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En una tipografía bien diseñada, el espaciado entre las letras es tan importante, si no más, que las formas mismas de las letras. Incluso los más bellos caracteres pueden volverse feos e ilegibles si el espaciado no es adecuado. Y a la inversa, un tipo mediocre puede mejorar muchísimo con un espaciado homogéneo. Se considera que una fuente está bien espaciada cuando los grupos de letras –palabras, grases y párrafos- forman un valor de gris homogéneo y regular, sin áreas más oscuras o más claras. Cada letra debería considerarse una composición formal de blanco y negro; cuando las letras se componen en un texto, estos elementos positivos y negativos se mezclan ópticamente con el espacio que los rodea, creando un ritmo visual predecible que ayuda al lector.
La cantidad precisa de espaciado entre las letras varia de unas tipografías a otras, pero la regla general es que “el espaciado se corresponde con las contrafomas”. Por lo tanto, las letras mayúsculas que las minúsculas, puesto que las contraformas de las letras mayúsculas son más grandes. De formas semejantes, las fuentes negritas o las condensadas requieren un espaciado más apretado que los diseños de los tipos expandidos o finos. La mejor forma de visualizar este principio es pensar en un vaso de agua: un vaso contiene un volumen de líquido determinado que puede verterse entre cualquier par de glifos.
[…] Un buen espaciado tendría que ser imperceptible. Por desgracia, los lectores solamente advierten el espaciado cuando éste no es el adecuado.