"Salut laboral"

 

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Extret de la novel·la de S. PARETSKYGolpe de Sangre, Madrid, Ed.Alfaguara, 1990 (pp. 26-27 i 146-153) 1ra. Edició en anglés 1988.

 

La alcoba de Louisa estaba a la derecha del comedor. Cuando Caroline abrió la puerta el olor a enfermedad me sacudió como una fuerza física, trayéndome a la meoria el hedor a medicamentos y a carne en decadencia que había flotado en torno a Gabriella en el último año de su vida. Me clavé las uñas en la palma de la mano y me forzé a entrar en la habitación.

Mi primera reacción fue de shok, pese a creer que me había preparado. Louisa estaba sentada y recostada en la cama, tenía el rostro macilento y teñido de un estraño gris verdoso bajo el cabello ralo. Sus manos deformes salían por las mangas flojas de un gastado jersey de lanarosa. Pero cuando las levantó para saludarme con una sonrisa, capté un destello de aquella mujer joven y hermosa que había alquilado la casa de al lado cuando estaba encinta de Caroline.

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El despacho de Manheim estaba entre un salón de belleza y una floristeria, formando parte de la multitud de pequeñas fachasdas comerciales que atestan la Calle Noventa y Cinco. Su nombre aparecía en una pequeña plancha de vidrio con esos caracteres negros y dorados que dan en teoría un aspecto antiguo y discreto: Frederick Manheim, Abogado.

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- Soy abogada Sr. Manheim, pero actualmente trabajo sobre todo como investigadora privada. En uno de los casos que llevo me han surgido los nombres de dos clientes suyoys... Joey Pankowski y Steve Ferraro... Empleados de la fábrica Xerxes de Químicas Humboldt en Chicago Sur. Murieron hace dos o tres años.

-Ah sí. Ya recuerdo. Necesitaban asesoramiento legal, pero me temo que no puedo ayudarles demasiado

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-Es la xerxina, sabe. Con el método que empleaban para hacerla, dejaba residuos tóxicos en el aire. ¿Sabe algo de química? Yo tampoco, pero en aquella época estudié bastante la cuestión. La xerina es un hidrocarburo clorinado: normalmente añaden cloro al gas etileno y obtienen un disolvente. Ya sabe, el tipo con el que se puede quitar grasa de una plancha de metal, o pintura o cualquier otra cosa.

Pues bien, si se inhalan los vapores mientras se está fabricando no es precisamente lo mejor del mundo. Afecta al higado y a los riñones y al sistema nervioso central, y a todas estas cosas tan buenas. Cuando Humboldt empezó a fabricar la xerxina allá por los años cincuenta, nadie sabía nada de aquello. Quiero decir que ls fábricas no estaban pensadas para matar a los empleados, pero tampoco tuvieron excesivo cuidado en el control de la cantidad de vapores clorinados que pasaba al aire...

Después, en los años sesenta y setenta, cuando la gente comenzó a pensar en serio sobre el medio ambiente, hubo personas como Irving selikoff que empezaron a indagar en la contaminación industrial y la salud de los obreros. Y empezaron a ver que había productos químicos como la xerxina que podían ser tóxicos en concentraciones bastante bajas; ya sabe, cien moléculas por millón de moleculas de aire. Lo que llaman partes por millón. Entonces Xerxes instaló instaló depuradores de aire y cerró mejor sus tuberías, y redujo sus partes por millón hasta la normativa federal... Cincuenta partes por millón.

Sonrió a modo de disculpa.

- Siento ser tan técnico. Ya no soy capaz de pesar en este caso en términos legales. En fin, PanKowski i Ferraro vinieron a verme a comienzos de 1983. Los dos estaban ya fatal, uno de ellos con un cáncer de hígado y el otro con anemia aplástica. Habían trabajado en Humboldt durante mucho tiempo -Ferraro desde el 59 y Pankowski desde el 61-, pero lo habían dejado cuando su estado les impidió trabajar. Eso serían dos años antes. O sea que no pudieron cobrar la incapacitación. Creo que nadie les informó de que tenían la posibilidad de exigirla.

Asentí con la cabeza. Las empresas no suelen ofrecer voluntariamente información sobre aquellas prestaciones que aumentan las primas de sus seguros. En especial en casos como el de Louisa, en que les estaban cubriendo grandes facturas médicas además de su sueldo de incapacitación.

-¿Pero y su sindicato? -pregunté- ¿No les habría informado su representante sindical?

Negó en silencio.

- Es un sindicato de empresa que habla en gran medida por boca de la dirección. Especialmente ahora. Hay tanto paro en el barrio que no quieren remover el cotarro... Pero en fín, aquellos dos habían leido en alguna parte que la xerxina podía ser perjudicial para la salud, y dado que ambos andaban mal económicamente, pensaron que al menos podrían cobrar indemnización por no estar capacitados para trabajar. Ya sabe, enfermedad laboral y estas cosas.

- Ya veo. ¿Entonces usted fue a Humboldt para intentar negociar algún acuerdo? ¿O fueron directamente a los tribunales?

- Tenia que moverme deprisa; no estaba muy claro cuanto iban a durar ninguno de los dos. Primero fuí a la compañia, pero cuando se negaron a jugar no me anduve por las ramas: puse la demanda. Claro que si hubiéramos ganado después de haber muerto los tipos, sus famílias habrían tenido derecho al cobro de la indemnización. Y habría significado un noyable cambio económico para ellas. Pero sueles preferir que tus clientes estén vivos a la hora del triunfo.

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El problema era que los dos tipos fumaban, Pankowski bebía mucho, y los dos habían vivido toda su vida en Chicago Sur. Supongo que si usted se crió allí no tengo que recordarle como está el aire. O sea que Humboldt nos dió una buena somanta. Dijeron que por una parte no había motivo alguno de demostrar que era la xerxina la que les había afectado y no los cigarrillos, o la mierda del ambiente. Y además apuntaron que los dos habían trabajado allí antes de que nadíe supiera que aquello era tan tóxico. Es decir, que incluso si era la xerxina la que les había perjudicado, no contaba; ya sabe, la fábrica funcionaba conforme a los conocimientos médicos vigentes. O sea, perdimos como convenía.