2013: Intemperie Moral
Hubo tiempo en el que... los requisitos para la producción de conocimiento iban en paralelo con el compromiso ético y de ahí la idea de que el conocimiento contribuía a asegurar el progreso moral. En la primera década de este siglo, las preocupaciones bioéticas sobre los avances biotecnológicos abrían el territorio de las consecuencias no intencionadas y los efectos colaterales afectando de plano la responsabilidad ética en la evaluación y la deliberación de los proyectos y sus aplicaciones. Ahora, en plena crisis y sin horizontes claros, por quedar casi todo limitado al rigor de los equilibrios y recortes presupuestarios, la intemperie moral acecha no solo a los más vulnerables sino que inunda todos los niveles de la decisión política y sus implicaciones en la vida social, económica y científica. Estos últimos años se ha cuestionado la llamada "intensificación corporal y mental" y, recientemente, la duda se ha extendido a la intensificación moral lo cual ha sido motivo de debate en el XI Congreso Mundial de Bioética celebrado en junio de 2012. Mediante técnicas a especificar de alteración psicológica o intervención biomédica, se espera que las personas logren una mejor disposición moral. La intensificación biomédica -capacitación deportiva, control del stress, incremento de la inteligencia y la salud, entre otros- ya suscitaba dudas sobre las potenciales distorsiones derivadas de la búsqueda de la perfección, tanto por lo que supone de negación meramente voluntarista de la realidad tal y como es cuanto por la inevitable generación de desventajas hacia los que se mantienen en la "imperfección". Ahora, la intensificación moral plantea todavía más problemas, precisamente por el buenismo intrínseco a la propuesta. Que se desapruebe la perfección y la rectitud virtuosa por sus connotaciones eugenésicas, religiosas, se entiende. Sin embargo, ante la ansiedad social promovida por la disolución de la confianza, la compasión y la solidaridad propia de la sociedad del riesgo, no es de extrañar la el atractivo de la intensificación moral o de todo aquello que promueva la mejora moral en lo personal y en lo social, y así reducir o remediar el déficit moral derivado de la ruptura o aleatoriedad de los valores y las actitudes. La cuestión es: ¿cómo concretar o acordar la bondad de los motivos? ¿En qué tipo de creencias o razones se basan esos motivos? ¿Son normativas como la confidencialidad, o emocionales como la aversión, o ambas cosas? Ante la intensificación moral, cabría recordar que su naturaleza es muy distinta de la de la intensificación corporal o mental, porque éstas lo son de cualidades pertenecientes al mundo de lo "sensible" o "físico", mientras que la intensificación moral lo es de una cualidad o disposición de otro tipo, basada en la libertad. Y si resulta que cabe intensificar algo que se basa en la libertad, ¿acaso no estamos negando esta misma premisa? ¿Acaso no estamos afirmando que la disposición moral no es un producto de nuestra libertad sino de otros factores sensibles o físicos y, por tanto, renunciando a nuestras concepciones más básicas de lo moral? Si mi disposición moral se debe a algún tipo de intensificación basada en alteraciones genéticas o fisiológicas (o si se acrecienta con ellas), ¿acaso sigo siendo yo un sujeto libre? Y si la respuesta es que no, entonces la moral ha muerto. Sin duda la moral de la intensificación moral es clave en el debate sobre la bioética del y para el futuro.