Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] Nº 228, 3 de mayo de 2000 |
EL ESTUDIO DE LA GENTRIFICACIÓN
Ma. Alba Sargatal Bataller
Palabras clave: gentrificación/ casco antiguo/ cambio social/ renovación urbana/ mercado de la vivienda
Key words: gentrification/ downtown/ social change/ urban renovation/ housing market
Aparición y evolución del concepto
El fenómeno fundamentalmente urbano conocido como gentrificación consiste en una serie de mejoras físicas o materiales y cambios inmateriales -económicos, sociales y culturales- que tienen lugar en algunos centros urbanos viejos, los cuales experimentan una apreciable elevación de su estatus.
Este proceso se ha venido desarrollando en los países industrializados básicamente a lo largo de la etapa llamada post-industrial o postmoderna, iniciada con el declive del modelo socioeconómico industrial tradicional, a partir de los años 1970. Se caracteriza normalmente por la ocupación de los centros de las ciudades por una parte de la clase media, de elevados ingresos, que desplazan a los habitantes de clase baja, de menores ingresos, que vivían en el centro urbano.
El desplazamiento va acompañado de inversiones y mejoras tanto en las viviendas, que son renovadas o rehabilitadas, como en toda el área afectada: comercios, equipamientos y servicios. Esto implica, pues, cambios en el mercado del suelo y de la vivienda, de modo que desempeñan un papel decisivo los agentes del suelo: los propietarios, los promotores, los gobiernos -locales, estatales-, las entidades financieras, así como también los ocupantes -en régimen de propiedad o de alquiler-,. En conjunto, el fenómeno suele conllevar una mayor estima de las áreas renovadas e incluso una recuperación del valor simbólico de los centros urbanos. De hecho, tal como ha señalado J. Van Weesep (1994) actualmente se considera la gentrificación como la expresión espacial de un cambio social profundo.
La primera referencia al término gentrification se atribuye a R. Glass (1964), que en su estudio sobre Londres en 1964 utilizó esta expresión comparando el proceso con un viejo hábito propio de la gentry, la clase media-alta inglesa, de las áreas rurales: solían mantener una vivienda en la ciudad además de su residencia en el campo, hecho parecido al que se observaba en Londres en los años 60. Las primeras descripciones que utilizaron el término de gentrification destacaban fundamentalmente la revalorización que experimentaban ciertos barrios (Van Weesep, 1994).
En el presente artículo se ha utilizado la adaptación al español del término inglés gentrification, acuñado en Londres y usado en la mayoría de estudios sobre el tema, frente a otros términos como brownstoning -empleado en Nueva York-, whitepainting -propio de Toronto- (Pacione, 1990) o aristocratización, vocablo utilizado por J.E. Hardoy (1992) entre otros.
Actualmente el estudio del tema constituye un importante foco de debate para la investigación en geografía, ya que se trata de un proceso fundamental en la reestructuración metropolitana contemporánea. Mientras que la suburbanización y el declive socioeconómico de los centros urbanos fueron temas básicos a estudiar en los años 1950 y 1960, desde los 1970 en adelante se redujo e incluso cambió la tendencia a la pérdida de población de clase media en los centros de las ciudades. En este sentido, la gentrificación supone un reto a las teorías tradicionales sobre localización residencial y estructura social urbana: Burgess y Hoyt sostenían que las clases más pudientes emigran del centro hacia la periferia, y que raramente volvían a las áreas centrales previamente abandonadas. Del mismo modo Alonso afirmaba en su teoría sobre el mercado del suelo urbano que la preferencia por la disponibilidad de espacio y las bajas densidades son elementos mucho más valorados que la accesibilidad al centro urbano. En definitiva, la aparición y desarrollo del proceso pone en tela de juicio los modelos sobre el cambio urbano residencial basados en etapas sucesivas, que consideran la suburbanización llevada a cabo por las clases medias como la fase final de la progresión desde la ciudad pre-industrial a la industrial (Hamnett, 1991).
Además de la manifestación urbana del fenómeno, más recientemente se ha identificado un proceso similar en áreas rurales; a medida que las actividades tradicionales del campo pierden intensidad, algunas zonas se van convirtiendo en sede de nuevas actividades económicas, básicamente destinadas al ocio, y en sede de segundas residencias. Spain (1993) afirma que los problemas de la gentrificación rural son similares a los de la gentrificación urbana, en el sentido de que los nuevos habitantes tienen mayores facilidades de acceso a los servicios que los antiguos; M. Philips (1993) también propone un estudio comparativo entre el proceso en el mundo rural y en el urbano, en su trabajo sobre Gower (Reino Unido); Friedberger (1996) analizó el fenómeno en Texas. Sin embargo, hasta este momento el número de estudios sobre el tema es muy inferior a los dedicados a la versión urbana del fenómeno. El presente artículo solamente se ocupará de la gentrificación urbana.
Desde su origen, el estudio de la gentrificación ha sido objeto de debate y discusión, tanto en relación a la delimitación del concepto como al enfoque metodológico de su análisis. A medida que se ha profundizado en su estudio el concepto se ha ido perfilando, a la par que se han identificado múltiples manifestaciones del proceso derivadas de las características que adquiere en cada contexto urbano, según las vicisitudes históricas de los barrios afectados; la gentrificación está profundamente enraizada en la dinámica social y económica de las ciudades, y está determinada en gran parte por el contexto local: los barrios, los agentes y actores urbanos, las funciones dominantes de la ciudad y la política gubernamental local.
La mayoría de descripciones y análisis publicados a lo largo de los últimos quince años muestran que se trata de un proceso altamente diversificado: puede seguir varias trayectorias, puede transformar totalmente o parcialmente un área, está protagonizado por un amplio listado de agentes y actores, y sus causas y consecuencias son complejas y difíciles de determinar con claridad. Por todo ello la gentrificación ha sido calificada por muchos autores como un "concepto caótico" (Van Weesep, 1994).
La misma naturaleza del fenómeno ha sido y sigue siendo objeto de controversia. De ella nos ocuparemos en el siguiente apartado. Sin embargo, hay que mencionar las aportaciones de diversos autores que han contribuido a acotar el concepto y a profundizar en sus características.
En este sentido es interesante la visión sistematizada, amplia y crítica de M. Pacione (1990), quien establece criterios de delimitación del concepto: sostiene que para que exista gentrificación ha de existir movilidad espacial de habitantes y ha de afectar a áreas que no sean de alto estatus en el momento de reinvertir en ellas. El mismo autor expone un ejemplo clásico del proceso, esquematizado en tres pasos sucesivos en el tiempo: a)un barrio céntrico ocupado por clases medias experimenta pérdida de residentes a medida que estos van formando familias y sus ingresos van en aumento; b) el barrio va siendo ocupado por población cada vez de menores ingresos, que viven en alquiler; se experimenta un deterioro físico, ya que los ocupantes no pueden cubrir los costes de mantenimiento de los edificios; los propietarios no invierten en la mejora de las viviendas de sus inquilinos; hay sobreocupación y se subdividen las viviendas para ser alquiladas; c) las clases medias vuelven a interesarse por vivir en el centro; se reinvierte en el barrio, se desplaza a los antiguos ocupantes y se experimenta revitalización socioeconómica.
También el citado Van Weesep (1994), que ha estudiado el fenómeno en los Países Bajos, destaca como elemento característico del proceso, al igual que M. Pacione, el desplazamiento de los grupos populares; afirma que se trata del efecto más notorio de la gentrificación.
En este sentido, cabe mencionar el caso de la renovación urbana de París, en los años 70; la ejecución del gran programa de renovación afectó distintas áreas degradadas de la ciudad. M. Castells analizó el proceso (Castells, 1974) y manifestó que las dimensiones de la renovación eran mayores cuanto mayor era la proporción de clases sociales inferiores que albergaba el área en cuestión, en cambio no existía una relación tan directa entre el grado de deterioro físico de las viviendas y la importancia de la operación rehabilitadora. Las áreas más afectadas fueron, pues, las que albergaban trabajadores inmigrados y distintas comunidades étnicas. En ciertas zonas que presentaban posibilidades para la construcción de viviendas de alto nivel, próximas a los barrios de negocios en expansión, se crearon las condiciones básicas para una operación de lo que M. Castells califica de "reconquista urbana", con el fin de obtener un cambio físico, social, funcional y simbólico de la ocupación del suelo. Ante la amenaza de expulsión, ante el miedo a la privación del derecho a la vivienda o al alojamiento en viviendas provisionales, se organizó un proceso de lucha contra el programa de renovación. Las movilizaciones revistieron distintas formas, desde reacciones más o menos espontáneas por parte de los mismos afectados hasta manifestaciones organizadas, de carácter reivindicativo y político. El resultado de aquellas movilizaciones, sin embargo, no constituyó un éxito, fundamentalmente a causa de la poca solidez organizativa.
El desplazamiento puede tener lugar bajo distintas formas: a través de la rehabilitación de las viviendas ocupadas por grupos populares, reclasificadas como residencias de alto nivel; el abandono involuntario del barrio por parte de habitantes con ingresos limitados (familias numerosas, ancianos, etc.), que no pueden pagar los crecientes impuestos sobre la propiedad, fruto de la política gubernamental local; la imposibilidad por parte de jóvenes emancipados, originarios del barrio, de pagar una vivienda en este; la emigración de residentes por la desaparición de instituciones sociales, económicas, religiosas e incluso por la pérdida de amistades en el barrio.
Este aspecto constituye actualmente uno de los grandes temas de debate en relación con la gentrificación, y es valorado de distinto modo por los autores: Van Weesep, por ejemplo, afirma que algunos barrios funcionan durante mucho tiempo como áreas mixtas, donde convive gente de distinto nivel socioeconómico; en cambio otros se transforman rápida y completamente, de modo que cambia del todo la estructura socioeconómica del área. Ante la cuestión de si son preferibles los barrios homogéneos o heterogéneos socioculturalmente, opina que a pesar de los beneficios que puedan obtener los grupos populares al convivir con grupos de mayor estatus, como compartir los mismos servicios y equipamientos o tener la posibilidad de trabajar en servicios destinados al consumo de la población de mayores ingresos, es más beneficioso el desplazamiento a los suburbios por parte de las clases populares que permanecer en el centro. Así se evitan posibles conflictos sociales derivados del contraste socioeconómico en una misma área; además, en los suburbios existen mayores oportunidades de encontrar vivienda, ya que el espacio es mayor. Tales argumentos poseen un matiz segregacionista y no propician la integración ni la diversidad en un mismo espacio urbano.
Esta visión, por el contrario, no es compartida por otros autores. Así, M. Pacione señala que paradójicamente, la economía de mercado que ha castigado a los desfavorecidos a través de la desinversión, confinándolos en los centros más o menos degradados de las ciudades industriales por su escaso poder adquisitivo, está castigando al mismo grupo en las ciudades post-industriales a través de la sobreinversión en los centros urbanos. Efectivamente, el proceso de gentrificación limita las posibilidades de encontrar vivienda para las clases inferiores en tales áreas y favorece su desplazamiento, sea voluntario o forzoso.
Otras consecuencias del proceso, además del desplazamiento, se perciben en el mercado de la vivienda: aumenta significativamente el precio de la propiedad renovada y no renovada en la zona, se reducen las tasas de ocupación de la vivienda (el número de habitantes por vivienda) y la densidad de población del barrio o área afectada, se transforma progresivamente la modalidad de ocupación en alquiler por la de ocupación en propiedad, poseída por grupos de rentas más altas que van cambiando la estructura económica y física de tales áreas.
En cuanto al papel de los agentes del suelo, además de destacar el enorme peso del sector privado - entidades financieras, promotores de la propiedad-, la mayoría de autores y estudios otorgan un papel importante e incluso a veces decisivo al sector público, es decir, los gobiernos estatales, regionales o locales, que facilitan o promueven directamente la gentrificación, con el fin de renovar los centros de las ciudades.
Se ha hablado del distinto grado de intervención del Estado a un lado y otro del Atlántico: en Europa interviene más que en Norteamérica, donde el mercado libre marca más las pautas. Se toman como referencia estas dos grandes áreas geográficas por el hecho de que en ellas se dan la mayoría de casos de gentrificación. Esta diferencia se debe al mayor intervencionismo del Estado en la tradición política europea. Esta diferencia de intensidad de la intervención estatal no determina, sin embargo, diferentes tipos de gentrificación, ya que puede haber más diferencias entre ciudades europeas que entre éstas y las norteamericanas (Van Weesep, 1994; Carpenter y Lees, 1995).
En el caso de Barcelona, en España, el gobierno municipal constituye el principal impulsor del fenómeno en el barrio del Raval –antiguo arrabal de la ciudad-, básicamente a través del reclamo cultural. En 1989 se puso en marcha el Proyecto Ciutat Vella, en el marco de la gran transformación urbana que tuvo lugar en la ciudad de Barcelona con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. El proyecto pretendía ser integral: no sólo se basaba en actuaciones urbanísticas, sino que también abordaba con profundidad los aspectos sociales y económicos. Se insistió en el hecho de que el barrio del Raval, con una elevada densidad de población y una enorme degradación del espacio físico, no tenía que constituir un simple reclamo cultural de carácter museístico, sin vida propia; en lugar de ello había de mantener su función residencial –aunque mejorando las condiciones de vida y de vivienda-, compatibilizando esta función con la terciarización, y también había que mantenerlo conectado a la ciudad. Una de las líneas de actuación fue el llamado eje cultural, vertebrado a partir de la nueva ubicación de diversas instituciones y organismos culturales y de la potenciación de las ya existentes: universidades, centros culturales, museos, el Liceu, etc. Dos de los centros proyectados, sobre los cuales se depositaron grandes esperanzas como focos de dinamización del barrio del Raval, fueron el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona –MACBA. De ambas instalaciones se esperaba no sólo dinamización cultural sino también atracción de inversiones en su entorno, particularmente en el mercado de la vivienda (Ajuntament de Barcelona, 1989 y 1991). Observando los cambios urbanísticos experimentados por el área en cuestión durante los últimos años, el objetivo parece que se está cumpliendo, al menos en parte. Pero queda por debatir si esa opción fue la más adecuada o si hubiera sido mejor dedicar la inversión a crear equipamientos para los vecinos del barrio.
Los mecanismos de intervención estatal son diversos: promoción de los barrios o zonas susceptibles de experimentar gentrificación -por ejemplo calificándolos como "históricos"-, oferta de beneficios fiscales para la rehabilitación, inversión de fondos públicos en la mejora de los servicios públicos en las áreas seleccionadas, intervenciones dirigidas a los propietarios para rehabilitar o vender su propiedad, rezonificación y recalificación del suelo, etc.
Estudios recientes muestran que en muchos países la gentrificación refleja cómo el papel del gobierno se está redefiniendo, en relación con las tendencias generales de desregularización y privatización de muchas áreas que tradicionalmente han permanecido bajo la tutela gubernamental. Por lo tanto, este fenómeno muestra las consecuencias espaciales de cambios sociales complejos.
El enfoque conceptual y el debate metodológico
La discusión académica acerca de la naturaleza del fenómeno ha tenido lugar desde las primeras manifestaciones del proceso hasta nuestros días. En origen fueron dos las posturas defendidas por los pioneros en el estudio del tema, en principio opuestas entre sí. Actualmente se intenta abordar el estudio con una visión más amplia, de modo que se han superado los enfoques reduccionistas iniciales, bastante basados en relaciones de causa-efecto. Las nuevas visiones consideran los fenómenos que intervienen en la gentrificación como recíprocos e interactuantes. No se intentan discernir tajantemente las causas y los efectos: se ha pasado de una metodología de estudio centrada en el por qué a otra centrada en el cómo se desarrolla la gentrificación. En el mismo sentido cabe señalar que los primeros estudios abordaban el tema de modo genérico; a medida que se ha profundizado en el conocimiento del fenómeno, a través de los trabajos sobre ciudades concretas, se han ido estableciendo las características comunes y las peculiaridades locales que adquiere la gentrificación en cada área analizada.
Con una óptica prácticamente excluyente, las teorías formuladas por dos autores -David Ley y Neil Smith- abrieron el debate y contribuyeron a arrojar luz sobre la cuestión. Su razonamiento ofreció un panorama amplio que invitó a la reflexión y estimuló posteriores estudios aplicados a casos concretos, con lo cual se mantuvo candente la discusión. A lo largo de los años 1980, las teorías iniciales de los dos autores mencionados fueron flexibilizándose, incorporando elementos de la postura defendida por su oponente en el debate, pero sin cambiar el eje central del pensamiento de cada autor. Cabe mencionar que tanto Ley como Smith han seguido publicando trabajos durante los años 1980 y 1990.
El geógrafo David Ley, profesor de geografía en la universidad de la Columbia Británica (Canadá), presentó en 1978 el documento "Inner city resurgence units societal context" en la Conferencia Anual de la Asociación de Geógrafos Americanos celebrada en Nueva Orleans (Ley, 1978). En este trabajo sentó las bases de su teoría, que fue completando posteriormente; en la bibliografía del presente artículo ofrecemos las referencias de varias de sus publicaciones. El autor formuló sus postulados fundamentalmente a partir del estudio del proceso en Vancouver, Canadá.
La teoría de David Ley otorga un papel clave a tres factores: la economía, la política y la cultura; tradicionalmente se conoce como la teoría basada en la demanda, dentro del marco del post-industrialismo. Según este razonamiento, la gentrificación deriva de procesos recíprocos de reestructuración económica, sociocultural y demográfica. Un elemento clave a considerar es la transformación de la mano de obra en la sociedad actual, llamada post-industrial: los puestos de trabajo especializados ocupan un papel cada vez más relevante, en relación a la introducción de tecnologías modernas, del mismo modo que la sociedad ha pasado de ser básicamente productora de bienes a ser una importante productora de servicios. Así pues, ha emergido una nueva clase social con una base económica fuerte, identificada con frecuencia con los llamados trabajadores de cuello blanco o activos del sector cuaternario (ocupados en la banca, las compañías de seguros, etc.). La demanda de viviendas por parte de este colectivo está limitada espacialmente, ya que se siente atraído por las posibilidades de la vida urbana y por las ventajas derivadas de vivir en el centro de las ciudades. Asimismo ha aumentado en las últimas décadas la demanda de viviendas reducidas, en relación con factores socioculturales como la importancia del papel del individualismo y la irrupción de nuevos estilos de vida que hacen que parte de las clases medias se traslade a los centros urbanos. Ley destaca también que esta sociedad post-industrial se distingue de la industrial por el papel activo del gobierno, que contribuye a acelerar el proceso aumentando el precio del suelo y alimentando las expectativas de los propietarios. Además, la política impregna cualquier discusión o decisión, ya que actualmente los intereses de los diferentes grupos involucrados se debaten en el marco de la política. El autor no pone énfasis en el papel del mercado del suelo y de la vivienda ni en la oferta y producción de propiedades y áreas susceptibles de gentrificación: la oferta seguirá a la demanda de gentrificadores potenciales, cuyo poder económico determinará el desplazamiento de ocupantes con menores ingresos. Hamnett (1991) señala con certeza que este poder puede constituir un factor tan importante como las pautas culturales de consumo de las nuevas elites en la configuración del paisaje urbano.
Las críticas a este enfoque han consistido básicamente en destacar que no tiene en cuenta el papel de los agentes del suelo -gobiernos, promotores, entidades financieras- en la gentrificación, ya que el autor considera que su actuación se deriva de la demanda de viviendas por parte de los potenciales gentrificadores: según él, primero se daría la demanda, luego intervendrían los agentes del suelo, lo cual, desde luego, no parece adecuarse a las tendencias dominantes en el proceso, dado el papel activo y directo que desempeñan los agentes en la producción del espacio urbano; su actuación no puede considerarse como secundaria ni derivada, sino que es directa y decisiva en la mayoría de casos.
El otro gran enfoque conceptual y metodológico es el propuesto por el también geógrafo Neil Smith, profesor y catedrático de geografía en la Rutgers University de New Brunswick (New Jersey). La publicación en 1979 de "Toward a theory of gentrification: a back to the city movement by capital, not people" en el Journal of the American Planning Association (Smith, 1979) fue en parte la respuesta al primer trabajo de David Ley, de 1978. En el marco de una óptica de tipo marxista, Smith formuló su teoría desde el punto de vista de la oferta de viviendas y espacios que pueden experimentar gentrificación, no de la demanda por parte de ocupantes potenciales. Defiende que una teoría sobre el proceso en cuestión ha de contemplar tanto la oferta (la producción) como la demanda (el consumo), pero otorga prioridad a la oferta en su explicación, de modo que los factores económicos son preponderantes por encima de los culturales. En el apartado de bibliografía damos las referencias de varias publicaciones del autor.
El punto central de la tesis de Smith es el concepto de rent-gap o diferencia potencial del beneficio obtenible mediante un uso más lucrativo del suelo. Para el autor, en el siglo XIX la mayoría de ciudades presentaba un gradiente clásico de valor del suelo, mayor en el centro y menor hacia la periferia. En el marco del capitalismo, la suburbanización de la industria y de la población propias del siglo XX dieron un vuelco a esta gradación, ya que se devaluó el precio del suelo en los viejos centros urbanos en relación con el CBD y con los suburbios. Esta diferencia de valor se intensificó durante las décadas de1960, 1970 y 1980, en que la suburbanización fue importante. Según palabras del propio Smith, en los centros urbanos operó una barrera económica y física que impidió la nueva inversión en estos espacios: había que mantener los edificios y los mismos usos del suelo para amortizar el capital invertido en ellos, con lo cual la nueva urbanización se dio preferiblemente en los suburbios; así se desvalorizó el centro de las ciudades. Fue precisamente la desinversión que afectó a los centros urbanos, que comportó degradación, el hecho que posibilitó la posterior reinversión en los mismos: cuando el deterioro de un edificio o de toda una área es suficientemente importante, se llega al punto en que la diferencia entre el beneficio obtenido de la explotación del suelo y el que se podría obtener potencialmente con un uso óptimo -a través de la inversión- es tan amplia que hace posible la gentrificación. Por lo tanto, la gentrificación se da cuando esta diferencia o rent-gap es suficiente como para asegurar un beneficio económico. En este momento, los agentes del suelo aprovechan la ocasión para ofrecer viviendas rehabilitadas para las clases medias en los centros urbanos. Según este punto de vista, el proceso se inicia a partir de decisiones y actuaciones colectivas a escala de barrio o de sector dentro de un barrio, de la mano de los agentes urbanos, y no a partir de las preferencias y decisiones a escala individual.
El autor distingue tres tipos básicos de gentrificación: a) promotores de la vivienda que compran una determinada propiedad, la rehabilitan y la revenden con ánimo de lucro, b) particulares que compran una propiedad y la rehabilitan con el fin de vivir en ella, c) propietarios que rehabilitan las viviendas que poseen con el fin de ofrecerlas en alquiler.
El enfoque de Smith se inscribe dentro de la llamada teoría del ciclo de vida de los barrios, según la cual éstos experimentan las fases de crecimiento, declive y revitalización o renovación potenciales. El ciclo de vida es inherente a la historia de los barrios y se desarrolla en términos económicos de competencia entre grupos sociales, que conduce a la diferenciación de comunidades, cuya manifestación material es el distinto precio de las viviendas.
Esta teoría constituye un punto de referencia clave incluso en los estudios más recientes, ya sea para defenderla -aunque no al pie de la letra-, ya sea para rehusarla. Cabe decir también que a lo largo de los años 80 el propio autor ha elaborado una explicación del fenómeno de modo más global, sin cambiar su propio enfoque, pero con una visión que enmarca la gentrificación en el contexto actual: Smith afirma que una vez superado el régimen de producción-consumo de masas, que declinó en los años 70 y 80, se pasó a un régimen de producción-consumo diferenciados. En este marco la clave está en la diversificación de productos y los mercados cautivos. Entonces la gentrificación se explica por el deseo de los gentrificadores de distinguirse de otros grupos sociales, es decir, se trata de una distinción cultural. Las pautas de consumo de este grupo y la propia gentrificación constituyen un rasgo propio de la clase social que la protagoniza, contribuyendo así a diferenciarla de la clase trabajadora y de las clases superiores. Así, según Smith, la gentrificación supone una rediferenciación del paisaje cultural, social y económico (Hamnett, 1991).
Las críticas que ha recibido se centran fundamentalmente en el hecho de que no constituye una explicación de la gentrificación, sino más bien una de sus características, ya que no siempre que se da esta diferencia potencial de beneficio o rent-gap gentrificar es la mejor opción. Además, Smith no explica el proceso por el cual se forma dicha diferencia: puede que nazca precisamente porque existe demanda de estas áreas por parte de gentrificadores potenciales.
Otras críticas se basan en estudios realizados, que muestran cómo las actuaciones individuales, las de los gentrificadores, no siempre van precedidas de la actuación de los agentes del suelo, como Smith defiende. Este es el caso de ciertas áreas de ciudades como Londres (Hamnett, 1991).
Por otro lado, en diversas ocasiones el planteamiento del autor ha sido aceptado como una parte explicativa del proceso, pero ha sido revisado: S.C. Bourassa (1993) argumenta que la tesis de Smith no explica los cambios de usos del suelo que se experimentan en el marco de la gentrificación, ni cómo los barrios afectados por desinversión son percibidos en un determinado momento como zonas adecuadas para vivir. Recientemente, sin embargo, se ha publicado un artículo (Hammel, 1999) donde se defiende el concepto de Smith enfrente a la visión de Bourassa: la polémica, pues, está a la orden del día.
La controvesia que siempre ha caracterizado la conceptualización y la aproximación metodológica a la gentrificación -se ha llegado a afirmar que sólo se han analizado partes ,no el todo- se está suavizando en la actualidad con enfoques conceptuales más consensuados, que concilian visiones en origen prácticamente excluyentes, tal es el caso del ya citado Hamnett (1991). Las posturas actuales en general consideran el proceso como resultado de una serie de factores interrelacionados, sin otorgar protagonismo absoluto a ninguno de ellos, a pesar de que los autores se inclinen por determinados puntos de vista y se centren más en el estudio de factores y elementos que creen fundamentales para entender la gentrificación. Tal como se ha citado anteriormente, se tienen en cuenta tanto el actual contexto socioeconómico mundial como el propio contexto urbano de cada ciudad estudiada, para tratar de establecer generalidades y desarrollos particulares. Las principales líneas y procedimientos metodológicos de investigación se tratan en el siguiente subapartado.
La evolución de los procedimientos de estudio
Las técnicas y procedimientos empleados por los estudiosos se muestran a lo largo del tiempo cada vez más sistematizados y se les presta más atención en cuanto que de un mayor rigor dependen unas conclusiones más acertadas. Como antes se ha dicho, los trabajos de los años 1970 pretendían dilucidar el origen del proceso y describir sus tendencias generales. En la actualidad la atención se centra en cómo se desarrolla en cada caso particular. De este modo se han ido delimitando cada vez más las áreas de estudio; ahora no sólo se enmarca la gentrificación dentro de unos determinados barrios en una ciudad, sino que incluso se investigan manzanas de casas perfectamente delimitadas, con lo que se gana en profundidad en el estudio. Esto no significa, sin embargo, que no se realicen análisis más generales a escala de barrio, depende del objetivo que se persiga: obtener información en detalle o descubrir tendencias más generales.
En general puede afirmarse que para encuadrar los estudios se tiene en cuenta el análisis de la historia de la ciudad y del barrio, la planificación y el desarrollo urbano (Jauhiainen,1991); se considera el origen del barrio, sus particularidades en relación a la ciudad, las características de los habitantes en las distintas fases históricas, los espacios públicos, los edificios, etc. Así pues, la gentrificación adquiere su propio desarrollo y sus características particulares en cada área donde se da, a pesar de que como concepto parece que existe consenso en cuanto a sus rasgos generales; el debate actual se centra más en los procesos a través de los que se manifiesta y en las variables a tener en cuenta para su investigación.
Algunos autores han intentado modelizar el estudio del fenómeno. Cabe destacar que, partiendo o no de un modelo, las variables que se analizan y se relacionan son de distinto signo: social, cultural, económico, político, material (como la tipología y características de los edificios), de manera que unas veces priman más unas sobre otras, según la visión del autor en relación a la gentrificación o según se constate una mayor primacía de alguna de ellas en cada caso particular. Citaré dos modelos de estudio que pueden considerarse como pautas más o menos sistemáticas de análisis, más que modelos en sentido estricto:
Por un lado, P. A. Redfern (1997 a , b) afirma que han de combinarse ciertos factores para que se dé gentrificación: en primer lugar, es necesario que exista segregación social y residencial. En este sentido, se pueden estudiar las propiedades individuales, pero hay que tener en cuenta que la gentrificación repercute en toda una área o todo un barrio. Es decir, metodológicamente hay que trabajar tanto a escala de propiedades individuales como a una escala más general para analizar sus efectos. En segundo lugar, hay que partir del requisito de que las viviendas y las áreas susceptibles de experimentar gentrificación deben haber sido concebidas en sus inicios para ser ocupadas por las clases medias, las cuales las han abandonado en algún momento y han pasado a manos de clases populares. Otro aspecto a considerar es que la fuente básica de financiamiento para rehabilitar las viviendas son préstamos e hipotecas, más que los ahorros. Finalmente, Redfern otorga un papel importante, aunque no determinante, a las llamadas tecnologías domésticas, como la introducción de agua corriente y evacuación de aguas residuales, gas y electricidad, o los electrodomésticos: según el autor, en ello está implicado el progreso técnico. La explicación radica en que a partir de los años 1950 el coste de esas tecnologías descendió hasta el punto de que su incorporación a los edificios ya existentes fue rentable, de modo que la renovación de una vieja propiedad empezó a ser viable y ya no era mejor derribarla y construir otra nueva. Esta observación derivó del estudio realizado por Redfern en el barrio londinense de Islington, con residencias victorianas en proceso de gentrificación. Establecidos los factores, el autor relaciona distintas variables para valorar si es viable iniciar un proceso renovador, teniendo en cuenta el valor de los servicios domésticos a incorporar, los costes de las mejoras, las tasas de interés del momento, los posibles beneficios a obtener, así como el desplazamiento de los ocupantes de clases populares por nuevos ocupantes de mayores ingresos; para Redfern, constituyen características propias de la gentrificación el hecho de que tiene que existir cierta disparidad entre los ingresos de los dos grupos mencionados -no basta que los unos sean superiores a los otros- y que las mejoras tienen lugar después del desplazamiento (Redfern, 1997 b). No dice nada, sin embargo, sobre si este desplazamiento es voluntario o –como muchas veces ocurre- forzoso.
Por otro lado, es interesante presentar también el modelo basado en la distinción de estadios o fases evolutivas, elaborado por Juliet Carpenter y Loretta Lees (Carpenter y Lees, 1995) Las autoras justifican dicho modelo por la naturaleza histórica del proceso y por su adecuación al análisis comparativo, método que consideran muy apto para estudiar la gentrificación, ya que permite establecer las características comunes del proceso incluso a escala internacional y distinguir las características propias del contexto local. En este sentido constatan que a pesar de la similitud visual o superficial de los paisajes que han experimentado gentrificación, como pueden mostrar las pautas de consumo, su estructura interna y sus códigos culturales aparecen distintos a escala internacional. Carpenter y Lees proponen en su artículo la realización de estudios mediante la comparación del proceso en ciudades de diferentes países, tal como hacen ellas en su comparación de tres barrios de Londres, París y Nueva York, sobre todo para profundizar en la influencia del contexto local. Su modelo de análisis se basa, pues, en el establecimiento de fases y en la consideración de determinados puntos clave: hay que estudiar el proceso de suburbanización en la ciudad en cuestión, que en general ha traído consigo desinversión en los centros urbanos. En numerosas ocasiones esta desinversión ha sido potenciada políticamente, al nivel institucional, a través de la negativa a la concesión de préstamos destinados a la inversión en la propiedad, que con frecuencia ha sido objeto de abandono en las zonas en cuestión. Finalmente, las autoras consideran muy importante analizar el punto de inflexión entre la etapa de desinversión y la de inversión, para lo cual hay que tener en cuenta: a) el notorio papel de los gobiernos y de las instituciones financieras para facilitar el proceso; los gobiernos pueden intervenir directamente a través de programas de ayuda financiera, o indirectamente calificando determinadas zonas como objeto de protección o conservación por su valor patrimonial o histórico; b) los inversores, que pueden ser particulares, promotores, el sector público o compañías comerciales que desean establecerse en el área, cuyo papel creen que es crucial en la gentrificación; c) los paisajes asociados a la gentrificación, que reflejan en el espacio la forma como han cambiado las pautas de consumo derivadas de la globalización de la cultura en el llamado mundo postmoderno: aparecen, por ejemplo, establecimientos comerciales que muestran el mayor poder adquisitivo y las preferencias de los nuevos habitantes. Carpenter y Lees opinan que se configuran paisajes exclusivos, caracterizados con frecuencia por la instalación de diversos sistemas de seguridad en los edificios, lo cual es signo de que los nuevos ocupantes no se sienten del todo seguros; y critican la privatización de espacios públicos que a veces se lleva a cabo al mismo tiempo que se acometen estos procesos.
En cuanto a las técnicas de análisis desarrolladas básicamente durante la última década, destacan tanto las de tipo cuantitativo como las de tipo cualitativo: en numerosos estudios se utilizan cuestionarios de carácter extensivo y entrevistas intensivas. El primer tipo es adecuado para aplicar al estudio del proceso a escala de sistemas urbanos, entre otros posibles usos, con el fin de obtener datos referentes a las características generales de la gentrificación. Las técnicas de carácter intensivo, en cambio, se emplean para profundizar en los rasgos propios que adquiere el proceso en cada ciudad o área en particular; tal es el caso de las entrevistas a los protagonistas de la gentrificación, en especial los mismos gentrificadores. Estos procedimientos han sido empleados por varios estudiosos, como los de C.A. Mills (1989) o J. Jauhiainen (1990).
La precisión en el estudio se manifiesta en análisis como el que realizó Zuhal Ulusoy (1998) en la ciudad de Pittsburgh; según la autora, que es catedrática de la Facultad de Arte, Diseño y Arquitectura de la Universidad Bilkent de Ankara, la actividad de rehabilitación suele ser poco analizada en los estudios sobre el tema, y es tratada como si fuera una actividad homogénea y sin relación con otros aspectos del cambio. Propone un enfoque de estudio basado en la recogida de datos a escala de las propiedades individuales, con el fin de superar las limitaciones impuestas por los datos agregados a escala de barrio o de otras divisiones administrativas, con los que no se perciben las variaciones entre cada caso particular. De este modo analiza la historia de cada propiedad en términos de cambio de propietarios, de cambios de ocupantes y cambios en las condiciones físicas, de manera que es posible descubrir pautas similares entre distintas propiedades. El efecto combinado de estos cambios y el orden cronológico en que tienen lugar constituyen la base de los análisis.
Ulusoy detalla los distintos tipos de datos a tener en cuenta: en cuanto a la actividad de renovación, distingue entre una gradación que va desde el mantenimiento básico, como la pintura o la limpieza de las fachadas, hasta otra de mayor envergadura, como el cambio de los suelos o de los techos; para ello hay que consultar fuentes como los registros de permisos de obras; en relación a los traspasos de propiedad, hay que considerar la modalidad - compra-venta, herencia-, la fecha de venta y su valor; para obtener estos datos hay que recurrir a los registros de las administraciones locales. En cuanto a los cambios de ocupantes, cree importante contar con información referente a la permanencia de cada ocupante en una determinada dirección, la frecuencia de cambio de residentes en cada vivienda, la posible subdivisión de las propiedades, y también considera interesante obtener datos sobre las características socioeconómicas de los ocupantes sucesivos.
A través del análisis conjunto de los datos se pueden llegar a establecer pautas y regularidades en el marco de la renovación urbana. La autora establece distintos escenarios de la renovación, que clasifica en cuatro grandes tipos: a) cuando no hay cambio de propietarios ni de residentes en el momento de la renovación; el propietario es el ocupante y es quien se hace cargo de la renovación y el objetivo, por lo tanto, no es atraer a un nuevo tipo de ocupante; b) cuando la renovación conduce a un cambio de ocupación, pero no de propietario: hay nuevos ocupantes en alquiler, o bien se pasa de ocupación el alquiler a ocupación en propiedad, o el propietario se traslada para alquilar su vivienda habitual; el objetivo es adecuar la propiedad a una nueva clientela; c)cuando las mejoras se realizan después de que la propiedad haya sido comprada u ocupada por un nuevo propietario; la intención es adecuar el edificio a las necesidades y gustos de los nuevos propietarios u ocupantes, que pueden ser gentrificadores, según sus características socioeconómicas y las características del barrio o zona; el último caso que distingue Ulusoy se da cuando la propiedad es renovada y vendida durante o después de la renovación. Dentro de este caso se incluiría la modalidad de compra-renovación-venta, realizada básicamente por promotores. En este caso, el fin es obtener un considerable beneficio económico e incluso especular con él.
Finalmente, Ulusoy señala que, en principio, la actividad de mejora es modesta durante los primeros años de rehabilitación, ya que los procesos más elaborados y de mayor alcance se dan más tarde, de manera que la renovación comporta cambios cuantitativos y cualitativos en las áreas donde tiene lugar a lo largo del tiempo.
Nuevas líneas
Cabe destacar que durante la década de los 90 se han iniciado nuevas líneas de investigación que introducen nuevas variables a las ya mencionadas. Fundamentalmente consisten en analizar la posible influencia del género y del ciclo de vida en el proceso de la gentrificación, en relación con la clase social. En este sentido, se considera un factor importante la incorporación de la mujer al mundo laboral, ocupando puestos de trabajo para los que se requiere una formación específica y que están bien remunerados: las mujeres que tienen que ocuparse de su hogar además de su trabajo profesional prefieren vivir cerca de sus lugares de trabajo, que suelen estar en el centro urbano, para evitar los desplazamientos. En cuanto al ciclo de vida, se tienen en cuenta las franjas de edad y la actividad que se desarrolla en cada una de ellas: los adultos en edad activa serían los protagonistas fundamentales de la gentrificación. Algunos autores se han interesado especialmente en el tema, como L. Bondi (1991, 1992 y 1999); otras publicaciones sobre este enfoque, referenciadas al final del artículo, son las de Butler y Hamnett (1994) y Lyons (1996).
La gentrificación se ha abordado desde distintas disciplinas, como la demografía, la sociología, la antropología, la economía, y especialmente desde la geografía y sus ramas específicas, como los estudios urbanos y la planificación: puede decirse que en estos últimos campos la gentrificación ha constituido un foco de debate importante desde los años 70 (Redfern, 1997 a).
Las ciudades estudiadas
Tomando como base la publicación Geographical Abstracts- Human Geography (Norwich, 1989), de bibliografía, se han identificado sesenta y nueve referencias sobre gentrificación, correspondientes a trabajos citados por dicha obra entre enero de 1990 y diciembre de 1999. De estas referencias, tres corresponden a los artículos mencionados anteriormente sobre gentrificación en el ámbito rural, mientras que el resto se refiere al mundo urbano.
Hay que tener en cuenta que para que se dé gentrificación, han de concurrir dos tipos de condiciones: en primer lugar, desde el punto de vista de la oferta, tienen que existir propiedades gentrificables en los centros urbanos, y además el mercado financiero ha de facilitar el financiamiento a través de hipotecas, ya que parece ser que este es el modo de financiamiento dominante en el proceso. En segundo lugar, ahora desde el punto de vista de la demanda, hace falta un colectivo de gentrificadores potenciales, constituido por gente cuyo perfil se ha descrito anteriormente (Hamnett, 1991). Así pues, no todas las ciudades más o menos importantes reúnen estas condiciones.
Puede decirse que aproximadamente la mitad de los trabajos referenciados por Geographical Abstracts- Human Geography están dedicados a ciudades europeas y la otra mitad lo está a ciudades norteamericanas. Fuera de estos ámbitos, las publicaciones se refieren a Adelaide, Melbourne y Sydney, en Australia, a Kyoto, en Japón, a la capital de Corea del Sur, Seúl, a la capital de Israel, Tel-Aviv; a la caribeña Saint John, en Antigua y Barbuda, y a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
En Europa, la ciudad más analizada es Londres, que constituye una de las ciudades pioneras como ejemplo de gentrificación a una escala considerable, con la remodelación de los Docklands (Smith, 1989), un caso que sólo parcialmente encaja en el modelo, ya que el área no era propiamente un espacio residencial, sino portuario. El segundo lugar en número de estudios lo ocupa París. Cabe destacar el hecho de que se ha identificado el fenómeno en ciudades de Europa oriental a partir de la caída del comunismo, como Berlín, Magdeburgo o Budapest, debido a la entrada de la dinámica capitalista en su desarrollo urbano. Teniendo en cuenta los países, se ha analizado el fenómeno sobre todo en Reino Unido, Francia, Alemania, Países Bajos, Finalandia, Dinamarca y Hungría.
Las ciudades de América del Norte, tanto de Estados Unidos como
de Canadá, constituyen también un foco de atención
importante. Nueva York acapara la mayoría de estudios, pero también
se han estudiado ciudades dispersas a lo largo y ancho del país,
como San Francisco, Santa Fe, Nueva Orleans, Atlanta, Pittsburgh, Detroit,
Northampton o Philadelphia. En Canadá se ha investigado sobre todo
en Vancouver, Montreal y Toronto.
Bibliografía
A continuación se relacionan por orden alfabético las referencias bibliográficas identificadas a partir de la serie Geographical Abstracts-Human Geography (Norwich, 1989) bajo el epígrafe de gentrification, desde enero de 1990 hasta diciembre de 1999, junto a otras obras que se han utilizado para elaborar el presente artículo. Hemos consultado algunas de las publicaciones citadas en Geographical Abstracts-Human Geography, a las cuales se ha hecho especial referencia en el texto. En la siguiente bibliografía figura el código de referencia al final de los trabajos mencionados en la serie.
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