Conclusión.

En la actualidad se oyen muchas voces favorables a la defensa de una sociedad pluricultural, en la cual puedan convivir en un clima de entendimiento y mutuo respeto diversas culturas, y que éstas puedan desarrollarse libremente en el seno de un marco político común, sin que las normas que rigen a éste perjudiquen el desarrollo de cada una de las culturas que forman esta diversidad. Sucede, sin embargo, que en muchas ocasiones hay un contexto de clara desigualdad, cuando un grupo cultural minoritario, que forma una comunidad étnica, se integra en lo que hemos denominado sociedad mayoritaria. El grupo minoritario se ve obligado a adaptarse a las normas que rigen esta sociedad mayoritaria. Ello provoca un choque cultural, ya que las normas y valores culturales, sociales y económicos de ambas partes son muy distintas. la convivencia armoniosa es difícil y complicada, puesto que la sociedad mayoritaria siempre intentará imponer (y de hecho, al final lo consigue) sus pautas culturales, económicas, políticas y sociales al grupo minoritario. Este, por lo tanto, se ve obligado a adaptarse e integrarse a los valores que rigen la sociedad mayoritaria. Es lo que se denomina asimilación. Ello puede suponer la pérdida de los valores identificativos que le dotan a la comunidad minoritaria de su contenido étnico.

Su condición de ciudadanos españoles , al menos teóricamente, les dota a los gitanos de la equiparación jurídica y de los mismos derechos y obligaciones que el resto de los ciudadanos del Estado. Sin embargo, se les niega en numerosas ocasiones el acceso a éstos en virtud única y exclusivamente de su contenido étnico. Es una igualdad que no admite la diferencia: han de regirse por los valores que rigen la sociedad mayoritaria, aunque ello conlleve la pérdida de su identidad cultural.


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