REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. VII, nº 348, 15 de febrero de 2002 |
EL DISCURSO POLÍTICO
SOBRE EL REGADÍO DEL
INGENIERO MILITAR FERNANDO DE
ULLOA, 1767
Horacio
Capel
Universidad de Barcelona
El discurso político sobre el regadío del ingeniero militar Fernando de Ulloa, 1767 (Resumen)
La extensión del regadío puede suponer conflictos y plantear dificultades. Ese es el interés del documento que publicamos, escrito en 1767 por el ingeniero militar Fernando de Ulloa, director del Canal de Castilla y especialista en ingeniería hidráulica. En su Discurso político en que se trata de las utilidades que traen al Estado las acequias de riego y de los obstáculos que se les oponen, el autor se dedica a examinar las dificultades que existían para la extensión del mismo y argumenta, en particular, contra la oposición de los dueños de los molinos y de aquellos que esgrimían razones relacionadas con el coste de las obras, la impericia de los agricultores y las amenazas contra la salud pública.
Palabras
clave: regadío, política hidráulica, ingenieros
militares, España siglo XVIII.
The political discourse on irrigation by the militar engineer Fernando de Ulloa, 1767 (Abstract)
The irrigated land extension can suppose conflicts and create difficulties. That is the interest of the document that we published, written in 1767 by the military engineer Fernando de Ulloa, director of the Channel of Castile and specialist in hydraulic engineering. In his Discurso político en que se trata de las utilidades que traen al Estado las acequias de riego y de los obstáculos que se les oponen, the author examines the difficulties that existed for this extension, and argues, in particular, against the opposition of the mills owners and against of those which used reasons related to the cost of works, the unskillfullness of the agriculturists and the threats against the public health.
Key words: irrigation, hidraulic
politics, military engineers, Spain XVIIIth Century.
La antigüedad y la importancia del regadío en la Península ibérica es bien conocida y su utilidad no ofrece dudas. Las políticas de intensificación de la producción agraria han puesto énfasis con mucha frecuencia en la extensión de las áreas regadas, lo que requiere normalmente la construcción de infraestructuras hidráulicas (azudes y presas, canales y acequias).
Pero la extensión del regadío
podía suponer conflictos y plantear dificultades. Ese es el interés
del documento que publicamos, escrito en 1767 por el ingeniero militar
Fernando de Ulloa, director del Canal de Castilla y especialista en ingeniería
hidráulica. En su Discurso político en que se trata de
las utilidades que traen al Estado las acequias de riego y de los obstáculos
que se les oponen, el autor, aceptando que las ventajas del regadío
son muy conocidas y evidentes, se dedica a examinar, sin embargo, las dificultades
que existían para la extensión del mismo y argumenta, en
particular, contra la oposición de los dueños de los molinos
y de aquellos que esgrimían razones relacionadas con el coste de
las obras, la impericia de los agricultores y las amenazas contra la salud
pública.
El regadío en España
Se tienen pruebas de la existencia en España de prácticas de cultivo intensivo con regadío al menos desde la época romana, período del cual se han conservado importantes restos de ingeniería hidráulica, aunque de algunos de ellos pueda haber un debate sobre su utilización para el riego. De todas maneras la práctica del regadío queda atestiguada por las noticias sobre el cultivo de productos agrícolas que exigían riego para su crecimiento en las regiones mediterráneas, y por la alusión a ello en los tratados de agronomía romanos. Además, el derecho romano y otros testimonios lo demuestra suficientemente; así, por ejemplo, como escribe Thomas F. Glick analizando datos del norte de África, está claro que "los elementos básicos de las instituciones del regadío de Valencia, estaban ya presentes en la ley y en la práctica romana" (1).
Los musulmanes construyeron su regadío sobre el sistema romano y lo extendieron y perfeccionaron durante los siglos de dominación en España, con la difusión de técnicas que procedían de oriente. La idea del origen musulmán del regadío ha sido general en España, y de ella se hace eco también Fernando de Ulloa en este escrito al señalar que en la mayor parte de los pueblos la tradición afirma que las acequias fueron construidas "en tiempos de moros", aunque añade que si eso puede ser cierto en general también lo es que "en tiempos de los romanos, y aun mucho antes, ya las acequias eran muy conocidas" (2).
Durante la edad media cristiana los sistemas de regadío mejoraron notablemente, a partir de la base musulmana y romana. Los estudios que tenemos sobre el regadío de la España medieval son numerosos y muestran ya la compleja organización del mismo, así como la importancia de las nuevas obras hidráulicas que se emprendieron(3).
En el Renacimiento el regadío se consideraba fundamental para el aumento de la producción agraria, y las huertas fueron valoradas por los agrónomos de la época. Por ejemplo en la Obra de Agricultura (1513) de Gabriel Alonso de Herrera todo el libro cuarto se dedica a las huertas y a la manera y tiempos de regar, ponderándose la influencia de la calidad del agua en la producción, y la importancia de los manantiales, pozos y acequias para derivar agua de los ríos(4). Si citamos esta obra es porque fue muy conocida en España y editada de nuevo durante el siglo XVIII, ya que entre 1768 y 1773 Francisco Mariano Nipho acometió la tarea de publicarla y mejorarla con su edición inacabada La labranza española. Compendio de la agricultura de Alonso de Herrera (5).
En la fase expansiva del siglo XVI fueron también muchos los proyectos hidráulicos que se diseñaron para la extensión del regadío, especialmente en la forma de presas y canales, sobre los que igualmente existe una amplia bibliografía. Algunos de esos proyectos se realizaron efectivamente, pero otros fueron el comienzo de empresas que se prolongarían durante el siglo siguiente y aún durante el XVIII. El caso del proyecto de trasvase de aguas de los ríos Castril y Guardal para regar los campos de Lorca, Murcia y Cartagena -del que ya hemos hablado en otro artículo de esta misma revista (6)- o el del Canal de Tauste, que culminaría en el Canal Imperial de Aragón durante el setecientos(7), son dos ejemplos de lo que decimos.
Durante todo el siglo XVIII la preocupación por los regadíos fue también grande. En un país donde la mayor parte de sus regiones tienen un clima mediterráneo con sequía veraniega y una pluviosidad de 600 mm o menos, el regadío es muchas veces la única posibilidad de cultivar ciertos productos y a veces un medio indispensable para asegurar las cosechas.
Que España era un territorio muy árido era algo reconocido por los gobernantes. "No hay en Europa -escribió el ministro Ensenada en el memorial que dirigió a Fernando VI en 1751- terreno más seco que el de España, y por consecuencia están expuestos sus naturales a padecer hambres por sus malas cosechas".
La base esencial de la agricultura del setecientos fue el cultivo de cereales, componente esencial de la alimentación. A fines del siglo, el Censo de Frutos y Manufacturas (1797) muestra que el monocultivo de trigo, cebada y centeno ocupaba las tres cuartas partes del territorio, produciéndose respectivamente 32 millones de fanegas del primero al año, 16 del segundo y 11 del tercero(8).
Estos cereales se cultivaban con utilización de amplios períodos de barbecho, que se podía extender a todo un año (sistema de año y vez) o dos años (al tercio). Incluso en áreas poco productivas por el suelo o el clima, podían cultivarse cereales como la cebada o el centeno al cuarto y al quinto (es decir, un año cada cuatro o cada cinco años).
Las transformaciones agrícolas que se produjeron en Europa durante el setecientos, y que están en la base de lo que se ha considerado la Revolución Agraria(9), procuraron reducir el período de barbecho, dedicar la tierra a otras producciones distintas al cereal, introducir alternativas y rotaciones y aumentar la mecanización. En el caso de España, los ilustrados insistieron en la importancia de las reformas legales y sociales, pero al mismo tiempo en la segunda mitad del siglo XVIII intentaron también introducir otras mejoras a través de la traducción de obras de autores franceses e ingleses (Duhamel de Monceau, Patullo, Dupuy Demportes, Rozier) y medidas concretas de reforma(10). Se debatieron diversas formas para conseguir el aumento de la productividad agrícola y ganadera, como la introducción de prados artificiales, mayor número de labores, nuevos aperos más eficaces y la experimentación agronómica(11). Algunos insistieron en la difusión de conocimientos prácticos entre los agricultores; así Ignacio de Asso al hablar de los medios para promover la agricultura puso énfasis sobre todo "en mejorar las operaciones agrarias, y en enseñar a nuestros agricultores lo mucho, que ignoran por falta de instrucciones prácticas"(12). Entre las medidas que se promovieron se encuentra asimismo el aumento del regadío, el cual en España era generalmente indispensable para difundir cultivos comercializables.
En lo que se refiere a éstos, el debate, tal como se realizaba a mediados del setecientos, se limitaba generalmente a unos pocos, y esencialmente a algunas plantas textiles, como el lino, al arroz y al viñedo, un cultivo de secano que no exigía riego.
Aunque el viñedo podía ser más rentable que los cereales, éstos eran la base de la alimentación, por lo que había defensores de que se dedicaran los suelos a la labranza con el fin de conseguir más grano y asegurar la disponibilidad de alimentos. Fernando de Ulloa hace referencia a ese debate en su Discurso, y rechaza explícitamente que se impongan los cultivos de forma coercitiva. Su argumento es que si se obligara a los propietarios a cultivar cereales, bajaría el precio de los granos, y en algunos casos no se sufragaría el coste de la labranza. En ese caso, los dueños reducirían las labranzas en las tierras que rindieran menos, para ahorrarse esos gastos, con lo que el cultivo de cereales se reduciría a menos de lo que era antes. Por eso aboga por un equilibrio, que cree que se producirá espontáneamente. Una temprana declaración de liberalismo económico en la España del siglo XVIII.
El mismo Ulloa admite que los propietarios podrían almacenar el grano para los años escasos, con el fin de aumentar entonces el beneficio, pero recuerda que la mayor parte de los labradores no lo pueden hacer. En todo caso, estima que no es necesario discutir en detalle esa tesis de que se dediquen las tierras a la labranza porque tenía ya pocos partidarios en la década de 1760, y había sido rebatida con acierto. De hecho, tres años antes de la elaboración de su trabajo se había traducido, el discurso de Mirabeau sobre el cultivo del trigo, con una breve historia y exaltación de la agricultura y un análisis de las ventajas e inconvenientes de este cultivo, obra que seguramente nuestro ingeniero conoció. E insiste en la necesidad de asegurar la libertad del labrador para elegir sus cultivos, considerando que la experiencia repetida con los cultivos lo que les acabaría decidiendo finalmente a elegir unos u otros.
El escrito de Ulloa se redacta en un momento muy importante para el reformismo ilustrado de la agricultura. En los años anteriores la preocupación por aumentar la producción agrícola había conducido a medidas sobre el libre comercio de granos, y en 1765 se dictaron normas para evitar el acaparamiento(13). Se intentaba estimular la producción, para lo cual se inició en 1766 una política decidida de reparto de tierras baldías y bienes concejiles(14). Se entiende que en ese contexto el acuerdo sobre la conveniencia de aumentar el riego fuera muy amplio, y que se tradujeran en esfuerzos para mejorar la producción e introducir la 'nueva agricultura'.
De todas maneras, si había un acuerdo general, cuando el ingeniero escribía todavía no se habían publicado las obras más importantes dedicadas al tema. Es cierto que las obras de Henri Louis Duhamel de Manceau sobre la 'nueva agricultura' empezaron a circular y a traducirse en España a partir de mediados del siglo, pero sus propuestas se referían esencialmente a las transformaciones en los cultivos de secano con el empleo de nuevos sistemas de cultivo y rotaciones y el uso de nuevos arados, a partir de las experiencias que se hacían en Inglaterra y Francia, en regiones con un clima más húmedo. En los trabajos existentes dedicados a la agronomía y las experiencias agronómicas durante la segunda mitad del siglo XVIII, la primera obra española que se identifica dedicada específicamente al regadío es la de Francisco Vidal y Cabases Conversaciones instructivas, en que se trata de fomentar la agricultura por medio del riego de las tierras, y en quienes igualmente se expresan los medios de hallar y aprovechar las aguas, de abrir canales y construir las más simples máquinas hidráulicas para el logro de tan importante beneficio y utilidad pública. Van ilustradas con planos y diseños relativos a ciertos principios prácticos y generales en Agricultura, Hidráulica y Arquitectura civil, contenidos en la obra. Compuestas por el Dr... (Madrid: Antonio de Sancha, 1778)(15). El mismo año 1778 Miguel Jerónimo Suárez empezó a publicar sus Memorias instructivas y curiosas sobre agricultura, comercio, industria, economía, química y botánica, Historia natural (...) sacadas de las obras que hasta hoy han publicado varios autores extranjeros, y señaladamente las Reales Academias y Sociedades de Francia, Inglaterra, Alemania, Prusia y Suecia, que tres lustros más tarde alcanzaría los 12 volúmenes; y el año asimismo en que Bernardo Ward editó su Proyecto económico, en que se proponen varias providencias dirigidas a promover los intereses de España con los remedios y fondos necesarios para su plantificación, que había escrito en 1762; dos obras en las que se defendía abiertamente la extensión del regadío. De esta manera, las décadas de 1760 y 70 nos aparecen como aquellas en que la preocupación por el regadío se hace más intensa, y de ello es prueba asimismo el Discurso de Fernando de Ulloa que publicamos.
El interés por el regadío se refleja también en una de las obras más importante dedicadas a la reforma de la agricultura española, el Informe sobre la Ley Agraria elaborado para la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País por Gaspar Melchor de Jovellanos entre 1787 y 1794, y editado en 1795.
En ella Jovellanos considera los obstáculos, o "estorbos", que se oponían al progreso de la agricultura. Además de los estorbos políticos o derivados de la legislación, y de los estorbos morales, o derivados de la opinión, considera también los estorbos físicos o derivados de la naturaleza. Aquí analiza, ante todo, la falta de riego, y luego la falta de comunicaciones y de puertos de comercio.
Jovellanos afirma que las obras de riego deben ser realizadas por la autoridad pública debido a su necesidad y a la dificultad. Estima que "su necesidad proviene de que el clima de España en general es ardiente y seco, y es grande por consiguiente el número de tierras que por falta de riego o no producen cosa alguna o solo algún escaso pasto". Cree también que en general "apenas hay territorio en Europa donde el riego no pueda triplicar las producciones de su suelo". Por todo ello estima que el riego debe ser mirado como "objeto de necesidad casi general". Una opinión que coincide casi punto por punto con la expresada por Fernando de Ulloa unas tres décadas antes.
Piensa también Jovellanos que "donde los ríos son someros, donde basta hacer una sangría en la superficie de la tierra para derivar sus aguas e introducirlas en la heredad, como sucede por ejemplo en las orillas del Esla y del Órbigo en muchos de nuestros valles y vegas, no hay que pedir al gobierno este beneficio", ya que puede quedar a cargo de los particulares. Son los propietarios y los colonos los que por su interés harán en ese caso las obras. Pero fuera de estos lugares, el riego solo se puede conseguir con grandes y costosas obras, ya que los ríos van profundos. Es necesario "fortificar sus orillas, abrir hondos azudes, prolongar su nivel a fuerza de exclusas, o sostenerle levantando los valles, abatiendo los montes u horadándolos para conducir agua a las tierras sedientas"
Es muy probable que al escribir esas páginas Jovellanos tuviera presente documentos como el Discurso de Fernando de Ulloa que ahora publicamos, ya que el ingeniero militar tenía una gran experiencia en estos temas, y concretamente en los molinos y regadíos del Esla y el Órbigo, a los que alude en su obra. Pero al mismo tiempo el político asturiano estaba enumerando todo lo que los gobiernos de la Ilustración venían realizando o impulsando desde comienzos del siglo XVIII, un siglo en el que se acometieron importantes obras hidráulicas para la extensión del regadío y el fomento de la riqueza.
Las obras hidráulicas que se emprendieron por los gobiernos ilustrados incluyen todas esas obras, incluso el trasvase del agua de los ríos de una cuenca fluvial a otra, como se proyectó con el del agua de dos afluentes del Guadalquivir, los ríos Castril y Guardal, a la cuenca del Segura, para lo que era preciso construir un canal de casi 300 km con importantes acueductos y minas subterráneas, que efectivamente comenzó a excavarse(16).
En realidad, la política de expansión del regadío y construcción de obras hidráulicas estaba ya explícitamente formulada desde comienzos del siglo XVIII, y aparece de forma clara en la ordenanza de Ingenieros de los Ejércitos y Plazas de 4 de julio de 1718(17), y en las ordenanzas de intendentes de 1 de julio del mismo año, y de 13 de octubre de 1749 que señalaban la necesidad del regadío(18).
El artículo 25 de esta última ordenanza -citado por Fernando de Ulloa en su Discurso- muestra la decidida voluntad gubernamental existente en ese sentido, pero también nos permite intuir algunos de los conflictos que se planteaban con la política hidráulica. En efecto, en él se establecía la necesidad de aumentar la fertilidad de los campos con el aprovechamiento de las aguas de los ríos, "sin perjuicio de su curso y de los términos y distritos inferiores". Tenemos aquí la alusión a un problema que ha estado siempre presente en la utilización de las aguas fluviales, los derechos de los que ya riegan y en particular el conflicto entre los campesinos que cultivan las tierra situadas aguas arriba y aguas abajo del cauce. Un conflicto que ha seguido estando vivo en las obras hidráulicas del siglo XX, como muestran algunos excelentes trabajos realizados por geógrafos españoles y extranjeros(19).
Esos conflictos nos permiten intuir que no todos veían con el mismo entusiasmo la creación del regadío, ya que éste podía afectar a sus intereses. Sin duda en muchos casos las ventajas del regadío eran evidentes, y las demandas colectivas eran unánimes y continuadas. Es lo que ocurre en todas las regiones mediterráneas, y se incrementa especialmente en las más áridas, como el sureste.
Pero en otros casos podía no ser tan claro y existir contradicciones o importantes intereses opuestos a ello. Por ejemplo en las regiones castellanas. Si todavía hoy puede debatirse el interés del riego en Castilla(20), podemos entender que en el XVIII los debates y oposiciones fueran también grandes.
Eso explica el interés del
documento que publicamos en el que su autor argumenta sobre las ventajas
del regadío
Fernando de Ulloa y la ingeniería hidráulica
El autor del Discurso, Fernando de Ulloa, tenía ya en el momento de escribirlo una amplia experiencia hidráulica, puesto que había trabajado en la construcción del canal de Castilla entre 1753 y 1757, y sería uno de los principales expertos españoles en ingeniería hidráulica de la segunda mitad del XVIII.
Era hijo de Bernardo de Ulloa, caballero Veinticuatro y Alcalde Mayor de Sevilla, y hermano de Antonio de Ulloa. Por su padre estaba en contacto con la línea de pensamiento mercantilista, ya que éste había sido autor de importantes escritos de carácter económico, y principalmente de dos obras de gran relieve en la historia de la economía hispana: una, Restablecimiento de las fábricas y comercio marítimo español; errores que se padecen en las causales de su decadencia, cuales son los legítimos obstáculos que le destruyen, y los medios eficaces de que florezca, publicada en dos volúmenes en Madrid en 1740; otra, Del comercio y tráfico marítimo que tiene España en las naciones y en la América (Madrid 1741).
En la primera de dichas obras, dedicada al rey Felipe V, proponía medidas para promover las fábricas y el comercio, y discutía las razones de la decadencia española, examinando la proliferación de los impuestos, la negativa influencia de las aduanas interiores y la carestía de los alimentos. La otra obra, publicada muy poco después, es una continuación de la anterior y formulaba medidas para estimular el comercio marítimo.
Por su hermano Antonio, que tras regresar de la expedición científica para la medida del grado de meridiano en Perú se había convertido en un influyente consejero del primer ministro Ensenada y asesor de cuestiones náuticas e hidráulicas(21), Fernando de Ulloa estaba en relación con lo más avanzado de la ciencia europea del momento.
Tras ingresar en el Cuerpo de Ingenieros de los Ejércitos y Plazas, Fernando de Ulloa fue nombrado ingeniero extraordinario el 5 de abril de 1752, e inició una fulgurante carrera. Poco antes, y por consejo de Antonio de Ulloa, se había decidido la construcción de los canales de Castilla, concebidos como canales de navegación y de riego, para lo que se contrató a un ingeniero hidráulico francés, Carlos Le Maur (o Lemaur), que se incorporó al Cuerpo de ingenieros militares con el grado de ingeniero ordinario y capitán. Le Maur realizó observaciones y proyectos que permitieron elaborar el "Proyecto general de los Canales de Navegación y Riego para los reinos de Castilla y León" (1753), donde se prevé la construcción de cuatro grandes canales interconectados, de los que finalmente se construirían tres(22).
Carlos Le Maur fue nombrado director técnico del canal bajo la supervisión general de Antonio de Ulloa, y para ayudarle en su trabajo fueron nombrados también un grupo de ingenieros militares, entre los cuales Fernando de Ulloa, Silvestre Abarca, que trabajaría en el tramo septentrional entre Alar y Palencia en 1755, Joaquín Casaviella y Juan Courtoy.
Le Maur tuvo enseguida fuertes desavenencias con Antonio de Ulloa, y la obra se vio también afectada por la destitución de Ensenada en 1754. Ese mismo año Antonio de Ulloa presentó su dimisión y poco después se apartó al ingeniero francés de la dirección del canal y se le envió a Galicia, para revisar los puertos y fortificaciones de dicho reino. Durante un tiempo se dudó como proseguir las obras, se nombró nuevo director a Silveste Abarca, y se examinaron las diversas opciones por una comisión de prestigiosos ingenieros militares.
En 1756 Fernando de Ulloa fue nombrado
director general de los canales de Castilla, y dirigió las nivelaciones,
traza de los canales y levantamiento del mapa del proyecto, teniendo bajo
sus órdenes al ingeniero extraordinario y teniente de infantería
Joaquín Casaviella. En 1759 se inició la construcción
del canal del Norte que toma las aguas del río Pisuerga en la presa
de San Antonio, así como del ramal sur, que lleva las aguas hasta
Valladolid. En 1791 se habían construido 125 kilómetros en
total, con sus esclusas, dársenas, puentes, acueductos caminos de
sirga e instalaciones industriales, especialmente molinos harineros(23)
(figura 1).
Figura 1. Sector central del Canal de Castilla, en las cercanías de Palencia (Planos y perfiles del Canal, por Juan de Homar, 1806. Reproducido de J. Helguera 1992)
Fernando de Ulloa realizó
numerosos planos de los canales, entre los cuales el "Plano general del
Canal de Campos de Castilla" (1760) y el "Plano que comprende el canal
abierto en Campos y en Herrera y la porción que deben unir a éstos
con las dos direcciones o proyectos, el uno por [F.] Ulloa y el otro por
[S.] Abarca" (s.f.)(24). Su trabajo en
los distintos tramos de esta obra le dio un buen conocimiento de las provincias
de Castilla la Vieja, la cual se refleja en el Discurso que publicamos.
En 1769 Fernando de Ulloa era ingeniero
en segunda y teniente coronel y había realizado ya destacados trabajos
hidráulicos. En esa fecha acabó la gran presa y esclusa cercana
a Herrera de Pisuerga, que sería alabada luego por Jovellanos(25)
(figura 2). El mismo año el ingeniero militar Miguel Sánchez
Taramas en su traducción del Tratado de Fortificación
de J. Müller, realizada para los alumnos de la Real Academia Militar
de Matemáticas de Barcelona, efectuó unas adicciones en las
que comentaba las obras importantes que construían los ingenieros
militares españoles, entre las cuales el canal de Castilla(26).
Para ello utilizó, como él mismo señala, la cartografía
y las notas que le había pasado Fernando de Ulloa, con lo que se
tiene un excelente panorama de los trabajos que se habían realizado
hasta la fecha, en un momento muy cercano al del documento que publicamos.
Figura 2. Herrera de Pisuerga y el Canal de Castilla (Planos y perfiles del Canal, por Juan de Homar, 1806. Reproducido de J. Helguera 1992).
El prestigio de Fernando Ulloa
llegó a ser muy grande en la década de 1770, durante la cual
recibió comisiones en relación con las más importantes
obras hidráulicas de la Monarquía. En 1771 fue llamado para
reconocer el proyecto que había realizado el ingeniero Sebastián
Feringán para el trasvase de los ríos Castril y Guardal a
la cuenca del Segura, en un momento en que la Compañía de
Pradez se planteaba la continuación del canal.
En 1774 al realizarse al reestructurarse el Cuerpo de Ingenieros Militares y crearse los ramos de Fortificación, Academias y Caminos, Canales y Puentes, Fernando de Ulloa, que era ingeniero en segunda, fue destinado a este último ramo y estaba trabajando en el Canal de Castilla, junto con Juan Homar, Joaquín Isasi y Manuel Gispert(27).
En 1775 se desplazó a Murcia y Granada para realizar un reconocimiento sobre el terreno del proyecto de construir el canal de riego y navegación desde el Castril y el Guardal a Lorca, Murcia y Cartagena. Más tarde sería destinado a Santander, donde junto con Juan Escofet realizó un plano de la nueva ciudad y de su dársena, y al año siguiente, siendo ya coronel, fue encargado para examinar las obras realizadas en el canal para el trasvase de los ríos Castril y Guardal, canal que poco después se decidiría interrumpir, como hemos indicado en otro lugar.
Al año siguiente sería todavía comisionado para reconocer las aguas de Daifontes y Real Acequia de Albolote, para el riego de Granada(28). En 1780 colaboró con Juan Escofet en la realización de varios planos de la ciudad y costa adyacente de Santander, con el estado de las obras hasta entonces ejecutadas en la nueva dársena, así como el nuevo proyecto de dársena y almacenes "capaz de abrigar navíos y fragatas de guerra y un gran número de embarcaciones de comercio con la comodidad de aumentar la ciudad de un espacio muy ventajoso por su extensión y situación, sin detrimento de los edificios que actualmente la componen"(29). Al mismo tiempo siguió dedicando su atención a la dirección del canal de Castilla, del que continuó siendo director, elaborando diversos informes sobre la marcha de las obras(30). Tras su jubilación a mediados de la década de 1780, sería sustituido en la dirección por el ingeniero militar Juan Homar, que había sido durante más de una década ayudante de Ulloa en las obras del canal.
El canal de Castilla sería reconocido como una de las grandes obras hidráulicas del siglo XVIII, incluso como una de las mayores de la época (figura 3). Fue de visita obligada para los extranjeros que recorrían la Península en la segunda mitad del siglo, y algunos han dejado valoraciones positivas. Como hizo el inglés J. Townsend, que tuvo ocasión de recorrerlo en su viaje realizado durante los años 1786 y 1787. Vale la pena reproducir las palabras de este autor, que tan crítico se mostró otras veces con las obras que emprendía la Corona:
Cuando esté
acabado, lo que puede tener lugar en menos de treinta años, tal
vez no haya nada en el mundo nada, en ese género, que pueda serle
comparado, en relación con el trabajo, la extensión o la
utilidad. El trabajo y la extensión hablarán por ellos mismos,
pero la utilidad no podrá ser conocida más que de aquellos
que hayan visto ese país. Sin hablar de los carbones que pudieran
ser transportados de Asturias al Mediodía, y de las manufacturas
que podrían, por ese medio, establecerse en Castilla, y hallar una
salida muy cerca por la bahía de Vizcaya, los excelentes vinos de
esa provincia arenosa, que ahora apenas si pagan los gastos de su cultivo,
no solamente se venderían fácilmente, sino que serían
cada vez más buscados; los aceites adquirirían valor para
la mesa o para los jabones, y los granos, que, en las estaciones abundantes,
resultan la ruina del granjero, serían para él una fuente
de opulencia y estimularían su industria por nuevos esfuerzos(31).
Figura 3. Uno de los planos generales del Canal de Castilla presentado aquí en cuatro secciones. (Planos y perfiles del Canal, por Juan de Homar, 1806. Reproducido de J. Helguera 1992)
El Discurso político y la experiencia de Ulloa
Con todas esas experiencias y antecedentes se entiende que el Discurso político de Fernando de Ulloa sea uno de los trabajos más interesantes que se elaboraron en el siglo XVIII sobre el tema.
Ante todo, el Discurso muestra que Fernando de Ulloa en 1767 pensaba en la utilización para el riego de las aguas del canal. Algo que estaba muy distante, por cierto, de la opinión de su hermano Antonio, para el cual el canal se dedicaría esencialmente al transporte. Al parece el marqués de Ensenada estimaba -influido, sin duda por la opinión de Antonio de Ulloa- que "los riegos no eran necesarios en Castilla". Esas palabras fueron escritas por Carlos Le Maur, el cual era precisamente de opinión contraria, y defendió que debía hacerse compatible la navegación y el riego, lo que es una de las razones de su enfrentamiento con Antonio de Ulloa(32).
Aunque en el proyecto inicial se aceptaba que los canales de Castilla serían "de Navegación y Riego", como aparece en el mismo proyecto general de 1753, en realidad Antonio de Ulloa insistió en diseñar los tramos que se empezaron a construir pensando sobre todo en la navegación. Esa primera fase acaba con la caída de Ensenada y el apartamiento de Antonio de Ulloa y de Carlos Le Maur. Con la dirección de Abarca y tras la llegada a ese cargo de Fernando de Ulloa la atención al regadío fue más intensa y se aceptó que el tramo del canal de Campos podía ser utilizado también para riego, construyéndose cinco tomas para otras tantas acequias, según señala un documento de Fernando de Ulloa de 26 de noviembre de 1767 (es decir, dos meses después del documento que publicamos), en el que también se indica que se regaban 700 obradas(33). Se sabe también que ese mismo año de 1767 el Secretario de Hacienda Miguel de Múzquiz ordenó que se llevaran a cabo cultivos experimentales en algunos parajes del Canal de Campos "para persuadir prácticamente a los naturales del país de las ventajas que pueden conseguir con el uso del riego"(34).
Todo eso sitúa al Discurso de F. de Ulloa en un contexto muy significativo de debates y tomas de decisiones sobre el uso de los canales de Castilla. Y al mismo tiempo muestra los problemas a los que se habían de enfrentar los que apoyaban la utilización para el riego.
En su escrito Fernando de Ulloa estima que las ventajas del regadío son muy conocidas, y que la necesidad del riego es grande tanto si no llueve como si la lluvia es suficiente porque "es raro que éstas vengan en los tiempos en la proporción que se necesita". En un país donde los cereales eran el cultivo esencial el agua se necesita en abril y mayo, y no siempre las lluvias llegan a tiempo.
Para nuestro ingeniero el regadío aumenta los frutos por dos razones: una, la oportunidad de los riegos aumenta las cosechas; otra, porque permiten producir una cosecha, y a veces dos, cada año, mientras que en secano es como máximo una al año, y generalmente una cada dos años, por el sistema de año y vez. Las tierras de regadío se cultivaban por pequeños propietarios, o por arrendatarios, ya que había grandes propiedades incluso en sectores de huerta, como ocurría en Murcia(35). Por esa razón Ulloa insiste que si mejoran las cosechas también mejorarán los arrendamientos y el beneficio de los propietarios, y si aumentan las cosechas lo harán también las poblaciones y las rentas del rey.
Señala que las regiones que solo poseen cultivos de secano no llegan a tener una población suficiente, como se muestra por el hecho de que en verano han de traer jornaleros para la siega. En las de regadío las cosechas son más cortas, y existe, además, la posibilidad de limpiar linos y cáñamos durante el invierno. El conocimiento que tenía Ulloa de la región castellana se refleja en el panorama que presenta de los cultivos de regadío, en el que aparecen los prados, el lino, el cáñamo, el arroz y "otras semillas", a lo que se unen las arboledas en los linderos de los campos.
Esa imagen es típica de la tierra de Campos, que él conocía muy bien por su larga permanencia en esa comarca durante la construcción de ese tramo del canal. El testimonio de Ulloa queda confirmado por otros contemporáneos sobre aquellas tierras. Por ejemplo, sobre el territorio de la Villa de Carrión de los Condes.
En 1771, es decir muy poco después
de que Ulloa redactara su Discurso, el corregidor de esta Villa
de Carrión, respondiendo al interrogatorio que había hecho
Francisco Mariano Nipho con el apoyo del Supremo Consejo de Indias, informaba
que en el partido de dicha villa los cultivos eran trigo, cebada, centeno,
avena, lino, vino y algunas legumbres. El agua para el riego era proporcionada
por el río del mismo nombre, del cual "hacen varias extracciones
a trechos, que conducen con algunos cauces, en los cuales hay molinos harineros
de a dos, y tres pulgadas, llevando también de estos mismos cauces
alguna pequeña porción de agua por diferentes acueductos
para regar los linos, y huerta, y aun en años secos se dedican los
labradores celosos a regar con estas mismas aguas algunas heredades, que
la situación de sus suelos, llanos, o bajos permite el riego; y
después vuelven estas aguas al mismo cauce, para que a otros pueblos
no falte el mismo beneficio, a causa de que el río es de corto caudal"(36).
Un panorama éste que queda igualmente reflejado en diferentes partes
de su Discurso.
Las utilidades del regadío
Para Ulloa, las utilidades del regadío son numerosas. El riego aumenta la humedad, y a su vez los parajes húmedos y las arboledas aumentan las lluvias. Eso ocurre porque las aguas que normalmente están reducidas al cauce del río, toman con el regadío "una grande extensión y a proporción los vapores se multiplican y las lluvias son más frecuentes, no tan solo en aquellos países, sino también en sus inmediaciones"
Estima que los beneficios son todavía mayores, ya que "los ríos aumentan su caudal en los meses de verano por medio del regadío". Su punto de vista es que el agua que cae a la tierra en forma de lluvias o de nieve, una parte se evapora, otra cuando las lluvias son intensas, se derrama por el terreno y forma avenidas, y otra finalmente penetra en la tierra. Pero el agua del regadío es aprovechada íntegramente, ya que el terreno está removido y preparado, por lo que penetra en el terreno "hasta algún paraje, que por encontrar con alguna capa de greda fuerte, de piedra, o de cualquiera otra cosa que dificulte su paso, la obliga a caminar sobre ella, hasta dar con la salida, que dé luz a algún manantial", por lo que mejora la dotación hídrica ya que los manantiales, que alimentan los ríos, y los vapores, de que se forman las nubes, serán más abundantes.
Ulloa pasa luego a examinar la razón por la que algunas provincias en España no usan del regadío, al tiempo que hay otras que hacen grandes esfuerzos para aumentarlo. No cree que la causa principal de ello sea el desconocimiento de la utilidad del riego, ya que éste es de conocimiento general en España, un país que necesita del riego más que ningún otro por ser su temperamento, generalmente cálido y seco, y experimentar la pérdida de cosechas por la falta o el retraso de las lluvias.
Señala que también en las regiones húmedas y frías como las de montaña se comprueba la utilidad del regadío; y en ellas es más frecuente éste debido a "la facilidad que tienen para dirigir las aguas, así a causa de su mucha caída, que presenta oportunidad en cualquiera parte para sacar las acequias, como para que estando las aguas en sus principios, reducidas a pequeños arroyos, con poco gasto se les obliga a seguir aquella dirección, que más les acomoda a los que se intentan servir de ellas".
Sin duda al escribir esto estaba pensando en áreas montañosas como las del partido de Carrión de los Condes, que sin duda conocía por sus trabajos en el Canal de Castilla. Según el informe que hizo su corregidor en 1771, y que ya hemos citado, los pueblos "como por lo común están situados en valles, cada uno logra un riachuelo bastante copioso, y claro, que conduce caudal suficiente para riegos, y dar movimiento a varios molinos de una piedra: aprovechando, así estos como los de la vega sus aguas, de tal modo, que todo lo que permite el terreno lo benefician, y riegan, por la utilidad que se les sigue en los linares, prados, y pastizas"(37).
Frente a esta situación, en los países llanos, piensa Ulloa, al ser los ríos más caudalosos, necesitan de obras mayores para derivar las aguas; aunque reflexiona que "como al mismo tiempo se encuentran con frecuencia en todos ellos varias especies de molinos, es menester conceder, que no es ésta la principal causa, porque donde hay molino, con facilidad se tiene sacada una acequia, y se puede decir, que ya el principal gasto está hecho".
Ulloa señala enseguida el gran número de molinos que existen en los ríos españoles y el reducido número de acequias para el regadío. Lo que puede llevar a deducir que "éstas no dan tanto útil a sus dueños, como los molinos".
Llegamos aquí a la cuestión fundamental del Discurso, ya que el ingeniero afirma que esta idea es falsa, y para demostrarlo estima necesario "entrar en algunos supuestos y cálculos que manifiesten la realidad de un asunto para haber de asegurar el verdadero concepto con que deban graduarse respectivamente entre sí una y otra aplicación de las aguas".
A continuación se dedica a un amplio examen de las ganancias relativas de los molinos y de los beneficios obtenidos por el regadío. Aporta datos sobre lo que se cobra por maquila en la Tierra de Campos y en las riberas del Órbigo y el Esla, afluente del Duero, y utiliza información sobre los molinos de Herrera de Abajo, un sector que conocía bien y sobre el que había elaborado un "plano que comprende el canal abierto en Campos y en Herrera y la porción que debe unir a éstos con las dos direcciones o proyectos(38). Calcula lo que se puede obtener dedicando el agua a regadío y a la molienda y concluye "no ser la falta del útil la que inclina a los dueños a preferir los molinos, a las acequias para el regadío".
Pasa luego a examinar las dificultades que existen para introducir el regadío en las provincias que no lo tienen. La principal razón para ello es "que las obras de las acequias son más proporcionadas para que las ejecuten los dueños de las tierras, que no un particular, a menos que éste gozase la propiedad de todas, o la mayor parte de ellas".
Señala la dificultad que había en su tiempo para asociar a personas diversas y con intereses distintos para acometer obras hidráulicas que exigían elevadas inversiones, lo cual le parece digno de señalar ya que existían en España numerosas acequias construidas en el pasado y cuya propiedad era de los dueños de las tierras que se regaban. De lo que infiere que "el espíritu de reunión que fomentaba estas obras, faltó o se entibió con el tiempo; y después se fueron multiplicando las dificultades, que impidieron su continuación".
Afirma que en todas las acequias la propiedad de las aguas pertenece a los propietarios de las tierras, o a los pueblos por las que pasan las mismas, y entre los que se reparte el agua mediante ordenanzas. Cree que es "la dificultad del cobro de lo que corresponde al beneficio del riego" la causa más importante de "que se retraigan los particulares de emprender las obras de las acequias, dejándolas a los dueños de las tierras". A lo que se añade el coste de guardas y celadores, y la dificultad de obtener las utilidades de la inversión realizada, especialmente al comienzo; y el hecho de que los que pueden invertir en estas obras "ya logran de algunas comodidades, que por lo regular no les puede acomodar, el estar precisamente sobre ellas". Además de ello, una vez concluida la acequia y cuando se dispone del agua, es necesario utilizarla en beneficiar las tierras, lo que no es fácil, ya que exige mucha atención y cuidados, para lo que a veces no están dispuestos o preparados los campesinos.
Examina también los beneficios que puede obtener el dueño de la acequia cuando éste es igualmente propietario de los terrenos que se han de regar, y considera dos situaciones: una cuando el dueño de las tierras cultiva por sí mismo una parte de ellas y arrienda las demás, otra cuando las arrienda todas; deja por tanto fuera a los pequeños propietarios que cultivan por sí toda la tierra, ya que sin duda no tienen recursos para invertir en la construcción de la acequia. Y trata de mostrar los beneficios que en los dos casos se obtienen. También examina el caso en que el dueño de la acequia no es propietario de las tierras, y el de los dueños de éstas que no poseen la propiedad del agua.
De todo ello deduce -con referencia a las dificultades para introducir el regadío en las regiones que no tienen noticias de él- que
aunque el mejor método
para facilitar su uso, sería el no hacer caso del producto de las
aguas, esto al parecer resulta impracticable, porque contradice abiertamente
a los intereses del propietario de la acequia, sin cuyo atractivo no habrá
quien se determine a tan costosa empresa, y a emplear en ella los caudales
que son necesarios hasta ponerla en perfección.
La mayor rentabilidad se obtiene cuando el propietario de la tierra lo es igualmente del agua, tanto si las cultiva por sí como si las arrienda, ya que "siempre se verificará coger más o menos tarde todo el producto de que es capaz la acequia".
Por otro lado, argumenta que no son
los propietarios de las tierras los únicos interesados en el riego,
sino todos los vecinos, ya que las tierras de regadío necesitan
de más cultivo y atención y un abonado más frecuente,
lo que implica la necesidad de mano de obra. Además, los propietarios
se verán obligados a arrendar una parte de las tierras, ya que en
las áreas de regadío el cultivo intensivo exige explotaciones
más pequeñas, y en conjunto aumenta la riqueza, la actividad
y la población.
La oposición de regantes y molineros
Otro problema planteado es el de la posibilidad del uso del agua de los molinos. A ello dedica también nuestro ingeniero una gran atención.
Empieza señalando que los molinos de agua son mucho más modernos que las acequias de regadío, y que se instalaron donde resultaba más conveniente. Pero eso no era ya posible en la época, porque todos los ríos estaban cortados con gran cantidad de molinos
A todo esto se unía el problema
de los derechos de los usuarios de las acequias existentes, los cuales
se oponían decididamente a la construcción de nuevas acequias.
O bien porque pensaban que al aumentar la producción "sus frutos
no han de tener aquel valor ni estimación que lograban antes, porque
consideran que los géneros son más caros a proporción
que son más escasos en el país, los de su especie". O bien
porque temían que las nuevas acequias disminuyeran el caudal disponible
para las ya existentes. A todo se opone Ulloa, estimando que existe agua
suficiente, y que se desperdicia al dejarla llegar al mar (figura 4). Figura 4. Los desniveles
del Canal de Castilla permitieron diseñar la construcción
de molinos harineros, como éste que aparece en el mapa de 1806 (Planos
y perfiles del Canal, por Juan de Homar, 1806. Reproducido de J. Helguera
1992).
A veces el ingeniero hace observaciones
que pueden ser de interés para una posible geografía histórica
de la percepción, ya que advierte los intereses que pueden estar
detrás de una percepción equivocada del clima. Explica que
en 1766 en el río Órbigo las gentes de la comarca aseguraban
que el año anterior había sido uno de los más lluviosos
y fructíferos en los últimos treinta años, y eso en
un año en que en la pluviosidad había sido tan escasa que
en toda España se habían perdido las cosechas.
Ulloa encuentra la explicación
de esta paradoja en el hecho de que las personas opuestas al regadío
pretendían que éste no era necesario, ya que había
agua de lluvia abundante y suficiente. Y defendían esa opinión
a pesar de que otras observaciones mostrarían que estaban equivocados
en su apreciación. Su interpretación es que:
El punto de vista de Ulloa es que
los molinos de agua se podrían substituir por los de viento y por
las atahonas -es decir molinos movidos por fuerza animal- y que ello bastaría
muchas veces para abastecer a la región de la harina necesaria,
como sucedía en otras partes.
Cree que no era cuestión de
destruir los molinos de agua ya existentes "a no ser que el exceso de la
utilidad pública, lo pida en algún otro, o que el de los
particulares, que son dueños de los molinos, lo encuentren en el
regadío".
Ulloa dedica a este tema una amplia
atención, lo que muestra la importancia que tenía en aquel
momento. Los casos que examina se reducen a tres supuestos: uno, que la
utilidad de los propietarios sea mayor con el regadío que con los
molinos; otro, que sea mayor con los molinos; y finalmente, que aunque
la utilidad de los propietarios fuera mayor con los molinos, la utilidad
pública fuera mayor con el regadío.
Concede que las tierras de regadío
implican mayores gastos para su cultivo, y que los arrendamientos de estas
tierras representaban normalmente cuatro veces más que los del secano.
Por ello los campesinos debían obtener también rendimientos
por lo menos cuatro veces superiores. Pero estima que eso era posible porque
en regadío se pueden sembrar todos los años las mismas tierras,
mientras que en el secano solo se podían sembrar cada dos años
(y eso en el caso más favorable del sistema de año y vez).
Y que, además de ello, con el uso del agua las cosechas mejorarían
cada año. Para examinar el tema se sirve del cálculo de los
molinos de Herrera de Abajo.
El coste, la capacitación
de los campesinos y la salud pública
La parte final de su Discurso
político la dedica Ulloa a examinar la oposición que
se hace a las acequias de riego, especialmente en el caso de la existencia
de molinos en la parte inferior. Estima que en realidad el único
argumento que debería debatirse es el del perjuicio que se seguiría
a los molinos por el uso del agua para el riego. Pero señala que
normalmente para asegurar la oposición se añadían
otros argumentos, a los que era preciso dedicar atención. Estos
argumentos que se esgrimían contra el regadío se refieren
al coste de las acequias, a la capacitación de los agricultores
y a la salud pública.
El coste elevado de las infraestructuras
del regadío era el primer argumento, a lo que se unía el
ejemplo de aquellas iniciativas que habían supuesto un fracaso.
Entre éstas especialmente, a la altura de 1767 en que escribía
el autor, lo ocurrido con la Acequia de Ciempozuelos al sur de Madrid,
es decir, la acequia del Jarama, fracaso que él atribuye a la mala
naturaleza del terreno. Pero, reflexiona, "con más razón
pudieran los labradores y los comerciantes desistir de sus empresas, porque
no tienen sino frecuentes noticias de lastimosos sucesos, que han causado
la ruina de unos y otros".
Su punto de vista es que las acequias
generalmente son obras bastante sencillas, lo que desde luego podía
ser cierto en un terreno llano como el atravesado por el canal de Campos,
aunque no lo sea de forma general. Según él con mucha frecuencia
consistían en la excavación de uno a dos pies de profundidad,
y no necesitaban de puentes ni acueductos. De todas maneras, se ve obligado
a reconocer que algunas veces "se encuentran obstáculos que es preciso
vencer con ayuda del arte".
Estima que las inversiones para la
construcción de canales son apropiadas cuando una utilidad grande
lo justifica. Sin considerar oportuno citar todos los ejemplos que podrían
aducirse, Ulloa señala especialmente el caso de la acequia de Manresa
en Cataluña, que califica como "una de las más ingeniosas
en su especie". Sin duda se refiere a la acequia construida entre 1339
y 1377 para llevar el agua a esa ciudad y que sería también
utilizada en el siglo XVIII para usos industriales(39).
Alude a la gran mina que fue necesario construir, lo que corresponde a
la realidad, ya que la acequia efectivamente atraviesa terrenos bastante
quebrados y tiene dos importantes minas en Balsareny y Sallent, construidas
en la baja edad media. No era, pues, una obra reciente, como podría
deducirse del texto de Ulloa, que no dice nada sobre su origen; eso, por
otra parte, confirma la escasez de noticias que tenía sobre la historia
de los regadíos en España, lo que él mismo había
reconocido cuando afirmaba poco antes que las acequias en España
eran muy antiguas y que apenas se tenían noticias de su construcción.
Otro argumento que se utilizaba en
contra de la extensión del regadío se refería a la
impericia de los campesinos, que los incapacitaba para sacar partido del
regadío. Según él era el argumento "donde más
guerra se hace", hasta el punto de considerar que constituía un
obstáculo insuperable.
Estima que sería oportuno
que los que usaban de este argumento tuvieran en cuenta la situación
"de aquellos países en que actualmente ven tan adelantado el beneficio
del riego, porque si consideran que en su principio tuvieron todas esas
noticias sus habitadores van contra lo natural y la experiencia".
Piensa que la difusión de
las noticias es imparable y que resulta difícil mantener las innovaciones
en secreto. Opina que "las artes en todas partas se han ido adelantando
por grados, ya pasándose de unos países a otros, o ya por
invención de los mismos individuos, o de otros, que por más
cuidado que han tenido alguna vez de ocultar su invención, no han
podido conseguir se quede con ellos solo, porque la novedad y la utilidad
han movido a los demás a su imitación".
La aplicación de esas ideas
a la construcción de acequias implica que todas aquellas regiones
en que éstas existen se hallaron inicialmente en la misma situación,
es decir sin disponer de regadío, y sin ninguna experiencia, pero
empezaron a construirlas debido al conocimiento de las ventajas que supone
el regadío, obtenido por la pérdida de las cosechas en los
años en que falta la lluvia o llega a destiempo
Finalmente, el argumento de la salud
pública era otro de los que se oponían a la construcción
de acequias y ampliación del regadío.
Según él, "el público
a quien cualquiera novedad, le es sospechosa, y que por otro lado está
auxiliado de los interesados en los molinos, desde luego se inclina a creer
que todas las enfermedades provienen del regadío", especialmente
si los médicos y los físicos eran de esa opinión.
Pero la suya propia es contraria a esas ideas, que estima están
solo apoyadas en el desconocimiento y en el rechazo de la novedad.
Ulloa llama la atención sobre
el hecho de que a veces los argumentos se utilizan interesadamente de forma
sesgada, falseando incluso la realidad. A título de ejemplo señala
que en 1759 hubo en Palencia y en otros pueblos unas nieblas muy densas,
que permanecieron por muchos días, lo cual determinó que
muchos hablaran de la diferencia que existía respecto a años
anteriores, atribuyendo la causa al canal que en aquellos momentos se construía
en la comarca. Pero advierte que esos mismos no tenían en cuenta
las muchas lluvias y las elevadas temperaturas que había habido
durante el año; y más aun, que en realidad en aquel momento
el canal estaba seco, y llevaba un año sin agua.
Señala también que
cuando durante seis años el canal llevó agua no había
habido otras nieblas semejantes; pero con tono escéptico escribe:
"con todo con el tiempo quedará establecido que provienen del agua
del canal, porque se habían perdido las especies de comparación,
y se tendrá a la mano con qué explicar con facilidad la causa".
Un nuevo dato para la geografía histórica de la percepción.
De todas maneras, Ulloa no tiene
más remedio que reconocer que el regadío podía afectar
a la salud; concretamente, que "el mal uso de las aguas, dejándolas
encharcar, y el de algunas simientes, como las del arroz" pueden ocasionar
enfermedades. Aunque cree que "para esto hay sus reglamentos que separan
de las poblaciones estas simientes, y disponen que a las aguas se les dé
salida".
Se está aquí ante uno
de los grande debates del siglo XVIII en relación con la extensión
del regadío y más en concreto con el del cultivo del arroz,
el cual fue especialmente grande en las regiones más cálidas
de levante y el mediodía.
En Valencia, en especial, donde el
cultivo del arroz se extendió ampliamente durante el XVIII el debate
fue muy vivo(40). Por un lado, las cosechas
de arroz, además de dar trabajo, aumentaban la disponibilidad de
alimentos. Pero por otro, creaban sectores palúdicos que incrementaban
la mortalidad.
Como dice Ulloa, fueron efectivamente
muchos los médicos que intervinieron en la polémica, señalando
en general los efectos nocivos de la extensión de los arrozales,
que contribuían a extender el paludismo(41).
También intervinieron en el debate otros científicos, que
apoyaron la opinión de los médicos.
Por ejemplo, el botánico Antonio
José de Cavanilles que en su viaje por la región valenciana
se opuso decididamente a la extensión del cultivo, considerando,
por un lado, que el mayor enemigo de la agricultura intensiva era el arroz:
"siempre sediento, admite y malgasta caudales preciosos, que distribuidos
de otro modo multiplicarían los productos"(42);
por otro lado, Cavanilles estaba seguro de que el cultivo del arroz perjudicaba
gravemente a la salud, y reunió numerosas estadísticas que
mostraban de qué forma afectaba a la mortalidad. Por ejemplo, en
el término de Almenara señaló que con el aumento de
los arrozales casi todos los vecinos enfermaron y aumentó la mortalidad
en el año que se cultivó, por lo que "a la vista de los tristes
efectos que iban produciendo los arrozales, se decretó la proscripción
y cesó la epidemia"; y concluye taxativamente afirmando que "más
vale dejar inculta mucha tierra que beneficiarla en perjuicio de la salud"(43).
También escribe el botánico
que en el reino de Valencia "muchas poblaciones están tan cerca
de los arroces, que parecen flotar sobre las balsas. Allí vive una
porción considerable de hombres. Digámoslo mejor, muere allí
lentamente nuestra especie. Pocos se hallan que pasen de 60 años,
y menos aún que estén recios y de buen color"; el examen
de los libros parroquiales indicaba que muchos de los habitantes eran inmigrantes
"que reemplazaron las pérdidas del vecindario; que allí pocas
familias se reproducen; que el número de muertos asombra; que el
de nacidos disminuye; que desaparecieron de aquel suelo varios lugares;
que allí reina la miseria, las enfermedades y la muerte"(44)
Sin duda, esas palabras de Cavanilles
expresaban resumidamente la opinión de los que se oponían
al cultivo del arroz. Ulloa conocía estas opiniones, y no pretende
que el regadío no pueda ser causa de enfermedades, aunque también
piensa que "tal vez evitará otras". Argumenta que hay regiones que
sin el regadío son inhabitables por ser insalubres, y que "en los
que no son de esta naturaleza se encuentran a proporción del número,
edades avanzadas, tanto en los del regadío como en los de secano;
de modo que por este medio que parece que era el más seguro para
la comparación es muy difícil de asegurarse de la diferencia".
Ulloa alude finalmente a otro argumento
que podía utilizarse contra el regadío, a saber: la mayor
cantidad de abono que se necesita para las tierras de regadío, porque
"las tierras de regadío necesitan de más abono que las de
secano, y no sobrando actualmente para éstas, con dificultad se
podrá encontrar aquel aumento".
La disponibilidad de abono era sin
duda un problema muy importante en aquellos momentos, y constituía
efectivamente una limitación para la intensificación de la
agricultura.
Pero para Ulloa "el agua misma es
la que todo lo facilita". En efecto, cree que con el agua los prados producen
en una proporción muy elevada, se pueden sembrar también
simientes adaptadas, y con ello los ganados se multiplican. Esto significa
que aumenta asimismo el abono orgánico, además de las ganancias
que se obtienen del mismo incremento de la cabaña. Otra fuente de
abono orgánico era en la época la palomina, que podía
aumentarse incrementando los palomares, además de importarse de
otras regiones. De esta manera, escribe, "se ven campiñas grandes,
y aun provincias enteras de regadío en que no obstante que en su
principio estarían en el mismo caso, se hallan al presente socorridas
de cuanto necesitan".
El abono se obtenía de varias
formas. El caso de la villa de Carrión de los Condes, un sector
que, como hemos visto, Ulloa conocía bien, puede ser significativo.
Los estiércoles, o abonos
que comúnmente se da en esta tierra al Campo es de dos géneros:
el uno según queda dicho en el num. 3. el otro se hace con las majadas
del ganado lanar; y el otro echando los labradores en los sitios hondos
de los corrales alguna porción de paja inútil, juntándola
la que se desperdicia en las caballerizas, o cuadras donde duermen los
ganados mayores, mezclado uno con otro, dejando a la inclemencia con las
humedades que recibe de la lluvia, y nieves: se cura con el calor del Sol,
y mudándolo de un sitio a otro de cuando en cuando llega a podrirse,
y sazonarse"(45). El tema del abono se
convertiría en uno de los importantes en la difusión de la
nueva agricultura. Pero las obras destacadas que se publicarían
en España son posteriores al momento en que Ulloa escribió
su Discurso. Se trata de traducciones como la que hizo Casimiro
Gómez Ortega de los Elementos naturales y químicos de
agricultura de G. A. Gyllemborg (1775 y 1794), el libro Abonos más
propios para fertilizar ventajosamente los suelos de diferentes calidades,
y de las causas de sus útiles efectos en cada caso particular,
de R. Kirwan, editada en 1798, y de dos obras españolas la de Vicente
Ferrer Gorráiz y Montesa, Disertación o memoria sobre
el fomento y progreso de la agricultura por medio de los abonos de las
tierras (Madrid 1785) y la de Pedro de Torres Memoria sobre el problema
de los abonos de las tierras (Madrid 1786)(46).
Una agricultura con los principios
del liberalismo ilustrado
El Discurso político en
que se trata de las utilidades que traen al Estado las acequias de regadío,
redactado por el ingeniero militar Fernando de Ulloa, es una obra destacada
del pensamiento agronómico de la Ilustración. Elaborado en
relación con la construcción de una de las más importantes
obras hidráulicas del siglo XVIII, se hace eco de los problemas
que planteaba la puesta en marcha de una política de fomento, y
los obstáculos que era preciso vencer para desarrollarla. En el
caso de la agricultura, los cambios que se promovían podían
afectar a la estructura de la propiedad, y contaron frecuentemente con
la oposición de los propietarios de tierras, así como con
los dueños de los molinos.
Ulloa defiende siempre que se ha
de supeditar el interés particular al general. Y al mismo tiempo
tiene una concepción de la actividad económica en la que
se integran las distintas ramas de la producción. Atribuye al regadío
un papel muy importante en el desarrollo económico. Escribe concretamente
que "la mayor utilidad del país proviene de la mayor acción
en que están todas sus partes, y siendo la agricultura, las artes,
y el comercio los más poderosos medios de esta acción, quién
dudará que el regadío que como ya se ha insinuado arriba,
es el que fomenta estas tres partes principales de la acción, es
como el principio de la mayor utilidad del país".
A lo largo de todo su Discurso
Ulloa muestra una gran confianza en las luces y en la posibilidad de progreso
de los pueblos. Las regiones más atrasadas son las que más
necesitan del fomento: "el facilitarles la salida de sus frutos, introduzir
luces, y proporcionar medios, es el único, o el más principal
medio de mudar la constitución de un país, y hazerlo parecer
muy diferente de lo que antes era". Sin duda es lo que se intentaba hacer
con la construcción del canal de Castilla, en la que él participaba
de forma destacada. Con ello contribuía a hermosear y perfeccionar
la naturaleza por la mano del hombre, un ideal típico del pensamiento
ilustrado -del que se hizo eco, por ejemplo, Jovellanos en su Informe sobre
la Ley Agraria (pág. 171)-, y que los cadetes que estudiaban en
la Academia de Matemáticas de Barcelona - aprendían durante
sus estudios a través del curso de redactado e impartido por el
director D. Pedro Lucuze.
Fernando de Ulloa también
compartía con otros ilustrados la idea de la igualdad profunda de
los hombres. Aunque algunos argumentaban sobre las características
diferentes de los habitantes de distintas regiones ("los unos laboriosos,
ágiles e industriosos, y los otros desidiosos, tardos, y estúpidos"),
él estimaba que normalmente eso no ocurría, y que en el caso
de que existieran esas diferencias procederían de un análisis
superficial de la cuestión ya que "el mejor alimento, la maior oportunidad
de exercitarse, y la costumbre hazen a las gentes laboriosas, y ágiles".
Su posición era decididamente optimista y partidaria de la puesta
en marcha de políticas de fomento. En sus propias palabras, "la
industria se adelanta a proporción que el estímulo y la concurrencia
es mayor; ningún país por infeliz que sea, deja de hacer
sus esfuerzos para sacar el mejor partido en el modo que puede; si se comparara
sin preocupación su trabajo, puede ser se encontrase, que aun excedían
los de éstos, que se regulan por desidiosos en aquellos ejercicios
en que la limitación de medios, y de ideas los tiene como constituidos".
Ese mensaje de optimismo y de confianza
en la acción de fomento es el mensaje que transmite su discurso,
un texto de gran interés en el que aparece una temprana formulación
del liberalismo económico.
El manuscrito
He utilizado el manuscrito que se
encuentra en el Servicio Histórico Militar, Ulloa 1767, y que consta
de 22 folios.
En la transcripción he respetado
la ortografía y la puntuación del original, pero se ha modernizado
la acentuación.
En general, en el Discurso
se sigue bien la argumentación, aunque en ocasiones el estilo sea
algo tortuoso y de lectura pesada, dificultada por la puntuación
usada en la época, que se ha respetado.
Para facilitar la lectura se han
añadido algunos subtítulos entre corchetes.
Respecto a la ortografía hay
que advertir que en el escrito existen vacilaciones, que se han respetado.
Molinos de viento se escribe con b y con v, y en el mismo párrafo
el auxiliar haber se escribe con h y si ella ("Como hasta ahora no se a
tratado, sino de los tres meses de verano se ha omitido la consideración"),
libertad y livertad, tahona y taona, excaso y escaso, ha dicho y a dicho,
entre otros.
Dos palabras que resultan ininteligibles
o dudosas se han señalado con puntos suspensivos o advertido con
un interrogante.
Discurso político en que
se trata de las utilidades que trahen al estado las Azequias de Regadío,
y de los obstáculos que se les oponen, con varias Reflexiones y
advertencias conduzentes a la más segura comprehensión del
assumpto.
Por Fernando de Ulloa
Las utilidades del Regadío
se multiplican de tantos modos que a _no ser tan conocidas darían
lugar a una larga disertación; a la verdad entre las gentes algún
tanto instruidas, serán muy pocas las que ignoren que por su medio
se aumentan los frutos del País, se fomenta el comerzio y crezen
las Poblaciones, y por consequencia las Rentas del Real herario; con esta
considerazión y respeto entre las sabias prevenciones que incluye
la Instrucción de Intendentes de 13 de octubre de 1749, es la 25
la siguiente.
"Al propio fin es también
de alguna utilidad facilitar la fertilidad de los campos con el aprovechamiento
de todas las aguas que puedan aplicarse a su veneficio; y para lograrlo,
procurarán y esforzarán sacar Azequias de los Ríos,
sangrándoles por las partes más convenientes sin perxuicio
de su curso y de los términos, y districtos inferiores; cuidando
igualmente de descubrir las subterránes para servirse de ellas;
assí en el uso de los Molinos, Batanes, y otras Máquinas
necesarias a las Moliendas, y al veneficio de las Lanas, como en Laborear
a menos costa la Piedra y madera: en todo lo qual no solo se interesa el
público por el aumento de sus frutos, sino las Iglesias y mi Real
Patrimonio en el de los Diezmos y terzias que me pertenezen por especiales
indultos, y conzessiones Apostólicas".
Igual disposición contenía
la Instrucción de Intendentes de 1 de Julio de 1718 en el Capítulo
15; y pudieran citarse en comprobación de lo mismo otras varias
Reales disposiciones generales, y particulares si fuese necesario. Assí
sentado este como principio que no admite discusión, pasará
el examen a la específica noticia de aquellas utilidades que se
estimen más esenciales y de donde se pueden inferir las demás.
Por abundante que sea el año
de aguas, es tan raro que éstas vengan en los tiempos y en la proporción
que se necesitan, que generalmente se ben obligados a servirse del riego
los abitadores de los Países que tienen la commodidad de él;
aun para el trigo, cebada y demás simientes de esta espezie que
necesitan menos del agua, por que en Abril y Mayo, que es quando la requiere
con más frequencia, se passan algunos largos intermedios, que los
socorren con uno o dos Riegos, asegurando su cosecha, y mejorándola
considerablemente.
Los Prados, Linos, Cáñamos,
Arroz y otras Semillas que no se pueden pasar sin el riego, son los que
abastezen el País, facilitando el Comerzio, por que además
de assegurarse con su veneficio las cosechas, la diversidad de espezies
fomenta el Comerzio y proporciona la abundancia.
Las tierras de Regadío aumentan
por dos razones sus fructos. La primera, por que con la oportunidad de
los Riegos se logran mejor las cosechas. Y la segunda por que todos los
años las dan, y algunas vezes dos, en lugar que las de Secano solo
se siembran de dos años el uno, a excepción de las tierras
de Vega, que por su humedad se acercan más o menos a las de regadío
y en faltándoles el agua a sus tiempos regulares suelen ser sus
producciones mui cortas, como frequentemente lo está acreditando
la experiencia.
Si las tierras de Regadío
mejoran con el veneficio del agua su cosecha, y cada año dan una,
sus Arrendamientos han de corresponder a estos aumentos, lo que se verifica
también por la experiencia, por la qual se reconoze que generalmente
exceden de la razón de quatro a uno, comparada cada espezie de tierra
con la de su clase; por lo que aunque algunas consideraciones, y la experiencia
misma manifiestan que las más veces exceden con mucho de esta proporción,
nos serbiremos no obstante de ella para la maior seguridad de los cálculos.
[Labranza y viñerío]
Del aumento de las cosechas se sigue
el de las Poblaciones por que a proporción que aquellas crezen se
multiplican las Labores, y por consequencia los operarios: pero aún
ay más: Los Países de secano que se hallan reduzidos a solo
las cosechas de los granos, no pueden mantener las gentes que necesitan
para sus veneficios, por que la recolección de los frutos y especialmente
de la siega, que se ha de hazer en un tiempo bastante limitado, pide muchas
más gentes de las que puede mantener el Pays en las operaciones
del campo en el resto de todo el año, lo que no suzede en los de
regadío, que como diversifiquen las especies, las cosechas son más
cortas, y pueden yr entrando en las unas, concluidas que son las otras,
quedándoles aún la monda de los Linos y de los Cáñamos,
con que ocupan en sus casas lo más crudo de las Inbernadas.
El cultivo de las viñas es
el que generalmente socorre las gentes del Pays, dándoles un trabajo
continuado en la maior parte del Inbierno, que es cuando más lo
necesitan; pero como éste es un veneficio que igualmente comprehende
a los de secano que a los de Regadío, no se podrá inferir
de él sino las muchas utilidades que se podrán conseguir
con su aumento, no obstante la contradición de algunos nimiamente
celosos de la Labranza que lleban mui mal, aun el estado que actualmente
se hallan, por que se temen que se escaseen los granos por faltar ya el
equilibrio entre las Labranzas y el viñerío, pero este equilibrio,
ni puede faltar, ni se puede arreglar de otro modo que con la libertad.
Es como imposible que falte este
equilibrio, por que aunque se suponga que en algún districto, que
siempre será corto, en comparación de toda una provincia,
pueda exceder el viñerío a la Labranza, no por esso faltará,
por que éste está arreglado a las utilidades de los productos
netos, que son las que manifiestan la escasez de fructos, y hasta donde
se puede estender con relación a los Países inmediatos, y
a la calidad de los terrenos.
Las viñas por lo general,
requieren un terreno que no es tan adequado para la Labranza, y assí
aunque imbertido el orden, como algunas vezes suzede, produzcan mui bien
el año, que les es aparente; están tan expuestas al yelo,
que son mui pocos los que se logran, lo que obliga a que las abandonen
como igualmente suzede en qualquier parage que por haver perdido el equilibrio,
reconozen los Dueños sus pérdidas.
Que no se pueda arreglar el equilibrio,
sino con la livertad, se infiere por que de otra suerte se quita a las
gentes del país la elección, y como esa es la que las determina
al partido que les conviene tomar, a vista del conocimiento que les adquieren
las esperiencias repetidas, de lo que unos, y otros efectos les produzen,
y de la maior utilidad del producto neto, que es en lo que consiste el
equilibrio; pues si fuera el del producto total, todos conozen, que es
maior el del viñerío: Es visto que solo por este medio se
puede conseguir aquel fin, siendo sumamente difícil que otros, que
los del País, puedan tener el cabal y exacto conocimiento de los
respectivos productos, que para ello se requiere.
Los que quisieran que todas, o la
maior parte de las tierras, se destinasen a la Labranza, para por este
medio conseguir más abundancia de granos, aun en los años
escasos, van contra lo mismo que proponen, por que aunque desde luego se
les conzediera, que si fuera posible, las cosechas serían maiores;
pero como el vajo precio de los granos, en los años regulares, no
sufragaría a el coste de las Labranzas en muchas de las tierras;
y en otras de mejor calidad, solo dejaría un corto útil,
se verían obligados los Dueños de éstas a abandonar
todas aquellas en que no conociesen competente ventaja, lo que reduziría
la Labranza a menos de lo que hera antes, por que disminuyéndose
el vezindario que se havía de ocupar en las otras operaciones, los
consumos serían menores, y por consequencia la Labranza, por que
ésta no puede existir fuera de aquella proporción en que
los Dueños encuentran utilidad correspondiente: Y aunque se pudiera
dezir que la reserba de los granos para los años escasos les pudiera
indemnizar con algunas ventajas del poco precio que tienen en los años
regulares, es menester advertir que la maior parte de Labradores, que son
los que cultiban las tierras de menor calidad, no tienen los fondos proporcionados
para esta reserba, y que necesitan en el año corriente el útil
de su trabajo, pero como estas proposiciones tengan ya en el día
tan pocos partidarios, y se hallen rebatidas con el maior acierto, por
mejores plumas, pasaremos al Regadío.
[Las utilidades del regadío:
el aumento de ríos y manantiales]
Las utilidades del Regadío
se extienden mucho más de lo que él comprehende a primera
vista; por que si los parages húmedos, y los de Arboledas son más
propensos a las Llubias, como a más de las razones physicas, lo
manifiesta la experiencia; uno y otro se consigue por el regadío
a causa de que las aguas que actualmente están reducidas a los márgenes
de los Ríos, toman por medio de él una grande extensión,
y a proporción los vapores se multiplican, y las Llubias son más
frequentes, no tan solo en aquellos Payses, sino también en sus
inmediaciones; pero aún ay más, que los Ríos aumentan
su caudal en los meses de verano por medio del Regadío.
Bien sabido es que del agua que cahe
en la tierra, ya sea por medio de las Llubias, de la Nieve, o del Regadío,
una gran porción la penetra más o menos, según la
disposición de las tierras y el tiempo que permanece sovre ellas,
de que probienen los manantiales, y las fuentes: Otra se convierte en vapor
de que se forman las nubes, y otra quando las Llubias son mui frequentes
o copiosas y quando las niebes se desazen con promptitud, se derraman por
la superficie de la tierra, hasta caher en quebradas, y Arroyos que las
conduzen a los Ríos; de que resultan las abenidas, o inundaciones;
pero en las de los riegos no suzede esto último; assí por
que la tierras están de antemano bien prepardas y remobidas, como
por que solo se les hecha la cantidad de agua que pueden embeber, por lo
que solo se debe considerar la que se ebapora, y la que por medio de su
peso ba deszendiendo entre las quiebras, y porosidad de la tierra, hasta
algún parage, que por encontrar con alguna capa de greda fuerte,
de Piedra, o de qualquiera otra cosa que dificulte su paso, la obliga a
caminar sobre ella, hasta dar con la salida, que dé luz a algún
manantial; de donde se infiere que a proporción que las tierras
reziben más cantidad de aguas y de modo que éstas no se derramen
por su superficie, lo que se consigue por medio del regadío, los
vapores y los manantiales serán más abundantes.
Aunque los vapores por medio de las
Llubias, buelven a la tierra, y en aquellos primeros días aumenten
el caudal de los Ríos, como esta alternatiba no pueda ser con tanta
proporción, que en algunas ocasiones, especialmente en el verano,
dege de pasarse mucho más tiempo del que se requiere, para que en
su intermedio no descaezcan los Ríos; no se considera este aumento
para los meses del verano, aunque siempre se tendrá presente esta
circunstancia, por lo que pueda influir a su subsistencia.
Los Manantiales pues, son los que
con más permanencia entretienen el caudal de los Ríos en
los meses del verano, por que como éstos probienen de las aguas
que se han ido trascolando de la superficie de la tierra, y que por su
peso tienen que hir descendiendo más, o menos, según la distancia
y la disposición del terreno, es forzoso bayan venciendo poco a
poco la estrechez de las venas, y conductos, y las demás dificultades
que se presentan en su camino; y esto es lo que da motivo a que después
de las últimas aguas se pasen algunos días, antes de que
se conozca la disminución de dhos manantiales, y como dos meses,
en la maior parte de todos ellos para que disminuyan de su mitad; en las
tierras de regadío no puede verificarse ésto en tan corto
interbalo de tiempo, por que como de siete, o a lo más de quinze
en quinze días, se les hecha a las tierras toda el agua que pueden
recibir, entretienen los manantiales con maior fuerza, y éstos a
los Ríos con maior caudal; y siendo la frequencia de los Riegos
en la Primavera, y principios del verano, se reconoze muy bien, que por
medio del regadío se aumentan, y conserban los Ríos en verano:
esto es la cantidad de agua que las Azequias, y los Ríos, de donde
salen, conduzen es maior.
[Causa de que algunas Provincias
no usen del regadío]
Después de haver reconocido,
aunque por maior, las utilidades que probienen del Regadío, que
por él es más el caudal de los Ríos, y se facilitan
medios para su aumento, será oportuno imbestigar qual sea la causa
de encontrarse en España, Provincias enteras, que teniendo proporción
no usan del regadío, quando al mismo tiempo se adbierten en ella
otras que no descuidan medio, ni cuidado alguno para conseguir alguna porción,
aunque sea corta en que disfrutar su veneficio: Y lo que es más,
en una misma Provincia, se ben las Gentes aplicadas con el maior desvelo
al regadío, y a su aumento, quando a mui poca distancia, y a dos
y tres Leguas, ya no se cuidan, ni piensan en él, aunque la situación
les dé la misma facilidad que a los otros.
No pareze pueda estimarse causa principal
dello, aunque sí lo sea en parte, la falta del conocimiento de las
utilidades del regadío, por que generalmente se be, que en todos
los Payses lo desean, y tienen algunas nociones más o menos claras
de ellas, según las proporciones, que han tenido de reconocerlas,
ya sea por sí mismos, o por las noticias de los que se han hallado
en los Payses donde se usa de él, y assí deverá establecerse
por más cierto, que en todas partes quiseran tenerlo, pero que no
piensan en él o por las dificultades que reconozen para su plantificación,
o por que conciben más difícil el método, y uso del
regadío.
Ni tan poco es admisible la opinión,
de que en unas Provincias o parte de ellas, podrá ser útil
el regadío, y en otras no; por que a más, que la esperiencia
en todas partes, haze conozer, que por su medio se fertiliza el Pays, España,
más bien, que otro alguno la necesita, por que siendo su temperamento,
generalmente cálido y seco, es más frequente en ella la pérdida
de las cosechas por la falta o retardación de las Llubias, como
a todos es constante por notoriedad.
Que sea el regadío útil
en todas partes, se comprueba assimismo, por que en los Payses húmedos,
y fríos, como son todas las Montañas, y serranías,
es donde se be usar más de él, no por esto se ha de juzgar,
que éstos serán más adequados; antes bien en los Payses
cálidos, se conozen igualmente sus buenos efectos, siendo la razón,
por que en los Payses de Montaña es más frequente el Regadío,
la facilidad que tienen para dirigir las aguas, assí a causa de
su mucha caída, que presenta oportunidad en qualquiera parte para
sacar las Azequias, como para que estando las aguas en sus principios,
reducidas a pequeños arroyos, con poco gasto se les obliga a seguir
aquella dirección, que más les acomoda a los que se intentan
servir de ellas.
Aquí parece que se encuentra
ya la causal de no haver en los Payses Llanos, y de maior extensión
regadío; o a lo menos ser más escasos en él; esto
es, que como generalmente son más caudalosos lor Ríos, y
por consiguiente necesitan de obras maiores para poderles obligar a subministrar
el agua correspondiente al riego, se haze mucho más difícil
su execución; pero como al mismo tiempo se encuentran con frequencia
en todos ellos varias especies de Molinos, es menester conzeder, que no
es ésta la principal causa, por que donde ay Molino, con facilidad
se tiene sacada una Azequia, y se puede dezir, que ya el principal gasto
está hecho.
A vista pues del crecido número
de Molinos, que se encuentran en los Ríos de España, y del
corto de Azequias de regadíos, podría deducirse que éstas
no dan tanto útil a sus Dueños, como los Molinos, y que por
esta razón serán preferidos los Molinos al Riego; y aunque
desde luego se podría asegurar que esto es contrario a la Idea,
que en general se tiene de las utilidades del regadío, es menester
con todo entrar en algunos supuestos y cálculos que manifiesten
la realidad de un assumpto para haver de assegurar el verdadero concepto
con que deban graduarse respectivamente entre sí una y otra aplicazión
de las aguas.
Bien sabido es que los Molinos, cobran
por razón de la Molienda, un tanto por cada fanega, cahiz o carga
&c que llaman Maquila; pero esta Maquila no es la misma en todas las
Provincias, y varía según la abundancia o escasez de Molinos;
y aun en algunos varía en los Meses del Verano a los del Imbierno:
En Campos generalmente la Maquila es de dos quartillos por fanega: En la
Rivera del Órbigo y el Ezlas, de tres, y de quatro quartillos por
fanega, que es lo más a que generalmente ascienden en los Molinos
de agua: Pero para fundar el cálculo sovre una cosa fija, nos serviremos
de la práctica que se observa en los Molinos de Herrera, en los
quales se tiene conozida la cantidad de agua en los Meses de Verano, el
producto que dan por Arrendamiento al año, y la Maquila que lleban
por la Molienda.
Los Molinos de Herrera, que llaman
de abajo, tienen quatro Piedras, de las que solo muelen en el Verano, regulamene
las dos: La Maquila es de dos quartillos, o medio zelemín por fanega;
y lo que pagan por Arrendamiento al año son Doscientos cinquenta
y seis fanegas de trigo.
La cantidad de aguas que lleba generalmente
la Azequia, quando solo muelen las dos Piedras, es de 5.608 pies cúbicos
en un minuto.
Como para la maior seguridad del
cálculo, sea el único medio, especialmente, en cosas que
están variando a cada paso, tomar siempre las cantidaes menores,
o que produzen menos, se seguirá en todo esta práctica, a
cuio fin nos serviremos de las obradas de Campos, que son mayores, que
las de Herrera, y produzen menos del Arrendamiento para que assí
pueda tener una aplicación más general, y común con
las demás provincias.
La obrada de Campos, varía
quasi en todos los Lugares, siendo lo más singular, que en todos
ellos, se está en la crehencia que se compone de 600 palos quadrados
del marco de Avila; quando son mui pocos, los que conozen la Dimensión
de su palo, por que en realidad, aunque la obrada es de 600 palos, no son
del marco de Avila, sino que de un Lugar a otro difiere, siendo lo más
regular, no exceder el palo Linial de tres varas, y siete dozabos de otra,
que hazen doze varas quadradas y 121/144 de otra por el palo quadrado;
y a este respecto consta la obrada de 7.704 varas cuadradas y 1/6.
Lo que generalmente se da de Arrendamiento
en Campos por una obrada, entrando las de buena y mediana calidad unas,
con otras, es media carga de trigo el año que se siembran: esto
es una fanega de trigo cada año; por no sembrarse sino de dos el
uno.
Los 5.608 pies cúbicos de
agua que conduze la Azequia, en un minuto en los Meses de maior escasez
hazen en una hora 336.480 y en un dia 8.075.520 pies cúbicos; y
suponiendo que cada séptimo día, se dé a cada una
de las tierras un riego, de dos pulgadas de altura, estas aguas serían
suficientes para regar en el verano, una superficie de 4.854 obradas de
tierra; Y por que las tierras, que el un año, han estado de Lino,
que es la principal cosecha del verano, el año siguiente no se siembran,
sino de trigo, o zebada, ya sean tempranos o tardíos, que no necesitan
del riego en el verano, sino en la primavera, en que la Azequia lleba aun
más del duplo de aguas: Las 4.854 obradas, se deben duplicar, para
tener lo correspondiente a regadío, que son 9.708 obradas, y al
respecto de cuatro a uno en que aumentan sus Arendamientos, como ya se
ha dicho, darían con el riego 38.832 fanegas al año: esto
es 29.124 fanegas de aumento; y como este aumento, es solo producido por
el veneficio del riego, es el que corresponde al Dueño de la Azequia,
por cuio medio se produze; pero aun suponiendo que los Dueños de
las tierras sean interesados en duplicar su Arrendamiento para que por
este medio, entren más facilmente en el riego, con todo quedarán
a veneficio del Dueño de la Azequia 19.416 fanegas de trigo al año.
Compárense ahora las 19.416
fanegas de trigo, que conseguiría el Dueño de la Azequia,
por medio del regadío, con las 256 que tiene por medio del Molino,
o sea con su Duplo, para que la Maquila Ascienda a Zelemín por fanega,
que es lo más, y se verá que quasi no tiene proporción;
siendo assí, que en estos cálculos, no se a comprehendido
el veneficio de los Prados, que es de mucha consideración, y se
pueden regar en los tiempos, que las aguas no se necesitan para las cosechas
principales como tan poco el aumento de las Arboledas; que no es de menor
consequencia, y assimismo, que a excepción de tres, o quatro Meses
en el año, pueden estar corrientes los Molinos, y aun en la misma
Azequia hazerse otros: pero todabía ay más.
Los Riegos se han supuesto de siete
en siete días, siendo lo más general en los meses del verano,
en que las plantas tienen ya bastante altura, de quinze en quinze; pues
aunque la maior parte de las Azequias de España reparten sus aguas
entre algunos Lugares, a quienes les corresponde un día en la semana,
no siempre riegan las mismas tierras, sino algunas otras a que no les alcanzó
el turno en la semana anterior.
También se han señalado
a cada riego, dos pulgadas de altura de agua, aunque es cosa bien notoria,
que atendidas unas tierras con otras, no excede de una pulgada a poca diferencia:
Lo que a más de ser fácil de assegurarse cada uno de por
sí, se reconoze en general por los Aguazeros grandes del verano,
que no pasan, según varias experiencias hechas en Lila y otros Lugares
de Francia, de 17 linias de aquella medida, que hazen 04 y 1/6 menos de
las 24 que componen las 2 pulgadas; y con todo, después de ser un
buen riego para las tierras, es mucha el agua sobrante, que se derrama
por las quebradas, y Arroyos, a los Ríos, y ésto aun en terrenos
secos, que diferencian en mucho de los de regadío, por que la frequencia
de los riegos, y las Arboledas, mantienen en ellos, por más tiempo
la humedad; De todo lo cual se concluye, no ser la falta del útil
la que inclina a los Dueños a preferir los Molinos, a las Azequias
para el regadío.
[Dificultades que se ofrecen para
introducir el regadío en las provincias que no lo tienen]
La principal causa de encontrarse
en España, muchos territorios, y aun provincias enteras, que teniendo
proporción para el riego, no usan de él, es a mi ver, por
que las obras de las Azequias son más proporcionadas para que las
executen los Dueños de las tierras, que no un particular, a menos
que éste gozase la propiedad de todas, o la maior parte de ellas.
Asentado este principio, que después
se reconozerá más bien, se nota desde luego la dificultad
de rehunir tantos interesados, esparcidos muchas vezes en varias partes,
y generalmente con fines, e intereses, diferentes a una obra, que aunque
sea de conozida, y notoria utilidad, lleba consigo un gasto y expendio
considerable, hasta hallarse establezida, lo que dificulta mucho su execución.
Es verdad, que a excepción de tal qual, todas las Azequias que hay
en España, y que no dejan de ser en algún número,
son muy antiguas, y en todas tienen la propiedad los Dueños de las
tierras, que se aprovechan de sus aguas, por lo que es forzoso creer, que
el espíritu de rehunión que fomentaba estas obras, faltó
o se entibió con el tiempo; y después se fueron multiplicando
las dificultades, que ympidieron su continuación.
Reconózcanse las Azequias,
que ay en los Reynos de León, Granada, Murcia, Valencia, Aragón,
y Cathaluña, y se verá que son mui antiguas, De modo que
apenas se encuentra noticia del tiempo en que se establecieron, a excepción
de tal qual, que sea ijuela de aquellas, o modernamente fabricada, a estímulos
del maior conocimiento, que hayan adquirido las gentes de algún
País, con el exemplo de sus convecinos, y por las noticias de las
ventajas, que por medio de ellas han logrado.
También se reconocerá,
que en todas estas Azequias, tienen la propiedad de las aguas, los Dueños
de las tierras, o lo que es lo mismo para el fin, los Pueblos por donde
pasan entre quienes están repartidas las aguas, por días
más, o menos, según el número de ellos, y el derecho
que cada uno tiene, las que después se distribuyen, entre los particulares
de cada Pueblo, según varios reglamentos, y estilos en que ya están
convenidos.
Que la principal causa de no multiplicarse
las Azequias de regadío en España, sea por que éstas
son más proporcionadas para los Dueños de las tierras, que
no para un particular, que no tenga la propiedad de ellas, se manifiesta
con la reflexión sola, de que siendo con mucho exceso, el útil
que corresponde a las aguas aplicadas al riego, respecto del que dan las
destinadas al uso de los Molinos: éstos son mui frequentes en quasi
todos los Ríos, quando aquellas solo lo son en tal qual parte, donde
los naturales en lo antiguo, tubieron la determinazión, o el influxo
de emprenderlas.
Pero descendiendo, a más menuda
disquisición, se adbertirá que la dificultad del cobro de
lo que corresponde al veneficio del riego, es en mucha parte el motivo,
que yo contemplo para que se retraigan los particulares de emprender las
obras de las Azequias, dejándolas a los Dueños de las tierras;
porque es menester suponer, que aunque generalmente se tiene en todos los
Payses algún conocimiento de las utilidades del regadío,
no es tan completo como se requiere, para que desde luego entren los Labradores
al uso de él; y así es preciso, que el Dueño de la
Azequia, les facilite los medios correspondientes, por que a proporción
de éstos, son los progresos de la Azequia:: Pero de aquí
se sigue.
Que los Dueños de las tierras,
y lo mismo los que las tienen Arrendadas, pagan siempre de mui mala gana
lo correspondiente al veneficio del agua; ya sea que en el principio, el
Dueño de la Azequia les llebe mui poco o nada por ella, o ya que
les exija alguna cosa de más consideración, por que si toma
este partido, es mui posible, que no logre el que se haga uso de ella,
y si el primero, que cada vez que quiera subir alguna cosa para hirse acercando
a lo que le coresponde, encuentre nuebas dificultades, que serán
maiores por el rezelo de otros aumentos.
Que aunque se suponga, que después
de algún tiempo, y dando, y quitando en ciertas ocasiones el agua
para darles a conozer, que aquel aumento es procedido del veneficio del
riego; llegue a conseguir lo corespondiente a él, siempre necesitará
de Guardas, y Zeladores, y otros gastos, que disminuirán más,
o menos el útil, según las circunstancias, sean más
o menos favorables.
Que siendo regular que el que emplea
sus caudales, en una obra de esta naturaleza, sea con la mira de proporcionarse
una renta, sobre que pueda contar, y usar desde luego, como suzede en las
de los Molinos, no puede esperarlo de éstas, por que como se a dho,
cuesta no poca dificultad su recobro, especialmente en los prncipios, a
que se puede añadir, que los que pueden establezer estas obras,
ya logran de algunas comodidades, que por lo regular no les puede acomodar,
el estar precisamente sovre ellas, y aunque se suponga que algún
otro, llevado de gusto de su proyecto, se sugete a ésto, es menester
reconozer, si sus hijos, y Descendientes seguirán con el mismo destino;
y en este supuesto, si tendrán aquellas Luzes, y miras que Llenaban
el objeto del que las promobió, por que de no podrá ser motivo
para que tan poco se complete la Idea, y lo mismo suzederá, si sirbiéndose
de segundas Personas, no concurren en éstos las circunstancias que
se requieren.
La Azequia una vez concluida y que
el agua está corriente, es menester que ésta se emplee en
veneficiar las tierras, y ésto como ya se a dho no es tan fácil;
por que la falta de conocimiento de las gentes del País, hazen que
entren en ello con algún rezelo, que se aumenta a proporción
que las noticias que tienen de la preparación que se le ha de dar
a las tierras, del orden, que han de llebar en las simientes, y del método
en que han de usar del agua es más limitado, a que se agrega la
repugnancia con que generalmente lleban lo que algún día
han de contribuir por el agua, que es lo que más haze retardar;
por lo que es preciso, que el Dueño de la Azequia les imponga en
todo lo correspondiente al regadío, y el único medio es,
hazerlo ver por experiencia, por que los Labradores que están assegurados
de que por su método antiguo, lograban alguna ganancia, no lo abandonarán
hasta aver visto la facilidad, y las ventajas que logran con el regadío,
no debiéndose esperar mucho en las esperiencias que ellos puedan
hazer, porque por el mal método, y poco cuidado pueden resultar
inconsequentes, o contrarias a lo mismo que se proponían.
Para hazer más evidente lo
que ba expuesto, se considerarán los efectos que se produzen quando
el Dueño de la Azequia, lo es igualmente del terreno que se ha de
regar.
A dos casos se pueden reducir éstos;
El 1º quando el Dueño de las tierras cultiba por su cuenta
una porción de ellas, y arrienda las demás; el 2º quando
las arrienda todas, pues aunque todabía se podía añadir
quando las cultiva por sí todas, éste a más de que
es poco practicable, si la extensión es mucha está comprehendido
en el 1º.
Quando el Dueño de la Azequia
cultiba por su cuenta una parte de sus tierras, y arrienda las demás,
desde luego empieza a conozer las utilidades del riego, por que ya sea
que él por sí tenga todas las noticias, que se necesitan
para este veneficio, o que traiga para ello operarios inteligentes, de
qualquiera de los dos modos, dispondrá sus tierras en la forma,
y con las preparaciones, que se requieren, y el agua no dejará de
producir sus buenos efectos, por que se supone que de antemano se habrá
assegurado, de que ésta no lleba consigo algún principio
de infecundidad, lo que se a visto suzeder alguna vez, aunque mui rara,
como assimismo, que aunque no acierte con el todo el primer año
por haver omitido una u otra circunstancia, repitiendo la esperiencia con
maior cuidado en el segundo, y si fuese necesario en el terzero; a buelta
de dos o tres años, conseguirá que las tierras que cultiva
le contribuyan, quasi todo el producto de que son capazes, Digo quasi todo
por que las Arboledas, que podrá plantar, ya sea en las Linderas
de las tierras, o en alguna otra parte necesitan de más tiempo.
En el resto de las tierras que tendrá
Arrendadas, como los Arrendatarios verán el aumento de las cosechas,
y el método, y facilidad de conseguirlas, es consiguiente, que no
tarden mucho en seguirle, por que es natural en todos ellos, el sacar la
maior utilidad, que puedan de ellas.
El segundo caso es quando el Dueño
de las tierras las Arrienda todas, dejando a los Arrendatarios el uso de
la aguas, y el cuidado de emplearlas con utilidad: y aunque éste
es más tardo que el primero, al último produze los mismos
efectos; pues aún suponiendo que los Arrendatarios no tengan más
conocimiento que del método, y simientes que son adequadas para
el secano, sin luz alguna de la preparazión de las tierras, ni de
los tiempos, y Simientes, que son propias del regadío, que es lo
más que se puede suponer, con todo, como la esperienzia les a hecho
ver, que han perdido el fruto de su travajo en algunos años, por
haverles faltado a sus tiempos el agua, desde luego conocerán, que
está en su mano el remediarlo; Y quando se bean en iguales casos,
no faltarán a servirse de ella, o por lo menos alguno de ellos,
y a su imitación los demás; por que no es regular, que sean
muchos los que quieran perder los afanes de todo un año, por no
tener el corto trabajo de regar las tierras en que los han empleado.
Esta razón parece que conviene
igualmente con la suposición contraria, esto es quando el Dueño
de la Azequia no lo es de las tierras; pero ay la diferencia, que en tal
caso, los Dueños, o los Arrendatarios de ellas, por el ahorro de
lo que han de pagar por el agua, y con la esperanza de que les venga a
tiempo la de Llubia, que todos conozen ser más propicia, retardan
en tomarla con oportunidad, y solo lo hazen, quando las plantas están
tan descahezidas, y endurecidas, que aunque mejoren alguna cosa, no es,
ni la sombra de lo que se prometían; y como por otra parte están
preocupados en contra de las utilidades del riego, aún esta mejoría,
no la conozen, y mucho menos las causas de los demás accidentes,
que puedan haver contribuido, a que las aguas no produzcan sus buenos efectos.
Pero aún ay más en
uno y otro caso, por que todabía se habría adelantado mui
poco, si por los efectos de algunas experiencias, ya sean hechas de intento,
o por necesidad, llegasen a conozer que las aguas les heran útiles
para mejorar las cosechas del secano, si no passassen a las que son propias
del regadío, por que en este acontecimiento solo se serbirían
del agua en aquellos tiempos, en que se experimentase escasez, y como éstos
son pocos en comparazión de los otros, en que no necesitan el riego,
las tales cosechas, quedarían las aguas quasi inútiles, y
por consiguiente la Azequia sería de poco probecho, por que en realidad
el objeto del regadío no son las cosechas de trigo, zebada, y demás
simientes del secano, que pueden mejorarse, con uno o dos riegos al año;
pero que en el resto de él se pueden pasar sin este veneficio.
Como es natural que cada uno se incline
a dar a aplicación a aquello que posehe, según las ideas
de utilidad, y aprovechamiento que respectivamente se le presentan, y proporciones,
que de su logro, más, o menos fácilmente discurre, desde
luego se puede creer, que adelantarán mucho menos, los que no tienen
con las tierras la propiedad de las aguas, por que aunque ... que les puedan
dar alguna más aplicazión que para las cosechas regulares
del secano, necesitan entrar en algunos cálculos, que les asegure
de la utilidad, y estos cálculos, que solo están fundados
en suposiciones de que no tienen cabal noticia, ni competente instrucción,
pueden, y es lo más regular que resulten en contrario, por que no
saben lo que les puede produzir aquel nuevo travajo, ni lo que han de pagar
algún día por el agua y acaso rezelarán que esta hirá
subiendo a proporción de lo que ellos bayan adelantando, y siempre
de modo que sea más de lo que puedan utilizar, que es el modo general
de pensar de los que están ocupados con su Labranza: Esto hará
que no se expongan a los gastos de una experiencia costosa, faltándoles
la esperanza de resarzirse de ellos en adelante: No suzede assí
a los que tienen la propiedad de las Aguas que todo les combida a que las
empleen, por quantos medios le sean posibles: La novedad que incita, la
utilidad que muebe, y la necesidad que obligan, uniformes conspiran a que
procuren hazer el maior uso que puedan de ellas.
Hasta ahora solo se a tratado de
las dificultades que se ofrezen para introducir el regadío en los
Payses que no tienen la correspondiente noticia de él, deduciéndose
de lo expuesto, que aunque el mejor método para facilitar su uso,
sería el no hazer caso del producto de las aguas, esto al parezer
resulta impracticable, por que contradize abiertamente a los intereses
del Propietario de la Azequia, sin cuio atractibo no habrá quien
se determine a tan costosa empresa, y a emplear en ella los caudales que
son necesarios hasta ponerla en perfección. Veamos pues ahora que
quando el Dueño de la Azequia lo es igualmente de las tierras que
se han de veneficiar, es el único modo de que se consiga todo su
producto.
En el propuesto casso, o ya el Dueño
esté presente, o ausente que veneficie parte de ellas, o que las
Arriende todas, siempre se verificará coger más o menos tarde
todo el producto de que es capaz la Azequia: Él no tiene más
que hacer, si no le acomoda, el dar las primeras luzes, que arrendar sus
tierras en las formas que lo hazía antes: Los Arrendatarios empezarán
a hazer uso de las aguas, como de una cosa que está anexa a las
tierras, y por la que no han de pagar más que aquello en que convinieron
por las tierras; bien presto el agua les hará conozer sus utilidades
y les obligará a nuebos cuidados, ya cada uno no pensará
sino en hir preparando nuebas tierras para que reziban el veneficio del
riego. Los Pueblos se aumentarán por que no serán suficientes
sus vecinos para el conjunto de tantas operaciones, y ellos mismos solicitarán
el concurso de los de afuera, para que les assistan en sus faenas. Los
Arrendamientos no serán ya los mismos, cada uno querrá tener
parte en las comodidaes que logran los demás, y ellos mismos subirán
las rentas, hasta que el propietario logre aquel producto, que corresponde
al veneficio que a agregado a sus tierras.
Lo mismo se podrá decir quando
el Dueño de la Azequia no lo es de todas las tierras que se pueden
regar; pero sí de una gran parte de ellas, quedándole aguas
sobrantes para poderlas dar a los otros propietarios, vajo de aquellas
condiciones, que con el tiempo pueda conseguir; pero en uno y otro casso
como assegura con sus tierras una utilidad, que es mucho maior que la que
pudiera lograr dando al agua qualquiera otra aplicazión, se puede
decir que las Azequias son más proporcionadas para los que tienen
la propiedad de las tierras, que no para los otros, de donde se deduze
que los Pueblos, y los Señores, son los que tienen más proporción
para su construcción.
Los Señores por que, o tienen
tierras en cantidad, o tienen algunas rentas que crezen al respecto de
lo que se aumenta el número, y los efectos de los contribuyentes,
o tienen de uno y otro en proporción que les pueda ser útil.
Los Pueblos por que de qualquier
suerte que se considere, ynteresan mucho en el aumento de sus vecinos,
De éstos sacan el todo, o la maior parte de sus rentas; pero aun
quando en alguno, que será mui raro no suzeda assí, por consistir
éstas en propios de tal naturaleza, que no se verifique la contribución
del vezindario, siempre se podrá assentar que sus productos se distribuyen
en veneficio de él: de donde se infiere.
Lo 1º. que se puede suponer
tener la propiedad de las aguas aquellos Dueños de las tierras,
cuios Pueblos en los antiguo establecieron Azequias para veneficio de ellos;
pues no siendo fácil de averiguar si contribuyeron especialmente
para la construcción de ellas, o si prozedió de los caudales
que tenían los Pueblos de las anteriores contribuciones, o de otro
modo, siempre es cierto, que les dejaron el uso de las aguas, con sola
la pensión de mantener corriente la Azequia, o con alguna otra carga,
más, o menos según que se aproximan, o se apartan de las
que bamos ablando.
Lo 2º. que siendo una de las
principales atenciones de los Pueblos, el de proporcionar los medios que
puedan ser más útiles para su aumento, algunos de ellos debían
pensar en el regadío, por ser éste el más conducente
a tal fin.
Muchas Ziudades, Villas, y Lugares,
tienen actualmente Molinos de agua, y algunos de ellos en disposición
de poder regar una porción más o menos dilatada de su Jurisdicción;
de donde se deduze que todos aquellos en que combinando la cantidad de
agua, con la de las tierras, resulte mayor utilidad por medio del riego:
están en el 2º caso; pero aquí se manifiestan dos dificultades,
que se oponen a su execución, y a la generalidad que se requiere
para la mayor utilidad del Pays.
La 1ª. que no siendo fácil
que todos los indibiduos de un Pueblo, tengan con igualdad sus posessiones
en el territorio proporcionado al riego, no tendrán todos las mismas
utilidades; por lo que los unos se opondrán a los otros, aunque
los Pueblos por el aumento de sus vecinos, y lo que es a esto consequente
de las contribuciones logren las mayores.
La 2ª. que siendo lo más
regular que los Pueblos a quienes toca la propiedad de los Molinos, no
tengan la correspondiente cantidad de tierras en disposición del
riego, por que necesiten de alguna distancia más, o menos para ganar
con el nibel del agua la altura del terreno, no pueden consiguientemente
pensar por sí solos en el regadío, y solo con el concierto
de los demás Pueblos que están en seguida, y en disposizión
de rezibir el veneficio del riego, pudieran emprenderlo; pero hera menester
que estos Pueblos les yndemnizasen a esotros del menor valor de sus Molinos;
y esto aunque si consultasen sus mayores utilidades lo debían pretender,
no será tan fácil por la misma razón arriba dha, de
que sus vezinos no serán con igualdad, ni ymediatamente interesados.
Se ha dho con igualdad ni ymediatamente
interesados, por que aunque pareze que los Dueños de las tierras
son los únicos ynteresados en el veneficio del riego, no suzede
assí por que lo son también los demás vezinos.
Las tierras de regadío necesitan
de más cultivo; y de abonarlas con más frequencia, como assimismo
de estar continuamente sobre ellas, para las diferentes cosechas, que subcesibamente
ban dando, y aunque estos gastos los satisfaze con muchas ventajas el agua,
respecto a que los Arrendatarios se combidan con annelo a todos ellos,
y a pagar sus Arrendamientos, que generalmente exceden de la razón
de 4 a 1 de lo que serían sin ella; con todo, no siendo fácil,
que un propietrio que tenga muchas tierras, pueda entrar en todos estos
nuebos cuidados, se verá en la precisión de arrendar una
porción más, o menos grande de ellas, como se ve en todos
los Payses de regadío, que por lo regular, son más cortas
las porciones que cada uno cultiba, que en las de secano, lo que da lugar
a que otros vecinos se utilizen tomándolas por su cuenta, y de qualquier
modo de la multiplicación de las operaciones del campo, resulta
el aumento de las ventas, y compras, y de los demás oficios, y exercicios
de los Pueblos en lo que todos se utilizan.
Si no fueran más las dificultades
que las que hasta el presente se han expuesto, con facilidad se podrían
debanezer, por que en realidad los Pueblos llegarían a conozer con
más, o menos dificultad las ventajas que conseguirían con
el regadío; bien es verdad que sería menester darles todas
aquellas noticias que pudieran contribuir a que comprehendieran mejor el
intento, como también la facultad para la facilidad de los los medios
más adequados a su execución; ellos mismos no dejarían
quando no todos, muchos, de proponer la disposición en que se hallaban
y los medios de que necesitaban, y subcessibamente se hirían abilitando
todos aquellos en que no se considerase inconbeniente ynsuperable para
ello; pero ay otras que son mayores y de más difícil solución:
Quiero ablar de los Molinos de Agua y de las mismas Azequias.
[Los rendimientos de los molinos
de agua y de las acequias]
Bien sabido es que los Molinos de
agua son mucho más modernos que las Azequias de regadío;
pues de éstas ay noticia desde los siglos más remotos, quando
de aquellos no la tubieron ni aun los Romanos, y se pretende que hasta
el sexto siglo no se hizo uso del agua para substituirla en lugar de la
fuerza de los vibientes, de que se serbían para sus Molinos. En
España es mui posible se pasasen aún algunos siglos antes
que se plantificase el primero, lo que se haze bastante verosímil
reconociendo la dificultad que se encuentra para pasar de una Probincia
a otra qualquiera ymbención útil, quando ésta trahe
algún gasto de consideración. No haze todabía dos
años, que en Fuentes de Naba, Lugar de Campos, distante quatro Leguas
de Palencia se a construido el primer Molino de viento que ay en la Provincia:
No obstante que esta Ymbención vino a la Europa, del Asia, desde
el tiempo de las Cruzadas y que en España ay buen número
de ellos, de que por hallarse algunos a poca distancia no dejaban de tener
noticia muchos de los del Pays; Y con todo si su Dueño hubiese consultado
a sus Amigos, y vecinos, no se hubiera determinado a emprenderlo; pero
él consultó a la situación de los Lugares ymediatos
al suyo, que todos se hallan distantes de los Molinos de agua, y a un buen
Maestro, y la esperiencia del buen éxito, y de la ganancia, a desengañado
a los que primero creyeron que hera un yntento que no podría subsistir.
Las más de las Azequias de
España, son tan antiguas, que se tiene por tradición en los
Pueblos que fueron construidas en tiempo de los Moros, y aun es mui posible,
que algunas de ellas lo fueran antes, por que en tiempos de los Romanos,
y aun mucho antes, ya las Azequias heran mui conozidas; pero quando no,
todabía en este tiempo no hauia venido a España la aplicación
de la fuerza del agua a los Molinos, con que pudieron con toda livertad,
y sin estorbo alguno plantificar sus Azequias, tomando el agua, donde más
les acomodaba, y dirijirlas por donde les pudiera ser más útil,
lo que no suzede al presente, que todos los Ríos están cortados
con cantidad de Molinos, que imposibilitan, a no ser tal qual, que será
mui rara, que se puedan establezer, sin que se tropieze con alguno de los
Dueños de los Molinos que reclame los perjuicios que se le siguen,
y si a ésto se agrega que de alguno de dhos Molinos, o separadamente
salga alguna Azequia, aunque sea pequeña para regar algún
territorio, la dificultad es maior, y la cosa se hace como ymposible, aunque
la cantidad de agua sea más que suficiente para el riego de las
dos, que es en el supuesto de que se trata.
[La oposición a la construcción
de nuevas acequias]
Son tantas las contradiciones que
padeze qualquiera nueba Azequia que se quiera establezer, quando ya lo
está alguna otra en la parte inferior, que al último se ve
precisado el que formó el Proyecto a desistir del intento, aunque
como se a dho el agua sea más de la suficiente para la cantidad
de tierras, que una y otra ha de veneficiar.
Dos generalmente son los intereses
particulares que no se manifiestan, y que dan motivo a tales contradiciones:
el 1º aquel rezelo que desde luego conciben los interesados en la
antigua Azequia, de que sus frutos no han de tener aquel valor, ni estimazión
que lograban antes, por que consideran que los géneros son más
caros a proporción, que son más escasos en el Pays, los de
su especie.
El 2º es la livertad con que
usan del agua, con la seguridad de que las sobrantes se bierten por sus
Desagües, sin que les pueda perjudicar de ningún modo, quando
con la nueva Azequia se verían precisados a economizarla, y a usar
del agua con más arreglo, y cuidado, lo que les serbiría
de alguna sugeción.
El pretexto de la contradicción
en tales casos, es que les podrá hazer falta el agua que se toma
por la nueba, en algún año que no sea tan abundante, como
el en que se han hecho los reconocimientos; y aunque virifique, que ay
más de la suficiente, aun en los años regulares, no se adelanta
nada, por que el caso se pone a un año excaso que podrá venir
de diez en diez años, y muchas vezes a uno, que aun podrá
ser todabía más escaso, con que es preciso desistir de la
pretensión, y que las aguas sobrantes se biertan al Mar, sin más
usufructo, que el de hauer corrido una gran porción del Pays, con
sentimiento grande de los naturales, que ben perder un Manantial, que bien
distribuido les hauia de dejar muchas utilidades, y esto por el rezelo
de un año, que puede no venir, sino de siglo en siglo, por que quién
podrá asegurar, ni lo que será este año, ni lo que
podrá tardar en venir; pero aún ay más.
Como los dos principios del Interés
subsisten siempre, no se reconoze nunca el desengaño, por que no
es ésto lo que se busca, sino el salir con su intento, y assí
el principal cuidado, es el de separar de la cuestión aquellos que
no son de su opinión, y contradezirlo todo: No haze todabía
un año que en un caso semejante, en el Río Órbigo
se ha asegurado con eldho de los del Pays, que el año de 1765 ha
sido hallí uno de los más abundantes de aguas aun de treinta
años a esta parte, quando toda España está aún
sintiendo la pérdida de sus cosechas, por no hauer tenido las suficientes,
y se quiere persuadir, que en aquel Pays ha sido assí; Aunque otras
observaciones lo contradizen; pero ésta es otra ventaja, que tienen
los de las Azequias ya establezidas para que sea más poderosa su
contradicion, que todo aquel Pays está interesado en ella, y el
mismo interés les haze ver las cosas diferentes de lo que son, por
lo que no es mucho que se encuentren ciento contra uno que asseguren lo
que no es, por que ellos lo conziben assí. Lo cierto es que en un
caso semejante es muy difícil establezer qualquiera Azequia; pero
como este caso no es tan general pasaremos al de los Molinos.
Los Molinos de Agua se han multiplicado
en España de tal modo, que son mui pocos los Ríos en que
por todas partes no se encuentren con la Presa de alguno de ellos; y aun
los más caudalosos se hallan del mismo modo, a no ser en aquellas
ymediaciones del Mar, en que se puede decir que la falta de corriente,
y por consiguiente de cahida les a libertado de hallarse con el mismo destino,
y que puedan ser útiles a la Navegazión; esta constitución
imposibilita que se puedan establezer las Acequias de regadío, a
no ser tal qual, que será mui rara, sin que los Dueños de
los Molinos no se sientan de la falta, que les ha de hazer el agua que
se ha de emplear en veneficiar el Pays: si la maior utilidad de éste
lo hubiera de decir, bien presto el regadío ganaría la antelazión.
La maior utilidad de Pays proviene
de la maior acción en que están todas sus partes, y siendo
la agricultura, las Artes, y el comercio los más poderosos medios
de esta acción, quién dudará que el regadío
que como ya se ha insignuado arriba, es el que fomenta estas tres partes
principales de la acción, es como el principio de la maior utilidad
del Pays: Añádese a ésto que la Agricultura bien podrá
adelantar alguna cosa en la preparazión y modo de facilitar todas
sus operaziones; pero la planta que necesita del agua no se le puede subministrar,
sino es que sea por medio del riego, en lugar que los Molinos de agua se
pueden substituir por los de viento y por las Athaonas, que al fin como
suzede en otras partes surtirían al Pays, de la Arina necessaria.
Como actualmente no se esté
en el casso de dar a las aguas la aplicación que pueda ser más
útil para el Pays, por que ya los Molinos de agua, están
de antemano construidos, y tan poco es assumpto de destruir éstos,
a no ser que el exceso de la utilidad pública, lo pida en algún
otro, o que el de los particulares, que son Dueños de los Molinos,
lo encuentren en el regadío, será sobre estos dos supuestos,
sobre los que se considerará el assumpto.
[La utilidad de las aguas en
los molinos y en el regadío]
Los Molinos de Agua, como ya se a
dho, están esparzidos por quasi todos los Ríos de España,
pero no con igualdad, por que en unas partes están más unidos,
que en otras, ya sea que por una Azequia destinada para ellos se continúe
una serie más o menos grande de Molinos, o ya que cada uno por medio
de su Presa, tome el agua ymediatamente del Río: De qualquier modo
en unas partes están más unidos, y son en más cantidad
que en otras, por lo que se pueden reducir los supuestos a tres puntos.
El 1º que algunas vezes será
maior la utilidad de los Dueños por medio del regadío que
no por los Molinos.
El 2º que algunas vezes será
al contrario maior la utilidad de los Dueños por medio de los Molinos,
que no por el regadío.
Y el 3º que las más vezes,
aunque la utilidad de los Dueños sea maior por medio de los Molinos,
que por el regadío, la utilidad pública será al contrario
mucho maior por el regadío.
Quando la extensión de las
tierras que se puedan regar sea proporcionada a la cantidad de agua, que
lleba la Azequia, y el número de los Molinos, sea de poca consideración
será maior la utilidad de los Dueños por el regadío,
que no por los Molinos, que es el primer punto.
El 2º acahezerá siempre
que se encuentre, ya sea por medio de una Azequia, o tomando el agua inmediatamente
del Río, una serie de Molinos de alguna consideración, y
que la extensión que se pudiera regar sea más limitada de
lo que se requiere para emplear todas, o la maior parte de dhas Aguas,
ya sea por ser en una cañada estrecha, que presenta mui corta superficie
para el riego, como suzede muchas veces, o ya por ser el terreno quebrado,
y que no da facilidad para que se pueda continuar la Azequia, y comunicar
a otro que sea más proporcionado para el riego: en este casso la
utilidad de los Dueños será maior por los Molinos que no
por el riego, y aun será maior que la utilidad pública.
El 3º se verificará las
más vezes, quando aunque la serie de los Molinos sea de alguna consideración,
la disposición del terreno da capacidad bastante para emplear todas,
o la maior parte de las aguas en el riego, por que ya no se trata tan solamente
de los productos netos, que son los que hasta ahora se han calculado, sino
de los productos totales, que provienen de unos, y otros, y aunque estos
no son mui susceptibles del cálculo, por la dificultad grande de
aberiguar lo que pueden influir en la fortuna de tantos yndibiduos, ay
con todo algunos principios por donde se puede conozer, que en iguales
circunstancias, son con bastante exceso, maiores los del regadío,
que los de los Molinos, lo que facilita que por un cálculo de aproximación
se llegue mui cerca de su conocimiento.
Se sabe que las tierras de regadío
trahen consigo maiores gastos para su cultivo, y que sus Arrendamientos
exceden por lo general de la razón de 4 a 1 respecto a las de secano
de igual calidad, por lo que es consequente que sus cosechas correspondan
a estos gastos, y Arrendamientos, por que de otra suerte, no podrían
subsistir.
Se sabe también que sus Arrendamientos
ascienden a esta proporción por dos causas; la primera por sembrarse
todos los años las mismas tierras, en lugar que las de secano, de
dos solo el uno, Y la segunda por que con el agua mejoran cada año
la cosecha, de que se sigue que por la primera causa están las cosechas
en la razón de dos a uno, y aunque no se puede decir lo mismo de
la segunda, por que en realidad no es siempre preciso que la cosecha sea
doble para que el Arrendamiento se duplique; pues una tierra que da cinco
por simiente, y otra con igual gasto da seis, es tan solo en la razón
de 5, a 6, y si la primera da uno de Arrendamiento la segunda puede dar
dos, por que aquel aumento es efecto de la mejoría de la tierra,
que constantemente lo produze; pero con todo se observa, que en la práctica
es menester, que el exceso sea mayor para que se verifique el sobre dho
aumento, por esto, y por que el regadío necesita de más gastos
supondremos, que es preciso que la cosecha sea de siete y medio por simiente,
en lugar de los cinco, que se le consideran a las tierras de secano, para
que pueda dar los dos; de que resulta, que estando los Arrendamientos en
la razón de 4 a 1. estarán las cosechas en la de tres a uno.
[El caso de los molinos de
Herrera y el riego en Tierra de Campos]
Para hazer más perceptible
lo propuesto en los tres puntos, nos serviremos del mismo cálculo
de los Molinos de Herrera, disminuyendo quanto sea posible los productos
del regadío, y aumentando por el contrario todo lo más que
se pueda los de los Molinos, para que de esta suerte sea más evidente
la proporción.
La obrada de Campos, lleba dos fanegas
de trigo de sembradío, y da en los años regulares cinco por
simiente, en el supuesto que uno, y otro varía según son
las tierras, y según son los años; pero ésto es lo
más general en los años de mediana cosecha, y tan poco altera
nada para el asumpto, por que de qualquier suerte siempre subsistirá
la misma proporción.
Ya se ha dho que el Molino citado
de Herrera da de Arrendamiento al año: 256 fanegas de trigo, y ahora
se supone que por lo que saca el Molinero, de Abijas, y de toda especie
de grano, le queden de ganancia, reduciéndolo todo a trigo, otras
256 fanegas, que desde luego se puede asegurar, que es mucho más
de lo que le produze; pero con todo se añadirán otras 256
fanegas al producto neto, para que la Maquila sea de un celemín
por fanega, en lugar de los dos quartillos, o medio celemín por
fanega, que se paga en estos Molinos. De modo que el producto neto será
en este supuesto de 512 fanegas, y el producto total de 768 fanegas de
trigo.
Llámanse Abijas la Arina despolborizada,
que queda de las Moliendas en el Molino, la que como redunda en veneficio
de éste se incluye en el producto total, y mucho más, lo
que es de bastante consideración; pues a este efecto están
dispuestos los Molinos, en el modo más ventajoso a los Dueños,
y Arrendatarios; pero de un perjuicio grande para el público, que
se priba de lo más precioso del trigo, y esto por no ponerles a
las Piedras las cubiertas de madera, como se haze en otras partes.
Los Pueblos que tienen Molinos y
que son más interesados en el bien público, podían
con mucha facilidad, y con utilidad suia remediar este abuso, pues con
solo poner cubiertas a los suios, bien presto todos los concurrentes abandonarían
los otros Molinos, por lograr de este veneficio y al último, habrían
de seguir los demás su exemplo, por que verían que sus Molinos
se quedaban con poco, o ningún uso.
Las 9.708 obradas de tierras, que
se pueden regar con el agua que en el verano lleba dho Molino en la forma
que se a dho comprehenden una extensión de casi cinco Leguas de
8.000 varas de largo: por un quarto de Legua de ancho, y se supone que
en esta distancia, y aun en diez, o doce Leguas más abajo haya 40
Molinos de agua, que a 512 fanegas por cada uno hazen 20.480 fanegas por
el producto neto de todos ellos: esto es 1.064 fanegas más que las
19.416 del producto neto del regadío.
Los mismos 40 Molinos por 768 fanegas
hazen 30.720 fanegas por su producto total.
De las 9.708 obradas, se toma su
mitad, que es la que cada año se sembraría, estando de secano:
esto es 4.854 obradas, y a razón de diez fanegas por obrada, por
regularse la cosecha de cinco por simiente hazen 48.540 fanegas de trigo,
que sería el producto total del secano.
Las mismas 4.854 obradas, a razón
de 30 fanegas por obrada, por ser de regadío, y estar las cosechas
en la de tres a uno, o lo que es lo mismo, las 9.708 obradas, que por ser
de regadío, se siembran todos los años, a razón de
15 fanegas por obrada, hazen 145.620 fanegas de trigo por el producto total
del regadío, de que rebajando 9.708 por la simiente de las 4.854
obradas, que se siembran más cada año en el regadío,
restan 135.912, y quitando de éstas las 48.540 del producto total
del secano, quedan 87.372 fanegas del excesso del producto total del regadío,
al del secano: esto és más de quatro tantos que las 20.480
fanegas del producto neto de los 40 Molinos, y casi tres tantos de las
30.720 fanegas del producto total de dhos 40 Molinos.
En obsequio de los que no obstante,
lo que ya se a dho les pueda parezer todabia mucho, que los Arrendamientos
estén en la razón de 4 a 1, y las cosechas en la de 3 a 1,
traheremos a la consideración los malos años que causan la
ruina de los Labradores de secano, y que por el contrario, son los que
enriquezen a los del regadío, por que no disminuyendo sus cosechas,
aumentan considerablemente sus ganancias con el alto precio que tienen
los granos: a más de que la razón de 4 a 1, y la de 3 a 1
no lo son, respecto de la tierra que se siembra de secano, sino en quanto
ésta, solo se siembra de dos años el uno, que es lo mismo
que si en un Pueblo se duplicasen las tierras: lo que se consigue por medio
del regadío, los Arrendamientos serían dobles, y lo mismo
las cosechas, y por lo que éstas mejorarían con el agua se
supone, que aumentarían de una mitad, lo que pareze que no es mucho
suponer, si se considera que los más de los años se disminuyen
conozidamente las cosechas de secano, por no tener uno, o dos riegos a
tiempo, debiéndose también tener presente, que las cosechas
propias del regadío, como son, Lino, Cáñamo, Arroz
&. dejan más utilidad que el trigo y Zebada, y demás
del Secano, y que éste es un aumento que subsiste aún en
los años buenos en que no se necesite del riego para las Cosechas
de Secano.
Generalmente acaheze perderse éstas
por falta de agua en el otoño, y más especialmente en la
primavera: alguna otra vez la continuazión de los fuertes Yelos
las suele disminuir más o menos, según son los años:
Pero ni lo uno, ni lo otro perjudica a las de regadío, por que para
lo primero tienen el agua quando la necesitan, pudiéndose decir
más bien, que estos años son los mejores para los de regadío,
por que generalmente los calores son más continuados, y las plantas
con el calor, y la humedad adelantan más; considérese pues,
siendo estos años con alguna frequencia, pues cada diez acaheze
uno, y muchas vezes dos, quanto contribuirán para el maior producto
del regadío.
Tampoco pueden los Yelos ocasionar
la pérdida de las Cosechas del regadío, por que lo general
de éstas es ser de tardío que se siembran, quando los Yelos
han passado; y como para aquella parte que pueda ser de temprano les queda
el arbitrio de bolberlas a sembrar, reduciéndolas a tardío,
subsisten siempre por este medio; lo que no suzede con las de secano, que
como no tienen la seguridad de tener con abunancia el agua en la primavera,
o no las buelben a sembrar, o si lo hazen estan expuestos a que les falte
el agua tardía, y que la cosecha no sea, ni aun mediana.
No se disimulará que también
acaheze perderse las cosechas por abundancia de aguas, aunque no es en
lo general de toda una Probincia, o Reyno, sino en algunas partes, que
por estar expuestas a las abenidas de algún Río, o ser en
parage mui llano, están detenidas las aguas más tiempo del
que se necesita; pero en uno, y otro caso, logran mejor partido los de
regadío, por que con la seguridad de tener el agua en todo tiempo,
o las pueden bolber a sembrar, o disponen los surcos de modo que las tierras
están más elebadas.
Tampoco se admitirá la reflexión
de haver algunas tierras tan buenas, que permiten se puedan sembrar tres,
y quatro años de seguida en el secano; pero a más de que
estas tierras se encuentran pocas; estas mismas con el riego, aumentarían
por lo menos en la razón de 4 a 1. por que éstas son las
que con más seguridad dan dos cosechas al año, y como a más
de ésto se debe considerar el maior valor que tienen las especies
de regadío, y las Arboledas que se pueden establezer en sus linderas
como se obserba en todos los Payses de Regadío, siendo estos aumentos
siempre proporcionales a la calidad de la tierra, se puede creer, que estas
mismas tierras guardarán también la razón de 4 a 1.
por lo menos, quedando aun todo el mayor aumento que conseguirían
los Prados ya conzegiles, o ya de particulares, que como es mui fácil
de conozer, es un aumento de mucha considerazión.
De todo lo dicho se infiere que para
la determinazión de los tres puntos, no se necesita más que
reconozer la cantidad de agua que ay en los Meses de Verano, la extensión
de las tierras que están en disposición de poderse regar,
y el número de Molinos que pueda haver en seguida.
Infiérese también que
una Azequia como la que se a propuesto, en la que solo pueden moler en
el verano dos Piedras de cubo, que piden alguna más agua que las
regulares, necesita para que el producto neto de los Molinos sea maior
que el del regadío, que se encuentren 40 Molinos de seguida, que
éstos den el producto que se les a considerado, y que queden totalmente
sin uso; pero esto último no se verifica assí, pues a excepción
de tres Meses en el Verano, desde mitad de Junio en que acaheze la disminuzión
de los Rios, hasta mitad de Septiembre en que las principales cosechas
se han concluido, pueden estar corrientes lo restante del año, y
aun los más de ellos lo estarán todabía más,
y más, a proporción que se bayan alejando de la toma del
agua, por que las filtraciones, y manantiales aumentarán por causa
del riego el caudal del agua restante: De modo que los que estén
a cosa de una Legua de dha toma será ya corto el tiempo en que alguna
de sus piedras degen de estar corrientes, y mucho menos los que estén
fuera de las cinco Leguas que comprehende el riego; por tanto se puede
mui bien asegurar, que no obstante de haver en España tantos Molinos
de agua, será mui raro el caso en que pudiéndose emplear
todas las aguas que lleba la Azequia en el riego, sea maior el producto
neto de los Molinos, que el de regadío.
[El abono]
Aquí se presenta una dificultad,
y más de una vez ha sido propuesta; ésta es la maior cantidad
de abono, que se necesita para poner en estado de regadío todas
estas tierras, por que como se a dho, y se sabe por la experienzia, las
tierras de regadío necesitan de más abono, que las de secano,
y no sobrando actualmente para éstas, con dificultad se podrá
encontrar aquel aumento; pero el agua misma es la que todo lo facilita.
Los Prados con ella produzen en una proporzión que es mucho más
de lo que se cree, se siembran también simientes adaptadas al mismo
fin: Los Ganados se multiplican, y los Pueblos, a más de tener en
la cría de ellos una Ganancia que es de mucha considerazión,
se hallan en estado de ocurrir a tal urgencia. La Palomina se conduze de
afuera, se establezen y se aumentan los Palomares, se recoge, y cuida del
abono, y assí se ben campiñas grandes, y aun Provincias enteras
de Regadío en que no obstante que en su principio estarían
en el mismo caso, se hallan al presente socorridas de quanto necesitan.
[Argumentos que se usan en la
oposición a las acequias de riego]
Habiendo visto las grandes utilidades
que se consiguen por el Regadío, y la facilidad de conozer los casos
en que según las circunstancias locales, pueda tener más,
o menos lugar, se haze preciso reconozer los principales puntos en que
se funda la oposición que padeze qualquiera Azequia de riego que
se intenta establezer, quando a la parte inferior ay algunos Molinos de
agua.
El único motivo de la oposición
debería ser en este caso, el perjuicio que se les seguiría
a los Molinos por la falta que les haría el agua que se emplease
en el beneficio del riego; pero desconfiando de que sea suficiente éste
para pribar al público de tantas utilidades, se trahen a la considerazión
otros puntos que hazen lo fuerte de la contradición, por parte de
los que la fomentan. Tales son las contingencias de la execución,
la imperizia de los del Pays, la salud pública, y la utilidad de
los naturales, perjudicada con la falta de las moliendas. En estos quatro
puntos habrá de examinarse ahora el assumpto; pues ya se a dho de
los tiempos, y en la forma que podrá ser la falta del agua de los
Molinos, a lo que solo se podrá añadir, que esta falta probiene
más bien del temor que infunde la imaginación, que de realidad;
por que los interesados que ben aquella cantidad de agua separada de su
primer destino, hazen la cuestión con ella, y con la que lleban
sus Molinos, sin hazerse cargo de los aumentos que éstos han tenido
por causa de los riegos, y estos aumentos especialmente quando los Molinos
están a cosa de una Legua, ya son de bastante considerazión
para que no se haga casso de ellos; pero como los Ríos disminuyen
considerablemente en los Meses del Verano, y la imaginazión de los
Dueños está sedienta en estos tiempos, ni pueden conozer
lo que es esta disminución, por que no han tenido el cuidado de
anotarla con relación al más, y menos que se observa en todos
ellos, ni persuadirse a los tales aumentos, por lo que no pueden hazer
una comparazión justa.
[El coste de las acequias]
Quando se tiene empeño en
contradezir una cosa, se hazen valer todas aquellas razones que puedan
influir más, a que se desbanezca, y como lo que más impressión
puede hazer en el ánimo del que emprende un Proyecto, es la incertidumbre
de conseguir el intento; no es por esta parte por donde menos se esfuerzan
los opuestos a las Azequias de riego, ya ponderando los gastos de la execución,
y ya citando algunos casos que han acahezido con éxito menos faborable:
La Azequia de Cien Pozuelos, se ha citado ya como un exemplar que debe
hazer desconfiar de todo proyecto, en assumpto de Azequias, como si un
caso de que apenas se da otro semejante, fuere suficiente a inutilizar
todos los de su espezie, y esto sin entrar ahora en la disquisición
de si esta Azequia, no obstante de los grandes gastos a que ha dado ocasión
la mala naturaleza del terreno, es todabía útil; con más
razón pudieran los Labradores, y los Comerziantes desistir de sus
empresas, por que no tienen sino frequentes noticias de lastimosos sucesos,
que han causado la ruina de unos y otros.
Las Azequias por lo general son obras
bastantemente sencillas, por que consisten en una excabazión de
uno a dos pies de profundidad, que ni necesitan de puentes; por que con
facilidad se badean, ni de Aqueductos, por que las Aguas de Llubia entran
y salen de ella, con que se puede con corto coste continuar una Azequia
por un terreno espacioso, repartiendo sus ramales para facilitar en todo
él, el riego.
Algunas vezes no se negara que se
encuentran obstáculos más o menos grandes, que es preciso
venzerlos con el arte; pero en el presupuesto de que en España ay
muchos parages, que sin estas dificultades tienen proporción para
el veneficio del riego; estos casos se dan quando una utilidad grande lo
pide, porque si conviene regar éste, o aquel Pays, y para conduzir
el agua del parage más proporcionado, es menester atrabesar algún
Barranco profundo, o lo que es peor un río, que por el un lado está
el terreno escarpado, y de 25 a 30 pies más elebado que el otro,
o bien una Montaña de bastante elebazión &c no se puede
menos si la utilidad, y los interesados lo piden, de superar con el Arte
estas dificultades, que serán más, o menos costosas, a proporción
de lo que ellas lo fueren. La Azequia de Manresa en Cathaluña es
una de las más ingeniosas en su especie, por que a más de
que el terreno es bastante quebrado, fue menester atrabesar con Mina una
Montaña de bastante elebación, sin que las contingencias
a que está expuesta una Mina, ni lo quebrado del terreno, que obligó
a la construcción de muchas obras de cantería y aun a rebestirla
de lo mismo en una gran porzión de ella, les detubiese a sus autores
para haver conseguido con los Ramales que dirigieron a los diferentes planos
de que se compone aquel territorio, veneficiar todo aquel Pays: otros varios
exemplares se pudieran citar, tanto en España como fuera de ella;
pero no siendo ahora assumpto preciso de estas Azequias, en que las dificultades
son tales que se necesita de tanto empeño, y de crezidos gastos
para venzerlas, pasaremos a la imperizia de los del Pays.
[La impericia de los habitantes
del país]
Por donde más Guerra se haze
es ponderando ésta, y queriendo persuadir que sea un obstáculo
insuperable, por que no teniendo conocimiento los habitantes del de las
operaciones, y demás cuidados que se necesitan para conseguir las
utilidades que proporciona el riego, ni pensarán en él, ni
adelantarán cosa alguna; pero sería mui del assumpto, que
los contradictores manifestasen el concepto que hubiesen formado de aquellos
Payses en que actualmente ben tan adelantado el veneficio del riego, por
que si consideran que en su principio tubieron todas esas noticias sus
abitadores ban contra lo natural y la experiencia. Las Artes en todas partas
se han hido adelantando por grados, ya pasándose de unos Payses
a otros, o ya por Imbención de los mismos Indibiduos, o de otros,
que por más cuidado que han tenido alguna vez de ocultar su Imbención,
no han podido conseguir se quede con ellos solo, por que la novedad y la
utilidad han movido a los demás a su imitación; con que es
preciso convenir en que en su principio se hallaron aquellos Payses en
el mismo caso; por que ahora no se trata de las Azequias secundarias, sino
de las primarias, que se establezieron en aquellos Payses, donde aunque
se hallaron con la misma Imperizia, no dejaron de plantificarlas, por que
como se a dho en todas partes tienen alguna idea de las ventajas que se
consiguen con el riego, ya por la experiencia en los años que han
perdido sus cosechas a causa de faltarles el agua a su tiempo, y ya por
que es mui raro el Pueblo en que no se haga uso del agua, aunque no sea
sino para las Huertas.
Para fortificar más su sistema
dhos contradictores pasan a la comparación de uno y otro País,
y los hallan diametralmente opuestos: a los unos Laboriosos, ágiles
e yndustriosos, y a los otros desidiosos, tardos, y estúpidos, y
aunque éste sería un assumpto capaz de muchas reflexiones,
que los términos, que nos hemos propuesto no los permiten, será
preciso no obstante decir, que esta grande diferencia proviene por lo general
de ver las cosas superficialmente, y de no examinar con cuidado las causas
principales que las produzen; el mejor alimento, la maior oportunidad de
exercitarse, y la costumbre hazen a las gentes Laboriosas, y ágiles:
La Industria se adelanta a proporción que el estímulo y la
concurrencia es maior; ningún Pays por infeliz que sea, deja de
hazer sus esfuerzos para sacar el mejor partido en el modo que puede; si
se comparara sin preocupación su trabajo, puede ser se encontrase,
que aun excedían los de éstos, que se regulan por desidiosos
en aquellos exercicios en que la limitación de medios, y de Ideas
los tiene como constituidos; pero ningunos como estos Payses necesitan
más bien del fomento; el facilitarles la salida de sus frutos, introduzir
Luzes, y proporcionar medios, es el único, o el más principal
medio de mudar la constitución de un Pays, y hazerlo parezer mui
diferente de lo que antes hera.
[La salud pública]
La salud pública es otro obstáculo,
que se opone a las Azequias de regadío, por que el público
a quien qualquiera novedad, le es sospechosa, y que por otro lado esta
auxiliado de los interesados en los Molinos, desde luego se inclina a creer
que todas las enfermedades provienen del regadío, y mucho más
si los Médicos, y los Phísicos son de su opinión,
y no faltan escritos, como suele acontezer, que lo verifiquen: pero qué
concepto se puede hazer de estas opiniones, y de estos escritos, quando
están solo apoyados en la novedad. En el año 1759, acahezieron
en Palencia, y en muchos otros Pueblos, unas nieblas mui densas, que permanezieron
por muchos días, lo que adbirtió a los naturales de la diferenzia
que se notaba a la de los años anteriores; pero sin entrar en cuenta
de las muchas aguas, y calores proporcionados, que en aquel año
havian acahezido; creyeron haver encontrado la causa en el agua del canal,
que en aquellas inmediaciones se estaba construyendo. Esta opinión
permanezió por mucho tiempo,y parezía tanto más plausible,
y bien fundada quanto que en una extensión de 35 mil varas de longitud,
por 14 de latitud, que tiene aquel canal compone una superficie de 490
mil varas quadradas; pero todo se desbanezió, quando llegaron a
saber que el canal, no tan solamente estaba en seco en aquel tiempo, sino
que hacía más de un año, que se hallaba sin agua:
y qué se dirá ahora? si después de 6 años que
está con ella, no han sovrevenido otras semejantes; con todo con
el tiempo quedará establezido que provienen del agua del canal,
por que se habían perdido las espezies de comparación, y
se tendrá a la mano con qué esplicar con facilidad la causa.
No se negará por esto, que
el mal uso de las aguas, dejándolas encharcar, y el de algunas simientes,
como las del Arroz, no puedan ocasionar enfermedades; pero para ésto
ay sus reglamentos que separan de las Poblaciones estas simientes, y disponen
que a las aguas se les dé salida.
Tan poco se pretende persuadir que
el regadío no pueda ser ocasión de algunas enfermedades,
aunque tal vez evitará otras, lo que se obserba es que ay algunos
Payses, que aun sin el regadío son inabitables por ser mui enfermos,
y que en los que no son de esta naturaleza se encuentran a proporción
del número, hedades abanzadas, tanto en los del regadío como
en los de secano; de modo que por este medio que parece que hera el más
seguro para la comparazión es muy difícil de assegurarse
de la diferencia.
[Molinos de agua y Molinos de
viento]
La falta de Molienda en el verano,
es el maior obstáculo que se opone a las Azequias de regadío;
pues aunque ya se ha dho, que las taonas, y los Molinos de Biento pudieran
suplir esta falta, ésto no acomoda enteramente, por que en las tahonas
salen más costosas las moliendas, y los Molinos de Biento paran,
quando éste no se mueve; y a más están expuestos a
que la Arina no salga tan igual, a causa que la fuerza del ayre está
bariando a cada paso; y aunque para este efecto tienen su moderador, a
poco que se descuiden con él, resulta variar la Arina.
No se duda que los Molinos de agua
sean más ventajosos, que los de ayre, y aun se conzederá
que donde haya un cierto número de aquellos corrientes no subsistirán
éstos, sino es que algunas circunstancias faciliten que unos, y
otros tengan que moler; pero por esto no se negará de contrario,
que los de biento tienen algunas circunstancias con que en cierto modo
contrarrestan aquellas ventajas; tales son que a proporción están
más tiempo corrientes, aun en los tres Meses de verano; que pueden
situarse más ymediatos, y en maior número a los Pueblos,
lo que proporciona más comodidad para los que concurren a ellos,
y que ni su coste, ni sus contingencias son de tanta consequencia como
las de agua.
Los Ríos,como es bien notorio
menguan considerablemente en los tres Meses de verano, de modo que los
más de ellos apenan quedan con dos Piedras corrientes, aunque el
Molino tenga cinco, o seis, y aun muchos se reduzen a una, y a vezes esto
es a pausas; pero de qualquier suerte en este estado continúan por
la maior parte de los tres meses, y aun muchas vezes más, pues aunque
subrevenga algún turbión que aumente el río, esto
dura quatro o seis días, y después buelbe a continuar en
el estado que antes a mui poca diferencia. En los de viento es cierto que
en los días de calma, que son más frequentes en el verano
paran del todo, pero como estos días son pocos en comparación
de los que, o ya por las noches, o en ciertas horas del día, tiene
movimiento el ayre, y aun de los que se experimenta con él en todo
el día; siempre se verifica que a proporción están
más tiempo corrientes que los de agua: Añádese a ésto
que los Molinos de viento con ayre moderado, muelen más que los
de agua, y se reconozerá que aun sin entrar en aquellos años
en que muchos de los Ríos quedan en seco, y por consequencia paran
sus Molinos, muelen los de viento a proporción más que los
de agua.
Como hasta ahora no se a tratado,
sino de los tres meses de verano se ha omitido la consideración
de los Yelos que suelen tener parados en el Invierno a los Molinos de agua
por temporadas largas con grave daño del público por la falta
de moliendas.
No será menester mucho para
reconozer que los Molinos de viento se pueden situar en las ymediaciones
de todos los Pueblos, y en aquel número que sea proporcionado a
lo que tengan que moler, porque qualquier viento que corra, comprende un
espacio de muchas Leguas de extensión y los pone a todos en movimiento;
lo que no suzede a los de agua, que están ceñidos a aquellos
Pueblos que tienen Río, y aun en éstos no se pueden colocar,
sino en ciertas distancias, donde el agua tiene ya proporcionada cahida,
lo que ocasiona que muchas vezes, están a quatro y a cinco Leguas
de algunos Pueblos.
Tan poco será menester mucho
para reconozer que los Molinos de viento, son de menos coste, y están
exentos de las grandes contingencias a que están expuestos los del
agua, por que todos saben los daños que causan en éstos las
avenidas, y los grandes gastos, que se ocasionan en su execución,
y en su recomposición, por lo que se pasará a la diferencia
de las Arinas.
Desde luego se conzede que éstas
serán más iguales en los de agua, pero en esto como en otras
muchas cosas, es la imaginación la que por la maior parte advierte
esta diferencia: Lo que se observa es que en los Payses donde están
acostumbrados a los de viento, a más de haver aumentado éstos
considerablemente han adquirido con la continuada práctica la facilidad
de templarlos; de modo que si ay alguna diferencia es mui poca, pero aun
quando ésta sea de más consideración no pareceze razonable
que por un poco de más comodidad en la bondad de la Arina, se pierdan
las utilidades, que facilitaría el riego, y que las aguas se cuelen
al mar sin más utilidad que ésta, quando pudieran dejar enriquecido
el Pays, y aumentarlo con un número considerable de abitantes. Qué
proporción guardará este poco de más comodidad en
las Arinas con las grandes calamidades que tan frequentemente se experimentan
por la falta de agua en los años malos, ni qué considerazión
merezerá, quando como ya se a dho la aplicación de las aguas
al regadio, no ynfluyen tanto como se cree en la dismimunición de
las moliendas; y quando a los que quisieren esta mejoría en las
Arinas, les queda la acción de prevenirse de ellas, en los tiempos
en que los más de los Molinos de agua están con una, o dos
piedras paradas por no tener granos que moler. Valdrá más
la facilidad de tener en todos tiempos la oportunidad de procurarse esta
mejoría en la Arinas, que las miserias, y trabajos que se padezen
en los años malos, que los que precisados por la necesidad de abandonar
sus Pueblos, y sus casas, perezen en la transmigración: No creo
que ninguno lo conzederá, y con todo reconozco que subsisten las
razones de los interesados en los Molinos, que tienen muchos partidarios,
y que todo lo que se a dho no es suficiente para desbanezerlas, pero si
las dificultades que para lograr un fin tan útil, se presenta, son
grandes; en qué tiempo se puede esperar con más confianza
que se hallanen, sino en el presente, en que un Rey en todas circunstancias
grande, protexe con el maior esmero la Agricultura, y que las Luzes de
su Consejo, y de sus vigilantes Ministros, descubren los más seguros
caminos para la felicidad de sus Basallos, aplicando los medios oportunos
a su logro, con el más reflexivo, quanto maduro examen, y en qual
otro? podrían hallar mis deseos dirigidos a lo que de algún
modo pueda contribuir a veneficio de la Patria, y del estado, maiores proporciones
de benigna acogida en las propuestas Ideas, que en aquel en que efectivamente
concurren el celo, y actividad del Govierno para promover, adelantar, y
llevar al estado de perfecta execución los assumptos en que se versa...
la pública utilidad, a que todos los buenos ciudadanos deben contribuir
con lo que sus fuerzas, y talentos alcanzen. Yo quisiera que los míos
hubiesen completado el que se propusieron quanto tomaron a su cargo la
Ilustración del presente discurso; pero se les podrá dispensar
en la parte que haya faltado, por lo que los recomiendan la grande Importancia
del objeto, y sus actuales circunstancias.
Herrera de Pisuerga y septiembre
12 de 1767
Notas
1. Glick
1988, pág. 273, y en general el capítulo IX.
2. He modernizado
siempre la ortografía en las citas que hago del documento en este
texto introductorio. Los criterios usados para la transcripción
del documento se especifican más adelante.
3. Bibliografía
en Falcón Pérez 1987 y Regadíos 1992; numerosos estudios
sobre las diversas regiones: Aragón (Pérez Sarrión
1984), Valencia (Glick 1988, Peris Albentosa 1992, Román Millán
2000, Sanchis Ibor 2001).
4. Herrera
(1513) ed. 1970, libro cuarto, capítulo III.
5. La referencia
completa de la obra es ésta NIPHO, Francisco Mariano. La labranza
española. Compendio de la agricultura de Alonso de Herrera, repartido
en 6 tratados, que se darán siempre sueltos para la comodidad y
auxilio de los labradores. Madrid, 1769, 6 tomos (y una edición
posterior en 7); cit. según Muñoz Pérez y Benito Arranz
1961, nº 979.
8. Vicens
Vives (Dir.) 1971, vol. IV, pág. 131 ("La época del Despotismo
Ilustrado", por J. Mercader y A. Domínguez).
9. Augé-Laribé
1960, Faucher, Ambrosoli,
10. Véase
Lluch y Argemí d'Abadal 1985.
11. Joaquín
Fernández Pérez ("Ciencia y técnica en la agricultura
ilustrada. Instrumentos y experiencias agronómicas"), en Fernández
Pérez y González Tascón 1990, págs. 47-72.
12. Asso
(1795) ed. 1947, pág. 118.
13. Artola
1982, págs. 142 ss.
15. Obra
citada en Muñoz Pérez y Benito Arranz 1961, nº 982;
en el artículo de Angel García Sanz esta es precisamente
la primera obra que se cita sobre el tema.
17. Capel,
Sánchez y Moncada 1988, págs. 34 y ss.
19.
Como el de Robert Herin 1972, sobre los conflictos por el uso del agua
en el Segura.
21. Véase,
por ejemplo, Capel 1982, caps. III y ss., y el documento publicado en esta
misma revista por Marc Lloret (2001) sobre el puerto de los Alfaques. Una
carta escrita por Antonio de Ulloa sobre el proyecto de Feringán
para el trasvase de las aguas del Castril y Guardal, en Capel 2001.
22.
Según Juan Helguera el Proyecto general fue elaborado por Antonio
Ulloa a partir de los planos parciales de Le Maur (en Homar 1806, ed. 1992,
pág. 18.
23. Sobre
la construcción del canal de Castilla XVIII son fundamentales hoy
los trabajos de Juan Helguera, García Tapia y Molinero 1988; y el
estudio preliminar de J. Helguera en Homar (1806) ed. 1992.
24. Se encuentran
en el Servicio Histórico Militar, y aparecen citados en Sambricio
1991, vol. II, págs. 71 y ss.
25. Jovellanos,
Diario, (Expedición al canal de Campos, septiembre de 1791).
Reproducido por J. Helguera en la edición de Homar (1806) 1992,
págs. 138-140.
26. Muller,
1769, tomo 2, p. 241-252.
27. Capel.
Sánchez y Moncada 1988, pág. 79, nota 53.
28. Datos
de Espín Rael 1926, y Capel y otros 1983.
29. Varios
planos firmados por ese ingeniero se conservan en el Archivo General de
Simancas M.P.y D.II-54 a II-60, Marina, leg. 390, en Capel y otros 1983,
págs. 160-161. Sobre las obras en Santander véase Sambricio
1991 ("La influencia del puerto de Santander en la organización
de una nueva ciudad"); reproduce tres de los citados planos en págs.
384-388.
30. Datos
de Juan de Helguera sobre ello en Homar (1806), 1992, págs. 22-23.
El informe que elaboró F. de Ulloa en 1785 dio lugar a una nueva
intensificación de las obras.
31. Townsend,
(1791), ed. 1962, pág. 1435; sobre éste y otros viajes ingleses
a España en el siglo XVIII, Freixa 1993.
32. La opinión
de Le Maur en Carlos Le Maur "Relación histórica del proyecto
de los Canales de Castilla, y de la ejecución del de Campos hasta
hoy", Paredes de Nava 22 de octubre de 1754, SHM, citado según J.
Helguera, en Homar 1992, pág. 31.
33. Fernando
de Ulloa: Relación del canal de Castilla y el de Campos", Herrera
de Pisuerga, 26 de noviembre de 1767 (SHM, leg.3-2-2-1,ff 91-92) citado
por J. Helguera en Homar 1992, pág. 32 y nota 98.
34. Múzquiz
al intendente del Canal, Madrid 1 de abril de 1767, citado por J. Helguera
en Homar, pág. 32, nota 99.
35. Como
puso de manifiesto Francisco Calvo 1975.
36. Nipho,
1771, tomo tercero, nº 72, Madrid 19 de marzo de 1771, págs.
321 y ss.
37. Nipho,
tomo tercero, 1771, pág. 325.
38. Cartoteca
del Servicio Histórico Militar, Catálogo 1981, nº 3206.
39. Sarret
1906; Oliveras Samitier, 1985, págs. 135-146, y 1986, págs.
67-72.
41. Algunos
ejemplos en Capel 1998-99.
42. Cavanilles
1795, tomo I, pág. 183.
43. Cavanilles
1795, tomo I, pág. 118.
44. Las
razones por la que el cultivo de este cereal crea áreas insalubres
en I, pág. 178-79; estadísticas en págs. 180-81.
45. Nipho,
tomo tercero, 1771, pág. 325-26.
46. Citadas
por García Sanz, págs. 36 y 37.
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Universidad de Barcelona, Vol. VII, nº 348, 10 de febrero de 2002.
[ISSN 1138-9796] http://www.ub.es/geocrit/b3w-348.htm
como los dos
principios del interés subsisten siempre, no se reconoce nunca el
desengaño, porque no es esto lo que se busca, sino el salir con
su intento, y así el principal cuidado es el de separar de la cuestión
aquellos que no son de su opinión, y contradecirlo todo (...) y
el mismo interés les haze ver las cosas diferentes de lo que son,
por lo que no es mucho que se encuentren ciento contra uno que aseguren
lo que no es, porque ellos lo conciben así.
Otros decididos opositores al
establecimiento de nuevas acequias de regadío eran los dueños
de los molinos de agua, los cuales se habían multiplicado de tal
modo que eran ya muy pocos los ríos que no tuvieran presas para
derivar agua con este fin, lo que imposibilitaba el establecimiento de
las nuevas acequias de regadío. No se trataba de un problema menor,
ya que los dueños de molinos eran frecuentemente nobles, comunidades
religiosas y poderosos personajes. Que la mejora de los rendimientos agrarios
implicaba la destrucción del régimen feudal de producción
agraria queda clara en esas páginas en que se percibe la oposición
a la ampliación del regadío por parte de los poderosos propietarios
de molinos, que en el caso de Castilla y León pertenecían
frecuentemente al estamento eclesiástico.
Don Fernando de Ulloa.
© Copyright:
Biblio 3W, 2002.
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