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LA LÍNEA DE FRONTERA ENTRE “BÁRBAROS” Y “CIVILIZADOS” EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XIX: EL CASO DE LA ZANJA DE ALSINA. UNA VISIÓN DESDE GOOGLE EARTH Y EL APORTE DE LOS MUSEOS VIRTUALES.
Laura Oliva Gerstner
Doctoranda Departamento de Geografia Humana, Universitat de Barcelona
<lauraolger@gmail.com>
La línea de frontera entre “bárbaros” y “civilizados” en la Argentina del siglo XIX: el caso de la Zanja de Alsina. Una visión desde Google Earth y el aporte de los museos virtuales (Resumen).
No hay dudas ya de la importancia creciente de Google Earth como herramienta para aquellas ciencias cuyos objetos principales de estudio son el territorio y las formas urbanas. Pero creemos que esta herramienta puede hacerse extensiva también para ilustrar y ubicar espacialmente acontecimientos históricos cuyos efectos han sido intencionadamente plasmados sobre un territorio de características urbanas o rurales. Asimismo, asistimos a la puesta en marcha, en los años recientes, de museos virtuales que cuentan con fuentes documentales diversas ahora en soporte digital, lo cual permite el acceso a través de Internet a recursos del patrimonio histórico local o regional de gran importancia para la investigación. Nuestro artículo se centrará en la aplicación de ambos recursos al análisis de un acontecimiento histórico singular en la Argentina de fines del siglo XIX: la construcción de la nueva línea de fronteras, popularmente llamada “Zanja de Alsina”, entre 1876 y 1879.
Palabras clave: Argentina, siglo XIX, fronteras, Google Earth, museos virtuales.
The border line between “barbarian” and “civilized” in Nineteenth Century at Argentina: the case of Alsina’s Trench. A view from Google Earth and the contribution of virtual museums (Abstract).
There is no doubt about the growing importance of Google Earth as a tool for those sciences whose main objects of study are the territory and urban forms. But we think that this tool can be made extensive also to illustrate and to locate spatially historical events, whose effects have been intentionally embodied on a territory of urban or rural areas. In addition, we attended the beginning, in recent years, of virtual museums that count now on diverse documentary sources in digital format, which allows the access through Internet to resources of the local or regional historical heritage, of great importance for the investigation. Our article will focus on the implementation of these two resources to the analysis of a singular historic event of the late Nineteenth century in Argentina: the construction of the new line of borders, popularly called “Alsina’s Trench”, between 1876 and 1879.
Key words: Argentina, Nineteenth Century, borders, Google Earth, virtual museums.
En esta misma revista se han publicado ya trabajos relevantes que ponen de manifiesto la utilidad de Google Earth para la investigación en ciencias sociales, y cómo ésta tecnología puede complementarse con la cartografía histórica y otros documentos gráficos[1]. En este artículo intentaremos mostrar la complementariedad entre las imágenes de Google Earth y materiales gráficos procedentes de museos virtuales argentinos, a partir del análisis de un caso concreto: la construcción de la llamada popularmente “Zanja de Alsina” entre 1876 y 1879, proyecto estratégico militar inicialmente defensivo, que fuera iniciativa del entonces Ministro de Guerra del gobierno argentino, Adolfo Alsina, a cuyo nombre este emprendimiento quedaría para siempre asociado como uno de los hitos en la lucha contra las poblaciones indígenas locales.
Desde el momento de la conquista y colonización de América, la historia del continente estuvo marcada por dicotomías como la de “salvajes y españoles”, primero y “civilización y barbarie”, más tarde. Esta última marcaría la ideología política y territorial sobre la cual se basó la construcción del Estado argentino lo largo del siglo XIX e inequívocamente supuso la puesta en marcha de acciones político-militares destinadas a definir las fronteras de la “civilización”, y en consecuencia, a suprimir todo aquello que constituyera un obstáculo para el progreso y la modernización.
Luego del proceso independentista de la primera década del siglo XIX, a partir de la década de 1820, Buenos Aires centralizó y pasó a controlar casi totalmente los recursos económicos del territorio, sentando a la vez las bases para estructurar un Estado que posibilitara este control y garantizara su conservación. La antinomia “civilización o barbarie” operaría a partir de las décadas siguientes –y especialmente en la década de 1870- como justificación de la guerra contra las poblaciones indígenas, aunque oficialmente no se quisiera enunciar el enfrentamiento en dichos términos. En su lugar se habló de “campañas” (Las Campañas del Desierto) que fueron conducidas como cuestiones internas de gobierno, hablándose de “recuperar nuestros territorios”, “llevar la soberanía hasta los verdaderos confines del Estado” o “civilizar las zonas más deshabitadas del país”[2]. Así, puede afirmarse para el caso de Argentina, que los límites de la civilización se ampliaban con el desmoronamiento de las fronteras interiores, y la cuestión étnica fue entendida como una amenaza para el Estado que se buscaba fortalecer en términos de jurisdicción.
Las “fronteras de la civilización” en el territorio argentino
Desde la política de la monarquía hispana la frontera había sido pensada como una línea que separaba el área de dominio español de la de dominio indígena a través de dispositivos e instituciones militares como las misiones y los fortines; también sin duda las fronteras habían demarcado en América los límites del dominio español de aquellas tierras que pertenecieran a otras potencias colonialistas. No obstante, en los primeros años posteriores a la independencia, durante el gobierno rivadaviano (1822-1827) se reseñaba críticamente la situación histórica de las fronteras interiores, responsabilizando a la administración colonial local que no había sido “capaz de garantir los primeros fines de toda sociedad, que son la seguridad y la propiedad”[3]. Se recordaba que “habiendo mandado el rey de España que se estableciesen dos fuertes en los boquetes de la sierra, para cortar de raíz las invasiones [indígenas], esta cédula de nada sirvió” y en 1822 “existimos en los campos con los mismos riesgos que en los tiempos de Garay”[4], es decir, en los tiempos de la fundación de Buenos Aires, en el siglo XVI.
En 1833, el gobierno de Juan Manuel de Rosas emprendió una gran campaña contra las tribus indígenas que habitaban el territorio al sur de la provincia de Buenos Aires, desplegando una táctica ofensiva hacia la frontera sur consistente en tres columnas que partieron desde Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. La primera fue la única que consiguió su objetivo: llegar al Río Colorado y desde allí internarse en el territorio reduciendo a las poblaciones indígenas hasta la isla Choele Choel, en el Río Negro, como puede apreciarse en el mapa reproducido en la figura1. En el mapa pueden observarse en azul las líneas de frontera del momento, así como los nombres de las tribus que se encontraban al otro lado.
Figura 1. Itinerarios de la Campaña al Desierto de Juan M. De Rosas en 1833.
Fuente: Olimpíadas Nacionales de contenido educativo por Internet. Mapa reproducido en el sitio “Francisco P. Moreno”, del Instituto Marianista de Capital Federal, Argentina, 1999.
Esta campaña fue calificada como “exitosa” por los poderes del momento y culminó con el arrinconamiento hacia el sur de Buenos Aires de algunas tribus y la negociación con los caciques de otras, el establecimiento de alianzas que aseguraron una relativa paz a nivel de la frontera a cambio de la entrega periódica de víveres y mercaderías como azúcar, yerba mate, tabaco, objetos de platería, vestimentas, etc. Pero las tribus continuaron sus ataques en las regiones del sur de la provincia de Buenos Aires, bajo la forma de “malones” que irrumpían a caballo, saqueaban poblaciones y arreaban el ganado a su paso.
Uno de los caciques más importantes de la época fue Calfucurá, quien en 1835 se había proclamado “Cacique General de las pampas”, luego de atacar y derrotar al cacique Rondeau, que reinaba en el territorio de la actual provincia de La Pampa, limítrofe al oeste con la de Buenos Aires. Este tipo de acontecimientos se veían favorecidos por un contexto de conflictividad entre facciones políticas, e incluso en el caso de Rosas, gobernador de Buenos Aires y principal ganadero de la región, eran alentados como parte de una estrategia más global a nivel de gobierno. Es indispensable aclarar que esta situación no se inscribía únicamente en el territorio de la actual Argentina, ya que las tribus mapuches que mencionamos se movían atravesando la frontera de los estados chileno y argentino en forma permanente. De hecho, fue motivo de conflictos difíciles de resolver con Chile el hecho de que los indígenas comerciaran el ganado argentino obtenido en los malones al otro lado de la frontera con ese país[5]. Asimismo, el gobierno chileno había integrado ocasionalmente a algunos de los caciques más poderosos y sus tribus en sus propios ejércitos para sofocar distintas rebeliones[6]. Los poderes y linajes tribales eran tan fuertes que habían permanecido en las líneas de frontera desde la época colonial, desarrollando sus vidas en un permanente contacto primero con los españoles, y más tarde con los respectivos estados argentino y chileno. La zona sur de la actual provincia de Buenos Aires, por lo tanto, siempre había sido un punto de contacto, principalmente aquella situada cerca de las salinas grandes y la situación de mestizaje en las fronteras interiores era una realidad, así como el conocimiento que los líderes indígenas tenían de la llamada “civilización”: se habían socializado durante décadas en relación con los ejércitos y los comerciantes. El avance progresivo de las colonias agrícolas sobre el territorio y la política de defensa de los mismos obligaron a las poblaciones originarias a concentrarse bajo liderazgos fuertes de algunos linajes.
Figura 2. Emblema de la Confederación de las Salinas Grandes
comandada por el Cacique Juan Calfucurá.
Fuente: Museo Virtual Ignacio Balvidares. Puán, Argentina.
<http://www.museovirtualpuan.com.ar/>.
Los indios pehuelches, conducidos por jefes como Reuque Curá y Feliciano Purrán se situaron en el territorio que va desde la Cordillera de Los Andes al oeste hasta el Río Diamante por el norte, desde el río Limay, que nace en el Lago Nahuel Huapi (actual provincia de Neuquén) al sur, y el Salado al este. Desde el sur de San Luís, Córdoba, parte de Santa Fe, parte oriental de la Pampa y oeste de Buenos Aires, dominaban los indios ranqueles, liderados por Llanquetruz, Painé y Mariano Rosas. En la zona de las Salinas Grandes[7] y gran parte de la llamada “pampa húmeda”, zona ubicada entre el sur de la provincia de Buenos Aires y la provincia de La Pampa, gobernaba la dinastía de los Curá, llamada “los salineros”, como Calfucurá y su hijo Namuncurá. Al este de los ranqueles y al noreste de los salineros, en la zona de Trenque Lauquen, se ubicaban los indios conducidos por Pincén; en la zona de Tandil las huestes de Catriel y Coliqueo. Los araucanos se asentaban entre el Neuquén y Río Negro –dentro de lo que era territorio argentino- donde se hallaban guenaquenes y tehuelches araucanizados liderados por Shaihueque[8]. En la figura 3 hemos intentado señalar estas referencias, principalmente los ríos que delimitaban las zonas controladas por los caciques mencionados.
Figura 3. Àreas controladas por las tribus indígenas en la zona central de Argentina en el siglo XIX.
Las áreas controladas por las tribus indígenas se extendían mas allá de la “pampa húmeda”, llegando hasta zonas próximas a la cordillera de los Andes, al oeste. Las coordenadas de situación se encuentran al pie de cada imagen. Fuente: Google EarthTM , 2010.
La presencia indígena estaba por lo tanto plenamente adentrada en la provincia de Buenos Aires desde mediados del siglo XIX. En 1855, el cacique Calfucurá dirigió un ataque sobre la localidad de Azul de la provincia de Buenos Aires. Las tropas del ejército porteño fracasaron en numerosas ocasiones en sus intentos de combatir estos ataques, y a las derrotas se sumaba el despoblamiento de los territorios ganados de esta manera por los indígenas. Los colonos y pequeños campesinos precariamente asentados en poblados de estas zonas huían en dirección al norte de la provincia. En las zonas donde había una relativa tranquilidad en este aspecto, se aprovechaba para situar nuevos asentamientos, consistentes en pequeños fuertes (fortines) en torno a los cuales se “construía” un pueblo. Así tuvieron origen numerosos centros urbanos que hoy conforman la provincia de Buenos Aires.
El “proyecto civilizatorio” que se había ido diseñando de la mano de Sarmiento, Mitre y sus sucesores exigía la eliminación de la población indígena que aún ocupaba el territorio. Se trataba, pues, de atravesar hacia el sur y la zona del Chaco la frontera que separaba la civilización de la barbarie a través de una sistemática maquinaria militar que comprendía el avance sobre el territorio, su fortificación y poblamiento. En los últimos años de la década de 1860, como consecuencia de la guerra de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) contra el Paraguay, los dispositivos y estructuras militares del interior del territorio argentino habían quedado desguarnecidos. En este período se intensificaron, como hemos visto, los ataques indígenas a centros urbanos de la periferia de Buenos Aires. En 1869, cuando dicha guerra casi había concluido, hacía un año que Domingo Sarmiento, ideólogo de la antinomia civilización y barbarie, había asumido la presidencia de la República. Era el momento de cumplir las disposiciones de la ley Nº 260, sancionada el 25 de septiembre de 1868, por la que se ordenaba la realización de un Censo Nacional que venía postergándose desde 1862[9].
El censo arrojó como resultados que el 28 por ciento de la población estaba radicada en la provincia de Buenos Aires, y en orden decreciente seguían las regiones Central (22,8 por ciento), Litoral (20,2 por ciento), Andina (14,7 por ciento y Norte (13,8 por ciento). Las tres primeras eras las que poseían tierras naturalmente aptas para la actividad agropecuaria sin necesidad de riegos artificiales, lo que determinaba que estuviera más densamente poblada por nativos e inmigrantes. El 12 por ciento de la población censada (210.190 habitantes) era de procedencia extranjera. La mayor parte correspondía a europeos, y se discriminaba en proporción decreciente por italianos, españoles, franceses e ingleses. A pesar de que los proyectos de colonización de tierras habían tenido como objetivo estimular la producción agrícola, la realidad indicaba que la mayor parte de los extranjeros se había radicado en las zonas urbanas para dedicarse al comercio o a tareas de jornaleros. Asimismo, la diversa procedencia continental de inmigrantes había configurado un mapa muy diferenciado: los que habían llegado de países limítrofes se habían asentado en provincias que lindaban con sus zonas de procedencia, realidad demográfica que se mantiene hasta el presente. Mientras en Buenos Aires el 90,4 por ciento de inmigrantes eran europeos, en la provincia de Jujuy, al noroeste argentino, el 98,9 por ciento provenía de América, principalmente de Bolivia[10].
En síntesis, el censo mostraba un potencial territorial “mal aprovechado”, y se calculaba que un millón de kilómetros cuadrados estaban “en poder de los indios”. De modo que el nuevo gobierno puso en marcha el aparato militar para abordar la realidad que el “método” había mostrado tan claramente. La sustitución inmediata de la población nativa por la inmigrada requería abrir las puertas a todo lo extranjero que quisiera llegar a tierras argentinas: gente, capital, o ambos.
El proyecto de la zanja, de Adolfo Alsina
En 1875 Nicolás Avellaneda sucedió como presidente a Domingo F. Sarmiento. Su política centralizó todos los esfuerzos del Estado en el fomento de la inmigración europea, generando para ello las condiciones que permitieran el establecimiento de la fuerza de trabajo en el territorio. La cuestión indígena aún no había sido resuelta con el éxito esperado por parte del gobierno y es entonces cuando Adolfo Alsina, Ministro de Guerra del nuevo gobierno, formula un proyecto polémico destinado a la defensa del territorio de estas incursiones, que se llevaban consigo miles de cabezas de ganado y algún que otro prisionero. Como señalamos anteriormente, el ganado obtenido de esta forma era vendido en ocasiones a comerciantes chilenos. Hugo Gaggiotti, quien ha investigado sobre la idea de “la pampa como espacio degradado”, afirma que para Alsina era una quimera “pretender guardar con soldados doscientas leguas de frontera, con el desierto a vanguardia y con el desierto a espalda”, pero afortunadamente se contaba con datos geográficos y topográficos, que, en palabras del mismo Alsina, guiarían a los poderes públicos en su tarea de “asegurar, y no […] guardar nuestra frontera”[11].
El proyecto consistía inicialmente en la excavación de un foso que atravesara el territorio desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Atlántico, trazado en forma paralela al curso del Río Colorado y fue conocido como “La Zanja de Alsina”. Las dimensiones previstas para este foso eran 610 kilómetros de longitud y tres metros de profundidad, angostándose al metro y medio en el fondo, a similitud de una “pirámide invertida” tal como se muestra en la figura 4, o bien, como se difundió la idea, una especie de “muralla china cabeza abajo”[12]. La estructura se completaría con un parapeto de dos metros de altura construido en la superficie con la tierra extraída de la excavación del foso, y reforzado con una empalizada. Debía conectar todos los fortines existentes en la zona fronteriza con los que se construirían posteriormente. A nivel de estrategia militar, se esperaba que esta zanja detuviera temporalmente los malones, retrasando su avance y dando tiempo así a los soldados para perseguirlos y recuperar los bienes arrebatados. Alsina defendía su proyecto como “un sistema que diese por resultado inmediato, si no suprimir totalmente las depredaciones bárbaras, hacer imposibles las grandes invasiones y difíciles las pequeñas”[13].
Figura 4. La Zanja de Alsina
Gráfico dibujado por Jordan Wysocki en 1877, donde se muestran dos cortes de la misma. Fuente: Crónica Histórica Argentina, 1968.
Los destacamentos que se prepararon para esta empresa estaban dirigidos por militares que eran además ingenieros o al menos contaban con algún tipo de cualificación técnica, a los que se sumaban “milicias formadas por miles de trabajadores armados con azadas”[14].
Figura 5. Trabajando en la Zanja de Alsina.
Dibujo de F. Fortuna. (Archivo General de la Nación Argentina). Fuente: Museo Roca,
Instituto de Investigaciones Históricas <http://museoroca.gov.ar/articulos/icomilroca.pdf>, 2006.
La imagen 5 es ilustrativa: se trata de una representación del “trabajo para el progreso”, la ciencia y la técnica aplicadas a una estrategia militar. El inicio de la obra estaba previsto para el 1 de marzo de 1875, y fue postergado como consecuencia de una nueva rebelión conocida como el “malón grande”, encabezada por el cacique Juan José Catriel, cuyo bando obtuvo como botín 300.000 cabezas de ganado y 500 prisioneros, causó 300 muertos y destruyó 40 casas[15]. Además de los inconvenientes causados por las ofensivas indias sistemáticas, el proyecto suscitó todo tipo de críticas que se formularon desde facciones políticas opositoras al gobierno de Avellaneda (encabezadas por Bartolomé Mitre) llegando el debate al Congreso de la Nación. En su libreta personal de notas, Julio A. Roca, nombrado en 1875 comandante en jefe de las fronteras de Córdoba, San Luís y Mendoza, apuntaba:
“¡Qué disparate la zanja de Alsina! Y Avellaneda lo deja hacer. […] Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. […] Así pensaron los chinos, y no se libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificante, comparado con la población china. […] Si no se ocupa la pampa, previa destrucción de los nidos de indios, es inútil toda precaución y plan para impedir las invasiones”[16].
La prensa aportó argumentos a la polémica, a través de diarios como La Nación o La Prensa, evidenciando que de fondo subsistían concepciones anteriores divergentes sobre cómo abordar militarmente esta situación de conflictividad en las fronteras. Alsina, por otra parte, se afirmaba en su estrategia militar frente a sus detractores:
“En la zanja no busqué, lo repito, ni originalidad, ni poesía; pero hallé en ella un medio eficaz para alcanzar un resultado grande y lo adopté. Dejo a los espíritus teóricos que busquen soluciones prácticas, inspirándose, ante todo en la originalidad o en la belleza de la forma”[17].
Como se desprende de la cita anterior, el gobierno (en realidad, el mismo Adolfo Alsina, quien representaba una postura relativamente “moderada” en este aspecto, respecto de sus sucesores), hacía su defensa de la obra desde un punto de vista pragmático, que el autor Vanni Blengino ha definido como una oposición entre el romanticismo liberal de la generación del 37, frente al positivismo liberal en plena difusión dentro de las elites americanas. El proyecto así concebido se inscribía enlo que se ha calificado como una especie de “poética militar positivista”[18], por la índole de la empresa y por la profusión de metáforas tejidas en torno a la misma. Pedro Navarro Floria, sin embargo, ha introducido otros elementos en el análisis del proyecto fronterizo de Alsina, afirmando que el mismo “pronto se revela como una operación ofensiva que simula ser defensiva, precisamente porque inaugura una retórica que considera a la conquista una cuestión de tiempo y configura una nueva relación de exclusión radical con la sociedad fronteriza” [19]. Por lo tanto, la oposición con el proyecto ofensivo posterior del general Roca (ver figura 6), no sería más que aparente, y las Campañas del Desierto comandadas por éste último, “una variación sobre el mismo tema consistente en una aceleración del proceso en curso”[20].
Figura 6. Avance de las fronteras interiores del territorio argentino entre
1875 (la zanja de Alsina) y 1884 (fin de las Campañas del Desierto).
Fuente: Museo Roca. Inst. de Investigaciones Históricas <http://www.museoroca.gov.ar/>, 2006.
Quizás no sea necesario ahondar en las críticas a la obra, ya que su poca fiabilidad respecto a la extrema movilidad y estrategias de los malones indígenas estaban claras: se trataba se una construcción por demás precaria. Además, el establecimiento de una estructura militar con carácter fijo sobre el territorio determinaba una posición estática que se contradecía con los movimientos ofensivos encabezados por el general Julio A. Roca, que pretendía avanzar más hacia el sur de la Patagonia. Se dan entonces dos situaciones que podrían resumirse así: la defensiva, de Alsina, y la ofensiva de Roca. Pero sí en cambio es interesante mencionar la defensa más enérgica sobre la utilidad del proyecto realizada por quien fuera encargado de vigilar la construcción de la zanja, el ingeniero francés Alfred Ebélot, “un testigo privilegiado proveniente de la misma civilización europea propuesta como modelo, que en su doble rol de ingeniero y cronista contribuye a construir y al mismo tiempo narra el progreso de la Pampa”[21]. Durante este período, y hasta 1879, Ebélot publica periódicamente sus reflexiones sobre la importancia de esta estrategia en la Revue des Deux Mondes:
“Un foso es poca cosa; pero cuando tiene 80 leguas de largo se transforma en algo respetable. Adquiere un interés casi dramático si se piensa que marca el límite casi invisible entre la civilización y la barbarie. El parapeto de adobe que lo bordea es, en pequeño, una muralla china. Es la misma solución, exhumada y remozada, de un problema tan viejo como el mundo: la lucha de los sedentarios contra los nómades”[22].
Aún estaba presente la idea del indio como exclusivamente nómada, si bien se ha demostrado sobradamente en los estudios antropológicos realizados en Argentina durante el siglo XX que la mayoría de las tribus que habitaban el territorio combinaban la caza y recolección con la agricultura desde al menos el siglo XVIII. Los acontecimientos que aquí describimos pueden ser pensados como parte de un proceso en el cual se transformó y reutilizó una noción de "frontera" que daba muerte al “desierto” y nacimiento a la “pampa”[23]. Dicho proceso de funcionalización de la idea de desierto que tuvo lugar durante el siglo XIX, como sostiene Hugo Gaggioti, supuso un viraje respecto a la organización mental española del siglo XVI, cuando el indígena no estaba asociado al mismo, sino que el desierto era simplemente un territorio despoblado.
En julio de 1877 moría el ministro Alsina, ideólogo del proyecto de la zanja, y fue reemplazado por Julio Argentino Roca, quien comandaría las Campañas del Desierto, últimas batallas contra los aborígenes. Pero aún contra toda la oposición que había suscitado, más de la mitad de la obra estaba acabada, totalizando unos 370 kilómetros aproximadamente. La política de guerra dio un salto hacia la ofensiva que pretendía acabar de una vez por todas con la avanzada sobre territorios indios, por lo cual el foso de Alsina fue dejado atrás por las mismas tropas del ejército nacional, que se internaron hacia el sur arrinconando a las tribus y consumando él éxito de la empresa planteada. El foso quedó en ruinas, y su fortificación vacía, testimonio quizás de una Argentina ávida por poblar su “desierto”. En la actualidad, aún pueden observarse algunos restos de esta construcción en las localidades de Trenque Lauquen, Carhué, Casbas y otras, en el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires.
Los rastros actuales del proyecto, a través de Google Earth y los museos virtuales
Como ya hemos comentado, la precariedad de la construcción de esta estructura defensiva no garantizaría su perdurabilidad en el tiempo. Con el cambio de estrategia militar pronto la Zanja de Alzina quedaría descartada; sin embargo, los fortines (figura 7) construidos a lo largo de su trazado darían lugar al establecimiento de campamentos, primero, y de pueblos, más tarde. El trazado proyectado originalmente comprendería unos 610 kilómetros, desde Nueva Roma -al norte de Bahía Blanca- hasta llegar a San Rafael, en la provincia de Mendoza. Se construyeron 374 kilómetros, desde Bahía Blanca, pasando por el Fuerte Argentino en Torquinst, los actuales partidos de General Villegas y Rivadavia[24] hasta Ita-ló, paraje al sur de la provincia de Córdoba, cercano a la laguna Amarga donde desemboca el río Quinto. Se estableció una nueva línea de frontera, con nuevos fuertes erigidos en Trenque Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán.
Figura 7. Fortín típico de la “Zanja de Alsina”.
Fuente: Museo Virtual Ignacio Balvidares. Puán, Argentina.
<http://www.museovirtualpuan.com.ar/>
Figura 8. Ubicación actual del antiguo fortín reconstruido, junto al Museo de las Campañas al Desierto, en la ciudad de Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires.
Fuente: Google EarthTM 2010.
Figuras 9 y 10. Dos vistas del fortín de Trenque Lauquen, en su ubicación actual.
Fuente: Panoramio 2010. <http://www.panoramio.com/photo/1202899>.
En la actualidad, muchos de los pueblos que se fueron fundando alrededor de los campamentos militares conservan como patrimonio histórico restos de los fortines emplazados originalmente, o bien reconstrucciones de los mismos. En algunos casos, éstos se ubican en lugares centrales de la ciudad o pueblo, como puede ser una plaza o parque –en el caso de Trenque Lauquen ciudad cabecera del partido del mismo nombre, donde además la reconstrucción del fortín se ubica al costado del Museo de las Campañas al Desierto, figuras 8, 9 y 10-, o bien en una avenida principal o carretera de acceso al centro urbano – como en el pueblo Fortín Olavarría, del partido de Rivadavia, que puede verse en la figura 11.
Figura 11. Vista aérea de Fortín Olavarría, pueblo que nació junto a la
construcción del mismo nombre.
Fuente: Google EarthTM y Panoramio 2010 <http://www.panoramio.com/photo/27005937>.
Desde el sudeste hacia el noroeste, atravesando todo el partido de Rivadavia, se extiendel el llamado Camino de la Zanja, un camino rural que sigue el trazado de aquélla. La fotografía de la figura 12 muestra dicho camino en Fortín Olavarría, junto a los restos de un tramo de la “Zanja de Alsina”.
Figura 12. Camino de la Zanja y restos de la misma, en el pueblo de Fortín Olavarría.
Fuente: CITAB Centro de Investigaciones Territoriales y Ambientales Bonaerenses, 2004
En el mismo partido, donde estuviera emplazado el Fortín Campos, actualmente se sitúa el pueblo de San Mauricio[25], fundado en 1883 por Mauricio Duva, inmigrante italiano, a la vera de la ya abandonada “Zanja de Alsina”. En la figura 13 mostramos su ubicación a través de la imagen de satélite.
Figura 13. Imagen de satélite de San Mauricio, pueblo fundado en 1883 a la vera de
la Zanja de Alsina.
Fuente: Google EarthTM 2010.
El campamento Puan, establecido el 5 de junio de 1876 daría origen a la ciudad del mismo nombre, también en el actual partido de Rivadavia. Fue una característica de esta plaza su construcción cuadrada con cuatro ejes diagonales que convergían hacia el centro, y cuatro pilastras o torres (figuras 14 y 15).
Figuras 14 y 15. A la izquierda, plano original del Campamento Puan y a la derecha, foto donde se muestran las pilastras o torres originales, en la época de su construcción.
Fuente: Museo Virtual Ignacio Balvidares. <http://www.museovirtualpuan.com.ar/Sala4.htm>.
El trazado de las calles del Campamento Puan se correspondía con los cuatro puntos cardinales. Actualmente, en el lugar del núcleo fundacional se encuentra la plaza Adolfo Alsina -principal de la ciudad- y las manzanas que la rodean[26]. En la figura 16 puede apreciarse a la derecha la Plaza Adolfo Alsina, núcleo fundacional de Puan, señalada con un indicador de color naranja; y a la izquierda la Plaza de la Patria, con un indicador blanco, lugar donde se levantan actualmente un monumento alusivo al Fortín y dos pilastras que evocan las originales del Campamento.
Figura 16. Imagen de Satélite del centro urbano de Puan, donde se señala
el núcleo fundacional y la actual Plaza de la Patria.
Fuente: Google EarthTM, 2010
En el caso de Puan, como podemos apreciar en las imágenes, la ciudad ha querido conservar como emblemas de su fundación dos pilastras que se ubican junto a un moderno “mangrullo” –torre de vigilancia del fortín-, en un conjunto denominado Plaza de la Patria. En la figura 17 podemos observar una vista nevada reciente de la plaza, y una imagen de satélite de la misma en la figura 18.
Figura 17. Plaza de la patria nevada, Puán, Buenos Aires.
Fuente: Todas las voces Puan, Periodismo digital. 2009. <http://todaslasvocespuan.blogspot.com/>.
Figura 18. Plaza de la Patria, Puan. Al norte se observan las dos pilastras,
señaladas con una flecha.
Fuente: Google EarthTM, 2010.
La ciudad de Carhué –voz aborigen que significa “lugar verde”- es cabecera del Partido de Adolfo Alsina, al oeste de la provincia de Buenos Aires. Constituyó uno de los emplazamientos más importantes del proyecto de trazado de la nueva línea de fronteras, y el Ministro de Guerra Alsina tomó personalmente posesión del llamado “médano Carhué”, en el margen sureste de la Laguna Epecuén, el 23 de abril de 1876. Constan sus palabras en un documento recogido por el Museo Regional que lleva su nombre:
“Sin penurias, sin peligros y sin avistar un solo enemigo, habéis tomado posesión en el día de hoy de Carhué, baluarte de la barbarie. [...] La misión que el Gobierno os ha confiado es grande- asegurar la riqueza privada, que constituye al mismo tiempo, la riqueza pública- vengar tanta afrenta, como hemos recibido del salvaje- abrir ancho campo al desarrollo de la única industria nacional con que hoy contamos- salvar las poblaciones de la matanza y del pillaje del bárbaro- en una palabra- combatir por la civilización”[27].
El 27 de enero de 1877 el Tte. Crnl. Nicolás Levalle fundó el pueblo con el nombre de Adolfo Alsina, pero en 1949 le fue restituída su denominación original, Carhué. La ciudad acoge el Museo Regional Dr. Adolfo Alsina, que cuenta con una importante documentación escrita y gráfica sobre las Campañas al Desierto en soporte digital, pueden verse algunos ejemplos en las figuras 19 y 20. La imagen de satélite de la ciudad de Carhué, puede verse en la figura 21, acompañada de una imagen actual del fortín que se conserva como monumento.
Figuras 19 y 20. A la izquierda, piedra fundamental del pueblo Adolfo Alsina, en 1877, actualmente ciudad de Carhué. A la derecha, vista del campamento Carhué en 1879, fotografía tomada desde uno de los puestos de vigilancia o fortines.
Fuente: Museo Regional Adolfo Alsina, Carhué, Argentina. <http://www.museocarhue.gov.ar/virtual.htm>.
Figura 21. Imagen satelital de Carhué y fortín reconstruido y conservado en la ciudad.
Fuente: Google EarthTM, 2010 y Secretaría de Turismo, Gobierno Municipal de Adolfo Alsina, pcia. De Buenos Aires, 2006. <http://www.termasdecarhue.gov.ar/img/fotos/Fotos_ciudad/index.html>.
También en la línea de la ruta Nº 33, cuyo recorrido es prácticamente paralelo al antiguo emplazamiento de la Zanja de Alsina, en la orilla sudoeste de la Laguna del Monte de la provincia de Buenos Aires, se ubica la ciudad de Guaminí, cabecera del partido homónimo que mostramos en la figura 22. El Campamento que dió origen al centro urbano fue también uno de los ejes de la línea de fronteras delimitada por la Zanja. Al igual que en el caso de Carhué, la proximidad de dichos campamentos a fuentes de agua como las grandes lagunas de la provincia de Buenos Aires, constituyó un valor agregado al proyecto defensivo. Actualmente la Laguna del Monte de Guaminí es un importante centro turístico vinculado a la pesca en la región, y cerca de uno de sus balnearios aún pueden localizarse restos de la Zanja.
Figura 22. Imagen satelital que muestra la ubicación de la ciudad de Guaminí, a orillas de la Laguna del Monte, pcia. de Buenos Aires. También puede observarse el recorrido de la ruta Nº 33, que sigue el trazado original de la Zanja.
Fuente: Google EarthTM, 2010.
En la misma línea de la ruta Nº 33, entre las ciudades de Casbas (Partido de Guaminí) y Trenque Lauquen (del partido homónimo), junto a un camino rural y en un paisaje desolado, se sitúa una réplica del mangrullo o torre de vigilancia de otro Fortín, el denominado “24 de mayo 2(figura 23). Junto al mismo se halla un cartel con la inscripción: “Aquí se alzó en 1876 el fortín 24 de Mayo, Frontera de la Civilización” (figura 23). Creemos que es ilustrativo del proceso que hemos descrito.
Figura 23. Réplica del mangrullo del Fortín 24 de Mayo.
Fuente: Blog “Personas Comunes”. <http://personascomunes.blogspot.com/2009/04/fortin-24-de-mayo.html>, 2009.
Conclusiones: La Zanja de Alsina y su inscripción territorial. Nuevas herramientas para abordar hechos históricos.
En torno a las nociones de frontera o “bordes” se construyeron sucesivas antinomias (civilización – barbarie, poblamiento – despoblamiento) que signaron los enfrentamientos ideológicos sobre la realidad el territorio. De todos modos, como bien afirma Gaggiotti, durante la época colonial española el desierto no era asimilado a la presencia indígena de la misma manera que a partir de la mitad del siglo XIX, cuando la metáfora del “desierto que hay que vaciar” para poder ampliar las fronteras del territorio nacional pone en funcionamiento toda la maquinaria política y militar orientada a la supresión de la presencia indígena[28], que había habitado estas tierras durante milenios.
Consumada la derrota de las tribus originarias, la imagen del desierto –y su connotación semiótica de “esterilidad”- no era ya funcional al momento de consolidación del proyecto liberal, por lo cual fue sustituido por la imagen de la “pampa”, que se presentaba más fértil y por lo tanto receptora de elementos de progreso, encarnado éste principalmente por la inmigración extranjera. Como planteara Oscar Terán en su obra Positivismo y Nación en la Argentina, la ideología positivista desempeñó un papel hegemónico en la interpretación de la realidad nacional, pero su impacto fue tan importante porque a la vez pudo articularse con instituciones pilares en el proceso de consolidación del Estado, como las educativas, militares y jurídicas[29]. Este proceso comprendió la elaboración, según Andrea Ajón, de una “identidad nacional estatal […]: aquella que articula las representaciones de la nación a la existencia de un Estado delimitado jurídicamente con ejercicio legítimo de la soberanía sobre el ámbito geográfico delimitado por sus fronteras”[30]
En este recorrido hemos querido mostrar la utilidad de tecnologías como Google Earth y la importancia significativa de los museos regionales que han puesto al alcance de todos un valioso patrimonio histórico local y regional. Las referencias de documentos allí conservados, así como las páginas web de administraciones publicas, sitios turísticos y hasta blogs particulares, nos han permitido complementar esta búsqueda de imágenes de satélite no exenta de dificultades, puesto que el tema que abordamos trata sobre la construcción de la “Zanja de Alsina” un dispositivo de defensa excavado en el suelo, en la década de 1870. Sin embargo, creemos que es válido intentar una reflexión epistemológica sobre la relación entre herramienta y objeto, como puede ser el caso de las tecnologías cartográficas actuales o las imágenes satelitales aplicadas al análisis de fenómenos pasados, de los cuales quedan escasas huellas.
Recursos digitales
AJÓN, Andrea. Etnicidades y territorialidades posibles. Construir los límites de "unos" y "otros". [CD Rom]. V Congreso de Antropología Social, La Plata, Julio-Agosto de 1997. Equipo NAyA. 2002.
BLOG PERSONAS COMUNES. “El Fortín 24 de mayo” [En línea]. 14 de mayo de 2009. <http://personascomunes.blogspot.com/2009/04/fortin-24-de-mayo.html> [Consulta: 29 de marzo de 2010].
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BONASTRA, Quim; JORI, Gerard. El uso de Google Earth para el estudio de la arquitectura hospitalaria (I): de los asclepiones a los hospitales medievales. Ar@cne. Revista electrónica de recursos en Internet sobre Geografía y Ciencias Sociales. [En línea. Acceso libre]. Barcelona: Universidad de Barcelona, nº 122, 1 de julio de 2009. <http://www.ub.es/geocrit/aracne/aracne-122.htm>.[Consulta: 10 de enero de 2010].
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<http://www.bpba.com.ar/citab/publicaciones/rivadavia/archivos/histypoba.pdf> [Consulta: 11 de marzo de 2010].
EQUIPO URBANO. El uso de Google Earth para el estudio de la morfología urbana. II, Las tramas urbanas. Ar@cne. Revista electrónica de recursos en Internet sobre Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, nº 101, 1 de octubre de 2007. <http://www.ub.es/geocrit/aracne/aracne-101.htm>.[Consulta: 5 de marzo de 2008].
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Recursos bibliográficos
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NAVARRO FLORIA, Pedro. Episodios en los territorios del sur (1879): Los nuevos conquistadores: militares, científicos, sacerdotes, escritores. Revista Quinto Sol, Nº 9-10, pp. 237-245. Santa Rosa de la Pampa, Argentina, 2005-2006.
REVISTA LA ABEJA ARGENTINA Nº2, 15 de mayo de 1822.
TERÁN, Oscar. Positivismo y Nación en la Argentina. Buenos Aires, Editorial Puntosur, 1987.
NOTAS
[1] Destacamos los trabajos aquí publicados de Bonastra y Jori, 2009a y 2009b; Heck y Trentini, 2009; Equipo Urbano, 2007; Gonçalves, Nocentini, Salomão y Gama, 2007.
[2] Izard, M. 1990, pp. 76-77.
[3] La Abeja Argentina Nº2, 15 de mayo de 1822. pg. 56.
[4] Ídem, pg. 56.
[5] En la revista La Abeja Argentina se afirmaba: "Hace un siglo que esta hermosa provincia sufre el terrible azote de los bábaros de las pampas contiguas, y de las cordilleras de Chile, que se arrastran periódicamente considerable número de ganados y de familias, teniendo de este modo en continua zozobra nuestros criadores y pobladores de la campaña, y sirviendo de rémora fatal a sus progresos en población y riquezas”[5]. 1822, p. 56
[6] Gómez Alcorta, 2003.
[7] Estas Salinas no deben confundirse con otras del mismo nombre, pero mayor magnitud, que se sitúan en la provincia de Córdoba.
[8] Los grupos que mencionamos se agrupaban en dos confederaciones, una compuesta por ranqueles y la otra liderada por Calfucurá, quien en este sentido había llegado a acumular un gran poder militar respecto a sus vecinos y el propio ejército nacional. Cuando se produce la caída de Rosas en 1852, desaparecen también las condiciones de alianza entre gobierno y pueblos indígenas, por lo cual desde ambas partes se reanudan las ofensivas. En el caso indígena, se trataba de asegurar la sobrevivencia y en el caso del Estado, el progreso y la obtención de territorios productivos.
[9] Hay que aclarar que hasta ese entonces, las provincias no podían aún precisar con claridad sus límites jurisdiccionales, y tampoco se contaba con relevamientos topográficos que aportaran un cálculo de superficies. De todos modos, en base a estimaciones anteriores, se podía concluir que las 14 provincias mencionadas sumaban 1.928.501 km2, el resto eran territorios aún desconocidos, pero que claramente duplicaban la extensión. Por eso llama la atención que, de los llamados “territorios nacionales” poblados por “indios hostiles”, se realizara un cálculo exacto de 93.291 habitantes. Estaba claro que la fiabilidad de los datos no iba más allá de las fronteras controladas por el Estado.
[10] Crónica Histórica Argentina, 1968, T. 4, p. 4-LXXIV.
[11] En Gaggiotti, 1998.
[12] Blengino, 2005, p. 29.
[13] En Blengino, 2005, p. 35. Citado textualmente de la obra del ministro Alsina, La nueva línea de fronteras, editada en Buenos Aires, 1977, p. 13.
[14] Blengino, 2005, p. 37.
[15] Blengino, 2005, p. 37. Los datos que toma el autor pertenecen a su vez a la crónica de Estanislao Zeballos, Callvcurá y la dinastía de los Piedras, editada en 1961 en Buenos Aires.
[16] En Garrido, 2006, p. 27.
[17] En Blengino, 2005, p. 35. Textual de la obra del ministro Alsina, La nueva línea de fronteras, editada en Buenos Aires, 1977, p.67.
[18] Blengino, 2003, p. 61.
[19] Navarro Floria, 2005-2006, p. 241.
[20] Navarro Floria, 2005-2006, p. 241
[21] Navarro Floria, 2005 – 2006, p. 241.
[22] En Blengino, p. 47. Los artículos de Alfred Ebélot para la Revue fueron compilados en Relatos de la frontera, editados en Buenos Aires en 1968.
[23] Gaggiotti, 1998.
[24] Como se describe en el trabajo “Partido de Rivadavia”, realizado por el Centro de Investigaciones Territoriales y Ambientales (CITAB) y reproducido en el portal web de la Municipalidad de Rivadavia, provincia de Buenos Aires, dicho partido estaba atravesado de norte a sur por la zanja, -que actualmente es un camino rural conocido como Camino de la Zanja- y sus fortines eran catorce: Fortín General Roca, Fortín Colazo, Fortín General Conesa, Fortín General Lamadrid (que tuvo la jerarquía de comandancia de extrema derecha), Fortín Coronel Fraga, Fortín Coronel Gaspar Campos, Fortín Ayudante Villalón, Fortín Coronel Martínez de Hoz, Fortín Montes de Oca, Fortín Coronel Rauch, Fortín Coman. “Zanja de Alsina”, CITAB, 2004; Portal web de la Municipalidad de Rivadavia.
[25] CITAB, 2004.
[26] Museo Virtual Ignacio Balvidares, Puan, Argentina.
[27] Museo Virtual Ignacio Balvidares, Puan, Argentina.
[28] Sobre este punto ya hemos mencionado el trabajo de Carla Lois, acerca de las estrategias desplegadas sobre el “desierto” chaqueño, 1999.
[29] Terán, 1987, p.11.
[30] Ajón, 1997.
[Edición electrónica del texto realizada por Jeffer Chaprro Mendivelso y Daniel Santana Rivas].
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