Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 127, 5 de diciembre de 1998

CASTRO, Constancio de. La geografía en la vida cotidiana. De los mapas cognitivos al prejuicio regional. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1997. 248 p. [ISBN 84-7628-199-4]

Josep Vicent Boira i Maiques


Desde hace unos cuantos años han ido aparecido en España diferentes estudios que tienen como base la percepción, la imagen y el comportamiento espacial. En 1992(1) , tuvimos oportunidad de repasar algunos de ellos, siguiendo el ejemplo del trabajo realizado por el profesor Estébanez en 1980(2). Desde entonces, se han realizado nuevas aportaciones a este campo de trabajo y sería hora de analizarlas con detalle. Una de ellas la realiza un geógrafo habitual en este campo de trabajo, el doctor Constancio de Castro.

Esta publicación ve la luz en un momento de duda, al menos, personal. El libro, por ello, no sólo es oportuno, sino que al tomar partido, nos ayuda a aclarar algunos de los extremos de esta incertidumbre: ¿continua siendo apropiado hablar de una "geografía de la percepción y del comportamiento" para todo estudio que analice, de alguna forma, el espacio subjetivo o mental? Adelantemos que el libro de C.de Castro apuesta por el no.

Ciertamente, estamos ante una duda razonable. La pluralidad de enfoques y la multiplicación de intereses en el seno de los estudios sobre esta materia han hecho que aquella etiqueta que hiciera fortuna en los años setenta y ochenta, se nos muestre incapaz de aglutinar trabajos cada vez más divergentes en sus técnicas, métodos y orientaciones teóricas. Resulta obvio que existen todavía lazos que unen trabajos como el C.de Castro con otros desarrollados por geógrafos españoles(3). Entre ellos, podemos destacar el compromiso por la vida cotidiana y la curiosidad por saber qué sucede fuera del ámbito académico, la activa presencia de nuestra mente en la vida de la ciudad (percepción de los entornos urbanos y comportamiento), la diferencia existente entre los esquemas mentales de los usuarios y de los "fabricantes" de la ciudad, la conversión de los lugares geográficos en una manufactura cultural que manejamos en nuestra relaciones diarias y que se convierte en conocimiento social o la posibilidad de trabajar sobre el mapa cognitivo que surge del trato con nuestro entorno, mapa que es una realidad activa en nuestro comportamiento.

El nexo de unión más importante, con todo, tal vez sea el de reconocer la existencia de dos tipos de espacio, uno absoluto y otro mental, uno reflejado en la cartografía oficial, los datos estadísticos y la escuadra y cartabón y otro que nace de la palabra (la percepción, la opinión, las preferencias, la valoración, la descripción) y de los hechos (los desplazamientos y el comportamiento) de los ciudadanos, de quienes viven diariamente ese mismo espacio. Sin embargo, a partir de esta premisa común, la pluralidad de enfoques dificulta las etiquetas comunes. La aportación de Constancio de Castro es una clara muestra de cómo desde determinada posición, se hace muy difícil la convivencia con otras orientaciones que no se ven como complementarias, sino alternativas.

El libro, y en realidad, la dilatada y fructífera obra del profesor C.de Castro, para bien y para mal, está más enraizada en la tradición norteamericana que en la europea y, menos aún, en la de la geografía española. Su biografía personal, sus estudios y docencia en Venezuela y Estados Unidos de Norteamérica, así como sus doctorados en psicología y geografía explican buena parte de la orientación del libro, muy alejado del contexto donde se han formado los geógrafos españoles que trabajamos en el campo del espacio subjetivo y de la así llamada geografía de la percepción.

El libro que nos ocupa se divide en cuatro grandes capítulos. El primero viene dedicado a la ciudad y a la forma en que se confeccionan y construyen los mapas cognitivos, en los que el comportamiento y los desplazamientos juegan un papel importante. El segundo capítulo se centra en los lugares que el ser humanos conoce y en la información de esos lugares, asi como la forma en que ésta se estructura, almacena y ordena. El tercero nos presenta algunos ejemplos de estereotipos geográficos y regionales y el cuarto y último está dedicado a explicar una de las técnicas que mejor se ajustan a las posiciones de partida del autor: el análisis de proximidades o Multidimensional Scaling (MDS).

La clave de esta publicación -que es una buen resumen del pensamiento del autor-, nos la dió el mismo Constancio de Castro hace ya diez años, cuando decía (1987:24 y 25): "lo que buscamos es un modo de conocimiento, de acercamiento a la geografía y ese modo es eminentemente comportamental" y seguía "el esquema de comportamiento físico (es) la única plataforma susceptible de medición". El libro que hoy comentamos amplía y desarrolla estos principios y los reelabora para ofrecerlos al lector a veces de forma explícita, otras implícitamente en algunos ejemplos. Para el autor, el comportamiento es la variable más importante. Para trabajar con imágenes o mapas mentales, el mejor camino no es el de la introspección -que se supone es el método que practicamos quienes nos acercamos a un sujeto para pedirle una serie de respuestas o bien su amable dibujo de la ciudad-, sino que lo es, a su juicio, el análisis de los desplazamientos y de los escenarios de conducta. Las conductas observables son, por tanto, "la vía para inferir lo que pasa en el interior de nuestras mentes" (p.33).

Y los dos instrumentos que ofrece C.de Castro para trabajar sobre estos comportamientos y sobre el espacio subjetivo son dos: el mapa cognitivo urbano y el atlas cognitivo. El primero es una "realidad activa en nuestro comportamiento; orienta nuestros pasos en el desplazamiento y ahuyenta el riesgo de perdernos en la jungla urbana" (p.9). El segundo vendría formado por la información sobre lugares geográficos, más allá de los entornos habituales de desplazamiento. A partir de aquí, la propuesta del autor es clara: el análisis del medio urbano se debe basar exclusivamente en el estudio y observación de comportamientos, por ello, otros métodos derivados de la introspección (encuestas, entrevistas, dibujo de mapas mentales) no son válidos -y por sujeto de aceradas críticas por C. de Castro-, mientras que cuando el análisis se refiere a otros lugares geográficos (provincias, regiones, paises, incluso ciudades contempladas como sujetos), la técnica de análisis se centra en la encuesta o el interrogatorio verbal, habida cuenta que los comportamientos, a esa escala, no sólo son imposibles de captar, sino poco indicativos de las preferencias, prejuicios o del conocimiento social del ser humano.

Así, C.de Castro nos ofrece dos campos de trabajo y dos técnicas diferentes: el mapa cognitivo urbano es el reino del comportamiento y, en palabras del autor, un instrumento "para efectuar desplazamientos cotidianos precisos", y el atlas cognitivo, que en realidad no sirve para nada útil -permítaseme la exageración-, es el espacio del "comercio de ideas que tiene lugar en la vida social".
Esta diferenciación, básica en el libro que comentamos, es, para mi, una de sus mayores contradicciones. Estando de acuerdo en el importante papel que juega el mapa cognitivo urbano en los desplazamientos y en el comportamiento de los seres humanos, se nos plantea una pregunta básica: ¿por qué C.de Castro niega a la ciudad lo que él mismo aplica con fruición a otras escalas de análisis, por ejemplo, a la de las comunidades autónomas españolas?, ¿por qué puede analizar lo que él denomina el atlas cognitivo en otras escalas que no sean los barrios de la ciudad?, ¿por qué se puede preguntar sobre estereotipos en comunidades autónomas -como él hace-, y no en barrios, cuando ambos constructos pueden ser igualmente artificiales e incluso en algunos casos, el primero más irreal que el segundo?(4).

La radical postura de C. de Castro al respecto se manifiesta en su rechazo a las investigaciones de Lynch, Milgram y, en el ámbito español, a todas aquellas que toman como base de su trabajo la realidad urbana (calles, plazas, barrios...). Su justificación es tan científicamente impecable -de acuerdo a los fundamentos de la ciencia cognitiva y más concretamente de la psicología cognitiva(5) - como alejada del sentido común. Dudar, como hace el autor (p.69), de que el plano callejero (o los barrios de una ciudad) es la base de representación de la imagen de la ciudad es situar las investigaciones en percepción urbana cerca de la metafísica por la falta de referentes concretos, o, mejor dicho, cerca de la psicología cognitiva -ciencia que profesa C.de Castro-, y cerca por tanto, de intereses próximos a los descubrimientos de la forma en que funciona nuestra mente en los procesos de percepción y cognición. Una afirmación del autor es clave al respecto: "El mapa cognitivo requiere ser trabajado bajo un enfoque más propio del laboratorio psicofísico, alejándose un tanto del estilo imperante en los estudios de percepción urbana" (p.205). La exigente posición de C.de Castro se demuestra en la leonina condición que propone a los encuestados, por ejemplo, a la hora de contestar en el ejercicio sobre percepción de comunidades autónomas (véase la p.163). Dudo, honestamente, que el encuestado conteste las preguntas siguiendo fielmente las instrucciones ofrecidas.

De esta consideración parte una de las injusticias de las críticas de C.de Castro y que nos ha servido para reflexionar al principio de este escrito sobre la conveniencia de diferenciar claramente los trabajos en percepción espacial: no se puede acusar al pino de no parecerse al roble o criticar a las manzanas por no saber como las peras, pese a que ambos sujetos sean árboles o frutas dulces. De igual modo, creo que el profesor C.de Castro se equivoca al pensar que todos aquellos que nos acercamos al espacio subjetivo en la ciudad buscamos lo que él denomina el "mapa cognitivo". Por ejemplo, se puede criticar el cuestionario de mi investigación (Boira, 1992, pp.195-199) por muchos motivos, pero no por no ir dirigido a recoger comportamientos -como hace C.de Castro en la página 102 de su libro-, puesto que no era ese su objetivo.

¿Estamos pues ante un problema terminológico, de comunicación?, tal vez. Pero es probable que haya algo más. Tal vez no nos hayamos dado cuenta de la divergencia de caminos que siguen los practicantes de la así llamada geografía de la percepción y del comportamiento y que comentamos al principio de esta reseña. La pregunta que se nos viene a la cabeza es: ¿sobre qué enfocamos nuestro punto de mira?, ¿es nuestro objetivo la ciudad percibida o el proceso de percepción urbana? Inclinarse por la primera cuestión hace que analicemos el mosaico urbano subjetivo, el mapa mental, la ciudad distorsionada a través del "prisma de la experiencia personal de la gente, coloreada por sus esperanzas y miedos y distorsionada por prejuicios y predilecciones" (Knox, 1997:149). Decidirse por la segunda equivale, en palabras del propio C.de Castro, a bucear en el proceso de "cómo transladamos el mundo de fuera o extramental hacia la interioridad de nuestra mente" (C.de Castro, p.32) y a "buscar las relaciones espaciales con las que operamos puertas adentro de nuestra mente" (p.121). Objetivos laoables, sin duda, pero tal vez más ligados a esa ciencia cognitiva de la que es preciso reconocer que los geógrafos sabemos poco y convendría saber más, como también de la psicología ambiental, cuyo paradigma de trabajo roza, en muchos aspectos, el de la percepción en geografía. Los congresos y jornadas de psicología ambiental realizados en España(6), las teorías de Aragonés en Madrid a finales de los ochenta, de Pol en Barcelona o de Hernández y Carreiras en Tenerife, presentan campos de trabajo en los que el geógrafo puede sentirse cómodo colaborando con un psicólogo.

Por resumir nuestra opinión sobre este libro, se trata de una obra ambiciosa, exigente con el lector y que da la impresión de no responder plenamente a algunas de las cuestiones que el mismo autor plantea. Los geógrafos que leemos con atención los trabajos de C.de Castro esperábamos más aportaciones a la vida cotidiana, a la mejora de la ciudad, al conocimiento del entorno y a la felicidad de los seres humanos que los mapas de borrosidad perceptual (p.205) que ilustran el capítulo final del libro y que, en cierta forma, parece ser una de las grandes aportaciones de esa rama de la investigación geográfico-cognitiva. Con todo, es un libro imprescindible para comprender uno de los caminos que pueden seguir las investigaciones en geografía sobre el espacio subjetivo en la actualidad.

Notas

1. "Percepción del espacio y geografías personales: una revisión de los estudios realizados en España desde aproximaciones no analíticas" (pp.307-312) y "Balance crítico de dos décadas de Geografia de la percepción en España. A propósito de lo estudios sobre espacios urbanos" (pp.341-356), (ambos en colaboración con el profesor Pedro Reques) y publicados en las Actas del V Coloquio de Geografía Cuantitativa. Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 1992.

2. Estébanez, J. Gli studi sulla percepzione ambientale nella Geografía Spagnola.Revista Geográfica Italiana, nº 87, 1980, p. 96-105.

3. Por citar un ejemplo cercano de trabajos distintos a los de C.de Castro, Boira (1992) y Dávila et al. (1994).

4. De hecho, nosotros hemos podido comprobar (Boira, 1992) que los habitantes de la ciudad saben y pueden delimitar sus barrios, con mayor o menor exactitud respecto la delimitación administrativa, no siendo este en absoluto un concepto abstracto y falto de concreción espacial y vivida.

5. El reciente trabajo de Steve Pile (1996) y alguno anterior (de 1993, reproducido por Barnes y Gregory, 1997), muestra cómo precisamente la psicología cognitiva no resuelve, ni mucho menos, todos los problemas de interpretación del comportamiento de los seres humanos, sobre todo al no prestar la atención que merece al inconsciente y a tres elementos fundamentales en toda acción: las fuentes, objetivos y contenidos de los motivos, las emociones y las actitudes. Porque, a juicio de Pile (1996:29) tan importante es el comportamiento espacial abierto o manifiesto (overt), como el encubierto (covert), que se suele olvidar entre quienes hacen del comportamiento pieza fundamental explicativa. Según Pile (1993, en Barnes y Gregory, 1997:423) "la concepción de Freud sobre el subconsciente significa que la conciencia no puede ser la base para entender la experiencia y el comportamiento humano", lo que sí hace la geografía comportamental. Así mismo, siguiendo a Lacan, Pile asegura que el mundo es vivido a través de tres clases de espacio: el real, el imaginario y el simbólico, unidos en un sólido bloque difícil de diferenciar, por lo que el comportamiento no sería sólo fruto de un proceso de percepción o interiorización del exterior casi mecánico, como señalan la ciencia cognitiva, que trabaja incluso en la reproducción de ese mecanismo en el mundo artificial de la computerización.

6. El último trabajo publicado y conocido por nosotros recoge las segundas Jornadas de Psicología Ambiental, desarrolladas en 1989 en Mallorca, aunque editadas en 1996. Especialmente significativo es el volumen de Íñiguez y Pol (compiladores). Cognición, representación y apropiación del espacio. Barcelona: Universitat de Barcelona, monogràfics psico-socio-ambientals, nº 9, 1996.

© Copyright: Josep Vicent Boira i Maiques, 1998
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