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Texts de l'Era de la Perla

Presentació de la Revista DUODA

Revista DUODA 57 Palabras para celebrar

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CARO NARVÁEZ MARTÍNEZ

Revista DUODA 57 Palabras para celebrar

El 20 de febrero de 2020 a las 19:00 horas, en la Librería “Pròleg” presentaron el número 57 de la revista “DUODA. Estudios de la Diferencia Sexual”, Isabel Ribera Domene, Pilar Babi Rourera y Caro Narváez Martínez. Este número, que tiene como tema monográfico “El cuerpo se confiesa: el incesto”, recoge las ponencias y coloquios del XIV Diálogo Magistral y del XXX Seminario público Internacional celebrado los días 10 y 11 de mayo de 2019.

Ofrecemos aquí el texto de Caro Narváez Martínez

Palabras para celebrar

Muchas veces cuando camino y veo pasar a mi lado tantas personas me pregunto sobre las marcas que llevan consigo. Marcas por llamar de alguna manera a sus historias y sus recorridos emocionales, marcas por decir los relatos que desde el alma se construyen respecto a los acontecimientos que dejan algo en las texturas del pensamiento y del cuerpo. A veces me pregunto si algo les duele o si en secreto llevan el apellido de una enfermedad desconocida o de un sueño irrealizable, en muchas ocasiones he terminado por pensar, mientras llego a cualquier lugar, que el secreto organiza el mundo.

El pasado es un lugar a veces inhóspito, a donde a las historiadoras nos gusta regresar una y otra vez usando diferentes vehículos para su recorrido; en parte, cada una lleva una historiadora dentro, sobre todo, cuando algo te llama a regresar para ser descifrado. Pero ¿de qué manera captar una imagen que se vuelve casi cinematográfica donde una niña se escabulle? Una niña que sí soy yo y no soy yo. Una niña que reconoce la ternura y que de ella bebe para medianamente organizarse en un mundo hostil. Aquella ternura que puede fragilizar pero que con los años se ha convertido en una fortaleza incalculable para mí.

¿De qué estamos hechas? ¿De qué estoy hecha, si pese a cualquier acontecimiento telúrico la llama dentro de mí sigue ardiendo? ¿De qué estoy hecha, cuando, con mis ojos de adulta, regreso para ver una casa de hondas ausencias y hallo también ahí el refugio absoluto de mis pasos? ¿Qué pasa cuando un territorio amenazante es también un refugio? ¿Qué ocurre cuando a las puertas que separan la casa de la calle no parecen servirles los cerrojos y las ventanas parecen más grandes y más abiertas de lo que siempre pensé? Parece como si fugas luminosas acontecieran, como si todos los ojos de afuera pudieran ver el interior de este lugar, como si las cortinas, persianas y vidrios gruesos no impidieran que la gente, al pasar por enfrente de casa, lo viera todo. La total exposición, cuando lo que más se ama es la impenetrabilidad de la casa materna, la protección de un cuerpo más grande que te procura un calor con olor a su perfume, a su vestido, un tono de voz que indica que es hora de dormir y de despertar y unos pechos que son yo misma y mi madre al mismo tiempo.

La Revista número 57 de DUODA El cuerpo se confiesa. El incesto, es un diálogo de calidad y de intimo contenido político en el que he podido recibir e incluir en mi vivencia la poesía como herramienta para decirme, para decir lo que he hablado en varias ocasiones pero que tal vez no ha encontrado la sincronía de las palabras y el tacto. Creo que por primera vez escucho algo con tal nitidez referido al incesto; pareciera que algo que espanta tanto no tuviera siquiera derecho de ser narrado con palabras, que más que aminorar el alma, la engrandecen; retirar del centro a quienes nos lastiman es un salto cuántico que pone el centro en todos lados donde estamos las mujeres.

La enfermedad, la mayoría de veces, es interpretada como pena o como condenación. ¿Cómo de algo tan estremecedor podemos hacer poesía? ¿Cómo el dolor puede ser trasmutado para la glorificación de la fuerza interior y cómo éste puede ser inspiración para la resignificación de nuestra oscuridad y la magnificación de nuestra creatividad? La Revista de DUODA da señuelos para transitar este camino al poner a mi madre frente a mí sin ningún tipo de contrato social patriarcal; la observo no como una víctima más que de repente puede ser malévola y drástica sino como la acompañante de mi viaje, la hacedora imperfecta de dos vidas; la suya y la mía.

Pero la imperfección perfecta que acompañó mi crianza es la que me ayudó a crecer, la que al fin de cuentas forjó a la mujer que soy. Y también es cierto que la intromisión de un hombre en la relación con mi madre hace parte de todo esto. Por ejemplo, papá había muerto, éramos solo mi hermano, ella y yo, mi mamá ya no solo era la que nos cuidaba, sino que era la responsable de absolutamente todo en casa, la que regulaba tanto lo económico como lo emocional; era ella el gobierno del todo; mi padre sólo pudo ser reemplazado por su ausencia, por su vacío. Mientras ella era todo para mi hermano y para mí, la familia extensa nos veía chuecos, cojos. El respeto por mi madre implicaba el respeto por su casa y por sus dos hijos, pero no existía tal respeto, ella era mirada como una viuda, como una mujer en falta. Es esta idea la que permitió que aquel hombre entrara en casa… A los ojos de algunas personas la niña Caro y el niño Jorge estaban desprotegidos porque el hombre de la casa había fallecido. Y me pregunto sobre la estructura de las familias y cómo, frente a un hombre devorador, solo un hombre convertido en Padre protector sería el único capaz de defenderme, de defendernos. Y me hallo de nuevo frente a un binomio recurrente: un hombre que protege, frente a un hombre que devora o un hombre que protege de un hombre que devora. Aquel devorador solo podía haber sido detenido por el hombre que daba estructura, como si las relaciones fueran una absoluta negociación entre hombres.

Viene a mí el uso del cuerpo de las mujeres como arma de guerra en países en conflictos políticos armados.

Algo se había entrometido en nuestro amor. Pero la arremetida de entrometidos es permanente y sé, por lo vivido en mi alma, que despertar a esta conciencia que capta a esa mujer que es mi madre, bajo la única mediación posible, yo misma, me ha permitido forjar un yo en relación con la grandeza de lo femenino, un yo posible sin la conducción de las leyes de los hombres. Este transcurrir ha sido posible gracias al gran descubrimiento que hice del pensamiento libre de las mujeres, de la relación tejida entre la escuela, los sentimientos y la acción reciproca de mujeres que han poetizado, en ideas y letras, el dolor, la creatividad y las infinitas formas de vivir.

Ahora bien, mi grandeza está presente cuando me observo consciente de un pasado en el que no participé como constructora y que para mi gloria está conmigo y lo digo así porque cansada de descifrarme o narrarme como a la que le robaron o expropiaron, he encontrado más luminosidad en un relato que me implica como una portadora de experiencias y por tanto como una receptora de visiones. Esa mujer de visiones es la que existe en el antes, el antes de enfermar y el antes del miedo, en ese antes estoy yo; sagradamente sana y auténticamente libre. Así que, siempre que puedo, emprendo mi viaje a ese antes donde no existen restricciones para experimentar el placer de una existencia simple, en la que aprendo del bullicioso silencioso de un árbol y del misterio encantador de una flor que crece al lado de la carretera o en medio del asfalto. Vuelvo a ese ser infinito en el que habita una escritora que cree en lo que escribe, vuelvo a ese ser infinito que me hace sentir como un animal en la selva y una gota de agua en el mar. Vuelvo no porque sea mi refugio sino porque es la realidad más próxima a mi alma, porque ahí ¿qué valor tienen los devoradores?

Me queda agradecer a las mujeres que han forjado estos otros caminos, agradecer la transformación de la pena honda en un volcán de contundentes convicciones; la oportunidad de estar aquí se trenza con el cariño nítido que ha crecido por las mujeres que hacen parte de DUODA y especialmente por mi gran maestra María Milagros Rivera, un faro autentico que permanentemente observo y escucho. Fue ella quien me pidió hacer este escrito, con sorpresa reaccioné contestándole: y … ¿De qué puedo hablar? A lo que ella respondió: “habla de eso que me has contado sobre la casa materna y lo ambiguo de sentir refugio y miedo en ella”. Resultado de eso, estos trazos de mí en los que de alguna manera también habitan ustedes.

Universitat de Barcelona
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