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y Ciencias Sociales |
EL ESTUDIO DE LA INMIGRACION ARGELINA EN FRANCIA APROXIMACION BIBLIOGRAFICA
M.Rosa Ferrer Sánchez
En la segunda mitad de este siglo se genera una problemática
específica en los países de la Europa industrializada: la
llegada de trabajadores extranjeros que desean, en un plazo más
o menos largo de tiempo, cambiar de nacionalidad y aposentarse en dichos
países. La finalidad de estos emigrantes es encontrar un trabajo
y mejorar su nivel de vida. Llegan a la Europa industrializada con la ilusión
de que van a lograr mejorar su status económico y de vida; pero
su situación real en las ciudades europeas no es, en un principio,
mucho mejor que la que dejaron atrás en sus países de origen.
De ahí que nazca dicha problemática: la de la situación
de los emigrantes extranjeros en las ciudades europeas contemporáneas.
Este artículo es una aproximación bibliográfica al
problema de un determinado tipo de emigración, la emigración
de los países del Norte de Africa a la Europa occidental; y, en
concreto, es un estudio sobre la inmigración argelina en Francia.
Este trabajo cita únicamente libros que se refieren total o parcialmente
al tema. No incluye artículos publicados en revistas, las cuales
podrán ser objeto de atención en otro momento. Pero vale
la pena señalar algunas, como Estudios migratorios, Santiago
de Compostela; Migraciones, Universidad Pontificia Comillas, Madrid;
International Migration Quarterly Review, Malden, Estados Unidos;
International Migration Review, New York y Studi emigrazione,
Roma.
El artículo tratará, en particular, de las características
de la emigración argelina en Francia, los acuerdos franco-argelinos,
la localización de los inmigrantes argelinos en Francia, el problema
de la vivienda y, finalmente, el problema de la integración.
Las características de la emigración argelina en Francia
El estudio de las migraciones internacionales ha sido objeto de numerosos
trabajos desde hace tiempo, como el de Pierre George de 1976, en el que
distingue tres tipos de inmigrantes: por un lado, lo que llama "trabajadores
extranjeros" que no son nada más que inmigrantes temporales,
que tienen un contrato de trabajo en el país que les acoge durante
sólo un período de tiempo definido; por otro, los llamados
propiamente "inmigrantes", que son los que desean cambiar de
país y en un plazo más o menos largo de nacionalidad. Finalmente,
también hay que señalar la presencia de los llamados "inmigrantes
ilegales". Nos parece que los tres tipos de inmigrantes extranjeros
se dan en el caso francés.
La inmigración de los argelinos en Francia data ya de la Primera
Guerra Mundial, cuando Argelia era colonia francesa y se trataba simplemente
de una emigración de los departamentos de ultramar a los departamentos
del continente. Pero será después de la independencia de
Argelia, y en concreto en la década de los 70, cuando la emigración
a Francia aumente considerablemente. En 1971, Francia era el país
que recibía el 98% de la emigración argelina, es decir 760.000
emigrantes, y al año siguiente, los argelinos pasaron a ser la nacionalidad
que aportaba más inmigrantes al país. Entre 1972 y 1973 la
inmigración argelina pasó a ser de 1 millón de individuos.
El origen de estos inmigrantes era, esencialmente, las regiones montañosas
de Argelia, en concreto la Cabilia. Los emigrantes eran miembros de familias
campesinas y, en un principio, comprendían sólo hombres.
En muchos casos existe un período intermedio en el que el inmigrante
reside transitoriamente en una ciudad portuaria de su país, generalmente
Argel, para posteriormente partir hacia el extranjero.
Sobre la historia de la inmigración en Francia, se puede consultar
la obra de Juliette Minces (1973) que, además, hace un estudio sobre
el caso particular de cada tipo de nacionalidad; así como el artículo
de P. George: "L'évolution de l'immigration en France"
(en Alfandari, 1990). Y la obra de B. Khader (1992) que realiza un repaso
histórico a la inmigración magrebí en Europa y proporciona
numerosas estadísticas.
Ya a mediados de los años 70, el mismo George señalaba, también,
la figura del inmigrante ilegal que hemos mencionado, el cual generalmente
vendía lo poco que tenía para pagar los servicios de una
"patera" que le llevara a Europa. En algunos casos, estos inmigrantes
tenían y siguen teniendo un final trágico en el mar; y, en
muchos casos, son repatriados a su país de origen. Pero algunos
consiguen quedarse. Generalmente acaban convirtiéndose en trabajadores
clandestinos, sobreexplotados. Es éste un problema que sigue siendo
de gran actualidad y que también ha tratado R. Lohrmann en "Les
migrations clandestines: Un problème d'actualité dans les
pays en développement" incluido en la obra dirigida por Appleyard
(1989).
La emigración argelina a Francia es una emigración mayoritariamente
de hombres, ya que emigran más de 6 hombres por cada mujer. A pesar
de las facilidades acordadas para la reunión de las familias de
los trabajadores argelinos con contrato de trabajo y permiso de residencia,
la inmigración familiar sigue siendo bastante escasa. Según
P. George que cita a Georges Tapinos, esto es sólo una situación
transitoria: "toda inmigración de mano de obra conlleva después
de un período de tiempo más o menos largo la reagrupación
familiar". Dicha reagrupación ha tenido lugar sobre todo a
partir de 1970, y en especial para los menores de 35 años. Pero
en 1975, el desequilibrio de sexos era aún muy marcado (el 68% de
los inmigrantes residentes en Francia eran hombres) y en 1982 la proporción
seguía siendo similar (62%). El tema de los reagrupamientos familiares
ha sido abordado por Jean Massot (en Alfandari, 1990) en su artículo
"L'immigré et sa famille: le regroupement familial", y
por Bichara Khader (1992), en cuya obra podemos encontrar un apartado dedicado
al tema.
Los acuerdos franco-argelinos
En 1962, fecha de la independencia de Argelia, se estableció
un acuerdo entre este país y su antigua metrópoli que garantizaba
la libertad de entradas y salidas de personas entre los dos países.
Pero dos años más tarde, se limitó la entrada de inmigrantes
argelinos en Francia, de acuerdo con las necesidades del mercado laboral.
En 1968, se fijó un contingente anual: se restringió la entrada
a 35.000 emigrantes argelinos. El emigrante recibía la "carte
d'émigrant" por el "Office National Algérien de
la Main-d'Oeuvre"(O.N.A.M.O), que le permitía entrar en territorio
francés después de haber pasado un examen médico.
Tenía entonces nueve meses para encontrar trabajo. En caso de que
lo encontrase, y presentando el correspondiente contrato de trabajo, obtenía
un certificado de residencia por un año. En caso negativo, debía
abandonar Francia. En 1971, el contingente anual se redujo a 25.000 entradas.
Y a partir de 1972, con la "Circulaire Fontanet", se estableció
como condición necesaria para poder regularizar su situación
en Francia que el inmigrante presentase un contrato de trabajo válido
por lo menos durante un año y un certificado de residencia. En 1981
se acordó que los extranjeros "sin papeles", que pudiesen
justificar que tenían un empleo, pudiesen regularizar su situación
en Francia. Al mismo tiempo, la política de inmigración era
más tolerante con la entrada de personas inactivas en vistas a las
reagrupaciones familiares (George, 1986; Collinson, 1993).
Otros autores que también han tratado el tema de la política
de Francia como país receptor de inmigración son J. Minces
(1973) y B. Khader (1992).
La localización de los inmigrantes argelinos en Francia
Dentro de Francia, los argelinos se localizan en cinco grandes zonas.
Los encontramos, sobre todo, en la región parisiense; pero, también,
en la de Lyon (departamentos de Rhône, Loire e Isère), en
la región de Marsella, en las viejas regiones mineras e industriales
del Norte y de la Lorena y el resto repartido en los Alpes meridionales,
en el Gard, en el Doubs y las Ardenas. La localización de la inmigración
argelina en Francia es analizada en las dos obras de P. George ya citadas
(1976 y 1986) y en su artículo incluido en la obra de Alfandari
(1990).
La localización espacial de los inmigrantes es sobre todo fuerte
en las grandes aglomeraciones urbanas; y dentro de ellas, en las zonas
más pobres de las ciudades, convertidas normalmente en guetos donde
convergen los inmigrantes de una misma nacionalidad. Se crea lo que Pierre
George llama una "solidaridad de grupo" (George, 1976, pág.65):
ante la hostilidad de la población autóctona, los argelinos
se reunen en el "café de los argelinos", compran alimentos
de su país de origen en sus propias tiendas y habitan, en general,
en sus barrios en los que, entre otras cosas, pueden comunicarse en su
propia lengua. F. Dubet y D. Lapeyronnie (1992) dedican un apartado de
su obra al estudio de los guetos y de los "bidonvilles" en la
periferia de las grandes ciudades. En la obra de G. Duby, se estudia, también,
en algun punto, la instalación de la inmigración magrebí
en las ciudades francesas; y la obra de M. Maurice y D. Deloménie
(1976) es un estudio del desarrollo urbano de una ciudad en concreto, la
ciudad de Marsella, en el que podemos encontrar un apartado dedicado a
la relación del desarrollo de la ciudad con la inmigración.
Habría que añadir, también, el estudio de Azouz Begag
(1991) que, además de tratar el tema de la ciudad y los inmigrantes,
se centra sobre todo en los transportes, la movilidad urbana y la inmigración.
El problema de la vivienda
Dentro de esos guetos que acabamos de mencionar, los edificios suelen
ser de antigua construcción. Según la clasificación
francesa, se considera antiguo un edificio anterior a 1948. Los inmigrantes
extranjeros viven en edificios antiguos en una proporción muy superior
a la de los propios franceses, tal como indica C. Rulleau en su artículo:
"Immigration mahgrébine en France, intégrisme, intégration",
incluido en la obra de Montabes (1993). Se trata, además, de viviendas
pequeñas, en las que, en numerosas ocasiones, viven hacinadas más
personas de las que sería deseable (Minces, 1973).
Por otro lado, los trabajadores nacionales tienen prioridad a la hora de
encontrar piso; por ejemplo, por lo que respecta a las viviendas sociales:
las HLM ("Habitations à Loyer Modéré").
Hay establecidas unas cuotas para la obtención de estas HLM. Sólo
el 6,5% de las HLM son oficialmente destinadas a extranjeros (Minces, 1973).
Aparte de este tipo de viviendas, los propietarios son muy reacios a alquilar
sus apartamentos a inmigrantes extranjeros; entre otras cosas, porque cuando
un edificio es ocupado en su totalidad por inmigrantes, los edificios colindantes
pierden valor (Minces, 1973). Los nacionales los abandonan, rehúsan
habitarlos. Es por ello, que las HLM se han convertido en un símbolo
de "regresión social", tal como menciona C. Rulleau en
la obra editada por Montabes (1993).
Hay que hacer mención, también, de los hombres que viven
sólos, generalmente en hostales, y que hasta hace poco eran muy
numerosos debido a la alta tasa de emigración masculina argelina.
En cualquier caso, los inmigrantes son presa generalmente de los llamados
"marchands de sommeil", que han realizado verdaderos abusos con
ellos. Se calcula que dos terceras partes de las familias inmigradas habitan
en condiciones no controladas por los poderes públicos. (E. Julien:
"Le logement des immigrés", en Alfandari, 1990).
El problema de la integración
El problema de la integración tiene que ver con las relaciones entre
inmigrantes y población del país de acogida. La presencia
de inmigrantes extranjeros es percibida como inquietante por la población
autóctona cuando éstos sobrepasan un determinado volumen
de población y se convierten en demasiado numerosos, como ya recogía
P. George en los años 70. Pero a ello hay que añadir otro
factor primordial, la extremada diferencia cultural entre ambas poblaciones.
En efecto, no crea tantos problemas la integración de emigrantes
españoles en Francia, por muy numerosos que sean, como la crea la
de los argelinos. La integración de los españoles es posible
debido a la proximidad cultural. Los españoles aún pueden
convertirse en "des français comme les autres" (Dubet,
1987, pág.276). La diferencia cultural entre argelinos y franceses
es, en cambio, muy grande para que la asimilación cultural se produzca
sin problemas. La adaptación de los argelinos afecta no sólo
a la lengua, sino también a sus creencias, modo de vida y sistema
de valores (George, 1976). Hay quien se pregunta si el Islam no es un obstáculo
a la integración, tal como indica C. Rulleau en la obra de Montabes
(1993). Autores como Bruno Etienne (1987 y 1989), Gilles Kepel (1987) y
Sadek Sellam (1987) han analizado este problema.
Para Paul Oriol, una política de integración supone que los
inmigrantes puedan conservar su personalidad, pero que no cuestionen las
reglas impuestas por la sociedad de acogida, que permite una cierta unidad
dentro de la diversidad (Oriol, 1985).
La integración se realiza, sobre todo, a través de la escuela
para los hijos de los inmigrantes argelinos. Así lo sostienen F.
Dubet y D. Lapeyronnie (1992) que consideran que la integración
cultural de estos jóvenes magrebíes tiene lugar en la escuela
a través de la obtención de un diploma (que les permitirá
en el futuro encontrar trabajo en el mercado laboral francés), del
aprendizaje de la lengua francesa, del aprendizaje también de la
historia y la cultura francesas y, finalmente, tiene lugar a través
de las relaciones de amistad que establecen con jóvenes compañeros
de estudios franceses.
Pero, para los adultos, la diferencia cultural hace que la integración
sea difícil y ello lleva a un auto-aislamiento de los propios inmigrantes
argelinos. Estos, como ya hemos visto, crean guetos (la ciudad de Marsella
es uno de sus ejemplos) donde se segregan del resto de la población.
Viven en hoteles que pertenecen a argelinos y donde se hospedan argelinos,
se encuentran en el "café de los argelinos"... Se trata
de una reacción de huida ante la agresión de que son objeto
por parte de la sociedad de acogida.
El estudio de la integración de los inmigrantes lo han realizado
también J. Minces (1973); Anthony H. Richmond: "Socio-cultural
adaptation and conflict in inmigrant-receiving countries" y Altan
Gokalp: "Migrants' children in Western Europe: differential socialization
and multicultural problems", ambos en la obra de Stahl (1988); Khader
(1992) y varios autores en la obra dirigida por G. Tapinos (1993).
También es verdad que se han creado algunas instituciones para ayudar
a la integración de estos inmigrantes: como por ejemplo, el FAS
(Fonds d'Action Sociale pour les travailleurs immigrés et leurs
familles) o el CNIPI (Conseil National pour l'Intégration des Populations
Immigrées) (Lebon, 1993). En la obra de S. Collinson (1993), se
hace un repaso a la política del Estado francés respecto
a las medidas tomadas para ayudar a dicha integración y en la de
E. Alfandari (1990) hay un artículo de G. Moreau titulado: "Les
institutions spécialisées de l'action sociale en direction
des communautés immigrées".
Pero la integración resulta siempre difícil y la presencia
de los inmigrantes magrebíes en Francia crea un rechazo por parte
de un sector de la sociedad francesa. Este rechazo es más importante
todavía en lo que respecta a la delincuencia. Sobre este último
problema es interesante ver lo que dicen los estudios de G. Dubet (1987)
y de S. Castles y G. Kosack (1973). Según Castles y Kosack, es común
la creencia de que los inmigrantes tienden a ser problemáticos por
lo que respecta a la delincuencia. Ello crea aún más hostilidad
hacia ellos. Los delitos perpetrados por los inmigrantes son sobrevalorados
respecto de aquellos cometidos por nacionales ("The press tends to
put great emphasis on crimes comitted by inmigrants", pág.341)
porque, por un lado, son delitos, pero por otro, son percibidos como una
expresión de rechazo a la integración en la sociedad francesa.
Dubet (1987 y 1992 con Lapeyronnie) analiza específicamente la delincuencia
juvenil: la "galère".
La hostilidad de parte de la población francesa hacia la inmigración
argelina es patente en los resultados electorales. La extrema derecha,
el "Front National" gana cada vez más adeptos en las zonas
receptoras de inmigración. En Marsella, ello es evidente desde los
años 80, y en la zona de París, desde la década de
los 90. Es lo que Todd llama "el rechazo ideológico del grupo
magrebí" (Todd, 1996, pág.278). El problema del racismo
en Francia es noticia diaria y ha sido analizado por diversidad de autores,
como F. Dubet y D. Lapeyronnie (1992); S. Castles y G. Kosack (1973); J.
Minces (1973) o los artículos de A. Hayot: "Marsiglia sul Mediterraneo:crisi
del "melting pot" alla francesa?" en la obra de Balbo (1990),
de M. Wieviorka: "Tendencies to racism in Europe. Does France represent
a unique case, or is it representative of a trend?" en la de Wrench
y Solomos (1993) o el artículo del mismo M. Wieviorka: "La
gran mutación: precondiciones del auge racista en Francia"
en la obra compilada por Contreras (1994).
Finalmente, se puede anotar la relación entre los inmigrantes y
el resto de la población trabajadora autóctona. Los inmigrantes
argelinos ocupan puestos de trabajo en la construcción, los transportes,
los servicios (limpieza...) y la industria (especialmente de producción
y transformación de metales...) (George, 1976). Aunque los inmigrantes
ocupan puestos de trabajo normalmente rechazados por la población
autóctona (el 56% de los franceses reconoce que no aceptarían
jamás trabajar en los empleos que ocupan los inmigrantes según
F. Dubet, 1987) ,los trabajadores tienden a considerarlos como un grueso
de población trabajadora foránea que viene a "usurpar"
sus puestos de trabajo (Castles y Kosack, 1973).
Para S. Castles y G. Kosack, ello impide que tenga lugar una "solidaridad
de clase". Para ellos, las causas son de tipo socio-económico:
la propia inseguridad de los trabajadores autóctonos, más
que no las características de los inmigrantes. Sin embargo, podríamos
considerar que si se llegase a producir una integración real de
estos inmigrantes en la sociedad de acogida, y, por lo tanto, éstos
fuesen considerados como trabajadores autóctonos, desaparecería
el concepto de "usurpación", aunque las causas socio-económicas
persistiesen. Porque, en el fondo, lo que provoca el rechazo no es tanto
la causa socio-económica, como el hecho de percibir al otro como
un extranjero respecto de la propia sociedad, como a una persona que no
comparte la propia identidad cultural.
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