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En áreas de escasez hídrica y, especialmente en las regiones mediterráneas, el agua es un factor estratégico fundamental. Las obras hidráulicas construidas desde las primeras civilizaciones en el Próximo Oriente y Egipto nos son conocidas por los restos arqueológicos y los testimonios históricos. Como el de Herodoto (Historia, I, 177-194), que describe los diques y canales construidos en Babilonia, entre ellos el que unía el Eufrates y el Tigris. Es conocido también el alto nivel técnico alcanzado por la ingeniería hidráulica romana, con la construcción de acueductos y presas (como la de Proserpina, junto a Mérida, todavía en funcionamiento).
En la época medieval la ingeniería hidráulica árabe y cristiana realizó también importantes obras, especialmente organizando sistemas de regadío. Es entonces cuando se acabaron de crear sistemas como los riegos del Palancia, del Turia, del Júcar(2) y otros del levante español. Los canales de la Alquibla y la Aljufia en el Segura murciano, son todavía herencia de aquellas organizaciones medievales, mantenidas y eventualmente ampliadas en los siglos posteriores(3).
Durante la edad moderna se construyen nuevos canales, para regadío, abastecimiento, usos industriales y transporte. En España el canal Imperial de Aragón, cuyo proyecto se inicia ya en el siglo XVI(4), y el canal de Castilla(5), el del Bajo Ebro fueron las mayores realizaciones de un siglo, el setecientos, que elaboró y abordó otros muchos proyectos, a veces descabellados, como el canal de Húescar, para llevar agua y maderas a Cartagena, o el que partiendo del Guadarrama enlazaría con el Guadalquivir(6). Y que tendría continuidad aquí en Cataluña con los canales de la Infanta y de Urgell.
La trascendencia de todos esos canales en la transformación económica, social y espacial de las regiones por donde transcurre explica que los canales puedan ser en ocasiones los protagonistas de una historia de múltiples dimensiones e implicaciones.
El Rec Comtal
El Rec Comtal de Barcelona no hace mal papel en esa relación de grandes canales. A él se refiere el libro de Manel Martín Pascual que acaba de publicarse y que muestra los conflictos de la lucha por el agua en la Barcelona del siglo XIX.
El origen romano de este canal, reiterado por los autores del siglo XIX, es bien probable, ya que los ingenieros romanos tuvieron un gran dominio de la hidráulica y hay noticias de construcciones de ese tipo. Es posible que el mismo acueducto de Barcino, cuyos restos todavía se conservan, tomara sus aguas del Besòs cerca de Montcada y siguiera el trazado de lo que luego sería la Acequia Condal, aunque otras interpretaciones aluden a este trazado correspondería a un segundo canal, mientras el acueducto tomaría sus aguas de Collserola(7). Podría servir también para usos agrícolas e industriales, aunque faltan sin embargo investigaciones arqueológicas que lo confirmen.
Las primeras referencias escritas sobre este canal proceden del siglo X y es posible que coincidan con una reutilización del mismo, que habría quedado abandonado o inutilizado durante los siglos VIII y IX. Se atribuye al conde Mir (954-966) la reconstrucción del antiguo acueducto para la instalación de molinos harineros, que sabemos que efectivamente se difundieron durante ese siglo en el Occidente europeo(8), y para un uso secundario agrícola. La primera referencia es del 992 y la expresión Rec Comtal aparece ya en un documento del 1076, en época de Ramón Berenguer I. El canal reconstruido modificó su trazado en el tramo final dirigiéndose al mar desde el lugar donde se localizó el monaterio benedictino de Sant Pere de las Puellas, seguramente para evitar las construcciones portuarias que se estaban desarrollando en la parte litoral de la antigua ciudad romana, por donde antes seguramente desembocaba, como parece mostrar el nombre de la calle Regomir (el Rec de Mir)
El canal derivaba el agua desde una presa o azud en el Besòs situada en Montcada. En el siglo XIII el agua del Rec se utilizaría para ampliar el regadío entre su trazado y el mar, en la zona de "Hort i vinyet de Barcelona", en relación con el crecimiento de la población de la ciudad y la demanda de productos alimenticos para la urbe dinámica en que se había convertido Barcelona. A fines de la edad media había ya a lo largo del Rec 11 molinos harineros y 3 de paños (molins drapers).
Un importante libro sobre el Rec Comtal de Barcelona
El libro que hoy presentamos es un estudio sobre la evolución de la acequia condal y, especialmente sobre sus transformaciones a lo largo del siglo XIX en relación con la implantación del régimen liberal. Su autor es un profesor de enseñanza secundaria que ha dedicado ya varias investigaciones al tema desde hace un lustro (Martín Pascual, 1994, 1997, 1998) y nos ofrece ahora una síntesis de un gran valor en lo que se refiere a la historia del canal y una aportación destacada sobre los conflictos en torno al mismo durante el siglo XIX. Un trabajo que aprovecha, sobre todo, el Fondo Rec Comtal, que ha sido depositado desde 1991 en el Archivo Histórico Municipal el Distrito de Sant Andreu del Palomar, y que posee la documentación generada por la Sociedad de Propietarios entre 1837 y 1987, así como otros archivos de Barcelona (Achivo de la Corona de Aragón, Diputación de Barcelona, Archivo Administrativo del Ayuntamiento de Barcelona). Y que ha sido editado por la Fundación Vives y Casajuana, una fundación privada que con sus 128 volúmenes publicados está realizando una benemérita labor de difusión cultural.
La referencia de esta obra es la siguiente:
MARTIN PASCUAL, Manel. El Rec Condal (1822-1879). La lluita per l'aigua a la Barcelona del segle XIX. Barcelona: Fundació Salvador Vives i Casajuana, 1999. 236 p. (ISBN 84-232-0599-1; Depósito legal B. 5421-1999)
La publicación de este libro tiene también interés por lo que refleja de la actividad investigadora en los barrios de Barcelona. Varios grupos de investigadores están realizando aportaciones de indudable valor a la historia local y urbana de Barcelona, a veces sin el debido reconocimiento por los historiadores oficiales, que tardan en conocer y valorar los trabajos que se efectúan. Y sin embargo, empresas como la publicación de la revista Finestrelles por el Centre d'Estudis Ignasi Iglésias, con números como el extraordinario de 1998 titulado "Sant Andreu. De poble a ciutat, 1875-1936", son ya importantes para el conocimiento de la historia de esta ciudad.
El libro que hoy presentamos en este Museo que tanto debe a la estética de Port Aventura, es una de esas aportaciones que podemos relacionar con la actividad de los grupos antes señalados. A partir de la investigación que ha realizado su autor conocemos ahora algo más, y muy importante, sobre la historia de Barcelona de los siglos XVIII y XIX, sobre los problemas del abastecimiento de agua potable a la ciudad, sobre la diversidad de aprovechamientos de las aguas del Rec Comtal, y sobre los conflictos que se generaron por el uso del agua.
La despatrimonialización del agua
En Barcelona el siglo XVIII había supuesto un fuerte crecimiento demográfico y la necesidad de ampliar los caudales del Rec para una demanda cada vez mayor, tanto en lo que se refiere a caudales para el riego como a fuerza motriz de molinos y para usos industriales. Al mismo tiempo, había necesidad de agua potable por el crecimiento de la ciudad, que condujo a la densificación del espacio altomedieval, la ocupación del Raval y la construcción de la Barceloneta (1753).
El Rec permitía el desarrollo del riego en Sant Andreu, Sant Martí de Provençals y la Horta del Portal Nou. También hacía posible instalar manufacturas (curtidos o textiles). En el interior de la ciudad el Rec servía de lavadero y a veces como alcantarilla. Al mismo tiempo en el setcientos se produce también el comienzo de la instalación de industrias en el Raval y de prados de indianas en la zona litoral de influencia del Rec.
En 1776 se hicieron patentes problemas graves por insuficiencia de agua en Barcelona y por avenidas que afectaron al azud. Para mejorar el caudal con la captación de aguas subterráneas del Besòs se construyó la mina de Montcada (1778), que permitía obtener agua procedente de la filtración del lecho. La construcción fue financiada por el Real Patrimonio, el ayuntamiento de Barcelona, los propietarios de las tierras de regadío y los de los molinos. Pero el continuo crecimiento de la demanda hizo que los caudales resultaran pronto de nuevo insuficientes y aparecieran diversos proyectos para incrementar el caudal.
En los dos primeros decenios del ochocientos aumenta de nuevo el uso del Rec para agua potable. La falta de agua en Barcelona era notable y la epidemia de fiebre amarilla de 1821 había mostrado la deficiencia del abasto y de las conducciones sanitarias. En 1823 los ayuntamientos de Barcelona, Sant Andreu y Sant Martí acordaron la prolongación de la mina de 1778 y la formación de una Junta con la participación de todas las jurisdicciones interesadas en las obras. Se extendió en 148 varas, algo de poca importancia si tenemos que con las obras de 1778 había alcanzado ya las 1350 varas(9).
En 1824 el ayuntamiento obtiene del capitán general marqués de Campo Sagrado la concesión regia de un nuevo caudal de 2.200 plumas(10), de las cuales 1700 para las fuentes públicas y 500 para venderlas a particulares con el fin de ayudar a financiar las obras. Se construye un acueducto independiente desde las minas de Montcada, y se abre la nueva fuente del Padró (1826), a la que siguieron otras. Con ello aumenta sensiblemente el caudal disponible en la ciudad, del que el ayuntamiento dispone ya libremente. Desde ese momento el Rec no conduce ya agua para el uso potable de la ciudad.
El dominio eminente del canal pertenecía al rey, y en su nombre esos derechos eran detentados por la Batllia General, que administraba el Patrimonio Real, y que hizo numerosas concesiones de agua. Seguramente en el siglo XI los condes de Barcelona y más tarde los reyes de Aragón habían afirmado la autoridad real sobre el Rec frente a otros nobles que podían pretender derechos sobre el canal o sobre los molinos que se construyeron en ella. El uso del agua del Rec se convirtió en una fuente de rentas para el erario público, ya que las concesiones se otorgaban por la autoridad real con la contrapartida del pago de un censo anual. Los propietarios del dominio útil (Ayuntamiento de Barcelona, señores y monasterios) podía usar el agua a perpetuidad, casi como propietarios, y podían ceder dicho dominio útil a terceros en régimen de enfiteusis. En el setecientos el intendente otorgó también concesiones a fabricantes de indianas en enfiteusis: concretamente entre 1778 y 1788 otorgó 47 concesiones de agua (el 30 % del total de las concedidas entre 1723 y 1808): 24 para el regadío, 13 para blanqueo de indianas, 2 para otras industrias, y 8 sin especificar, probablemente para torres de recreo(11).
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 suponen la introducción de importantes cambios institucionales en el régimen jurídico del canal. Aunque durante el reinado de Fernando VII se vuelve al orden tradicional -excepto el breve período del Trienio liberal (1820-1823)- con la muerte del rey se activan y consolidan las reformas liberales.
Lo que se produce en el XIX es un proceso de desamortización del agua, el cual ha sido calificado como un proceso de despatrimonialización(12). En esencia, los derechos de propiedad eminente de la Corona son ahora substituidos por un régimen mixto con titularidad compartida entre el Estado y los diversos intereses.
Con el nuevo orden constitucional la mina, el Rec y los molinos se incorporan al erario público, siendo desposeido el Real Patrimonio. La Real orden de 1835 privatizó las aguas subterráneas. El agua pasa a ser propiedad del titular de las tierras donde se capta; es decir, "el agua pertenece al predio".
Tras el proceso de desamortización y las reformas liberales los derechos de uso del agua serían adquiridos por una Sociedad de Propietarios, entre los cuales los propietarios de fincas agrícolas que tenían el derecho a riego, los de los molinos y el ayuntamiento de Barcelona. Se reconoce la libertad de los aprovechamientos a los propietarios que tenían la propieded de uso, aunque jurídicamente no eran los propietarios del canal.
El nuevo orden se instaura a través de una serie de medidas y reglamentaciones. El 28 de julio de 1836 se aprueban unas Ordenanzas para el régimen y gobierno de los molinos reales de Barcelona. El Jefe superior político se hace cargo del control y administración del Rec y nombra al alcalde de Barcelona administrador provisional. En 1838 se celebra la primera Junta general de usuarios de las aguas del Rec, y en 1840 se constituye la Sociedad de Propietarios interesados en el aprovechamiento del Agua de la Acequia Condal y sus Minas. Dos años más tarde se aprueban las Ordenanzas para el el régimen, constitución gobierno de la Sociedad de Propietarios y con ello culmina el proceso de despatrimonialización de las aguas. La Sociedad se hace cargo de la administración y control de las aguas del Rec, que tradicionalmente tenía el Real Patrimonio, repetando las concesiones que éste, y en su nombre la Batllia, había realizado.
La elaboración de las ordenanzas del Rec se hace en un momento en que en toda España está cambiando la regulación del uso del agua y en que todos los antiguos regadíos están haciendo lo mismo. En Valencia entre 1839 y 1851 se elaboraron y aprobaron 32 ordenanzas(13). De manera semejante sucede en la región murciana con los regadíos del Segura(14) y en otros.
El Patrimonio Real se considera ahora un propietario más, en lo que se refiere a la administración del Canal. En la práctica cotidiana la Sociedad actuó como propietaria, administraba el agua y otorgaba concesiones. Pero el tema de la propiedad quedó confuso, ya que no estaba claro si en 1842 las atribuciones del rey habían pasado a la Sociedad o si ésta se limitaba a administrar los aprovechamientos respetando la titularidad del Estado.
En todo caso, los usos del agua no se modificaron. En la distribución del agua los que más beneficiados salían eran el ayuntamiento y los regantes, que mantenían un dominio efectivo en los órganos de gobierno de la sociedad. Se observa también una tendencia al monopolio de la sociedad en manos de un reducido grupo de usuarios, mientras que los fabricantes prácticamente no tenían representación.
Los aprovechamientos
El agua del Rec se aprovechaba, como hemos dicho, para regadío y para usos industriales. También para el consumo urbano en la ciudad de Barcelona. El libro de Manel Martín Pascual facilita valiosas informaciones sobre dichos aprovechamientos y los conflictos generados, las cuales permiten interesantes comparaciones con otros canales.
A lo largo del setecientos la demanda de agua fue aumentando de forma creciente. El caudal resultaba insuficiente y de calidad mala o pésima, ya que la del Rec se utilizaba para batanes de tejidos, con perjuicio para los molinos y abastecimiento de riego y urbano. Los conflictos se agravaron porque se producía una diversificación e intensificación de uso del agua: demanda de agua para una población creciente (potable y de uso doméstico, y ganados), aumento de la demanda alimenticia y nuevas concesiones para regadío e intensificación de los cultivos, que requieren más agua, y demanda de agua para la industria (hilaturas de algodón...). Aumentó así la demanda en Barcelona y en el Pla, y el Rec se afirmó como una infraestructura hidráulica de valor esencial, con un aumento constante del número de usuarios a lo largo del XVIII.
Los conflictos eran inevitables, y fueron similares a los que se produjeron en otros canales del mediterráneo español. En los valencianos era normal el predominio del riego pero también la combinación de aprovechamientos agrícolas y urbanos(15). El uso principal en ellos era el riego, y subsidiariamente el consumo urbano, incluyendo el agua para los ganados; y los sobrantes de uso doméstico se utilizaban para regar huertos suburbanos. En la huerta valenciana era importante también asegurar el abastecimiento de harina, lo que explica que se concedieran privilegios para el uso de agua por los molinos incluso en épocas de escasez, aunque en otros casos (como en la Acequia Real de Alzira(16)) solo recibían una dotación en caso de sobrante de riego.
En el Rec Comtal el aprovechamiento principal era también el regadío. Durante el siglo XVIII la producción agrícola se intensificó con la rotación de cultivos y la especialización en cultivos hortícolas para comercialización, lo que significaba mayor necesidad de agua. En ese siglo los fabricantes de tejidos de algodón adquieren también tierras de regadío para instalar prados de indianas.
Con los cambios introducidos por el nuevo régimen liberal se elabora un reglamento para regular la distribución del agua del Rec entre los interesados, aprobado en 1846. Se establecen las cuotas a pagar, los tipos de infracciones, las multas, las normas de limpieza, y el funcionamiento del abasto de Barcelona, por conducto independiente. El orden de usos estaba bien establecido: primero el riego, segundo los conductos del ayuntamiento de Barcelona, Ciudadela y Fuerte Pío, tercero los molinos.
Durante la primera mitad del siglo XIX los terrenos de regadío mantienen la importancia anterior, continuando la especialización de cultivos con sustitución progresiva de cereales, cáñamo y legumbres por hortalizas y verduras. La superficie regada permanece estable en esos años, con tendencia a la baja, y hay una clara estabilidad en la estructura de la propiedad. Los propietarios agrícolas y de molinos siguieron teniendo una fuerte presencia en los órganos de decisión de la Sociedad. La presencia de miembros de la nobleza y la iglesia en el conjunto de propietarios era escasa, pero los nobles estaban muy representados entre los mayores propietarios (el marqués de Castellvell, el conde de Llar, el marqués de Monistrol y otros).
Entre 1852 y 1879 aumentaron las explotaciones acuíferas privadas en la cuenca del Besòs, lo que repercutió negativamente en los caudales disponibles en la mina de Montcada. Surgieron problemas y hubo diversos intentos de ampliación de caudales, incluso intentando obtenerlos fuera, mediante compra a particulares, para conducirlos a la mina. También hubo intentos de prolongar los brazos de la mina, sobre todo en 1856 y en 1879, y se procuró disminuir las pérdidas, que llegaban a representar más del 50 por ciento del volumen total.
En la segunda mitad del ochocientos el número de propietarios de tierras de regadío se mantiene aproximadamente como en años anteriores, aunque con una cierta tendencia a la subdivisión, y una pequeña regresión del regadío, que se acentuará posteriormente, según avanza el proceso urbanizador. El valor de las tierras de regadío del Rec era muy elevado. Como dice el autor, "a la altura de los comienzos del 1880 la inversión en regadío en las huertas de la acequia no era mucho menos atractiva que las rentas urbanas del Ensanche o la adquisición de acciones industriales. El valor del regadío era una garantía para la permanencia de la misma Sociedad del Rec" (pág. 176).
Durante el siglo XIX se incrementaron los provechamientos industriales. Aunque el uso del caudal del Rec para mover los molinos se realizó ya en la edad media, fue en el setecientos, como hemos visto, cuando aumentó la utilización industrial. Durante la primera mitad del ochocientos los molinos entran en un proceso de estancamiento. Los prados de indianas y otros establecimientos tradicionales, como los tintoreros, entran en regresión. Pero los textiles de vapor aumentan su número de forma clara a partir de 1845 aproximadamente, utilizando el agua como sistema de refrigeración y generador de vapor así como auxiliar de los procesos de fabricación textil. "El papel desempeñado por el Rec Condal en este proceso de localización no fue marginal" (pág. 127) y eso a pesar de que la pequeñez e irregularidad del caudal no permitía instalar turbinas.
Una parte del agua utilizada volvía a la acequia, pero contaminaban mucho; y esas aguas contaminadas se usaban para regar campos y con distino al consumo humano.
Entre 1852 y 1879 hay un rápido crecimiento de la producción industrial en Barcelona, Sant Andreu y Sant Martí. El agua de la acequia fue utilizada para la limpieza de piezas textiles, de hilaturas y de la industria de curtidos, como refrigerante y alimentador de máquinas de vapor, y también como alcantarilla a la que se echaban las aguas residuales de los procesos productivos. El aprovechamiento se realizaba a veces a partir de concesiones legales de la Sociedad, y otras de forma ilegal, lo que daba lugar a procesos y pleitos. Solo los molinos tuvieron una evolución decadente, por la insuficiencia del caudal, por la expansión de instalaciones en otras cuencas fluviales y por la aparición de la moderna industria de molinería.
La ciudad y el canal
Las fricciones por el uso del agua pudieron ser a veces muy fuertes. En el caso del Rec, durante el siglo XVIII se agudizaron los conflictos entre intereses enfrentados por el uso del canal, ya que en Barcelona el abastecimiento desde Collserola era insuficiente.
El Rec abastecía, como hemos visto, el barrio de Sant Pere y el Portal Nou, que solo tenían agua de dicho canal. Desde comienzos del XVIII un conducto independiente del Clot empieza a extenderse hacia el Raval: primero, en 1703, hasta un depósito distribuidor en Canaletas para regar árboles de la Rambla, y a partir de 1744 con un conducto suplementario que permitió abastecer también diversas fuentes públicas, el cuartel de los Estudios, instituciones benéficas del Raval, conventos religiosos, colegios (de Betlem y Cordellas) y la fundición de las Atarazanas. A principios del XIX el agua del Rec era usada en el Raval por aalgunos particulars que deseaban tener agua en sus casas (nobles y burgueses) y por una fuente pública.
Todas esas ampliaciones explican que, como escribe el autor, "durante el período 1822-1852 el caudal procedente de las minas de Montcada será el principal de los suministrados para el servicio de la la población de Barcelona y permitirá modernizar el conjunto del sistema de la distribución intramuros. El ayuntamiento pensaba que las minas de Montcada era la solución para los problemas del agua a Barcelona". Efectivamente, hasta 1879 el abastecimiento de agua a Barcelona tendrá en las minas del Rec su principal recurso.
El Rec como factor de localización
Como hemos visto, el agua del Rec era usada ya en Barcelona desde época medieval por tintoreros, curtidores y tejedores, lo que convirtió el lugar por donde entraba en la ciudad -el sector de Sant Pere de las Puellas y Portal Nou- en un barrio industrial que se ha mantenido hasta fecha reciente y que, tras las emigración de la industria de tejidos y estampados, todavía concentra un importante equipamiento de establecimientos textiles al por mayor.
Tambien en el Llano de Barcelona (antiguos municipios de Sant Andreu y Sant Martí) el Rec fue un factor de localización de cultivos y de molinos. Durante el setecientos la posibilidad de disponer de su caudal sería un factor de localización de las fábricas de indianas en los terrenos entre el canal y el mar; en la Granota, el Juncar, la Llacuna, Sant Martí de Provençals, donde además había agua suficiente de albuferas y lagunas litorales.
Entre 1796 y 1801 se realizaron trabajos para el soterramiento del Rec en el tramo intramuros cercano al Borne. Pero el trazado del Rec es todavía hoy visible en el plano de la ciudad de Barcelona, tanto en el casco antiguo, en donde presta su nombre a algunas calles, como en los municipios anexionados de Sant Andreu y Sant Martí.
Durante el siglo XIX la expansión de la urbanización, y en concreto la construcción del Ensanche obligó a continur soterrando el Rec en diversos lugares, para el trazado de nuevas calles. Por otro lado, esa urbanización supuso un retroceso del regadío; la agricultura queda reducida a campos residuales y en expectativa de urbanización.
Al ser aprobado el Ensanche de Cerdá, el canal era un obstáculo par algunos desarrollos, y surgieron diversos problemas entre el Ayuntamiento y la Sociedad del Rec en relación con los trazados de vías y alcantarillado. El coste de las obras a realizar y el de la financiación de la limpieza dieron lugar a numerosos pleitos. Hubo también problemas derivados de la irregularidad del caudal, que a veces se reducía por el régimen hídrico-climático. Eso fue sin duda lo que hizo imposible el proyecto de Cerdá de crear un gran bosque de 250 hectáreas desde la estación de Horta en el ferrocarril del Norte hasta el curso del Besòs, por el norte, y la orilla del mar, el cual sería "susceptible de ser regado por la acequia Condal"(17). A mediados del siglo XIX, además de abastecer de agua potable, el agua del Rec limpiaba la cloaca general de la ciudad y abastecía a la Ciudadela y presidios. En todo caso, en los conflictos que se plantearon la primacía de los derechos de regantes y molinos se afirmó una y otra vez.
Surgieron también conflictos entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad. El primero intentó desviar la mayor cantidad de agua posible para el abasto desde las minas hacia el acueducto municipal. Hay que tener en cuenta que todavía en 1878 la mina de Montcada aportaba más del 60 por ciento del agua consumida por Barcelona (pág. 153). Desde los años setenta, sin embargo, el ayuntamiento empieza a buscar caudales propios en el Besòs, independientemente del Rec, lo que daba lugar a la oposición de la Sociedad, que veía el peligro de que disminuyeran sus caudales. Se llega a la apertura de tres pozos en la margen derecha del Besòs, cerca de la mina de Montcada, y en terrenos dela Compañia de ferrocarril de Tarragona a Barcelona, lo que aumentó los conflictos. Los pozos fueron inaugurados en 1879, y su caudal se destinó a alimentar el acueducto municipal de 1826. La creación de la Sociedad de Aguas de Barcelona, de capital privado, supondría un cambio importante, ya que fue autorizada a realizar exploraciones en la cuenca del Besòs y finalmente obtendría agua de Dosrius, junto a la riera de Argentona, contribuyedo a resolver el problema del abastecimiento de Barcelona. Pero ello dio lugar a un conflicto entre esa sociedad y la del Rec, que se prolongaría en las décadas siguientes.
Conclusión
El Rec Comtal debe enmarcarse en las grandes obras de ingeniería hidráulica españolas y europeas, por lo que tenemos necesidad, ante todo, de estudios que adopten una perspectiva general y comparada. El libro de Manel Martín Pascual no solo constituye una aportación de gran valor para el conocimiento de una etapa del Rec hasta ahora no estudiada, sino que supone también un primer paso en esa dirección, ya que utiliza en su estudio bibliografía general sobre los conflictos hídricos en la España del siglo XIX. Pero necesitamos profundizar todavía más en esa bibliografía general, tanto española como de otros países del Mediterráneo, para entender en todo su alcance el papel de un canal como el Rec en una gran metrópolis europea.
Se necesitan además nuevos estudios sobre los orígenes del Rec, sobre la evolución histórica, y sobre los conflictos en la época contemporánea, desde 1879 en que acaba el libro hasta hoy. También sobre las técnicas de ingeniería y las corporaciones profesionales. El papel de los técnicos del Rec pudo ser importante, sobre todo cuando sabemos que uno de los arquitectos oficiales de la acequia fue Antonio Rovira i Trias, el ganador del concurso de Ensanche organizado por el Ayuntamiento de Barcelona para oponerse al proyecto de Cerdá. En el libro se hacen sugerencias sobre el posible efecto de esa vinculación de Rovira i Trias con el Rec sobre su proyecto de un ensanche limitado, ya que "probablemente buena parte de los propietarios vinculados a la acequia debía pertenecer a los grupos de rentistas rústicos y urbanos descontentos con un ensanche extenso" (pág. 150).
El Rec ofrece también posibilidades de uso para la arqueologia industrial. La experiencia que tengo de algún recorrido con los estudiantes de Geografía urbana siguiendo su trayecto me permite hablar del interés de tal itinerario para comprender aspectos importantes del desarrollo de Barcelona.
Finalmente, vale la pena tener en cuenta que el estudio histórico de un canal y de los conflictos en torno al uso del agua no es que tenga simplemente un algo de valor académico. Seguramente, como siempre ocurre con la historia, puede tener interés para encarar problemas que hoy se plantean.
El agua es, como hemos dicho, un recurso estratégico y los conflictos por su uso son continuados a lo largo de la historia; y, como el caso del Rec muestra, se han ido incrementándo desde el siglo XVIII con el aumento de la población y de los aprovechamientos.
En el momento actual en que se discute la reforma de la Ley de Aguas
en España, el gobierno de derechas del PP, con el apoyo del partido
nacionalista de CiU, ha tomado la decisión de legalizar la posibilidad
de que los particulares con derechos a utilizar agua puedan venderla al
mejor postor(18). Se trata, dicen sus defensores,
de conseguir la máxima eficiencia, y el máximo ahorro en
épocas de sequía. Pero ello plantea numerosos problemas.
Cuando se abre esa vía siempre existe la posibilidad del cambio
de uso del agua en beneficio de los que poseen más recursos, estableciendo
un mercado libre para un bien escaso y que debe ser de dominio público.
No es seguro que la eficiencia económica tal como la entienden los
neoliberales coincida con la eficiencia ecológica y la equidad social.
Notas
1. Texto preparado para la presentación del libro de Manel Martín Pascual, realizada en el Museo de Historia de Cataluña, de Barcelona, el 6 de mayo de 1999.
2. Gual Camarena, 1979; Peris Albentosa, 1992.
3. Pérez Picazo y Lemeunier, 1985 y 1990.
4. Fernández Marcos, 1961; Pérez Sarrión, 1975.
5. Helguera, García Tapia, y Manero, 1988.
6. Arroyo Ilera y Camarero Bullón, 1989; Fernández Ordóñez y otros, 1986; López Gómez, 1989 y 1995.
7. Esta última es la interpretación tradicional, en Busqueta, Huntingford, Solá, 1989; la otra parece apoyarse en interpretaciones arqueológicas recientes.
8. Duby (1962), ed. 1999, págs. 29 y ss.
10. 1 pluma = 0,0255 litros/ seg, es decir 2.200 litros día.
11. Según García Fuentes, 1989, cit. por Martín Pascual, pág. 55.
17. Cerdá. Teoría de la construcción de las ciudades, (1559), ed. 1991, & 1516.
18. El País, 12 de abril de 1999,
pág. 28. La reforma de la ley del agua ha sido aprobada por el gobierno
el 7 de mayo de 1999.
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