Alasdair MacIntyre


"La puntualización que estoy haciendo no debe confundirse con el lugar común liberal del rechazo del patriotismo. A menudo, no siempre, los liberales han mantenido una actitud negativa o incluso hostil hacia el patriotismo, en parte debido a su fidelidad a unos valores que juzgan universales y no locales y particulares, y en parte a causa de la bien justificada sospecha de que el patriotismo es a menudo la fachada tras la cual se esconden el chauvinismo y el imperialismo. Pero mi puntualización presente no versa sobre si el patriotismo es bueno o malo como sentimiento, sino que la práctica del patriotismo como virtud ya no es posible en las sociedades avanzadas. En cualquier sociedad en que el gobierno no expresa o representa a la comunidad moral de los ciudadanos, sino al conjunto de convenios institucionales para imponer la unidad burocrática a una sociedad que carece de consenso moral auténtico, la naturaleza de la obligación política deviene sistemáticamente confusa. El patriotismo es o fue una virtud fundada en la vinculación primaria a la comunidad moral y política, y sólo en segundo lugar al gobierno de esa comunidad; pero se ejerce típicamente para descargar la responsabilidad para y en tal gobierno. Cuando la relación del gobierno con la comunidad moral ha sido puesta en cuestión tanto por la diferente naturaleza del gobierno como por la falta de consenso moral de la sociedad, se hace difícil seguir teniendo una idea clara, sencilla y comunicable de patriotismo. La lealtad a mi país, a mi comunidad, que es una virtud primordial inalterable, diferencia de la obediencia al gobierno que casualmente mande.

Y tal como este desplazamiento del patriotismo no debe confundirse con la crítica liberal al particularismo moral, tampoco el distanciamiento necesario del yo moral moderno respecto del gobierno de los modernos estados debe confundirse con una crítica anarquista del Estado. Nada en mi argumentación sugiere, ni menos implica, que haya fundamento para rechazar ciertas formas de gobierno necesarias y legítimas; lo que implica la argumentación es que el Estado moderno no es una de las formas de gobierno así definidas. Espero que mi argumentación haya dejado claro que la tradición de las virtudes discrepa de ciertos rasgos centrales del orden económico moderno en especial de su individualismo, de su afán adquisitivo y de su elevación de los valores del mercado al lugar social central. Ahora quedará claro también que conlleva además el rechazo al orden político moderno. Ello no quita que existan muchas tareas que sólo a través del gobierno se pueden llevar a cabo y para las que aún se necesita su actuación: la norma de la ley debe ser vindicada hasta donde sea posible en el Estado moderno, la injusticia y el sufrimiento inmerecido eliminados, la generosidad ejercida y la libertad defendida todo lo cual, en ocasiones, sólo es posible por medio de las instituciones de gobierno. Pero cada tarea concreta, cada responsabilidad concreta, ha de valorarse según sus propios méritos. La política moderna, sea liberal, conservadora, radical o socialista, ha de ser simplemente rechazada desde el punto de vista de la auténtica fidelidad a la tradición de las virtudes; porque la política moderna expresa en sí misma y en sus formas institucionales el rechazo sistemático de dicha tradición."

  • MacIntyre, Alasdair: Tras la virtud, Ed.Crítica, Barcelona, 1987. P. 312-313.