Alasdair MacIntyre


"Al comienzo de este libro planteaba cómo el carácter confuso e interminable de buena parte del debate moral contemporáneo procede de la multiplicidad de conceptos heterogéneos e inconmensurables que informan las premisas mayores desde las que argumentan los protagonistas de tales debates. En esta mélange conceptual, ideas modernas como las de utilidad y derechos rivalizan con una gran variedad de conceptos de virtud que actúan de modos diferentes. Pero falta un consenso claro, tanto sobre el lugar que ocupan los conceptos de virtud con relación a otros conceptos morales, como sobre cuáles son las disposiciones que deben incluirse en el catálogo de las virtudes, o las exigencias que imponen algunas virtudes concretas. En algunas subculturas modernas sobreviven versiones del esquema tradicional de las virtudes, por descontado; pero las condiciones del debate público contemporáneo son tales que si las voces representativas de esas subculturas pretendieran participar en él, serían desfiguradas con toda facilidad en términos del pluralismo que amenaza con sumergirnos. Esta interpretación errónea es el resultado de la larga historia que va desde la Baja Edad Media hasta el presente, durante la cual han cambiado las listas dominantes de virtudes, ha cambiado el concepto de virtudes individuales y la propia idea de virtud se ha convertido en algo distinto de lo que era. Difícilmente podía ser de otra manera. Los dos conceptos que, como he argumentado en los capítulos precedentes, proporcionaban el fondo necesario para la interpretación tradicional de las virtudes, el concepto de unidad narrativa y el concepto de práctica, fueron asimismo desplazados durante el mismo período. Los historiadores de la literatura, desde Auerbach hasta John Gardner, han descrito el camino por el cual ha ido perdiendo importancia el lugar cultural de la narrativa, y las maneras de interpretar la narrativa se han transformado a tal punto, que teóricos modernos tan diferentes como Sartre, cuyas opiniones ya he expuesto, y William Gass, coinciden en interpretar la forma narrativa, no como aquello que conecta la historia que se cuenta con la forma de la vida humana, sino precisamente como lo que separa a la narración de la vida, lo que la confina en lo que se tiene por un dominio separado y distintivo, el del arte.

El contraste, en realidad la oposición, entre arte y vida que para estos teóricos es a menudo premisa antes que conclusión, proporciona un modo de eximir a las artes, incluida la narrativa, de su tarea moral. Y la relegación del arte por parte de la modernidad a la condición de actividad e interés esencialmente minoritario, ayuda a ocultarnos cualquier autocomprensión narrativa. Sin embargo, puesto que tal comprensión no puede ser expulsada por completo y a fondo sin expulsar la misma vida, vuelve a aparecer recurrentemente en las artes: en la novela realista del siglo XIX en la cinematografía del siglo XX, en la trama de fondo medio censurada que da coherencia a la lectura del periódico de cada mañana. No obstante, pensar en la vida humana como narración unitaria es pensar de manera extraña a los modos individualistas y burocráticos de la cultura moderna."

  • MacIntyre, Alasdair: Tras la virtud, Ed.Crítica, Barcelona, 1987. P. 278-279.