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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

DUALIDAD TERRITORIAL EN ESPACIOS RURALES DE MONTAÑA. REPERCUSIONES EN EL PAISAJE DEL PIRINEO CATALÁN

Carles Guirado González
GRAMP (Grup de Recerca en Àrees de Muntanya i Paisatge)
Departament de Geografia. Universitat Autónoma de Barcelona
carles.guirado@uab.cat


Dualidad territorial en espacios rurales de montaña. Repercusiones en el paisaje del Pirineo catalán (Resumen)

Desde la segunda mitad del siglo XX las áreas de montaña europeas presentan una importante dualidad territorial como resultado de los procesos de intensificación antrópica de los usos del suelo y el abandono rural. Estas dinámicas están creando una importante disfunción territorial en un espacio especialmente vulnerable con consecuencias que aún no han sido estudiadas en profundidad. Se pretende realizar una aproximación a los efectos que dichos procesos socioterritoriales tienen en la evolución del paisaje de las comarcas del Pirineo catalán, y por otra parte,  introducir el concepto de naturbanización (Prados, 2006), entendido como la atracción residencial que genera la proximidad a los espacios naturales protegidos. Finalmente, y a modo de conclusión, se presentan las repercusiones que tienen las actuales pautas de ocupación territorial sobre los paisajes de esta área de montaña.

Palabras clave: Áreas de montaña, abandono rural, uso intensivo del territorio, naturbanización, paisaje


Spatial duality in the rural mountain areas. Consequences on the Catalan Pyrenees landscape (Abstract)

Since the second half of the twentieth century, European mountain areas show an important spatial duality. Human land use intensification on one hand and rural abandonment on the other hand, are some reasons for this duality. These territorial dynamics have caused an important territorial dysfunction in a space which is especially vulnerable. The consequences of these processes haven’t been studied in depth yet. The aim of this communication is to approach the effects of such territorial processes and their consequences for landscape evolution in the High Pyrenees area. Furthermore, it introduces the naturbanization concept (Prados, 2006). The naturbanization is the residential attraction which natural protected areas generate in the towns around them. Since it is a new concept, some doubts appear about the convenience of applying it to the study area. Finally, it presents the current territorial occupation behaviour and its consequences on this mountain area landscape.

Key words: Mountain areas, rural abandonment, territorial intensive use, naturbanization, landscape


Des de mediados del siglo XX, las áreas de montaña de Europa presentan una serie de dinámicas territoriales, caracterizadas por la yuxtaposición de usos del territorio con características, y también consecuencias, totalmente contrapuestas. Los procesos de intensificación antrópica de los usos del suelo y el abandono rural son dos realidades que conviven, a menudo, en una misma área, y que provocan una transformación del paisaje hacia escenarios (casi) antagónicos. Dichos procesos, a parte de conducir hacia paisajes divergentes, generan significativas diferencias territoriales, económicas y sociales que aún no han sido suficientemente estudiadas.

El proceso de despoblación de los núcleos rurales de montaña y el abandono de la actividad tradicional basada, sobretodo, en el sector primario, se inició ya a mediados del siglo XIX, pero alcanzó su mayor intensidad a partir de la década de 1950 y 1960. La entrada del capitalismo en las comarcas del Pirineo catalán obligo a un gran número de explotaciones agrarias a adaptarse a los nuevos parámetros de la economía de mercado, condenando a muchos campos de cultivo, sobretodo aquellos menos productivos o más difícil de mecanizar por su localización, a la transformación en pastos o al abandono total. La penetración del sistema económico capitalista fue la principal causa de la desestructuración del sistema económico tradicional, generando importantes desequilibrios territoriales (Arqué et al, 1982). A mediados de siglo XX, como consecuencia de la profunda crisis socioeconómica que soporataba el medio rural en Cataluña, se inició una segunda etapa de emigración campo-ciudad, que junto a la primera etapa experimentada en el siglo XX, dejó como herencia una amplia estela de pueblos y aldeas deshabitados, de los cuáles actualmente aún se puede ver algún vestigio, y grandes extensiones de territorio, antiguamente agrícola o ganadero, hoy, totalmente abandonadas.

Las comarcas del Alt Pirineu han sido, con diferencia, el área más afectada por la despoblación. La inexistencia de una importante red industrial o de una agricultura competente en términos de producción a causa de los condicionantes que des de antaño ha ejercido el medio físico sobre la sociedad pirenaica (Ibarra, 2002), la escasa dotación infraestructural y de servicios (Herranz, 2002), las diferencias entre el modo de vida urbano y rural, el aislamiento físico en relación al resto del territorio catalán y el escaso interés que ha prestado la administración a lo largo del tiempo en solucionar los problemas endógenos de las áreas de montaña, son algunas de las causas que permiten explicar la intensificación del proceso de despoblación hacia mediados del siglo XX. Estas causas, entre otras, se deben tener en cuenta para poder entender el proceso de manera más global, ya que no sólo provocaron el éxodo de gran parte de la población local, sino que contribuyeron a intensificar, aún más si cabe, la marginalidad y la situación de periferia en la que ya se encontraban estas áreas[1].

El área de estudio alcanzó su máximo poblacional a mediados del siglo XIX, superando los 105.000 habitantes en el censo de 1857 (6,35% de la población catalana), momento en el que se sitúa el punto de inflexión en la dinámica demográfica de la mayoría de áreas rurales de Cataluña (Vilar, 1962). Des de ese momento hasta la década de 1980, la recesión demográfica ha sido la tendencia predominante en el Alt Pirineu, exceptuando algunos repuntes concretos, tanto temporal como territorialmente, situándose a principios del siglo XXI entorno a los 62.000 habitantes (1% de la población catalana). Sin embargo, si se tiene en cuenta los datos del padrón continuo de población entre 2001 y 2007 se percibe la tendencia general hacia el crecimiento de la población de esta área del Pirineo, pasando de los 62.662 habitantes registrados en el censo de 2001 a los 73.906 habitantes del padrón de 2007. En tan sólo seis años la población del Alt Pirineu, al menos estadísticamente[2], ha experimentado un aumento del 17,9 por ciento, superando así la tasa de crecimiento del conjunto de Cataluña para este periodo (13,7%). Pese a todo, esta cifra esconde la dualidad territorial que anteriormente se comentaba. Mientras algunas comarcas, como la Vall d’Aran o la Cerdanya, se presentan como áreas con un importante crecimiento, otras, como el Alt Urgell o el Pallars Sobirà, parece que justo han conseguido frenar el proceso de despoblación.

Los primeros síntomas de recuperación demográfica en los espacios de montaña catalanes se perciben hacia mediados de la década de 1970 y principios de 1980. Las mutaciones sufridas en el sistema migratorio catalán y la búsqueda de nuevos modos de vida por determinados sectores de la población urbana son las principales causas del fenómeno. Esta recuperación, no obstante, no es en ningún caso comparable a la recesión demográfica experimentada en décadas anteriores, aunque cabe destacar que en términos cualitativos supone una importante revitalización para muchos pueblos del Pirineo catalán. Estas migraciones de “retorno a la naturaleza” fueron protagonizadas principalmente por un sector de población joven de origen urbano, los llamados neorrurales, los cuáles “huían” de la ciudad con la esperanza de encontrar un modo de vida alternativo, lo que dotaba a estos movimientos migratorios de una fuerte carga ideológica (Martínez, 1987; Nogué, 1988). Posteriormente, el reverso de los movimientos migratorios campo-ciudad responde a procesos de desconcentración urbana y urbanización del espacio rural, lo que lleva consigo nuevas pautas de movilidad residencial, de ocupación territorial y de expansión de la ciudad difusa (Indovina, 2007).

El encanto hacia “lo rural” es mucho más visible en los espacios de interfase cercanos a las grandes aglomeraciones urbanas, pero gracias al auge del turismo y a la puesta en valor de los recursos de estos territorios, algunas áreas rurales remotas presentan registran algunas nuevas tipologías de asentamiento territorial. La relación que tradicionalmente ha existido entre lo rural y lo urbano como dos realidades contrapuestas ha ido difuminándose a medida que la ciudad se ha ido adueñado de su entrono próximo (y no tan próximo). En el modelo urbano postindustrial la ciudad renuncia a la compacidad y opta por la “colonización” del espacio rural, lo que contribuye a hacer más difusas, si cabe, las fronteras entre ambos ámbitos territoriales. En las últimas décadas del siglo XX, la integración del sistema urbano catalán, a partir de la desconcentración y descentralización de las actividades económicas y de la población y del aumento de los flujos de movilidad, ha otorgado un creciente protagonismo a las áreas y ciudades medias situadas en la periferia del Área Metropolitana de Barcelona. La expansión de las redes de relación territorial, la perdida de peso relativo de las áreas urbanas centrales sobre el conjunto del espacio catalán y la reducción de las diferencias, en términos de dotación de servicios, infraestructuras y calidad de vida, entre la ciudad y el resto del territorio, son algunos de elementos que rigen este nuevo sistema de articulación territorial, a la vez que explican las repercusiones de las nuevas tendencias de urbanización y de ocupación espacial en las áreas rurales (Nel·lo, 2001).

Sin embargo, las transformaciones experimentadas por las áreas rurales en los últimos años son, en si mimas, algunos de los factores que permiten explicar la atracción que estos territorios generan en el nuevo sistema de migraciones. La modernización de la producción agraria, la importancia de la actividad turística y el desarrollo del sector de la construcción han hecho posible la recuperación económica de las comarcas del Alt Pirineu, mejorando las condiciones económicas y la calidad de vida de sus habitantes.

Al mismo tiempo, la existencia de un entorno con un gran valor ambiental y la existencia de gran variedad de paisajes son, en algunos casos, uno de los principales motivos generadores del cambio residencial. En este contexto aparece el concepto naturbanización, el cuál pretende explicar la atracción demográfica que generan las áreas naturales protegidas y el aumento de población, entro otros efectos, que ello supone para los municipios cercanos (Prados, 2006). Los estudios realizados en este sentido engloban la dimensión, la distribución y las motivaciones de estos movimientos migratorios generados por la existencia de un entorno natural de excepción, a la vez que profundizan en las características de los nuevos residentes y las repercusiones socioeconómicas, territoriales y paisajísticas que este fenómeno puede provocar en los municipios y las áreas de recepción. Pese a ser un objeto de estudio reciente ya se pueden contabilizar un importante número de trabajos. Los estudios realizados por Elbersen (2001) sobre la relación entre áreas de protección natural y actividad residencial en espacios rurales de diferentes países europeos (Holanda, Inglaterra y España) y las aportaciones de Gude et al (2005) sobre el desarrollo residencial alrededor del Parque Nacional de Yellowstone (Estados Unidos) son algunos de los referentes internacionales, mientras que las investigaciones realizadas por Prados et al (1999, 2002 y 2006) a cerca de la recuperación demográfica de los municipios cercanos a los Parques Nacionales de Andalucía (España) y la organización de seminarios dedicados de manera especial a esta temática, como el International Workshop “Naturbanization in the European Union” celebrado en Marzo de 2007 en La Calahorra (Granada, Andalucía) muestran en interés creciente por este fenómeno en España. Empero, el enfoque teorico y metodologico para el estudio de la naturbanización no se ha aplicado en profundidad en ningún trabajo realizado Cataluña, lo que muestra la necesidad de ahondar en este tema con el fin de comprender los procesos de colonización urbana de los espacios rurales remotos en relación a áreas naturales protegidas y las repercusiones sociales, económicas, ambientales y territoriales que tienen estos nuevos modelos de ocupación espacial.

Marco geográfico y procesos socioterritoriales en los espacios rurales de montaña

El ámbito territorial que abarca el Alt Pirineu representa cerca de un 20 por ciento del territorio de Cataluña y alberga alrededor del por ciento de la población catalana. Se trata de la parte más occidental de los Pirineos catalanes y constituye un región geográfica integrada por la comarcas del Alt Urgell, la Alta Ribagorça, la Cerdanya, el Pallars Jussà, el Pallars Sobirà y la Vall d’Aran[3]. Esta área se caracteriza por ser un territorio de alta montaña, con particularidades que lo diferencian claramente de la mitad oriental de los Pirineos catalanes. Limita al norte con Francia y el Principado de Andorra, al sur con las comarcas de la Noguera y el Solsonès, al este con el Ripollès y el Berguedà y hacia el oeste con Aragón (figura 1).

Figura 1
Localización geográfica y comarcas del Alt Pirineu catalán


Fuente: elaboración propia

El paisaje actual del Alt Pirineu es un gran compendio del dialogo entre la naturaleza y la sociedad. Asimismo, se trata de un compendio en evolución constante, de una instantánea en la que se da una mutación constante generada por la suma de múltiples agentes artífices de este cambio. La alternancia entre asentamientos de población, tierras de cultivo, bosques, pastos, prados y superficie lacustre se presenta, por su gran belleza, como uno de los principales recursos turísticos de este territorio. Este paisaje de mosaico es el resultado de la relación que des de antaño ha existido entre el ser humano y el medio, la continua adaptación a un entorno difícil y la explotación de los recursos existentes. De esta manera, las actividades económicas tradicionales como la agricultura, la ganadería, la silvicultura, el carboneo y el aprovechamiento energético de los recursos hídricos, y las más recientes, como el turismo y la construcción, han sido y son los artífices que sobre el sustrato natural han ido construyendo el actual paisaje pirenaico.

Transformaciones socioeconómicas y cambio demográfico en  el espacio rural

Des de mediados de 1980, las áreas rurales europeas han ido experimentando una serie de transformaciones sociales, económicas y territoriales sin precedentes. Hasta el momento, todos los indicadores –demográficos, económicos, sociales, etc.- presentaban los espacios rurales de montaña como territorios marginales sumergidos en una profunda crisis, caracterizada por una importante recesión demográfica, la cuál parecía irreversible. Sin embargo, la reestructuración económica y la inversión en los movimientos migratorios predominantes des de mediados del siglo XIX ha permitido que determinados núcleos del Pirineo catalán pongan freno al intenso proceso de emigración y envejecimiento de la población autóctona (García y Sánchez, 2005).

Para entender la relación entre las mutaciones acaecidas en las áreas rurales europeas a partir de la década de 1980 y el cambio en los procesos demográficos se debe poner énfasis en la importante reestructuración de la economía que han experimentado estos territorios. En primer lugar, cabe analizar la reorganización del sistema agroalimentario. El cambio tecnológico asociado a la modernización agrícola ha constituido la base de una renovación productiva y espacial, primando cada vez más la especialización de los productos con la finalidad de dotarlos de un mayor valor comercial. En este contexto surgen las denominaciones específicas de los productos agrarios, como los distintivos en función del origen, del proceso de elaboración o de la calidad del producto, apelativos que responden a la demanda de determinados sectores del mercado, aquellos consumidores más informados y con un poder adquisitivo más elevado (Valdovinos, 2000). Esto ha permitido el desarrollo de un importante tejido de industrias agroalimentarias, de transformación y de servicios dirigidas a impulsar este nuevo sistema de producción agraria y la apertura de nuevos mercados, mayoritariamente en áreas urbanas. Así, el “nuevo” sector agrario y la red de empresas dedicadas a transformar la materia prima producida se presenta como uno de los signos más evidentes de la renovación del sistema económico de las áreas rurales.

Por otra parte, el auge experimentado del sector de la construcción se establece como una de las actividades más dinámicas y a la vez como causa y efecto del resurgir de lo rural, dando lugar a profundas transformaciones en el paisaje. En el Alt Pirineu, el crecimiento de este sector se debe al aumento de la inversión en infraestructuras y equipamientos por parte de la Administración y a la proliferación de promociones inmobiliarias de carácter privado ligadas al sector turístico. Las comarcas con mayor orientación turística, como la Cerdanya, la Alta Ribagorça, el Pallars Sobirà y la Vall d’Aran, tienen entre un 17 por ciento y un 22 por ciento de población ocupada en este sector, mientas que otras comarcas con una base económica más diversificada y no tan dependiente del turismo, como el Alt Urgell y el Pallars Jussà, registran cifras más bajas (IDESCAT, 2008).

Finalmente, la actividad turística es quizá el motor que ha generado gran parte de las transformaciones producidas en muchas áreas rurales de Europa en las últimas décadas. En el caso del Alt Pirineu, el turismo ha sido la principal causa del auge de la actividad constructiva, de la creciente terciarización de la economía rural a partir de la creación de servicios e infraestructuras derivados y, en parte, de la revitalización del sector agrario y artesano, recurriendo a la afluencia turística como una de las principales fuentes de ingresos. El desarrollo de un entramado de usos turísticos y de ocio relacionados con los recursos naturales disponibles en es parte de Pirineo y con los recursos socioculturales que se aposenten en muchos pueblos y ciudades provocan un importante dinamismo del sector económico, lo que por otra parte beneficia la recuperación demográfica de estos lugares (García y Mateu, 2003).

Todas estas transformaciones han provocado, des de finales del siglo XX, cambios en el comportamiento demográfico en muchos núcleos del Pirineo catalán, dando lugar al fenómeno de renacimiento rural. El cambio en la dirección e intensidad de las dinámicas migratorias han sido la principal causa por la cuál determinadas áreas rurales han pasado de ser foco de expulsión de población a convertirse en importantes áreas de atracción de nuevos residentes (Camrarero, 1993). Las áreas rurales más cercanas a las grandes aglomeraciones urbanas, como sucede en el Área Metropolitana de Barcelona, fueron las primeras en manifestar este cambio de comportamiento, sobretodo a causa del incremento de la producción residencial de baja densidad como modelo de ocupación territorial predominante (Indovina, 2007). Asimismo, aunque con un cierto retraso temporal, y con menor intensidad, este fenómeno también fue apareciendo en determinadas áreas rurales de montaña.

El proceso de recuperación demográfica pone fin a un largo periodo de despoblación, envejecimiento, desestructuración social y crisis económica. Este proceso se percibe como una clara ruptura con la dinámica demográfica predominante des de mediados del siglo XIX (Camarero, 1993). Los principales factores demográficos que contribuyen a esta recuperación se pueden agrupar en cuatro grandes bloques: las nuevas pautas de movilidad residencial en relación a los nuevos modelos de ocupación territorial, las migraciones vinculadas al mercado laboral, las migraciones de “retorno al campo” y la llegada de inmigración extranjera con perfiles muy dispares.

Las migraciones residenciales están estrechamente ligadas a los procesos de urbanización postindustrial, los cuáles explican, en gran parte, el crecimiento de municipios rurales, la expansión urbana de ciudades pequeñas y medianas y de la “conquista urbana” del espacio rural, no sólo el cercano a las grandes aglomeraciones sino también el situado en lugares remotos. La suma de estas dinámicas explica la progresiva emigración de un sector de población urbana hacia las áreas rurales.

Por otra parte, el desarrollo de nuevas actividades económicas, como el turismo, la construcción y todos los subsectores derivados, aumentado y dinamizado el mercado laboral, en el cuál la demanda de mano de obra ahora es mucho más amplia, sobretodo durante los períodos turísticos. La creciente demanda de mano de obra amplia las oportunidades tanto para la población autóctona como foránea. Este hecho genera un doble proceso que favorece la revitalización de la población rural: por una parte, el aumento del mercado laboral produce una cierta fijación demográfica, ya que la población autóctona puede desarrollar su actividad en el lugar sin verse obligada a emigrar como en épocas anteriores, y por otra parte, el volumen de mano de obra que no se puede cubrir con efectivos de población autóctona atrae nuevos residentes (temporales o permanentes) para saldar esa demanda. Pese a que las migraciones laborales en áreas rurales se vinculen principalmente al sector terciario y de la construcción, también existen otras actividades, como la agricultura, la ganadería, la artesanía y la industria agroalimentaria en general, que están registrando un aumento en la ocupación laboral, en muchos casos gracias a la iniciativa de población foránea que decide desarrollar su actividad en este sector.

La revolución tecnológica en la que la sociedad postindustrial se halla inmersa está causando una creciente disociación entre lugar de trabajo y centro de producción. Este hecho, junto con el gusto por el hábitat individual y la seducción que genera lo rural, aumenta las posibilidades de revitalización de estas áreas periféricas. Dicha revolución ha generado profundos cambios sociales y económicos; las economías de aglomeración pierden vitalidad y se produce una descentralización de las actividades, lo que da lugar a nuevas formas de organización del trabajo y de la producción. En este nuevo panorama aparece el “teletrabajo” o trabajo a distancia como máxima expresión de la deslocalización productiva existente en determinados ámbitos profesionales. El uso de las tecnologías de la información y la comunicación, las llamadas TICs, está cambiando la geografía “habitual” del trabajo, alejando cada vez más entre si los centros de trabajo, de producción y de consumo. Este tipo de forma de trabajo no está muy extendido en el Pirineo catalán, pero en otros países como Estados Unidos y Canadá representa un importante volumen de la población ocupada (Blanco, 2005). Esta nueva modalidad laboral, que permite la ubicación del lugar de trabajo en cualquier punto del territorio mediante el uso de nuevas tecnologías, aparece como una buena estrategia para el desarrollo económico de las áreas rurales de montaña y su revitalización demográfica.

Otro factor importante que permite explicar la recuperación demográfica de las áreas rurales es la llegada de inmigración extranjera. Sin embargo, bajo esta gran procesos se esconden una serie de subprocesos que no se pueden tratar como un fenómeno homogéneo, ya que su categorización da lugar a consecuencias sociales, económicas, y territoriales totalmente dispares. El perfil de los inmigrados extranjeros puede ser muy diferente, igual que los motivos de la migración: demanda de mano de obra en la hostelería y la construcción, el atractivo del entrono rural como “resort” para ubicar una segunda residencia o para retirarse durante la jubilación, la mobilidad transfronteriza, en muchos casos provocada por  las diferencias de precio en los inmuebles entre un país y otro, y en otros por la simple proximidad con Francia y Andorra, etc.

Por último, se debe destacar la contribución de la población neorrural al proceso revitalización demográfica de las áreas rurales, siendo los primeros en cambiar la dirección de las migraciones existentes en el momento e iniciar el “retorno al campo”. El fenómeno neorrural surgió en la década de 1970 a raíz de los movimientos de “contracultura” popularizados en la década de 1960 en Estados Unidos y que tuvieron su aparición en Europa a partir del Mayo del 68. La vuelta a la naturaleza y la esperanza de un modo de vida alternativo movió a grupos de jóvenes a buscar su quimera en diferentes áreas rurales europeas, sobretodo en aquellas menos densamente pobladas y más periféricas. En España, este fenómeno aparece con un cierto retraso respecto a otros países europeos. La situación sociopolítica que se vivía en aquel momento dificultaba la penetración y difusión de los planteamientos filosóficos y políticos que inspiraban el neorruralismo. El fenómeno neorrural se inició como una migración con una potente base ideológica (Lluvich y Ortega, 2004). Actualmente este fenómeno es más diverso y ha perdido gran parte de la carga ideológica que lo motivaba en sus inicios. Es difícil cuantificar la magnitud de este tipo de migraciones, ya que muchas de ellas han sido temporales, y su paso no ha quedado registrado en los censos ni en los padrones. A pesar de no ser, en términos cuantitativos, un fenómeno comparable al éxodo rural, ha ayudado a revitalizar muchos núcleos abandonados. Chevalier (1981) destaca la contribución de estas migraciones en el proceso de renacimiento rural, (re)tornar la vida a territorios que durante años han permanecido completamente en el olvido: “lo más importante es que las chimeneas han vuelto a humear y las escuelas han abierto de nuevo sus puertas” (Nogué, 1981: 23).

La despoblación y las consecuencias paisajísticas del abandono del territorio

Los lugares despoblados son aquellos territorios dónde antiguamente había presencia humana y asentamientos de población ligados a unos usos y actividades sobre el territorio y que en algún momento, por causas de diversa índole, han sido abandonados por sus habitantes (Torró, 1990). El estudio de las causas que motivan la despoblación de un territorio es realmente complejo, ya que responde a una conjunción de varios factores de características muy dispares (factores económicos, sociales, psicológicos, etc.) que en un momento determinado dificultan las condiciones de vida de sus habitantes. No obstante, las causas se pueden agrupar en cuatro grandes grupos en función de su naturaleza: causas estructurales, causas coyunturales, causas ambientales y territoriales (Soriano, 1994) y causas políticas o administrativas.

Las causas estructurales son aquellas que han generado, de manera irreversible, la emigración de la población y el consecuente abandono del hábitat y/o las actividades económicas. Son aquellos procesos que han dado lugar unas condiciones de vida desfavorables desencadenando el éxodo demográfico. Por otra parte, las causas coyunturales se atribuyen a aquellas situaciones puntuales que han originado o motivado la emigración. Se trata de acontecimientos o procesos que por si solos no hubieran hecho estallar la migración, pero que en un contexto de profunda crisis de la economía rural se convierten en uno de los principales motivos que dan lugar al abandonamiento. Las causas ambientales y territoriales hacen referencia a las limitaciones que las características físicas del territorio ejercían antaño sobre el desarrollo de las sociedades rurales, especialmente intensas cuando se hace referencia a las áreas de montaña. Son factores que en si mismos no se presentan como incitadores del proceso de despoblación, pero que pueden motivarlo o ayudar a aumentar su intensidad. Finalmente, las acciones o políticas de la administración pueden contribuir, tanto de manera directa como indirecta, a generar o perpetuar la despoblación rural. No obstante, en algunos casos, las decisiones políticas pueden ser la única causa de la despoblación, abandono y desaparición de un asentamiento rural, como por ejemplo ha ocurrido con la construcción de presas en varios lugares del Pirineo (Herranz, 2002).

Repercusiones sobre el paisaje

A menudo, la despoblación de la montaña catalana se percibe como un abandono total del territorio y una emigración masiva hacia áreas urbanas del país. Una aproximación general al fenómeno puede inducir a entenderlo de esta manera, pero si se profundiza en el análisis aparecen matices y particularidades que ayudan a aprehenderlo des de una óptica más global. Así pues, cabe decir que el despoblamiento de un núcleo de población, ya sea total o parcial, no implica necesariamente el abandono de su entorno ni de los usos del territorio y las actividades económicas. En muchos casos se ha producido el abandono del hábitat pero se han conservado las explotaciones agrarias y las actividades de aprovechamiento de los recursos propios del lugar. En este sentido, las repercusiones sobre el paisaje se verán condicionadas por el grado de incidencia de la despoblación.

En los núcleos que han sido totalmente abandonados, pero en los que se conserva el uso tradicional del territorio, la repercusión sobre el medio físico es prácticamente nula, debido a la continuidad de las actividades económicas tradicionales que ayudan a conservar gran parte de los elementos paisajísticos existentes. Empero, esta situación tiene importantes consecuencias paisajísticas a escala local. Son lugares, que una vez se han quedado si  habitantes, han sido devastados por las severas condiciones climáticas de alta montaña. Asentamientos completamente en ruinas, dónde, si queda alguna cosa en pié, se puede apreciar el legado del constante dialogo entre la población que des de antaño habitaban estas tierras. La destrucción de estos hábitats supone la perdida de un importante patrimonio arquitectónico y artístico y la desaparición de manifestaciones culturales que en el momento que se dejan de realizar son difíciles de recuperar. Esta es la imagen más desoladora del éxodo: tejados caídos, casas vacías, calles sin vida, pueblos “fantasmas”, silencio total (figura 2a). Lugares que en algunos casos han perdido su topónimo, por que referirse a ellos se ha hecho totalmente innecesario.

Figura 2
Abandono de un núcleo de población (2a) y las repercusiones sobre el medio (2b)


Fuente: GRAMP, 2007

El abandono parcial del territorio, esto es el abandono que se refiere únicamente a los asentamientos, no genera, directamente, graves consecuencias ambientales ni paisajísticas más allá de la escala local. Si las explotaciones agrícolas, ganaderas y forestales continúan con su actividad, el paisaje en mosaico propio del Pirineo puede conservar sus principales rasgos distintivos. Sin embargo, cuando se abandonan las actividades tradicionales ligadas directamente a la tierra, las consecuencias ambientales son de mayor intensidad y las transformaciones en el paisaje mucho más evidentes. Des de la profunda crisis económica sufrida en el Pirineo en la década de 1950 y 1960, muchas explotaciones agrícolas fueron transformadas en pastos con la finalidad de darle algún tipo de rentabilidad, o bien abandonadas por completo. En las explotaciones agrarias que han sido abandonadas se van instalando especies arbustivas que darán paso, si las condiciones lo permiten, a la recuperación del bosque (Molina et al, 1997). Esta es la evolución, más o menos larga en función de las condiciones ambientales, de un campo que anteriormente estaba en activo y que en un momento concreto se deja a merced de las dinámicas naturales. El avance del bosque sobre los campos de cultivo abandonados (figura 2b), y sobretodo de superficie arbustiva que es el estadio previo a una formación forestal, hace posible la recuperación de algunos ecosistemas del Pirineo catalán, pero a la vez provoca una gran homogeneización del paisaje y reduce de manera importante la biodiversidad, ya que muchas especies que actualmente habitan el Pirineo tienen su hábitat en zonas de explotación agraria o en zonas de interfase entre el bosque y los espacios abiertos. Por otra parte, el abandono de las actividades económicas tradicionales también supone la desaparición de los métodos y las técnicas utilizados en las explotaciones y de las tareas de adaptación y control sobre el medio, lo que conlleva de manera paralela a la degradación ambiental una importante perdida de patrimonio cultural.

Así pues, el abandono del territorio y de las actividades económicas tradicionales provoca una profunda mutación paisajística. El “típico” paisaje pirenaico, caracterizado por la alternancia de espacios abiertos (campos de cultivo, pastos, prados, cimas, etc.) y espacios cubiertos (bosque), está sufriendo un intenso proceso de homogenización, de degradación ambiental y de perdida de identidad. Este proceso pone en peligro uno de los principales recursos del Pirineo, en el cuál se basa actualmente gran parte de su desarrollo económico.

Los “nuevos” paisajes del Pirineo: la naturbanización

La relativa pérdida de importancia de las grandes aglomeraciones urbanas ha desencadenado nuevos modelos de ocupación territorial. La ciudad difusa es el resultado de estos nuevos procesos de ocupación territorial, los cuáles se generan a partir de la desconcentración de las ciudades y la urbanización en lugares alejados de la ciudad central. Estos procesos ponen en valor las áreas rurales y las ciudades medias, produciéndose una “conquista” urbana de lo rural como entorno propicio para que la ciudad despliegue sus redes de articulación territorial.

La terminología usada para referirse a este tipo de procesos ha sido y es muy diversa. Conceptos como rurubanización, desurbanización, suburbanización, etc. presentan, cada uno de ellos, ciertos rasgos distintivos, pero que en general intentan explicar el mismo fenómeno des de diferentes enfoques o puntos de vista: la dispersión de lo urbano y el renacimiento de lo rural. Uno de los términos más arraigados para explicar estos procesos es el concepto contraurbanización. Este concepto se desarrolló en la década de 1970 a partir de estudios sobre los nuevos procesos de urbanización que se estaban dando en algunos países industrializados. Según Berry (1976) la contraurbanización consiste en “un proceso de desconcentración de la población”, esto es una reducción del volumen demográfico de las ciudades, en favor del aumento de población en áreas menos densamente pobladas, ya sean cercanas o alejadas de la urbe.

El constante cambio de las dinámicas territoriales hace que en la literatura científica referente a este tema vayan apareciendo nuevos conceptos y aproximaciones teórico-metodológicas. En este contexto aparece el concepto de naturbanización, el cuál pretende dar explicación a las nuevas pautas de localización residencial que genera la existencia de espacios naturales protegidos (Prados, 2006). Se considera que la presencia de estos espacios es un importante factor de atracción de nuevos residentes hacia áreas rurales. La mejora del entorno residencial, en comparación con el ámbito urbano, la cercanía a espacios de ocio y la aumento en la calidad de vida son algunos de los motivos por los que un sector de la población decide abandonar la ciudad e ir en busca de “lo natural”. Prados (2006) manifiesta que la presencia de espacios naturales protegidos es un manera de medir el valor del paisaje y la calidad ambiental de un lugar, con el fin de poder identificar si la revitalización demográfica que se da en una área concreta es debido a la atracción que genera un entrono natural excepcional. Asimismo, las figuras de protección del medio natural aportan una serie influencias positivas sobre las áreas rurales de su entorno, motivando el desarrollo actividades económicas basadas en el “consumo” de la naturaleza, en la conservación y recuperación del patrimonio cultural y en los recursos propios de la zona. De esta manera, los espacios naturales con alguna figura de protección se presentan como una estrategia de desarrollo económico para muchas áreas rurales.

El trabajo presentado por Elbersen (2001) sobre la relación entre el desarrollo residencial y la existencia de espacios naturales protegidos en distintos países de Europa se presenta como un referente en el estudio de los procesos contemporáneos de atracción de las áreas rurales. En España, los trabajos realizados por Prados en los Parques Nacionales de Andalucía son los más destacados (Prados, 2006), mientras que en Cataluña, las investigaciones desarrolladas por el Grupo de Investigación en Áreas de Montaña y Paisaje (GRAMP, Grup de Recerca en Àrees de Muntanya i Paisatge) de la Universitat Autónoma de Barcelona) en el Parc Natural de l’Alt Pirineu y en el Parc Natural del Cadí-Moixeró se presentan como punto de partida de futuras investigaciones sobre esta cuestión, sobretodo por la área de estudio utilizada (Tulla et al, 2007).

Sin embargo, la falta de un amplio numero de estudios sobre esta temática muestra la necesidad de aportar fundamentos teóricos y metodológicos sólidos con el fin de homogenizar el estudio de este fenómeno en diferentes ámbitos territoriales. Prados y Cunningham (2005) han aportado las bases para esta homogeneización: la elaboración de una propuesta metodológica para el estudio de la naturbanización, la cuál ha sido aplicada en varios espacios naturales de Andalucía (Prados y Cunningham, 2005). Pese a ser un excelente punto de partida para el estudio de este fenómeno seria necesaria una revisión de las bases que sustentan la propuesta en cada uno de los casos de estudio, ya que la disparidad de las posibles situaciones de trabajo hacen que se deba replantear algunas cuestiones con el fin de poder entender la globalidad del proceso y las particularidades de cada territorio. La presencia de espacios naturales protegidos y la existencia de un entrono de gran valor ambiental hacen del Alt Pirineu una área de estudio óptima para analizar el proceso (figura 3), aunque las dinámicas socioterrioriales que tienen lugar obligan a plantearse algunas cuestiones sobre el método que se debería aplicar.

Figura 3
Espacios Naturales Protegidos en el Alt Pirineu catalán


Fuente: elaboración a partir del Pla d’Espais d’Interès Natural (Llei 12/2006)

Tulla (2007) habla sobre las características de la población que se siente atraída por la calidad ambiental en los municipios cercanos a los Parques Naturales del Alt Pirineu y el Cadí-Moixeró. Plantea la cuestión del tiempo de residencia en esta área, y concluye que las segundas residencias, y por extensión los “habitantes temporales”, tendrían que ser excluidos del estudio de este fenómeno, ya que no se trata de “habitantes reales”, por su escaso tiempo de ocupación de las viviendas y la baja participación del desarrollo local (Tulla et al, 2007). Empero, la localización de segundas residencias en el Pirineo catalán responde a la capacidad de atracción del medio natural, lo que supone una ocupación intensiva, y físicamente permanente, del territorio en el entrono próximo a los espacios naturales protegidos. El uso temporal de las segundas residencias no exime de las repercusiones sobre el paisaje y el medio ni del gasto de mantenimiento que recae sobre las administraciones locales, a menudo sin suficientes recursos para hacerse cargo. Frente a esta situación se plantean algunos interrogantes en relación a los procesos que consideramos (o no) naturbanización: ¿Se deben incluir las residencias secundarias en el estudio del proceso aunque estas se consideren un fenómeno perjudicial para el desarrollo territorial sustentable? ¿O, por contra, se deben excluir como fenómeno ajeno a este proceso?

Por otra parte, Prados expone los beneficios que genera la naturbanización sobre las áreas rurales, ya que contribuye de manera positiva al desarrollo local y a la revitalización demográfica (Prados, 2006). Tulla, sin embargo, va un poco más allá y versa sobre los efectos positivos y negativos que se derivan de la naturbanización (Tulla et al, 2007). Se pueden distinguir dos situaciones en función de la implicación de la población foránea con el desarrollo endógeno del área dónde se deciden instalar. Cuando los nuevos residentes promueven iniciativas para hacer posible un desarrollo local sustentable, utilizando los recursos propios de la zona, y toma partido de la gestión, directa o indirecta, de los espacios naturales, los impactos de la naturbanización se pueden considerar como positivos. Como es el caso de Farrera, un núcleo del Pallars Sobirà, que fue rehabitado por población foránea y en el cuál se ha desarrollado un centro de arte e interpretación de la naturaleza, el “Centre d’Art i Natura de la Vall Farrera” (figura 4a). Mientras, que si el proceso de urbanización de las áreas rurales de montaña motivado por la atracción de un entorno natural de calidad se basa en la construcción de grandes promociones inmobiliarias destinadas únicamente al uso temporal, y dónde la contribución de los nuevos residentes (temporales) al desarrollo local es escasa o nula, se puede hablar de naturbanización negativa. Un buen ejemplo de este último fenómeno son los grandes complejos turísticos relacionados principalmente con los deportes de invierno, como el de Baqueira en la Vall d’Aran, los cuáles tienen una ocupación media anual que oscila entre 15 y 30 días (figura 4b).

Figura 4
Naturbanización positiva (4a) vs naturbanización negativa (4b)


Fuente: GRAMP, 2007

Asimismo, se debe abordar el problema metodológico que presenta la valoración de la calidad ambiental o paisajística de un determinado territorio, ya que esta es la principal hipótesis en la que se plantea el estudio del proceso. ¿Hay alguna manera de identificar el valor la calidad ambiental y del paisaje de cualquier área con el fin de generar un sistema de evaluación del medio natural que ayude a estudiar el impacto de la naturbanización en cualquier territorio? En las aportaciones de Prados y Tulla, así como también en los estudios de Elbersen (2001) y Gude et al (2006), solamente se tienen en cuenta como lugares atractivos el entorno cercano de los espacios naturales con alguna figura de protección. Ciertamente, las figuras de protección del medio natural pueden ser un indicador válido para determinar si un área genera atracción residencial en relación a la calidad de su entrono. Sin embargo, existen otras muchas áreas carentes de legislación específica sobre el medio natural que presentan condiciones ambientales de calidad y que pueden producir el mismo factor de atracción que las primeras, pero que no se tienen en cuenta a la hora de valorar la magnitud del proceso. A nuestro parecer, la naturbanización puede afectar tanto a espacios naturales protegidos como a áreas naturales si ningún tipo de protección específica, ya que, en principio, lo que atrae a la población no es propiamente el hecho de ser un espacio protegido, sino el hecho de ser un espacio natural. Los impactos que la naturbanización puede generar en estas áreas sin protección pueden ser muchos más severos que en áreas protegidas a causa de la falta de una normativa específica que controle la intensidad de la urbanización y prohíba las prácticas consideradas perjudiciales para conservación de los valores ambientales y del paisaje. Esto hace que se deba estar especialmente atento a los procesos de urbanización actuales en estos espacios, ya que son los que pueden generar una degradación paisajística más intensa. Es de vital importancia ver en que medida los nuevos procesos de ocupación territorial afectan a las áreas rurales, como, por una parte, pueden ayudar a revitalizar territorios hasta ahora considerados periféricos y marginales, y por otra pueden contribuir a perpetuar las degradación paisajística y la extrema dependencia económica del consumo de naturaleza por parte de los habitantes de las grandes ciudades. Evidentemente cualquier actuación sobre el territorio genera una serie de impactos, algunos negativos y otros positivos, la tarea es replantear la gestión territorial con el fin de minimizar los impactos negativos e intentar crear oportunidades de desarrollo a partir de aquellos considerados positivos.

Consideraciones finales

La suma del proceso de despoblación y de las actuales pautas de ocupación territorial ha dado lugar a una intensa transformación paisajística en el Alt Pirineu catalán. Las mutaciones experimentadas por los espacios rurales de montaña en las últimas décadas han roto las relaciones que antaño existían entre los habitantes de estos territorios y el medio y han dado paso a una nueva percepción de lo rural, a la aparición de una “nueva ruralidad”. A continuación se presentan una clasificación de los que son, según nuestro parecer, algunos de los paisajes que se pueden ver actualmente en el Pirineo catalán, y que responden a la dualidad territorial existente en la actualidad los espacios de montaña europeos. Esta clasificación recoge los impactos que tienen sobre el paisaje los diferentes procesos tratados a lo largo de esta comunicación y la huella que han dejado sobre los paisajes pirenaicos preexistentes.

El proceso de despoblación, como ya se ha explicado anteriormente, no implica necesariamente el abandono del uso territorial. Aunque el abandono de un núcleo no afecte al uso productivo del territorio, este genera importantes cambios en el paisaje a escala local, dando lugar a paisajes del olvido. Las viviendas y las otras construcciones del núcleo que han sido abandonadas desaparecen a una velocidad vertiginosa. Cuando en los pueblos aún quedan algunos habitantes, el proceso de degradación del paisaje construido se hace mucho más lenta, pero en el momento que se abandona totalmente la degradación se acelera de manera exponencial. A finales de la década de 1970, la presencia de neorrurales hizo posible la recuperación de algunos de los núcleos que fueron abandonados en los años precedentes, pero lamentablemente pocos de estos primeros “repobladores” del Pirineo siguen viviendo en él. Por otra parte, el cambio en los usos del suelo y el abandono de las actividades económicas tradicionales como la agricultura, la ganadería y la explotación forestal conlleva una importante homogeneización del paisaje. La desagrarización en el Alt Pirineu genera un avance de las masas forestales, provocando la perdida de algunos valores paisajísticos que “siempre” se han asociado al Pirineo, la belleza del cuál reside (aún) en la alternancia de elementos “naturales” y antrópicos. El hecho de dejar de trabajar la tierra conlleva la desaparición de costumbres y manifestaciones culturales que iban ligadas a la explotación de los recursos del territorio y que también formaban parte del paisaje pirenaico.

La atracción que generan actualmente las áreas de montaña puede dar lugar a situaciones muy diversas. La llegada de nuevos residentes a estos espacios, hasta hoy, periféricos ha ayudado a frenar la despoblación y la homogeneización del paisaje mediante la recuperación de algunos núcleos y la modernización de las actividades del sector primario. De esta manera se produce una cierta recuperación del paisaje perdido. Sin embargo, este mismo factor de atracción puede generar el efecto contrario: la ocupación intensiva del territorio, lo que produce una intensa degradación paisajística y una elevada dependencia económica de las actividades turísticas. Un modelo de desarrollo territorial basado en las promociones de segundas residencias y en la construcción de grandes complejos turísticos que se empezaron a implantar en la Vall d’Aran y la Cerdanya en la década de 1960, continuaron en la Alta Ribagorça en la década de 1990 y que aún siguen vigentes en muchos lugares del Pirineo. Se trata, según Gili (2003) de un modelo turístico obsoleto, vinculado a las estacione de esquí, siendo la nieve un recurso cada vez más escaso en nuestras latitudes, y financiando con capital foráneo, lo que no contribuye a la fijación de capital, dificulta el desarrollo local de estás áreas y perpetua la elevada dependencia económica (Gili, 2003). Este seria, según nuestra opinión, el efecto negativo del proceso de naturbanización.

Como conclusión final, y recapitulando lo que se ha comentado hasta ahora, se pude afirmar que el paisaje de Alt Pirineu se encuentra a caballo entre el abandono y la ocupación intensiva del territorio, como consecuencia de la dualidad territorial que afectan actualmente a los espacios rurales de montaña. Se trata de una realidad geográfica dual entre la “naturalización” de la parte del paisaje que ha dejado de ser productiva y la sobreexplotación e intensiva “humanización” de aquellas zonas dónde se genera la mayor parte del dinamismo económico. Debido a la elevada terciarización de la economía del Pirineo, sobretodo a causa del turismo y de las actividades que se derivan, se corre el riesgo de convertir el territorio en una especie de parque temático, dónde la tradición tendría un valor meramente folclórico, olvidando el papel que des de antaño las actividades tradicionales han tenido en la conservación del paisaje (Esteban y Pèlachs, 2003). El patrimonio cultural y el consumo de la naturaleza, como parte de la actividad turística, son piezas clave para el futuro del Pirineo catalán, pero para minimizar el efecto nocivo de este sector se debe reducir la dependencia de modelo turístico actual, el qué, por otra parte, está totalmente obsoleto y basado en recursos cada vez más efímeros (como la nieve, el agua, etc.), y apostar por otro modelo de desarrollo económico que haga posible la renovación integral y modernización del sector agrario, incentivar la creación de un tejido empresarial donde las actividades de alto valor añadido y las nuevas tecnologías tenga un peso preponderante y en el cual se dé valor al patrimonio cultural del Pirineo como base de un turismo de calidad más respetuoso con el entorno. Así pues, no se trata de tener un paisaje estático, ni una visión romántica del mismo, sino de transformarlo en función de las necesidades de la sociedad, pero tanto de la sociedad presente como de la sociedad futura.

Notas

[1] Fernando Collantes (2005) utiliza el concepto de penalización rural, entendido como la condena que supone, des de una perspectiva personal, social y económica, el hecho de pertenecer a un territorio rural y las limitaciones que esto puede generar en las condiciones de vida de la población. En un territorio rural de montaña esta penalización se puede ver incrementada por la doble condición de marginalidad.

[2] El fenómeno de los empadronamientos atípicos (disociación entre residencia real y residencia nominal, esto es entre la que se ocupa de manera habitual y la que consta en el censo) puede provocar un importante sesgo en los datos que no se debe obviar en el momento de valorar la recuperación demográfica de cualquier territorio, sobretodo si la proliferación de segundas residencias, hecho que incentiva dicho fenómeno, es tan elevada como en el Pirineo catalán.

[3] Las comarcas citadas forman el Àmbit Territorial de l'Alt Pirineu i Aran, división territorial recogida en el Pla Territorial General de Catalunya (Llei 1/1995)

 

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