REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XVIII, nº 1024, 5 de mayo de 2013 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
LA ARQUITECTURA HIDRÁULICA DE LOS REGADÍOS HISTÓRICOS VALENCIANOS.
CLAVES TERRITORIALES Y TIPOLÓGICAS EN TORNO A SUS ELEMENTOS, REDES Y SISTEMAS
Jorge Hermosilla Pla
Martín Peña Ortiz
Universitat de València
Recibido: 18 de noviembre de 2012; Devuelto para revisión: 18 de diciembre de 2012; Aceptado: 31 de enero de 2013
La arquitectura hidráulica de los regadíos históricos valencianos. Claves territoriales y tipológicas en torno a sus elementos, redes y sistemas (Resumen)
Los regadíos históricos valencianos forman parte del conjunto de paisajes singulares y característicos mediterráneos. Se tratan de unidades paisajísticas, de contrastado valor cultural y patrimonial, caracterizadas por su heterogeneidad morfológica, dimensional e incluso histórica. Sin embargo tienen en común una estructura básica integrada por las redes de acequias y los artilugios que contribuyen a la gestión y uso del agua destinada al riego. Estos sistemas, integrados por redes de conducciones y elementos que han desempeñado y desempeñan funciones específicas para la irrigación (entre la captación de los recursos y el uso definitivo en el parcelario), configuran una arquitectura hidráulica singular. Durante los últimos quince años se ha desarrollado una labor de investigación que ha tenido por objeto la identificación de esa arquitectura relacionada con los regadíos tradicionales, sus tipologías, sus funcionalidades y sus dimensiones reales. Los resultados sobresalen por su espectacularidad, tanto por la amplia variedad de artilugios identificados e inventariados, como por el volumen y las dimensiones numéricas que adquieren esos artilugios, imprescindibles para el funcionamiento del riego histórico y presente.
Palabras clave: Patrimonio hidráulico, arquitectura del agua, regadíos históricos valencianos, clasificación de artilugios hidráulicos, magnitudes del regadío tradicional.
The Valencian historical irrigation hydraulic architecture. Considerations on its elements, networks and systems (Abstract)
Valencian historical irrigation systems are part of the set of unique and typical Mediterranean landscapes. They are scenic drives, with a contrasted cultural and patrimonial value, characterized by its dimensional, even historical morphological heterogeneity. However they have in common a basic structure composed of networks of ditches and the gadgets that contribute to the management and use of water for irrigation. These systems, consisting of networks of pipes and elements that have played and play specific roles for irrigation (between the acquisition of resources and the final use in the plot), set up a unique hydraulic architecture. During the last fifteen years it has been developed a research work that has the identification of that architecture related to the traditional irrigation systems, their typologies, its features and its actual dimensions for object. The results stand out for its spectacular nature, both because of the wide variety of widgets identified and inventoried and by the volume and the numeric dimensions that procure these gadgets, essential for the functioning of the historical and present irrigation.
Key words: Hydraulic heritage, architecture of the water, valencian historical irrigation. classification of hydraulic devices, magnitudes of traditional irrigation.
La variedad de aprovechamientos y usos del agua (regadío, doméstico -humano/animal- o industrial) por parte de las sociedades y la mejora del conocimiento tecnológico de éstas ha propiciado, desde tiempos pretéritos, la organización y perfeccionamiento de sistemas hidráulicos de abastecimiento. Sistemas que se hallan integrados por un abanico de artilugios con diferentes cometidos. Las redes hidráulicas han experimentado considerables cambios acontecidos en el diseño y la configuración de las redes hidráulicas destinadas al regadío a lo largo de los siglos, en especial entre la romanización y la época de la revolución industrial[1]. El funcionamiento de estos hidrosistemas se ha fundamentado históricamente en tres factores técnicos: la posibilidad de acceder al recurso natural (el agua), la naturaleza de las pendientes y la estructura del parcelario. La gravedad actúa como el principio físico básico para el éxito del sistema. Factores en los cuales las sociedades han actuado tradicionalmente, facilitando su articulación y la gestión del espacio hidráulico. En este sentido, las comunidades agrarias han sido las depositarias y las promotoras de la organización del proceso de trabajo y, por ende, del establecimiento, en estrecha relación con sus capacidades y sus necesidades, de los sistemas y perímetros regables de los que aprovisionarse.
Principios geográficos y técnicos de los regadíos históricos valencianos. Objetivos y metodología de la investigación
Un sistema de regadío está definido espacialmente por una marcada línea de rigidez definida por el trazado de la acequia principal o madre, de la que deriva el entramado de acequias, brazales y riegos menores. Su estructura es una red jerárquica de conducciones, generalmente al aire libre. El trazado de la acequia madre se origina a partir de un determinado nivel, condicionado por el punto de toma (mediante artilugios específicos según se trate de aguas superficiales o, en cambio, subterráneas); su recorrido depende de los mayores o menores gradientes topográficos, las desiguales pendientes, que salva en su discurrir; y del terreno al que se destinan los recursos hídricos para efectuar su alumbramiento final, que adquieren morfologías diversas mediante los parcelarios. En este proceso tecnológico de diseño, materialización y funcionamiento de un sistema de riego, la nivelación constituye una tarea compleja pues el movimiento del agua de las acequias requiere un ritmo pausado que permita el control del recurso[2].
Durante siglos se ha ido configurando en el territorio valenciano una arquitectura hidráulica cuya finalidad ha sido la implantación del regadío. Romanos, musulmanes, cristianos… fueron aportando sus conocimientos en la mejora de las funciones ligadas a la gestión de las aguas para riego, donde la secuencia definida por la captación, el transporte, la distribución, la acumulación y el uso, fue y es una constante. Para ello se sirvieron de una batería de ingeniosas construcciones hidráulicas distribuidas por el conjunto de sistemas de regadío valencianos El volumen de estos elementos y la variedad de artilugios constituye una parte, sustancial, de la riqueza patrimonial de la arquitectura del agua en tierras valencianas[3].
El presente artículo persigue la consecución de los siguientes objetivos generales: a) La identificación de los elementos que constituyen la base de la arquitectura hidráulica del regadío tradicional valenciano. Para ello se hará hincapié en la clasificación tipológica de los mismos basada en su función: captación, transporte, distribución, acumulación y otros usos. b) Las dimensiones reales de esa arquitectura del agua para el espacio valenciano y sus implicaciones territoriales. En ese sentido se abordará un análisis territorial en dos escalas diferentes, entre comarcas y entre los espacios del interior y del litoral.
Para ello nos hemos servido de una metodología basada en un exhaustivo trabajo de campo sobre los propios sistemas de regadío, que ha permitido obtener unos esclarecedores resultados, acompañado de la consulta de documentación depositada en diversos archivos (comunidades de regantes, ayuntamientos, diputaciones provinciales, Archivo del Reino, Confederación Hidrográfica del Júcar, etc), la realización de entrevistas a los responsables de la gestión del agua, la recopilación y la lectura de bibliografía especializada. Los resultados de esta investigación nos han permitido elaborar un catálogo/inventario de los artilugios hidráulicos, por tipologías, estado funcional y territorios (municipios y comarcas), así como un Sistema de Información Geográfica, pionero para el conjunto del territorio español.
Se trata de una labor compleja y complicada, pues uno de los rasgos de la arquitectura del agua es su universalidad, es decir, la existencia constante en las comarcas y en los municipios valencianos de vestigios de dichas construcciones[4]. Durante los últimos quince años se ha desarrollado un estudio detallado de los regadíos históricos valencianos que ha perseguido, entre otros objetivos, precisamente la identificación de los elementos y artilugios que integran las redes de riego. Se ha analizado aproximadamente tres cuartas partes del territorio valenciano. Los resultados son muy interesantes por su significado tanto espacial como patrimonial[5].
Tipologías de los elementos del regadío tradicional valenciano
La arquitectura hidráulica relacionada con los regadíos históricos valencianos se caracteriza por el volumen de elementos que la configuran y su variedad tipológica. No sólo sobresale por los millares de artilugios distribuidos a lo largo del territorio levantino sino que es conocida por la amplia variedad de mecanismos hallados, influenciada tanto por las funciones desarrolladas como por los condicionamientos que impone el medio físico y que son matizados por parte de los colectivos locales.
Los elementos hidráulicos de captación: azudes, fuentes, ruedas y pozos
La primera de las funciones de los sistemas de regadío consiste en la captación de los recursos hídricos. Ésta se corresponde con el inicio del sistema, con la toma de las aguas mediante un rosario de obras de desigual factura. Así la acción antrópica se centró en la construcción de pantanos, presas, azudes y tomas, fuentes y manantiales, galerías drenantes, norias fluviales, pozos verticales aprovechados por norias de sangre, vapores o motores, y otra serie de ingenios rústicos[6]. El principal elemento de captación de las aguas para regadío en el contexto mediterráneo valenciano es el “azud/ assut”. Estas formas de captación adoptan otras denominaciones: se le conoce como “presa” en las áreas de interior como el Valle de Ayora o Ademuz, como “rafa” en la comarca del Vinalopó o como “resclosa” en el Maestrat castellonense. El topónimo procede del árabe al-sudd, que significa obstáculo o barrera. Constituye uno de los elementos que permitieron la construcción de los primeros sistemas de riego fluvial, basado en un dique, de baja altura, que permitía el desvío de las aguas de ríos, arroyos, ramblas o barrancos[7]. Se dispone transversalmente sobre la totalidad del cauce de un curso, desde el que se deriva por uno o los dos márgenes un canal o acequia por la que fluye el caudal requerido para el aprovisionamiento de terrazas de huerta, consumo urbano, usos manufactureros o hidroeléctricos, etc. Los recursos no transportados bien retornan al lecho a través de alguna compuerta o aliviadero situado en el dique o en los primeros metros de la acequia, o bien rebasan por encima del azud para proseguir el recorrido del río. En general, se trata de construcciones de obra, especialmente de mampostería ordinaria, alzadas con piedra, argamasa, sillería, posteriormente cementadas u hormigonadas, sobre todo en los cursos y en los sistemas de primer orden (acequias madres, mayores o principales de las poblaciones). Es el caso de los azudes de los grandes regadíos valencianos (Baix Millars, Sagunt, Vega de València, Riberas del Júcar, Horta de Gandia, Baix Vinalopó, Huerta de Alicante o Baix Segura); aunque también de los riegos de escala intermedia (Pueblos Castillo del Camp de Túria, Vega de Xàtiva, Vinalopó, Valle del Tuéjar-Chelva) e incluso de algunos sistemas menores, fundamentalmente asociados a ejes fluviales tributarios de los principales (ríos Magro, Buñol o Clariano). No obstante, estos elementos tienen su origen en obras de factura tradicional, realizadas con materiales autóctonos, como troncos y estacas (normalmente de sabina, pino o chopo), piedras o cantos rodados, sacos de arena, tierra y ramas, que se afianzan por su (re)construcción sencilla y económica ante los desperfectos causados por las continuas avenidas. En este contexto, esta tipología de tomas, de fábrica artesanal, se conserva todavía en espacios de interior, en particular en comarcas castellano hablantes como el Rincón de Ademuz o La Serranía.
Otra modalidad de azud arraigada en el medio rural valenciano, en especial de habla valenciana, es el “pantà o pantanet”, que se destina a la derivación tras la acumulación temporal de las aguas. En la mayor parte de las ocasiones constituye el origen de los primeros sistemas de huerta de las poblaciones, donde son reconocibles con topónimos como Horta, Horta Vella u Hortetes. Se trata de obras de porte seudomonumental construidas con un muro frontal de cierto grosor, de mampostería careada y planta cuadrangular, que se establecen en la red tributaria de cuencas con recursos someros e intermitentes. Es el caso de las ramblas del interior alicantino (Relleu, Tibi, Petrer o Elda), de ejes secundarios de relevancia próximos al litoral (Picassent, Torrent o Montserrat) o de pequeños barrancos del interior valenciano (Vall d’Albaida o Canal de Navarrés), donde se han construido acequias de limitado recorrido, que riegan la primera terraza fluvial. En las áridas tierras alicantinas destaca la “boquera”, una boca o entrada de toma de zanjas o cañones, dispuesta en perpendicular, longitudinal u oblicuamente a uno de los laterales de los cauces de ramblas secas, que canaliza las aguas de crecida o turbias para la mejora de los cultivos de secano o para el desarrollo de un modesto regadío discontinuo, cuyo riego se organiza campo tras campo. El material de construcción habitual es la tierra, la piedra seca, la mampostería con argamasa o la sillería. De igual modo, resaltan los “parats” (Vinalopó Medio), que consiste en el aterrazamiento del suelo en barrancos mediante el alzado de paredes de piedra seca, que sostienen los bancales pequeños y estrechos que a su vez aseguran el funcionamiento de estas obras. Estas construcciones regulan la erosión potencial, y controlan y aprovechan las escorrentías superficiales para el riego de secanos marginales, hoy en desuso como sucede en Petrer[8].
La segunda de las obras de captación significativas en el contexto valenciano son las surgencias relacionadas con los afloramientos cársticos o las emanaciones naturales en torno a los humedales litorales. “Font, naixement, manantial, broll, gorg o ullal” son muestra de la riqueza y variedad de éstas. En la práctica totalidad del territorio valenciano proliferan fuentes unidas a la labor del hombre, que canaliza sus caudales mediante la construcción de un canal, artilugio u otro medio de conducción por donde brolla el agua; y se acompaña en la mayor parte de las ocasiones por una pila, abrevadero, lavadero o balsa. Se trata de obras que compaginan varios usos (consumo urbano, abastecimiento animal y aprovisionamiento del regadío), especialmente en el medio rural valenciano. Es el caso de la Fuente de los 50 Caños de Segorbe, la Font Gran de Simat de la Valldigna, las fuentes urbanas de Bocairent, Ontinyent, Siete Aguas o Chelva o las pequeñas surgencias de interior, diseminadas por las sierras Calderona o Espadà, en el entorno de Javalambre, el Maestrazgo o la Montaña Alicantina.
Los grandes afloramientos de la circulación subterránea del agua se materializan en “manantiales/manantials”, con una escasa intervención antrópica en su desarrollo, tanto en espacios de costa, representados por la Font de Quart (la Vall de Segó); áreas de transición, como la Font de Sant Vicent (Llíria) o L’Albufereta (Anna); o en el interior, donde sobresalen los manantiales del Alto Palancia (Viver, Jérica, Caudiel y Benafer) o les Fonts de l’Algar (Callosa d’En Sarriá) o Font d’En Segures (Benassal). Otra modalidad de manantiales está constituida por los “ojos o ullals”, ubicados en los marjales que se extienden por el cordón costero valenciano, donde aflora agua para la irrigación tradicional de arrozales. En la actualidad estas tierras de marjalería forman parte del dominio del cultivo de cítricos sobre todo desde los años cuarenta del siglo XX. En particular resalta el tramo comprendido, de norte a sur, entre Castelló de la Plana y el Marjal de Pego-Oliva, donde se localizan los ullals de la Albufera, fundamentalmente en la Ribera Baixa (Baldoví, Ànimes, del Bolo o de la Font) La Valldigna-Xeresa-Xeraco (Gran o del Gat) y Gandia (Estany); o los ullals del Riu Verd (Benimodo).
El tercero de los elementos de toma son los “qanats o galerías drenantes”, conocidas en la Comunitat Valenciana mediante diversas denominaciones en función de la cultura territorial local: “fonts, caves, alcavons o mines d’aigua”. En general, se trata de obras cuya técnica constructiva procede de Oriente Medio y el Norte de África, con origen en el período preislámico[9]. Constan de un largo túnel horizontal, bien en forma de arco ojival con cubierta de mampostería, bien con dos grandes losas o lajas formando un triángulo que, de un tamaño ajustado para el acceso de una persona, se adentra con una reducida pendiente hasta alcanzar el pozo madre, punto de contacto con el acuífero. Éste, situado en su cabecera, suele localizarse a los pies de montaña o en el subálveo de cauces de ríos y ramblas[10]. La galería subterránea recoge las aguas del freático así como de las filtraciones superficiales, que se incorporan a la galería en la longitud de su trazado. Las aguas son conducidas por gravedad hacia la bocamina, punto de salida del agua a la superficie al aire libre. Es habitual hallar aquí una fuente, que cierra la boca de la galería, o se dispone de una balsa o una acequia que recoge los recursos para diferentes usos, especialmente regadío o abastecimiento urbano[11]. Ese túnel, de longitud variada, suele estar conectado con el exterior por una serie de pozos (excepto en los minados o minas de montaña), a los que se les conoce como “lumbrera, registre, pou d’aireació o tèntol”. Estas construcciones auxiliares permiten la evacuación de los materiales de excavación, la aireación de la galería, el control desde fuera de la dirección del túnel excavado y el establecimiento de la pendiente adecuada durante la etapa de construcción. En el territorio valenciano destacan, por su importante densidad, las galerías del interior alicantino, donde se desarrolla una compleja tipología constructiva: minados, qanats, qanats con lumbreras laterales, cimbras, etc.[12]. En este contexto, merecen una mención especial la Font Antiga de Crevillent, descrita ya por el botánico Cavanilles en el siglo XVIII (1795-1797); galerías drenantes en las proximidades del litoral, como la Font de la Reina, situada en el Coto Arrocero (Castelló de la Plana), la Cava del Ràfol (Riu Girona) o la Font del Molí (Xeresa); o qanats en el medio rural valenciano, como la Font de la Bocamina (Sueras), la Font de Santa Bàrbara o del Teular (Bocairent), la Font del Port (Albaida) o la Font de Santa Maria (Ibi).
Un cuarto elemento de captación es el aprovechamiento de los acuíferos subterráneos, sobre todo en espacios con escasa e irregular presencia de aguas superficiales, a través de la perforación de “pozos/pous” en sectores permeables con mantos más o menos superficiales y profundos. La explotación y elevación de los recursos de los pozos se produce mediante artefactos de tracción animal o de tiro (“norias horizontales”), de acción hidráulica (“norias o ruedas verticales”) y de fuerza eólica (“molinetas”); y la evolución de éstos, que se materializa desde finales del siglo XX en una serie de máquinas: “vapores y motores” de gasógeno, gas-oil y eléctricos. Las “nòrias de sang o sénies”, que proceden del término árabe saniya[13], son un artilugio destinado a la extracción de las aguas superficiales captadas a través de pozos que cuentan con una profundidad media entre los 2 y 10 metros de profundidad. Esta tarea se realiza por medio de un engranaje de dos ruedas de eje corto, una horizontal o de aire -movida por uno o dos animales (caballería o machos) a la cual está ligado por medio de un brazo de madera-, que, a su vez, da movimiento a la rueda vertical o de agua. La rueda vertical está situada en el pozo, de forma ovalada, y a ella están sujetos los “catúfols” (herederos de los arcaduces de cerámica) a lo largo de una larga cadena. La rueda horizontal o de aire giraba merced a un tronco introducido en la polaina o viga horizontal, horadada en el centro, que quedaba sujeta en sus extremos por los dos machones o “pilars” de mampostería. L’arbre está rematado por un varal que se engancha al matxo. Al girar la rueda dentro del pozo, éstos se cargan al sumergirse y vaciarse en el exterior sobre una canaleta o una “alberca o safareig” que almacena los recursos hídricos. Se apoya en un “ruedo o mota/andàmit”, que es la plataforma circular sobreelevada, construida con mampostería ordinaria, por donde gira el animal para conducir el agua por gravedad hacia los bancales contiguos. La “molineta” es una variedad constructiva de la noria de sangre, dado que se trata de un artilugio similar, que se destina a la extracción hídrica mediante unos engranajes accionados por la fuerza eólica. En este contexto, resalta la concentración de norias del Maestrazgo, la más importante en España junto con las norias de la Meseta Manchega (Ciudad Real) y las molinetas de la isla de Mallorca o del Campo de Cartagena; y, en menor medida, las sénies del litoral valenciano, entre las que destacaba l’Horta de Gandia, o de la costa alicantina, como en el caso de la Marina Alta, hoy desaparecidas.
Las norias fluviales o de corriente, también conocidas como “ruedas elevadoras o rodes”, provienen del arabismo nāc-ûra[14]. Figuran como una rueda hidráulica vertical, construida con madera y metal, que son movidas por la corriente del río o de una acequia principal para propiciar la elevación de sus aguas para riego a partir de una serie de canjilones de madera. Está compuesta por un complejo engranaje: eje principal, palas, travesaños, radios, coronas, tirantes y el canal de recogida. Las principales norias hidráulicas conservadas en el territorio valenciano son las de la Vega Baja del Segura (Rojales y Benijófar) y Casas del Río (Requena), asociadas a cursos fluviales; y las ruedas de Sant Antoni (Alcúdia) y La Roda (Turís), emplazadas antaño sobre los cajeros de acequias.
Los “vapores/vapors” son las máquinas, sustitutas en algunos casos de los pozos de norias, que son accionadas por la fuerza que desarrolla el vapor de agua durante su expansión. Se caracterizan por sus “fumerals”, que se alzan dominando la escena agraria. Las primeras máquinas se originan especialmente en las poblaciones de Alzira y Carcaixent (Pou del Saragossà) desde el último cuarto del siglo XIX, como mecanismos que permiten la extracción de aguas subterráneas para la ampliación de la superficie de regadíos sobre antiguas áreas de secano[15]. Las aglomeraciones más relevantes de vapores históricos en España se localizan en tierras valencianas, en particular en La Ribera Alta, L’Horta Sud (Picassent y Torrent) y La Plana (Vila-real, Castelló de la Plana y Almassora). Los “motores/motors”, herederos también de norias y vapores, comienzan a aparecer a principios del siglo XX mediante la utilización, en primera instancia, de gas pobre acompañado de la quema de cáscaras de almendra; en las décadas posteriores de gas-oil y, finalmente, de electricidad a partir del segundo tercio del siglo XX. Los grandes avances técnicos de la segunda mitad del siglo pasado contribuyen al desarrollo y perfeccionamiento de los mecanismos de extracción de aguas subterráneas, que permiten hoy insistir en profundidad de los pozos en varios metros (por encima de los 50 metros). Destacables son las agrupaciones de motores en las comarcas litorales, sobre todo de proyección comercial citrícola, como en las lomas y piedemontes de L’Horta y de las Riberas del Júcar; o de sectores del interior relacionados con la producción de hortalizas, frutales y viñedos, como sucede en Villena. El “tancat” constituye un espacio singular de los arrozales situado en torno al humedal de la Albufera, donde residen “motors o turbines”, antiguas ruedas de madera, desde finales del siglo XIX, las cuales facilitan el drenaje o inundación de una parcela o conjunto de ellas. Es el caso de los tancats de municipios como Sollana, Sueca o Silla, entre otros, que compaginan el aprovechamiento de las aguas de la Albufera, fuentes, ullals y riegos directos e indirectos de la red secundaria de acequias, como la Séquia Reial del Xúquer, y de los barrancos canalizados como acequias que abocan en el lago.
Otras tipologías de captación, sin duda de mayor antigüedad y en general de fábrica artesanal, están constituidas por los modestos riegos derivados de elementos como el “pouet, taona, poal o carabassí”[16]. El pouet es un edificio más reducido que el pozo, que se utiliza para obtener manualmente agua subterránea, mediante un cubo o calabaza y un cordel de escasos metros con fines de recoger aguas para abastecimiento animal, humano o para riego. En el territorio valenciano, la utilización de los pouets ha propiciado el “reg a poal o per carabassí”, que han permitido la irrigación de pequeñas hileras de hortalizas para el autoconsumo, sobre todo en los lugares caracterizados por la escasez de recursos hídricos. Es el caso de determinados sectores del interior castellonense (Pina de Montalgrao) o de poblaciones de la Montaña Alicantina (les Valls); así como del cordón costero, que aprovechan “zanjas o escorredors” que surcan los humedales, para efectuar modestos riegos hortícolas. La “taona” constituye un antiguo ingenio hidráulico, ora prácticamente en el olvido, mediante el cual se extraía agua de un río o pozo, de no excesiva profundidad, o de acequias-desagües, a partir de una larga pértiga de madera que bascula a modo de palanca sobre una barra transversal u horquilla, de forma que pueda girar en todas las direcciones. En uno de sus extremos o brazo se coloca un contrapeso con la finalidad de equilibrar un recipiente suspendido en el otro extremo de la pértiga por medio de una cuerda o de una caña, que permite la elevación del agua para riego. Este sistema se emplazaba en áreas donde se localizaban canales y zanjas que no se destinaban directamente a la bonificación de tierras por su profundidad, como acontecía en determinados sectores del litoral valenciano (Horta de València, Ribera Baixa o Pego-Oliva).
La infraestructura hidráulica de transporte: la acequia, su red de derivaciones y las obras auxiliares (arcos, minas y sifones)
La acequia es la obra capital que facilita la conducción del agua y permite la articulación de las funciones posteriores de distribución, acumulación y uso. Existe un variado abanico de tipologías de acequias en estrecha relación con el escalado de los sistemas de riego y superficie regada[17]: grandes sistemas -megaescala (>20.000 ha) y macroescala (5.000-20.000 ha)-; sistemas medios -escala intermedia (1.500-5.000 ha) y mesoescala (250-1.500 ha)-; y sistemas menores -pequeña escala (250-50 ha) y microescala (>50 ha)-[18]. De la misma manera las modalidades de acequias están relacionadas con la geomorfología del espacio irrigado (llano de inundación, delta, valle, cubeta, planicie, páramo, rambla o fondo de barranco)[19]; o con la producción agrícola del sistema donde reside (litoral hortofrutícola comercial, cultivos de marjal-marjalería, litoral mixto, transición litoral-interior, interior arbóreo, ruedos hortícolas de autoabastecimiento, etc).
La “acequia/séquia”, que procede del árabe alsãqiya[20], designa a los canales a través de los que fluye el agua para el alumbramiento del parcelario o el aprovisionamiento a otros artefactos (manufactureros o domésticos). Se considera bajo esta denominación, en sentido estricto, a cualquier canal o conducción principal al aire libre en los sistemas hidráulicos, que transporta y facilita la distribución de los caudales por gravedad, desde la captación o toma hasta la superficie de riego. En los primeros tiempos, la red de acequias está construida con tierra, piedra labrada o una base de piedras o ripios unidos con mortero, que cuentan con determinados tipos de cobertura para evitar pérdidas por filtración. A partir del primer cuarto del siglo XX aparecen los proyectos de remodelación y revestimiento[21], fundamentalmente amparados en el cemento, que recubren las capas impermeabilizantes primigenias, facturadas con cal hidráulica y fragmentos de material cerámico cocido. En general, se diferencia entre acequias principales, conocidas en su mayor parte como “séquia, séquia mare o séquia major/acequia, acequia madre, acequia mayor”, que permiten la circulación del agua desde el principio al final del sistema y constituyen el eje vertebrador del mismo; y las acequias derivadas de éstas, donde su nomenclatura varía en función de la comarca, del sistema o de su tipología de toma-caudal. De esa manera, encontramos en un nivel secundario “el brazal/el braçal” (en la mayor parte del territorio valenciano tanto costero como de interior), el “roll” (Vega de Valencia o Camp de Túria), “la fila” (Baix Millars) o “el fil” (La Safor), combinadas incluso entre ellas, que se distribuyen desde la acequia principal hacia el perímetro regable en función de grandes áreas o partidas; y en un estadio inferior, el “ramal, regadora o reguer”, como riegos menores, que parten de las anteriores derivaciones y se destinan a las fincas, heredades o propiedades particulares. Asimismo, como complemento se halla “el derramador o aliviadero”, localizado en determinados puntos del sistema -en el azud, primer tramo o en puntos ligados a accidentes geográficos- y en la finalización del sistema. Es conocido a su vez como “desaiguador o sobreeixidor”, ya que vierte los excedentes de los riegos a la red hidrográfica o a otras acequias. Se le denomina también como “almenara”, procedente del árabe al-manāhir[22], cuando funciona como una apertura con compuerta practicada en los inicios o puntos estratégicos del sistema (cercanías de ríos o paso de barrancos), protegida en ocasiones con una caseta, por la que se vierte el caudal excedentario ante niveles mayores, limpiezas o reparaciones de las acequias. Una mención especial merece los riegos de los espacios de humedal, donde se organiza sobre tierra una jerarquía de acequias: “sequiol, sequió o canal”, como acequia principal de un gran espacio o conjunto de partidas; “escala”, riego menor en escalera, que se establece parcela a parcela; “anguilera”, desagüe particular de cada campo, sita en sus laterales; y “escorrentia, escorredor o assarb”, canal de drenaje de los riegos sobrantes o emanaciones del entorno, que recoge a su paso.
A lo largo del transporte del recurso destacan, especialmente en los medios más abruptos, tanto por su espectacularidad como por su belleza plástica, otros elementos singulares que salvan obstáculos y, por ende, permiten mantener la nivelación y prolongación de la acequia y su riego. Nos referimos a los “acueductos, sifones y minas de conducción”. El “acueducto/aqüeducte” constituye probablemente la obra arquitectónica de mayor interés de los sistemas hidráulicos por la espectacularidad y por su atractivo para el observador, como ocurre con el acueducto romano del Barranco de la Cueva del Gato (Calles), conocido coloquialmente como la Peña Cortada, y otras obras que inundan especialmente los sectores quebrados de la geografía valenciana. Etimológicamente, el acueducto es una conducción de agua, por lo que su significado semántico se asimila al de acequia. Sin embargo, coloquialmente se define como una construcción artificial, a modo de puente (uno o más niveles), compuesta por arcos y pilares, que asegura el paso libre de la acequia por accidentes topográficos, sobre todo vaguadas, barrancos, ramblas y ríos, o por otros como vías ferroviarias. Se le conoce también como “arco/arc”, en los casos donde la construcción cuenta con un único arco, y “arcs o arcades”, donde dispone de varios arcos (de distintos estilos: apuntado, carpanel, de medio punto, escarzado u ojival) con sus respectivos pilares, en su mayor parte facturados con mampostería ordinaria o careada. Una muestra de éstos son las obras medievales de els Arcs de Manises (Horta de València), els Arcs d’Estivella (Camp de Morvedre) o els Arquets de Baix (Torrent), emplazados en las inmediaciones del sector costero; y les Arcadetes d’Alboi (Genovés), les Arcades de la Torre d’En Lloris (Xàtiva), el Arquillo del Convento (Chelva) o Los Arcos de Bejís o el homónimo de Alpuente, situados en el interior valenciano. Otra nomenclatura que hace referencia a los acueductos es la de “canal”, en particular arraigada en la mayor parte del medio rural (Rincón de Ademuz). Son construcciones rústicas, elaboradas de manera artesanal, a base de la sección de un tronco de madera (en origen sabina) trabajado y vaciado para permitir el discurrir del agua por su interior. Más recientemente, han sido sustituidos por canales metálicos, móviles por las reiterativas crecidas, como acontece en los casos que cruza el río Turia en su tramo alto.
El “sifón/sifó” es el otro medio de conducción del agua que facilita el franqueo de un desnivel u obstáculo del terreno, especialmente carreteras, caminos y líneas ferroviarias, para permitir su prolongación hacia otros espacios de riego. Se basa en el principio físico de los vasos comunicantes, dado que consiste en una canalización en forma de "U", en general de forma subterránea, sobre todo construida con piezas cilíndricas prefabricadas. Las obras más antiguas son de cobre o de material cerámico, hoy construcciones de sillería y, las más modernas, de cemento u hormigón, como sucede en la mayor parte de la red de carreteras y accesos. En el litoral valenciano también reciben el nombre de “canos”, especialmente obras medievales, de notable envergadura, dispuestas en comarcas como L’Horta, La Ribera Alta o La Plana; y de “andrones”, que constituyen sifones de menor tamaño que libran ciertos cauces de La Ribera Baixa. Destacan los canos medievales del Barranc del Carraixet (Cano de la Reial Séquia de Moncada), el Cano de Guadassuar (Séquia Reial del Xúquer), el Cano o La Bota de Almassora (Séquia Comuna de Castelló-Almassora), los canos de las ramblas Castellarda o Primera (Séquia Major de Benaguasil), o los sifones del Riu Albaida (Reial Séquia de Carcaixent o Séquia d’Escalona), y de las ramblas de la Viuda y el Riu Anna o Sec (acequias de Vila-real y de Burriana-Nules). En el interior sobresalen los sifones de las antiguas vías mineras, actualmente vías verdes, como ocurre en la Vía de Ojos Negros (Ojos Negros-Port de Sagunt) al paso por la comarca castellonense del Alto Palancia. La terminología “mina”, también conocida en tierras valencianas como “minat, alcavó, galeria, túnel, boquera o albelló”, se aplica a determinados tramos cubiertos de las acequias que, a modo de galería subterránea horizontal excavada de manera artificial en diferentes materiales (roquedo calizo, arenisca, conglomerado aluvial, material arcillo-limoso, etc.), insertados en laderas, taludes o cantiles, conducen las aguas por gravedad hacia su boca de salida, desde donde continua el alumbrado de los campos circundantes o se produce la conexión con otra comunicación. A diferencia del “qanat” se trata de una obra más sencilla, exclusivamente de transporte, que no registra pozo madre, aunque en ocasiones dispone de lumbreras o pozos de aireación verticales o laterales; y funciona por un proceso de construcción inverso al de la galería drenante, ya que cuenta con dos bocas (entrada y salida) conectadas entre sí mediante la acequia. Las longitudes oscilan de unos escasos metros a varios centenares, si bien incluso pueden sobrepasar varios centenares de metros en los grandes sistemas. Entre otras obras destacan las mines de la Séquia Reial del Xúquer en los términos de Picassent y Silla (partidas del Mas del Reig y Albudor), los albellons de la Reial Séquia de Carcaixent, les minetes de la Séquia Major d’Elx, las boqueres de la Séquia Comuna d’Almassora-Castelló o los alcavons de la Séquia Vella d’Ontinyent.
Los edificios de la distribución de los riegos: los partidores
Desde la red de acequias, principales y secundarias, se efectúa el reparto y la distribución proporcional del agua para riego mediante la utilización de partidores/partidors, que muestran diferentes modalidades y topónimos según el territorio de localización (costa e interior), el sistema (acequias de relevancia histórica) o la tipología constructiva (edificio simple o cerrado). Se trata de aperturas practicadas a lo largo del recorrido, en el sector central o en uno de los laterales de los cajeros de las acequias, que permiten subdividir el caudal de la corriente de agua, con el fin de permitir el aprovechamiento de aguas entre los regantes, bien mediante la articulación de riegos secundarios o bien mediante su introducción directa a las parcelas contiguas[23]. En determinados casos esta apertura se encuentra acompañada por una construcción singular (tajamares, dientes, ojos, boqueras), que incluso puede estar resguardada con un edificio sencillo. Así, aparecen, entre otros, los partidores de “lengua o llengües” (acequias del Tribunal de las Aguas), “de dientes/dents” (partidores reales de las acequias de la Vega de Xàtiva o Séquia Comuna d’Ènova), la “fesa” (Séquia Reial del Xúquer), el “sistar o la divisió” (Séquia Major de Sagunt), el quadrat (Reial Séquia de Moncada), el cano (Séquia Reial d’Alcoi) o el “canet” (Ribera Baixa), el “partidor mòvil” (Séquia Major d’Elx), el “roll” (Camp de Túria o Horta de València) o el “ull” (La Plana). Hay constancia de otras obras menores e ingenios que sustituyen o complementan a estos partidores, como los mecanismos de apertura y cierre (terreros, sacos de arena, piedras, madera, metal, prefabricados, etc.) localizados sobre las acequias. Se trata del “trestellador, torn, paleta o tapó” de los sistemas de huerta; y a la “parada o comporta” de los sistemas tradicionales de arrozal (Albufera, Coto Arrocero de Castelló de la Plana, Oliva-Pego) o destinados a la irrigación de “alters o alternos” del terreno (lomas y pequeños cabezos) mediante la elevación de los niveles de agua por encima de la cota.
Las obras hidráulicas de acumulación de aguas: balsas y aljibes
Edificios como las “balsas/ basses” y los “aljibes/aljubs”, asociados en ciertos casos a los sistemas hidráulicos de riego, tienen la función de facilitar la acumulación temporal, el aprovisionamiento de los recursos, no especialmente copiosos, con diferentes usos: riego, molinería, consumo urbano, abastecimiento ganadero, etc. Se entiende como balsa al depósito abierto o vaso relativamente profundo, excavado en la superficie, donde se almacenan las aguas procedentes de acequias, fuentes, manantiales y pozos. La morfología y tamaño de las balsas comprende un amplio abanico de tipologías, desde la pequeña planta circular que acompaña las bocas de fuentes y qanats medievales, las construcciones medias de tipo rectangular o cuadrangular de los sistemas de referencia de interior (Hoya de Buñol o Alto Palancia), a las pequeñas balsas irregulares, que se adaptan a la topografía agreste del medio rural (Maestrazgo, La Serranía, el Valle de Ayora o las comarcas interiores alicantinas). Al igual sucede con la factura de éstas, muy variada y compleja, puesto que se hallan construidas tanto con tierra y piedra, sillería o mampostería (seco, ordinaria, careada, concertada), como labrada en la roca viva, si bien revestidas con cemento u hormigón desde principios del siglo XX, en particular en los regadíos de mayor relevancia (sistemas de litoral y prelitoral); y rematadas con un tapón, templador o pica de madera, sustituidas por elementos metálicos durante el último siglo. En el interior valenciano proliferan las “basses o alberques” suministradas por fuentes o pequeños azudes, sobre todo en espacios con caudales irregulares e intermitentes. En el caso de los microrriegos se localizan inmediatamente tras el acuífero (Serra d’Espadà o Serranía Alta), mientras que en los regadíos pequeños-medios se sitúan a lo largo del sistema (balsas del Alto Palancia), especialmente al final de éstos (ejemplo de la Balsa de Riego de Aras de los Olmos descrita por el botánico Cavanilles), donde se produce el aprovechamiento final de los sobrantes para ampliar los riegos primigenios (riegos a los pies de la Serra del Benicadell o en ramblas y barrancos de Requena-Utiel). En sectores de la costa valenciana no regados por aguas fluviales se establecieron, otrora, los “safareigs o bassetes”, que acompañaban a los pozos de sénies, vapors o motorets que se perforaron especialmente desde finales del siglo XIX (piedemontes de la Serra de Corbera o Xeresa-Xeraco).
El “aljibe/aljub”, procedente del árabe al-yūbb[24], designa a un reservorio de agua, subterráneo o semienterrado, que se destina para el consumo humano o animal. Se trata de una construcción cerrada para evitar la evaporación de los recursos y preservar la potabilidad del agua del exterior, que cuentan con una canalización que porta el líquido preciado y un desagüe que controla desbordamientos potenciales. Presenta una planta rectangular, abovedada y revestida en su interior, cuya fábrica abarca la tierra reforzada con piedra seca, la piedra en seco o la sillería. En los espacios rurales este singular edificio ha asegurado históricamente la captación y almacenaje de las aguas de lluvia y las escorrentías superficiales, que se han dirigido al aprovisionamiento de las actividades agroganaderas y cinegéticas (Serranía valenciana o Serra Calderona, como ejemplos). Unidos a los sistemas fluviales, más próximos a la costa, aparecen como elementos de mayor dimensión y consistencia, conocidos también como cisternas, que se han encargado del abastecimiento de la población. Estas obras hidráulicas son paulatinamente abandonadas a lo largo de los últimos siglos, como sucede en las cisternas de la Séquia Major de Sagunt (Algar del Palancia, Alfara de la Baronia o Petrés), que prolongan su utilización, sobre todo, hasta mediados del siglo XX ante la regularidad de los nuevos suministros de aguas municipales.
Los elementos del uso para la comunidad agroganadera: de los lavaderos a los molinos hidráulicos
Los inmuebles dedicados al aprovechamiento, al uso social e industrial de las aguas, constituyen uno de los patrimonios más profusos y relevantes de los sistemas de regadío histórico, especialmente en los núcleos del medio rural valenciano y su entorno. En éstos se conservan como bienes de relevancia local -BRL- (molinos de Alcoi -Tort, Ferro o Molinar-), insertados en rutas temáticas (lavaderos y molinos de la Ruta del Agua de Chelva, Ruta de los Molinos de Ares del Maestre, Ruta Fluvial del Túria o la futura Ruta Patrimonial del Riu Magre en Turís) o en pequeños recorridos y senderos locales de las poblaciones de interior, e incluso restaurados (museos-albergues del Rincón de Ademuz), rehabilitados (hoteles-restaurantes de La Safor) o las recientes actuaciones en molinos, como en la ciudad de Valencia (Sol, Tell, San Miguel de los Reyes o Vera) o en su anillo metropolitano (Molí de la Parra de Llíria o Molí del Conde de Riba-roja).
El “lavadero/llavador”, también denominado como “llavaner” e incluso “safareig” (Vall del Segó, La Ribera Baixa, La Safor), es un elemento fundamental en la trama urbana de las localidades valencianas, sobre todo desde las mayores necesidades higiénicas que se producen con la revolución industrial a partir de mediados del siglo XIX. Se trata de una obra hidráulica destinada a la colada de prendas, que evoluciona a edificio a partir de las losas de lavado que se emplazan en los bordes de los cajeros de las acequias. En general, los lavaderos son inmuebles de planta cuadrangular, con techumbre y paredes de obra, que son aprovisionados mediante una acequia que discurre por su sector central, donde residen sus pilas de lavado. La acequia está equipada en sus bordes con una losa inclinada y sirve las aguas requeridas para realizar la limpieza de los enseres. Amén de su uso, ha desempeñado una relevante función social por tratarse de un punto de encuentro de la población, en particular del colectivo femenino. Otra variedad son los “fregaderos/fregadors”, que incluso comparten espacio común con los lavaderos, si bien con pilas separadas por razones de higiene. Éstos son de construcción similar y se utilizan como elementos donde se efectúa el lavado de los utensilios culinarios de la casa. Destacan los lavaderos localizados en el medio rural (La Serranía, Vall d’Albaida o Alto Palancia) como fruto de la larga tradición agroganadera de sus economías, donde se le diferencia en ocasiones entre los lavaderos de los buenos (ubicados en el núcleo urbano para los vecinos) y los lavaderos de los enfermos (alejados de los núcleos para la utilización exclusiva por parte de los no sanos), como en la villa de Alpuente y sus aldeas.
El abrevadero/abeurador es otro de los bienes representativos de la historia agroganadera de los municipios, especialmente en el interior valenciano. Se trata de un elemento alargado, de planta rectangular, estrecho y fabricado con bloques de piedra o sillería, compuesto por una o varias pilas donde se acumula el caudal a través de un canalillo procedente de una fuente y, en otros casos, de una acequia. Están localizados en lugares estratégicos de paso, como las salidas de las poblaciones y las encrucijadas de caminos, o en los distintos barrios de los cascos urbanos y corrales de las viviendas para abastecer al ganado (situados a ras de suelo) y a las caballerías (de mayor porte). Recibe también el nombre de “pica o pileta”, y en función de su constructiva, “bebedor o tornajo” (de obra), “gamellón” (antigua construcción de tronco de madera vaciado) o “navajo” (estanque natural); esta tres últimas en espacios castellano hablantes. Las mayores concentraciones de abrevaderos se encuentran, al igual que en el caso de los lavaderos, en las áreas rurales de montaña, donde prevalecen varias asociaciones de elementos: fuente-abrevadero-lavadero-balsa, fuente-abrevadero-lavadero o fuente-abrevadero.
Una serie de variados artefactos impulsados por la fuerza hidráulica han poblado hasta el último rincón de las tierras valencianas, tanto de litoral como de interior, especialmente emplazados en las orillas de los cursos de agua, en lugares con pendientes propicias, en espacios con accesos adecuados o en la proximidad de mercados locales, con el objeto de desarrollar una actividad manufacturera que desembocó en una fase protoindustrial de la economía valenciana[25]. De esa manera, una batería de “molinos harineros/molins fariners, molinos arroceros/molins arrossers, batanes/batans o molinos de trapo/molins de drap, fábricas o molinos de luz/fàbriques o molins de llum, serrerías/serreries, herrerías/ferreries, martinetes/martinets, molinos de pólvora/molins de pòlvora, caldererías/caldereries, fábricas papeleras/fàbriques paperes”, etc. inundaron los núcleos urbanos, los ríos y la red circundante de barrancos, acompañados de ingeniosos mecanismos de aprovechamiento eficiente de la aguas: caces, balsas de acumulación, cubos, rampas o combinaciones de éstas. Por tipología sobresalen en el territorio valenciano los molinos arroceros de La Ribera, los edificios textiles de los ríos Alcoy o Cànyoles-Albaida, las fábricas de luz del Serpis (L’Orxa-Villalonga), las fábricas de papel de Buñol y entorno; así como otros ejemplos específicos, como el molinar del Barranco de los Molinos de Ares del Maestre o molinos-museos como el de Casas Bajas.
El molino hidráulico-molí hidràulic es el principal referente de estas manufacturas en los espacios agrarios valencianos, como resultado de su antigüedad, presencia común en la práctica totalidad de las poblaciones (al igual que el sistema de huertas), destacadas connotaciones socioeconómicas de su actividad o incluso arquitectura y estética que representa la esencia del medio rural. Se trataba de un antiguo artefacto cuyo objeto era la transformación de la fuerza hidráulica en la energía motriz suficiente para poner en funcionamiento los mecanismos de moltura, en su mayor parte harinas y piensos. Éstos eran accionados por una rueda horizontal de álabes, que giraba al proyectar sobre ésta un chorro de agua a presión procedente de la acequia y, por ende, transmitía un movimiento al eje que activaba las muelas (solera y volandera). Entre los múltiples elementos y utensilios que componen el engranaje de un molino se encuentran, al margen de los ya citados anteriormente, el alivio, árbol, bancada, boquillón, botana, cabria, cárcavo, cernedor, limpia, grúa, guardapolvo, husillo, rangua, rasera o rodezno. El máximo apogeo de la molinería valenciana se remonta a la segunda mitad del siglo XIX; mientras que su decadencia se produce a mediados del siglo XX, en consonancia con el auge de las fábricas electrificadas. Notables son las densidades históricas de molinos de L’Horta de València (más de 130 artefactos), del Alto Palancia (aproximadamente un centenar de artefactos), de la Ribera Baixa (cerca de 90 artefactos) o de otros pequeños sectores (Valle del Tuéjar-Chelva o Vinalopó Medio, ambos en torno a la treintena de molinos).
Destaca también el batán/batà, como unas de las manufacturas de mayor antigüedad en nuestro territorio, remontado al menos al siglo XIII, y como una de las primeras en desaparecer, pues se encuentran fuera de uso aproximadamente ya en el siglo XIX. Se trata de un pequeño ingenio hidráulico, con una rueda vertical que, impulsada por el agua, articulaba un eje horizontal. En éste se hallaban dispuestas las levas que accionaban dos grandes mazos de madera, cuyo golpeo alternativo sobre los paños tejidos contribuía a desengrasarlos y enfurtirlos. De igual modo, la fábrica de luz/fàbrica de llum es otro de los ingenios hidráulicos de referencia en el contexto valenciano, puesto que son el germen, a pequeña escala (local), de las actuales centrales hidroeléctricas. Éstas funcionaron como modestas instalaciones (comunitarias o particulares) destinadas a la producción de energía eléctrica a partir de la fuerza hidráulica, sobre todo en auge a principios del siglo XX[26]. Se aprovisionaban de una presa particular o de una acequia preexistente para regadío; y contaban con un salto, desde el canal, que se dirigía a la cámara de agua para accionar a presión la turbina. Su actividad cesó a mediados del siglo XX debido a la proliferación de nuevas plantas de producción eléctrica a mayor escala (regional).
Otros elementos hidráulicos de uso de especial interés en los sistemas valencianos de regadío son los “galipuentes/galliponts, escaleras/escales o medidores/mesuradors”. Los “galliponts, ponts o pontarrons” figuran como un pequeño puente, conformado por un arco de medio punto rebajado y construido con mampostería (argamasa y ladrillo cocido) o piedra tallada sobre la caja, que permite bien el paso de los regantes de una parte a la otra del canal de riego, bien el franqueo de obstáculos geográficos, como vaguadas y barrancos, que son canalizados por encima de la acequia con una ligera rampa que evita la colmatación del sistema. Aparecen en el caso de acequias de gran amplitud (sistemas del litoral), acequias que discurren por espacios quebrados (riegos de interior) o acequias que fluyen próximas a molinos o viviendas (por ejemplo las casas ubicadas en la calle de la Acequia en Pedralba). Las “escales o escaletes” constituyen un conjunto de peldaños, conformados por mampuestos insertados en muros o bancales de piedra en seco o tierra, que proporcionan al regante acceso a las acequias emplazadas en las cotas elevadas, muy por encima de las parcelas de riego, donde practica el reparto correspondiente del agua o la monda o acondicionamiento del sistema. Son representativas de los extensos sistemas del medio rural valenciano (Castielfabib o Chelva). El “medidor/mesurador” es una regleta, generalmente de cerámica, situada en un lateral de la caja de la acequia, que se emplea para que los regantes controlen el caudal que transporta el sistema a partir del nivel que marca la lámina de agua. En las acequias de la Vega de Xàtiva y de la Ribera Alta es común la localización de estos antiguos elementos de medición, hoy con un carácter ornamental tras ser sustituidos por nuevos mecanismos de control de la Confederación Hidrográfica.
Las magnitudes reales de la arquitectura del regadío histórico en el territorio valenciano
Como se ha apuntado, la identificación de los elementos distribuidos por los diversos sistemas de regadío valencianos entraña una labor compleja y dificultosa, si tenemos en cuenta las dimensiones y la topografía del territorio, la universalidad de las redes de riego, o los múltiples elementos utilizados para desempeñar las funciones características de la irrigación (captación, conducción, acumulación, distribución y uso). De la misma manera la superficie regada considerada como histórica en el territorio valenciano adquiere un significado especial, pues en 1915 se estima que se regaban unas 186.000 hectáreas, que representaban el 13,5 por ciento del regadío español[27]. Por ello, esa labor de identificación requiere un período de tiempo así como unos recursos técnicos y humanos considerables. Entre 1997 y 2012 la unidad de investigación ESTEPA ha abordado sistemáticamente campañas anuales de estudios del patrimonio hidráulico valenciano, financiados por la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano así como por la Confederación Hidrográfica del Júcar, de manera que en la actualidad se dispone de información de dicho patrimonio para aproximadamente tres cuartas partes del territorio valenciano. Se ha estudiado la totalidad de la provincia de Valencia, aproximadamente cuatro quintas partes de Alicante y algo menos de la mitad del territorio castellonense.
Entre los resultados obtenidos cabe señalar las dimensiones espaciales y el significado funcional de estos elementos en la Comunitat Valenciana. Se han catalogado más de 7.800 registros en el territorio analizado (cuadro 1), que representa el 75 por ciento del total de la región. Es decir, se constata que se trata de un patrimonio profuso, cuya estimación para la totalidad del territorio supera ampliamente los 10.000 registros. En estos cálculos no se han considerado ni las acequias, por su componente lineal, ni los molinos hidráulicos, por no estar relacionados necesariamente con los sistemas de regadío (un buen número disponen de sus propios sistemas de acopio de agua, de forma especial en la mayor parte de las áreas de interior montañosas).
Destaca además que tres cuartas partes son funcionales, están usándose para el fin que se construyeron. Estos elementos activos, más de 5.800 de los catalogados, son una muestra de la estrecha relación entre uso y mantenimiento, entre actividad y conservación. Y son especialmente mayoritarios los que son aprovechados para el riego. Sin embargo, aquellos otros construidos para otras funciones, relacionadas con actividades tradicionales y hoy obsoletas como los lavaderos públicos, o superados técnicamente y sustituidos por nuevas tecnologías, como los motores históricos, no se utilizan. Cabe resaltar que muchos de ellos no sólo dejaron de usarse, sino que además han desaparecido, tras su abandono y deterioro.
Cuadro 1
Elementos del patrimonio hidráulico valenciano relacionados con el regadío tradicional
Provincia | Elementos |
|
|
% de territorio |
Alicante |
1.501 |
958 |
63,8 |
75 |
Castellón |
1.152 |
974 |
84,5 |
40 |
Valencia |
5.190 |
3.915 |
75,6 |
100 |
Total |
7.843 |
5.847 |
74,8 |
75 (aprox.) |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
El patrimonio hidráulico relacionado con el regadío se caracteriza por su universalidad[28]. La labor de identificación y catalogación realizada durante esos años en el territorio valenciano, en particular en 4 comarcas castellonenses, en las que se extienden por el sector meridional, en 7 comarcas alicantinas (sólo resta por analizar L’Alacantí y el Baix Segura), y en las 14 comarcas valencianas, ha permitido constatar en todas ellas la existencia de regadío tradicional y de los elementos relacionados con él (cuadro 2). Y en la totalidad de los municipios estudiados. Sin embargo se aprecian algunas diferencias entre ellas, en términos cuantitativos, por diversas causas: la superficie total de cada comarca, las condiciones del medio físico para la construcción de regadíos, la superficie regable, el número de sistemas de riego existentes o el volumen de poblaciones, para cada unidad comarcal.
Cuadro 2
Patrimonio hidráulico de regadío en el territorio valenciano
Provincia |
Comarca |
Elementos |
Provincia |
Comarca |
Elementos |
Alicante |
Alt Vinalopó |
252 |
Valencia |
El Camp de Morvedre |
229 |
El Baix Vinalopó |
130 |
El Camp del Turia |
234 |
||
El Comptat |
222 |
El Rincón de Ademuz |
246 |
||
La Marina Alta |
326 |
El Valle de Ayora-Cofrentes |
150 |
||
La Marina Baixa |
259 |
Hoya de Buñol-Chiva |
433 |
||
L'Alcoià |
78 |
La Canal de Navarrés |
280 |
||
Vinalopó Mitjà |
234 |
La Costera |
190 |
||
Subtotal provincial |
75 por ciento de la provincia de Alicante |
1.489 |
La Plana de Requena-Utiel |
219 |
|
Castellón |
Alto Mijares |
468 |
La Ribera Alta |
898 |
|
Alto Palancia |
554 |
La Ribera Baixa |
345 |
||
La Plana Alta |
75 |
La Safor |
354 |
||
La Plana Baixa |
55 |
La Serranía |
450 |
||
Subtotal provincial |
40 por ciento de la provincia de Castellón |
1.150 |
La Vall d'Albaida |
700 |
|
L'Horta |
462 |
||||
Subtotal provincial |
|
|
|||
Total |
7.812 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
El estudio del patrimonio del regadío histórico en la provincia de Valencia (figura 1), que ha sido completado recientemente, permite diferenciar algunos rasgos espaciales que pueden ser extrapolados a otros territorios de la Comunitat Valenciana. Se han inventariado más de 5.100 registros, que se distribuyen entre comarcas del litoral y del interior (cuadro 3). Es decir, se trata de una realidad presente en el territorio, que se encuentra al margen de las singularidades de la dualidad espacial entre costa y montaña. En las tierras centrales y de poniente se ha constatado la presencia de numerosos elementos repartidos en los múltiples sistemas de regadío de las áreas montañosas y en los fondos de los valles, que corresponden a microsistemas y mesosistemas de riego, respectivamente. Muchos de ellos de factura sencilla y de materiales humildes, en consonancia con la naturaleza de los sistemas de regadío existentes y las sociedades locales que los crearon y conservaron para satisfacer sus necesidades (el propio regadío, el lavado público, el abastecimiento al ganado, etc.). Su funcionalidad prima por encima de otras cualidades, como las estéticas. En todo caso, ninguna comarca valenciana tiene menos de 150 elementos inventariados.
Figura 1. Patrimonio del regadío histórico en las comarcas de la provincia de Valencia |
Cuadro 3
Patrimonio del regadío histórico en la provincia de Valencia
Comarca |
Elementos |
% |
El Camp de Morvedre (*) |
229 |
4,4 |
El Camp del Turia |
234 |
4,5 |
El Rincón de Ademuz |
246 |
4,7 |
El Valle de Ayora-Cofrentes |
150 |
2,8 |
Hoya de Buñol-Chiva |
433 |
8,3 |
La Canal de Navarrés |
280 |
5,4 |
La Costera |
190 |
3,6 |
La Plana de Requena-Utiel |
219 |
4,2 |
La Ribera Alta (*) |
898 |
17,3 |
La Ribera Baixa (*) |
345 |
6,6 |
La Safor (*) |
354 |
6,8 |
La Serranía |
450 |
8,6 |
La Vall d'Albaida |
700 |
13,4 |
L'Horta (*) |
462 |
8,9 |
Provincia de Valencia |
5.173 |
100 % |
Comarcas del litoral (*) |
2.276 |
44 % |
Comarcas del interior |
2.897 |
56 % |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
Sin embargo las comarcas costeras destacan por la proporción de los registros realizados. La Ribera del Júcar, desde Antella hasta Cullera (Ribera Alta y Ribera Baixa), representa una cuarta parte de los elementos inventariados valencianos. L´Horta de València, una décima parte del total. Las favorables condiciones del escenario geográfico, resultado de la combinación de los aportes de los ríos Júcar y Turia, una topografía llana y unos suelos fértiles, así como, especialmente, la componente histórica en ambos espacios, definen la singularidad que adquieren respecto al resto de territorios.
De la misma manera se ha elaborado un estudio detallado del elemento, de implantación lineal en el territorio, que configura todo sistema de regadío tradicional. Nos referimos a las acequias (figura 2). La longitud de las acequias del regadío valenciano, en sus primeros cinco niveles, asciende a más de 7.000 kilómetros. Dicha magnitud, calculada mediante un sistema de información geográfica elaborado expresamente durante los últimos años, está relacionada directamente con las dimensiones de estos sistemas, de tal manera que aquellas comarcas donde predominan los macrosistemas de regadío también sobresalen por esa variable. Como se recoge en el cuadro 4, más de la mitad, en torno al 58 por ciento del total, se concentra en la comarca de L´Horta, la Ribera Alta y la Ribera Baixa. En el extremo opuesto se encuentran las comarcas del interior con sistemas de reducidas dimensiones. Es el caso del Rincón de Ademuz o el Valle de Ayora-Cofrentes. Estas diferencias son además sensibles cuando se atienden a las dimensiones de las acequias de primer orden, las “acequias madre”, del litoral y del interior (cuadro 5). La modalidad de representación cartográfica elegida en la figura 2, un mapa de puntos, permite identificar las diferencias absolutas entre las acequias de las comarcas valencianas; de la misma manera, facilita una sensación de densidad comarcal desigual para el conjunto del territorio valenciano.
Figura 2. Longitud de las acequias en las comarcas valencianas |
Si se consideran únicamente las acequias de primer orden, es decir, aquellas que tienen su origen en el punto de captación del recurso hídrico, tales diferencias entre macrosistemas y el resto, mesosistemas y microsistemas, entre el regadío de los llanos litorales y los del interior, se aminoran. L´Horta de València representa el 16,3 por ciento, la Ribera Alta, el 10,8 por ciento, y la Ribera Baixa, el 9,7 por ciento; mientras que comarcas del interior, con ingentes microsistemas y, por lo tanto, con un mayor número de acequias madre, adquieren valores significativos, como los de la Serranía, el Rincón de Ademuz y el Valle de Ayora-Cofrentes.
Cuadro 4
Longitud de las acequias valencianas (5 niveles/órdenes) y las de 1r orden
Territorio |
Kilómetros de los 5 niveles |
Kilómetros de 1r orden |
El Camp de Morvedre |
595,4 |
60,8 |
El Camp de Túria |
218,9 |
66,6 |
El Rincón de Ademuz |
161,4 |
128,2 |
El Valle de Ayora-Cofrentes |
181,9 |
127,0 |
Hoya de Buñol-Chiva |
281,8 |
162,6 |
La Canal de Navarrés |
252,2 |
155,8 |
La Costera |
311,0 |
132,3 |
La Ribera Alta |
1.413,8 |
197,1 |
El Marquesat-Vall dels Alcalans |
215,9 |
109,4 |
La Ribera Baixa |
995,1 |
177,6 |
La Serranía |
437,9 |
213,9 |
La Vall d'Albaida |
319,5 |
125,0 |
L'Horta |
1.766,3 |
297,3 |
Totales |
7.151,7 |
1.952,2 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
Cuadro 5
Referencias significativas entre acequias valencianas de diversas comarcas
Denominación de la acequia |
Kilómetros |
Reial Séquia de Moncada (Horta Nord, litoral) |
30,933 |
Sequia Reial del Xúquer (Riberas del Xúquer y Horta Sud, litoral) |
52,710 |
Séquia de Mestalla (Horta Nord, litoral) |
7,575 |
Acequia de la Masada (Rincón de Ademuz, interior) |
2,790 |
Acequia de la Fresnera (Rincón de Ademuz, interior) |
2,260 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
La representatividad de las tipologías patrimoniales del regadío: el caso de la provincia de Valencia
El estudio realizado sobre el regadío histórico para el territorio de la provincia de Valencia revela cuál es el significado de cada una de las funciones en relación a los registros realizados. Sin duda alguna el elemento más significativo de los sistemas de regadío son las acequias, las conducciones que permiten el discurrir del recurso hídrico desde los puntos de captación a las áreas de irrigación. La componente lineal de las mismas, así como su disposición jerárquica en los diversos sistemas, dificultan su catalogación junto con el resto de elementos, por lo que no están integradas en los resultados que se exponen a continuación.
Más de una treintena de artilugios constituyen el ingente patrimonio hidráulico valenciano referido al regadío. Como se muestra en los cuadros 6 y 7, destacan por su número los utilizados para la captación de las aguas, pues se sitúan en torno al 40 por ciento: más de 800 motores históricos de los llanos aluviales, más de 350 azudes distribuidos por los ríos valencianos, unas 270 fuentes y unos 70 pozos. Las balsas constituyen la construcción por excelencia para el almacenamiento de recursos; de los 1.200 registros vinculados a esta función (23 por ciento del total de los registros), 1.150 corresponden a ellas. Los condicionamientos del interior, con caudales menores e irregulares, justifican el significado que adquieren estos acopios en las comarcas centrales y occidentales. La conducción recoge aproximadamente un 15 por ciento de los elementos inventariados. Como se ha apuntado, no se contabilizan las acequias y sí el conjunto artilugios que han permitido salvar obstáculos del propio medio natural (vaguadas, barrancos, ramblas, etc.). Suman 760 y sobresalen los acueductos y arcos, con más de 320, y los sifones, con 430. La función de la distribución de las aguas en las acequias se efectúa fundamentalmente mediante los partidores, en sus diversas modalidades. Para ese cometido se han inventariado 458 registros, en su práctica totalidad partidores. Finalmente, las obras destinadas al uso de caudales representan algo más del 13 por ciento del inventario general, y ascienden a unas 700 fichas. Destacan los abrevaderos y los lavaderos.
Cuadro 6
Volumen de elementos según su función en la provincia de Valencia
Función |
Elementos |
% |
Tipologías destacadas |
Captación |
2.047 |
39,5 |
Motores, azudes, fuentes, pozos |
Almacenamiento |
1.201 |
23,2 |
Balsas |
Conducción |
762 |
14,7 |
Acueductos, sifones |
Distribución |
458 |
9,1 |
Partidores |
Uso (*) |
696 |
13,5 |
Abrevaderos, lavaderos |
Total |
5.173 |
100 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia. (*) No se consideran los molinos hidráulicos.
Cuadro 7
Identificación de tipologías y funcionalidad de elementos en la provincia de Valencia
Tipología |
Funcional |
No funcional |
Tipología |
Funcional |
No funcional |
Abrevadero |
186 |
62 |
Manantial |
60 |
4 |
Acueducto |
239 |
84 |
Medidor |
11 |
0 |
Aliviadero |
18 |
0 |
Mina |
114 |
5 |
Aljibe |
25 |
25 |
Molineta |
0 |
9 |
Azud |
274 |
105 |
Motor |
705 |
132 |
Balneario |
1 |
0 |
Nacimiento |
20 |
1 |
Balsa |
762 |
386 |
Nevero |
1 |
4 |
Barrera protectora |
1 |
0 |
Noria |
4 |
180 |
Boquera |
3 |
0 |
Pantano |
7 |
4 |
Caseta |
1 |
0 |
Partidor |
400 |
26 |
Compuerta |
7 |
0 |
Pozo |
42 |
28 |
Depósito |
2 |
11 |
Puente |
1 |
0 |
Desagüe |
3 |
0 |
Registro |
10 |
12 |
Escaleras |
1 |
0 |
Regulador |
0 |
1 |
Foggara |
69 |
17 |
Salinas |
1 |
5 |
Fuente |
244 |
24 |
Sifón |
392 |
39 |
Gallipuente |
19 |
0 |
Taona |
0 |
3 |
Lavadero |
292 |
91 |
Total |
3.915 |
1.258 |
% funcional |
75,43 |
24,24 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
Las diferencias entre el interior y el litoral, entre el sector accidentado y el llano, entre poniente y levante, cuando se trata del patrimonio hidráulico valenciano relacionado con el regadío, se hacen patentes si se consideran la naturaleza de los elementos que forman parte de los sistemas de riego histórico. Las redes plantean ciertas diferencias sensibles, no sólo por la diversidad de las acequias que las integran, sino por las dimensiones y morfologías que adquieren en una y otra parte del territorio valenciano. Así es habitual hallar acequias con un cajero más o menos ancho, en función del caudal, la topografía y el parcelario a regar, al margen de su orden jerárquico.
Los diversos artilugios registrados en el catálogo provincial recogen, de la misma manera, diferencias entre los elementos que figuran y en qué cuantías (cuadro 8):
Cuadro 8
Identificación entre elementos del regadío del interior y litoral de la provincia de Valencia
Tipología |
Interior |
% |
Litoral |
% |
Total |
Abrevadero |
207 |
83,47 |
41 |
16,53 |
248 |
Acueducto |
229 |
70,68 |
95 |
29,32 |
324 |
Azud |
322 |
85,41 |
55 |
14,59 |
377 |
Balsa |
779 |
67,68 |
372 |
32,32 |
1.151 |
Foggara |
73 |
82,02 |
16 |
17,98 |
89 |
Fuente |
209 |
78,28 |
58 |
21,72 |
267 |
Lavadero |
275 |
71,80 |
108 |
28,20 |
383 |
Mina |
90 |
73,77 |
32 |
26,23 |
122 |
Motor |
101 |
12,05 |
737 |
87,95 |
838 |
Nacimiento |
21 |
100 |
0 |
0 |
21 |
Noria |
87 |
46,03 |
102 |
53,97 |
189 |
Pantano |
9 |
81,82 |
2 |
18,18 |
11 |
Partidor |
43 |
10 |
387 |
90 |
430 |
Pozo |
54 |
77,14 |
16 |
22,86 |
70 |
Sifón |
281 |
65,20 |
150 |
34,80 |
431 |
Fuente: Estepa (1997-2012). Elaboración propia
- En el interior, sobresalen los abrevaderos, destinados al abastecimiento de una actividad tradicional, como era la ganadería; los acueductos, cuyo número está condicionado por las irregularidades topográficas; los azudes, debido a los múltiples microsistemas y mesosistemas que se extienden por esta parte del territorio; las balsas, como respuesta a los aforos irregulares y exiguos; las galerías drenantes, que contribuyeron al aprovechamiento de los recursos subterráneos y no han sido sustituidas normalmente por otras modalidades de captaciones (a diferencia de la costa); las minas y los alcavones, que permiten a las acequias librar obstáculos del medio físico; y los lavaderos, muestra del mantenimiento de tradiciones domésticas así como una sensibilidad y un respeto locales por ellos.
- En el litoral, en cambio, resaltan los motores históricos, relacionados con la explotación de recursos hipogeos próximos a la superficie, que en ocasiones fueron complementarios a los sistemas fluviales de riego; y los partidores, concebidos como soluciones técnicas ante la necesidad de garantizar mecanismos de reparto del agua, en unas redes de acequias de gran tamaño.
Conclusiones
Los regadíos históricos valencianos fundamentan su estructura espacial mediante una densa red de conducciones (acequias) y millares de artilugios distribuidos a lo largo de su territorio, más de diez mil. La variedad tipológica es un segundo rasgo que singulariza a esos artilugios, debida a las diversas funciones que desarrollan (o desarrollaban), a los condicionamientos del medio físico y a la cultura tecnológica de las sociedades locales.
Un complejo sistema de redes y artilugios configuran la ancestral arquitectura hidráulica valenciana, con un denominador común, el uso del agua para la implantación progresiva del regadío. Un recurso que se ha obtenido tradicionalmente de la superficie o de niveles subterráneos.
El origen de los sistemas de irrigación se halla en la captación de los recursos hídricos. Para ello ha sido necesaria una amplia variedad de obras cuya función principal ha sido la toma de las aguas superficiales (azudes, presas, norias fluviales…) o de las subterráneas (galerías drenantes, pozos verticales, norias de sangre, vapores, motores…). Las técnicas constructivas, los materiales utilizados, las localizaciones elegidas, las variedades tipológicas o las fuentes de energía empleadas, forman parte de una cultura del agua configurada a lo largo de siglos.
La acequia es la obra capital que facilita la conducción del agua y permite la articulación de las funciones de distribución, acumulación y uso. Se trata de un elemento que adquiere una gran variedad, debido a los diferentes escalados de sistemas de regadío existentes, a la geomorfología, la producción y el grado de especialización agrícolas, y, por supuesto, la historia.
La distribución del agua de riego se realiza mediante los partidores, variados según el territorio, el sistema de acequias de relevancia histórica y la tipología constructiva. La acumulación de aguas, habitualmente por medio de balsas y balsones, facilitan el depósito temporal, el aprovisionamiento de los recursos, para los que se les atribuye funciones no sólo de riego (molinería, abastecimiento humano, etc).
Las magnitudes espaciales adquiridas por la arquitectura del regadío histórico en el territorio valenciano son muy significativas. Se constata que para el conjunto del espacio levantino se supera ampliamente los 10.000 registros, de los cuales estimamos que unas tres cuartas partes son funcionales. Es decir, se utilizan para el fin que se construyeron, y constituye una referencia de la relación entre uso y conservación.
El volumen de artilugios identificados varía en las diversas comarcas valencianas, en función de determinadas variables como son la extensión de las mismas, las condiciones impuestas por el medio físico para la construcción de espacios irrigados, la superficie regable, el número de sistemas de irrigación presentes o el sistema de poblamiento. En cualquier caso, se trata de una arquitectura universal, que se halla al margen de las singularidades de la dualidad espacial entre litoral e interior, entre llanura y montaña. Ninguna comarca posee menos de 150 elementos registrados.
En los piedemontes valencianos así como en el interior se constata la presencia de numerosos elementos repartidos en los múltiples sistemas de regadío de las áreas montañosas y en los fondos de los valles, que corresponden a microsistemas y mesosistemas de riego, respectivamente. De factura sencilla y de materiales humildes, en consonancia con la naturaleza de los sistemas de regadío existentes y las sociedades locales que los crearon y conservaron para satisfacer sus necesidades. Su funcionalidad prima por encima de otras cualidades, como las estéticas. Las tierras del litoral sobresalen por la proporción de los registros realizados. La Ribera del Júcar representa una cuarta parte de los elementos inventariados valencianos. L´Horta de València, una décima parte del total. Las favorables condiciones del escenario geográfico, resultado de la combinación de los aportes de los ríos Júcar y Turia, una topografía llana y unos suelos fértiles, así como, especialmente, la componente histórica en ambos espacios, definen la singularidad que adquieren respecto al resto de territorios.
La longitud de las acequias del regadío valenciano, en sus primeros cinco niveles, asciende a más de 7.000 kilómetros. Dicha magnitud está relacionada directamente con las dimensiones de estos sistemas, de tal manera que aquellas comarcas donde predominan los macrosistemas de regadío también despuntan por esa variable. Sin embargo, las comarcas del interior destacan por sus sistemas de reducidas dimensiones.
Las diferencias entre el interior y el litoral, son constatables si se considera la naturaleza de los elementos que forman parte de los sistemas de riego histórico. Las redes plantean ciertas diferencias que se manifiestan en términos de jerarquía, caudal, topografía y parcelario irrigable.
Los elementos catalogados a nivel provincial recogen diferencias sensibles según su localización sea en el interior o en el litoral. En el primero, destacan elementos relacionados con la actividad ganadera (abrevaderos), relacionados con la abrupta topografía (acueductos, arcos, sifones), identificados con los numerosos sistemas de regadío construidos durante siglos (azudes), a los caudales irregulares (balsas y balsones), y a las aguas subterráneas en piedemontes y montañas medias (galerías drenantes y minas). En el litoral, sin embargo, destacan los partidores sobre acequias de caudal abundante, necesarios para garantizar una gestión del agua sin conflictos, y los motores históricos, identificados con los niveles freáticos próximos a la superficie.
Notas
[1] López, 1989, p. 29-31.
[3] Gil y Morales, 1992, p. 50-55.
[4] Sanchis, Hermosilla e Iranzo, 2004, p. 224-226.
[5] Ver en bibliografía Hermosilla, 1997-2012.
[6] Junta Consultiva Agronómica, 1918, p. 420-425.
[7] Al-Mudayna, 1991, p. 721, 728.
[8] Bernabé, 1989, p. 194.
[9] Al-Mudayna, 1991, p. 132, 136.
[10] Gil, Martínez y Gómez, 2011, p. 1-2.
[11] Hermosilla, 2008, p. 17, 19.
[12] Hermosilla, 2006, p. 9.
[13] Al-Mudayna, 1991, p. 719, 727.
[14] Al-Mudayna, 1991, p. 727.
[15] Marco y Sanchis, 2003, p. 181-182.
[16] López, 1989, p. 36.
[17] Butzer, 1989, p. 223.
[18] Hermosilla, 2010, p. 36.
[19] Mateu, 1989, p. 166-167.
[20] Al-Mudayna, 1991, p. 720.
[21] Marco, Mateu y Romero, 1994, p. 133.
[22] Al-Mudayna, 1991, p. 720.
[23] López, 1975, p. 3.
[24] Malpica, 1995, p. 164.
[25] Cerdà y García, 1995, p. 518.
[26] Piqueras, 1991, p. 27.
[27] Hermosilla, 2010, p. 23.
[28] Mata y Fernández, 2010, p. 5.
[*] El presente artículo se ha servido de la experiencia acumulada por el grupo ESTEPA (Departament de Geografia, Universitat de València), fundamentada en el desarrollo de proyectos de investigación sobre riegos tradicionales y patrimonio hidráulico por la práctica totalidad del territorio valenciano a lo largo de los últimos quince años (1997-2012). Bajo la dirección del profesor Jorge Hermosilla, buena parte de estas investigaciones han sido publicadas en la Colección Regadíos Históricos, de la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano, la Universitat de València y la Confederación Hidrográfica del Júcar: El Patrimonio del agua en el Valle de Ayora-Cofrentes (1999); Los sistemas de regadío en La Costera. Paisaje y Patrimonio (2003); La Arquitectura del agua en el Riu Magre. Alcalans-Marquesat (2004); El regadío histórico en la comarca de Requena-Utiel. Geografía y Patrimonio (2005); Los Riegos de la Safor y la Valldigna. Agua, Territorio y Tradición (2005); Los Paisajes de Regadío en el Alto Palancia. Sistemas y elementos hidráulicos (2006); Las Riberas del Xúquer: Paisajes y patrimonio Valenciano (2006); Los regadíos tradicionales del Vinalopó. Alto y Medio (2007); El patrimonio hidráulico del Bajo Túria: L’Horta de València (2007); Las vegas tradicionales del Alto Turia: sistemas y paisajes de regadío (2008); Los regadíos históricos del Turia Medio: La Serranía y el Camp de Turia (2009); Los regadíos históricos del Baix Millars-La Plana (2009); Los regadíos tradicionales y el patrimonio hidráulico del Alto Mijares (2010); y Los riegos tradicionales de La Marina Alta: las cuencas hidrográficas del Gorgos y Girona (2012).
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© Copyright Jorge Hermosilla Pla y Martín Peña Ortiz, 2013.
© Copyright Biblio3W, 2013.
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