REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 Vol. XVII, nº 1004, 15 de diciembre de 2012 [Serie documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
INNOVACIONES SOCIALES, DIAGNÓSTICOS CIENTÍFICOS Y CONSTRUCCION DE LA CIUDAD
Horacio
Capel
Universidad
de Barcelona
Innovaciones
sociales, diagnósticos científicos y construcción de la ciudad (Resumen) La identificación de la ‘periferia’ pobre en las áreas urbanas plantea hoy numerosos
problemas. ya que la pobreza puede estar también en el centro, o en espacios
intersticiales del casco urbano, a la vez que está presente, y a veces de
forma masiva, en los espacios periurbanos. Al mismo tiempo, en los espacios
periféricos pueden vivir grupos sociales de rentas altas y medias que prefieren
huir de la ciudad para instalarse –y a veces encerrarse- en ellas. En este artículo se examina la naturaleza de las innovaciones sociales que
se producen en los espacios periféricos, y se señala la necesidad de poner en
marcha un programa de investigación sobre ellas. Finalmente, se alude a las
implicaciones de los diagnósticos que realizan los científicos sociales y se defiende
la necesidad de realizar propuestas sobre los problemas estudiados, con vistas
a definir estrategias para la construcción física y política de la ciudad. Palabras clave: periferias urbanas, innovaciones sociales, neo-institucionalismo,
gobernanza, diagnósticos científicos, construcción de la ciudad. Social innovations, scientific diagnostics and
building of the city (Abstract) Identification of the periferies in urban areas
poses a number of problems today, since poverty may also be in the center or in
interstitial spaces of the inner city, while present, and sometimes massively,
in peri-urban areas. At the same time, the peripheral areas can host high and
medium income social groups who prefer to leave the city to settle and
sometimes to whithdraw into them. The paper examines the nature of social
innovations that occur in peripheral areas and points to the need to implement
a program of research on them. Finally, it refers to the implications of the
diagnoses made by social scientists and advocates the need for proposals on the
problems studied in order to define strategies for the physical construction
and city politics. Key Words: urban peripheries, social innovations, new
institutionalism, governance, scientific diagnosis, building of the city. Los problemas de la
ciudad son hoy vivamente sentidos y discutidos. Muchas voces se levantan contra
la forma como ésta se construye: esencialmente con la lógica del beneficio
económico, que atiende sobre todo a la demanda solvente, que mantiene fuertes
desigualdades e injusticias, que despilfarra energía y recursos. Muchas de las
críticas que se hacen ponen en cuestión el sistema económico y social
dominante, que, para simplificar, podemos denominar capitalista; un sistema que
ha permitido alcanzar cotas nunca igualadas de riqueza pero no ha sido capaz de
repartirla de forma justa y equitativa, y que ha generado graves riesgos para el
planeta Tierra[1]. La búsqueda de
alternativas a este sistema económico, y a la ciudad actual, es una
preocupación para todas las personas, y grupos sociales, con sentido de la
responsabilidad. Las propuestas que se realizan van desde la liquidación del
sistema capitalista -sin que tras el derrumbamiento de los países socialistas, queden
claras las alternativas- hasta propuestas de reformas dentro del Estado
democrático, a través de una legislación adecuada y el control público de la
construcción de la ciudad. La convocatoria de
este seminario sobre “Periferias urbanas y transformación comunitaria” parece
proporcionar un marco adecuado para reflexionar sobre las vías que se están
proponiendo o experimentando para la transformación de la ciudad. En dicha
convocatoria se sostiene que las áreas periféricas de las ciudades son el lugar
donde “acostumbran a producirse las experiencias más innovadoras de
participación social, innovación cultural y artística etc.”. Si ello fuera
cierto, el examen de dichas iniciativas tendría un gran interés, ya que podría
mostrar nuevas vías para la reforma de la ciudad. La caracterización
de las periferias, tal como se hace en la convocatoria, plantea diversos
problemas. Aunque el uso de metáforas espaciales, como norte-sur,
centro-periferia y otras, está muy extendido en las ciencias sociales, a veces
se convierten en herramientas conceptuales que se llenan de significados y de contenido
social, generalmente en una difícil convivencia. El examen del valor de dichas metáforas
y de sus implicaciones constituye el punto de partida para esta comunicación. Parece oportuno
discutir, además, la naturaleza de las innovaciones sociales identificadas, los
diagnósticos que realizan los científicos sociales sobre los problemas
estudiados y las consecuencias de los mismos, con vistas a definir estrategias
adecuadas para la construcción física y política de la ciudad. Todo ello, de
acuerdo con los objetivos del seminario, centrando la atención en la presencia
o ausencia de instituciones políticas y económicas y en la organización social
de la ciudad. La convocatoria de
este seminario pone énfasis en dos conceptos asociados, uno espacial y otro
social. Podemos centrar la atención, en primer lugar, en las metáforas
espaciales utilizadas y, a continuación, en la vinculación con los conceptos
sociales asociados a ellas. Son muchas las
metáforas o imágenes espaciales usadas en las ciencias sociales. Algunas
proceden de posiciones positivistas que aceptan la unidad de las teorías
científicas y pretenden desarrollar una ciencia social modelada con las teorías
de las ciencias de la naturaleza. Los sociólogos de Chicago utilizaron
ampliamente conceptos biológicos para construir la ecología humana; entre ellos
los de invasión-sucesión, tomados del comportamiento de las especies vivas en
la lucha por el espacio y, de manera más general, los de ecosistema. No es
necesario repetir ahora críticas hechas en otros lugares al uso de estos
conceptos. Más recientes han
sido otras metáforas, entre las que se encuentran norte-sur y centro-periferia.
La última es la que se utiliza para la convocatoria de este seminario,
especialmente aplicada a las periferias urbanas. Esta contraposición se llena,
a su vez, de contenido social. Se advierte que la misma se usa “no en un
sentido estrictamente físico o geográfico, sino desde una perspectiva más
amplia y/o simbólica”. Las periferias urbanas serían “frecuentemente espacios
territorialmente segregados con respecto a los espacios de centralidad urbana”;
aunque “no todos los territorios segregados son espacios de marginación social
ni todos los espacios territoriales de marginación son necesariamente
periféricos”. También se alude a los “círculos de degradación socio-espacial en
los que están inmersos estos territorios”, lo que parece mostrar que el modelo
que se posee es precisamente circular, con el centro rico y organizado y, hacia
el exterior, la periferia crecientemente pobre y desorganizada. Vale la pena
recordar que, aplicada al espacio urbano, la contraposición centro-periferia
remite a la organización de la ciudad preindustrial que hizo Gideon Sjoberg en
1960. Y a la ciudad europea, donde la dualidad entre un centro ocupado por las
rentas altas y una periferia por los pobres se mantuvo durante cierto tiempo.
Todavía el significado de la denominación “suburbio” en España alude a esa
situación periférica y marginal. Centro y
periferia: la localización de la pobreza en la ciudad Pero centro y
periferia no tienen hoy el mismo significado que en el pasado, o han dejado de
tener sentido en lo urbano. Desde mediados del siglo XIX muchos residentes de los
barrios centrales de las ciudades empezaron a trasladarse a las nuevas áreas de
expansión urbana, o se vieron impulsados a hacerlo por las obras de reforma
interior de las ciudades (por ejemplo, por la construcción de nuevas avenidas
que rompían la continuidad del casco antiguo). Las viviendas que abandonaron
pudieron ser divididas y transformadas en viviendas populares. Por eso, los
recién llegados a las ciudades se localizaron muchas veces en los centros
antiguos, que se convirtieron en la puerta de entrada de los inmigrantes. En todo caso, abunda
en esas áreas antiguas un parque de viviendas envejecido, y que no fue cuidado
por sus propietarios debido a las políticas de congelación de alquileres que dominaron
durante varias décadas del siglo XX en numerosos países. Muchas de dichas
viviendas no poseen las condiciones mínimas para ser habitadas, y no podrían obtener
lo que en España es la ‘cédula de habitabilidad’. Proporcionan solo un cobijo
elemental en alquiler, realquiler y multialquiler, y pueden estar congestionadas
y deterioradas. A estas áreas
centrales se unen, además, en todo el casco edificado otros sectores que tienen
situaciones similares de envejecimiento, tales como antiguos núcleos
periféricos anexionados a la ciudad principal; y otros localizados en tejidos
intersticiales, con edificios de deficiente calidad. Esas viejas áreas
centrales se convirtieron a veces en espacios densamente poblados, con
problemas sociales diversos, desde hacinamiento y falta de control suficiente,
a diversos ilegalismos o alegalismos (como prostitución o consumo y
distribución de drogas). Pueden ser reflejo de ello las protestas que se ven en
el centro histórico de Barcelona, concretamente en el Raval (“Volem un barri
digne”), que han llevado a tomar medidas de urgencia para actuar en ciertos
sectores del mismo. En estas áreas se han podido efectuar experiencias de
rehabilitación, no siempre bien realizadas, a la vez que se han producido
procesos de gentrificación, más o menos logrados[2]. Los estudios sobre la
estructura de las ciudades muestran la existencia de estas áreas de viviendas
pobres en el tejido de la ciudad, con dos dimensiones: una social y otra
morfológica. En ambas la complejidad es grande y pueden hacerse numerosas
tipologías. En lo que se refiere a la dimensión social, los estratos que se
identifican (por ejemplo, estratos altos, medios y bajos, y en cada uno con matices
diferenciales: alto-alto, alto-medio, medio-alto, etc) pueden encontrarse en
áreas distintas del casco urbano edificado. Aparentemente el
establecimiento de tipologías es más fácil en lo que se refiere a la
morfología. Pero también aquí aparecen muchos problemas. Con referencia a las
ciudades españolas las clasificaciones morfológicas, más o menos detalladas,
permiten identificar áreas de viviendas de mala calidad en diferentes áreas del
espacio urbano, y no solo en la periferia[3].
Desde el siglo XIX,
los grupos populares que no pudieron asentarse en el casco edificado, se
instalaron en la periferia, donde había terrenos más baratos que permitían la
construcción de un alojamiento formal o informal. En las ciudades españolas se
situaron en lo que se calificó como el extrarradio (fuera del límite del ensanche
legalmente aprobado) o suburbio (más lejos aun). La pregunta sobre
cuál es hoy la periferia en sentido social plantea, por todo ello, numerosos
problemas. Ante todo, porque esa ‘periferia’ puede estar también en el centro,
o en espacios intersticiales del casco urbano que son igualmente asiento de los
grupos populares, a la vez que está presente, y a veces de forma masiva, en los
espacios periurbanos. Pero al mismo
tiempo, también, dichos espacios periurbanos pueden ser asiento de muchos
grupos sociales de rentas altas y medias que prefirieron huir de la ciudad para
instalarse en ellos, en mayor contacto con lo rural o con la naturaleza. A
partir de la difusión de nuevos medios de transporte en el siglo XIX, el área
suburbana se convirtió en el suburb, en la banlieu o ‘área
suburbana’, un espacio ocupado también por los grupos de rentas altas que
podían pagarse el billete de ferrocarril o tranvía, primero, y del automóvil
después. La difusión del concepto de ciudad-jardín permitió nuevos diseños de
estos espacios. Esta tradición de huída
de los ricos hacia la periferia se ha intensificado en nuestros días con la
creación de barrios e, incluso, de pueblos cerrados, aprovechando la
construcción de autopistas. El sentimiento de inseguridad ha producido el
enclaustramiento y la ghetización de las clases de mayores rentas, con
efectos miméticos en otras. Los estudios existentes sobre estas nuevas
realidades urbanas son ya numerosos especialmente con referencia a las ciudades
de las grandes metrópolis iberoamericanas[4].
Sin duda en esas áreas están surgiendo numerosas innovaciones sociales; pero
podemos aceptar, sin mayor discusión ahora, que la mayor parte de ellas no van
en el sentido de crear una sociedad más igualitaria y democrática, y que, por
tanto, deben ser cuestionadas. Centraremos la atención
en los otros espacios, los de las periferias pobres, que son el objeto
preferente de este seminario. Las periferias
de los pobres Las periferias son,
como hemos visto, espacios donde frecuentemente se localizaron los inmigrantes que
llegaban a las ciudades y no encontraban vivienda en el viejo centro o en otras
áreas del casco urbano. Fuera del espacio edificado podían levantarse viviendas
más baratas, por el menor precio del suelo, o por construirse fuera de
normativa. Generalmente, situadas lejos de los lugares de la actividad, lo que,
con la expansión de las áreas urbanas, obliga a largos tiempo de desplazamiento
hasta el trabajo. Las periferias urbanas
son en sentido metafórico todos los espacios subintegrados, marginales. Se
presentan a veces en los estudios como espacios homogéneos, tal como se hace en
el libro de Mike Davis Planet Slum, donde se calcula que son mil millones de personas los que no cuentan
con la vivienda adecuada, la mayor parte residiendo en la periferia[5]. Pero, en realidad, esas
periferias pobres son espacios muy complejos y diferenciados (al igual que sucede
en los centros antiguos de la ciudad). La percepción de esas áreas como
homogéneas no es correcta; hay en ellas diferencias profundas, que tienen que
ver con la época de creación, la composición social, las estructuras
familiares, los niveles de renta de las economías del conjunto de la unidad
familiar, la forma de acceso al suelo, los procesos de socialización que
predominan, las tipologías constructivas, los equipamientos familiares, y otras
muchos rasgos esenciales. En la convocatoria
de este seminario se dice que las periferias urbanas se ven como “áreas de
degradación física y social como consecuencia de la concentración de problemas,
de la desatención de los poderes públicos y del desinterés o marginación del
capital privado”. Seguramente
tendríamos que incorporar matices a esta caracterización. Ya vemos que en las
periferias urbanas no solo hay pobres; que exista desatención de los poderes
públicos, depende; y difícilmente puede aceptarse que haya áreas que no
interesen al capital privado, ahora o con vistas al negocio futuro. Según la
convocatoria, el “escaso o nulo interés para el capital privado explican en
buena medida los círculos de degradación socio espacial”. Pero, muchos de esos
espacios, incluso los de los pobres, han podido ser producidos por el capital
privado, y con la lógica del sistema de parcelación y venta de terrenos. La
periferia de las ciudades no es despreciada por el capital sino, al contrario,
observada atentamente por él; es en ella donde se construye la nueva ciudad, donde
el capital financiero e inmobiliario adquieren y acumulan suelo rústico para
valorar en el futuro convirtiéndolo en espacio urbano. Las periferias
urbanas son espacios muy complejos; no solo para el estudio sino también para
la planificación y la construcción inmobiliaria. En lo que se refiere a este
último aspecto, si los arquitectos tienden a percibirlas como el lugar de la
libertad, hemos de recordar que no lo son en absoluto: hay muchas
preexistencias y muchas servidumbres que deben, o deberían, tenerse en cuenta
en la planificación. Hace falta prestar
atención a las distintas formas de creación de los espacios de vivienda popular
en la periferia, a la organización diferencial de las periferias pobres en el
periurbano. Una primera distinción es la que deriva de un hecho fundamental: los
que viven pueden hacerlo sin propiedad del suelo o con ella. Lo cual puede ir
unido, aunque no siempre, a la localización sobre suelo público, en el primer
caso, y sobre suelo privado, en el segundo, con frecuencia unido a procesos de
venta legal de suelo rústico, aunque sin posibilidad de construir una vivienda
urbana. Los nombres con los
que se han calificado dichas áreas de pobreza aluden, en su mayor parte, al
hábitat precario. Algunas se refieren al tipo de construcción, elemental y
somera, frecuentemente autoconstrucción: tugurios, bidonvilles,
ranchitos, barriadas, colonias populares, callampas, barraquismo, chabolismo...
A veces se las ha denominado ciudades-miseria. En España en algún momento
pudieron ser calificadas de coreas[6],
o recibieron la calificación de hábitat subintegrado, aludiendo a la falta de
integración en el tejido urbano consolidado, hábitat marginal[7], barrios degradados[8]. La expresión portuguesa favela
ha sido aceptada por la Real Academia Española y tiene una etimología vinculada
a la primera que se reconoció en Rio de Janeiro y a las plantas que la
ocupaban. Podríamos utilizar
los calificativos de formal e informal, pero tampoco parecen muy adecuados ya
que la economía informal se ha extendido hoy ampliamente, e incluso las clases
medias pueden estar insertas en ella. La relación entre
espacio y condiciones sociales ha sido claramente formulada: ”¿Se puede vincular
el lugar donde uno vive con la desigualdad social que padece?”, han preguntado
Ismael Blanco y Joan Subirats[9];
a lo que añaden “¿qué efectos tiene el territorio en las oportunidades vitales
de las gentes que habitan en el mismo?”. Su punto de vista es que “la pobreza y
la exclusión social tienden a estar territorialmente concentradas”, no tanto en
Europa como en otras partes del mundo. En la bibliografía
actual son muchas las afirmaciones de que esos territorios periféricos de condiciones
físicas degradadas se caracterizan también por la violencia, la falta de
derechos cívicos, por la debilidad o inexistencia de vínculos y relaciones
sociales, que se hacen difíciles precisamente en el contexto del lugar. Se
insiste frecuentemente en “la fragilidad de los vínculos sociales y la falta de
integración”; “barrios periféricos y exclusión social tienden a coincidir y a
solaparse como una única realidad”[10]. Todas esas
caracterizaciones pueden ser adecuadas en un momento concreto; pero pueden quedar
invalidadas por análisis que consideran un ámbito temporal más extenso, que
permiten percibir los procesos de cambio social y morfológico.
Todas las ciudades, e incluso las periferias de auto-construcción, ofrecen
oportunidades para sus habitantes, con ascenso social al cabo de dos o tres
generaciones. Los ejemplos que podríamos aportar son muy numerosos, y no creo
que sea necesario citarlos aquí; todos muestran que las ciudades hacen a la
gente más rica, más lista, más saludable y más feliz[11]. El fenómeno de las
favelas ha sido muy estudiado. En las revistas Scripta Nova y Biblio
3W han aparecido numerosos
trabajos sobre ellas, y especialmente sobre las ciudades brasileñas. Han puesto
de manifiesto la vinculación de la formación de favelas con la lógica
capitalista, que da lugar asimismo a procesos de segregación social y espacial;
han analizado tambiaén las políticas habitacionales, y la vinculación de la
favelización con los cambios en las políticas de vivienda, que han afectado a
ciudades de diferentes tamaños. Se han destacado las graves consecuencias que
tienen en las condiciones medioambientales, comprometiendo ambientes frágiles y
homogeneizando el paisaje periférico. También se ha puesto de manifiesto que en
numerosos casos el crecimiento de las favelas se ha visto intensificado en las
últimas décadas con el aumento del trabajo informal, la contención del gasto
público y la especulación inmobiliaria[12].
Pero las periferias
no son solo los lugares de la autoconstrucción y de la residencia marginal. Son
también periferias organizadas con la construcción inmobiliaria. Además de
convertirse en periferias informales, esos espacios periurbanos son asimismo aquellos
por donde crece la urbanización. Ya hemos visto que los ricos viven en ellas
desde el siglo XIX. También es en ellas donde se han construido los barrios de
promoción privada con casas unifamiliares de distinto tamaño y calidad, sobre
todo con la difusión de las ideas de la ciudad jardín, y de la casita y el
huerto familiar. Ha sido igualmente en
las áreas periféricas donde se han construido los polígonos de viviendas. Hoy
es ahí donde se siguen construyendo nuevas viviendas para las clases populares,
debido al menor coste del suelo. El problema es que están a distancia cada vez
mayor del centro de la ciudad, lo que genera problemas en relación con el desplazamiento
al trabajo, que muchas veces está situado en el centro y en el interior del
casco urbano. El caso de Ciudad
de México es significativo. Se construyen nuevos barrios formales, y se hace
publicidad de ellos, pero pueden ser de condiciones ínfimas. Es el caso de Ixtapaluca;
situado a gran distancia del centro y con los empleos localizados en el casco
urbano; vivir en este lugar significa tener que dedicar mucho tiempo al
desplazamiento: hasta seis horas para el viaje, diez horas de trabajo y cuatro
para comida, aseo y descanso; por tanto, en algunos casos, solo cuatro horas
diarias de sueño[13]. Podríamos seguir
dando datos, pero no es necesario. Entre las preguntas clave que hay que
hacerse una es la que se refiere a cuál es el futuro, a qué retos tiene que
enfrentarse la urbanización. Las críticas que en el siglo XIX y durante parte
del siglo XX se hicieron a la gran ciudad no tienen sentido hoy. No hay marcha
atrás. Los estudios marxistas han vinculado la gran ciudad al capitalismo, y su
crecimiento al gran capital. Engels proponía que desaparecieran, pero eso hoy es
imposible. Otras críticas tienen que ver con el odio a la ciudad, una tradición
que va unida frecuentemente a actitudes pesimistas frente a la ciudad, y de
valoración de lo rural[14].
Al mismo tiempo, están apareciendo, sin duda, nuevas estructuras urbanas,
metropolitanas y regionales[15].
Pero ¿cual es el futuro? Los problemas son
numerosos, así como las alternativas existentes: por ejemplo, ciudad difusa y
ciudad compacta. Pero también se plantean problemas de diseño y de las
tipologías constructivas, de la promoción inmobiliaria, de la morfología, de la
propiedad del suelo. ¿Cómo se articula lo público y lo privado? ¿Qué pueden
hacer los habitantes de las periferias pobres? ¿Qué iniciativas hay que
estimular? En todo caso, se ha de hacer con la planificación urbana y el
control público del suelo y de los equipamientos, con el diálogo y la
participación, con una política de provisión de suelo y de construcción de
viviendas accesibles para los grupos populares. Hay para ello condiciones y
medios, aunque a veces falta la voluntad política para acometerlo. Mercado de
trabajo y espacios de ilegalidad Desde el siglo XIX
las ciudades han tenido necesidad de mano de obra. Por eso los pobres han
llegado a la ciudad y siguen llegando hoy. Arribaron de forma creciente con las
transformaciones que se produjeron en el siglo XIX y XX, atraídos por la industria
y los servicios. Siguieron llegando luego, por el crecimiento de la población
rural en un momento en que los cambios técnicos generaban ‘excedentes de mano
de obra’; es decir, aumentaba la fuerza de trabajo a la vez que se necesitaba
cada vez menos en el campo. Sabían que podían tener dificultades en las
ciudades, pero también que hallarían posibilidades, que sus hijos mejorarían
por la educación y el trabajo. Incluso viviendo en los suburbios podían estar
mejor que en el campo[16]. Los pobres han seguido
llegando a las ciudades porque, en todo caso, los índices de pobreza son siempre
menores en las áreas urbanas que en las rurales[17]. El mito de la ciudad se
conserva y sigue teniendo fuerza para atraer inmigrantes a las metrópolis y
para hacerlas crecer con ritmos intensos, que hacen muy difícil atender a todas
las necesidades de esa nueva población. Las cifras de crecimiento urbano de las
grandes metrópolis en Asia, Africa y América son bien conocidas. El proceso
sigue actuando hoy, especialmente a la escala de las áreas y regiones
metropolitanas, y ha dado lugar a crecientes problemas sociales. Cada vez hay
más población en el mundo, al tiempo que los procesos productivos industriales
requieren cada vez menos mano de obra, debido a la automatización, a las
posibilidades de robotización. El mercado de la
vivienda puede ser poco transparente, y estar segmentado. Uno es el mercado de
vivienda al que acceden los ciudadanos que llevan tiempo viviendo en la ciudad;
es distinto para ricos y pobres, pero todos pueden tener acceso a la
información y, en cierta manera, capacidad para elegir. Otro es el mercado de
vivienda para los inmigrantes recién llegados. Generalmente se apoyan en redes
sociales de paisanos y familias, algo que se ha reconocido en numerosos
estudios, incluso referidos al siglo XIX[18].
A pesar de eso, pueden tener problemas para el acceso a la información, y un
mapa mental sesgado o incompleto de la ciudad. Asimismo pueden encontrar
dificultades para, incluso con la información adecuada, tener acceso a la
vivienda, ya que los propietarios y las empresas inmobiliarias pueden exigir
documentos y avales que no poseen. Se van produciendo
así segregaciones intensas entre viejos residentes y recién llegados, que se
añaden a la segmentación social y de niveles de renta. Los nuevamente llegados
se sitúan, muchas veces, en espacios distintos de la ciudad. Integración,
adaptación, aceptación de las normas, civilidad son cuestiones debatidas en los
análisis sobre los inmigrantes[19]. Una parte de los
espacios periurbanos son espacios de ilegalidad o de alegalidad, que pretenden
quedar al margen del sistema. Pero conviene señalar a continuación que eso
sucede no solo en los espacios de los pobres, sino también en el de los ricos. Debemos recordar
que las áreas habitadas por los ricos pueden ser también áreas de ilegalidad o
alegalidad. Es en ellas donde los que tienen mayores rentas construyen sus
barrios cerrados, sus equipamientos, su propio servicio de mantenimiento,
vigilancia e incluso policía privada. Los estudios existentes lo muestran y
señalan las prácticas sociales que incluso vulneran la legalidad o pretenden
crear una nueva. Es más fácil que haya en ellos financieros que evaden
capitales, empresarios que no pagan a la Seguridad Social, artistas o deportistas
que eluden impuestos, que haya consumidores de drogas, que obtienen de forma
ilegal etc. También los barrios periféricos para clases de
rentas altas puede construirse fuera de normativa, por tanto de forma no legal,
como ocurre en numerosas ciudades donde la corrupción urbanística es frecuente. En los barrios
pobres podemos encontrar, desde luego, viviendas construidas en contra o al
margen del planeamiento, lo que no deja de ser una ilegalidad; que, sin
embargo, puede ordenarse y regularse con normas adecuadas, como se está
haciendo en Brasil. Pero, más importante que eso, existen áreas de favelas en
donde no entra la policía, barrios controlados por el narcotráfico o las mafias.
Nuevos sistemas de poder que se imponen territorialmente, como el narcotráfico
en México y en otros países. Se trata de áreas al margen de la legalidad y de la
institucionalización. La crisis del Estado del Bienestar ha reducido la
presencia de la administración pública, su capacidad de actuación en muchos
sectores de la vida cotidiana y de la organización social. No sabemos si eso
ha llevado a la sustitución de la administración pública por la sociedad civil;
y, cuando se ha hecho, si lo ha sido con beneficios para la comunidad o con
consecuencias negativas por el dominio de las mafias. Si el poder institucional
no se ejerce, es probable que alguien lo ocupe. Eso plantea el problema de
conocer quién ocupa esas parcelas abandonadas por la administración pública. En muchos casos quienes
las ocupan son, efectivamente, los grupos ilegales, el narcotráfico, y las mafias.
En ciudades de México se puede hablar de “la construcción de la violencia”, una
violencia construida social y económicamente, con cifras espectaculares de
muertos y heridos[20].
Surgen numerosos problemas cuando se decide intervenir en
ellos con la policía, como muestran los ejemplos de ciudades mexicanas y
brasileñas, especialmente, en este último país, el caso de Rio de Janeiro. Las
respuestas son diversas y exigen de mayores investigaciones. Una de las
cuestiones esenciales de la urbanización es la de cómo convertir a todos los
recién llegados en ciudadanos, con todos los derechos a los que se extiende hoy
el “derecho a la ciudad”. En el anterior
seminario se planteó ya la cuestión de las innovaciones que se producían en el
ámbito local para hacer frente a los impactos que está teniendo la
globalización y las transformaciones en las esferas productiva, comunitaria y
política. Según los editores de dicho seminario, es en la escala metropolitana
donde, ante los cambios y las inseguridades provocadas por la globalización, se
ven más claramente “las nuevas inseguridades sociales y, por lo tanto, donde
más presión existe para articular respuestas 'innovadoras' “[21]. La atención al medio local
estaría justificada porque es en él donde muchos consideran que es prioritario
articular respuestas, y donde debe preguntarse sobre cuáles son “las
potencialidades (y los límites) de la acción local frente a los riesgos
sociales emergentes”[22].
En la convocatoria
de este seminario se volvía a insistir en el tema y se señalaba la necesidad de
profundizar en él, centrando la atención en las innovaciones sociales que se
han puesto en marcha desde las periferias. Seguramente son muchas, y su
identificación y estudio es un buen tema de investigación en el campo de la
sociología y otras ciencias sociales y territoriales. Podría suceder que, al no
estar presente el Estado, la gente tomara decisiones tendentes a la
autoorganización. Un aspecto
fundamental de este seminario debería ser examinar si es cierto, como se señala
en la convocatoria, que en esos lugares ‘desorganizados’ la ausencia de
instituciones da lugar a la creatividad y a la innovación, a esfuerzos por
atender colectivamente las necesidades básicas, a la creación de nuevas
instituciones. Es posible; pero, seguramente, deberíamos añadir que no todas
son positivas o válidas para la organización social: algunas son negativas y
deben cuestionarse. Solo deberían ser
aceptables aquellas que permiten la organización en el marco del Estado
democrático, y que pueden ser acreditadas por normas jurídicas. Debería
evitarse que exaltar el nuevo institucionalismo conduzca a la deslegitimación
del Estado, como ha podido hacerse desde la óptica neoliberal, la que cuestiona
lo público y magnifica lo privado y el laissez faire. En caso de
ausencia del Estado, pueden ser las mafias las que funcionen y tomen el poder. ¿Qué
iniciativas comunitarias pueden darse en esos espacios controlados por la mafia,
el narcotráfico, que están fuera de la legalidad, de la institucionalización?
¿Qué experimentos comunitarios pueden existir en esas áreas al margen de la
ley? Una respuesta inicial podría ser ésta: ninguno, porque, generalmente, están
condenadas al fracaso o la mediatización por las organizaciones ilegales. De todas maneras,
es evidente que se necesita más información y más reflexión sobre iniciativas sociales
que pueden estar surgiendo en muchos lugares. Las advertencias sobre los
peligros derivados de la creación de nuevos marcos institucionales al margen
del Estado son ya grandes y preocupantes; como sucede, por ejemplo, con las
propuestas para aumentar las policías privadas, los sistemas de vigilancia
ciudadana y los mecanismos de privatización del castigo, todas ellas
estrechamente vinculadas a la difusión de ideas neo-liberales. Incluso las
iniciativas más aparentemente favorables han de mirarse con prevención. Las ONG
tienen algo benéfico para sus miembros, que se sienten realizados en su generosidad.
Pero con frecuencia son incoherentes y contribuyen a deslegitimar el Estado. Deberían
ser claramente reguladas por el Estado, y funcionar con entera transparencia
dentro de las normas estatales, al igual que, en general, toda la colaboración
del Estado y el llamado tercer sector. Pueden cuestionarse sus reclamaciones de
subsidios estatales, y ya que son ‘no gubernamentales’ deberían funcionar solo con
ayudas económicas privadas. También se han de rechazar todas las organizaciones
confesionales que pretenden sustituir al Estado laico. De todas formas,
debemos también preguntarnos si hay experiencias enraizadas en la tradición y
que pueden ser valoradas y utilizadas. Por ejemplo, si existen formas de
solidaridad vecinal que deben apoyarse, y la posibilidad de su institucionalización.
El caso de las favelas de Brasil es bien
significativo de las potencialidades y los riesgos que existen. La debilidad
de las instituciones y la ausencia del Estado, es sustituida a veces por organizaciones
mafiosas. Los estudios realizados por el Observatorio das Favelas de Rio
de Janeiro, que dirige el profesor Jorge Luiz Barbosa, nos ponen ante esa
realidad con su riqueza de redes sociales y de iniciativas, pero tambíén con sus
riesgos[23].
Se ha señalado que “el actual cuadro de pérdida de soberanía por parte del
Estado en relación a determinados territorios de la ciudad” ha sido responsable
de “la afirmación del poder de grupos armados en las favelas y, por ello, de su
presencia criminal en la ciudad”. Lo que se ha llamado el “noviembre amargo de
décadas perdidas” -en alusión a la intervención policial, a fines de 2010, para
retomar el control de algunas favelas cariocas-, ha puesto de manifiesto, según
el Observatorio, la necesidad de “retomar la soberanía republicana de territorios todavía dominados por
grupos armados (incluyendo en ellos las milicias); la elaboración de políticas
de seguridad en amplio diálogo e integración con políticas sociales
consistentes y duraderas; la creación de alternativas para la salida de jóvenes
de las redes ilícitas; la afirmación de la autoridad del Estado en consonancia
con los Derechos Humanos; y sobre todo, el reconocimiento de la legitimidad de
las comunidades populares como protagonistas de políticas de derechos humanos”[24]. Un programa para
el estudio de las innovaciones sociales En realidad, además
del estudio de las posibles innovaciones sociales como problemas para
investigar en el marco de las ciencias sociales, deberíamos hablar también de
innovaciones para la acción política. Y para la construcción física y política
de la ciudad. Tenemos necesidad de programas de investigación que permitan
elaborar diagnósticos y, más allá de ellos, también propuestas para debatir. Este
Seminario es una oportunidad para avanzar en esa dirección. Cuál es el papel de
los individuos en la creación de instituciones es una pregunta típica del nuevo
institucionalismo Desde ese punto de vista, es posible preguntarse por la
aparición de innovaciones y de nuevas instituciones en las periferias urbanas ante
problemas concretos como la inseguridad, la vivienda, el empleo, el transporte,
y otros. La hipótesis
principal que parece guiar la convocatoria de este seminario es que la falta de
atención de las instituciones públicas y el desinterés de los capitales
privados por la periferia produciría una degradación en las mismas, pero que, a
pesar de ello, y en una hipótesis “aparentemente contraintuitiva” sucede algo
sorprendente, que se formula así: “que precisamente esa ausencia de las
instituciones políticas y económicas dominantes convierte a estas áreas en
espacios proclives a la innovación y la creatividad”. Esta última afirmación
muestra una actitud optimista que yo aprecio mucho. Pero debemos preguntarnos hasta
qué punto corresponde a la realidad. Puede ser oportuno
elaborar un inventario general de innovaciones que se están produciendo, y que
deben estudiarse en relación con la construcción de una sociedad democrática,
abierta, plural, cohesionada y dialogante. Se han de poner en marcha estudios
científicos para detectar esas innovaciones y para medir su grado de difusión y
aceptación, en diferentes barrios, ciudades y países, realizando estudios
comparativos. Necesitamos también un marco general que permita interpretarlos. Es
en relación con él como debemos considerar y evaluar las innovaciones sociales
o técnicas que se vayan realizando. Se pueden, ante todo, identificar y
estudiar; pero también impulsar iniciativas innovadoras de carácter social,
económico y técnico en las áreas de pobreza, tanto en los centros antiguos como
en la periferia. Se ha de animar a
los individuos y a los grupos sociales, a las asociaciones y a los políticos a
impulsar iniciativas innovadoras, a generar y discutir nuevas ideas. Ha de existir
un talante de apertura y atención hacia las iniciativas que vengan de abajo,
una actitud hacia la colaboración y la solidaridad, hacia la profundización de
la democracia, hacia la participación y el diálogo permanente. La
administración pública debería ser la primera interesada en apoyar y facilitar
estos debates. La innovación
social ha de servir para conseguir un desarrollo social y económico, para
aumentar la participación democrática en el poder. Ha de difundir nuevos
valores sociales y contribuir a la lucha contra la exclusión social; ayudar a difundir
ideas nuevas sobre la solidaridad, mejorar la calidad ambiental, la sanidad, la
extensión y eficiencia de los transportes públicos. Promover una sociedad más
solidaria, más culta, más preocupada por el despliegue de valores intelectuales,
éticos; que aprecie el esfuerzo y el trabajo; que invente formas nuevas de
ocio no mercantil. Un inventario de
iniciativas sociales Las iniciativas
sociales que se están poniendo en marcha deben examinarse y valorarse en
relación con la necesidad de transformar profundamente las ciudades en que
vivimos, teniendo en cuenta numerosas dimensiones. Dichas iniciativas tienen
que ver con problemas viejos y nuevos, y con necesidades sociales a las que se
debe atender. Es preciso hablar de ello y debatir propuestas concretas para
hacerlo, lejos de los planteamientos neoliberales que han sido tan influyentes
en los últimos años, incluso entre los gobiernos de izquierdas. Existen numerosos
esfuerzos para identificar y valorar esas iniciativas innovadoras y la puesta
en marcha de proyectos nuevos con participación comunitaria. Especialmente en
países iberoamericanos, donde la CEPAL y otras instituciones han convocado
concursos para premiar las más originales o exitosas. Recientemente esa
institución ha presentado los 25 programas más innovadores, con mayor participación
comunitaria y bajos costes, desarrollados para superar la pobreza y las
desigualdades en diferentes países de América Latina. Un total de 4.800
iniciativas, que se refieren a cuatro áreas: generación de ingresos; juventud
en riesgo; afirmación de derechos en salud y educación; y voluntariado y
participación comunitaria. Incluyen propuestas y realizaciones en marcha sobre problemas
muy diversos, desde la organización de micro-lecherías, a la lucha contra la
violencia familiar, la ayuda a los partos, la puesta en marcha de iniciativas
deportivas, y el cuidado del medio ambiente[25].
Las iniciativas ganadoras pertenecen a una docena de países, entre los que
destacan Brasil, con siete, y Argentina, con cinco, seguidas por Chile y
Ecuador con dos, y un total de nueve países más con una iniciativa destacada;
todas ellas constituyen innovaciones sociales que implican la participación
ciudadana y que contribuyen a la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la
exclusión social en sus comunidades. Es, sin duda, una
buena muestra de lo que está sucediendo en muchas ciudades de todo el mundo; lo
que justifica la realización de estudios para elaborar inventarios de ellas y
valorar sus aportaciones[26].
Las numerosas e importantes transformaciones que se están produciendo en las
estructuras familiares, en las redes sociales, en el empleo, en el urbanismo y en
otros campos están obligando a grandes adaptaciones en la esfera comunitaria e
institucional, y pueden dar lugar a iniciativas de gran valor, con nuevas
pautas de confianza, solidaridad y cooperación para la atención a los niños, a las
personas mayores o a los discapacitados, la ayuda para la construcción de la
vivienda o para compartir servicios, y a iniciativas interesantes en lo que se
refiere al empleo. Todas ellas deben recibir atención de los científicos
sociales. La falta de trabajo
o de empleos formales es un problema gravemente sentido en las ciudades, y
especialmente en las áreas pobres. Para enfrentarse a él pueden estar surgiendo
numerosas innovaciones que valdría la pena investigar. Entre ellas, especialmente,
la formación de cooperativas y de movimientos de ayuda mutua, la exploración de
yacimientos de empleo, los bancos de tiempo, la cooperación en tareas
domésticas y, en general, formas nuevas de cooperación social y económica. Tiene
gran interés también la puesta en marcha de sistemas financieros para pobres, de
creación de microcréditos, con el ejemplo de los que ha impulsado Mohammad Yunus. La participación, la cooperación,
la gestión colectiva son caminos que ofrecen asimismo interés para la
producción de alimentos; en ese sentido, es importante prestar atención al
movimiento cooperativo en la actividad agraria, que tiene una gran
potencialidad, como han mostrado algunas investigaciones recientes sobre la
agricultura familiar en Brasil[27].
Muchas de estas iniciativas tienen un valor más general, ya que se pueden poner
en relación con la búsqueda de alternativas post-capitalistas, con la creación
de formas de economía social y solidaria[28]
que tratan de situarse al margen de la lógica capitalista. En nuestro ámbito
cultural, la afirmación de la propiedad privada por el Estado liberal, durante
el siglo XIX, acabó con muchas formas de propiedad colectiva. En España y
diversos países iberoamericanos la desamortización de bienes de propios y
comunales tuvo una gran influencia en ese retroceso[29]. Esa línea de enfrentamiento a
lo colectivo, continuada durante el siglo XX en numerosos países, ha podido
conducir a extremos inaceptables, como son las declaraciones sobre “la tragedia
de los comunes”. En ese contexto es preciso plantear, primero, si hay
expresiones ancestrales de prácticas colectivas que son utilizadas todavía y
que pueden tener interés; segundo, si existen otras nuevas y cómo se valoran,
especialmente si no hay acuerdos sobre lo que es verdaderamente institucional
vinculado al Estado, y lo que es ilegal o alegal. Pueden
identificarse en las ciudades, asimismo, gran número de iniciativas que se relacionan
con el bienestar individual y social. En lo que se refiere a la salud, además
de las reclamaciones para el acceso a un sistema de salud público de calidad,
es interesante investigar si hay iniciativas relacionadas con la puesta en
marcha de sistemas de igualas, iniciativas de sanidad cooperativa, médicos sin
fronteras, y otros. En relación con la salubridad y la vida sana existen
también iniciativas sobre la alimentación y la nutrición, las diferencias de
salud, el acceso al equipamiento sanitario y a centros de atención médica, así
como sistemas de ayuda a la tercera edad, colaboración con los cuidados de la
infancia y atención a los minusválidos. Desde el punto de
vista educativo debe reconocerse que las políticas que se han seguido en muchos
países no han tenido todos los efectos deseables, en lo que se refiere a la
calidad de la enseñanza y a las políticas inclusivas y justas. Debe prestarse
atención a las innovaciones en el establecimientos de sistemas educativos, la reivindicación
y organización de guarderías, de centros para la formación profesional, las reivindicaciones
para la instalación de escuelas públicas y la participación de asociaciones de
padres en ellas, o, de manera general, la inquietud por los programas de
estudio y las propuestas de otros nuevos. Es importante
igualmente el estudio de las iniciativas que se refieren a la creación de
bibliotecas públicas y de centros culturales así como de movimientos
cooperativos para la creación de coros, grupos de música, teatro y otras actividades
culturales; y, en general todas aquellas que conducen a poner en marcha
sistemas de ocio que permiten el despliegue de un tiempo libre no sometido a
los imperativos mercantiles. El problema de la
vivienda es una consecuencia de la pobreza, de los bajos salarios, del paro, de
los contratos precarios e inestables. Pero mas allá de realizar diagnósticos, hace
falta elaborar propuestas razonables sobre cómo se resuelven, y analizar las
iniciativas que se están emprendiendo en este sentido. Necesitamos, ante todo,
conocer las formas de ocupación de suelo, y la colaboración para la
construcción de viviendas, incluyendo la autoconstrucción, la creación de
viviendas cooperativas, los sistemas de propiedad o alquiler, las formas de
aprovechamiento de materiales desechables (como vagones de trenes…) y otras. En
el caso de las áreas de autoconstrucción se han descrito iniciativas de
asociaciones de vecinos para organizar sistemas de control de la propiedad que
den fe pública de la apropiación de una parcela y de las transacciones que se
realizan entre los residentes[30].
Los procesos de
regeneración urbana, tienen numerosas dimensiones. La oposición vecinal a dichos
procesos conduce frecuentemente a la participación. Las
formas de renovación urbana en las áreas ya edificadas del centro afectadas por
la gentrificación, y de la periferia (en éste caso, amenazadas por demoliciones
de polígonos de viviendas sociales deterioradas), dan lugar a procesos de acoso
inmobiliario y desplazan a las poblaciones afectadas hacia una periferia más
lejana; se rompen con ello redes de relaciones, de solidaridad, vínculos
conocimientos espaciales que son importantes para los vecinos de esas áreas. Atención especial
hay que dedicar a las nuevas formas de hacer el urbanismo, con el examen y valoración de experiencias concretas de planificación, que
existen en todo el mundo ante los retos de la urbanización. También interesan las
políticas sobre el espacio público, y las experiencias para diseñarlo
comunitariamente; los usos políticos y prácticas ciudadanas en el espacio
urbano, la creación de equipamientos en los planes de urbanismo. Necesitamos
saber qué experiencias existen sobre el aumento y el uso o remodelación del
espacio público, cómo se ve afectado dicho espacio por nuevas forma sociales
que se reconocen hoy y que se aceptan (familias monoparentales, homosexuales,
drogadictos...), qué experiencias existen en este sentido, y qué conflictos. Las
experiencias de gestión de parques, comprometiendo a la sociedad civil en ello,
tiene gran trascendencia para la puesta en marcha de sistemas eficientes de
gestión del territorio y conservación del medio natural. De manera similar
deben identificarse estrategias para la conservación de la biodiversidad en
espacios naturales y en áreas rurales bajo presión urbana. Las áreas
periféricas tienen a veces problemas en el suministro de energía, o en el coste
de la misma. Interesa conocer también las alternativas que se proponen a las
formas actuales de producción de energía, los estudios del coste energético de
los edificios de diferente tipo que hay en la ciudad. Los procesos de
privatización de muchos servicios públicos, entre ellos el abastecimiento de
agua, han tenido grandes consecuencias, dificultando el suministro a las áreas
periféricas pobres[31].
Deben promoverse estudios sobre coste, redes, usos del agua, formas
cooperativas de captación, almacenamiento y distribución, y los sistemas
innovadores para el aprovechamiento del agua de lluvia o de gestión de los
residuos sólidos e hídricos[32]. El problema de la
movilidad y de los transportes adquiere una importancia esencial con la
creciente extensión de las áreas urbanas y la separación de los lugares de
trabajo y de residencia. Se ha de estudiar la movilidad de los pobres y las
agendas diarias en los casos en que el transporte público es deficiente, así
como las formas de colaboración que se han puesto en marcha para atenuar sus
efectos. Desde el punto de
vista del comercio, se producen numerosos conflictos entre los equipamientos
formales, que pagan impuestos, e informales, que no lo hacen. En éstos últimos
las dos situaciones extremas son las de los campesinos o artesanos que venden el
producto de su trabajo, y el de las redes mafiosas que importan los productos y
emplean a inmigrantes ilegales. Ante esto surgen numerosos problemas que han de
investigarse y que se refieren a la geografía del comercio y la del consumo;
por ejemplo: la manera como se debe organizar el comercio
y, de forma general, la distribución de productos. Existen propuestas sobre ese
tema, por ejemplo sobre el comercio ambulante en las ciudades, que merecen
atención de los investigadores[33]. Especial
importancia adquieren hoy las iniciativas sobre el asociacionismo; entre ellas,
de manera destacada, las que se relacionan con las redes electrónicas locales y
regionales, el uso de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación en la vida personal, doméstica institucional, comercial o en el
ocio; o el acceso a la sociedad de la información y la instalación de
locutorios y otros equipamientos para las nuevas tecnologías. Debe prestarse
atención a las radios y sitios web comunitarios, a las modalidades del acceso a
las redes de teléfono e internet. Un aspecto esencial es el conocimiento de las
innovaciones que se producen en las áreas periféricas. Téngase en cuenta
que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación están presentes
también de una u otra forma, y a veces de manera intensa, en las áreas pobres.
Puede haber centros antiguos y periferias pobres que presentan un aspecto
morfológico degradado o una morfología incompleta, así como con grandes
problemas sociales, y que, sin embargo, disponen de televisión, teléfono móvil
y están conectados a Internet, incluso con banda ancha. Se han señalado
numerosas formas de acceso a las nuevas tecnologías en espacios considerados
como territorios de exclusión, como las favelas, y debemos entender cómo esa
apropiación de tecnología puede modificar la vida cotidiana y favorecer formas
nuevas de ciudadanía, así como las innovaciones que se han producido en las
periferias[34].
Todo eso puede crear condiciones favorables a la aparición de alternativas
descentralizadas de carácter socio-técnico, entre las cuales sistemas autónomos
para el abastecimiento de energía o de redes de interacción. El gobierno
democrático, la construcción de la ciudadanía, la participación, la democracia
en los barrios, pueden verse facilitados por la existencia de información
transparente, de páginas Web municipales, gubernamentales o locales. Todo lo
cual puede influir en la creación de redes sociales: frente a los “círculos de
degradación” que experimentan los entornos urbanos pobres y socialmente
segregados, se han destacado también la existencia de elementos innovadores
como “la participación ciudadana y el trabajo en red”[35]. Volveremos a hablar de ello
más adelante en relación con la práctica reglada de la participación para el
ejercicio de la ciudadanía. Un problema
importante, que se destacó ya en el primer Seminario, es el de la seguridad, y concretamente
el sentimiento de inseguridad ciudadana. Generalmente, se afirma que en las
áreas metropolitanas se está debilitando la capacidad de convivencia entre
extraños. En su lugar estaría emergiendo el miedo al extraño, la mixofobia, es
decir el miedo a la mezcla social. La respuesta a eso sería el aislamiento, la
auto-segregación en espacios privados. Es evidente que eso se produce, ante
todo, en las clases elevadas, y luego por mimetismo en las clases medias e
incluso en las populares, con la creación de promociones urbanas cerradas. Pero
se trata claramente de innovaciones rechazables que van contra la misma idea de
ciudad. Y podemos añadir que no son tan recientes, porque espacios de
segregación social han existido siempre en las ciudades, e incluso guetos con
puertas cerradas por fuera y por dentro. Precisamente fue la desaparición
jurídica de ellos lo que se afirmó con la construcción del Estado liberal. La percepción de la
ciudad como un espacio de inseguridad parece que está aumentando, alimentada, o
creada, por los medios de comunicación. Es posible que constituya una percepción
errónea, ya que no es seguro que sea mayor que en el pasado, ni percibida por
todos así. La ciudad sigue siendo el espacio de la seguridad: nunca hemos
estado más controlados y vigilados, especialmente en la ciudad. Respecto a las
políticas neoliberales sobre el miedo, es evidente que han existido y van
unidas a la desvalorización de lo público, a la organización de sistemas
privados de defensa. Frente a ellos debe realizarse una afirmación del Estado
de derecho como garante de la paz y depositario del monopolio de la fuerza para
asegurarla. Debe rechazarse, además, de forma decidida la criminalización de la
pobreza. Instituciones y
periferias urbanas Deberíamos ser
cuidadosos al referirnos al neo-institucionalismo, y a la gobernanza, en las
periferias urbanas, como resultado de iniciativas sociales. Debemos ser
críticos con las falsas institucionalizaciones[36].
Pero también hemos de observar qué prácticas se están definiendo en esos
espacios, y de manera general en el espacio urbano, y si tienen alguna
posibilidad de convertirse en instituciones sancionadas por leyes. De la
información disponible, parece desprenderse que la más importante innovación,
por su repercusión institucional, es la que se refiere a la participación de
los ciudadanos en la administración local. Con la organización
del Estado liberal los ayuntamientos fueron considerados como ‘el último
escalón de la administración del Estado’, sometidos en todo al gobierno
central. A partir de fines
del siglo XIX se produjo un despertar del municipalismo, en relación con los
nuevos problemas que se plantearon en las ciudades (redes de saneamiento y
energéticas,….), a veces con el apoyo de estudios históricos[37]; en las décadas siguientes
llevaron a modificaciones importantes en el marco constitucional y legal, con
la concesión de derechos de representación a los municipios, que permitieron
elegir democráticamente a los ayuntamientos, y ampliar sus atribuciones. El proceso ha
tenido diferentes modalidades y cronologías según los países, y ha podido ser
incompleto. Por eso, a veces, los sistemas de representación local son débiles,
o incluso inexistentes; por ejemplo, sin elección de los ayuntamientos y con el
nombramiento de los alcaldes por el poder central. En esos casos, por razones
diversas, ha podido aparecer la reivindicación de nuevas formas de
participación local. En la España del
tardo-franquismo, la carencia de un marco político democrático canalizó una
parte de la lucha hacia los problemas locales, donde se dejaban sentir grandes
carencias urbanísticas y sociales, y que plantearon la exigencia de nuevas
formas de gestión de las políticas públicas urbanas. El movimiento vecinal
adquirió una fuerte actividad con el apoyo de partidos políticos en la
clandestinidad, con el despliegue de importantes movimientos reivindicativos
que consiguieron influir decisivamente en las políticas urbanas[38]. Pero a partir de los años
1980 se produciría un distanciamiento entre los representantes elegidos
democráticamente, y que se consideraron depositarios de toda la legitimidad, y
los movimientos vecinales. A pesar de que se han elaborado nuevos marcos
institucionales para la participación, éstos no han funcionado bien, por las
desconfianzas que los ayuntamientos, incluso los de izquierdas, han tenido hacia
el movimiento popular. Con graves consecuencias para las ciudades, ya que han
sido los movimientos vecinales los que han planteado cuestiones que eran muy
relevantes para la organización social y económica de los espacios
metropolitanos (desde la importancia de la actividad económica local y del
patrimonio, a la lucha contra la corrupción). En otros países las
demandas de participación han tenido desigual éxito, tal como se muestra en algunas
de las comunicaciones presentadas a este seminario[39]. En la convocatoria
del seminario se aludía al papel decisivo de lo local. No podría estar más
de acuerdo en la afirmación que han hecho en varias ocasiones los organizadores
del mismo sobre la importancia de lo local y sobre el hecho de que la política
local tiene que ver con la cotidianeidad[40]. Pero la capacidad y la voluntad de los gobiernos municipales está por debajo
de las posibilidades que poseen. Unas veces porque no tienen todas las competencias
necesarias para ello, que radican en buena parte en el gobierno del Estado o de
las regiones o provincias; otras, porque no poseen conocimientos técnicos para
enfrentarse a la gravedad de los retos, o porque no disponen de la capacidad de
inversión suficiente. Pero pueden faltarles también la voluntad, ya que en
ocasiones están más preocupados por las próximas confrontaciones electorales y
por adoptar medidas a corto plazo, a ser posible espectaculares y que tengan
ecos mediáticos, aunque sean en realidad poco eficaces. En todo caso, parece
necesaria una mayor descentralización, atribuyendo más competencias y recursos
a los gobiernos municipales. El debate sobre ‘el
derecho a la ciudad’ ha permitido reconocer la necesidad de acceso general a
ciertas formas del modo de vida urbano, también en las periferias pobres de las
ciudades. Se trata de una demanda justificada y revolucionaria, que exige la
profunda transformación de esas áreas y, por consiguiente, fuertes inversiones
en ellas. En este sentido queda mucho por hacer, lo que implica una nueva
manera de construir la ciudad. Pero es posible que debamos plantearnos la
cuestión de si todos los derechos reclamados son posibles, para ricos y para
pobres. Especialmente hoy, cuando se ha de limitar el crecimiento o, dicho de
forma más apropiada, se ha de conseguir un crecimiento que podemos calificar
como ‘de suma cero’. En
todo caso, puestos en la vía de valorar el diálogo con la sociedad civil y la
las organizaciones privadas, habría que afirmar (o añadir) que no son solo las
empresas y los agentes económicos, los que constituyen la llamada ‘sociedad
civil’ y con los que hay que negociar y relacionarse. Tan importante o más que
ellos son los movimientos cívicos, ciudadanos, vecinales. Como representan a
más personas, han de ser más influyentes, fundamentales. Lo que hay que
discutir es cómo se articula en uno y otro caso. Me
parece que la respuesta es clara: ha de hacerse siempre con transparencia, con
negociaciones diáfanas, con interlocutores bien identificados, con actas para
que consten las demandas y los intereses de los que intervienen, o las
transacciones a las que se llega. Lo que sirve tanto para las negociaciones con
las organizaciones y corporaciones privadas de todo tipo (desde empresas concretas
a asociaciones de empresarios) como para las que se realicen con los
movimientos vecinales. En la democracia todo ha de estar bien formalizado, bien
regulado y bien conocido. No valen la existencia de grupos de presión, de lobbies
ni de improvisaciones; tampoco de comportamientos que podríamos calificar de
‘asamblearios’, y en los que se desconoce la personalidad de los que hablan y a
quiénes representan. Mirando al
futuro: ciencias sociales y objetivos políticos Los científicos
acostumbran a realizar análisis que son, a la vez, diagnósticos sobre
situaciones concretas. El problema es que están afectados por presupuestos e
ideas previas sobre el orden social, que deberían explicitarse. Convendría
realizar dichos diagnósticos en relación con objetivos y marcos teóricos
concretos; pero además deberíamos rebasarlos, y pasar también a las propuestas
de soluciones[41]. La responsabilidad
de los científicos sociales es muy grande, ya que pueden tener influencia en
los políticos, y ésta no siempre es positiva. Hemos de ser conscientes de la
trascendencia y los riesgos de los conceptos y teorías científicas, cuando se
convierten en guías para la acción política, o cuando los científicos son
llamados para actuar como consejeros de los políticos. Conceptos como
subdesarrollo, postfordismo, postindustrialización y otros han significado en
un primer momento avances importantes para la reflexión científica, pero han
podido tener también consecuencias políticas nefastas, cuando se solidifican y
se convierten, de forma acrítica, en guías para la acción política o la
planificación económica o territorial. Debemos reflexionar
abiertamente sobre los conceptos que se usan en la organización de este
seminario en el que se reúnen científicos sociales de España y México, en un
momento en que, como resultado de la globalización, se está produciendo lo que
se describe como “una acentuación de las dinámicas de individualización y
fragmentación social, lo que sin duda constituye una amenaza a la cohesión
social en ambos continentes”[42].
Frente a ello, además estudios y de diagnósticos, hace falta diseñar
estrategias para aumentar la cohesión social, para luchar contra el
individualismo y para evitar la fragmentación. El sistema
económico dominante ha permitido alcanzar niveles de riqueza y de desarrollo
que antes eran impensables. Pero, como es evidente, ha sido incapaz de
distribuir de forma justa esa riqueza y ha generado problemas enormes que
amenazan al futuro de la especie humana sobre la Tierra. La actual crisis
económica se percibe cada vez más como una crisis del capitalismo: los
problemas planteados por este sistema económico son ya tan evidentes que se
puede contar con un consenso general para transformarlo. Pero, además de ello,
cada vez son más los que aceptan que debería sustituirse por otro, mas justo y
beneficioso para la Humanidad. Para lo primero se puede contar ya fácilmente
con un consenso democrático. Para lo segundo necesitamos hacer propuestas
concretas que permitan mostrar que es posible y cuáles son las alternativas.
Por ejemplo presentar las posibilidades de la economía solidaria, del
cooperativismo[43],
de la gestión colectiva de los bienes comunes[44],
del carácter necesario de la administración pública para resolver los problemas
económicos, la redistribución de recursos y la asignación de servicios. ¿Para qué han de
servir las ciencias sociales si no es para pensar en resolver los problemas del
mundo? El debate científico debe alimentar el debate político, y ayudar a
definir los objetivos. Los graves problemas en el mundo de hoy, la crisis del
capitalismo exigen de una nueva izquierda[45].
La actual está sumida en una gran confusión, como muestra el desapego de
amplias capas de la población respecto a las propuestas que se realizan. Urbanismo,
participación y diálogo en la construcción física y política de la ciudad El urbanismo ha de
entenderse como construcción física y política de la ciudad. Se ha de basar cada
vez más en el diálogo y en la participación. Están aquí enlazadas
dos cuestiones diferentes. Una la relación entre los diferentes niveles de la
administración: el local, el regional, el estatal y el supranacional. Se trata de niveles
que corresponden a diferentes escalas, y que pueden estar muy imbricados e
influyendo todos en el funcionamiento del espacio urbano. En lo que se
refiere a este espacio, se pueden considerar, a su vez, diferentes ámbitos
territoriales. En la escala que se refiere al territorio más extenso, hoy se
habla de las áreas metropolitanas, de la ciudad-región, de las regiones
transfronterizas, de las euroregiones urbanas, de las ciudades mundiales. Es el
nivel al que se refieren el planeamiento general metropolitano y regional, los
planes estratégicos, la ciudad global, etc. Es también, al igual que los
anteriores, el nivel de la representación, de la actuación de los políticos
elegidos democráticamente. Pero, además, es sobre todo un nivel en el que los
ciudadanos pueden, y deben, participar activamente en la resolución de los
problemas de la comunidad, de la organización urbana y de la vida cotidiana. El tema de la
participación es crucial en estos momentos. Va unido a la cuestión de la
profundización de la democracia representativa con la democracia participativa.
La aceptación del marco de un Estado democrático implica la voluntad de mejorar
la democracia institucional. Lo cual significa muchas cosas, pero, ante todo,
el diálogo y la participación. Un tema fundamental, al que hay que prestar atención.
El error fundamental de los gobiernos municipales, incluso de la izquierda, ha
sido, muchas veces, menospreciar los movimientos vecinales y cerrarse a la
participación[46]. Los organizadores
de este seminario han aludido en alguna ocasión a ”la necesidad de inventar una
nueva tecnología político-administrativa”[47]
basada en el diálogo y la participación, aunque reconocen la existencia de
dificultades. Las alusiones a la rigidez de un marco institucional y a las
dificultades para poner en marcha mecanismos de participación, no deben servir
de excusa para la falta de propuestas concretas y el compromiso político, y
deberían incluir el análisis de las dificultades que proceden del miedo de los
partidos políticos[48].
Hay problemas políticos, diferencias entre partidos (e internas a ellos) por controlar
el proceso; también aspectos personales: conflictos de personalidad,
formaciones diferentes, tiempo para dedicar a las tareas, necesidades
distintas de viejos y jóvenes, de hombres y mujeres, de nativos e inmigrantes. Hay que reconocer
que la participación no es fácil, aunque pueden existir situaciones muy
diversas. Una de ellas se da en poblaciones integradas, conscientes de sus
derechos, con hábitos democráticos; en este caso la participación puede ser relativamente
fácil, aunque también se presentan muchos problemas. Otra situación es la que
se produce en situaciones de fuerte marginalidad social, como en el caso de
barrios de autoconstrucción sobre suelo público, con viviendas someras y tejido
social desorganizado. Aquí la participación puede ser mucho más difícil,
especialmente en el caso de personas marginales, sin techo, población pobre, inmigrantes
sin papeles etc. ¿Como se gestiona
todo ello? Tenemos necesidad de realizar estudios sociales para analizarlo. Pero
también hace falta un objetivo claro: construir colectivamente un futuro que
sea plural y donde tengan cabida todos, incluso los que no piensan como
nosotros. Existe también la
posibilidad de que grandes carencias estimulen la participación, como ha sucedido
en el origen de movimientos sociales muy activos, tanto en ciudades españolas
como iberoamericanas. La actitud de los
ayuntamientos ante la participación tiene un amplio abanico de respuestas. En general, todos reconocen su necesidad, aunque muchas veces
es una simple declaración retórica. El estudio de la participación en una serie
de municipios catalanes muestra que, en general son los ayuntamientos de izquierdas los que
más aceptan iniciar procesos participativos, pero que éstos se realizan por
razones diversas: “desde el deseo de revertir la alta abstención municipal, y
la obtención de beneficios electorales hasta la importancia de las trayectorias
personales de los políticos, y el conocimiento de otras experiencias
participativas”[49]; en todo caso,
el factor desencadenante es siempre la existencia de movimientos vecinales
reivindicativos, que deben ser, por ello, valorados y potenciados. La normativa
existente sobre la participación y, sobre todo, los discursos elaborados en
torno a ella, es ya amplia. Pero no parece que sean capaces de democratizar la
elaboración de planes, de ampliar la movilización ciudadana sobre lo público y
animar a los ciudadanos a hacer propuestas a los poderes locales. Los ayuntamientos
son los primeros interesado en promover una cultura democrática de
participación. Pero ello obliga a ser muy cuidadoso en el funcionamiento de las
estructuras que ya existen. La acción
participativa tiene varias dimensiones: información, consulta popular,
elaboración de planes, diálogo y debate, toma de decisiones de los
representantes políticos locales. Una cuestión
fundamental es qué movimientos cívicos han aparecido y se han ido organizando y
a quiénes afectan (trabajadores, desempleados, jóvenes, mujeres..) y también
los efectos sobre la vida local, regional y estatal; cómo se ven reflejados
estos movimientos en modificaciones del marco legal y constitucional, desde
cambios electorales a nuevas leyes locales que reconocen las participación en
la elaboración del urbanismo y de la gestión de la vida local. Algunos políticos
parecen pensar que la participación es simplemente información a la ciudadanía
de decisiones tomadas por políticos y técnicos, para obtener asentimiento y
legitimar así dichas decisiones. Pero si los ciudadanos se sienten maltratados,
o no escuchados, si llegan a percibir que sus propuestas no son tenidas en
cuenta, que el diálogo es ficticio, que las reuniones son pura propaganda o
intentos para legitimar decisiones previamente adoptadas, es evidente que
acabarán desinteresándose del proceso de participación. Se necesita de un aprendizaje
colectivo de unos (políticos y técnicos) y otros (ciudadanos). Una tarea sin duda
difícil. Es preciso potenciar los movimientos vecinales, su capacidad para
intervenir en la toma de decisiones, concederles asesoramiento técnico,
independiente del poder municipal, fortalecer los canales de discusión pública.
Es necesario tener en cuenta la gran fragmentación de los movimientos ciudadanos,
de los actores y agentes que actúan en la ciudad, de los intereses económicos políticos
y culturales en juego. Para lo cual se necesita poner en marcha mecanismos de
debate y concertación. Se han de valorar
especialmente las iniciativas de relaciones entre movimientos vecinales de
diferentes barrios y de diferentes ciudades, del propio país y del extranjero.
La existencia de esas relaciones y la participación de movimientos vecinales y
ciudadanos en conferencias y reuniones internacionales constituye un mecanismo valioso
para el reconocimiento y la difusión de iniciativas sociales, de gran
trascendencia para el futuro. Conviene insistir
en que el problema de la participación no es una cuestión de expertos, sino de
decisión política. Al movimiento ciudadano se le puede exigir que haga un
esfuerzo importante en ese sentido. Pero el primer paso lo han de dar los
políticos, mostrando que la participación tiene una incidencia real y
perceptible en la toma de decisiones. [1] Conferencia en el Seminario sobre “Periferias urbanas y transformación comunitaria. Diálogo México-España”, celebrado en el CIDOB, Barcelona, los día 21 y 22 de febrero de 2011, y coordinado por Joan Subirats (IGOP-UAB), Ismael Blanco (UPF), Sonia Fleury (FGV-EBAPE). [2] Sargatal 2000, 2001 y 2009; Ter-Minassian 2009 y 2010. La cuestión de si existe una gentrificación a la mexicana ha sido planteada por Checa Artasu 2011. [3] Capel, La morfología de las ciudades vol. I, 2002 (cap. 12); se han propuesto también tipologías más refinadas, que pueden llegar hasta una veintena de tipos, como en la que hizo Dolores Brandis para la ciudad de Madrid. [4] Destacan en particular las investigaciones de Luis Felipe Cabrales e Isabel Rodríguez Chumillas sobre las de México, las de S. Roiman 2003, y Sonia Vidal-Koppman (2000, 2001, 2005, entre otros) sobre la periferia de Buenos Aires, o la de Aragâo 2010 sobre la de Sâo Paulo. [5] Davis 2006; Habitat eleva la cifra en 1.200 millones. [6] Así Joan Busquets en su Tesis doctoral Las coreas de Barcelona, 1974; véase Busquets 2004. [7] Borja, Tarragó y otros 1972, [8] Capel, La morfología de las ciudades, vol. I, cap. 12, y vol. II, cap. 4 y 5. [9] Blanco y Subirats 2009, p. 119. [10] Blanco y Subirats 2009, p. 122. [11] Cito con esta última frase el título de un libro reciente del economista Edward Glaeser (2011) que ha dedicado antes numerosas obras al estudio de las ventajas que proporciona la urbanización. [12] Por ejemplo por Silva y Silva 2003 sobre el desarrollo de favelas en las áreas metropolitanas de Fortaleza, Recife e Salvador; Leite 2008, Sobre las favelas de Rio y las nuevas formas de exclusión, Ferreira 2009, Pequeno 2008. Jorge Barbosa 2010, por su parte ha considerado los impactos sociales y urbanos de los megaeventos deportivos y sus efectos sobre las favelas de Rio de Janeiro. [13] Como ha mostrado Azucena Arango en su Tesis Doctoral, 2010, capítulo V (“Vivir en la periferia y pendular a la Ciudad de México”), en particular 5.2, cuadro 34 y gráfico 7. [14] Capel “Gritos amargos sobre la ciudad”, 1999 . <http:www.etsav.upc.es/urbpersp>.. [15] Capel ”Una mirada histórica sobre los estudios de redes de ciudades y sistemas urbanos”, 2003 <http://www.geotropico.org/1_1_capel.html> (primera parte) y <http://www.geotropico.org/1_1_capel_pt2.html> (segunda parte). [16] Como ejemplo de ello puede verse Siguan 1962. [17] Como muestran los datos de la CEPAL sobre América Latina, Pradilla Cobos, 2010 cuadro 2. [18] Por ejemplo, en el estudio dirigido por Sherry Olsson sobre Montreal, (Olsson, 1999). <http://www.ub.edu/geocrit/olsontr.htm> [19] Capel, “Las políticas de atención a las necesidades de los inmigrantes extranjeros de escasos recursos”, 2002 <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-117.htm>. [20] Véase la comunicación de Alberto Aziz a este segundo seminario. [21] Fleury, Subirats y Blanco 2009, p. 14. [22] Fleury, Subirats y Blanco 2009, p. 9. El primer seminario destacó: “el significado de la esfera local en el bienestar social y en las dinámicas de reciprocidad y solidaridad necesarias para contrapesar los procesos de individualización y segmentación que el cambio local ha generado” (p. 20). [23] Véase Barbosa 2010 <http://www.observatoriodefavelas.org.br/observatoriodefavelas/home/index.php>. El Observatorio participa en la puesta en marcha de un Conselho Municipal de Habitaçâo , compuesto por representantes del gobierno, el municipio y representantes de la sociedad civil, que elabora el Programa Morar Carioca dedicado a la transformación urbana de 120 favelas de Rio. [24] Barbosa 2010. [25] Todas estas iniciativas han sido premiadas por el concurso Experiencias en innovación social, organizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, con el apoyo de la Fundación Kellogg. Existen numerosas referencias a innovaciones sociales que se han generado en áreas pobres; no hay más que buscar en Google “innovaciones sociales en áreas pobres” y otras similares. <http://www.infoandina.org/system/files/recursos/Sistemas_de_innovacion_favorable_a_los_pobres.pdf>. Algunas iniciativas han sido especialmente valoradas, como el Proyecto Medellín Solidaria, <http://www.catalogodeinnovacionessociales.com/innovaciones/ver/desarrollo-para-la-equidad/15/Programa-Medelln-Solidaria.html>. [26] Algunos empiezan ya a realizarse. Así M. Lopes de Souza (Souza 2010) ha propuesto una tipología (no exhaustiva) de prácticas insurgentes o emancipatorias en los espacios urbanos, violentas y no violentas, aunque todas privilegian la acción directa. Identifica seis tipos generales de prácticas espaciales y de movimientos sobre: apropiación del espacio, reterritorialización y refuncionalización; resignificación de lugares; construcción de circuitos económicos alternativos; construcción de redes espaciales. Otros artículos abordan las prácticas juveniles de sociabilidad (Neto 2010), las reacciones de los urbanistas ante las propuestas de los movimientos ciudadanos (Bitoun 2011), o la refuncionalización de espacios periurbanos (Correa 2010). Véase todo el número de Cidades (Janeiro-Junho de 2010, vol. 7, nº 11), que contiene artículos agrupados en dos secciones temáticas: 1) “Política (s) urbana(s): Estado versus movimentos sociais, y 2) “Novas formas espaciais e novos papéis urbanos” [27] Medeiros 2009, Zaar 2005, 2010 y 2011. [28] García Jané 2009. [29] Sobre el significado de este proceso en México me parece especialmente valioso el artículo de Margarita Carbó 2006. [30] Barbosa 2010 (“A favela e o direito da cidade”). [31] Scheneier & Gouvello 2004. [32] Se ha utilizado el concepto de Eautarcie (Orszagh 2001) a partir de las experiencias de almacenamiento de agua de lluvia usos diferenciados del agua, según su calidad; ver también Lienart & Larsen 2006, Gires & De Gouvello 2009. [33] Por ejemplo, los estudios de Luis Felipe Cabrales sobre iniciativas adoptadas en Morelia, o los numerosos artículos en Scripta Nova sobre los camelôs. [34] Reginensi (2004) propone una lectura del sitio <www.rocinha.com.br> , espacio virtual de lo que se considera la mayor favela de América Latina en Rio de Janeiro, a partir de dos temas: el espacio del trabajo y el turismo, intentando comprender la representación que tienen los individuos sobre las nuevas tecnologías. [35] Blanco y Subirats, 2009. [36] En este mismo seminario ha aludido a ello la comunicación de Daniel Hiernaux [37] Sánchez de Juan 2001. [38] Véase Andreu i Huertas 1996, Andreu 2008, y el libro editado con ocasión de los 40 años de movimientos vecinales (Andreu et al. 2010). Sobre el barraquismo en Barcelona y los movimiento ciudadanos relacionados con él, Tatjer y Larrea 2011. [39] Como en la comunicación de Cabrero Mendoza y de Díaz Aldret, donde se alude a la existencia de nuevas prácticas de participación ciudadana y analiza 761 iniciativas locales de 63 municipios, mostrando el gran dinamismo social de estas iniciativas, pero también que “no hay indicios de un nuevo institucionalismo, si acaso, asistimos mas bien a una reformulación de la vieja institucionalidad”. [40] Como han afirmado en el volumen del primer seminario (Fleury, Subirats y Gomá 2009, p. 21) . [41] A esta cuestión dedicamos un de los Coloquios Internacionales de Geocrítica, concretamente el celebrado en Porto Alegre sobre el tema “Problema del mundo actual: soluciones y alternativas desde la geografía y las ciencias sociales”, Porto Alegre, 2007 <http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-245.htm>. Veáse también los estudios reunidos en Blanco y Gomá 2002 y Parés Franzi 2009. [42] Fleury, Subirats y Blanco 2009, Introducción p. 10. [43] Como ha hecho, por ejemplo, García Jané 2009; y ha mostrado Zaar 2008, con referencia a la agricultura familiar en Brasil. [44] Capel, “El drama de los bienes comunes. La necesidad de un programa de investigación”, 2003. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-458.htm>. [45] Capel, “Derecho para la ciudad en una sociedad democrática”, 2011. < http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-353/sn-353-2.htm>. [46] Sección “Ciudadanía y participación”<http://www.ub.es/geocrit/ciupar.htm>, XI Coloquio de Geocrítica: “La planificación territorial y el urbanismo desde el diálogo y la participación” <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-331/sn-331.htm>. [47] En palabras de Quim Brugué y Ricard Gomá 2009. [48] Capel, “¿En qué ha fallado Barcelona?” 2011, y la bibliografía citada en ese trabajo <http://www.ceg.ul.pt/finisterra/numeros/2010-90/90_09.pdf>. ANDREU, Marc.
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© Copyright Horacio Capel, 2012.
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