatal, substancialmente se exaltaba el Plan Trienal para la Reconstrucción y Liberación Nacional que el gobierno nacional había lanzado[37]. Concluía con un informe en donde se resumían los cambios a partir de 1973 en el Instituto de Geografía (UNPBA) colocando el énfasis en las actividades basadas en una geografía voluntaria, sobre todo, los trabajos iniciados con organismos estatales, entre los que reseñaba: planificación de localizaciones portuarias, ordenamiento de estructuras rurales, investigación e intervención en áreas con enfermedades endémicas, etc.[38]
Años después uno de los concurrentes, German Wettstein resumiría las motivaciones de esta corriente alternativa que se gestó en los consensos a los que se llegaron en los dos encuentros, recordando los debates acalorados y el intercambio de ideas entre diferentes generaciones. Como tuvimos oportunidad de comentar, el aporte de las distintas ideas que alimentaron esta tendencia se encauzaba en la necesidad de cubrir un déficit: la carencia de una línea de pensamiento en la geografía latinoamericana que diera satisfacción a los problemas locales que se comprendían como más perentorios. Se requería crear instrumentos teóricos e instituciones apropiadas para la intervención, a la vez que se reclamaba una disciplina orgánica al pueblo, calificando como falsas las supuestas neutralidades y las declamaciones de pureza que académicos ortodoxos decían preservar en su labor científica. Podemos conjeturar, sin caer en la idea absoluta de que los ortodoxos generaban conocimientos socialmente condicionados; que la tradición geográfica se había impuesto por años con tal eficacia ideológica, que había conseguido objetivar sus representaciones de una manera tan rotunda como ocurre con los imperativos teóricos que rigen las ciencias naturales.
Wettstein transcribe lo que a su criterio fueron los acuerdos más significativos de esta Nueva Geografía que los resume en los siguientes preceptos que extractamos:
“- La Geografía, tanto en su condición de ciencia como de docencia, debe estar al servicio de las causas populares en todos y cada uno de los países latinoamericanos y no presentar meramente un nivel descriptivo y falsamente objetivo.
- Ella es un instrumento idóneo para demostrar las enormes posibilidades en recursos naturales y humanos del continente, dado su carácter integrador.
- Hacer una nueva geografía significa hoy para nosotros: interpretar correctamente el medio geográfico en que vivimos, adecuar los métodos para lograr nuestros objetivos, propiciar la transformación del medio geográfico para ponerlo al servicio de toda la sociedad.
- Para construir esa geografía en los países subdesarrollados de América Latina, es necesario un diálogo permanente entre geógrafos, docentes y estudiantes, multiplicar los contactos directos, analizar críticamente lo creado.
- La comunicación entre los geógrafos de América Latina se ha efectuado hasta el presente de modo indirecto, a través de vinculaciones personales ocasionales más que por relaciones sistemáticas, de institución a institución.
- Para el avance nacional y continental de la geografía se hace necesario diseñar y poner en funcionamiento sistemas de comunicación originales, ágiles y viables, acordes con nuestra actuales posibilidades (EGI, 1992:28)”
El EGI repasa el itinerario intelectual de los trabajos que marcaron las ideas que movilizaron a la corriente alternativa, de los cuales consideramos los incluidos dentro de nuestro lapso temporal de referencia. Considera que el antecedente primigenio fue Le métier de géographe en pays sous-développé; un essal méthodologique (París: Ophrys, 1971) de Milton Santos[39] (luego publicado en portugués), texto que rescata por ser una intervención crítica a la geografía regional francesa clásica y plantear la exigencia de incursionar más intensamente en la geografía general. Otro autor que se recobra es Rigoberto García, geógrafo colombiano radicado en Suecia que publica “Otra geografía latinoamericana: algunas reflexiones críticas en torno a la metodología” (Revista Iberoamericana Vol. IV, N°2. 1974). García juzgaba negativamente lo que llamaba la enfermedad de la descripción, y abogaba por una depuración metodológica y filosófica con una concreta reformulación de los problemas. Embestía contra el abuso que hacía la Geografía Cuantitativa de sus técnicas formales, convirtiendo los medios en fines. Expresaba la escasa relevancia científica de un quehacer dirigido a la aplicación de los modelos matemáticos y geométricos para dar cuenta del espacio, puesto que alegaba que había que enfrentar realidades y necesidades más urgentes que limitarse a comprobar modelos que poco servían a la comprensión.
Creemos que buena parte de las críticas, las ideas y valores de esta corriente de interpretación se concretan en un manual que el EGI lo considera la obra más enjundiosa y elaborada de la geografía latinoamericana, y la acepción de manual no es considerada en términos desvalorizadores, ya que cada corriente de pensamiento parece tener su punto fundacional en un libro de texto destinado a la formación de los legos y que se redacta en diálogo con la tradición disciplinaria y su historia canónica. Nos referimos al libro de Milton Santos que se edita en 1978: Por uma geografia nova[40]. Recalcamos la idea de manual, porque en él, Santos hace un repaso crítico de las corrientes geográficas en el contexto histórico de producción, su mirada provoca una reorganización y una reescritura de la historia de la Geografía donde hace pié para ilustrar sobre sus miras teóricas y axiológicas. En su tercera parte, de intención propositiva, Santos aboga por una geografía crítica, donde expone los prolegómenos y el arsenal epistemológico de este nuevo paradigma.
Santos por su trayectoria y compromiso allende los límites académicos y nacionales, su carisma personal y su prolífica obra se convierte en un personaje casi mitológico para esta corriente. Es posible, que el imaginario que se construye en la comunidad local en torno a la figura sea bastante posterior en la Argentina. Sobre todo a partir de los 90 dicta cursos, conferencias, participa en jornadas y efectúa extensos contactos con universidades nacionales, que a la vez le brindan su reconocimiento oficial a través de titulaciones honoríficas. No obstante, de manera temprana y antes de su exilio, mantenía intercambios con geógrafos e instituciones argentinas, mostrando en esos círculos sus inquietudes por concebir teorías y marcos de percepción más adecuados a la realidad latinoamericana, aspectos de su interés que queda demostrado en el testimonio de Elena Chiozza:
“Habíamos tenido un conocimiento accidental con Milton Santos en el año 1963 cuando visité Río y él fue invitado por Orlando Valverde a pasar un día en su casa, al mismo tiempo que coincidía mi visita a Río. Nos conocimos a las diez de la mañana y seguimos conversando hasta las doce de la noche. En la conversación comentábamos el papel que la geografía tenía que cumplir en América Latina, la importancia que nos conociéramos entre nosotros; porque era cierto que venían todos los geógrafos norteamericanos –especialmente- con becas para trabajar sobre nosotros, y nos conocían a todos nosotros en todos los países. Pero entre los geógrafos latinoamericanos no nos conocíamos, por eso era bueno que tuviésemos ese intercambio de ideas. Luego de esa reunión que fue en el mes de mayo, tuvimos oportunidad de concurrir a una reunión en Bahía. Milton Santos nos invitó a Mariano Zamorano y a mí, para participar de una reunión de los geógrafos brasileños, te aseguro que fue algo que llenaba a uno de satisfacción y congoja. De satisfacción por el nivel académico de la reunión... de congoja al pensar cuan lejos estábamos nosotros de eso. Durante el período de la guerra nos habíamos mantenido en el más absoluto aislamiento, mientras los geógrafos brasileños habían contado con maestros franceses como Pierre Monbeig creando lazos y obteniendo muy buena formación que todavía hoy los coloca a la cabeza. ...Se inició a partir de ese momento una relación de Milton con la Argentina, eso explica además la relación de Milton con Cuyo, a partir de la presencia de Mariano Zamorano en la reunión de Bahía.[41]”
El conocimiento de las perspectivas teóricas y la consideración más extendida de las virtudes intelectuales de Santos, seguramente coinciden con el clima político de democratización y apertura académica en la Argentina de los 80, que favoreció aún más la fluidez de los intercambios académicos que empezaron a practicar algunos centros de investigación y de enseñanza superior en los 90. La transición democrática llevó a rescatar y valorizar públicamente a las distintas vertientes de la cultura marxista de la censura política y educativa; y en general, a las ciencias sociales del desdén y de la sospecha ideológica e identitaria que se había agitado durante el gobierno militar. La presencia del joven Santos en el Segundo Encuentro por la Nueva Geografía va a generar una impresión para los geógrafos rioplatenses que va a ser duradera y memorable, que por razones políticas se interrumpirá para luego volver a retomarse:
“Hay que destacar que este II Encuentro de Neuquén marcó un hito en la historia de la Geografía Latinoamericana, y especialmente en la Geografía argentina, ya que por primera vez se establecía un contacto humano directo con quienes estaban iniciando otra visión en la disciplina. Sin duda esto permitió la apertura del conocimiento geográfico hacia otra forma de construir la ciencia, ya que sólo conocía autores y científicos tradicionales como Federico Daus y Rey Balmaceda. En este contexto, Milton mostró la necesidad de construir un cuerpo teórico desde Latinoamérica, que permitiera analizar, comprender y denunciar los complejos procesos territoriales que estaban en marcha" (Martinez, 2002:3).
Más allá de las consideraciones de lo que simbolizó el encuentro en términos de nuevos aires para la geografía argentina, sus ponencias con principios que marcaban un nuevo norte en las coordenadas valorativas, la corriente encontró un límite infranqueable que no precisamente se originó en el campo de las discusiones teóricas. La marcha del contexto político y la forma de zanjar las controversias sobre todo en las organizaciones académicas retardaría la posibilidad de cambios institucionales y disciplinarios, definitivamente clausurados con la imposición en la Argentina de la dictadura militar.
En los 70 el debate de ideas y la confrontación trascendía el campo geográfico. No sólo se asistía a una colisión de visiones académicas, o para ser más precisos, a una contienda sobre los valores prioritarios disciplinarios a la hora de determinar temas y definir problemas. En realidad, el telón de fondo que comprometía a la comunidad estaba cruzado por un contexto de enfrentamiento y puja por posiciones simbólicas en un campo que no se terminaba de estabilizar, y que estaba expuesto, al menos en el terreno de la educación pública superior a constantes mudanzas en la gestión. Las connotaciones políticas y consecuencias de las tomas de partido pueden entreverse en las expresiones de Elena Chiozza:
“La reunión de Comahue fue un encuentro entre un mundo más tradicionalista, los jóvenes vanguardistas y algunos otros que teníamos más experiencia pero una visión renovadora de las cosas. No faltaron -como en todo acontecimiento en ese tiempo- la presencia de personas que actuaban como informantes de las Fuerzas Armadas. Y entonces esas personas crearon el mito que la reunión había sido una reunión de subversivos... Se creo tal fantasía alrededor de esa reunión que luego alguna gente fue marginada. Cuando se retoma el hábito de las reuniones latinoamericanas, se empieza como una cosa nueva, pero con el espíritu renovador que guió a esas primeras reuniones. Más allá de las salidas de tono de los jóvenes, que siempre las tienen, para la juventud no hay otro remedio que el tiempo. Era de destacar entonces el espíritu renovador, que ha crecido mucho, muchísimo. Muestra el contraste que existe entre esta generación nueva de geógrafos que ataca el estudio de los problemas nacionales y las viejas generaciones repetitivas de libros de textos...[42]
La llegada del Frente Justicialista de Liberación Nacional al gobierno en 1973, generalizaría un cambio radicalizado en todo el país. Las elecciones del 11 de Marzo de 1973 lo habían dado amplio ganador luego de dieciocho años de proscripciones al peronismo que había constituido un frente con otros partidos. Fracasada la experiencia militar de la Revolución Argentina (1966-1973) que había intervenido las universidades, el peronismo se alzaba con la presidencia, la mayoría de la legislatura nacional y de las gobernaciones provinciales; llevando como candidatos a Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima. La reapertura del juego político en 1972 mostraba el regreso de un discurso de reivindicaciones sociales y políticas en parte unificado, que el autoritarismo militar se había propuesto desterrar de las universidades y no había podido, lejos de esta intención el activismo y la militancia se había intensificado. La peronización de la sociedad era palpable alcanzando a capas de la clase media que tradicionalmente habían sido refractarias al peronismo. La emergencia de jóvenes dirigentes y las nuevas consignas alimentaban el lenguaje político de la época que se fue conformando con un tono populista, con reivindicaciones nacionalistas y antiimperialistas, como apasionadas posiciones de intransigencia en las manifestaciones públicas. Sin embargo, los enfrentamientos violentos al interior del partido no se harían esperar, convirtiéndose las universidades en un escenario capital de estas contiendas. El breve período de Cámpora frente al ejecutivo nacional finalizó abruptamente en el mes de Julio -luego que Juan Domingo Perón había retirado su apoyo – siendo reemplazado provisionalmente por el presidente de la Cámara de Diputados José Lastiri. El mismo Perón asumiría la presidencia luego de elecciones - el 23 de Septiembre- que concitaron el apoyo rotundo del 57,3 por ciento de los votantes.
Las universidades nacionales se convirtieron en instituciones clave en el plan de transformación social y política del país. El Movimiento Nacional Justicialista llega al poder aunando sectores sociales muy heterogéneos que reunían las fracciones mayoritarias de obreros con los sectores medios urbanos, con una significativa composición de estudiantes secundarios y universitarios enrolados en las agrupaciones de izquierda. En la disputa por espacios de poder, el ala izquierda tuvo más presencia en el Ministerio de Educación donde fue nombrado Jorge Taiana que si bien provenía del conservadorismo, mantenía buen diálogo con los dirigentes de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo, agrupación que incluía a la Juventud Peronista (JP), la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Juventud Trabajadora Peronista y la organización armada Montoneros. Los cuadros dirigentes de la mayoría de las universidades nacionales provenían de este sector, como asimismo, los que ocuparon puestos en algunas provincias argentinas.
En el caso de la UBA (rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires) con la rectoría de Rodolfo Puiggrós –y aún luego de su renuncia- se plantea el plan de la izquierda peronista sobre la base de un programa de liberación nacional, ruptura de la dependencia y lucha contra el imperialismo. En diálogo con el interventor de la Facultad de Ingeniería Enrique Martínez[43], Puigross expresaba sus ideas más fuertes como las medidas terminantes que se habían tomado desde su rectoría:
“EM.: Hasta el momento, una de las medidas más importantes que se ha conseguido ha sido la de obligar a los docentes a `revalidar´ su título de maestro a través de la amplia discusión con los alumnos. ¿Qué otro tipo de medida, que revista el mismo carácter de hecho decisivo, le parece a Ud. que se ha conseguido hasta el momento?
RP.: ... Al hacernos cargo de esta situación nos encontramos con el apoyo masivo de los alumnos, de los no docentes y de una parte de los docentes para imponer la doctrina nacional. En cuanto al caso específico de los docentes, en algunas Facultades se debió sacar a algunos de ellos, por incompetencia o por enseñar con una mentalidad colonial... lo fundamental es que toda Universidad, ya sea estatal o privada, refleje en su enseñanza la doctrina nacional e impida la infiltración del liberalismo, del positivismo, del historicismo, del utilitarismo, y yo diría hasta del desarrollismo, todas formas con las que se disfraza la penetración ideológica en las casas de estudio.”
En otro pasaje de la conversación transcripta el rector claramente expresaba cual era el rol que debía cumplir la Universidad y sus intelectuales en el proceso de transformación política y social profunda que se perseguía:
“Creo que la Universidad debe ser un centro de irradiación de conocimientos, indispensable en la lucha revolucionaria, pero, de ahí a transformar la Universidad en vanguardia, en el sector hegemónico del proceso, hay una gran distancia. Yo considero que los grandes cambios se dan cuando se reúnen tres elementos: las masas, la fuerza de las armas y la teoría revolucionaria. Las masas solas van a la anarquía, las armas solas, sean del ejército regular o irregular van al despotismo, y la teoría revolucionaria sola conduce a una torre de marfil. Los tres elementos deben combinarse, y cuando sucede se dan las condiciones revolucionarias, pero si alguno falla no pasa nada.”
La forzada renuncia de Puigross a mediados del año 1973 estimuló aún más las fricciones de las autoridades interventoras con el ministerio. Al asumir Vicente Solano Lima como rector a comienzos del año 1974, estalla una fractura en la JP. El posterior enfrentamiento con Perón y la estrategia a seguir dividió a la JP en dos sectores, el disidente denominado Lealtad que mantenía el control de algunas facultades, entre ellas Filosofía y Letras de la UBA. Ya fallecido Perón, y habiendo asumido la presidencia su esposa, la JP reconoce a la conducción política de Montoneros que pasa a la clandestinidad, en un contexto creciente de violencia y represión que se ejercía desde las estructuras del Estado.
En 1973 se había nombrado en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en el decanato al sacerdote tercermundista Justino O’Farrell, quien había designado nuevos directores en los departamentos e institutos de investigación, siendo removidos de los cargos expectantes miembros de la ortodoxia geográfica, tanto en el instituto de geografía como en el departamento[44]. Cierto es que en muchos casos antes de las designaciones ministeriales, las agrupaciones estudiantiles y grupos políticos adeptos a los cambios que propiciaba el nuevo gobierno, habían ocupado las universidades y expulsado a la dirigentes que provenían del período anterior, provocando cesantías en algunos casos y renuncias de docentes que veían con preocupación el rumbo que tomaban las políticas universitarias. O´Farrell era un sociólogo reconocido por los grupos más politizados, había estado al frente de las Cátedras Nacionales que sobre finales de los 60 habían contribuido al conocimiento de las perspectivas de la Sociología de la Liberación y de los intelectuales anticolonialistas del Tercer Mundo. Por otra parte, muchos de los profesores que habían estado al frente de estas materias, reclamaban por posiciones más comprometidas socialmente, arremetiendo contra los modelos positivistas y funcionalistas de la escuela norteamericana y contra del principio de neutralidad de la ciencia. Por otra parte, O’Farrell estaba enrolado en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo adscriptos a la Teología de la Liberación[45].
El encuentro en Neuquén se realiza en el mes de Febrero de 1974 en un escenario político sobre el que rápidamente caería la clausura. El Proyecto del 73 se deterioró no sólo por las disensiones de sus partidarios a los que ya hicimos referencia y el clima de violencia generalizado, sino que recibió constantes cuestionamientos de la derecha tradicional, los medios de prensa más conservadores y la derecha y ultraderecha justicialista. Sarlo resume en pocas palabras lo que significó esta experiencia:
“Allí, como en casi todas las universidades públicas del país, durante unos meses brevísimos que terminan a fines de 1973 o mediados de 1974, se realizan experimentos pedagógicos y políticos de toda especie: funcionamiento asambleístico y plebiscitario para la toma de decisiones académicas, fundación de cátedras dedicadas a la problemática latinoamericana y tercermundista, experimentación con metodologías ‘liberacionistas’ más adecuadas a los sectores populares que a las capas medias universitarias, suspensión de las formas tradicionales de la evaluación. La lista es larga e incluye todo lo que en un momento radicalizado podía transferir de sus temas ideológicos al ámbito específico de la Universidad que, por eso mismo, estaba distanciándose de su propia lógica institucional. Pero, muy pronto, esta épica tocará a su fin, con la restauración peronista prima maniera capitaneada por un ministro peronista que responde también al primer estilo del movimiento, Ivanissevich. La comunidad universitaria no volverá a discutir sus objetivos ni sus medios hasta el fin, en 1983, de la siguiente (e incomparablemente terrible) dictadura militar" (2001:76).
En el mes de Julio de 1974 se produce el fallecimiento de Perón asumiendo la presidencia su viuda, Isabel Perón, a partir de ese momento se produce un brusco giro gubernamental que afectaría a las universidades, se nombra en el ministerio de educación a Oscar Ivanissevich y a Alberto Ottalagano –explícito adherente al credo fascista- en el rectorado en la UBA; se va a poner en control de la educación a los sectores de derecha ancestrales del peronismo, implicando el desplazamiento y expulsión de docentes y de dirigentes estudiantiles. Durante este período se incrementó la vigilancia de los servicios policiales y de inteligencia estatal en las casas de estudio, se suspendieron las clases en algunas facultades que se veían como las más problemáticas con carreras de ciencias sociales y humanidades; y se cerró el ingreso a primer año de muchas carreras humanísticas, lo que significó para alguna de éstas su desaparición definitiva ya en dictadura. En Filosofía y Letras se nombró como decano al filósofo y sacerdote Raúl Sánchez Abelenda militante de la derecha católica integrista quien sostenía las tesis tradicionalistas de la iglesia, ante la modernización y los cambios que habían ocurrido con motivo del Concilio Ecuménico Vaticano II, por otra parte era un persistente rival del movimiento de sacerdotes por el Tercer Mundo.
Con el viraje de izquierda a derecha el gobierno nacional daba satisfacción a sectores de poder tradicionales en la sociedad argentina, grupos que veían con preocupación la infiltración marxista en los distintos ámbitos educativos. El cuadro de rectores de la UBA como la calificación de sus designaciones (interventores, normalizadores, en comisión e incluso designados que no llegaron a asumir) es inequívoco en cuanto a las dificultades para consolidar una gestión y un proyecto duradero, a pesar de que en 1974 se había votado mayoritariamente la nueva ley universitaria (Nº 20.564) - conocida como Ley Taina- con el apoyo de la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista[46] conciliando la tradición reformista con otros fines como tender a la ruptura de la dependencia y la búsqueda de la liberación nacional.
Con el súbito cambio de mano emigraron muchos intelectuales y recientes graduados hacia otros horizontes; vaciamiento que se profundizó con el golpe de estado en marzo de 1976. Con la administración militar, geógrafos ortodoxos cristalizarían sus posiciones académicas y políticas. El campo devendría en aparato, se cortaría toda posibilidad de relación dialógica en un clima de detracción de ideas, mientras miembros de los sectores tradicionales asumirían significativos roles en instituciones educativas, de investigación y del gobierno nacional. Parte de los que habían participado o recibido con entusiasmo el proyecto del 73, más allá del acostumbrado empleo en la docencia, se orientaron a labores profesionales en trabajos de consultaría en reparticiones públicas o instituciones privadas; otros se integraron a centros privados multidisciplinarios de investigación sustentados en base a redes de apoyo internacional (una experiencia fundamentalmente porteña). Finalmente, no hay que descartar como un sitio de producción intelectual alternativo a las editoriales señeras en divulgación como lo fue el Centro Editor de América Latina (CEAL) en el que se redactaron colecciones geográficas destinadas a un público masivo.
La dictadura inicialmente mediante la ley 21.276 intervino las universidades y distribuyó su conducción entre las militares de las tres armas, que luego sería reemplazados por civiles de pensamiento conservador, de ultraderecha, o bien que lucían un cierto perfil profesional técnico o académico de tono imparcial y aséptico. Se llevaría adelante un proceso de reducción drástica de la matrícula de los estudiantes mediante cupos, exámenes de ingreso y arancelamiento (en 1982). Entre las medidas se decretó el despido de personal docente y no docente, sistematizándose un riguroso control por organismos de inteligencia militar de las plantas de personal, alumnos, programas y planes. Para 1977 tomando como base de comparación el año 1974, los alumnos ingresantes se habían reducido a un 104,8 por ciento[47].
Los círculos de civiles cercanos a los militares habitualmente habían identificado a las universidades como sitios acosados por la penetración ideológica marxista socialmente disolvente. Dentro del plan represivo, el proceso militar instrumentó un conjunto de entes oficiales y extraoficiales consagrados a la censura cultural, poniendo a ciertos paradigmas sociales como el marxismo, y en definitiva, a todas las ciencias sociales en el terreno indefinido de la sospecha, incluso, llevando adelante el cierre de carreras del área[48]. Ante las condiciones represivas algunos docentes e investigadores antes los riesgos que corrían optaron por exiliarse, emigrar o directamente buscar empleo fuera de las universidades.
Reboratti (2001) señala que la dictadura llevó a muchos graduados a emplearse en tareas profesionales fuera de la docencia. Lo cierto es que, con esa experiencia ganada y esas credenciales de expertos retornarían a la universidad en los 80 ya en un contexto democrático, luego de la intervención del gobierno constitucional en vistas a la normalización. Lo que resulta paradójico es que los geógrafos más jóvenes -de forma un tanto perversa por la coyuntura política- verían desde lo individual cumplidas sus demandas militantes de una geografía aplicada alejada de un saber estrecho, sólo limitado a contenidos escolares y no a su utilización práctica. Además, al erigirse el ámbito universitario en un terreno hostil para muchos de los que como estudiantes militaron durante el período constitucional, su incorporación como profesionales daría satisfacción a las continuas demandas corporativas de inclusión en las tareas de planificación-acción. Este proceso prepararía un reconocimiento entre otras especialidades -un poco más extendido- de las capacidades de expertos de los geógrafos y la superación en parte de la imagen más frecuente ligada con el papel pedagógico del docente secundario.
El desmoronamiento de la dictadura y la transición hacia la democracia, el fin de la ilegitimidad al que se había llevado al discurso social desde el autoritarismo, les permitió a muchos intelectuales fuera de la educación superior y los centros de investigación estatales asumir el discurso de los vencidos, y luego de la brutal represión poner en el núcleo de sus intenciones principales la revalorización de la democracia liberal (Vessuri, 1995). Algunos de ellos trabarían desde sus orígenes -o bien en la transición- a través de los centros relaciones con miembros de partidos políticos, y pasarían con la institucionalización de la democracia a ocupar cargos académicos y tener funciones expectantes en la universidad y en organismos de investigación.
Las elecciones en Octubre de 1983 dieron ganador al candidato de la Unión Cívica Radical llevando a la presidencia a Raúl Alfonsín. Con anterioridad a la celebración de las votaciones y sobre todo desde finalizada la guerra de Malvinas, en las universidades existía un activo movimiento estudiantil. Es más, en muchas unidades académicas ya se habían realizado elecciones para los centros y federaciones estudiantiles logrando una importante mayoría la Franja Morada, brazo estudiantil del radicalismo. El gobierno mediante un decreto del Poder Ejecutivo interviene las universidades reestableciendo los estatutos anulados por la intervención militar en 1966. Los rectores y decanos interventores designados por el Poder Ejecutivo estaban acompañados por consejos académicos asesores constituidos por los tres claustros.
La refundación política democrática se afirmó sobre bases ideológicas que profundizarían la crítica sobre los años de la dictadura, pero también, se renegaría de la experiencia militante de los 70. Sobre todo, el breve interregno 1973-1976 sería percibido como de un atmósfera perjudicial para las principales misiones de la universidad, ya que se lo juzgaba como un lapso histórico violento y de intolerancia en los claustros, mirada que se construía en un marco de recuperación de los patrones de convivencia y competencia de la democracia; muy acorde con el formato institucional del reformismo. De alguna manera, representantes estudiantiles y docentes incorporados tomaban como referencia histórica los años de oro del reformismo que entre 1955-1966 había gestionado la autonomía universitaria. Esta experiencia que había sido clausurada por el golpe militar de 1966 se revalorizada política y académicamente casi en términos míticos. Quizás este imaginario estaba vinculado a las características de la etapa, ya que durante ésta se había producido una modernización del pensamiento social, e importantes avances en investigación científica y tecnológica, factores ambos que se los situaba estratégicamente como puntales del modelo desarrollista, modelo que la dictadura claramente había denostado y liquidado.
A partir de 1986 comenzaron a elegirse autoridades universitarias en su mayoría cercanas al partido gobernante. Sin embargo, la transición definitiva a la normalización devendría problemática. El escenario posdictadura en las altas casas de estudio era crítico: escasez de investigaciones trascendentes, pobreza de fondos y subsidios, inexistencia de dedicaciones del personal para investigación y acentuación marcadamente profesionalista de los títulos. Además, los problemas infraestructurales se agravaron cuando se tomo la decisión del ingreso directo sin cupos ni exámenes restrictivos, lo que elevó la matrícula aún más.
El claustro docente ante los cambios institucionales reafirmó sus posturas corporativas, advirtiendo con cierta reticencia e incertidumbre el poder que tomaba el sector estudiantil, acostumbrado a una organización en la que el debate político se había expulsado –y aún prohibido legalmente- en los claustros, y donde los estudiantes no tenían ninguna legitimidad para la gestión. La ley 22.207 sancionada por el gobierno militar en 1980 habilitaba los concursos docentes con un claro contenido normativo que retrotraía a las universidades a una escenario prereformista. La convocatoria a concursos docentes se había hecho con la disposición de beneficiar a quienes ya ocupaban los cargos. La substanciación de los concursos durante el proceso militar ya había precipitado una serie de impugnaciones que se encontraban en trámite; llegados los nuevos funcionarios constituyeron comisiones revisoras que en sólo muy pocos casos anularon los llamados y dictámenes. La nueva ley universitaria del gobierno constitucional (23.268) requería para proceder a la elección de autoridades en las unidades académicas la normalización del 51 por ciento de las plantas docentes, realizándose entre 1983 y 1988 alrededor de 15.000 concursos (Buchbinder, 2005).
En cuanto al principal organismo de investigación del país, El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) durante el proceso militar había concentrado los recursos de investigación separando esta función en forma tajante de las universidades públicas para mantener aisladas las actividades de presuntas infiltraciones ideológicas. El cariz de las políticas militares acentuó su labor administrativa de distribuidor de fondos, cediendo incluso su potestad de gestión hacia instituciones y fundaciones, cuyos regentes eran a la vez investigadores del CONICET. Mediante convenios fueron directamente asistidas las fundaciones que aumentaron su patrimonio mediante cuantiosos subsidios provenientes del erario público: OIKOS (Instituto la Asociación para la Promoción de Estudios Territoriales y Ambientales), SENOC (Asociación para la Promoción de Sistemas Educativos No Convencionales) y FADES (Fundación Argentina de Estudios Sociales) (CONICET, 1989). Sobre finales de la dictadura investigadores de la institución habían presentado denuncias por los manejos arbitrarios que se hacían de los subsidios por las instituciones beneficiarias (CONICET, 1989)[49]. El gobierno constitucional designó frente al CONICET como presidente a Carlos Abeledo y a Ricardo Figueira[50] como secretario, quienes llevaron adelante las investigaciones.
Oikos (ver notas 4 y 6) se encontraba entre las organizaciones cuestionadas y los fondos se habían destinado mayoritariamente al desarrollo del UNIUR. A través de la institución se habían financiado –entre otros- la publicación de una serie de estudios e investigaciones relacionadas con las hipótesis de conflicto fronterizo que mantenía el gobierno militar. Por otra parte, muchos de sus trabajos se orientaban claramente dentro de compromisos políticos relacionados con las doctrinas del nacionalismo territorial y, según los autores, enrolados en el nacionalismo ultramontano y antiliberal, asumiendo en ocasiones sus expresiones en medios de prensa un tono combativo. A través de sus miembros, OIKOS mantenía vinculaciones con parte de la elite dirigente de GAEA, algunos de ellos incluso eran socios distinguidos, siendo instrumento de emprendimientos editoriales conjuntos y simposios específicos. Sus temáticas transitarían hacia un primer plano a partir de que los conflictos fronterizos con Brasil y Chile, y la guerra de Malvinas, cuestiones que se convirtieron en temas de opinión e interés popular.
Al respecto, las políticas para el área educación del radicalismo van a generar fuertes rechazos de los sectores tradicionales, cuestionando los procedimientos en la normalización universitaria y los procesos de revisión iniciados en el más importante órgano de investigación nacional. GAEA bajo el título “La geografía en la encrucijada”, presentaba en su boletín una declaración de la Junta Directiva quien en nombre de la geografía argentina en su prefacio expresaba:
“Desde su fundación, en 1922, nuestra Sociedad se ha erigido en celosa custodia del quehacer geográfico en nuestro país y las páginas de este Boletín y de los Anales societarios dan buena cuenta de las reiteradas acciones cumplidas en tal sentido. Hoy nuevamente GAEA se ve compelida a alertar a los geógrafos, a los profesores de geografía y a la comunidad en general (incluyendo a las autoridades responsables) sobre cuestiones que afectan el normal desarrollo de la ciencia geográfica poniendo en riesgo su validez y además afectan a las tareas específicas de sus asociados en distintos lugares del país [51].”
En el cuerpo principal de la declaración se ponía en duda la política de convocatoria a concursos que se había iniciado en 1983 en las universidades nacionales, orientada –decía el documento- hacia ciertos candidatos, especialmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA[52]. Al respecto, se manifestaba que no se tenía en cuenta la pluralidad académica, como asimismo, se señalaba la inclusión de materias anómalas entre las que se ponía como ejemplo Geografía del Subdesarrollo. Por otro parte, se dudaba de la calidad curricular de los jurados llamándose la atención que a tres años de la normalización todavía había departamentos que mantenían sus autoridades. Repasaba la situación de los institutos del CONICET a quienes se les había suspendido la personería jurídica, pronunciándose en contra de su posible disolución, siendo su denuncia más resonante que había persecución de geógrafos por opinar en forma contraria a las medidas oficiales. Finalmente, se alertaba sobre la convocatoria al Congreso Pedagógico Nacional ya que se corría el riesgo –a juicio de la Sociedad- de la desaparición de la Geografía del currículo y su reemplazo por Ciencias Sociales.
Con esta postrera declaración se estaba a las puertas de la culminación de un tipo de conflicto e interacción en el campo de la geografía argentina, cuya naturaleza había sido propia de la larga década del 70 bajo los condicionantes del arreglo del escenario político nacional. El conflicto en sus facetas más complejas había alcanzado a elaboraciones ideológicas y epistemológicas, como orquestado las fuerzas contrapuestas que pugnaban por ocupar plazas en el campo institucional y simbólico de la geografía.
Hemos trazado un plano posible del campo de la geografía argentina en la década del 70. Al inicio del artículo anunciamos ciertos reparos al resultado final de un mapa que está por construirse, y que enfrenta las previsibles deformaciones que trae la elección de un tipo de proyección y la presencia de datos todavía escasos. Por otro parte, como aprendices de etnógrafos, transitamos un territorio académico en el cual, a la vez que pertenecemos como nativos con toda sus vivencias y cargas valorativas, nos permitimos el extrañamiento. El extrañamiento nos llevó a tomar una distancia relativa y ejercer la licencia de realizar un reporte de personas, tiempos y sitios que pretende ser sustantivo a la hora de describir los distintos significados presentes.
Iniciamos esta indagación con el objetivo puesto en el rastreo y la descripción de una corriente de pensamiento alternativa que había puesto en entredicho los contenidos más tradicionales de la geografía. Esta búsqueda la hicimos en distintos ámbitos del campo, recogiendo notas sobre los distintos créditos que exhibían los contendientes, sus ideas principales, las exposiciones de contenido más abiertamente ideológico y los encuentros disciplinarios, además de las asociaciones científicas y profesionales que los animaban. También bosquejamos las pugnas en torno a los puestos académicos en un contexto político radicalizado. En este último cuadrante, el mapa general nos resulta todavía incompleto y un tanto sesgado a lo que ocurrió en un sitio académico en particular.
La geografía alternativa exploró nuevos campos y a la larga generó productos editoriales interesantes, pero la posibilidad de desarrollarse con los avances de una geografía crítica alejada de las pautas de la ortodoxia, focalizada en lo social y con otros instrumentos en Argentina se malogró. Las experiencias de trabajar a la luz del marxismo, la teoría de la dependencia y otros desarrollos epistemológicos latinoamericanos o tercermundistas quedaron reducidas a una mínima expresión. Ocurrió que las determinaciones de un contexto hostil y represivo no permitió la ocupación de posiciones de campo y su desenvolvimiento. La corriente, si bien expresó un marco valorativo de punto de partida, camino al que parecía enfilarse si examinamos las proclamas políticas como el listado de temas prioritarios que ya se insinuaban, se le frustró la posibilidad de un nivel de desarrollo teórico aceptable. Como desarrollo teórico queremos decir la construcción de un punto de vista admisible y adecuado para abordar la realidad y producir un buen número de trabajos empíricos. En suma, un camino de doble comunicación entre ciencia y política para redefinir las demandas provenientes del campo político y social, trascendiendo su retórica para convertirlas en reglas y prácticas del oficio geográfico.
Cierto es que todas las operaciones complejas y pendientes no tendrían viabilidad, ya que esta corriente no podrá ocupar y mantener posiciones en el campo, ni generar una masa crítica de geógrafos dispuestos a desplegar el programa y reproducirlo. Por otra parte, la ocupación de sitios expectantes les hubiese asegurado aunque más no sea mínimos recursos financieros y lugares simbólicos desde donde pronunciarse. La falta de condiciones básicas de libertad y competencia académica no permitió la madurez teórica que alcanzó en el mismo período en otros países, quedando limitada a los márgenes. La bibliografía general se recobraría de las catacumbas cuando el contexto político comenzaba a cambiar y la dictadura militar se deterioraba rápidamente, luego que las Fuerzas Armadas quedaran expuestas a un rápido desgaste producto de la crisis económica de la deuda externa y el descrédito por la derrota en la guerra de las Islas Malvinas.
El acaecimiento de la dictadura trajo una fuerte censura hacia las ciencias sociales, que en la geografía se tradujo en una demanda por una insostenible –en los hechos- asepsia ideológica, con una desapacible desconfianza a incorporar las dimensiones sociales conflictivas en las descripciones regionales. Algunos de los agentes que habían generado la corriente alternativa en oposición a la tradición esperarán al advenimiento de la democracia para lograr una real institucionalización y ocupar puestos dominantes, junto con nuevos graduados que lentamente se irían incorporando al campo. Pero en los 80, el espíritu de época que había prohijado a la Geografía Radical ya estaba en declive, sobre todo en la Argentina se diseñaban en otros vocablos los problemas sociales y políticos a resolver. Se pasaría en las ciencias sociales a dejar de lado los estudios sobre el desarrollo y la dependencia para tratar como problema principal los de la democracia. Mayoritariamente los sectores políticos luego de la brutal experiencia de la dictadura revalorizarían la democracia liberal como modelo político deseado. Esta convicción –acaso- haya generado trabajos críticos que medían su radicalidad contra el sistema. En el pasado, quedarían los argumentos y una cultura política que despreciaba o subordinaba la democracia formal a otras intenciones más apreciadas.
A barlovento de los nuevos aires políticos, regresarían a la universidad geógrafos de protagonismo estudiantil en los 70. Con la incorporación de nuevas generaciones de egresados –hito que la dictadura había retrasado congelando y achicando la estructura universitaria- se forjarían ciertos fenómenos novedosos no sólo atribuible a factores locales. Entre éstos podemos recoger: el desprestigio agudo de los aspectos más ideológicos de la geografía tradicional, que quedaría hostil a su tiempo al no aggiornarse en sus temas y contenidos; la consecuente pérdida de un centro de producción simbólica disciplinario único; el nacimiento de nuevos pactos epistemológicos de la geografía donde lo social serían asumido sin inhibiciones ni complejos; el surgimiento de campos híbridos y una apertura e intercambio intenso a otras ciencias, propia de la orientación general de las ciencias sociales.
Quedan sembrados varios interrogantes, pero plantearemos dos que creemos centrales. Primero, cómo se relacionaban los objetos científicos legítimos que la ortodoxia sustentaba con las expresiones de la sociedad argentina. O para ser más precisos en término de hipótesis: conjeturamos que el discurso de reafirmación de la tradición hacia temas de un intenso compromiso con el nacionalismo territorial no sólo fue congruente con objetivos gubernamentales, sino que encontró condiciones inmejorables para su recepción popular y movilizó en los docentes de Geografía un sentimiento de autoestima profesional, al colocarlos en un rol social y didáctico destacado que hasta entonces no tenían. Segundo, creemos que debería profundizarse el análisis de la presencia de ideas y perspectivas de la corriente alternativa en editoriales señeras que generaron la producción de colecciones geográficas para el gran público, y de los centros privados de investigación que durante la dictadura mantuvieron vinculaciones con centros académicos y fundaciones norteamericanas y europeas, asumiendo a través de la práctica estándares de funcionamiento y legitimidad que luego se impusieron en las universidades nacionales y organismos de investigación.
Con la democracia recuperada en 1983, se asistiría a una nueva refundación política de la universidad bajo los principios reformistas de autogestión. Se reestablecería la autonomía perdida y se retornaría al gobierno de los tres claustros (docentes, estudiantes y graduados) que la intervención del golpe militar de 1966 había eliminado abruptamente. Con el tiempo la normalización universitaria llevaría a la formación de nuevos docentes e investigadores bajo otros principios de legitimidad de la academia, las ciencias sociales y la geografía. Avanzada la década del 90 se consolidarían los códigos de funcionamiento de las carreras profesionales de los investigadores, y se entronaría una autonomía burocrática de los campos disciplinarios arraigada en normas y valores definidos por propósitos académicos y corporativos. Estos se apuntalarían por encima de cualquier otra meta que en el pasado se había pensado como más trascendente. En conclusión, estos propósitos se descubrirían muy disímiles a las pasiones sociales y las prácticas que habían alentado a geógrafos militantes por un breve período de la década del 70 y que encontrarían su súbita culminación –y aún antes- con la irrupción militar.
[2] Los términos doxa, ordoxia, heterodoxia y subversivo se utilizan con un sentido afín a la Teoría de los Campos de Bourdieu. En particular, con el calificativo de subversivo se designan las estrategias de los agentes que intentan cambiar las líneas de fuerza que organizan el campo y mejorar la valoración de sus créditos. En la década del 70 y sobre todo a partir de la dictadura el término estaba connotado negativamente desde lo que se conoció como la Doctrina de Seguridad Nacional, asociándolo a la guerrilla de izquierda o a la reivindicación política violenta. También desde el gobierno militar se lo relacionó a intelectuales y manifestaciones culturales que se suponían que cuestionaban o atentaban contra el ser nacional o contra la forma de vida de los argentinos.
[3] Para conocer los orígenes y características de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA) se puede consultar los artículos de Souto (1996), Zusman (1997b) y Escolar, Quintero Palacios y Reboratti (1995).
[4] Patricio Randle se desempeñó durante la década del 70 como colaborador de varios medios de prensa, era el especialista en temas universitarios de la revista Cabildo (publicación de franca orientación católica nacionalista) y destacado columnista del diario La Prensa (1973-1993). Randle que se especializó en geografía y urbanismo había ingresado como becario en 1961 en el CONICET, desempeñándose actualmente como investigador superior. Sus publicaciones están dedicadas a la geografía regional, teoría de la geografía, historia urbana y planeamiento urbano. También ha sido director y gestor de atlas sobre la Argentina (Proatlas. Buenos Aires: OIKOS, 1993); y el Atlas del Desarrollo Territorial Argentino. (Buenos Aires: OIKOS, 1982). Se desempeñó entre 1958 y 1993 como profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (UBA), activo socio de GAEA desde 1963 y miembro de número de la Academia Nacional de Geografía desde 1984. Fue fundador del Instituto la Asociación para la Promoción de Estudios Territoriales y Ambientales (OIKOS) y Director de la Unidad de Investigación para el Urbanismo y la Regionalización (UNIUR) entre 1976-1985. Ambos institutos se crearon dentro de la estructura del CONICET. Fuentes: Fundación Konex. Diploma al mérito científico y académico 1987 Profesor Patricio Randle. < http://www.fundacionkonex.com.ar/premios/curriculum.asp?ID=553> (Consulta 22 de Mayo de 2005) y Berasa (2005).
[5]Horacio Difrieri (1920-1981) se desempeño como codirector junto con Francisco de Aparicio en La Argentina. Suma de Geografía (Buenos Aires: Peuser, 1958-1962), especializándose en estudios de Geografía Histórica. Fue director del Atlas de Buenos Aires (Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires: El Autor, 1981) publicado con motivo del IV Centenario del Fundación de Buenos Aires. Desde 1950 se desempeñó como docente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) siendo decano en dos oportunidades en los períodos 1968-1969 y 1976-1979. También fue elegido vicepresidente de GAEA en 1981.
[6] Rey Balmaceda (1930-1998) aquilataba al momento de la publicación una extensa trayectoria y producción bibliográfica, había ingresado con 24 años como vocal de la GAEA (en 1963), siendo prosecretario en 1965 y secretario de la institución en 1965, llegando a vicepresidente y presidente respectivamente en 1985, 1988 y 1997. Su especialización estuvo particularmente signada por los problemas limítrofes, cuestiones de frontera y litigios con los países vecinos, escritos inspirados en un acentuado nacionalismo territorial. Sus compañeros en el libro homenaje -que le dedicó la institución- coinciden en indicar como su opus mágnum el texto Límites y fronteras de la República Argentina ( Buenos Aires: Oikos, 1979) galardonado en 1980 por el premio Perito Moreno que otorgaba regularmente GAEA. Durante de la década del 70 abordó problemas de Geografía Política como los relativos al Canal de Beagle, la propuesta vaticana para la resolución del conflicto con Chile, las cuestiones de demarcación en Laguna del Desierto, Cerro Fitz Roy y de soberanía en el Atlántico Sur (GAEA, 2001). Para profundizar sobre nacionalismo territorial en textos escolares e instituciones argentinas se puede consultar: Romero (2004) y Reboratti (1983).
[7] GAEA. Sociedad Argentina de Estudios Geográficos. Boletín GAEA. N°95 (1974-1975).
[8] El discurso además mostraba una tendencia que era habitual en la Sociedad y aún de otras escuelas nacionales, nos referimos a la preocupación corporativa por la pérdida de influencia de la geografía o poco peso académico, denunciando el embate que sufría el campo de la geografía de otras disciplinas que se apropiaban de temas “que por su naturaleza son de estricta incumbencia del geógrafo”; en este orden las disciplinas acosadoras eran la Ciencia Regional, la Ecología y el Urbanismo.
[9] En 1969 el geógrafo William Bunge iniciaba en Detroit (EUA) las expediciones geográficas consistentes en una militancia activa en favor de las minorías urbanas y como servicio a la comunidad, creándose en la Universidad de Michigan un instituto de investigación-acción.
[10] Usamos el concepto ideología en su acepción más corriente en las ciencias sociales: representaciones mentales de la realidad atravesadas por juicios de valor. Cuando nos referimos al espíritu de época aludimos a ideologías fuertes que impregnan en determinado momento histórico todas las creaciones culturales, incluso la ciencia. La utilización del concepto falsedad ideológica que hacen algunos agentes del campo geográfico se enmarca en la tradición marxista como un pensamiento socialmente condicionado del cual el científico no es consciente (Altamirano 2002).
[11] El término lo utilizamos para hacer mención a los logros históricos de la ciencia que se traducen en puntos básicos de referencia, constituyendo el canon de la disciplina para dar respuestas a los problemas centrales del campo. En esa tradición participan personas e instituciones con sus contribuciones históricas siendo en general en las ciencias sociales explícitas y enseñadas, en otros casos, las imágenes y creencias se constituyen directamente por la lectura de los textos considerados básicos (Laudan 2004). Nos descartamos en un sentido weberiano la relación entre la tradición y la producción de un tipo de acción social vinculada con la conservación de esas formas y sus valores asociados, cuya observancia implica la aceptación por parte de los mejor establecidos en el campo.
[12] Pickenhayn Jorge. El doctor Raúl Rey Balmaceda (1930-1998). Homenaje al Dr. Raúl Rey Balmaceda. GAEA. Anales de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos. Tomo 21-22, 1997-2001. Buenos Aires, 2001. Págs. 11-18.
[13] Mantegari (1994) aclara que la fuente de los debates que se sucedieron a raíz de la publicación del libro de Varsavsky en Ciencia nueva, los obtuvo de AA.VV. Ciencia e Ideología. Aportes polémicos (Buenos Aires: Ediciones Ciencia nueva, 1975) texto del que recogió los aspectos principales de la polémica.
[14] Durante 1928 en el 6º Congreso de la Internacional Comunista se puso en duda la progresividad del sistema capitalista hacia el socialismo, asumiendo que el desarrollo de las fuerzas productivas no iba alcanzar a los países de la periferia que estaban de esta manera condenados al subdesarrollo (Tapia García, 1998). La Teoría de la Dependencia en sus distintas versiones observa que el desarrollo de los países centrales es la causa (por medio de las relaciones económicas internacionales, léase los términos del intercambio y o imposiciones de las empresas multinacionales) del subdesarrollo. Los estudios de Cardoso y Faletto (Dependencia y desarrollo en América Latina. Ensayo de interpretación sociológica. México: Siglo Veintiuno Editores, 1972) determinaron para América Latina dos situaciones básicas: los países que contaban con una burguesía nacional y estaban en control local del sistema exportador (naciones de industrialización temprana), y aquéllos más atrasados con economías de enclave sin mercado interno y dependientes de la metrópoli. El libro mencionado tuvo una gran repercusión en los trabajos posteriores de los intelectuales latinoamericanos.
[15] El espíritu de estas reuniones fue retomado en 1987 por el Primer Encuentro de Geógrafos de América Latina (I er EGAL) a iniciativa de los geógrafos brasileños. Se realizó en la Universidad Estadual Paulista (UNESP) en la localidad de Águas de Sao Pedro bajo la coordinación del profesor Antonio Olivio Ceron.
[16] Asociación Nacional de Profesores de Geografía. Hacia una Geografía Regional. Nuestra Tierra. Nº33. Montevideo: Editorial Nuestra Tierra, 1969.
[17] Al frente del Departamento de Geografía de la Universidad del Comahue se encontraba el geógrafo uruguayo Alfredo Tróccoli Moreno que dio sitio al encuentro. El encuentro contó con geógrafos organizadores y coordinadores de temas y documentos institucionales de las universidades nacionales del Comahue y del Sur, entre ellos: Beatriz Saint Lary, Angela Bisogni, Elba Kloster, Benito Rodriguez, Marta U. de Rodriguez Prenna, Elsa C. de Ottonello, Norma Montiel de Allende, Julieta Guevara, Gladys Ramidán, Luisa Arroyo de González, Norma Sinigoj, Zlaa Jelka de Dosen, Norma Montiel, Angela Pollina, Victor Cordon, Horació Reybet, Mabel Ciminari, Diana Sigal, Ana María Goychochea y María Rosa de Colantuono.
[18] Dos diagnósticos que se pueden examinar de las instituciones geográficas de investigación, enseñanza y planificación son los que hacen Capitanelli (1980) y Reboratti (2000). El primero en un contexto social y político muy diferente del país y del campo geográfico al actual; el segundo más reciente, con un breve repaso histórico.
[19] Entrevista realizada por el suscripto el 25-08-2006 mediante un cuestionario abierto. Sede de Posgrado de la Universidad Nacional de Luján. Buenos Aires.
[20] Wettstein integró tempranamente el grupo de asesores del Frente Amplio que presidía el General Liber Seregni en la República Oriental del Uruguay. Para entonces, ya contaba con una extensa trayectoria como docente e investigador en su país, Venezuela y Cuba, habiéndose titulado en Estudios Superiores en Geografía Aplicada (Universidad de Strasbourg) y Doctor en Organización del Espacio (Universidad de Toulouse). Profesor visitante de varias universidades latinoamericanas debió marchar al exilio producido el golpe de estado en Uruguay, desempeñándose entre 1975 y 1984 como docente e investigador de la Universidad de Los Andes de Mérida (Venezuela). Entre sus obras se pueden destacar: La geografía como docencia (Ediciones de la Banda Oriental: Montevideo, 1972); y Subdesarrollo y Geografía, un manual para latinoamericanos (Montevideo: Índice, 1989). Fue activo organizador del Primer Congreso por la Nueva Geografía (Salto, 1973) presentando en esa oportunidad la ponencia “Una Geografía de los Países Dependientes”. También participó en la organización de los diez volúmenes de la Sección Geográfica de una importante iniciativa de divulgación: Nuestra Tierra, cuadernillos que se editaron a partir de 1969. Esta obra contó con un conjunto de cientistas sociales y naturales que colaboraron en la redacción de los distintos temas referidos a la geografía uruguaya. Fuente: Equipo de Geografía Integrada (1992).
[21] Elena Chiozza había participado en la producción de la Argentina. Suma de Geografía. Esta obra editada por Peuser fue planeada y originalmente dirigida por Francisco de Aparicio y Horacio Difrieri. La obra alcanzó nueve tomos que se lanzaron entre en 1958 y 1962. La consulta fue de referencia obligada para los estudiantes superiores del profesorado de Geografía incluso bien entrada la década del 70. En el Centro Editor de América Latina, Chiozza tuvo participación como asesora editorial y directora en distintas colecciones, entre las que se pueden mencionar la enciclopedia escolar Mi país, tu país (1968- 1971), y en codirección con Ricardo Figueira El País de los Argentinos (1974-1978) y El Atlas Total de la República Argentina (1981-85). Por otra parte, la geógrafa tenía una basta experiencia en el asesoramiento de consultoras privadas y organismos públicos como especialista en asentamientos humanos en planes de desarrollo regional. Al momento del encuentro se desempeñaba en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en la cátedra de Geografía Humana (ad honorem) ya que también ejercía en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini con dedicación exclusiva.
[22] Carlos Reboratti se había recibido de licenciado en geografía en 1973 en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), comenzando sus tareas de investigación en el Centro de Estudios Urbanos Regionales (CEUR) y el Centro de Estudios de la Población (CENEP) donde se desempeñaría hasta 1983 sucesivamente como investigador asistente y adjunto, y luego director hasta 1985. En 1973 fue designado jefe de trabajos prácticos exclusivo en el centro de investigación del Departamento de Geografía de la UBA y en la cátedra de Geografía Humana y como profesor adjunto en la cátedra de Geografía Regional Argentina, cargo que mantendría hasta 1974. En 1983 a partir de la normalización universitaria que se inicia con la institucionalización democrática se desempeñaría como director del departamento (1984-88), director del instituto de investigación (1990-1994) e investigador independiente desde 1987 del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Su producción académica se orientó durante la década del 70 a las colecciones del CEAL, los cuadernos del CENEP y el CEUR, la revista Desarrollo Económico (Instituto de Desarrollo Económico y Social) y trabajos profesionales en reparticiones públicas y privadas. Entre sus libros se destacan Nueva Capital, viejos mitos. La geopolítica criolla o la razón extraviada (Buenos Aires: Sudamericana-Planeta, 1987) y Ambiente y Sociedad. Conceptos y relaciones (Buenos Aires: Ariel, 2004). Fuentes: Revista Geocrítica Investigadores y Docentes adheridos a la Red Geo Crítica Internacional < http://www.ub.es/geocrit/reborat.htm> (12/12/2004) y EGI (1992).
[23] Pierre Monbeig (1908-1984) fue parte de la misión francesa que tuvo un rol preponderante en la fundación de la Asociación de Geógrafos Brasileros (la cual presidió por muchos años) y en la formación de geógrafos en la Universidad de San Pablo. En 1935 lo reemplaza a Pierre Deffontaines cuando fue contratado para dictar clases en la Universidad de Río Janeiro, fiel a la ruta vidaliana realizó e incentivó en sus discípulos un conjunto de estudios regionales sobre el Brasil. Es considerado uno de los fundadores de la geografía brasileña (Zusman: 1997a; Ab’ Sáber: 2000). Esta presencia junto a otros intelectuales franceses es interpretada por Gemelli (2005) -en su biografía de Fernand Braudel- como un movimiento de resistencia europeo en un Brasil que sufría durante los 30 una transición cultural intensa. Las organizaciones científicas, culturales y de defensa mudaban del influjo europeo al norteamericano. En este movimiento de resistencia fue fundamental la acción diplomática de Georges Dumas que mediante sus vinculaciones con dirigentes estatales de San Pablo y de Río de Janeiro participa en la creación del entramado universitario moderno del Brasil, logrando que las cátedras más prestigiosas de humanidades y ciencias sociales sean otorgadas a académicos franceses. Entre los jóvenes misionarios se encontraban Deffontaines que fue el primero en arribar, Lévis Strauss, Braudel y Maugué.
[24] El geógrafo Bernard Kayser cuenta que en la década del 50 era parte de un grupo de pertenencia -en el Instituto de Geografía de la Sorbonne- que tenía filiación al Partido Comunista (PC) y que incluía a Yves Lacoste. Este grupo reconocía como maestros a Pierre George y Jean Dresch. Kayser expresa que los trabajos que publicó antes de la guerra George en Ediciones Sociales (editora del PC) fueron el inicio de una geografía de izquierda. Fuente: Le Bon Plaisir do Geógrafo Yves Lacoste. Traducción y adaptación Florence Baltz Zanotelli y Claudio Luiz Zanotelli. Geografares. Vitoria. V.1. N°1. Junio del 2000. (Entrevistas grabadas en París en 1994 a Yves Lacoste en el programa “Le Bon Plaisir” de la emisora Francia Cultural).
[25] Estos discernimientos el autor los plantea en su libro Geografía Activa (Barcelona: Ariel, 1966), obra varias veces editada en español, siendo por otra parte el texto más citado en las bibliografías de las ponencias examinadas del 2º Encuentro por la Nueva Geografía. Ver fuentes.
[26] Entre los textos de Pierre George (1910-2006) más difundidos en castellano (aparte del citado precedentemente) podemos mencionar las ediciones nacionales: Geografía Industrial del Mundo (Buenos Aires: Eudeba, 1962); Geografía de la Población (Buenos Aires: Eudeba, 1968; reeditada en 1978); Los grandes mercados del mundo (Buenos Aires: Eudeba, 1961), la compilación de clásicos de la geografía (con anotaciones de Ricardo Figueira) Geografía Ciencia Humana (Buenos Aires: Ceal, 1973) donde se traduce y reproduce parcialmente la introducción de Sociologie et Géographie); y las ediciones españolas de Los métodos de la Geografía (Barcelona: Oikos-tau, 1973) y Geografía Rural (Barcelona: Ariel 1969).
[27] Ortega Valcarcel (2000) para ejemplificar esta falencia, asevera que geógrafos de militancia comunista van a trabajar sobre bases tradicionales de la disciplina no pudiendo originar una geografía marxista, limitándose a producir artículos de geografía física. El autor explica que ha sido muy común en las escuelas europeas de geografía una incomunicación irreducible entre práctica política y labor académica.
[28] Sobre la biografía, trayectoria y aportes de Milton Santos se puede consultar: Zusman (2005); Capel (2005) y Da Silva (2005).
[29] El golpe militar de 1964 inicia en Brasil un ordenamiento autocrático original. Los partidos y sindicatos fueron disueltos a la vez que artificialmente se creó un sistema bipartidista controlado. En 1967 con la nueva constitución se incrementan las facultades del Poder Ejecutivo, el jefe de estado pasa a cumplir las funciones de intermediación entre los partidos oficialistas y las jerarquías militares, con un procedimiento electoral que garantizaba la selección de un general de cinco estrellas, y filtros intermedios antes de llegar al colegio electoral en el cual siempre estaba asegurada la mayoría oficialista. El desgaste del modelo económico producto de la crisis energética de los 70 causó el deterioro paulatino de esta intricada ingeniería, por lo que gradualmente se promovió la apertura política. En la década del 80 despuntó el camino a la transición democrática que se exteriorizó primordialmente a través de elecciones estaduales (ganadas en los principales estados por candidatos de la oposición) y la demanda de las presidenciales directas que se concretaría en los 90.
[30] Durante este período se construye la universidad bajo normas de funcionamiento similares a la de países centrales. Se producen cuantiosas inversiones federales y estaduales en infraestructura como en la capacitación de recursos humanos en el exterior, normalizándose también la carrera del docente investigador. “Las Ciencias Sociales no escapan de este destino; el brazo represor, junto a la racionalización de la sociedad, aceleró el hito generacional y se legitimó así una nueva práctica científica... Con el crecimiento del mercado universitario, la producción de las ciencias sociales comienza a ser la simple reproductora de la razón organizacional. La defensa de los intereses corporativos, sobre todo cuando existen recursos académicos para eso, se vuelven preponderante respecto del proyecto académico (Ortiz 2004:185).”
[31] De este libro se haría una traducción muy tardía al español: en 1977 la editorial Siglo XXI lanza en Madrid la traducción del texto con el título Urbanismo y Desigualdad Social. Harvey luego de resumir el movimiento radical en ascenso en torno a revistas como Antipode u organizaciones como la de Geógrafos Socialistas en Estados Unidos de América, ha evocado cual fue la recepción del libro: “Así que, como ya he dicho, existía a principios de la década de 1970 un tipo de movimiento generalizado entre los jóvenes geógrafos que exploraba esta dimensión específica. Social Justice and the City fue uno de los textos que recogió este momento, convirtiéndose en un punto de referencia a medida que fue pasando el tiempo. También se leyó fuera de la disciplina, especialmente por parte de sociólogos urbanos y algunos estudiosos en ciencias políticas. Por supuesto, los economistas radicales también estaban interesados en las cuestiones urbanas, que se habían convertido en asuntos políticos centrales en Estados Unidos. Así pues, el escenario era bastante favorable a la recepción del libro (Harvey, 2000:12).”
[32] Explanation in Geography. Londres: Edward Arnold, 1969 (La edición en castellano: Teorías, leyes y modelos en geografía. Madrid: Alianza Editorial, 1983).
[33] Ñ. Suplemento Cultural del Diario Clarín. Reportaje de Mariana Canavese. Año 4. Nº160. Buenos Aires, 21 de Octubre de 2006. Págs. 12-13.
[34] En las elecciones de 1971 ganó en Uruguay el Partido Colorado ocupando la presidencia Juan María Bordaberry en medio de una profunda crisis social, política y económica. El presidente acosado por la actividad de las guerrillas urbanas logró que el parlamento nacional declarara el Estado de Guerra Interno con la consiguiente suspensión de las garantías constitucionales. Nuevas transformaciones institucionales allanaron el camino hacia la dictadura, en 1973 fue disuelto el Parlamento y reemplazado por un Consejo de Estado con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Los gobiernos cívicos militares se continuaron hasta la década del 80 cuando los militares asumieron directamente el poder al designar como presidente al General Gregorio Álvarez.
[35] Después del golpe militar de Augusto Pinochet en Chile en 1973 contra el presidente Salvador Allende, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) ante un clima político adverso inició negociaciones con el gobierno de Héctor Cámpora para localizar una sede en Buenos Aires, manteniendo -en principio- la de Santiago de Chile. Las negociaciones se interrumpieron con la renuncia del presidente argentino, no obstante, FLACSO se radicó en Buenos Aires como institución privada.
[36] Sobre la narrativa regional argentina y las miradas sobre el territorio que se constituyeron en canónicas en la tradición geográfica argentina puede verse a Quintero Palacios (2002).
[37] Este plan estaba previsto para ser ejecutado por el gobierno constitucional entre los años 1974 y 1977. Se proponía entre sus principios y fines políticos “afianzar la unidad nacional”; la “justicia social” y contribuir mediante la intervención pública y la planificación territorial a mejorar las condiciones de vida de las “regiones rezagadas” (Quintero Palacios, 1995).
[38] En esta estrecha relación con lo social se implementan proyectos similares en otras unidades académicas como el Centro de Producción de Medicamentos de Base (Facultad de Farmacia y Bioquímica); el Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (Facultad de Arquitectura); y las consultorías de atención jurídica (Facultad de Derecho). Estos proyectos de investigación y extensión generalmente se malograron al vaivén de los constantes cambios políticos y convulsiones que sufrió la UBA (Buchbinder, 2005).
[39] Del mismo autor se publica en castellano en 1973 Geografía y economías urbanas en los Países Subdesarrollados (Barcelona: Oikos – Tau.) en donde mostraba una geografía urbana muy disímil de los textos clásicos descriptivos, recogiendo la convivencia de dos ciudades en el interior de las urbes del subdesarrollo y analizaba los desiguales niveles de vida comparando América del Sur, Asia y Africa. También había participado en una compilación: Santos M. La urbanización dependiente en Venezuela. (En Shteingart M. Urbanización y Dependencia en América Latina, Buenos Aires: Ediciones SIAP, 1973). El programa editorial de la Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP) cuyo coordinador era el urbanista Jorge Hardoy dio apoyo y difusión a un conjunto de obras que analizaban los problemas del subdesarrollo, desarrollo y la dependencia en América Latina desde el punto de vista estructural histórico, económico, regional y urbano.
[40] En castellano lo edita Espasa Calpe (España) en 1990 con traducción de Pilar Bosque Sendra y la revisión técnica de Joaquín Bosque Maurel.
[41] Ibídem nota 19.
[42] Ibídem nota 19.
[43] El diálogo entre ambas autoridades universitarias se publicó en el número 25 de la revista Ciencia nueva en el mes de Julio de 1973 (Págs. 3-5). Esta publicación estaba dirigida por Ricardo Ferraro, Moisés Ikonicoff y Eduardo Mari editándose en la ciudad de Buenos Aires entre 1969 y 1975. La reproducción del documento consta en Sarlo (2001).
[44] Como directores del Instituto Romualdo Ardissone y del Departamento de Geografía respectivamente ejercían Horacio Difrieri y Roberto Combetto. Entre 9-1973 y 2-1974 se designa a Gerardo de Jong como director del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), y posteriormente del Centro de Estudios Integrales en la misma unidad académica. De Jong desde 1972 se desempeñaba en el Consejo Federal de Inversiones como coordinador de equipos de análisis regional. Fuente: Honorable Legislatura Provincial. Provincia del Neuquén. Diario de Sesiones XXXI. 11a. Sesión Ordinaria. Período Legislativo. Reunión Nº 17: “Aclaración acerca del profesor Gerardo de Jong” realizada por el señor diputado Raúl Esteban Radonich. Neuquén, 11 de septiembre de 2002.
[45] El Concilio Ecuménico Vaticano II significó un cisma no declarado en la iglesia católica entre aquellos laicos y sacerdotes que abrazaron sus postulados y los que rechazaron esta modernización. A partir del Concilio fue posible reconocer a posconciliares y preconciliares. Los posconciliares iniciaron la discusión de los documentos replanteando una reelaboración de la teología, la práctica cotidiana, y sobre todo, el cambio de la relación de los curas con sus fieles. En América Latina comenzaron a cuestionar la complicidad de la jerarquía eclesial con los gobiernos autoritarios, mientras algunas revistas de cultura católica y a través de encuentros espirituales en parroquias, colegios confesionales y agrupaciones cristianas paulatinamente se experimentó un acercamiento a las ideas del marxismo revolucionario y a una revisión positiva del fenómeno peronista. En muchos casos el compromiso sacerdotal llevó a los curas a trabajar en fábricas, villas miserias y poblaciones marginales; y a denunciar las inequidades del sistema capitalista haciendo una clara opción por los pobres. En el trabajo de Brieger (1991) se incluyen una serie de testimonios extensos y valiosos de sacerdotes argentinos, como los documentos y proclamas del movimiento tercermundista.
[46] Rodolfo Puiggrós (29-05-1973 a 2-10-1973); Enrique Martínez ( 7-09-1973 a 2-10-1973); Alberto Banfi (2-10-1973 a 4-10-1973-no asumió); Ernesto Villanueva (4-10-1973 a 28-03-1974), Vicente Solano Lima (28-03-1974 a 25-07-1974); Raúl Federico Laguzzi (25-07-1974 a 17-09-1974), Alberto Ottalagano (17-09-1974 a 26-12-1974), Eduardo Mangiante (27-08-1975 a 12-02-1976), José Alocén (12-02-1976 a 24-03-1976). Fuente: <http://www.uba.ar/download/institucional/uba/historia_uba.pdf.> (12 de Noviembre de 2004).
[47] Los datos estadísticos se obtuvieron de la página institucional de la Universidad Nacional de Buenos Aries (UBA). Fuente citada en la nota precedente.
[48] Durante 1975 ya se habían interrumpido algunas carreras que se las apuntaba como más politizadas y caóticas; entre éstas se suspendieron transitoriamente las clases en Filosofía y Letras (UBA) y los ingresos a las carreras de Antropología, Ciencias Políticas, Sociología, Filosofía y Psicología en la Facultad de Humanidades (Universidad Nacional de Mar del Plata), esta última medida derivaría en su desaparición.
[49] Las denuncias fueron presentadas por los científicos de carrera César Vázquez y Sol Rabasa (ex Secretario de Ciencia y Técnica y ex Subsecretario de Ciencia y Técnica respectivamente) por desvíos de fondos públicos ante la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas. La asesoría letrada del Ministerio de Educación y Cultura recomendó al Consejo la presentación de las imputaciones penales. En todos los casos los implicados fueron sobreseídos.
[50] Ricardo Figueira es docente e investigador actualmente en la Universidad Nacional de Luján, durante los 70 se desempeñó en el campo de la industria editorial, particularmente en el Centro Editor de América Latina (CEAL) en obras de referencia y enciclopédicas de geografía argentina de divulgación masiva. Trabajó en la elaboración de las biografías para Mi país tu país (1969), para asumir luego tareas en varios proyectos editoriales como editor, secretario, documentalista y director. Junto a Elena Chiozza codirigió El País de los Argentinos (1974) y El Atlas Total de la República Argentina (1982). El CEAL cerró sus puertas en 1994 y bajo los períodos dictatoriales se encontró bajo observación de los servicios de inteligencia militar, siendo afectado en varias ocasiones por la censura y la represión cultural que se hizo más intensa a partir de 1976 (Cicalese, 2006a).
[51] GAEA. Sociedad Argentina de Estudios Geográficos. La geografía en la encrucijada. Boletín GAEA. Nº 105. Buenos Aires, 1986.
[52] La dirección del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras la ejercía Carlos Reboratti (ver nota 22) y la dirección del Instituto de Investigación Ramualdo Ardissone Luís Yanes (1984-1990), luego decano de la unidad académica durante dos períodos electivos (1990-1994 y 1994-1998).
** Agradezco la colaboración de colegas que me acercaron información y orientaron la búsqueda como a todos aquéllos que aceptaron ser entrevistados. Ellos son: Elena Margarita Chiozza, María Nélida Martinez, Claudia Natenzon, María del Carmen Villar, Susana Cardozo Soto (mi agradecimiento por la documentación que me acercó relativa a las instituciones de la geografía uruguaya), Ana Liberali (quien generosamente me facilitó los documentos del Segundo Encuentro Latinoamericano de la Nueva Geografía, Comahue 1974) y a los colegas de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA) que desinteresadamente pusieron sus archivos a mi disposición. Por supuesto, la reconstrucción y la interpretación histórica es responsabilidad del autor.
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ANEXO
Ponencias consultadas del Segundo Encuentro Latinoamericano de la Nueva Geografía. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Comahue. Neuquén. 18-23 de Febrero de 1974.
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© Copyright: Guillermo Gustavo Cicalese, 2007
© Copyright: Biblio3W, 2007
Ficha bibliográfica
CICALESE, G.G. Ortodoxia, ideología y compromiso político en la geografía argentina en la década de 1970. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XII, nº 767, 20 de diciembre de 2007. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-767.htm]. [ISSN 1138-9796].