REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XVII, nº 1005, 25 de diciembre de 2012 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
TRES MITOS VISUALES DE BRAGA. UN ENSAYO EN GEOGRAFÍA CULTURAL
Miguel Sopas de Melo Bandeira
Instituto de
Ciencias Sociales
Universidad del Minho; CEGOT; CICS
Recibido: 1 de mayo de 2012. Devuelto para revisión: 23 de abril de 2012. Aceptado: 10 de julio 2012.
Tres mitos visuales de Braga. Un ensayo en geografía cultural (Resumen)
El proyecto de investigación más reciente en que estamos envueltos se centra en la interacción entre la Geografía Cultural en espacio urbano y las Ciencias de la Comunicación, basado en las imágenes de tarjetas postales ilustradas – socio-semiótica de la imagen y del imaginario –, nos ha permitido explorar el análisis del paisaje urbano y la imagen de la ciudad para buscar nuevas vías de ensayo interdisciplinario.
Este texto parte del análisis de tres aforismos recurrentes del imaginario de (y sobre) la ciudad portuguesa de Braga, investigando su proyección en la producción de continuidades visuales de la urbe. Para exprimirlo hemos recurrido al modelo inspirador de las "Mitologías" de Roland Barthes (1957), privilegiando el análisis de las imágenes como una forma de identificar las constantes de la historia de la ciudad que unas veces oponen, otras confunden, lo cristiano y lo pagano en Braga
Palabras clave: Braga; imaginario; mitologías; análisis visual; geografía cultural; ciencias de la comunicación
Three visual miths in Braga. A Cultural Geography essay (Abstract)
The most recent research project we are involved focuses on the interaction between Cultural Geography in the urban space and Communication Sciences, based on images from picture postcards – socio-semiotics of the image and imagination – has allowed to explore the analysis of an urban landscape and the image of the city with the aim of finding new ways of interdisciplinary debate.
This text starts with the analysis of three recurrent aphorisms of the imagery (and about) the Portuguese city of Braga, investigating its projection in the production of visual continuities of the city. To express it we have used the inspiring model of the "Mythologies" of Roland Barthes (1957), favoring the analysis of images as a way to identify constants in the history of the city that sometimes oppose, sometimes confuse, the Christian and the pagan in Braga
Keywords: Braga; imaginary; mythologies; visual analysis; cultural geography; communication sciences.
«Si hay límites formales para el mito, no los hay sustanciales.
¿Puede entonces todo ser mito?
Sí, creo–y bien, porque el universo es infinitamente sugestivo»
( Roland Barthes, 1957, opus cit)
La idea
Son las imágenes más perenes y representativas de cada ciudad, los fragmentos del pasado que se conservan, las series que se reproducen, las que nos son ofrecidas como referencias en esa amplia visión que percibe en el último plano del horizonte el rayonnement de las mitologías urbanas. Y son también aquellas otras que se pretenden como genuinas, cuando confrontadas con las continuidades narrativas de la historia y la forma como las reconocemos frente a la fuerza de la contemporaneidad[1].
Ante la posibilidad de que la imagen de la ciudad pueda incorporar la condición de mito se nos presentan, a priori, narrativas más o menos fabulosas – unas más simples, buscando relacionar la potencia telúrica de la naturaleza con los designios de la voluntad humana, y otras, como diría P. Ricœur[2], concibiendo el mito como una explicación de la realidad. Un principio, sin embargo, queda establecido, derivado de la percepción antropológica de la realidad – el que buscamos una síntesis, se diría que el compromiso entre el conocimiento objetivo y la comprensión subjetiva de la significación mítica. En este caso, al relacionar algunos de sus aforismos más publicitados con las constantes de la imagen de la ciudad de Braga.
Para R. Barthes[3] el mito puede ser abordado de una forma más abierta que como una simple ciencia de los signos – como, según él mismo, pretendería Saussure – es decir, como un sistema semiológico, un sistema de comunicación.
En cuanto a la imagen, al ser “más imperativa que la escrita, impone la significación de un solo golpe, sin analizarla, sin dispersarla”[4], no dejando por eso de constituirse como “un lenguaje, siempre que sea significativo”.
A diferencia de nuestra motivación inicial, al comentar los tres mitos visuales de Braga no tenemos, sin embargo, la intención de participar en cualquier crítica ideológica. Ni siquiera de ensayar el “desmantelamiento semiológico” de las representaciones sociales, consideradas contextualmente como expresión de la cultura pequeño-burguesa. Ya en la Introducción a la edición portuguesa de Mitologías (publicada en 1976)[5], después de las convulsiones de mayo del 68, R. Barthes presintió la disolución ideológica que hoy vivimos, así que cuanto a esta materia los hechos hablan por sí mismos. Sin embargo, más allá de la motivación hermenéutica que subyace a la busca de esa escrita visual, frente a cualquier direccionalidad que nos pueda ser reclamada en el futuro, nos identificamos con la reflexión del mismo Barthes cuando explica que “no puede haber denuncia sin su instrumento de análisis fino, no hay semiología que finalmente no se asuma a sí misma como una «semioclastía»”[6]; ni que sea por el contexto de una socio-semiótica de la imagen y del imaginario en que nos posicionamos[7].
Para discurrir sobre estos tres mitos visuales Braga se nos ocurrió empezar con la percepción de constantes narrativo-figurativas que se imponen en el tiempo y el espacio. Por eso, de una forma espontánea, ilustraremos nuestro ensayo con el recurso a la metáfora de otras tantas fuerzas que emanan las leyes de la física – la gravedad, la centripetación y la centrifugación.
A partir de una idea de energía que se siente pero que no se ve, de tres fuerzas que actúan en todo momento con diferentes vectores, pero que coexisten y se complementan, hemos definido a las tres tesis.
En este trabajo el referente con una huella más larga, geográficamente ubicado en el centro del espacio urbano, donde todo parece revertir sobre sí mismo, está representado por la fuerza de la gravedad. Es la constante que más claramente condiciona la morfología de las cosas, el conjunto de las formas, porque “el mito no puede ser de ninguna manera un objeto, un concepto o una idea, es un modo de significación, una forma”[8].
Luego reivindicamos las fuerzas centrípeta y centrífuga como constantes adicionales, que al actuar de forma conjugada mantienen el equilibrio entre el centro y la periferia urbanos. Son fuerzas referenciadas a (y desde) un punto central que se manifiestan en el ámbito de una trayectoria rotativa y curvilínea. Cuanto a la primera, resulta de la preservación de una visión externa, desde afuera, una percepción que busca la cohesión, la unidad entre lo general y el particular, desarrollada a partir del momento en que se reconoce en un sentido más amplio que la ciudad existe más allá de misma. A su vez, la fuerza centrífuga, percibida como figura retórica, apunta para el incremento de una tendencia más reciente y difusa – esto es, fecunda, reproductiva, insaciable e individualmente dispersora.
Sin embargo, y pese al paroxismo, también somos conscientes de que los mitos, aunque aspiren a la eternidad, no son eternos. En el intento de que la relación de las fuerzas físicas se proyectase en las diacronías urbanas tenemos por delante un desafío ensayístico, al que llamaríamos de ejercicio en geografía cultural – en el que asumimos la imponderabilidad de los mitos que tratamos de establecer. Seguimos el sugestivo impulso de un universo de imágenes y narrativas que cargan el lastre, como mínimo, de una ciudad dos veces milenaria.
A partir de algunas de las impresiones apriorísticas basadas en lecturas cruzadas, de los resultados de la confrontación disciplinaria, de la profusión de imágenes que pudimos contemplar a lo largo de los años y, por qué no, también del instinto y del conocimiento acumulados por la vivencia en una urbe que hicimos nuestra, intentaremos extraer la relación que nos proponemos explicar.
Fue de la interacción entre algunos de los aforismos más propagados por la vox populi bracarense (y también por lo que de ellos se percibe en otros lugares) con la observación de imágenes de Braga, y en particular de las que elegimos de un análisis sistemático de colecciones de tarjetas postales, que derivamos la investigación en curso.
A modo de remate llamaríamos la atención para una última consecuencia de los mitos visuales de Braga, que teniendo a la vez rasgos distintos y comunes, parecen transgredir el orden lineal del tiempo que distingue el pasado y el presente.
Cómo no nos cansaremos de registrar, porque entendemos que no es una mera casualidad, hay una ambigüedad en el tiempo, la poderosa tarjeta postal que atraviesa la historia de la urbe, y que a veces opone, a veces confunde, lo cristiano y lo pagano en Braga. Por ejemplo, entre la bienvenida de la placa de autopista que llama a quienes nos visitan donde aparece la imagen del principal ícono religioso – la Catedral – subordinada a la imagen de la Ciudad del Barroco (figura 1), y el saludo de los muertos patrimonializados (u olvidados) a la entrada de las necrópolis de la ciudad romana. Sobre esto encontraremos muchos ejemplos.
Del mismo modo que el nuevo y monumental
Estadio Municipal, del laureado arquitecto Souto Moura, al ser una obra de
referencia del régimen, es Barroco al exaltar la grandiosidad principesca
y absoluta del alcalde, y también es, al mismo tiempo, pagano por la naturaleza
de su finalidad. Son los juegos del pueblo, consagración Clásica
que se hace de los ídolos de contemporaneidad – los futbolistas, los semidioses
de un cristianismo ausente. Una y otra vez la imagen hodierna de Braga nos
enfrenta con a esa permanente tensión entre lo Barroco y lo Romano,
entre lo cristiano y lo pagano.
Figura 1. “Braga, Ciudad Barroca” en la autopista. Fuente: el autor. |
Fuerza gravitacional: más viej[a y fecunda] que la Seo de Braga
Más allá de cuestionar el origen del tan cacareado refrán popular portugués es más viejo que la Seo de Braga, que se utiliza cuando se quiere realzar la gran antigüedad de algo, el edificio de la Catedral[9], que es una expresión de la duración del tiempo, trasciende la historia y se erige como un símbolo intemporal del extremo peninsular. Refundada[10] hace más de 900 años, el 28 de agosto de 1089, con un auto acreditando su bendición y dedicación a Santa María, en presencia de los más altos dignatarios de la iglesia medieval ibérica, en ella se fijó la sede de los que todavía ostentan el título de Primado de las Hespañas. Entre la realidad y el mito, la Seo ya era entonces un referente de la veneración, reverberando, en los tiempos contemporáneos de la refundación, los antecedentes que apuntaban a una Bracara Augusta distante, convertida a la función de foco de irradiación del cristianismo en lo que era entonces el finisterre occidental del imperio romano.
Demarcándonos del deseo de escudriñar en las brumas de la historia, nos contentaremos con reflexionar sobre una serie de coincidencias, o tal vez no, que ahora son generalmente aceptadas como correlacionados, y de profundizar en el estímulo de las sugerencias cruzadas, destacando el que quizá sea el mito más antiguo de Braga. Sabida que es la reutilización de piedras de la vieja Bracara en para la construcción del templo, los epígrafes incrustados en los muros de la catedral y las últimas excavaciones arqueológicas, tanto dentro como fuera del complejo catedralicio, nos muestran las precedencias y las continuidades de una huella bien más antigua, las vetas omisas de cultos sagrados precristianos que se reportan, como ahora se acepta sin discusión, a la fundación de la misma ciudad.
Entre las referencias de larga trayectoria sobresale el culto de Isis, referido en una de las citadas epígrafes, que atestigua el voto dado por la sacerdotisa Lucrecia Fida, celebrante del culto imperial; este también podría ser explicado por la razón topológica de que, en el lugar donde se levantó la catedral, había existido un mercado romano, relacionado con otra deidad pagana funcionalmente más orientada, en este caso llamado Genius Macelli. Más allá de la reutilización de las piedras y de su consecuente traslado, como se hizo con frecuencia en los últimos días del imperio, la cristianización de los templos paganos conservó algunas inercias de fondo y, seguramente, también algunos patrones simbólico-figurativas.
Más que la estrecha asociación con la difusión de la fe, el intercambio de conocimientos y el comercio de bienes y servicios, la gran deidad originaria del delta egipcio, arrebatadora de creyentes desde los años 2600 A. C. y una de las más extendidas por el clásico orbe mediterráneo, habrá llegado a Bracara Augusta igual a sí misma, esto es, pujante de su naturaleza femenina como “arquetipo de la maternidad” y heraldo del “esfuerzo civilizador de la Humanidad”[11].
No deja por eso de ser curioso que la ascendencia de Braga esté persistentemente personificada por una invocación femenina, como argumentan Sales y Sousa, sugiriendo que “la iconografía de la Señora de la Leche, desciende, en línea directa, de las representaciones de la Isis «Lactans»”[12] (figura 2), la primera dando el pecho al niño Jesús y la segunda amamantando al enigmáticos Horus, se hayan conservado al nivel de imagen paradigmática. En este mismo sentido hay que ver la realidad del mismo trazo de género que une la arqueológica Cibeles coronada[13], antropomorfización de la urbe de Bracara recientemente estudiada por Rui Morais[14], con las figuraciones religiosas de Santa María de Braga y, por ejemplo, la alegoría Barroca que puntualiza el frontón del Arco de la Puerta Nueva, una de las puertas de la ciudad medieval, o que decora el salón noble del Ayuntamiento.
Aunque ni todas estas representaciones muestran una maternidad explícita, de lo que es ejemplo la última, si bien la naturaleza simbólica de su contexto es en sí misma indiscutiblemente femenina, todas estas figuras en su conjunto parecen tener más en común que de distinto entre sí. Se podría decir, y incluso en este caso, que la forma en que la ciudad aparece representada simbólicamente – torreones y trozos de muralla – en el regazo de la alegoría, podría tal vez sugerir una transferencia más abstracta de la dimensión maternal, fecunda y protectora de la ciudad.
Por último no debemos olvidar que las mismas insignias de la pedra d’armas de Braga, desde que la ciudad adoptó un escudo de identificación, así lo preservan y así lo confirman.
Quizás por esta razón también se pueda entender que la Seo Catedral de Braga, aunque desprovista de todo el arranque gótico, y ajena a las acentuaciones románticas de aquellas audacias arquitectónicas que incidieron sobre las catedrales europeas del siglo XIX, permanezca algo voluntariamente ambigua en su referente temporal. La Seo conserva el aura mítica y mística del eterno retorno al lugar mágico o sagrado, del nacimiento, quizá de ambas cosas, de la fertilidad de vientre materno, el locus de los orígenes. En fin, el reducto profusamente diseñado que sirvió de imagen privilegiada[15] de la urbe, como si quisiera ilustrar el lugar donde todo comenzó.
Figura 2.Tarjeta postal ilustrada «Nuestra Señora de la Leche (Catedral de Braga)». Edición original en sepia; Braga: colección Olga Carneiro. |
Fuerza centrípeta: Braga por
un catalejo[16]
Vista desde arriba, no tan alto como en aquellas imágenes que nos ofrece un dirigible o un avión, y ni siquiera en las tomas satelitales que más recientemente Google Earth/Virtual Earth nos sirven a domicilio, la ciudad tiene una de sus más antiguas y difundidas tarjetas postales. De esa manera, de lo alto de cumbres del entorno, cercanas a la ciudad, siempre se ha disfrutado de una urbivisión general y referenciada. Es indiscutible que a partir de la divulgación de los procesos de representación del paisaje urbano este tema ha consolidado rápida y internamente la imagen de la ciudad vista desde afuera.
Sería el Santuario de Buen Jesús (Bom Jesus do Monte)[17], que vino a ser instalado sobre una primitiva ermita encaramada en una ladera, como es prerrogativa por las sierras de la provincia del Miño, donde se formalizó ese primero mirador. Y otros le siguieron (Santa María Magdalena de la Falperra y Nuestra Señora del Sameiro).
Demasiado distante como para ser considerado como una ventana sobre la ciudad, pero suficientemente cercano para constituir un punto de la composición del horizonte urbano, el Buen Jesús bien temprano vino a ocupar un lugar destacado en el imaginario colectivo de los bracarenses.
Fue, sin embargo, con la invención de la ‘Braga Pitoresca ou a Verdadeira Cyntra do Norte’[18], que tiene en el Buen Jesús– tal como la cumbre de la Pena, promovida por otra pluma, la de lord George Byron (1788-1824) lo tuvo para Cintra[19] – el epicentro de la producción en serie de imágenes. O mejor, de un nuevo tipo de imágenes, que por su facilidad de reproducción y difusión también ayudó a construir una nueva visión de Braga – las imágenes de la fotografía y de la tarjeta postal.
El Buen Jesús, nunca dejando de ser la meta de peregrinos y un lugar de oración, fue (y sigue siendo) el primer gran destino turístico de referencia del ochocentismo local. Santuario cristiano desde el comienzo, ha sido a la vez una estancia de reposo para los fieles herederos del tour, esta expresión de lo que llamaríamos de paganismo moderno. Estos han reconocido en el Buen Jesús, seguramente desde hace tres siglos a esta parte, la creciente ambivalencia de la función de suburbio divino y de destino de vacaciones mundano. Construido a la imagen de los sacromontes tridentinos que proliferaron en la Europa Barroca, el santuario surgió para recrear la ruta del vía crucis dirigida hacia el simbólico Gólgota, dramáticamente asumido como lugar supremo de la pasión y de la cercanía del creyente a los cielos (figura 3).
Figura 3.Tarjeta postal «Braga – Bom Jesus: Vista do Escadório dos CincoSentidos». |
Envuelto en este misticismo
acumulado, el Buen Jesús incorporó en el medio natural un halo taumatúrgico y
trascendental, que hizo verter sobre sí piadosos peculios materiales. Se fue
engrosando así la galería de beneméritos comendadores, y se multiplicaron las
iniciativas de las mesas administradoras, de las generosas limosnas y de
las obras piadosas consagradas. Estas, ennobleciendo aún más el esplendor del
culto, por supuesto también aportaron al lugar un estatuto de plateau de
los designios terrenales, en un proceso de animación que dio lugar a la
proliferación de hoteles y chalets burgueses. Habrá que recordar además
que el Buen Jesús fue escenario romántico de afamados amoríos, como lo fue de las
pasiones liberales de Ana Plácido (1832-1895) y del gran novelista Camilo
Castelo Branco (1825-1890).
Con la notoriedad adquirida se
convirtió en un espacio de senderos sinuosos, rincones íntimos de promenades
burguesas, de abundante vegetación exótica, con lagos y grutas artificiales,
quioscos y pequeños pabellones, donde ni siquiera faltó el parque de
atracciones, los bares de circunstancias e incluso un llamado casino.
Entre todas estas iniciativas, quizá la más paradigmática para el proyecto que
nos ocupa fue la creación de la Casa de las Estampas (1926), del
arquitecto Raul Lino (1879-1974), un testimonio de la permanente inmanencia de
la imagen en el Buen Jesús del Monte, instrumento de fijación entre las
pulsaciones entre la creación humana y la naturaleza, en un lugar que siempre
se pretendió que fuera único.
Figura 4.Tarjeta postal « Braga – Bom Jesus: Vista do Escadório dos CincoSentidos». |
Es por eso que, además de la
abundancia de tarjetas postales temáticas sobre el lugar, que rellena una serie
propia dentro de la producción específica sobre Braga, la vista panorámica del
Buen Jesús hacia la ciudad sigue siendo el resultado natural de la acumulación
de toda una carga simbólica. Quizá fuera también el escape del alma que está
inevitablemente en la base de la expresión popular Braga por un catalejo,
aforismo de las amplias vistas que se pueden apreciar del famoso mirador, y donde
la cofradía residente instaló uno de los primeros telescopios turísticos en
Portugal. Una circunstancia que, rebasando la magnífica condicionante de la
mirada a la ciudad, vino asociar a la observación un otro aspecto. La visión,
algo libertina y umbilical por el rastreo de sus detalles – aceptablemente más
cercana para individualizar, por el óculo indiscreto, una referencia familia –
tenía también la ventaja de permitir una observación democratizada de la urbe.
Del telescopio del Buen Jesús es posible entender el contexto regional de la ciudad y su entorno, a partir de una vista desde arriba – a vista de pájaro, para no decir del cielo – lo suficientemente distante como para vislumbrar el mar en los días claros, y las principales sierras y valles de la cuenca del río Cávado.
Llega a decirse que el conocido Nicolás Soult (1769-1851), cuando las tropas napoleónicas entraron en la ciudad (1809), y mientras sus soldados, allá abajo, chacinaban y saqueaban, este mariscal del imperio se instalaba con su estado mayor en el Buen Jesús y “maravillado con el paisaje (...) se dice que exclamó: ¡Qué hermoso país tienen estos bárbaros!”[20]
De Braga por un catalejo, cuya imagen es anterior a la misma fotografía y no exclusiva del punto de observación tradicional, tenemos una sucesión de imágenes que revelan la expansión del conjunto urbano. Es lo que puede verse por ejemplo en algunos grabados y dibujos como el Panorama del Poniente de A. P. Cruz Cardoso (1844)[21], donde el autor es uno de los primeros que representan en el horizonte a las poblaciones de Vila do Conde, Fão, Esposende y Barcelos.
Sabemos que el Buen Jesús no era la atalaya exclusiva de apreciación del paisaje urbano. Otros lugares de observación como el alto de los campanarios de las iglesias y los mirantes de los conventos sirvieron para el mismo fin. En este punto vale la pena destacar que el altozano del Picoto, más cercano a la ciudad; según detalles fiables que han surgido desde el Renacimiento, era aquí donde se iba en paseo para disfrutar de una especie de balcón con vistas hacia la ciudad.
Sin embargo, este manto verde que envolvía a la metrópoli y la separaba del santuario, violado sólo por el tentáculo de la calle Nueva de Santa Cruz, carretera edificada hasta el lugar de Peões, ha dado lugar a un continuo urbanizado que ya va subiendo por la ladera hasta junto al observador. Del espacio urbano más o menos indiferenciado que ahora se ofrece aparecerá el tercer y último mito visual de Braga que aportamos, quizá el más reciente y el más asimilador: la Braga siempre creciendo.
Fuerza centrífuga: … siempre
creciendo
El aforismo fue retirado del eslogan central de una campaña electoral ya pasada, que llevaba a la confirmación del inamovible alcalde de Braga, el ingeniero F. Mesquita Machado (n. 1948). Reelegido consecutivamente en la práctica hace tantos años cuantos los del moderno régimen democrático en Portugal, la mayoría de las veces con la mayoría absoluta de los votos, la consigna atestigua una orientación política dominante claramente asumida, y en lo general consentida. Braga siempre creciendo nos proporciona una realidad que expresa una época fuertemente marcada por la urbanización de la sociedad. Una fase de la historia portuguesa que será conocida por la hegemonía de los criterios cuantitativos del crecimiento económico y material.
Sin ceder a la tentación de la exhaustividad de los números, y solo a título indicativo, adelantaríamos que la población residente del municipio de Braga (164 193 según el censo de 2001) se incrementó en más de 30% durante los dos últimos periodos intercensales (1981/1991/2001), y que en la última década el crecimiento absoluto se cifró en 22 936 habitantes. Mientras tanto, y en el contexto de la revisión del Plan Director Municipal (2008), fue divulgada por el ayuntamiento una nota oficiosa que adelantaba una proyección de 190 mil residentes para el año 2015. También la construcción, aunque más recientemente acompañe al crecimiento de la población con valores algo divergentes[22], ha registrado un fuerte aumento, pero proporcionalmente mucho más significativo. Para eso bastará con decir que dos tercios (66%) de los edificios en Braga son posteriores a 1971, cuando el mismo valor a nivel nacional se sitúa en el 57%. En el período de 1991 a 2001 surgieron en Braga 22 576 nuevas viviendas para 4.356 nuevos edificios, una variación que, en este último caso, fue de alrededor del 15,4 por ciento.
Sin necesitar otras fuentes, podríamos decir que el caso del crecimiento de Braga refleja esa saga desruralizante, de litoralización del país y de un constante aumento de la población urbana que se viene sintiendo en los últimos cuarenta años. Este fenómeno está afectando a las ciudades intermedias, y especialmente a los dos grandes centros metropolitanos (Lisboa y Oporto). Este es un fenómeno que se ha acentuado después de la implantación del sistema democrático, teniendo como causa principal la carencia de vivienda adecuada y haciendo de esta necesidad social una prioridad estructurante de las políticas urbanas.
En el caso de Braga, la fuerza del siempre creciendo, puede hoy en día configurar el final de una exclusividad (política) por la asunción de un ente mítico, al menos al nivel nacional. Sin embargo, las idiosincrasias históricas y el contexto local, muy pronto colocaron la cuestión en un camino potencialmente conflictivo, introduciendo un contenido dramático. Poco antes del estallido de la revolución de 25 de abril de 1974, se descubrió[23] que el área privilegiada para la expansión de la ciudad (1970-1980) incorporaba espacios cuyo subsuelo contenía testimonios patrimoniales de gran valor arqueológico, correspondientes al período de la Bracara Augusta (figura 5).
Como ya tuvimos oportunidad de discutir en trabajo anterior[24], las crecientes tensiones entre los intereses del sector inmobiliario y los defensores del patrimonio cultural que se les oponían, de alguna manera recuperaron un tipo de debate político que tenía ya sus antecedentes en la ciudad de principios del XX. La manera como de esta vez fue interpretado y la ausencia de una alternancia democrática en la administración local han condenado a los campos litigantes a una inevitable irreductibilidad.
Ocurrió como que una degeneración
de los referentes, donde los devotos del patrimonio se dirían apologistas del
valor sacralizado de los testimonios romanos, enfrentando a los politeístas del
pragmatismo político. Estos últimos, sin embargo, rápidamente dejaron de
apoyarse en la respuesta social que era reivindicada al comienzo del nuevo
régimen, dando prioridad a la vivienda por razones sociales, para pasar a la
tentación utilitaria de responder a una sociedad de consumo que emergía. En
cierto sentido, se estaba asistiendo como que a un contraste de discursos que balanceaba
entre un intelectualismo moralizante y un populismo depredador; y lo que
ocurrió fue que en simultáneo, para lo mejor y lo peor, ambos contribuyeron
para establecer una nueva imagen de la ciudad.
Figura 5. Aspecto del antiguo teatro y las termas romanas de Braga. |
De hecho, el crecimiento de Braga por
sí mismo se convirtió en un sinónimo de modernidad y de progreso, especialmente
para una mayoría de la población que transitó sumisa y apática del régimen
anterior. Gran parte de ella, hay que decirlo, de orígenes rurales carenciados,
que estuvo marcada por todo tipo de limitaciones, e incluso en un pasado
reciente por el estigma de hambre. Obviamente, también una población con bajos
niveles de educación y completamente ajena a aquellos indicadores que ahora
llamaríamos de prácticas culturales.
Braga despertó para la democracia como una ciudad deslumbrada por la vivienda barata, promovida en el aparato de la movilidad social, y empaquetada para la abundancia del consumo que ahora tenía posibilidades de acceso. Y cabe señalar, en gran medida por el estímulo de un intervencionismo municipal muy activo, abonado de recursos y autonomías crecientes, fundamental en la creación de empleo directo y indirecto, pero también con una capacidad sin precedentes para promover el crecimiento de la economía a través de obras públicas intensivas.
Y de otra manera, la percepción de este crecimiento en Braga puede también comprobarse por las huellas de su pasado rural, en las vegas de suelos fértiles, las mismas que en las últimas décadas han dado lugar a un mosaico de numerosas urbanizaciones también llamadas quintas (fincas).
Algunos de los indicadores demográficos básicos siguen demostrando el potencial para el crecimiento humano de Braga. He aquí algunas cifras. En 2002, la tasa de natalidad del municipio (13,4º/ºº) fue el más alto en el Distrito (12,1º/ºº) y bien por encima de las cifras de la parte continental del país (10,9º/ºº[26]). Cuanto al porcentaje de mujeres en edad fértil en relación a su total, éste había aumentado en 2,1 puntos porcentuales en el último período intercensal (2001 = 56,2%). Por su parte, la tasa de fecundidad en Braga (49,6º/ºº en el año 2000) era más alta que la registrada en la Región Norte (45,9º/ºº) y también la del propio país (46,0º/ºº). Durante el cambio de siglo el municipio continuó registrando un elevado número de nacimientos[27], manteniéndose siempre en una de las posiciones de cabeza a nivel nacional, curiosamente por detrás de su eterna rival regional (Guimarães) y, por supuesto, por debajo de los municipios asociados a las dos grandes áreas metropolitanas del país.
Los datos demográficos más recientes vienen apuntando para una inversión rápida de tendencias, situación nueva en la ciudad pero bastante típica de lugares caracterizadas por un mayor cosmopolitismo y urbanización. Esto se nota especialmente en la disminución del peso de la población joven[28] – en proporción consistente con las variaciones geográficas anteriormente apuntadas. Aún así Braga, entre 1992/2000, siguió presentando indicadores asociados a lo que el sentido común consideraría como una ciudad tradicional. Por ejemplo, fue el 7 º municipio del país en el número de matrimonios (siempre por encima de un mil por año), en el contexto de los cuales, como es fácil de adivinar, puntúan los católicos.
El crecimiento de Braga viene superando a las contradicciones entre sus contrastes. Más allá de una declinante religiosidad formal, que ya era notoria desde mediados de los años 1960, pero que sin embargo se acentuó en muchos sectores como reacción al fuerte sesgo laicista que dio lugar a la Revolución de los Claveles de 1974, el nombre de la ciudad continuará destacando en los varios mapas y tablas que ilustran algunas variables demográficas fundamentales – numerosa, densa, joven, y pese a todo más religiosa, algo conservadora. Por lo tanto, referencias adecuadas de un municipio portugués humanamente prolijo.
Figura 6. Tarjeta postal «Braga – Passeio Público - Vista Geral». |
De hecho, el crecimiento persiste
en seguir siendo una de las principales luminarias de las aspiraciones
colectivas. Poco antes de escribir estas líneas, la aspiración vislumbrada por
la autoridad municipal se centraba en la extensión – que no deja de ser
crecimiento – de un túnel carretero subterráneo bajo la plaza más central de la
ciudad (figuras 6 y 7). Pero esta forma de entender la ciudad tiene registros
anteriores en el folio de las representaciones visuales de Braga.
Variados son los ejemplos que podríamos invocar como argumento.
Figura 7. Tarjeta postal «Braga – Vista panorámica da Praça da República e Avenida Principal». |
Ya la Bracara Augusta,
tutora de uno de los territorios más densamente pobladas del mundo antiguo, o
simplemente su perímetro urbano, el cual se extendió incluso durante el colapso
imperial, denotan la existencia de una de las más importantes ciudades ibéricas
de la época clásica[31]. Tal como la difundida imagen de G. Braunio (1594) irá, más adelante,
atestiguar la ciudad ensanchada a principios del siglo XVI por la iniciativa del
arzobispo Diogo de Sousa (1461-1532). Y además, es importante recordar que fue
esta Prelatura la que propició el dominio territorial más amplio que la
archidiócesis de Braga ha tenido desde la formación de Portugal,
correspondiendo a lo que aproximadamente es hoy es la Región Norte (NUT-II) del
país.
Y pese a todo esto ya se viene afirmando un otro aforismo – el que clasifica a Braga como la Tercera Ciudad de Portugal – que, al ser transversal, incluso se puede decir que tiene hoy en día una amplia aceptación. También teniendo sus propios antecedentes, es una expresión genuinamente cuantitativa, que revela la importancia y el valor relativo que los bracarenses dan al tamaño de su ciudad. En fin, un argumento más a favor de la validez del mito del crecimiento.
Notas
[1] Texto dedicado al Profesor Manuel da Silva e Costa, mi anfitrión del Instituto de Ciencias Sociales y mentor de la idea de la enseñanza de la geografía en la Universidad del Minho.[2] Ricœur, P. Le mythe donne à penser. Esprit, Jul-Ago, 1959.
[3] Barthes, R. Mitologias. Lisboa: Edições 70, col. Signos (2), 1976 (versión original en francés, 1957).
[4] R. Barthes, opus cit, p.251.
[5] R. Barthes, opus cit.
[6] R. Barthes, opus cit, p.4.
[7] Os postais ilustrados: para uma sócio–semiótica da imagem e do imaginário es un proyecto financiado por la Fundação para a Ciência e Tecnologia (PTDC/CCI/72770/2006, CECS – Centro de Estudos em Comunicação e Sociedade, Universidade do Minho, Instituto de Ciências Sociais), coordinado por Moisés de Lemos Martins – ICS/UM.
[8] R. Barthes, op. cit., p.249 y ss.
[9] http://images.google.com/images, Abril 2008, (palabras de busqueda: ‘Sé de Braga').
[10] La diócesis de Braga remonta al siglo III, y ostenta el rango de sede metropolitana desde su fundación; su ámbito regional correspondía a la Gallaecia, la provincia romana de la que era capital. Antes de la conquista árabe están documentados por lo menos cuatro concilios en la ciudad, el primero en 411.
[11] Sales, J. y Sousa, R. Reminiscências do culto de Ísis no território português: O exemplo de Braga. Caderno de Cultura, Diário do Minho (Braga), 10/III/2004, p.24-26.
[12] Personificación de la patrona de la catedral, la estatua de Nuestra Señora de la Leche, una de las obras maestras de la escultura gótica portuguesa, aparece colocada en el muro externo del presbiterio del templo.
[13] Conservada en el Museo Regional de Arqueología D. Diogo de Sousa, Braga.
[14] Rui Morais, (notas del autor), Contemplando o Rosto de Bracara Augusta. Conferencia organizada por la Biblioteca Pública de Braga. Braga, Museo Nogueira da Silva, 2 de Abril de 2008.
[15] Especialmente a partir de la abertura de la calle D. Paio Mendes (1875), rectificación hacia el sur de la antigua calle de Maximinos (o de los Burgueses), que permitió disfrutar de una visión de conjunto de la fachada de la Seo Catedral.
[16] En portugués “ver Braga por um canudo”, expresión que a menudo se usa como ver algo bien pero sin poder tocarlo.
[17] http://images.google.com/images, Abril 2008, (palabras de busqueda: ‘Bom Jesus, Braga').
[18] Braga Pintoresca o la Verdadera Cintra del Norte (de Portugal) fue el título de una popular litografía (67,5x55,2 cm) de la autoría de Pereira Caldas, publicada en 1857 por Brito e Braga, STB.
[19] Cercana a Lisboa, la villa de Cintra (Sintra en portugués moderno) está dominada por un castillo neorromántico encaramado en una peñasco; por sus bosques frondosos, jardines y palacios, Byron, que ahí pasó una temporada en 1809, la llamó un “Edén glorioso” en sus Las peregrinaciones de Childe Harold (1812-18).
[20] Feio, Alberto, opus cit., p.119.
[21] Pimentel, Diogo Pereira Forjaz de Sampaio. Memórias do Bom Jesus do Monte. Coimbra: Imprenta de la Universidad, 1844.
[22] Personas del sector, si bien que sin indicar sus fuentes, anunciaron en la prensa, que por el año de 2008 existían más de quince mil viviendas sin ocupar en Braga.
[23] Importantes restos romanos fueron hallados al excavar fundaciones para nuevos edificios.
[24] Bandeira, M. Cidadania pelo património, um matiz Barroco na cultura urbana. Livro de Homenagem a Jean Remy. Lisboa, Edições Colibri/CEOS, col. Relações Sociais de Espaços, 2006, p.35-53.
[25] http://www.flickr.com/photos/turismoenportugal/6227230911/sizes/l/in/photostream/, Enero 20120.
[26] Estimativa de la población residente en 31/12/2002. INE – Instituto Nacional de Estatística. O País em Números, Informação Estatística 1991–2001, ISBN 972–673–624–2. Lisboa: INE, 2002, CD–Rom.
[27] En el último período intercensal siempre por encima de los 2000 nacidos vivos. INE, opus cit., 2002.
[28] Los menores de 24 años representaban el 43,2 por cientode la población total en 1991, valor que descendió al 24,9 por ciento 2001. INE, opus cit., 2002.
[29] La plaza central de la ciudad a principios del siglo XX; la pequeña mancha blanca que se aprecia al fondo, sobre una ladera, es el santuario del Buen Jesús del Monte.
[30] El mismo lugar representado en la figura anterior; la plaza central de la ciudad, completamente modernizada con nuevas fuentes y mobiliario, y ahora cruzada por un túnel carretero subterráneo.
[31] Con un área intramuros de cerca de 48 hectáreas.
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© Copyright Miguel Sopas de Melo Bandeira, 2012.
© Copyright Biblio3W, 2012.
Ficha bibliográfica:
BANDEIRA, Miguel. Tres mitos visuales de Braga. Un ensayo en geografía cultural. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 25 de diciembre de 2012, Vol. XVII, nº 1005. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1005.htm>. [ISSN 1138-9796].