Texts de l'Era de la Perla
Omplint el món d'altres paraules
LIA CIGARINI
Una revolució simbólica que canvia la civilització
El 4 de octubre de 2019 a las 19 horas, en La Cuina de La Bonne (Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison), presentaron el número 56 de la revista “DUODA. Estudios de la Diferencia Sexual” y el “SOTTOSOPRA 2018. Cambio de civilización”, de la Librería de mujeres de Milán, en ella traducido, Isabel Ribera Domene, María-Milagros Rivera Garretas, Lia Cigarini y Luz Marina Gil Vanegas, que leyó el texto de Alessandra Bocchetti Las otras. Monólogo contra la prostitución. Ofrecemos aquí el texto de Lia Cigarini, que en parte respondía a estas tres preguntas:
En tu artículo dentro del Sottosopra hablas de La batalla por el relato. Dices que en el movimiento MeToo lo fascinante, lo importante, ha sido que ha vencido la autoridad sobre el poder, cosa que hasta entonces no pasaba. Hemos ganado la batalla por el relato en el acoso y en el abuso sexual en los ámbitos de la creatividad, de las artes, lo que hace diez años parecía imposible. La hemos ganado porque muchas mujeres se han sentido autorizadas para hablar de su experiencia de abuso, han sido creídas sin más pruebas y esto ha dividido al mundo masculino en dos. Como si los hombres se hubieran dado cuenta de que había llegado el momento de salvar la propia heterosexualidad sacrificando los abusos y el acoso sexual.
Dices, y es verdad, que esto no está pasando en el resto de la batalla por lo simbólico: no pasa en el trabajo, no pasa en la política del poder y no pasa en el mundo intelectual, donde lo que yo llamo “la violencia hermenéutica” sigue siendo insoportable.
1) ¿Ves indicios, datos de realidad, de que esto esté cambiando en el trabajo, en el poder, en la universidad?
2) ¿Hay mecanismos ahí que no responden al contrato sexual, en principio terminado con el final del patriarcado, o todo (trabajo, poder, universidad) está tan vinculado con el contrato sexual como el acoso y los abusos sexuales?
3) ¿Sirven en el trabajo, en el poder, en la universidad, los mecanismos de actuación que han tenido éxito en el MeToo? ¿Seremos creídas si conseguimos hablar y contar con voces autorizadas equivalente a la de Meryl Streep.
Doy las gracias a Duoda por la invitación y la posibilidad de discutir el Sottosopra-Cambio de civilización con los grupos feministas de Barcelona con los que desde hace tantos años estamos en relación las de la Librería de mujeres de Milán.
Digo como premisa que contar el feminismo es difícil. Se da de modos imprevistos. Es así porque lo simbólico tiene modalidades distintas de las de la política corriente. Ocurre que el gran acontecimiento de cincuenta años atrás, que fue la separación de los hombres para hablar de una, de sí, se vuelva a presentar después de cincuenta años en el MeToo con más fuerza y alcance.
Este Sottosopra es distinto de todos los publicados antes: es un intento, eficaz, en mi opinión, de conectar el pensamiento y la práctica de la diferencia sexual con la realidad que cambia. O sea, con los problemas de un planteamiento de la política de las mujeres en el presente.
Por eso, a diferencia de los demás Sottosopra, este último ha sido escrito por mujeres individuales apasionadas por los temas que discute todo el movimiento de las mujeres, diría que en toda Italia, que son el MeToo, la maternidad subrogada, la prostitución. Y menos presente en los medios de comunicación pero con cambios significativos, el trabajo. Hoy añadiría la crisis mortal de la política masculina.
Yo he sentido la necesidad y el entusiasmo de escribir sobre el MeToo por dos razones: la primera es que las actrices de Hollywood que denunciaron a Weinstein fueron creídas sobre su palabra, en contra de todas las reglas del derecho. Está claro que habitualmente hace falta un proceso y aportar pruebas; la segunda es que el auténtico movimiento MeToo que implicó a miles de mujeres en los Estados Unidos, ha implicado también a muchísimas mujeres de otros países, también patriarcales. Demostrando así que el feminismo es un movimiento internacional con una lengua común.
Es decir, después y atravesando cincuenta años de trabajo político tanto práctico como teórico, el movimiento MeToo ha llegado para romper el pacto entre hombres que regulaba su acceso sexual al cuerpo de las mujeres. Hoy la mayoría de los hombres tiende a condenar, y lo dice públicamente, los abusos sexuales, el acoso, la violencia contra las mujeres. Por eso me pregunto: ¿conseguirán los hombres, finalmente, hacer cuentas con su diferencia sexual? ¿Lograrán aceptarla, reconocer su parcialidad?
Lo que me ha impresionado más es la actitud de los medios de comunicación, que han hablado de un giro que hace época. Esto significa que con el MeToo ha sido finalmente ganada la batalla del relato femenino de la violencia sexual sobre el masculino: batalla que puede hacer de cambio de vertiente en la historia del feminismo. De golpe, la opinión pública ha cambiado de orientación. El ¡basta! con el acoso, los abusos sexuales y la violencia, dicho por las mujeres, lo ha hecho suyo la mayor parte de la opinión pública.
Puedo testimoniarlo yo. Un día estaba en un bar con una televisión encendida que hablaba de un caso horrible de feminicidio sucedido en Nápoles. Se trataba de una mujer a la que su exmarido había tirado por la ventana de un piso alto del edificio en el que vivía. En la sala había casi exclusivamente hombres que hablaban de fútbol. Se hizo el silencio y después se elevó un rumor de condena y de rechazo del asesino. Naturalmente, violentos y asesinos de las mujeres que los abandonan seguirá habiendo. No obstante, se puede decir que hemos aprendido algo (en lo que hay que profundizar) que nos puede ayudar en el trabajo político: es que las mujeres invisibles o poco visibles de la historia eran necesarias, en cualquier caso, para el sentirse de la virilidad y –diría- de lo universal.
Pero hay más: ha sido publicado en Italia un librito del sociólogo y filósofo de la política Marcel Gauchet, que había salido antes en la revista francesa “Le dèbat”, titulado El final del dominio masculino. El texto empieza así: “el acontecimiento no es de poca monta. Más bien, es de tal enormidad que suscita incredulidad: en general, una cosa así no puede suceder. Y, sin embargo, es así: estamos asistiendo al final del dominio masculino.” Excelente, diría, el comienzo con el que Gauchet registra el cambio que está ocurriendo. Pero recuerdo que el final del patriarcado fue enunciado por un Sottosopra de enero de 1996. Más de veinte años les ha costado a los hombres el percibirlo.
Destaco, sin embargo, una cosa: que el movimiento MeToo tiene su origen y su campo de acción en el conflicto sexual con los hombres para poner a debate precisamente
el contrato sexual que está debajo del contrato social (Carole Pateman). Y aquí el ¡basta! de las mujeres ha dado un corte que ha producido un desplazamientto político mundial: la inviolabilidad del cuerpo de las mujeres se ha convertido en la base de toda posible civilización.
Y por eso me pregunto si, en realidad, no es este y solo este el espacio propio de la lucha del feminismo. Que ha sido un relacionarse entre mujeres para entrar en el mundo. Para contar la propia experiencia, también la más íntima. De descubrir el propio cuerpo, sus síntomas, la propia sexualidad, su diferencia de la masculina.
Hoy, sin embargo, las mujeres, al menos en Occidente, están muy presentes en el trabajo fuera de casa y en la política. Más bien, Occidente se vanagloria del hecho de que las mujeres se hayan incorporado al igual que los hombres al mundo del trabajo y de la política. Es como su distintivo de gloria. A cambio, sin embargo, de que ellas se atengan a las formas dadas de la organización del trabajo y de la política. Entonces ¿cuál es el nexo con la revolución que se está dando en las relaciones sexuales?
El problema está en que las mujeres son absorbidas por los modos masculinos de trabajar; y luego en la política tienden, quitando alguna excepción tipo Angela Merkel, a seguir los modos de gestión del poder de los hombres. Parecen quedarse intimidadas ante el modo masculino de organizar el trabajo, la economía y la política.
La autonomía de las mujeres se ve, en cambio, en el arte, en la filosofía, en la poesía, en la narrativa, etc.
Ahí, la libertad femenina es puesta en palabras, en signos, por las escritoras, por las poetas y por las artistas.
Hoy pienso que a consecuencia de la gran exposición pública de las mujeres en el trabajo fuera de casa y en la política, se ha producido una contradicción imprevisible: las mujeres están en movimiento, y ganan cada vez más espacios de autonomía y libertad, mientras que los hombres están menos escolarizados y, a causa de la crisis de la industria, pierden puestos de trabajo. Por decirlo brevemente: a las mujeres les van bien las cosas y a los hombres, no. También, porque la política masculina está inmersa en una crisis devastadora, con desplazamientos electorales cada vez más sorprendentes. Y consiguen votos movimientos y partidos protofascistas que alimentan el miedo a lo distinto, la invasión de inmigrantes, entre el electorado popular que en otro tiempo votaba a la izquierda.
Por otro lado, la llamada izquierda no tiene ideas ni prácticas políticas adecuadas y, por tanto, tiende a extinguirse. En cambio, la política de las mujeres sabe, por la práctica de la autoconciencia y del inconsciente, que quien tiene miedo no es capaz de salir en solitario del miedo. Hay que escucharlo y hacerle hablar. No digo contactarles uno a uno sino al menos en grupos de tamaño que permita un intercambio verdadero. Sin limitarse a las manifestaciones contra el racismo y decir que hay que acogerlos a todos. La práctica de la diferencia sexual sabe otra cosa: sabe que la crisis de la política se debe en gran parte al final de las culturas separadas, autónomas y conflictivas como la de la clase obrera, la católica, la socialista y comunista, y lo sabe porque ha contribuido a deconstruirlas juzgándolas opresoras en tanto que dominadas por el totalitarismo del falo. Hay una única cultura separada, viva e internacional: la de la diferencia sexual. Por tanto, es necesario un nuevo inicio, porque las circunstancias que nos rodean han cambiado. ¿Cómo? Hemos empezado a discutirlo en la Librería: se trata de encontrar una forma política que consiga mantener unidas la verdad subjetiva de cada una/uno y la interlocución con mujeres y hombres de fuera del movimiento feminista que, no obstante, den señales de una toma de conciencia de que para un cambio hacen falta otras formas de la política. Es necesario, por tanto, un relanzamiento de nuestra práctica política, porque “existe la posibilidad de producir un incremento simbólico [de la importancia de la singularidad] de esa invención: preguntarse cómo esa invención puede ser retomada como ejemplo y, por tanto, nutrir una trama más amplia que afecte a otros contextos más o menos próximos al de partida” (Riccardo Fanciullacci – La carta coperta – L’inconscio nelle pratiche femministe).
Así llego a las preguntas que me ha hecho Milagros Rivera, a las que en parte creo que he respondido ya.
Trataré aquí en la introducción de la cuestión de la autoridad, o sea, la tercera pregunta. Dejo para el debate las respuestas a la primera y la segunda, muy importantes porque se refieren a cambios concretos.
Pienso que la autoridad con la que hablaron las actrices junto a Meryl Streep, muchísimas de nosotras la hemos interiorizado, también las más atemorizadas por el narcisismo masculino.
Pienso, no obstante, que no podemos hacer de ello un dispositivo que aplicar a todas las situaciones y proyectos. Los movimientos profundos son reconstruidos con posterioridad. Por ejemplo, aquellos pocos y pequeños grupos de mujeres que aparecieron en la segunda parte de los años sesenta no sabían que pocos años después el feminismo se convertiría en un gran movimiento internacional. Os garantizo que no éramos conscientes. Incluso, por lo que se refiere a mi grupo DEMAU (Demistificazione autoritarismo patriarcale, 1966, Demistificación autoritarismo patriarcal), el grupo se redujo de diez a tres mujeres porque la mayor parte del grupo entró en el movimiento del 68.
Hoy, en una situación económica y política gobernada desde lo alto (Multinacionales, Europa, Estados Unidos), tienes que poner en juego iniciativas libres (provocaciones, transgresiones, etc.). La libertad femenina haces que suceda mediante el pensamiento, la escritura y las obras.
Como anciana, puedo dar a las más jóvenes un único consejo para no dejarse intimidar ni en el trabajo ni en la política: que seáis siempre al menos dos; y todavía mejor, tres, cuatro o cinco.
En cuanto a la primera y la segunda pregunta, respondo: ¡Sí! Hoy, al menos en los países occidentales, las mujeres no solo están presentes en el trabajo fuera de casa y en la política sino que están obteniendo puestos de responsabilidad. Por ejemplo –hablo de Italia pero creo que es así también en España– son mayoría en la magistratura y judicatura, en la sanidad y en la enseñanza. Además, y parece casi increíble, son mujeres la mayoría de los gobernadores que representan al Estado en las distintas provincias de Italia (la gobernadora de Milán ha pasado a ser ministra del Interior). Naturalmente, son mayoría donde se hace carrera por oposición. Muchas menos en la empresa privada donde las promociones son por designación. Son solo el 45% en las universidades, con poquísimas rectoras, a pesar de que son mayoría en el Grado y en el doctorado, porque aunque formalmente haya oposiciones o concursos, en realidad lo que está en vigor es la cooptación. Y la tendencia de los hombres es a designar a hombres.
Hasta aquí es un discurso cuantitativo no decisivo, que más bien acaba reforzando la paridad de género en vez de la diferencia.
Pasemos ahora a lo cualitativo. Es sabido que en el trabajo históricamente los hombres han negociado el dinero (o sea, tienen una concepción salarista); en cambio, las mujeres negocian el tiempo, no solo porque tengan que cuidar de sus hijas e hijos sino también por cuidarse ellas y sus relaciones. Ocurre que en Italia, en los últimos años, se ha dado, sobre todo en las grandes y medianas empresas, en la banca y en el empleo público, una aceleración por parte de las trabajadoras y los trabajadores de la facultad de gestionar su tiempo sin la obligación de presencia en el lugar de trabajo. Esta lucha la han hecho las mujeres y naturalmente la aprovechan también los hombres. Contesto, por tanto, sí a la pregunta de Milagros: se están poniendo en discusión también los mecanismos y los paradigmas cognitivos que no responden directamente al contrato sexual.
Además, en Milán, ha nacido un encuentro permanente entre sindicalistas y managers, que habitualmente son adversarios en la negociación. Se están buscando así relaciones entre dependientes y dirigentes menos rígidas y, sobre todo, más atentas a los intereses y a los deseos femeninos. En cuanto escriban su experiencia creo que se difundirá a otras ciudades.
Siempre en Milán, en la política, la campaña electoral que se hizo hace dos años para la elección del alcalde actual, se abrió con una iniciativa de tres concejalas del Ayuntamiento anterior, que era también de centro-izquierda, cuyo título era Tres mujeres en relación entre ellas – modelo Milán. En una sala repleta explicaron lo que habían hecho como concejalas. Era un modo nuevo de proponer el programa que tendría que ejecutar proyectos ya programados por el Ayuntamiento anterior y otros nuevos.
Finalmente, siempre por impulso de una concejala del Ayuntamiento, el 19/08/2019 hubo una deliberación en la Junta municipal de Milán que afrontó el problema de sexuar todas las palabras que definían cargos en la ciudad: por ejemplo, la alcaldesa, la concejala, etc. Vieja batalla que no era puntualmente observada. Pero es interesante la motivación que consta en acta: “se lleva a cabo un cambio real, concreto, solo si se cambian las palabras”: finalmente han comprendido la necesidad de lo simbólico”.
(Traducción del italiano de María-Milagros Rivera Garretas)
Coloquio con Lia Cigarini
Susanna Pruna: Muchas gracias por tus palabras. Mi pregunta, por algo que me ha pasado precisamente estos días: has dicho que la mujer es libre en la palabra, en la creación, y yo te pregunto: si aquí te sientes libre, cómo poderlo llevar a la institución, si trabajas en ella, cómo no sentir esa intimidación.
Lia Cigarini: Naturalmente cuentan mucho los contextos. También la paciencia. Pongo siempre el ejemplo de que ha hecho falta medio siglo, cuincuenta años, para que al menos el contrato sexual que sostenía el contrato social, las constituciones, todo, saltara. Esta es la premisa. O sea que hay que tener paciencia, ir probando. Se minusvalora la posibilidad, que ahora existe, de que en las instituciones haya mujeres, y algún hombre, que tienen conciencia del cambio de las relaciones entre los sexos y de la importancia de las mujeres. Ningún hombre diría hoy, por el solo hecho de que es un hombre, “yo soy superior a una mujer”. Todo el mundo se reiría. Se minusvalora la interlocución con, en primer lugar, las mujeres que están en las instituciones. La apuesta que hay que hacer es que esa toma de conciencia desborde el feminismo; que haya más mujeres y algún hombre que tomen conciencia de que ha terminado el dominio masculino: intentar entrar en diálogo primero con las mujeres que están en las instituciones. Nosotras hemos comprobado en el trabajo que algunas concejalas del ayuntamiento no se declaraban feministas pero habían tomado conciencia. Organizaron un gran encuentro en la campaña electoral, el primero para elegir el alcalde actual, titulado “Tres Mujeres en Relación – Modelo Milán”, y hablaron de la experiencia que habían tenido como concejalas trabajando juntas. No están en el movimiento feminista, no se declaran feministas, una quizá sí, las otras no, Hay que entender el contexto en el que estás y luego intentar una interlocución. En el fondo nosotras dijimos que primero había que tomar conciencia, hace cincuenta años era algo imposible, se impuso la necesidad de la situación, ahora el contexto ha cambiado completamente para las más jóvenes. Nosotras, las aquí presentes, encontramos interlocutoras, no hay motivo para pensar que sean muchas. Esta ha sido mi experiencia. Yo era abogada y he visto que entre abogadas superemancipadas pasó lo que nunca habría imaginado: una de ellas, la más importante y conocida, creía que el feminismo era el de la igualdad. Ella, que era más mayor que yo, que había tomado esa posición porque era valiente, competente, etc., no quería ser feminista; pero cuando oyó hablar del feminismo de la diferencia, entonces dijo sí, y nos apoyó: tenía nombre, era una de los diez abogados más importantes de Milán, y nos apoyó con su firma para llevar las causas de separación y divorcio defendiendo a las mujeres. Todas decían: “No, esa es una emancipada, esa odia a las mujeres”, y no era verdad. Estaba la confusión de que ella no quería cuotas ni igualdad, creía que devaluaban su vida, su experiencia. Por tanto, teniendo en cuenta que aquí estamos entre quienes han encontrado la toma de conciencia, pueden encontrar interlocutoras y saber que esto se puede ampliar incluso entre algunos hombres, que están presentes en la Librería y escriben, como Gauchet, Fanciullacci, etc. Siento un cerrarse que asfixia si estamos solo entre feministas. Todo el contexto ha cambiado: yo hablaría de un nuevo inicio, desde la posición de fuerza.
Claudia Brochado: Muchísimas gracias por tus palabras, Lia. Me gustaría aprovechar la oportunidad para saber un poco de ti sobre este proceso que vivimos hoy, a partir de tu larga experiencia de la política de las mujeres, lo que vivimos hoy en muchas partes del mundo, en Brasil, como seguramente todas sabrán, esta movida hacia la derecha, el fascismo, que a la vez viene acompañada de mucha resistencia femenina. Cómo lo ves en este contexto que acabas de decir, de las mujeres en un movimiento mucho más positivo, comparado con los hombres, a la vez esa contra-reacción. Porque una de las críticas que se hacen, que los fascistas, los de derechas, hacen, es justamente sobre la situación femenina, cómo se ve hoy, que les molesta muchísimo. Querría escuchar tu intuición sobre este proceso y dónde lo colocas en el proceso general.
Lia Cigarini: Yo creo que son dos contextos muy distintos. Me gustaría que respondas tú a tu pregunta, porque conozco la situación en Brasil pero por lo poco que de ello dicen los periódicos. Yo he hablado de protofascismo, o sea, esta es una forma nueva, que aparece en Italia, en algunos países europeos: es una forma nueva, no se remiten al fascismo de Mussolini, de Franco. Serán las democracias autoritarias, como la húngara, o la polaca; hay elecciones pero misteriosamente vence esta derecha extrema. Orban fue elegido, y hay que partir de ahí. La situación en Brasil en este sentido, si se hubiera presentado Lula seguramente habría ganado, pero debe haber habido errores, una lectura de la realidad equivocada. Tampoco en Italia leen la realidad como es, insisten en decir, también el papa, “Acojamos a todos”, y esto es no entender el marco, el contexto: acogiéndolos a todos, Salvini podría ganar las elecciones. Se puede decir que en la relación materna, también de las que no tienen hjos, o sea, en el cuidado y la responsabilidad del otro que se asumen las mujeres en esta desorientación masculina que no saben indicar nada, ninguna salida, está la posibilidad de que se esté imponiendo una autoridad femenina. Las mujeres se cuidan de lo vivo, no solo de los hijos sino de las relaciones, y sobre todo parece que estén asumiendo responsabilidades sociales. Pero no basta. Yo digo “relancemos nuestra política” pero no sé qué es lo que hay que hacer exactamente, y menos en Brasil. Eres tú quien nos tienes que decir por qué las mujeres. También en Italia parecen menos propensas, y están muy comprometidas en ocuparse de las personas, de quien no está bien, de que todo siga adelante, se asumen una cierta responsabilidad social, de tipo materno, y es reconocido. Es lo único que es aceptado por esos acosadores de todo tipo, que un poco reconocen lo materno como algo con autoridad. Pero no conozco los detalles del feminismo en Brasil: en qué sentido las mujeres se mueven contra Bolsonaro, o la deforestación.
Gloria Luis: A mí me ha tocado lo que ha dicho Lia sobre, creo, creer nosotras mismas, o yo misma, que tenemos esa fuerza para actuar políticamente y socialmente. Me he encontrado como feminista que en determinados contextos mixtos donde hay mucho hombre, no me lo creo, no me lo acabo de creer, y adopto una actitud de mudez, de casi sumisa, para no crear conflicto. No es una pregunta sino que yo también estoy en el contexto de no creerme mi propia fuerza, mi propa autoridad femenina. Creo que es muy importante que lo hayas dicho.
Laura Mercader: Quería que desarrollaras un poco más lo del hecho de relacionarnos con mujeres que no son feministas. Hoy muchas que tiempo atrás no se hubieran dicho feministas pero hoy por la explosión y la transversalidad del movimiento muchas se dicen feministas aunque después ves que no lo son o no como yo pensaba que tenía que ser una feminista. Puede que ahora el decirse feminista no sea una garantía. Está la paradoja de las que no se dicen feministas y lo son y las que se dicen feministas y no lo son. Es solo una reflexión a partir de lo que has dicho.
Paulina García: Estoy muy agradecida de que se hagan estos eventos. Mi pregunta puntual es: dentro del Derecho, sobre todo nosotras que pertenecemos a la tradición románica, y que está superimbuido del positivismo, qué podemos hacer para traer el simbólico de la madre acá y significarnos desde nuestra rama del conocimiento.
Lia Cigarini: Ha habido un gran congreso en Milán titulado Mater iuris. Había muchas abogadas, profesoras de Derecho de la universidad, muchísimas universitarias de prácticamente todas las universidades italianas, mujeres de 40-50 años presentes verdaderamente en masa. El Derecho tiene una gran fuerza simbólica, de esto no hay duda. Pero el Derecho tiende a tener más que ver con la ley y el poder. No entra nada que tenga que ver con la justicia. La justicia tiene más que ver con la autoridad, simbólicamente. O sea, por encima de los poderes, etc. Por tanto, yo creo por un lado que Mater iuris es querer dar significado al hecho de que las leyes hasta ahora las han hecho los hombres, las constituciones las han escrito ellos, pero que la madre puede ser y es, quizás, fuente del derecho, también ella; y esto a través de la escritura, a través de los congresos de juristas mujeres, que ahora son muchas, es algo que se quiere traer a la luz. Madre fuente de derecho significa que antes de nada las mujeres tenemos que intentar hacer vacíos en el derecho. Es decir, con la famosa cuestión del aborto, por ejemplo, se hizo una ley, una ley relativamente buena, aunque la objeción de conciencia tuvo cada vez más importancia, pero, sin embargo, cincuenta años atrás las juristas sostuvimos la despenalización, hacer un vacío, quitar una ley, no se legisla sobre la sexualidad ni sobre el cuerpo de las mujeres. Es algo muy lento y fatigoso, pero a mí me ha entusiasmado ver a todas esas juristas relativamente jóvenes, de cuarenta años menos que yo, muchas en la tribuna, y todas estaban comprometidas con esto. Cuando nosotras escribimos de la madre como fuente de Derecho éramos pocas y teníamos pocos argumentos. Nos tenemos que comprometer, y ellas lo hacen, por ejemplo con el alquiler de úteros, combatirlo, que no se puede comerciar con el cuerpo de las criaturas, porque eso es un mercado, un negocio, del que algunos, muchos gais y también parejas estériles, en vez de adoptar hacen esa operación. Para la violencia, los abusos sexuales, sí, pero la prostitución sigue siempre ahí. Yo no puedo pensar en la prostitución porque me paralizaría: la demanda masculina, el mercado, la respuesta si hay demanda. Oiremos el monólogo. Pero con la maternidad subrogada sí que ha sido un éxito, el tribunal supremo ha dicho que no, no se puede considerar el útero de una mujer como un receptáculo y hacer comercio de criaturas, de seres vivos. Esto ha sido un éxito, equivocándose desafortunadamente el movimiento juvenil, las feministas más jóvenes, las de “Non una di meno” que sostenían que una tiene el derecho de hacer lo que quiera con su cuerpo y por tanto hacer de madre subrogada. Todas las de los derechos..., por suerte el movimiento lesbiano, que no solía diferenciarse de los gais, ha declarado que nosotras somos mujeres y estamos en contra de la gestación subrogada.
(Transcripción de María-Milagros Rivera Garretas)
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