Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía
y Ciencias Sociales. |
SOUTO GONZÁLEZ, Xosé Manuel: Didáctica de la
Geografía. Problemas sociales y conocimiento del medio. Barcelona,
Ediciones del Serbal, Col. La estrella polar nº 11, 1998. 400 págs.
Francisco F. García Pérez
Es éste un libro ambicioso y complejo, reflejo, sin duda, de
la historia personal y profesional de su autor: geógrafo comprometido,
profesor innovador en la enseñanza secundaria, coordinador de la
experimentación de la Reforma y redactor de propuestas curriculares
del nuevo sistema educativo, asesor de formación permanente, impulsor
de un proyecto curricular, investigador en educación... Todas estas
facetas se han ido entretejiendo en Xosé Manuel Souto y a veces
simplemente se traslucen, a veces afloran abiertamente en las argumentaciones
y en los ejemplos a lo largo de esta extensa obra.
Se puede decir, realmente, que esta didáctica de la geografía
es un libro para estos tiempos de zozobrante aplicación de un nuevo
sistema educativo que nadie parece saber si va a servir para los [tiempos]
que vienen. El autor acepta el reto y no duda, por ejemplo, en titular
la 2ª de las cuatro partes del mismo (quizás la más
nuclear, como tesis defendida) "Los elementos de una didáctica
de la geografía para el siglo XXI", volviendo, en el título
de la 4ª parte, a referirse a "los retos del futuro siglo
XXI". Ni de su capacidad de trabajo ni de su dedicación
a un difícil proyecto deja duda a lo largo del complicado camino
que recorre. Tampoco de su combatividad: "Sabemos que ello
[todo este proyecto] es ir contracorriente -dice en el Epílogo-.
Contra el tiempo y el ritmo impuesto por los medios de comunicación
[...]. Contra la prepotencia de ciertos saberes "académicos"
que desprecian la didáctica, pues se presupone que todos sabemos
enseñar. Contra la despreocupación de otros colegas, que
creen que su labor comienza y finaliza cuando suena el timbre de clase"
(pág. 377).
El carácter de proyecto complejo y ambicioso se corresponde
con la personalidad, las necesidades y las intenciones de un profesor innovador,
al que no le convence la parcelación investigadora propia del mundo
académico, pero al que tampoco le satisface la mera experimentación
en el aula sin un marco que la contextualice. Así que -adelantamos-
tiene las ventajas y los inconvenientes de un proyecto que pretende abarcar
mucho: hay, por ejemplo, una fuerte presencia de reflexiones y análisis
curriculares, que parecen desbordar el ámbito de una didáctica
de la geografía; nos encontramos, asimismo, con partes más
elaboradas, más basadas en conclusiones de investigación
(ajenas o propias) y partes más embrionarias o esbozadas, en las
que se desbroza un camino y se señalan líneas de trabajo
futuro. Con toda probabilidad al autor le habrán surgido dudas razonables
acerca de si podía aportar ideas originales y relativamente "acabadas"
en todos los epígrafes del índice; y seguramente decidió
que era preferible "decir lo que podía decir en estos momentos"
y considerar el plan general de la obra como un documento, abierto, que,
al tiempo que recoge conclusiones, reformula problemas y deja trazados
caminos de investigación futura.
El plan general es, de hecho, sólido y bien trabado. Como
se recoge con claridad en el cuadro 1 (pág. 19) [los 73 cuadros
de la obra son, desde luego, una magnífica síntesis de su
contenido, y otra manera de realizar la lectura o relectura de la misma],
el libro se organiza en cuatro partes: la 1ª parte presenta lo que
se ha hecho y se hace en la enseñanza de la Geografía en
España, en palabras del autor, "definición de los
problemas actuales de la enseñanza de la geografía, estructurados
sobre los cuatro elementos fundamentales del proceso de enseñanza/aprendizaje":
el alumnado, el profesorado, el contexto socio-escolar
y la propia disciplina geográfica; la 2ª parte postula
lo que se debe hacer: "planteamiento de los elementos que propicien
la innovación, entendiendo por tales las variables que nos permitan
mejorar la enseñanza de la geografía", es decir,
los objetivos, contenidos, metodología y evaluación;
en la 3ª parte se propone llevar a la realidad escolar (en cuatro
grandes etapas: 3-7 años, 8-11, 12-16 y 16-18) el marco definido
en la 2ª: "verificación de la validez de la propuesta
alternativa, a partir de las experimentaciones realizadas"; la
4ª parte, finalmente, constituye, una "exposición de
las líneas de investigación necesarias para poder innovar
en el aula y mejorar la enseñanza de la geografía",
desde el supuesto de que esa investigación, que iluminará
la innovación, debe realizarse en el seno de un proyecto curricular,
que, en el caso que nos ocupa es el "Proyecto Gea" (Geografía
para el Área de Ciencias Sociales, desde los 3 a los 18 años,
cuyos materiales, en proceso de experimentación, están siendo
editados por la Ed. Nau Llibres, de Valencia; puede consultarse al respecto
Souto, 1996 y Souto et alii, 1997); en este proyecto viene el autor
trabajando como creador, como impulsor y como coordinador de un amplio
equipo de profesores, sobre todo en el territorio de la Comunidad Valenciana,
pero también en otras autonomías.
Algunos de los supuestos básicos (o principios fundamentadores)
que marcan los propósitos y contenidos de esta obra -y que nos ayudarán,
por tanto, a comprenderla mejor- son, en mi opinión, los siguientes.
- Se entiende la didáctica de la geografía "como
un conjunto de saberes que no sólo se ocupan de los conceptos propios
de esta materia" sino del "contexto social y la comunicación
con el alumnado", una didáctica "que permita elaborar
juicios reflexivos sobre nuestra práctica docente, de tal forma
que podamos tomar decisiones fundamentadas" para mejorar la enseñanza
(pág. 12). Se vincula así estrechamente el conocimiento escolar
relacionado con la geografía con la actuación práctica
y con la propia formación del profesorado en la acción docente,
vinculación que se halla presente en algunos otros programas de
investigación didáctica -como es el caso del proyecto IRES
(Grupo Investigación en la Escuela, 1991), frecuentemente citado
por el autor-. Las implicaciones de este supuesto llevan al autor a partir,
en sus reflexiones, de la geografía que realmente se enseña
y a desembocar en la propuesta de un proyecto curricular alternativo que
se va consolidando en la medida en que va siendo experimentados por profesores
y profesoras que quieren mejorar su práctica docente; en medio queda
el contenido que, más tradicionalmente, se ha entendido como "didáctica
de la geografía".
- La didáctica supone "un proceso de innovación en
el aula", que "le permite al profesor tomar medidas para
mejorar el aprendizaje de sus alumnos" mediante el ejercicio de
la enseñanza (pág. 306). La mejora de la enseñanza
por parte de los profesores implicados ha de realizarse, pues, mediante
la experimentación de innovaciones; pero las innovaciones
sólo producirán conclusiones sistematizadas y útiles
si están orientadas por la investigación didáctica,
que, a su vez, debe desarrollarse en el marco de un proyecto curricular
abierto. Se vinculan, así, innovación, experimentación
y proyecto curricular. Ello tiene implicaciones en los objetivos de la
investigación que se propone, en los procesos acompañantes
de formación del profesorado y en las relaciones entre disciplina
geográfica y propuestas curriculares.
- El conocimiento de la geografía que se propone para ser aprendido
por los estudiantes (y enseñado por los profesores) se concibe como
"conocimiento escolar", es decir, como un tipo de conocimiento
que se va construyendo en el aula, durante el proceso de enseñanza-aprendizaje,
y que presenta características epistemológicas diferenciadas
del conocimiento "cotidiano" (que se supone manejan los alumnos
"antes de" la instrucción correspondiente) y del conocimiento
científico disciplinar elaborado por los geógrafos profesionales
y adaptado sobre todo -si utilizamos la conocida metáfora de E.
Morin- a su "hábitat natural", la universidad. Sería
un conocimiento que se sitúa, en la concepción del autor,
"a medio camino" entre el punto de partida cotidiano y la meta
referencial científica; "eslabón intermedio entre
el [conocimiento] cotidiano y el científico" (pág.
259), se le llama también. Se entiende, incluso, "la educación
geográfica [...] como conocimiento escolar" (pág.
18). Siendo ésta una opción epistemológica muy interesante
y relativamente novedosa, tendré ocasión más abajo
de matizar y contrastar algunos puntos de vista. En todo caso, las implicaciones
de esta toma de posición llevan al autor -desde una alternativa
constructivista- a proponer para el alumnado no una transmisión
de contenidos de la disciplina "geografía", ni tampoco
un mero descubrimiento de posibles contenidos geográficos a partir
del entorno, sino una "reconstrucción del saber" en el
aula a partir de las interacciones entre profesor, alumnos, materiales
y contexto.
- El referente del alumno que aprende es tan decisivo que se pone un gran
énfasis en la necesidad de conocer "cómo aprenden
los alumnos", y más concretamente sus dificultades de aprendizaje,
pues "conociendo las dificultades que ellos poseen [el profesor]
podrá determinar qué tipo de información es más
adecuada en cada momento" (pág. 13). Este punto de partida,
con cierta tradición en la didáctica de la Geografía
(las referencias de Souto a los planteamientos, piagetianos, de Graves
son frecuentes), lleva al autor a postular -desde una óptica más
vygotskiana, en este caso- la necesidad de explorar las concepciones de
los estudiantes y tomarlas en consideración a lo largo del proceso
de enseñanza (como se manifiesta en los abundantes ejemplos del
Proyecto Gea que se ofrecen), al tiempo que se reclama la necesidad de
potenciar esta línea de investigación didáctica, ya
que la producción disponible se refiere más bien a las habilidades
cartográficas y a la concepción del espacio vivido (y en
este caso más bien desde la óptica de la Geografía
de la percepción y el comportamiento).
- Las propuestas de enseñanza deben centrarse en (y organizarse
a partir de) "problemas sociales y ambientales" con reflejo
en "el medio". Son estos problemas, definidos a partir
de una opción educativa crítica, los que canalizan la selección
de contenidos geográficos concretos. Sobre este supuesto el autor
estructura un proyecto curricular en torno a grandes problemáticas
(la "muerte de los ríos", la desigualdad social, la xenofobia,
las dificultades de acceso a la vivienda, los abusos sobre el medio ambiente,
el poder político y las fronteras...), intentando superar el tradicional
enfoque curricular de "estudio de geofactores" y su reflejo en
una distribución espacial "regional".
- En todo caso, como fundamento epistemológico, se otorga un papel
básico estructurador del conocimiento geográfico a algunos
grandes conceptos o principios explicativos ("procesos explicativos"
les llama también Souto) de la tradición geográfica:
distribución, localización, escala, interacción...,
en un intento (quizás no siempre suficientemente claro) de superar
la dualidad conceptos/procedimientos, vinculando los conceptos y su proceso
(metodológico) de conversión en teorías; y ello tanto
en el campo de la disciplina geográfica como del correspondiente
saber escolar. Y ahí precisamente es -como posteriormente veremos-
donde el texto puede exigir mayor clarificación: procedimientos
concebidos en su doble dimensión de contenido y de método,
identificación o distinción de metodología científica
geográfica y metodología didáctica, proceso de aprendizaje
y proceso de enseñanza (las dos caras de una misma, pero equívoca,
moneda)...
Una aproximación descriptiva a la obra: análisis de elementos
y sus relaciones en las cuatro partes de la misma
En la Introducción (y ya desde el Prólogo)
se plantean las intenciones de la obra, se esbozan o explicitan los supuestos
básicos sobre los que se construye y se hace una primera síntesis
del contenido. De los cuatro grandes apartados que estructuran el libro,
las partes 2ª y 3ª son las más extensas
(más de 100 páginas cada una) y en ellas la aportación
personal del autor es mayor, mientras que la 1ª (50 págs.)
es un punto de partida y apoyo para las argumentaciones posteriores y la
4ª (70 págs.) ofrece una perspectiva de trabajo futuro
en el marco postulado por el autor. Un Epílogo y una amplia
Bibliografía utilizada completan las 400 págs.
Primera parte: La geografía enseñada en las escuelas
y en los institutos
Esta parte incluye los capítulos 1 y 2, dedicados,
respectivamente, a "Los planteamientos institucionales: los programas
oficiales de los años 1960 a 1990" y "La práctica
de la enseñanza de la Geografía en las aulas escolares".
En ella se analiza la geografía que se enseña, atendiendo
tanto a los currículos oficiales como a las realidades de la práctica
de enseñanza (alumnos, profesores, materiales....), con una especial
-y lógica- atención al proceso de implantación del
sistema educativo vinculado a la LOGSE (1990).
En el cap. 1, siguiendo, en gran parte, el trabajo de A. Luis (1985), se
llega a la conclusión de que la geografía que se ha venido
enseñando en las escuelas e institutos de enseñanza media
ha respondido, sobre todo, a una "concepción culturalista
y académica", que arrastraba el conocido "doble atraso",
científico y educativo. Así, en los años cincuenta,
bajo el paradigma dominante de la Geografía regional, están
vigentes "unos temarios claramente enciclopédicos y corográficos,
donde la descripción de lugares de España y el Mundo era
lo predominante" (pág. 120). Los temarios de 1957 y 1967
muestran cierto cambio (con respecto al de 1953): se entendía que
la renovación de la enseñanza de la geografía debía
basarse, hasta los catorce años, en una "enseñanza
nocional", apoyada en la observación directa del medio
local; se seguían así las recomendaciones de la UNESCO desde
1950 y el pensamiento difundido por los geógrafos más preocupados
por la didáctica. Pero el tradicionalismo regionalista sigue claramente
vigente en España aún hasta los años 70, en contraste
con las novedades en otros países: proyectos de didáctica
de la geografía en Estados Unidos, alternativa no paisajística
(nucleada sobre las funciones vitales del ser social) en Alemania, monografías
temáticas (sobre problemas del transporte o sobre relaciones medioambientales)
en Gran Bretaña...
En la Ley General de Educación de 1970 la geografía tuvo
una escasa representación en el área de Ciencias Sociales;
así, aunque se introdujeron "conceptos académicos
que pretendían explicar rigurosamente las relaciones entre el ser
humano y su medio, así como la organización social resultante"
no se acababa de superar el academicismo. La geografía no fue capaz
de "ofrecer una explicación razonada de los problemas sociales
desde las evidencias espaciales" (pág. 40), sino, más
bien, una mera concepción estática del territorio (mientras
que la Historia, por su parte, ofrecía una mera visión descriptiva
de los hechos). El decreto de 15 de marzo de 1975, que desarrolla los planes
de estudio del bachillerato, "la geografía aparece, en segundo
curso, como una asignatura que permite comprender los problemas económicos
actuales, donde se superponen dos tradiciones de análisis: por un
lado, un estudio de los geofactores de la geografía humana, económica,
y, por otro, un análisis regional del mundo y una presentación
de temas problemáticos del presente" (pág. 42).
Lo cual, como se ve, tampoco supone una gran innovación.
Mucho más se esperaba del contexto renovador auspiciado por la experimentación
para la Reforma del nuevo sistema educativo, en los años ochenta,
pero, como señala acertadamente el autor, "las voluntades
se anticiparon a la reflexión didáctica" (pág.
44) y el cambio que se produjo fue más bien "voluntarista",
afectando más a las finalidades y objetivos que a la praxis educativa
y a la formación del profesorado, elemento éste último
que puede considerarse clave para garantizar un aumento de la calidad docente.
En todo caso, las propuestas curriculares eran propuestas cambiantes, llenas
de ambigüedades y dudas, que adolecían, en último término
de una investigación educativa adecuada, que pudiera fundamentarlas
y orientar su aplicación. Habría que destacar, no obstante,
determinados pasos, como la misma concepción -confusa también
en ocasiones- de currículum abierto y flexible, que, de entrada,
se traduce en la sustitución de los antiguos temarios por una propuesta
de bloques de contenidos (que pueden volver a ser nuevos temarios en cualquier
momento, a partir del establecimiento por la administración de unos
criterios de evaluación demasiado concretos y cerrados y, sobre
todo, a partir de que las editoriales convierten esos bloques en propuestas
concretas para los distintos cursos de la enseñanza obligatoria).
El análisis de "la práctica de la enseñanza
de la geografía en las aulas escolares" (cap. 2) se realiza
a partir de tres elementos básicos: los libros de texto, las opiniones
de los alumnos y las opiniones de los profesores.
El control de los libros de texto (que, a partir de 1953 debían
tener como "referente obligado" los cuestionarios oficiales)
da lugar a una dualidad entre contenidos muy densos y abstractos (la citada
"geografía nocional") y una metodología que pretende
ser "activa" promoviendo ejercicios de aplicación sobre
el medio local; se generaba así un equívoco respecto a la
idea de metodología activa, entendida, desde la perspectiva de la
enseñanza (no desde la del aprendizaje), como la realización
de multitud de actividades y ejercicios prácticos, que acompañan
a una "exposición informativa muy densa" (págs.
54-55). Subyacían (sin integrarse) en este planteamiento dos modelos
teóricos muy distintos acerca del aprendizaje: "el modelo
reproductivo del saber (lo que era objeto de examen en las reválidas)
y el modelo de descubrimiento (más o menos dirigido por el profesor),
que planteaba una serie de tareas que hemos calificado como 'activistas'"
(pág. 56).
A partir de la Ley General de Educación de 1970 los libros de texto
reproducen los esquemas teóricos de los manuales universitarios,
con una gran densidad conceptual. El caso de la geografía urbana
(recogida en el cuadro 10, pág. 59) es un ejemplo prototípico
que revela que el intento de cambio conceptual en la geografía escolar
"produjo, de hecho, una yuxtaposición y amalgama de diferentes
contenidos conceptuales procedentes de la geografía regional (concepto,
origen histórico de la ciudad y tipologías), de la teorética
(modelos funcionales y análisis de los flujos espaciales) e incluso
de la radical (los problemas sociales de la ciudad). Pero en ningún
caso, al menos desde nuestro criterio -insiste el autor-, ello supuso
un cambio de la forma de enseñar, en tanto que se seguían
acumulando datos y conceptos sobre un objeto de aprendizaje a la vez morfológico
(una ciudad) y cultural (el mundo urbano). [...] Esta posición
ecléctica hace que los temas se vuelvan confusos a los ojos de los
alumnos..." (págs. 58-59).
Durante los años ochenta aparecen muchos materiales alternativos
para trabajar en el aula, lo que pone de relieve, sobre todo, el interés
del profesorado por buscar una alternativa, (aspecto que se analiza con
mayor detenimiento en la 4ª parte del libro). Si embargo tampoco ello
va a suponer un cambio radical en cuanto a la geografía enseñada,
como ya antes se anunció a propósito del fracaso de los experimentos
"reformistas".
Este panorama reflejado por los libros de texto se ve confirmado por las
opiniones de los alumnos y de los profesores (obtenidas a partir de encuestas,
análisis de cuadernos y valoraciones diversas realizadas por el
propio autor a lo largo de bastantes años). En efecto, "los
alumnos suelen considerar la geografía como una asignatura en la
que hay que memorizar muchos nombres de ríos, montes o capitales
de Estados. A la vez es una materia en la que hay que trabajar con mapas,
realizando dibujos o localizando lugares que no siempre comprenden para
qué" (pág. 63). Subyace -como también ocurre
en una mayoría de los profesores- una concepción de la geografía
"como el territorio o el escenario, donde suceden los hechos sociales"
(pág. 70). Ésa es la imagen dominante de la geografía
y ello condiciona el aprendizaje de los alumnos, por la actitud negativa
ante la materia.
En cuanto a los profesores de geografía, hay que recordar, ante
todo, el fuerte competidor que tienen ante la oferta televisiva, etc. (lo
que Y. Lacoste denomina "geografía del espectáculo").
Según las encuestas que maneja el autor, los cuatro grandes problemas
en la didáctica de la geografía desde la perspectiva de los
profesores son "los referidos al trabajo en equipo dentro de un
centro docente, la dificultad de realizar programaciones alternativas a
los libros de texto, la definición de contenido didáctico
y la utilización de una metodología didáctica"
(pág. 69). Los profesores -como los alumnos- también tienen
una imagen negativa de la aportación educativa de la geografía,
por considerar sus contenidos más bien como reproducción
del saber académico. Persiste, pues, una concepción de la
geografía "como la asignatura que se ocupa de la localización
de hechos de carácter climático, geomorfológico, demográfico
y económico. Desde estas características entienden [los
profesores] la aportación clásica de la geografía
al conjunto de las ciencias sociales" (pág. 70).
Los profesores suelen organizar la clase desde la perspectiva de la enseñanza
a impartir por parte de un adulto experto, sin tener en cuenta las dificultades
e intereses del aprendizaje de los alumnos. Aquellos profesores que tienen
en cuenta las ideas de los alumnos las consideran "como un conjunto
de conceptos aislados. También hemos comprobado -continúa-
que recientes materiales comienzan el tema cuestionando los conocimientos
de los alumnos, pero no indagando sobre cómo saben qué cosas,
sino sólo preguntando qué saben. Parece como si se deseara
demostrar al propio alumno que no sabe nada, con lo cual le creamos una
'verdadera barrera' ante su aprendizaje. [...] Ello confirma el
gran reto de analizar las ideas previas de los alumnos como un conjunto
ordenado de conceptos que suponen la explicación del mundo por parte
del alumno" (págs. 71-72). Muchos profesores ven como deseable
un método activo y, en ese sentido, suelen sobrevalorar la importancia
de la utilización en clase de técnicas cartográficas
y estadísticas, por haber sido identificadas habitualmente con "métodos
activos" (pág. 71); sin embargo, las respuestas recogidas
en el cuadro 14 (pág. 72) acerca de las secuencias más habituales
de enseñanza por parte de los profesores dibujan un panorama metodológico
en el que el profesor es el agente decisivo del proceso y el que selecciona
la información en clase.
En resumen, esta primera parte del libro (caps. 1 y 2) constituye una buena
síntesis (realizada en base a investigaciones anteriores y a aportaciones
propias del autor), que sirve para centrar los problemas principales que
se abordan en la segunda y para esbozar ya algunas vías de solución.
Segunda parte: Los elementos de una didáctica de la Geografía
para el siglo XXI
La 2ª parte -la más extensa y central del libro, como dije-
está formada por los capítulos 3 ("Fines y
objetivos en una programación de geografía"), 4
("Los contenidos didácticos y la praxis de la geografía
como cuerpo de conocimientos"), 5 ("Metodología
y estrategias de aprendizaje"), 6 ("Metodología
y procedimientos para enseñar") y 7 ("La
evaluación en geografía"), adoptando, como se ve,
una estructura en torno a los elementos básicos del currículum.
El contenido de los capítulos confirma la idea, antes enunciada,
de que esta didáctica tiene un fuerte componente curricular y, coyunturalmente,
no puede dejar de ser vista como una reflexión al hilo de la experiencia
de experimentación e implantación del nuevo sistema educativo,
propiciado por la LOGSE.
Aunque no cabe duda de la opción disciplinar (o mejor "a partir
de las disciplinas") que X.M. Souto hace -y justifica- para las áreas
de Conocimiento del Medio (Primaria) y de Ciencias Sociales, Geografía
e Historia (Secundaria) en la enseñanza obligatoria, también
se deja claro, a lo largo de toda la obra que no se considera a la disciplina
"geografía" como un punto de partida intocable, sino que
se la contempla desde las posibilidades educativas que ofrece -junto con
la Historia- para el ciudadano actual, en estas circunstancias y con este
sistema educativo concreto: "Defendemos el valor formativo de la
geografía -se dice en la presentación de esta 2ª
parte- para explicar los problemas medioambientales en diferentes escalas
y, además, su capacidad para ayudar a los alumnos a adquirir un
grado suficiente de autonomía intelectual para explicar otros problemas
de carácter social que ocurren en lugares próximos y lejanos"
(pág. 79).
En el capítulo 3 (fines y objetivos) se parte, pues, de asumir
que la nueva estructuración por áreas en el sistema educativo
exige que nos planteemos no tanto qué y cuánta geografía
tiene que estar presente en el área de sociales sino más
bien qué puede aportar la geografía a la educación
desde ese área. Pero se presenta una dificultad añadida,
pues, según el análisis del autor, el nuevo currículum
no ha propiciado los "proyectos de área". En efecto, un
currículum abierto y flexible como el propiciado por la LOGSE tiene
que desembocar en ofrecer una secuencia-tipo de contenidos y ejemplos de
proyectos para aplicarlo, pero, por diversos factores, ha primado la idea
(de corte pedagógico) de "proyecto de centro" sobre la
idea (más específicamente didáctica) de "proyecto
de área", que, en la práctica, ha quedado más
bien en manos de las editoriales de libros de texto (pág. 86).
En el análisis de las aportaciones que la geografía puede
hacer a la formación de un ciudadano, el autor toma como referencia
las grandes finalidades de la educación, tal como se recogen en
el artículo 2º de la LODE, e intenta ajustar a las mismas las
posibles aportaciones (a veces más directas, a veces más
indirectas) de la geografía en relación con el desarrollo
de la personalidad del alumno, el razonamiento basado en argumentos (idea
en la que se pone mucho énfasis), el conocimiento y respeto de otras
culturas, la tolerancia, la capacitación profesional futura... (págs.
88-89).
Al concretar las reflexiones generales sobre el valor educativo de la geografía,
se hace un análisis de las diversas escuelas geográficas
-tiene interés el cuadro 18, en pág. 94-, en un intento de
valorar las aportaciones educativas específicas de cada una de ellas.
El autor destaca, por ejemplo, los valores de la geografía de la
percepción y el comportamiento para entender las ideas de los alumnos
sobre los lugares, así como de la geografía social alemana
(que considera las funciones vitales del ser humano) para seleccionar temas
genéricos; se desmarca, asimismo, de los intentos de eclecticismo
próximos a la idea de que "todos los paradigmas valen, se trata
de sacarle partido a cada uno", y se pronuncia concretamente al final
del capítulo, en una extensa declaración (quizás algo
forzada, para que tengan cabida todos los elementos analizados): "Nuestra
posición se puede resumir en una elección didáctica
de la geografía considerada como una disciplina de conocimiento
con sus conceptos propios, que se unen a través de procesos explicativos.
Una disciplina que selecciona el objeto de aprendizaje a partir de una
interpretación filosófica 'comprometida' con los problemas
sociales, bajo cierta influencia de los proyectos vitales de la persona
humana, tal como los conocemos a partir de la escuela alemana. Una selección
que implica un proceso metodológico explicativo, que parte de teorías
de aprendizaje constructivista y de principios organizadores de conceptos
básicos, como son localización, distribución e interacción"
(pág. 99).
Asimismo, se acepta la fundamentación constructivista presente en
el nuevo currículum y se postula un modelo educativo de pedagogía
crítica, basado en Habermas, que
"favorezca la autorreflexión, presidida por un interés
emancipatorio respecto al pensamiento vulgar, dominado por los medios de
comunicación y sus intereses mercantiles" (pág.
90), aunque no se expliciten las relaciones entre ambos referentes fundamentadores.
En el capítulo 4, se expresa con claridad que los contenidos
no constituyen un fin en sí mismos (por ello no pueden venir ya
dados exclusivamente por una ciencia de referencia), sino que son "instrumentos
intelectuales" para comprender la sociedad (pág. 103).
Los contenidos, en todo caso, se proponen "a partir de" la geografía,
considerada como disciplina científica. En la selección de
esos contenidos -con un acertado criterio de jerarquización epistemológica-
se presta una atención especial a los conceptos básicos ("procesos
explicativos" los llama Souto) de la geografía: distribución,
localización e interacción entre los elementos del medio;
pero la forma de explicar esas distribuciones, localizaciones e interacciones
son diferentes según la escuela geográfica que lo haga. En
todo caso, "el determinar qué contenidos estudiar implica
la selección de unos hechos, conceptos, estructuras relacionales
(entre conceptos), y no de otros" (pág. 109). Por ello
se insiste mucho en la necesidad por optar como referente por una u otra
escuela geográfica (aunque hay, al mismo tiempo, una recomendación
explícita de combinar la perspectiva objetiva con la perspectiva
subjetiva de la geografía -págs. 109-110-), con un planteamiento
"contrario a aquellas formulaciones de tipo ecléctico que
dicen que todas las escuelas geográficas son útiles para
la didáctica" (pág. 115).
Uno de los pronunciamientos más inequívocos que hace el autor
en relación con los contenidos es la necesidad de estructurarlos
en torno a "cuestiones relevantes del mundo actual" (pág.
102), entendidas como "problemas" -punto de vista coincidente,
en principio, con otros proyectos de Ciencias Sociales de Secundaria actualmente
en experimentación (pueden verse, a modo de ejemplos, las posiciones
de grupos como Cronos, Insula Barataria, Aula Sete, IRES, etc. y de autores
como J.M. Rozada en Grupo Insula Barataria [Coords.], 1994 y en el nº
61 [mayo de 1997] de Aula de Innovación Educativa). Se dice
a este respecto:"Los contenidos de la geografía escolar,
tal como lo estamos exponiendo, se entenderán como aquellos conceptos
y procedimientos que posibilitan la resolución de un problema social
relevante" (pág. 105). O bien, en otra ocasión:
"La enseñanza obligatoria no puede transmitir unos intereses
culturales que sólo motivan a unos pocos. Debe facilitar la construcción
de un argumentación sólida para entender los problemas de
la vida presente" (pág. 123). Y, en la última parte
del libro (cap. 15), al referirse a las propuestas de un proyecto curricular:
"Se trata de superar el estudio temático de los geofactores
(población, relieve, clima, etc.) y sus resultados territoriales
(las regiones), proponiendo el análisis de los problemas sociales
y ambientales como marco de referencia. Se pasaría así de
un currículo centrado en temas a otro centrado en los problemas
escolares" (pág. 356).
Al realizar el análisis del currículum del nuevo sistema
educativo, el autor demuestra un buen conocimiento del proceso de gestación
y concreción del mismo en las diversas Comunidades, y ofrece interesantes
cuadros comparativos (23 y 24) sobre el Área de Conocimiento del
Medio de Primaria y sobre la de Ciencias Sociales, Geografía e Historia
de la ESO, percibiéndose una visión optimista acerca de las
posibilidades de este nuevo currículum: se pueden llevar a cabo
proyectos curriculares, si se trabaja en una determinada línea (tal
como intentará demostrar en las partes 3ª y 4ª); si bien,
reconoce que, al final, como ya dijimos, las posibilidades de que ese currículum
sea realmente abierto e innovador queda en manos de las editoriales, que
tienden a cerrarlo, convirtiéndolo en "temarios" con un
fuerte reflejo de la organización tradicional de la geografía
regional.
El elemento "metodología" es analizado desde dos perspectivas,
la del alumno que aprende (en el cap. 5: "Metodología y
estrategias de aprendizaje") y la del profesor que ha de enseñar
(en el cap. 6: "Metodología y procedimientos para enseñar"),
si bien en el desarrollo de los capítulos esta separación
entre las dos perspectivas no se mantiene con tanta claridad; así,
por ejemplo, el apartado "La comprensión de la información
recibida", que aparece en el cap. 6, quizás el lector lo
esperase en el 5, pues en él se abordan asuntos como las dificultades,
y la posible progresión, en la construcción de las habilidades
cartográficas (sobre lo que tanto se ha escrito) y en la comprensión
del paisaje; concluye, precisamente, ese apartado con dos completos cuadros
(el 30 y el 33), sobre las "Técnicas y logros que se pueden
alcanzar, en la comprensión de la información recibida"
y sobre "Presentación de resultados en los diferentes lenguajes
relacionados con el estudio geográfico", respectivamente,
ambos distinguiendo grupos de edades (desde 3 a 18 años) y atendiendo
a los aspectos cartográfico, icónico, estadístico
y verbal (pág. 157). Por lo demás, se infiere de la lectura
de ambos capítulos (sobre todo en el apartado del cap. 5 "Las
implicaciones metodológicas en la estructura de las unidades didácticas"
y en el referente a la "Formulación de un método
de trabajo" del cap. 6) la propuesta, por parte del autor, de
tres fases o momentos metodológicos, en las unidades didácticas:
una primera de exploración de las ideas de los alumnos, planteamiento
de los problemas y establecimiento de un plan de trabajo; una segunda de
conceptualización; y una tercera de obtención de conclusiones.
Se insiste (aportando ejemplos) en la necesidad de que los alumnos planifiquen
su trabajo, conociendo "los principales pasos del método
científico, lo que repercute en una actitud positiva ante la conceptualización,
pues saben que así pueden explicar mejor los problemas investigados"
(pág. 158).
Y es que como modelo metodológico general se opta por un "planteamiento
investigativo" que supone "entender el aprendizaje escolar
de una forma semejante, aunque no idéntica, al método científico"
(pág. 125). Este planteamiento tiene un enorme interés didáctico
-y de hecho, en otros proyectos, como es el caso del IRES (véase,
por ejemplo, García y García, 1995 o Merchán y García,
1994), se asume como modelo didáctico global-, si bien requeriría
algunas matizaciones, como más abajo expondré, en relación
con la mayor o menor similitud con el método de investigación
de los científicos (de los geógrafos, en este caso). Como
fundamento de ese modelo de metodología se recurre, de nuevo, a
la "razón comunicativa" de Habermas y al constructivismo
(perspectiva ésta última que es utilizada más desde
el punto de vista psicológico que epistemológico).
En todo caso, la toma de posición constructivista de X.M. Souto
le lleva a centrar sus reflexiones sobre el aprendizaje en un aspecto,
que probablemente cionstituye una de las aportaciones más novedosas
de esta didáctica de la geografía, la necesidad de atender
a las "ideas o concepciones de los alumnos" y a sus "dificultades
de aprendizaje"; a ello -como se ha dicho- se hace referencia en muchas
ocasiones a lo largo de la obra y a ello se dedica gran parte de los capítulos
5 y 6. Se hacen interesantes precisiones sobre lo que no son las
ideas de los alumnos (meros errores sueltos, desvinculados entre sí)
y sobre lo que no es explorar esas ideas (pasar un test inicial
para ver el "nivel" del alumno y destacar lo que "no"
sabe aún), aportándose -según el estilo de esta obra-
ejemplos sobre concepciones (acerca de lugar, paisaje ideal, problemas
de la población mundial o vivienda en las áreas urbanas)
extraídos de la experimentación del proyecto curricular Gea.
Se intenta, asimismo, establecer conexiones entre la perspectiva del constructivismo,
respecto a este asunto, y la de la geografía de la percepción
y el comportamiento. Junto con la exploración y tratamiento de las
ideas denominadas previas, se destaca la importancia peculiar de la fase
metodológica de "conceptualización", es decir,
de reconstrucción por parte del alumno del bagaje conceptual (aportado
desde la geografía) necesario para poder interpretar la realidad
social de una forma más interesante y provechosa.
Al comienzo del capítulo 6 se hacen aclaraciones bastante
pertinentes en relación con las ideas de procedimientos, técnicas,
metodología; especialmente, se reclama para los procedimientos,
por encima de una mera concepción como destrezas técnicas
(o "saber hacer práctico"), una consideración
de "saber hacer teórico", indisoluble de la construcción
conceptual en la materia. Percibo, no obstante, la necesidad de profundizar
en esa clarificación, como luego veremos. También se intenta
superar la "falsa polémica" referida al papel de
los métodos de trabajo de tipo inductivo o de tipo deductivo, por
considerar que se confunde la utilización de los mismos en la investigación
con sus traslación a la enseñanza. Desde una perspectiva
constructivista, se defiende, no resulta más relevante "emplear
uno u otro método en las propuestas de enseñanza para que
los alumnos aprendan, sino que lo decisivo es el momento de ejecutarse
en coherencia con la metodología empleada" (pág.
149).
Por fin, en el capítulo 7 (evaluación) se parte del
establecimiento de tres modelos suficientemente conocidos, el tecnocrático,
el hermeneútico y el crítico, optándose por el último,
si bien creo que no se tiene en cuenta que en muchos casos la evaluación
responde, simple y llanamente, a un modelo tradicional, enquistado en el
academicismo y de muy escaso rigor, que sólo en parte sería
coincidente con el denominado "tecnocrático". Se reflexiona
también sobre los criterios de evaluación y -en un gesto
bienintencionado- se quiere sacar un partido más flexible y crítico
a los difícilmente digeribles (como propios de un currículum
abierto) "criterios de evaluación" oficiales, pues, según
el autor, "queremos ofrecer una manera de trabajar que favorece
la autoestima profesional, pues los profesores podemos interpretar los
criterios legales desde presupuestos teóricos de carácter
didáctico" (pág. 176). En la línea práctica,
ya conocida, de todo el libro, se ofrecen también orientaciones
concretas y ejemplos acerca, no ya de pautas o de instrumentos de evaluación,
sino de "instrumentos de calificación del alumnado"
(págs. 179-188): cuadernos de alumnos, actividades y ejercicios,
síntesis (informes de resultados), exámenes (enfocados de
determinada manera, claro)... También se aborda, lógicamente,
la evaluación desde la perspectiva de la enseñanza, atendiendo
a instrumentos como el diario del profesor, y postulando, siempre, un proyecto
curricular como marco teórico de la planificación y desarrollo
de la evaluación.
Tercera parte: La secuencia del aprendizaje geográfico en
las diferentes edades escolares
Los capítulos 8 al 12 (inclusive) constituyen esta tercera parte.
El primero, el 8, se centra en el establecimiento de unos criterios
generales justificativos de la propuesta de secuenciación por edades
("Criterios para la secuencia del aprendizaje geográfico:
pautas para la organización de estrategias de enseñanza"),
mientras que los restantes se dedican, respectivamente, a las diversas
etapas (así contempladas también en el proyecto curricular
Gea): Cap. 9: "El espacio cotidiano como objeto de aprendizaje
en las primeras edades escolares (3 a 8 años de edad)"; Cap.
10: "El conocimiento del medio y la geografía para alumnos
de 8 a 11 años de edad"; Cap. 11: "Geografía y
ciencias sociales: interdisciplinariedad y problemas sociales para alumnos
de 12 a 16 años"; Cap. 12: "La geografía como asignatura
en la enseñanza no obligatoria (16-18 años de edad)".
Como se ve, ya el título del capítulo correspondiente a cada
etapa muestra un adelanto del enfoque fundamental de dicha etapa. La propuesta
se estructura, por edades, en correspondencia con las etapas del nuevo
sistema educativo: en la primera se une el 2º ciclo de Infantil y
el 1º de Primaria; la segunda corresponde a los ciclos 2º y 3º
de Primaria; la tercera se corresponde con la ESO; y la cuarta con el nuevo
Bachillerato.
El contenido de esta 3ª parte (en la que hay multitud de reflexiones
curriculares muy concretas y de sugerencias válidas para el aula)
es un laborioso intento de gradación de los aprendizajes en la amplia
etapa de la enseñanza no universitaria que ocupa desde los 3 a los
18 años. No se pretende hacer un proyecto de geografía en
un sentido convencional, sino de analizar "las aportaciones de
la geografía a las diferentes etapas educativas, independientemente
de sus denominaciones legales (Conocimiento del medio, Ciencias Sociales,
Geografía e Historia)". El autor quiere demostrar, así,
que "desde la geografía es posible trabajar en estas áreas
del conocimiento organizando actividades didácticas, tomando como
referencia los problemas medioambientales y sociales, en coherencia con
lo mantenido en la segunda parte, cuando hemos definido los contenidos
didácticos" (pág. 195).
En el capítulo 8, si bien se citan explícitamente
unos criterios básicos para la secuenciación que se va a
proponer (qué se puede enseñar de geografía en las
diferentes áreas y ciclos; cómo se puede enseñar eso
teniendo en cuenta los obstáculos de aprendizaje; qué relación
se establece entre el saber escolar y la interpretación del mundo
que tienen alumnos y profesores), lo que, de hecho, se utiliza como orientación
básica para esa secuencia son los grandes principios explicativos
(o "procesos") de la geografía; se analiza, así,
la percepción, la escala, la distribución, la localización,
la distancia, la interacción entre medio físico y acción
antrópica, el tiempo histórico y relaciones sociales, la
estructura y los sistemas territoriales; pero quizás no se aprecian
suficientes relaciones (cruzadas) entre estos grandes conceptos estructurantes.
Una vez proclamadas estas guías orientadoras de la secuenciación,
se intenta establecer cuáles serían los grandes "núcleos
conceptuales" para las áreas correspondientes en las distintas
etapas señaladas, optándose por la adscripción, como
referente básico, a tres grandes tradiciones geográficas,
de la siguiente forma: estudio del "espacio perceptivo y geométrico"
para la etapa de 3 a 7 años (2º ciclo de Infantil y ciclo 1º
de Primaria); los "problemas medioambientales" en el resto
de la etapa de Primaria (8-11 años); los "problemas sociales"
en la ESO (12-16 años); y estudio del "espacio síntesis
regional" en el bachillerato (16-18 años).
Bajando un nivel más en la jerarquía conceptual se presta,
ahora, atención a los conceptos específicos que han de ser
objeto de la construcción conceptual; éstos dependen de los
anteriores y surgen a través de la definición, previa, de
una serie de "problemas escolares relevantes" (pág.
210), desde el punto de vista educativo, para estructurar (las unidades
didácticas de) un proyecto. Y se pronuncia sobre los problemas-tipo
que se podrían trabajar en las distintas etapas, en un intento -que,
como se ve, es una constante- de sacar el máximo partido positivo
a las posibilidades del actual currículum; en efecto, se resume
en dos cuadros (el 41, en pág. 212 y el 42 en pág. 213),
para Infantil-Primaria y para Secundaria Obligatoria, respectivamente,
las relaciones entre bloques de contenido (los más relacionados
con contenidos geográficos) del currículum oficial, problemas
escolares relevantes y núcleos conceptuales de la geografía
(para los cuales se ha tomado en cuenta, sobre todo, la síntesis,
ya clásica, de Capel, Luis y Urteaga, 1984). Asumiendo, asimismo,
el reto de concretar aún más la propuesta de secuenciación,
en los cuadros 43, 44 y 45 se sintetizan las correspondientes secuencias
para las etapas 3-7 años, 8-11 y 12-16, atendiendo (en cada cuadro)
en cinco columnas a los conceptos propios de la geografía, procesos
de construcción conceptual [principios explicativos], datos
informativos, método de aprendizaje [¿procedimientos?],
valores y actitudes.
Los capítulos 9, 10, 11 y 12, que tratan,
como he dicho, respectivamente, las propuestas para las etapas 3-7, 8-11,
12-16 y 16-18 mantienen una estructura parecida, manejando siempre tres
elementos: las características y posibilidades de los alumnos de
ese tramo de edad en relación con la propuesta de contenidos que
se va a realizar; la aportación educativa que puede hacer la geografía
a esa etapa; y ejemplos de actividades prácticas. Estos últimos
(de tal variedad que resulta difícil una descripción en detalle)
tienen, sin duda, un enorme interés para los profesores, puesto
que hacen aterrizar en la práctica de aula los argumentos (a veces
complejos) manejados en los capítulos anteriores.
Por señalar algunas cuestiones que me parecen especialmente interesantes:
de la etapa 3-7 años (cap. 9) destacaría el intento de superar
el mecanicismo en la aplicación de la concepción piagetiana
de la construcción del espacio por parte del niño a la enseñanza
infantil, con manejo de abundantes referencias; de la etapa 8-11 años
(cap. 10) el intento de incorporar el enfoque ambiental al currículo,
con la crítica al tradicional estudio del entorno de enfoque enciclopédico-culturalista
y la pretensión de que "una educación crítica
debe saber plantear los problemas locales en un marco general"
(pág. 260); de la etapa 12-16 años (cap. 11), un tramo en
el que el autor se maneja con mucha comodidad y con gran conocimiento de
causa, se puede destacar la crítica a un tipo de interdisciplinariedad
hecha de "yuxtaposiciones", así como el postular la necesidad
de que los alumnos de esas edades dispongan "de los sólidos
conocimientos que aportan las disciplinas" (pág. 219),
para terminar optando, dados los condicionantes, sobre todo, de tiempo
escolar y de las edades de los alumnos, por dos disciplinas de carácter
muy integrador para estructurar el currículum de la ESO, la Geografía
y la Historia, si bien, como ya conocemos, la opción del autor no
es de "imposición de la disciplina geografía" sino
de defensa de la posibilidad de "seleccionar algunos problemas
que se pueden trabajar en estos cursos a partir de la geografía";
y aclara: "cuando decimos de a partir de, queremos subrayar
la potencialidad de la educación geográfica para seleccionar
problemas sociales, pero al mismo tiempo no renunciamos a adquirir la información
precisa en otras ciencias sociales (historia, antropología, economía...)"
(pág. 279); de la etapa 16-18, por fin, destaco la adecuación
de la propuesta de tres grandes unidades (centradas en geopolítica,
desequilibrios regionales y problemas ambientales) como respuesta a la
finalidad de la asignatura, tal como se plantea en el bachillerato actual:
"conocer y comprender el espacio creado por la comunidad social
de la que es miembro el alumno, en este caso España, y entender
los principales problemas territoriales" (pág. 289), así
como el análisis de ejemplos de pruebas de acceso a la universidad
desde la perspectiva didáctica utilizada en esta obra.
Cuarta parte: Investigar para innovar en didáctica de la geografía.
Los retos del futuro siglo XXI
Según un argumento básico de esta obra, la didáctica
se entiende como "un proceso de innovación en el aula";
ello le permite al profesor "tomar medidas para mejorar el aprendizaje
de sus alumnos" (pág. 306), pero para que la innovación
sea sistemática y efectiva hace falta que se enmarque en proyectos
curriculares, en los que dicha innovación se relaciona con la investigación.
En consecuencia, "los proyectos curriculares se configuran así
como programas de investigación que [...] pueden mejorar
las innovaciones en el campo de la didáctica de la geografía"
(pág. 311). Desde este supuesto se aborda el análisis de
la "Investigación e innovación en didáctica
de la geografía en otros países de nuestro entorno cultural"
(cap. 13), para analizar luego las "Propuestas de innovación
y proyectos curriculares en España" (cap. 14) y terminar,
concretando en algunas "Propuestas de investigación e innovación
didáctica desde la práctica del aula" (cap. 15).
En el capítulo 13, junto a un breve repaso a la situación
de la geografía en los sistemas educativos de Francia, Alemania
y algunos países nórdicos y mediterráneos, se aborda,
más a fondo, el caso de Gran Bretaña, con una organización
del sistema educativo (desde los años 70) que respondía al
criterio de las aportaciones de las disciplinas a la formación de
los ciudadanos, y en donde se asociaba la formación de los profesores
a la elaboración de los proyectos curriculares, prestando atención
a los cambios curriculares generados, también, allí por el
reciente proceso de reforma. Asimismo, se atiende a la situación
iberoamericana, especialmente al caso de Argentina, en donde la existencia
de un currículum abierto (a partir de la reforma de 1993) ha planteado
el mismo problema que en España: la necesidad de un profesorado
bien formado (para llevarlo a la práctica). En el último
apartado se hace un sintético estado de la cuestión de las
líneas de investigación en didáctica de la geografía,
atendiendo a los criterios de clasificación de investigaciones de
Shulman y de Graves.
Para el caso de España se hace un recorrido similar, en el capítulo
14, pero, en este caso, atendiendo, en primer lugar, a los "grupos
y propuestas de innovación en didáctica de geografía"
(entre los que constata dos líneas básicas de trabajo: vinculada
al entorno local, sobre todo en el Ciclo Superior de EGB, y centrada en
la renovación de la asignatura de 2º de BUP) y, posteriormente,
al estado de la cuestión, propiamente dicho, relativo a "la
investigación educativa y la didáctica de geografía"
(constatando, en este caso, la escasez de trabajos y el predominio de los
centrados en la historia de la enseñanza de la geografía),
para referirse, finalmente, a "los proyectos curriculares como
guías de investigación educativa en la geografía escolar".
En el capítulo 15 se vuelve a postular, a modo de recapitulación
final de la obra, la necesidad de centrar el currículum en problemas
sociales y ambientales, con su carácter de "problemas escolares"
(pág. 356), en varias ocasiones recordado. Pero la mayor parte del
capítulo se dedica a proporcionar sugerencias concretas que permitan
a los profesores mejorar su práctica de aula, en el marco de un
proyecto curricular. Así, por ejemplo, se ofrece -y comenta- un
cuadro-guía (el 70, pág. 357) para plantear investigación
en relación a la confección y aplicación de una unidad
didáctica; también sugerencias para analizar materiales curriculares
y cuadernos de alumnos y una gran diversidad de orientaciones relativas
a "recursos educativos para mejorar la docencia", sintetizados
en el cuadro 73 (pág. 367).
Reflexiones y propuestas para un debate didáctico
Como he ido esbozando a lo largo de las páginas anteriores, el discurso
de la obra va planteando -o sugiriendo al lector interesado- muchas reflexiones
y propuestas estimulantes, al tiempo que algunas dudas y problemas para
continuar el debate didáctico. Con ánimo de contribuir al
mismo comentaré determinadas cuestiones, emitiendo, en ocasiones,
algunas opiniones desde el marco en el que vengo trabajando, el Proyecto
IRES (Investigación y Renovación Escolar).
Como una cuestión casi previa, percibo, como lector, la necesidad
de una mayor clarificación en puntos que pudieran tener incidencia
en la comprensión de aspectos importantes del libro. Así,
por ejemplo, a propósito de las ideas de "procesos", "procedimientos"
y "metodología". Pese a los intentos del autor (ya citados
en el cap. 6, especialmente en las págs. 147-149), las posibles
confusiones pueden producirse, desde mi punto de vista, en tres asuntos:
al denominar "procesos explicativos" (o procesos geográficos)
a los grandes principios explicativos (o conceptos estructurantes) de la
geografía -probablemente con la intención de enfatizar el
carácter de instrumentos teóricos de construcción
de las explicaciones y teorías geográficas- se puede desviar
la perspectiva del lector desde el análisis conceptual hacia el
campo de la metodología (y concretamente de la metodología
de enseñanza); por otra parte, si bien la insistencia en el carácter
de "saber hacer teórico" (y no meramente "práctico"
o técnico) que tienen los procedimientos es de gran interés,
no debería haber duda acerca de la relación de los procedimientos
con destrezas más concretas; por lo demás, la utilización,
por ejemplo, en el título del cap. 6, del término "procedimiento"
para designar "métodos de enseñanza", o el denominar
"método de aprendizaje" a lo que se espera como "contenidos
procedimentales" (en los cuadros 43, 44 y 45) creo que puede complicar
el panorama terminológico para un lector no avezado. Los riesgos
de confusión pueden tener su origen -como el propio Souto recoge
en la nota 117 de la pág. 147- en la ambigüedad del concepto
"procedimiento" en los decretos ministeriales y en las propuestas
de debate curricular; por ello se hace tanto más necesaria la clarificación.
También la cuestión del estatus de la geografía como
disciplina puede requerir cierta aclaración. El lector puede ver
que se habla de la geografía como "campo de conocimiento",
como "forma de conocimiento" y como "disciplina
de conocimiento"; pero no se llega a abordar la justificación
de estas etiquetas (si bien se remite a D'Hainaut, a Graves y a Carr y
Kemmis). Graves, en efecto, en la cita a que se refiere Souto (1985, págs.
75-79), considera que la geografía, "si se acepta la estructura
fundamental del conocimiento postulada por Hirst [...], se parece
más a un 'campo' que a una 'forma' de conocimiento", y
que, en todo caso, se ajustaría más a la denominación
de "disciplina de conocimiento" según la clasificación
de King y Brownell. Parece que el autor no desea hacer de esta cuestión
un tema de debate -pese a que a veces es objeto de discusiones en encuentros
con otros grupos que están desarrollando proyectos, como es el caso
de los integrados en Fedicaria-, sino que se toma como referencia
epistemológica la consideración de la disciplina -indistintamente-
como campo y como forma de conocimiento y sobre ese supuesto
se construyen posteriores argumentaciones; sin embargo, no cabe duda de
que -precisamente desde una opción disciplinar- la opción
epistemológica que se haga a este respecto puede tener importantes
implicaciones tanto en los contenidos de enseñanza como en la metodología
didáctica. En cualquier caso, no considero que éste sea un
debate muy productivo, especialmente si se adopta -como también
veremos más abajo- una concepción del conocimiento como "conocimiento
escolar", lo que situaría el debate en otro ámbito y
en otros términos.
La cuestión anterior nos sitúa, pues, en un debate, en mi
opinión, mucho más básico e interesante, el del conocimiento
escolar. Ya me he referido, al principio, a este asunto al exponer
los supuestos sobre los que se construye esta obra. Creo, en efecto, que
el autor hace una importante aportación a dicho debate al optar
por esta concepción del conocimiento escolar y justificarla. Desde
el IRES (Grupo Investigación en la Escuela, 1991; Porlán,
1993; García y García, 1995) hemos venido mostrando un gran
interés por este tema, al considerarlo como una de las teorías
específicamente "didácticas" de nuestro proyecto,
por ello creo que habría que centrarse más en el análisis
de las relaciones entre los diversos componentes del trinomio de conocimientos
cotidiano-escolar-científico. En cuanto a las relaciones
entre conocimiento científico disciplinar y conocimiento escolar
habría que determinar con mayor precisión si se trata de
una mera traslación del uno al otro, de una vulgarización
del primero en el aula, de una conversión "técnica"
de la disciplina en conocimientos susceptibles de ser enseñados...;
en ese último sentido he echado de menos alguna referencia a la
perspectiva de la "transposición didáctica", que,
aun teniendo su origen en la didáctica de las matemáticas,
cuenta con amplia tradición en la geografía escolar francesa
(y, de hecho, está influyendo en el caso español sobre todo
a través de la línea de trabajo existente en Bellaterra,
Barcelona); al establecer la distinción savoirs savants /
savoirs enseignés esta "teoría" abre el
debate hacia perspectivas sugerentes, sobre todo si se adopta el referente
disciplinar para organizar el currículum; intuyo, en cualquier caso,
que la opción de Souto de organización "a partir de"
(no "centrada en") la geografía quizás le haya
alejado del interés por dicho debate; por nuestra parte, en el IRES
hemos planteado más bien una opción de "integración
de saberes" (más que de transposición o de traslado),
opción que consideramos epistemológicamente potente, pero
no exenta de problemas.
Sobre las relaciones entre conocimiento cotidiano y conocimiento escolar,
voy a abundar en algunas precisiones, que ya aparecen esbozadas en el libro:
en efecto, quizás no tenga sentido hablar de conocimiento cotidiano
como equivalente a "espontáneo", no contaminado por la
instrucción escolar, cuando nuestros chicos son "alumnos"
casi desde que nacen, con lo cual sus concepciones también son,
desde muy pronto, un producto de las influencias interactivas de los ambientes
en que se socializan (familia, escuela, medios de comunicación,
grupo de amigos...); este matiz es recogido por Souto cuando en la pág.
132 (citando a J. Delval) precisa que las concepciones "no son
realmente espontáneas, pues se conforman en el medio social y escolar";
en coherencia con ese supuesto quizás sería más relevante
enfocar el estudio de esas concepciones como "sistemas de ideas en
evolución", en los que hay componentes identificables como
pertenecientes a una "cultura de lo cotidiano", componentes derivados
de la "instrucción escolar", etc., pero que, en cualquier
caso, tienen una lógica peculiar como tales concepciones estructuradas;
así parece indicarlo, en todo caso, el autor cuando se refiere al
"gran reto de analizar las ideas previas de los alumnos como un
conjunto ordenado de conceptos que suponen la explicación del mundo
por parte del alumno" (págs. 71-72).
Por fin, respecto a la ubicación del conocimiento escolar como "a
medio camino" entre el cotidiano y el científico, en el
Proyecto IRES nos hemos planteado, en los últimos tiempos diversas
reflexiones, a modo de cuestionamiento -pueden verse aspectos de este debate
en los números 23-1994 (monográfico sobre conocimiento escolar)
y 32-1997 (monográfico sobre interdisciplinariedad en la ESO) de
la revista Investigación en la Escuela-: tanto en el pensamiento
cotidiano como en el pensamiento científico habría diversos
grados de complejidad (hay pensamiento cotidiano bastante elaborado y complejo
y hay pensamiento científico bastante simplificador y reduccionista):
¿por qué entonces la gradación del conocimiento tendría
que ir forzosamente de lo cotidiano a lo científico, sin más
precisiones?, ¿no sería posible un conocimiento generalista
complejo como meta de la enseñanza?, ¿no se está dando,
por cierto, un fenómeno paralelo cuando desde muchas posiciones
"científicas" se pretende superar los estrechos campos
disciplinares tradicionales y trabajar con conceptos de carácter
metadisciplinar?.... En todo caso, si se opta por una gradación
peculiar del conocimiento escolar desde formulaciones más simples
a otras más complejas, necesitaríamos un referente orientador,
lo que en el IRES estamos llamando una "hipótesis general
de progresión en la construcción del conocimiento".
Muy conectada con la cuestión del conocimiento escolar se halla
la de los problemas en torno a los cuales se estructuraría
ese conocimiento. La toma de posición de Souto respecto a que los
contenidos han de estructurarse en torno al tratamiento de problemas sociales
relevantes parece clara. Pero queda menos claro si esos problemas son "los
mismos" que los que investigan los geógrafos, son distintos,
son de otro nivel o profundidad... Para el autor los problemas sociales,
desde luego, no existen "per se", sino que se hacen inteligibles
para las personas cuando los científicos se plantean preguntas que
ya son, al mismo tiempo, tentativas de explicación de esos problemas;
por eso necesita -también como profesor, no sólo como investigador-
la geografía (y sobre todo la geografía radical) para acotar
problemas sociales a partir de los cuales puede generar problemas escolares.
Para nosotros la solución para transformar los problemas sociales
en problemas escolares viene de aplicar a esta cuestión la misma
teoría del conocimiento escolar: así como los contenidos
escolares son otra cosa distinta de -aunque inevitablemente relacionada
con- los contenidos científicos, los problemas que estructuran los
contenidos escolares son "problemas escolares", es decir, problemas
que, estando relacionados con los problemas investigados por los científicos
tienen, sin embargo, otras características peculiares (posibilidades
de conectar con las ideas e intereses de los alumnos, inserción
en la problemática social de nuestro mundo...), como conocimiento
escolar que son. Y por las mismas razones la investigación que pueda
aplicarse, desde una metodología didáctica, al tratamiento
de esos problemas tampoco puede ser coincidente con la metodología
científica propiamente dicha -si es que hay "una" metodología
científica-. Me surgen, pues, dudas a este respecto cuando se plantea
un excesivo paralelismo entre el método de investigación
de los científicos y el método de investigación de
los alumnos (por ejemplo en pág. 104 y en los capítulos 5
y 6); no obstante, también encontramos intentos, por parte del autor,
de clarificar su posición: "[...] la selección del
problema social es el resultado de una lectura teórica de la realidad,
desde nuestra concepción ideológica y científica.
Lo importante es que el alumnado también pueda reconstruir la realidad
social, para lo cual es necesario convertir los problemas sociales en problemas
escolares" (pág. 112; el subrayado es mío).
Postular esa similitud entre metodología científica y
metodología didáctica requiere, por tanto, determinadas
matizaciones. En principio, si nos situamos frente al academicismo transmisivo
tradicional, cobran un gran valor las propuestas de enseñanza que
reivindican el interés de que el alumno "reconstruya"
-como en muchas ocasiones señala el autor- el saber haciéndolo
realmente significativo para él; si ese saber que se pretende reconstruir
es el saber geográfico -es decir, una determinada selección
u opción del saber geográfico-, parece necesario que el proceso
de reconstrucción se desarrolle mediante algún tipo de reproducción
en el aula de lo que hacen los geógrafos al investigar. Esta toma
de posición entronca con la filosofía de los planteamientos
de enseñanza [denominados genéricamente] "activos",
sobre todo en la Secundaria, y -¿por qué no?- puede ser también
coherente con la reclamación para la disciplina geográfica
de un estatus epistemológico como "forma de conocimiento"
(a la manera de Hirst). Pero, si adoptamos, ahora, una perspectiva más
crítica, frente al ingenuismo que supone creer que los alumnos pueden
"descubrir espontáneamente" conceptos relativamente complejos
(como muchas veces se ha pretendido bajo la modalidad de "investigación
del medio" en Primaria) y frente al sesgo cientifista de considerar
que la reproducción (abreviada y adaptada) del método de
los geógrafos en el aula provocará la reconstrucción
significativa del corpus científico en los alumnos (sin mayor vinculación
con sus concepciones ni con las problemáticas sociales en torno
a las cuales debe estructurarse la enseñanza), entonces comprenderemos
por qué la propuesta de un método de investigación
escolar en el aula -que, desde luego, defiendo- ha dado lugar a muchos
equívocos y exige que sigamos profundizando en el debate, dejando
claros los matices diferenciales importantes entre la investigación
como reproducción abreviada del método científico
en clase y la investigación como planteamiento y trabajo en torno
a problemas "escolares", es decir, como metodología didáctica.
Creo que Souto, en último término, intenta delimitar esa
toma de posición, pues en diversas ocasiones recuerda las diferencias
entre el aprendizaje escolar y la investigación científica
(sobre todo en el apartado del cap. 5 llamado "Modelos educativos,
métodos de investigación y metodología didáctica").
Referencias bibliográficas:
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61, mayo de 1997, Estudio de las sociales a partir de los conflictos.
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Sevilla: Díada, 1995, 3ª ed. (1ª ed. 1989).
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GRUPO ÍNSULA BARATARIA (Coords.). Enseñar y aprender Ciencias
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© Copyright: Francisco F. García Pérez, 1998.
© Copyright: Biblio 3W, 1998.
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