Bibio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 20, 5 de abril de 1997.



RIFKIN, J. The End of Work. New York: Putman's Sons,1996. 350 p.

Esther Borrell-Rosell


Jeremy Rifkin realiza en el citado texto un diagnóstico del mundo actual, examinando en especial el papel que la informática, junto a las nuevas formas de organización empresarial -"reingenierización" y "lean production"- está desempeñando en la eliminación acelerada de puestos de trabajo, y las tendencias que apuntan las nuevas tecnologías para un futuro cercano. En la última parte de su obra, el autor plantea posibles soluciones a la desestabilización que la Tercera Revolución Industrial ha empezado a provocar y que promete ser globalmente alarmante en un futuro próximo, en el que lo normal para la mayor parte de individuos será no trabajar.

Si bien Rifkin no predice si las mujeres seguirán teniendo hijos y dándoles de comer o no, es evidente que cuando el autor habla del "fin del trabajo" se refiere al trabajo asalariado y no al trabajo doméstico de producir más seres humanos, por ejemplo. El trabajo no-mercantil es un tema fundamental olvidado en el diagnóstico que realiza del mundo actual. El no considerar en su diagnóstico el tipo de trabajo que ocupa a la mayor parte de personas -el trabajo no remunerado- lleva al autor a extraer unas conclusiones que pueden parecer obvias para los habitantes del Norte,pero que son muy discutibles por culturas que tienen una concepción del trabajo muy diferente a la suya, como más adelante comentaré.

El autor, un economista que ha publicado más de una docena de libros sobre tendencias económicas y temas relacionados con la ciencia, la tecnología y la cultura, y que preside en la actualidad la Fundation of Economic Trends en Washington D.C., basa su tesis en una exhaustiva documentaci6n sobre el desplazamiento de un número cada vez mayor de trabajadores al desempleo que la nueva revolución de la automatización está ocasionando en los tres sectores tradicionales de la economía -agricultura, industria, y servicios. Los desempleados que la mencionada revolución tecnológica está generando no pueden ser absorbidos significativamente por el único nuevo sector emergente, el sector del conocimiento, constituido por una élite de empresarios, científicos, técnicos, programadores informáticos, profesionales, educadores y asesores.

Un número creciente de empresas están deconstruyendo sus jerarquías organizativas, eliminando cada vez más mandos directivos medios al comprimir varias funciones en procesos únicos. Los ordenadores se encargan de coordinar las funciones llevadas a cabo anteriormente en diferentes departamentos y localizaciones de una misma empresa. La introducción de tecnologías basadas en la informática permite que se procese la información horizontalmente, demoliendo así la pirámide jerárquica tradicional y permitiendo operar en un mismo plano. A ese cambio de plano se le llama re-ingenierización.

Según Michael Hammer -al que cita el autor- la re-ingenierización suele provocar una pérdida de más del 40% de puestos de trabajo de una empresa y puede llevar hasta un 75% de reducción de su fuerza de trabajo. Rifkin sostiene que, habiendo empezado a hacer la transición a la nueva cultura de la máquina menos del 5% de todas las empresas del mundo, parece inevitable que en las próximas décadas se desencadenará un desempleo masivo jamás conocido hasta la fecha. Llama también la atención sobre la relación estrecha existente entre desempleo y crimen demostrada contundentemente por investigadores sociales y silenciada por nuestros gobernantes, y sobre la necesidad de anticiparse a la violencia que se avecina. Señala que la tendencia a la desaparición creciente de puestos de trabajo en el mercado laboral es conocida por los trabajadores, y que, simplemente el horizonte que se vislumbra hace que los jóvenes empiecen a manifestar su frustración y rabia en un comportamiento antisocial cada vez mayor; los trabajadores más maduros, en cambio, sorprendidos entre un pasado próspero y un futuro desolador, parecen resignados, al sentirse cada vez más atrapados por fuerzas sociales sobre las que, según afirma el autor, tienen poco o ningún control, afirmación, ésta, discutible.

Jeremy Rifkin hace una breve historia muy pedagógica sobre el proceso de automatización y de desempleo, que me parece importante destacar. Cita a Paul R.Krugman entre otros importantes economistas que han revisado la teoría en boga en los años 80 que presumía que la pérdida de puestos de trabajo en la industria de los EEUU se debe a la competencia extranjera. Dichos economistas afirman que la preocupación fuertemente expresada en las décadas de los 50 y 60 de que los obreros estadounidenses perderían sus empleos debido a la automatización estaba más cerca de la verdad.

El aumento de la productividad que el proceso de automatización generó llevó a la depresión de los años 20, al ser desplazados numerosos trabajadores por las nuevas tecnologías ahorradoras de "trabajo" y disminuir, así, el poder de compra de los trabajadores. La comunidad empresarial buscó desesperadamente nuevas formas para reorientar la psicología de los asalariados y dirigirla hacia el denominado evangelio económico del consumo. Se invitó a las personas de bajo rango a emular a los ricos -en especial a los jóvenes, a quienes se hizo sentir avergonzados de vestir o utilizar productos elaborados en casa. El miedo a quedarse atrás ha sido una gran motivación en la estimulación del poder de compra.

Una vez terminada la cruzada del "evangelio del consumo" tras el colapso del crédito de los consumidores, el Estado del Bienestar salvó provisionalmente la catástrofe que prometían los problemas hermanos de desempleo tecnológico y demanda inefectiva del consumidor; el sector público se convirtió en 1970, en los EEUU, en la empresa con un mayor número de trabajadores. Pero fue la guerra lo que saneó la economía y la creación de un complejo industrial-militar lo que la estabilizó, amortiguando extraordinariamente el desempleo tecnológico. A pesar de ello, el boom de la postguerra se vio anulado por un desempleo tecnológico contenido, resultado de la irrupción de la automatización.

Si bien el sector de servicios ha ido creciendo significativamente, Rifkin muestra que en estos momentos no existe ninguna actividad capaz de absorber la última tanda de desempleados generados por la reestructuración y la automatización. El único sector en crecimiento es el del conocimiento, que como he mencionado, es incapaz de absorber una parte significativa de los trabajadores que desplazará. Por otro lado, señala que sería ingenuo pensar que trabajadores no cualificados, entre los que figuran analfabetos y personas de edad avanzada, puedan ser reeducados para trabajar de físicos, científicos cibernéticos, biólogos nucleares y demás; cabe destacar que uno de cada tres adultos en los EEUU es funcional, marginal o totalmente analfabeto. Para terminar de rematar el caos que se avecina, la re-ingenierización ha llegado al último "salvador", al sector público.

Rifkin señala que el proceso de automatización fue bien visto por los trabajadores, quienes creyeron en un paraíso terrenal, un mundo en el que la tecnología reemplazaría al trabajo y ofrecería al trabajador un mundo ocioso. Pero la jornada laboral se ha extendido y las ganancias de la productividad no han llevado a más tiempo para el ocio sino a un incremento del número de desempleados. Uno de los motivos que impulsan la automatización es que los empresarios prefieren, a igual coste, una máquina a un trabajador, ya que las máquinas no están sindicadas, no hacen huelgas ni se ponen enfermas. Muchos empresarios han reducido su plantilla de trabajadores para ahorrarse programas de salud, otros se han pasado a la contratación de trabajadores a tiempo parcial o trabajo temporal para evitar gastos en pensiones, vacaciones, seguridad social, etc. Las empresas de los EEUU están creando un nuevo sistema de "empleo de dos-tercios", que consta de una plantilla central permanente de empleados a jornada completa bien retribuida, y un parque periférico de trabajadores a tiempo parcial o de trabajadores eventuales. La automatización ha destruido en arma más importante de los trabajadores: la huelga. Las nuevas tecnologías permiten a la directiva poner en marcha plantas con una plantilla mínima.

El distinguido economista documenta en su obra, con el mismo rigor con que analiza la historia del trabajo mercantil, que la "lean-production" está causando serios problemas de salud. El estrés al que se somete a los trabajadores en esta nueva técnica de producción ha alcanzado proporciones epidémicas en Japón hasta el punto de que el gobierno japonés ha acuñado un término, "Karoshi", para explicar la patología de la nueva enfermedad laboral. El autor cita al psicólogo Craig Brod, que ha escrito extensamente sobre el estrés inducido por la cultura de las megatecnologías. Éste afirma que el ritmo en el lugar de trabajo ha aumentado la impaciencia de los trabajadores, llevándolos a niveles de estrés sin precedentes. Los altos niveles de estrés conducen a menudo a problemas relacionados con la salud, incluyendo úlceras, alta presión de la sangre, ataques de corazón y abuso de drogas, entre ellas, el alcohol.

Rifkin cree necesario considerar los estudios realizados en la década pasada en los que se ha encontrado una clara correlación entre creciente desempleo tecnológico y aumento de niveles de depresión y de morbosidad psicótica. También observa que los "trabajadores desanimados" -aquellos que han dejado de buscar empleo_ experimentan síntomas de patología similar a la de los pacientes moribundos. El mismo apartado, que titula "Una muerte lenta", señala que el homicidio es la tercera causa de muerte en el lugar de trabajo en los EEUU, que el asesinato de patronos casi se ha triplicado entre 1989 y 1995 y que cada año se dan tres millones de crímenes en las escuelas, habiendo estimado la policía que más de 270.000 estudiantes llevan un revólver a la misma. También cita las palabras sobrecogedoras del psiquiatra Douglas Marlowe: "Una vez (los niños) empiezan a planear sus propios funerales, han abandonado".

Recoge datos excelentes sobre las enfermedades las violaciones y la muerte que tanto el empleo como el desempleo generados por las nuevas tecnologías están provocando a pasos agigantados; pero lamentablemente desaprovecha la ocasión de analizarlos negligencia que repercute gravemente en las predicciones que presenta.Y si la muerte es negligida en su análisis, más lo es la vida: las nuevas tecnologías de reproducción humana están ausentes en su diagnóstico del mundo del trabajo actual y futuro, y sin estas tecnologías de la vida no se puede entender la economía actual ni la realidad que nos acecha. Esta grave omisión probablemente se deba a la tradición moderna de fragmentar el conocimiento en disciplinas separadas -la economía tal como se entiende en los departamentos de ciencias económicas de las universidades de hoy es demasiado aséptica como para poder mostrar el mundo económico, que también es vivo.

El autor plantea el dilema de que el desarrollo de las nuevas tecnologías conducirá o bien a un mundo de producción y beneficios infinitos para los empresarios o bien a un paraíso del ocio, sin considerar la posibilidad de que el desarrollo tecnológico pueda ser detenido, encuentre la resistencia de trabajadores, agricultores, mujeres o jóvenes, o sea saboteado, como se dió el caso en la Primera Revolución Industrial y se está dando ya hoy(1). No parece al autor posible ni deseable detener el proceso de conversión del mundo en una máquina que bloquea los ritmos y las mentes de la naturaleza -de la que mujeres y hombres forman parte, entre otros; o si se lo parece, no lo menciona en su obra. Sí menciona, en cambio, su gran preocupación por la unificación de las revoluciones tecnológicas de la informática y de la biotecnología en único complejo tecnológico que anuncia una nueva era de producción alimentaria divorciada de la tierra y del clima prometiendo hacer desaparecer a la mayor parte de agricultores del llamado Tercer Mundo, y teme que la marginalización de dichos agricultores conduzca a una conmoción social a escala global. Sin embargo, todo ello no le parece suficientemente importante al distinguido economista del "Primer Mundo" como para pensar que el mundo próximo pueda ser otro que "un mundo del ocio" o bien "un mundo de beneficios infinitos para los empresarios."

Es preciso señalar que Rifkin cuestiona la vieja ilusión de un tecnoparaíso, pero también hay que decir que en su obra comenta la historia de dicha visión desde la misma perspectiva judeocristiana que él critica, empapada, ésta, de la idea de paraíso: "Toda sociedad crea una imagen idealizada del futuro -una visión que sirve de cebo para dirigir la energía de su gente", afirma. Confunde la historia de su pueblo con la historia de todos los pueblos, error frecuente entre los hombres occidentales: vivir para un futuro no es ni ha sido siempre una forma de vida universal. Hay todavía pueblos que viven para el presente, que tienen otra forma de entender el placer y el trabajo, precisamente porque viven en el presente. El trabajo no necesariamente tiene que ser perjudicial para la salud, causante de estrés, alta presión o drogadicción. Todavía hay quien entiende hoy el trabajo como una actividad placentera de interacción con el entorno, con celebraciones y momentos de gran alegría después de otros de fatiga física no necesariamente odiosos o indeseados.(2)

En esta diferencia cultural en la concepción del trabajo baso mi crítica fundamental a la obra "El fin del trabajo". Rifkin busca formas, dentro del sistema de producción vigente, de posible redistribución del trabajo para que el ocio, y no el desempleo, sea el resultado de la sustitución del trabajo humano por la máquina. Está convencido de que el paso del mundo en el que los hombres se definen por su trabajo a ese mundo en el que lo normal será "no trabajar" será muy rápido y traumático, pero confía en que los gobiernos sabrán anticiparse a los acontecimientos y reorganizarán la sociedad a través del sector no mercantil de la economía: diversas medidas encaminadas a la redistribución de rentas e impuestos pueden fomentar la participación ciudadana en asociaciones de voluntariado y, juntamente con masivas posibilidades de reciclaje, amortiguar el problema del desempleo, por una lado, y promover formas de ayuda recíproca y lazos de cohesión en las comunidades locales, por otro. También hace una breve alusión al hecho de que muchos desempleados, desesperados, recorrerán a la economía informal para sobrevivir.

Pero muchos desempleados, y no los más desesperados, están ya recurriendo a la economía informal y están reconstruyendo sus comunidades locales, organizando formas de ayuda mutua en las que el trabajo juega un papel fundamental(3). Este fenómeno social emergente en numerosos países está basado en el desencanto respecto a las promesas de desarrollo y al convencimiento de que es posible y necesario recuperar formas de subsistencia e intercambio entre comunidades, renunciando a la ayuda exterior -ya sea de las ONGs o del gobierno- y rehuyendo cualquier intento de injerencia estatal. Dicha revolución incipiente está encontrando ya a sus teóricos entre los que figuran Maria Mies, Claudia von Werlhof, Veronika Bennholdt-Thomsen, Gustavo Esteva, Vandana Shiva y Wangari Maathai. El llamado "Tercer Mundo" ha empezado a abandonar el futuro judeocristiano, a reaprender formas de subsistencia y a disfrutar del presente no sólo para hacer frente al desempleo sino también para recuperar la alegría del compartir.

Así, pues, desde otra concepción del trabajo, los pronósticos sobre la Tercera Revolución Tecnológica y los deseos para un presente y un futuro próximo son otros. Las mujeres prefieren seguir trabajando en la producción tradicional de bebés y se resisten a entregar su monopolio productivo a los expertos en las nuevas técnicas de reproducción(5). Numerosos agricultores no aceptan la invasión de nuevas formas de reproducción animal ni de transformación genética de sus cultivos, y, lejos de caer en la desesperación, se están organizando en torno al trabajo para proteger a sus comunidades y a sus culturas(6). Cada vez más hay un número mayor de consumidores quienes, aceptando su responsabilidad en el trabajo de cuidar de su propia salud, ejercen su poder de compra apoyando a los agricultores que se resisten a la invasión de la ingeniería genética.

Hay suficiente evidencia para repetir que el dilema que plantea Rifkin -o un futuro del ocio o un futuro del caos - no corresponde a los diversos futuros que están a nuestro alcance, Sin embargo, el autor parece estar en lo cierto de que sólo el sector no mercantil de la economía puede amortiguar la catástrofe que se avecina. Para terminar, debo decir que la obra "The End of Work" es una importante contribución a la era del "post-mercado" que anuncia.



Notas

1. Shiva, Vandana y Mies, Maria. Ecofeminism. Londres: Zed Books, 1993.

2. Mies, Maria. Patriarchy and accumulation on a World scale. Londres: Zed Books 1986.

3. Esteva, Gustavo. Fiesta -jenseits von Entwicklung, Hilfe und Politik. Südwind: Brandes and Apsel 1992" (título original: Fiesta -más allá del desarrollo, la ayuda y la política).

4. Esteva, Gustavo. Fiesta. Op.cit.

V. Werlhof, Claudia. A través de la disidencia hacia la subsistencia como no-desarrollo -con ejemplos recientes de Venezuela. Congreso Mundial de Sociología RC 32: Las Mujeres en la Sociedad. Bielefeld 1994.

5. Corea, Gana. The Mother Machine. Londres: The Women's Press. Londres 1988.

6. Mies, Maria. Wider die Industrialisierung des Lebens: eine feministische Kritik der Gen- und Reproduktionstechnik. Pfafenweiler: Centaurus Verlag 1992 .

7. Mies, Maria y Shiva Vandana. Ecofeminism. London: Zed Books, 1993.


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