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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES (Serie documental de Geo Crítica) Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XI, nº 629, 25 de enero de 2006 |
DE NUEVO EL MODELO BARCELONA Y EL DEBATE SOBRE EL URBANISMO BARCELONÉS
Horacio
Capel
Universidad de Barcelona
Palabras clave: urbanismo, participación, modelo Barcelona.
Key Words: urbanism, participation,
Barcelona model
Plantear el problema del modelo Barcelona es debatir la forma como se realiza y como se ha de realizar el urbanismo [1] . Y qué mecanismos se ponen a punto para organizar la participación de los ciudadanos.
No cabe duda del prestigio que tienen en todo el mundo la ciudad de Barcelona y las actuaciones urbanísticas que se han realizado en esta ciudad. Pero también es grande la sorpresa de muchos extranjeros cuando llegan a Barcelona y encuentran que la realidad está muy lejos de las expectativas [2].
Cuando se habla del modelo Barcelona normalmente se alude a la intervención en el urbanismo. Aunque para algunos no se trata solo de ello. La idea del modelo se ha aplicado también, generalmente de forma encomiástica, a otros aspectos, como la participación o las políticas culturales, en las que se pretende que Barcelona sería también ejemplar. Alguna de esas otras dimensiones se están considerando ahora como problemáticas. Así en los últimos meses se multiplican las reuniones de empresarios que reflexionan sobre el posible agotamiento del modelo Barcelona, y que dialogan acerca de ello con políticos catalanes. Ese modelo, que estaría basado sobre todo en el turismo, los grandes eventos, los servicios y la promoción inmobiliaria, se percibe hoy con escepticismo [3].
El debate sobre el modelo Barcelona
La publicación del libro El modelo Barcelona. Un examen crítico ha dado lugar a algunas reacciones. La más destacada y significativa es, sin duda, la de Oriol Bohigas, que pocas semanas después de la aparición de esta obra publicó en el diario Avui un comentario en el que valora positivamente el libro, así como la participación de los geógrafos en las discusiones sobre la ordenación territorial y en las propiamente urbanísticas [4]. Viniendo de un gran maestro del urbanismo barcelonés, este juicio es, sin duda, muy apreciable, y se lo agradezco, al igual que la atención que ha prestado al libro.
Como es natural, no deja, sin embargo, de hacer críticas, siempre saludables. Detecta en el libro, en primer lugar, “un olvido de los valores de la arquitectura y el espacio diseñado, relegándolos a unos juicios de vulgaridad excesiva”, y alude también a “la falta de un punto de finura crítica” en ese sentido. Algo en principio preocupante, pero que acaba por no afectar cuando se comprueba el rechazo que generalmente tienen los arquitectos por los juicios no solo del público en general sino también de cualquier especialista que no pertenezca a su campo.
Otras críticas que realiza son más dignas de tener en cuenta. Cuestiona, en particular dos aspectos del libro: “los criterios radicales para la conservación del patrimonio histórico, y las ambigüedades en el doble tema de la compacidad y la densidad urbana”.
Respecto a lo primero, su punto de vista es que en el libro se puede tener razón en las acusaciones puntuales, pero no en la generalización. Ante las críticas que en él se hacen, a Bohigas le vienen “ganas de reivindicar innovaciones arriesgadas de los años de las vanguardias, innovaciones como las escandalosas propuestas de Le Corbusier para derrocar medio barrio del Marais en París y construir en él –brutalmente y sin concesiones- un trozo de la Ville Radieuse”. Y estima que por la defensa que se hizo del barrio y la no realización de la propuesta de Le Corbusier, “el Marais es hoy una triste colección de casas carrinclonas, ornamentadas y ridiculizadas por la burguesía parisiense de medio pelo”; y todavía más, piensa que “si el proyecto de Le Corbusier hubiera prosperado, superando las críticas que todos le hacíamos, el Marais no sería hoy tan tristemente aburrido ni representaría tan claramente el desastre de la elitización de los barrios en decadencia”. El de Le Corbusier era, según el arquitecto barcelonés, un proyecto que habría podido ser “el único antídoto (contra la gentrificación), porque promovía una nueva ciudad popular en sustitución de unas ruinas físicas y sociales, antes de que se aprovechasen de ello las nuevas elites”.
Me resulta difícil compartir el punto de vista del profesor Bohigas en este punto. Sin duda muestra otra vez su generosa preocupación social y su rechazo de los procesos de gentrificación o elitización en las viejas ciudades europeas, que llevaron aparejados en los años 1960 y 70 la expulsión de los grupos populares que allí habitaban [5]. Pero frente a su posición puede argüirse, en primer lugar, que era posible realizar una rehabilitación cuidadosa manteniendo al mismo tiempo a la población que allí habitaba; como, por cierto se intentó en Barcelona durante los años 1980 por parte de un ayuntamiento en el que él tuvo mucha influencia en cuestiones urbanas. Y, segundo, que si se hubiera arrasado el barrio del Marais para construir grandes conjuntos de vivienda de arquitectura racionalista, hoy estaríamos lamentando esa destrucción, y seguramente a punto de demoler los nuevos bloques, tal como ha sido necesario hacer en otros lugares de Francia.
En cuanto al otro tema planteado, considera que una buena ciudad es siempre compacta, pero que eso no significa que sea especialmente densa. Estima que las críticas a los rascacielos “se basan en ternura sociológica o en el temor a los cambios”. Una forma hábil y simpática de descalificación, que no pienso tomar en consideración. Ante todo, porque no me molesta en absoluto que me acusen de tendressa sociològica (e incluso es probable que pueda tomarse como un elogio). Y, luego, porque esa alusión al “temor a los cambios” es tan general que a ella puede responderse con otra del mismo tipo: una persona puede al mismo tiempo temer o desear los cambios: depende de cuales sean y de cómo se realicen (lo que, por cierto, sirve también para los rascacielos).
Bohigas reconoce, de todas maneras, que no debería hablarse del “modelo Barcelona”, y que se ha podido utilizar la expresión “para conseguir fácilmente prestigios publicitarios o soporte político”. Lo que seguramente es cierto, y es precisamente una de las cuestiones que se plantean en el libro.
También estima que lo que se ha hecho en la ciudad de Barcelona es un proceso, interesante, pero no un modelo, porque “no ha sido una línea continua sino más bien contradictoria”; y considera que “no pertenecen al mismo modelo la Villa Olímpica y Diagonal Mar”. Podría debatirse esta última afirmación, cosa que no es necesario hacer aquí; pero en cuanto a la falta de continuidad y a las contradicciones, tampoco hay dificultad en aceptar su punto de vista, ya que es, otra vez, algo que intenté señalar en el libro, con mayor o menor acierto.
Opina el profesor Bohigas que aunque no exista un “modelo Barcelona” en general, si que puede hablarse, en cambio, de modelo en un aspecto fundamental: “el método de utilizar los instrumentos urbanísticos y de planificación”; es decir, que según él, “el modelo es solo la metodología”. Y pasa a resumir los aspectos fundamentales que son los siguientes:
“acción basada en el proyecto del espacio público como lugar urbano y colectivo por excelencia, acción inmediata por medio de los proyectos urbanos que dan respuesta a la realidad inmediata de cada barrio, actuación prioritaria en lo que presenta ofertas de fácil ejecución, reconstrucción de la ciudad existente en lugar de la expansión, compacidad y continuidad urbana en lugar de la suburbialización, etc. Y todo eso se concreta en una manera de trabajar, basada en la eficacia del proyecto sobre la falta de definición del plan”.
Según él, todo ello es lo esencial en las actuaciones que se han realizado en Barcelona, aunque también acepta que “está cambiando sustancialmente en los últimos tiempos, con el equívoco protagonismo de los modernos monumentos arquitectónicos frente al espacio público”; y concluye: “es decir, que lo que era de verdad un modelo se está difuminando porque los nuevos contenidos no soportan su racionalidad”.
Planteadas así las cosas por uno de los impulsores esenciales de las transformaciones barcelonesas de los años 1980, el problema debe centrarse en el análisis de esa metodología del proceso y en la razón de los cambios sustanciales que se han producido. Hablaremos de uno y otro aspecto a continuación.
La metodología
Podemos examinar los distintos aspectos que señala con referencia a la metodología empleada en Barcelona.
1.- “Acción basada en el proyecto del espacio público como lugar urbano y colectivo por excelencia”.
Es cierto que ésta ha sido una característica importante de las actuaciones que se han realizado en Barcelona. Pero también, que todo depende con qué se compara. Si se compara con otras ciudades, por ejemplo las norteamericanas, es mucho lo que se ha hecho. Pero si se compara con otras ciudades europeas o con el ideal que se podría tener, las cosas resultan más dudosas. Si, por un lado, es verdad que se ha ganado espacio público, y de calidad, también es cierto que existen privatizaciones sutiles de ese espacio público y procesos de cerramientos que no deberían permitirse.
En el libro citaba algunos ejemplos, de forma muy moderada y prudente, y que van desde algunas actuaciones como la calle Anglesola a los centros comerciales. Otros autores son mucho más radicales, como se puede comprobar en artículos y trabajos publicados en la misma Barcelona. Podemos remitir entre ellos al de Manuel Delgado Elogi del vianant. Del ‘model Barcelona’ a la Barcelona real, del que luego hablaremos.
En este sentido es también preocupante la aparición de barrios cerrados, que ya se anuncian en la prensa. Tal vez no en Barcelona, donde existen sin embargo manzanas en las que parece que se permite (como se observa, por ejemplo, en el cerramiento de Roma 2000). Pero desde luego esos cerramientos están empezando a crecer de forma sensible en el Área Metropolitana de Barcelona, en contra de las tradiciones hispanas y de la misma legalidad.
Si todo ello fuera cierto, se trataría de un cambio importante que habría que poner en el debe de las transformaciones sustanciales que se están produciendo en las actuaciones urbanísticas en Barcelona –donde, de todas formas, hay que valorar positivamente la insistencia municipal en la importancia del espacio público.
2.-“Acción inmediata por medio de los proyectos urbanos que dan respuesta a la realidad inmediata de cada barrio”.
También puede aceptarse, para empezar, que ha podido suceder así en el pasado y, especialmente, respecto a Ciutat Vella. Pero la situación ha ido empeorando en los últimos años en ese mismo barrio. Hace casi 20 años la campaña “Aquí hi ha gana” (Aquí se pasa hambre) llamó la atención sobre los problemas sociales del sector oriental de Ciutat Vella; hace solo unos días la prensa, recordando ese eslogan, ha señalado que muchos de esos problemas todavía perviven, o se han agravado [6].
En todo caso, no es seguro que se pueda afirmar que ha habido respuesta en otros barrios; por ejemplo en Poblenou, donde muchos equipamientos públicos prometidos tardan en llegar, a pesar de las promesas explícitas que se han hecho a los vecinos. Todavía puede verse un colegio público instalado en barracones en la calle Bilbao.
También parece evidente que el espacio público urbano se está degradando, y que algunos lo perciben como cada vez más sucio y más inseguro. Sucio, probablemente por problemas presupuestarios del Ayuntamiento, que quizás tienen que ver con los gastos desmedidos realizados en el pasado en el Forum. Inseguro, por varias razones, pero una de ellas por la práctica desaparición de la policía municipal del espacio urbano. La policía de proximidad, para lo que la guardia urbana estaría especialmente preparada, se encuentra todavía muy distante.
3.-“Actuación prioritaria en lo que presenta ofertas de fácil ejecución”.
Era, sin duda, una necesidad ineludible en los años 1980, por la escasez de recursos. La crisis económica que se dejaba sentir en la primera mitad de los años 1980 explica que, no solo en Barcelona sino también en Madrid y otras ciudades, se previera una detención del crecimiento metropolitano y, en un contexto de problemas presupuestarios, se hablara de un urbanismo de la austeridad, de la necesidad de dar prioridad a las intervenciones más baratas, a la actuación en el casco urbano edificado y la conservación de los centros históricos, a la vez que se ponía énfasis en las reivindicaciones del movimiento vecinal. No hay más que consultar los estudios sobre el planeamiento urbano en el Madrid de aquellos años –como, por ejemplo, el Plan General de 1985- para comprobarlo. También en esos años se realizó en Madrid -como ha escrito un buen conocedor del tema- una ‘recualificación difusa’ de los barrios, realizada “tanto a través de una cantidad enorme de operaciones pequeñas de reurbanización, como de la creación de un cuantioso reequipamiento, hecho también de acciones puntuales”, todo lo cual se hizo con una fuerte presencia de las asociaciones vecinales, que, en especial, fueron esenciales en las operaciones de remodelación de barrios [7]. Tanto en Madrid como en Barcelona apareció en aquellos años la idea de recuperar la ciudad y de realizar una reforma interior y de equipamientos para equilibrar los problemas heredados de los años 1960, en los que se había producido un fuerte desarrollo económico bajo un régimen dictatorial no democrático.
4.-“Reconstrucción de la ciudad existente en lugar de la expansión”
Hay que distinguir entre el municipio de Barcelona y el Área Metropolitana. Respecto al municipio, la reconstrucción de la ciudad existente fue una estrategia en los años 1980, haciendo de la necesidad virtud. Más tarde, la ciudad existente no solo no se ha reconstruido sino que se ha transformado profundamente, tanto en el interior del tejido urbano como en los límites municipales. No estoy seguro de que puedan calificarse de reconstrucción las intervenciones que se están realizando en todo el sector oriental del municipio, desde Poblenou a Diagonal Mar, con derribos generalizados.
Por otro lado, la urbanización se ha extendido también en el interior del municipio de Barcelona. En los bordes internos, ocupando espacios vacíos interiores y recalificando equipamientos; y en los bordes externos, avanzando sobre los sectores todavía desocupados de la Ribera del Besos, que se han seguido urbanizando, con el Forum y otras iniciativas.
5.-“Compacidad y continuidad urbana en lugar de la suburbialización”,
En lo que se refiere al conjunto del Área Metropolitana de Barcelona, el proceso de expansión no solo no se ha detenido, sino que se ha intensificado. Los estudios que existen sobre la expansión de la urbanización en la provincia de Barcelona, entre los cuales los de Francesc Muñoz [8], muestran la intensidad de ese proceso, que este mismo autor no duda en calificar precisamente de suburbialización.
6.-“Todo eso se concreta en una manera de trabajar, basada en la eficacia del proyecto sobre la falta de definición del plan”.
La eficacia del proyecto concreto frente a los planes generales desmesurados y rígidos fue una idea bastante extendida en el planeamiento de los años 1980, cuando incluso surgió un movimiento “contra el plan”, muy cercano al de otros países como Italia. Pero a partir de los años 1990 han sido muchos los arquitectos y urbanistas que han llamado de nuevo la atención sobre la necesidad de un planeamiento, sobre la importancia del plan, de la definición de los objetivos generales que han de guiar las intervenciones concretas que se realizan en la ciudad.
La exaltación del proyecto frente al plan fue una consigna de los años 1980, que se formuló en un contexto determinado y condujo a una magnificación de la arquitectura frente al urbanismo. Una situación muy favorable a los arquitectos y difundida desde algunas cátedras de la Escuela Técnica Superior de Urbanismo de Barcelona y otras ciudades. La carencia de una formación específica en urbanismo [9] y la falta de experiencia de los políticos que llegaron al gobierno municipal dio a los arquitectos un papel preponderante en todas las escalas del planeamiento, para el que tal vez no estaban a veces suficientemente preparados.
Los debates que se realizaron en los años 1989 en relación con las propuestas de reforma de los estudios de arquitectura condujeron a una magnificación del proyecto como vertebrador de las enseñanza generales de la carrera, dejando la especialización para el tercer ciclo. Pero no es seguro que eso haya formado a buenos urbanistas, a juzgar por los juicios que los mismos arquitectos realizan [10].
La razón de los cambios sustanciales que se han producido
La alusión que realiza el profesor Bohigas a los cambios sustanciales que se han producido en el gobierno del municipio de Barcelona, seguramente refleja una realidad. Pero no deja de ser sorprendente, ya que el gobierno del Ayuntamiento de Barcelona está desde los años 1980 en manos de partidos de izquierda integrados en una misma alianza política.
Podría argumentarse sobre la conveniencia de esos cambios como una necesaria adaptación a las transformaciones que se han sucedido en el mundo y en los procesos de urbanización. Y sobre el interés y la oportunidad de modificar la estrategia política, a pesar de la continuidad en el consistorio.
a).-Los cambios en los procesos de globalización y de urbanización.
No cabe duda de que se han producido cambios importantes en el proceso de globalización. Hechos especialmente relevantes son la creciente competencia internacional, la intensificación de movimientos migratorios de orígenes extrapeninsulares, y la presencia de China en la economía internacional, la ampliación de la Unión Europea, los debates sobre las barreras al comercio mundial, y otros. La actuación del Ayuntamiento parece estar esencialmente preocupada por todo ello. El alcalde viajero asiste a foros internacionales en que se discuten esas cuestiones.
La inmigración plantea sin duda problemas nuevos que no siempre se abordan debidamente. Aunque es una cuestión muy compleja, que no debemos simplificar, es posible que se estén constituyendo ghetos, que podrían ser menores si hubiera existido una política de construcción de vivienda social. He oído hace unos días por televisión al líder municipal de Convergencia i Unión defender en este sentido políticas que tradicionalmente han sido típicas de la izquierda; lo que no sé si muestra una conversión de ese partido de derechas, pero, en todo caso, parece poner de manifiesto que el ayuntamiento de izquierdas no las ha aplicado.
Los problemas que plantea la creciente competencia internacional y las amenazas de traslado de plantas industriales preocupan seriamente al Ayuntamiento, como es lógico. Ante ello el modelo económico por el que se ha optado parece claro, y ha sido reiterado hace unos días por el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona y presidente de la Comisión de Urbanismo: “hay muchos proyectos en marcha que permitirán llevar a cabo la transformación de Barcelona en una sociedad de servicios en la que se prestará especial atención a la alta tecnología”[11]. Al parecer se duda de si el modelo han de ser los países escandinavos, como algunos pretenden, o California e Irlanda, como parece desear, entre otros, el presidente de la Cámara de Comercio Norteamericana en España. En ningún caso nadie parece pensar en un modelo propio, español o catalán. Un modelo en el que las propias tradiciones, y en primer lugar la propia historia industrial y la flexibilidad que implica la existencia de pequeñas y medianas empresas con capacidad de innovación, podría ser una buena base para la transformación. Frente a ello, la destrucción del tejido social y económico de pequeños talleres e industrias en el municipio de Barcelona está obligando a una deslocalización metropolitana que implica, en muchos casos, la desaparición de esas pequeñas empresas.
b.-Los cambios de estrategia política de los grupos políticos que están aliados en el ayuntamiento.
En este sentido habría que destacar la suspicacia creciente que parecen tener todos los partidos respecto al movimiento asociativo, la actitud cada vez más cerrada respecto a la participación y la incapacidad para el diálogo. Como si estuvieran atemorizados por la virulencia que están adquiriendo algunos movimientos radicales contra la globalización.
Casos paradigmáticos de ese rechazo al diálogo pueden ser las actuaciones del 22@ y el Poblenou. Y, de manera emblemática, la actitud de los políticos y técnicos municipales en el caso de Can Ricart. Hablaremos de ello a continuación.
El Poblenou y Can Ricart
Las actuaciones en el Poblenou, y en especial las del 22@ y el caso de Can Ricart son bien significativos de la actitud del Ayuntamiento y de los arquitectos. En general, podría resumirse diciendo que ideas interesantes, como podía ser la concepción inicial del 22@, han acabado dando lugar a actuaciones equivocadas e incluso perjudiciales para la ciudad.
Está por hacer, y convendría que los arquitectos se comprometieran a ello, un balance crítico de las actuaciones urbanísticas realizadas en el Poblenou. La impresión que se tiene es que no ha existido un verdadero proyecto urbanístico y que se han ido tomando decisiones que se han modificado en función de no se sabe bien qué criterios. Por ejemplo, en algunos planos iniciales de las actuaciones del 22@ aparecen intervenciones y trazados de calles que luego no se han llevado a la práctica. Y las decisiones que se han tomado respecto a un punto tan central y esencial como es el del cruce de la Diagonal con Pere IV, o la misma incapacidad para percibir el valor de esta última vía, muestran errores importantes de concepción. Que no se haya aprovechado esa posición central para crear una gran plaza urbana, y que se haya imaginado un Parque Central en esa confluencia, sin realizar un debate público sobre su ubicación y funciones, me parece que es una muestra de la insuficiencia de las concepciones urbanísticas que se están aplicando. Sin hablar ahora de la falta de atención al tejido histórico del Poblenou y de espacios especialmente significativos como el barrio del Taulat o los ejes de Mariano Aguiló-Sant Joan de Malta y el Camino Antiguo de Valencia, de gran valor por su papel en la organización histórica del sector.
Otro aspecto que merece debate es el de la atención al tejido industrial existente. Se tiene la impresión de que ha primado la conversión en oficinas y viviendas, sin prestar atención a las necesidades de la diversificación del espacio, y de la importancia de mantener algunas actividades y talleres industriales en el barrio, así como la localización de equipamientos. A ello se une la falta de sensibilidad por el patrimonio histórico. En especial, ha faltado un plan del patrimonio bien elaborado, y apoyado en criterios sólidos y transparentes, que debería haber existido antes de tomar decisiones de derribo de edificios concretos.
Los ciudadanos, y en particular los del Poblenou, tuvieron confianza en el Ayuntamiento. Sin duda se fueron inquietando cada vez más por el crecimiento de los precios de las viviendas y la falta de voluntad para construir vivienda social, así como por la tardanza en la llegada de equipamientos prometidos. Y finalmente se exaltaron al ver lo que ocurría con Extractos Tánicos, un edificio que fue derribado por la propiedad un sábado, a pesar de las promesas que había hecho el Ayuntamiento para conservarlo.
En ese contexto debe situarse la movilización ciudadana en defensa de Can Ricart, la cual tiene una gran trascendencia. Implica: la defensa de un patrimonio, de la historia y de la identidad de la ciudad; una crítica al 22@; y la defensa de una cierta idea de cómo se ha de desarrollar la ciudad y se ha de elaborar el urbanismo.
La lucha por salvar Can Ricart ha despertado un amplio movimiento de simpatía y de solidaridad internacional, como puede comprobarse con solo consultar cualquiera de los buscadores de internet.
El movimiento vecinal y los trabajos del Grupo de Patrimonio del Foro de la Ribera del Besós, han sido decisivos para la toma de conciencia de la importancia de este recinto fabril. Se ha encontrado información de gran interés sobre la construcción de Can Ricart y sobre su arquitecto Josep Oriol Bernadet, y se ha realizado un estudio en profundidad y una reconstrucción virtual, a la vez que se han hecho numerosas gestiones y análisis sociales y económicos y se han organizado jornadas de debate sobre esos temas [12]. En lugar de valorar y agradecer todo ello, los componentes del Foro de la Ribera del Besós solo han recibido menosprecio, críticas y descalificaciones por parte de los responsables municipales.
La reacción de los arquitectos
La reacción de los arquitectos ante estos problemas y otros muchos que están planteados en Barcelona ha sido la de un silencio clamoroso. Pocas veces este oxímoron ha podido estar más justificado. Ni el análisis y valoración de las actuaciones urbanísticas del 22 @ ni, mucho menos, de Can Ricart han merecido la atención de los colectivos y corporación de los arquitectos. No se sabe si es que el tema no les interesa, si son decididamente contrarios a la protección del patrimonio histórico y al mantenimiento de la diversidad en la ciudad, si creen favorecer el proceso de modernización, o si protegen sus propios intereses ligados al negocio inmobiliario.
Los arquitectos que se han pronunciado públicamente sobre Can Ricart han tenido, casi con una sola excepción (la de Josep María Montaner), una actitud decididamente crítica con los defensores de Can Ricart. Es el caso de Oriol Bohigas, que en ese aspecto no hace más que repetir ideas que ha expuesto ampliamente en otras ocasiones, contrarias a lo que él entiende por conservacionismo desmedido.
No es sorprendente que otros arquitectos adopten una posición similar. Es el caso de Josep Martorell, en un artículo en el que comentaba la exposición municipal dedicada al derribo de las murallas de Barcelona, y al que puso el mismo título: “Fora muralles”. El argumento del artículo es que al igual que en el siglo XIX Barcelona tuvo que destruir las murallas que la cercaban para su desarrollo económico y demográfico, hoy es preciso destruir otras. En concreto, se hace necesaria la transformación del Poblenou, para construir “una ciutat de debò”, con la mezcla de vivienda e industria tecnológica, que es compatible, y ello “a pesar de las reticencias de los que se oponen al derribo de Can Ricart”. Y finaliza el artículo con estas impresionantes palabras, dignas de figurar en una antología:
“La socióloga Mercè Tatjer ha dirigido un estudio muy preciso y serio –Can Ricart. Estudi patrimonial- publicado por el Grupo de Patrimoni Industrial del Fòrum de la Ribera del Besòs, que pienso que se convertirá en imprescindible y muy útil, cuando, como espero, se consume el derribo de Can Ricart” [13].
Más recientemente otro conocido arquitecto ha entrado sorprendentemente en escena, Josep Lluis Mateo. En un artículo periodístico ha aludido al tema de la modernidad, y ha escrito, creo que de forma frívola, lo siguiente:
“en buena parte de los discursos claramente políticos de algunos grupos aparentemente de izquierdas hay una desconfianza hacia la modernidad, hacia la contemporaneidad, hacia la necesidad del cambio. Por ejemplo, encuentro del todo tercermundista la discusión sobre el patrimonio que tiene lugar en el Poblenou. Tiene muy poco que ver con nuestra tradición de apertura y progreso y mucho con una situación de conservadurismo nostálgico y reaccionario, curiosamente fruto de posiciones que aparentemente no lo son. Que la única salida positiva sea volver al estatus quo preindustrial, que la única salida sea volver a la ciudad antigua, a la ciudad del Ensanche, a la de las fábricas viejas, etcétera es un discurso que encuentro muy poco estimulante y adecuado, sobre todo para responder a los retos de la globalización. Porque sin discursos inteligentes y activos es cuando la globalización nos pasa por encima. Con este resgusto ruralizante y arcaico no quedará ni la sombra del paisaje industrial ni de nada” [14] .
Este arquitecto es el que también afirma que en Ciutat Vella “ha habido muchos derribos, una cuestión vidriosa y compleja”. Y añade: “probablemente era necesario, pero hay esta relación entre memoria y nuevo proyecto, entre nostalgia y contemporaneidad que siempre es muy tèrbola (turbia).”.
Como contraposición pone de ejemplo precisamente su propia obra, y el encargo de la filmoteca que ha diseñado para ser construida en el Raval; una obra que
“será pura construcción, una gran masa de hormigón. También será técnica, porque es como un puente. Tendrá dos grandes paredes de hormigón con unos grandes forjados, de manera que quedará sin paredes dentro. Todo eso obliga a colocar una serie de tensores y claves para sostener la estructura como en Les pianos mécaniques”.
La filmoteca –afirma su autor- tendrá también “esa especie de lenguaje crudo, en construcción, con pocos detalles. El edificio se verá muy diferente de las casitas de al lado”. De todas maneras, el arquitecto confía en que le vaya bien a la zona, porque “será nuevo, claramente nuevo; espero que se integre en el entorno, a pesar de ser muy diferente”.
Veremos que resulta de todo ello. De momento, es curioso comprobar que si ponemos juntas las declaraciones que los arquitectos van haciendo a propósito no de su propia obra, que siempre consideran muy buena, sino de la de los demás, resultan contradicciones muy curiosas.
Por ejemplo, en relación con los derribos de la Rambla Nova del Raval, que muchos arquitectos han considerado públicamente como absolutamente necesarios. Las declaraciones de Josep Lluís Mateo muestran ahora que dichos derribos no ha sido tan acertados. Afirma, en efecto, de forma explícita que “la lógica de los grandes derribos probablemente no ha sido la más interesante”. Y pasa en seguida a criticar a los que han intervenido en ese sector: “claramente, lo que no han sido interesantes son las nuevas arquitecturas que han salido de los derribos, que son de una gran banalidad”. Sorprendentemente, critica que se haya construido “vivienda pública, que tiene unas normativas muy especiales, repetitiva y poco ágiles, que ha generado un paisaje nuevo muy poco atractivo, digamos”. Y lamenta que no haya habido proyectos “que hayan sabido reinterpretar el problema de cómo construir en aquella especie de kasbah”. Ante lo cual tal vez convenga señalar, en primer lugar, que la normativa de la vivienda pública parece muy útil y oportuna porque, entre otras cosas, sirve para proteger a los ciudadanos de las arbitrariedades de los arquitectos. Y respecto a la que se ha de construir en “esa especie de kasbah” que se considera al Raval, -denominación que no es seguro que sea muy adecuada ni en sentido propio (“fortaleza”) ni en el figurado-, sería interesante que se explicitaran esos proyectos para poderlos debatir públicamente.
Ese calificativo de banal aplicado a las viviendas que construyen los arquitectos no es la primera vez que se oye. Es seguro que muchos arquitectos barceloneses tienen una excelente formación. Pero en los últimos años se han podido leer y oír fuertes críticas sobre ellos en innumerables ocasiones. Las limitaciones de la formación de los arquitectos han sido constatadas, y se han puesto en relación con la masificación, la presión para aumentar los aprobados, y otros factores.
Para resolver los problemas que desde hace años se vienen planteando en la enseñanza de la arquitectura, algún centro, como la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés, ha puesto énfasis en el proyecto y en la vivienda, una capacitación que cubre la mayor parte de la demanda de trabajo profesional de los arquitectos. Los resultados no deben de haber sido muy brillantes, ya que merecen frecuentes descalificaciones de otros técnicos. En ese esquema el arquitecto se especializa en la construcción de vivienda, y un master proporcionaría, a quienes lo realizan, una formación más elevada para construir otros tipos de edificios y para el urbanismo [15]. Curiosamente se pretende que esos arquitectos que se han formado esencialmente para la construcción de viviendas y que las construyen tan mal hasta el punto de ser desvalorados por otros colegas que pretenden ser renovadores, y muchas veces también por los ciudadanos en general, se ocupen también del urbanismo. La evolución de los últimos decenios –ha escrito Ricard Pié- “hace imposible asegurar una formación acorde con las competencias que confiere la titulación”. Se entienden, entonces, que a veces lo hagan mal, especialmente en el campo del urbanismo.
El mismo arquitecto Mateo estima que “es una lástima la destrucción que ha habido en toda la manzana del carrer Robadors”, aunque, curiosamente, luego solo recuerda una medianera bellísima que salía en la película Les pianos mecaniques de Bardem con Melina Mercuri. Lo que para unos arquitectos ha sido y es la necesidad ineludible de una actuación higienista en el Raval, para otros está empezando a ser ya una destrucción lamentable.
Por si su pensamiento no quedara claro, en otro momento de la entrevista señala que “por la vía de la conservación y regeneración de los barrios, la vía de plantar plantas y árboles, la vía puramente vecinal, eso nunca habría cambiado. Por el contrario, habría consolidado la marginalidad”. Creo que ante afirmaciones como ésta es necesario hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, la vía vecinal no es solo plantar árboles. Es algo más: es la demanda de vivienda social, de equipamientos locales, que en ocasiones se han prometido y no llegan, de parques, de otras formas urbanas, de otras maneras de hacer el urbanismo. Por otra parte, no es cierto que eso habría consolidado la marginalidad, sino todo lo contrario. Si se tienen dudas sobre ello, no hay más que consultar la colección de la revista mensual La Veu del Carrer, examinar con atención las propuestas concretas que se han realizado, y comprobar la nómina de los colaboradores de esta publicación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.
En la entrevista realizada al citado arquitecto ante la pregunta del periodista referente a que el sector de los derribos “parece un poco desierto”, la respuesta es ésta:
“Probablemente, se ha hecho demasiado deprisa y quizás habría sido interesante hacer al mismo tiempo, o incluso antes, las viviendas sociales diseñadas por los jóvenes arquitectos locales, porque habrían dado nueva arquitectura residencial y no solo espacio público o estos edificios terciarios que hay ahora… Ahora está como inacabado”.
Es decir, que finalmente se reconoce que falta vivienda social, que falta vivienda en general y mezcla de usos, que sobran tal vez edificios terciarios, que se ha hecho precipitadamente; es decir se acaba se reconocer precisamente lo mismo que denunciaba algunas de las críticas que ha venido haciendo el movimiento vecinal, las cuales, por cierto, se extienden a otros muchos aspectos de los que este arquitecto formalista no habla.
En general, da la impresión que los arquitectos desean tener amplia libertad para intervenir en cada lugar de la forma que estimen oportuna. Algunos llegan incluso a esgrimir explícitamente la libertad del artista para justificarlo. Pero a veces da la impresión de que no les gusta mucho la competencia. O tal vez suceda que se están cometiendo graves errores al permitir ciertas actuaciones en el tejido urbano de Barcelona. Uno de los arquitectos que justifica una actuación libre para su propia obra en el Raval y en otros lugares –Josep Lluis Mateos- parece no ver con muy buenos ojos lo que hacen los extranjeros, ya que afirma
“Parece que los arquitectos extranjeros tienen patente de corso para hacer todo lo que quieren. Eso lo encuentro esperpéntico y no pasa en otros lugares del mundo”.
Se podría, tal vez, decir lo mismo de las actuaciones de algunos arquitectos de aquí, que también parecen tener patente de corso. Podemos añadir que en otros países en los que hay mayor tradición democrática y hábitos de debate intelectual, tampoco ocurre que un arquitecto se atreva a hacer declaraciones como esas, y justifique su propia actuación en el Raval, sin que ningún otro miembro de la corporación diga nada sobre el particular. La pregunta que muchos ciudadanos nos hacemos es ésta: ¿están todos los arquitectos barceloneses, los que han salido de la ilustre Escuela de Arquitectura de Barcelona –que un día pretendió ser, con la de Venecia, la mejor de Europa- de acuerdo con esas declaraciones y con otras similares que repetidamente se hacen en esta ciudad?
Sorprendentemente, unas declaraciones tan fuera de lugar como las que ha realizado este arquitecto han pasado sin recibir el menor comentario crítico por parte de algún miembro de la corporación. Los que hemos encontrado son de personas que no son arquitectos, como el de Mateo Rello, un poeta del Raval, ligado a una revista libertaria de crítica social en Ciutat Vella. En las páginas de Masala, Rello ha escrito un valiente artículo con el título “Política, señor Josep Lluis Mateo”, en el que recuerda que las destrucciones de que habla el arquitecto “siempre afectan a zonas populares, y siempre por tanto afectan a las mismas víctimas”, y estima que “su doble condición de arquitecto y de arquitecto que actúa en el barrio, acentúa la indecencia de su frívola valoración de la política de derribos compulsivos”, estimando finalmente que esa lógica dels grands enderrocs a la que alude “es, al fin, la de la polis del Dinero y no la ciudadana” [16].
Con las tomas de posición que hemos visto por parte de los técnicos de la arquitectura y el urbanismo no sorprende las que han adoptado los políticos del ayuntamiento, que se dejan asesorar por estos técnicos. En general, se tiene la impresión de una mediocridad creciente de la clase política, de una incapacidad para conectar con las necesidades y aspiraciones populares, una ignorancia grave de la historia de la ciudad, que les impide pensar sólidamente en el futuro, y una falta total de sensibilidad ante los problemas ciudadanos.
Los políticos municipales no han tenido la menor reacción ante la propuesta desinteresada del Forum de la Ribera del Besós, que se presentó en 2003 [17] . Cuando el problema de Can Ricart empezó a tener trascendencia pública, comenzaron a pensar en el tema y a preparar entonces un plan de protección del patrimonio industrial. Pero el plan no ha sido elaborado todavía. Y todo eso muchos meses después de los plazos que ellos mismos habían establecido.
Un plan de protección del patrimonio que no se sabe bien cómo se articula, que no cumple los plazos, que se intenta finalizar apresuradamente y que no se acaba no parece ser un buen ejemplo de planeamiento urbano.
Por si faltara algo, la destrucción del patrimonio prosigue aceleradamente. El mismo día que el arquitecto antes citado (Josep Lluis Mateo) menospreciaba la política conservacionista, se derribaba apresuradamente la mayor parte de la antigua fábrica Bayer. Y eso a pesar de que el edificio de esta fábrica, diseñado por el arquitecto Miquel Madorell i Riu está registrado en el catálogo del patrimonio arquitectónico de la ciudad. En su lugar se levantarán un total de 350 pisos, incluyendo un edificio de 12 plantas, lo que, a pesar de ir contra la normativa del Ensanche, se ha permitido a cambio de dejar libre el interior de la manzana y de un centro de servicios sociales [18]. Que algunos vecinos estimen que esa torre les va a quitar la luz no parece preocupar a los gestores municipales. Dicen que el interior será de acceso público y que tendrá dos entradas. Lo veremos, y confiemos que el acceso no se clausure más tarde, como se ha hecho en otros casos.
El día 2 de diciembre de 2005 tras el cierre de otra de las empresas que se alojaban en el recinto de Can Ricart, empezó un proceso de derribo por parte del propietario. Ante la movilización de vecinos del barrio, el Ayuntamiento envió a la guardia urbana para que paralizara dicho derribo. Seguramente los periodistas tras hacer fotos de las actuaciones preguntaron a algún responsable municipal. Al día siguiente el períódico El País, publicó la noticia de que el Ayuntamiento había notificado la orden de suspensión de las licencia de derribo de las naves del conjunto fabril de Can Ricart. Según la periodista que redactaba la noticia, “el motivo de la suspensión es que todavía no se ha determinado qué elementos del conjunto pueden quedar preservados en el Catálogo del Patrimonio Industrial de Poblenou, actualmente en proceso de tramitación” [19].
Así pues, parece que la cuestión de los elementos que han de preservarse en Can Ricart está en estudio. Lo cual significa, aunque no lo parezca, un gran avance, ya que hasta ese momento la actitud del Ayuntamiento había sido la de que no había nada que rectificar. Pero por otro lado, mantiene el grave problema del deterioro del recinto, que se está produciendo aceleradamente, y que puede dar argumentos para la destrucción legal del edificio.
La transformación del tejido industrial
Desde el siglo XIX la industria urbana ha ido desplazándose hacia la periferia y obteniendo grandes plusvalías de los terrenos que abandonaba en el interior de la ciudad.
Una parte de esos traslados están sin duda justificados, por la necesidad de nuevos y más amplios espacios para la producción. O por tratarse de industrias contaminantes. Otros son puramente especulativos y tratan precisamente de aprovecharse de las plusvalías generadas por el crecimiento urbano. No es seguro que en este caso debieran permitirse, especialmente cuando esos traslados contribuyen a disminuir la mezcla de actividades que hoy tanto se valora en la ciudad.
El proceso continúa hoy en el municipio de Barcelona. El caso del Poblenou es bien conocido. A él se une ahora el de la futura conversión de la Zona Franca en viviendas, iniciado con el Plan de la Marina de la Zona Franca, Podemos sospechar que en el futuro se añadirá también el sector del Buen Pastor.
De manera similar está ocurriendo en los municipios periféricos del Área Metropolitana. Los procesos de transformación en marcha o previstos son intensos en L’Hospitalet, en Sant Esteve Sesrovires, en Sant Feliu de Llobregat, en Sant Joan Despi y en Cornellá, entre otros [20].
Una reciente campaña publicitaria institucional, con bandera alcachofada incluida, nos adoctrina que “la gastronomía es identidad”. Se ve que el Ayuntamiento de Barcelona está plenamente inmerso en la postmodernidad, la movilidad y el cambio, y que considera la gastronomía -algo que es, en definitiva, verdaderamente cambiante en relación con los productos disponibles- como señal identitaria, al parecer más incluso que la industria. El mismo consejero Nadal ha esgrimido el caso de los éxitos en la gastronomía y estima que “si les hemos pasado a los franceses en ese campo ¿por qué no podemos hacerlo en otros?”. Por eso seguramente no les preocupa ni a él ni a los responsables municipales la desaparición de suelo industrial en Barcelona, y su conversión en residencial o de oficina.
Sin embargo, el problema del suelo industrial parece ser apremiante a escala de Cataluña. Al parecer la actitud de numerosos ayuntamientos de revisar los planes generales para convertir el suelo industrial en suelo mixto, comercial o residencial está planteando problemas de escasez de suelo de ese carácter. De creer lo que se dice en la prensa, la industria busca nuevos parques industriales. Las noticias hablan de que en 2004 la oferta de nuevas naves industriales descendió a 180.000 m2 frente a los 488.000 a finales de 2003. También que a través del programa del Suelo 2005-06 la Generalitat ha empezado a preparar 1.480 ha de suelo industrial en unas veinte actuaciones, las tres cuartas partes a cargo del Incasol [21].
Resulta extraño que en un momento en que se necesita suelo industrial, el que existe en el municipio de Barcelona desaparezca, transformado por el sector inmobiliario en viviendas y servicios.
La cultura del no
El modelo Barcelona está siendo hoy impugnado desde diferentes perspectivas. Especialmente críticas son las valoraciones de algunos antropólogos, entre los cuales de forma especial Manuel Delgado, autor de un interesante libro Elogi del vianant. Del ‘model Barcelona’ a la Barcelona real, publicado por las mismas fechas que el libro que hoy presentamos.
No estoy de acuerdo con una parte de las posiciones que adopta, pero en cualquier caso sus escritos se hacen eco de opiniones muy difundidas, y son siempre dignos de consideración.
Delgado ha cuestionado especialmente la Barcelona que los políticos y los técnicos quieren vender a los ciudadanos. Examina las carencias sociales y urbanísticas y las contrapone con los grandes gastos del Forum de las Culturas. Y lanza acusaciones muy fuertes contra los responsables políticos. Cuestiona también el énfasis en el turismo, y en los grandes eventos, como si la ciudad ya no tuviera nada que vender y hubiera acabado por venderse a sí misma. Cree que la ciudad se está convirtiendo en “un parque temático donde se trata a los ciudadanos como turistas de los que solo se espera que admiren, consuman y callen”. Y ha descalificado a las políticas urbanísticas por “su bulimia destructora y amnésica que ha acabado con parte del patrimonio social”.
No sé si el profesor Oriol Bohigas pensaba en textos como el de Delgado, o en otros cuando en un artículo publicado en junio de 2005 hablaba críticamente de lo que él llamaba la cultura del no de la izquierda y proponía: “sería bueno que esta izquierda contestataria –o esos agentes que la mueven desde diversos prejuicios intelectuales legítimos y apreciables- tuviesen opiniones colectivas más constructivas y no tan negativas”.
La opinión es interesante, como muchas de las de este arquitecto y brillante comentarista, pero merece algunos comentarios, hechos con toda cordialidad. Ante todo, se admitirá que conviene decir no a lo que no está bien hecho. En segundo lugar, el no, como la crítica, supone siempre implícitamente una alternativa, aunque no se formule. En todo caso, el no que en los últimos tiempos se está repitiendo contra el ayuntamiento de Barcelona, contra los arquitectos y otros técnicos responsables del planeamiento urbano, y de manera más general contra la forma como el urbanismo se realiza, es algo más que un simple rechazo. Hay también propuestas y alternativas. Simplificarlo y desvalorizarlo como cultura del no es tergiversar las cosas. Es un no al derribo de Can Ricart, pero eso significa defensa del patrimonio histórico. Es un no a la expulsión de las industrias y talleres que allí existían, pero eso significa una propuesta de mantener la complejidad del tejido social, afirmar la importancia de las continuidades y las transformaciones en la actividad económica. Es un no a la ocultación de datos, a la toma precipitada de decisiones, pero eso significa, a cualquiera que lo lea sin prejuicios negativos, la propuesta de formas distintas de hacer el planeamiento urbanístico, con mayor participación ciudadana y más atenta a las reivindicaciones de la población.
En cierta manera podría decirse que el mismo Oriol Bohigas percibe todo eso, y se da cuenta de que más allá de la defensa de Can Ricart hay otras muchas cosas. Escribe Bohigas
“No desde la izquierda –desde las proclamas de igualdad, libertad, justicia- se justifica estratégicamente más allá del objetivo inmediato. Por eso parecen incluso justificados indirectamente los errores de esos ciudadanos que se oponen, por ejemplo, en Cataluña al derribo de Can Ricart, al establecimiento de nuevas cárceles y nuevos vertederos al trazado del tren de alta velocidad o al paso de una nueva línea eléctrica a través de un bosque. Se equivocan en oponerse a todo ello, arrastrados a menudo por referencias demasiado personales, pero logran repercutir la contestación hasta términos más generales y advertir así de que, detrás de la justificación colectiva, pueden esconderse –o pueden añadirse- otros intereses a los que hay que oponer la alerta de la revolución”.
Realmente parece excesivo hablar de revolución con referencia a reivindicaciones tan sencillas como las que en esa enumeración se mezclan. Sin aludir ahora a otras, podemos centrar la atención en la reivindicación de Can Ricart. ¿Dónde está el error de esos ciudadanos que se oponen a su derribo? Tal vez en que no pueden aceptar que se les diga que ya no hay tiempo para oponerse y que deberían haberlo hecho en su momento, cuando dieron al ayuntamiento una confianza que luego se vio que no merecía –tras el derribo de Extractos Tánicos, una fábrica que fue alevosamente derribada en una noche-, y tras la tardanza en la llegada de los equipamientos; en que no se les ha explicado suficientemente los intereses inmobiliarios que puede haber detrás de las operaciones que se realizan en el Poblenou (seguramente muchos de ellos legítimos); en que estiman que es mejor para el Poblenou mantener la memoria histórica que arrasarlo todo y convertir el barrio en un muestrario de lo que los mismos arquitectos llaman “una arquitectura banal”, que recuerda a la de muchas ciudades americanas fundadas hace solo cien años.
Es muy probable que debamos seguir
diciendo no a muchas decisiones e iniciativas de los políticos.
Y respecto a los arquitectos, no me atrevería yo a pedirles que
acepten y valoren positivamente el no, porque tengo miedo a perder el tiempo;
pero si puede pedírseles que, al menos, vean con benevolencia las
dudas que sus obras suscitan a veces entre la población. Tal vez
si se avinieran a aceptar las críticas, a considerarlas, a no descalificarlas
de forma somera, los ciudadanos podrían hacer juicios más
razonados respecto a los edificios que construyen. El día que acepten
bajar a discutir las dudas que a veces se tienen sobre la arquitectura
que ellos están realizando habremos dado un paso importante en una
dirección verdaderamente revolucionaria, la de una forma nueva de
planificar y construir la ciudad contando con los ciudadanos.
Notas
[1]
Texto preparado por el autor para la presentación del libro El
modelo Barcelona. Un examen crítico” (Capel 2005), realizada
en la Societat Catalana de Geografía el día 14 de diciembre
de 2005. En el acto intervinieron también el geógrafo y sociólogo
Jordi Borja, y Josep Maria Montaner, catedrático de la Escuela Técnica
Superior de Arquitectura de Barcelona.
BOHIGAS, Oriol. El model Barcelona segons Horacio Capel. Avui, Barcelona, 8 de maig 2005, p. 21.
BOHIGAS, Oriol. Diguem no!. El País, 15 de junio de 2005, Cataluña, p. 3.
CAPEL, Horacio. El modelo Barcelona: un examen crítico. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2005. 117 p.
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