Bibio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía
y Ciencias Sociales. |
RIFKIN, J. The End of Work. New York: Putman's Sons,1996. 350 p.
Esther Borrell-Rosell
Jeremy Rifkin realiza en el citado texto un diagnóstico del mundo
actual, examinando en especial el papel que la informática, junto
a las nuevas formas de organización empresarial -"reingenierización"
y "lean production"- está desempeñando en la eliminación
acelerada de puestos de trabajo, y las tendencias que apuntan las nuevas
tecnologías para un futuro cercano. En la última parte de
su obra, el autor plantea posibles soluciones a la desestabilización
que la Tercera Revolución Industrial ha empezado a provocar y que
promete ser globalmente alarmante en un futuro próximo, en el que
lo normal para la mayor parte de individuos será no trabajar.
Si bien Rifkin no predice si las mujeres seguirán teniendo hijos
y dándoles de comer o no, es evidente que cuando el autor habla
del "fin del trabajo" se refiere al trabajo asalariado y no al
trabajo doméstico de producir más seres humanos, por ejemplo.
El trabajo no-mercantil es un tema fundamental olvidado en el diagnóstico
que realiza del mundo actual. El no considerar en su diagnóstico
el tipo de trabajo que ocupa a la mayor parte de personas -el trabajo no
remunerado- lleva al autor a extraer unas conclusiones que pueden parecer
obvias para los habitantes del Norte,pero que son muy discutibles por culturas
que tienen una concepción del trabajo muy diferente a la suya, como
más adelante comentaré.
El autor, un economista que ha publicado más de una docena de libros
sobre tendencias económicas y temas relacionados con la ciencia,
la tecnología y la cultura, y que preside en la actualidad la Fundation
of Economic Trends en Washington D.C., basa su tesis en una exhaustiva
documentaci6n sobre el desplazamiento de un número cada vez mayor
de trabajadores al desempleo que la nueva revolución de la automatización
está ocasionando en los tres sectores tradicionales de la economía
-agricultura, industria, y servicios. Los desempleados que la mencionada
revolución tecnológica está generando no pueden ser
absorbidos significativamente por el único nuevo sector emergente,
el sector del conocimiento, constituido por una élite de empresarios,
científicos, técnicos, programadores informáticos,
profesionales, educadores y asesores.
Un número creciente de empresas están deconstruyendo sus
jerarquías organizativas, eliminando cada vez más mandos
directivos medios al comprimir varias funciones en procesos únicos.
Los ordenadores se encargan de coordinar las funciones llevadas a cabo
anteriormente en diferentes departamentos y localizaciones de una misma
empresa. La introducción de tecnologías basadas en la informática
permite que se procese la información horizontalmente, demoliendo
así la pirámide jerárquica tradicional y permitiendo
operar en un mismo plano. A ese cambio de plano se le llama re-ingenierización.
Según Michael Hammer -al que cita el autor- la re-ingenierización
suele provocar una pérdida de más del 40% de puestos de trabajo
de una empresa y puede llevar hasta un 75% de reducción de su fuerza
de trabajo. Rifkin sostiene que, habiendo empezado a hacer la transición
a la nueva cultura de la máquina menos del 5% de todas las empresas
del mundo, parece inevitable que en las próximas décadas
se desencadenará un desempleo masivo jamás conocido hasta
la fecha. Llama también la atención sobre la relación
estrecha existente entre desempleo y crimen demostrada contundentemente
por investigadores sociales y silenciada por nuestros gobernantes, y sobre
la necesidad de anticiparse a la violencia que se avecina. Señala
que la tendencia a la desaparición creciente de puestos de trabajo
en el mercado laboral es conocida por los trabajadores, y que, simplemente
el horizonte que se vislumbra hace que los jóvenes empiecen a manifestar
su frustración y rabia en un comportamiento antisocial cada vez
mayor; los trabajadores más maduros, en cambio, sorprendidos entre
un pasado próspero y un futuro desolador, parecen resignados, al
sentirse cada vez más atrapados por fuerzas sociales sobre las que,
según afirma el autor, tienen poco o ningún control, afirmación,
ésta, discutible.
Jeremy Rifkin hace una breve historia muy pedagógica sobre el proceso
de automatización y de desempleo, que me parece importante destacar.
Cita a Paul R.Krugman entre otros importantes economistas que han revisado
la teoría en boga en los años 80 que presumía que
la pérdida de puestos de trabajo en la industria de los EEUU se
debe a la competencia extranjera. Dichos economistas afirman que la preocupación
fuertemente expresada en las décadas de los 50 y 60 de que los obreros
estadounidenses perderían sus empleos debido a la automatización
estaba más cerca de la verdad.
El aumento de la productividad que el proceso de automatización
generó llevó a la depresión de los años 20,
al ser desplazados numerosos trabajadores por las nuevas tecnologías
ahorradoras de "trabajo" y disminuir, así, el poder de
compra de los trabajadores. La comunidad empresarial buscó desesperadamente
nuevas formas para reorientar la psicología de los asalariados y
dirigirla hacia el denominado evangelio económico del consumo. Se
invitó a las personas de bajo rango a emular a los ricos -en especial
a los jóvenes, a quienes se hizo sentir avergonzados de vestir o
utilizar productos elaborados en casa. El miedo a quedarse atrás
ha sido una gran motivación en la estimulación del poder
de compra.
Una vez terminada la cruzada del "evangelio del consumo" tras
el colapso del crédito de los consumidores, el Estado del Bienestar
salvó provisionalmente la catástrofe que prometían
los problemas hermanos de desempleo tecnológico y demanda inefectiva
del consumidor; el sector público se convirtió en 1970, en
los EEUU, en la empresa con un mayor número de trabajadores. Pero
fue la guerra lo que saneó la economía y la creación
de un complejo industrial-militar lo que la estabilizó, amortiguando
extraordinariamente el desempleo tecnológico. A pesar de ello, el
boom de la postguerra se vio anulado por un desempleo tecnológico
contenido, resultado de la irrupción de la automatización.
Si bien el sector de servicios ha ido creciendo significativamente, Rifkin
muestra que en estos momentos no existe ninguna actividad capaz de absorber
la última tanda de desempleados generados por la reestructuración
y la automatización. El único sector en crecimiento es el
del conocimiento, que como he mencionado, es incapaz de absorber una parte
significativa de los trabajadores que desplazará. Por otro lado,
señala que sería ingenuo pensar que trabajadores no cualificados,
entre los que figuran analfabetos y personas de edad avanzada, puedan ser
reeducados para trabajar de físicos, científicos cibernéticos,
biólogos nucleares y demás; cabe destacar que uno de cada
tres adultos en los EEUU es funcional, marginal o totalmente analfabeto.
Para terminar de rematar el caos que se avecina, la re-ingenierización
ha llegado al último "salvador", al sector público.
Rifkin señala que el proceso de automatización fue bien visto
por los trabajadores, quienes creyeron en un paraíso terrenal, un
mundo en el que la tecnología reemplazaría al trabajo y ofrecería
al trabajador un mundo ocioso. Pero la jornada laboral se ha extendido
y las ganancias de la productividad no han llevado a más tiempo
para el ocio sino a un incremento del número de desempleados. Uno
de los motivos que impulsan la automatización es que los empresarios
prefieren, a igual coste, una máquina a un trabajador, ya que las
máquinas no están sindicadas, no hacen huelgas ni se ponen
enfermas. Muchos empresarios han reducido su plantilla de trabajadores
para ahorrarse programas de salud, otros se han pasado a la contratación
de trabajadores a tiempo parcial o trabajo temporal para evitar gastos
en pensiones, vacaciones, seguridad social, etc. Las empresas de los EEUU
están creando un nuevo sistema de "empleo de dos-tercios",
que consta de una plantilla central permanente de empleados a jornada completa
bien retribuida, y un parque periférico de trabajadores a tiempo
parcial o de trabajadores eventuales. La automatización ha destruido
en arma más importante de los trabajadores: la huelga. Las nuevas
tecnologías permiten a la directiva poner en marcha plantas con
una plantilla mínima.
El distinguido economista documenta en su obra, con el mismo rigor con
que analiza la historia del trabajo mercantil, que la "lean-production"
está causando serios problemas de salud. El estrés al que
se somete a los trabajadores en esta nueva técnica de producción
ha alcanzado proporciones epidémicas en Japón hasta el punto
de que el gobierno japonés ha acuñado un término,
"Karoshi", para explicar la patología de la nueva enfermedad
laboral. El autor cita al psicólogo Craig Brod, que ha escrito extensamente
sobre el estrés inducido por la cultura de las megatecnologías.
Éste afirma que el ritmo en el lugar de trabajo ha aumentado la
impaciencia de los trabajadores, llevándolos a niveles de estrés
sin precedentes. Los altos niveles de estrés conducen a menudo a
problemas relacionados con la salud, incluyendo úlceras, alta presión
de la sangre, ataques de corazón y abuso de drogas, entre ellas,
el alcohol.
Rifkin cree necesario considerar los estudios realizados en la década
pasada en los que se ha encontrado una clara correlación entre creciente
desempleo tecnológico y aumento de niveles de depresión y
de morbosidad psicótica. También observa que los "trabajadores
desanimados" -aquellos que han dejado de buscar empleo_ experimentan
síntomas de patología similar a la de los pacientes moribundos.
El mismo apartado, que titula "Una muerte lenta", señala
que el homicidio es la tercera causa de muerte en el lugar de trabajo en
los EEUU, que el asesinato de patronos casi se ha triplicado entre 1989
y 1995 y que cada año se dan tres millones de crímenes en
las escuelas, habiendo estimado la policía que más de 270.000
estudiantes llevan un revólver a la misma. También cita las
palabras sobrecogedoras del psiquiatra Douglas Marlowe: "Una vez (los
niños) empiezan a planear sus propios funerales, han abandonado".
Recoge datos excelentes sobre las enfermedades las violaciones y la muerte
que tanto el empleo como el desempleo generados por las nuevas tecnologías
están provocando a pasos agigantados; pero lamentablemente desaprovecha
la ocasión de analizarlos negligencia que repercute gravemente en
las predicciones que presenta.Y si la muerte es negligida en su análisis,
más lo es la vida: las nuevas tecnologías de reproducción
humana están ausentes en su diagnóstico del mundo del trabajo
actual y futuro, y sin estas tecnologías de la vida no se puede
entender la economía actual ni la realidad que nos acecha. Esta
grave omisión probablemente se deba a la tradición moderna
de fragmentar el conocimiento en disciplinas separadas -la economía
tal como se entiende en los departamentos de ciencias económicas
de las universidades de hoy es demasiado aséptica como para poder
mostrar el mundo económico, que también es vivo.
El autor plantea el dilema de que el desarrollo de las nuevas tecnologías
conducirá o bien a un mundo de producción y beneficios infinitos
para los empresarios o bien a un paraíso del ocio, sin considerar
la posibilidad de que el desarrollo tecnológico pueda ser detenido,
encuentre la resistencia de trabajadores, agricultores, mujeres o jóvenes,
o sea saboteado, como se dió el caso en la Primera Revolución
Industrial y se está dando ya hoy(1). No parece al autor posible
ni deseable detener el proceso de conversión del mundo en una máquina
que bloquea los ritmos y las mentes de la naturaleza -de la que mujeres
y hombres forman parte, entre otros; o si se lo parece, no lo menciona
en su obra. Sí menciona, en cambio, su gran preocupación
por la unificación de las revoluciones tecnológicas de la
informática y de la biotecnología en único complejo
tecnológico que anuncia una nueva era de producción alimentaria
divorciada de la tierra y del clima prometiendo hacer desaparecer a la
mayor parte de agricultores del llamado Tercer Mundo, y teme que la marginalización
de dichos agricultores conduzca a una conmoción social a escala
global. Sin embargo, todo ello no le parece suficientemente importante
al distinguido economista del "Primer Mundo" como para pensar
que el mundo próximo pueda ser otro que "un mundo del ocio"
o bien "un mundo de beneficios infinitos para los empresarios."
Es preciso señalar que Rifkin cuestiona la vieja ilusión
de un tecnoparaíso, pero también hay que decir que en su
obra comenta la historia de dicha visión desde la misma perspectiva
judeocristiana que él critica, empapada, ésta, de la idea
de paraíso: "Toda sociedad crea una imagen idealizada del futuro
-una visión que sirve de cebo para dirigir la energía de
su gente", afirma. Confunde la historia de su pueblo con la historia
de todos los pueblos, error frecuente entre los hombres occidentales: vivir
para un futuro no es ni ha sido siempre una forma de vida universal. Hay
todavía pueblos que viven para el presente, que tienen otra forma
de entender el placer y el trabajo, precisamente porque viven en el presente.
El trabajo no necesariamente tiene que ser perjudicial para la salud, causante
de estrés, alta presión o drogadicción. Todavía
hay quien entiende hoy el trabajo como una actividad placentera de interacción
con el entorno, con celebraciones y momentos de gran alegría después
de otros de fatiga física no necesariamente odiosos o indeseados.(2)
En esta diferencia cultural en la concepción del trabajo baso mi
crítica fundamental a la obra "El fin del trabajo".
Rifkin busca formas, dentro del sistema de producción vigente, de
posible redistribución del trabajo para que el ocio, y no el desempleo,
sea el resultado de la sustitución del trabajo humano por la máquina.
Está convencido de que el paso del mundo en el que los hombres se
definen por su trabajo a ese mundo en el que lo normal será "no
trabajar" será muy rápido y traumático, pero
confía en que los gobiernos sabrán anticiparse a los acontecimientos
y reorganizarán la sociedad a través del sector no mercantil
de la economía: diversas medidas encaminadas a la redistribución
de rentas e impuestos pueden fomentar la participación ciudadana
en asociaciones de voluntariado y, juntamente con masivas posibilidades
de reciclaje, amortiguar el problema del desempleo, por una lado, y promover
formas de ayuda recíproca y lazos de cohesión en las comunidades
locales, por otro. También hace una breve alusión al hecho
de que muchos desempleados, desesperados, recorrerán a la economía
informal para sobrevivir.
Pero muchos desempleados, y no los más desesperados, están
ya recurriendo a la economía informal y están reconstruyendo
sus comunidades locales, organizando formas de ayuda mutua en las que el
trabajo juega un papel fundamental(3). Este fenómeno social emergente
en numerosos países está basado en el desencanto respecto
a las promesas de desarrollo y al convencimiento de que es posible y necesario
recuperar formas de subsistencia e intercambio entre comunidades, renunciando
a la ayuda exterior -ya sea de las ONGs o del gobierno- y rehuyendo cualquier
intento de injerencia estatal. Dicha revolución incipiente está
encontrando ya a sus teóricos entre los que figuran Maria Mies,
Claudia von Werlhof, Veronika Bennholdt-Thomsen, Gustavo Esteva, Vandana
Shiva y Wangari Maathai. El llamado "Tercer Mundo" ha empezado
a abandonar el futuro judeocristiano, a reaprender formas de subsistencia
y a disfrutar del presente no sólo para hacer frente al desempleo
sino también para recuperar la alegría del compartir.
Así, pues, desde otra concepción del trabajo, los pronósticos
sobre la Tercera Revolución Tecnológica y los deseos para
un presente y un futuro próximo son otros. Las mujeres prefieren
seguir trabajando en la producción tradicional de bebés y
se resisten a entregar su monopolio productivo a los expertos en las nuevas
técnicas de reproducción(5). Numerosos agricultores no aceptan
la invasión de nuevas formas de reproducción animal ni de
transformación genética de sus cultivos, y, lejos de caer
en la desesperación, se están organizando en torno al trabajo
para proteger a sus comunidades y a sus culturas(6). Cada vez más
hay un número mayor de consumidores quienes, aceptando su responsabilidad
en el trabajo de cuidar de su propia salud, ejercen su poder de compra
apoyando a los agricultores que se resisten a la invasión de la
ingeniería genética.
Hay suficiente evidencia para repetir que el dilema que plantea Rifkin
-o un futuro del ocio o un futuro del caos - no corresponde a los diversos
futuros que están a nuestro alcance, Sin embargo, el autor parece
estar en lo cierto de que sólo el sector no mercantil de la economía
puede amortiguar la catástrofe que se avecina. Para terminar, debo
decir que la obra "The End of Work" es una importante contribución
a la era del "post-mercado" que anuncia.
Notas
1. Shiva, Vandana y Mies, Maria. Ecofeminism. Londres: Zed Books,
1993.
2. Mies, Maria. Patriarchy and accumulation on a World scale. Londres:
Zed Books 1986.
3. Esteva, Gustavo. Fiesta -jenseits von Entwicklung, Hilfe und Politik.
Südwind: Brandes and Apsel 1992" (título original: Fiesta
-más allá del desarrollo, la ayuda y la política).
4. Esteva, Gustavo. Fiesta. Op.cit.
V. Werlhof, Claudia. A través de la disidencia hacia la subsistencia
como no-desarrollo -con ejemplos recientes de Venezuela. Congreso Mundial
de Sociología RC 32: Las Mujeres en la Sociedad. Bielefeld 1994.
5. Corea, Gana. The Mother Machine. Londres: The Women's Press.
Londres 1988.
6. Mies, Maria. Wider die Industrialisierung des Lebens: eine feministische
Kritik der Gen- und Reproduktionstechnik. Pfafenweiler: Centaurus Verlag
1992 .
7. Mies, Maria y Shiva Vandana. Ecofeminism. London: Zed Books,
1993.
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