Texts de l'Era de la Perla
La violència de tants homes vers les dones
MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS
La batalla por la masculinidad en la guerra de Siria
Como mujer, me molesta que hablen de las mujeres y de la infancia como las principales víctimas de la guerra de Siria. Me molesta en particular que lo hagan hombres bienpensantes (unicef, ong’s, periodistas solidarios, etc.), porque me siento usada como escudo para no acercarse ellos al precipicio que cada vez se les acerca más y que consiste en atreverse a reconocer y decir que los guerreros son hombres y que la guerra es un campo de batalla en el que se está dirimiendo hoy el sentido de la masculinidad. Además, me molesta eso de “los refugiados tienen rostro de mujer” porque el ser presentada como víctima puede llevarme a sentir vergüenza de ser una mujer.
Los guerreros son hombres precisamente porque hay ahora entre ellos algunas mujeres: ellas son hoy necesarias para autorizar lo que ya no es admisible ante la mayoría de las mujeres y bastantes hombres del mundo entero, un mundo que lleva casi un siglo diciendo abiertamente No a la guerra. Hoy ellas tienen que ir como soldados y comandantes, no como mujeres prostituidas, porque la guerra, para seguir, necesita ser justificada por las mujeres, que somos las que creamos y recreamos la vida y las relaciones que la guerra destruye.
La masculinidad patriarcal, lo que queda de ella escondido en los rincones del espíritu de tantos hombres, incluidos los no patriarcales, sigue refugiada en la guerra para no desaparecer. Pero esto no se dice en las noticias y, por ello, la guerra de Siria resulta un suceso confuso y casi incomprensible. Antes, en el siglo XX, bastaban las interpretaciones basadas en los intereses socioeconómicos de unos y de otros. Ahora ya no, aunque estos intereses sigan estando ahí. Ha habido, entretanto, un cambio fundamental en la política sexual global, un cambio de sentido que es, en cuanto tal, del orden simbólico. Y es un cambio relativo a la masculinidad.
Hoy 15 de marzo de 2017 se cumplen seis años de los disturbios cuya violentísima represión interna dio inicio a la guerra de Siria. Entre sus resultados se cuentan unas 470.000 mujeres y hombres muertos, unos 12 millones de niños, hombres, mujeres y niñas refugiadas o desplazadas, un número indeterminado de criaturas humanas desaparecidas, y la presencia estremecedora y constante de la tortura, el hambre, la calamidad y la desdicha. Cada víctima de la guerra tenía o tiene una madre que le dio el cuerpo y la palabra sin otro interés que el de que viviera y conociera la alegría de vivir.
Los hombres que han hecho o contribuido a hacer esto, los que lo justifican más o menos veladamente diciendo que es guerra contra el terrorismo, son los machistas que no quieren desprenderse de la masculinidad patriarcal. Son los que, en esta guerra, han ganado la batalla por la masculinidad. Hay otros que la han perdido, principalmente Barack Obama y quienes sienten como él. Si bien la victoria simbólica, la victoria de sentido, es indiscutiblemente suya. En su discurso de despedida de la Casa Blanca el pasado mes de enero, Obama dijo: Un dólar gastado en desarrollo es mejor que un dólar gastado en la guerra. Por eso, afortunadamente, hoy no están los Estados Unidos de América entre los países (Rusia, Irán, Turquía) que se reparten los contratos que llaman de reconstrucción de Siria. Como si la vida humana se pudiera reconstruir.
Alguien puede objetar: “se meterán”. Pero no. Quien así reacciona, es que no puede desprenderse del patriarcado en él.
15/03/2017
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