X Coloquio Internacional de Geocrítica
DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008 Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008 |
AUMENTO DEL RIESGO DE INUNDACIÓN POR OCUPACIÓN INDEBIDA DE LAS ÁREAS
DE CONVERGENCIA DE AGUAS EN EL SUR DE LA REGIÓN DE MURCIA
Alfredo Pérez Morales
Universidad de Murcia.
alfredop@um.es
Aumento del riesgo de inundación por ocupación indebida de las áreas de convergencia de aguas en el Sur de la Región de Murcia. (Resumen)
La actitud de prevención hacia los riesgos de inundación de la población de los municipios del Valle del Guadalentín y cuencas litorales de Águilas y Mazarrón, ha experimentado un profundo cambio a medida que se disponía de mejores tecnologías que permitían la regulación de los cursos fluviales que los atraviesan. La obra pública, se erige para técnicos y administradores en la solución definitiva a esta cuestión. La sensación de seguridad inducida en la sociedad tras la ejecución de dichas actuaciones anima a ocupar espacios sensibles de ser afectados por las inundaciones lo que provoca un aumento de las áreas sometidas al riesgo. En este sentido, la Ordenación del Territorio, surge como el instrumento adecuado para corregir los errores evidenciados por las riadas.
Palabras clave: Inundación, riesgo, obra pública, Ordenación del Territorio.
Increased risk of flooding by undue occupation of the areas of convergence of waters in the South of Murcia. (Abstract)
The attitude towards prevention of flood risks of the population of municipalities in the Guadalentín Valley basins and coastal Águilas and Mazarrón, has undergone a profound change as it best available technologies allowing the regulation of river courses that cross. The public works, stands for technicians and administrators in the final solution to this issue. The sense of security induced into society after the execution of such prosecution encourages occupy sensitive areas to be affected by the floods causing an increase in areas subject to risk. In this regard, the Spatial Planning, emerges as the appropriate means to correct mistakes as evidenced by the floods.
Key words: Flooding, risk, public works, Spatial Planning.
Dentro del paradigma tradicional de defensa contra riesgos naturales, que trata básicamente de evitarlos utilizando de forma casi exclusiva y masiva la obra pública, se han generado varios planes de defensa en la cuenca del Segura, con particular atención a la de su afluente el Guadalentín, considerado con razón, particularmente peligroso (Gil Olcina, 1971). El último y más ambicioso de éstos corresponde a 1987 (R.D.L. 4/1987, de 4 de noviembre).
La cuenca del río Guadalentín, considerada como la principal causante de las graves catástrofes que venía sufriendo tradicionalmente la Región de Murcia y el Sur de Alicante, mereció en el Plan de 1987 una atención especial. Las actuaciones destinadas al control de las aguas del Guadalentín y sus aparatos fluviales afluentes fueron numerosas: Cuarta presa en Puentes, nuevo encauzamiento del Guadalentín a su paso por Lorca, de la rambla de Nogalte en Puerto Lumbreras, presa del Paretón de Totana… En conjunto configuraron un sistema de defensa que reduce el caudal circulante durante las avenidas para que no superasen los 250 m³/seg en la confluencia con el Segura. Sin embargo, la sensación de seguridad inducida por la implantación masiva de obra pública, tiene como resultado que el umbral teórico de defensa que desempeñan estas actuaciones de carácter estructural, se ve desfigurado por las transformaciones antrópicas recientes. Entre ellas destaca, el incremento de los procesos de ocupación urbana sobre el valle del Guadalentín.
La ejecución de este tipo de actuaciones, desde la construcción del primer embalse en la cabecera del Guadalentín, ha ido modificando la percepción frente al riesgo en la sociedad, obviando la carga de peligro que conllevaba la transformación y ocupación de los lechos de inundación. También, parece haberse olvidado el hecho de que los chubascos de fuerte intensidad horaria pueden generar pequeñas ondas de crecida aguas abajo de las presas de contención. Esta situación ha propiciado un aumento de los espacios del riesgo, desde la segunda mitad del siglo XX a consecuencia de la ocupación de las riberas del citado río aguas abajo de la ciudad de Lorca. Esos terrenos habían permanecido casi deshabitados hasta entonces y, por tanto, los planes de defensa mencionados los excluyeron de sus previsiones.
El análisis del territorio en su estado actual, revela que existen ramblas que aportan sus aguas al Guadalentín desde las vertientes que lo flanquean, como pueden ser las de Torrecilla, Alta, Béjar, Nogalte por la margen izquierda, o las de Purias, Galera, Garganta, Mesillo y Peladilla por la derecha, en cuyos cauces no se han realizado apenas obras de defensa contra crecidas pero si se han experimentado importantes crecimientos en la ocupación de los abanicos aluviales que configuran en su contacto con el fondo del valle. Además, parte de las vertientes y riberas de estas ramblas, con anterioridad a 1970, todavía se labraban con fines de una práctica de agricultura pluvial (MORALES GIL, A. 2001), la cual contribuía a hacer alguna retención del agua sobre sus parcelarios. En la actualidad, la mayoría de estos terrazgos de cultivo han sido abandonados, los aterrazamientos se han deteriorado y, con ello, se ven favorecidos los procesos de escorrentía en los momentos de fuertes lluvias.
Finalmente, al otro lado de los relieves litorales, la expansión del caserío incentivada por la actividad turística ha sido una de las más importantes y rápidas de las que se tienen constancia en la Región de Murcia. En apenas veinte años, los municipios costeros del sector analizado han visto duplicar el número de sus habitantes e, incluso, han multiplicado hasta por ocho el de sus viviendas. Desafortunadamente, dicho crecimiento no ha seguido una línea coherente de ordenación y en muchas ocasiones, los cauces de ramblas y barrancos se integran de manera forzada en la trama urbana, lo que fomenta la aparición del riesgo de inundación.
Evolución de la población de los municipios de Águilas, Lorca, Mazarrón y Puerto Lumbreras en el periodo 1900-2001
Los municipios del sur de la Región de Murcia, han experimentado a lo largo del s.XX un movimiento demográfico disimétrico, distinguiéndose en su evolución tres períodos bien diferenciados:
1900-1960. Años de la regresión demográfica-. En las dos décadas iniciales del s.XX se advierte como los municipios analizados experimentan un crecimiento, que en gran medida viene impulsado por la inercia inducida de la minería de finales del XIX y algunas actividades artesanales e industriales de carácter muy localizado. Sin embargo, hacia 1930, se inicia una crisis socioeconómica al agotarse los filones superficiales. Además coincide con lo anterior el inicio de la Primera Guerra Mundial, que también contribuyó a agravar la precaria situación.
Este hecho se traduce de inmediato en una caída de la población a consecuencia de la emigración hacia tierras catalanas e incluso del Sur de Francia. En la figura nº1 sobre los censos de población del este primer periodo, manifiesta esta evolución.
Figura 1
Evolución de la población 1900-2001. Puerto Lumbreras no se segrega de Lorca hasta el 7 julio de 1958
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE.
Estamos pues, en un periodo de estancamiento e, incluso, declive demográfico generalizado. Consecuentemente las viviendas que se construyen son pocas, y de hacerlo, se levantan anexas a los cascos urbanos tradicionales. No aparecen por tanto nuevos barrios ni se percibe un aumento del caserío. El ejemplo de Águilas resulta paradigmático para poner de manifiesto esta tendencia. En este municipio se da un proceso de concentración urbana durante esos primeros decenios, pero la disminución que se observa en la población rural no coincide exactamente con el crecimiento del núcleo urbano, lo que demuestra que la población en parte, emigra fuera del término municipal.
Unos años antes del inicio de este primer periodo, concretamente en 1886, se presenta el primer plan contra las inundaciones en la cuenca del Segura, titulado Proyecto de Obras de Defensa contra las inundaciones en el Valle del Segura (García, R. y Gaztelu, L.; 1886). Para el área de estudio, los citados ingenieros centran todos sus esfuerzos en el cauce del Guadalentín, al cual responsabilizaban de las mayores inundaciones sufridas en la Vega Baja del Segura. El esquema defensivo propuesto, se idea en consonancia con el grado de ocupación hasta entonces existente única y exclusivamente en la ciudad de Lorca. Por tanto, de acuerdo al estado de regresión demográfico de la primera mitad del siglo XX, al menos hasta 1960, el umbral teórico de defensa de dicha localidad es respetado. Sin embargo, años más tarde, una serie de riadas entre las que destaca la de 22 de octubre de1948, rebasan la capacidad de aforo de las obras realizadas y ponen de manifiesto la necesidad de realizar mejoras en el sistema. Por su parte, en el resto de los municipios, los riesgos de inundación son los mismos que se venían experimentando desde antaño y que afectaban a las edificaciones más próximas al lecho de inundación de la red de ramblas y barrancos que drenan esos espacios.
1960-1980. El cambio de tendencia y la consolidación como base para la gran expansión. Durante el segundo periodo indicado, 1960-1980, la población aumenta levemente pero aún se percibe cierta regresión en casos como Mazarrón. Van a ser unos años de crecimiento socioeconómico débil aunque constante. Esta dinámica va permitir generar una base sólida sobre la que se sustenta el gran despegue demográfico que se produce en la última etapa. En consonancia con esta tendencia de tenue crecimiento, los responsables del sistema de defensa, no contemplaron en estos años ningún tipo de actuación y, tan solo, se realizaron mejoras puntuales sobre las obras ya establecidas que actualizaban el umbral de seguridad cada vez que se producían daños y pérdidas por riadas en la ciudad de Lorca. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el sistema de defensa se iba quedando cada vez más obsoleto, ya no solo por el aumento de la ocupación de espacios en riesgo, si no por la pérdida de capacidad de regulación de los embalses debido a su aterramiento progresivo. El acontecimiento definitivo que puso de manifiesto la necesidad de reestructurar el conjunto de las medidas establecidas fue, la riada de 19 de octubre de 1973. Como se puede comprobar en la figura nº1, la población aún no había dado muestras de crecer tal y como lo haría una década después. Este hecho, unido, posiblemente, a la escasa ponderación de los datos hidrológicos y la exigüidad de recursos para construir grandes obras, provocó que la proyección del nuevo Plan General de Defensa para avenidas en la cuenca del Segura (Bautista Martín, J. 1977) no estimase con precisión las medidas necesarias para establecer un umbral de crecidas máximas con visión de futuro.
1980-2001. La gran explosión demográfica y ocupacional. El crecimiento demográfico que se registra a partir de la década de los 80 es, posiblemente, el más sustancioso y rápido de todos los que han vivido estos municipios a lo largo de su historia:
En la costa son dos las actividades que van a incidir en el aumento de la población y el caserío del siguiente periodo. De un lado destaca, la incorporación de Águilas y Mazarrón a las corrientes turísticas del Mediterráneo español como lugares de práctica del turismo de sol y playa. En un primer momento caracterizado por su acusada estacionalidad y, posteriormente, con la llegada de visitantes extranjeros del Norte de Europa, las estancias comienzan a ser más prolongadas.
Por su parte, en estos municipios costeros, empiezan a proliferar e incrementarse los cultivos de la horticultura de ciclo manipulado, tanto al aire libre como en invernadero, convirtiéndose ambas entidades, más el área costera lorquina, en áreas de preferente localización de este tipo de agricultura comercial con fuerte demanda de mano de obra, que motiva corrientes migratorias hacia ellos. Dicho incremento de la superficie agrícola en regadío va acompañado de la recuperación de los viejos poblados mineros e incluso la construcción de nuevos núcleos poblacionales para albergar la población atraída por estas actividades agrícolas.
Los municipios que ocupan el fondo de la Depresión Intrabética se van a beneficiar en estos años finales del siglo XX de dinámicas socioeconómicas que se van a generar por varias razones:
1º) Ambas cabezas municipales se asientan sobre el gran eje vertebrador de todo el territorio mediterráneo español, la N-340, por donde exiguamente empiezan a llegar las primeras oleadas de turistas.
2º) Las aportaciones hídricas del trasvase Tajo-Segura permiten que el fondo de la depresión se vea afectado, a lo largo de la década de los 80, por la ampliación de los espacios regados y la horticultura de ciclo manipulado.
3º) La dinámica socioeconómica motiva las mejoras en las industrias ya existentes y instalación de nuevas que se establecen en áreas ordenadas para su ubicación. Demográficamente este hecho se traduce en aumento lógico de la demanda de mano de obra foránea al tiempo que se rompe con la sangría que había significado la emigración del periodo anterior. Destaca sobre todo el conjunto, el municipio de Mazarrón, que tras un largo periodo de retroceso, ve como su población se dobla en apenas veinte años y vuelve casi a alcanzar cifras de la época de esplendor de la minería. El resto, salvo Lorca, que lo hace levemente más reducido, crecen también de forma notable, superando ampliamente el 50 por ciento.
En consecuencia, el número de viviendas se dispara en dicho periodo, y los municipios analizados experimentan un proceso urbanizador de terrenos agrícolas y baldíos sin precedentes como puede advertirse en la figura nº2. El análisis detallado de las cifras demuestra que todas estas poblaciones, al menos, duplican sus caseríos, pero en algunos casos dicha cifra se multiplica incluso hasta por seis, como es el caso de Mazarrón. En este sentido, habría que distinguir dos tendencias que aparecen reflejadas en el cuadro nº1. Por un lado, las nuevas viviendas que se levantan en los municipios costeros al calor del boom turístico-inmobiliario de mediados de los ochenta y mediados de la primera década del s.XXI, van asociadas en gran medida a la segunda residencia. De ahí que se den casos como el de Águilas donde la ratio viviendas/habitantes es muy reducida o incluso el caso extremo de Mazarrón donde los hogares residenciales superan a las pertenecientes a los pobladores de derecho.
Figura 2
Evolución de las viviendas terminadas 1987-2005.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE.
Cuadro 1
Evolución del número de viviendas y su ratio de ocupación 1960-2001
1960 |
2001 |
|||||
Municipio
|
Población |
nº viviendas |
Ratio |
Población |
nº viviendas |
Ratio |
Águilas |
15.250 |
3.120 |
4,8 |
27.771 |
17.174 |
1,6 |
Lorca | 58.641 |
15.934 |
3,6 |
77.477 |
30.263 |
2,5 |
Mazarrón | 9.865 |
2.977 |
3,3 |
20.841 |
22.534 |
0,92 |
Totana | 14.281 |
4.480 |
3,1 |
24.657 |
10.941 |
2,2 |
Puerto Lumbreras | 7.080 |
1.842 |
3,8 |
11.331 |
5.237 |
2,1 |
Fuente: elaboración propia a partir de datos del INE.
De otro lado, las viviendas situadas en la Depresión Intrabética, crecen en número, pero el fenómeno de la segunda residencia no se percibe tanto como ocurría en la costa. Pese a todo, si se aprecia una reducción superior a un punto en la relación entre viviendas y población, lo que podría explicarse por el cambio en la composición familiar de cada vivienda.
La falta absoluta de previsión del crecimiento señalado en el nuevo Plan de defensa, redactado en 1977, y desarrollado a partir del R.D.L 4/1987 de 14 de octubre, ha provocado que el espacio en riesgo, haya aumentado de forma alarmante. Finalizadas las obras en 1999 tras la inauguración de la presa de Puentes, los chubascos de 23 de octubre de 2000 y 3 de mayo de 2006, no precisamente de los más importantes registrados en este territorio, pusieron en evidencia esta situación. En estas dos ocasiones, las lluvias causaron cuantiosas pérdidas económicas en áreas del litoral aguileño y lorquino. La consumación de nuevos desastres pese al gran desembolso realizado (el presupuesto global de estas obras ascendía a 15.592 millones de pesetas, es decir, un 30 por ciento del presupuesto global del Plan de Defensas) lleva a pensar si resulta lógico seguir manteniendo esta lucha, que dura ya más de un siglo, entre el hombre a través de las medidas de defensa estructurales y el medio, con sus chubascos de gran intensidad horaria capaces de producir potentes avenidas e inundaciones. Si la ocupación se viene realizando de forma anárquica e ignorando el riesgo, apostar por esas actuaciones como única solución tiene poco sentido y escasa viabilidad económica.
Incremento del caserío y su localización en el periodo 1960-2001
Los incrementos poblacionales que se producen entre 1960 y 2001 en los municipios estudiados exigen un aumento del número de viviendas para poder acoger a los nuevos pobladores. El mapa adjunto (figura nº3) demuestra como el crecimiento del caserío se ha producido en dos áreas bien definidas. En primer lugar destaca el conjunto de cabezas municipales situadas en el borde Norte de la fosa intrabética. Esto es debido, fundamentalmente, a las razones anteriormente explicadas –regreso inmigrantes, fuerte demanda de mano de obra suscitada por el progreso socioeconómico-. En estos cuarenta últimos años, la población sigue concentrándose en las cabeceras municipales, tradicionalmente habitadas; Puerto Lumbreras (291,1 por ciento) y Lorca (255,2). Pero se inicia un proceso de crecimiento también en demarcaciones intramunicipales (pedanías) hasta el momento casi deshabitadas y a veces lejanas a los núcleos cabecera, es el caso de Cazalla (155,2); La Hoya (147,3); Almendricos (146,1) Campillo (115,7).
Figura 3
Incremento porcentual de viviendas en las pedanías del área de estudio para el periodo 1960-2001
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE.
Al Sur de la Sierra de Almenara y Carrasquilla, el número de viviendas ha experimentado un despegue espectacular en los dos últimos decenios del siglo XX. En pedanías de Mazarrón como Puerto de Mazarrón y Balsicas, el caserío se ha multiplicado por 20 y 10 respectivamente, sin embargo, la evolución de sus recursos humanos ha sido diferente. En demarcaciones poblacionalmente consolidadas como la ya citada Puerto de Mazarrón o el mismo núcleo capitalino, el crecimiento aunque algo desarmonizado con el de las viviendas por el fenómeno de la segunda residencia, ha ido progresando paulatinamente. Este desajuste entre ambas variables se acentúa en el resto de demarcaciones intramunicipales de la fachada costera (Moreras, Balsicas y Garrobo). Paradójicamente, la escasa población que allí se asentaba, en lugar de multiplicarse en consonancia al número de viviendas, ha experimentado un proceso de regresión o estancamiento que en pedanías como Garrobo ha supuesto un decrecimiento del 76,4 por ciento.
Por último, en el interior de la cuenca de Mazarrón, se comienza a percibir un nuevo modelo turístico de tipo residencial que ha motivado que en áreas como El Saladillo se haya construido uno de los mayores complejos residenciales de la Región de Murcia. Esta gran transformación se ha visto reflejada en las estadísticas y sus valores de incremento porcentual de la vivienda han alcanzado el 2500 por ciento. De acuerdo a los valores de partida, se pasa de un casi un vacío poblacional al nacimiento de una pequeña población que en la actualidad cuenta con más de 800 habitantes censados. El cambio es radical que se viene produciendo altera completamente los condicionantes medioambientales, lo que podría poner en peligro a esas nuevas viviendas y las que se sitúan en zonas de convergencia aguas abajo, por el aumento de la impermeabilización de calzadas en esa pedanía.
En el municipio de Águilas, la expansión del caserío fue más lenta y menos espectacular, sin embargo, el modelo seguido es muy parecido al de Mazarrón. La expansión urbana experimentada se puede dividir en dos tipos. Por un lado estaría la ciudad de Águilas, con un valor de crecimiento urbano del 361,4 por ciento y una suma de población superior al doble con respecto al año 1960 (117,8 por ciento). Se advierte un aumento del número de las segundas residencias, pero que no provoca la pérdida de identidad de dicha población como viene sucediendo en Puerto de Mazarrrón.
En el resto de demarcaciones aguileñas (Cope, Campo y Cocón) el fenómeno del residencialismo avivado por el turismo de playa favorece el incremento del número de viviendas y reduce el de habitantes permanentes. Destaca sobre el conjunto, la pedanía de Cope, que en el periodo 1960-2001 se han construido en ella un total de 1200 viviendas además de las 264 ya existentes, lo que en valores relativos supone un incremento del 450 por ciento.
Medidas de defensa y desfiguración progresiva del umbral de seguridad establecido
En un principio, la actitud de los primeros ocupantes se limitó a la práctica de un conjunto limitado de medidas de precaución que trataban de evitar o paliar el peligro que comporta la inundación. Con el paso del tiempo, el crecimiento demográfico y la consecuente ocupación de nuevos espacios, provocaron un aumento de los territorios expuestos al peligro de las inundaciones. Este hecho se evidencia riada tras riada, lo que provocaba pérdidas cuantiosas y la reacción popular ante la falta de obras defensa capaces de evitar las catástrofes cada vez más frecuentes.
El avance tecnológico y la mayor disponibilidad de medios allanaron el camino en la búsqueda de estrategias de actuación para controlar el caudal circulante por estos aparatos fluviales, aunque la mayoría de las atenciones se concentraron como es lógico en el cauce del Guadalentín. La implantación de estas actuaciones va a estar ampliamente mediatizada por la necesidad sentida, socialmente, como apremiante, de acumular recursos hídricos y explotarlos. Sin embargo, el golpe emocional de cada catástrofe modifica esa actitud y motiva la construcción de grandes obras exclusivamente defensivas que trataran de convertirse en la solución definitiva a estos problemas.
Sectores afectados por los excesos de agua del Guadalentín. La primera obra de defensa importante que se acometió en la cuenca del Guadalentín fue la del embalse de Puentes. Este intento por hacer frente a las temidas avenidas y asegurar una dotación para el regadío lorquino, supone el inicio en la carrera por la defensa de los territorios en riesgo. Sin embargo, es la conocida riada de Santa Teresa de 15 de octubre de 1879 la que marca el verdadero punto de partida. Ésta catástrofe y otra posterior en 1884, que también causó daños en toda la Región, motivaron la celebración en Murcia del “Congreso contra las inundaciones de la Región de Levante” de marzo de 1885 y la redacción del primer proyecto global de obras de defensa en la cuenca del Segura al año siguiente titulado “Proyecto de Obras de Defensa contra las Inundaciones en el Valle del Segura” (García, R. y Gaztelu, L.; 1886). El citado plan, incluía un apartado exclusivo para la cuenca del Guadalentín, al cual se achacaba la responsabilidad de las peores inundaciones que se sufrían en la ciudad de Murcia. Con el objetivo de reducir los aportes de este afluente del Segura, se instaló un complejo sistema al que se le atribuía la solución casi completa del problema.
Sin embargo, la ampliación del espacio expuesto al riesgo debido a la expansión de los núcleos poblaciones y la pérdida secuencial de potencial de regulación de los dos grandes embalses de cabecera, a consecuencia de su entarquinamiento, fue desfigurando paulatinamente el umbral teórico de defensa que establecían dichas medidas. Al menos tres inundaciones, 1946, 1948 y, sobre todo 1973, pusieron en entredicho la funcionalidad del sistema paliativo y la imperiosa necesidad de un replanteamiento del esquema defensivo de dicha cuenca.
Con este fin se redacta el Plan General de Defensa para avenidas del Segura de 1977 (Bautista Martín, J.), cuyas obras se agrupaban en encauzamientos, trasvases, presas exclusivamente de laminación de avenidas, corrección de cauces y repoblaciones forestales. Sin embargo, hicieron falta otras tres grandes inundaciones durante la década de los 80 para que se iniciasen las mencionadas actuaciones. Finalmente el 13 de Noviembre de 1987, el gobierno central promulgó el Real Decreto Ley 4/1987 que dotaba de los recursos necesarios para la ejecución del Plan.
A la conclusión de estos proyectos, el sistema de defensas para el cauce del Guadalentín dispone hasta la actualidad de los siguientes elementos (Bautista Martín, J. y Muñóz Bravo, J. 1986; Romero Díaz, A y Maurandi Guirado, A.; 2000):
Presa de Valdeinfierno. La capacidad de este embalse en el año de su construcción (1788) era de 16,5 Hm³ pero, por no poderse maniobrar las compuertas de su desagüe de fondo, a partir de la primera avenida que sufrió, fue progresivamente relleno de sedimentos hasta la coronación de la presa. Desde entonces se han realizado dos recrecimientos, el último en 1964. Esta actuación dotó al embalse de un volumen de 13 Hm³, sin embargo, nuevamente el aterramiento terminó por colmatar el vaso y en la actualidad apenas puede contener 1 Hm³.
Presa de Puentes. A lo largo de tres siglos y medio se han se han realizado cuatro intentos por controlar las aguas del Guadalentín en el estrecho de Puentes. Los dos primeros fueron desbaratados completamente por potentes avenidas, destaca el desastre producido en 1802 cuando la presa se rompió causando más de 800 víctimas en la ciudad de Lorca. El último y definitivo de estos proyectos fue finalizado en 1999 y dotó al nuevo embalse de uno 34 Hm³ de capacidad.
Encauzamiento del río Guadalentín en Lorca. Esta actuación reforzaba los muros de contención que desde el siglo XVI defendían a la ciudad. Las obras se extienden desde hasta y están dimensionadas para canalizar un caudal máximo de 3000 m³/seg.
Rambla de Tiata. Esta infraestructura, posiblemente de origen árabe, no se trata estrictamente de una medida de defensa pues su verdadera finalidad es la de derivar caudales para el regadío. Sin embargo, resulta útil en este sentido hasta cierto punto, pues deriva caudales y con ello resta peligrosidad a la avenida. Sin embargo, en ocasiones, cuando su capacidad de evacuación (120 m³) se ve superada, es más el perjuicio que el posible beneficio sobre los cultivos a inundar los espacios aledaños.
Derivación de la Condomina. Al igual que el partidor de Tiata, esta actuación estructural no es más que una infraestructura de riego capaz de restar importancia a la avenida mediante la laminación de caudales hacia espacios de cultivo. La derivación de Condomina fue incluida en el Plan General de Mejora del Regadío de Lorca, desarrollado por el Ingeniero D. José Bautista Martín, y sus obras finalizaron en 1960. El volumen máximo de derivación de esta obra es de 100 m³.
Trabajos de corrección hidrológica en las cuencas de los embalses para evitar el aporte constante de sedimentos desde las laderas vertientes al vaso. Los trabajos se centraron en el término de Veléz Rubio (La Ramblita, Chaparral, Ciprés, Carrascalejo, Bolamí, La Parra, Las Zorreras), Veléz Blanco (Hoya y Molino), Chirivel (Jalí, Talas, Blanco, Los Castillicos, Ciruelo, Frac), para la defensa del embalse de Puentes (rambla de la Pinada, del Gigante, de Palacios, de las Mellinas, barranco del Santo, Los Miravetes, Salado, Cimbre, afluentes del Chortal, Casa Ponces, Los Buitragos, rambla de Olivares, barranco de la Yesera, Los Ibáñez, La Poza, de Tirieza, la Solana…).
Canal del Paretón. En un principio el acondicionamiento del canal del Paretón estaba proyectado para un aumento de su capacidad hasta los 800 m³/seg. Sin embargo, posteriormente se modificó dicho diseño y se amplió hasta los 1.200 m³/seg que es el que tiene en la actualidad. Además, esta actuación incluía un encauzamiento y ampliación del cauce de la rambla de las Moreras en su último tramo para asegurar la libre evacuación de las aguas. Estas obras se dieron por finalizadas el año 1991.
Presa de El Romeral, posteriormente conocida como Ingeniero José Bautista Martín. Las obras finalizadas en 1999 dotaron a este nuevo embalse de 5,55 Hm³ de capacidad. Su finalidad esencial es la de contribuir a la laminación de las riadas del río Guadalentín. Dicha presa está situada sobre el tramo de dicho río a su paso por el término municipal de Librilla (Murcia).
Presa de Algeciras. Se sitúa sobre la rambla de Algeciras, afluente del río Guadalentín por su margen izquierda, muy cerca de la anteriormente citada. Esta presa está concebida como defensa y regulación de las aguas del trasvase Tajo-Segura. Cuenta con una capacidad de 45 Hm³.
Canal del Reguerón. Las actuaciones previstas en la cuenca del Guadalentín se completan con el encauzamiento o revestimiento del Reguerón, canal de derivación que lleva las aguas de crecida al Segura, aguas abajo de la ciudad de Murcia. Su capacidad máxima varía según el tramo entre 250-300 m³/seg.
Para estimar el umbral de defensa que pueden ofrecer el conjunto de estas infraestructuras, se realizaron cálculos del caudal máximo que podría circular por el cauce del Guadalentín a partir de la información disponible de la última gran avenida que superó el límite de defensa del conjunto de obras, en este caso, la de 19 de octubre de 1973. Los valores obtenidos demostraban que los nuevos embalses reducirían el caudal punta de la citada inundación de los 2054 m³/seg que se midieron en Puentes, hasta los 1.300 m³/seg, y para el caso de la avenida milenaria, de acuerdo a los periodos de retorno, hasta los 2.200 m³/seg (Maurandi Guirao, A. (1995).
De acuerdo a estos valores, siempre y cuando las precipitaciones de carácter torrencial no se concentren aguas abajo de los citados embalses, se supone que la capacidad de evacuación de aguas del encauzamiento de Lorca no se vería superada, con lo que la dicha ciudad permanecería salvaguardada frente al peligro. Sin embargo, aguas abajo, la contingencia de un fenómeno de carácter milenario, por muy poco frecuente estadísticamente que sea, pone en peligro a la creciente población de las pedanías por las que cruza el Guadalentín. Al menos hay información de tres grandes eventos pluviales de las citadas características que han evidenciado los riesgos que comporta la ocupación de esos espacios: 1879, 1948 y 1973.
La tristemente célebre riada de Santa Teresa atravesó la ciudad de Lorca con un caudal de 1.510 m³/seg, una auténtica tromba de agua que arrasó con todo lo que encontró a su paso causando 13 muertos y la inundación de más de 15.362 ha (García, R. y Gaztelu, L, 1886). Se desconoce con precisión cuales fueron las áreas más afectadas, pero por lógica, los espacios que alcanzaron una mayor acumulación de agua se situaban en el fondo del valle. Si se considera cierta la cifra cuantificada por ambos los ingenieros que realizaron las estimaciones, tendríamos que alrededor del 60 por ciento de la superficie del valle del Guadalentín, desde Puerto Lumbreras al límite de Lorca con Totana fue inundada, por lo que, a buen seguro, lo espacios que venimos señalando se vieron afectados, aunque debido al vacío poblacional, no se menciona pérdida alguna en esa zona más que de cultivos.
La segunda de estas riadas se produjo entre los días 20 y 22 de octubre de 1948. Una DANA (Depresión Aislada de Niveles Altos o comúnmente conocida como “Gota Fría”) situada sobre el Mar de Alborán, provocó intensas precipitaciones que dejaron en apenas 5 horas las siguientes cantidades: Puentes 75 l/m², Puerto Lumbreras 240 l/m², Valdeinfierno 80,6 l/m². En el Guadalentín, las aguas superaron la coronación de la presa de Puentes y llegaron a Lorca donde inundaron la parte baja de la ciudad y las pedanías de Cazalla, Pulgara y, sobre todo, Campillo. Según el acta capitular del pleno del Ayuntamiento de Lorca de 27 de octubre de 1948 la inundación superó nuevamente las 15.000 ha. en la huerta lorquina, sin embargo esta vez el área más afectada fue más hacia Puerto Lumbreras que es donde se registraron también las mayores precipitaciones. En este último municipio, la riada de la rambla de Nogalte se cebó con especial virulencia arrasando con las partes más próximas al cauce y la carretera con Lorca.
Finalmente, el 19 de octubre de 1973 se produjo el último evento pluvial de carácter extraordinario en este territorio. La crecida que experimentaron los cauces del sistema Guadalentín-Viznaga es la mayor de las acontecidas en el siglo XX. En el Guadalentín el embalse de Puentes se llenó rápidamente y como las aportaciones eran muy superiores a la capacidad de desagüe de su aliviadero de superficie (600 m³/s), las aguas sobrepasaron el nivel de coronación de la presa, llegando a verter sobre la misma una lámina de un metro de altura. Se estima que el máximo caudal evacuado de este embalse fue el orden de los 2054 m³/s. Como consecuencia, el río Guadalentín ocasionó a su paso por Lorca, además de víctimas humanas, enormes daños materiales en las defensas de la población. Aguas abajo, las vegas lorquinas resultaron también muy dañadas, por lo que se entiende que los espacios que venimos señalando resultaron también afectados.
La situación del área en 1956 y 1999 se advierte en la figura 2 y los datos del cuadro 1 informan sobre el incremento porcentual de viviendas en ese mismo lugar.
Figura 4
Ortofotos de 1956 y 1999 de la ciudad de Lorca y su entorno
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Fuente: Vuelo USAF 1956 y vuelo del IGN 1999.
(En la figura inferior se observa el aumento del caserío sobre los espacio que en 1956 solo eran tierras de cultivo)
Existen zonas tradicionalmente afectadas por las inundaciones, como el barrio lorquino de Virgen de las Huertas, que han visto multiplicarse el número de sus viviendas hasta casi por doce al transformarse en un sector urbano con edificación en altura. En ese caso, es muy probable, que de producirse una avenida de carácter extraordinario dichas localidades se verían notablemente afectadas.
Sectores afectados por ramblas afluentes al Guadalentín. Otro sector donde se advierte un aumento exponencial de las áreas afectadas por el riesgo de inundación, lo configura el conjunto de pedanías lorquinas que son atravesadas por las ramblas encargadas del drenaje de los flancos de la fosa tectónica. A partir de 1960, esas diputaciones experimentan un proceso de despegue que, para el caso La Hoya, Almendricos y Esparragal, duplica el número de sus viviendas e, incluso, en Puerto Lumbreras se triplica, sobre todo, tras su segregación del municipio de Lorca el 7 de julio de 1958. En Purias, Torrecilla y Escucha, el incremento no ha sido tan espectacular, sin embargo, la ocupación del terreno no ha cesado desde principios de siglo XX.
Las ramblas y barrancos que atraviesan estas pedanías y que suponen un riesgo potencial para su población se pueden dividir en dos grupos:
a) Las del borde septentrional del valle del Guadalentín, en concreto, las que drenan las laderas de la Sierra de Tercia al Noreste y Sierra de la Torrecilla. Al menos 8 cursos con estas características tienen su cabecera en la primera elevación mencionada. De Suroeste a Noreste: Rambla de Rosendo, San Julián, Saltador, Colmenar, Teja, Zarzico, del Rincón, Carboneras. Todos ellos, inician su recorrido aproximadamente a una altitud de 700-600 m, desde donde descienden rápidamente por las escarpadas laderas del mencionado relieve y toman contacto con el fondo de la depresión prelitoral mediante abanicos aluviales en los que se suaviza su pendiente.
La contribución de los aportes generados en esta red de ramblas y barrancos a la acentuación de la avenida circulante por el Guadalentín ha sido considerada desde el primer plan de defensa contra avenidas. Con el fin de reducir la escorrentía que alimenta la onda de crecida de esos torrentes, los diferentes esquemas defensivos planteados incluían tareas de repoblación forestal posteriormente completadas con la construcción de diques de retención de sedimentos. Las campañas más significativas fueron realizadas por la Dirección General de Montes, Caza y Pesca del Ministerio de Agricultura, a través del ICONA, durante 1972 y 1979. Posteriormente la Dirección General del Medio Natural de la Región de Murcia, y la Confederación Hidrográfica del Segura continuó con dichas tareas durante dos etapas, la primera entre 1986 y 1988, y la segunda en 1995. Sin embargo, la envergadura de esos proyectos no ha sido lo suficientemente importante como para reconocer su funcionalidad frente a las temidas inundaciones. En cualquier caso, dichas medidas habrían sido insuficientes pues el aumento de la ocupación de los abanicos aluvial que conforman los sedimentos aportados por estas ramblas genera nuevos espacios de riesgo que se añaden a los tradicionalmente afectados. Como confirmación a esta teoría, paralelamente a dicho incremento del caserío se advierte una mayor frecuencia de las avenidas los afectan. Así tenemos que las riadas de 7 septiembre de 1989, 15 septiembre de 1989 y 26 de septiembre de 1997 afectaron en cierta medida esos núcleos poblacionales crecientes.
b) El otro sector señalado lo constituye la rambla de Nogalte y el sistema fluvial de Viznaga. La primera es tristemente conocida por ser la responsable de la mayor catástrofe acontecida en la Región de Murcia en el siglo XX. Las lluvias producidas el 19 de octubre de 1973 generaron una avenida de dimensiones colosales que descargó toda su fuerza sobre el núcleo de Puerto Lumbreras. El agua en tromba arroyó varias manzanas de viviendas, vehículos, mobiliario urbano, y lo que es más importante, acabó con la vida de 83 personas casi de forma instantánea. Según la cantidad aforada por los técnicos del organismo de cuenca el agua que circuló por la rambla en el momento de máxima crecida fue aproximadamente de unos 1.974 m³/s, de los que 813 eran material sólido (Navarro Hervás, F. 1991). Es decir, la superficie de cuenca de Nogalte, que es la mitad que la del Guadalentín hasta Lorca, fue capaz de producir una punta de avenida casi igual al que se produjo en dicho río con la ayuda de los embalses, pero sin embargo en esta cuenca, no existía ningún tipo de medida de regulación ni defensa.
Esta catástrofe puso de manifiesto la necesidad de construir medidas defensivas de carácter estructural para evitar la repetición de un suceso de estas dimensiones sobre dicha población. Las actuaciones que se ejecutaron finalmente fueron las siguientes:
Encauzamiento del barranco de Marco Rosa. Con motivo de la construcción de la autovía A-92 en 1996 se ejecutó esta obra y se trasladó su desembocadura a la rambla de Nogalte, aguas abajo de la ciudad, con lo que se conseguía hacer desaparecer el continuo taponamiento y barrizal en el casco urbano que obstaculizaba el desagüe natural cada vez que se producía un chubasco de fuerte intensidad horaria.
Supresión de meandros en Cuesta de la Virgen y Peñas Blancas. Las obras de la autovía motivaron esta actuación. Los meandros que formaban el montículo existente en la llamada Cuesta de la Virgen del Rosario, a unos cuatro kilómetros de la población y el de Peñas Blancas, a solo unos novecientos metros de su eje principal, fueron eliminados, y con ellos, un problema importante en las avenidas.
Nueva canalización y replanteo del tramo de la rambla aguas arriba y abajo de la población. Esta obra hizo disminuir la fuerte pendiente del lecho en este punto y aumento la capacidad de evacuación del canal hasta los 3000 m³/seg.
Aunque el intenso chubasco del 7 de septiembre de 1989 demostró la funcionalidad de las obras anteriormente citadas, hay que señalar que los valores precipitados y la posterior onda de crecida generada quedaron lejos de los máximos registrados en 1973. Teóricamente, el núcleo urbano de Puerto Lumbreras quedaría salvaguardado de un posible episodio como ese, sin embargo, al igual que viene sucediendo en la ciudad de Lorca, el abanico aluvial que conforma la rambla está siendo ocupado de forma paulatina, lo que provoca un aumento del riesgo de inundación al estar completamente desprotegido frente a las inundaciones.
Más allá del núcleo lumbrerense, el agua que desciende por el mencionado cono, llega hasta el fondo de la depresión y nutre al saladar de Altobordo, a su vez, nacimiento del sistema de Viznaga. En menor medida, las ramblas de la Galera, Mendrano y Purias, del borde orográfico meridional del valle, realizan también sus aportes a ese espacio. Con ocasión de los temporales de septiembre y octubre de 1989, se evidenció por primera vez, como las transformaciones antrópicas que se venían realizando en esa década en las laderas de las pedanías suscitaron un aumento de la peligrosidad de las avenidas que tradicionalmente evacuaban esos barrancos sin causar ningún tipo de daño.
En el episodio de 7 de Septiembre de 1989, el agua que atravesó mansamente la ciudad de Puerto Lumbreras, continuó por el cono de deyección y terminó por colmatar el área semiendorreíca de Altobordo. Los derrames de la misma hacia el Noreste pusieron en funcionamiento a la rambla de Viznaga. Según la información proporcionada por el diario La Verdad el día 8 de septiembre, al paso por el “puente del Vado”, su cauce llevaba mas de medio metro de agua sobre la carretera entre Águilas y Lorca en una extensión de más de 400 metros, quedando varias viviendas anegadas y la carretera cortada. Al cauce principal se fueron añadiendo los arrastres de la vertiente septentrional de la Sierra de Almenara. En dichas laderas, el episodio fue especialmente intenso y sus efectos, sobre todo en el espacio agrario, fueron devastadores. Las modificaciones que se venían haciendo sobre los cauces para su desviación hacia áreas no acondicionadas y próximas a zonas de población aumentaron la vulnerabilidad de éstas y extendieron el riesgo de riada hacia lugares que hasta entonces habían estado libres de él. Purias y Aguaderas fueron las pedanías en las que este fenómeno se hizo sentir con más claridad, en ambas, fueron barridas explotaciones agrarias situadas en las inmediaciones del lecho de inundación.
Al mes siguiente, concretamente entre el 14-15 de Octubre, un nuevo episodio de lluvias de fuerte intensidad horaria delataron nuevamente las transformaciones antrópicas experimentadas en las superficies de algunos tramos de montaña cruzados por estas ramblas. Estos cambios provocaron arrastres de tierras y derivación de aguas de barranco hacia áreas de laboreo, sobre todo en Tercia, Aguaderas y Purias. En ésta última localidad, un grupo de agricultores afectados por la súbita crecida de la rambla de la Garganta, se unieron para ejercer una demanda contra un grupo de chalets construidos con unas defensas hacia la mencionada rambla, lo que ocasionó cuantiosos daños derivados en la zona de Catanga (Purias).
Sectores afectados por las ramblas del litoral. El otro sector en el que se puede apreciar incrementos notables del número de viviendas y de población es el litoral. Actualmente, estas últimas demarcaciones inframunicipales costeras experimentan un intenso proceso especulador que busca desesperadamente espacios donde situar nuevas viviendas con fines turísticos. El frente de construcción avanza desde Mázarrón al Norte, y Águilas al Sur, desplazando a la agricultura de los mejores terrenos.
Se distinguen dos espacios diferenciados según el grado de consolidación de la actividad turística: De un lado estarían las pedanías de Puerto de Mazarrón, Balsicas y Moreras en Mazarrón y, de otro, Águilas, Cocón Campo y Cope, en el municipio aguileño. En el periodo que venimos señalando, 1960-2001, dichas diputaciones han sido las que han registrado los mayores incrementos de todo el espacio analizado, multiplicándose la superficie de alguna de ellas hasta por diez (Balsicas 1164,8 por ciento) e incluso por veinte (Puerto de Mazarrón 1936,8 por ciento). Por tanto el riesgo de inundación en estas localidades ha ido ampliándose de consuno al aumento del espacio urbanizado y la incorporación, por lo general forzada de pequeños cauces en el callejero.
En el caso del núcleo urbano de Águilas, hasta mediados de siglo XX, el sector occidental de la ciudad, situado al otro lado de lo que es hoy la Avda. Juan Carlos I estaba ocupado por una sucesión de parcelas de cultivo aterrazadas que aprovechaban el agua de avenida de las ramblas de las Majadas y de Peñaranda-Labradorcico. Desde entonces, se incorporan progresivamente en el entramado de la ciudad convirtiéndose en un área conflictiva que se inunda cada vez que acontece un chubasco de fuerte intensidad horaria. El intenso episodio de octubre de 1989 puso de manifiesto la escasa percepción del riesgo de inundación demostrada en la planificación del crecimiento urbano. El aguacero provocó la salida repentina de los cursos fluviales que desaguan las laderas de la Sierra de los Mayorales y estribaciones meridionales de Carrasquilla. La onda de crecida alcanzó una velocidad temible que se vio incluso incrementada por el estrechamiento al que se habían sometido los colectores, lo que provocó a su vez, el aumento de la altura de la lámina de agua hasta el metro y medio en algunos puntos de su recorrido por la ciudad (La Verdad, 17-10-1989). Un mes después de la catástrofe el Consejo de Gobierno Regional solicitó al ejecutivo central la concesión de ayudas para las zonas afectadas. Los cálculos realizados por la consejería de Agricultura elevaban las pérdidas totales ocasionadas en 1.165 millones de pesetas, mientras que el número de viviendas afectadas superó las 567.
Todos estos problemas trataron de ser solucionados mediante la canalización y modificación del trazado original de las grandes ramblas que atraviesan el casco urbano aguileño. Sin embargo, dichas actuaciones demostraron el 3 de mayo de 2006 ser insuficientes y estar mal aforadas, pues nuevamente dicha localidad se vio afectada por las inundaciones. Además, en esa misma fecha, espacios de reciente ocupación del municipio como la pedanía del Cocón, resultaron intensamente afectadas por el desbordamiento del cauce del Charcón-Cañarete.
En el municipio de Mazarrón, el incremento del caserío en pedanías como Puerto de Mazarrón y Balsicas se ha realizado en muchos casos ocupando zonas de desagüe natural o áreas semiendorreícas. El ejemplo más paradigmático de espacio afectado por inundaciones frecuentes es la Urbanización Bahía de Puerto de Mazarrón. Este núcleo de viviendas fue construido sobre un antiguo espacio marjalenco empleado como salinas desde época romana (figura 5). La situación orográfica deprimida que ocupan esas casas motiva que cada vez que se producen lluvias de fuerte intensidad horaria, los imbornales instalados se saturen rápidamente al no encontrar el agua un punto de desagüe por encima del nivel marino, que en esos momentos suele elevarse a consecuencia de las mareas de viento que abaten sobre la costa.
El episodio que puso en evidencia la exposición creciente al riesgo fue el del 7 de septiembre de 1989. Esa fecha será tristemente recordada por la tragedia del camping de Bolnuevo. Las embravecidas aguas de la rambla de las Moreras acabaron con la vida de dos personas y el municipio mazarronero sufrió pérdidas por valor 2.300 millones de pesetas entre viviendas y agricultura, por lo que el Ayuntamiento acordó en pleno solicitar la declaración de zona catastrófica. Posteriormente, varios episodios de lluvia no tan importantes demuestran el grave error cometido en la construcción de la urbanización antes mencionada, entre ellos destaca el de 23 de octubre de 2000. Unas fuertes lluvias generalizadas en el litoral meridional, provocaron el enésimo anegamiento de dicho conjunto de viviendas y obligaron a evacuar a más de 600 personas. Este hecho avivó la reacción popular hacia el consistorio mazarronero, con el fin de establecer medidas que solventasen el problema.
Figura 5
Ortofotos de 1956 y 1999 de Puerto de Mazarrón y su entorno
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Hasta el momento, todas las actuaciones ejecutadas en este municipio se han concentrado en el cauce de las Moreras. Sin embargo, el aumento del número de viviendas sobre el resto de la línea de costa ha expansionado las zonas en riesgo hacia ramblas afluentes, como el cauce de los Lorentes y otras cuencas vecinas como la de Valdelentisco. Si tenemos en cuenta que este es uno de los espacios donde mayores incrementos porcentuales se han registrado, las lluvias de carácter torrencial ocasionaran a dichas poblaciones cada vez más problemas.
Habría por último que analizar el peculiar crecimiento de las pedanías situadas entre Águilas y Mazarrón. Se trata de un ámbito espacial que estuvo considerablemente despoblado hasta el último cuarto del siglo veinte. Desde entonces, se experimenta un sensible crecimiento acompasado con el desarrollo de la agricultura intensiva. Con el paso de los años, los cultivos de esta zona adquirieron un valor comercial muy notable, que provocó la expansión de los mismos sobre tierras que habían permanecido casi intactas. El cambio en el uso del suelo se llevó a cabo bajo unos criterios económicos basados en la máxima rentabilización de la superficie de explotación, relegando por completo los condicionantes ambientales que rigen ese territorio. El resultado de estas transformaciones irrespetuosas con el medio no se hizo de esperar, y las lluvias acaecidas el 23 de octubre de 2000 revelaron la vulnerabilidad creciente de este sector.
El agua caída sobre este espacio litoral originó una de las avenidas más importantes de las que se tiene información en la rambla de Ramonete. Por desgracia, la ausencia de estaciones de aforo impidió obtener el hidrograma "real". Si bien, por los hechos narrados se puede asegurar que fue una riada de tipo relámpago (flash-flood), con tiempo de respuesta y punta muy reducido. Desde el inicio de las precipitaciones en el área vertiente hasta que se formo la onda de crecida apenas pasó una hora. La crecida provocó daños en la pedanía lorquina de Ermita de Ramonete, anegando un grupo de viviendas próximas al cauce. Además, en la carretera D-21 a su paso por el cauce de la citada rambla, un vehículo ocupado por tres personas fue arrastrado por las aguas falleciendo dos de sus ocupantes. Según información del periódico de La Verdad de 24 octubre de 2000, desde hacía 10 años se venían haciendo reclamaciones por parte del pedáneo a la Confederación Hidrográfica para el control del trazado de la rambla, pues había sufrido un estrechamiento considerable a causa de la instalación de invernaderos, lo que obstaculizaba el libre desagüe.
Desde el último decenio se viene produciendo a estas entidades intramunicipales la llegada creciente de un nuevo flujo de turistas procedentes del Norte de Europa. El gobierno regional, a través de sus Directrices y Plan de Ordenación del litoral de la Región de Murcia publicado en 2004, fomenta la acogida de dichos visitantes en grandes complejos residenciales. La Marina de Cope, ha sido el lugar elegido en la Región de Murcia donde se situará la mayor urbanización de estas características. Este proyecto, clasificado como Actuación de Interés Regional por las citadas Directrices, ocupará una extensión aproximada de 2.116 ha donde se pretende levantar un asentamiento turístico ex novo, constituido por unas 9.000 viviendas y 20.000 plazas hoteleras. Si nada se interpone a la ejecución de dicha macrourbanización, la transformación espacial será inmensa. Para evitar cometer los mismos errores en materia de riesgos, los condicionantes medioambientales deben primar sobre cualquier otro tipo de problemática en el proceso de ordenación de usos del suelo. Los riesgos de inundación son un factor que el planificador debería analizar con detalle con el objetivo de establecer las medidas de protección necesarias para mitigarlos o atenuar sus posibles efectos. En este sentido, el estudio del medio físico ha de ser una parte esencial de las Directrices, en teoría al documento que compete su gestión. Sin embargo, la realidad es desalentadora pues el análisis que se presentó en 2004 es meramente descriptivo (Memoria, 2004). Por lo tanto, es muy probable, que la ocupación de la Marina de Cope, hasta ahora únicamente aprovechados por la agricultura, conlleve cierto grado de riesgo que las lluvias de carácter torrencial más tarde o más temprano terminaran por poner de manifiesto.
Conclusiones
Desde la redacción del primer Plan de Defensas contra las inundaciones en 1886, los esfuerzos de regulación se han centrado en los sectores de ocupación humana más antigua y, preferentemente urbana. Sin embargo los cambios socioeconómicos, traducidos en fuertes incrementos de población y asentamientos en nuevas áreas tradicionalmente en el límite de la despoblación, han sido particularmente intensos a partir de la década de los 80 al presente. Con ello se han ampliado considerablemente los espacios de riesgo, no atendidos por la inercia de la ya centenaria política de defensas instalada en función de los sectores históricamente amenazados.
La defensa integral del espacio habitado podría haberse conseguido si los procesos de expansión del caserío se hubiesen realizado respetando los espacios afectados por los riesgos de inundación. Sin embargo, el exceso de confianza depositado en la obra pública, motivan la falta absoluta de consideración del riesgo en los procesos de ocupación del territorio. Por otro lado, las medidas incluidas en los dos planes que se han desarrollado en la cuenca del Segura a lo largo del s.XX, demostraron una falta de previsión en el crecimiento demográfico. Por tanto, la artificialización del suelo, ya no solo por el caserío, si no también, por otros usos, como se evidencia en los resultados del proyecto CORINE Land Cover (CLC), ha provocado la trasgresión del límite de seguridad que establecían las obras antes incluso de su finalización.
En algunos casos, esos errores han sido tratados de corregir por nuevas actuaciones, pero en otros, la ignorancia hacia los factores que rigen el medio físico ha agravado dicha situación. Valga como ejemplos las urbanizaciones costeras de Puerto de Mazarrón o el crecimiento por el Oeste de la ciudad de Águilas usurpando lechos de inundación que han quedado integrados en su trama urbana. Con toda certeza el principal problema que se ha puesto de manifiesto en estos últimos años es que la implantación de infraestructuras de defensa se ha efectuado al margen de cualquier consideración de ordenación territorial con visión de futuro, hasta el extremo de que, incluso, en los instrumentos de planeamiento municipal, las cuestiones relacionadas con los riesgos no se han contemplado con cierta solvencia hasta la Ley del Suelo de 2007.
Las autoridades municipales y regionales han ido desde siempre por detrás de los acontecimientos y reaccionan únicamente tras la consumación del desastre y la reacción popular posterior motivada por la sensación de inseguridad. Las medidas estructurales que se establecen como respuesta al problema, apenas suponen un parche al mismo, pues la exposición al riesgo en la mayoría de los casos va por delante de los umbrales teóricos de seguridad que establecen dichas actuaciones defensivas. En este sentido, la ordenación el territorio podría convertirse en un instrumento eficaz para la mitigación del riesgo de inundación. Para ello es necesario realizar un estudio del medio físico detallado y minucioso a través del cual, los usos del suelo se organicen de forma armoniosa con los condicionantes medioambientales que configuran ese territorio. En definitiva, se hace imprescindible recuperar el equilibrio entre dichos factores medioambientales y los procesos de ocupación a través de una planificación coherente en la que los riesgos de inundación sean considerados como un elemento limitante.
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