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ACERCA DE EMILY DICKINSON

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MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS

ACERCA DE EMILY DICKINSON

María-Milagros Rivera Garretas, Emily Dickinson. Madrid, Sabina editorial, 2016. Edición bilingüe con traducción inglesa de Laura Pletsch-Rivera. Ilustraciones de Mariana Laín. 126 págs. 11.50 €


El programa:

Ana Mañeru Méndez, Sabina editorial
María-Milagros Rivera Garretas, autora del libro
Marta Vergonyòs Cabratosa, artista (por indisposición, leyó Laura Mercader Amigó)

Miércoles 21 de diciembre de 2016, a las 19.30 horas

Llibreria Pròleg
Sant Pere Més Alt, 46
Barcelona

Emily Dickinson necesitaba hacer una revolución poética para poder decir inequívocamente y con todo lujo de detalles lo que tenía que ser dicho por ella, que es la sexualidad y el amor que son ya mística. O sea, sexualidad y amor que son experiencia espiritual de la sensualidad máxima y de la máxima ternura, ternura que viene con el desleimiento y el olvido del yo en la entrega.

Cuando la experiencia personal y el pensamiento se juntan, sucede una revelación. La mente se aviva y el corazón se alegra. Te pones a decir cosas que te interesan e interesan. Si eres un chico o una chica joven, la pregunta de tu vida, la que has venido al mundo para descifrar, empieza a formularse. Y pruebas el sabor de la felicidad que da la revelación. La poesía de Emily Dickinson es, en su conjunto, un Libro de revelaciones, al modo de los muchos libros de los secretos de las mujeres que hay en nuestra historia. Ella supo cantar la revelación de su felicidad porque supo cantar el secreto de su sufrimiento.


LOS TEXTOS:

Ana Mañeru Méndez

Desde Sabina editorial, gracias a Àngels y a Núria por acoger en Pròleg la presentación de nuestro nuevo libro, Emily Dickinson, una biografía escrita por María- Milagros Rivera Garretas, traducida al inglés por Laura Pletsch Rivera e ilustrada por Marian Laín.
Gracias también a Gloria Luis Peralvo, fundadora en Barcelona del grupo Miércoles de Poesía, en el que se fomenta la lectura de poemas de Emily Dickinson, y a Kata Zarauza Norato, fundadora de otro grupo en Madrid con el mismo fin llamado Emilyanas.
Gracias a todas las amigas y amigos que estáis aquí, y a mi madre siempre porque me aficionó a leer, a escribir y a amar los libros.
Hace casi veinte años le hice una pregunta a Milagros Rivera sobre una palabra en inglés que no sabía cómo traducir y que, con el tiempo y mucha dedicación, ha desembocado en la traducción que hemos hecho juntas de los 1786 poemas de Emily Dickinson que se conservan, publicados después en Sabina editorial.
Había comenzado este proyecto en solitario, con la audacia que da la pasión por una autora, sin pararme a medir si sería capaz. Enseguida me di cuenta de la magnitud de la tarea y, buscando ayuda, un día acudí a Milagros con esa pregunta que no sabía cómo resolver. Me respondió: sin duda es un dativo, no es un nominativo y allí supe que la necesitaba para seguir adelante. Se lo pedí, aceptó y entre 2012 y 2015 tuvimos la satisfacción de ver publicada en Sabina la primera traducción de la poeta al español libre de la mirada patriarcal que ha pesado sobre su obra desde que ella murió hace 130 años.
En este trabajo, que ha merecido la pena con creces, hemos disfrutado de su grandeza, de su escritura que es arte puro, de su perfección y su belleza.
Pero también hemos descubierto su dolor por la violencia sexual masculina que sufrió en su propia casa. Una violencia que ella quiso dejar escrita en sus versos para siempre de modo que no se borrase nunca, y así ha sido porque nosotras hemos podido seguir su rastro.
Milagros Rivera, con esa sabiduría y erudición máximas que conocemos quienes somos lectoras de su obra, asistimos a sus seminarios y conferencias o hemos sido alumnas suyas, conserva la libertad de sentir y de pensar que con demasiada frecuencia se ve silenciada en el conocimiento académico, en la universidad y en la crítica literaria. Ella conserva la libertad de decir lo que es, no lo que conviene al canon para apuntalarlo ni lo que se supone que podría derribarlo utilizando las mismas herramientas del amo, la confrontación abstracta o la crítica argumentativa. Milagros Rivera tiene un saber, además del avalado por todo tipo de titulaciones académicas, que es saber de la experiencia: el que no separa la vida de la palabra. Emily Dickinson escribió también así, sin separar su vida de su obra y Milagros Rivera para escribir sobre la poeta se ha dejado guiar por su estela de verdad, confiando en ella plenamente.
Gracias por tanto a Milagros por esta biografía, infinita a pesar de su brevedad, de sus pocas palabras, pero palabras vivas y eternas del orden de la inmortalidad que tanto atraía a Emily.
Este libro pertenece a una colección de biografías bilingües, español-inglés en la que ya hemos publicado las de Hipatia de Alejandría, Clara de Anduza, Dhuoda, Charlotte Brontë, Teresa de Jesús y María Zambrano. Biografías de mujeres en sus propios términos, no añadidas a las de los hombres, ni complementarias ni igualitaristas. En Sabina queremos que estos libros los lea mucha gente y especialmente que se lean en las aulas de Secundaria y en la Universidad de una manera ágil y fluida, sin adaptar su contenido para hacerlo más digerible, desvirtuándolo, y sin oscurecerlo innecesariamente con citas, disquisiciones o un vocabulario que comparten solo especialistas en un campo del saber. Por eso también los publicamos en formato electrónico, para facilitar su difusión.
Las ilustraciones, a cargo de Mariana Laín, están directamente inspiradas en la vida de Emily, cuya voz poética se hace presente mediante la estela de un pájaro, y en el texto, que desvela por fin la falsa leyenda construida durante siglo y medio sobre la poeta.
Por eso, en la cubierta aparecen sus papeles, las flores y un retrato que está a su espalda, es decir, lo que Emily más amó: su escritura, la naturaleza y el rostro de Susan Huntington Dickinson, a la que dedicó trescientos poemas de amor y a la que adoró desde su juventud hasta su muerte. En las ilustraciones del interior aparece tambien la oscuridad que vivió la poeta a causa de la violencia sexual masculina que sufrió por parte de su hermano y de su padre, algo que no querríamos haber descubierto, pero que se nos impuso de forma inequívoca al traducir sus poemas. Casi nadie se atreve a decirlo, pero Milagros Rivera y las editoras de Sabina nos hemos comprometido en hacer público el delito que fue cometido, porque Emily así lo quiso al legarnos sus poemas.
Cuando nos preguntan cómo sabemos todo esto la respuesta es sencilla: porque hemos leído a fondo sus poemas y sus cartas y nos hemos fiado de lo que ella dejó escrito de forma magistral.
Milagros Rivera ha escrito este libro siendo fiel a sus palabras, mostrando la grandeza del amor entre dos mujeres que inspiró esta obra poética no igualada y señalando el sufrimiento causado por el abismo oscuro de la violencia sexual masculina, para que no siga campando impunemente en tantísimos lugares de la tierra.

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María-Milagros Rivera Garretas
De la noche del alma al blanco más puro (2)

Este libro, que he escrito a petición de Sabina editorial, a la que agradezco mucho la ocasión ofrecida, ha nacido de la traducción que hicimos Ana Mañeru y yo de la Poesía completa de Emily Dickinson, que fue publicada en tres tomos entre 2012 y 2015. Ha nacido de la traducción de su poesía porque su fuente primera son los propios poemas de Emily, unidos a la experiencia misma de traducirlos. La crítica literaria masculina (que incluye a algunas mujeres) ha medio prohibido que la poesía y la vida vayan juntas, porque es una crítica que ha elegido separar la verdad de la palabra. No es el caso de Emily ni de otras poetas y creadoras que conozco y que me gustan. A mí me gusta también el ensayo que, para decir la verdad, junta la vida con la escritura, el ensayo que es pensamiento de la experiencia. Entiendo que la separación entre vida vivida y escritura, entre experiencia vivida, sensación de veracidad y palabra, es una acción violenta, violenta en sí y que lleva a otras violencias. No creo exagerar ni abusar de circunstancias muy dolorosas del presente diciendo que esa separación contribuye a la guerra.

En concreto, el escribir esta biografía ha sido para mí un recorrido discontinuo entre la noche del alma y el blanco más puro y erótico. Primero pensé que tendría que decir algo de la falsa biografía que ha empequeñecido y degradado en los libros y en la prensa patriarcales la vida y la obra de Emily Dickinson. Pero como esto me daba mucha pereza y que además de ser deprimente de por sí contribuiría, por repetición, a avivar las cenizas del patriarcado, recordé que ya lo habíamos hecho las feministas, desde Ellen Louise Hart y Martha Nell Smith en Open me carefully, o Ana Mañeru y yo en los prólogos a los tres tomos de la traducción de su poesía completa, hasta la tesis doctoral de Elena Álvarez Gallego que se leyó en la Complutense el mes de febrero de este año 2016. De la eficacia de la investigación feminista es prueba la lamentable película sobre la vida de Emily que se estrenó el pasado octubre, que es tan falsa que ni siquiera pone el nombre de ella en el título, siendo como es la vida de otra, una vida fantaseada por el director. Es prueba de la eficacia del feminismo porque, ante algo femenino muy grande, los patriarcas sueltos que quedan necesitan poner medios de ataque todavía más voluminosos. Pero el horizonte infinito de Emily Dickinson no hay quien lo tape.

El camino de la escritura que luego se me abrió fue otro. Ha sido el de moverme, como decía, entre la noche del alma y el blanco más puro y erótico. Emily Dickinson nació con el alma blanca e inmaculada de todas las niñas, primera hija de Emily Norcross, una mujer de la que muchos años después diría cosas tan preciosas como “¡Haber tenido una Madre – qué poderoso!” La de Emily era un alma especialmente dotada ya en la infancia para la poesía, máxima creación femenina a cuya altura se acercan algunos poetas cuando no olvidan su lengua materna.

Los dones especiales de las niñas desatan en hombres incompetentes de la familia tal envidia de la grandeza femenina que la envidia los convierte en delincuentes con una frecuencia que ahora, en el mundo entero, queremos calibrar para expulsarlos uno a uno de la ciudad de las damas. Emily Dickinson sufrió incesto de su padre y de su hermano, el primogénito. Mariana Laín lo recoge con grandísima inspiración en una de las ilustraciones del libro que presentamos, con los dos hombres a un lado de la escena empujando el padre al hijo, y en el otro lado Emily, erguida con la mano acusadora envuelta en un disco de luz que alude a sus poemas redondos y perfectos, poemas que ella llamaba, entre otras cosas, Disc, Disco imponente como el disco solar o como el de la luna llena, cuya luz blanca no ciega sino que es apta para el disfrute y la contemplación humana.

La tragedia del incesto, documentada visiblemente en muchos poemas si la lectora o el lector no es cómplice del patriarcado y, entonces, no ve nada, me ha llevado a dar importancia en el libro que presentamos a la experiencia del sufrimiento. Una mujer sabe desde niña que, cuando todo se ha cerrado, queda el sufrimiento. Porque el sufrimiento es una experiencia que tiene dos caras, caras no contrarias entre sí sino amigas: una es terrorífica y, la otra, es justo lo que te puede salvar, aunque parezca imposible. Salvar ¿de qué? De no sentir nada, de la indiferencia, de que todo te dé igual y, entonces, te hundas poco a poco en la miseria. El entender esto fue, en mi opinión, un secreto de la grandeza de Emily Dickinson.

Por eso, porque no se dejó caer en la indiferencia durante la infancia, cuando de adolescente conoció en el colegio a Susan Gilbert, Emily Dickinson se salvó para siempre sintiéndolo todo, enamorándose perdidamente de Susan para seguir amándola a lo grande durante toda su vida. Susan fue la medida de su existir y de su poesía, medida viviente que no se deja fijar en un canon, porque el canon es medida petrificada, transformada en vara inerte de medir. “Yo no tengo a nadie a quien decirme sino a Ti / Así que cuando Tú fallas, a nadie –”, escribió en el poema 929. Por Susan, Emily estuvo dispuesta a todo, incluso a propiciar su matrimonio con su hermano, lo que las llevaría a vivir para siempre al lado, en casas unidas por un seto, un peldaño de lava y una puerta entreabierta; y estuvo dispuesta también a cerrar un difícil pacto a tres que incluiría el incesto (1330, 1331). Dice de esto el poema 1742:

En Invierno en mi Cuarto
Me encontré con un Gusano
Rosa lacio y caliente
Pero como él era un gusano
Y los gusanos supongo
No del todo a gusto consigo
Lo até bien con una cuerda
A algo cercano
Y seguí adelante –

Un Poco después
Ocurrió algo
No lo creería si oído
Pero afirmo con sangre escalofriante
Una serpiente con motas ralas
Inspeccionaba el suelo de mi dormitorio
De rasgo como el gusano de antes
Pero circundado de poder
La mismísima cuerda con la que
Yo lo había atado – también
Cuando él era insignificante y reciente
Esa cuerda estaba ahí –

Yo me encogí – ¡“Qué guapa estás”!
Garra de propiciación –
¿“Temerosa siseó él
De mí”?
“Cordialidad Ninguna” –
Él me penetró –
Después a un Ritmo Artero
Secretó dentro su Forma
Al anegarse los Motivos
Lo arrojé.

Esa vez yo huí
Los dos ojos de su lado
Por si él persiguiera
Ni dejé nunca de correr
Hasta que en un Pueblo lejano
A Pueblos del mío
Me establecí
Esto fue un sueño –

Con Susan, Emily vivió y descifró la noche del alma, esa noche que es un tipo de noche que pertenece solo al alma, noche de alma negra e indistinguible, de real que se raja y desploma en una caverna más profundamente real. Emily escribió los poemas que le valieron a ella para decir esas noches que, una vez dichas, devuelven su blancura al alma. Por ejemplo, el 1439, que dice:

Indigna del Pecho de ella
Aunque a esa prueba dañina
¿Qué Alma sobreviviría?
A la luz exigente de ella
¡Cuán de imitación el blanco
Que nosotras principalmente tenemos!

Con Susan, Emily vivió y convirtió en poesía también las noches salvajes, noches de amor, de erotismo femenino clitórico, matricial y de piel no orientado a la procreación sino al placer. Como ejemplo, el poema titulado precisamente Noches salvajes (269):

¡Noches Salvajes – noches Salvajes!
¡Si yo estuviera contigo
Las noches Salvajes serían
Nuestro lujo!

¡Fútiles – los vientos –
Para un Corazón en puerto –
Que ha terminado con la Brújula –
Que ha terminado con la Carta de Marear!

Remando hacia el Edén –
¡Ah – el Mar!
¡Si yo pudiera tan solo amarrar – esta noche –
En ti!

Así, Emily Dickinson revolucionó la poesía. La revolucionó manteniéndola íntimamente unida con la verdad de su experiencia de vida y, al mismo tiempo, separándola de ella con la máxima tensión sostenible hasta alcanzar lo universal. Lo hizo mediante un uso endiabladamente bello y sutil de la alegoría. La alegoría es distinta de la metáfora. La alegoría consiste en decir otra cosa con otra cosa (no una cosa con otra: esto es la metáfora). Así, Emily esquivó elegantemente el juicio de quienes no estuvieran a su altura. Consiguió decirlo todo sin ser alcanzada por oídos incapaces, sin ser encontrada donde se esperaba encontrarla. Contra ella se estrella toda interpretación maligna, idealizada o banal.

Emily no perdió nunca a Susan, aunque conflictos no faltaran y han quedado en su poesía. Murió veintiocho años antes que ella, en 1886, en la casa de Amherst donde había nacido. Susan la amortajó y le escribió un bellísimo elogio fúnebre, en el que dice de Emily cosas como esta: “Para con su vida fue rica, y toda rebosante de Dios e inmortalidad. Sin credo, sin fe formal, sin conocer apenas los nombres de los dogmas, recorrió esta vida con la gentileza y reverencia de las santas antiguas, con el paso firme de sus mártires que cantan cuando sufren. ¿Cómo darse cuenta del vuelo de esta ‘alma de fuego en una concha de perla’ mejor que con sus propias palabras? –
En Amaneceres como estos –nos separábamos –
En Mediodías como estos – ella se levantaba
Aleteando primero – luego más firme –
Hacia su bello reposo.”





Marta Vergonyós Cabratosa
Epístola para Emily:

Querida Emily:
Te escribiría que la primera vez que me encontré con tus palabras fue fruto de un castigo, yo era una adolescente en rebeldía y a menudo saltaba por la ventada para escapar de las clases que no solo me aburrían sino que me hacían sentir que la vida estaba en otro lugar. Especialmente, saltaba la ventana con las clases de latín y me solía ir a leer a la playa… Cuando la profesora de latín me descubría a punto del salto, me castigaba a ir a la biblioteca, donde me hacían abrir las páginas de unos libros editados con las hojas pegadas… y mi tarea era pasar una cuchilla para abrirlas una a una.
Te escribiría que ese castigo fue una suerte de bendición porque en esos libros, en su mayoría, descubrí a muchas de las mujeres que me acompañarían ya siempre con sus palabras… y entre ellas estabas tú. Una tarde cayó en mis manos un libro tuyo con las hojas pegadas unas a otras; era una traducción a mi lengua materna, el catalán: un pequeño librito de Edicions 62 de unas traducciones de algunos de tus versos de Marià Manent. No sé si la traducción era buena, pero tu biografía era el ejemplo de cómo el patriarcado se encarga de poner tachones en las partes suculentas de nuestras vidas y cortar y pegar hasta modificar sujeto, verbo y predicado a merced de su relato perverso. Hablaba de ti como una mujer carente y a mí tus versos me resultaron rebosantes.
Te escribiría que algo me ocurrió especialmente con uno de tus poemas… un poema que decía “Hi ha una certa llum esbiaixada a les tardes d’hivern, com si la veu de l’orgue dins un temple, el cor ens oprimeix.” “Celeste és la ferida i no en trobem senyal, sinó que és diferent el sentit de les coses cor endins amagat”…: és diferent el sentit de les coses, cor endins amagat… este verso resonó en mí … se quedó a vivir dentro de mí y fue un antídoto para una joven adolescente que amaba a otra mujer en un pueblo de 300 habitantes… por él comprendí que el que era mi primer amor por una mujer, que era mi profesora de literatura, (en estas clases nunca saltaba por la ventana, debo decir) comprendí con este verso que corazón adentro escondido era posible un sentido distinto, y así fue como tu poesía me salvó, de hecho la poesía me salvó. Entre esos libros descubrí también a Maria Mercè Marçal entre otras que sin saber yo bien quiénes eran, escribían para mí, me dedicaban versos que eran antídoto para una chica diferente de las que no seguían la corriente.
Te escribiría que la verdad es que no me dediqué a buscar mucho más sobre ti, me quedé con ese verso que se convirtió en una suerte de homeopatía para dar alas a mis tardes tristes. Recuerdo el primer poema que escribí con consciencia y ganas… Fue una noche de invierno, mi madre, como era habitual, se encerraba con su amigo en la habitación y me dejaban a mí escuchando música o pasando el tiempo. A veces podían transcurrir horas y, por aquel entonces, yo había desarrollado ya la capacidad del “auto-entretenimiento”. Esa noche hacía una tramuntana muy fuerte que movía los árboles del jardín con intensidad y su sonido tenía algo de apocalíptico. Como una letanía dije para mis adentros “és diferent el sentit de les coses, cor endins amagat” y acto seguido empecé a teclear en el ordenador … y le escribí un poema a la primera mujer a la que amé. Después se los escribiría en los papeles de los exámenes y acabaríamos teniendo con el tiempo la que sería mi primera relación amorosa. Así fue como la poesía se convirtió para mí en un idioma reservado para el amor. Así fue, como dice Milagros en este libro, que “de la mano del amor llega siempre su madre, la inspiración”, así llegó a mí la inspiración de tu mano.
Te escribiría que la última mujer a la que he amado, la que amo ahora, mientras te escribo le enseña paciente a su hija a conjugar el verbo amar, y que hay algo de Epifanía en ello.
Te escribiría que la única asignatura que suspendí cuando estudiaba bachillerato fue el latín, porque desde que leí tus poemas, buscaba el castigo para encontrame contigo de nuevo en esa biblioteca. “Celeste és la ferida i no en trobem la senyal sino que és diferent el sentit de les coses cor endins amagat”. Mi letanía.
Te escribiría que es un gran regalo que Milagros haya escrito este libro sobre ti, sobre tu vida, por fin, y que deseo que otras chicas "salta-ventanas" encuentren este libro a tiempo, para que las salve y las conduzca a tus versos y que en ellos hallen sus letanías, acompañadas de una biografía fiel y concordante con tus amores y tus versos que confirman que, citando de nuevo a Milagros, "el amor es anterior a la vida y posterior a la muerte, inicial de creación y exponente de la tierra.¿Qué más se puede pedir?"
Te escribiría que tu poesía nos regala el sentido, corazón adentro de nuestros amores, y que es un regalo que hoy estemos aquí con este libro entre nuestras manos, de la mano de Milagros que, como tú, nacida bajo el signo de sagitario, en este solsticio de invierno, cuando los días empezarán a ser más largos de nuevo, gracias a ella y a la traducción con Ana sin desorden morfológico alguno, este solsticio de invierno, los días se alargarán y serán más luminosos en nuestras vidas y también para la comprensión de tus versos.
Gracias Emily, gracias Milagros, gracias Ana, y feliz solsticio de invierno para todas.

Universitat de Barcelona
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