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Texts de l'Era de la Perla

Presentació de la Revista DUODA

Revista DUODA 61. Mare sense coit de cossos i de conceptes

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CAMILA FRANCISCA VIDAL ECHEVERRÍA

Revista DUODA 61. Mare sense coit de cossos i de conceptes

El 18 de febrero de 2022 tuvo lugar, en el Seminario de Filosofía de la Facultad de Filosofía, Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, la presentación del número 61 de la revista “DUODA. Estudios de la Diferencia Sexual” que tiene como tema monográfico “Madres sin coito de cuerpos y de conceptos” y que recoge las ponencias y los coloquios del XVI Diálogo Magistral y del XXXII Seminario Público Internacional de Duoda, celebrados los días 7 y 8 de mayo de 2021. Intervinieron Isabel Ribera Domene, Ana Silva Cuesta, Clara Inés Ramírez González y Camila Francisca Vidal Echeverría.

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Ofrecemos aquí el texto de Camila Francisca Vidal Echeverría


Buenas tardes a todas, muchas gracias por invitarme a presentar la revista Duoda N°61, Madre sin coito de cuerpos y conceptos, con mujeres y sus saberes que otorgan tanto sentido y traen tanta armonía. Quisiera agradecer a las profesoras que me han guiado y han confiado en mí; saludar a Isabel por mediar en este proceso y a mis compañeras Ana y Clara, a quienes acompaño en esta presentación. Me siento muy contenta y emocionada por estar aquí hoy.
Conocí la diferencia de la mano de Carla Lonzi, en un club de lectura que hicieron las queridas mujeres de Feministas Lúcidas; de boca de ellas mismas, de Jeka para ser precisa, escuché por primera vez a Duoda. Ese año inició la pandemia y las lecturas de la diferencia junto al encierro voluntario, acompañaron un profundo proceso de crecimiento y sanación en el que me encontraba, un camino de ir hacia adentro y hacer práctica la de escuchar mi sentir, de hacerle más espacio cada vez. Al comenzar a leer a Carla Lonzi y las revistas de Duoda conecté inmediatamente porque de alguna forma me tocaban. Como un viaje iniciador de un movimiento dentro de mí, siempre había un sentir que se agarraba de una palabra o una palabra que me llegaba a la entraña, porque se quedaba dando vueltas días o incluso semanas, como unas palabras que me llevaba puestas, a veces sin mucha explicación, pero que iban tomando un lugar en mi experiencia, como conectando profundamente con algo dentro de mí, a lo que pronto nombraban y daban un nuevo sentido. No hacía falta resolverlo de inmediato, pues las palabras hacen su trabajo cuando conectan con la entraña, solas se asientan y en ese nuevo sentido hacen crecer. Así me ha pasado con la revista y especialmente con este número, que inicialmente me dejó como con palabras sueltas, sin saber sobre qué leí exactamente, pero poco a poco y con el pasar de los días trajo a mí recuerdos, situaciones y experiencias que ahora parecen hilvanadas bajo un sentido común, trabajo que se ha ido haciendo todos estos días y hasta hoy, que aun sigo en movimiento.
Hace unos meses María Milagros me dijo que yo escribía a tientas, y con un poco de pesar, pero sin duda, me reconocí en ello, me reconocí dando pasos tímidos que van sorteando el miedo, a veces inmóvil y evitativa por no saber qué sería de mi escritura, por no saber si sería auténtica. A veces este miedo aun surge y cuestiono si las palabras que escribo están encarnadas, si son originales. En otros momentos me tranquilizo y pienso en unas palabras de Paloma (una bella artista), “hay procesos que se cocinan a fuego lento” y pienso que yo me encuentro cocinando, y cocinando con otras incluso hoy mismo. Es en este vaivén en mi sentir, en el que me han tocado las palabras de este número, en esa duda que a veces me asalta y me inquieta, en la pregunta de cómo hacer para escribir a partir de mí, cómo hacer algo que se convierta en política. En realidad, más importante, la pregunta por mi posibilidad de ser madre, de ser mujer capaz de concebir cuerpos sin coito y conceptos sin falo.
Bárbara comenta que para esta tarea es preciso dar un salto de sentido, un salto de espaldas y sin ojos que parece al vacío pero que no lo es, porque se tiene la confianza de tener a la madre atrás. Yo me pienso en ese salto que se anida en la confianza en la política de las mujeres. Un salto primero de brindarle autoridad a mi madre, quien me ha dado el don de la vida y me ha hecho crecer con su enorme potencia. Y en ese salto en el que no hay vuelta atrás -como dice María Milagros- me doy cuenta de que habito relaciones con muchas otras mujeres que también son madres, como mis amigas y mi abuela, que se encuentran en su armonía materna. Mujeres con las que creamos, que me brindan la confianza sostenida en las relaciones de disparidad que hemos construido, en la brecha que dejamos ser, permitiéndome así otros saltos y a ellas también. Me refiero a que aun cuando he tenido miedo de hacer algo que deseo o necesito, por difícil que sea, tener a mi madre y otras mujeres con su medida me ha permitido dar el salto en cada momento, para volver a estudiar, para viajar a otro país o para atreverme a crear poemas, ahí el salto, teniendo la confianza sostenida en su política.
La confianza me parece circular entre mujeres que autorizan: mientras reconozco autoridad en mi madre y me dejo guiar por su medida, veo en ella una confianza sólida en más de un aspecto, ella confía en mis caminos, decisiones y capacidades, pero más allá de eso, confía y ve grandeza en mí, que soy su propia obra. Ella me reconoce como madre también, mujer capaz de crear desde la autenticidad de su sentir. Y lo veo y lo siento, en momentos en los que se deja guiar, en los que me pide opinión o se deja impactar por mis puntos de vista, incluso cuando estos fuesen muy diferentes de los suyos. Ella -refiriéndose a sus hijas- habitualmente dice “he aprendido a mirar la vida desde sus ojos”, de esta forma reconozco a mi madre, una mujer que hace política de las mujeres, con la que mantengo una relación de disparidad que nos nutre mutuamente y nos hace crecer.
Así, mientras yo me descubro en la poesía, mientras encuentro mis palabras para reconocerme madre, parece para ella y para mi abuela algo conocido, algo que adivinaron o que sabían de mí aun cuando yo era pequeña y que ahora que estoy en ese camino, esperan a que esté lista para hacer algo más grande con eso.
La posibilidad de creación se anida en esa política de las mujeres, porque la brecha que se genera en la apertura me permite ser en relación, me pongo toda yo y me encuentro con otra, y en esa disparidad, se hace espacio para que emerjan mis palabras, para que emerja lo que se siente, la verdad, porque ella se revela sólo en aguas fértiles -como dice Barbara-. Vivo esa brecha toda yo con mi cuerpo incluido, procuro habitarlo y hacerlo productor de significante, y para ello, debo tener apertura a la escucha, poder incluso estar en presencia de la verdad, aun cuando pueda ser difícil.
Mi cuerpo siempre dice, soy yo quien alguna vez he estado ausente, quien no me he dado cuenta por no hacerle espacio a la verdad. Hace un tiempo que reconozco con mayor facilidad la verdad de mis entrañas, que ha funcionado para mí como una revelación, porque existe un destiempo en el que el cuerpo siente y expresa, y luego me muestra cosas de las que a veces aun no me he percatado. Supongo, porque el hacer espacio es un ejercicio de encarnación que merece práctica y aire para hacerse costumbre, pero me parecen la antesala para las palabras originales de la creación.
Hace un tiempo se coló el mal en la relación con una mujer con la que habitualmente compartía en grupo. Al inicio, yo tenía una pequeña incomodidad que parecía nadie más sentir y en un viaje en el que compartimos más comencé a sentirme rara e inadecuada, como incómoda en mi propia piel, mientras intentaba seguir el ritmo y la dinámica del grupo. Al llegar de vuelta a mi casa me sentía triste y errática, sentía que no había conectado siendo yo, como que mis palabras estaban demás y no encontraban interlocutora. Pronto y en la compañía de una amiga puse palabras y vi el mal, me había sentido inadecuada porque realmente mis palabras no tenían asidero y se volvieron extrañas. Mi entraña lo sabía, de alguna forma mi cuerpo estaba haciendo un movimiento hacia adentro mientras otra parte de mi seguía afuera, ¿cómo iban a ser verdaderas mis palabras? Si bien reconozco ese pequeño destiempo en una escucha no inmediata, reconozco también autenticidad suficiente en esa profundidad que me tiraba hacia adentro, haciéndome imposible la adaptación donde hay mal, donde ya no hay placer, y es que el amor y la armonía materna tienden a la verdad y al bien. Luego de comenzar a cerrar aguas e intimidades solo la vi un par de veces, momentos en los que me era difícil conversar o expresar puntos de vista porque no me salían natural y habitualmente optaba por el silencio, de todas formas lo prefería, pues mi cuerpo ya no estaba dispuesto y encontré en ese momento autenticidad en el silencio.
Veo mejor cuando hago espacio a mi sentir y confío en él, cuando escucho me dejo guiar por sus sensaciones aun sin haber encontrado las palabras para entenderlas, pero con la certeza de que estarán agarradas dentro de mí, encarnadas. Mi sentir en el cuerpo me guía por caminos placenteros y asertivos y me aleja del mal, lo vivo como una revelación de lo que a veces no capto en lo inmediato en mi relación con el afuera, confío que mi sentir es verdad y de ahí hago medida del mundo. Así que procuro alimentarlo y ponerlo en relación, darle aire para que emerja, hacer de mi cuerpo casa, aposento y morada (palabras que dijo Teresa Del Jesús y nombradas por María Milagros) y espero siempre que mi casa sea un lugar limpio, placentero y cuidado, porque es donde vivo, donde habito la experiencia toda yo.
Para mantener mi casa limpia, para poder hacer de mi cuerpo una morada placentera y creadora de significado, necesito estar en presencia de la verdad, incluso cuando hay dolor. Laura Minguzzi dijo que hacía falta asumirlo y transformarlo en lenguaje para redimirlo y darle un nuevo sentido. Ahí encuentro una posibilidad de creación, una que me conecte de nuevo con el placer.
Me sentí en esta situación hace unas semanas cuando acompañé al aeropuerto a mi familia, quienes vinieron a verme desde Chile. Las vacaciones se habían ido complicando porque nos enfermamos de covid, así que desde la mitad de nuestro viaje yo estaba más resolviendo que sintiendo. En el bus de vuelta a casa inició una sensación que duró días y que aún me es difícil describir: me sentí en pausa, como afuera y adentro, presencia y ausencia a la vez, mi contacto con el exterior era diferente. En casa, me sentí como en silencio-pausa, incluso en otro ritmo, en otro plano, me sentí en medio, así que no atiné a nada más que sentarme en la cama y hacerle un espacio. Quizá me sumergí profunda, yo no controlaba, sólo sentía, estaba quieta como en una receptividad activa, contemplativa, habitándome en una sensación de dos a la vez, cercalejos quizá. Y en ese dejarme inundar emergieron palabras, palabras sueltas como imágenes pero que sentía con el cuerpo, sentía inundarme, y las palabras se fueron hilvanando de a poco, transformándose de pronto en palabras que puse en papel, en una escritura que me dio cobijo y que sentí me ayudaron a iniciar la redención de ese sentir que me venía desde dentro profundo. ¬
Luego de esa experiencia que aún no puedo describir completamente y en estos días en los que se ha ido encontrando mi práctica de escuchar lo que se siente con las palabras de la revista, me he sentido envuelta como en un aura místico, he tenido pequeños momentos que me evocan la encarnación, momentos cotidianos en los que parezco como conectada a algo más profundo, conversaciones en las que se siente el peso que tienen las palabras o el encuentro con mi cuerpo en el espejo, momentos en los que siento esa evocación, como con una sensación de captar o vivir el cotidiano desde otro lugar, uno que se anuda con un sentir en el cuerpo.
He pensado que el sentir de la entraña se encuentra adentro pero vivo, pues interactúa con el afuera en momentos cotidianos y sutiles que una puede captar. Imagino que funciona como uniendo dos cabos en uno, anudándose en la experiencia que luego puedo leer y vivir habiendo estado presente. Creo que mi posibilidad de ser madre se encuentra ahí, de mantenerme presente, sensible, y de confiar en la entraña, de darle espacio para que emerja y permitirle ser guía. Así, mis palabras se encuentren encarnadas, para estar presente toda yo en ese hilvanar la experiencia. Para ello me siento en el ejercicio constante del vaivén… ondeante, que estando en la orilla se recoge a las profundidades para tomar fuerza original con la que una vez más vuelve a la orilla.
Así, las palabras de la revista me han dado palabras que me llevo puestas en ese vaivén, me doy cuenta de que soy madre porque habito feliz en la genealogía materna y femenina, porque cuando dejo espacio en mi sentir, mi palabra se encarna y es origen. Origen porque reconozco el mío, porque sé que tengo a la madre atrás, porque ella siempre viene antes y se mantiene en una genealogía materna, reconociéndome como madre también. Me doy cuenta de que puedo crear cuerpos y conceptos sin falo porque confío y he dado este salto, porque para mí… la era de la perla ha comenzado.

Universitat de Barcelona
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